Capítulo 27 2T

De pie junto a la ventana, Ariana observaba las gotas de lluvia que habían comenzado a caer luego de todo un día nublado. El cielo se había llenado de nubarrones oscuros y el viento azotaba las ramas de los árboles.

Al parecer la tormenta apenas comenzaba. Y el hecho fue confirmado para ella cuando unos segundos más tarde, las gotas golpetearon las ventanas como si fueran puños, cada vez más fuertes y abundantes.

Los nervios en ella fueron incrementando, y también su miedo.

Utilizó todos sus esfuerzos por mantenerse en control. Quería ser valiente esa noche, demostrarse a sí misma que era más fuerte que cualquier diluvio.

–¡Mami! Mami, todos ellos van a ayudar a papi a cuidarte. Ya les dije que te tienen que cuidar– Aaron apareció entonces con un montón de figuras de acción. Iron Man, Spiderman, Hulk, Thor, Batman, Flash, Aquaman, e incluso los Power Ranger. Se los mostró muy entusiasmado, y después empezó a colocarlos de pie en el pasillo que conducía hacia la puerta. Lo más gracioso era que él mismo vestía un traje como ellos. Era azul y tenía una capa roja. Al parecer esa noche era Superman. Sabía ahora que su hijo adoraba vestirse como esos personajes y armar historias en su pequeña e inocente cabecita, en donde siempre salvaba al mundo. Era adorable.

–¿De verdad?–

–¡Sí, y yo también! ¡Mami, yo soy muy fuerte y te protegeré de la lluvia mala!– se enderezó y adoptó la famosa pose de superhéroe.

Ariana se llenó de amor por él y consiguió olvidarse por unos cuantos momentos del fenómeno natural que amenazaba la ciudad esa noche.

–Cielos, pues estaré muy bien protegida por lo que veo– sonrió contenta.

–¡Sí, sí, mami! ¡Tú eres la princesa!–

–Tu mamá no es una princesa, Aaron, es una reina en todos los sentidos– le dijo Jack que había salido de la cocina y llevaba en sus manos la cena para los tres. Era una bandeja con sándwiches, una jarra de té helado y un gigantesco tazón de rosetas de maíz. –Pero tienes razón, entre todos la protegeremos–

A esas alturas a Ariana ya no le sorprendía el hecho de sentirse a salvo ahí bajo el mismo techo que Jack Reed. Algo en su corazón le decía que ese hombre pelearía con uñas y dientes sólo por ella. Eso la reconfortaba y asustaba.

Exhaló.

–Todo huele delicioso– comentó esbozando una sonrisa.

Aaron pensaba lo mismo porque había corrido inmediatamente a tomar un emparedado para devorarlo.

–Nuestra noche de películas está por comenzar– dijo Jack mientras tomaba el control remoto y rebuscaba en el catálogo de Netflix.

–¿Qué película veremos?– preguntó Ariana.

–¡Baby Boss!– exclamó Aaron con emoción.

Jack le sonrió a Ariana y se hundió de hombros.

–La primera la elige él, la segunda podemos escogerla nosotros– le guiñó un ojo haciendo alusión al hecho de que su hijo pronto caería dormido.

Ariana no pudo evitar reír.

–Baby Boss está bien por mí–

–Genial, a mí también me gusta–

Inmediatamente él y su esposa se acomodaron sobre el sofá mientras que Aaron permaneció en la alfombra del suelo, frente a la mesilla donde habían colocado toda la comida.

Una hora y media transcurrió cuando la película por fin terminó.

Hora y media en la que Ariana apenas y había prestado atención. Se había encontrado sumida en sus propios pensamientos, siendo muy consciente de lo que ocurría en las afueras de la casa.

La lluvia era cada vez más fuerte y aunque hasta el momento no habían aparecido los truenos, sabía que estos no tardarían mucho.

Sus nervios habían ido aumentando aunque había estado tratando de ocultarlo de su marido y de su hijo.

Sin embargo Jack que siempre había sido muy observador, lo notó.

Estuvo muy al pendiente de ella durante toda la película.

Cuando los créditos aparecieron, él estuvo a punto de decirle algo sin embargo fue interrumpido por el sonido de su celular. Frunció el ceño cuando miró la pantalla y observó que era Hugh quien llamaba.

–Ahora regreso...– se alejó un poco de la sala para poder hablar. No quería que Ariana escuchara nada sobre aquello. –¿Qué pasa, Hugh? ¿Atraparon ya a Davidson y a Halston?–

–Por eso te llamaba, Jack. Ya han girado una orden de aprensión en contra de los dos pero hasta el momento no han dado con el paradero de ninguno–

–Maldita sea...–

–La policía ha indagado sus domicilios, al parecer huyeron desde hace semanas. Tuvieron la gran ventaja de que Ariana perdiera la memoria y eso les ha hecho ganar tiempo–

–¿Y qué pasa con la familia de ese cabrón de Pete? Ellos deben saber algo. Yo mismo iré a buscarlos y...–

–No, no, Jack, no pierdas tu tiempo. Brandon y su esposa también se han ido de la ciudad. Lo están protegiendo–

–Jodido hijo de perra...–

–Ese adjetivo le queda corto– siseó Hugh con enojo.

–Tienen que encontrarlo, lo que esos desgraciados le hicieron a Ari no puede quedarse así–

–Lo sé, y haré hasta lo imposible para que la policía los atrape y los encierre. Caerá sobre ellos todo el peso de la ley–

–Mantenme informado, Hugh–

–Claro que sí, Jack. Mañana mis abogados se encargarán de todo. Por favor que mi princesa no se entere de nada de esto–

–Descuida. No pensaba mencionárselo–

–Bien, entonces hablamos luego–

–Adiós, Hugh, y gracias–

Jack terminó la llamada y enseguida regresó a la sala donde su esposa lo esperaba. Le sonrió.

–Era Maculay, quería hablarme sobre unos asuntos del taller mecánico– le dijo mientras señalaba su celular. Mentirle no era su cosa favorita del mundo pero había ocasiones como aquella en la que debía hacerlo. –Oh, el hombrecito se ha quedado dormido, lo llevaré arriba. ¿Me esperas aquí?–

Todavía en silencio y muy nerviosa, Ariana asintió.

No le gustaba mucho la idea de quedarse sola aunque fuese sólo por unos cuantos minutos pero trató de demostrar lo contrario.

Para su fortuna Jack no tardó mucho en volver.

Él le sonrió.

Esa sonrisa la tranquilizaba demasiado.

Los latidos de su corazón se calmaron.

–Bien, ahora que el pequeño Superman se ha dormido, ¿qué película quieres que veamos? Tú amas Hércules, Mamma Mia!, Clueless, sólo dime cuál te apetece ver. ¿O te parece que veamos una nueva? Hubieron muchos estrenos este fin de semana–

Ariana negó.

–No, no. Jack, creo que... prefiero subir a descansar–

Su respuesta lo decepcionó un poco. A él le hubiese encantado pasar un par de horas más a lado de esa belleza.

Sonrió escondiendo lo que sentía.

–Oh, de acuerdo. Subamos entonces. Te acompañaré hasta tu habitación. Sólo... trata de descansar. Por esta noche piensa en todo menos en la tormenta, ¿sí?–

–Jack...– Ariana tenía una petición muy importante que hacerle, pero no sabía cómo debía decírselo. Se sentía demasiado tímida a su lado, cerca de él mientras la miraba fijamente.

