Capítulo 8-2T

Todo había sucedido demasiado rápido.

Jack ni siquiera había tenido tiempo de reaccionar.

La camioneta se había detenido frente a él tan inesperada como velozmente. De ella habían bajado un séquito de hombres armados y encapuchados que lo habían capturado y obligado a subir al vehículo, arrancando al instante mientras era amarrado de manos y pies, junto a sus ojos vendados y la mordaza en su boca.

Lo primero que el peleador había pensado había sido que lo tenían secuestrado. Había intentado gritar exigiéndoles que lo soltaran, sin embargo a los pocos segundos, preso del pánico pero sin perder ni un solo instante la astucia, había decidido quedarse quieto y cooperar. Si quería escapar debía ser más inteligente que ellos.

Aguardó y se quedó muy quieto.

Pasaron veintisiete minutos cuando por fin la camioneta se detuvo.

Jack supo el tiempo exacto porque había estado contando.

Escuchó atentamente el momento en el que las puertas se abrieron pero continuó sin ver nada.

Después los desconocidos lo sujetaron violentamente haciéndolo levantarse para salir del vehículo.

–¡Muévete, imbécil!– le gritaron.

–No podemos hacer esperar al Boss–

¿El Boss? ¿Quién mierda era el Boss?

Jack no comprendió. Supuso que debía tratarse del jefe de la pandilla.

Exhaló.

A esas horas debía estar en la fiesta de despedida junto a Ariana, su hijo, sus amigos y su familia.

Aquello era una mierda.

No sabía qué tan peligrosos eran esos sujetos, aún así estaba dispuesto a pelear y salir de ahí. Si se pensaban esos idiotas que podían arruinarle su noche estaban muy equivocados. Sólo debía esperar al momento indicado. Pero primero necesitaba que le quitaran esa maldita venda de los ojos. Necesitaba analizar su alrededor y también a quienes se enfrentaba.

–¡¿Por qué me trajeron aquí?!– les gritó cuando consiguió deshacerse de la mordaza. –¡Quítenme esta mierda de los ojos! ¡Den la cara, cabrones! ¡¿Quiénes son ustedes?! ¡¿Qué es lo que quieren?!–

–¡Silencio!– le ordenaron. –En unos momentos más sabrás por qué estás aquí–

Jack estaba cada vez más confundido.

Decidió no retrasar ese momento al que los sujetos que lo habían llevado hasta ahí se referían. De nueva cuenta se quedó muy quieto.

Fue conducido entonces hacia lo que debía ser otro lugar.

Ahí finalmente le quitaron la venda que había cubierto sus ojos desde que lo secuestraran frente a su taller mecánico.

–¡Mierda!– exclamó Jack furioso. Enseguida se ocupó de mirar hacia todo lo que lo rodeaba. Tal y como había imaginado se encontraba en una bodega que parecía estar abandonada, seguramente muy lejos de la ciudad, eso podía adivinarlo debido a la distancia que habían recorrido. Era muy grande, y también estaba sucia. Había polvo por todas partes, lo que le decía que aquel no era más que un lugar de paso. Eso lo frustró aún más. Significaba que estaba frente a tipos que sabían lo que hacían. Maldijo su suerte.

Intentó pensar con mayor rapidez, encontrar alguna manera de poder huir de ahí, sin embargo mientras lo hacía, una familiar y diabólica voz lo llamó a sus espaldas dándole la bienvenida. Una voz que le congeló todos sus sentidos...

–Qué bueno verte de nuevo, mi querido Transportador–

Hacía años que no era llamado así.

Transportador...

Jack sintió un escalofrío, y se giró para poder encontrarse frente a frente con aquel hombre que hasta ese entonces había formado parte de su desastroso pasado.

Abrió sus ojos con impacto.

Aquello tenía que ser una pesadilla.

¡Joder, tenía que serlo!

–¿Charlie?– el peleador estaba en shock. Confundido. Paralizado. Horrorizado.

El hombre rubio de ojos verdes despiadados soltó una carcajada que lo dejó aún más helado, y le hizo afrontar su realidad.

–Suéltenlo, muchachos. No hay necesidad de tenerlo amarrado. Este sujeto es buen amigo mío. Además es más inteligente que todos ustedes juntos, y sabe muy bien lo que le conviene–

Las órdenes de Charlie Hunnam eran sagradas o de lo contrario corría sangre. Sus hombres no tardaron más de medio segundo en correr para cumplir con ellas.

Inmediatamente, Jack quedó libre de sus ataduras, y se frotó las muñecas lastimadas mientras miraba al ruso con cautela.

No entendía por qué estaba frente a él, pero lo único que sí sabía con claridad y exactitud era que no debía ser para nada bueno. Tenía que ser cuidadoso con ese hombre... ¡Mierda!

Sí, en definitiva era una pesadilla.

–¿Qué es lo que quieres, Charlie?– cuestionó impaciente. Su impaciencia estaba cargada desde luego de temor, demasiado temor.

–Tómatelo con calma, Bestia. ¿Por qué no nos ponemos cómodos?– sugirió mientras señalaba unas sillas de madera viejas que se encontraban por ahí. –¿Gustas algo de tomar?–

Jack miró las sillas y después regresó la mirada a él.

Bestia... Charlie lo había llamado Bestia, lo cual solamente quería decir que antes de llevarlo ahí, lo había investigado... ¡Maldita sea! Jack pensó lo peor...

Su corazón se detuvo con horror. El pánico inundó sus venas.

Uno de sus más grandes miedos estaba volviéndose realidad y él no podía hacer nada por escapar.

Estaba perdido.

–Estoy bien así. Preferiría que dijeras ya lo que tienes que decirme. No me gusta estar aquí–

–No seas impaciente. He pedido que te trajeran para hablar–

–¿Hablar de qué?–

Jack exhaló tenso.

–De un perdedor que no es de mi agrado y tampoco del tuyo. El imbécil de tu padre cometió el gravísimo error de endeudarse conmigo. Ya lo conoces, el muy idiota vive y respira para la droga, y no se conformó con porciones pequeñas. Consumió más de lo que podría pagar en tres vidas, y ahora me encuentro en un dilema... No sé si matarlo o darle una última oportunidad recurriendo a la opción que él me dio–

Jack no pestañeó ni mencionó nada, simplemente esperó a que Hunnam terminara de hablar y de aclararle esa estúpida situación.

–Esa rata de alcantarilla me sugirió que recurriera a ti, que seguro tú tendrías el dinero suficiente para pagarme...– de pronto Charlie sacó de sus bolsillos un cuchillo bastante filoso, y comenzó a jugar con él de manera peligrosa. –¿Qué me dices, Jack? ¿Le corto el pescuezo o estás dispuesto a dar la cara por él una vez más?–

–Mátalo– murmuró Jack sin pensárselo dos veces.

La respuesta hizo que el ruso alzara sus cejas y abriera la boca con asombro.

–¿De verdad? ¿De verdad quieres que mate a tu papito?–

Los ojos de Jack brillaron con un extraño destello.

En realidad no deseaba la muerte de Jason Reed. Había logrado superar ese trauma, incluso tal vez algún día podría llegar a perdonarlo, pero no podía arriesgarse por él, no cuando tenía a su familia de por medio.

Charlie comenzó a reír al verlo dudar.

–Matarlo suena muy divertido. Algunas noches he permanecido despierto imaginándome mil maneras de torturarlo hasta acabar con su vida, pero no... No lo asesinaré. Lo que me interesa es recuperar de una u otra manera lo que me debe–

–Yo no puedo pagar sus deudas– contestó Jack con aparente calma. –Su mierda no es mi mierda, así de simple, así que déjame en paz, ¿vale?–

–Te equivocas, mi buen Jack, te equivocas muchísimo. Tú eres el único hombre capaz de entregarme aquí...– enseñó la palma de su mano. –...todos esos miles de dólares–

Jack permaneció inmóvil.

–Yo no tengo ese dinero, Charlie. Jason se metió en este embrollo él solo, así que yo no haré nada para ayudarlo–

Hunnam exhaló con serenidad.

–Tal parece que recuerdas la manera en la que suelo trabajar. Deberías recordar que para mí una deuda abarca todo y a todos, Jack. No importa quién sea–

La garganta del peleador se secó, y el corazón comenzó a martillarle con miedo.

¿A qué se estaba refiriendo?

Jamás había estado tan asustado. Jamás se había sentido tan impotente.

