Capítulo 4-2T

Ariana ni siquiera se detuvo a pensar en cómo demonios él conocía su nombre.

¡Cielo santo!

Se quedó paralizada. Un sentimiento muy grande de horror y consternación se apoderó de ella.

Todo absolutamente todo dejó de tener importancia salvo una sola cosa...

Drew lo había llamado... ¡Lo había llamado su hijo! ¡Maldición!

La histeria la llenó, aún así intentó mantener la calma. Estaba en un lugar público.

¡Maldito Drew!

–¡No!– negó. –No pienso hablar absolutamente nada de él contigo porque no es de tu incumbencia. ¡No es tu hijo!– trató de no levantar la voz pero al final no pudo hacerlo. Estaba temblando de ira, de indignación, de miedo incluso.

Drew soltó un suspiro.

–Sí lo es. Ariana. Lo he visto– le explicó. Estaba muy tenso al igual que ella. –Es un Van Acker, no me queda ninguna duda–

–¡No! ¡No lo es!– la castaña se sintió desesperada. Aquello era como una pesadilla. Una que jamás pensó que llegaría a vivir. Que en definitiva no esperaba. ¡¿Por qué Drew estaba haciendo aquello en esos momentos?! ¡Lo odiaba! Lo odiaba muchísimo. Ese odio no había estado ahí antes pero en ese instante llameó como una antorcha. –¿Tengo que recordarte que tú mismo rechazaste tu paternidad? ¿Tengo que recordarte todo lo que me dijiste?– sin poder evitarlo se le salieron las lágrimas. Inmediatamente las limpió por dignidad.

Drew palideció. Su tensión fue mayor. Desvió la mirada en lo que pareció un gesto de vergüenza.

Sí. Se arrepentía de su comportamiento del pasado. Se arrepentía muchísimo. Infinidad de veces había deseado poder regresar el tiempo. Algo imposible para su mala suerte.

–De eso quiero hablarte, Ariana– se aclaró la garganta. Alzó la cabeza y la miró fijamente. No le sorprendió en nada la respuesta de ella. Sabía que se merecía eso y más. Era consciente de que no sería fácil pero aún así debía intentarlo. Luchar.

–No tengo nada que hablar contigo. ¡Déjame en paz!–

–Sólo escúchame– le suplicó. Esta vez fue más inteligente y no la tocó. Aún así le obstruyó el paso con su propio cuerpo.

Ariana empezaba a sentir que se asfixiaba. Necesitaba aire.

–No quiero escucharte– le respondió. Más lágrimas resurgieron. De nuevo las limpió utilizando el dorso de su brazo.

–Yo era muy joven, Ariana– se excusó él. Estaba a punto de soltarse a llorar también.

–Yo también lo era, Drew– sollozó la castaña. La voz se le quebró y se detestó a sí misma por no ser capaz de controlar sus emociones al recordar todo aquello.

Drew la miró con pesar. No estaba orgulloso de todo por lo que la había hecho pasar.

–Fui muy egoísta, Ari–

–¡No me llames así!– le recriminó la castaña. Sólo la llamaban de aquel modo las personas que la querían, y a quienes ella quería. Escucharlo decirle así le trajo recuerdos no deseados. Cuando lo había amado, o cuando había creído que lo amaba. Se estremeció.

–Bien, disculpa, Ariana. Es sólo que yo... Estoy muy nervioso. Sólo quiero que conozcas mi parte de la historia–

–No me interesa. ¿Entiendes? ¿Además qué vas a decirme que no sepa ya? Me dejaste por otra, estaba esperando un hijo tuyo y ni siquiera me creíste. Me llamaste mentirosa, zorra, perra...–

De nuevo la cara de él se desfiguró. Una angustia muy grande se reflejó en sus facciones.

Aún así Ariana no le creía en lo más mínimo. No importaba si era sincero o no.

–Estaba enamorado. Pensé que amaba a Selena, y me cegué– exhaló cansado. –Si sirve de algo... Ya no estoy con ella–

La castaña le mostró un gesto de asco.

–No me puede importar menos si siguen o no juntos–

–Sí, eso supuse– respondió como resignado, aún así no iba a darse por vencido. –Pero al menos intenta ponerte en mi lugar. Yo... yo me dejé llevar por ideas estúpidas. Intentaste que regresara contigo por todos los medios, por eso... por eso pensé que lo del embarazo era un invento, que...que estabas intentando atraparme. Me aterré ante la... la posibilidad de que estuvieses diciendo la verdad, y... en ese momento mi mejor opción fue convencerme de que estabas engañándome–

–¿Crees que yo no estaba aterrada? ¡Me dejaste sola!– le recriminó.

–Me equivoqué... Me di cuenta de que me equivoqué, Ariana, y ya está. No puedo hacer nada por cambiar el pasado. ¿Puedes al menos entenderme?–

Ariana negó y maniató para hacerlo callar.

Casi no podía creerse que en verdad Drew Van Acker estuviese ahí, en ese pasillo que conducía a los baños del IHOP, diciéndole toda aquella sarta de idioteces.

Ella nunca creyó que algún día lloraría de rabia, pero las lágrimas seguían surgiendo.

¿Cómo se atrevía? ¡¿Cómo se atrevía?!

–Cállate. No me interesa escuchar tus excusas, o escuchar qué tan asustado estabas cuando yo sufrí muchísimo– lo miró acusadoramente. Llena de desprecio por él. –Estaba embarazada y me diste la espalda. Me abandonaste cuando más te necesitaba, así que no te atrevas, Drew, no te atrevas a venir y decirme que mi hijo es un Van Acker porque no te lo voy a permitir–

–¿Entonces es un Reed?– la voz de Drew sonó a pura amargura.

Ariana ni siquiera dudó en su respuesta.

–Sí. Mi hijo lleva el apellido de su padre. Es un Reed–

Drew negó. Cerró los ojos. Le dolía escuchar eso y no se preocupó en esconderlo.

