Capítulo 7-2T

–Sólo responde, Ariana...– Jack siseó con aparente calma. Pero no estaba calmado en lo más mínimo. Tenía los puños apretados. El cuello y sus hombros tenso. Todo su cuerpo estaba rígido por la sensación de furia que lo llenaba. La vena en su frente palpitaba casi con violencia.

Se estaba conteniendo para no salir y romperlo todo, Ariana lo sabía.

Ella limpió sus lágrimas dispuesta a afrontar todas sus acusaciones con dignidad. Se puso en pie de la cama y se miró entonces a sí misma dándose cuenta de que estaba en bragas, no llevaba sostén, y la cubría únicamente una chaqueta de mezclilla de Jack.

Palideció y regresó su mirada a él.

–¡No! ¡Por supuesto que no!– le gritó mientras se cubría. –¡Cielo santo! ¿Cómo puedes, Jack? ¡¿Cómo puedes siquiera pensarlo?!– la castaña se sentía profundamente herida.

Jack jamás había desconfiado de ella. No. Nunca. Ver ahora la duda en sus ojos, la incertidumbre, la furia... La hacía sentirse desolada.

Las lágrimas seguían brotando, una tras otra. No podía detenerlas a pesar que estaba encargándose de limpiárselas con las yemas de los dedos.

Pero así como ella había explotado, su marido también lo hizo.

–¡¿Y qué coño quieres que piense entonces?! ¡Eres mi mujer! ¡Te desapareces horas, no atiendes el teléfono y te encuentro desnuda en un hotel! ¡En la habitación de ese cabrón de Davidson, que encima, llegó aquí en el mismo vuelo que el tuyo! ¡Tú dime, Ariana! ¡Dime cómo quieres que reaccione, joder! ¡Mierda! ¡Mierda!– se giró para no verla más, y a punto estuvo de golpear la puerta.

Se contuvo. Utilizó todas sus fuerzas para hacerlo. Pero la violencia corroía en su interior deseando tanto tener a aquel imbécil enfrente para despedazarlo.

–Jack, las cosas no sucedieron así. ¡Yo no te he sido infiel con Pete! ¡Tienes que creerme!– Ariana le suplicó. Suplicó que le creyera.

–¡¿Entonces qué carajo ocurrió! ¡¿Por qué estabas ahí en esa puta habitación?! ¡¿Por qué?!– él también había comenzado a llorar. Todo aquello era más de lo que podía soportar. Jamás creyó que alguna vez se encontrarían en aquella posición.

¿Su preciosa Ariana infiel?

>¡Noooooo!< gritó internamente. >¡Puta mierda, nooooo!<

Ariana se sentía desesperada y muy angustiada.

–¡¿Qué quieres que te diga, Jack?!– sollozó dolida. –¡No lo sé! ¡No sé qué ocurrió! ¡No recuerdo nada!–

Los dos se calmaron al siguiente segundo.

–¿Estuviste bebiendo?–

–¡No!–

Jack exhaló y frunció el ceño.

Era muy extraño que Ariana no recordase lo ocurrido.

¿Qué le había sucedido?

¿Qué le había hecho Davidson?

¡Maldita sea!

–No encontraba mi celular...– comenzó a explicarle Ariana en medio de delicados sollozos. El peleador la escuchó atentamente. –Quería llamarte para decirte que había aterrizado, y como no pude hacerlo quise venir a casa en taxi, pero tampoco encontré mi cartera, creo que perdí ambos en algún momento del vuelo, todavía no lo tengo claro. Después Pete sólo apareció ofreciéndome su ayuda. Yo no tenía idea de que había bajado del mismo avión que yo. Él... él dijo que su vuelo saldría al día siguiente– la castaña estaba haciendo verdaderos esfuerzos en recordar aunque aquello causara que la cabeza le punzara de una manera terrible. –Sí, eso. Dijo que saldría por la mañana y por eso se había hospedado en el hotel anexado. Yo le pedí que me prestara su celular y por eso me llevó a su habitación. Ahí lo había dejado. Es todo lo que recuerdo, Jack, por favor créeme. Yo te amo, yo jamás te engañaría ni con él ni con nadie...– estaba devastada.

A Jack le dolió el pecho, el corazón y el alma verla así.

Él también estaba demasiado afectado.

–Ese hijo de perra te drogó– no había otra explicación. Y eso lo hizo querer asesinarlo.

Iba a matarlo. Iba a aniquilar a aquel puto imbécil.

Ariana se estremeció. Ella también lo creía así. Por eso se sentía tan extraña. Tan mareada. Quería vomitar.

Exhaló.

–Dime que me crees, Jack– era todo lo que necesitaba escuchar. Eso y dejar de ver esa mirada helada en él.

Luego de algunos segundos finalmente su marido respondió.

–Sí... Te creo, Ari. Claro que te creo– él lo sabía. Sabía que Ariana no lo traicionaría. No lo haría. – Siempre te voy a creer a ti, es sólo que... me cuesta mucho olvidarme de lo que vi. ¿Por qué subiste con ese infeliz? ¿Por qué no le pediste el celular prestado a alguien más? ¡En recepción o qué se yo! ¡Cualquier otra cosa pero no subir con ese maldito aprovechado!–

Ariana se arrepentía profundamente de haberlo hecho. De haber confiado.

>Soy una tonta...< se dijo arrepentida.

–Yo... yo no vi peligro. Pete era un viejo conocido, y...–

–¡Sí, un conocido que te drogó y planeaba violarte!– exclamó Jack con ira.

Volvió a girarse. La tensión y la consternación estaban haciendo añicos en él.

Apoyó sus dos manos contra la pared, y bajó su cabeza.

Siseó un juramento más. Después volvió a mirarla.

–Vístete–

La castaña frunció el ceño confundida.

–¿A...a dónde vamos?– cuestionó.

–Al médico. Tienen que examinarte–

Salió entonces de la habitación y la dejó sola.

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Jack se sentía aliviado.

Mucho más que aliviado.

Tan aliviado que el corazón iba a salírsele del pecho.

La droga en el cuerpo de Ariana había sido eliminada de su sistema por completo y no había ocasionado ningún daño qué lamentar. La dosis había sido pequeña, según el doctor, únicamente para dormirla un par de horas.

Y además de todo... No había sido violada. Ese malnacido no había alcanzado a abusarla. Seguramente había huido antes de hacerlo.

Sólo pensar en él hacía que sus puños desearan machacarlo.

Se tranquilizó a sí mismo. Eso iba a dejarlo para después.

–¿Puedo llevármela ya?– le preguntó al doctor.

–Desde luego. Sólo hará falta que firme el alta, y después podrá pasar a verla para que puedan irse–

Jack le agradeció y lo siguió.