–He decidido olvidarme de Jason, para comenzar a concentrarme en ti–

–Ya te dije que yo no tengo ese dinero–

–¿Pero quién habló de dinero, Jack? Hay muchas cosas más con las que puedes pagarme... De hecho hay algo en especial por lo que yo daría no solo un millón, sino diez millones o incluso veinte...–

–¿De... de qué hablas?– Jack estaba muy nervioso. Tenía una sensación en el estómago que lo hacía debilitarse y sentir un pánico aniquilador. Una sensación escalofriante le recorría el cuerpo completo. Su sangre hervía.

¿Qué estaba pasando?

Se sintió desesperado.

Nunca, nunca antes lo había imaginado. Jamás había pensado que aquello fuera a suceder, pero en esos momentos, muy en el fondo lo supo... Supo que su vida estaba destrozada, y que no se repondría hasta que ese hombre que tenía enfrente desapareciera de su vida. Muerto.

–Tu esposa es bellísima, Transportador... Muy bella. ¿Pero qué estoy diciendo? Es excesivamente hermosa...–

El alma de Jack cayó hasta el suelo, y perdió todo color. El corazón se le detuvo y todo órgano de su cuerpo dejó de funcionar.

Lo miró con expresión aterrada, con fiereza animal, y con una infinita pesadumbre.

El miedo que hacía mucho tiempo no sentía, y jamás con esa intensidad, lo mantuvo congelado.

Apretó los puños, y los aferró a sí mismo. Estaba desgarrado por dentro. Sentía que se desangraba.

Una ola de furor lo inundó y lo hizo debilitarse de manera agonizante. Su ansia de destrucción pareció tomar posesión de todo su ser.

Aquello no podía estar pasando... No... ¡Mierda, no! Tenía que ser una pesadilla, una maldita pesadilla.

–Cualquier hombre mataría por tener una mujer como la tuya... Tiene el cuerpo de una diosa, y está llena de esbeltas curvas, además...– de pronto hizo una pausa para exhalar cautivado. –...tiene ese espectacular cabello de sirena que bien podría enredar en mis manos...–

Jack trató de contenerse. Lágrimas se agolparon en sus ojos pero las contuvo. Se volvió loco del dolor y terror.

Iba a matarlo, se juró. Charlie Hunnam era hombre muerto.

>Voy a matarte, cabrón<

Era más que una promesa. Lo dejó más aturdido.

>Voy a acabar con tu vida, hijo de puta<

El rubio sonrió al verlo en tal estado. Todo estaba sucediendo tal y como había imaginado.

–¿Cuántos años tiene? ¿Diecinueve? ¿Veinte? Me da mucha curiosidad, ¿sabes?– le sonrió con morbosidad. –¿Por qué no me cuentas qué hiciste para conseguírtela?–

Soportando la angustia y el dolor de su pecho, Jack levantó el rostro, y lo miró, su mirada cristalizada con llanto, llena de miedos, de pánico, de horror, pero también de un odio capaz de todo.

Lo mataría... lo mataría antes de dejar que lastimara a su mujer. Daría su vida por ella, haría lo que fuera por ella, y si eso implicaba matar o morir, lo haría. Ya nada importaba... ¡Nada, joder!

Se había llegado el momento de negociar. De suplicar. Estaba dispuesto a cualquier cosa.

–No le hagas daño...– habló entonces. Su voz tembló. –Haz lo que quieras conmigo, pero olvídate de ella, maldita sea– su voz era atormentada, áspera, envuelta en un dolor que jamás había sentido antes.

Hunnam fingió una expresión conmovida, totalmente divertido.

–Qué romántico eres–

–Charlie...– Jack trató de hablar, pero la agonía se lo impedía.

Planeó entonces arrebatarle el arma a uno de sus hombres y dispararle sin más.

¡A la mierda con todo!

–Tu mujercita me daría mucho placer, no quiero entrar en detalles, pero estoy dispuesto a cambiarla por ti, aunque claro, a ti no te quiero para los mismos fines–

Jack levantó el rostro pálido. La esperanza apareció.

–Te quiero en mi negocio, en mi equipo. Quiero que trabajes para mí, Jack–

La Bestia no lo pensó ni un solo segundo. Asintió. Asintió con desesperación.

–Trato hecho. Me tienes–

–¿Estás seguro? Te recuerdo de pequeño asegurándome que jamás te convertirías en un criminal como nosotros–

¡Ah, Charlie recordaba bien al pequeño Jack. Demasiado orgulloso, demasiado correcto.

Aun así desde entonces el ruso, había visto en él un talento innegable para las confrontaciones, los golpes y la violencia. Había decidido dejarlo libre cuando un disparo le había atravesado el abdomen por accidente. No le había quedado otra opción, aún más cuando los idiotas del Departamento Infantil habían acudido al hospital para quitarle la custodia a Jason.

Era una suerte tenerlo de vuelta años después. Un muchacho grande y fuerte que le traería grandes ventajas a su fortuna.

No pudo evitar sonreír. Tenía tantos planes para él y para su preciosa esposa.

¡Aquello sería como su cumpleaños! ¡Y lo disfrutaría en grande!

–Ahora es distinto– esta vez se trataba de Ariana. Por ella era capaz de todo.

El mafioso asintió satisfecho.

–Buen chico– sonrió. –Sigues siendo tan inteligente como antes. Te felicito por la excelente decisión que has tomado–

Jack le sostuvo la mirada. Trató de reprimir sus lágrimas y las ganas que tenía de despedazarlo.

–Trabajaré para ti...– le dijo sintiendo un profundo odio y una profunda consternación. –Pero aléjate de mi mujer. No te acerques a ella ni siquiera un poco. ¡Mierda! Ni siquiera pienses en ella. Olvídate de que conoces su existencia. Dame tu palabra, Charlie. Asegúrame que estará a salvo. ¡Lejos de ti, maldita sea!–

Charlie lo miró cautelosamente por unos cuantos segundos, y sólo por mera curiosidad, preguntó.

–¿Tanto la quieres?–

Con desolación, Jack cerró sus ojos, y al abrirlos miró al suelo mientras perdía la batalla contra las lágrimas que pugnaban por salir.

–La amo... Por ella soy capaz hasta de vender mi alma al mismísimo diablo–

La ironía de todo aquello, era que exactamente acababa de hacerlo. Acababa de venderse al diablo.

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–¿Qué quiere que hagamos con él, Boss?– le preguntó uno de sus hombres luego de que los demás se encargaran de sacar a Jack de la oficina. –¿Quiere que le demos una paliza?–

–No– negó Charlie quedamente. –Sólo suéltenlo. Dejen que se vaya–

El gorila frunció el ceño confundido. Aquella no era una orden normal de parte de su jefe.

–¿Lo soltamos así sin más?–

Nadie, absolutamente nadie salía ileso luego de enfrentarse a Charlie Hunnam.

–Eso fue lo que dije, Roderick. Déjenlo ir–

–¿Mando a seguirlo?–

De nuevo el rubio negó.

–Sí, pero sólo hasta el punto en el que lo interceptaron. Necesito que ese imbécil crea que en verdad tenemos un trato–

–De acuerdo– sacó su radio y dio las precisas indicaciones a los subordinados. Cuando terminó lo guardó de vuelta pero todavía no se marchó. –Con respecto a la chica...– le habló ahora con duda.

–¡¿Qué?! ¡¿La chica qué?!– Charlie saltó inmediatamente.

–¿Quiere que se la traigamos?–

Aquella pregunta hizo que el ruso se detuviera pensativo.

Volvió a tomar asiento más relajado.

–No– fue su respuesta. –Primero quiero divertirme un poco con Jack antes del gran manjar. Por cierto, vayan y agradézcanle a Jason de mi parte. Estaba muy aburrido y gracias a él me entretendré bastante bien en los siguientes días– sonrió malicioso. –Oh, pero antes llama a Jung. Necesito que recolecte para mí todo tipo de información del señor y la señora Reed. Necesito saber hasta su tipo de sangre y lo que desayunan por las mañanas. Todo, absolutamente todo–

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Le había jodido la vida por completo. Le había jodido su felicidad entera.

Charlie Hunnam lo había destruido todo.

Todo el interior de Jack sangraba por dentro. Su alma lloraba. No podía dejar de hacerlo.

Desde el momento en que lo liberaran ahí mismo donde lo habían secuestrado, el peleador había corrido a su camioneta y había arrancado dando marcha a toda velocidad.

Mientras conducía por las calles de la ciudad, se había dado cuenta de que lo estaban siguiendo.

Se dijo que eran imbéciles si se creían que iba a llevarlos hasta Ariana. Condujo entonces hacia todas partes menos a hacia donde ella se encontraba.

Fueron algunos minutos de intentar confundirlos y perderlos hasta que por el espejo retrovisor observó como ellos tomaban el carril contrario, y se marchaban sin más.

Eso le dio un alivio tremendo pero también lo llenó de determinación.