–Jack no es...–

–Jack cuidó de mí y de Aaron– lo interrumpió Ariana enfurecida, completa y enteramente dispuesta a defender a su hombre. –Nos dio amor y protección. Nos dio la oportunidad de ser una verdadera familia. Fue nuestra salvación–

Su salvación...

Sin embargo Drew no podía verlo más que como el hombre que le había robado el cariño de su hijo. Los recordó jugando y abrazándose momentos antes cuando los había estado espiando. Una vocecita en su interior le dijo entonces que debía ser él quien disfrutara del amor de aquel hermoso niño, y se sintió demasiado resentido. Consigo mismo pero también con Jack.

–Me ha robado lo que es mío–

Ariana lo miró odiándolo más a cada segundo que transcurría.

–Él no te ha robado nada. Tú nos rechazaste, en cambio fue Jack quien estuvo conmigo todo el embarazo, quien vio nacer a mi hijo, y lo ha cuidado durante todo este tiempo, quien se rompe la espalda trabajando para darle una vida digna, y quien se desvela noches enteras a su lado cuando está enfermito o tiene pesadillas, así que no vuelvas a repetir esa estupidez. No vuelvas a decir que es tu hijo. Su padre es Jack, Jack y nadie más. Tú sólo eres... el donante de esperma. El espermatozoide que lo engendró, pero jamás, escúchame bien, jamás lo escucharás llamarte papá

Cada palabra de Ariana hirió a Drew profundamente, pero nada iba a hacerlo desistir.

–No me daré por vencido– le informó. –Digas lo que digas, el niño lleva mi sangre, y no la de Jack. Es mío, y vas a tener que aceptarlo. Sé que cometí un grave error, pero estoy aquí para remediarlo. Quiero ser un padre para él, hacerlo legal, que lleve mi apellido y recuperar el tiempo perdido...–

–¡No te atrevas!– Ariana se lanzó en su contra intentando golpearlo. Había cruzado el límite. Lo había hecho y ella no iba a dejarle avanzar más. Estaba convertida en una fiera, e iba a proteger lo que más amaba con uñas y dientes. Lo empujó utilizando una fuerza que la sorprendió. El camino le quedó libre para marcharse pero no lo hizo de inmediato. Primero tenía que dejarle algo bien en claro. Lo miró fijamente. Sus ojos llameaban con furia, valor, promesa, amenaza. –No te atrevas a intentar romper a mi familia. Es lo más sagrado que tengo y te juro que voy a defenderla como leona–

No le regaló ni una sola mirada más. No lo merecía. Se marchó de ahí todavía asqueada y furiosa. Los tacones resonando en el piso del restaurante.

Drew se quedó estático.

No había esperado encontrarse con eso. En definitiva no.

Parecía increíble de creer pero se había enfrentado a una Ariana completamente diferente. Una Ariana que nada tenía que ver con la que había sido años atrás. La que él había conocido. O la que había creído conocer...

Ni rastro quedaba de aquella niñita superficial. La torpeza en sus ojos había desaparecido siendo reemplazada por una helada determinación. Había madurado, se había convertido en una mujer en todo el contexto de la palabra, y estaba... Espectacular. Más atractiva que nunca. Más sabia también. Y lo odiaba. Lo odiaba con toda su alma. Lo había visto en sus ojos al mirarlo.

Las cosas iban a ser muy difíciles para él. Lo sabía. Aún así pensaba afrontar todo lo que viniera. Esta vez Drew Van Acker sabía bien qué era lo que quería.

Quería a su hijo. Tan solo eso.

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Cuando Ariana regresó a la mesa, intentó esconder por todos los medios que algo había ocurrido segundos antes.

Tomó asiento e inhaló aire fuertemente.

No miró a Jack ni a Aaron porque sabía que si lo hacía se soltaría a llorar como había hecho frente a Drew.

Puso toda su resistencia por detener sus lágrimas. Apretó incluso los puños.

Desde luego su actitud no pasó desapercibida para su marido que siempre era demasiado observador, y aún más con todo lo referente a ella.

–¿Qué te pasa?– le preguntó preocupado.

No obtuvo respuesta. La castaña desvió su mirada. No podía verlo a la cara en esos instantes porque todo en su rostro quedaría reflejado.

–¿Ariana, qué ocurre?– insistió Jack. La consternación lo llenó. Desde luego ver a su esposa de aquel modo lo preocupó bastante, y bien sabía que debía haber un motivo importante. Minutos antes no había estado así y eso era lo que más lo confundía. ¿Qué había sucedido en su ida al baño?

Finalmente hizo que lo mirara.

Ver el tormento en sus ojos marrones fue su confirmación.

Miles de alertas se encendieron en su interior.

Aquella era la mujer que más le importaba en el mundo, a la que deseaba proteger pasara lo que pasara.

–Yo... empecé a sentirme un poco mal– respondió finalmente. No era del todo mentira. Se sentía terrible.

Clavó su mirada en un punto fijo volviendo a apartarla de él.

Pero a Jack no podía engañarlo.

El peleador la conocía perfectamente bien. La conocía de la cabeza a la planta de sus pies. Conocía todo de ella. Cada parte de su cuerpo, cada una de sus reacciones, sus emociones.

La consternación aumentó.

No dejó de mirarla ni un solo momento.

–Te llevaré a un médico–

Ariana negó.

–No, no. No es necesario–

–Claro que sí. Me estás preocupando muchísimo–

–Ya estoy bien– le aseguró aunque mentía.

Jack no le creyó ni un poco aun así no insistió. Sabía que algo grave había ocurrido, pero sabía también que ella no quería hablarlo ahí, aún menos frente a su hijo.

Ajeno a todo, Aaron había terminado de comer sus hotcakes, y había empezado a jugar con uno de sus cochecitos de juguete.