Cinco minutos más tarde, pudo ir a la habitación para ver a su esposa.

Ariana acababa de vestirse, y se encontraba doblando el camisón que le habían prestado ahí para entregárselo a una de las enfermeras.

Se veía todavía muy pálida. Pero estaba más tranquila.

Gracias al cielo Pete no la había tocado. Eso era todo lo que importaba.

–Es hora de irnos a casa– le dijo Jack.

Ella asintió y juntos se marcharon.

En el camino a casa ninguno de los dos habló.

A pesar de todo Jack seguía muy tenso. Y Ariana confundida.

No había esperado que su regreso de Nueva York fuese a ser así en lo más mínimo.

Era todo como un mal sueño, pero esperaba que pronto fuese a terminar.

Jack detuvo la camioneta cuando estuvieron enfrente de su hogar. Se bajó, y como era costumbre abrió la puerta de ella y la ayudó a bajar.

La castaña frunció el ceño cuando se dio cuenta de que él no planeaba entrar a la casa. Tan solo estaba ahí de pie, como esperando a que ella entrara.

–¿A dónde vas?– le preguntó. –No quiero estar sola–

El peleador soltó un suspiro.

–Liz y Noah traerán a Aaron en cualquier momento. Yo debo ocuparme de algo– respondió. Su voz era seca. Estaba muy serio y parecía amenazante.

–¿Qué cosa?–

Él no hubiese querido decírselo, pero no podía mentirle.

–Voy a buscar a Pete Davidson, después le haré pagar por lo que te hizo–

Ariana se llenó de mucha angustia.

–¡No, Jack, por favor no!–

–No me pidas eso. Ese cabrón se metió contigo, casi te folla mientras estabas inconsciente, y con una mierda que no se lo voy a pasar por alto. Me las voy a cobrar–

Estaba hablando malditamente enserio.

Ella se estremeció.

–No quiero que vaya a ocurrirte nada malo–

–No va a ocurrirme nada. No le tengo miedo a Pete–

El dinero y el poder de la familia Davidson era algo que no le importaba. Se giró para volver a la camioneta, pero Ariana fue tras él y lo tomó del brazo deteniéndolo.

–Aaron y yo te necesitamos. Por favor, Jack, no te metas en problemas–

–En problemas está él, Ari. Eso es todo lo que diré–

Sin más, Jack entró a su vehículo. Arrancó el motor y se marchó.

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Ariana no podía dejar de llorar. Por más que lo intentaba no podía hacerlo.

Se sentía demasiado confundida, y esa confusión no hacía sino aumentar en gran manera las lágrimas que fluían desde sus profundidades.

No podía dejar de reprocharse tampoco, porque todo había sido culpa suya.

Se sentía estúpida, culpable y también muy avergonzada de sí misma.

Cuando había llegado al aeropuerto de Boca, no había imaginado lo que le esperaría en los siguientes minutos. Aquel trago tan amargo que en esos momentos le estaba costando tanto superar.

Ver a Pete ahí no la había alertado de ninguna manera porque ciertamente jamás había pensado que pudiese llegar a hacerle daño. Lo había considerado un tipo muy raro, pero inofensivo a final de cuentas. Lo conocía desde que eran niños. Sus padres habían sido amigos por mucho tiempo. Además habían transcurrido años antes de que volviese a encontrárselo.

¿Por qué de la nada había aparecido para intentar hacerle semejante monstruosidad? ¿Hasta dónde estaba llegando su obsesión por ella? ¿Qué otra cosa sería capaz de hacer?

Estaba loco, no había otra explicación.

Loco, y la castaña erróneamente había confiado en él.

Lo peor de todo era que había estado a punto de pagarlo caro. De pagarlo con creces.

Le había creído y había aceptado subir a su habitación pensando que nada malo pasaría. Había dejado que la drogara al aceptar aquella maldita botella de agua. ¡Estúpida!

Pete había llevado a cabo su perfecto plan con el único propósito de abusar de ella.

Ariana cerró los ojos y se estremeció ante aquel terrible pensamiento.

Había estado a punto de estar en sus garras, y si Jack no hubiese aparecido... Si no la hubiese rescatado... En esos momentos estaría llorando por una razón muy distinta.

Sólo de imaginarlo le daban ganas de vomitar. Se le revolvía el estómago de repulsión y rechazo. Su cuerpo temblaba porque no soportaba la sola idea. No la aceptaba.

Si Pete Davidson la hubiese tocado, ella se habría muerto del asco.

No lo habría resistido.

Si la hubiese tocado jamás hubiese podido ver a su marido de nuevo a la cara.

Todo por haber sido tan estúpida, tan confiada.

Negó con desesperación.

Deseaba muchísimo poder olvidarse de todo aquel mal episodio pero no podía hacerlo.

Los retazos de recuerdos, sus propios pensamientos y cuestionamientos seguían haciendo estragos en su mente. No la dejaban en paz.

Inevitablemente estaba ahí, presente en su vida, siendo una horrorosa mancha en su perfecto y maravilloso matrimonio, ese que Jack y ella habían construido con tanto amor.

Ahora Pete como si tuviese derecho alguno, se aparecía intentando arruinarlo todo.

Había hecho que Jack la encontrara en aquella situación, desnuda e inconsciente en esa sucia cama de hotel, y había sembrado en él un montón de dudas y desconciertos.

La había mirado de un modo que a Ariana le rompía el corazón. La había mirado como si ella en serio fuese capaz de traicionarlo, y eso era lo que más dolía.

Ella jamás, jamás podría entregarse a otro hombre que no fuese él, su amado de ojos oscuros. Jamás podría pertenecerle a nadie más porque le pertenecía sólo a Jack. A su Jack.

¿Acaso a él no le quedaba claro?

Después de la consulta en el hospital, había continuado con su comportamiento extraño, y Ariana todavía no lo entendía. Quería que estuviera ahí en casa a su lado, quería hablar con él, que la abrazara y le dijera que nada malo pasaría, que le dijera que la amaba sin importar qué hubiese ocurrido. Quería sentirse protegida por sus fuertes brazos. ¿Era eso mucho pedir?

Necesitaba a Jack con toda su alma.

Exhaló.

Le angustiaba mucho pensar que en esos momentos muy seguramente se encontraba enfrentando a Pete. Rezó porque no fuese a meterse en graves problemas. O mejor aún, rezó porque no fuese a encontrarlo.

Pensaba todavía en eso cuando tocaron el timbre de su casa.

Era Elizabeth que llevaba consigo a un muy sonriente Aaron.

Ver a su hijo fue un gran consuelo para Ariana.

El niño corrió a abrazarla completamente entusiasmado.

