Capítulo 7
Llena de ojeras, cansada y sintiéndose terriblemente mal, Ariana despertó muy temprano por la mañana, madrugando más de lo normal para así evitar encontrarse con sus padres.
Se bañó, se vistió y salió de su habitación bajando las escaleras rápidamente.
–Señorita, buenos días. ¿No desayunará?– le preguntó la empleada al darse cuenta de que iba de salida.
Ariana detuvo su camino. La sola idea de pensar en ingerir comida le revolvió el estómago.
–Creo que hoy pasaré del desayuno, Gloria. Pero te lo agradezco–
A decir verdad llevaba muchísimos días pasando del desayuno, pero ninguna de las dos lo comentó.
Inmediatamente salió de la casa y entró a su auto, sin embargo antes de que encendiera el motor, dudó en ir o no ir.
¿Qué tal si se hacía las pruebas, y salían... positivas?
Se estremeció en su asiento ante tal perspectiva.
–No...– susurraron sus labios. –Por favor no– rogó.
Entonces dio marcha, y condujo con rapidez hacia aquel hospital privado que había encontrado en el buscador de internet.
Al entrar pidió cita con la recepcionista, quien le pidió que llenara un formulario.
Con manos temblorosas, Ariana consiguió hacerlo.
Pagó en caja, y prontamente la pasaron al consultorio, pues al ser muy temprano no había mucha gente todavía.
Quien la atendió resultó ser una agradable mujer asiática de apellido Yang-Li. La recibió con una sonrisa amable, y después se dedicó a sacarle sangre utilizando una de sus jeringas.
Luego de aquello le dijo que llevaría la prueba al laboratorio, y que podía esperarla ahí. Tendrían los resultados en diez o quince minutos.
Nerviosa, aturdida, inquieta, desconcertada, angustiada.... ¡Aterrada! Así era como Ariana se sentía ante tal incertidumbre.
Con anterioridad no se hubiese imaginado que estaría en aquella situación.
¡Esperando su prueba de embarazo!
Era tan horrible de sólo pensarlo.
Cerró los ojos y en silencio comenzó a rezar plegarias.
Los minutos se le hicieron eternos. Le pareció que había estado toda una eternidad ahí en el consultorio cuando la doctora Yang-Li regresó.
–Espero no haber demorado mucho– le dijo mientras tomaba asiento tras su escritorio.
–Está bien– respondió la joven solamente.
Siguieron unos minutos de silencio en los que la doctora se dedicó a revisar de nueva cuenta los papeles que llevaba en la mano.
El hecho de que no dijera nada todavía puso a la castaña incluso más nerviosa.
–Dime una cosa, Ariana...– le habló entonces un tanto seria. –¿Cuándo fue la última vez que mantuviste relaciones sexuales?– la pregunta fue directa, haciéndola sentir un hueco enorme en el pecho.
Sintiéndose ya muy afectada, Ariana le dio el día exacto.
Su primera y única vez. Probablemente también la última.
La doctora sopesó la respuesta, y volvió sus ojos a los papeles.
–Bueno...– comenzó. –Ariana, por la fecha que me has dado, estos análisis no pueden estar equivocados...–
Fue en ese momento en que la temerosa chica supo que su peor pesadilla estaba haciéndose realidad.
El final de su vida.
–Tienes cuatro semanas de gestación, Ariana. Estás embarazada de casi un mes–
La declaración la hizo levantarse con rapidez del asiento, y tomar las pruebas para leerlas por sí misma.
La palabra Positive que leyó en letras rojas la sacudió por dentro.
Negó con su cabeza una y otra vez.
–¡No!– exclamó bastante alterada.
La doctora se puso en pie también.
–Tienes que tranquilizarte– le dijo un poco preocupada. –Sé que eres joven, pero tienes muchas alternativas. Tenemos un centro de atención para...–
Pero Ariana no estaba dispuesta a mostrarse tranquila. ¡No podía hacerlo! ¿Por qué esa mujer no podía entenderlo? ¿Por qué no podía entender que la noticia que acababa de darle significaba que su vida había acabado?
¡Tenía que salir de ahí!
Estaba sofocándose, no podía respirar.
Volvió a negar.
–Yo... yo... Tengo que irme–
Intentó abrir la puerta pero de tanto que temblaba no pudo hacerlo a la primera. Luego de varios intentos lo consiguió.
Escuchó que la doctora la llamaba, pero no hizo caso alguno. Lo único que deseaba era desaparecer.
Salió corriendo del consultorio, y atravesó todo el hospital hasta conseguir llegar a la puerta de entrada.
Gruesas y amargas lágrimas se deslizaban sin freno cuando entró a su auto.
Después de la confirmación de su embarazo, Ariana ni siquiera fue capaz de encender el motor con las llaves porque todavía seguía temblando.
Se quedó ahí, sentada tras el volante sin hacer otra cosa que no fuese llorar con desconsuelo.
Con sus manos tapó toda su cara, y ahogó en sus palmas los gritos de desesperación que fluyeron desde su garganta.
