Capítulo 29 2T

–Quiero que me hagas el amor, Jack...–

Ariana se sentía invadida de un ardiente deseo, eliminando de golpe cualquier pensamiento de resistencia. Pero el corazón le latía con fuerza, y la timidez hizo que se contuviera.

El peleador le dirigió una brillante mirada de deseo y anhelo, sin embargo no movió ni un músculo. Él tampoco quería precipitarse.

No importaba lo cansado que estuviera. Sus energías y fuerzas aumentaron. Su pene se endureció sólo de pensar en tener a su mujer en sus brazos esa noche. Lo sintió duro y tan pesado como una piedra, comenzó a hacer presión dolorosamente contra la tela de sus pantalones.

La miró de arriba abajo.

Ella vaciló, pero se acercó un paso más a él, y puso sus temblorosos dedos sobre su antebrazo.

Jack todavía la miraba. Mierda, quería devorarla. La lujuria y la necesidad le clavaron unas garras implacables con más intensidad que nunca. Estaba tan caliente que tuvo que contenerse para no apartar todo de una patada, inmovilizarla en la cama, enterrarse en su cálido interior, y hacerle el amor de una maldita vez hasta perder el aliento.

«Deseo» era una palabra que no alcanzaba a describir lo que sentía. Le dolía, ansiaba, anhelaba.

–¿Tú quieres?– le preguntó su esposa con esa voz tan inocente que lo enloquecía.

Conteniendo un áspero gruñido, él bajó la mirada hacia sus ojos marrones.

Aquella preciosa castaña le sonrió un tanto insegura.

¡Joder! ¡¿Cómo podía siquiera preguntar?!

No había creído que fuera posible, pero se puso todavía más duro.

Volvió a mirarla. Ariana estaba sonrojada, y se mordisqueaba con nerviosismo y delicadeza el labio inferior. Las pupilas algo nubladas, brillaban entre sus largas pestañas. La vio parpadear asombrada al notar la protuberancia que demostraba su más que clara excitación, antes de sostenerle la mirada con una expresión inquisitiva.

–Daría la mitad de mi vida con tal de tenerte esta noche, muñeca– fue su sincera respuesta.

El corazón de Ariana dio un vuelco.

Ese hombre la tendría, y ella se lo permitiría, porque era su marido, y porque lo deseaba con todo su ser.

Una intensa sensación de anticipación y erotismo la atravesó centrándose en todas sus terminaciones nerviosas, intentando devastarla.

Jack la tomó de las caderas y la pegó a su cuerpo. Inclinó su cabeza, y durante un momento se quedó inmóvil, con los labios a un suspiro de los de ella, mirándola fijamente a los ojos.

–¿Estás segura de esto?–

Sin dejar de mirarlo, la castaña asintió. No estaba segura, pero cada fibra de su ser se lo pedía. Eso bastaba.

¡Oh, mierda! Jack casi no podía respirar. La deseaba con todas sus fuerzas. Su corazón estaba a punto de estallar.

Como a cámara lenta, Ariana lo observó bajar la boca hacia ella. Sus anchos y fornidos hombros cubrieron la luz de la luna que se colaba por la ventana, y la hicieron más consciente de lo que estaba a punto de suceder. Abrió los labios por instinto. No pudo tomar aliento antes de que él la besara.

Hambriento pero tierno, parecía que quisiera saborearla eternamente.

El beso inició despacio, y el cambio surgió de una forma tan gradual que no fue perceptible hasta que la lengua masculina se adentró más y más. Toda la naturaleza se alteró de la misma manera que la reacción de los dos.

Jack la besó con pasión, con voracidad y excitación.

Ariana gimió pero intentó apartarse.

De pronto volvía a sentirse insegura, nerviosa, asustada.

Al sentirla rígida, Jack separó su torso de ella pero no soltó su cintura.

Maldijo para sus adentros al notar de nueva cuenta ese temor en sus hermosos ojitos. Volvía a sentirla desconfiada de él y eso le rompió el alma.

–Ariana...–

La castaña bajó la mirada, y tembló.

Su marido resopló con violencia. Jamás. Jamás haría nada que la lastimara. Ni siquiera aunque estuviese muriendo.

La tomó del mentó obligándola a mirarlo.

Los ojos de él ardían en los de ella, que reflejaban algo parecido al miedo.

–¿Quieres que me vaya?–

La pregunta quedó colgada en el aire.

–Sólo dilo, y me iré, Ari. No tienes nada que temer–

Ella estaba asustada e insegura, pero no parecía querer apartarse de él.

El pecho de Jack comenzó a martillarle al comprenderlo.

Los femeninos ojos marrones brillaron con una luz extraña. Lo miró por largo tiempo, y entonces negó mientras la ardiente bola de lujuria atravesaba su cuerpo.

–No quiero que te vayas...– susurró. –Sólo...sólo tengo miedo–

Era como volver a ser virgen otra vez. Pero no lo era. Era una mujer casada y con un hijo. Había dejado de ser una niña hacía ya mucho tiempo. El problema ahí era que no lo recordaba. Entonces todas aquellas cuestiones volvieron a inundar su mente haciéndola dudar.

Jack pensó en lo mismo, y exhaló. La sentía temblar pero escuchaba el deseo en su voz. Ese tono tembloroso y ronco, lleno de curiosidad, y de una necesidad apremiante. A duras penas él pudo seguir conteniéndose.

–Ven aquí– la tomó con delicadeza hasta conducirla frente al enorme espejo.

Él se colocó justo detrás de ella, le acarició el cabello, y lo escurrió entre sus dedos como si de caramelo se tratase.

–Mírate, Ariana... Míranos– le dijo. –Esto es lo que somos–

Sus miradas se encontraron en el reflejo.

El corazón de la castaña dio un vuelco, y el pulso se le aceleró.

La intensidad de su oscura mirada le calentaba la piel haciéndola sentir ardor, anhelo, ansiedad. Esos ojos negros le decían todo lo que ella necesitaba saber. Le decían que no debía sentir temor, que era su marido, el hombre de su vida, que él la añoraba, que la deseaba... Y en ese momento lo único que ella quería era complacerlo. Darle a Jack todo el placer que pedía, escucharlo gemir al estar en su interior...

Ese rugiente deseo se estaba apoderando de su cuerpo a la vez que la invadía una emoción agridulce. Al instante se formó un sendero de fuego que la recorrió por dentro.

Jack le colocó el cabello por un lado. Agachó la cabeza para besarle la nuca mientras sus manos le rodeaban la cintura pero después las hizo subir.

Ariana no sintió ningún miedo cuando él la estrechó y abarcó sus senos acunándolos en sus palmas. Tampoco sintió deseos de correr cuando estas la apretaron. Gimió y se hundió en un mar de sensaciones. Cerró los ojos, y se relajó por completo. Exhaló y suspiró hasta que sin pensarlo, colocó las manos encima de las suyas.

–Abre esos preciosos ojos. Mira al espejo–

Con lentitud, la castaña fue abriendo la mirada, y la clavó en ella misma. En su rostro, en el brillo de sus ojos, en sus labios temblorosos, su respiración jadeante, sus pechos presionando dolorosamente las palmas masculinas... Aquella era la imagen de una mujer a punto de ser amada, y detrás de ella, estaba el hombre que había conseguido que tuviera ese aspecto.

Sintió fuego en las entrañas. Sólo unos instantes antes había estado temblando de miedo, y ahora en cambio se sentía encendida, excitada. Sentimientos salvajes e incontrolables que estaban desarrollando un gran impulso, hinchándose hasta volverse una fuerza que ella no esperaba controlar. Ya no tendría fuerzas para negarse a él, en caso de que quisiese hacerlo.

–Jack...–

–Tranquila... Quiero que te relajes, nena, que esto sea tan especial para ti que...–

–¿Que nunca lo olvide?–

Él negó.

–Quiero que sea tan especial que no importe si lo recuerdas o no–

Jack inhaló su femenino aroma y sintió que la deseaba como nunca antes. Sin poder contenerse más le acarició los muslos hasta introducir los dedos dentro de las bragas.

La castaña pudo sentir el cálido aliento viril justo en su nunca, la erección encajándose en su espalda, erigiéndose ante su propia excitación mientras la abría con sus pulgares, y entraba en ella, exponiéndola, aniquilando sus incertidumbres e inhibiciones.

Ariana fue entonces presa de una pasión terrible. No vaciló ni le rechazó. Abrió la boca, y por instinto dejó caer la cabeza hacia atrás, en su fuerte pecho. Su cuerpo se aferró con fuerza a los dedos masculinos que la penetraban.

El placer fue tan impactante que sintió que volvía a ser ella misma.

El peleador sintió la sangre correr por todas sus venas y se quedó sin aliento al mirar a su mujer en aquel estado de lujuria tan arrebatador. La escuchó gemir, la vio temblar y convulsionarse, vio ese hermoso rubor cubriéndole las mejillas, observó cómo sus pupilas color miel se dilataban en un gesto inconfundible, un gesto que él tenía grabado en la mente.

La respiración se volvió jadeante cuando volvió a rozarle el clítoris.

La castaña gimió de nuevo y se estremeció. Llegó al orgasmo en cuestión de segundos, y se derrumbó. Las piernas le temblaban, el corazón parecía que le explotaría en cualquier momento. La sensación de familiaridad fue dolorosa.

Se acordaba de aquello, por supuesto... ¿Cómo podría olvidarse de esa sensación? Tal vez su mente lo había olvidado, pero no su cuerpo. Su cuerpo seguía siendo el mismo, seguía conociendo a ese hombre... Le pertenecía a Jack Reed.

De pronto, esos fuertes brazos la hicieron girar para quedar frente a frente.

Ariana comenzaba a recuperar su respiración cuando de nuevo se quedó sin aliento. Sintió las manos de su marido subir desde su cintura hasta la cálida piel de su espalda, entonces él comenzó a besarla de manera aún más apasionada que el anterior beso. Su cuerpo tomó el control por completo, y le apresó la camiseta entre sus puños para acercarle todavía más. Abrió la boca para igualar el ardor de su beso. Necesitaba eso y más, y Jack se lo dio. Él enterró los dedos en el largo cabello castaño para echarle bruscamente la cabeza hacia atrás, obligándola a arquearse. Ella gimió y friccionó su esbelto cuerpo contra el suyo, aceptando todo lo que el peleador le daba. Su peleador.

Jack jadeó con fuerza. El sabor de los besos de su mujer eran como una explosión que prendía fuego en su piel y transformaba su sangre en lava ardiente. Ella siempre había tenido ese efecto en él... Desde la primera vez que la había besado, y ahora.