Mentalmente, Ariana le agradeció que dejara de insistir. Hablaría con él, pero cuando estuviesen en casa. En esos momentos no se sentía preparada para hablar. Todavía le era imposible tragar el nudo de su garganta y reprimir las lágrimas que pugnaban por salir.

Para cuando salieron del restaurante, Jack iba extremadamente tenso.

El hecho de no saber qué demonios le ocurría a su mujer lo tenía casi al borde de la desesperación.

Ariana había evitado su mirada a cada momento. Había estado nerviosa y un tanto alterada. Distraída. Ni siquiera había tocado su plato de comida.

Los nervios de él también estaban al borde.

Ninguno de los dos habló en el recorrido de regreso, pero cuando aparcaron y salieron del coche, justo antes de entrar a la casa, Jack la detuvo tomándola de uno de sus brazos.

–Tenemos que hablar– y en esa ocasión no pensaba aceptar una negativa.

La castaña lo miró. Luego bajó los ojos, exhaló y asintió. Ella estaba consciente de que debían hacerlo. Su marido tenía que enterarse de que Drew había vuelto a pesar de que estaba aterrada al pensar en cómo reaccionaría.

Entraron en silencio.

Jack se dirigió a la cocina, señalándole el lugar para que ella supiera que ahí sería donde hablarían.

Ariana tomó a su hijo y lo sentó frente al televisor. Lo encendió y buscó los capítulos de Paw Patrol en el catálogo infantil de Netflix.

Bendita tecnología.

Sin más fue al encuentro de Jack.

Él ya la esperaba.

–Ahora sí vas a decirme qué sucedió?–

Tensa, Ariana asintió.

Tardo unos cuantos segundos más en hablar hasta que finalmente se armó de valor y lo hizo...

–Es Drew–

–¿Drew?–

–Ha vuelto. Él... él se acercó a mí en el IHOP–

A Jack le dieron ganas de golpear la mesa, romperla en dos. Todo su cuerpo se volvió rígido. Una revolución completa le sacudió todo en su interior.

Se puso en pie.

Aquello era más de lo que podía soportar.

Un golpe inesperado. Demasiado inesperado.

Se giró dándole la espalda a su esposa. Apoyó las palmas sobre la planicie de la barra, dejó caer la cabeza y cerró los ojos intentando controlarse.

Odiaba la idea de ese sujeto acercándosele a Ariana. Odiaba la idea de que hubiese regresado.

Un miedo muy grande abarcó su pecho. El corazón le latió fuertemente hasta casi herirlo.

–¿Qué te dijo?– siseó con furia contenida. Empezó a impacientarse cuando la castaña tardó en responder. –¡¿Ariana, qué te dijo maldición?!–

Ella se sobresaltó un poco por el tono violento. No lo culpó. Ella misma se sentía fuera de control pero el shock seguía teniéndola presa.

–Está interesado en Aaron– la voz se le quebró y comenzó a llorar. –Me dio un montón de excusas, y... y me dijo que está arrepentido de habernos abandonado–

Jack se giró y la miró. Sus ojos le suplicaron que no siguiera.

–¿Por qué no me dijiste en ese momento? Yo lo habría puesto en su lugar, le habría dejado en claro que no podía acercarse a ti bajo ninguna circunstancia... ¡Ah, maldita sea!– la furia del peleador se incrementó.

De todas las cosas que se le habían cruzado por la mente, no había imaginado que todo fuese a tratarse del regreso de Drew Van Acker.

Se sintió terrible.

Le dolió hasta el alma.

Amaba a Aaron con toda su alma. Era su hijo. Suyo.

Deseaba gritar sólo de pensar que alguien podría alejarlo de su lado.

Sus ojos se cristalizaron con lágrimas. Los de Ariana estaban ya inundados con ellas.

La castaña negó. Se acerco a él rápidamente porque así le dictaba su corazón que hiciera.

–Tú eres su padre, Jack– le dijo al tiempo que tomaba sus ásperas mejillas y lo obligaba a mirarla fijamente. Sollozó. –Tú lo viste nacer... me ayudaste a traerlo al mundo. Nadie es más padre que tú. Nadie puede quitarte eso– lo abrazó con todas sus fuerzas.

Jack la rodeó con sus brazos necesitando de ella y de su calor.

–Aaron es mi hijo...– siseó con furia.

Ariana le asintió sin dudarlo.

–Es tuyo– respondió porque esa era toda la verdad.

Jack lo había protegido incluso desde el vientre, había empezado a amarlo casi al mismo tiempo que empezara a amarla a ella. Lo había tomado en sus brazos recibiéndolo tras aquel inesperado parto, y desde entonces, no había existido un solo momento en que no lo sintiera suyo, en que no lo amara como lo amaba, en que no cuidara de él.

Drew no podía venir así como si nada e intentar arrebatarle todo aquello.

Sobre su cadáver.

En ese instante, casi como si hubiese sabido el sinfín de emociones que recorrían por las venas de su papá, Aaron llegó hasta ahí, mostrándoles esa hermosísima sonrisa por la que vivían día a día.

–¿Papi, vienes a vel Pao Patol comigo?– alzó la manita para que la tomara y así lo acompañara.

A Jack le estalló el pecho de amor. Limpió sus lágrimas, le sonrió y asintió, pero en vez de tomarle la mano, lo levantó en brazos llenándole las regordetas mejillas de muchos, muchísimos besos. Lo abrazó contra su pecho, y tenerlo de ese modo lo hizo sentirse tremendamente reconfortado.

–Desde luego que sí, hombrecito– le dio un amoroso beso más, y lo colocó en sus hombros para ir hasta la sala.

Al verlos Ariana no pudo evitar derramar más lágrimas.

La imagen de padre e hijo era lo más hermoso que sus ojos hubiesen visto nunca. El ver cómo esos dos se amaban le llenaba el corazón.