Conocía a aquel ruso mejor que a nadie. Sabía cómo se manejaba, cómo actuaba, de qué artimañas se valía para engañar.

Quería hacerlo creer que tenían un trato, pero Jack estaba seguro de que no era así. Estaba seguro de que en cualquier momento le clavaría el puñal por la espalda, y como el infierno que no iba a quedarse ahí de brazos cruzados esperando a que lo hiciera.

Los planes sobre irse a Nueva York con su familia habían cambiado.

No había tiempo para permitirse el lujo de dudar. La vida de Ariana estaba en peligro. Eso era todo lo que importaba.

Debía actuar rápido.

Enseguida tomó camino hacia la residencia Butera.

Logró llegar solamente en unos cuantos minutos.

Aparcó la camioneta y no se bajó de inmediato sino que sostuvo el volante con sus dos manos, apretándolo con fuerza. Echó fuera un largo suspiro mientras intentaba tomar valor y fuerzas, aunque en esos momentos sentía que no los tenía. Miró hacia el vacío y sintió cómo iba muriendo de poco en poco, cómo todo en su interior se desmoronaba.

Tomó entonces su celular y marcó el número que había registrado esa misma tarde como el nuevo de su esposa.

–¿Jack?– la escuchó hablar tras la línea luego de que contestara. Escuchar su dulce, dulce voz, hizo añicos el pecho del peleador. Un dolor muy grande lo abarcó y tuvo que contenerlo.

–Ariana...–

–Jack, al fin apareces. Estaba preocupadísima por ti, mi amor. ¿Llegarás pronto a la fiesta? Estamos esperándote para comenzar con las fotografías–

–Eh... yo...–

–¿Sí?–

–Estoy en el patio. ¿Puedes salir para que hablemos?–

Aquella petición resultó muy extraña para ella.

–¿Para qué hablemos? ¿Sucedió algo?–

Sí. Algo había sucedido para su desgracia. Algo lo había cambiado todo.

Tragó saliva y toda tensión llenó su cuerpo.

–Sí– habló con absoluta seriedad. –Por favor no tardes. No tengo mucho tiempo–

–¿Que no tienes mucho tiempo?– Ariana no lo entendió. –¿Cómo que no tienes mucho tiempo, Jack?–

–Sólo ven– sin otra cosa más que añadir, Jack colgó la llamada. Regresó el celular al bolsillo de sus vaqueros, y llevó sus dos manos a la cara para estrujársela e intentar calmarse. Si no se calmaba Ariana podía sospechar y no podía permitir que eso ocurriera.

A los instantes ella apareció saliendo de la entrada principal de la gran casa. Lo miró confundida. Bajó los escaloncillos a toda prisa para acercarse a él.

–¿Jack, estás bien? ¿Qué ocurrió?– evidentemente estaba preocupada.

Desde su altura, el peleador también la miró.

Sintió una ansiedad muy grande pero utilizó todo su dominio para no tomarla entre sus brazos y abrazarla. Y es que estaba necesitando tanto de su amor, de su consuelo, de las caricias de sus suaves manos.

¡Maldita fuera!

–Quiero que hablemos–

–Ya lo dijiste. ¿Qué es lo que pasa, Jack?–

–Yo... yo... tengo algo muy importante que decirte–

¡Mierda!

¿Cómo iba a hacerlo? ¿Cómo iba a ser capaz de destruir todo el amor que ella sentía por él, cuando lo único que deseaba era pegarla a su cuerpo, besarla, decirle que la amaba con todo su ser?

La necesidad de matar a puño lento a Charlie Hunnam reapareció con mayor intensidad.

¿Por qué había regresado a su vida? ¿Con qué derecho ese malnacido se entrometía para joderle la existencia? ¡¿Cómo demonios se había atrevido a fijarse en su mujer?! ¡En su mujer!

Era hombre muerto. Eso era todo lo que tenía claro en esos instantes.

–¿Importante?– cuestionó la castaña regresándolo a la realidad. –¿Por qué mejor no vamos dentro y hablamos de esto cuando lleguemos a casa? Todos están esperándonos...–

–¡No, no, Ariana!– le gritó aunque sin pretenderlo.

Eso la hizo sobresaltarse y mirarlo aún más consternada.

–Estás asustándome– la castaña cada vez entendía menos. La expresión en la cara de su marido le decía que no se trataba de nada bueno, y eso la mortificó. Estaban solamente a un día de marcharse de Boca Ratón. ¿Acaso el destino no iba a permitirle irse para cumplir su sueño?

Intentó calmarse.

–Lo que tengo que decirte no puede esperar– le habló más calmado. –Quiero hablarte con la verdad. Creo que ha llegado la hora de dejar de fingir–

–¿Cómo que fingir?– Ariana lo miró frunciendo el ceño. –¿Y a qué verdad te refieres? Jack, en serio estás preocupándome–

–Se acabó, Ariana. ¿Lo escuchas? ¡Toda esta mierda se ha acabado!–

Ella dio un paso hacia atrás, muy confundida.

–¿De...de qué hablas?–

–Hablo de lo nuestro. Tú y yo, y lo que sea que tengamos. Me cansé y ya no quiero seguir más– Jack sabía que debía ser cruel, sabía que debía serlo aunque sus palabras fueran un grito contra su propio corazón.

Las lágrimas se agolparon en las pupilas de Ariana. Todavía no comprendía lo que sucedía ahí, sin embargo el ver la cara de su amado, sentir su frialdad atravesándola la hacía sentir un fuerte dolor en el corazón.

–¿Por qué estás diciéndome todo esto? No...no lo entiendo– su voz se quebró. Lo miró como esperando darse cuenta de que estaba hablando con otro hombre, con alguien diferente a ser que había amado durante tantos años, que no era su Jack quien le decía todo aquello. Lamentablemente no era así. Él estaba ahí. Frente a ella, mirándola con indiferencia.

–Porque ya me harté– fue su respuesta. –Así de sencillo, Ariana. Mira, fue divertido mientras duró, la pasamos bien, ¿o no? Quiero decir, el sexo y los momentos lindos, incluso a Aaron le tomé algo de cariño, y siempre lo recordaré como un niño muy simpático, pero ya no puedo más, ¿sabes? Esto me sobrepasa–

–¡¿Cómo que fue divertido mientras duró?! ¡¿Cómo que recordarás a Aaron como un niño muy simpático?!– la histeria llenó a Ariana. –¡¿Cómo que te sobrepasa?!– entonces lo empujó porque no sabía cómo dominar las emociones que la gobernaban.

–Entiendo que esto es difícil para ti, pero tenía que decírtelo, no podía seguir mintiendo y fingiendo ser alguien que no soy– había una determinación fatal en sus palabras. Jack estaba pálido. Sus ojos ardían.

–¡¿Fingiendo, Jack?! ¡¿Estás hablando en serio?!– lo miró. Había empezado a derramar sus lágrimas sin ser capaz de detenerlas.

Ella estaba helada. Él respiró profundamente, reunió fuerzas y le lanzó las palabras como una granada.

–Jamás había hablado más jodidamente en serio como en este momento, nena, eso te lo aseguro– cada palabra que salía de su boca le causaba un dolor terrible. Como si masticase cristales. Lo peor era tener que fingir que no le dolía, que no le desgarraba el alma.

–Pero, Jack...–

Él metió las manos a los bolsillos y se hundió de hombros como minimizando lo que estaba ocurriendo.

–No podía seguir mintiéndote. Soy un hijo de puta pero también tengo mi lado bueno. Debía ser sincero contigo–

Ariana no podía creerse que Jack de verdad estuviese diciéndole todo aquello. No podía creerlo. Era todo una pesadilla.

Lo miró con dolor.

–¿Entonces mentías cuando dijiste que me amabas? ¿Mentías cuando me dijiste que amabas a Aaron y querías compartir tu vida con nosotros? ¡¿Fue todo una mentira?!–

–Hey, hey, no mentí todo el tiempo. Ya te lo dije, en un principio fue lindo jugar a la casita contigo y con el hombrecito, pero me he aburrido, ¿entiendes? Extraño mi vida de antes, extraño mi moto, arriesgar el pellejo cada fin de semana, ahogarme en alcohol y follar con cuanta mujer se me cruce en el camino...–

Ella no soportó seguir escuchándolo. De inmediato lo hizo callar.

–¡¿Cómo puedes decirme todo esto?! ¡¿Jack, cómo puedes?!– sollozó. Se sentía profundamente herida.

–No entiendo por qué te sorprendes tanto. Me conociste en prepa, ¿lo olvidas, Ari? Era el tipo malo, rudo y problemático, y... de cierto modo lo sigo siendo– utilizó ese tono de cretino que lo había caracterizado en sus años escolares.