–¿Qué sucede, Ari?–

Ella se estremeció ante su atenta mirada. Tomó aire y finalmente lo dijo.

–¿Puedo pedirte algo?–

–Por supuesto, por supuesto que sí, sabes que puedes pedirme lo que quieras, Ari– sus deseos eran órdenes para el peleador.

Ella lo sabía. Sabía que si le pedía a Jack que le bajara la luna, él lo haría.

Se le derretía el corazón sólo con verlo.

–¿Podrías...podrías quedarte esta noche conmigo?–

A Jack le dio un vuelco en el pecho y mil emociones recorrieron todo su interior.

Ariana estaba pidiéndole que...que se quedara con ella.

¡Oh, santísima Mierda!

¡Oh, joder!

No pudo moverse. No quiso moverse por temor a despertar del sueño.

Abrió la boca para decir algo pero las palabras no salieron de primera cuenta.

Le costó poder hablar.

–Eh...eh... ¡Sí! ¡Claro que sí!– no pudo evitar el entusiasmo en su voz.

–Bueno, me refiero a...a quedarte en mi habitación–

–Sí, sí, sé a lo que te refieres y ya te dije que sí. Estaré ahí contigo, Ari. No tienes que preocuparte por nada–

–Gracias–

Lo siguiente que sucedió fue que ambos subieron al segundo piso. Ariana se preparó para dormir mientras Jack se encargaba de instalar en el suelo de su habitación el colchón inflable que mantenía guardado en uno de los closets. Puso sábanas y almohadas y entonces se llegó la hora de dormir.

La castaña se había puesto ya su pijama y estaba sobre la cama mientras lo observaba.

–Estaré aquí, cerquita de ti, así que nada malo va a sucederte. Puedes dormir tranquila–

–Lamento mucho que vayas a dormir incómodo–

Jack frunció el ceño y negó prontamente.

–Nada de eso. No te preocupes por mí, yo estaré bien, te lo aseguro– le sonrió para convencerla.

Ariana respondió a su sonrisa mostrando una muy leve.

>Eres muy lindo, Jack< lo pensó. No lo dijo aunque deseó hacerlo.

–Descansa, Ari–

–Descansa, Jack...–

Al instante la luz se apagó y el silencio reinó.

El ruido de la tormenta en el exterior fue lo único que se escuchó.

Ella se cubrió con las colchas e intentó dormir. Supuso que Jack haría lo mismo y dormiría.

Exhaló.

Unos cuantos minutos transcurrieron cuando comenzó a sentirse un tanto exasperada.

Se removió de la cama una y otra vez y entonces los truenos comenzaron.

Uno espantoso relampagueó en las afueras, y el cuerpo de Ariana dio un salto de pánico.

Su corazón golpeteó con mucha fuerza. Tragó saliva nerviosa.

Cerró sus ojos y se obligó a sí misma a dormirse.

No lo consiguió.

La tormenta se había incrementado en gran manera.

Un trueno más retumbó haciendo temblar los cristales, y la sangre se le heló en las venas.

La puerta de su memoria comenzó a abrirse un poco...

¿De verdad estaba sucediendo?

Las imágenes aparecieron borrosas en su mente.

La lluvia, los truenos rasgando el cielo, su coche, la noche y la carretera mojada.

Ella venía conduciendo a gran velocidad, como si estuviese huyendo de algo o de alguien.

Podía sentir la adrenalina y los frenéticos latidos en su pecho. La sensación de pánico, las emociones en todo su esplendor.

Ariana no supo si estaba dormida o despierta.

Aterrada, empezó a temblar mientras intentaba encontrar una luz entre la niebla.

Cuando la encontró luchó porque no la cegara.

Fue tan potente que la hizo caer de bruces y la debilitó.

De pronto no encontraba las fuerzas suficientes para siquiera intentar levantarse.

Se quedó en el suelo intentando reunir la energía para ponerse en pie.

Después la luz volvió a aparecer, y se acercaba más y más a ella como tren en movimiento pero Ariana seguía viendo oscuridad.

Lentamente se iba esclareciendo conforme iba acercándose.

>¡Ariana, vuelve aquí, maldición! ¡Te atraparé, maldita perra!<

Aquella tenebrosa voz la asustó. Durante un segundo le pareció entonces recordar algo... algo feo y aterrador.

La castaña cerró los ojos temerosa de lo que podría encontrar en su memoria.

Sin embargo para cuando las sombras comenzaron a aclararse, un grito salió de su garganta, la puerta ya se había cerrado de nuevo.

Despertó dándose cuenta de que todo había sido una pesadilla. La respiración casi la ahogó. Llevó una mano a su rostro y notó la humedad. Fue consciente de que había estado llorando. Cerró los parpados y se echó hacia adelante mientras nuevas lágrimas comenzaban a brotar.

Jack se sobresaltó al escucharla. De inmediato se deshizo de las sábanas que lo cubrían y un segundo más tarde ya estaba junto a su esposa mirándola consternado.

–¿Qué ocurre?– preguntó al instante.

La tomó del rostro con sus dos manos como intentando averiguar si algo le había ocurrido.

Se encontró entonces con un par de ojos marrones que lo miraban empapados de llanto. Las largas pestañas formando gruesos picos con las lágrimas.

Para Jack esos eran los ojos más hermosos que hubiese podido ver nunca. Incluso en medio de la oscuridad brillaban intensamente.

Verlos así, enrojecidos y llenos de temores lo hizo querer estampar sus puños contra la pared, o mejor aún, contra el culpable de que ahora se encontrara así.

El corazón se le rompió y se desbordó de amor un segundo más tarde cuando la vio abalanzarse hacia él sin decirle nada, temblando y desmoronándose en sus lágrimas sollozando fuertemente.

Jack no hizo ni una pregunta más. Tan solo la recibió acariciando su cabello en silencio, intentando calmarla.

Cuando él la abrazó y la estrechó contra su pecho, un terremoto de tensión acumulado recorrió a Ariana, quien apoyó la cabeza sobre su hombro firme. Ahí entre los brazos de aquel hombre, ella fue recuperando su paz de poco en poco.

Cerrando los ojos, el peleador saboreó el placer de tenerla de nuevo así abrazada de él, una hermosa primavera tras un invierno helado.

La castaña no supo cuánto tiempo transcurrió antes de sentir que el terror empezaba a desaparecer.

Jack notó entonces cómo el cuerpo de su esposa pasaba de la rigidez y la tensión a un estado relajado.

–¿Te sientes mejor?– carraspeó la garganta y se inclinó un poco para poder mirarla.

Ariana asintió, sin apartarse de él ni un solo centímetro. No quería apartarse, todavía no.

Permanecieron abrazados unos cuantos instantes más hasta que finalmente se apartaron.

Ambos experimentaron una sensación de pérdida que los hizo suspirar.

–¿Qué pasó?– le preguntó él todavía muy preocupado.

–Tuve una pesadilla por la tormenta–

–¿Y qué más?–

–Por un momento... al ver un rayo me pareció... recordar algo, pero entonces... todo se volvió negro. Creo que recordé el accidente–

Jack comprendió. No se alejó de ella. Con sus manos continuó acariciando su cabello y después pasó a su cuello acunándole el rostro con sus manos.

