Capítulo 9-2T
Nueva York...
Ariana estaba en Nueva York.
Desde luego había estado ahí con anterioridad. El crecer en una familia adinerada le había dado el privilegio de viajar constantemente, sin embargo jamás había pisado aquella calle con esa sensación en el pecho. Con la sensación de que estaba muy cerca de cumplir sus sueños y sus anhelos.
Con un profundo e invisible torbellino de emociones en su rostro, contempló el embotellamiento alrededor de Queens que llamaba la atención mucho más que la enorme bahía de Flushing.
Un viento frío azotó las esquinas con el mismo ímpetu con el que los autobuses expulsaban humos nocivos en el aire contaminado. Los automóviles se escurrían de un carril congestionado a otro como frenéticas hormigas, y pensó inmediatamente en que tendría que luchar para adaptarse a aquello, pero estaba dispuesta a hacer el sacrificio.
>Estás a casi nada de alcanzar tu sueño<
Desde los cuatro años de edad, con dos coletas castañas, carácter fuerte y siempre decidida, Ariana había sabido bien a qué quería dedicarse por el resto de su vida, y aquello no había tenido nada que ver con los negocios familiares. Sino que había tenido que ver con zapatillas de ballet, un micrófono y un escenario... Había tenido todo que ver con el baile, el canto y la actuación; había tenido que ver con Broadway.
A esa tierna edad, Ariana se había dicho a sí misma que no quería simplemente participar en las obras de su escuela o de su ciudad. No, ella lo quería todo, y sabía que podía lograrlo. Lo había sabido desde siempre.
En aquel entonces le había importado la fama y el prestigio, el simple y puro hecho de ser reconocida y admirada, pero también le había importado hacer lo que más le apasionaba en el mundo, vivir para cantar, bailar y actuar; y cantar, bailar y actuar para vivir. Su meta había sido personal hasta hace apenas unos años, pero ahora quería alcanzar ese sueño de alcanzar el estrellato, por una pequeña personita.
De pronto un recuerdo estruendoso le atravesó la mente. El rostro de un hombre alto y severo de ojos oscuros apasionados, abarcó sus pensamientos por un par de segundos, pero inmediatamente se reprendió.
>No pienses en él< fue la orden rápida de su cerebro. >¡Olvídalo de una vez!<
Ariana sintió un frío escalofrío, y sin poder evitarlo, una parte de su interior tuvo miedo de esa nueva vida que estaba punto de comenzar. Estaría sola, en una ciudad enorme, y con su pequeño hijo.
>Todo saldrá bien... Cree en ti<
–¿Lista, princesa? El chofer nos espera– informó Hugh, su padre que traía a Aaron tomado de su mano.
Ariana asintió saliendo de sus pensamientos.
–Sí, papá. ¿Le diste ya la dirección del departamento?– preguntó.
–Sí, le entregué el papel donde la escribiste– contestó su padre.
Esperaron unos cuantos momentos mientras el chofer metía las cuantiosas maletas en la cajuela trasera, y enseguida entraron al espacioso vehículo que Hugh se había encargado de alquilar antes de aterrizar en el Aeropuerto Nacional de LaGuardia.
Ariana y el niño fueron los primeros en entrar.
Hugh no lo hizo sino hasta algunos momentos después. Seguro de que Ariana no lo miraba, se ocupó de hacerle una señal al hombre vestido de negro que se encontraba al otro lado de la acera, intentando parecer desapercibido. El sujeto asintió en obediencia, y sin más se encaminó a entrar a su auto compacto.
En acuerdo, el patriarca de la familia Butera se les unió a los demás, dándole la orden al chofer para que arrancara.
Tardaron cerca de media hora en llegar a la Avenida Greenwich Village.
Esa misma mañana Ariana había cerrado el trato con la rentera, quien le había asegurado tener listo el departamento y para su entrega en cuanto llegara a la ciudad neoyorquina.
La joven castaña le agradeció muchísimo cuando terminó de firmar el contrato y le fueron entregadas las llaves.
Entonces dio luz verde al chofer para que introdujera el equipaje, y mientras tanto ella, su padre y su hijo se apresuraron a entrar.
Lo primero que Hugh Butera hizo al ver el lugar fue fruncir el ceño y negar con insistencia.
Era un departamento bastante pequeño, sala diminuta, comedor y cocina compartidos, un baño y dos habitaciones.
–¿Qué es esto, Ariana?– cuestionó molesto.
Ella no entendió el significado de la pregunta. Lo miró sin comprender.
–¿Qué significa de qué, papá? Aquí es donde viviremos Aaron y yo– informó con una sonrisa. –Por ahora es lo único que puedo permitirme pagar– había tenido en mente otros condominios, sin embargo eso había sido cuando había contado con el apoyo de su marido. Ahora eso había cambiado.
–No puedes hablar en serio– reprochó.
–Claro que sí–
Hugh negó. Le irritaba que su hija y su nieto tuviesen que vivir en ese lugar cuando él tenía millones en el banco.
–¿Por qué no pediste mi ayuda? Debiste acudir a mí. Ariana, sabes que yo puedo pagarte un departamento mil veces mejor– inmediatamente sacó su celular, y comenzó a marcar. –Llama a la casera e infórmale que no te quedarás aquí. Yo conseguiré un penthouse en Manhattan para ti–
Ariana lo escuchó sorprendida. Negó pronto con la cabeza, y trató de detenerlo haciendo que bajara el celular y lo dejará de lado.
–No hace falta, papá. Estoy bien, y puedo hacerme cargo. Te agradezco muchísimo tu ayuda, pero este lugar tiene todo lo que necesito. Además Greenwich es una de las calles más tranquilas de Nueva York, y queda cerca del preescolar en el que inscribiré a Aaron, y también de Times Square. Es pequeño pero acogedor, y para mí es perfecto–
–Pero es como una casita de ratones– argumentó Hugh aún en desacuerdo.
Ariana intentó no reírse. Aquellas reacciones que veía en su padre, le recordaban a ella misma. En otras circunstancias, ella habría reaccionado de igual manera, pero ya había vivido una vez en un departamento similar, y la experiencia la había hecho entender muchas cosas.
–Papi... he madurado. No necesito lujos, y no quiero que Aaron los necesite–
–Tal vez no los necesiten pero son mi familia, y si yo tengo la posibilidad de dárselos, lo haré–
La castaña negó de nueva cuenta.
–Lo sé, sé que tú sólo quieres lo mejor para nosotros, pero déjame hacer esto a mi manera. Por favor, papá, quiero empezar desde cero, quiero sacar adelante a mi hijo por mis propios méritos, quiero que se sienta orgulloso de mí, y yo también quiero sentirme orgullosa–
Los ojos marrones de Hugh se quedaron mirando los de su hija menor, brillando con algo extraño, algo parecido a la nostalgia. Fueron solamente un par de segundos, pero ese corto tiempo fue suficiente para que la película del nacimiento y la infancia de Ariana se reprodujera en ellos.
Ya no era aquella niñita berrinchuda y caprichosa. Era una mujer, hecha y derecha, responsable, con madurez.
Bastaba decir que estaba orgullosísimo de ella.
Se moriría si algo le pasaba. No podía permitirlo, por eso, justamente debajo de ese edificio, se encontraba un guardaespaldas, que secretamente se encargaría de cuidar de ella y del niño.
Sin decir una sola palabra, le sonrió y enseguida volvió su mirada por tercera ocasión hacia todo el departamento.
–Supongo que está bien... por ahora– accedió finalmente.
Ariana sonrió de medio lado.
–Lo único que... que quizás vaya a necesitar será que alguien se encargue de enviar mi auto. ¿Crees que puedas ayudarme con eso?–
No. Llevarle hasta ahí su vehículo haría que fuese más fácil localizarla para aquellos que querían hacerle daño. Tan seguro como el infierno que eso no sucedería. Tenía que hacer algo rápido.
–De hecho, hija...– habló de inmediato. –El auto que está abajo es para ti–
Era mentira, pero una llamada bastaría para solucionar aquel inconveniente.
–¿Cómo que para mí?–
–Así es. Lo he comprado para tu uso y el de Aaron–
–Pero, papá, eso es demasiado...–
–No, no lo es– la interrumpió Hugh. –Si no me dejaste ayudarte con el asunto del departamento entonces acepta el coche al menos. Además, resulta mucho más práctico. Hacer traer el tuyo desde Boca será mucho más difícil–
Su padre tenía razón y ella lo sabía. Aún así no se sentía del todo cómoda aceptando aquel regalo.