Cuando Ariana le rodeó el cuello con los brazos, el imparable deseo hizo que la barra de hierro dentro de sus pantalones comenzara a palpitar, y que los testículos se le tensaran de una manera casi insoportable.

Jack le sostuvo la nuca, y la apretó contra su cuerpo devorándole la boca. Aquellos labios, dulces como fresas; esa tímida lengua que acariciaba la suya antes de retirarse; los cortos gemidos cuando comenzó a tocarle el trasero friccionándola contra su erección.

De un momento a otro, tuvieron que separarse para poder recuperar un poco de aliento.

Con el pecho exaltado y alterado, Jack la miró por un momento.

Su preciosa tenía los pómulos sonrosados, la boca siempre exuberante, ahora estaba roja e hinchada. También lo miraba, parecía estar hechizada.

Pero el del hechizo era él. Estaba encantado.

–Quítate el vestido, preciosa... Hazlo para mí– le pidió en suplica y comenzó a quitarse la camisa.

A Ariana le dio un vuelco en el pecho.

La solicitud de su marido la dejó paralizada pero se obligó a sí misma a relajarse. Soltó todo su aliento y buscó valor.

Encajó entonces sus dedos en los tirantes del sencillo vestido que se había puesto al llegar del hospital.

Los ojos de Jack barrieron el estupendo cuerpo femenino de su esposa una vez que se ella fue desnudándose.

El peleador tuvo que contener un juramento de desespero y anhelo. Controló su impulso de actuar primitivamente, y comenzar a hacerle el amor de manera inmediata y descontrolada.

Su mujer era perfecta. Interminables horas en el gimnasio y tantas clases de baile durante años estaban marcadas ahí... Las líneas firmes y delicadas de sus brazos y hombros eran visibles. Tenía el abdomen plano y femeninamente tonificado, las caderas candentes, las piernas largas y torneadas, pero eran sus senos los que le hacían perder el control por completo. Naturales y perfectos... Maravillosamente redondos.

Todo su ser se hinchó de lujuria.

Se acercó y la tomó entre sus brazos.

Volvió a besarla de nuevo, un beso largo y apasionado.

La castaña correspondió a todos sus besos con ansiedad, y sintió su barba rasparle deliciosamente.

Se perdieron el uno en el otro, hambrientos, llenos de deseo, sumergiéndose en una cascada de sensualidad y de caricias.

El beso fue todo lo que no pudieron expresar con palabras.

Con sus manos él recorría la suave piel desnuda de su espalda y la apretaban hasta lograr que de sus labios salieran gemidos y jadeos tan delicados que lo hacían sentirse como un salvaje.

La besó y la besó hasta la locura. Pero besarla en la boca no era suficiente. Así que besó su garganta, el valle de sus senos...

La mano que sujetaba su espalda la apretó contra sí haciéndola estamparse contra su torso para desabrochar su sujetador. De una lo arrojó al suelo.

La abrazó disfrutando del contacto piel con piel. Hombre contra mujer. Dureza contra suavidad.

Sujetándola y alzándola llevó su caliente boca a sus pechos. Su lengua empezó a hacer círculos sobre uno de sus pezones y después sobre el otro, con ansiedad, con desesperación. Y la ansiedad del hombre provocó un incendio dentro de ella. Ariana gimió y enterró los dedos en su pelo, acariciándolo con exquisito placer.

Jack inhaló y exhaló, pero no le respondió nada. Ariana sabía que estaba muy excitado, y eso la llenó de un placer interno difícil de explicar.

Sus sentimientos fueron más fuertes que cualquier intento de controlarlos. Se dejó llevar hasta un punto en el que lo olvidó todo, y sólo fue consciente de él, de la oleada de deseo que la consumía. Su cuerpo femenino reaccionaba de manera febril ante la seda ardiente de su piel, de su boca.

–¡Joder!– el gruñido masculino retumbó en toda la habitación.

La llevó entonces a la cama y la recostó sobre las colchas. Él se colocó encima de ella, procurando no aplastarla.

Se miraron, y como la castaña había imaginado, sus hombros impedían que percibiera el resto de la habitación, haciendo que sólo pudiera verlo a él. Se sintió muy ansiosa de continuar con aquella deliciosa intimidad erótica recién descubierta junto a su marido. La recorrió un calor muy intenso, como si su cuerpo supiera lo que pasaría a continuación, a pesar de que ella no lo recordara. Aún así estaba dispuesta a darle la bienvenida a su pasión, invitándolo a entrar en su corazón. Era su marido y quería conocerlo así, de la forma más íntima posible.

Sin apartar su caliente mirada de ella, Jack llevó sus manos a la hebilla de su cinturón para desabrocharlo, junto con el botón de sus vaqueros. La acción hizo que sus brazos se tensaran y se mostraran más grandes y musculosos.

Un segundo más tarde su pene endurecido e hinchado saltó libre y reluciente.

Él permaneció quieto mientras su esposa lo miraba, dejándole asimilar todo lo que ya conocía de antes.

Ariana se quedó sin respiración y lo miró. Miró la desnuda perfección del masculino cuerpo.

La erección se irguió ante él, quien la empuñó con su mano, acariciándose lenta y dolorosamente mientras su esposa recobraba el aliento, observándolo con pupilas dilatadas.

Su miembro era grueso y largo, latía en creciente demanda, necesitándolo todo de ella.

Jack Reed era impresionante.

Esa era la palabra correcta que lo describía a la perfección.

Impresionante, de pies a cabeza.

Su cabello tan oscuro como el chocolate negro, los ojos negros tornándose en ese instante tan calientes como el fuego, cada dura línea y expresión de su rostro esculpida en acero puro, la fascinante personalidad y virilidad que demostraba cada uno de los tatuajes grabados con tinta negra para siempre en su piel. Cada centímetro de su cuerpo era duro e imponente; duro por todas partes... Era magnífico, duro, viril, lleno de una fuerza que seguro ella había sentido muchas veces.

Tragó saliva con impaciencia.

Los musculosos brazos de su esposo, el torso increíblemente enorme, cubierto de vello que descendía tornándose más y más grueso y abundante hasta rodear aquello que lo hacía tan hombre, que lo hacía su hombre.

Sintiéndose frágil y más femenina que nunca, Ariana volvió a tragar saliva y a decirse a sí misma que no podía soportar más la espera. Esta vez estaba segura de que su cuerpo estaba dispuesto para la posesión más íntima entre marido y mujer.

–Iré despacio– le prometió Jack.

La gruesa voz hizo que ella levantara el rostro, y lo mirara a la cara.

–Eres mi tesoro, nena, lo que más amo en el mundo...–

El peleador parecía tan intimidante, tan amenazador, pero sus palabras eran tiernas y profundas, tanto que Ariana las sintió en el alma.

Ella lo sabía. No le tenía miedo. Nunca había temido de él, sino de sus propios sentimientos, pero ya no más.

–Confío en ti, Jack–

Él se quedó paralizado. A pesar de que su corazón estaba acelerado, en ese momento dio un vuelco.

La amaba tanto, y en esos momentos se lo demostraría.

Impresionada todavía, Ariana observó cómo le palpitaba el pecho al hombre que tenía sobre ella, y cómo él trataba de controlar su respiración mientras se acomodaba entre sus muslos.

Jack se dijo que tenía que ser cuidadoso. Era como si su esposa volviera a ser virgen una vez más.

Sus recuerdos seguían sin aparecer, así que mientras tanto, esa sería su primera vez, y no podía defraudarla portándose como un animal en celo, ansioso de poseerla, aunque así fuera exactamente como se sentía.

Ariana sintió la ardiente punta moverse contra ella. El pene acarició sus labios vaginales mientras se posicionaba. Contuvo la respiración, y Jack al notarlo se quedó muy quieto para mirarla.

La mujercita estaba inquieta, pero no asustada, y su mirada le pidió que continuara. Sin embargo no pudo contener un fuerte gemido cuando él dilató su entrada con la cabeza del glande, y comenzó a sumergirse en su interior, abriéndola con toda aquella impresionante anchura.

Se aferró a él con todas sus fuerzas, sin aliento. Era demasiado grande. Un semejante ramal ansiando adentrarse en ella. ¿De verdad tenía sitio para algo así siendo una mujer tan menuda?

Como si adivinara sus pensamientos, él besó su frente, y le susurró...

–Encajaremos, siempre encajamos a la perfección– sujetó su cintura, y entró un poco más en ella.

Gruñó de placer. Aquello era el paraíso. Era su hogar. No había olvidado la deliciosa sensación.

Cuando se sumergió unos centímetros más profundo, Ariana se tensó y jadeó cuando fue tomada por completo.

Él la sujetó de las caderas con más fuerza, obligándola a permanecer inmóvil durante un momento. Su mirada era como el jarabe más oscuro, dulcificándola, derritiéndola, cubriéndola. Ariana se enfocó en relajarse, dejándolo entrar.

–Dime si te hago daño...– susurró la voz caliente de Jack sobre su cuello. –Dime cuando quieras que pare...–

–No me lastimas y no quiero que pares... Hazme tuya, Jack... Quiero ser parte de ti por completo– gimió ella con la voz entrecortada.

De nuevo, el peleador gruñó. Estaba disfrutando todo de ella, el contacto, sus reacciones, los gemidos... Estaba a muy poco de perder el control.

La sensación caliente y poderosa de tenerlo en su interior dejó a Ariana sin aliento.

–Te... te siento dentro de mí– susurró contra su cuello.

Él estaba con ella... En ella. Era grande, grueso y duro, y parecía ponerse más grueso y más duro en sus adentros.

Con dificultad para respirar, Jack miró sus bonitos ojos. Jamás le habían parecido más hermosos que en ese momento.

–¿Te asusta, Ariana?– le preguntó y miró los senos que se presionaban contra su pecho.

No, no estaba asustada, sino que la asombraba la perfección de aquella unión. Negó con la cabeza de manera adorable.

–Entonces siéntelo, preciosa–

Lo sentía. Ariana podía sentir cada grueso centímetro. Tan duro y caliente que no pudo reprimir los gemidos. Para ella fue como un regreso al hogar. Fue muy consciente de ello aunque no lo entendió.

Sabía que sólo la sabiduría de sus cuerpos unidos podría comprenderlo.

El pasado no importaba. Sólo el presente.

Entonces se alzó un poco más alojándole hasta el fondo, conociéndolo una vez más, sintiéndose una con él...

Sin poder contenerse más, Jack la besó con ardor y urgencia.

Ariana le pasó las piernas alrededor de las caderas, y se aferró a sus hombros sudorosos.