–¡Mami!–

La castaña se inclinó para poder abrazarlo mejor, mientras él se colgaba de su cuello y le llenaba la mejilla de amorosos besitos.

–Mi amor, te extrañé muchísimo– había creído que lo vería la noche anterior. No había sido así y pensar en eso hizo que más lágrimas amenazaran con salir. De inmediato las detuvo. No sería buena idea llorar frente a él.

–Yo también te estañé. ¡Así de mucho!– le mostró abriendo sus pequeños brazos todo lo que pudo. –Papi dijo que vas a sed una estella–

Ariana le sonrió conmovida y volvió a abrazarlo. Cerró sus ojos al hacerlo.

Se sentiría perdida si algún día alguien separaba a su perfecta familia. Moriría de tristeza.

–¿Te divertiste con tía Liz y tío Noah?–

Aaron asintió gustoso.

–Sí, mami. Y no desayuné pizza– intentó sonar lo más convincente posible.

Evidentemente no lo logró.

Elizabeth suspiró rendida.

–Debemos trabajar mejor en eso de omitir verdades, ¿eh, Aaron?–

El pequeño rió inocentemente.

–Sí, tía Liz–

Ariana jamás permitiría que su hijo desayunara algo saturado en grasas, sin embargo en esos momentos no sentía animo alguno de replicar.

–Por cierto, déjame felicitar a la futura reina de Broadway. ¡Ari, es genial! Tu sueño está a punto de cumplirse, amiga– sin embargo el entusiasmo de Elizabeth quedó colgado en el aire.

Ariana seguía demasiado consternada por el otro asunto. Y su amiga lo notó desde luego.

–Oye, cariño, ¿por qué no vas a tu habitación y haces ese dibujo que dijiste que harías para Balto?– le dijo entonces la chica de ojos grises a su sobrino favorito.

–¡Sí– Aaron se emocionó muchísimo, y de inmediato corrió por las escaleras dejando a las dos mujeres solas.

–¿Qué ocurre?– preguntó Elizabeth rápidamente. Conocía a su mejor amiga como a nadie. Sabía que algo muy grave debía haber ocurrido para que ella tuviese ese rostro y estuviese tan pálida. –¿Estás bien? ¿Jack está bien? ¿Pasó algo en las últimas horas? ¿Es sobre tu papel en el musical? Ari, habla, me estás asustando–

Ambas pasaron a la sala, y Ariana tomó asiento. Elizabeth la siguió.

–No sé por dónde empezar, Liz...–

–Empieza por el principio– sugirió ella. Estaba ya preocupada. –Ayer hablamos. Estabas muy feliz, ¿qué ocurrió desde entonces? ¿Te quitaron el protagónico? ¿Es eso?–

–No. No tiene nada que ver con eso–

–¿Discutiste con Jack?–

Ariana asintió con tristeza.

Elizabeth comprendió aún menos.

–¿Pero por qué? Él estaba contentísimo por ti, y emocionado de verte cuando pasó a dejar a Aaron a nuestra casa e iba de camino al aeropuerto–

–Fue mucho más que una discusión–

–Te escucho–

–Es que...– Ariana se hundió de hombros en un gesto de mayor angustia. –No sé cómo decirlo sin... sin que sea menos doloroso para mí–

Elizabeth la tomó de las manos en señal de apoyo.

–Sólo dilo–

Ella exhaló. Finalmente lo dijo.

–Jack... Jack me encontró en la habitación de un hotel... La habitación de Pete. Yo estaba en la cama, sin... sin ropa–

–¿Pete?–

–Pete Davidson–

–¿El de la prepa? ¿Por qué estabas en su habitación, Ari? Cielo santo, ¿y por qué estabas desnuda en un hotel con él?– Elizabeth estaba ahora consternada y confundida. Lo que escuchaba de boca de su amiga era simplemente irreal. No lo entendía. –Ari, responde por favor, que no estoy entendiendo nada–

–Él me drogó, Liz... Me drogó para violarme– Ariana comenzó a llorar entonces.

–¡¿Qué?!–

–Desearía que esto fuera una película que estuviera solo contándote, pero sucedió. Me pasó a mí. Ese cobarde me llevó a su habitación con engaños, y ahí me ofreció una botella de agua que contenía una especie de droga que me hizo perder el conocimiento al segundo. Aprovechó para desnudarme, y después no sé qué demonios pasó pero Jack llegó por mí y me trajo a casa–

–A ver, a ver, Ari, para– Elizabeth la hizo callar porque necesitaba entender de una. La preocupación era ahora gigantesca. Ella adoraba a su mejor amiga. Eran como hermanas. –¿Estás diciéndome que Pete te violó?–

–¡No!– respondió Ariana de inmediato, completamente agradecida con el cielo y el universo que no hubiese ocurrido así. –Esta mañana fuimos a una clínica, y me hicieron estudios. No presento ningún síntoma de haber sido violada–

Elizabeth la abrazó de inmediato. Su expresión de alivio fue inmediata.

–¡Gracias al cielo!– exclamó y enseguida se alteró. –¡Ari, pero esto es gravísimo!– después bajó la voz recordándose que Aaron podría escucharlas. –Ese desgraciado es un delincuente. Lo que te hizo es una atrocidad. Te secuestró, te drogó e intentó abusar de ti sexualmente. Es un enfermo. Es peligroso y tienes que denunciarlo–

Ariana negó.

–No sé si sea buena idea meter a la policía en esto–

–¿Por qué no?–

–Porque justo ahora Jack debe estar matándolo a golpes– respondió y se sintió de nuevo muy tensa y muy angustiada.

–¡Ja! ¡Me alegro! Jack es mi ídolo. Desearía echarle una mano yo también. Eso es lo mínimo que ese poco hombre se merece. Espero que le tumbe todos los dientes, y le arranque la...–

–Liz, no entiendes– Ariana la interrumpió de inmediato. –Los Davidson tienen mucho poder y dinero. Pueden meter a Jack a la cárcel por haber golpeado a Pete–

–En la cárcel es donde debería estar ese Pete. Lo contrario sería una gran injusticia–

–Pero así es la ley en este país–

–Pues la ley es una mierda, y el país también. Ari, el idiota ese es un violador en potencia y no puede estar libre. Imagina que intenta atacarte de nuevo o que lo hace con alguna otra chica. Alguien debe ponerle un alto, ¿y quién mejor que la Bestia Reed?–

Elizabeth tenía razón, pero Ariana se sentía muy temerosa de todos modos.

Por un lado estaba Drew y sus acosos, la insistencia en querer ver a Aaron y reclamarlo con su hijo. Y ahora aquel asunto con Pete.

Ella sólo deseaba irse lejos de ahí.