Estaba segura de que nadie podría separarlos. Jamás.

Ningún lazo de sangre sería nunca más fuerte que el amor que los unía.

Así era, y eso nadie podría cambiarlo.

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Muy tensa, Ariana condujo a la casa que ahora Elizabeth compartía con Noah. En esos momentos necesitaba de su mejor amiga porque ella siempre sabía consolarla, siempre sabía qué decir. Era muy inteligente, y el tenerla en su vida era una enorme fortuna.

Estacionó su auto, apagó el motor y salió de él a toda prisa.

No consiguió llegar hasta la puerta porque una figura masculina la detuvo antes de siquiera poder hacerlo.

Ver a Drew por segunda vez consiguió alterarle los nervios en niveles superiores.

–¡Maldita sea, deja de seguirme!– le exigió furiosa. Sus ojos de nuevo se inundaron en lágrimas. No estaba en condiciones de seguir soportándolo. Ella sabía que esta vez lo golpearía. Su paciencia se había reducido a cero con él. –¡Déjame en paz!–

Drew negó.

–No hemos terminado de hablar. Por favor escúchame, Ariana– le suplicó. Después de su encuentro en el restaurante, se había quedado en el estacionamiento esperando a que salieran. Los había seguido hasta su casa y después la había seguido a ella hasta ahí porque tenía que hacer que lo escuchara sí o sí. –Ya sé que cometí el mayor error de mi vida al dejarte, y al desentenderme por completo de tu embarazo, te hice lo peor, y ahora me odias, pero por favor déjame enmendar ese error, déjame arreglar las cosas, hacerlo todo bien esta vez– estaba realmente a muy poco de arrodillarse y rogarle.

–Es demasiado tarde, ¿no lo ves?– le recriminó Ariana. –Llegas tarde, Drew. Ya no te necesitamos. Ya no hay error que reparar. Ya alguien más lo reparó por ti–

Era cruel recordárselo, pero a ella no le importaba en absoluto herir sus sentimientos. Eran los sentimientos de Aaron los que debía proteger, y por su vida que iba a encargarse de eso.

–¿Ariana?– la voz de Elizabeth llamó la atención de ambos.

La chica había oído gritos afuera de su casa y de inmediato había ido a ver de qué trataba todo. Ver a su amiga ahí, y aún más en compañía de aquel sujeto, la dejó perpleja.

>Gracias al cielo< Ariana vio a Elizabeth como su salvación en ese instante. Inmediatamente corrió hacia ella y la abrazó.

–Entra– le dijo y su respuesta fue asentir.

Ninguna de las dos volvió a mirar a Drew una vez que estuvieron dentro.

Cerraron la puerta y caminaron hasta la sala.

Ariana tomó asiento en uno de los sofás, y se llevó ambas manos a la cara intentando recuperarse.

–¿Ese era Drew?– Elizabeth estaba muy sorprendida y confundida también.

Todavía cubriendo su cara, Ariana asintió.

–¿Pe...pero qué hace aquí?–

–Me siguió, y esta mañana me interceptó mientras desayunábamos en un IHOP–

–¿No estaba en Europa o algo así?– eso había escuchado de amistades en común.

–Regresó– respondió Ariana de nuevo al borde del llanto. –Regresó para arruinarme la vida–

–¿A qué te refieres, Ari?– Elizabeth empezó a preocuparse. –¿Qué te dijo?–

–Quiere a Aaron... ¿Puedes creerlo, Liz? Ese grandísimo... idiota quiere a mi Aaron– comenzó a llorar. –Me dijo que está aquí porque quiere enmendar su error, quiere ser un padre para él y recuperar el tiempo perdido. Yo sólo quiero matarlo. ¡¿Cómo se atreve a pensarlo siquiera?!–

–Es un imbécil– a Elizabeth no se le ocurría otra manera de describirlo. Estaba ahora realmente furiosa. –¿Acaso ya olvidó todo lo que te dijo? ¿Ya se olvidó de cuando te acusó de querer retenerlo con "el hijo de otro"? ¡Él te rechazó y rechazó al niño, no puede venir ahora diciéndote que está arrepentido!–

–Exactamente. Ha perdido la cabeza, la ha perdido por completo– volvió a hundir su cara entre sus dos palmas. La desesperación volvió a llenarla.

–Hay algo que no entiendo...– comentó entonces Elizabeth. –¿Que acaso Drew no creía que en serio estabas embarazada de Jack? ¿Cómo supo la verdad?–

Ariana se hundió de hombros.

–Creo que en el fondo lo sabía, Liz, él sabía que yo no mentía pero prefirió convencerse de lo contrario para poder irse con Selena–

–Es un poco hombre– Elizabeth apretó sus puños enfadada. –Le faltaron los... pantalones que a Jack le sobraron–

–¡Es un maldito! ¿Por qué regresa ahora?– aquello era lo que Ariana no terminaba de cuestionarse. –He construido tanto con Jack, formamos una familia hermosa, los tres nos amamos, Drew no puede simplemente llegar y querer destruirlo todo. ¡No puede!–

–¿Ya se lo dijiste a Jack?–

Ariana asintió.

–Sí–

–¿Y cómo está? ¿Cómo lo tomó?–

–Mal– era de esperarse. –Jack ama a Aaron con toda su alma–

–Lo sé– suspiró Elizabeth con pesar. –¿Pero entonces qué harán?

–No lo sé– contestó Ariana. –Lo único que sé es que no dejaré a Drew acercarse a mi hijo. No es su padre, no tiene ningún derecho sobre él–

Elizabeth no pudo estar más de acuerdo.

–Tienes razón. No los tiene. Renunció a todo en el momento en que te abandonó sin darte siquiera el beneficio de la duda–

–Gracias por escucharme, Liz. Vine aquí, arruinando los momentos más felices de tu vida, ahora que te has mudado con Noah. Lo lamento–

–No digas eso, Ari– replicó su amiga. –Eres como mi hermana y no has arruinado nada. Siempre estaré para ti, ¿lo oyes? Estoy aquí para apoyarte en todo–

Enseguida se abrazaron. La amistad que las unía era sincera, mucho más que eso.