Aquella mañana Ariana Butera se estaba viendo envuelta en las consecuencias de la noche que había pasado en la cama con Drew...
Ahora una pequeña vida crecía en su interior, y horrorizada ante la sola idea, tuvo que abrir la puerta del coche para inclinarse a vomitar.
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Drew y Selena habían quedado de verse muy temprano en el club polideportivo.
La cita de ese día consistía en unas cuantas partidas de tenis, una comida al aire libre, y por la tarde una salida al parque de atracciones.
Los dos se divertían muchísimo mientras jugaban y se hacían un montón de bromas.
En un inicio él había tenido que enseñarle a jugar, sin embargo para esos momentos la pelinegra ya era toda una experta, tanto que estaba dándole mucha pelea.
–Creo que estoy arrepintiéndome de haberte enseñado mi secreto para el tenis– le dijo Drew haciendo un puchero y fingiendo molestia, mientras arrojaba la raqueta para beber un poco de agua.
Selena rió, y avanzó hacia él para poder abrazarlo.
–Oh, vamos, amor. No es la gran cosa. Tú siempre me ganas en ajedrez. Lo justo es que yo te gane en tenis–
Su novio le mostró una sonrisa enamorada.
–Tienes razón, linda– de inmediato se inclinó para poder besarla. La amaba demasiado, y disfrutaba cada segundo a su lado.
Era una chica increíble, y cada vez se sentía más y más enamorado.
–Sabes que te amo, ¿cierto, Sel?–
Ella se abrazó a su pecho, y cerró los ojos con total confianza.
–Claro que lo sé, Drew. Y yo te amo muchísimo. A veces no puedo creerme que en serio estés conmigo, que me ames tanto– sus ojos estaban llenos de alegría, de amor, de ilusión. –Pienso que todo es un sueño–
Él acarició sus mejillas.
–¿Por qué dices eso? Es real. Muy real. Por favor nunca tengas dudas de lo que siento por ti–
Con timidez, Selena bajó la mirada.
–A veces... me es difícil de creer que en serio dejaste a Ariana por mí–
La mención de su ex novia lo hizo sentir como una patada en el estómago. De inmediato se tensó.
–¿Por qué tienes que nombrarla?– le dijo con molestia. Fue imposible de ocultar.
Esta vez ella se hundió de hombros.
–Es hermosa, es popular. Su familia tiene dinero. Sin duda ella era perfecta para ti–
Drew frunció el ceño. Estaba ahora verdaderamente enojado.
–No lo es, y voy a pedirte que dejes de decirlo. Su dinero no me importa, y para mí nadie es más hermosa que tú. ¿Queda claro?–
Selena asintió.
–Muy claro– estaba contenta. Sabía que Drew debía amarla de verdad. De otro modo jamás habría terminado con Ariana. –Es sólo que te amo mucho, y a veces me da mucho miedo pensar en la posibilidad de perderte–
–Eso no pasará nunca, porque estoy completamente enamorado de ti, Sel– tomó sus manos, y las apretó con dulzura. El enojo había ido disminuyendo. –Este amor es para siempre–
Conmovida por sus palabras, Selena lo abrazó una vez más. Sus brazos lo rodearon, aferrándose a todo él.
–Por favor nunca vayas a traicionarme, Drew. Ahora mismo te he entregado todo lo que soy, tienes en tus manos mi vida, mis sueños... No vayas a fallarme nunca– le suplicó, pues estaba volando tan alto, que sabría que no se repondría de una caída.
El recuerdo de él y Ariana follando aquella lejana noche, aturdió a Drew por instantes, reafirmando la decisión de no decírselo nunca a Selena. No herirla nunca. Era lo mejor para todos. Alzó sus manos para besarle el dorso.
–Jamás, Selena. Jamás te fallaré. Vivo sólo para ti– le prometió.
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Jack había aprendido de mecánica hacía ya muchos años, y se le daba bien.
Era por eso que su jefe estaba tan contento con él.
Su trabajo del día había terminado temprano. Eran esos momentos cuando se dedicaba a reparar su propia camioneta.
Se trataba de una vieja Ford modelo 92.
Mark había estado a punto de venderla como cacharra, sin embargo él le había pedido que se la diera.
Danny, su jefe le permitía dejarla ahí en el taller, mientras la arreglaba de poco en poco.
La única razón por la que Jack estaba tardándose tanto en hacerlo era por el dinero. Cuando ganaba alguna pelea importante, y le llegaba un poco de ingresos extra, lo utilizaba para comprar todas las piezas.
Sabía que en poco tiempo estaría lista para poder usarla, sin embargo no dejaría su motocicleta por nada del mundo.
Su Ducati era su cosa más preciada en el mundo. Era algo así como una esposa. Quizá la única que tendría en toda su vida.
El matrimonio no estaba hecho para él.
Era cierto que todavía era joven como para pensar en esas cosas, sin embargo sabía que el ser un hombre casado no entraba en sus planes, ni siquiera en los futuros.
¿Atado a una bola y una cadena? Jamás.
Le gustaba ser libre.
Se dijo entonces que debía olvidarse de esas estupideces, y puso su total concentración en el motor de su camioneta.
