Capítulo 5

El lunes por la mañana, Ariana bajó a la cocina sintiéndose fatal y con muy pocos ánimos de empezar el día.

Se sentía además irritada y furiosa. Furiosa con Drew Van Acker y también con el mundo entero.

Desde que mantuviera relaciones sexuales por primera vez en toda su vida, había estado de un humor terrible.

Ni siquiera le gustaba recordar aquella noche. Había sido una experiencia horrorosa sin duda, y deseaba muchísimo poder olvidarse de ella.

Enojada se preguntó por qué a las personas les encantaba el sexo si no era tan genial como lo pintaban. Le había dolido muchísimo, Drew la había lastimado, el placer jamás había aparecido. Encima de todo cuando terminaron, en realidad sólo él había terminado, Drew la había tratado con tanta frialdad e indiferencia que ella había llorado toda la noche.

>Gran error<

De nuevo aquella vocesita interna.

La ignoró.

Bajó escaleras y se dispuso a salir de su casa, sin embargo antes de que pudiese hacerlo, su padre la interceptó.

–¿No desayunarás, hija?– le preguntó Hugh Butera. Vestía un traje impecable y estaba listo para ir a su oficina con el único propósito de hacer más y más dinero.

–No, papá. Tomaré algo de camino– fue la respuesta rápida de Ariana. No deseaba estar tanto tiempo con él porque no quería que fuese a preguntarle por Drew.

Para su ya habitual mala suerte, él lo hizo.

–Antes de que te marches a la escuela, quisiera saber cómo va tu asunto con Drew. ¿Ya se olvidaron de esa estupidez de darse un tiempo? ¿Ya son novios otra vez?–

>¡No!< deseó gritarle. >¡No somos novios otra vez! ¡Tuve sexo con él, pero eso no bastó!<

Con toda calma le respondió.

–Estoy encargándome de eso, papi. Por favor no te preocupes–

Hugh asintió.

–Bien. No quiero sorpresas, ¿queda claro, Ariana?–

–Sí, papi– ella le sonrió, y se despidió de él dándole un beso en la mejilla.

Su sonrisa desapareció en el mismo instante en que salió de su casa.

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La hora del almuerzo en Worthington era siempre como entrar a una jungla. Eran demasiados alumnos, y siempre actuaban como animales salvajes para obtener su comida.

Ariana y Elizabeth desde luego no eran como ellos. Tomaron sus bandejas tranquilamente, y se dirigieron a la mesa de siempre.

Por fortuna Chloe y Zendaya tenían cosas que hacer con su equipo de porristas, así que se marcharon a encargarse de eso.

–He estado toda la mañana esperando a que esas tontas se perdieran un rato. Por favor dime ya qué ocurrió con Drew. No luces buena cara–

Soltando un suspiro de tensión, Ariana cerró los ojos estremeciéndose al recordar lo sucedido.

–Ay, Liz, fue horrible– respondió con voz angustiosa.

–¿De verdad?–

–Fue lo peor que he experimentado– respondió. –No fue romántico en absoluto, ni placentero. Además fue muy doloroso e incómodo. Nunca pensé que tener un... pene adentro fuese a ser de ese modo. Te juro que no quiero volver a hacer eso nunca más–

Elizabeth estaba bastante impresionada escuchándolo todo.

–Eso sólo significa una cosa... Que Drew es un terrible amante. ¡Qué horror!– miró a su amiga con tristeza. Luego la tomó de las manos. –Lamento mucho que tu primera vez haya sido así, Ari–

–Yo lo lamento más– respondió Ariana con verdadero enfado.

–Bueno, ¿pero al menos obtuviste algo de él? ¿Valió la pena el sacrificio?–

Los ojos marrones de Ariana se cristalizaron. Pero no de dolor sino de furia.

–No– respondió con furia. –Ni siquiera quiso hablarme al final. Estuve todo el domingo intentando llamarle pero él nunca respondió. El plan fracasó completamente, Liz. Lo único que conseguí fue alejarlo más, y ahora no sé qué más debo hacer–

Elizabeth que ya había tenido el presentimiento de que exactamente eso iba a suceder. Exhaló.

–La verdad yo no creo que valga la pena, Ari– le dijo con seriedad. –Ya perdiste mucho intentándolo. No te arriesgues a perder más–

Pero Ariana no pensaba lo mismo.

–Precisamente por lo que he perdido, no puedo rendirme tan fácilmente, Liz. ¿No lo entiendes?–

Su amiga resopló con irritación.

–Sí, sí, claro que entiendo. Entiendo que odias perder, pero... A veces se gana más perdiendo–

–¿Quién dice eso?– Ariana frunció el ceño.

Elizabeth se encogió de hombros.

–Lo leí en un libro–

–Oh, vamos, Liz, no salgas ahora con tus sermones poéticos– le pidió en súplica.

–No son sermones poéticos. Es la verdad, y si te regaño es porque te quiero–

Ariana bajó la cabeza y exhaló.

–Ya lo sé, y yo te quiero más. Eres como el angelito sobre mi hombro derecho que siempre me recuerda lo que está bien–

Elizabeth le sonrió.

–Lástima que siempre prefieres hacerle caso al diablillo de tu hombro izquierdo– bromeó, pero había mucha verdad en ello. Exhaló volviendo a lo anterior. Había algo sumamente importante de lo que debían hablar. –¿Te aseguraste de que Drew... tomará sus precauciones?–

Ariana frunció el ceño con confusión.

