Capítulo 29

El celular de Ariana comenzó a sonar.

Una, dos, tres, cuatro, cinco veces.

Jack caminó directo a la cocina en busca de un bocadillo. Frunció el ceño cuando vio el bonito IPhone color rosa sobre la mesa.

Al parecer la dueña de dicho dispositivo lo había dejado olvidado antes de que se marchara al centro comercial.

Prontamente lo tomó y echó un vistazo a la pantalla.

Hung Hi Hoon decían las letras que aparecían en llamada entrante.

Su estómago se tensó.

No dudó ni un segundo en responder, pero no mencionó nada, sino que dejó que aquel sujeto hablara.

–¿Ariana? Al fin contestas, linda. Llevo todo el día intentando localizarte–

Jack odió de inmediato su voz. Le daba un mal presentimiento que no terminaba todavía de explicarse.

El coreano siguió hablando sin notar siquiera que no estaba hablando con quien pensaba.

–Sólo llamo para informarte que todo está listo para que grabemos tu casting. El set de filmación quedó increíble, pero saldrá sobrando porque tu talento bastará para que los dejes boquiabiertos a todos. Si te soy sincero, estoy muy emocionado, además me muero de ganas por verte... Eh, ¿Ariana? ¿Estás ahí? ¿No dices nada? Vamos, no seas tímida–

Jack resopló entonces con gran enfado.

–Mi mujer...– recalcó las palabras con todo propósito. –No está disponible ahora– tuvo tantas ganas de decirle que para él no lo estaría nunca, que se fuera a la mierda y no llamara más, pero sabía que si su pequeña esposa se enteraba, eso la pondría furiosa.

Después de su declaración hubo un silencio incómodo detrás de la línea.

¿Es que el coreanito se había sorprendido? ¿No le había dicho Ariana que era casada?

–Ah, claro... Seguro eres el papá de su hijo...–

–Y su esposo– aclaró por si no le había quedado claro.

–Ya... De acuerdo. Entonces creo que será mejor que me comunique después con ella. ¿Podrías darle un recado diciéndole que por favor me llame en cuanto pueda?–

Jack ni siquiera respondió a su pregunta. Colgó la llamada sin más.

Un segundo más tarde la puerta del departamento se abrió.

Ariana entró muy entusiasmada con un par de bolsas en sus manos.

–Encontré el vestido perfecto para la grabación de mi casting. ¡Esto me emociona muchísimo! ¿Aaron despertó?–

–Eh... No– respondió su marido todavía pensando en la llamada recibida.

–Oh, eso es grandioso porque aún me faltan muchísimas cosas por preparar–

Ella caminó entonces directo a su habitación y mientras lo hacía no dejó de hablar del montón de ideas que tenía.

Jack la siguió en silencio y se preguntó si debía informarle que su amiguito el dichoso cazatalentos había llamado momentos antes.

Lo dudó por demasiados segundos y finalmente decidió que no se lo diría.

Con suerte podría convencerla de que se olvidara de ese asunto y buscara su gran oportunidad en otra parte.

–Ari...–

–¿Sí?– la castaña se giró para mirarlo. Frunció el ceño al ver que él no decía nada sino que solamente la miraba. –¿Qué sucede, Jack?– rebuscó entonces en su bolso su teléfono celular pero desde luego no lo encontró. –Cielo santo, creo que perdí mi celular–

–Lo dejaste olvidado. Está en la mesa de la cocina–

–¿Oh, en serio? ¿Alguien llamó? ¿Hung?–

¡Maldito Hung!

Jack lo maldijo en sus adentros.

–No, nadie llamó– respondió rápidamente. Por fortuna había borrado el registro de la llamada. –Ariana, hay algo de lo que quiero que hablemos–

–¿No puede esperar? Ahora estoy muy ocupada–

Él adoptó un tono serio.

–No, no puede esperar, y precisamente es sobre ese tema del casting. No es seguro encontrarse con desconocidos, y lo sabes. No es seguro que te veas con ese Hung Hi no sé qué–

–A Hung ya lo conozco así que no cuenta como desconocido– respondió Ariana hundiéndose de hombros con simpleza.

–De acuerdo– Jack se cruzó de brazos. –Yo iré contigo–

Ariana soltó una carcajada.

–Ya claro, eso no pasará. No te quiero por ahí desconfiando de todo y comportándote como un cavernícola, así que olvídalo. Necesito hacer bien mi trabajo y no lo lograré si estás cerca porque estaré más preocupada de que no vayas a romperle la cara a Hung o algo por el estilo–

Esta vez quien frunció el ceño fue Jack.

–¿Y cómo por qué querría romperle la cara a Hung?– cuestionó entonces con verdadero interés. –Responde la pregunta, Ariana–

–Porque no soportas que ningún hombre respire siquiera cerca de mí, por eso–

–Pero es que ni Hung ni nadie debe respirar cerca de ti–

–Jack, no te pongas celoso, además justo ahora no estás en posición de ponerte a exigir nada. Recuerda que estoy molesta contigo–

Jack soltó un suspiro de frustración.

–Ya te pedí perdón por haberte sido infiel en tus sueños, por haber estropeado tu secador de cabello con mi batido de proteína y por haberle comprado a Aaron el mameluco que decía Inspector De Tetas, ¿hasta cuándo vas a perdonarme?–

Su esposa sonrió.

–La verdad es que ya te he perdonado–

–¿Ah sí?– Jack se mostró sorprendido.

–Sí, gracias al vestido que me compraste– respondió con coquetería.

El peleador se paró en seco.

¿Vestido? ¿De qué diablos hablaba ella?

–¿Ah sí?– repitió esta vez aún más confundido.

–Sí, usé tu tarjeta–

–¿Y puedo verlo?– él intentó indagar en las bolsas pero a Ariana se le ocurrió una idea mejor.

–Espérame aquí–

Le arrebató la bolsa de las manos y de inmediato se adentró en el baño.

Jack exhaló y tomó asiento en la cama esperando a que ella saliera.

Bastaron solamente unos cuantos minutos para que Ariana estuviera de vuelta.

–¿Y? ¿Qué me dices? ¿No te encanta?– le preguntó emocionadamente.

Antes de siquiera poder responder, Jack se puso en pie.

Abrió la boca para poder decir algo pero las palabras no fluyeron.

Observó el esbelto cuerpo de su esposa, realzado por el ceñido vestido solemne e impactante. La estrecha cintura destacaba su voluminoso busto, y él no pudo más que imaginarse las cimas que coronaban aquellos pechos. Bajó entonces la mirada con lentitud, y la clavó en las perfectas y redondeadas caderas. Aquella prenda era diminuta y le llegaba casi a medio muslo.

Deseó gritarle que no pero se contuvo.

–Claro que me encanta, pero mierda, también le encantará a todos los hombres que te vean. Los odio– sí, odiaba a cada sujeto que miraba embobado a su esposa cuando iban por la calle. Aún así jamás le diría cuál ropa utilizar y cuál no. Le encantaba verla disfrutar de su encanto y feminidad.

Maldición, lo ponía siempre al límite.

La vio sonreírle.

–Tranquilo. No lo verá nadie más, sólo tú y Hung–

–¡¿Qué?!– la sangre corrió entonces por todas sus venas y el furor lo llenó. El NO que había estado reprimiendo salió de su boca en una rotunda exclamación. –¡Joder, no!–

La mujer independiente y rebelde que habitaba dentro de Ariana se paró en seco y lo miró con expresión de sorpresa.

–¿Disculpa?– arqueó una ceja esperando haber escuchado mal.

–Ya lo oíste, Ariana. ¡Olvídalo, maldición!– Jack estaba bastante alterado.

La castaña también pero era lista y se dijo que podía controlar la situación.

–¿Quieres calmarte?– le pidió en tono paciente.

¿Calmarse?

Jack negó. No se calmaría.

¿Es que estaba loca? ¿Cómo podía pensar que podía calmarse sabiendo que ella pretendía usar aquella diminuta prenda frente a aquel desconocido? ¡Tenía que estar bromeando!

–Jodidamente no me voy a calmar, y ya está dicho, no voy a permitir que...–

Entonces Ariana colocó un dedo sobre sus labios y lo hizo callar.

–Escúchame. Ni siquiera me dejas explicarte primero. Es para el casting. Actuaré de Cher, voy a imitarla. El papel que quiero conseguir es sobre un musical que habla de su vida tanto antes de ser famosa como en sus épocas de gloria. El vestuario es importantísimo, y este vestido es perfecto. Sabes lo importante que es esto para mí–

Sí, él lo sabía, maldita fuera. Exhaló pero la tensión no abandonó su cuerpo. Apretó los puños y después los soltó.

–Entonces déjame ir contigo–

–No, Jack, ya hablamos de esto–

–Pero, Ariana...–

–¿Crees que te traicionaría?– le preguntó entonces, a sabiendas que aquella pregunta lo desconcertaría demasiado. Estaba segura de que Jack no creería algo así de ella, pero necesitaba utilizar todas sus armas para alcanzar su objetivo.