En algún momento notó los temblores que sacudieron su gran cuerpo al contenerse, pero sucedieron otras cosas maravillosas que prácticamente sólo se percató de lo delicioso que era tenerlo en su interior. Se apretó contra él con más fuerza e inhaló el olor masculino que le embriagaba los sentidos.

Se le llenaron los ojos de lágrimas al sentir la perfección de aquel acto.

Ella no lo recordaba pero su cuerpo sí. Su cuerpo lo conocía, reconocía los dedos que la tocaban, reconocía el cuerpo con el que se fundía en un fuego líquido. Reconocía al hombre que la hacía mujer.

Fue perfecto. Él era perfecto.

Sus ojos se abrieron de par en par cuando Jack comenzó a moverse, y entonces gimió de manera vacilante.

Las paredes de Ariana ardían, palpitaban, tomaban todo cuanto podían. Estaba aceptándolo, aceptándolo y amándolo.

–Toma el placer, tómalo, nena–

Jack gimió con aspereza. Podía sentir sus delicadas y humedecidas paredes apretándolo, alojándolo. Era la gloria, se repitió. Estaba quemándolo vivo, y sus gemidos femeninos no tardaron en hacer que su cerebro dejara de funcionar con cordura. Eran la prueba de que ella ardía tanto como él, y aquello no hizo sino multiplicar su desesperación. Se movió entonces sensualmente para que fuera todavía más consciente de su unión.

Sus manos duras recorrieron el cuerpo suave y húmedo en sudor, mientras la penetraba con pasión. Amándola con cada poro de su ser, con cada uno de sus sentidos. Llenándola una y otra vez.

A cada segundo podía sentirla tensándose más, llegando más alto. Aumentando duramente, siempre aumentando, nunca liberando, nunca terminando.

Su cuerpo estaba consumido en llamas. La testosterona le subía a niveles peligrosos aplicando una presión que enviaba a su esposa directamente a la locura.

–¡Mierda!– el grito de Jack resonó en toda la habitación. –Ariana...– susurró entre jadeos. –Ariana, necesitamos un preservativo...–

La realidad golpeó la mente de la castaña. No podían estar haciendo el amor sin protección, porque ella no estaba tomando la píldora en esos momentos.

Oh, pero aquel pensamiento fue incapaz de interrumpir aquel torrente intenso de placer.

–Tengo que detenerme antes de... ¡Oh, carajo!–

–¡No!– exclamó ella al borde del más exquisito éxtasis. –¡No te alejes de mí!– Ariana parecía desesperada, como si lo deseara y necesitara mucho más que él.

–Preciosa... tenemos que parar– Pero Jack no sabía si podría detenerse. Entonces ella lo aferró fuertemente con las piernas, y gimió de un modo tan intenso que casi lo hizo estallar.

Tenía unos cuantos condones en el cajón de su cómoda.

Únicamente era cuestión de estirar la mano y detener su pasión por algunos segundos, pero maldita fuera, no le era posible parar.

La necesitaba con desespero, todo el tiempo, sin embargo todo estaba siendo un riesgo demasiado elevado. Era su esposa, pero también era demasiado joven, ya con un niño a su cargo, y encima un padecimiento de amnesia.

¡Maldición!

Estuvo a punto de detenerse, pero entonces Ariana lo acarició, entrelazando sus dedos en el vello de su pecho mientras gemía bajo él.

Anhelante, Jack la besó, besó su cuello, los las clavículas y hasta llegar a sus pechos y comenzar a succionarlos sin dejar de embestirla.

Ella se sujetó a los protuberantes hombros, clavándole las uñas en la espalda. Lo sintió temblar encima y la sensación le fascinó. Jadeó y respiró con dificultad. Nunca antes había conocido la pasión de un hombre, pero evidentemente eso había sido años atrás. Ahora sabía con claridad que pertenecía a esos brazos, a esa fuerza, a esa masculinidad. Pertenecía a ese hombre en cuerpo y alma.

Abrió los parpados muy despacio. Verlo balancearse sobre ella era exquisito. Miró el atractivo rostro de Jack, sus labios soltando inevitablemente gruñidos de placer, su pelo bañado en sudor. Vio la ferocidad de su pasión en el brillo fulminante de sus ojos... Esos ojos...

Ariana tuvo de pronto una visión que era exactamente lo que ocurría en ese momento... No había olvidado esos ojos oscuros, jamás podría olvidarlos.

El pecho de su marido se hinchó con una sensación extraña. El corazón le pulsó con más fuerza.

Su mujer estaba mirándolo fijamente... Exactamente igual que antes... Veía en sus ojitos un brillo extraño, como si... como si lo reconociera.

¡Santo cielo! ¿Era posible?

Había pasado tanto tiempo desde la última vez que ella lo había mirado con amor. Fue la gloria.

–Te amo, Ari... Te amaré hasta que me quede el último aliento de vida–

–¡Oh, Jack!– la castaña gimió con delicia. A esas alturas ya había perdido la cordura. Se entregó a la pura sensación de ser amada.

Ah... Ser amada.

Le encantó.

Ella le reconocía y respondía frenética a cada una de sus caricias, mientras él le envolvía la cintura con un brazo, y aplastaba su torso ardiente y desnudo contra el suyo.

Sintió después la increíble tensión, y el incremento de energía. Sentía el grueso acero invasor llenándola. Podía sentir cuánto la necesitaba Jack, su marido, y lo único que quería era satisfacerlo, pero entonces se estremeció ante su propio orgasmo, y se acurrucó en su pecho, mientras se sostenía de sus poderosos bíceps.

El grito de satisfacción que emitió atronó en sus propios oídos mientras sus paredes internas lo apresaban sin piedad.

En ese momento Jack volvió a besarla, y sintió cómo ella lo envolvía. Escuchó sus suaves gritos de placer que la acompañaban con cada dulce espasmo de su delicioso final. Enseguida se dio cuenta de que no podía seguir resistiendo más, y se preparó para su agonía placentera que estaba por explotar.

–No...no puedo terminar dentro de ti–

Las palabras apenas fueron registradas por la mente de Ariana. De pronto sintió las grandes manos que agarraban sus redondeadas curvas.

Salió de inmediato de ella con un movimiento brusco, jadeando. Tomó en un puño su reluciente miembro hasta eyacular, vertiendo su simiente a raudales en el abdomen de su esposa.

El explosivo clímax rasgó a través de su cuerpo con la fuerza de un maremoto.

El olor del sexo y la satisfacción los envolvía con los acalorados restos de deseo.

Jack la besó una última vez mientras se acomodaban y se abrazaban.

La amaba, la amaría por siempre, la protegería toda la vida. Era suya, siempre había sido suya, y ahora había regresado a sus brazos, a donde pertenecía.

Los ojos negros se habían vuelto más oscuros bajo los párpados, y brillaban como estrellas en la medianoche.

–Te brillan mucho los ojos– le dijo de pronto Ariana, quien ahora mostraba una sonrisa que lo mantuvo fascinado.

Era su esposa. La mujer que la Bestia Reed más amaba. La única. Y esta ahí en la cama con él, desnuda y sudorosa; aquella preciosa sonrisa había gemido su nombre y se había aferrado a su pasión entregándoselo todo por completo.

–Eso es porque ahora soy el hombre más feliz de todo el universo–

–¿De verdad lo eres, Jack?–

–A tu lado siempre lo seré. Llenas mis días de alegría, Ari. Eres todo lo que le da sentido a mi existencia–

Mientras le decía todo aquello, la castaña le acariciaba el rostro. Sus manos no podían estar quietas. Imposible no tocarlo ni entregarle sus caricias. La mandíbula, las mejillas, sus orejas, su cuello...

–Ahora lo eres todo para mí, Jack... Eres mi ancla en medio de todo este caos. Sólo tú me das paz–

Él tomó una de sus manos y le besó el dorso, después depositó un beso más en su frente.

–Siempre estaré a tu lado, preciosa–

–¿Me prometes que jamás volveré a dormir sola?–

–Jamás volveré a alejarme de ti– le prometió.

Ella sonrió. No se lo dijo, pero también se sintió la mujer más feliz del planeta entero.

Se abrazaron y los dos se quedaron profundamente dormidas.

Todo había cambiado entre ellos a partir de esa noche.

•••••

No podía haber mejor manera de despertar que aquella.

¡Santísima mierda!

La había recuperado. Ella había vuelto a él.

La noche había sido mágica, especial... No podía compararla con las anteriores porque esta vez había sido diferente. Esta vez Ariana se había entregado a él sin recordar el haber sido su esposa, ni haberlo amado y sin embargo le había dado toda su confianza, toda su pasión, le había pertenecido con todo su deseo y anhelo.

Sólo de recordarlo el pecho de Jack se inflamaba de emoción.

Había sido hermoso, perfecto.

Cada beso y cada caricia, cada embestida... Los gemidos femeninos, los suspiros, los jadeos, la manera en la que su amada lo había mirado...

Lo recordaba, y su pene volvía a latir con dolor.

Se le desbocaba el corazón.

Ariana lo había besado, había sido suya tal y como antes. El placer fulminante los había absorbido.

Él ahora deseaba volver a devorarla, pero debía contenerse.

Su amada seguía dormida, y lo último que quería era despertarla, sino lo contario. Ella necesitaba descansar.

Con cuidado para no molestarla se apoyó sobre un codo para contemplar el maravilloso perfil. Tenía el brazo derecho estirado sobre su pecho desnudo, y su cabeza permanecía acurrucada sobre su hombro. La fragancia de su cabello ascendía hasta las ventanas de su nariz, y sin poder resistir, Jack le besó la cabeza, aspirando su perfume, saboreando su delicadeza.

Era bellísima, y en ese momento se lo parecía increíblemente más.

El cabello castaño le caía como una cascada de seda acaramelada. Tenía los labios ligeramente abiertos, rojos, hinchados por tantos besos, las marcas de su barba en sus alrededores hasta bajar al cuello, y descender todavía más y más abajo. Las mejillas sonrosadas con aire tímido y satisfecho. Respiraba con tranquilidad, y dormía como si supiera que en los brazos en los que se encontraba, estaría segura para siempre.

Él gruñó extasiado, y se apartó con cuidado de no despertarla.

Le había hecho el amor durante toda la noche, pero la deseaba otra vez, la deseaba con cada parte de su ser, con un deseo tan intenso como si llevara toda la vida en un monasterio. Pero ella parecía tan agotada. No había dormido nada en dos noches seguidas, así que lo mejor era salir de ahí cuanto antes.

Miró el reloj. Eran las diez de la mañana. Era domingo, así que no había inconveniente alguno en comenzar su día tarde. Salvo por un pequeño detalle... Aaron.