–No tienes nada que temer, Ari. Estás en casa, y yo estoy contigo– le dijo en un caliente susurro. –Moriría antes de dejar que vuelvas a vivir algo semejante. Estás a salvo–

Ariana podía sentir su aliento y eso la reconfortaba. La reconfortaba tenerlo cerca. Levantó la mirada pero no habló inmediatamente, sólo le miró de aquella forma que hacía que al peleador le ardiera el cuerpo completo.

–Lo sé– respondió ella.

Y tal respuesta hizo que el corazón de Jack se encogiera.

Su esposa confiaba en él. Le había entregado su confianza y por eso estaba ahí, en su habitación, abrazándola y acariciándola. El pecho se le llenó de amor.

No pudo evitar entonces el movimiento de sus pulgares que acariciaron su rostro y después sus labios en un intento de limpiarle las lágrimas. Jack vio ahí exactamente el momento en el que se entreabrieron.

Para él fue como una patada en las bolas.

Los irresistibles labios de Ariana estaban hechos para ser besados, de eso no tenía duda alguna.

El recuerdo de su dulzura cuando se fundía dentro de ellos lo torturaba a cada momento.

¡Mierda! Odiaba que no ella no lo recordara.

Por un momento Jack creyó que la castaña iba a intentar apartarse, pero eso no sucedió.

La boca de Ariana se secó, y ella sintió de pronto que la tela de su camisón pesaba más de lo que había creído, y lastimaba sus pezones que en algún extraño momento habían adquirido bastante sensibilidad. Tuvo deseos de restregárselos hasta hacer que el dolor y la necesidad desesperante desaparecieran, pero no lo hizo, se limitó a tragar saliva, y mirar de nuevo hacia su esposo mientras el ardor crecía en su interior en cantidades enormes.

Hubo un torbellino en su interior. Algo que quería decirle. Pero en lugar de hablar

Lo imaginó. Imaginó a su marido besándola, casi pudo sentir cómo la acariciaba...

¿Era eso un recuerdo o un deseo?

Negó y se acurrucó más contra él.

–¿Puedes abrazarme de nuevo?–

Oh, joder... Pensó Jack.

–Ven aquí, preciosa... Te abrazaría toda la vida si pudiera–

Ariana sollozó.

–Entonces no me sueltes–

–No lo haré– prometió Jack. –¿Quieres que duerma contigo?–

–¿Lo harías?–

Mataría por hacerlo. Esa era la sencilla respuesta.

–Desde luego que sí– respondió él tiernamente mientras acomodaba un mechón de cabello tras su oreja.

Ariana asintió sintiéndose contenta, nerviosa y asustada a partes iguales. Se removió un poco para hacerle espacio. Esta vez no pensó en alejarse de él, sino lo contrario.

La idea de que pasaría las próximas horas abrazada a ese enorme y varonil espécimen masculino con el que estaba casada le causó mil emociones más.

Nunca antes había compartido su cama con alguien, al menos no hasta donde llegaban sus recuerdos pero el mero hecho de tener a Jack Reed ahí pegado a ella hacía que la sangre le palpitara irradiándola de calor a pesar de que afuera llovía y el viento frío golpeaba la ventana enfriando la habitación.

Apretada contra él, sintió los latidos de su corazón, se dio cuenta entonces, quizás por primera vez, de que clase de hombre era su marido: fuerte, seguro, sólido.. Un hombre que mataría un dragón por ella.

Inevitablemente a su mente acudieron los recuerdos de la pasión con la que habían fundido sus bocas, una noche atrás.

En esos momentos sentía su cercanía, el enorme cuerpo pegado al suyo, escuchaba sus respiraciones y era consciente del cálido aliento rozando su cabeza.

Inesperadamente comenzó a recordar cómo había sido el ser besada por esa boca dura y caliente. Lo siguiente que pensó la asustó todavía más. Deseaba que aquella pasión se repitiera.

Se dio cuenta entonces de que había dejado de escuchar la lluvia y el eco de los truenos.

–Gracias, Jack...–

–No me agradezcas por esto, preciosa... Eres mi vida entera–

El peleador se acomodó preparándose para pasar el resto de la noche.

Su cuerpo de Jack era un caos. La sangre bombeaba errática e irrevocablemente hacia su entrepierna.

Aquel fue el acto más difícil de toda su vida... La miró. Pudo notar entonces la expectación en sus preciosos ojos, la confusión, el brillo... sus preciosos labios.

Se controló y no hizo nada por aliviar el fuego que se concentraba en sus partes masculinas.

Sonrió de manera sutil, y acarició los pómulos de la castaña con los pulgares para secar las lágrimas que aún perduraban.

–Duerme, preciosa. Estás a salvo en mis brazos–

Ariana no recordaba haber despertado sintiéndose de mejor humor.

Aquella mañana se sentía especialmente contenta y aunque no hubiese querido pensar en los motivos que tenía para ello, no pudo evitar hacerlo.

Había compartido la cama con su marido, había dormido en sus brazos.

Por momentos, ella intentaba controlar el calor que la recorría entera después de haber estado fundida en su cálido abrazo.

Cielo santo, aún no podía creer lo cómoda y segura que se había sentido, protegida por esos increíbles músculos. Así como tampoco terminaba de asimilar la manera en la que el destino de su noche había cambiado.

Había estado aterrada de una estúpida tormenta, temblando de miedo y al borde de las lágrimas, pero entonces había encontrado protección en él, y la sensación había sido tan familiar que le había traído paz de inmediato.

El último pensamiento que había tenido antes de quedarse profundamente dormida había sido que ya no le quedaba ninguna duda... Ella pertenecía a esos brazos.

Se encontraba mirando la mañana desde su balcón.

Sabía que él había salido desde temprano pero no se le había ocurrido que en ese momento lo vería llegar.

Al parecer Jack había salido a correr, como ahora sabía, era su costumbre.

La lluvia se había detenido y las calles seguían mojadas pero aquello no había sido impedimento para él. Llevaba pantalones deportivos y una chaqueta de chandal Adidas.

Era un hombre muy deportista, le quedaba claro, y Ariana no pudo evitar recordar esa noche en la que lo había observado mientras entrenaba.

Sus ojos se habían quedado clavados en él sin poder evitarlo. En sus hombros anchos y en los poderosos bíceps.

Recordaba bien que ella había deslizado la mirada a lo largo de su torso sin saber lo provocativo que había resultado el movimiento de sus pestañas.

Ariana no lo sabía pero Jack había contenido su aliento y había sentido el corazón en la garganta.

Los dos se habían mirado.

>Es hermoso< había pensado ella sin siquiera ser consciente de sus propios pensamientos.

Era enorme, y lo había sido aún más al plantarse frente a ella.

Los músculos de sus brazos habían destacado al menor movimiento.

Tenía tatuajes por todas partes. Su nombre específicamente muy cerquita de su corazón, del lado opuesto de su Bestia. Su pecho ancho y musculoso estaba cubierto de una fina capa de vello oscuro dibujando configuraciones a causa del sudor.

Después lo había mirado a los ojos y el fuego oscuro con el que se había encontrado la había hecho estremecerse, y al final... simplemente no había podido resistirse.

Lo había besado. Así sin más.

Ah, maldición, y quería volver a hacerlo.

Luego de haber pasado la noche en sus brazos, el ansia por volver a sentir sus brazos había crecido en gran manera.