Era extraño, pues se había desacostumbrado por completo.
–No lo sé, papá...–
–No tienes nada que pensar, Ari. Está decidido. Te quedarás con el auto. No permitiré que viajes en metro o en taxi en una ciudad tan grande y peligrosa, mucho menos sabiendo que llevarás a mi nieto. Es mi última palabra–
La castaña exhaló.
–De acuerdo– contestó sin más.
Hugh sonrió. Necesitaba que su hija estuviera lo más segura posible.
Aaron que había estado recorriendo las habitaciones curiosamente, regresó a la sala y le mostró a su madre un folleto que había encontrado de Central Park.
–¡Mami, quedo id aquí!– exclamó emocionado.
Ariana respondió a su sonrisa y asintió.
–Desde luego que iremos al parque, mi amor, pero primero debemos terminar de instalarnos. Te prometo que te llevaré en cuanto todo quede listo, ¿vale?–
El niño hundió los hombros resignado.
–De acuedo–
–¿Por qué no vas, y les echas otro vistazo a las habitaciones? Puedes escoger la que más te guste– le dijo ella amorosa.
Aaron asintió y corrió prontamente hasta el estrecho pasillo.
Hugh sonrió al ver a su nieto irse corriendo. Lo adoraba.
–Ese niño es un torbellino de energía–
–Lo es– convino Ariana. –A veces no entiendo de dónde las saca–
–Es evidente que lo heredó de ti–
–¿Eso se hereda?– bromeó la castaña.
–Yo creo que sí. Eras igual de extrovertida e inquieta. De hecho lo sigues siendo–
–También era muy malcriada–
–Bueno, eso no puede negarse, ¿o sí?–
Ariana lo recordaba bien.
De pequeña siempre se había mostrado caprichosa y arrogante, y esperando siempre que su voluntad fuese cumplida, o de otro modo haciendo un legendario berrinche.
Había cambiado demasiado al paso de todos esos años. Era ahora una persona diferente. Se había convertido en mujer y en madre.
La joven exhaló.
–No quiero que Aaron vaya a ser como yo fui alguna vez. Quiero que sea noble, que trate a las personas con respeto y que no se crea superior a nadie–
–Cariño, Aaron será todo un caballero, te lo aseguro. Harás un buen trabajo criándolo... Lo has hecho perfectamente bien hasta ahora– le dijo, y no escondió el hecho de que eso lo enorgulleciera. –Además tiene al mejor ejemplo, y eres tú. Eres fuerte, eres valiente y tienes un corazón del tamaño del sol. Es cierto que fuiste bastante especial, y asumo la culpa de ello, pero no puedes reprochármelo, te amaba tanto que quería dártelo todo, sin embargo ahora sé que me equivoqué y que lo que debí haberles dado a ti y a tu hermana en mayores cantidades fue mi tiempo. Realmente lo lamento, hija–
Aquello conmovió a la castaña.
–No tienes que lamentar nada, papi. Después de todo, ni Adrienne ni yo, estamos nos convertimos en delincuentes. Las dos sabemos el significado de la familia, nos queremos, somos buenas personas y valoramos la honestidad más que nada–
Hugh asintió.
–Tienes razón, algo debí haber hecho bien– sonrió y le dio un beso en la sien. –No sabes lo orgulloso que me siento de ustedes. Realmente son lo mejor de mi vida. Ari, no hay día en que no me arrepienta de lo que te hice cuando... cuando me enteré de que estabas embarazada–
–No hablemos de eso, papá. Es parte del pasado. Ahora estamos bien y además eres un maravilloso abuelo para mi hijo. Eso para mí es lo máximo. Te quiero muchísimo–
Él le sonrió. Se acercó para abrazarla y darle un beso en la frente.
–Yo te quiero mucho más. Los quiero mucho más– respondió incluyendo a Aaron en su declaración.
Ariana se alegró muchísimo de tenerlo. Gracias a él estaba ya lejos de Boca.
Dejó de pensar en eso inmediatamente.
–¿Almorzamos algo?–
Los tres tomaron el almuerzo luego de que visitaran la cafetería junto al edificio.
Una hora transcurrió cuando estuvieron de regreso en el departamento, y Hugh anunció que ya debía marcharse.
–Siempre, siempre, estaré al pendiente de ustedes, ¿lo escuchas, hija? Sea lo que sea por favor no vayas a dudar ni un segundo en llamarme. Siempre estaré dispuesto a venir hasta aquí si es necesario–
–Gracias, papá–
–No tienes nada que agradecer–
–Adiós, Wobby–
–Adiós, Aaron. Los voy a extrañar demasiado–
Ariana y el pequeño se despidieron de él con un fuerte abrazo.
Fue así como la joven mujer se quedó sola con su hijo, iniciando lo que como había llamado, sería su nueva vida.
El departamento estaba limpio y amueblado, lo único que ella debía hacer era desempacar y preparar la comida para más tarde, lo cual le recordó, debía hacer el supermercado cuando antes.
Ahora estaría viviendo ahí, aquel sería su nuevo hogar...
No había sido así como lo había planeado y le dolía pensar en eso.
Su sueño había sido muy distinto. Llegar ahí, con Aaron y Jack, no sola con su hijo, no con el corazón destrozado y su vida hecha pedazos.
Las lágrimas la asaltaron de nuevo, pero las detuvo.
Nada de lloriquear. Se limpió la cara con la manga de su chaqueta.
>Bien< se dijo.
No podía ser tan difícil. O tal vez sí, pero no importaba. Viniera lo que viniera, ella sabría afrontarlo.
Ahora sería una Ariana diferente a la niña mimada, a la adolescente soberbia y a la mujer enamorada e ingenua. Era otra Ariana, y estaba decidida a demostrarlo.
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Jack sabía que solo había dos maneras de salir de ahí, una era muerto, y la otra era convertido en un asesino.
No dejó de pensar en eso mientras conducía hasta el lugar en el que Charlie lo había citado.
La vieja bodega en donde había sido llevado una noche antes.
Una vez que puso un pie ahí, todos los recuerdos acudieron a su mente.
Miró entonces el tatuaje de espadas rusas en el dorso de su brazo, y la sangre se le congeló llevándolo a aquellos años en los que había vivido preso del miedo.
No había sido más que un pequeño, amenazado y asustado. Jason su padre lo había llevado frente a Charlie Hunnam, quien lo había observado con cautela, sus profundos ojos verdes examinándolo hasta ponerle los vellos de punta y hacerle sentir escalofríos.
Con una sonrisa espeluznante, Charlie había felicitado a Jason, y le había dicho que aquello era exactamente lo que necesitaba... Un niño adorable y bien parecido, para que nadie desconfiara de él. Desde entonces Jack se había visto envuelto en ese mundo de delincuencia, presenciando situaciones horripilantes, que imposiblemente sus entonces inocentes ojos podrían llegar a olvidar alguna vez.
Juergas, borrachos, drogadictos, peleas, torturas, asesinatos, violaciones... A su corta edad había presenciado todo aquello. Afortunadamente su subconsciente lo había desechado, bloqueándolo completamente de su mente, sin embargo el estar de vuelta ahí lo había hecho recordar todo... Todo, desde su entrada, hasta aquel día en el que por evitar que mataran a Espanto, el único sujeto que lo había tratado con algo de compasión, había recibido accidentalmente una bala en el abdomen.
Espanto se encontraba ahí, junto a Charlie. Si se sorprendió de verlo, no lo demostró, simplemente hizo un asentimiento con la cabeza a manera de saludo.
–Al fin llegas, Transportador–
La siniestra voz del ruso escalofriante.
En cualquier otra circunstancia, con cualquier otra persona, Jack jamás habría sentido miedo, pero en ese momento lo sentía. Estaba asustado, preso de un terrible y desesperante pánico. Un temor que no sentía por él, sino por su esposa y sus hijos.
No iba a permitirle a aquel cabrón que les tocara ni un solo pelo.
–Estoy aquí, Charlie– le dijo sin apartar ni un solo momento la mirada de él. Tratar con ese desgraciado era como hacer girar a una serpiente venenosa agarrándola por la cola. No podía permitirse la menor distracción.