Estaba ansiando comenzar su nueva vida junto a Jack y Aaron en Nueva York.

¿Acaso era aquel el destino diciéndole que su sueño nunca podría cumplirse?

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–¡¿Dónde está?!– Jack apareció gritando furiosamente luego de que saliera del ascensor y atravesara el piso ejecutivo del Davidson Bank, el banco perteneciente a la familia de Pete.

–Señor, usted no puede estar aquí actuando de este modo– la secretaria se acercó a él intentando detenerlo. –Voy a pedirle que se retire, por favor–

Ella y todo personal, parecían conmocionados. En definitiva no habían esperado que un sujeto entrara de la nada y comenzara a gritar de manera agresiva, en un día normal de trabajo.

Jack ni siquiera la miró. Ni a la secretaria, ni tampoco a nadie más, sino que se dirigió a las oficinas del edificio dispuesto a revisarlas una por una.

–¡¿Dónde mierda estás, Pete?! ¡Sal, maldito cobarde! ¡Sal y dame la cara! ¡Te arrancaré los huevos!–

Las personas comenzaron a asustarse y todo fue peor cuando lo vieron dirigirse a la oficina principal.

–¡Usted no puede entrar ahí!– la misma secretaria intentó obstruirle el paso, pero fue en vano.

Rodeándola sin esfuerzo, Jack traspasó la puerta abriéndola sin delicadeza alguna.

Brandon Davidson se encontraba firmando unos papeles, ajeno a todo el ajetreo de afuera, mientras escuchaba con sus audífonos música de relajación.

Frunció el ceño desconcertado al ver al intruso, con toda esa violencia rebosando en sus movimientos y en el oscuro de sus ojos, y detrás de él, su secretaria con expresión de angustia, temerosa seguramente de perder su trabajo.

–¡¿Dónde está?!– lo escuchó decir, una vez que retiró los audífonos de sus oídos y los dejó sobre el mármol de su escritorio.

–¡Señor Davidson, le juro que yo no lo dejé entrar!– vociferó la secretaria consternada.

Los dos la ignoraron.

El banquero se puso en pie abrochando así el botón de su costoso y elegante saco, y miró a Jack desafiante.

El poder hacía que no tuviera miedo en absoluto, pero le irritaba bastante que aquel extraño recién llegado se atreviera a irrumpir en su propiedad.

–¿Dónde está qué cosa? ¿Quién es usted?– le preguntó mirándolo a los ojos.

Jack no tenía tiempo para presentaciones, pero adivinó de inmediato quién era ese hombre.

–Su maldito, infeliz y malnacido hijo. ¡Dígame dónde está!– respondió con gran furia.

–¿Quién demonios es usted, y qué es lo que quiere?–

–¡Quiero que Pete me dé la cara! ¡Eso quiero!–

–Usted no es nadie para venir aquí a exigir cosas. ¡Lárguese o llamaré a seguridad!–

Jack soltó una risotada en burla.

–Llame a quien quiera, no voy a irme sin ver a ese junior de mierda, dígame dónde está. En su casa me dijeron que aquí podía encontrarlo–

–¿Estuvo en mi casa?– Brandon Davidson se mostró indignado. –Le aseguro que será la última vez que pone un pie ahí–

–Concuerdo, siempre y cuando encuentre a Pete y le dé su merecido por lo que hizo–

–No puede amenazar a mi hijo. ¡Está usted loco! Puedo refundirlo en la cárcel si me da la gana, ¿sabe?– amenazó.

De nuevo Jack rió.

–En la cárcel es donde va a terminar ese hijo de puta– señala la foto de Pete que adornaba el escritorio junto a todo el resto de la familia. –Secuestró y drogó a mi esposa para abusar de ella, y créame, señor Davidson, no voy a descansar hasta que me las pague– Jack hablaba muy en serio. La determinación en su mirada se lo dijo. La Bestia Reed no jugaba.

–Pete no se presentó a trabajar–

–Ya me lo imaginaba. Seguro se está escondiendo como la sabandija que es–

–¡No le permito que hable así de él, cuando no está presente para defenderse! ¡Estoy seguro de que sus acusaciones son falsas!–

–Me importa una mierda lo que usted crea. Sólo dígale a ese puto cobarde, que cuando salga de su escondite, voy a estar esperándolo–

Brandon tragó saliva.

Jack dio media vuelta y salió de la oficina mientras la secretaria y los demás empleados lo miraban estupefactos.

Con mucha tensión y furia contenida, el peleador salió de las oficinas del banco y volvió a su camioneta.

Le habría encantado desquitar toda su ira utilizando sus puños, pero aun así una parte de él agradecía no haberlo encontrado, porque de haberlo hecho no habría podido controlarse y habría terminado matándolo.

Ariana tenía razón.

–Ariana...– mientras encendía el motor para dar marcha, Jack no pudo evitar susurrar el nombre de su amada.

La recordó llorando muy confundida y asustada por lo que había sucedido, y eso indudablemente hacía estragos en su pecho.

En esos momentos deseó con toda su alma poder abrazarla, decirle que todo estaba bien, que la amaba y que nunca dejaría que nadie le pusiera un dedo encima.

Odiaba estar mal con ella. Odiaba haber sido uno de los motivos de su llanto con todos sus cuestionamientos, y odiaba también haberla herido al dudar de su fidelidad.

¡Maldición!

Esa noche pensaba arreglar las cosas con ella.

No iba a permitir que su esposa terminara su día triste y preocupada, sino todo lo contrario.

Iba a abrazarla, la besaría muy tiernamente y le prometería que todo estaría bien.

Ya no más preocupaciones. Ni una sola.

Ariana no se merecía nada de aquella mierda. Era un ser de luz. Tenía que cumplir sus sueños, tenía que cumplirlos todos. Él debía encargarse de eso.

Exhaló.

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Ariana decidió que no podía más con el estrés y la consternación. Debía salir a distraerse. Todo el asunto con Pete era algo que la había tenido muy tensa en las últimas horas, y aún más el hecho de no saber en dónde estaba Jack, y qué se encontraba haciendo.

Una salida al centro comercial parecía ser lo adecuado.

Tomó a su hijo, lo sujetó bien en su sillita de auto, y luego de que subiera al vehículo, dio marcha con rumbo al mall de la ciudad.

–¿Mami, vamos a compad cosas?– le preguntó Aaron entusiasmado mientras miraba por la ventana todo el recorrido.

–Sí, mi amor. Mami necesita un celular nuevo para poder llamar a papi– le respondió al dedicarle una sonrisa por el espejo retrovisor. Se alegraba muchísimo de que su pequeño hubiese estado con Noah y Liz durante las últimas horas. No le hubiese gustado nada que se enterara de lo que había ocurrido. Su mayor preocupación siempre sería protegerlo. Protegerlo de todo. De cualquier cosa. De la maldad de las personas, de Pete que había intentado destruir a su familia, y también de Drew.