–¡Desde luego que no!– exclamó él enfadado. –Jamás creería eso de ti, pero entiéndeme, demonios, no confío en ese... en ese tipo–

–Pues vas a tener que empezar a confiar en él, porque será la persona que me llevará a Broadway– contestó Ariana con simpleza.

–Jamás confiaré en él. No me da buena espina, y no me preguntes por qué pero sé que no estoy equivocado–

–Jack, ni siquiera lo conoces. Es encantador–

–Precisamente los encantadores son los que terminan siendo psicópatas. Ariana, por favor no discutamos más–

–En eso estoy de acuerdo– ella le sonrió y se acercó a su marido de poco en poco. –Odio pelear contigo. Ve, estás muy tenso, ¿por qué no te relajas y nos olvidamos por un rato de Hung y del casting?–

Jack frunció el ceño pero no le dio tiempo de reaccionar o de decir algo.

Su pequeña esposa lo hizo recostarse boca abajo sobre la cama.

Al instante ella se colocó encima sentándosele a horcajadas.

Con sus manos comenzó a darle masaje en ambos hombros bajando hasta sus brazos.

Jack aspiró con fuerza y de pronto fue plenamente consciente del toque caliente.

Supo de inmediato lo que ella intentaba.

Pero el resultado de loco deseo sería el mismo, cualquiera que fuera el caso.

Para cuando su esposa lo hizo voltearse y quedar echado sobre su espalda, su erección ya estaba en plena forma, como una barra de acero bajo sus pantalones.

Coquetamente, la castaña sonrió y comenzó a deslizar las manos sobre su ancho y musculoso pecho palpando por encima de la camisa.

Con lentitud se encargó entonces de abrirla uno a uno los botones pero no se la quitó. Tan sólo apartó los bordes.

Sus misteriosos tatuajes y el masculino y delgado vello que lo adornaban, quedaron a primera vista.

–Quiero que te relajes, Jack– le dijo entonces. Las caricias por toda su extensión continuaron.

–No, quieres seducirme para que puedas salirte con la tuya– ¡Maldición! La conocía demasiado bien. Era una pequeña y adorable manipuladora.

Ariana no lució avergonzada ni mucho menos, sino que sonrió. Lentamente empezó a acariciarle la entrepierna.

–¿Y... funcionará?–

Jack tragó saliva. Estaba durísimo por ella...

No tenía ni una maldita oportunidad de resistirse. Era hermosa y la deseaba demasiado.

Ariana hacía que el fuego lo consumiera. Una sola mirada bastaba para hacerlo arder de lujuria y anhelo.

No había escapatoria para su seductor encanto. Aún así debía intentarlo al menos.

–No, no funcionará– estaba siseando. Deseó maldecir en voz alta. –Ariana, olvídalo de una vez–

Pero la castaña podía llegar a ser bastante obstinada. No podía dejar ir esa oportunidad tan grande que la vida le presentaba.

Se inclinó hacia él para besarlo.

La resistencia de Jack al beso fue nula. Inexistente.

Con sus grandes manos sujetó su cabeza y la besó lleno de fervor.

Sus bocas se fundieron con pasión  y entrega.

Ariana despegó sus labios para poder respirar. De nuevo su sonrisa provocadora apareció.

Tal parecía que iba por buen camino.

–Hum... eres tan grande...– le dijo de pronto.

El comentario excitó incluso más a Jack. Carraspeó lleno de ansias.

Esa mirada traviesa que le dirigió podía convencerlo de que hiciese cualquier cosa. Los ojitos marrones fulguraban y brillaban como el sol resplandeciente, calidez de atardecer fundido en miel.

–Eso es porque me tienes al límite– respondió. Estuvo a nada de gritarle que le pidiera lo que quisiera, y él se lo daría, solamente porque en cualquier momento explotaría.

Jack sabía que estaba a punto de hacer rodar a su esposa sobre la cama para hundir la gruesa y atormentada longitud de su pene en su interior. No importaba que todavía llevara puesto aquel condenado vestido.

Ariana que para ese momento ya estaba completamente excitada, mostró de nuevo su sonrisa. Esa, secreta, peligrosa y sensualmente salvaje, que él veía en sus alucinaciones más ardientes.

La castaña se dedicó a quitar del camino los molestos vaqueros de mezclilla.

La pesada y endurecida erección apareció frente a ella. Se le había puesto tan dura como una piedra.

Con sus dedos rozó el delgado vello de su estómago y fue bajando hasta donde se hacía más oscuro y grueso.

De una lo tomó cerrando los diez dedos alrededor de él.

El líquido preseminal apareció humedeciendo la punta, y toda lujuria atravesó lascivamente la mente del apuesto peleador.

Se quedó desbocado cuando la vio descender por entre sus muslos. Jack inclinó la cabeza apreciando la manera en la que ella abría su boca para introducirlo.

–Oh, joder...– sintió enseguida esa sensación de querer aullar como un animal. No pudo evitar ponerse incluso más erecto.

Los instintos de femeninos la llevaron a deslizar la lengua por toda su palpitante longitud. Lamió el ancho y venoso tallo hasta rodear el glande, adorando cada una de las sensaciones.

Cuando empezó a succionarlo, todo lo que ella pudo hacer fue jadear y buscar aire, a veces profunda y latiente.

Jack comenzó a gemir, y Ariana sintió que podría escucharlos durante el resto de su vida y nunca hartarse de ellos. Su hombre gimiendo era el sonido que más le gustaba. La ponía a cien. Estaba increíblemente excitada.

Escuchar cómo gozaba, comprobar su calor, su dureza. Sentir la energía vital masculina entre sus labios... Todo aquello la hizo apretar sus muslos temblorosos, al borde de un orgasmo mientras le daba placer a él.

Casi no podía creerse que aquello fuera posible.

Continuó chupándolo hasta que sintió que sus testículos se ponían duros y él mismo se tensaba. Notó las violentas pulsaciones de sus músculos, los jadeos de placer más rudos.

El placer fue extremo para Jack, y entre el millón de deliciosas sensaciones, explotó violentamente.

Supo que había perdido aquella batalla en el mismo momento en que se había corrido en su boca.

Y Ariana se bebió por completo aquella victoria.

En ese momento a la Bestia no le importó nada más. Se enderezó quedando sentado sobre la cama con las piernas todavía extendidas.

Su miembro todavía en plena forma, deseando más, mucho más.

Con sus manos tomó a su mujer de ambos brazos y la arrastró hacia él.

La castaña se acomodó quedando de nuevo a horcajadas sobre el musculoso y viril cuerpo.

Rápidamente Jack levantó la tela de su vestido, y por más que intentó ser delicado, no pudo hacerlo. Estuvo a punto de romper sus bragas cuando ella lo detuvo.

–Yo lo haré– lo empujó levemente para que volviera a recostarse. Después se ocupó de deshacerse de la pequeña prenda que los separaba, lista para cabalgarlo.

Con lentitud se introdujo el miembro dejándose caer suavemente sobre todo él.

Los dos resoplaron ante el contacto.

Ariana se deleitó en la sensación. Nunca habían hecho el amor de aquel modo, estando ella encima. Lo sentía incluso más profundo. Fue doloroso y placentero al mismo tiempo.

Gimió y se sintió transportada a un clímax precipitado.

Esta vez el ritmo fue mucho más pausado pero igual de pasional. Transpiración comenzó a cubrir sus cuerpos.

La castaña saboreó cada una de las sensaciones y se aseguró de que su marido también lo hiciera.

Jack cerró los ojos y disfrutó.

Su mujer encima de él moviéndose como una diosa era todo lo que podía pedir en esos instantes para morir feliz.

Soltó un gruñido que no pudo contener más y entonces abrió su mirada para volver a mirarla.

Ahí estaba su preciosa castaña, el deseo por ella chamuscaba todo su cuerpo.

Las delicadas manos apoyadas en la dureza de su estómago, utilizándolas como ayuda para impulsarse.

Su largo cabello castaño caía alrededor de su rostro, separándolo de la realidad.

Los pechos mostrando un plano espectacular. Subiendo y bajando deliciosamente.

¡Oh, maldición!

Él nunca había visto nada igual. Ninguna mujer se le acercaba.

Ariana, su Ariana. Tan malditamente hermosa, sexy y apasionada.

Era fuego, era pasión pura. Hacía que se sintiera más débil y vulnerable que nunca. Desesperado siempre por tomarlo todo de ella, a sabiendas de que estaba a punto de perder la razón. Le enloquecía aquella bellísima y desaliñada hembra. Entregada a él, gimiendo con impaciencia y lujuria mientras era penetrada.

Entre jadeos y gemidos, la vio arquearse y echar su melena por un lado en un movimiento armonioso.

Las miradas de los dos quedaron entrelazadas. Ella mostró una sonrisa soñadora, y al siguiente segundo, la boca de él estaba en la suya.