Dudaba poder controlarlo.

Esperaba que él lo hiciera.

•••••

Cuando Ariana bajó a la cocina sabía que ahí encontraría a su marido y a su hijo.

Había escuchado sus risas hasta su habitación, y no había podido evitar sonreír al pensar en lo lindos que eran ambos cuando estaban juntos.

Entró llamando la atención de los dos.

Tanto Jack como Aaron dejaron de jugar para ir hacia ella.

–¡Mami!– el pequeño corrió a abrazarla.

Ariana lo recibió en sus brazos inclinándose para apretujarlo.

–Hola, mi amor– le sonrió y le acarició la carita con ternura.

Cada vez que lo miraba su pecho se llenaba de todo el amor del mundo.

Lo acercó aún más a ella y le llenó la carita de muchos besos.

Después volvió a ponerse en pie pero no dejó de abrazarlo.

Su mirada se encontró entonces con la de Jack.

Le dio un vuelco al corazón, como cada vez que estaba frente a él.

Le sonrió un tanto nerviosa y lo observó. Por la noche se había visto esplendido aún en su ropa de dormir, y en esos instantes se le veía mucho más atractivo. Llevaba un hoodie gris y shorts holgados de baloncesto.

Para ella era increíble que incluso así la hiciera sentirse atraída hacia él.

–Buenos días, Jack–

–¿Cómo amaneciste, Ari?–

–Yo... Sí–

–Me alegra mucho escuchar eso–

Había sido una noche difícil, pero después no lo había sido más.

Se había sentido protegida en esos poderosos brazos.

Jack la había protegido en todo momento.

–¿Tú dormiste bien?.

–Perfectamente– sonrió el peleador, y decía la verdad. A pesar de las mil emociones, de su corazón bombeando con violencia y de la excitación recorriendo su cuerpo entero.

Un silencio muy incómodo se formó entre ambos pero afortunadamente Aaron estaba ahí para romperlo.

–¡Mamá, mamá! ¡Hoy jugaré a las espadas con tía Emma y tío Cam! ¡Y también veremos todos los capítulos de los Power Rangers!–

Ariana alzó las cejas con sorpresa y abrió la boca divertida.

–¿De verdad? Eso suena muy emocionante– le dijo un segundo antes de depositar un beso más en su regordeta mejilla.

–¡Sí, mami! ¡Me emociona mucho!–

–Bueno, pero así debe emocionarte terminarte el desayuno– Jack lo tomó en brazos levantándolo de manera lateral.

Aaron soltó un montón de risas e intentó librarse pero en realidad todo se trataba de un juego entre ambos.

La castaña sólo pudo sonreír al verlos jugar así.

Resultaba evidentemente lo mucho que se amaban y lo unidos que eran. Siempre había sido así. Lo sabía.

No pudo evitar pensar en Drew... Ciertamente él no tendría nada que hacer ahí. Saldría sobrando porque nada ni nadie podría romper aquel lazo.

Exhaló, y entonces Jack consiguió hacer que Aaron regresara a su silla.

Después la ayudó a ella para que también se sentara.

–Emma y Cam vendrán a cuidar a Aaron por la noche– le explicó él mientras se ocupaba de servirle su vaso de jugo.

–Gracias– le agradeció y luego le dio un sorbo. –¿Cómo es eso que vendrán a cuidarlo? ¿Dónde estaremos tú y yo?–

–Tú y yo saldremos por ahí– le mostró una reluciente sonrisa.

Ariana dio un respingo de sorpresa y parpadeó.

–¿Hablas en serio?–

–Muy en serio. Iremos al cine y después a cenar, ¿te agrada la idea?–

Le agradaba muchísimo. La castaña no pudo evitar emocionarse. No recordaba la última vez que había salido a divertirse. Además la idea de salir con Jack le causó un montón de emociones en su interior.

–S...sí. ¡Sí!– sonrió.

A Jack le llegó hasta el alma esa hermosa sonrisa.

Había tenido muchísimo miedo de que ella lo rechazara.

Gracias al cielo no había sido así.

–Genial. Quiero que te distraigas y que te relajes al menos por una noche–

–Te lo agradezco–

–Ya verás que la pasaremos muy bien– le prometió él.

Ariana soltó su aliento.

–No lo dudo– fue su respuesta.

•••••

Aquella cita con Jack fue algo que la tuvo inquieta y muy nerviosa durante todo el día.

Luego de que su marido se marchara a trabajar ella había corrido a su armario en busca del atuendo ideal, sacando toda la ropa que tenía colgada y también la de sus cajones.

Revisó prenda por prenda y fue seleccionando y descartando hasta quedarse con diez opciones solamente.

Luego de un rato esas diez opciones bajaron a cinco y después de mucho pensarlo y dudar, bajaron a tres.

No sabía por qué, pero esa noche en especial, quería estar muy hermosa.

Se encargó de alaciar su cabello y de maquillarse con esmero enchinando aún más sus pestañas y pasando una capa de rímel por encima de ellas. Se colocó algo de base, se encargó de sus parpados y también pintó sus labios.

Estaba lista pero aún no había decidido qué debía ponerse.

Observó los tres conjuntos que había dejado sobre la cama y exhaló dudativa.

Uno de ellos consistía en jeans ajustados y chaqueta de cuero, pensaba acompañarlo con stilettos rojos, labial del mismo color, arracadas y el cabello suelto. La segunda opción se trataba de un vestido de encaje guinda y zapatos ankle strap nude.

Su tercer outfit era un conjunto de faldita y top en color perla con detalles glitter. Era pequeño, revelador y muy sensual. Dejaría a la vista muchas partes de su cuerpo pero eso fue precisamente lo que más le gustó. Podría recogerse el cabello y acompañar el atuendo con zapatillas altas de correas.

Le encantó la idea.

–Quiero verme muy, muy, muuuy bonita...– exclamó contenta de haber elegido por fin lo que se pondría.

Había pensado en voz alta y ni siquiera se había detenido a pensar en que su hijo estaba por ahí. Lo recordó justo cuando lo escuchó hablar.

–Mami, papi dijo que tú eres la más bonita de todo el mundo–

Aaron había estado de pie, apoyado en la cama mientras se entretenía con uno de sus videojuegos portátiles.

Las palabras del niño la sorprendieron pero también la hicieron enrojecer sin pretenderlo.

–¿De verdad eso dijo?– indagó. De pronto se sentía demasiado curiosa con respecto a todo lo que Jack pudiese opinar de ella.

–¡Sí!– asintió Aaron con entusiasmo. –Yo lo escuché muuuuuchas veces– y era verdad. Él no mentía. Había escuchado a su padre decir que su madre era bellísima y lo enamorado que estaba de ella, centenares de veces.

Ariana no pudo más que sonreír.

Le gustaba mucho el saber que para su marido era hermosa.

Era fascinante y muy extraño a la vez, pero Jack la hacía sentir la mujer más bonita de todo el universo.

Exhaló y despertó de su trance cuando se dio cuenta de que había estado arrugando la ropa con sus manos al apretarla contra su cuerpo.

–Bien, iré al baño a cambiarme. Esperame aquí, ¿vale?–

Aaron asintió contento y después volvió a la partida en su IPad.

La castaña tardó alrededor de media hora en terminar de arreglarse.