Ariana negó.

–Esto tiene que ser una broma. ¿Verdad? Es una broma, Jack. No es gracioso. Vamos, ya deja de actuar. Vayamos a la fiesta, por favor– le suplicó. Suplicó que su amado estuviese bromeando, suplicó que nada de aquello estuviese sucediendo. Lo tomó de las manos y lo miró fijamente.

Estaba llorando, y aquellas no eran lágrimas simples. Y para Jack cada sollozo sonaba como si le arrancaran un nuevo pedazo de su corazón, como si todos los sueños que había tenido alguna vez hubieran sido aplastados para siempre.

Verla así hacía estragos en él.

Debía romperle el corazón, debía lastimarla, destrozarla, todo con tal de alejarla.

–No es ninguna broma, Ariana. Esto ya no funciona. Yo soy un cabrón, y tú una princesita malcriada. Lo mejor será que ahí la dejemos–

–Hemos estado casados por cinco años, hemos construido una vida juntos, y nos hemos jurado amor tantas veces... ¡No puedes decirme solamente que esto ya no funciona y que ahí la dejemos!–

–Sí que puedo– de nuevo Jack mostró frialdad e indiferencia. –Además eso del amor... Yo no lo creo así, Ariana– de todas las mentiras, esta hacía que sus entrañas dolieran tanto hasta casi explotar.

–¿Qué?– de nuevo la voz de la castaña se quebró en un hilo.

Quería morirse. Sólo eso.

–Vamos, nena. Te revolcaste con Pete Davidson, está claro que no me amabas–

–Tú...tú dijiste que me creías. Pete... Él... ¡Él me drogó! ¡Sabes que me drogó! ¡Sabes que no tuvimos nada! ¡Jack, no me hagas esto!– ella se sentía débil, devastada. Las fuerzas la habían abandonado.

–Ay, Ariana, por favor. ¿Crees que soy imbécil? Sé que follaste con él. ¿Pero sabes qué? No me molesta, no me molesta en lo más mínimo porque yo también tuve mi parte– sonrió.

–¿Tu parte?– ella ya no sabía ni qué pensar, qué creer. Estaba en un mal sueño, estaba convencida de eso. Sólo deseaba despertar muy pronto.

–Halston y yo...–

–¿Halston y tú?–

–Halston y yo seguimos siendo amantes. A decir verdad, nunca hemos dejado de serlo. ¿Te ayuda eso con la culpa? Ya estamos a mano, ¿no crees?– le guiñó un ojo con complicidad.

Ariana negó numerosas veces. El frenético dolor fue insoportable. Fue como si una espada la atravesara.

Después de aquella declaración el nudo en su garganta se hizo más y más denso. De su boca no salió una sola palabra. Sólo lo miró. Lo miró como si quisiera reconocerlo, como si quisiera buscar en él al Jack que conocía, al Jack de siempre, al Jack que la había amado con locura...

Oh, pero ahora se daba cuenta... Ese Jack no había existido jamás. Había sido un invento solamente. Una mentira.

Aun así al mirarlo seguía siendo ese atractivo hombre alto de penetrantes ojos oscuros. Seguía siendo aquel con el que había criado a su hijo, el que la defendió y la protegió como si fuese lo más sagrado, aquel que juró amarla hasta la muerte mientras le hacía el amor apasionadamente, entre sus brazos, bajo su cuerpo, dominándola por el poder de sus besos...

¡No podía ser cierto!

El peleador trató de digerir el horror que contenía la mirada desolada de su esposa.

El desprecio que veía en ella fue insoportable. La vio derramar lágrimas de dolor y sufrimiento, la vio desmoronarse en un segundo, y para él fue como si una garra lo apretase hasta hacerlo sangrar.

Aquella era su mujer a quien tanto amaba. Romperle el corazón estaba destruyéndolo a sí mismo. Herirla de aquella manera, haciéndole sentir que no era amada, cuando era todo lo contrario...

Quería abrazarla, quería decirle que todo era mentira... Necesitaba desesperadamente borrar aquella expresión de dolor en su rostro, aún así no podía...

Hizo ademán de acercarse. Controlado por un instintivo impulso, caminó hasta ella para... para... ¿Consolarla? Sí. Para detener ese desgarrador llanto, pero se detuvo.

¡Mierda! ¡No podía!

>Lo hago para protegerte, preciosa< lloraba en su mente. >Perdóname por favor... perdóname, Ariana<

La había perdido... La había perdido, y aquella pérdida volvía a clavarse en su corazón. El dolor era imposible de soportar. Era tan intenso que los dos lo sentían como una corriente que los tocaba.

Ya no importaba nada más. Lo había perdido todo, y estaba dispuesto a cualquier cosa a partir de ese momento. Asesinar, destruir, echar abajo el imperio de aquel narcotraficante de mierda.

Charlie Hunnam había firmado su sentencia de muerte. Lo mataría... Cuando estuviera en sus manos lo haría.

>Pagarás por esto, cabrón. Lo pagarás con sangre< lo juró.

–Ni siquiera pienses en acercarte a mí– Ariana se lo dejó bien en claro. Su corazón palpitaba con violencia. Estaba pálida, desencajada y estaba a punto de vomitar debido al sufrimiento y a la consternación.

–A los diecisiete años, no era más que una niñita estúpida y malcriada, necesitada de cariño... Apareciste tú, y me mostraste un mundo diferente... Hiciste que me enamorara de ti y que te necesitara hasta un punto que yo no comprendía...– los ojos marrones de Ariana estaban tan llenos de lágrimas que no vio el dolor lacerante en la mirada oscura de Jack. –Ahora lo único que siento es que te odio–

Al escuchar lo último que ella dijo, Jack se quedó paralizado, pero no tuvo tiempo de reaccionar o de decir algo, porque un segundo más tarde, su esposa avanzó hacia él a paso decidido. Le plantó entonces una bofetada en el rostro que resonó en el silencio de la noche.

–Lárgate de mi vida antes de que vomite– le dijo con un desprecio tan profundo que jamás había sentido por nadie. De pronto se encontró temblando de asco y de indignación, y aunque su vida hubiese dependido de ello, Ariana no hubiera podido detener el torrente de lágrimas que la dominó.

La mejilla de Jack ardió y reflejó el golpe con una tenue marca rojiza.

Estaba hecho. Ya no debía aportar más complicaciones al asunto. Ariana se alejaría de él, y eso era lo que quería... No, no era lo que quería, pero sí lo que necesitaba para mantenerla a salvo.

¡Joder!

Ninguno de los dos habló. Sólo se miraron.

Ella embargada en llanto. Él desolado. Todo entre los dos destruido.

–Ariana...–

–¡Que te largues! ¡¿No me has oído?! ¡No vuelvas a acercarte a mí! ¡No vuelvas a acercarte a mi hijo jamás!–

Dolido, Jack asintió. Aquello era precisamente lo que había querido que ocurriera.

–Si no quieres verme lo mejor será que te vayas lejos de aquí. Vete a Nueva York, cumple tu sueño y olvídate de mí–

–Eso es lo que haré... Te juro que eso haré– Ariana limpió sus lágrimas.

El peleador dio media vuelta y se encaminó hacia la entrada de la residencia. Realmente ya no tenía nada que hacer ahí.

Sintiendo morirse, ella lo vio marcharse, esperando inútilmente a que se arrepintiera y regresara. Que le dijera que nada había sido verdad. Que la amaba, que se quedaría a su lado para siempre.

Evidentemente aquello no sucedió.

Como una escena sacada de una vieja película del oeste. El sujeto de hombros anchos se perdió entre la oscuridad, dejándola a ella perversamente abandonada mientras miraba fijamente su espalda.

Jack había hablado en serio, y se había largado.

No la quería ya. Adiós. Y eso había sido todo...

Una vez que desapareció de su vista, ella pudo cerrar los ojos y derrumbarse mientras las angustiosas lágrimas seguían brotando sin cesar.

Quería alimentar ese odio que había despertado esa misma noche, llevar al límite aquellos sentimientos de desprecio, decepción y sobre todo el profundo dolor que no había abandonado su pecho, pero incluso en aquellos instantes, sin dejar de odiarlo por lo que acababa de hacerle, sabía que él era el hombre al que amaba con todo su ser.

Un amargo sollozo salió de su garganta, y en ese momento Elizabeth que salía de la casa en su busca, se dio cuenta del estado en el que se encontraba.

Se preocupó muchísimo al encontrarla así y corrió hacia ella.

–¡Ari!– gritó tan fuerte que las demás personas en la fiesta notaron que algo ocurría.

–¡Me duele el alma, Liz!– abrazó a su amiga con más fuerza.