La castaña se inclinó y lo tomó de las mejillas, acariciando la sombra de barba que de vez en cuando se dejaba, pasando después sus manos por su cuello, por su pecho. Su boca ardiente, exigiendo, robándole el aliento.

Dejó de besarlo y de nuevo lo miró fijamente, fascinada al sentir cómo el cuerpo de él reaccionada al de ella, mientras admiraba la hermosura masculina de su rostro. Los ojos oscuros inundados de placer, de deseo. La cicatriz que marcaba una de sus cejas.

Estudió las líneas y los ángulos de su cara.

¡Era guapísimo!

Una agonizante brama de lujuria la quemó viva. Sus gemidos invadieron toda la habitación.

Jack soltó una palabrota y subió las manos a sus caderas, hundiendo los dedos en su piel mientras la embestía hacia arriba.

–Tus senos son perfectos...– susurró cuando sus manos pasaron a tocar las dos maravillosas redondeces.

–¿Y qué me dices del resto?– le sonrió su esposa colocando las manos encima de las suyas.

Jack no dejó de mirarla.

–Todo de ti me excita, joder... ¿No lo ves? Me tienes loco, Ariana... Loco– volvió a besarla apasionadamente, sonidos animales surgieron de la garganta masculina, mientras recorría con las manos la esbelta espalda. Pensando en lo hermosa que era, en lo dulce... ¡Maldición! Ella era la cosa más dulce, lo más suave que había tocado en toda su vida. –Te amo, muñeca– volvió a besarla apasionadamente.

Se enderezó quedando sentado todavía con ella encima.

Su boca bajó al cuello y lo llenó de caricias húmedas, pobló su hombro de más besos, apartándole de nueva cuenta el cabello para poder deslizar sus labios libremente, aspirando el femenino y sensual olor de su piel.

Sus rudas manos le sujetaron las manos hacia atrás, haciéndola arquearse para besarle los senos. La hizo estremecerse.

Volvió a subir su boca a su cuello, y las manos bajaron a su cintura.

Comenzó a moverla frenéticamente sobre su hinchado pene, tomando el control del ritmo.

Embestidas duras y profundas. El placer al límite.

Ambos gimieron desesperados.

Ariana lo agarró con fuerza excesiva cuando el beso se profundizó, con una demanda que le robó el aliento y el pensamiento.

Su pequeña figura se arqueaba una y otra vez contra el inmenso cuerpo de su marido derritiéndose en una súplica acalorada.

Cuando Jack llegó al orgasmo, ella lo hizo también. Y fue explosivo. El éxtasis la fragmentó en miles de pedazos.

Él dejó caer la cabeza sobre las almohadas sin dejar de aferrarla, completamente perdido en su interior. Vaciándose y gimiendo su nombre. La eyaculación surgiendo de su miembro en chorros furiosos y violentos.

Tan pronto como la castaña contuvo el aliento, cerró los ojos y apoyó todo su peso en el pecho desnudo de su hombre.

Jack soltó un resoplido buscando recuperarse. Cubrió sus ojos y frente con su brazo aspirando fuertemente.

Admitiendo ante sí lo mucho que la amaba, y el gran poder que tenía sobre él. Lo hacía transportarse, conocer mundos que jamás había visitado.

Lo tenía domado. Tomado de las malditas pelotas.

Jamás podría escapar.

Pero no querría hacerlo.

Las miradas de ambos se encontraron una vez más.

Ella se veía preciosa. Despeinada. Sudorosa. Amada.

El vestido que había sido la causa de su irritación estaba ahora anudado alrededor de su cintura.

–Lo lamento– le dijo entonces. Su respiración se encontraba todavía entrecortada.

Ariana frunció el ceño.

–¿Por qué?– preguntó.

–Porque soy un maldito idiota inseguro. No quiero ni pretendo ser un obstáculo en tu carrera. Al contrario, quiero darte todo mi apoyo. Estoy muy orgulloso de ti, y quiero que llegues muy lejos. Sé que lo harás porque eres increíblemente talentosa y persistente. Por favor, perdóname. A veces... no puedo controlar ser así contigo. Me enloqueces, te amo demasiado y no quiero que nadie te arrebate de mi lado–

Ella no pudo más que mirarlo conmovida. Una tenue sonrisa se dibujó en su rostro.

La ternura de ese grandote y varonil hombre , su manera caliente de amarla y de hacerle el amor, los celos, sus impulsos, su rasgo protector...

Lo amaba con toda su alma.

Tomó su cara con ambas manos, y lo besó cálida y largamente.

Después se abrazó a su pecho.

–Te amo–

Él acarició su espalda. No podía estar cerca de ella sin tocarla.

–Yo también, Ari. Eres mi vida entera–

–¿Entonces vas a dejarme usar el vestido frente a Hung?– pestañeó con inocencia.

Jack exhaló.

–Sí– murmuró a regañadientes. –Pero usarás un suéter encima–

–Hum... sin suéter– fue la respuesta de Ariana, quien utilizó de nuevo todo su encanto.

El peleador soltó una palabrota.

–Mierda... De acuerdo, maldición, pero si ese imbécil se atreve a mirarte con lujuria, juro que...–

Entonces su juramento fue interrumpido por el timbre del teléfono de la sala al sonar.

Jack se puso en pie para ponerse un bóxer y los pantalones, y enseguida fue a responder.

Ariana rápidamente entró al baño. Tenía exactamente veinte minutos para llegar a la academia. Diez para tomar una ducha y vestirse. Otros diez para hacer de camino.

Cuando salió se vistió rápidamente con un conjunto deportivo muy femenino. Tomó su bolsa de cosméticos y lo metió a su bolso de mano.

Se maquillaría un poco cuando fuera conduciendo.

Llevaba mucha prisa pero su corazón de madre la hizo detenerse en cuanto escuchó que su hijo lloraba desde su habitación.

De inmediato fue hacia él y lo tomó en brazos calmándolo al instante.

–Ya, ya, mi amor– le dio un pequeño beso en la cabecita, y se encaminó directo a la sala. –¿Con quién hablabas tanto?– le preguntó a su marido.

Jack que tenía solamente un par de minutos de haber terminado la llamada, parecía extraño.

–Con Pierce–

–¿Y qué te dijo? ¿Algo sobre Natalie?–

–Sí. Se acerca su cumpleaños y le está organizando una fiesta. Quiere que yo esté presente. Creo que... que me va a presentar como su hijo con todas sus amistades– y sólo de pensarlo Jack sentía un nudo de nervios en el estómago.

–No te veo muy emocionado– le dijo Ariana.

–¿Bromeas? Ojalá me tragara la tierra. No quiero ir a ninguna fiesta con sus amigos ricachones. Esto de ser hijo de una mujer rica está de locos. No sé si podré soportarlo–

La castaña le sonrió.

–Claro que lo harás porque Nat es un amor de persona, y tú la quieres mucho–

–Supongo que... tendré que hacer el sacrificio–

–Así habla mi hombre– le dio un beso en la mejilla y después le entregó a Aaron para que lo cargara. –Ya debo irme o llegaré realmente tarde. Ciao, los amo– lanzó un montón de besos por los aires y enseguida se marchó.

Jack tomó asiento en uno de los sofás y estiró las piernas colocando los pies en la mesilla central.

Soltó un suspiro más.

–Tienes una mamá muy manipuladora, ¿eh, hombrecito? ¿Pero cómo podría quejarme si está así de buena? ¡Maldición!–

Aaron soltó un gorgorito, contento. Él siempre lo estaba, y aún más en brazos de su padre.

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Aquella tarde, Jack decidió que debía hacerle una visita a su madre y charlar con ella.

Después de todo no estaba tan convencido del todo con el asunto de la fiesta.

A Natalie le resplandeció la mirada y una gigantesca sonrisa apareció en su rostro cuando vio a su hijo mayor en el umbral de la puerta de entrada.

Corrió a abrazarlo depositando un maternal y amoroso beso.

Luego de eso cargó al bebé que tanto adoraba y que consideraba su propio nieto.

–¿Pero qué hacen ustedes dos aquí? Qué grata sorpresa. No saben lo feliz que me hacen. Por favor, Jack, ven conmigo. Pasemos a la sala. ¿Quieres algo de beber? ¿Te preparo algo de comer? ¿Ya comiste?–

A Jack le agradaba mucho toda la atención que le daba cuando estaban juntos.

Realmente era una madre muy linda y se lamentaba muchísimo no haber podido disfrutar de ella en toda su niñez.

Aún así no le agradaba mucho la idea de asistir a su fiesta de cumpleaños.

Todavía se sentía incómodo. O quizás fuera de lugar.

Todo seguía siendo extraño y nuevo para él.

–Eh... No, no. Muchas gracias... Natalie–

La madre del chico se sintió un tanto desilusionada. Anhelaba con toda su alma el momento en que por fin lo escuchara decirle mamá.

Entendía que Jack no estaba listo para hacerlo, así que no iba a presionarlo.