Una vez que estuvo lista se miró al espejo colocando ambas manos en sus caderas y se analizó con ojo crítico y luego de unos cuantos minutos más asintió sintiéndose satisfecha con el resultado.

No podía sentirse más atractiva, aún así necesitaba de una segunda opinión.

–¿Cómo me veo, mi amor?– se giró hacia su hijo y lo cuestionó.

–¡Muy bonita, mami!– respondió Aaron convencido de eso.

Su joven y bella madre fue hacia él para llenarlo de más y más besos.

El niño rompió a carcajadas y también la llenó de besitos.

Un momento más tarde se escuchó a Jack llegar.

El corazón de la castaña bombeó con fuerza. Un nerviosismo jamás sentido la abarcó de la cabeza a los pies. Se sintió más ansiosa que nunca pero trató de controlarlo.

–Vayamos a recibir a papi– le dijo a su pequeño.

–¡Sí!– respondió él con completo entusiasmo.

Cuando bajaron escaleras se encontraron con Jack que venía acompañado de Emma y de Cameron.

Ariana apenas y les prestó atención. Concentró toda su atención en el gigantesco grandulón que abarcaba casi todo el espacio en el recibidor con su poderosa figura. Sus mejillas se encendieron de color rojo y su respiración de volvió agitada de repente. Se humedeció su labio superior, y luchó con todas sus fuerzas para lograr tranquilizarse.

Jack se quedó paralizado cuando la miró. Abrió la boca para decir algo pero las palabras no salieron el primer instante. Le costó muchísimo recuperar la habilidad de hablar.

Su oscura mirada la recorrió completa. Sus hombros esbeltos y descubiertos, los pechos realzados por aquel magnifico mini top. La cintura diminuta, el ombligo lindísimo, sus candentes caderas embutidas en la pequeña faldita, sus piernas torneadas, los delicados pies. Subió después a su cara.

Quedó deslumbrado, casi como si aquella fuera la primera vez que le viera. Pero es que siempre había sido así. Volvía a hechizarlo a cada instante.

–Caramba. Estás... Ari...estás...– no pudo siquiera completar una frase.

Emma soltó una carcajada.

–Lo que mi hermano quiere decir es que estás bellísima esta noche, cuñadita. Y entiendo por qué se ha quedado sin habla. Luces fantástica– la saludó con un amigable beso en la mejilla.

Ariana le sonrió.

–Gracias, Emma–

–Oh, yo sólo digo la verdad. Pero no pierdan más tiempo, váyanse ya mismo. Nosotros cuidaremos de Aaron– se señaló a ella misma y a Cameron.

–E...estará bien cui...dado– secundó el pelirrojo.

–Adiós, mami, adiós, papi– Aaron se mostraba muy entusiasta porque se marcharan.

A Jack y a Ariana no les quedó más opción que despedirse.

–Adiós, mi amor– le dijo ella a su hijo. Le dio un amoroso beso y después salió de la casa junto con su marido.

Él, tan caballeroso como siempre lo había sido, le abrió la puerta de su camioneta para ayudarla a entrar brindándole también su mano.

Luego de aquello, Jack rodeó el vehículo y entró al asiento para encender el motor y dar marcha.

Sin embargo antes de hacerlo se tomó un poco de tiempo.

–Ari, de verdad te ves preciosa, y no quiero decir que los demás días no lo estés, siempre, siempre eres hermosa, pero hoy... hoy te ves incluso más. Eres muy bella–

Ella enrojeció un poco. Y le parecía tan extraño.

En el pasado había estado siempre acostumbrada a los cumplidos. Jamás se había sentido tan tímida y halagada por uno. Nunca. Eran como su pan de cada día, había recibido centenares y más centenares, pero ninguno la había hecho sentirse tan especial.

–Gracias, Jack–

El peleador seguía mirándola como si se le fuese la vida en ello.

–Joder, perdón, es que a veces no puedo creerme que estés así de hermosísima y que seas mi esposa– le sonrió. Después recordó algo con rapidez. Se giró entonces al asiento trasero y lo tomó. –Estas son para ti– era un ramo de rosas gigantesco.

Debían ser alrededor de treinta rosas.

A Ariana le encantó y desde luego no desaprovechó la oportunidad de olfatearlas.

–Son muy lindas–

–No lo son tanto como tú. Ni por asomo, muñeca– le dijo.

La castaña se sintió mucho más sonrojada. Y le agradaba muchísimo la sensación.

Se sentía como una adolescente conociendo a quien sería su primer amor.

La realidad era que el suyo había sido Drew, y segura estaba de que las sensaciones y emociones no podían siquiera compararse.

–¿Te gustaron?–

–Muchísimo– asintió.

–Me alegra. Ese era el objetivo, que te gustaran mucho– se acomodó en su asiento y arrancó la camioneta. Mientras conducía le sonrió y la miró de reojo. –¿Qué película quieres que veamos? Eres libre de escoger la que desees–

–No lo sé. La última vez que fui al cine estaban Los Hunger Games en cartelera– evidentemente eso había sido seis años atrás. –Dime... ¿fue una buena película?–

–No tengo idea, en ese tiempo preferí ver The Avangers y The Amazing Spiderman–

–Claro– rió ella.

–Mira, aquí están las películas disponibles– le mostró su celular entregándoselo para seguir conduciendo. –Puedes escoger la que más te guste. Después buscaré esa que dices y te prometo que la veremos en casa–

Ariana sonrió. Pensó de inmediato en que iba a disfrutar la compañía de Jack esa noche y no pudo evitar preguntarse si estaba empezando a sentir algo por él.

Se puso incluso más colorada.

Negó de inmediato.

Era sólo una salida.

Con su marido, se recordó.

•••••

Dos horas con quince minutos fue lo que duró la película. Dos horas con quince minutos en los que Ariana no dejó de llorar.

A Star Is Born verdaderamente la había conmovido.

Había sentido que Ally, la joven artista en la película que luchaba por salir adelante y alcanzar su sueño tenía un montón de similitudes con ella. Cuando había estado a punto de abandonarlo, había aparecido él... Su salvador.

Así era como veía a Jack.

Empezaba a entenderlo, a entenderse.

Sí, la película le había encantado.

Jack la había escogido sabiendo que iba a gustarle. Al parecer conocía muy bien sus gustos.

Él la había abrazado y había consolado sus lágrimas con toda la ternura y paciencia del mundo.

Después le había sonreído y le había dicho lo bonita que era incluso cuando lloraba.

La respuesta de Ariana había sido que no le creía pero le agradecía.

Desde luego Jack había insistido en que lo era. Ella era bonita a todas horas y de cualquier manera.

Cuando salieron del cine él comenzó a contarle sobre un restaurante elegante al que la llevaría, sin embargo ella lo interrumpió pidiéndole que cenaran ahí mismo. Tenía muchísimo antojo de sushi, y no de algún soufflé costoso y desabrido.

Jack la llevó entonces a un restaurante japonés cercano.

Ahí comieron, charlaron y rieron muchísimo.

Disfrutaron la cena más de lo que hubiesen imaginado.

Al final caminaron por la gran explanada cuando el peleador se dio cuenta de que algo parecía molestar a su esposa... Al parecer eran los zapatos de tacón y esa lesión de tobillo que aparentemente no había sanado del todo.

Entonces no dudó ni un segundo en correr a la tienda más cercana pidiéndole a ella que lo esperara en una de las bancas.