–¿Pero qué ocurrió? No me asustes, dime qué ocurrió. ¿Dónde está Jack?–

–Él se ha ido...– Ariana lloró amargamente. –Se ha ido...– repitió.

–Ariana...– Adrienne que había salido detrás de Elizabeth al escuchar el grito, también se acercó. Se sorprendió mucho al ver a su hermana menor destrozada.

–¡Cielo santo, Ari! ¿Qué pasa?– angustiada, Sandra miró a su hija.

Mark y Noah observaron todo confundidos.

Tom, Kyla y Natalie también.

Las preguntas abrumaron tanto a Ariana que no pudo soportarlo más.

Se alejó de todos a gran velocidad adentrándose en la casa. Subió escaleras corriendo mientras derramaba más lágrimas. Entró entonces a la que había sido su habitación de soltera, poniendo seguro en la puerta para que nadie entrara.

Necesitaba estar sola. Necesitaba seguir llorando.

Y así como en su corazón, de repente la noche se nubló, y una tormenta se desencadenó. Las gotas de lluvia golpearon sobre su ventana.

El clima era apropiado, pensó irónicamente, pero realmente no fue capaz de seguir pensando.

Su mente había colapsado. Se sintió muy mareada.

Estaba destrozada, temblaba de pies a cabeza.

Tuvo que apoyarse en el tocador para no caerse.

Negó desesperadamente.

No lo entendía. No entendía nada.

¿Por qué Jack le había hecho añicos el corazón de aquella manera? ¿Por qué la había lastimado tanto? ¡¿Por qué?!

Ella lo amaba con toda su alma. Se le había entregado en cuerpo y alma.

Cada noche que había transcurrido a su lado, se había derretido en sus brazos, le había pertenecido a ese hombre sin reservas, con pasión, con amor, creyendo que era amada de igual forma, que él también llegaba a las estrellas. Pero la realidad había sido otra.

Jack había estado divirtiéndose con ella, la había utilizado egoístamente para su propia satisfacción.

Comenzó a tronar en el cielo, y Ariana gimió en un sollozo.

Cerró los ojos angustiada.

Tuvo de pronto muchos deseos de tomar un baño, quitarse cualquier huella en su cuerpo que hubiese dejado Jack Reed cada una de las veces que la acarició.

Se quitó la ropa rápidamente y entró al baño abriendo la regadera de inmediato.

Permaneció bajo el chorro de la ducha, dejando que el agua corriera por su cara mientras las lágrimas fluían de nuevo sin freno, y eran mescladas. Quería gritar, pero le dolía demasiado para siquiera intentarlo. Tenía paralizados los músculos del estómago, su cerebro al contrario, estaba sumido en un torbellino de angustia y dolor. Sentía como si hubiera tragado cristales. Le palpitaba el corazón e intentó respirar profundamente porque de otro modo terminaría ahogándose.

Se acurrucó contra la pared, sintiéndose tan miserable que no sabía si podría enfrentarse a lo que vendría.

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Jack se había dicho, hacía ya muchos años que nunca más volvería a llorar. Que las circunstancias en las que había crecido no iban a afectarlo más. Que ya no era más un niño pequeño como para sentir miedo o angustia.

Sin embargo ahí estaba... Hundido en un mar de agonía.

Intenso. Muy intenso.

Ese maldito dolor le quemaba el pecho, la cabeza y todos sus sentidos. Hacía que su sangre dejara de correr, y el corazón detuviera su latir.

No podía soportarlo. No podría. Jamás podría.

No volvería a dormir, no volvería a estar en paz mientras su mente tuviese el recuerdo de todo ese dolor en los preciosos ojitos marrones. La expresión de desolación en su mujer cuando le dijo lo que le dijo. La imagen seguiría atormentándolo por el resto de sus días, torturándolo, quemándolo vivo.

Moriría, moriría porque no podría soportarlo. No podría estar lejos de aquella mujer, sencillamente no podría. ¡Mierda Y su hijo... ¡Aaron! ¿Cuándo volvería a verlo?

>Tal vez jamás< se dijo con temor.

Su vida había sido perfecta. Había tenido en sus brazos a una castaña preciosa que brillaba con luz propia. Menuda, de cabello sedoso y ojos endulzantes, que lo amaba, que lo adoraba... Ariana había sido ese ángel que había conseguido sacarlo de su infierno. Cuando él había repudiado cualquier compromiso con las mujeres, cuando había odiado la sola idea de casarse y formar una familia, había aparecido esa belleza andante, atormentándolo con su exquisito cuerpo y su hechizante existencia. Se había enamorado casi instantáneamente, y lo mejor había sido que ella lo había amado también. Jack se había sentido el maldito imbécil más afortunado de todo el planeta tierra, y desde entonces había sido tan feliz...

Pero eso había sido hasta antes de esa maldita noche, porque ahora no quedaba nada. Por las malditas jugarretas del destino, mismas que en un principio los habían hecho estar juntos, ahora los separaban sin más, ella odiándolo, y él muriendo de dolor.

–¡Mierda! ¡Mierda¡ ¡Mierda!–

La palabrota resonó en la pequeña oficina de su taller mecánico.

Jack se llevó ambas manos a la cabeza y tiró de sus cabellos con fuerza. Sintió de pronto una incontrolable necesidad de destruir... ¡Matar y destruir!

Su primera víctima fue un jarrón de vidrio que tenía por un lado.

El jarrón voló a través del cuarto y se estrelló contra una de las paredes, deshaciéndose en nubes de polvo y fragmentos de cristal. Con el mismo impulso, descolgó un par de pinturas que había colocado en la pared como parte de la nueva decoración, y las destrozó contra una lámpara. El sonido de vidrios destrozados y tela desgarrada fue estremecedor.

Revisó su celular. Tenía decenas de llamadas perdidas. De Natalie, de Mark, de Noah, de Tom, de Kyla...

Gruñó, lo apretó en su palma y lo lanzó lejos haciéndolo estrellarse.

Jack empezó a rebuscar de un lado a otro intentando encontrar algo de más valor para romper, pero ya no había nada al alcance de su mano, nada...

La violencia tenía ahora su propio sonido. Un sonido agudo y reverberante que se elevaba desde su herida. La melodía era el dolor, y el ritmo era el miedo.

Noah abrió la puerta y arrojó el paraguas que había llevado consigo al bajarse de su auto.

Había estado desesperado intentando encontrar a su amigo, aún en medio de la noche y la lluvia.

Estaba aliviado de al fin haberlo encontrado, sin embargo lo primero que vio lo dejó paralizado.

Jack estaba ahí, arrodillado en medio de todo ese desastre, con la cabeza agachada, derrotado, en silencio y tembloroso.

–¡¿Qué demonios ocurrió, Jack?!– lo cuestionó. Estaba realmente muy confundido. No entendía nada de lo sucedido. Ariana llorando destrozada, y negándose a ver a nadie. Él ahí, tirando a pedazos su taller. No comprendía, de verdad que no lo hacía.

Se acercó, y entonces pudo ver el rostro de su amigo, lleno de amargura y de tormento. Los ojos rojos, la mirada perdida, el semblante pálido.

–Jack... ¿Qué fue lo que pasó?–

El peleador sorbió sus lágrimas y continuó mirando hacia la nada. –La dejé ir, Noah. Perdí a Ariana. La perdí...–

–¿Pero cómo que la perdiste? Si ustedes se aman. Algo muy grave tuvo que haber sucedido. ¿Por qué Ari está en casa de sus padres llorando desconsolada y por qué tú estás así aquí?–

–Yo... yo le dije que me había aburrido de ella y de la vida hogareña... Le dije que extrañaba mi vida de antes, y... y que Halston seguimos siendo amantes–

La expresión del moreno fue de puro impacto.

–¡¿Por qué hiciste eso, idiota?!– cuestionó. Después dio un respingo y frunció el ceño desconcertado. Lo miró como intentando descubrir una verdad. –¿A...acaso es cierto? ¿Ya no amas a Ari? ¡Jack, responde! ¿Sigues follando con Halston?–

No, Noah no creía nada de aquello. Conocía bien a su amigo, había sido testigo del amor que sentía por su esposa y el hijo de ambos, sin embargo aquella era la única explicación que encontraba.

–No... ¡Por supuesto que nada es verdad!–

La situación perdió todo sentido, y Noah no pudo comprender más.

–¿Entonces por qué lo hiciste? ¿Te das cuenta de que has cometido la mayor estupidez de tu vida?–

Jack no contestó nada. Las lágrimas resurgieron.

Sí, se daba cuenta y su corazón volvía a sangrar sin freno.