En ese momento escuchó unos ruidos que provenían de la entrada del taller.
Parecían gritos.
Eso lo hizo extrañarse y sin dudarlo decidió acercarse, no sin antes tomar una franela para limpiar la grasa de sus manos.
Encontró a Julio, su compañero hondureño, que parecía sostener una discusión con un cliente.
Si es que a aquello se le podía llamar discusión, ya que quien gritaba únicamente era el cliente. Julio permanecía callado.
Aquel hombre tenía aspecto de estar forrado en dinero, y aún más si el BMW estacionado ahí mismo era suyo.
Jack se acercó un poco más, y pudo escuchar mejor.
–¡Quiero hablar con tu jefe! ¡Haré que te despidan! ¡Dime dónde está! ¡Llámalo ahora mismo!–
–Él no se encuentra– intervino Jack. –¿Qué se le ofrece señor... ¿Cuál es su nombre?–
–Eso no te importa– le soltó. –¿Tú eres el jefe?–
–No, no lo soy– respondió con seriedad.
–Entonces no debería estar perdiendo el tiempo contigo–
Esta vez Jack analizó al sujeto. Debía rondar los cincuenta, y efectivamente estaba forrado de dinero. Además era bastante soberbio y arrogante.
–Ya le dije que el jefe no está. Puede venir más tarde a buscarlo–
–¿Volver a poner un pie en este horrible y asqueroso lugar? ¡Ni hablar! Necesito que alguien pague por esto, y tiene que ser ahora mismo– señaló entonces el motivo de su enojo. Café derramado en su asiento de copiloto.
Jack miró a Julio, quien se hundió de hombros avergonzado.
–Fue un accidente. ¡Lo juro!– parecía bastante angustiado.
–Bien. Pagaremos por el daño– anunció Jack. Pensó rápidamente en que podían pagarle de la caja. Después él ayudaría a que Julio lo repusiera, sin embargo aquello causaría un gran problema con Danny. Ese enano gordo enfurecería.
Pero el hombre negó furioso.
–¿Crees que es el dinero lo que me importa? Yo puedo pagar a alguien que lo limpie y lo deje como nuevo. ¡Lo que deseo es que despidan a este sujeto por incompetente!–
–¿Y qué ganaría usted con eso? Se iría de aquí contento de que obtuvo lo que quería, en su auto que cuesta cientos de miles de dólares, a vivir en su lujosa casa, mientras la esposa y los hijos de mi compañero estarían sin comer al menos mientras él encuentra otro trabajo. ¿Y sabe usted lo difícil que es conseguir un trabajo aquí en los Estados Unidos, para los latinos? Ya lo creo que no porque usted jamás ha vivido la pobreza en carne propia–
Las palabras de Jack fueron duras.
Hicieron que el hombre lo mirara fijamente y alzara su mentón.
Evidentemente le había afectado lo que le había dicho.
Jack hubiese creído que se trataba de un racista de mierda, pero por lo visto no era así.
–De acuerdo– respondió sin más. –Me olvidaré de este asunto. Yo... aquí tienes– le entregó a Julio un billete de doscientos dólares. –Quédate con el cambio–
El servicio de refaccionaria costaba solamente noventa. Julio abrió los ojos con gran sorpresa.
–¿Habla en serio?– preguntó, pero el sujeto no respondió nada.
Entró a su despampanante vehículo, y se marchó de ahí.
–¡Wow!– exclamó el hondureño.
–Creo que hoy es tu día de suerte– sonrió Jack, aunque seguía un tanto tenso.
–Lo sé. Eso fue muy extraño, ¿no te parece?–
–Supongo que así son los ricos– dijo él sin más. –Bien. Ya debo irme. ¿Tú te encargas de cerrar?–
–Sí, ¿pero por qué no me acompañas a beber una cerveza? Yo invito– le mostró el dinero con una gran sonrisa.
Jack rió y negó.
–Tengo una cita–
–¿Con una chica?–
–Ojalá, pero no–
La verdad era que debía ver a Mark en su oficina como lo hacía mensualmente.
Se despidió de su compañero, salió y abordó su motocicleta, no sin antes colocarse la chaqueta de cuero, y subir el cierre.
La camiseta que llevaba debajo estaba un poco manchada, y no tenía tiempo de ir a su departamento a cambiarse. Tomaría una ducha en cuanto volviera.
En el instante en que colocó el casco en su cabeza, recordó lo sucedido con Ariana Butera en días pasados. El olor que había desprendido su cabello seguía impregnado ahí. Eso era impresionante. Pero... debía admitir que le agradaba.
Olía a fresas y más frutas frescas.
Todavía con esa chica en los pensamientos, condujo hasta llegar al bloque de oficinas donde se encontraba la de Mark.
Cuando subió, él ya lo esperaba.
Como siempre, lo encontró detrás de su escritorio, revisando papeleo, seguramente del Departamento Infantil, y bebiendo una gran taza de café.
–Pasa, Jack. Toma asiento. ¿Quieres tomar algo?– le ofreció.