Jack rió al pensar en él.

El hombrecito debía estar hambriento y con todas sus energías revitalizadas.

Todavía sonriendo y meneando la cabeza, se colocó una playera y un short de basquetbol. Salió con cautela de la habitación.

•••••

Cuando Ariana abrió los ojos, pensó en que le faltaba algo indispensable.

Miró a su alrededor, y no vio a Jack por ninguna parte. No estaba junto a ella en la cama, y tampoco en la habitación.

El simple hecho de no sentirlo ahí a su lado la hizo tener un vacío profundo en el estómago.

Había sucedido... Había hecho el amor con su marido, y saberlo la hacía sentir maravillosamente.

No podía evitar sonreír y estremecerse al recordar todo lo ocurrido esa noche.

¡Santo cielo!

La noche pasada había sido un completo viaje mágico a las estrellas.

Aquéllas imágenes volvieron a su mente. Se vio rodeándole el cuello con los brazos, buscándole con mayor intensidad a cada instante, elevándose para que la tomara por completo.

Se había entregado deliciosamente, exquisitamente, y Jack había sido tan apasionado, tan tierno, tan amoroso... tan hombre.

Ella había sentido que moría y volvía a nacer. El placer que le había proporcionado la había llevado a gritar hasta quedarse sin voz y sin aliento.

Las manos del peleador arrastrándola más allá de su límite, su boca besando sus labios y cada rincón de su cuerpo, las caderas firmes, embistiendo con fuerza, conduciéndola más y más alto, los ojos mirándola... Ojos oscuros, tan oscuros...

La respiración se le cortó entonces, y tuvo que cerrar la mirada con fuerza para poder recuperarse de la conmoción.

>Tranquilízate< se dijo.

Debía permanecer tranquila, aunque ardía en deseos de que aquello se repitiera.

>Esta noche< pensó de inmediato. Sí, esa noche volvería a encontrarse en los brazos de Jack Reed, y nada la haría más feliz.

Sintiéndose profundamente contenta y emocionada, se puso en pie para tomar una ducha y ponerse muy, muy bonita para su marido.

Notó de inmediato que se encontraba desnuda, y el rubor le subió por las mejillas.

Sonrió con timidez para sí misma, y enseguida se envolvió en su bata de dormir.

Cuando entró al baño, lo primero que hizo fue situarse frente al espejo del lavamanos. Lentamente, elevó la cabeza para mirarse.

Tenía el cabello revuelto cayéndole sobre los hombros desnudos, la mirada ojerosa, pequeños moretones en la garganta y en el pecho, la piel rojiza por el roce de aquella barba tan atractiva, la boca roja e hinchada.

Instintivamente se tocó los labios. Los tenía muy sensibles por los besos de Jack... ¡Oh, cielos! Qué besos, qué manera de apoderarse de ella. El recuerdo la hizo temblar una vez más.

Sí, en definitiva ese sería un largo día, porque apenas y podía esperar a que anocheciera para volver a estar junto a él.

•••••

Ariana bajó escalones, y llegó directo a la cocina. Lo primero que vio, le llenó el pecho de dicha y felicidad.

Jack junto a su hijo, en la mesa, mientras terminaban de almorzar, reían y jugaban amorosamente.

Días atrás, una escena parecida le había puesto los nervios de punta, pero esta vez el sentimiento era totalmente diferente.

Aaron sonreía de oreja a oreja, y charlaba animosamente, su padre lo escuchaba con atención, y de igual manera reía de manera adorable. Se veía mucho mejor a pesar de lo enfermito que había estado. Eso la tranquilizó muchísimo.

De un momento a otro, Jack se puso en pie para dejar algunos platos sucios en el fregadero pero sin dejar de sonreír y juguetear con el pequeño.

–El hecho de que haya recuperado tu apetito es una buena señal, Aaron. Quiere decir que ya estás muy sano–

–Papi, quiero comer mucho para ser grande y fuerte como tú–

–Ah, eso es genial, hombrecito, serás toda una Bestia–

–¡Sí!–

Ariana supo sin lugar a dudas que esos dos eran las personas más importantes de su vida.

Tuvo deseos de quedarse ahí sin ser vista para poder observarlos y deleitarse de ternura, pero en ese momento Aaron la vio y se emocionó.

–¡Mami!–

A ella no le quedó más remedio que ir hacia él.

Lo abrazó con todo su amor.

–Buenos días, precioso–

–Mami, qué bueno que ya te despertaste. Dormiste mucho–

La castaña rió.

Jack también.

–Mami estaba cansada, campeón–

–Pero ya he descansado suficiente. Ahora sólo quiero estar con ustedes– alzó entonces su mirada y la fijó en su marido. Él elevó el pecho y soltó un suspiro. Se veía contento, dichoso.

Ariana por su parte notó una presión en el estómago, y el corazón se le desbocó.

Le latió el pulso, y el rubor que se extendió por el rostro femenino fue perfectamente visible.

Se sintió increíblemente compenetrada con ese hombre. Y sabía que él se sentía de la misma manera. Tenía una mirada conmovedora, como si no pudiera hablar.

El estómago volvió a darle un vuelco, y sus mejillas se ruborizaron de nuevo cuando recordó por centésima vez todo lo que habían hecho juntos la noche anterior.

Recordó inevitablemente el momento en el que se había introducido en su interior, poseyéndola lentamente hasta que la había hecho olvidarse de cualquier pensamiento, dejándole sólo a él y aquella abrazadora necesidad.

No. No podía olvidarse de ese ardiente placer. Y por lo visto Jack tampoco. Sus ojos negros ardían con los recuerdos.

De pronto, la respiración de Ariana se cortó al pensar en algo... No pudo negar que estar con su marido íntimamente, había cambiado lo que sentía por él para siempre... Recuperara la memoria o no. Y saberlo no la sorprendió.

Ella curvó la comisura de la boca en algo parecido a una sonrisa.

Desde donde el peleador estaba, pudo ver su expresión de felicidad, y al verla así, tan feliz, se quedó impactado.

Sí. La había recuperado.

Nada la hizo más feliz.

–Buenos días, nena–

Sin poder evitarlo, avanzó a ella, pegándola a su propio cuerpo, y la besó.

Ariana separó los labios con un suave gemido de deseo. Él saboreó su boca dándole un beso tierno en el que le ofreció silenciosamente todo lo que llevaba dentro, un beso que iluminó de forma radiante los confines más lejanos y oscuros del universo, como si ese mutuo sentimiento hubiese dado a luz una nueva estrella.

Cuando, Jack la soltó, ella se quedó aturdida, con los ojos cerrados y los labios elevados.

Él le sonrió y la castaña se recuperó de la conmoción mirando hacia su hijo apenadamente, pero dándose cuenta, aliviada, de que Aaron ni siquiera les prestaban atención.

–Siéntate. Tienes que comer algo. Has tenido unos días bastante pesados, en los que no te has alimentado bien–

De inmediato, Jack le sirvió un plato de fruta, yogurt, jugo de toronja, pan tostado con queso cottage bajo en grasa...Todo lo que ella siempre solía desayunar.

Ni tiempo le dio de protestar, cuando Jack hizo que se sentara.

Comenzó por tomarse el jugo, mientras veía a su esposo recoger, la mesa y lavar los trastes.

Era un hombre terriblemente adorable a pesar de su fachada dura y agresiva.

–Iré a casa de mi madre– anunció de pronto. –Tiene problemas con su tubería y tengo que ayudarla. Además algo anda mal con el coche de Kylie y me encargaré de repararlo–

Ariana le sonrió. Era maravilloso sin que él lo supiera. Esposo amoroso e infinitamente paciente y comprensible, un padre modelo, y encima un excelente hijo y hermano. ¿Qué más podía pedir?

–¿Mami, me das permiso de ir con papi? Quiero ver a mi abue Naty– le dijo Aaron llamando por completo su atención.

–Claro que sí, mi amor. No tienes que pedir permiso para ir con papá a ver a tu abuelita. Yo iré con las chicas al mall–

Emocionado, el niño se lanzó a sus brazos y la abrazó amoroso.

Ella disfrutó de aquel abrazo. Lo apretó con más fuerza.

A Jack se le calentó el pecho al verlos.

Tenía a su familia ahí, completa. Los tres más unidos que nunca.

En definitiva era el sujeto más afortunado y feliz del universo entero.

•••••

En un tiempo récord, Jack se encargó de reparar la tubería de su madre. Había sido pan comido tomando en cuenta todo el conocimiento que tenía con respecto a aquel oficio.

No se había olvidado que en su adolescencia y mucho antes de empezar a ganar dinero en las peleas clandestinas, había tenido que hacer todo tipo de trabajo para sobrevivir, plomería, carpintería... Hasta había sido mesero.

Él rió al recordarlo. A pesar de todo habían sido buenos tiempos, y de una u otra manera todo aquello lo había conducido a ese presente que tanto estaba disfrutando.

No importaban ya todos los problemas, porque en esos instantes era feliz con todo lo que tenía, la familia que la vida le había concedido, la maravillosa mujer, y su estupendo hijo. Pasara lo que pasara si los tenía a ellos nada más importaba.

–Hola, Jack–

La voz de su hermana lo hizo salirse de todos sus pensamientos.

Por unos segundos él dejó su labor con el bonito coche deportivo, y miró a la recién llegada.

Kyla le sonreía y de inmediato se acercó a él para darle un beso en la mejilla.

–Hola, Ky, oh, no hagas eso, estoy muy sucio– le dijo refiriéndose a las manchas de grasa en su ropa.

La chica frunció el ceño y negó.

–Sabes que eso no me importa, hermanito–

Jack rió.

–Me gusta que siempre me llamas así–

La rubia rió.

–Lo hago porque me encanta presumirte. Además es muy divertido ver las caras de las demás personas cuando les cuento de mi "hermanito" y después te conocen y ven que mides casi dos metros–

Los dos compartieron risas.

–Tienes razón, es muy divertido– concedió él.

–Pero hablo en serio, me gusta mucho ser tu hermana, Jack, y también del bobo de Tom aunque siga siendo un niñito inmaduro–

–Ah, pero lo adoras. No puedes vivir sin él, y no vayas a negarme que lo extrañas–

Ella suspiró.

–No voy a negarlo. Extraño mucho a ese cabeza de chorlito. Nunca nos habíamos separado por tanto tiempo. Literalmente llegamos juntos al mundo–

–Bueno, pero lo tendremos de vuelta en vacaciones de verano–

–Lo sé y no puedo esperar. Todavía me parece increíble que se haya ido a la Universidad de California a estudiar leyes–

Jack soltó una carcajada.