Sin embargo no dejaba de ser solo uno. Ellos eran muchísimo.
–Muchachos...– el Boss sólo mencionó esa palabra, la cual bastó para que sus hombres se dispusieran a cumplir con las órdenes dadas.
Fueron tras Jack y lo sujetaron.
–¿Pero qué mierda?!–
–¡Amárrenlo!– les gritó. Estaba realmente furioso. A decir verdad Charlie no recordaba haber estado tan rabioso como en esos instantes. Se llevó ambas manos a la cara, intentó no perder el control porque el control era lo que más importaba. Se giró dándoles la espalda, contó hasta tres, inhaló y exhaló.
Cuando se volvió miró satisfecho que habían amarrado a Jack a una silla, imposibilitándole cualquier movimiento.
–¡Suéltame, Charlie! ¿Acaso eres un maldito cobarde que no puede enfrentarse a mí sin necesidad de toda esta mierda?–
–Pero es que no quiero enfrentarte, mi buen Jack... Solamente quiero hacerte una sencilla pregunta, y quiero que me la respondas– su tono falso no consiguió engañar al peleador. Leyó entre líneas y lo comprendió. Había una amenaza detrás de sus palabras.
–¿A qué pregunta te refieres?–
Charlie no se fue con rodeos.
Se acercó a él inclinándose para quedar frente a frente. Con sus malvados ojos lo escudriñó. Había hielo en su mirada y también algo más.
Desde luego no se fue con rodeos.
–¿En dónde está tu mujer?–
Era eso...
Jack sonrió internamente.
El muy hijo de puta se había pensado que era un imbécil confiado.
Agradeció profundamente el hecho de ir un paso delante de él.
Gracias al cielo Ariana y Aaron estaban ya en Nueva York, muy lejos de ahí.
–¡Te exijo que me lo digas, Jack! ¡Dime dónde la escondiste, maldita sea! ¡Teníamos un trato! ¡Yo no me le acercaría si tú trabajabas para mí!–
–Dime una cosa, Charlie... ¿Cómo es que si teníamos un trato, te enteraste de que ella se ha marchado?–
El ruso se quedó en silencio. No tenía una respuesta para aquel cuestionamiento.
¿Pero quién se creía ese idiota?
Enfureció aún más.
Jack continuaba atado a la silla, pero sonreía.
–Ni loco confiaría en ti, cabrón. Por eso la mandé lejos, dónde no podrás encontrarla. ¿Y sabes qué? Tus gorilas pueden golpearme, torturarme, arrancarme las tripas, matarme o cuanta mierda quieras, pero jamás, escúchame bien, jamás te diré en dónde está–
Ah sí, Charlie rabiaba por dentro.
Se daba cuenta de que había subestimado a Jack Reed, lo había hecho y ese había sido un grave error.
Realmente no había pensado que fuese a actuar tan rápido, e incluso que tuviese los recursos para hacerlo.
Se llenó de frustración e impaciencia pero enseguida se tranquilizó.
Había perdido una batalla pero no la guerra.
Sacó la pequeña pelota de goma que solía llevar en el bolsillo para momentos como aquel en los que la ansiedad intentaba dominarlo.
–Díganle a Hung que quiero verlo. Y no dejen ir a mi nueva adquisición– no mencionó nada más. Se dirigió entonces a la oficina que había acondicionado en la bodega.
Tomó asiento y al instante tocaron a su puerta.
Era el coreano, a quien consideraba su mano derecha. Su trabajador más fiel. Un hombre ambicioso y sin escrúpulos, casi como él. Era delgado y alto. Siempre estaba bien peinado y vestía elegantemente con traje y corbata como de costumbre, con zapatos relucientes. Solía ser aficionado a las joyas, y debido eso llevaba sus dedos llenos de anillos de oro.
Lo invitó a pasar y tomar asiento.
–Me dijo Roderick que querías verme. Estaba hablando con unos de nuestros clientes, les he pedido que nos veamos mañana para cerrar el trato y...–
–No es de negocios de lo que quiero hablar– lo interrumpió el ruso.
–¿Ah no?– Hung se mostró entonces muy interesado. Se recargó en la silla y jugueteó con sus dedos de manera lenta y suspicaz. –¿Entonces de qué quieres que hablemos?–
–De una mujer–
–¿Una mujer?– ¿Desde cuándo su jefe se interesaba en una mujer en específico? Era algo muy extraño y aquello intrigó muchísimo al coreano.
–Voy a mostrártela para que me entiendas...– Charlie abrió el cajón de su escritorio y tomó la fotografía que Jason había llevado para él. La miró. Miró fijamente a los ojos color whisky, y sintió cómo el ansia crecía en su interior. Soltó el aliento y después se la extendió para que la mirara.
Hung abrió los ojos como dos platos cuando la observó.
–¿Ahora me entiendes, verdad? Estás tan sorprendido como yo la primera vez que la vi. ¡Es una belleza! Además tiene unas piernas espectaculares y un par de tetas que hacen perder el sentido a cualquiera... Pero ahora regrésamela, ya la miraste le suficiente– le arrebató la fotografía.
–No, no...– Hung negó varias veces. –No es eso– contestó. Después se puso en pie.
La sorpresa había sido muy grande pero no por los motivos que Charlie imaginaba. Murmuró entonces algo inentendible.
–¿Eh?– Charlie no comprendió.
–¡Que yo la conozco!– exclamó todavía en pie.
–¿Cómo que la conoces? ¿A qué te refieres?–
–Es la chica que hace unos cuantos años intenté traer aquí para el prostíbulo BDSM de Texas. Al final resultó que tenía un marido muy entrometido y celoso, y arruinó todos mis planes–
Charlie no podía estar más sorprendido. La casualidad era inmensamente grande.
No pudo hacer otra cosa que reír.
–Vaya mierda. ¿Y no me vas a adivinar a quién tengo allá enfrente?– señaló la entrada de la bodega. –Al marido entrometido y celoso–
Aquello lo hacía incluso más divertido.
Charlie rió y le costó muchísimo recuperarse del ataque de risa. El estómago le dolió.
–Pues qué pequeño es el mundo– Hung compartió su diversión.
–¡Sí que lo es! Y te vas a ir de espaldas en cuanto te cuente lo demás. Resulta que es hijo del marica de Jason, y estará trabajando para mí. Me pagará la deuda de su querido papito con trabajo sucio–
Hung de nuevo se sorprendió por tales casualidades.
–De acuerdo, entiendo todo eso– dijo concentrándose en la parte de la deuda. –¿Pero eres consciente de que ni en veinte años terminaría ese idiota de saldar todo lo que Jason te debe? Además eso de que trabaje para ti... no termina de convencerme. El sujeto es fuerte y rudo pero no para esto. Pertenece a otro mundo. Dudo que puedas sacar provecho de él–
Charlie negó de inmediato.
–Oh, te equivocas, mi amigo– sonrió y en sus ojos apareció de pronto un breve destello de lasciva y deseo. –Te equivocas...– repitió.
Hung que permanecía en su asiento, continuó mirándolo con curiosidad. Conocía bien a ese hombre, sabía que detrás de todo eso había algo más, algo que le causaría mayor placer que el hecho de provocar miedo, torturar, robar, matar...
–Siento que de pronto esta conversación cambió de sentido...– murmuró el coreano. –Y tiene que ver con Ariana, ¿no?–
La sonrisa de Charlie se hizo más gigantesca. Se puso en pie de su asiento y caminó hasta el minibar. Tomó la botella de whisky con una mano, y un vaso de cristal con la otra para servirse un buen tragó, sin embargo antes de beberlo, lo alzó frente a su rostro, y analizó. Se quedó estático y con la mirada fija como si viese en ese líquido, unos ojos de ese mismo color que lo miraban, que lo tentaban, que lo invitaban.
De pronto sintió otra sacudida de excitación al imaginarla desnuda, bajo su cuerpo, bajo su poder y dominio. Respirando el olor de su maravilloso cabello acaramelado. Derramando whisky en sus pechos. Lamiéndola entera, saboreando cada curva, follándosela, mientras seguramente ella estaría sollozando debido a las fuertes sensaciones que él le causaría.