Diez minutos más tarde, salió con una bolsa en las manos y se la entregó.

Le había comprado unas suaves y cómodas sandalias de felpa.

A Ariana le encantaron, pero no tanto como el hecho de que Jack fuese a comprarlas para ella.

Su marido no la dejó que se pusiera en pie, sino que se ocupó él mismo de quitarle los stilettos y ponerle las sandalias en su lugar.

–Muchas gracias, Jack–

–Sus deseos son órdenes para mí, princesa– le tomó la mano y besó el dorso.

Los dos se sonrieron. Él le ofreció la suya para ayudarla a ponerse en pie.

Entonces comenzaron a caminar tomados de la mano porque así habían sentido en su corazón hacerlo. Les había parecido lo más correcto y natural.

A los dos les gustó la sensación.

Y mientras caminaban, Ariana no pudo menos que fijarse en la clara diferencia de estaturas, sobre todo cuando ella no llevaba puestos zapatos de tacón. Junto a él jamás podría sentirse desprotegida, eso estaba claro.

Pensó enseguida en lo bueno y maravilloso que era ese hombre.

Le había dado un techo en el cual vivir, un hombro en el cual apoyarse, se había casado con ella que llevaba en el vientre al hijo de otro, lo había criado con todo el amor del mundo como si llevase su sangre. Había sido paciente con ella, había soportado todos sus desplantes pero había estado ahí después de su accidente, demostrándole todo su apoyo. Después la había vuelto a recibir y la había consolado durante la tormenta. La cuidaba, la mimaba, la protegía.

Ahora estaba ahí con ella, haciéndola reír, haciéndola sentirse la mujer más hermosa y especial del universo.

–Entonces... ¿Caíste de una altura de treinta metros en esa competencia de motocross?– le preguntó luego de que él comenzara a contarle aquella vieja anécdota, de la cual ella misma había preguntado.

–Pues... sí–

Ariana lo había descubierto gracias a una vieja nota que había encontrado del periódico días atrás. Hasta ese momento no había tenido oportunidad de preguntarle.

–Pero... ¡Estás loco, Jack!–

–Eso mismo dijiste ese día– rió el peleador recordándolo todo como si hubiese sido ayer.

–Ya lo imagino–

–Enfureciste y me gritaste. Después casi te desmayas, lo lamento mucho–

–Aaron me dijo que siempre enfurecía y te gritaba–

–Sí, bueno, no puedo negarlo... Tienes un marido muy... extremo–

Los dos rieron debido al acertado comentario.

–Suicida, diría yo– corrigió la castaña. –Nunca entenderé por qué los hombres son fanáticos de poner en riesgo su vida–

–Nosotros tampoco lo entendemos, nena. Sólo sé que por eso vivimos menos años que ustedes las mujeres. Somos seres tontos y dependemos completamente de ustedes–

Los ojos oscuros de Jack recorrieron cada centímetro de su rostro.

–Cielo santo, qué bonita eres, lo siento mucho, no puedo dejar de mirarte– le dijo apenado.

–Gracias, Jack–

–Sólo digo la verdad, preciosa. Eres una mujer espectacular–

–Tú eres maravilloso, tengo mucho que agradecerte–

Él negó.

–Soy sólo tu perro fiel, y siempre lo seré–

Jack hablaba en serio.

De nuevo la admiró.

Lo emocionaba la sonrisa de su mujer. Hacía tanto tiempo que no disfrutaban juntos, tanto tiempo que no la oía reír...

Ahí en esos momentos, no pudo evitar pensar en que parecían una pareja de verdad, dos personas que se amaban y disfrutaban del estar juntos. Así como antes.

Se preguntó entonces si podrían volver a serlo de nuevo algún día.

Llegaron al estacionamiento y entonces notaron que una tenue música se escuchaba desde alguna parte.

Always On My Mind de Elvis Presley. Parecía ser de un restaurante lejano.

Ariana rebuscó de inmediato de dónde provenía.

Una emoción muy grande abarcó su pecho. El corazón se le llenó de una extraña emoción.

La canción la emocionaba. Y la hacía llorar. ¿La hacía llorar?

¡Sí!

Eran lágrimas las que salían de sus ojos. ¿Pero por qué? ¿Por qué era muy bella? ¿O por qué significaba algo especial para ella? ¿O para ambos?

Miró a su marido.

–¿Por qué lloras, Ari?– Jack frunció el ceño al verla.

–No lo sé. La canción... ¿Era importante para mí? ¿Para nosotros?–

Jack se hundió de hombros.

–No estoy seguro. La bailamos una vez. Lo recuerdo bien–

–¿De verdad?–

–Sí. Todavía estabas embarazada–

Ariana sonrió.

–Debió haber sido muy lindo. Me duele mucho no poder recordar esos momentos contigo...–

–No pienses en eso ahora– él le acarició una mejilla.

–No puedo controlarlo y tampoco puedo evitar que me duela–

–Vas a recordar algún día–

–Yo ya no tengo muchas esperanzas–

–No hables así–

–Es la verdad. A veces... hay momentos en los que pienso que voy a recordar pero entonces... no sucede nada–

–Es parte de tu proceso de recuperación–

–No, Jack. Empiezo a pensar que esa puerta que se abre y se cierra de golpe se ha quedado atascada y nunca va a abrirse de nuevo. Los recuerdos no volverán–

–Pues sí no regresan entonces tú y yo crearemos nuevos–

A Ariana se le iluminaron los ojos marrones. Su corazón rebozó con algo muy cálido y agradable.

–Quizás ha llegado el momento, Jack. Quizás es el momento de empezar a crear nuevos recuerdos–

El peleador resopló. Asintió solamente pero en su interior se sentía flotar. Se puso muy contento al ver que su esposa se sentía cómoda tocándolo, y deseó que su confianza aumentara. Permaneció muy quieto, esperando que ella mantuviera la mano allí, sin importar lo que pasara o dejara de pasar a su alrededor.

Se sonrieron.

Después siguieron caminando hasta llegar a la camioneta.

Mientras él conducía, Ariana no dejó de mirarlo.

Soltó un suspiro.

–Nunca te quitas el anillo, ¿cierto?–

–Jamás– asintió Jack.

–¿Puedo hacerte una pregunta?– cuestionó ella poco antes de que llegaran a casa.

–La que quieras, Ari–

–¿Dónde está el mío?– se refería desde luego a su anillo.

Jack terminó de aparcarse pero no hizo ademán alguno de bajarse.

–Lo tengo guardado. Lo he llevado conmigo desde...–

–Desde la noche del accidente, lo sé. ¿Puedo verlo?– irrumpió Ariana sin poder evitar la emoción en su pecho.

Él sacó su cartera. Lo llevaba en uno de los apartados, estaba envuelto en un pequeño trozo de franela.

Se lo mostró.

Ariana lo analizó. El diamante parecía hacerle un guiño, como diciéndole que aquel hombretón a su lado no era un extraño, sino su marido, quien la amaba. Y, evidentemente, ella lo había amado también o no estarían casados.

Experimentó el repentino deseo de ponérselo.

–¿Puedo probármelo?–

–Por supuesto, es tuyo. Eh... yo... te ayudaré–

Se miraron a la cara mientras se lo colocaba.

Algo en sus ojos destelló en ese instante.

A ella le gustó muchísimo el cómo se le veía en el dedo. También la sensación de seguridad y amor que la llenó.