–¿Dónde está Ari? ¿No ha venido contigo?–

Ambos tomaron asiento en la bonita y elegante sala.

–No, hoy entró antes a la academia porque tenía una reunión con el señor Lewis. Ya sabes, ella es una chica que toma muy en serio su trabajo–

–Claro, y tú eres maravilloso por apoyarla tanto, y cuidar de Aaron tan bien como lo haces–

–He venido a hablar contigo–

Natalie le sonrió. Adoraba cuando era él quien la buscaba.

–Por supuesto, Jack. Sabes que puedes decirme lo que quieras–

–Yo...– el joven peleador estaba un poco nervioso. Pero tenía que decírselo. –No sé si sea buena idea lo de... lo de que yo asista a tu fiesta de cumpleaños–

–¿Por qué sería mala idea?– Natalie no lo entendía.

Jack exhaló y finalmente lo dijo.

–Porque no quiero dar mala imagen a tus invitados. Lo mejor será que yo no asista–

Esta vez Natalie abrió los ojos con horror.

¿Cómo podía Jack decir algo así?

Tenía que sacarlo de su error inmediatamente.

–Jamás, escúchame bien, Jack, jamás pensaría en que darías mala imagen con mis invitados. ¿Por qué piensas eso?–

Él se hundió de hombros un poco avergonzado.

–Porque soy diferente. Yo no soy como ellos y nunca lo seré. No quiero que seas la burla de toda esa gente–

Natalie se sintió cada vez más angustiada.

Su hijo estaba completamente equivocado.

De inmediato negó.

–No puede importarme menos lo que los demás piensen. Además no necesitas ser como ellos ni como nadie. Eres increíble, extraordinario, trabajador, honesto, protector con tu familia, y yo me siento muy orgullosa de ser tu mamá. Quiero gritar a los cuatro vientos que eres mi hijo y lo feliz que estoy por eso. Nunca vuelvas a sentirte menos que nadie, por favor dime que vendrás a mi cumpleaños–

–Yo... eh...– Jack se pasó una mano por su cabello despeinado. Solía hacer ese gesto cuando no estaba muy seguro de algo.

–Nada me hará más feliz que tenerte a mi lado ese día. Quiero festejar no sólo mi vida sino también el hecho de que te encontré–

Natalie lo tomó de las manos utilizando el brazo con el que no estaba cargando al bebé, y lo miró con ojos llenos de amor y ternura.

En definitiva Jack ya no iba a poder negarse.

–De acuerdo– respondió finalmente.

Natalie sonrió con gran alegría.

No pudo evitar volver a abrazarlo.

Lo amaba muchísimo.

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Las clases en la Academia de Artes fueron tan normales como cualquier otro día.

Esa tarde habían pasado el tiempo entero ensayando las nuevas coreografías para un recital que ya preparaban. El primero de muchos.

Grease, el musical.

Los chicos estaban muy emocionados, y aún más aquellos que habían conseguido los papeles principales.

Benjamin había obtenido, gracias a su esfuerzo, interpretar a Danny Zuko. Y aunque todos habían creído que Sandra Dee sería interpretada por Brec, se habían sorprendido al saber que lo haría Maddie, otra de las chicas. Era muy talentosa y además se lo había ganado. Por otro lado Brec necesitaba aprender un poco de humildad antes que cualquier otra cosa.

Ariana no se arrepentía de aquella decisión.

El ensayo duró un par de horas, y todos los alumnos se esforzaron muchísimo.

Ella los felicitó a todos y enseguida se despidió pues la clase había terminado y muchos padres de familia se encontraban ya ahí a la espera de sus talentosos hijos.

Los chicos corrieron por sus maletas y botellas de agua, y luego de decirle adiós a su maestra favorita, se marcharon.

Con una sonrisa, Ariana les dijo que descansaran y los vería al día siguiente.

De igual modo tomó su maleta, de donde sacó su celular para revisar sus mensajes, y las llaves de su auto. Caminó afuera del salón de baile, dándole un gran sorbo a su botella de agua para hidratarse un poco.

–Nos vemos mañana, Ariana– le dijo el profesor Philip, quien recién terminaba sus clases de actuación con los más pequeños.

–Hasta mañana, señor Lewis– respondió ella sonriente.

–Tomaré en cuenta todas esas ideas de las que hablamos–

–Eso es genial–

A la castaña la hacía muy feliz el hecho de que su director de Academia confiara tanto en ella. Era estupendo.

Muy animada salió de la institución.

Estaba por entrar a su auto cuando su celular comenzó a sonar.

Al ver que se trataba de Hung, de inmediato se dispuso a responder.

–¿Hola? ¿Hung? Estaba creyendo que habías olvidado por completo llamarme–

–¿Olvidarme de ti? Eso nunca, lindura– respondió el coreano desde la otra línea.

Para Ariana era bastante natural escucharlo hablarle en tono coqueto. Estaba demasiado acostumbrada a que los hombres fueran así de amables con ella, así que simplemente lo dejó pasar.

–Oh, gracias al cielo, porque tengo todo listo para la audición del viernes–

–De hecho...– Hung seguía con el tema anterior de conversación. –Te llamé más temprano, al mediodía para concretar la cita, pero tu marido fue quien respondió. Espero que te haya dado el recado...–

¿Jack había atendido la llamada?

Él no le había mencionado nada...

Ariana comenzó a enfadarse. Sin embargo mantuvo la calma inhalando y exhalando un par de veces.

No era de la incumbencia de Hung enterarse de lo celoso y cavernícola que podía llegar a ser en ocasiones su peculiar esposo.

Fingió una sonrisa.

–Oh, sí, sí. Claro que me pasó el recado. Sucede que con tantas cosas lo olvidé. He estado concentrándome muchísimo en la audición. Quiero que salga perfecta–

–Lo será– aseguró Hung. –Por supuesto que lo será. Tú eres perfecta. Tienes todo para triunfar, Ariana, serás una estrella, eso puedo jurarlo–

La seguridad con la que él le hablaba emocionaba muchísimo a la joven promesa del teatro musical.

Ella también estaba segura de que sería así.

Sabía que ese era el comienzo para hacer sus sueños realidad.

Nada podía salir mal.

Nada.

Sonrió aún más y siguió charlando con su nuevo agente.

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Un par de días transcurrieron entonces.

El cumpleaños de Natalie se llegó, y Jack no podía evitar sentirse realmente nervioso.

No deseaba admitirlo pero también estaba asustado.

Desde esa mañana había estado pensando en la excusa perfecta para no ir.

Por supuesto, Ariana no cayó en su mentira.

–No tienes gripa– espetó la castaña soltando una leve sonrisa que curvaba su perfecta boca al mismo tiempo que depositaba al pequeño Aaron en su portabebés.

Era ya casi hora de marcharse y no deseaba llegar tarde.

Llevaba un bonito vestido ajustado color rojo guinda, en tela de encaje, y unas bonitas zapatillas color nude.

Su cabello lo había dejado suelto y alaciado, y se veía muy atractiva.

Su marido en cambio seguía en pijama.

Jack procuró no quedarse embobado mirándola para así poder fingir que sí se encontraba enfermo.

–Claro que sí. ¿No lo ves?– comenzó a toser falsamente.

La castaña lo miró con ojos entornados.

–Ve a vestirte, Jack. No estás enfermo–

Él se cruzó de brazos.

–Pruébalo– la retó.

La sonrisa que apareció en el rostro de Ariana, lo dijo absolutamente todo.

Adoraba los desafíos. Aunque ese en particular, bien sabía, iba a ser pan comido.

Lo tomó del cuello atrayéndolo hacia ella y acercándose a la vez a él. Lo besó dulce y tiernamente por unos cuantos segundos, despegando al instante sus labios y dejándolos muy cerquita de los suyos.

Jack la miró deseoso. La cogió de la cintura, y volvió a apoderarse de su boca mientras dejaba escapar un sonido gutural de su garganta.

Ariana respondió al beso de una manera sensual y provocativa.

Luego se apartó de él sin separar su cuerpo. Le acarició el cuello hasta el torso, y lo miró con evidente seducción.

–¿Quieres hacerme el amor, Jack?– la muy directa pregunta encendió al peleador más de lo que ya estaba.

El sexo siempre funcionaba con los hombres. A su adorado Jack se le iluminó la cara.

–Por supuesto que quiero, carajo– la respuesta a ese cuestionamiento siempre sería evidente. –¿Tú quieres?– la atrajo con más fuerza.

Su polla ya se había puesto tan dura como el acero.

Lo último que Ariana hizo fue regalarle una sonrisa descarada antes de soltarse del agarre de sus brazos.

Se acercó a tomar a Aaron, y lo meció suavemente.

–No, sólo quería probar que no estás enfermo– contestó traviesamente, después le giñó un ojo con coquetería.

Él supo que ya no tendría escapatoria.

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Exactamente a las ocho de la noche, Jack detuvo el coche frente al lujoso restaurante donde Natalie Brosnan les había dado cita para la celebración de su cumpleaños número treinta y ocho.