–¿A qué te refieres?–

A Elizabeth la desesperó un poco la ingenuidad de Ariana en aquellos temas.

–Me refiero a si Drew usó condón. ¿Lo viste hacerlo?–

–Eh... yo... No lo vi exactamente–

–¿Quieres decir que te lo hizo sin protección?– el horror y la preocupación cubrieron por completo el rostro de Elizabeth.

–Bu...bueno. Quiero decir... Dije que yo no lo vi poniéndose el preservativo, pero eso no significa que no lo haya usado. Yo estaba muy nerviosa. Pero él... él es muy precavido. Estoy segura de que se encargó de protegerse–

Aquello era muy cierto. Drew era un hombre muy prudente y responsable. Jamás, jamás tendría sexo sin protección. Estaba convencida de eso.

Sin embargo antes de que Ariana y Elizabeth continuaran hablando de eso, una alerta de un mensaje se escuchó en el ambiente.

Era el celular de Ariana, así que lo leyó de inmediato.

Miss Baranski le recordaba sobre los ensayos para el musical de invierno que empezarían ese mismo día, pues no quería que el tiempo se les viniese encima.

–Tenemos que estar en el teatro de la escuela en cinco minutos– le informó a su amiga.

Enseguida las dos se pusieron en pie y corrieron al llamado.

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–Oh, vamos, Mary Ann– Jack se encontraba suplicándole a la fémina tras el escritorio.

Mary Ann era la secretaria del director. Era una mujer muy alegre. Rondaba los cuarenta años, y cuando no estaba comiendo, se pasaba el tiempo bromeando con los estudiantes. Tenía buena relación con todos, y debido a ello siempre la buscaban para que les hiciese favores.

Sin embargo en esos momentos, aunque quisiera, no podía ayudar al chico.

–Lo siento mucho, Jack, pero ya es tarde. Debiste haber venido aquí al inicio del ciclo escolar. Debías tomar una materia como créditos extra, y al no hacerlo tú, el sistema lo hizo por ti–

–Sí, sí. Entiendo eso. Pero, maldición, ¿por qué Artes?– él estaba desesperado. –Debe haber una manera de cambiarla, Ajedrez, Cocina, lo que sea menos Artes–

–Había manera de cambiarla– respondió Mary Ann. –Pero eso fue en la primera semana de clases, ahora el tiempo se ha pasado–

–¿Qué? Pero si yo apenas me di cuenta hoy de esto–

–De verdad lo siento, pero no hay nada que hacer. Tendrás que llevar la materia, Jack–

–¿Y qué demonios haré yo en una clase de artes?–

¿Bailar? ¿Cantar? ¡Y una mierda! Prefería masticar clavos.

La secretaria rió.

–Tranquilo. Sólo es Artes I, así que únicamente verás la parte teórica–

¡Aquello resultaba incluso peor!

Jack miró al cielo clamando piedad.

Exhaló con gran frustración. Por su mente apareció entonces la posibilidad de reprobar la materia a propósito. No importaba tener que repetirla una vez que se graduara.

–Bueno...– Mary Ann habló en voz baja. –Quizá sí haya algo que podamos hacer–

Toda esperanza regresó entonces a los ojos oscuros del enorme chico.

–¿Qué cosa? ¡Por favor, dime qué cosa! Haré lo que sea para librarme de ese infierno–

–No te librarías de la materia, pero sí de asistir a sus clases–

Jack frunció el ceño.

–¿Cómo sería eso?–

–Primero dime que otra clase te interesaría tomar en lugar de Artes–

–No importa. La que sea– respondió él con rapidez.

–Dime una– insistió la secretaria.

–De acuerdo– Jack rebuscó entre los papeles del escritorio. Encontró entonces una hoja perteneciente al taller de carpintería. –¡Carpintería!– respondió de inmediato.

–Bien, esto es lo que harás– le dijo Mary Ann en tono conspirativo. –Irás con el profesor Sprouse y hablarás con él para que acepte tenerte en su clase. Después irás con miss Baranski, le explicarás este intercambio de materias, e intentarás convencerla de que al final del año te ponga en la boleta la calificación que hayas obtenido en Carpintería–

Jack entendió de qué iba todo aquello. Asintió.

–Ya, ya entiendo, pero... ¿Es legal esto?–

–No, pero yo te ayudaré– la secretaria exhaló. –He arriesgado mi pellejo por ustedes tantas veces, ¿qué más da una vez más?–

Jack sonrió.

Esa mujer se merecía el cielo.

–Gracias, Mary Ann, eres un sol– se acercó a ella y le dio un sonoro beso en las mejillas. Prontamente salió corriendo de ahí.

Tratar con el profesor Sprouse sería fácil, era un sujeto agradable, sin embargo no pensaba lo mismo de miss Baranski. Exhaló.

Iba a necesitar toda la suerte del mundo.

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Tal y como había pensado antes, hablar con el profesor de Francés había sido sencillo. Él había accedido a lo que Jack le había pedido, sin problema alguno.

Pero ahora venía una parte muy difícil, y esa era enfrentarse a miss Baranski.

La maestra era conocida por su elegancia y perfección a la hora de realizar su trabajo. También por su carácter fuerte y extravagante.

Exhaló, resignado a que debía hablar con ella esa misma mañana sí o sí. Se dirigió entonces al teatro de la escuela.