–¿Por qué dejaste que tu mujer creyera esas mentiras? No puedo creer que seas tan imbécil... ¿Por qué le mentiste, Jack?–

El peleador miró el tatuaje de espadas rusas en el dorso de su brazo, y deseó poder desprenderse de esa maldición. Pero no podía. ¡Mierda! Aquel había sido siempre su destino.

Pasaron unos cuantos segundos antes de que pudiese responder, y cuando lo hizo, el horror, el pánico, la furia, el sufrimiento y todo los sentimientos de los que estaba siendo preso, se reflejaron en su voz...

–Ariana llamó la atención de Charlie Hunnam–

No necesitó decir nada más. Noah entendió todo a la perfección. Sus ojos se abrieron con horror, y se quedó de piedra. Él bien sabía quién era aquel hombre y lo que había significado en la vida de su mejor amigo.

Jack fue hacia él y lo miró suplicante.

–Tienes que ayudarme– le dijo, su tono era agónico. –Tienes que ayudarme para que Ariana y Aaron se marchen a Nueva York cuanto antes. ¡Noah, te lo suplico, ayúdame!–

El moreno abrió la boca para poder decir algo, pero realmente las palabras no aparecieron. Seguía muy impresionado.

Entonces otro estruendo se escuchó cuando la puerta volvió a abrirse de golpe, dejando entrar a Hugh Butera.

–¡Te voy a matar, Reed!– le gritó furioso al verlo. El hombre estaba ahí dispuesto a enfrentarse a golpes al causante de la desdicha de su hija. –¡Yo lo sabía! ¡Yo sabía que no eras más que un maldito desgraciado! ¡Sabía que terminarías rompiéndole el corazón a mi princesa! ¡Sabía que no eras más que un cretino de cuarta!–

–¡Espere, no!– Noah se interpuso entre Jack y el padre de Ariana, evitando así que fuese a golpearlo. –Usted no entiende lo que ha ocurrido, señor Butera. Tiene que calmarse–

–¡¿Cómo quieres que me calme cuando tengo a mi hija deshecha por culpa de este rufián?!–

–¡Déjalo, Noah!– exigió entonces Jack. –Deja que me parta la cara. No voy a detenerlo y tampoco voy a defenderme. Por Ariana lo resistiré–

Noah frunció el ceño totalmente en desacuerdo.

Hugh se quedó muy quieto, sorprendido de las palabras de Jack. Fue entonces cuando observó las lágrimas en su rostro. Lágrimas de rabia, lágrimas que le quemaban los ojos como ácido en vez de liberarlo del dolor.

–¡¿Qué está pasando, maldita sea?! ¡¿Por qué la engañaste?! ¡Nunca la amaste! ¡Nos mentiste a todos!–

–¡Se equivoca! ¡Se equivoca, señor Butera! ¡Maldita sea, yo la amo! ¡Por supuesto que la amo! ¡Ella es lo que más amo en el mundo, joder!– declaró, y mientras lo hacía su voz se desgarró.

El llanto había sido difícil de detener. Más bien, imposible. Jack se sintió hundido.

Hugh lo observó. Un nudo se formó en su garganta.

Noah permaneció al margen.

–Explícame entonces por qué si la amas tanto jugaste así con ella. Vamos, explícame si es que eres tan hombrecito–

Los segundos transcurrieron y Jack permaneció en silencio acabando así con la poca paciencia de Hugh.

–¡Habla, infeliz!– lo tomó entonces de la solapa de su camisa y apretó su cuello con violencia. –¡Te exijo que hables ahora mismo!–

–¡Jack, díselo ya!– le pidió Noah preocupado.

Al peleador no le quedó otra opción.

–Charlie Hunnam...– empezó. –Charlie Hunnam me tiene amenazado–

–¿Quién es ese?– cuestionó Hugh con cautela.

–Es un narcotraficante ruso para el que trabaja mi padre biológico. Yo no tengo nada que ver con él desde que era niño, pero... pero ahora me ha encontrado y...– no pudo continuar hasta unos segundos después. –Pretende que yo salde una deuda pendiente. Me mandó seguir, me espió. Supo de la existencia de Ari... ¡No sé cómo mierda sucedió todo! Sólo... me secuestró y sin más me plantó su amenaza–

Al escuchar palabra por palabra que salía de la boca de Jack, Hugh había sentido que desfallecía. La ira y la consternación lo llenaron de nueva cuenta.

–¡¿Por qué lo permitiste, Jack?! ¡¿Por qué permitiste que se fijara en ella?!– a punto de estallar, Hugh volvió a abalanzarse sobre él, tomándolo del cuello y estrujándolo con fuerza.

El peleador no contestó, pero su simple mirada fue un claro grito de desesperación e impotencia.

–¡Jamás pensé que fueses a ponerla en peligro! ¡Creí que mi hija estaba segura a tu lado, que tú la protegerías!–

–¡Mierda, eso es lo que estoy haciendo!–

Después de la exclamación de Jack, el taller mecánico se quedó en absorto silencio. Incluso afuera la lluvia se había detenido. La tensión se respiró, se sintió incluso hasta en la piel. El miedo hizo que ambos hombres se estremecieran en ese instante.

–Entonces le mentiste para alejarla de ti– supuso Hugh luego de haberse calmado. –Le mentiste para protegerla–

No hubo necesidad de que Jack se lo confirmara. La expresión en su rostro y la mirada desolada se lo demostraron.

–Voy a destruir a Charlie Hunnam, así tenga que morir yo también. No permitiré que le haga daño a mi mujer, no le permitiré siquiera que se acerque a ella... Señor Hugh, sé que lamenta todo esto, y aún así le aseguro que no lo lamenta más que yo... Amo a Ariana con locura, y ella me ama también, creí que había llegado mi momento de ser feliz, pero soy tan imbécil que no me detuve a pensar en que mi pasado podría ponerla en peligro... Fui un egoísta, y ahora estoy pagando por ello, pero ese ruso de mierda lo pagará aún más... Ese bastardo pudo haberme torturado o despedazado, pudo haberme quemado vivo o disparado a sangre fría, y no habría pasado absolutamente nada, pero el muy hijo de puta se atrevió a poner los ojos en mi esposa, en lo más preciado que tengo, y créame que su vida no va a bastarle para saldar esta cuenta... Ese malnacido no se irá de este mundo sin pagar por esto. Se lo juro a usted y me lo juró a mí mismo...–

La garganta de Hugh carraspeó. Se sintió de pronto aliviado, aunque sin entenderlo, de que aquel sujeto que tenía enfrente siguiera siendo tan fiel a Ariana, que la amara como la amaba, que la protegiera de todos y contra todo. Lo había sabido, lo había sabido desde siempre. Jack Reed daría su misma vida por la mujer de su vida. Ahora podía verlo, y lo más importante, podía admitirlo.

–Si le he contado todo esto es porque quiero que usted mismo se encargue de que Ariana y mi hijo estén fuera de Boca esta misma noche si es posible. No pueden seguir ni un día más aquí– Jack hablaba determinante.

Hugh asintió. Él pensaba exactamente lo mismo.

–Tengo mi propia avioneta privada. Yo me encargaré de sacarlos de aquí ya mismo–

Una tranquilidad muy grande abarcó el pecho de Jack. Jamás se había alegrado tanto de que los Butera fueran tan millonarios.

–Le agradezco mucho, señor Hugh–

El padre de su amada no respondió al agradecimiento. Hizo ademán de marcharse pero antes de hacerlo se giró para mirarlo.

–Nunca me agradaste para mi hija. Siempre pensé que ella se merecía algo más, algo mejor, y ahora con esto... Me doy cuenta de que no me equivoqué. Fuiste tú quien la ha puesto en peligro, y si crees que te agradeceré por salvarla, estás muy equivocado. Es tu deber hacerlo. No le falles otra vez, Reed, porque de otro modo lo lamentarás–

Jack permaneció callado. Simplemente lo observó marcharse. Supo que en parte, ese hombre tenía razón, y se odió por ello.

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Ariana había accedido a abrir su puerta luego de que Hugh se lo pidiera con tanta insistencia.

Aún así se giró dándole la espalda para que no fuese a ver su cara.

Estaba deshecha y todo en su rostro lo gritaba.

Había estado llorando sin detenerse en la última hora transcurrida, y llevaba los estragos en sus enrojecidos ojos.

Hugh dio un paso adentro, y tanto Sandra como Adrienne lo siguieron. Ambas habían estado ahí, bastante consternadas y preocupadas por Ariana y por lo que había ocurrido.

–No quiero ver ni hablar con nadie– les dijo antes de que ellos hablaran. –Solamente quiero pedirles que por favor cuiden a mi hijo–

–Aaron está en mi habitación. Está dormidito– anunció Adrienne quedamente.