–Ella...tiene mucho que ver, pero estoy refiriéndome a algo más. Jack me hará ganar millones, y en unos momentos más sabrás de qué modo. Ahora volviendo a la chica...–
–Ariana–
–Sí... Ariana– cada vez que mencionaba su nombre le garganta se le secaba. –La quiero, y la quiero para mí, no para ninguno de mis burdeles. Quiero que sea mía, y no me importa lo que tenga que hacer o pagar para conseguirla–
Hung lo miró sintiéndose más impresionado, y curioso, muy curioso. No recordaba haberlo visto tan interesado en una mujer, por lo menos no desde que...
–Dime una cosa, Hung... ¿Hace cuánto sucedió tu intento de cacería con Ariana?–
El coreano intentó hacer memoria. Realmente había olvidado el tema.
–Cuatro o cinco años aproximadamente. No te lo dije en su momento porque quería que fuera una sorpresa. No se hizo, y bueno, fue cuando te traje a las cuatro universitarias en su lugar, quienes por cierto, nos han dado muy buenas ganancias desde su llegada–
Charlie asintió en acuerdo. Aun así ninguna de aquellas chicas se comparaba con Ariana. Ariana era única.
–Debiste haber insistido más, Hung. Pensar en que pude haberla tenido desde hace años...–
El coreano se hundió de hombros.
–De haber sabido que la pequeña iba a ser tan importante para ti, créeme que lo hubiera hecho así tuviera que desaparecer del mapa al troglodita cabeza de chorlito–
–Bien, ya olvídalo lo hecho, hecho está. Ahora lo que me interesa es encontrarla–
Aquello hizo que Hung frunciera el ceño.
–¿Cómo que encontrarla? ¿Que no dijiste que tenías al imbécil de su marido?–
–Sí, lo tengo, pero a ella no, y por eso quiero que la encuentres–
Hung miró su reloj.
–Debe estar en su casa dándole de desayunar Cheerios a su hijo. ¿Quieres que le haga una visita?–
Charlie negó.
–La cosa es que no está en su casa. No está en Boca, y la verdad dudó que esté en Florida. Jack se cree muy listo, y en cuanto supo de mi interés por su mujercita, la mandó lejos de aquí, junto con su mocoso. El muy idiota se piensa que estamos en una telenovela, y que puede hacerse el héroe, sacrificándose para salvar a la dulce doncella de las garras del lobo feroz...–
Hung se quedó pensativo por unos segundos. Ahora comprendía la situación.
–¿No tiene alguna idea de dónde podría estar?–
El ruso negó.
–Ni siquiera supe el momento exacto en el que se marchó, pero tuvo que haber sido durante la noche pasada. Cuando mandé a que la vigilaran hoy al amanecer, ella ya se había ido. Todo lo que sé es que tomó un vuelo privado, pero para eso te tengo a ti– sonrió, y después esa sonrisa se transformó en una expresión desalmada. –Encuéntrala–
–Será pan comido. Cuenta con eso–
La emoción interna de Charlie incrementó.
Era un delincuente, y toda su vida lo había sido. Se había enriquecido con el tráfico de drogas, de vidas humanas y de muchas otras cosas. Tenía poder y dinero para gastarse en diez vidas. Estaba acostumbrado a que su más mínimo capricho fuera cumplido, y así esperaba que sucediera con la castaña de ojos color whisky.
Ciertamente esa chica no era un capricho mínimo, sino todo lo contrario.
–Eso espero. Y en cuanto lo hagas, no mandes por ella. No quiero que me la traigas, quiero traerla yo mismo– Charlie se puso en pie.
Ambos salieron de la oficina y se dispusieron a reunirse de nuevo con el invitado especial de esa mañana.
Lo encontraron atado a la silla, mientras los hombres de seguridad se aseguraban de que no escapara.
El ruso habló llamando toda su atención.
–Bien, Jack. Ya lo he pensado y no voy a enojarme contigo por haber desconfiado de mí. Dejemos a un lado los rencores, amigo– sonrió con fingida inocencia.
>¡Bastardo!< el peleador trató de controlarse. Deseaba matarlo en esos instantes con sus propias manos. Apretó los puños.
–¿No te parece que estoy haciéndote un favor?– Charlie seguía burlándose de él. Esperó, pero de nuevo no obtuvo respuesta.
Soltó una carcajada larga, y se apoyó en uno de sus guardaespaldas para poder recuperarse del ataque de risa.
Jack suspiró y exhaló, conteniéndose todo lo que pudo para no partirle la cara en ese instante.
–Vayamos al maldito grano. He venido aquí a cumplir con mi parte del trato, que es trabajar para ti, carajo. ¡Suéltame de una puta vez!–
–Hola, Jack... Es un gusto volver a saludarte–
La mirada del peleador fue de Charlie al sujeto que lo acompañaba.
No fue difícil para Jack reconocerlo. Cuatro años atrás, ese malnacido había intentado engatusar a Ariana prometiéndole un estrellato en Broadway. Ahora encontrarlo ahí...
–¡¿Qué mierda haces aquí?!–
–Trabajando– contestó Hung con simpleza.
–¿Trabajas para Charlie?–
El coreano metió las manos a los bolsillos y se hundió de hombros con obviedad.
–Desde luego–
–¡Maldita escoria!– Jack rabió de ira. Había tenido toda la razón del mundo al desconfiar de él. Sus instintos se lo habían dicho. No era alguien de fiar. Era un delincuente, ahora podía confirmarlo. –¡Te voy a matar, maldito! ¡No eres más que un fanfarrón de mierda!– después se giró con Charlie. –¡Y tú!– lo acusó furioso. –¡¿Desde entonces nos vigilas?! ¡¿Desde entonces estás al acecho de mi familia?!– aquello era lo que más aterraba a Jack.
El rubio negó.
–Hung a veces trabaja por separado y no siempre me rinde cuentas. ¿Verdad, Hung?–
–Así es, Boss–
–¡Los dos son una mierda! ¡Eso es lo que son! ¡Una mierda!– Jack utilizó todas sus fuerzas para intentar liberarse pero fue inútil. Los amarres en sus muñecas lo tenían bien sujeto. Sintió la sangre escurrirle y la piel le ardió, pero no le importaba. –¡Suéltenme, joder!–
Hung comenzó a burlarse. Charlie entornó los ojos y se acercó de nueva cuenta.
–Tienes que tranquilizarte, Jackie. Vamos. Ya te lo dije, somos amigos–
–Yo no soy amigo de ustedes. Quiero que me suelten y que me digas de una maldita vez cuál será mi trabajo–
–Wow. Así habla la Bestia, ¿eh?– el ruso seguía provocándolo.
Jack lo miró fijamente.
–¡¿Qué es lo que quieres de mí, Charlie?! ¡Habla ya, maldita sea!–
–A ese punto de la conversación era a donde quería llegar–
–Sólo dilo–
–Eres un muchachote muy grande y fuerte. Estuve leyendo mucho sobre ti en internet... Joven promesa de las Artes Marciales Mixtas, atleta sobresaliente, peleador de alto rendimiento, deportista directo al estrellato... No encontré ni una sola nota que hablara mal de ti, sino todo lo contrario–
Jack se mantuvo en silencio. No sabía todavía qué era lo que Charlie pretendía. Esperó pero se sintió cada vez más tenso.
–Te describen como un futuro campeón mundial y eso es bastante interesante, ¿eh? Desde luego busqué videos porque tenía que comprobarlo con mis propios ojos. Comprobé que era cierto lo que decían, y me felicité a mí mismo por haberte encontrado porque eres justo lo que necesito. ¿Has oído hablar de peleas clandestinas?–
Jack se había criado en los bajos mundos. Desde luego que había oído hablar de ellas.
–¿Quieres que pelee para ti?–
–Mejor que eso– sonrió Charlie. –Quiero que mates para mí. Las peleas serán a muerte–
–No mataré a golpes a personas inocentes– aclaró el peleador de inmediato.
La carcajada del Boss se escuchó al instante.
–¿Inocentes? Te aseguro que tus contrincantes serán de todo menos inocentes. Te estarás enfrentando a la peor calaña. Tengo algunos tratos con la policía, y ellos me darán a algunos de sus reos. Violadores y asesinos. La tarea es fácil, matarlos en el octágono... Oye pero quita esa cara, le estarás haciendo un favor a la sociedad al eliminar a esos gusanos. Velo por el lado bueno, Bestia–
Jack se quedó en silencio.