La localizó al frente de las butacas. Revisaba su tabla, y ladraba órdenes a su asistente. Al parecer estaba en medio de algo importante, sin embargo el tema de su materia no podía esperar. Jack se acercó.

–Miss Baranski, ¿puede darme un momento para hablar?– le preguntó cortésmente.

–Un segundo– le pidió alzando el dedo frente a él. –Y por favor, Kaycee, ocúpate ya mismo de llamar a la de vestuarios. Quiero que se ponga a trabajar cuanto antes. La escenografía la quiero lista a más tardar el mes que entra. Y reparte los diálogos hoy mismo, antes de que la clase termine–

–Eh... ¿maestra?–

–Ah, sí. ¿Qué se te ofrece, Reed?– le preguntó.

–Sucede que...– Jack empezó entonces a explicarle todo el asunto que había hablado con Mary Ann acerca de las materias, y el intercambio de calificaciones para el final de ciclo escolar.

Sin embargo la maestra le prestó muy poca atención. Se dirigió a sus alumnas que recién aparecían sobre el escenario.

–Quiero que empiecen Jingle Bells ahora mismo, por favor, Ariana, dirígelas–

Grandioso.

Ariana estaba ahí.

Jack y ella hicieron un rápido contacto visual que los hizo recordar a ambos, el beso que habían compartido un par de noches atrás. De inmediato los dos apartaron la mirada.

La castaña no volvió a mirarlo, sino que se concentró únicamente en la tarea que la maestra le pedía. Ella, Liz y las otras tres chicas se colocaron en posición. Esperaron a que la asistente pusiera la pista, y sin más comenzaron con el ensayo.

♪Jingle bell, jingle bell, jingle bell rock. Jingle bells swing and jingle bells ring. Snowin' and blowin' up bushels of fun. Now the jingle hop has begun

Jack deseó no prestarle atención, sin embargo Ariana bailando aquella conocida canción navideña lo mantuvo bastante entretenido. Tanto que por momentos olvidó el verdadero motivo que lo había llevado ahí en un principio.

Algo debía reconocerle a aquella pequeña malcriada, y eso era que se movía bien. Bastante bien. No importaba si se encontraba sobria o ebria, ella sin duda dominaba bien el arte de la danza. Su cuerpo se movía con sensualidad nata, como si hubiese nacido especialmente para eso. Derrochaba técnica y habilidad. Experiencia en cada uno de sus movimientos.

♪What a bright time, it's the right time, to rock the night away. Jingle bell time is a swell time to go glidin' in a one horse sleigh..

Inevitablemente los ojos de Jack recorrieron con detenimiento, observando cada detalle, sin posibilidad de perderse de algo.

Su pasión y su entrega fue lo que más llamó su atención. Ella realmente disfrutaba todo lo que hacía.

Jack tuvo que obligarse a dejar de mirarla. Tuvo que obligarse a dejar de pensar en ella.

¡Maldición!

–¡Excelente! ¡Excelente, Ariana! ¡Muy bien, chicas!– la maestra parecía satisfecha con lo que veía. Las animaba a seguir así.

El chico a su lado, exhaló.

–¿Maestra?– la llamó. –Entonces... ¿Me autoriza el cambio de materia?–

Miss Baranski lo miró olvidándose por un segundo de la coreografía navideña.

–¿Un cambio de clase?– le preguntó con el ceño fruncido. –¿A qué se refiere, Reed? ¿Está usted inscrito en alguna de mis materias?–

Jack exhaló dándose cuenta de que la maestra no le había prestado la más mínima atención a lo que le había dicho en un principio.

–Artes I– respondió.

–¿Y quiere hacer un cambio? Tengo entendido que el tiempo ha terminado–

–De eso es vine a hablarle. Esto del arte... no es lo mío– dijo muy consciente de la hermosa chica de cabello castaño que bailaba como una diosa, tras su espalda.

–¿Y por qué tomó la materia entonces?–

–Fue un error, yo no debía estar inscrito en esta materia– fue la sencilla respuesta de él.

–¿Y cuál es la solución que propone?–

Brevemente Jack volvió a explicárselo todo. El asunto de tomar el taller de Carpintería en lugar de asistir a la clase de Artes, y que al final ella y el profesor Sprouse intercambiaran calificaciones.

Miss Baranski lo miró analizando sus palabras y la situación.

Alzó la ceja.

–No lo sé, Reed. Me parece que ni siquiera le ha dado una oportunidad a este gran mundo del arte y el teatro musical–

–No necesito hacerlo– contestó muy seguro.

–¿No hay nada aquí que pueda interesarle?–

Jack puso todas sus resistencias para no mirar hacia donde Ariana se encontraba, sin embargo no tuvo tantas fuerzas. Su cuerpo se tensó mientras los oscuros ojos la miraban.

Ella también lo miró. Se ruborizó sintiéndose nerviosa de pronto, y enseguida se giró volviendo a ignorarlo.

Él tragó saliva.

–No– fue su rotunda respuesta.

Miss Baranski alzó los ojos con curiosidad. Desde luego había notado ese intercambio de miradas, y la reacción de ambos. Ahora se sentía muy intrigada con respecto a ello.

–Muy bien, Reed– le dijo entonces. –No puedo obligarlo a tomar una clase que usted no desea. Venga aquí a final de semestre con su calificación de Carpintería, y yo la pondré en su boleta–

Jack no pudo evitar mostrar su alivio.

–Muchas gracias, maestra–

–De nada. Buena suerte–

Evitando a toda costa mirar hacia Ariana, él salió rápidamente de ahí.