–Entonces, se los ruego, déjenme sola–

–No, no, hija, no podemos dejarte sola, ve cómo estás– Sandra estaba muy angustiada.

–Mamá, necesito estar sola– insistió. No quería gritarle y estaba conteniéndose. Apretó los puños para no volver a estallar en llanto frente a ellos.

–Pero es que, Ari...– Adrienne habló pero el patriarca de la familia interrumpió.

–Si ella quiere estar sola, respetaremos su decisión– dijo seriamente. –Ariana... Esta madrugada volaré en mi avioneta a Nueva York. Sé que tu viaje sería en un día más, pero considera que... dadas las circunstancias, lo mejor será que tú y Aaron se marchen conmigo. ¿Qué te parece?–

La idea fue descabellada para Sandra y Adrienne que lo miraron completamente confundidas.

–¿Qué? No, Ari y Jack todavía tienen que hablar. Deben solucionar esto, su matrimonio no puede acabar así...–

–¡No!– la hija menor de los Butera se giró inmediatamente, llena de histeria. –No tengo nada más que hablar con... con Jack– dejó claro. –Él ya dijo todo lo que tenía que decir, y yo no quiero volver a verlo nunca–

–Pero, Ari, cielo...– intervino Sandra.

–No hay pero que valga, mamá– respondió Ariana. –Se ha acabado todo– la voz se le desvaneció en un hilo. Intentó ahogar un sollozo pero no lo logró. –Papi...– asintió entonces. –Aaron y yo nos marchamos a Nueva York contigo. Mientras más lejos esté de... de ese idiota, mejor–

Aquello hizo que Hugh exhalara de alivio. Si ella se negaba no habría sabido cómo hacer para convencerla.

–¿Cariño, estás segura?– tuvo que preguntar Sandra. Estaba demasiado desconcertada.

–Sí, muy segura– no, no lo estaba, pero aquello era lo mejor que Ariana podía hacer. Necesitaba estar lejos de Jack. Necesitaba olvidarse de él.

Estaba más que claro que los planes de irse los tres juntos se habían ido al infierno. Las cosas habían cambiado. Ella iría sola con Aaron, y así tendría que ser.

–Yo no lo creo, Ari– intervino Adrienne de nueva cuenta.

–Por favor, ya no la abrumen más– les exigió Hugh severamente. –¿No la han escuchado? Ariana no quiere saber más de ese Jack Reed, así que dejen de insistir. Por la mañana estaremos marchándonos a Nueva York, y ahí comenzará una nueva vida con mi nieto. Es todo– se giró entonces hacia su hija más joven. –Saldremos a las cinco. Ya he informado al piloto. Descansa– le dio un beso en la frente.

Sandra y Adrienne salieron entonces de la habitación con él.

–¿Hugh, por qué haces esto?– le recriminó su esposa una vez que estuvieron afuera.

–Papá, el hecho de que odies a Jack no te da derecho a entrometerte en ese asunto que sólo les concierne a ellos dos–

Hugh negó. No quería seguir escuchándolas. Habían todavía un montón de cosas de las cuales debía encargarse.

–Les aseguro a las dos que se equivocan. No hago esto por Jack. Lo hago por Ariana, por su bienestar y su seguridad–

–¿Cómo va a hacerle bien el irse de la ciudad en ese estando en el que se encuentra? ¿Eres ciego? Mi hija está destrozada, no puedes llevártela así–

–Sí puedo, y lo voy a hacer. Por favor no se metan más en esto. Después tendré que contarles, pero lo importante ahora es que Ariana y Aaron estén en Nueva York cuanto antes–

No dijo nada más. Bajó escaleras y salió de la casa sin decir siquiera a dónde se dirigía, dejándolas aún más consternadas.

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Hugh utilizó la llave que Jack le había entregado.

Antes de que abordara su auto, luego de haberle dicho que no era merecedor de su hija, y haberse marchado del taller sin más, el joven peleador lo había alcanzado evitando que arrancara.

–Esta es la llave de... nuestra casa– le había informado. –Ahí deben estar las maletas ya hechas y también los papeles e identificaciones que podrían necesitar. Por favor no deje que sea Ariana quien vaya a recoger todo. Podrían estar esperándonos–

Por eso Hugh ahí estaba.

Observó con cautela antes de bajarse de su auto.

Muy pocas veces había ido a ese lugar. En realidad nunca había entrado.

Su aprensión contra Jack había sido demasiado fuerte y por eso había evitado de cualquier manera el entrar a su casa, pero esas circunstancias eran muy diferentes.

La calle estaba solitaria. No había ningún vehículo sospechoso, ninguna persona. Los vecinos parecían dormir como cualquier otra noche normal, pues no había ni una sola ventana con luz.

Era cerca de medianoche.

En completo silencio bajó de su coche y cerró la puerta de igual manera.

Se dirigió entonces a la casa.

Debía admitir que era una casa linda y acogedora. Algo de lo que había dejado de hacer con el transcurso de los años era a no quejarse más del estilo de vida que Jack le daba a su hija y a su nieto. Si bien no era una vida de ricos, sabía que vivían cómodamente y que no les hacía falta nada. Secretamente había admirado eso de su peculiar yerno. El hecho de que él solo, sin la ayuda de Natalie Brosnan o de alguien más, hubiese sacado a su familia adelante.

De pronto sintió muchísima ira contra aquel Charlie Hunnam. Por culpa de ese delincuente la vida de su hija se había vuelto patas arriba, y ella ahora estaba sufriendo. Lo detestaba por eso. Lo odiaba muchísimo.

Intentó entonces concentrarse en lo importante.

De nuevo se aseguró que nadie estuviese observándolo.

No se dirigió a la puerta principal, ni siquiera entró al pórtico. Se pasó derecho a la barda que dividía el patio delantero del trasero. Abrió la rejilla y logró así entrar. Caminó en puntillas llegó hasta la puerta corrediza que daba acceso a la casa desde aquel punto.

Una vez que estuvo dentro suspiró.

No prendió luces sino que utilizó la lámpara de su celular para guiarse.

Subió escaleras y al entrar a las habitaciones encontró las maletas hechas tal y como Jack le había dicho. Después encontró el cajón donde guardaban todo lo importante. Tomó pasaportes, actas de nacimiento y todos los documentos importantes que encontró.

Cuando reunió todo lo necesario, lo metió en una bolsa negra que dobló y colocó bajó su axila para sujetarla.

Cubrió las maletas con idénticas bolsas negras, y entonces se preparó para salir.

Haría parecer como que llevaba basura.

Se dirigió a su auto para meter todas las cosas, aunque fue necesario hacer más de dos viajes, pues eran bastantes maletas.

Su hija nunca cambiaría. Al parecer llevaba todo su guardarropa completo.

Cuando tuvo todo listo, se puso tras el volante, pero no encendió el motor sin antes analizar de nuevo la zona.

Estaba despejado afortunadamente.

Entonces sí dio marcha.

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Al amanecer lo primero en lo que Ariana pensó fue en que hacía ya muchísimos años que habían transcurrido desde la última vez que durmiera en su antigua habitación... Hacía ya demasiado tiempo. Todo el tiempo que había estado con Jack.

Lo segundo que pensó fue que ojalá todo se hubiese tratado de una pesadilla, pero el dolor en su corazón y la hinchazón de sus ojos le dijeron que no había sido así.

Había ocurrido.

Él la había abandonado sin más. La había acusado de ser una maldita infiel y después le había confesado sus propias infidelidades... ¡Cielo santo!

Jack traicionándola...

Tenía que ser una mentira.

No podía creerlo todavía. No quería creerlo. Le era imposible poder aceptarlo.

El día anterior había estado hablando con él, se habían dicho cuánto se amaban y cuán emocionados estaban por la nueva vida que les esperaba. Pero después de la fiesta de despedida todo había cambiado. Tan velozmente, tan inesperadamente.

Un solo instante había bastado para que Jack mostrara su verdadera cara.

Su vida se había derrumbado en menos de un segundo.

¿Ahora qué le quedaba? ¿Cuáles serían sus esperanzas? ¿A qué debía aferrarse?

>Mi hijo< se recordó.

Aaron.

Su pequeño era su vida entera. Lo amaba como jamás pensó que llegaría a amar alguna vez, lo amaba de una manera que sobrepasaba todos sus límites. Él no tenía la culpa de nada, no tenía por qué sufrir. Sólo una víctima inocente de toda aquella situación turbia.

De pronto, la castaña sintió que algo volvía a romperse en su interior al evocar a su amado, arrojándole a la cara todas aquellas crueles declaraciones. Le dolía hasta el alma.

Sintiéndose terriblemente mal se puso en pie de la cama.