–¿Por qué no dices nada? ¿Tienes miedo de perder contra ellos? Pues despreocúpate. Te entrenaremos muy duro, y además... Les inyectaremos a todos una droga especial para que adquieran más fuerza, y ya sabes, el espectáculo sea más entretenido. Pero tranquilo, a ti te daremos una dosis mayor para asegurar así tu victoria. Nos harás ganar mucho dinero–
–No pienso permitir que me metan esa mierda. No me vas a drogar, cabrón–
Charlie rió como si le hubiesen dicho un muy buen chiste.
–Sí lo haré, y si no cooperas... Recuerda siempre que, aunque te hayas llevado lejos a tu querida mujercita, tienes mamá, tienes hermanos, tienes incluso amigos. No querrás que nada malo les suceda, ¿cierto?–
A Jack le dio un vuelco en el pecho.
De nuevo aquel maldito terror, de nuevo aquella maldita impotencia. El corazón le palpitaba, las piernas le temblaban.
¡Maldito Charlie Hunnam!
Deseaba tanto poder asesinarlo ya mismo.
Lo tenía en su poder. Lo tenía por completo. No podía poner en riesgo la vida de todos sus seres queridos.
>Te vas a arrepentir de todo esto, hijo de perra, voy a hacer que desees no haber nacido<
Se repuso de inmediato, sin permitir que el miedo se le reflejara en el rostro o en la mirada, pero su silencio fue triunfal para Charlie quien agrandó su sonrisa.
–Así me gusta, Transportador. No debes olvidar que estás bajo mi mandato, te tengo lamiéndome las bolas, bastardo. Siempre ten eso en mente–
Jack lo miró desafiante. Tener que verlo, ver sus arrogantes ojos burlones, la maldita sonrisa despiadada...
Tenía que resistirlo. Tenía que hacerlo.
Sabía que llegaría el momento en que todo cambiaría y acabaría con aquel sádico psicópata. Debía ser paciente.
–Las peleas serán transmitidas por la Deep Web. Muchas personas pagarán miles de dólares por ver a dos imbéciles matándose sangrientamente, así que deberás hacer bien tu papel. Llevarás máscara para que nadie te reconozca, y además cambiarás tu nombre. Olvídate de ser la Bestia Reed. Ahora serás... El Verdugo–
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Ariana salió de su habitación después de correr por su celular que momentos antes había sonado. Llevaba en sus manos una taza de café negro, y en la otra, la mochila de Aaron y su chaqueta roja por el viento fresco de la mañana. El celular lo tenía apoyado entre su oreja inclinada y su hombro alzado.
Su primera noche en Nueva York no había sido lo que había esperado pues apenas y había conseguido pegar un ojo. Se sentía muy adormilada y esperaba que la cafeína fuese a ayudarla un poco.
Eran las siete con quince de la mañana, y todo parecía un caos.
–¿Mamá?– contestó la llamada mientras con sus ojos seguía a su hijo que se había levantado de la mesa sin terminar su cereal, y había corrido detrás de un pajarito que había decidido hacerles una visita introduciéndose por una de las ventanas abiertas.
–Oh, querida, qué bueno que contestas... Dime, ¿qué tal tu primer día?–
–Hola, mami. Realmente siento que sigo en Boca. Aaron es igual de travieso aquí que allá– sonrió al mirarlo. –Cariño, por favor, termina tu cereal–
Sandra rió tras la línea.
–¿Qué tal de frío?–
–Sólo está fresco, pero no puedo esperar a que sea invierno y comience a nevar. A Aaron le va a encantar–
–Por supuesto que le encantará. Pero tienes que abrigarlo bien, y abrigarte también tú. No están acostumbrados a vivir con esas temperaturas del norte... Cielo santo, me parece que ya ha pasado una eternidad. Los extraño tanto–
–También nosotros los extrañamos, mami–
–Iré a verlos en cuanto pueda–
–Será estupendo–
–¿Vas hoy mismo a tus audiciones?–
–Sí, son en una hora–
–Oh, fantástico. Entonces no te quito más el tiempo. Rómpete una pierna, hija–
Ariana sonrió.
–Gracias, mamá. Nueva York me llama, y esta llamada no irá a mi buzón de voz–
Ambas rieron.
Después de despedirse de su madre, Ariana se dedicó a terminar de preparar todo para poder marcharse.
Aaron ya estaban bañadito y listo con su outfit de niño cool.
–¿Mami, voy a id a la escuela?– cuestionó al tiempo que su madre le colocaba su mochilita tras su espalda.
–Si, mi amor, pero eso será mañana. Hoy me acompañarás al teatro, y después acudiré a la cita con la directora del preescolar para que pueda inscribirte–
–¿El teato del señod Lewis?–
–No. Un teatro mucho más grande e importante. Estoy segura de que te va a fascinar–
–¿Vas a tabajad ahí?–
Ariana se lo dudó un poco.
–No, no voy a trabajar, voy a cambiar la historia de Broadway. ¿Te parece que es un buen atuendo para eso?– cuestionó mientras se alisaba el bonito rojo de encaje, y revisaba sus stilettos color nude. Se había recogido el cabello en una coleta alta y se había maquillado con esmero.
Aaron rió y le asintió contento.
–¡Sí!–
Era evidente lo hermosa que era su madre, y a pesar de ser tan pequeño, él lo notaba con orgullo.
Salieron del departamento y bajaron escaleras para salir del edificio. Ahí abajo, Ariana se encontró con el auto que su padre había comprado para ella. Le habían entregado las llaves la noche pasada, mismas que había guardado en su bolso.
Las sacó y apretó el botón para quitar los seguros.
El vehículo dio un pitido y sus luces se encendieron.
Era un modelo bastante lujoso y ciertamente ella había cambiado mucho en aquel aspecto. No necesitaba conducir el mejor coche del mundo. Bastaba con que fuera seguro.
Exhaló. Su papá había insistido demasiado y ella no había podido decir que no. Aún así le agradeció. Gracias a él tenía cómo moverse sin necesidad de exponer a Aaron al peligro de las calles neoyorquinas.
Sin más ajustó a su hijo al asiento para niños y después se colocó tras el volante.
Dio marcha entonces hacia el teatro Foxwoods.
Mientras conducía comenzó a sentirse un poco nerviosa pero prontamente se controló.
Había nacido para ser una estrella. Ella no tenía por qué sentir nervios, Broadway era quien debía sentirlos.
Ariana estaba ahí para convertirse en leyenda.
Se estacionó y salió del auto con una maleta sobre el hombro en el que llevaba zapatillas de baile y ropas de licra, después desató a Aaron y lo ayudó a bajar.
Se giró mirando las gigantescas puertas y se quedó absorta.
Aquel teatro era increíblemente fabuloso.
Las puertas pulcras, de cristal y de acero pulido.
Su decoración era imponente. Sabía que había sido construido en la época dorada de Nueva York y las Artes. Tenía el estilo barroco de los más importantes arquitectos de aquellos tiempos.
Todavía impresionada, Ariana tomó la manita de su pequeño y juntos se adentraron al lugar.
El gran pasillo con el que se encontraron, la dejó también deslumbrada. Estaba cubierta por una asombrosa alfombra roja, sus paredes eran doradas con relieves, su un techo parecía que nunca terminaría, y había enormes y lujosos candelarios colgando de él.
Era realmente increíble.
Un sueño hecho realidad.
Ariana de inmediato localizó las puertillas que la llevarían directo a la parte de los asientos y el escenario.
La puesta en escena sería un musical nuevo que estrenarían en Febrero del año próximo, según le habían informado, y a pesar de ser tan pronto, ella no pudo evitar imaginarse el lugar lleno de personas ansiosas, y la prensa afuera hambrientos de escribir las primeras notas de dicho estreno.
Casi podía saborear todo lo que conllevaría convertirse en la estrella que siempre había soñado ser.
Sonrió con emoción, y mientras caminaba, alguien la detuvo.
–¿Eres Ariana?– cuestionó la voz de un hombrecillo delgado y de corta estatura.
–En persona y siempre maquillada– contestó la castaña divertida.
Ambos se estrecharon la mano.
–Me presento. Soy Rami Malek, director, y cielo santo, es un placer al fin conocerte–
–Igualmente– Ariana le sonrió agradablemente.
–Caramba, sí que eres hermosa– admitió él con admiración. –En el video que enviaron y en la foto de tu currículo te ves fantástica, pero en persona... ¡Wow! Quitas el aliento, hermana–
Ella agradeció el cumplido que para nada tuvo que ver con interés masculino. El director tenía una orientación sexual bastante notoria.