–Gracias, estoy bien– el corpulento joven se sentó en una de las sillas que se encontraban enfrente.
–¿Estás bien?– preguntó Mark al prestarle toda su atención. –Te ves un poco tenso–
–Oh, no. No es nada– aseguró. –Hubo un pequeño incidente con uno de los clientes, un rico. Y ya sabes. Es un lío tratar con esas personas–
–Ya. Seguro que lo es. ¿Entonces vienes del trabajo?–
Jack asintió.
–Sí. Disculpa mi aspecto–
–No te preocupes por eso. Me alegro mucho de que sigas trabajando ahí, sé que te gusta mucho la mecánica automotriz–
Jack no lo negó.
–Cuando no tengo tarea, me dedico a arreglar la Ford–
–Yo creo que esa cacharra ya no tiene arreglo, Jack. ¿No sería mejor que te compraras una seminueva? Yo puedo ayudarte con algo de dinero...–
Pero el chico de inmediato negó.
–Ya te he dicho lo que pienso sobre el asunto de que me des dinero, Mark. Yo puedo arreglármelas solo. Y en cuanto a la camioneta, la haré funcionar, ya lo verás–
Mark lo vio tan convencido, que él mismo también se convenció. Supo que así sería.
–De todos modos sabes que si necesitas algo. Cualquier cosa. Siempre te tenderé la mano–
Jack no pudo evitar mostrar una ligera sonrisa.
–Ya has hecho demasiado por mí, Mark. Nunca terminaré de pagarte–
Por segundos, Ruffalo sonrió.
Recordaba muy bien al niño que Jack había sido.
Había tenido diez años el día en que lo conoció.
Abandonado por su madre desde recién nacido, y en manos de su padre, un hombre alcohólico, drogadicto y golpeador, había llamado de inmediato la atención de los trabajadores sociales.
Le habían entregado el caso a Mark, quien desde entonces veía por su bienestar.
Fue sólo conocerlo cuando había sabido que tenía que sacarlo de ahí.
Había luchado mucho junto con sus compañeros para poder quitárselo a Jason Reed, y lograr así encarcelar a aquel delincuente. Un hombre despreciable, que nunca hubiese debido ser padre.
Después de aquello, habían conseguido familias de acojo para que Jack viviera por algunas temporadas, sin embargo él siempre se había escapado. Prefería vivir en la calle, ser libre.
Siempre había odiado que le diesen órdenes. Además era muy orgulloso.
Todavía lo seguía siendo.
Sonrió.
Era un chico estupendo. Nadie lo conocía al grado como él y Noah lo conocían.
Tenía fachada de ser todo un bravucón, un tipo muy arisco y taciturno, sin embargo detrás de toda esa coraza de frialdad y desconfianza, había un hombre de honor y de sentimientos nobles.
Él deseaba mucho que algún día fuese a ser muy feliz, y que alcanzara todas sus metas, porque la vida lo había tratado demasiado mal cuando no lo merecía.
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El lunes por la mañana, Ariana se encontraba frente al espejo.
Se había cambiado de ropa ya alrededor de cinco veces. Estaba aterrorizada de que el embarazo comenzara a notársele ya, y debido a eso estaba siendo extremadamente cuidadosa con lo que vestía.
Su cuerpo no había experimentado ningún cambio, aunque su traicionera mente quisiera hacerle creer lo contrario.
Sintiéndose desesperada, la castaña miró su propio reflejo mientras un montón de lágrimas aparecían en sus ya cristalizadas pupilas.
Su embarazo todavía no se notaba. ¡Pero maldita fuera, lo notaba ella!
Ariana de nuevo comenzó a llorar.
No había dejado de llorar desde que se enterara de que llevaba en su vientre un pequeño recuerdito de la desastrosa noche en que había perdido su virginidad con Drew.
Y no había sido capaz de detener sus lágrimas sino hasta que el sueño la había vencido casi cerca del amanecer.
Ahora gracias a eso, tenía sus ojos rojos y bastante hinchados.
Había esperado que todo fuera una pesadilla y pudiese despertar pronto, pero eso no había sucedido.
Ni había despertado, y tampoco era una pesadilla.
Era su realidad.
Los sollozos de Ariana se hicieron más y más fuertes, más incontrolables.
Apenas y podía creerse que en serio le hubiese sucedido a ella.
Que estuviese embarazada...
Cada lágrima que resbalaba por sus mejillas, era de amargura, de angustia, de dolor, de arrepentimiento, de terror.
Aquello no había estado en sus planes. No cuando tenía diecisiete años, no cuando cursaba el último año de preparatoria.
Ariana había tenido toda una vida por delante. Jamás había tenido la intención de arruinársela de aquella manera.
>Si pudiese regresar el tiempo< pero no podía.
¡Estaba acabada! Ella estaba arruinada.
Su entrada a Julliard resultaría ahora más que imposible. Aquel hijo llegaba a pisotear todos sus sueños, sus aspiraciones.
Y sus papás... ¡Sus papás!
La matarían. Estaba segura de eso, y la sola idea de tener que decírselos la hizo palidecer.