Miss Baranski lo observó marcharse. Una ligera sonrisa apareció en su rostro todavía sorprendido.

Se preguntó entonces si todo había sido parte de su imaginación o en serio esos dos habían compartido un curioso contacto visual y quizás algo más.

Pensar en Ariana teniendo algo con aquel chico, que si no estaba equivocada, era conocido como el malo de la escuela, parecía increíble pero no tanto.

–Polos opuestos se atraen– susurró divertida.

–¿Perdón?– cuestionó su asistente.

Miss Baranski negó.

–Nada. Olvídalo– sonrió. –¡Muy bien chicas! ¡Les salió excelente! Ariana, divina como siempre. Tómense un descanso de cinco minutos– enseguida se ocupó de otros asuntos junto con Kency.

Ariana y Elizabeth por su parte se reunieron para beber un poco de agua de sus botellas mientras recibían las siguientes instrucciones para su ensayo.

–¿Qué fue eso?– le preguntó la chica de ojos azules con evidente confusión.

–¿Qué cosa?– Ariana no comprendió.

–El bravucón. No dejó de mirarte mientras estuvo aquí. Y tú también lo miraste a él como si se conocieran. ¿Acaso me perdí de algo?–

Entonces los nervios la abarcaron por completo. Ariana no pudo creerse que en verdad su amiga estuviese diciéndole aquello. Se sintió horrorizada ante la posibilidad de que Liz descubriera el asunto de las fotos y del beso que se habían dado. ¡Vergüenza total!

–Eh... Claro que no, Liz– respondió con expresión de asco. –Ese tipejo y yo jamás hemos cruzado palabra–

>¡Mentirosa!< de nuevo su traicionera mente le recordaba todo lo sucedido. Claro que había cruzado palabras con Jack Reed, y también mucho más. Desde luego ya no eran dos desconocidos.

Se estremeció.

–Pues eso fue muy extraño– insistió su amiga.

Ariana empezó a perder la paciencia.

–¿Sabes qué, Liz? Ni siquiera sé por qué estamos perdiendo tiempo manteniendo esta estúpida conversación. Tengo algo en mente– enseguida cambió su tono de voz.

–¿Qué cosa?– Elizabeth frunció el ceño.

–Voy a vengarme de Drew por la noche del sábado y por haberme cambiado por una nerd. Me las pagará. Se arrepentirá de todo lo que me hizo– dijo muy segura. Su malvada sonrisa apareció.

–¿Y cómo piensas hacerlo?–

–Muy sencillo. Empezaré por contárselo todo a Selena. Haré que lo odie. ¿Qué te parece esta actuación?– la expresión en su rostro cambió. Sus ojos se cristalizaron con lágrimas falsas. –Te...te juro que yo no quería hacerlo, Selena, pero... Drew... Drew insistió tanto. Yo lo amo, y no pude negarme. Creo que él sólo está jugando con las dos– enseguida tapó su cara con ambas manos, y un gran sollozo salió de su garganta.

Elizabeth alzó las cejas con sorpresa y admiración.

–Vaya. Nadie puede negar que seas una gran actriz, Ari, pero... ¿No te parece que es una locura?–

¿Una locura?

–Por supuesto, pero no me importa. No me importa nada, Liz, salvo separar a esos dos– contestó con desprecio.

–¿Y eres consciente que después de esto Drew te odiará aún más?–

–Él ya me odia– respondió Ariana con simpleza.

Elizabeth exhaló frustrada.

–¿Por qué mejor no los dejas en paz, Ari? Esto es una pérdida de tiempo. No vale la pena. Ni Drew ni Selena lo valen–

Pero Ariana negó.

–Claro que vale la pena, Liz. Si yo no seré feliz, quiero asegurarme de que esos tortolitos tampoco lo sean. Arruinaron mi vida y mis ilusiones, yo arruinaré las suyas–

Estaba convencida y nadie iba hacerla cambiar de opinión.

Se vengaría de Drew, haría que se arrepintiera por haberla dejado.

Y en cuanto a Selena... Iba a romperle ese cuentito de princesas en el que estaba viviendo.

Sonrió.

Su venita de maldad lo disfrutaría muchísimo.

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–¿Drew?–

Selena agitó su mano numerosas veces frente a los ojos claros de su novio.

–¿Drew? ¿Estás bien?– volvió a llamarlo.

Fue entonces cuando él reaccionó.

–¿Qué? Disculpa, linda. Estaba un poco distraído–

–Creo que lo has estado todo el día– señaló Selena.

Durante toda aquella mañana él había estado teniendo una actitud bastante distante, y eso la tenía muy confundida.

Intentó despreocuparla.

–Estoy bien, lo prometo– aseguró sonriéndole.

–¿Estás seguro? Te he notado muy raro hoy. Sabes que puedes confiar en mí, ¿cierto? Yo confío en ti más que nadie en el mundo– lo tomó de las manos.

El pecho de Drew dio un vuelco. La miró con angustia y se sintió como con desgraciado.

Un par de días antes había estado teniendo relaciones sexuales con Ariana, siéndole infiel a Selena, traicionando el amor que había jurado tenerle, y todo por una estúpida calentura, por quitarse esa duda que había tenido, su estúpido deseo de adolescente de saber qué se sentía tener en sus brazos a la que había sido su novia por dos años. Ahora lo sabía y se arrepentía como nunca.