–Tendremos al mejor abogado en la familia, eso no lo dudes–

Las risas entre ambos se calmaron un poco.

Kyla echó un vistazo a su vehículo.

–¿Cómo va mi auto?–

–Dame unos minutos más y quedará como nuevo– prometió él. –¿Estuviste con Ari y Liz?–

–Sí, fuimos al centro comercial y a comer. La paso muy bien con ellas–

–Me alegra escuchar eso–

–Y yo me alegro de que Ari ya esté mucho mejor. La vi muy animada, casi como si fuera la de antes–

–¿De verdad?–

–Sí, recuerdo que en un inicio... Me refiero a después de su accidente, ella se veía muy afectada, pero ahora la vi muy feliz–

–Que me digas eso me llena el alma–

–Oh, y debiste haberla visto cuando Liz le preguntó por ti–

–¿Por qué? ¿Qué dijo Ariana? ¿Habló sobre mí?–

–Se le iluminó la mirada y su rostro resplandeció cuando le mencionamos tu nombre. Creo que la traes loquita–

–El que está loco por ella soy yo–

–Se nota, hermanito, créeme que se nota. Me llena de mucha emoción ver que al fin comienzan a ser felices otra vez–

–Quiero hacerla feliz, Kyla. Quiero cuidarla de todo y que sea la mujer más dichosa para que nunca se arrepienta de estar a mi lado–

–Jamás se arrepentirá, de eso estoy segura. ¿Quién se arrepentiría de tenerte como marido si eres el chico más maravilloso de todo el planeta tierra?–

Jack rió contento.

Ella lo abrazó de nuevo.

–¿Sabes? Es fantástico esto de tener hermanas. Tom es genial y lo amo, pero Emma y tú son una fortuna que nunca pensé que tendría–

Kyla soltó el aliento e hizo un puchero de típica chica adolescente.

–Ahora quieres más a Emma– aquel era un reclamo.

Jack frunció el entrecejo y negó de inmediato.

–¿Qué? Por supuesto que no. Las amo a las dos por igual y siempre las protegeré–

–¿Sí?–

–¡Pero claro! Aunque... aquí entre nos, tú eres la más pequeña, y sólo por eso te cuidaré al doble–

La rubia sonrió y se sintió entonces muy agradecida. La vida le había concedido a aquel maravilloso ser como hermano mayor, hijo de las entrañas de su madre. Él era una gran fortuna, para cualquier persona que lo rodeara. Especial y único, sin duda.

–Eres el mejor hermano–

–No digas eso o Tommy se pondrá celoso–

–Él piensa lo mismo que yo. Los dos nos sentimos los más afortunados por tenerte. Nunca dejaremos de agradecerle a mamá por haberte traído a nuestras vidas. Y si yo me siento así, ahora imagina cómo se siente Ari al tenerte a su lado–

–Te asegura que ni la mitad de lo que siento yo al tenerla a ella– Jack exhaló.

•••••

Cuando Jack y Aaron regresaron encontraron a Ariana revisando algunos videocasetes que había estado reproduciendo en el DVD durante el último par de horas.

Al entrar su hijo lo primero que él hizo fue correr a abrazarla.

–¡Mami, abuelita Naty me enseñó a hacer galletas, y me dijo que podía traerte algunas, mira!– entusiasmado, el niño le mostró la bolsa ziploc en las que había guardado dichas galletas.

La castaña las tomó y mostró una expresión de emoción y felicidad.

–¿De verdad? Gracias, mi amor, se ven deliciosas–

–¿Te gustan, mami?–

–Me encantan, cariño. Seguro Natalie y tú hacen las galletitas más deliciosas de todas–

–¡Sí! ¡Sí! Cuando sea grande quiero tener una tienda de galletas–

Ariana soltó una carcajada. Su pequeño era adorable. Un día deseaba ser piloto de aviones, al siguiente inventor o paracaidista, después salía con que quería ser repostero. Era tan tierno y lo amaba con toda su alma.

Le acarició la carita.

–Serás todo lo que te propongas ser, mi niño hermoso–

–¿De verdad, mami?–

–Claro que sí, mi cielo. Tu papi y yo te apoyaremos en todo, ¿cierto, Jack?–

Él se inclinó hacia su hijo para alzarlo en brazos y llenarle la carita de paternales besos.

–Muy cierto, hombrecito. Siempre estaremos impulsándote y animándote para que logres todo lo que sueñes y hasta más– volvió a bajarlo al suelo.

Él y su esposa se miraron compartiendo un tipo de intimidad muy especial.

Los dos suspiraron.

–¿Cómo les fue con Natalie?–

–Muy bien. Aaron ya te contó que se divirtieron mucho horneando. Yo me ocupé de su problema de tubería y del auto de Kyla. Por cierto, me dijo que se divirtieron mucho en el centro comercial–

Ariana asintió en respuesta.

–¿Te puedo decir algo?–

–Lo que quieras–

–Todavía me parece sorprendente que Natalie Brosnan sea tu mamá, y que los gemelos sean tus hermanos. Quiero decir... los conozco de toda la vida. Nunca imaginé que... que algo como esto pudiera suceder–

–Lo sé. Parece de novela, ¿no? También fue una gran sorpresa para mí cuando me enteré. No voy a decirte que lo tomé de la mejor manera, pero... desde entonces hemos trabajado en nuestra relación. Nos hemos adaptado bien, nos queremos y... y ahora de verdad somos madre e hijo. Con Tom y Kyla sucedió lo mismo. Somos hermanos y también grandes amigos los tres–

–Eso es muy tierno. De verdad, me da mucho gusto saber que, aunque Natalie no te tuvo a su lado por mucho tiempo, ahora es feliz y te tiene a su lado. También lo digo por ti. Tienes una madre maravillosa. ¿Algún día me contarás por qué no estaban juntos ni se conocían?–

Él exhaló.

–Es una historia muy triste–

–Sí, pero tiene final feliz–

–Pues sí, pero... no quiero deprimirte con esas cosas. Lo importante es que ahora todo estamos juntos. Aún así espero no tener que contártelo, sino que...–

–Que lo recuerde por mí misma–

–Sí. No he perdido la fe de que eso suceda pronto–

Ariana había perdido la esperanza pero no le importaba. Le sonrió.

–Estuve mirando estos videos– le mostró.

–Ah, son tus presentaciones en la Academia de Artes de Phil Lewis. Las filmamos todas y cada una de ellas desde que comenzaste a trabajar con él. ¿Qué te parecieron?–

–Son fantásticas. Apenas y puedo creer que yo haya participado en todo eso–

–No sólo participaste, Ari. Fuiste la obra maestra. El señor Lewis tenía plena confianza en ti y dejaba que dirigieras todo como mejor te pareciera. Además instruiste muy bien a todos esos chicos. Eras una excelente maestra, aprendieron muy bien y te adoraban. Aún lo hacen. A veces recibo llamadas de ellos preguntando por tu estado de salud. Yo sólo les digo que estás muy bien y que agradeces su preocupación–

–Wow, todo es... es muy lindo. Quizás no era el trabajo de mis sueños en Broadway pero... se le parecía mucho, y seguro me dio muchas satisfacciones–

–Más de las que puedes imaginar. Eras muy feliz enseñando tu arte, y te desenvolvías muy bien. Compartir tu conocimiento te llenaban de alegrías–

–¿Crees que... que exista la posibilidad de que regrese a trabajar con el señor Lewis?–

La petición sorprendió un poco a Jack. Arqueó las cejas.

–¿Eso es lo que quieres? ¿Pero qué pasa con tu recuperación?–

Ariana asintió.

–Estoy bien físicamente, Jack. Pero necesito hacer algo además de preocuparme por recuperar la memoria–

–Tienes razón. Podemos hablar con el señor Lewis. Estará feliz de volver a tenerte en su Academia–

Ariana le agradeció muchísimo y se emocionó. Aquella era otra parte de su vida que a los diecisiete años no pensó que llegaría a experimentar. Ella había tenido muchos otros planes a esa edad. Planes que nada tenían que ver con tener un hijo, casarse con el chico malo de la escuela y dedicarse a dar clases en una escuela local de artes.

Aún así le encantaba. Se sentía feliz.

–¿Quieres que te sirva la cena?– le preguntó entonces. –De camino compré sushi y noodles–

–Suena delicioso pero primero quiero tomar un baño rápido– se había cambiado la playera pero aún así necesitaba ducharse.

Mientras su marido se aseaba, Ariana se dedicó a poner la mesa mientras Aaron jugaba con sus figuras de acción.

Tocaron a la puerta y entonces ella se apresuró a abrir.

Se sorprendió un poco cuando encontró a Emma ahí. Le sonrió y de inmediato la invitó a pasar.

Realmente había convivido muy poco con ella, e incluso esa mañana se había disculpado al no poder asistir con ellas al mall, pero le parecía muy agradable y genuina, además de simpática.

–¡Tía Emma!– al verla, Aaron corrió hacia ella.

–Hola, mi niño hermoso. ¿Cómo estás?– la rubia se inclinó para recibirlo. Lo abrazó cariñosamente.

–Muy guapo, dijo abuelita Naty– respondió el pequeño graciosamente, haciéndolas reír a ambas.

–¡Claro que sí, mi cielo!– convino Emma en total acuerdo. –¡Eres guapísimo y más!–

–¿Quieres probar mis galletitas, tía?–

–Desde luego que quiero– ella tomó una de las que le ofrecía y la saboreó. –Mmmm... ¡Deliciosas!–

Aaron se sintió muy feliz pero enseguida volvió a sus juegos infantiles.

Entonces ambas cuñadas se saludaron con un par de besos en la mejilla.

–Hola, Ari. Me da gusto verte tan bien–

–Gracias, Emma. ¿Tú cómo estás? Nos hiciste falta en nuestro paseo de chicas–

–Lo sé, estuve un poco ocupada pero te prometo que no me perderé la siguiente–

–Claro, ya acordamos ir a bailar el próximo fin de semana–

–Fantástico, cuenten conmigo–

Ariana se emocionó.

–Genial. La pasaremos muy bien–

–No lo dudo– contestó Emma y después miró a su alrededor como en busca de alguien. Evidentemente en busca de Jack. –¿Dónde está mi hermano?–

–Está tomando una ducha pero no debe tardar en bajar. Se pondrá muy contento cuando te vea aquí. Te quedas a cenar, ¿cierto?–

–¿No los molesto?– preguntó la rubia insegura.

–¿Qué? Claro que no– negó Ariana. –Estaremos felices de que nos acompañes–

–La verdad es que se supone que hoy saldría con Cameron– dijo y en su tono se escuchó una gran tristeza.