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Cuando Jack llevó a Aaron a casa de su madre, no pudo esconderle que algo grave había sucedido. Su cara lo delataba, además ella había aprendido a conocerlo bien. Era su progenitora, después de todo.

Natalie recibió a su nieto tomándolo en brazos y dándole un montón de besitos en ambas mejillas. Aún así no dejó de observar a Jack, su corazón de mamá le decía que no se equivocaba, y en efecto algo tenía a su hijo muy consternado y triste también.

–Te portas bien, ¿de acuerdo, hombrecito?–

–Sí, papi– prometió el pequeño.

–¿Está todo bien, hijo?– le preguntó Natalie. Además de todo, ellos no acostumbraban llevarle a Aaron tan temprano. Era Ariana quien solía ocuparse de él por las mañanas. –¿Dónde está Ari?–

–Está con Liz. Fue a visitarla. Yo debo irme a trabajar–

–Papi– lo llamó el niño de repente.

–¿Qué pasa, mi amor?–

–Kando sea gande yo quedo sed como tú–

–¿Ah sí?– escucharlo decir eso sacó una auténtica sonrisa en el peleador.

Natalie también se mostró conmovida.

Aaron asintió con mucha emoción.

–Papi, quedo adeglad autos y pelead en el 'tágono así como tú–

–Eso es fantástico, hombrecito, pero no repitas eso de pelear en el octágono frente a mami, ¿vale?–

Todavía emocionado, Aaron volvió a asentir.

–Este niño te ama– comentó Natalie sonriendo ante tanta ternura. –¿Amas mucho a tu papi?–

–Sí, abu, lo amo– respondió al instante.

El corazón de Jack regocijó de amor. Después de lo afectado que se había sentido al enterarse de las intenciones que Drew Van Acker tenía ahora que había vuelto, escuchar a su pequeño decirle todo aquello lo hizo sentirse más poderoso, más fuerte.

No pudo evitar la lágrima que salió derramada por todo lo largo de su rostro.

La manita de Aaron se acercó entonces. Y la limpió.

Un gesto que le llegó a Jack hasta el alma.

–Papi, etás llodando– su hijo estaba un poco sorprendido. Ciertamente nunca había visto a su padre llorar.

Jack asintió.

–Los hombres también lloramos, Aaron. Sobre todo cuando lo hacemos por las personas a quienes amamos– acarició su cabecita y depositó un beso en su frente.

Natalie bajó a su nieto al suelo.

Él era todavía muy pequeño para comprender lo que le ocurría a su papi, lo que pasaba por su mente y por su corazón. Corrió en busca de algo para jugar.

–Hace un momento no respondiste a mi pregunta, hijo. ¿Está todo bien?–

Jack exhaló. No podía engañar a su madre.

–Todo estará bien, mamá– la tomó de las manos y depositó un beso en uno de sus dorsos.

–¿Pero ocurrió algo?–

–Sí, mamá–

–¿Qué cosa?–

–Es Drew Van Acker... Ha vuelto–

Los ojos de Natalie se abrieron impresionados. Buscó a Aaron con la mirada, y después volvió a su hijo.

–¿D...Drew Van Acker?–

–El mismo–

–Bueno, aquí viven sus padres. Es normal que haya regresado. No te preocupes–

–Me preocupo, porque no ha regresado sólo por sus padres. Ha vuelto por Aaron– lo último lo dijo en voz muy baja para que su hijo que andaba por ahí no fuese a escuchar.

–¿Qué?– Natalie, al igual que Jack, procuró no llamar la atención del niño. –No es posible–

–El muy... el muy desgraciado buscó a Ariana. La interceptó cuando yo no estaba cerca de ella, y... le dijo una sarta de estupideces. Básicamente está reclamando sus derechos como... como padre de Aaron. Lo quiero matar, mamá–

–¡No!– su madre negó rápidamente. –No digas eso, Jack, tú no vas a matar a nadie. Y a ver, para empezar ese Drew no tiene ningún derecho que reclamar. Abandonó a Ariana, no le creyó cuando le dijo que estaba embarazada, ¿cómo pretende ahora volver con esto?–

–No sé qué pretenda, ni cómo, pero no le voy a permitir que se acerque a lo que es mío. Eso lo juro por mi propia vida–

Jack jamás había hablado tan malditamente en serio como en ese momento.

Exhaló. Se despidió de su madre, y después se marchó.

Natalie se quedó con una angustia muy grande en su pecho.

Aaron continuó jugando como el niño feliz que siempre había sido, y que seguiría siendo, porque habían muchas personas que lo amaban y se encargarían de eso.

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–¿Qué quieres, Ariana?–

–Necesito hablar contigo–

–Pues yo no. ¿Acaso no te quedó claro el último mensaje?–

–Drew, es muy importante, por favor–

–Por favor nada, maldición. Ya ha sido suficiente–

–Drew, la noche que pasamos juntos...–

–La noche en que me engañaste, y te aprovechaste de...de mi vulnerabilidad–

–Sólo escúchame...–

–¿Y ahora cuál será tu plan? Te advierto que nada va a funcionarte, Ariana. Mejor será que me dejes en paz y no vuelvas acercarte a mí. Tampoco a Selena–

–Yo... yo... Yo estoy embarazada, Drew–

–Deja de mentir, Ariana–

–No estoy mintiendo–

–¡Claro que sí, maldita sea! ¿Cómo puedes ser tan perra? No puedo creer que seas capaz de todo esto. De que tu maldad llegue a este punto. De inventar una cosa tan grande sólo para retenerme. Eres la mujer más despreciable que he conocido, y justo ahora... siento que te odio... Ya déjame ser feliz. ¡Ya olvídate de mí! Yo amo a Selena, es todo lo que voy a decirte. Jamás te me acerques otra vez–

Los recuerdos acudieron a la mente de la castaña, provocando que su corazón se apretujara, evocando de nuevo las emociones y sentimientos hechos trizas. Lágrimas pugnaron de nuevo por salir pero esta vez las contuvo, porque esta vez era más fuerte.