Apretó el volante de su vehículo, y soltó el aliento. Ya tenía demasiados problemas. La consolaba saber que en unos cuantos días, ella, Jack y Aaron estarían mudándose a Nueva York. Allá les esperaba una nueva vida, y lo mejor de todo era que estarían alejados de aquellos que sólo deseaban causarles conflictos.

–Mami, ¿ya mero nos vamos a Nueda Yok?– preguntó el niño. Habían hablado con él ya muchas veces sobre eso. Le habían explicado que dejarían por una temporada a abue Nat, a abue Sandy, a sus tíos Noah, Tom, Cameron y a sus tías Adrienne, Elizabeth y Kyla. Que tendría que dejar su escuela preescolar y también a todos sus amiguitos, pero también le habían prometido que la pasarían en grande cuando vivieran muy cerquita de Times Square, y que todos sus familiares estarían esperándolos para cuando volvieran.

–Aún no, Aaron, pero pronto–

–¿Cuánto de ponto, mami?–

–En dos días, mi cielo–

–¿Peo pol qué en dos días?–

El pequeño era muy curioso. Había comenzado su etapa de los ¿Por qué? a los dos años, y desde entonces lo cuestionaba todo. Resultaba muy gracioso.

–Porque todavía tenemos algunos pendientes que hacer aquí–

–Yo quedo ime mañana. Quedo id a ese padque que tú me dijiste–

Ariana rió sin quitar su atención de la autopista.

–Ya verás que estaremos en Nueva York en menos de lo que imaginas. El tiempo se pasará volando. Y claro que te llevaré a Central Park, te lo prometí, pero antes debemos prepararnos, terminar de hacer el equipaje, y entonces sí estaremos en el aeropuerto listos para despegar–

–¡Sí! ¡Yo quedo volad! Mami, peo me asusta el avión– dijo de pronto temeroso.

A su corta edad Aaron ya había abordado aviones muchísimas veces, pues solían acompañar a Jack a la mayoría de sus peleas dentro y fuera de Florida. Se asustaba muchísimo en el despegue, pero su mamá siempre lo abrazaba para tranquilizarlo. Después el camino era genial. Le gustaba asomarse por la ventana y observar las nubes en el cielo mientras intentaba darles forma.

–Yo estaré contigo, y te cuidaré como siempre lo hago, mi amor–

–¿Papi también?–

–Papi también– volvió a sonreírle ella.

No podía culparlo por sentirse mucho más seguro en los fuertes y musculosos brazos de Jack. Ella también lo hacía.

Ciertamente no había lugar más cálido que ese. No podían estar mejor protegidos en otro lado que no fuera junto al maravilloso hombre que tenían a su lado.

Todavía le daban ganas de llorar cuando evocaba lo sucedido la noche pasada. Pete, la habitación de hotel, la droga que le había suministrado...

Cerró los ojos y se recriminó mentalmente por no ser capaz de olvidarlo todavía.

Liz le había dicho que debía denunciar a ese desgraciado, pero a decir verdad, lo único que Ariana deseaba hacer era olvidarse de él y de lo que había pretendido hacerle. Era por ello que estaba ansiando irse lo más pronto posible a Nueva York. Estar alejados les haría muy bien.

Cuando llegaron al centro comercial, Ariana se ocupó de comprar algunas cosas que necesitarían para su viaje. Ya tenían casi todo el equipaje listo, pero faltaban detalles pequeños. Desde luego llevaba sus mejores outfits para convertirse en toda una estrella.

Aun así ninguna de aquellas compras era tan importante como su nuevo celular. Escogió desde luego uno en tono rosado, casi idéntico al que había perdido, y luego de que el vendedor se lo configurara, se ocupó de hacer su primera llamada.

A Jack, por supuesto.

Esperó a que respondiera. Era un número desconocido para él así que cruzó los dedos para que atendiera a pesar de eso.

Luego de algunos prolongados segundos, finalmente escuchó su voz.

Eso la hizo sentirse un poco aliviada.

–¿Quién habla?– preguntó en tanto serio.

–Soy Ariana– respondió con voz suave.

Hubo entonces un corto silencio entre las dos líneas. Evidentemente Jack no había esperado que su mujer lo llamara al haber extraviado su celular.

–¿Ari?– cuestionó confundido.

–Compré un celular nuevo– le explicó ella.

–Bien. No podías estar sin celular por siempre–

–Vine al centro comercial con Aaron. Quería distraerme un poco–

–¿Y lo lograste?–

–No realmente– respondió. Las compras siempre habían sido la mejor terapia para Ariana pero no en aquellas circunstancias. –Estaba muy preocupada, Jack. Todavía lo estoy. ¿Encontraste a Pete?– estaba temiéndose que su marido hubiese matado a golpes a aquel sujeto. –Por favor dime que no lo mataste–

Jack exhaló.

–Ojalá lo hubiese hecho, pero no fue así. Ese cobarde de mierda huyó–

Ariana no pudo contener la sensación de alivio que la inundó. Gracias al cielo Jack no se había enfrentado a Pete.

–Me alegro, me alegro muchísimo. No quiero que te manches las manos ni con ese tipo ni con nadie–

–Ese cabrón tiene los días contados, Ari. Se metió contigo y eso no se lo voy a perdonar–

–Jack, no hables así. Liz me dijo que lo mejor será denunciarlo. Lo que Pete intentó hacerme es un delito. Debe pagar con la cárcel, tú no puedes cobrártelas por ti mismo porque entonces la ley caería sobre ti. ¿No lo entiendes? No quiero perderte–

El peleador se quedó en silencio. Soltó un largo y tenso suspiro.

Muy a su pesar sabía que su esposa tenía razón. Llevaba un buen rato pensándolo. No podía encargarse él solo de Pete. Si lo tenía enfrente era capaz de asesinarlo. Por el bien de todos era mejor dejar ese asunto en manos de la policía.

–¿Entonces quieres denunciarlo?–

–Sí. Cuanto antes mejor–

–Mañana mismo iremos a la delegación–

–Nuestro viaje a Nueva York es en dos días. ¿Crees que vaya a interferir?–

–No lo creo. Pondremos la denuncia, presentaremos tus análisis clínicos como prueba y tendrán que encarcelarlo cuanto antes. Podemos dejar el asunto en manos de los abogados de mi madre, así nosotros tres podremos irnos a Nueva York cuanto antes–

Ariana estuvo de acuerdo en eso. La tranquilizó muchísimo que Jack no insistiera en tomar justicia por su propia mano. Lo único que deseaba era que el día de marcharse llegara pronto.