–¿Ah sí? ¿Y qué sucedió?–

–Es un tonto–

–Oh, no digas eso. Cameron es muy lindo y te quiere mucho–

–Tienes razón. Es el novio perfecto y un tierno pero... hoy se olvidó de nuestro aniversario y ni siquiera se ha dignado a llamarme en todo el día. Además prefirió quedarse a ensayar un número de baile en la Academia. Yo le dije que ni loca pensaba quedarse ensayando esta noche y me marché–

–¿En qué Academia? ¿Cameron y tú trabajan ahí?–

–La Academia de Phil Lewis. Somos coreógrafos. ¿Por qué? ¿Qué pasa?–

–Pasa que quizás pronto seamos compañeros de trabajo– sonrió ella entonces.

Emma abrió los ojos con gran emoción.

–¿Hablas en serio? ¡Será estupendo!–

–Sí, pero bueno, hablemos de eso después, ahora lo importante eres tú y Cam. Quizás tiene tanto trabajo que lo olvidó–

–No lo sé, pero me hizo sentir muy triste y decepcionada–

Ariana le sonrió.

–Vamos, anímate. Esto no significa que él no te quiera–

–Eso espero. Me rompería el corazón si resulta que Cameron se está olvidando de mí–

–Oh, vamos– negó la castaña. –Eso no va a suceder–

Enseguida fue hacia ella y la abrazó rodeándola con un brazo.

En ese momento Jack apareció. Vestía ahora pantalones de mezclilla que le llegaban a la rodilla, Vans desgastados y una camiseta de lisa color gris. Llevaba todavía el pelo húmedo, y para Ariana estaba más guapo que nunca. No pudo evitar la ilusión en su rostro en cuanto lo vio.

–¿Emma? Qué alegría verte aquí– él prontamente fue hacia su hermana, y depositó un beso en su mejilla.

–Hola, hermanito– lo saludó ella contenta.

–No sé si algún día me acostumbraré a que mis dos hermanas me digan "hermanito". ¿Ya vieron cuánto mido?– inquirió Jack bromeando.

La rubia rió divertida.

–Ay, sí, Jack pero lo hacemos porque te queremos–

El peleador la abrazó por detrás.

–Yo también las adoro a las dos. ¿Oye, pero qué haces aquí?–

–Sólo quise venir a visitarlos– ella se hundió de hombros dando la sencilla respuesta.

–Ah pues yo encantado de que te quedes a cenar con nosotros– por un instante se olvidó de su hermana y se acercó a Ariana. Compartieron un romántico beso en los labios.

Emma sonrió todavía más ante lo que veía. Al parecer las cosas entre esos dos no podían ir mejor.

La respiración de Jack se había cortado. Fue un momento que sólo ellos dos comprendieron.

Aquella sensación en el pecho casi hizo que se desbocara. La felicidad fue inmensa.

–Pónganse cómodas, chicas. Yo prepararé la mesa para que cenemos– entonces se fue directo a la cocina.

–Es un gran hombre– le dijo Emma a su cuñada.

No necesitaba decirlo, porque Ariana lo sabía a la perfección.

>Es el mejor< pensó de inmediato >Nadie podría igualársele nunca<

–Me siento muy afortunada de tenerlo a mi lado–

–También me sentí así cuando descubrí que era mi hermano–

Entonces la castaña dio un respingo, completamente desconcertada.

–¿Escuché bien?– cuestionó de inmediato. –¿De qué hablas, Emma?–

En ese momento Emma hizo una expresión de consternación que la mantuvo paralizada por unos cuantos segundos.

–Oh, cielo santo...– murmuró preocupada. –Por un momento lo olvidé... Discúlpame, yo...–

Jack regresó de la cocina, y frunció el ceño cuando vio que la tensión en el aire había aparecido de repente.

Emma volteó al percatarse de su presencia, y de inmediato se puso en pie para avanzar a él.

–Perdóname, Jack. No fue mi intención...–

–Estoy bien, Emma– intentó tranquilizarla, Ariana, quien no parecía alterada ni nada por el estilo, pero sí confundida, y esperando una explicación de parte de su esposo.

Él le hizo un gesto tranquilizador de igual manera. Exhaló dispuesto a explicárselo a su esposa.

–Escucha, Ari... Al igual que sucedió con mi madre, Emma y yo no nos conocíamos ni teníamos idea de que éramos hermanos. Fue hasta hace muy poco tiempo que lo descubrimos, y... fue impactante para nosotros, pero a la vez una gran alegría–

Emma sonrió en acuerdo.

Ariana arqueó las cejas, todavía sorprendida.

–Es... es increíble– murmuró.

–Sí, lo es– afirmó Jack.

–Pero... Emma no es hija de Natalie, ¿cierto?–

Él negó.

–Somos hermanos por el lado paterno. Nos engendró el mismo sujeto, compartimos padre pero no vale la pena que hablemos de él ahora– además de que no quería preocuparla ni abrumarla con aquella parte fea de su vida.

–¿Era un hombre malo?– indagó Ariana confusa.

Jack dudó en contestar pero después le asintió.

–Un desgraciado, pero te lo repito, no será bueno que gastemos palabras hablando de ese malnacido–

–¿Vive?– insistió la castaña.

Jack y Emma le asintieron.

–Pero está lejos de nosotros, y de mi cuenta correrá que no volverá a nuestras vidas nunca más–

Ariana no quiso siquiera imaginarse el tipo de hombre que era. Confió en lo que su marido decía y en su resistencia a seguir hablando de él.

–Bien, pero entonces... Si no eres hija de Nat, ¿en dónde está tu mamá, Emma?–

La rubia se mostró muy triste.

–Murió– respondió pero no creyó imprudente hablar del modo en el que ella había muerto.

Jack se acercó a su hermana y la abrazó pasándole el brazo por los hombros para reconfortarla.

Ariana la tomó de ambas manos.

–Me parece que todo en esta vida tiene una razón de ser. Ustedes sufrieron en su niñez, pero ahora se tienen el uno al otro, y eso es lo maravilloso, ¿no?– les sonrió a ambos. –Creo que la recompensa de cada uno es la nueva vida que les esperaba–

Jack mostró su sonrisa blanca. Su preciosa era increíble. Inteligente, sincera, valiente. Tenía toda la razón.

–Exactamente así pienso yo– secundó Emma. –Ser la hermanita pequeña de este grandulón, compensa con creces muchísimas cosas del pasado–

>Qué hermosa familia<

De nuevo aquel pensamiento abarcó la mente de Ariana. Le encantaba esa familia tan unida con la que se había encontrado al despertar. Jamás imaginó que algún día sería parte de una así, pero ahora lo era.

De pronto, el celular de Jack comenzó a sonar.

–¿Sí?– respondió.

–Ja...Jack, soy Cam. No digas na...nada. ¿E...Emma está contigo?–

–Sí–

–Bi...bien. No quiero que...que escuche esta con...conversación–

El peleador entendió y pronto se alejó un poco para poder charlar.

–¿Qué ocurre, Cameron, y por qué no quieres que nadie escuche? Emma está aquí. Parece triste. ¿Le hiciste algo a mi hermana?–

–To...todo fue un malentendido– el pelirrojo también se escuchaba deprimido. –Yo... yo tenía una... sor...sorpresa para ella por nuestro ani...aniversario, pe...pero se marchó de la academia. Por favor a...ayúdame, Jack. Necesito demostrarle lo im...portante que es para mí y... cuanto la...la amo–

Jack no pudo evitar sonreír gustoso de saber que su hermana tenía a su lado a un chico muy enamorado de ella.

–Creo que lo sabe, pero no harías mal recordándoselo–

–Ha...haz que no se mueva de ahí. No permitas que se...se vaya. Voy para...para allá–

–Bien, pero date prisa– colgó y volvió al comedor.

–¿Quién era?– le preguntó Ariana curiosa.

–Eh... Noah. Era Noah– sonrió. –Sólo quería saludar–

–Este sushi huele delicioso. ¿Tú lo preparaste, Ari?–

La castaña rió.

–Lo compré, no soy tan excelente cocinera como crees–

–Ah, claro que lo eres, nena. No es por presumir, Emma, pero mi esposa prepara la lasaña más deliciosa del mundo–

–Eso tendré que probarlo, así que esperaré la invitación a cenar la próxima vez que cocines–

Los tres pasaron a la mesa y cenaron muy a gusto junto con Aaron. Rieron y charlaron del asunto de Ariana de regreso en la Academia con el señor Lewis. Eso los mantuvo entretenidos hasta que media hora más tarde alguien tocó el timbre de la casa.

Jack que sabía que debía tratarse de Cameron fue quien se puso en pie un poco nervioso. Nunca había sido bueno guardando sorpresas y había estado impaciente.

–Eh... Emma, ¿te molestaría si te pido de favor que abras la puerta?–

La petición le pareció extraña a Ariana que miró a su marido confundida.

Emma en cambio sonrió con naturalidad y aceptó. Se levantó de la mesa y pronto fue a realizar lo que le había pedido.

Jack tomó entonces la mano de su amada y la animó a que la siguieran.

Justo después de abrir la puerta, Emma se llevó una gran sorpresa al encontrar a su novio pelirrojo vestido graciosamente como un mariachi, en compañía de un montón de músicos que sujetaban sus instrumentos.

–Emma... Te...te amo. Te amo mu...muchísimo–

Cameron dio entonces la señal.

El mariachi comenzó entonces a tocar un amplio repertorio de canciones románticas, unas cuantas en inglés y otras más en español.

A Emma le encantó. Lloró de alegría, mientras su pelirrojo amado le sonreía con mirada llena de amor.

Jack, Ariana y Aaron fueron testigos de la romántica escena, desde la puerta de su casa.

Cameron tomó entonces el enorme ramo de rosas amarillas y se lo entregó.

–No olvidé nuestro a...aniversario, ne...na. Jamás olvidaría la fecha en que...que aceptaste ser mi...mi novia. Gracias por...por hacerme muy feliz...–

Emma que seguía muy conmovida se acercó a él y lo abrazó con fuerza. Le dio un beso en los labios.

–Te amo, Cameron– volvió a besarlo con dulzura.

El pelirrojo sonrió. Tomó la mano de su amada y le besó el dorso. Después se dirigió a Jack y a Ariana.

–Muchas gra...gracias por todo, pero ahora qui...quiero a esta hermosura para mí solito– les guiñó el ojo.

•••••

Aquella noche, Jack y Ariana tuvieron que enfrentarse a un terrible hecho... Aaron había comido todas las galletas él solito, galletas con mucha azúcar y en consecuencia de ello, había adquirido unas energías que aterrorizarían a cualquiera.