Ariana nunca había sido modesta con respecto a su físico, y estaba acostumbrada a recibir elogios y la admiraran de las personas a su alrededor, sonreía con cortesía y agradecía amablemente, siempre y cuando el cumplido no viniera de algún nefasto hombre que tratara de cortejarla.
Rami no tenía esa intención, desde luego.
–En mi opinión, eres perfecta para el papel– sonrió aún maravillado.
Ariana estaba realmente emocionada.
–Le agradezco sus palabras, señor Malek–
–Oh, no agradezcas, querida. Y por favor llámame solamente Rami. Nada de señor– hizo una mueca de asco pero rió. –En unos momentos nos reuniremos con Ethan Hawke. Mientras tanto dime, ¿esta ternurita quién es?– se refirió al pequeño y lo saludó de manera simpática.
–Oh, es mi hijo. Se llama Aaron. Saluda a Rami, mi amor–
–Hola–
–Hola, Aaron. Es un gusto conocerte–
–Eh... Rami, ¿puedo hacerte una pregunta?– Ariana llamó al director. Tenía ahora una duda grandísima. –Has dicho que nos reuniremos con Ethan Hawke– ella bien conocía a ese hombre. Era uno de los productores más legendarios de la época contemporánea en Broadway. Conocerlo iba a ser un enorme honor para ella pero algo no terminaba de cuadrarle. –¿Puedo saber por qué?–
–Bueno, porque él será el productor de esta obra, ¿por qué más si no?–
–Es que... creí que Kenny Ortega sería quien produciría–
La expresión en el rostro de Rami cambió tenuemente.
–¿Nadie te lo dijo?–
La castaña negó confundida.
El director empezó a explicarle.
–Pues verás... Kenny Ortega iba a ser nuestro productor, lamentablemente hace un par de días fue hospitalizado debido a un extraño virus, por eso los patrocinadores decidieron reemplazarlo. El nuevo productor, es Ethan Hawke, y disculpa, pensé que te habían informado–
–¿Y Olesya Rulin?– Olesya había sido la directora cuando ella había estado ahí días atrás para su audición.
Rami realizó una mueca de incomodidad.
–Olesya tuvo desacuerdos en el pasado con Ethan así que prefirió marcharse antes que trabajar con él. Además de que le es tremendamente fiel a Kenny. Debido a este hecho, yo estoy aquí como su reemplazo– sonrió.
Ariana quiso preguntar qué clase de desacuerdos habían tenido, pero no lo creyó de su incumbencia, sin embargo tuvo la ligera sospecha de que no sería nada fácil tratar con el nuevo productor.
Rami trató de interpretar la expresión en el rostro de la castaña, y de inmediato quiso cambiarla.
–Pero no te preocupes, linda. Olesya es amiga mía, antes de irse, dejó en mis manos todo lo avanzado hasta el momento con esta obra, y también me habló excelentemente de ti. Dijo que serías la revelación del año, y luego de ver el vídeo de tus audiciones, yo también lo creo así. Prepárate para dar un paso monumental–
La joven se sintió más relajada.
–La razón por la que compro zapatos tan caros es para poder dar pasos monumentales– le guiñó el ojo también, y el director sonrió rápidamente complacido con la broma compartida.
En aquel momento el aura amistoso que se respiraba comenzó a cambiar por alguna razón inexplicable.
Escucharon pasos por detrás y ambos voltearon para ver de quién se trataba.
Ethan Hawke caminaba en su dirección. Con seguridad y una mirada arrogante que hizo sentir a Ariana de pronto muy nerviosa.
Era un hombre alto y delgado. Iba vestido elegantemente y su presencia cambió todo el ambiente.
El hombre era como un millón de dólares con piernas.
Al llegar hasta ellos, Ariana dio un respingo de sorpresa, y entonces sin pena ni inhibición, Ethan Hawke utilizó su mirada penetrante para recorrerle cada centímetro de su cuerpo femenino, haciendo que los nervios en ella fuesen en aumento.
–Qué bueno que llegas, Ethan. Tienes que conocer a esta encantadora dama. Ariana, este es nuestro productor teatral–
La castaña intentó sonreír, pero la mirada de Hawke no parecía amigable en absoluto.
–¿Qué hace él aquí?– cuestionó cortante mientras dirigía la cabeza hacia Aaron.
A Ariana le carraspeó la garganta. No esperaba que fuera a formular la pregunta tan bruscamente, en realidad no sabía que tendría que tratar con un hombre como ese.
–E...es mi hijo. Lamento haber tenido que traerlo, pero todavía no lo he inscrito en ninguna escuela y no tengo con quién dejarlo. Le aseguro que no será molestia–
Ethan interrumpió sus excusas haciendo una seña con su mano.
–¿Dónde está su marido?– exigió saber.
De nuevo Ariana se quedó muy quieta, y no sólo por el tono severo de su voz, sino por el atrevimiento de cuestionarla sobre aquel tema en específico.
–He venido a Nueva York sola con mi hijo, señor Hawke–
Ethan asintió con la cabeza, y continuó mirándola como tratando de ver a través de ella.
Ariana pensó inmediatamente en que seguro estaría pensando en lo joven que era. No era nuevo para ella que las personas se quedaran un poco impresionadas al saber que a su corta edad, era madre de un pequeño de casi cinco años.
–Debo suponer aun así, que en efecto, es usted una mujer casada– dijo de pronto el intimidante productor.
La castaña de nuevo se quedó muy quieta. ¿Qué era eso?
¿Por qué ese sujeto que parecía verla muy por debajo de sus expectativas, estaba mostrando tanto interés en su vida personal?
De pronto pensó en que estaba siendo muy paranoica, y que era normal que el hombre para el que muy probablemente trabajaría, la cuestionara sobre algunos datos de su vida, sin embargo no quería responder a la pregunta, puesto que la respuesta era bastante complicada.
–¿Cuántos años tienes?– la interrumpió Ethan con un nuevo cuestionamiento al entender que ella no quería contestar el anterior. Empezó a tutearla.
–Veintidós– contestó Ariana con sequedad.
Ethan continuó mirándola sin decir nada, y después de un prolongado tiempo volvió a hablar.
–Espero que encuentres pronto un preescolar para tu hijo. Aquí no es guardería– dio media vuelta y se marchó por uno de los pasillos laterales.
Rami Malek que hasta entonces había permanecido en silencio, obviamente consternado por la escena tan incómoda de hacía unos momentos, intentó deshacerse de la tensión.
–Por favor, discúlpalo. Es un hombre... difícil de tratar, pero no es malo. Le interesa mucho esta obra y por eso se ha sentido muy presionado–
La castaña reaccionó de su trance. Sintió de pronto un cierto punto de inseguridad dentro de sí, pero inmediatamente lo eliminó.
–No, por favor, no hace falta que me expliques nada. Yo... yo entiendo. Además, tiene razón. Esto no es una guardería– miró a su hijo con preocupación.
Rami le sonrió.
–Ven, voy a ayudarte. Dejaremos a Aaron con Maree, trabaja en el área de costura y vestuario. Es muy buena y estará encantada de cuidar a tu pequeño unas cuantas horas–
Se dirigieron entonces al taller donde los más hermosos vestuarios eran creados, y ahí encontraron a la amable mujer.
–Desde luego que cuidaré de esta preciosura. Siempre llevo en mi bolso libros para colorear, crayolas y bocadillos para cuando voy a visitar a mis nietos, seguro no tendrán problema si los comparten con Aaron–
–Le agradezco muchísimo, Maree–
–Descuida, linda. Yo también fui mamá y papá a la vez, y también tuve que trabajar. Vete tranquila. Tu niño estará muy bien cuidado–
La mujer era un sol. Ariana no pudo estar más agradecida.
Se inclinó y miró a su pequeño para despedirse y pedirle que fuese a portarse bien.
–Mami, él no me gusta– le dijo Aaron un tanto angustiado.
La castaña frunció el ceño. Por fortuna ellos no podían escuchar la conversación.
–¿Rami?– preguntó.
–No, el oto–
Ariana exhaló. A ella tampoco le había gustado Ethan Hawke pero no había mucho que hacer. Kenny no estaba ahí y no regresaría.