El empleado que se encargaba de estacionar los vehículos se acercó de inmediato y le fueron entregadas las llaves.

Aún así Jack no tuvo mucha prisa en entrar al lugar.

Ariana lo miró mientras lidiaba con su inquieto hijo y su bolso.

–Ya quita esa cara. Es el cumpleaños de tu mamá–

–Es que estoy muy nervioso– admitió él. –Además no soporto está corbata, es un infierno– tiró de ella con evidente incomodidad. –Hago esto sólo porque Natalie es mi madre y...–

Se calló de pronto abruptamente.

La castaña le sonrió.

–¿Es tu madre y... la quieres?– respondió ella sonriente.

Jack se hundió de hombros. Había llegado a sentirse avergonzado por querer a la mujer que le había dado la vida. La misma que había sufrido su ausencia y que lo había buscado durante años. Esa que lo había mirado con lágrimas en los ojos y que le había dicho cuánto lo amaba.

Exhaló.

–Sí– respondió finalmente.

Ariana se sintió muy conmovida. Su mirada estaba llena de amor por ese hombre.

Jack era encantador. Un osito grande y musculoso muy adorable. Y él ni siquiera se daba cuenta, mientras volvía a tirar de su corbata hasta quitársela por completo.

–Al fin puedo respirar– exclamó aliviado. Hizo una bola con el accesorio en un puño y la metió al bolsillo de su pantalón. Alzó después el rostro y se encontró a su esposa mirándolo fijamente.

–¿Qué? ¿No me veo bien?– preguntó preocupado.

Ariana le acarició la barbilla.

–Estás muy guapo– le dijo suavemente.

Se puso en puntas para darle un corto beso en los labios, ya que ni siquiera con tacones podía alcanzarlo, y enseguida entraron juntos al restaurante, tomados de la mano, y con su pequeño bebé en los brazos.

Al entrar, Jack se sintió un poco más tranquilo al ver que no eran muchas personas las que estaban presentes.

A algunos los reconoció como personas que trabajaban en la empresa de Pierce.

También estaban Adrienne, su cuñada, y Sandra, su suegra.

No vio a Hugh Butera por ninguna parte, lo cual no era extraño, ya que había dejado de frecuentar dichas reuniones debido a él. Todavía no lo aceptaba, y Jack había comenzado a creer que nunca lo aceptaría.

–¡Jack!– el rostro iluminado de Natalie atrajo la atención de ambos cuando ella se acercó.

Se veía radiante, feliz.

Lo primero que hizo fue abrazar fuertemente a su hijo. Lo tomó de las mejillas y acarició sus mejillas maternalmente.

–Feliz cumpleaños– fue todo lo que Jack pudo decirle. Le sonrió.

Para su madre fue la sonrisa más hermosa de todo el mundo.

No pudo contenerse y volvió a abrazarlo.

–Gracias por estar aquí–

Se giró de inmediato y tomó la mano de Ariana. Las mujeres se saludaron con otro abrazo.

–Feliz cumpleaños, Nat, espero que la estés pasando increíble–

–Gracias, Ari. ¿Y qué puedo decirte? Este es el mejor cumpleaños de mi vida. Es el primero desde hace mucho años, en el que me siento feliz y completa– al decir esto volvió a mirar a su hijo.

Jack no pudo sentirse entonces más amado. Se sonrojó.

Pensó en lo genial que era tener una mamá.

Natalie tomó a Aaron en brazos y lo acurrucó en su pecho.

–Este niño está cada vez más hermoso–

El bebé rió gustoso. Adoraba que lo mimaran.

–Nosotros...– Jack comenzó a hablar de nuevo. –Nosotros hemos traído un obsequio– con nerviosismo le entregó la bolsa de regalo.

Natalie había estado recopilando todos los obsequios en una mesa al centro, sin embargo no pudo resistir la tentación de abrir el que Jack le había dado.

Antes si quiera de saber qué era, estaba ya segura de que iba a encantarle.

Sonrió cuando encontró un bonito joyero de madera en el interior, pero se murió de amor cuando escuchó lo siguiente que Ariana dijo...

–Jack lo hizo con sus propias manos–

La mirada de Natalie se alzó hacia él, sorprendida y casi a punto de soltarse a llorar.

–Cielo santo, ¿es eso cierto, Jack?–

El chico estaba aún más avergonzado. Sin embargo no le quedó otro remedio que admitirlo.

–S...sí– murmuró.

–Eres realmente talentoso– Natalie no pudo evitar acariciarle el fuerte mentón.

A pesar de que era todo un hombre ella no podía dejar de imaginarse al pequeño y precioso niño que había sido.

–¿Verdad que sí lo es?– sonrió Ariana contenta de verlos juntos a madre e hijo.

Natalie asintió.

–Desde luego. ¿Nunca pensaste en dedicarte a esto?–

Jack titubeó pero enseguida negó.

–Creo que prefiero la mecánica–

–Entiendo– Natalie no dejó de mirarlo. –Te agradezco el obsequio. Lo guardaré como un tesoro–

Al instante Pierce apareció, saludando a Jack y a Ariana, e informándole a su esposa que se había llegado la hora de dar el brindis de agradecimiento que año con año acostumbraba hacer.

Sin soltar su regalo, Natalie se encaminó hacia donde ya tenían preparado un micrófono para ella.

Carraspeó su garganta, y al segundo obtuvo la atención de todos sus invitados.

Ellos la miraron atentamente.

Natalie sonrió y empezó a hablar.

–Antes que nada, quiero darles las gracias a todos por estar aquí. Significa mucho para mí...– exhaló. Estaba demasiado emocionada pero intentaba mantener la calma. –Esta noche, junto a todos ustedes, celebro la vida y la salud que hasta estos momentos el cielo me ha concedido. Agradezco por mi esposo, por mis mellizos, y también por los buenos amigos. Sin embargo hay algo muy importante que también estoy celebrando el día de hoy. Y sé que quizá algunos van a sorprenderse muchísimo, pero creo que se ha llegado el momento de que todo el mundo lo sepa. En primer lugar porque no pretendo esconderlo ni mucho menos mantenerlo en secreto. Y en segundo porque me muero de ganas de gritarlo a los cuatro vientos. Hoy soy muy feliz por todas las bendiciones que he recibido, principalmente el haber encontrado a mi hijo mayor, luego de que... por azares del destino fuera arrebatado de mis brazos siendo sólo un bebé... Quiero presentarles a mi hijo Jack, a quien llevé en mi seno hace algunos años, y quien hoy me llena de orgullo y alegría– alzó su copa y después brindó. No perdió un solo segundo mientras caminaba de vuelta con él para abrazarlo de nueva cuenta, esta vez ante todas las personas a su alrededor.

Evidentemente los invitados estaban en shock.

Pierce y Ariana fueron los primeros en aplaudir. Unos instantes más tarde, los demás también se les unieron.

–Gracias por volver a mi vida– fueron las palabras que Natalie le susurró a Jack, todavía abrazándolo.

A unos cuantos metros, Ariana presenciaba la escena con maravilla.

Sandra y Adrienne se acercaron.

–Admito que todavía me cuesta creerlo– exclamó Sandra. Natalie se lo había dicho muchos días atrás. Seguía bastante sorprendida.

–También a mí. Simplemente esto... parece de novela– secundó Adrienne. –Esto sólo pasa en las películas. Creo que ha sido un milagro, y también una enorme casualidad. Sin darte cuenta uniste a una madre con su hijo perdido, Ari–

Aquello era cierto. Ariana no podía sentirse más contenta por ambos.

–Nunca había visto a Nat tan feliz– Sandra sonreía sinceramente. –Siempre supe que escondía un dolor muy grande, nunca la presioné, pero ahora me da mucho gusto verla de este modo–

–Concuerdo contigo, mamá– respondió Ariana. –Y dime, ¿qué opinas de compartir a tu nieto con ella?–

Sandra que había tomado a Aaron en brazos momentos antes, lo miró juguetonamente antes de darle un sonoro beso en las mejillas regordetas.

–¿Compartir nieto con mi mejor amiga? ¡Me encanta!– aseguró.

Casi al instante Jack volvió a acercarse.

Adrienne le dio una amistosa palmada en los hombros.

–Felicidades, Jack. Imagino que debes estar muy contento de haber encontrado a tu madre–

Él asintió.

–Muchas gracias, Adrienne. La verdad es que... a veces todavía no lo creo–

–Me imagino– sonrió su cuñada comprensivamente.

Sandra soltó un suspiro.

–Me llena de mucha alegría saber que tú y Natalie son familia, y que ahora están juntos, como debió haber sido en un inicio. Quiero que sepas que tienes a una gran madre–

–Se lo agradezco, señora Sandra–

–No agradezcas, Jack, sólo es lo que pienso– cubrió su mano con la suya, y después se encaminó con su amiga para abrazarla y felicitarla.

Adrienne fue llamada por algunos amigos para conversar, y entonces Ariana y Jack tuvieron oportunidad de poder abrazarse.