Como le había dicho a Aaron, esperaba que el tiempo realmente pasara en un abrir y cerrar de ojos.

–Quiero que nos olvidemos ya de esto, Jack–

–No sé si podré hacerlo, Ari. Siempre querré matar a este imbécil. Dejaré que la ley se encargue de todo, pero si un día se me pone enfrente...–

–Es que quiero que tú, yo y Aaron volvamos a ser felices como antes de que sucediera... el percance con Pete–

–Lo seremos, nena. Te prometo que lo seremos. Ese cabrón no volverá a importunarnos–

–Ojalá ya estuviésemos en Nueva York–

–Estaremos ahí los tres en menos de lo que imaginas, ya verás. Yo...– Jack entonces cambió el tema drásticamente. –Tengo que pedirte perdón, si por momentos pareció que no creí en ti... Estaba muy cabreado y la furia me cegó. Lo lamento muchísimo, preciosa. Nunca dudaría de ti, sé que me amas con toda tu alma, y nunca, nunca me traicionarías–

–No, no, Jack. No tengo que perdonarte nada. Los dos fuimos víctimas de Pete. Él quería separarnos–

–Jamás lo hará. Ni él ni nadie más. Eres mía para siempre y nunca, nunca te dejaré ir. Primero tendrán que matarme–

–Te amo–

–Yo también te amo, muñeca. Eres mi vida entera. En estos momentos sólo quiero abrazarte–

–¿Irás a casa pronto?–

–Ahora no lo creo. Debo dejar todo en orden en ambos talleres mecánicos. Creo que te veré hasta más tarde–

–Entonces nos veremos en la fiesta de despedida que mamá y Adrienne organizaron para nosotros–

–Estupendo, te veré allá entonces. Estaremos con nuestra familia y amigos pero después te robaré para comerte a besos–

Ariana sonrió.

–No puedo esperar. Creo que ya colgaré, así podrás continuar con tus pendientes, para que termines temprano–

–No, espera un poco más. Amo escuchar tu voz, es tan dulce...–

La castaña rió.

–¿Qué quieres que te diga?–

–Repíteme otra vez lo mucho que me amas–

–Te amo mucho, mucho, muuucho, bebito–

Ah, él se excitaba demasiado cuando su mujer le hablaba así. Era tan erótico... Ansiaba que se llegara la noche para poder tenerla en sus brazos. Tomó aire. A esas horas del día no le convenía para nada tener una erección entre sus piernas. Debía relajarse.

–¿Has decidido ya cuál departamento será el que alquilaremos?–

–Aún no. Cuando llegue a casa revisaré mi correo. Ya saqué mi top 3 pero quiero que elijamos juntos–

–De acuerdo, después de la fiesta podemos elegir– después de que le hiciera el amor, era lo que en realidad había querido decir. Jack sonrió. Amaba a Ariana, amaba la vida que llevaba con ella. Nadie iba a arruinarle aquello. Absolutamente nadie. No iba a permitirlo. –Recuerda que la asesora de bienes raíces quiere una respuesta a más tardar mañana para que pueda organizarse y entregarnos las llaves una vez que lleguemos a Nueva York–

–Bien. Te veré más tarde entonces, mi amor–

–Hecho, preciosa. Por favor ten cuidado. Recuerda que no sabemos en dónde está metido ese gusano de Davidson–

–Estoy segura de que no volverá a acercarse a mí–

–Más le vale. Te amo, te adoro–

–Yo también, Jack–

Enseguida ambos colgaron.

Después de aquella llamada, Ariana por fin podía respirar con más calma. A pesar de lo ocurrido la noche pasada, las cosas estaban volviendo a la normalidad. El amor que ella y Jack se tenían era más fuerte que nada, y nunca nadie podría romperlo, de eso estaba más que segura.

Exhaló contenta.

Sonrió a su pequeño que devoraba contento su cono de nieve. Aaron le devolvió la sonrisa mostrando sus diminutos y simpáticos dientecitos.

Terminó de guardar las cosas en el auto, y se dispuso a poner al niño en su sillita para coche, sin embargo antes de que pudiese hacerlo, un desconocido la interceptó.

Ariana se mostró confundida y extrañada ante la presencia de aquel individuo. Dio un paso hacia atrás, no sin antes tomar la manita de su hijo, colocándolo tras ella.

–¿Quién es usted y qué es lo que quiere?– le preguntó completamente en alerta. Por segundos miró a su alrededor en busca de algún guardia de seguridad. Estaba convencida de que aquello se trataba de un asalto.

–¿No me reconoces, bomboncito?–

Las palabras del hombre la hicieron fruncir el ceño. ¿Lo conocía de algún lado?

Entonces lo miró fijamente. Sus recuerdos la llevaron a unos cuantos años atrás.

Aquel era el padre de Jack.

¡Cielo santo!

Su cuerpo redobló la tensión. El corazón se latió fuertemente, y tuvo miedo.

Sabía que no era buena persona, que le había hecho mucho daño a Jack.

Ariana apretó los diente al pensar en cómo alguien podía ser tan despiadado como para lastimar a un pobre niño.

No entendía por qué estaba ahí. Por qué se había acercado, por qué le hablaba.

El terror la llenó, e incluso fue peor cuando escuchó la tenebrosa carcajada.

El corazón de la castaña comenzó a latirle desbocado. Sentía que el color se le iba de las mejillas y de todo el cuerpo.

–¿Por qué te asustas?– se burló él. –No voy a hacerte daño. Ah eso es lo que hacen las chicas estiradas como tú. Juzgan un libro por su portada. Me ves mal vestido y sucio, y por eso ya crees que soy un delincuente–

La realidad era que Jason Reed en serio era un delincuente. Y era peligroso. Jack se lo había dicho. Además llevaba consigo un enorme perro pitbull, seguramente para parecer más amenazante.

–¿Qué es lo que quiere?– le preguntó atropelladamente. Pero después se armó de valor y lo miró con furia ¿Cómo se había atrevido a acercársele? Encima llevaba a Aaron con ella. Jack querría matarlo en cuanto lo supiera.

–Vamos, hermosura. Deja de mirarme así. Somos familia, ¿o no? Y a la familia no se le mira así–

–Usted y yo no somos familia. No somos nada– respondió Ariana indignada.

Jason rió de nuevo.

–Claro que sí. Sí que lo somos, amorcito. Jack es mi hijo. Nació gracias a esta arma mortal– el desagradable sujeto le guiñó un ojo traviesamente y después se tocó la entrepierna de manera obscena y repugnante.