Ese bebé le traería cientos de problemas.
No podía tenerlo. ¡No podía, maldición!
¿Pero entonces qué haría?
¿Abortar?
Hacía aproximadamente medio año que lo habían legalizado en todo Florida, sin embargo aquella perspectiva la hizo marearse terriblemente.
Decidió que en ese momento no pensaría más en el tema.
Tenía un examen muy importante a primera hora, y si bien no había podido estudiar nada, debía al menos presentarse e intentar rescatar algo.
Aunque la realidad era que su futuro estaba muy incierto en aquellos instantes.
Se dirigió de inmediato al tocador, y con manos temblorosas comenzó a maquillarse muy a fondo, intentando esconder las horribles ojeras y la hinchadez de sus ojos.
Ya más tarde pensaría en su grandísimo problema.
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Horas más tarde, Ariana salió de su examen sabiendo que probablemente lo reprobaría.
No había conseguido concentrarse ni siquiera un segundo, el asunto de su embarazo la había acosado en pensamientos sin darle oportunidad a que pudiese pensar en alguna de las preguntas.
Sin duda estaba siendo un día terrible.
Se había llegado el receso, pero ella había decidido evitar a sus amigas, pues no quería que sospecharan nada.
Caminó y caminó hasta llegar a su casillero. Una vez abierto, escondió su cabeza ahí, y estalló en llanto sin poder evitarlo.
Todavía le costaba mucho aceptar que había concebido a un bebé, que lo llevaba en el vientre.
Ariana no podía dejar de pensar en aquel hecho, y tampoco en la reacción que tendría Drew cuando se enterara.
No tenía ni idea de cómo se lo diría. ¿Cómo iba a decirle que esperaba un hijo suyo? Un hijo al que evidentemente él no deseaba.
Pero tampoco ella.
¡Cielo santo! ¿Qué iba a hacer?
Deseaba morirse. Deseaba desaparecer.
No tendría la energía para soportar todo lo que vendría.
No era tan fuerte como presumía ser.
En el fondo era débil, asustadiza. Lo sabía ahora.
No era más que una cobarde. Una niñita que se sentía perdida y sin salida.
Exhaló, y consiguió detener sus lágrimas.
Utilizó entonces un pañuelo para limpiar la humedad de su rostro y cualquier rastro de llanto.
Se miró al pequeño espejo que tenía adherido a la puertilla de su casillero, y ahí mismo se dedicó a maquillarse por tercera vez aquella mañana.
Mientras conducía hacía la escuela, también había llorado, y por eso al llegar había tenido que retocarse.
Exhaló, y justo cuando iba a encargarse de cerrar, Elizabeth apareció.
–Ariana, al fin te encuentro. ¿Por qué me dejaste sola con esas dos bobas de Zendaya y Chloe? Sabes que no las soporto, son unas...– pero entonces al mirar el rostro de su mejor amiga, dejó de hablar. Frunció el ceño, y después se mostró preocupada. –¿Ocurre algo?–
¡Diablos!
Liz había notado algo.
–Eh... no– respondió, pero estaba muy tensa. Resultaba evidente, y eso la delataba.
–¿Segura? Porque te noto un poco extraña. Además, amiga, tu maquillaje está on point, pero... ¿estuviste llorando o es sólo idea mía? Te noto los ojos un poco enrojecidos–
Ariana no quería hablar con nadie de lo que realmente sucedía. Elizabeth tenía toda su confianza, sin embargo en esos momentos se sentía tan mal que no podía contárselo todavía.
–Oh, debe ser la alergia. Ya sabes, el otoño está por comenzar, y...–
–Pero, Ari, el otoño no comenzará sino hasta el mes entrante–
Aquello era cierto, y no pudo replicárselo.
–Sí, bueno, yo no entiendo mucho sobre esto de alergias– intentó sonreír. Sonar normal.
–De acuerdo. Sigo creyendo que estás muy rara, pero no te presionaré. Lo dirás cuando te sientas lista, sólo espero que no sea una más de tus locuras–
Liz la conocía demasiado bien. Ariana sintió de nuevo deseos de llorar, pero logró resistirlo.
–¿Te parece si vamos ya a almorzar? Muero de hambre. Ojalá vendieran alitas en este lugar, sabes que las amo, pero tenemos que conformarnos con ese horrible estofado–
A Ariana le dieron náuseas simplemente con escuchar hablar de comida.
Supo que no resistiría ni siquiera un segundo dentro de la cafetería. Supo que los olores serían insoportables.
¿Cómo podría librarse sin levantar sospechas en Liz?
No pudo hacerlo.
Un segundo más tarde ya se encontraba ahí.
Comenzó a sentirse mareada mientras ella y su amiga se dirigían hacia las bandejas.
El olor a alimentos se mezcló en sus fosas nasales, disparándole aquel sentido.
Su estómago se revolvió aún más. Las arcadas la atacaron sin piedad. El vomito subió de poco en poco por su garganta.
Ariana no aguantó más. Tuvo que correr al baño antes de terminar vomitándose frente a todos, dejando a una Elizabeth bastante perpleja.