–Eres una zorra–

–¿Disculpa?–

–Hace un mes estabas de ofrecida detrás de mí, rogándome que volviera, y resulta que al mismo tiempo andabas por ahí follando con Jack Reed–

–¡¿Q...qué?!–

–Maldición, Ariana, no sigas negándolo. Ya lo sé todo, la escuela entera lo sabe todo. El hijo que esperas es de ese tipo. ¿Cómo pudiste intentar engañarme? ¡Quisiste hacerme creer que era mío!–

–¿Ah, ahora sí crees que en verdad estoy embarazada?–

–Sí lo estás, ¿o no? ¡Habla ya!–

–¡Sí, sí lo estoy! Y te tengo noticias, señor... Tú eres el papá, no Jack Reed–

–¿Esperas que te crea? Desde que terminamos has hecho hasta lo imposible por separarme de Selena. No me extrañaría para nada que quisieras atribuirme un hijo. ¡Eres desalmada!–

–¿Tengo que recordarte que olvidaste ponerte un maldito condón?–

–Muy inteligente de tu parte, Ariana. Asegurarte de que yo perdiera el control, y no pudiese pensar en nada más–

–¿Qué?–

–Pero no me vas a engañar. No voy a permitirte que engañes a Selena tampoco, así que ni se te ocurra buscarla. Para mí todo está más que claro, seguramente para esa noche ya estabas embarazada, ¿Quién sabe cuántas veces te acostaste con Reed antes de que lo hicieras conmigo? Joder, ni siquiera sé desde cuándo me engañabas con ese sujeto–

–Yo era virgen, y si me entregué a ti fue porque te amaba. Nunca he estado con otro hombre, así que esto es tuyo... Oh pero no te preocupes más. Todo el mundo, y seguro también tu querida Selena, creen que este hijo es de Jack Reed, y yo no voy a desmentirlo, así que ya puedes estar tranquilo, imbécil–

De inmediato sacudió su cabeza intentando alejarse de todos esos recuerdos no deseados. Cerró los ojos e intentó inhalar aire.

Evocar todo aquello, la había hecho recordar cuánto había sufrido, lo mucho que había llorado, y lo asustada que había estado.

Había tenido diecisiete años, y había sido una niña en muchos aspectos.

Había hecho un montón de estupideces porque su propia arrogancia, su ego herido la habían cegado. Había perseguido a Drew, lo había presionado a hacer cosas que después le habían costado caro. Todo había sido culpa suya, pero Aaron había sido inocente en todo aquello. Su pequeño no había sido culpable de nada, absolutamente nada, por eso ella había intentado protegerlo desde el primer instante, aún y cuando aquello significara alejarlo de sí misma.

Se había encontrado sola, desprotegida y desesperada pero Jack había aparecido en su vida. El destino lo había decidido así al llevarla hasta la puerta de su hogar. El amor entre ambos había surgido inevitablemente, pero los miedos de Ariana la habían seguido torturando por mucho tiempo más. Había sido el momento en el que Jack le había confesado que la amaba, cuando ella se había dado cuenta de lo valiente que era, de que podía con eso y más, porque él estaría a su lado, él le daría las fuerzas que había estado necesitando.

Y así lo había hecho.

Jack era como su salvador. Era el amor de su vida, un hombre maravilloso a quien amaba con toda su alma, con todo su cuerpo, con todo su corazón y con todo su ser. Y no solamente eso. Era también el padre de Aaron. Un padre increíble, estupendo, amoroso, protector, responsable y muy trabajador. Y él lo adoraba, lo amaba, veía en el a su más grande héroe.

Cuando Ariana recordaba la manera en la que su pequeño miraba a Jack, el corazón se le llenaba de un amor gigantesco, y los ojos se le llenaban de lágrimas, pero de felicidad. Auténtica felicidad.

La familia que habían formado los tres era su más grande tesoro.

¿Cómo pretendía Drew aparecerse así como si nada después de todo lo que había pasado? Como si ella y Aaron se hubiesen quedado esperando por él, a que se decidiera que le creía, y que quería ser el papá.

Había enloquecido. No era posible que en serio pretendiera estar ahí, acercársele, acercarse a su bebé.

Él la había abandonado, había decidido no creerle, había rechazado aquello que desde un inicio debió haber atesorado como lo más sagrado.

Aaron...

Ariana estaba decidida a seguir protegiéndolo no importaba qué. Eso era lo que haría.

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Drew se sirvió su cuarto vaso de tequila y lo bebió de un solo trago. No tardó mucho en servirse el quinto.

Esa noche necesitaba el alcohol corriendo en su sistema. Necesitaba que dejara de doler, aunque no estaba haciendo el efecto deseado.

Ya estaba acostumbrado aun así.

Durante todos aquellos años, el dolor lo había acompañado en cada uno de sus días, cada una de sus noches.

Y junto a ese dolor, la decepción y el asco por sí mismo, sobre todo cuando todos a su alrededor hablaban maravillas de él. Graduado con honores de Berkley, alumno prodigio, un hijo ejemplar... Su padre y su madre se pasaban el tiempo entero presumiendo a su primogénito, cuando él por dentro se sentía como basura.

Y lo peor de todo había sido soportar verse al espejo, sabiendo que una parte suya andaba por ahí, sin conocerlo, y sin que lo conociera. Sabiendo que no había sido más que un cobarde.