Ariana se sintió asqueada. Sucia simplemente por estar ahí, respirando el mismo aire que aquel desgraciado.

Lo detestaba por acercarse, por mirarla de aquella manera tan depravada, pero aún más lo odiaba por haber sido un padre desalmado con Jack, por haberlo hecho sufrir. No tenía perdón.

–¡Aléjese de mí o llamaré a la policía!– Ariana estaba a muy poco de ponerse a gritar ahí en el medio del estacionamiento. No soltó a Aaron ni un solo instante.

–¡Mami, hombe malo!– lo escuchó entonces decir.

Los ojitos marrones llameando de enojo. Era pequeño pero Aaron entendió bien el lenguaje corporal de su madre. Sintió su miedo y supo que aquel extraño estaba importunándola de manera prohibida. Se aferró a sus caderas mientras miraba con recelo al hombre que la había puesto en tal estado de pánico.

La atención completa de Jason fue de ella al niño. Él sonrió maliciosamente.

–Así que este es mi nietecito. Es buen mozo. No tiene mucho de Jack, pero se parece a ti– hizo ademán de acercarse para tocarle la mejilla, pero como fiera Ariana retrocedió evitando a toda costa que le pusiera las manos encima. Se sentía una leona capaz de todo por proteger a su cachorro.

–¡No se le ocurra tocar a mi hijo!–

Todavía burlón, Jason alzó las manos en señal de tregua fingida, y dio un paso hacia atrás.

–Tranquila, perrita. No tocaré a tu precioso Jack junior–

–¿Qué es lo que quiere? Aléjese de nosotros. Déjenos en paz–

–¿Y si no quiero, qué?– amenazó.

–Si Jack se entera de que se ha acercado, lo matará–

–Ah ese hijo mío. Siempre tan agresivo– negó con la cabeza y chasqueó la lengua. –¿Qué vamos a hacer con él?–

–¿Quiere dinero?– Ariana estaba ya desesperada por hacer que desapareciera. Estaba dispuesta a darle cualquier cosa con tal de que se fuera.

–Sí, eso es lo que quiero, reinita. Tengo una deuda bastante gruesa, ¿eh? Y tú me ayudarás a saldarla–

La castaña asintió.

–Aaron, entra al auto– abrió la puerta para hacer que su hijo entrar al vehículo.

Luego de que el niño estuviese dentro, se inclinó para tomar su bolso.

Acción que Jason aprovechó para recorrerla completa con su sucia y depravada mirada.

–Lindo trasero, primor, redondo y firme... ¡Y esas piernas! Qué jodida suerte tiene el desgraciado de Jack–

Ariana inhaló y respiró con fuerza. Dejaría pasar el comentario. No valdría la pena ofenderse porque sabía que eso era exactamente lo que él quería. Sacó su chequera, y un bolígrafo.

Nerviosa y muy aturdida comenzó a escribir. Luego de unos segundos le arrojó el cheque sin más. Estaba entregándole a aquel hombre gran parte de sus ahorros pero no le importaba con tal de que se alejara lo más pronto posible.

–Ahora lárguese de aquí–

Jason recogió el cheque del suelo y lo miró. Soltó una sonrisa maligna.

Era una buena cantidad, no lo negó, pero aquello no cubría ni siquiera una quinta parte de todo lo que debía.

La buena noticia era que de una u otra manera esa belleza castaña terminaría pagándola por él.

¡Qué buena era la vida! ¡Y qué buena que estaba esa mujercita!

Volvió a admirarla.

A Charlie iba a fascinarle. No tenía duda de eso.

–Nos vemos después–

–Yo no quiero volver a verlo nunca más–

Jason no respondió nada.

Iba satisfecho con lo obtenido.

Dinero para comprar más cocaína, y lo mejor... la fotografía.

Mientras caminaba sacó su celular y entró a la galería para observar las fotos que había tomado segundos antes de que se acercara a ella.

Ah sí, Charlie Humann quedaría flechado.

¿Sentía remordimiento?

Absolutamente no.

La culpa era de esa pequeña puta por ser tan hermosa y sensual. Qué suerte tenía el bastardo de Jack al tener a semejante hembra en su cama todas las noches.

Aunque no por mucho tiempo.

Nuevamente Jason sonrió.

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Charlie no podía dejar de mirar las fotografías.

Era como si desde el momento en que posara sus ojos sobre ellas, hubiese sufrido de un hechizo.

Hechizado...

Así era como se sentía.

La mujer ahí plasmada había captado por completo su atención, sus sentidos, todo pensamiento.

Su mente se encontraba nublada, y sólo podía verla a ella, pensar en ella, imaginarla a ella...

Todo en su interior había colapsado, y maldito si no admitía que se había puesto duro, muy duro, y que hacía mucho tiempo ninguna mujer había despertado en él un interés sexual tan repentino y tan instantáneo.

–¡Joder!– exclamó casi extasiado.

Sus hombres de seguridad se mantuvieron, como siempre, en silencio. Vigilando pero sin mirarlo realmente.

Jason esperó expectante. Con Charlie nunca se sabía cuál sería su siguiente reacción. Se sentía nervioso y también asustado. Estar ahí era siempre como adentrarse a las puertas del infierno. Así como estar frente al ruso era como enfrentarse al mismísimo diablo.

Tragó saliva.

–¿Qué...qué le parecen las fotos, señor Hunnam?–

No obtuvo respuesta.

Charlie no le prestó atención, ni siquiera lo escuchó.

Seguía prendado de aquellas fotografías. Los ojos llenándose de la exquisita imagen que le presentaban. Ávido de más. Mucho más.

–¿Señor?– volvió a llamarlo Jason. Ya había comenzado a sudar y necesitaba realmente saber si moriría o viviría. De otro modo terminaría haciéndose en los pantalones. Aunque la verdad era que desde que había entrado a esa oficina ya se había encontrado cagado de miedo.

La tenebrosa mirada verde de Charlie se apartó entonces y miró a Jason con verdadera frialdad. A él no le gustaba ser interrumpido, y aquello era algo que todos los subordinados sabían a la perfección.

–¡¿Qué coño quieres?!– le habló con dureza. Una sola orden suya bastaría para que sus gorilas terminaran con su vida.

Eso era quizás lo que lo ponía más nervioso.

–¿Le...le preguntaba si... si la chica es de su agrado?– Jason se fue encogiendo mientras hablaba. Eso era lo que aquel narcotraficante causaba en él.

Charlie de nuevo dejó de mirarlo para concentrarse por completo en las fotos que todavía sujetaba con sus manos.

–Es de mi agrado– asintió finalmente.

Jason exhaló con completo alivio. Aquello significaba que no le llenarían el cerebro de agujeros. Ese era su día de suerte, no tenía duda de eso. Sonrió.