Dentro del baño Ariana vacío todo su estómago, y aún más.
No se podía creer todo lo que había vomitado en los últimos días.
Era detestable y asqueroso.
No sabía si iba a seguir soportándolo más.
Cuando terminó y salió del baño, se encontró con su amiga que la miraba con gran consternación.
–Ariana, ¿qué fue eso?–
Pero no obtuvo respuesta.
La castaña se acercó a lavamanos para poder enjuagar su rostro.
Elizabeth se preocupó aún más cuando vio que Ariana había comenzado a llorar.
De inmediato puso el seguro de la puerta para asegurarse de que nadie entrara, y se acercó a ella.
–¿Qué ocurre? Por favor, dímelo. Ve cómo estás. Algo malo te sucedió, y me lo dirás ahora mismo–
Ariana sabía que tenía que decírselo. Sabía que Liz era su mejor amiga por sobre todas las cosas.
–Mi vida se acabó...– sollozó.
–¿Qué? ¿Por qué dices eso, Ari? Estás asustándome mucho–
Pero esta vez Ariana lloró aún más. Dolorosos y agudos lamentos salieron de sus labios.
–Liz, estoy embarazada– confesó en medio de toda su angustia.
Tapó su rostro con ambas manos, y sus sollozos aumentaron.
Elizabeth se quedó muy impresionada en primer instante.
Sus ojos grises se abrieron con asombro, y miró a su amiga por un par de segundos, con gran consternación.
¡Tenía que ser una broma!
–Ari, eso no puede ser...– le dijo porque se negaba a creerlo. Sin embargo, por el estado emocional en el que se encontraba, sabía que era verdad.
–¡Lo es! Yo... yo fui a un hospital. Me hicieron la prueba, y... salió positiva, Liz. ¿Entiendes eso? Estoy embarazada– repitió. Ariana de nuevo lloró.
Cielo santo, no podía dejar de llorar.
Le parecía increíble que todavía le quedaran lágrimas después de todo lo que había llorado ya.
De nuevo Elizabeth no supo que decir.
El impacto era demasiado. Cualquier palabra, se quedó atorada en su garganta.
Ariana estaba embarazada.
–¿Cuándo te enteraste de esto?– le preguntó.
–A...ayer por la mañana–
–¿Y por qué no me lo dijiste antes? Yo habría estado contigo, te habría acompañado–
–Lo sé, ya lo sé, Liz, pero estaba en negación, pensaba que era sólo una pequeña sospecha, que realmente esto no iba a suceder, pero... sucedió... Llevo a un hijo dentro–
El hijo de Drew.
Elizabeth estaba furiosa. Sin embargo negó para sí misma.
No era momento de reprocharle el no haberse asegurado de que Drew utilizara un condenado preservativo aquella noche que habían pasado juntos.
Deseaba sacudirla, pero por más enojada que estuviese por aquel gran descuido, tenía que apoyarla. Era tarde ya para reproches o lamentaciones
–¿Se lo has dicho ya a Drew?–
–No, y no tengo idea de cómo se lo diré–
–Pues tienes que decírselo ya mismo, Ari. Él es tan responsable de esto como tú–
–Pero... ¡Me odiará aún más! Pensará que me quedé embarazada a propósito para atraparlo–
Elizabeth negó.
Aquel idiota había cooperado bastante para que ese ovulo fuese fecundado. No podía reprocharle nada si él mismo no se había detenido un segundo a pensar en que debía utilizar protección.
–No, no puede pensar eso. No puede culparte solo a ti. No puede ser tan estúpido en pensar que en serio arruinarías tu vida a propósito únicamente por retenerlo a tu lado. Tienes que decírselo, Ari, y cuanto antes mejor. Así juntos sabrán que hacer, podrán tomar una decisión–
Ariana exhaló.
Su amiga tenía razón. Debía hablar con Drew
Estaba muy asustada, pero el problema era de los dos, el hijo era de los dos.
Quizá si compartía con él toda su angustia, la carga seria menos pesada.
De verdad quería creerlo así.
Él era muy listo, seguro sabría qué hacer. Además era un caballero, sabía que no la dejaría sola, y la apoyaría.
Ella lo conocía a la perfección.
–Creo que se lo diré hoy mismo, Liz. Ya no puedo soportar esto. Necesito saber qué hacer–
Elizabeth estuvo de acuerdo. Tenía que ser ya mismo
–¿En dónde lo harás?–
–Tiene que ser aquí. Él no responde mis llamadas así que dudo que acepte verme en alguna otra parte–
–Bien. Mucha suerte. Sabes que no estás sola. Yo estoy contigo–
Ambas se abrazaron
–Gracias, Liz, eres la mejor amiga del mundo entero–
–Tú también lo eres–
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El timbre de salida se escuchó en todo Worthington.
Ariana corrió detrás de Drew.
No había podido hablar con él antes porque en todo momento había estado acompañado de Selena.
Al parecer ella se quedaría horas extras por un asunto del decatlón de Ciencias que habría en unas cuantas semanas más. Y por fin estaba solo. Se dirigía al estacionamiento.