–¿Nervioso?– le preguntó ella.

–Un poco– asintió. –El hecho de que todos me estén mirando ahora no ayuda en mucho–

La castaña negó.

–Sólo ignóralos. Están muy sorprendidos. Natalie soltó la bomba de golpe. Aún así creo que fue lo mejor. Decirlo y ya. No le debe explicaciones a nadie–

Jack asintió.

–Sí, supongo. Pero no deja de ser extraño. No me gusta que me miren tanto–

–Tranquilo. Es porque para todos eres la novedad aquí. Además de que estás guapísimo– acarició su rostro, muy enamorada de él.

–Lo que más quiero es llegar a casa, dormir a Aaron y quedarme a solas contigo, preciosa–

Ella lo silenció.

–Sé paciente– le guiñó un ojo, prometiéndole una gran noche de pasión como premio por ser tan buen hijo con Natalie.

–¡Aaron! ¡Aww, Ari, préstame a Aaron, por favor!– Kyla apareció de inmediato con un séquito de amigas, todas hijas de buenas amistades de sus padres.

–Por supuesto. Aaron, ve con tu tía, mi amor– respondió Ariana entregándole al pequeño.

Kyla y todas sus amigas emitieron exclamaciones de  ternura en cuanto tuvieron al bebé.

Desde luego, Aaron fue el más feliz con tanta atención femenina. Les sonrió adorablemente, y ellas lo llenaron de besos y muchos mimos.

–¡Jack!– esta vez fue Tom quien se acercó.

Al igual que su hermana melliza, el chico iba acompañado de todos sus amigos.

–Hola, Tom–

–Jack, Jack, les dije a mis amigos que eres peleador de artes marciales, y que pronto serás muy famoso. Cuéntales de la vez que le rompiste el cráneo al Gordo Wight. ¡Cuéntales!–

–Eh... sí. Gané esa pelea por knock out–

–¡El Gordo pasó semanas en el hospital!– añadió Tom orgulloso.

Los chicos hicieron expresiones de sorpresa y miraron a Jack con gran admiración.

–¿Puedes llevarnos a una de tus peleas?– preguntó uno de ellos con entusiasmo.

–¡Sí, llévanos!–

–¡Por favor!– le rogaron todos.

–Claro. Prometo llevarlos a todos, con pase a vestidores–

–¡Síííí!– todos gritaron emocionados.

–¡Gracias, Jack!– Tom lo abrazó con amor fraternal. Él era el más feliz de que fuesen hermanos. No había parado de decírselos a todos.

–De nada, viejo– el peleador le revolvió el cabello y respondió a su sonrisa.

–Vengan ahora, voy a presentarles a mi sobrino. Se llama Aaron y es muy simpático– inmediatamente corrieron a donde estaban Kyla y las chicas para quitarles al bebé.

Jack los miró alejarse, y Ariana se abrazó a él.

–¿Notaste el tono orgulloso en el que Tom les dijo a esos chicos que eres su hermano? Él y Kyla están felices de ser tus hermanos–

–Tom seguro que sí, pero creo que Kyla no me ha aceptado del todo. Sólo a Aaron, porque es adorable. El hombrecito tendrá a todas las chicas que quiera cuando sea mayor–

La castaña frunció el ceño molesta y le dio un golpe en las costillas.

–¡Auch!– se quejó Jack. –Sólo digo la verdad. Aaron es todo un galán, ¿no lo has visto?–

–No me hagas enfadar, Jack Reed. Volviendo al tema que sí importa. Kyla terminará aceptándote. Ella no es como Tom, pero es cuestión de tiempo–

–Eso espero. Quiero decir, es mi hermana. Sería lindo tener una buena relación con ella–

–Ya verás que así será– le aseguró Ariana.

En ese momento Sandra volvió a hasta ellos.

–Ari, Ari, Natalie quiere que cantes Happy Birthday para ella.  Ven conmigo–

–Sí, sí, claro. Ahora vuelvo, Jack–

El joven se quedó entonces solo ahí en medio de la fiesta, pero no fue por mucho tiempo.

Una desconocida se acercó de repente a él.

Jack no la reconoció de ningún lado, pero sabía que debía ser alguna amiga de Natalie.

–Qué placer conocerte, Jack. Soy la señora McCarthy, una de las mejores amigas de Nattie y de Pierce por supuesto–

–Mucho gusto... señora McCarthy– el joven estaba un poco confuso. No entendía porque esa mujer estaba hablándole.

–Eres muy buen mozo– lo examinó. Luego sus sudadas, regordetas y poco femeninas manos se encargaron de apretujarle las mejillas.

Él se sintió muy incómodo desde el primer contacto.

No sabía qué demonios debía responderle.

A decir verdad, deseaba alejarse de inmediato.

–Es una lástima que Ariana te haya atrapado primero. Me hubiera encantado que te enamoraras de mi bella Bonnie. ¿Quieres ver una foto de ella?–

–Eh...– Jack se quedó pasmado. –No en realidad–

Gracias al cielo en ese instante Pierce apareció en su rescate.

–Hola, Melissa– la saludó cortésmente. –Me alegra que hayas podido asistir esta noche. Nos es muy grata tu presencia–

–Muchas gracias, Pierce. Quizá deba marcharme antes, porque tengo un par de cumpleaños más pero quise darles prioridad a ustedes, porque, ya sabes, tantos años de amistad–

Pierce sonrió como comprendiendo sus palabras.

–Entiendo y por favor, no te sientas presionada. Si tienes que irte, adelante. No nos ofenderemos–

–Eres un lindo, Pierce. Nattie es muy afortunada– hizo ademán de marcharse, pero antes se giró con el joven. –Me gustó mucho hablar contigo, Jack. En otra ocasión podemos terminar nuestra charla–

Mostró una sonrisa coqueta y enseguida se marchó.

–A la mierda, cuando la vea acercándose me pegaré un tiro– aseguró Jack con irritación. Al darse cuenta de que había hablado en voz alta, miró a Pierce preocupado.

El esposo de su madre en cambió soltó una carcajada.

–No te preocupes. Creo que en el fondo todos creemos lo mismo–

–¿No es amiga de Natalie?–

Pierce negó rápidamente.

–No. Es sólo una conocida. Natalie se vio obligada a invitarla porque de otro modo habría venido aquí al día siguiente reclamándole por no hacerlo. Preferimos evitar esos enfrentamientos. Melissa es un poco problemática, pero en el fondo es inofensiva–

Jack asintió más tranquilo.

Pierce lo asió por los hombros en un gesto de camaradería.

–Mejor olvídala. Dime, ¿cómo te sientes? Sabes que puedes ser sincero conmigo–

–A decir verdad... Todavía no termino de acostumbrarme–

–Eso es normal, pero estoy seguro de que pronto todo será muy natural para ti–

–No sé si pueda hacerlo. Estar con toda esta gente... No es lo mío–

–Yo no hablo de ellos, Jack, sino de tu madre, de tus hermanos y de mí. Sé que algún día no lejano empezarás a vernos como tu familia, porque eso es lo que somos. Queremos que te sientas bienvenido–

Por primera vez en ese rato, Jack sonrió de medio lado.

–Empiezo a verlos de ese modo. Gracias Pierce–

Enseguida Ariana subió a la tarima tomando el micrófono.

Dio unas cuantas palabras para Natalie felicitándola por su día. Después abrió la armoniosa voz y comenzó a cantar Happy Birthday para ella.

Luego de aquello la cena fue servida.

Natalie pidió que Jack y Ariana se sentaran a su lado.

La pasaron increíblemente bien, y la sonrisa en el rostro revelaba que había sido sincera al decir que ese era el mejor cumpleaños de toda su vida.

De nueva cuenta Natalie se giró para mirar a su amado hijo.

–Lamento si no puedo dejar de mirarte, pero es que... todavía me parece increíble que estés aquí, que te haya encontrado– su voz estaba quebrada.

–Yo... yo siento lo mismo, Natalie–

–¿Sabes? Sueño con el día en que me digas mamá. Le ruego al cielo que ese día llegue muy pronto–

Esta vez Jack se quedó en silencio.

A Natalie no le molestó. Acarició su rostro.

–Tus ojitos son muy hermosos. No los olvidé en todos estos años, y ahora estar mirándolos fijamente me llena de dicha–

Él negó.

–Lo lamento, yo... yo siempre he odiado el color de mis ojos–

Natalie no comprendió.

–¿Por qué?–

–Porque son iguales a los de Jason Reed. Detesto saber que tengo algo de él–

Su madre negó prontamente.

–Tus ojos son herencia de mi abuelo materno. No pienses que los heredaste de Jason. Tom también los tiene, ¿no lo has notado?–

Sí, era cierto, pero Jack apenas se daba cuenta. Se quedó sorprendido y maravillado.

–¿Hablas en serio?–

–Claro que sí. Incluso... he notado que te pareces mucho a él. Después te mostraré una fotografía para que veas que no miento–

–¿Él... él era buena persona? ¿Te quería? ¿Me quiso a mí?–

Natalie soltó un suspiro.