–Todo estará bien, mi amor, te lo prometo– le dijo para despreocuparlo. –Mientras tanto tienes que portarte muy bien con Maree, y ser un chico bueno ¿de acuerdo?–
El niño asintió obedientemente.
Su madre lo abrazó y le dio un amoroso beso en la mejilla.
–Andando, Ariana. Ethan debe estar esperándonos en el escenario– le dijo Rami con un poco de impaciencia.
Ella asintió, agitó su mano para despedirse de su hijo, y se marchó con él.
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Cinco minutos más tarde, Ariana apareció en el escenario del teatro vestida con ropa deportiva y sus zapatos de ballet.
Estaba ansiosa por iniciar con las pruebas y los ensayos cuando se dio cuenta de la presencia de alguien más ahí...
-Ariana, ella es Victoria Justice- la presentó Rami. Parecía un tanto incómodo. -Ella... estará disputando contigo por el papel principal del musical. Ambas son muy talentosas, y estamos más que contentos de tenerlas aquí. Esperamos que puedan llevarse bien, competir sanamente, y...-
-Y dar todo de ustedes- lo interrumpió Ethan que se había mostrado aburrido ante el discurso de su compañero. -Necesitamos no su cien, sino su ciento diez por ciento. Necesitamos aún más de lo que ahora son capaces de hacer. Tienen que esforzarse el doble, romperse la espalda en ese escenario y demostrar que realmente quieren ser protagonistas. Aquí no entra el sentimentalismo, el conformismo, y aún menos la pereza. Esto es una competencia, y ustedes no serán más que enemigas. Tienen que trabajar, y aplastar a la otra sin más, porque de eso se trata esto. No existen los segundos lugares, y tampoco las segundas oportunidades. Únicamente ganará la mejor, y está en ustedes demostrar quién de las dos es- sus palabras eran duras, su tono de voz también. Era un productor exigente. La blandeza no le iba.
Ariana estaba muy sorprendida para ese momento. Y confundida también.
Olesya le había dicho que había pasado todos los filtros de audiciones, y que ella había sido la elegida para protagonizar el musical. No entendía qué había sucedido para que eso cambiara.
-Ariana, voy a empezar contigo. Por favor no me hagas arrepentirme del criterio de Ortega. Muéstrame lo que tienes, y por qué debería elegirte-
Ethan tomó asiento en una de las butacas, y esperó.
La castaña asintió e intentó concentrarse. Se sabía ya al menos tres números de los diez que serían parte, así que no iba a ser difícil para ella en lo absoluto.
Había vocalizado esa mañana al despertar y también había realizado algunos estiramientos. Se sentía preparada.
Abrió su boca y comenzó a cantar. Armoniosas melodías salieron de su garganta dejando a Rami y a la misma Victoria más que sorprendidos con su manera de interpretar y el rango vocal tan alto al que podía llegar, aún y cuando se encontraba realizando la coreografía.
Las tablas al bailar y su técnica fueron dos cosas que también impresionaron a quienes la observaban.
Ariana terminó una canción, para comenzar otra más y otra más, sin cansarse.
Había entrenado bastante para que en esos momentos pareciera como si sus pulmones contuvieran el oxígeno suficiente sin necesidad de detenerse a recuperar aliento.
Al final de las cuatro canciones Rami estaba extasiado. Se puso en pie porque su ojo y oído de artista le dijeron que lo que acababa de presenciar era algo digno de elogiar.
Victoria por su parte permaneció en silencio, pero su rostro dijo todo lo que sus labios no pudieron. La envidia y la rabia aparecieron. Tal y como se había dicho al inicio,
Ethan había permanecido inexpresivo durante los últimos minutos.
No habló de inmediato sino que se tomó todo su tiempo.
Rami y Victoria lo miraron expectantes.
Ariana exhaló.
Tenía habilidades increíbles pero seguía siendo humana. Intentó recuperar aliento y energías. Limpió el sudor de su frente con una toalla pequeña, y esperó.
–Tienes talento, debo reconocerlo- empezó Ethan a hablar. -Pero estás demasiado verde. Necesitas sentir la esencia del teatro. Entregarte completamente a él. Se nota inmediatamente que no lo haces, y ahí demuestras tu falta de experiencia. Si quieres el papel, deberás trabajar duramente en ello–
La castaña que no había esperado tales críticas, dio un respingo y su carácter fuerte amenazó con salir a flote sólo para restregarle en la cara a ese arrogante productor que no era nueva ni mucho menos, que no estaba verde en ningún sentido. Había participado fácilmente en más de cien musicales a lo largo de su vida, tanto en las escuelas como en la Academia de Artes, y minimizar aquel hecho sería como minimizar el talento de Christine Baranski y Phil Lewis.
Quiso gritarle a Ethan Hawke, y mandarlo al infierno, pero se contuvo y no lo hizo.
Aquella estaba siendo una mañana muy difícil. Se sentía exhausta, estaba sudada, y probablemente también despeinada.
-Yo creo que lo hice bien, señor Hawke, y creo también que en el fondo está impresionado pero primero muerto antes que admitirlo, ¿no?-
Luego de su declaración, miró fijamente al productor, y este la miró a ella también.
Infalible y determinante, Ariana se dijo que no iba a dejarse intimidar por aquel sujeto, lo cual seguramente debía ser su intención.
Le mantuvo la mirada en todo momento.
Fue Ethan mismo quien rompió el contacto. Se puso en pie de un segundo a otro, y abrochó el botón de su costoso traje. Después comenzó a caminar hacia la entrada.
–Esta sesión ha terminado– le dijo a Rami sin más.
El director no entendió por qué él se marchaba sin dar una explicación y peor aún, por qué daba por terminada la jornada sin razón alguna.
–Eso es todo por hoy, chicas– se apresuró a explicarle. Sonaba bastante confundido y lo estaba. -Ariana, estuviste increíble. Victoria, sé que harás una excelente presentación. Las veo aquí mañana- terminó de despedirse apresuradamente y pronto corrió para alcanzar a Ethan. Lo hizo cuando estaba a punto de entrar a la oficina que le habían asignado.
–¿Qué sucedió allá adentro?– lo cuestionó molesto.
–¿A qué te refieres?– el productor fingió no entender.
–Tu comportamiento con esa chica, Ethan, a eso me refiero. Ariana tiene un talento innegable, pulcro, especial... único, diría yo, y se nota inmediatamente la experiencia que tiene sobre el escenario–
Ethan negó con la cabeza testarudamente.
-Creo que estás exagerando, Rami...-
–¡Ethan, por favor!– exclamó el director. –Todo eso que le dijiste, no tiene sentido. En cuanto ese ángel subió al escenario se adueñó de él, lo hechizó, más bien. Tú y yo sabemos que tiene más talento que muchas de las estrellas actuales–
Ethan hizo que se callara. Claramente no quería seguir escuchando los elogios para la chica.
–Ya sé que tiene talento, y por eso mismo estoy exigiéndole más. Sé que ella tiene todavía mucho que dar, y tú y yo queremos verlo, ¿no es así?–
Rami se quedó pensativo por unos momentos. Después de pensárselo, le asintió.
Al ver que había logrado tranquilizar a su director, Ethan sonrió y se puso sus gafas de sol.
–Confía en mí, Rami. Yo sé lo que hago–
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Jack entró a su casa luego de un día agotador.
El lugar estaba oscuro, y no veía nada, pero conocía todo de memoria. Cada pasillo, cada mueble. Podía andar ahí a ciegas y saber exactamente en dónde estaba.
Cerró la puerta, caminó unos cuantos pasos y dejó sus llaves en la mesilla donde siempre solía dejarlas después de su jornada laboral, se quitó la chaqueta, y la colgó donde siempre solía colgarla.
Luego encendió las luces, y miró a su alrededor.
No pudo evitar pensar en la primera vez que había puesto un pie ahí. Al conocer aquella casa, Jack no había visto más que un montón de ilusiones. Inmediatamente había pensado en que a Ariana le encantaría aquel lugar para pasar el resto de su vida y para criar a sus hijos juntos. Y así había sido hasta entonces. Aaron habían sido feliz ahí, él y Ariana también. Se habían amado más que nunca, y también se habían llenado de más sueños por cumplir.
Esa casa había estado llena de sonrisas y carcajadas, llena de amor. Juguetes tirados por todas partes, y alegría. Mucha alegría.