Aquella era la oportunidad que ella tenía de hablar con él.
Avanzó más rápido, y entonces lo interceptó cuando llegaron a su auto, justo antes de que pudiese abrir la puerta para marcharse.
Drew frunció el ceño furioso en cuanto la vio.
–¿Qué quieres, Ariana?– le habló duramente.
Por momentos la castaña tuvo deseos de salir corriendo de ahí. La piernas le temblaron.
–Necesito hablar contigo–
–Pues yo no. ¿Acaso no te quedó claro el último mensaje?–
–Drew, es muy importante, por favor– la voz de Ariana sonaba llena de angustia.
Pero él se dijo que no iba a dejarse engañar. La conocía demasiado bien. Sabía qué tan manipuladora podía llegar a ser. Lo había comprobado en carne propia.
–Por favor nada, maldición. Ya ha sido suficiente–
Ella cerró sus ojos sintiéndose muy angustiada. El padre del hijo que esperaba no estaba poniéndole las cosas nada fáciles. Quería ponerse a llorar y a gritar de frustración.
–Drew, la noche que pasamos juntos...–
–La noche en que me engañaste, y te aprovechaste de...de mi vulnerabilidad– la acusó con enojo.
Ariana realmente no deseaba discutir aquello. Además probablemente había mucha verdad en sus palabras.
–Sólo escúchame– le rogó.
–¿Y ahora cuál será tu plan? Te advierto que nada va a funcionarte, Ariana. Mejor será que me dejes en paz y no vuelvas acercarte a mí. Tampoco a Selena–
–Yo... yo...– la voz se le quebró a la castaña. –Yo estoy embarazada, Drew– le dijo. Sin más. No hubiese podido prepararlo para la noticia porque ni siquiera ella misma lo había asimilado del todo.
Enseguida bajó la cabeza. No quería ver su expresión. Sabía que sería fatal, que le caería como un balde de agua fría.
Se sentía muy culpable.
Lo peor fue cuando al fin lo miró y observó la dureza de su expresión, el hielo en su mirada.
Nunca antes había visto tanto desprecio en los ojos verdes de Drew como en ese instante.
–Deja de mentir, Ariana– le advirtió.
–No estoy mintiendo– ella negó.
–¡Claro que sí, maldita sea! ¿Cómo puedes ser tan perra?– le recriminó con odio
Fue ese momento en que Jack llegó hasta su motocicleta, estacionada a bastantes metros de ellos. Aun así pudo visualizarlos a los dos.
Frunció el ceño cuando se dio cuenta de que estaban discutiendo.
Van Acker gritaba furioso, mientras Ariana lloraba...
–No puedo creer que seas capaz de todo esto. De que tu maldad llegue a este punto. De inventar una cosa tan grande sólo para retenerme. Eres la mujer más despreciable que he conocido, y justo ahora... siento que te odio–
>Oh, por favor, que no vaya a desmayarme< suplicó Ariana desde el fondo de su ser.
Apenas y podía procesar todo lo que Drew le decía. Las lágrimas se amontonaron en sus ojos, y por momentos su mirada se tornó borrosa.
–Ya déjame ser feliz. ¡Ya olvídate de mí! Yo amo a Selena, es todo lo que voy a decirte. Jamás te me acerques otra vez–
A la distancia Jack no podía escuchar lo que discutían, pero observó cómo la pequeña castaña, aturdida, bajaba la cabeza, y huía de ahí, evidentemente destrozada.
Drew Van Acker la había herido, eso estaba claro, y si su memoria no le fallaba, aquella era la segunda vez que lo veía maltratándola.
De pronto un sorprendente pensamiento atravesó su mente como un trueno que sucumbiese todo en su interior... Ir tras ese imbécil, y machacarlo.
¡Pero alto!
¿A él que mierda le importaba?
No era asunto suyo, tuvo que repetirse.
Ariana y él no eran nada. No eran ni siquiera amigos, así que sencillamente debía dejar de entrometerse en su vida.
Si la había llevado a su casa en dos ocasiones, era porque en ambas circunstancias había sido el único que podía ayudarla. Nada más.
Tenía que sacársela de la mente, maldita fuera.
Subió a su motocicleta, colocó su casco, y se marchó de ahí, sin dejar de maldecirse por su incapacidad de poder ser indiferente ante aquella estúpida niñita.
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Estaba embarazada, y tenía el corazón destrozado
Le había costado mucho trabajo asumir que a su joven edad había concebido un hijo a causa de sus locuras. Pero todo lo que le había dicho Drew no había hecho sino hacerla sentirse mucho peor.
>¿Qué voy a hacer?< se preguntó aterrorizada.
Sus papás la matarían, la sociedad la juzgaría, y su carrera en el teatro... Tal vez debía irse olvidando de ese sueño.
¡Era una estúpida!
Siempre lo había sido.
Mareada, confusa y todavía con un poco de náuseas, Ariana se detuvo en uno de los postes del estacionamiento para poder apoyarse.
Por fortuna en ese momento Elizabeth llegó hasta ella.