Probablemente aquel había sido el peor error de su vida, y siempre lo lamentaría. Sólo esperaba que la vida no se lo hiciera pagar caro.

De nuevo miró a Selena.

Ella era lo mejor que le había pasado. La amaba muchísimo. Era la chica más increíble, la más honesta, la más leal, la más dulce y noble.

Tenía que decírselo. Su mente había estado acosándolo con aquello desde el momento en que salió de aquel maldito departamento en el que él y Ariana habían follado.

Había prometido que nunca le mentiría a Selena, y eso lo llenaba de mucha angustia.

¿Pero cómo iba hacerlo? ¿Cómo iba a decírselo?

Le rompería el corazón, y lo peor... Se alejaría de él. Lo odiaría.

¡No! ¡No podía permitirlo. La amaba.

La decisión fue tomada en ese instante. No le diría nada. No se lo diría nunca. Drew prometió entonces serle fiel por siempre, vivir por ella y para ella. La haría feliz, muy feliz, así compensaría su gran error. Sí, eso haría, se dijo convencido y entonces empezó a sentirse más tranquilo.

Pero ella lo miró entonces nerviosa.

–Yo... yo sí tengo algo que decirte–

–¿Qué cosa, Sel?– le preguntó.

–Bueno... Encontré esto en mi casillero. Creo que Ariana lo dejó ahí–

Era un trozo de papel. Drew frunció el ceño y lo tomó de inmediato, casi arrebatándoselo de las manos.

Rápidamente lo leyó.

Tengo algo muy importante que decirte. Ven a mi camerino en el teatro de la escuela a la hora de salida. No le digas nada a nadie de esto, especialmente a Drew. Te haré un favor y te abriré los ojos. Ariana B.

La furia llenó a Drew. Casi tembló de rabia. El papel se hizo añico en sus puños.

–Esa...– la palabra no salió. –¡Maldición!– ahora entendía cuál había sido el plan. Entendía porque lo había citado en aquel lugar. Ella no había querido despedirse de él tal y como había asegurado, sino tenderle una trampa, atraparlo. Separarlo de Selena. Pero iba a escucharlo. Iba a enfrentarse a un Drew Van Acker bastante enfurecido. ¡Lo lamentaría! De inmediato se puso en pie. –Yo me encargaré– la voz salió helada, pero antes de marcharse se giró para mirarla. –Y por favor... Nunca, nunca, bajo ninguna circunstancia te acerques a ella, ¿de acuerdo? Es malvada, es egoísta, y es mentirosa– ¡Era una perra! Pero no deseaba soltar aquella palabra frente a su novia. –No lo olvides nunca, Sel. Ella quiere separarnos. Prométeme que jamás creerás una palabra de lo que dice– la sujetó de los hombros casi desesperado. –¡Prométemelo!–

Confundida por su extraña actitud y por el grado de enfado que vio en él a Selena no le quedó otra opción más que hacer lo que le pedía.

–Lo... lo prometo, Drew–

Él asintió satisfecho con su respuesta.

–Bien. Ahora vuelvo– bajó su rostro para besarla, y después se marchó.

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Ariana caminó por el pasillo con aquel estilo tan característico de ella. Contenta de saber que seguía siendo la más linda y popular de toda la escuela.

Se dirigía a su clase de Historia, aunque se sentía de muy pocos ánimos como para tolerar a la señorita Walters, sin embargo debía asistir e intentar sacar una excelente nota. No podía reprobar la materia pues estaba en juego su entrada a Julliard.

Pensaba en ello cuando una mano la jaló con violencia, haciéndola volverse.

Era Drew, y se veía furioso.

Por alguna razón ella no soportó que la tocara. De inmediato se zafó de su agarre.

–¡Suéltame!–

Su propia reacción la sorprendió. Nunca antes había sentido esa sensación de repulsa hacia él. Nunca antes había rechazado su tacto. ¿Por qué ahora sí? ¿Qué estaba sucediendo?

Sin embargo Drew no le dio oportunidad de pensar en sus motivos. La tomó de ambos hombros y empezó a zarandearla.

–¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?!–

–¡¿De qué estás hablando?! ¡Y no te atrevas a volver a tratarme así!– le recriminó la castaña apartándose de él.

La ira brilló aún más en la expresión de Drew. La miraba como si la odiara.

–¿Y entonces cómo quieres que te trate?– le preguntó con cinismo.

Ariana adoptó una pose de absoluta autosuficiencia.

–Creo que merezco un poco de consideración después de haberte entregado mi virginidad–

Drew la miró ahora horrorizado.

Inmediatamente él cubrió la boca de su ex novia utilizando la palma de su mano.

–¡No vuelvas a repetir eso! Jamás sucedió, ¿queda claro? No pasó nada entre nosotros el sábado por la noche. ¡Ya olvídalo!–

Ariana abrió los ojos con sorpresa y enfado.

¿Ahora él se atrevía a negarlo? Había sido la experiencia más dolorosa en el mundo para ella, ¿y ese cobarde se atrevía a negarlo? ¿a exigirle a ella que lo olvidara? ¡Tenía que estar loco!

–Pero sí pasó, Drew– la castaña le sonrió con maldad. –Por más que intentes negarlo o esconderlo, sucedió. Me convertí en mujer en tus brazos–

Él la detestó más y más.

–Te juro que si pudiese regresar el tiempo, jamás te habría tocado... ¡Mejor aún! Jamás te habría pedido que fueses mi novia hace dos años–

Ella se hundió de hombros demostrándole lo poco que la afectaba lo que le decía.