Todavía podía visualizarlo. Podía ver a los tres compartiéndolo todo juntos y llenos de felicidad.
Los locos desayunos antes de empezar sus días, y las tranquilas cenas al finalizarlos, la hora familiar para ver películas, él y Aaron jugando en el patio, Ariana y él haciendo el amor en cada rincón posible de la casa...
¡Oh joder, qué feliz había sido!
El maldito bastardo más afortunado del planeta tierra, así se había sentido. Pero después había despertado de aquel hermoso sueño y había empezado a vivir su pesadilla.
Jack maldijo.
Los extrañaba demasiado.
Se preguntó entonces qué estaría haciendo su travieso hijo. Posiblemente había terminado de cenar, y ahora sostenía alguna disputa o persecución con su madre que se empeñaba en mandarlo a la cama temprano.
¿Y Ariana?... ¿Qué estaría haciendo su preciosa esposa? ¿Lo extrañaría también? ¿Estaría pensando en él en esos momentos? ¿Llevaría puesto alguno de aquellos pequeños y seductores camisones que acostumbraba usar?
De pronto Jack cerró los ojos, y exhaló con violencia.
Recordó la fragancia del cuerpo de Ariana en su cama por las noches, recordó lo suave y tersa que era su piel, recordó esos preciosos ojos brillantes que lo miraban con intensidad, y recordó esa deliciosa boquita que tenía, sus labios carnosos y curvilíneos que tanto estaba ansiando besar...
¡Maldita fuera!
Se sentía terrible. Se sentía incompleto, muerto en vida, y lo peor de todo era que aquello era solo el principio.
Estaba muriéndose de ganas por tomar el primer vuelo a Nueva York para estar con su familia, pero no podía arriesgarlos de aquel modo.
No podía acercarse a ellos, al menos no mientras Charlie continuara siendo una amenaza.
Tenía que destruirlo, pero para eso podría tardar meses, tal vez años, e incluso cabía la posibilidad de morir en el intento, lo cual sólo significaría que no volvería a ver a su amada ni a su hijo, jamás.
Y hombre, dolió cuando tal realidad llegó estrepitosamente para torturarlo.
Se dijo entonces que tenía que largarse de ahí. Vivir ahí solo con sus recuerdos era su ida al infierno y no iba a soportarlo.
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Ariana caminó hacia la puerta de la habitación de Aaron, y se recargó en ella antes de salir y cerrarla.
Al fin había logrado que Aaron se durmiera.
Vaya que había sido un día difícil empezando por sus audiciones esa mañana. Después había acudido a su cita con la directora del preescolar, y luego de una prolongada espera, la mujer había accedido a ingresar a Aaron a pesar de que el ciclo estaba ya comenzado.
Luego de eso había ido al super a comprar todo lo necesario para su refrigerador y alacena y después de preparar la cena había estado ocupada ensayando los siguientes números del musical. Todavía no conocía el talento de Victoria Justice, pero sabía que tenía algo de experiencia en Broadway al haber participado en dos obras anteriores con papeles secundarios, y ciertamente ella deseaba ir un paso adelante para poder obtener el protagónico.
Caída la noche había iniciado la constante lucha con su hijo para lograr meterlo a la bañera y después a la cama. Aaron era un niño con muchas energías y debido a eso era siempre imposible mantenerlo quieto.
Recordó entonces con mucha nostalgia y tristeza, que Jack era el que día con día se había encargado de llevarlo a dar largas caminatas por el parque, y después al parque para que así a la hora de dormir, estuviera exhausto. De pronto quiso llorar ante tales recuerdos pero puso todo su empeño para no hacerlo.
Ariana negó con la cabeza varias veces.
Se dispuso prontamente a tomar el pomo de la puerta para salir e ir a su propia habitación, pero entonces escuchó que su hijo la llamaba.
–Mami...–
Al parecer la había engañado una vez más, haciéndose el dormido.
La castaña pronto se acercó a la cama del niño.
–¿Qué sucede, Aaron? Lo siento, cariño, pero tienes que dormir. Mañana debes levantarte temprano para ir a tu primer día de escuela–
Aaron no discutió aquello. Le había emocionado muchísimo saber que pronto volvería a su rutina escolar.
Aún así en ese instante su madre pudo ver en el rostro de su pequeño una expresión de angustia que la preocupó, una mirada anhelante.
–¿Dónde está papi?–
Aquella era la pregunta a la que tanto había temido Ariana desde que aterrizaron.
Su corazón dolió. Lloró.
No estaba siendo fácil, se daba cuenta. No lo sería.
–Él no pudo venir con nosotros–
–¿Vendá mañana?–
–No, mi cielo, no vendrá mañana–
–¿Entonces cuándo?–
>Nunca. No vendrá nunca, Aaron porque no ha abandonado<
No, no podía decirle eso.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
No deseaba mentirle. No porque toda su intención era hacer de él un hombre honesto y con valores. Quería inculcarle que la mentira y el engaño sólo servían para destruir vidas y que jamás debía recurrir a ellos. ¿Pero entonces qué debía hacer? Se preguntó.
¿Cómo decirle a un niño que su padre ya no quería ser su padre? ¿Que ya no quería verlo más?
Sólo de pensar en eso, la rabia de Ariana comenzó a desplazar el dolor.
>¡Maldito! ¡Maldito, Jack!<
–Mi amor... Creo que es hora de que entiendas una cosa–
–¿Qué cosa, mami?–
–Papi y yo nos hemos separado. No estaremos más juntos–
–¿Qué significa?–
–Que él vivirá en Boca y tú y yo aquí en Nueva York–
–Vámonos a Boca entonces. Quiedo mi casa y quiedo a mi papi– la vocecita de Aaron sonó a berrinche, pero Ariana sabía que detrás de aquella rabieta había una confusión muy grande para él.
Exhaló.
–No podemos ir a casa, Aaron. Este es nuestro hogar ahora–
–No, mami...–
–¿Recuerdas cuando te dije que me convertiría en una estrella de Broadway, y tú estarías orgullosísimo de mí?–
El pequeño asintió con un poco de entusiasmo, que comenzaba a cambiar las expresiones de su tierna carita.
–Bueno, por eso estamos aquí. Mami va a trabajar duro para lograrlo–
–Peo papi me dijo que vendía con nosotos. Papi no es mentidoso–
Sí, sí lo era.
Ariana le dolió hasta el alma.
–Aaron...– ahora ella estaba sin habla. Las palabras se habían atascado en el nudo de su garganta.
La situación se le salía de las manos y aunque lo hubiese intentado jamás habría estado preparada para ese momento. Quiso darse topes en la pared. El corazón se le quebraba al ver la inocencia de su hijo, la preocupación de no ver a su padre junto a él, de encontrarse lejos de la noche a la mañana.
Fue ahí cuando el pequeño volvió a hablar, y lo que dijo la destrozó aún más.
–¿Ya no nos quiede?–
Aquello fue la gota que derramó el vaso.
Ariana reprimió las lágrimas que llevaban todo el día amenazando con salir. Fue muy fuerte y lo consiguió.
Prontamente tomó aire, y se limpió los ojos con el dorso de la mano.
No. No podía decirle la verdad. No podía ser cruel y desalmada.
Debía mentirle. Sí, necesitaba protegerlo.
Ella era todo lo que él tenía, así que eso mismo era lo que haría.
–Claro que papi te quiere, por supuesto que te quiere. Él te ama–
–¿Y a ti?–
>Cielo santo, dame fuerzas< rogó desde el fondo de su alma. >Ya no puedo con esto<
Ariana no supo qué contestar. No iba mentirle más, pero tampoco iba a contarle la dolorosa y horrenda verdad.
Se quedó callada y cambió de tema sugiriéndole que le leería otro cuento.
Minutos más tarde, Aaron se quedó dormido.
Ariana se cercioró de que no estuviera fingiendo de nuevo, y después de depositar un amoroso y maternal beso en su cabecita, salió de la habitación.
Entonces sí se permitió hacer lo que se había estado evitando desde que llegara a Nueva York. Comenzó a llorar con fuerza.
Pensó en Jack, y sollozó intensamente.
Lloró a pesar de que se había prometido ya no hacerlo.
Había promesas que simplemente eran imposibles de cumplir.
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Comenten pls
¿Cuándo creen que Ariana y Jack vuelvan a estar juntos? ¿Qué creen que pasará ahora?
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