–Era el mejor abuelo del mundo, y te habría amado porque eres mi hijo. Lamentablemente murió cuando lo enviaron a la guerra de Vietnam. Era militar, alto y muy apuesto así como tú, con esos ojos oscuros que encantaban. Lo lamento mucho porque él me habría apoyado y jamás habría permitido que mi padre... bueno, que hiciera lo que hizo–

Al ver el sufrimiento de su mamá, Jack sintió el fuerte instinto de abrazarla. En su lugar cubrió su mano, y le mostró todo su apoyo.

Aquel simple gesto bastó para Natalie. Un par de lágrimas se asomaron por sus ojos avellana.

Jack las limpió como si fuese lo más natural hacerlo.

Se sonrieron y la cena continuó.

En determinado momento Tom y Kyla se miraron con complicidad para después irse escurridamente de la mesa.

–Pssst pssst– ambos chistaron hacia Jack, quien al darse cuenta de que lo llamaban, frunció el ceño con confusión.

–¿Qué pasa?– les preguntó en un susurró.

–Shhh, no hagas ruido– lo reprimió Kyla.

–Ven con nosotros, pero sé discreto– le pidió Tom.

Todavía confundido, Jack decidió seguirlos.

Se disculpó con Ariana y su madre, y después fue tras sus hermanos.

Una vez que estuvieron afuera, en aquel hermoso y basto jardín, decidió cuestionarlos.

–¿Ahora sí van a decirme qué están tramando? ¿Por qué tanto misterio?– se cruzó de brazos mirándolos.

–Estamos preparándole a mamá una sorpresa– empezó a explicarle Kyla. Pensamos que podías ayudarnos ya que... ya que también eres su hijo–

–Ella será muy feliz si sabe que los tres participamos–

–De acuerdo– accedió entonces Jack. –Díganme de qué trata todo esto–

–No lo sabemos– admitió Tom.

–¿Qué? ¿No lo saben?–

–No– secundó Kyla. –Hicimos esta gigantesca manta para ella– se la mostraron entonces.

Había quedado muy linda.

Decía.

"We love u _____. Kyla. Tom. ___."

–Pero está incompleta–

–Bueno, para ser justos, deberías ser tú quien la complete– sugirió Tom entregándole un marcador.

Jack lo aceptó y de inmediato se puso de rodillas.

Escribió la palabra faltante que era mamá y enseguida se los devolvió.

–Listo– les dijo.

Kyla negó.

–Falta tu firma–

Jack se dio cuenta de que en efecto no la había firmado. De inmediato destapó el marcador y lo hizo.

–Ahora sí–

–A mamá le va a encantar– dijo Tom entusiasmado.

En ese momento el celular de la pequeña rubiecita comenzó a sonar.

En el mismo instante en que Kyla miró la pantalla, su piel palideció y el nerviosismo fue evidente en ella.

A Jack le pareció muy extraña su actitud.

No quería parecer entrometido, pero no pudo evitar preguntarle.

–¿Ocurre algo?–

La chica negó.

–¿Algo como qué? No, no me ocurre nada– respondió a la defensiva. Apagó su celular y lo colocó en el bolsillo de su falda corta.

Empezó a actuar entonces como si nada hubiese ocurrido, y caminó hasta la pancarta para poder levantarla, alejándose de ellos.

Jack se sintió preocupado sin siquiera pretenderlo.

Se miró con Tom.

–Sabes que está mintiendo, ¿no?– le dijo a su hermano menor.

Tom asintió.

–En definitiva algo le ocurre, pero no te preocupes. Soy un experto fisgoneando– anunció con orgullo. –Me encargaré de averiguarlo–

–Bien– asintió el mayor.

–¿Quién de ustedes dos se trepará al árbol para poder amarrarla?– les preguntó Kyla desde lejos.

–¡Yo lo haré!– saltó Tom emocionado.

–Olvídalo. Lo haré yo. No quiero accidentes aquí–

–De acuerdo, entonces yo iré a traer a mamá para darle su sorpresa– de inmediato Tom salió corriendo con destino al interior del restaurante.

Jack no perdió tiempo y trepó el árbol sujetándose fuertemente de una de las ramas.

Cualquiera hubiese creído que era tarea fácil para él gracias a sus agilidades deportivas, sin embargo era todo lo contrario.

Era demasiado pesado y musculoso como para que un simple árbol pudiese aguantarlo. Aún así no quería poner en riesgo a ninguno de sus hermanos, así que se puso manos a la obra. Consiguió llegar a la altura de tres metros.

Luego de unos cuantos minutos consiguió sujetar la primera esquina.

–¡Bien!– exclamó Kyla alegremente cuando vio que estaba logrando el objetivo. –Ahora tendrás que bajar para subir al otro árbol.

Jack examinó el área.

El otro árbol al que se refería se veía muy débil. Seguro no lo resistiría.

–Creo que es mejor idea sujetarme de aquel tronco e intentar hacer el amarre desde ahí–

Kyla miró dudativa.

–¿Estás seguro? Eso se ve mucho más peligroso–

–No te preocupes. Me las arreglaré. Mientras tanto tú amárrala de las esquinas de abajo–

La chica asintió.

Jack colocó la soga en su boca para tener libres sus dos manos y entonces escaló un poco más.

Consiguió llegar y se sentó a horcajadas sobre la gran rama. Desde ahí se encargó de sujetar bien la esquina restante.

–Ya está– anunció contento. –¿Pudiste hacer tú?– le preguntó a su hermana mirándola desde arriba.

–No, esto se ha hecho un nudo y no puedo deshacerlo– se quejó apresuradamente. –Oh, no, mamá y todas las demás personas se acercan–

Jack alzó la vista y en efecto Natalie en compañía de los invitados se acercaban al patio.

Seguro Tom los habría invitado a todos a ir.

Miró de nuevo a su hermana, y sintió que debía ayudarla. Aquello era muy importante para ella, quizás más que para Tom y para él, así que tenía que hacer que todo saliera tal y como deseaba.

–Te amamos, mamá...– alcanzó a leer Natalie y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro cuando vio la firma de sus tres hijos plasmada ahí.

–Oh, qué tierno– exclamó Ariana con su bebé en los brazos.

Pierce sonrió también, y todos los demás comenzaron a aplaudir, sin embargo no todo iba a salir a la perfección.

Jack se inclinó para poder bajar de manera rápida y discreta, pero al intentar hacerlo, un descuido de un solo segundo se encargó de cobrárselas caro.

El corpulento y alto peleador perdió por completo el equilibrio.

Supo que su caída iba a ser inevitable, pero también supo que caería encima de su delicada hermana menor y seguro la heriría de gravedad.

Se negó rotundamente a que aquello sucediera, y entonces él mismo se giró para aterrizar lejos de ella, aplastando en consecuencia su brazo derecho con todo su peso.

Kyla se quedó pasmada.

Natalie al ver lo sucedido, borró por completo su expresión de felicidad y angustiada corrió hacia él.

–¡Cielo santo, Jack!–

Ariana se giró para que Adrienne cargara a Aaron, y un segundo más tarde ya estaba junto a su marido.

–¡Jack!–

Él se encontraba todavía en el suelo. Intentó ponerse en pie pero el dolor en su brazo le impidió hacerlo. Cerró sus ojos para intentar resistirlo.

–Ah... maldición– siseó abruptamente. La intensidad de su aflicción fue en aumento por segundos.

–¡Jack! ¡¿Jack, estás bien?!– Natalie llegó a él. Estaba realmente angustiada.

–N...No... – él reprimió las palabrotas en su boca que lo ayudaban en momentos como ese.

–¡Tenemos que llevarte a un hospital!– le dijo Ariana igual de preocupada. Ella odiaba verlo herido o lastimado. Esa era una de las razones por las que se desesperaba mucho al saber que se ganaba la vida con los golpes. –¡Llamare a una ambulancia!–

Pierce apareció entonces, consternado.

–Stellan... Stellan es médico– introdujo entonces a su buen amigo, que era uno de los invitados de la fiesta.

–Hagan espacio, por favor– les pidió el doctor, que momentos antes había corrido a su auto por su maletín.

Enseguida se arrodillo junto a Jack para poder revisarlo.

–Jack, tranquilo, Stellan es amigo de tu madre y mío. Estás en buenas manos– dijo Pierce.

Tom y Kyla seguían muy sorprendidos.

Natalie y Ariana no podían esconder su rostro de angustia.

Los demás estaban, al igual que todos, muy consternados por tal incidente.

Minutos más tarde, el doctor se giró para hablar a los familiares, tal y como haría en una sala de espera del hospital.

–El peso de su cuerpo fue demasiado para su brazo. Jack ha sufrido de una ruptura de hueso, y dislocación interior– les informó con seriedad.

–¿En inglés?– pidió Ariana sintiéndose muy afligida.