–Grandioso– murmuró. Había visto la muerte de muy cerca. Le alegraba saber que seguiría teniendo vida para disfrutar de sus más grandes placeres. Las mujeres, el alcohol y la cocaína. Dulce, dulce cocaína. –Yo sabía que le gustaría, jefe. La chica es una delicia andante. Está que se cae de buena la muy zorra–

–¡Silencio!– le ordenó Charlie con voz firme. Evidentemente nada de aquello los convertía en compadres ni nada por el estilo. No deseaba escuchar a aquel fanfarrón diciendo estupideces. Tan sólo deseaba seguir admirando la belleza de la castaña que se le había presentado. –Vaya que es una hermosura esta mujer– argumentó sin poder despegar aún la mirada. Seguía examinando su rostro, sus pómulos elevados, los labios carnosos, los ojos color whisky... ¡Ah! ¡Cómo le gustaba el whisky! Era su bebida favorita. La garganta se le secó al pensarlo.

El esbelto y tonificado cuerpo lo tenía fascinado, las largas piernas, la cinturita, los senos...

Pero sin duda el mayor atributo era su cabello castaño, le caía espectacularmente por lo largo de su espalda y parecía seda... ¿Sería tan suave al tacto?

Sí, estaba seguro de que así sería.

–He... si lo motiva más...– habló Jason de nuevo. –...Huele estupendamente. Como a rosas–

Esta vez Charlie no lo hizo callar.

–Puedo imaginarlo...– asintió analizándola. –Debe ser todo un deleite tenerla cerca–

–Lo es. Sí que lo es– Jason estaba feliz. No dudaba en demostrarlo.

–Ese cabrón de Jack no se merece la suerte que le ha tocado... Ser un niño de la calle, bastardo tuyo, y para terminar casándose con una belleza que vale más que cualquier fortuna–

–Es lo mismo que pensé yo. Suertudo de mierda–

–Hablando de Jack... Quiero verlo. Quiero hablar con él– Charlie decidió que era tiempo de hablar de dinero. Guardó las fotografías en el cajón de su escritorio y volvió a convertirse en aquel hombre de negocios sin escrúpulos.

–¿Con Jack?– preguntó Jason confundido.

–¿Qué acaso eres estúpido y debo repetir las cosas dos veces contigo? Sí, imbécil. Jack. Lo quiero aquí–

–Pe...pero no entiendo por qué Jack. Quienes pagarán mi deuda será la chica y el niño, ¿ o no?–

–Sí eres estúpido y acabo de comprobarlo. Los tres pagarán lo que me debes, pero cada uno de diferente forma–

A Jason nunca le había importado su hijo. Se hundió de hombros con indiferencia.

–Bien. ¿Pero qué hará? Me mata la curiosidad–

–Al niño lo venderemos a una red de pederastas. Pagarán bien por él. Es lindo y muy tierno– hizo un puchero intentando fingir dulzura. No lo logró desde luego.

–Y a Ariana supongo que la prostituirá, pagarán muy bien por ella. Eh... jefe, ¿cree que algún día yo pueda ganarme una noche en su cama?– Jason en serio lo deseaba. La chica lo había dejado bastante cachondo luego de su encuentro.

Los ojos verdes de Charlie se endurecieron. Parecieron echar fuego.

–¡No!– se puso en pie y golpeó la planicie de su escritorio con sus puños. Lo miró amenazante. –¡Ni la voy a prostituir ni tampoco dejaré que la toques, pedazo de mierda!–

–¿Entonces no la quiere para que sea una esclava sexual?– de nuevo Jason se mostró confundido. Mentalmente se dijo que era mejor idea mantener la boca cerrada, así no peligraba su vida más.

–Claro que sí. Pero sólo mía. ¿Entiendes?– Charlie lo apuntó con un dedo para dejárselo claro. –La quiero para mí, y sólo para mí...– entonces miró al vacío. –Ella... me recuerda a alguien del pasado–

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Jack se sentía mucho más tranquilo.

Escuchar la preciosa y dulce voz de su amada siempre había conseguido calmarlo.

Incluso hasta fue capaz de sonreír.

No iba a olvidarse de Pete Davidson, eso era seguro. Se encargaría de que pagara con cárcel, sin embargo sabía bien que en esos momentos lo que realmente importaba era su familia. Ariana y Aaron, nada más. Que ellos estuvieran bien era todo por lo que él se levantaba día a día, por lo que hacía su mayor esfuerzo, por lo que se rompía la espalda a diario.

Los amaba demasiado.

Había hablado ya con Mark. Él se encargaría del asunto de Pete.

Por ahora tenían todo listo para irse a Nueva York, y no pensaba retrasar el viaje ni un solo día más. Si por él fuese, se habrían marchado esa misma noche, pero lamentablemente todavía no era tiempo de hacerlo.

Serían pacientes. Solamente un día más.

Se le haría eterno, pero sabía esperar.

Ansiaba ya aquella nueva vida que les esperaba. Los tres serían muy felices, y aún más porque Ariana estaría a muy poco de cumplir con su más grande sueño.

Eso lo hacía feliz. Lo hacía feliz saber que su amada también lo sería.

Miró la rosa roja que había cortado de un jardín esa misma tarde y había estado cuidando desde entonces.

Se la daría a Ariana. Después la besaría largo y tendido y le diría cuánto la amaba.

Sí, eso era exactamente lo que haría.

Abrió su sonrisa y se sintió un hombre muy afortunado.

Cerró el taller mecánico y se dispuso a abordar su camioneta para dirigirse a la residencia Butera, que era donde se estaba llevando a cabo la fiesta de despedida que habían organizado para ellos.

Pensó en conducir rápido pues realmente no resistía un segundo más sin ver a su hermosa esposa.

Sin embargo en ese momento algo extraño sucedió...

Antes de que pudiese siquiera cruzar la calle, una camioneta negra con vidrios polarizados se le atravesó enfrente, obstaculizándole el paso.

Jack dio un paso hacia atrás, y sus instintos le gritaron fuertemente que corriera, sin embargo no fue tan rápido como hubiese deseado.

Los hombres que salieron del vehículo fueron por él, y lo adentraron en la parte trasera, arrojándolo con extrema violencia.

Quedaba claro que aquellos no eran amigos suyos, ni mucho menos.

La camioneta arrancó, y el silencio de la noche transcurrió como si nada hubiese ocurrido segundos antes.

La rosa que con tanto amor Jack había deseado entregar en manos de Ariana, quedó tendida en el concreto de la solitaria calle.

Nadie ahí sabría lo que había ocurrido.

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Disculpen la demora. Dejen comentarios pls

¡Se viene LO-BU-E-NO!

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