–¿Qué pasó? ¿Qué te dijo?– le preguntó, sin embargo su preocupación aumentó cuando notó lo pálida que estaba. –¿Te sientes bien?
Ariana negó.
No se sentía para nada bien.
–Está furioso, Liz. Me dijo cosas horribles. Piensa que es una mentira mía, una trampa para hacer que deje a Selena y vuelva conmigo–
–¿Qué? ¡Es un imbécil! ¿Cómo pudo haberte dicho todo eso? ¡Lo voy a matar!–
–Me odia, y... creo que tiene razón en hacerlo– de nuevo comenzó a llorar.
–No, Ariana– Elizabeth estaba bastante enfadada. –No tiene ninguna razón al darte la espalda en esta situación. El hijo es de ambos–
Pero la joven destrozada, negó.
–Estoy sola...– susurró con dolor.
–No, no lo estás. Ya te dije que yo estoy contigo, pero creo que debemos intentar hablar de nuevo con Drew. Él tiene que saber que esto no es un invento. Después de todo es culpa suya. ¿Por qué no se le ocurrió ponerse un maldito condón? ¿Acaso es idiota?–
–No, no, Liz, ya no pienso intentar hablar con él. No volveré a entrometerme en su vida– estaba decidido.
Aunque la decisión llegaba un poco tarde.
Ariana sabía que estaba pagando su propio karma.
Sabía que si ahora se encontrada metida en aquel terrible problema era por lo malvada que había sido no sólo con Drew y con Selena, sino también con muchas otras personas más. Todos esos que la odiaban por no haber sido más que una perra egoísta y presumida.
–Pero, Ari, ¿entonces qué harás?–
–Yo... todavía no lo sé– admitió.
No tenía idea. El miedo la tenía paralizada. No le permitía pensar.
–Pues sea lo que sea, tienes que dejar ya de llorar para poder pensar con claridad– le dijo Elizabeth seriamente. –Y... tienes que ser rápida. Un embarazo no es algo que pueda ocultarse. Si no te das prisa comenzará a notarse en cualquier momento–
Ariana tragó saliva.
Liz tenía razón. Debía ser rápida.
Debía tomar una decisión.
Y por sus errores del pasado, debía afrontarlo todo sin el padre de aquella criatura.
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Un par de semanas después, Ariana llegó a su casa después de clases.
Ignoró a la empleada que le preguntó si le apetecía que sirviera la comida. Se pasó de largo hasta su habitación, y ahí se encerró.
Ni deseaba comer, y tampoco deseaba ver a nadie.
Una vez dentro, comenzó a llorar de nueva cuenta.
Los últimos días habían sido terribles encontrándose a Drew por los pasillos, teniendo que soportar sus miradas de odio, la expresión de desprecio cada vez que por accidente se cruzaban.
Ella había optado por evitarlo, sin embargo no siempre corría con suerte.
Además Liz cada día estaba presionándola más con el asunto de que debía darse prisa en cuanto a cualquier decisión que tomara.
Sabía que tenía razón, sin embargo todavía se sentía incapaz de decidir algo por sí misma.
El tiempo se le estaba viniendo encima, y el hecho de saber que no podría ocultar su embarazo por mucho tiempo la atormentaba terriblemente.
Sus padres tarde o temprano se darían cuenta... y lo peor era que ella aún no sabía qué rayos hacer.
La simple idea de que un bebé crecía dentro de ella la mareaba terriblemente.
No estaba preparada para ser madre. No estaba preparada para afrontar todo lo que aquello significaría. Y menos aún para hacerlo sola.
No podría cuidar de otra persona, de otra pequeña personita.
¡Cielo santo!
Ni siquiera era capaz de cuidarse a sí misma. ¿Cómo podría siquiera pretender poder cuidar de alguien más?
No.
No podía tenerlo. No podía traer al mundo a un hijo cuando dudaba de sus propias capacidades para ofrecerle una buena vida, estabilidad no sólo económica, sino también emocional.
Además se sentía culpable de no poder ofrecerle un padre, y tampoco una familia que lo amara, una vida normal como la de cualquier otro niño.
Más lágrimas resurgieron.
Le dolía muchísimo el corazón.
La angustia la mataba día con día desde el momento en que se enterara de su estado de gestación, y aquellas verdades no hacían sino torturarla aún más.
De nuevo pensó en el aborto. Interrumpir su embarazo como hacían tantas y tantas chicas que decidían ejercer su derecho.
No las juzgaba, jamás las juzgaría.
¿Pero hacerlo ella misma?
Se mareó, y el horror la abarcó.
No sabía si sería capaz.
La sola perspectiva la hizo estremecerse.
Sin embargo sabía que tenía que tomar una decisión. Quizás la más importante de toda su vida.
Ariana sabía que cualquier cosa que decidiera, ella nunca volvería a ser la misma.
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En el siguiente cap tendremos más contenido Jackriana. Muy significativo, además. ¡Espérenlo!
Y... ¿Creen que Ariana realmente se deshaga de su hijo?
Coméntenlo aquí!
Gracias x leerme
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