–Oh, pues es una lástima que no puedas retroceder el tiempo. Lo hecho, hecho está Drewey– hablaba como una verdadera villana. Su voz era malvada, llena de burla.

Drew se mantuvo muy quieto todavía mirándola.

–No entiendo cómo es que no vi antes esto en ti–

–¿Qué cosa?–

–Tu lado perverso. Esto que tengo aquí enfrente. Una mujer despiadada que no le interesa pisotear a los demás simplemente por conseguir lo que quiere–

Esta vez Ariana no se mantuvo indiferente.

–¡No tienes derecho a hablarme así!–

–Después de haberme llevado a la cama con trampas y manipulaciones, yo creo que tengo todo el maldito derecho a hablarte como me pegue la gana–

Ariana enfureció.

–¿Ahora vas a hacerme responsable por todo?–

–¡Fuiste tú la que me citó ahí!– acusó Drew. –Fuiste tú la que te desnudaste. La que me sedujo. Por tu culpa cometí la mayor estupidez, y engañé a Selena–

¡Desgraciado!

El enojo de la castaña fue en aumento. ¿Cómo se atrevía a deslindarse de todo?

–¿Acaso te puse un arma en la cabeza, obligándote a que me follaras? Si mal no recuerdo, lo demás lo hiciste tú solito, Drew. Creo que a final de cuentas Selenita no tiene al príncipe leal y fiel de su patética historia de amor–

Él la miró enrojecido. Apretó los puños, y fue entonces cuando Ariana temió que él fuese a golpearla. Lo vio tan alterado que en serio creyó que lo haría.

–Ya lo sé– fue su respuesta, y de nuevo la apretó con gran fuerza, lastimándola sin importarle. –Ya sé que fui un imbécil, y nunca me lo perdonaré, pero a ti tampoco te perdonaré. Ya estoy harto de ti, estoy harto de todos tus caprichos y de toda tu maldad. Entérate de una vez que el mundo no gira alrededor de ti, no eres el centro del universo, no eres más que una mujer egoísta y sin amor por nadie, que terminará sus días sola y amargada. Yo jamás dejaría a Selena por ti. Jamás regresaría contigo, y creo que ningún hombre querría estar con alguien tan malvada como tú por más bonita que seas. La belleza se acaba, ¿sabes, Ariana? Y debajo de esa carita linda, no hay nada que valga la pena. Gracias al cielo me di cuenta a tiempo–

Desde luego todas aquellas palabras la hirieron. El labio le tembló. Los ojos de Ariana se llenaron de lágrimas porque muy en el fondo sabía que habían algunas verdades en todo lo que él le había dicho. Verdades que le atravesaban el corazón como dagas.

Fue ese momento en que Jack apareció en el deshabitado pasillo. Con el ceño fruncido observó a Drew empujarla justo antes de marcharse y dejarla sola. También notó el rostro lleno de lágrimas en la castaña, y de pronto el deseo de ir detrás de aquel junior y partirle la cara, lo inundó. ¿Acaso no era hombre, o por qué se atrevía a maltratar así a una mujer? Aún peor porque era su novia.

Verdaderamente estuvo a punto de hacerlo. Alcanzar a Drew Van Acker y...

Respiró hondo.

No era asunto suyo, se recordó a sí mismo.

Dio media vuelta y se alejó de ahí.

Ariana limpió su llanto, y tomando dirección contraria, también se marchó.

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Por la noche, Jack estacionó su motocicleta en el concreto de la calle, y bajó de ella, dejando el casco asegurado al asiento.

Se dirigió entonces al viejo edificio donde Mark Ruffalo tenía su oficina.

Cada último lunes del mes, debía asistir a una cita evaluativa con él.

Jack lo consideraba una estupidez, pero debía acudir o de otro modo habría anomalías en su caso, y lo último que deseaba era causarle problemas a Mark.

Era cierto que hacía ya un par de años que había cumplido la mayoría de edad, pero se había comprometido con el estado a que terminaría al menos la preparatoria.

Afortunadamente estaba ya a poco de hacerlo y al fin sería libre.

Subió escalones y finalmente llegó a la puerta correspondiente.

Tocó y esperó a que fuera abierta.

–Adelante Jack– Ruffalo le sonrió. Ya lo esperaba. –¿Cómo has estado?–

Enseguida ambos tomaron asiento. Mark tras el escritorio, y Jack en uno de los asientos frente a él.

–Noah me contó sobre esa pelea que tendrás en un par de meses, es genial–

Jack asintió.

–Sí bueno, será la primer pelea importante que tendré así que nos emociona mucho–

Mark sonrió.

–Lo sé. Noah no ha dejado de hablar de eso desde que volvió de Houston. Me da gusto ver que son tan amigos, y que ambos luchan por alcanzar el mismo sueño–

Aquello era cierto. Jack no pudo evitar esbozar una ligera sonrisa.

Él y Noah eran más que amigos. Eran casi hermanos.

Todavía recordaba el día en que se habían conocido. Después del asunto de la demanda de los Smith, Jack había tenido que pasar un par de noches en casa de Mark. Él lo había instalado en la habitación de huéspedes, y le había dicho que cualquier cosa que necesitara sólo lo dijera. Lo que el problemático y desamparado adolescente había necesitado había sido un poco de aire fresco.