Habían tenido que perseguirlo por toda la casa, jugar con él, y después meterlo a bañar casi a la fuerza, para que pudieran al fin meterlo a la cama. Sin embargo una vez en pijama, y recostado entre las colchas, parecía reacio a querer dormirse.

–Tienes que dormir, mi amor. Mañana es lunes, y vas a la escuela– le dijo su madre un tanto exasperada, pero sin dejar de hablarle con dulzura.

Aaron se cruzó de brazos, y negó con la cabeza.

–Quiero que papi me lea un cuento primero–

Jack caminó hasta la estantería de libros para poder tomar uno.

–¿Cuál quieres que te lea, hombrecito?– preguntó.

El pequeño negó y eso confundió mucho a sus padres en primera cuenta.

–Ninguno. Quiero que tú lo inventes–

¡Cielo santo, ese niño era increíble!

Ariana intentó contener la risa que tal ocurrencia le había ocasionado.

Jack se removió su cabello nervioso mientras trataba de pensar. No solía tener buena imaginación para inventarse historias.

–¿Que lo invente, dices?–

Aaron asintió y sonrió.

–Sí, papi–

–Eh... bueno... yo...– Jack no tenía ni idea, pero pensó en que algo se le ocurriría eventualmente.

Luego vio que Ariana, encantada con la idea, se sentaba junto a su hijo. Al parecer tenía público esperando.

Enseguida, él se echó en la cama, boca abajó, frente a ellos, y su mente comenzó a trabajar.

–Había una vez una princesa de cabellos castaños... tan castaños como el caramelo fundido–

–¿Como el de mami?– preguntó Aaron con emoción.

Jack asintió y miró la espléndida cabellera de su esposa. Siempre lo hipnotizaba.

–Sí, como el de mami– afirmó.

–¿Y también tenía los ojos como ella?–

–Sí, también. De un color miel, fascinante–

–¿Y qué edad tenía? ¿Era una niña o parecía una mamá?–

–Definitivamente como una mamá, una muy, muy hermosa– Jack miró de nuevo a Ariana que a su vez lo miraba a él. Los dos se sonrieron con dulzura.

–¿Y qué más?– Aaron se mostraba expectante y emocionado con su historia.

–Vivía en una torre–

–¿Una torre? ¿Muy alta?–

–Altísima–

–¿Y por qué vivía ahí?–

–Estaba atrapada. Una bruja malvada no la dejaba salir porque su precioso cabello de caramelo tenía poderes mágicos, y no quería que el mundo lo descubriera–

–Oye, conozco esa historia– protestó Ariana mostrando una insolencia divertida.

Jack frunció el ceño, y también rió.

–Espera un minuto, aún no he terminado–

–¿Qué más, papi?– Aaron lo miraba atento.

–Había un dragón enorme cuidando la torre para que la princesa no escapara–

Los ojitos castaños del pequeño se agrandaron de emoción. Amaba los dragones y cualquier cosa de mitología y acción.

–La princesa odiaba estar encerrada en aquella torre. Ella soñaba con poder salir algún día y ser libre, pero la malvada bruja no se lo permitía–

–¿Y qué pasó después?–

–Apareció un pirata–

–¡Cielos! ¡Un pirata!– exclamó Aaron con alegría.

–Uno muy alto y grande, ah y también bastante apuesto. Era el más guapo de todos los siete mares–

Ariana comenzó a reír debido a su argumento fuera de contexto, y a Jack le encantó el sonido de su risa. La amaba, la adoraba. Ella era todo.

–¿De verdad era el más guapo?– preguntó su esposa con un bonito mohín en el rostro.

Jack asintió.

–Eso era lo que decía la gente, y también lo que opinó la princesa cuando lo vio por primera vez–

–¿El pirata fue a rescatarla?– preguntó su hijo impaciente.

–Por supuesto. No podía permitir que siguiera en las garras de la bruja. Así que sacó su espada, mató al dragón, y escaló la torre hasta llegar a ella. La princesa se mostró agradecida, y enseguida corrió a sus brazos. El pirata apuesto logró sacarla de ahí, y la llevó a otro lado–

–¿A dónde?– cuestionó Aaron.

Jack se lo pensó un poco.

–A Fondo De Biquini–

El niño se emocionó todavía más.

–¿Con Bob Esponja y Patricio?–

–No, claro que no. El pirata no quería compartirla con nadie. La llevó directo a una cueva–

–¿Tampoco podían verla Calamardo y Don Cangrejo?–

–No, ellos tampoco–

–¿Y cómo respiraban bajo el agua?– Aaron era muy listo.

Jack se hundió de hombros. Él no se perdía la caricatura al igual que su hijo.

–Utilizaban cascos de agua como los de Arenita–

–¿Y había vaqueros?–

Aaron atravesaba una fase en la que estaba obsesionado con los vaqueros.

–Sí, sí había vaqueros, pero tampoco podían ver a la princesa. El pirata se encargó de que solo él pudiera hacerlo, manteniéndola en la cueva–

–¿Quieres decir que la sacó de un encierro para llevarla a otro?– cuestionó Ariana utilizando su lógica.

–No de ese modo. El pirata sólo quería protegerla. No deseaba que nadie viera la asombrosa belleza de la princesa, y quisiera quitársela. Es diferente–

–Oh, vaya cavernícola. Es exactamente igual de egoísta– la castaña se cruzó de brazos con aparente enfado.

–De ninguna manera. El cavernícola... digo, el pirata se encargó de hacerla muy feliz, y la princesa estaba profundamente enamorada y contenta con él–

–Qué tontería– protestó Ariana mostrándose fingidamente molesta, pero divertida a la vez.

–Oye, yo soy el autor de este cuento–

–Eso es muy injusto, Jack–

–La princesa era el tesoro más preciado que tenía el pirata. Para él, valía mucho más que cualquier baúl lleno de monedas de oro y plata, así que de ninguna manera podía arriesgarse a perderla. La amaba con todas sus fuerzas, y haría lo que fuera por ella–

De pronto los personajes dejaron de ser personajes.

Los ojos marrones de Ariana se clavaron en los oscuros de Jack. Brillaron con algo mágico y especial.

El corazón de ambos dio un vuelco.

–¿Tú lo harías?– preguntó ella de pronto.

–Cuando vamos por la calle, y me doy cuenta del efecto que produces en los hombres, me dan ganas de aniquilarlos a todos, y llevarte a la torre más lejana para que nadie pueda disfrutar de tu belleza, sólo yo–

El pulso de Ariana se aceleró.

–Entonces tú también eres un cavernícola–

Jack asintió sin dudarlo ni un solo instante.

–Sí, sí lo soy, y me esfuerzo en serlo porque tú eres mía–

«Suya»

–Pero también puedo ser romántico, así como Cameron–

–¿Ah sí?–

Jack sonrió. De pronto, para sorpresa de la ella, comenzó a canturrear retazos de la famosa balada When A Man Loves A Woman...

Inevitablemente el corazón de Ariana comenzó a palpitar. Sus ojos se llenaron de lágrimas que no llegó a derramar porque enseguida las limpió.

Miró a su marido, y se sintió tan dichosa, tan feliz, como jamás pudo imaginar alguna vez...

Qué razón había tenido su madre...

–Es una bendición ser amada por un hombre como él–

Jack dejó de canturrear, le tomó la mano, y le besó el dorso.

La sensación que se propagó por todo su cuerpo fue devastadora. De pronto se encontró ansiando estar ya a solas con él.

Ambos miraron hacia su hijo. Aaron se había quedado dormidito.

Jack se puso en pie, y la ayudó a ella a levantarse.

–Espérame en nuestra habitación. Yo arroparé a nuestro pequeño–

En los ojos negros, Ariana leyó una promesa que anticipaba un placer exquisito. La respiración se le cortó. Se estremeció y sintió calor que quemaba dentro de sus entrañas.

Le asintió y entonces él salió del dormitorio para dirigirse al que ahora los dos compartían.

Por fin había anochecido. En unos cuantos minutos estaría junto a él, y de nuevo la impaciencia la invadió... Oh, rayos... No podía esperar más.

•••••

Ariana se miró al espejo por última vez. El resultado de su apresurado intento de vestirse sexy y seductora estaba plasmado ahí frente a ella.

Esa mañana se le había ocurrido, pero no había sabido si tendría el valor suficiente para hacerlo, pero al final lo había hecho. Con aquellos pequeñísimos trozos que apenas y lograban cubrirla un poco, y esperando ansiosamente a que su marido regresara a la habitación, echó un suspiró, y caminó directo al tocador para colocarse un poco de loción corporal.

¡Cielo santo! ¡Se sentía arder!

Ansiaba con todas sus fuerzas volver a hacer el amor con él. Pero primero quería darle una sorpresa.

Ariana no lo escuchó entrar en el dormitorio, pero sintió su presencia en cada poro de su piel.

Ni siquiera le había dado tiempo de soltarse el cabello y ponerse un poco de labial, pero aquello dejó de tener importancia en cuanto se giró para mirarlo.

Sus entrañas se disolvieron en un deseo primigenio, y el calor se extendió hasta cada célula hambrienta, casi bordeando hasta lo más doloroso.

Con su cabello oscuro sobre la frente, con el peligroso brillo oscuro en sus impresionantes ojos, Jack exoraba la perfección de su belleza dura y varonil. Era un espécimen perfecto.

Ella se quedó sin aliento.

El peleador respiró la fragancia que hechizaba la habitación. Todo olía a ella, a lirios frescos y vainilla; toda dulzura. Como siempre se puso duro al instante. Una oleada de pasión lo invadió. No podía resistirlo más. Maldición, estuvo a punto de explotar con sólo mirarla.

Era profundamente hermosa, y vestida así...

¡Mierda!

Contuvo el aliento. La sangre le hirvió en las venas.

El diminuto camisón rosado apenas y la cubría. No le llegaba más que a medio muslo. Y era transparente, maldita sea... Tan transparente que él podía apreciar perfectamente los pliegues de la tela rozando sobre su pequeña cintura, las braguitas que más delante quitaría con mucho gusto, los pechos que aún eran cubiertos por el sostén...

¡Joder! ¡Esa mujer quería matarlo!

Avanzó hacia ella, y continuó mirándola, con el pulso acelerado.

Estaba a unos centímetros, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo, oler su aroma femenino.

Jack contuvo de nuevo el aliento mientras le quitaba el prendedor. El cabello le cayó sobre los delicados hombros, y en su mano, que se llevó de inmediato un trozo a la nariz para poder inhalar.