–¿Te molesta si me lo quedó?–

Lo sorprendía, y muchísimo.

Jack tragó saliva.

–En lo absoluto– sólo lo haría feliz, muy feliz. –¿Quieres comenzar a usarlo?–

–Sí–

–¿Por qué?– tuvo que preguntarle.

–Ya te lo dije... Quiero crear nuevos recuerdos. ¿Me ayudarás?–

–Desde luego que sí, preciosa–

Ah, sí. Jack fue el sujeto más feliz del planeta tierra.

•••••

Minutos más tarde entraron a la casa.

Emma y Cameron se despidieron muy contentos al darse cuenta de que la cita había ido de maravilla. Luego les habían informado que Aaron se encontraba ya dormidito en su habitación, y sin más se habían marchado.

El silencio reinó entre ambos. Sólo se sonrieron.

–Muchas gracias por esta noche. Me la pasé muy bien, Jack– Ariana fue la primera en hablar.

Él se acercó a ella para tomar el dorso de su mano y depositar un beso en ella.

–Me alegra mucho que te hayas divertido–

La castaña se quitó la bonita chaqueta de mezclilla que la cubría mientras caminaba hasta la sala. El movimiento hizo que su perfume se elevara hacia Jack, quien de pronto fue muy consciente del intenso aroma que se intensificaba con el calor que había comenzado a sentir.

Resopló e intentó ignorar el deseo, resignado a que aquella iba a ser otra difícil noche.

Se alejó de inmediato.

–Eh... creo que deberías subir a descansar– sabía y aceptaba que esta vez ella no lo invitaría a dormir a su lado.

Ariana intentó no demostrar la decepción en su rostro. Realmente había deseado pasar un poco más de tiempo con él, e incluso...

Exhaló y negó olvidándose de su loca idea. Asintió sin más.

–De acuerdo. Hasta mañana, Jack...–

El peleador le sonrió con ternura, después sujetó con su mano un mechón de largo cabello castaño para pasarlo tras su bonita oreja. Ah... cómo le encantaba esa oreja, estaba repleta de pequeños aretitos que la hacían verse divina y tan malditamente femenina.

–Hasta mañana, Ari–

Con lentitud, la chica se dio media vuelta y caminó hacia la escalera.

Cerró los ojos y entonces tomó una decisión, así, sin pensarla.

Exhaló y después regresó con Jack.

–¿Qué sucede?– le preguntó él con el ceño fruncido. No entendía porque había regresado a la sala. –¿Está todo bien?–

La vio negar. Los ojitos marrones brillaban con intensidad y lo miraban sólo a él.

–¿No?– inquirió su marido preocupado. –¿Qué tienes?–

–Yo...– Ariana sólo lo dijo. –Quería que...que me besaras–

La emoción brincó en el pecho de Jack.

Carraspeó antes de responder.

¿Por qué? ¿Como un experimento? ¿Por curiosidad?–

La castaña debía ser sincera así que asintió a sus preguntas.

Ya se habían besado una vez, y la sensación la había transportado a lugares increíbles. Ansiaba con todas sus fuerzas saber si así sería cada vez que lo besara. Deseaba saber si la magia había sido real o sólo parte de su imaginación.

Se sentía tan atraída por ese hombre tan alto y fornido. Pero esa misma atracción la confundía tanto como el hecho de no recordar nada.

–¿Es eso lo que quieres?– le preguntó él.

–Sí... No– contestó Ariana confusa.

–¿Sí o no, preciosa? –murmuró su marido acariciando de su mentón con suavidad.

–Yo... Jack, me siento muy desorientada–

La carita triste de su mujer hizo que el peleador deseara tomarla en sus brazos y hacerle el amor hasta que su confusión desapareciera para siempre.

–Yo también lo estoy, y mucho, Ari–

–Entonces... Deberíamos ayudarnos mutuamente–

Él sonrió.

–Lo mismo pienso...–

Y mientras su marido hablaba, la castaña se fue acercando de poco en poco y muy lentamente.

Pero en cuanto ella entreabrió los labios, el deseo golpeó a Jack con fuerza. Su corazón martilló violentamente dentro de su pecho.

La mirada que intercambiaron se cargó de pasión inevitablemente.

Él se dijo que tenía que besarla. Aunque fuese sólo un poco. Sí, un poquito, se prometió.

Contrario a eso, el beso fue como una explosión nuclear.

Ariana no se apartó y él no hizo nada por contenerse. Ahogando un gemido, la atrajo hacia su torso y buscó sus labios como un sediento. Sabía a fresas. Su dulce Ariana... La devoró.

Y ella cerró sus ojos, recibió el beso y se dejó devorar. Abrió su boca y dejó que él entrara más profundamente, consciente de que aquel era un acto todavía más íntimo. Se abrazó a su pecho, y con sus manos sujetó dos puños de la tela de su camisa. Lo besó, y lo besó sabiendo que era su marido, no un hombre al que creía no conocer. Con sus manos le acarició el rostro, después pasó a su cuello y a su nuca introduciendo los dedos en el pelo. La sensación de pertenencia que sintió hizo que los ojos se le llenaran de lágrimas. ¿Cómo no iba a responder a su pasión?

Jack ladeó su cabeza sin dejar de besarla, y llevó ambas manos a la cintura de ella. La apretó y la acarició. Supo entonces que si no se detenía de inmediato, esas manos que pensaban de igual manera que su pene, terminarían avanzando hasta los femeninos muslos, levantarían aquel maldito vestido, y...

La deseaba tanto, pero su amor por ella era todavía más grande que su deseo. Se apartó de inmediato.

Ariana lo sintió desprenderse de sus labios y se quedó congelada cuando fue consciente de lo que había hecho.

Besar a Jack la conmovió hasta los huesos. Y aún más descubrir que en esa ocasión no había sentido pánico ni ansiedad.

La atracción estaba siendo intensa, como una fuerza invisible que la atraía más y más hacia una llama.

Para esos momentos ella seguía sin comprender por qué se había sentido tan atraída por ese hombre, y tal vez pasaría el resto de su vida sin comprenderlo, pero ya no se lo cuestionaría. Ahora lo aceptaba y... y le gustaba. Le gustaba muchísimo.

–Quiero poner todo de mi parte para que... para que todo vuelva a ser como antes– le dijo entonces sorprendiéndolo. –Necesito recuperar mis recuerdos, Jack, pero si no lo consiguió quiero al menos el consuelo de haberme adaptado a todo lo que me rodea, al presente y al futuro–

Los ojos del peleador brillaron con toda esperanza. Tuvo que llevarse una mano al pecho para contener la explosión en su corazón.

–¿Estás segura de que quieres que esto funcione?– le preguntó tan contento que no podía esconder tal emoción.

Un tanto tímida, ella asintió.

–¿Quieres que todo sea como antes, Ari?– ¡Ah, condenación! Estaba tan feliz.

–Sí– contestó Ariana sin dejar de mirarlo a los ojos. –Aaron, tú... yo–

Jack resopló.

–Bien– él tampoco apartó su mirada de ella. –Trabajaremos juntos para lograrlo, y si... llegado el momento la memoria no regresa a ti, te prometo que me sentaré contigo y te contaré cada detalle de los seis años que no recuerdas–

La idea le agradó a Ariana.

–Gracias, Jack–

El peleador la tomó de las manos.