Jack había salido de la casa y se había sentado en el pórtico. Había estado furioso con ellos y con la vida, pues todo lo malo parecía siempre perseguirlo. Mientras pensaba en toda aquella mierda, y los imbéciles que lo habían inculpado de atacar al jefe de familia de aquella detestable familia en la que se había visto obligado a vivir temporalmente, se había dado cuenta de que algo extraño sucedía frente a él.

Lo que parecía ser una pandilla, rodeaba a una niña de aproximadamente doce años, la molestaban y se burlaban de ella.

La chica había estado en peligro, y él simplemente no había podido quedarse observándolo todo sin interferir.

–¡Déjenla en paz!– les había gritado llamando la atención de todos ellos.

–¿Quién lo dice? ¿Tú y cuántos más?– evidentemente se habían burlado de él.

–Les he dicho que la dejen en paz. ¿O es que tienen tan pocas bolas que no pueden conseguir a una chica sin acosarla?–

La pandilla de maleantes no había tomado bien las acusaciones de Jack, y enseguida se habían olvidado de la niña, quien había aprovechado para salir corriendo de ahí.

–¿Qué acabas de decir, imbécil?–

Había sido entonces cuando un horrorizado Noah apareció, tomándolo de los hombros e intentando devolverlo a la casa.

–¡No, no, no! Él no quiso decir nada, ¿cierto, Jack? Será mejor que entremos. Papá servirá la cena pronto–

–¿Es amigo tuyo, Noah? ¿O es tu novio?–

–¡Seguro los dos son maricas!–

–¡Sí, son maricas!–

–¡Bésense!–

Noah los había ignorado completamente.

–Jack, será mejor que entremos. Yo los conozco. Son tipos de cuidado, por favor–

Pero Jack había estado poco dispuesto a escucharlo.

–¿Llamarnos maricas es lo único que tienes cabrón?–

–También tengo esto para ti– el que parecía ser el líder había saltado de inmediato mostrándole sus puños. –¿Lo ves? Te enseñaré a no meterte en lo que no te importa– entonces le había lanzado un fuerte puñetazo.

Mismo puñetazo que Jack había capturado en el aire antes de que consiguiera golpearlo. Lo siguiente que había hecho había sido retorcerle el brazo tras su espalda, fracturándole los huesos de la muñeca. Lo había lanzado al suelo, y entonces había ido por el siguiente, y después por el siguiente, y el siguiente. Fractura de muñeca, una nariz rota, dos dientes caídos, y una contusión habían sido las lesiones en aquel grupo de delincuentes en potencia.

–¿Quieren más?– había sido la respuesta de Jack, quien había terminado ileso.

Los chicos con expresión de terror, habían salido corriendo de ahí.

–¡Woow! ¿Cómo hiciste eso?– Noah lo había mirado maravillado. –¡Le pateaste el trasero tú solito a esos cuatro, y todo en menos de cinco minutos! ¿Acaso eres un Power Ranger o algo? ¿Tienes súper poderes? ¡Vamos, dímelo! ¡Yo puedo guardarte el secreto!–

Jack lo había mirado con el ceño fruncido al darse cuenta de que el hijo de Ruffalo no bromeaba.

–¿Qué? Yo no tengo súper poderes, no digas estupideces–

–¿Entonces dónde aprendiste a golpear así? ¡Fue fantástico!–

–En la calle. Tuve que aprender a hacerlo–

–¿Por qué?–

–Para defenderme–

Noah había quedado más que impresionado.

–¿Y podrías enseñarme?–

Jack lo había mirado recordando lo que Mark le había dicho en un inicio. Que el chico tenía su edad, y que podían llevarse bien. Sin embargo había pensado en lo distintos que eran. Noah había sido un chico alegre, soñador, fantasioso. Él en cambio había sido cínico y sin una sola esperanza.

–¿Por qué no?– había sido su respuesta.

La gigantesca sonrisa de Noah había aparecido.

–¿Sabes? Papá tenía razón en lo que dijo–

–¿Qué fue lo que dijo?–

–Que eres un chico de muy buen corazón–

Desde aquel día Noah y Jack se habían hecho grandes amigos. Los dos habían entrado al gimnasio del barrio, y se habían dedicado a alcanzar un mismo objetivo.

A pesar de ser tan diferentes, habían congeniado más que bien, y su amistad era verdadera.

–Deseo que consigan todo lo que se proponen– le dijo Mark regresándolo al presente. –Pero es importante asegurar tu futuro, Jack. Noah está a un año de terminar su licenciatura en Leyes. Quiero el mejor futuro para él, y lo mismo quiero para ti–

El chico exhaló.

–De eso quería hablarte–

–Pues te escucho–

–Es sobre el asunto de la universidad–

–¿Ya decidiste qué carrera estudiarás?– Mark era el principal interesado en ese tema.

–Sí– Jack asintió y enseguida soltó su respuesta. –Ninguna–

–¿Ninguna?– claramente lo había dejado bastante sorprendido. –Jack, ¿pero estás seguro? El gobierno está dispuesto a pagar por tus estudios. Les presenté tu caso y están muy interesados en ayudarte a salir adelante–

–Y te lo agradezco mucho. No puedo estar más agradecido contigo por todo lo que has hecho por mí, pero quiero tomar mi propio camino. La escuela no está en mis planes– Jack hablaba muy en serio.

Ruffalo sopesó sus palabras analizándolas.

–¿Sabes el riesgo que eso implica? Tienes que tener algo asegurado. Una carrera te da seguridad–

–Voy a lograrlo, Mark– Jack no tenía duda, y quería convencerlo de ello para que pudiese entender su decisión.

