Capítulo 26 2T

«Jack Reed»

Su marido.

El hombre con el que había decidido pasar el resto de su vida, el hombre al que le había entregado su corazón, pero también del que no recordaba haberlo hecho.

Ariana lo miraba, y no podía comprender.

Seis años atrás, no había sido más que el chico malo de Worthington, un completo desconocido para ella, alguien a quien solía encontrarse en los pasillos de la escuela en repetidas ocasiones, pero también a quien jamás había dedicado ni siquiera dos segundos de su atención.

Lo sorprendente del asunto era que ahora le costaba muchísimo no pensar en él a todas horas.

Lo llevaba en su mente a cada segundo que pasaba.

Y es que estaba tan diferente a como lo recordaba.

En definitiva ya no era aquel muchacho problemático y solitario que había sido. No llevaba más el cabello hasta su nuca, rebelde y alborotado, tampoco tenía esa expresión de pocos amigos, ni conducía su peligrosa motocicleta

No tenía ya ninguna relación el Jack del pasado con el Jack del presente y eso era lo que más la confundía.

Sin embargo había una sola cosa que con el paso del tiempo no había cambiado en él, y era ese toque viril que tanto lo había caracterizado junto a esa voluntad de acero.

Y aunque siempre había sido alto y musculoso, su cuerpo parecía ahora mucho más fibroso, más fuerte, más grande, si aquello era posible.

Sabía también por su propia boca, que era un poco mayor a como había pensado. Lo contrario de sus demás ex compañeros de curso, y ella, que rondaban los veintitrés, Jack en cambio tenía veintisiete años cumplidos. No le había sorprendido en nada.

Así como tampoco le había sorprendido el hecho de saber que encima de todo lo demás, su marido se dedicaba a reparar autos, era dueño de dos talleres mecánicos muy conocidos en la ciudad.

Estaba casada con un mecánico... ¡Cielo santo! Uno que por las noches también se dedicaba a matarse a golpes con otros sujetos en una jaula.

Aquello era otro tema que la desconcertaba increíblemente. A decir verdad, todo en él lo hacía.

Su estatura y su fuerza eran imponentes, era claro que un deporte rudo le encajaba a la perfección. Además, su rostro reflejaba siempre esa intimidante personalidad, es decir, la de un hombre acostumbrado a ejercer el poder, y con la capacidad de superar eficazmente las dificultades.

A su edad ya era respetado en la comunidad de deportes de contacto. Lo sabía por el periódico que tenía en sus manos.

«Jack la Bestia Reed»

Ahí mencionaban la pelea de esa noche, que sería su retorno a los octágonos luego de casi un año de ausencia. Mencionaban también su sorprendente fuerza y determinación, la agilidad en cada uno de sus movimientos... El hecho de que era un hombre nacido directamente para el estrellato. El orgullo de Florida, lo llamaban.

En la fotografía a blanco y negro, Jack lucía como un auténtico gladiador. Su mirada al asecho, los brazos levantados al cielo en señal de victoria, y con una bonita sonrisa que bien podría tener el poder de hechizarla.

Era escandalosamente hermoso cuando sonreía.

Había perdido la memoria, pero no estaba ciega.

Ariana suspiró y dejó que sus pensamientos siguieran vagando, hasta que Elizabeth regresó a la cocina.

Su amiga le sonrió y enseguida tomó asiento en la barra frente a ella.

Tomó una taza y se sirvió un poco del té que Ariana estaba bebiendo.

–Aaron sigue dormidito. Pensé que los ladridos de Balto lo habían despertado pero creo que tiene el sueño más pesado un tren– bromeó. –Aproveché también para llamar a mi madre. Ya sabes, está muy entusiasmada con lo de su nuevo novio, y de vez en cuando me gusta llamarla para que ese tipo sepa que tiene una hija que siempre estará al pendiente de ella–

Ariana sonrió.

–Lamento haber olvidado lo del divorcio de tus padres y haberle preguntado a tu mamá por el señor Gillies cuando la vi–

Elizabeth esbozó una sonrisa.

–Tranquila. No es tu culpa que hayas olvidado algunas cosas, y además mamá lo ha superado bien. Ya pasaron seis años–

–Sí, seis años...– suspiró Ariana.

Su amiga notó su expresión y de inmediato la tomó de las manos.

–Sígamos siendo pacientes–

–¿Acaso me queda otra opción?–

–Creo que no–

Las dos rieron.

En ese momento escucharon que la puerta de la entrada principal se abría.

Supieron que Jack y Noah estaban de regreso así que corrieron a la sala.

Ariana se quedó paralizada cuando observó el estado en el que había regresado su marido. Contuvo un grito de horror, y apretó los labios con angustia.

–Oh, cielo santo– murmuró sin poder evitarlo y a punto estuvo de llevarse las manos a la boca.

Jack se encontraba realmente lleno de heridas y moretones en la cara. Se había dado una ducha rápida antes de marcharse de la arena, y también le habían limpiado la sangre superficialmente, sin embargo los bordes seguían inflamados, y le daban un aspecto estremecedor.

Ariana estaba aterrada y bastante consternada al verlo de aquella manera, pensando únicamente en el dolor que debía de estar sintiendo.

Ciertamente no había pensado que el hecho de dedicarse a las MMA fuese a significar regresar molido a palos cada vez que tuviera alguna pelea.