–Que tiene el hombro fuera de su lugar. Y una fractura en el brazo–

–¿Pe...pero va a estar bien?– Natalie seguía un poco alterada.

–Eso parece, ahora por favor déjenme hacer lo que debo hacer– se dirigió ahora al chico herido. –Jack, tienes que relajarte–

–De acuerdo– asintió él. Realmente el dolor era muy fuerte pero se dijo que podía soportarlo. Había aprendido bien a manejarlo.

–Debes cooperar conmigo– continuó el doctor.

–¡Bien!– Jack no pudo evitar gritar. Estaba impacientándose mucho.

–Esto va a dolerte un poco así que...–

–¡Sólo hágalo!–

–Está bien–

Ariana corrió a su lado y le acarició la cara y el cabello para ayudarlo a soportar.

El doctor estiró con gran fuerza el hombro dislocado, y lo presionó hasta que lo escuchó tronar.

Hasta el momento Jack no había sentido nada más doloroso.

–¡Aaaaaaaaaaah!– el grito se convirtió más en un gruñido. –¡Ahhh, maldita sea!– gimió lastimosamente.

Su esposa estuvo a su lado en todo momento, y él se lo agradeció.

Cerró los ojos porque en verdad era insoportable.

Sus ojos se humedecieron con lágrimas que no derramó.

Unos segundos más tardes, tal sensación desapareció. Al parecer el doctor había conseguido volver a colocárselo en su lugar, sin embargo todavía estaba el asunto de su brazo fracturado.

–Listo. Estarás bien, Jack, pero necesitarás ir al hospital para que te coloquen un yeso y puedas recuperarte con mayor rapidez–

–Sí, sí, claro– asintió Natalie sin siquiera pensarlo. –Pierce, despide a los invitados. La fiesta ha terminado, y yo necesito llevar a mi hijo a un hospital–

Aquella era la primera vez en que Jack tenía a una madre en la cual apoyarse después de alguna herida.

Eso le conmovió hasta el alma.

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Una hora más tarde, Jack salió de Urgencias, donde había estado siendo atendido.

Su rostro ya no estaba contraído de dolor, y se veía mucho más relajado.

Llevaba el brazo escayolado y lo tenía sujetado a un cabestrillo que se anudaba desde su hombro.

En la sala de espera se encontraban Ariana, Natalie y Pierce, todavía muy preocupados.

Al ver que Jack aparecía, exhalaron con alivio y sonrieron.

La primera en acercarse a él fue su joven esposa.

Lo abrazó con mucho cuidado de no lastimarlo y depositó un suave y amoroso beso en los labios.

–Gracias al cielo estás bien– dijo como eternamente agradecida.

Le siguió Natalie, quien de igual modo se quedó más tranquila al verlo en buen estado.

–Me alegra tanto que no te haya pasado nada grave. Estábamos muy preocupados–

–Es una fortuna que no te hayas roto una costilla, Jack– le dijo Pierce. –Caíste de una altura muy grande–

–Ni lo recuerdes, Pierce, que siento que me da un infarto. Acompáñame a firmar el alta para que le den salida. También llamaré a los gemelos, se quedaron muy preocupados. Adelántense ustedes, los veré afuera–

Jack y Ariana se tomaron de la mano y caminaron hasta la salida del hospital.

–¿Dónde está Aaron?– preguntó él preocupado al no ver a su pequeño por ahí cerca.

–Está afuera con mamá y Adrienne. Pero por favor dime cómo te sientes–

–Estoy bien, nena, tranquila. Sólo fue el susto, y está cosa...– se señaló el yeso. –... se habrá ido en un par de semanas. Te lo ruego, ya quita esa carita–

–¿Cómo quieres que la quite si me asusté muchísimo, Jack? Nunca entenderé por qué ustedes los hombres son fanáticos de poner sus vidas en riesgo cada cinco minutos–

Jack se hundió de hombros adorablemente.

–Así nacemos, supongo. Venimos con la estupidez incluida. ¿Me perdonas por eso?–

–No lo sé– se negó ella. –La pasó muy mal cuando algo malo te pasa–

Jack se acercó.

–Oh, vamos, preciosa. No me pasó nada. Estoy enterito, y soy todo tuyo– le guiñó un ojo galantemente.

Ariana no pudo evitar sonreírle.

–Eres un bobo, pero te amo–

–Yo también te amo, muñeca. Y muero por estar contigo a solas en nuestra habitación. Hacerte el amor va a ser muy interesante. Vamos a tener que ponernos muy creativos, ¿no?–

La castaña soltó una carcajada.

Su Jack nunca cambiaría, pero ella no quería que lo hiciera.

Lo amaba tal y como era y por quien era.

Se dieron un beso más y juntos caminaron hasta el estacionamiento.

Sandra y Adrienne los esperaban junto a su vehículo.

–Al fin salen. Aaron se ha quedado dormido y lo hemos puesto en su sillita– señalaron a donde el bebé dormía como un ángelito.

–Aquí están las llaves, hermana– Adrienne que había conducido el auto hasta ahí, se las entregó. –Jack, me da gusto ver que estás bien–

–Gracias Adrienne–

–¿Cuánto tiempo llevarás ese yeso?– le preguntó Sandra.

–Dos semanas–

–¿Te duele mucho?–

–Algo pero no mucho. Creo que aún tengo el efecto de los analgésicos–

–Aquí tengo los medicamentos que te recetó el doctor, Jack– Natalie que recién llegaba junto a Pierce, le entregó la bolsa de medicinas. –Deberás tomártelos todos y seguir las indicaciones de reposo. Nada de entrenamientos, ni peleas, ni nada de eso. ¿Entendido?–

A Jack le causó gracia que ella estuviera hablándole como una verdadera madre.

–Ya la escuchaste, Jack– bufó Pierce.

Al joven no le quedó más remedio que asentir obedientemente.

–Creo que ya deberían irse, Ari. Aaron se ha quedado dormidito, y Jack necesitará descansar– le dijo Sandra.

–Es cierto eso– secundó Natalie.

–Por favor, hermanita, si necesitan algo, no dudes en llamarnos– Adrienne se despidió de su hermana y de su cuñado, y pronto entró a la camioneta que conducía Sandra, quien también se tomó su tiempo de despedirse de todos, no sin antes desearle a Jack pronta recuperación.

–Descansa, mi cielo. Mañana temprano iré a verte. Te llevaré comida deliciosa, y seguro Tom y Kyla querrán verte–

–Eso suena bien–

Ambos se sonrieron, y Natalie le dio un beso en la mejilla, alzándose un poco en puntas.

–Ari, cuídalo mucho–

–Sabes que sí, Nat. Jack es mi niño grande– bromeó.

Pierce también se despidió y luego se marcharon.

Ariana ayudó a su marido a entrar al coche, y después entró ella.

Desde luego, le tocaba conducir.

Llegaron a su edificio en cuestión de quince minutos, ya que había muy poco tráfico.

Sin embargo no encontraron todo como habían pensado que encontrarían.

Había patrullas en su calle y un camión de bomberos.

Ariana y Jack se sorprendieron y confundieron muchísimo.

¿Qué había ocurrido?

Ella detuvo el coche en el área no restringida, y antes de hacer cualquier otra cosa, sacó a su hijo de la sillita, y lo abrazó a su pecho cubriéndolo con una sábana.

Jack en cambio fue hasta el que parecía ser el oficial a cargo en el escuadrón de bomberos.

–¿Qué ha sucedido? ¿Hubo un incendio?–

–Así es. Por favor manténganse alejados del perímetro. Hemos controlado la situación y el fuego ha sido apagado, pero tememos que uno de los muros que da a la fachada, caiga del edificio debido al calor al que estuvo expuesto. No podemos permitir que nadie entre, al menos no esta noche–

–¿Puedo saber en qué departamento se originó esto?–

–Claro que sí. El 15E. ¿Usted conoce a los dueños? Porque la sala y la cocina han quedado deshechas y deben reportar el siniestro–

Jack se quedó sin habla por unos segundos.

El 15E era el departamento en el que él y Ariana vivían junto a su bebé.

¡Mierda!

Se giró entonces hacia ella.

Su mujer se encontraba arrullando a Aaron que había despertado debido al ruido y al movimiento. Lo miraba como esperando que fuese a decirle que no había sido nada grave y que podían subir para descansar al fin.

¿Cómo iba a poder decirle que esa noche no podrían pasarla en la seguridad de aquel departamento al que con mucho cariño habían nombrado hogar anteriormente?

–Joder– siseó y se pasó ambas manos por el cabello despeinado.

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Lamento la tardanza. Ya les expliqué por qué.

Por ello les dejé un capítulo largo en compensación.

Me esforzaré al doble para no tardarme tanto en actualizar. De hecho ya trabajo en el siguiente.

Quiero dedicar este capítulo a FernandaMichelR porque algunas semanas atrás cumplió años. Ella es una lectora muy fiel, a quien aprecio mucho. Espero lo hayas disfrutado. 🥳💜

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