–Jack... No lo sé. Quiero decir, claro que quiero que cumplas la meta que te has propuesto, pero...–

El joven negó, evitando que siguiera hablando.

–¿Desde qué edad me conoces?–

–Creo que tenías diez años o poco menos– exactamente desde que los del departamento de lo infantil se lo habían quitado de las manos al desalmado de su padre.

–Entonces ya debes saber que yo siempre logro lo que me propongo–

Mark soltó un suspiro porque él bien tenía razón.

–Es cierto– admitió.

Jack sonrió.

–Entonces confía en mí–

–Claro que lo hago– respondió.

–Lo lograré, Mark. Un día mi nombre estará escrito en la pelea estelar de la UFC, te lo juro–

Ruffalo no pudo hacer otra cosa más que sonreír.

–Ya lo creo que sí–

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Ariana entró a su casa azotando la puerta con gran fuerza. Después de clases se había pasado la tarde entera llorando dentro de su coche, estacionada en un parque solitario.

Al escuchar el estruendo, Sandra salió deseando averiguar qué había sido la causa de aquel ruido.

–¿Pero qué fue eso?– le preguntó a su hija.

–Ahora no, mamá– Ariana no deseaba hablar, se sentía bastante mal. Lo único que deseaba era llegar a su habitación y no ver a nadie más.

Sin embargo su madre la siguió subiendo las escaleras detrás de ella.

–Ariana, espera... Ariana–

–¡Dije que ahora no!–

La joven entró a su habitación, y cerró la puerta en una clara invitación a que la dejara sola, sin embargo Sandra aun así entró.

Ariana se había arrojado a la cama, y había empezado a llorar con desconsuelo.

–¿Qué ocurrió? ¿Por qué lloras ahora?– le preguntó. –¿Es que todo salió mal con Drew?–

Harta de todo aquel tema, Ariana se puso en pie, y miró a su progenitora con gran enfado.

Aquello era todo lo que le importaba a ella. Drew. Que volviera con Drew. Que perteneciera a la familia de Drew. ¡Maldición! No le importaban sus sentimientos.

–¡Sí, mamá!– le gritó. –¡Todo salió mal con Drew! ¡Tuve sexo con él, tal y como me dijiste! ¡Le entregué mi cuerpo y mi virginidad! ¡¿Y adivina qué?! ¡No le importó! ¡Ahora me odia más! ¡Olvídate ya de él!–

Impresionada, Sandra se quedó estática.

–¡Pues ingéniatelas! ¡Tú debes saber qué hacer!–

Ariana se giró y utilizó sus manos para cubrirse el rostro y ahogar un grito de frustración.

La presión era demasiada.

Deseaba desaparecer, que la dejaran en paz.

–Mamá, ¿puedes dejarme sola?– le pidió con voz más calmada.

–De acuerdo, hija. Creo que necesitas tiempo para pensar bien cuál será tu siguiente movimiento. No vas a rendirte ahora, ¿me escuchas?–

–Pues sí. Pienso rendirme. Por mí Drew puede quedarse con esa estúpida. ¡Que se pudran los dos!–

Horrorizada, Sandra se llevó una mano al pecho.

–¡No harás eso!– le recriminó.

–¡Claro que sí lo haré! ¡Ya estoy harta!–

–Bien, pues espero que vayas ahora mismo con tu padre, y se lo digas–

¿Su padre?

Ariana palideció al pensar en él.

Cielo santo. No podía decirle a su papá que había perdido a Drew, que él la odiaba, que no quería volver a verla.

Sandra salió furiosa de su habitación, y la dejó sola.

De nuevo el llanto embargó a la joven castaña, y se sintió desesperada.

No sabía qué demonios iba hacer ahora.

Ya no había esperanza alguna con Drew. Ya no había manera de recuperarlo.

Aquella noche, ella lloró largas horas sintiéndose dolida y muy triste.

De haber imaginado todo un futuro junto a él... Ella y Drew casados, amándose para siempre, ahora no había nada que los uniera. Ni siquiera los buenos recuerdos.

Ariana se pasó un mes entero lamentándose aquel hecho, sin embargo una de aquellas mañanas, algo extraño sucedió...

Antes siquiera de que pudiese poner un pie fuera de su cama para empezar el día e irse a la escuela, las náuseas la azotaron haciéndola sentirse más enferma de lo que se había sentido nunca en toda su vida.

Inmediatamente había corrido al baño.

Fue únicamente bajar su cabeza al inodoro, y al segundo todo sucedió.

La castaña vomitó, y vomitó, y siguió vomitando toda aquella mañana.

Los sonidos retumbando en las cuatro paredes. El sudor recorriendo su frente, sus manos sujetándose para no caer, su estómago hecho un caos, el vómito que parecía no tener fin.

Luego de horas en las que Ariana sintió que había expulsado todo lo que tenía en su interior, tomó asiento en el piso del baño, y se hizo un ovillo, cubriendo el rostro con sus rodillas.

–¿Qué demonios pasa conmigo?– se preguntó. Un fuerte mareo la envolvió, y ella misma supo que al menos por aquella mañana, lo mejor sería que se quedara en cama.

Sí. Se tomaría un descanso.

Eso era lo que necesitaba. Aquellas últimas semanas habían sido terribles, y debía reponerse emocionalmente.

Estaba segura de que al día siguiente estaría perfecta.

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