>Carajo, voy a reventar<

–Me estás volviendo loco, nena...–

Ariana lo miró. Él tenía la cara tensa, los labios apretados y le palpitaba una vena en la sien.

El evidente placer en su voz la llenó de anhelo y de una sensación de orgullo. Se sintió sexy y poderosa.

Jack deslizó entonces una mano por la suave hendidura que formaban sus senos. Se acercó más a ella, metiéndole los dedos entre los cabellos, comiéndosela de arriba abajo con una mirada hambrienta.

Bajó la boca hasta la suya. Con suavidad, sus labios se rozaron los de ella. Un simple roce, una dulce y suave presión, un intercambio de alientos.

La castaña se estremeció. Le devolvió el beso lentamente, rindiéndose y dejándose caer contra él con delicadeza. Una ardiente sensación le recorrió a toda velocidad, y los latidos de su corazón adoptaron un ritmo candente.

Ahí fue cuando Jack se apoderó de su boca hasta adueñarse de todo. La besó como si no hubiese un mañana, como si fuera a morir si paraba.

Su pasión era a la vez picante y dulce. Era única, embriagadora.

Ella se retorció, gimió, se agarró a sus hombros; cada movimiento tenía un toque de desesperación. Seguía el ritmo de su marido, buscándolo con la lengua cuando él se retiraba, clavándose a sus bíceps, aferrándolo, inclinando la cabeza de un lado a otro para que sus bocas se acoplaran perfectamente.

De un momento a otro, Jack la tomó en brazos, y la depositó sentada justo en la orilla de la cama.

Se irguió ante ella y comenzó a desabrocharse los pantalones cortos, y a quitarse la camisa.

Casi sin respiración, Ariana lo observó de frente. Era un hombre muy grande, imponente, musculoso, tan varonil como ningún otro.

Jack se inclinó y besó sus labios. Ella respondió con fervor.

Él finalmente se quitó los pantalones junto con los calzoncillos, quedando en su natural hermosura. Firme, grueso, largo, viril.

La boca de la castaña se secó con deseo impaciente.

Ariana creyó que Jack la penetraría en ese momento, pero eso no ocurrió. Para su sorpresa, él se agachó posicionándose de rodillas en el suelo, y acarició sus bonitas y sedosas piernas. Después bajó sus braguitas e introdujo un par de dedos en ella.

–¡Oh!–

–Siempre preparada para mí... Me fascinas, eres tan perfecta...–

–Jack...–

–Lo sé, preciosa... Yo siento lo mismo–

Entonces la cabeza masculina se coló entre sus muslos con frenética necesidad, dejándola sin respiración. El mundo se salió de su eje.

Ariana apretó las colchas de la cama con sus puños. Se arqueó, se estremeció, gimió, casi sollozó de placer.

Era exquisito, todo un viaje a las estrellas.

Entregándose por completo, ella soltó las colchas, y llevó sus manos hasta su cabeza. Apretó el cabello oscuro con fuerza a cada movimiento que él hacía, incitándole sin palabras a que continuara con aquella erótica exploración.

Se mordió los labios para contener los gemidos pero no pudo hacerlo. Cada lametazo, con cada caricia, ella se rendía más a su hechizo.

Se clavó las uñas en la palma de la mano cuando el éxtasis que su marido le proporcionaba creció como un maremoto.

El orgasmo que alcanzó fue aniquilador.

Jack se puso de nuevo en pie, mientras la observaba ahí, acostada sobre la cama, estremeciéndose de pies a cabeza, con el pecho palpitante, el sudor cubriendo su cuello y más abajo, los parpados cerrados, la respiración trabajosa...

Cuando Ariana abrió los ojos, él pudo observar tras las espesas y largas pestañas, su absoluta rendición.

Un vuelco le dio en el corazón. La amaba y la deseaba de una manera que sobrepasaba todos los límites existentes e inexistentes. Esa mujercita era todo. Todo, maldita sea. Su vida entera se reducía a ella.

>Tú, preciosa, siempre tú... Sólo tú<

El peleador se subió a la cama sobre ella, y bajó la cabeza para cubrir su boca con sus labios, en una demanda firme pero suave. Sus lenguas se enroscaron, y su esposa quedó convertida en una cautiva entregada a la seducción.

Unas gotas de sudor perlaban la frente y el pecho de Jack. Su cuerpo estaba cada vez más tenso, su pene más duro, y aún así, se contenía en un ritmo controlado que la volvía loca.

Entonces él se incorporó un poco.

–Por muy bien que te quede esta cosa, me gustaría más quitártela– le dijo.

Ariana aguantó de nuevo la respiración cuando él empezó a bajarle muy despacio los tirantes del camisón, seguido del sujetador, hasta dejarle los senos al descubierto.

Con gruñido, la Bestia la tomó por el hueco de su espalda, y la hizo pegarse a su cuerpo.

Ella gimió al sentir el delicioso contacto de su piel desnuda.

–Eres lo que nunca me atreví siquiera a soñar...– le susurró en el oído. –Eres lo que jamás creí que podría tener algún día... Eres mi tesoro–

Volvió a recostarla. Apenas y podía tomar aliento mientras observaba sus curvas exuberantes y provocativas.

Una lujuria insaciable lo atrapó con una fuerza superior a cualquier otra cosa.

Ariana era la perfección pura... Desde la planta de sus pies hasta el último cabello de su cabeza. Era preciosa, la criatura más sensual que él hubiera podido conocer.

Los hermosos senos, los rosados pezones, la cinturita, la cadera, su apetitosa vagina religiosamente depilada, las piernas propias de una bailarina. Quería tocarla, saborearla, volverla loca, y así lo haría.

Pasó sus dos posesivas manos por toda aquella perfección, y la hizo suspirar con sus caricias, después tomó un preservativo de la mesilla, abrió el paquete metálico con los dientes, y enseguida cubrió su erección con el látex del condón.

Sin dejar de mirarla, se acomodó entre sus muslos, pecho contra pecho y vientre contra vientre, con los labios a pocos centímetros de distancia.

Los senos de ella absorbieron el peso de su musculoso torso. La enloquecía el tacto de ese enorme pecho viril pegado a su propia piel, y sintió fuego puro entre las piernas.

Pronto él condujo la enorme erección hasta su dulce cavidad, y entró en su interior con lentitud, asegurándose de no volver a lastimarla.

Ariana gimió y jadeó. Jack observó con deleite cómo se ensombrecían sus ojos, y cómo se rendía y arqueaba su cuerpo ofreciéndoselo por completo. Aquello, junto con la sensación de estar enterrado en lo más profundo de su ser, era tan placentero que él creyó que moriría en cualquier segundo.

El acople fue perfecto, exquisito.

Se restregó contra ella mientras sostenía sus caderas aún con más fuerza. Notó de pronto sus dedos enlazados en su cabello.

–No puedes siquiera imaginarte lo hermosa que estás así... Sin aliento, con las mejillas sonrosadas, y los ojos brillosos... dilatados por las sensaciones al tenerme dentro de ti...– se le quebró la voz y de pronto se perdió en el placer, en el deseo, en Ariana, su Ariana.

La castaña gimió en su boca, y Jack devoró el sonido con ansia. Apretó los dientes cuando las manos de ella abandonaron su cabello, yendo hacía los hombros. Notó enseguida el aguijonazo de uñas en la piel. La sensación era deliciosa, y lo hacía querer aullar.

–¡Oh, preciosa!–

–Jack...– gimió entre besos. –¡Oh, Jack!–

Ariana cerró los ojos, y se movió al compás, mientras su esposo se deslizaba más y más profundo dentro de su cuerpo embargándola de placer con cada movimiento, llevándola más alto con cada brutal estocada.

Se retorció bajo él, intentando tomarle con más profundidad, con más rapidez y más dureza.

La fricción se hizo más abrumadora cuando la llenaba hasta el fondo.

Abrió los ojos, y llevó sus manos hacia su torso.

Ahora la castaña estaba observando sus propios dedos, pasándolos suavemente por el áspero y oscuro vello, probando la dureza, la textura de su pecho... Aquello le resultó delicioso. Entonces alzó una mano para acariciarle el rostro. Fue un gesto femenino y delicado en medio de la tormenta que atravesaban.

El intenso amor que Jack sentía por ella se multiplicó por diez. Se inclinó y la besó con fruición, absorbiendo los gemidos y la respiración entrecortada de su preciosa esposa.

El beso fue una delicia profunda con la cual le expresó todas las cosas que no podía decir en ese instante. Sus labios ardientes, íntimos, posesivos, bajaron y la recorrieron en todos los rincones de su cuerpo.

El clímax llegó con tal intensidad que Ariana le clavó aún más las uñas en los hombros, y gritó su nombre hasta que su cuerpo estuvo en llamas. Su espalda se arqueó mientras un grito se desgarró a través de su garganta y la destrozaba.

Jack sintió el orgasmo de su mujer desde el glande de su pene, profundamente enterrado en ella, y se estremeció.

La masculina reacción descontrolada hizo gemir a la castaña de pura visión, y entonces sintió sus temblores, mientras él la sujetaba y la penetraba con intensidad hasta terminar de eyacular.

Justo cuando Ariana se rindió por completo, Jack se retiró poco a poco, abandonando sus labios y depositando unos besos tan dulces en su cuello, que le hicieron gemir y estremecerse mientras se aferraba a él.

El sudor de ambos se absorbió en uno solo. La respiración entrecortada se entremezcló con sordos sonidos de satisfacción.

Jack la abrazó y la mantuvo lo más cerca posible.

Ariana se apoyó en su pecho, y entrelazó sus piernas con las suyas.

–Eres pésimo inventando cuentos– le dijo con una media sonrisa.

Él rió con ternura.

–Mañana te contaré el del indio que se robó a la preciosa hija del sheriff–

–Otro cavernícola, supongo–

–Por supuesto, muñeca–

Ella cerró los ojos, y sonrió todavía más. Dentro de su pecho y corazón se albergaban una emoción y una ilusión muy grandes. Encantada y fascinada con aquello que en esos momentos la rodeaba, un increíble y maravilloso hombre que le demostraba su amor y devoción por ella a cada instante, que le había dado un nuevo motivo para su existir, nuevas razones que le daban sentido a su vida, y también lo más importante... Un nuevo comienzo.

Con una gigantesca sonrisa, se quedó dormida, protegida por los brazos más grandes, fuertes y cálidos que morirían en ese instante sólo por mantenerla segura.

–Te amo, Ari... Gracias por volver– Jack la abrazó aún con mayor fuerza y se inclinó para depositar un beso en su frente.

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¿Qué les parece cómo va la historia?

¿La amnesia de Ariana?

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