Sí, un cobarde porque se había acostado con Ariana Butera, mientras se había llenado la boca diciendo que amaba a otra chica. La había dejado embarazada y después le había dado la espalda. La había acusado de algo horrible, como lo era el involucrarse con Jack Reed, concebir a su hijo y después querer engañarlo diciéndole que era suyo, cuando en el fondo, muy en el fondo, él había sabido bien que Ariana no mentía, que no habría tenido ojos para nadie más.

Pero en esos momentos ella ya no lo miraba así, sólo miraba a su marido.

–Vaya... Me has dejado... sorprendido– Kendall, quien había sido su amigo de la infancia, aunque habían perdido comunicación en sus años de preparatoria y universidad, estaba ahí de visita. Realizó una mueca de impresión y después le dio un trago a su bebida.

Los dos se encontraban charlando en el patio, compartiendo unos cuantos tragos, y charlando.

Drew había estado tan afligido y había bebido de más, que había terminado contándole el motivo por el que estaba así.

–Es que... Discúlpame, amigo, pero... Te conozco de toda la vida. Tú... tú no eres de los que abandonan un hijo. No lo eres, y tampoco lo eras cuando estábamos en preparatoria. Recuerdo que me contaste que Ariana te había engañado con Reed, por eso quedó embarazada, y por eso ellos dos se casaron–

Con una sonrisa amarga, Drew negó. Se tomó el quinto trago y no dudó en servirse uno más.

–Ya te lo dije. El maldito infiel en esa historia fui yo, no Ari. Y Aaron no es hijo de ese... de ese tipejo. Es mío, es mi hijo. Siempre fue mío...–

–¿Y por qué no te hiciste cargo de él? ¿Por qué dejaste que otro lo criara?–

–Porque fui un imbécil– no había otra explicación. –Porque me tragué esa idea que yo mismo me hice, de que Ariana era superficial, mentirosa, engreída... y de que Selena era quien realmente valía la pena–

–¿Y qué papel juega Selena en todo esto? ¿Le contaste?–

–Sí. Le confesé que la había engañado con Ariana, porque no pude más con el remordimiento. Y le dije también que... que de ese encuentro había nacido un niño–

–Supongo que no se lo tomó muy bien–

–Terminó conmigo después de que se lo conté todo. No pudo perdonármelo. No pudo perdonar mi infidelidad, pero... aún menos me perdonó el que haya abandonado a mi hijo. Me dijo que... que pensaba que yo era diferente– de nuevo la sonrisa amarga apareció. –Hizo sus maletas y se largó. Ahora me he enterado de que se ha casado, y es muy feliz con un doctor reconocido en Suiza. Juntos hacen importantes investigaciones para la ciencia. Creo que su mejor decisión fue dejarme–

–Uy...– Kendall tomó otro trago. –No la tienes nada fácil, ¿eh? Si quieres que te sea sincero, dudo que Ariana te perdone. Además... no es por echarle sal a la herida, pero... Ella se ve muy feliz con el Jack ese. Yo los vi algunas veces el poco tiempo que trabajé en Brosnan Concepts–

–Ya lo sé– exhaló Drew. Su amigo no necesitaba decírselo porque él lo sabía a la perfección. Llevaba ya mucho tiempo siguiéndolos, siguiéndoles los pasos. Había sido testigo de lo enamorada que estaba Ariana de él.

–Oh, y por cierto, para que después no te sorprendas, Natalie, la viuda de Pierce, es su madre. Los separaron al nacer, algo así se comentó, pero ahora se reencontraron y, son una familia–

–Sí, una familia, con mi hijo. Con mi Aaron...–

–Y con Ariana– le recordó Kendall. –Perdona que te lo diga, pero Jack Reed es un bastardo muy afortunado. Tu pudiste estar en su lugar, Drew, pero la dejaste ir–

Drew apretó sus puños con furia.

–Detesto a ese tipo. Maldito aprovechado. Se aprovechó de Ari. Ella... ella es hermosa, y estaba embarazada, sola... Por eso se casó con ella, y tomó a mi hijo como suyo–

–Bueno, no podemos acusar a Reed de ser idiota, mi amigo. Yo, y cualquier otro hombre, comprenderíamos porque ese sujeto se casó con Ariana, dadas las circunstancias. El día en que yo la conocí... estaba dispuesto a pedirle matrimonio luego de una hora charlando con ella. Es sin duda una mujer diferente al resto, es especial y además... está guapísima–

Kendall tampoco había sido inmune a los encantos de aquella diva de cabellera castaña. No podía culparlo.

Él mismo se había dado cuenta de eso. En el pasado, no había visto en ella más que a una niña egocéntrica y vanidosa, pero ese mismo día, horas antes cuando la había tenido frente a frente después de tantos años, se había quedado impresionado al darse cuenta del cambio, de lo distinta que estaba. La madurez que había visto en sus ojos lo había dejado sin hablar por momentos, así como su determinación y valentía. Pero lo que le había cortado el aliento había sido el encontrarla tan hermosa... Una atractiva mujer que se había repuesto luego de haber sufrido su abandono, que había salido adelante y que lo había hecho bien.

–Estoy consciente de que no hay posibilidad de recuperar a Ariana. Por imbécil la perdí desde que estábamos en prepa, pero no estoy dispuesta a renunciar a mi hijo. Voy a luchar por él– estaba decidido y nada ni nadie le haría desistir.

En ese momento su padre y su madre aparecieron.

–¡¿Tu hijo?!– los dos se quedaron estáticos. Tanto John como Felicity lo miraron en shock.

Al verlos Drew, derramó el tequila en su ropa. Se puso en pie con impresión. Después exhaló.

No había querido que sus padres se enteraran de aquel modo. Pero ahora... Iba a tener que contarles todo.

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Ariana estaba teniendo un día demasiado estresante. Había pasado la mañana entera intentando prepara su audición para el casting, y no había logrado concentrarse.