Sabía que tenía un aspecto desastroso, pero no le importó.

Sólo se preguntó si el intolerable dolor que sentía en su interior la haría enfermar.

>Tienes que estar bien< se dijo a sí misma. Tenía que hacerlo por su niño.

Debía levantarse de aquel duro golpe. Debía hacerlo literalmente porque en menos de media hora estaría abordando la avioneta de su padre con destino a Nueva York.

Debía ir por Aaron y despertarlo.

Pensó en eso cuando la puerta de la habitación fue abierta.

–¡Mami!– el pequeño corrió hacia ella muy entusiasmado y la abrazó.

Jamás, jamás se arrepentiría de haberlo tenido, aunque en esos momentos sí estuviese arrepintiéndose de otras decisiones de su vida.

–Mami, dijo Wobby que vamos a viajad y que va sed divedito–

Ariana acarició la tierna carita y le asintió.

No, no importaba todo el dolor que había vivido, no importaba que su corazón estuviera hecho mil pedazos, tampoco importaba que tal vez jamás volvería a atreverse a amar a algún hombre, y mucho menos importaba que muy probablemente pasaría el resto de su vida sufriendo por la traición de su marido. Nada, absolutamente nada importaba porque tenía con ella a su hijo.

La vida podía quitarle o concederle muchas cosas, pero jamás podría quitarle el amor de su Aaron.

Lo abrazó de nuevo, y esta vez lo hizo como si la vida se le fuera en ello, porque sentirlo era sin duda su flote de salvación, aquella ancla a la que debía aferrarse.

Lo miró. Intentó con todas sus fuerzas contener las lágrimas.

Era un niño precioso. Era increíblemente lindo, dulce, tierno. Todo lo bueno, toda la felicidad, toda la alegría que existía en ese mundo lo veía reflejado en él, y sólo por eso valía la pena vivir, valía la pena levantarse y seguir luchando.

Saldría adelante... Con esfuerzo, con trabajo y con valentía, saldría adelante.

–Ahora más que nunca tienes que luchar por tus sueños. Es cierto que esta criaturita te pondrá las cosas un poco más difíciles, pero él será tu motivación, y te dará las fuerzas necesarias para seguir adelante–

Eso le habían dicho el día en que se armó de valor para tomar la decisión de convertirse en madre, y después en cualquier otra cosa. Las palabras seguían en su mente, y eran en definitiva ciertas.

Recordó también aquella vieja creencia de la que le habían hablado durante su embarazo.

–Los niños son almas pequeñas que habitan en un mundo alterno, y quienes están esperando por venir a la vida. Ellos mismos deciden quién será su madre. Tu bebé te eligió a ti por una razón, Ariana...–

Y ella no tenía duda de eso... Aaron había llegado a ella por un motivo muy poderoso. Hacerla incondicionalmente feliz. Ahora entendía que el cielo había decidido mandarle a ese angelito precisamente en aquel momento, porque era cuando más sola se sentía, cuando más lo necesitaba. Le había dado al hombre de su vida.

–¿Mami, done está papi?–

El llanto salió silencioso. La castaña no pudo contenerse más. Los dos ríos de lágrimas siguieron el recorrido hasta caer por su mentón. Negó. Limpió su rostro con sus manos, y esbozó una sonrisa para Aaron.

No era buen momento para hablarle sobre su padre. O sobre el hombre que había jurado amarlo y protegerlo para siempre, y que sin más lo había abandonado.

Hacía poco más de cuatro años que se había convertido en una leona por su pequeño, y desde entonces su única meta había sido verle sonreír, hacer de él un hombre de bien. Eso era lo que haría. Lo que seguiría haciendo. Los dos se olvidarían de Jack así muriera en el intento.

–Estamos a punto de comenzar una nueva vida, ¿no te emociona eso, mi amor?–

–¡Sí, mami!– saltó entusiasmado.

–Por favor ven con Wobby y dile que estaré lista en un momento, ¿sí?–

–Sip– Aaron salió de la habitación a cumplir con lo que su madre le había pedido.

Adrienne apareció entonces en el arco de su puerta.

–Ari...–

–Adrienne, por favor no intentes convencerme de que no aborde la avioneta de papá. Ya lo he decidido. Aaron y yo nos marchamos hoy mismo–

–No iba a hacerlo– respondió su hermana mayor con plena tristeza. Le dolía ver a su hermanita de aquella manera. Todavía no terminaba de entenderlo. Todavía no comprendía lo que había sucedido, y tampoco lo creía. –Es sólo que... sigo en shock. Es que tiene que haber una explicación para todo esto– sí, tenía que haberla. Jack amaba a Ariana con toda su alma, lo había demostrado no sólo con palabras, sino también con hechos, con acciones, con su mirada.

–No la hay– la joven castaña no pudo evitar sollozar. –¿Crees que yo misma no he intentado buscar una?– y lo había intentado hasta el cansancio. Se sentía mareada y desfallecer por el esfuerzo. –Jack lo dijo todo anoche. No me ama, y no ama a Aaron. Sólo se divertía con nosotros y ahora se ha aburrido, y yo no puedo quedarme aquí esperando que todo hubiese sido una pesadilla. Tengo que seguir, tengo que reponerme, porque de otro modo... me voy a morir de dolor– la voz se le quebró. Estaba ya ronca de tanto que había llorado.

De nuevo limpió sus lágrimas.

–Entiendo– no, no lo hacía, pero Adrienne no pudo decir nada más. Tenía un nudo en su garganta realmente gigantesco.

–Ariana– Hugh apareció entonces en la habitación.

–Papá, estaré lista en diez minutos–

–Bien. Ya he subido el equipaje. Aaron y yo te estaremos esperando. Tu mamá quiere despedirse de ti–

–Iré a verla en unos momentos más–

–De acuerdo–

Hugh se marchó.

Adrienne soltó un suspiro. Abrazó a su hermana.

–Iré con ustedes a la autopista. Ahí te daré el abrazo de despedida–

–Gracias, Adrie–

–Tranquila, Ari. Nunca estarás sola. Nos tienes a nosotros– le sonrió, aunque no dejaba de ser una sonrisa de tristeza.

Ariana le agradeció. A pesar de todo no dejaba de sentirse sola y abandonada.

Haber confiado y haber amado únicamente le habían demostrado que el destino era cruel. Demasiado cruel.

Pero no iba a seguir llorando. Aunque le costase la vida no iba a llorar ya. Jack Reed no merecía más lágrimas.

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Jack se encontraba en su camioneta tras una noche solitaria y desastrosa.

Desde luego no había regresado a su casa. Quizá no hubiese soportado estar ahí sabiendo que su mujer y su hijo estarían lejos.

Pensar en eso le desgarraba las entrañas, el corazón y el alma, así que de inmediato meneó la cabeza para no pensar en eso.

Tenía cosas muy importantes de las cuales empezar a ocuparse, y quedarse a llorar como un imbécil no iba a solucionarle nada.

Miró su celular. Tenía la pantalla estrellada debido al golpe que le había dado la noche anterior, sin embargo en esos momentos eso era lo último que podría importarle.

Estaba desesperado y muy ansioso por recibir el mensaje de texto que le habían prometido que recibiría.

Lamentaba profundamente no haber podido siquiera ir a despedirse. Le dolía en el alma porque hubiese querido al menos verlos una última vez.

La cosa ahí era que acercárseles era ponerlos en peligro. Y además... además Ariana lo odiaba. Tan sencillo como eso, y recordar el hecho hacía que el corazón de Jack sangrara.

>Es mejor así< se dijo con pesar. >Es mejor que te odie, que no te busque, que se mantenga alejada para así poder protegerla<

Exhaló y recargó su cabeza en el asiento.

Estaba a punto de amanecer, lo que quería decir que en cualquier momento Ariana y Aaron estarían marchándose.

Le dolía un mundo entero pensarlo pero también lo aliviaba profundamente.

No estaría tranquilo hasta saber que ellos habían llegado a Nueva York, para entonces poder ocuparse de sus asuntos.

Sus pensamientos estuvieron a punto de ir hacia aquel hijo de perra que le había destruido la vida cuando de pronto un alerta sonó en su celular.

Butera: Despegamos hace cinco minutos y calculo que estaremos llegando en seis o siete horas. Te mantendré informado.

El alivio y la tranquilidad que Jack sintió fue indescriptible.

–Ahora sí...– se dijo. –Estás más que jodido, cabrón–

En su mente apareció la imagen de Charlie Hunnam y su perversa sonrisa.

El plan estaba más que claro... Matar a aquel bastardo.

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Estoy preparada para el hate, vamos, no se contengan jaja

Esto era inevitable, sorryyyy

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