–No me agradezcas, preciosa. Será un placer recorrer este camino contigo– entonces se inclinó y depositó un suave beso en su dorso.

La castaña fijó de nuevo sus ojos en aquellos oscuros. No pudo ver nada en ellos más que a una mujer hipnotizada. Una mujer que ardía en deseos de saborearlo y tocarlo. Una mujer que ahora no deseaba a otro hombre que no fuera él.

Descubrirlo la dejó en shock.

•••••

Aquella noche no había más tormenta así que no compartieron más la cama.

Sin embargo después del beso que se habían dado, y de la propia revelación de sus emociones, para Ariana fue imposible dejar de pensar en Jack.

¿Era posible que se hubiera enamorado de él de nuevo con tanta rapidez?

La pregunta no dejó de rondar por su mente y le hizo imposible el dormir.

Aquel beso la había derretido.

Jamás había imaginado que besarlo pudiera ser tan dulce, y aún menos que ella respondería con tanta fogosidad.

Tampoco había contado con que aquellos ojos oscuros iban a mirarla tan llenos de deseo... Y que tal deseo se traspasaría a su propio ser.

Todavía envuelta en el aroma masculino, la castaña sintió un escalofrío. Más que aquel beso, era el ardor que aquel hombre le provocaba lo que la tenía tan afectada.

Era como recordar algo y sin embargo no recordarlo. Tan difícil de entender, de procesar.

Ariana podía, podía imaginarse a sí mismo compartiendo la cama con aquel gladiador, besándolo y acariciándolo, haciendo el amor con él, podía sentirlo incluso pero a la vez... A la vez le parecía tan increíble. Tan surreal.

Se puso rígida.

Lo mejor sería controlar aquellos lascivos pensamientos, se dijo. Y sería mejor que se metiera a la cama ella solita e intentara dormir.

Aún así no pudo hacerlo.

Los sentimientos y emociones la siguieron torturando.

>Jack...<

Aquel hombre era la fuerza, el cariño y la estabilidad que tanto había necesitado. Y a pesar de lo que hubiera sentido antes, ahora sus sentimientos hacia él se volvían cada vez más profundas.

Para ese momento Ariana no podía negarse a sí misma que una parte de ella lo extrañaba y deseaba que estuviese ahí al igual que la noche pasada. Ansió entonces seguir besándolo, hacerlo para siempre.

•••••

Cuando Jack se metió entre las, frías sábanas de su habitación, se dijo a sí mismo que debía mantener aquella promesa que le había hecho a su esposa en días pasados. No pensaba presionarla, y lo más importante no iba a defraudarla.

Aún así la emoción en su corazón no dejó de hacer que su pecho palpitara.

Sabía que desde días pasados un cambio bastante importante había ocurrido en la mente y el corazón de Ariana. Había cambiado por mucho su manera de mirarlo, de hablarle, y eso lo hacía querer ponerse a saltar de alegría. Sin embargo sabía que todavía les aguardaba un largo camino antes de que pudiesen convertirse en marido y mujer de nuevo. Su cabeza lo entendía, pero su cuerpo tenía sus propias ideas. Eso lo tenía acalorado, tensionado y al borde de la locura.

Y todo había empeorado al tenerla en sus brazos y devorar sus labios.

Parte de él no sabía todavía cómo separar el presente del pasado, al igual que no podía separar a la mujer que dormía en la otra habitación de su esposa antes del accidente.

¡Maldición!

Y es que esa castaña de ojitos marrones era su amor entero. La mujercita a la que tanto amaba, a la que deseaba con todas sus fuerzas.

No poder hacer vida marital con ella lo estaba volviendo loco. Ahora no lo ayudaba en nada saber que a pesar de su amnesia Ariana seguía sintiéndose atraída hacia él.

La había hecho suya tantas veces, pero ella no lo recordaba, y Jack debía recordarse eso a cada segundo que pasaba.

Retiró las sábanas y entonces se puso en pie.

Caminó hasta la puerta pero antes de abrirla se giró, cerró los ojos y soltó el aliento. Se apoyó sobre la madera y se dijo que tenía que controlarse.

Aunque fuese difícil, imposible.

Todavía sentía la huella del cuerpo de su amada apretado contra el suyo, la marca de sus labios, el olor de su piel...

Por un momento, cuando habían besado, ella había vuelto a ser «su Ariana», como si nada hubiera cambiado, como si nunca lo hubiera olvidado.

Un deseo profundo y desesperado se clavó en sus entrañas. Todo su cuerpo le exigía que fuera a buscarla, que la tumbara sobre la cama y saciara el ansia que los aprisionaba a los dos.

Cerrando los ojos Jack intentó apartar de sí aquella imagen.

Oh, pero la deseaba. La deseaba tanto que le dolía. Y el control que había mantenido a raya durante todo aquel tiempo amenazaba con escapársele de las manos.

Lo peor del caso es que más que deseo, él anhelaba mucho más. Anhelaba que Ariana volviera a amarlo, que de nuevo le entregara su confianza.

Maldijo y después abrió la puerta para salir.

Quizás un poco de alcohol podría aplacar aquella ansia. Pero tendría que ser fuera de casa. Sí, iría a tomar a cualquier sitio pero tenía que salir de ahí.

Se sorprendió muchísimo cuando la encontró en el pasillo.

Los dos se quedaron paralizados.

Se miraron fijamente.

La electricidad fluyó. Casi saltaron chispas.

Fue él quien habló primero.

–Yo...yo necesito salir–

Aquello la hizo dar un respingo.

–¿A dónde?–

Jack no tenía idea.

–No lo sé–

Su respuesta la dejó muy confundida.

–¿Cómo que no sabes?–

Él soltó el aliento y negó con desespero.

–Tengo que alejarme de ti, Ari– fue totalmente sincero. No pudo contenerse. –Te deseo demasiado y ya no puedo soportarlo. Tengo que salir de aquí antes de que vaya a tu cama y te haga el amor toda la noche así como lo hacía antes–

La castaña supo que él estaba recordando cosas que ella no podía recordar. La tensión de su rostro hizo que se le encogiera el corazón y su franqueza la puso colorada.

Le dio un vuelco en el pecho pero una sensación de excitación la recorrió completa.

–Jack...–

Ariana se quedó mirándolo. Sus ojos recorrieron los contornos de su cara. Los ojos anhelantes, la sombra de su barba, las ojeras... ¡Cielo santo! Era un hombre guapísimo. Y encantador. Más caliente que el infierno. ¿Cómo pudo haberse olvidado de él, de todo lo que vivieron juntos?

–Jack, yo sé que... que no te mereces esto, que no es justo para ti, pero...–

El peleador negó numerosas veces.

–No digas nada. Sólo... déjame... déjame ir. Beberé un par de cervezas, te prometo que no tardaré–

Conmocionada, ella se hizo a un lado para dejarlo pasar.

Jack caminó hasta las escaleras. Soltó un tenso suspiro.

–Descansa, Ari–

Los dos se miraron antes de que el enorme hombre se marchara, y entonces Ariana fue hacia él y lo tomó del brazo para no dejar que se fuera todavía.

–Mañana, Jack– le dijo entonces. –Mañana quiero que me hagas tuya–

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Disculpen la tardanza, mil cosas sucedieron. Pero he regresado y no pienso abandonarlxs. Gracias por su comprensión. Lxs qm

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