Su viaje a Nueva York estaba programado para un par de semanas más, a esas alturas ella ya debía estar preparada pero el asunto de Drew no la había dejado tranquila. Se sentía nerviosa y muy alterada todavía.

Gracias al cielo Kyla estaba en casa. Había ido a ayudarla a cuidar de Aaron, mientras ella intentaba poner un poco de orden en su mente.

–¿Ari, estás bien?– le preguntó su cuñada cuando se dio cuenta de lo tensa que estaba.

La castaña le mostró una sonrisa fingida.

–Descuida, Ky, es puro estrés. Esto de la audición me tiene con los nervios de punta–

Kyla rió.

–Me imagino, pero no tienes que preocuparte, vamos, eres fantástica. Los dejarás a todos con la boca abierta–

–¿Eso crees?–

–Claro que sí, Ari. No lo dudo–

Ambas se abrazaron.

La chica rubia continuó jugando en el suelo de la sala con su favorito y único sobrino. Se encontraban armando Legos, así que Aaron estaba muy concentrado.

Ariana estaba por dedicarse a lo suyo, y poner todo su empeño para sacar el proyecto adelante, cuando alguien tocó a su puerta.

De inmediato fue a ver de quién se trataba, y se llevó la sorpresa de su vida cuando al abrir se encontró con John y Felicity Van Acker, a quienes hacía mucho tiempo que no había vuelto a ver.

¡Cielo santo!

Abrió la mirada con horror.

–¿No vas a invitarnos a pasar?– le cuestionó John mirándola con seriedad.

Felicity por su parte se mantuvo en silencio, pero sus ojos la recorrieron por completo tanto a ella, como al interior de su casa. Era una mujer muy frívola y calculadora, ahora podía darse cuenta. Siempre tan elegante y sofisticada. Una esposa trofeo.

Ariana estuvo a punto de flaquear pero consiguió mantenerse firme.

–¿Qué hacen aquí?– evidentemente no iba a darles una cordial bienvenida. Sabía o sospechaba cuáles eran los motivos por los que habían ido hasta la puerta del lugar en el que ella y su familia vivían.

No podía ser posible.

–Queremos hablar contigo. ¿Vas a negarnos eso? ¿Es que acaso ya perdiste toda la educación que tus padres te enseñaron?– el patriarca Van Acker hablaba con sarcasmo y eso la hizo enfadar muchísimo.

–¿Qué es lo que quieren? No hay nada de lo que podamos hablar. Si mal no recuerdo, hace años que mi familia dejó de tener amistad con ustedes–

–Tienes razón, pero eso no viene al caso ahora. Tenemos que hablar contigo urgentemente–

Ariana exhaló. Ellos no se irían tan fácilmente, y estaba segura de eso.

–Kyla– llamó entonces a su cuñada. –Lleva a Aaron arriba–

Confundida, la rubia obedeció lo que le pedía, no sin antes echar un vistazo a las inesperadas visitas.

–Vamos, mi amor. Terminaremos esto en tu habitación, ¿sí?–

–Sí, tía Ky–

Sin saber ni imaginarse que las personas que estaban en su puerta eran los padres del hombre que le había dado la vida, Aaron se puso en pie, tomó la manita de su tía y juntos se dirigieron a las escaleras para subirlas y llegar hasta el dormitorio del niño.

Aquello desde luego fue un insulto para los recién llegados.

–¿Por qué lo escondes de nosotros?– cuestionó Felicity con indignación.

–Somos sus abuelos. Tenemos derecho a verlo y por eso estamos aquí– replicó John enfadado. –Drew nos ha contado de su existencia, y queremos conocerlo hoy mismo–

Ariana los miró verdaderamente furiosa con ellos y con su absurdo atrevimiento de haber ido hasta ahí alegando todas esas barbaridades.

–No es su nieto, y ustedes no tienen ningún derecho, ¿me oyen? No es hijo de Drew. Perdieron cualquier parentesco con él, desde que su hijo adorado me abandonó y me acusó de haberme embarazado de otro. ¿O es que ya lo olvidó, señor Van Acker? Usted mismo se lo recriminó a mi padre. Le dijo que yo era una cualquiera, y que daba gracias al cielo de que una mujer como yo no hubiese entrado a su preciada familia– había mucho rencor en las palabras de Ariana. Ellos lo notaron.

–Bu...bueno, todo el mundo comete errores– ese fue el patético argumento de John ante todo lo que se les acusaba.

–Sí, y tú estás cometiendo uno muy grande al permitir que un Van Acker crezca como un don nadie, creyendo que un pobretón es su padre–

La castaña los miró como esperando haber escuchado mal. Sabía que había oído perfectamente, y eso la llenó de mucha furia. No iba a permitir que esos dos llegaran e insultaran a Jack, no en su casa, y aún menos en sus narices.

–Esta es mi casa– le habló con dureza. –Y no dejaré que vengan aquí y ofendan a mi marido. Están equivocados si creen que se los voy a permitir. Será mejor que se larguen–

–Ofensa es lo que nos estás haciendo tú a nosotros al no permitir que Drew sea reconocido como el padre del niño–

Eran tercos, e idiotas también. ¿Acaso no la habían escuchado ya?

Aquello era increíble. Se cruzó de brazos y estuvo muy dispuesta a enfrentarlos hasta hacer que se marcharan por donde habían llegado.

–Mi hijo ya tiene un padre. Se llama Jack Reed. Nadie cambiará eso nunca, ¿les queda claro?–

No.

Ni John ni Felicity estaban dispuestos a perder una batalla como aquella, aun menos cuando estaba de por medio el nieto al que estaban ansiando reconocer como miembro de su honorable familia.

Los dos la miraron con arrogancia y suficiencia.

–Intentamos hacerlo por las buenas, Ariana. Pero tú nos has obligado a esto. Te veremos en los tribunales. Tengo a los mejores abogados del país, y te aseguro, ellos harán que le entregues el niño a Drew–

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