–Despreocúpate. Esto que ves no es nada para la Bestia Reed– le aseguró Noah. Venía bastante contento pues esa noche habían obtenido una victoria muy importante.

–Pues... yo creo que eso no se ve nada bien– opinó Elizabeth con mirada analítica.

Ariana no pronunció comentario alguno. Lo único que pudo hacer fue tragar saliva.

–Sí, pero aunque Ari no se acuerde, esto no es nuevo para ella– Noah continuó sonriendo y después la miró. –Siempre te preocupabas cuando lo veías llegar así, pero después te ponías contentísima y te sentías muy orgullosa cuando te decíamos que Jack había ganado la pelea. Justo como hoy–

Las palabras del moreno hicieron que Ariana se olvidara por completo de cómo debía hablar.

–¿Ganaste?– le preguntó Elizabeth emocionada.

–Knock out a los cuatro minutos. ¡Bang! Un nuevo récord para la Bestia–

–¡Felicidades!–

–Gracias, Liz–

Jack habló pero su mirada estaba puesta por completo en Ariana.

Esa noche se veía especialmente hermosa.

Todos los días lo estaba.

–Caramba, Jack, una de las heridas está sangrando de nuevo– dijo Noah preocupado.

Ariana que había permanecido mirando a los ojos de su marido, subió la mirada un poco más arriba, y comprobó que una de las cortadas de su frente había comenzado a sangrar.

Inmediatamente Jack se llevó la mano a la herida, y la cubrió con dos dedos palpando así la humedad.

–Demonios– murmuró irritado. Enseguida sacó un pañuelo de los pantalones deportivos que vestía, y comenzó a hacerse presión. –No se supone que debía hacer esto– dijo molesto.

Noah y Elizabeth se miraron entonces con complicidad. Ambos se sonrieron. No iba a estar mal darles un pequeño empujón.

–Oye, Ari, deberías echarle una mano– dijo su amiga con evidente intención.

La cual su novio secundó.

–Sí, Ari. Tú eras experta curando a este grandulón. Seguro te hará bien recordar cómo era–

Ariana se quedó perpleja y un vuelco muy grande le dio en el pecho.

¿Realmente le habían pedido aquello?

Hacer tal cosa implicaría... acercarse a Jack. Tocarlo. Algo que no había hecho hasta el momento ni por accidente.

–No creo que sea necesario– dijo Jack al percatarse de su aturdimiento, maldita sea... Ariana no lo deseaba cerca, y por otro lado... Sabia que si él se acercaba aunque fuese un poco, terminaría perdiendo el control por completo.

Para su mala fortuna ni Noah ni Elizabeth tomaron en cuenta su negativa.

–Vamos, Ari, siempre solías hacerlo. Era como una especie de ritual para ustedes después de cada pelea–

Ariana se sintió de pronto más confusa.

Era cierto, ella no lo recordaba pero se había hecho una experta curando heridas, cortadas, raspones y moretones debido a la profesión que ejercía su marido. Y al travieso e imparable hijo que tenía.

Siempre había sido ella. Con sus suaves y delicadas manos, curaba las heridas en la piel de su rostro.

Cerró los ojos, y entonces su propia mente tomó una importante decisión.

No iba a portarse como una niñita miedosa y asustada.

Ahora era un reto para ella.

Exhaló.

–Creo haber visto un botiquín en el baño de la habitación, ¿lo es?– le preguntó directamente a Jack.

Sorprendido y sin habla, él le asintió.

A los pocos instantes, Ariana subió por las escaleras en busca de aquello.

Los tres la vieron hasta que desapareció.

–De nada– Noah le guiñó el ojo.

–No sé si esto vaya a ser buena idea– les dijo Jack.

–Es sólo una ayudadita. Vaya que la necesitan, se tratan como dos extraños– Elizabeth se cruzó de brazos.

–Porque eso es lo que soy para ella ahora... Un extraño, Liz–

–Bobadas, creo que para el día de hoy a Ariana ya le ha quedado claro que eres su marido, de otro modo no te habría pedido que la trajeras a vivir aquí–

–Mi hermosísima novia tiene razón, viejo. Ari está a muy poco de volver a ser tu Ari–

–No es tan sencillo como dicen... Todo esto es... es muy confuso para mí, y aún más para ella–

Elizabeth negó y le sonrió.

–El amor no tiene explicación. Llega, y cuando es verdadero no se va jamás. Así que esta vez es más sencillo, porque el amor está ahí, dentro de ella. No lo recuerda, pero ahí está, así que encárgate de que aflore a la superficie–

Antes de que Jack pudiese replicar, Noah lo asió del cuello.

–Bueno, Liz y yo nos marchamos. Agradécenos después, picarón– Noah volvió a mostrar su expresión divertida.

Enseguida los dos se marcharon, no sin antes mostrarle en silencio algunos gestos y señales con sus manos de apoyo.

Jack rió por lo bajo, y sin más cerró la puerta.

Cuando se volvió, encontró a su preciosa esposa bajando las escaleras con el botiquín de primeros auxilios en sus manos.

–¿Listo?– preguntó tratando de sonar segura, pero en realidad le temblaban las rodillas, y sentía una estremecedora sensación en el estómago. La voz le temblaba.

Ensombrecido por su belleza e inocencia, Jack tragó saliva, y le asintió.

Tomó asiento en una de las sillas del comedor, y esperó a que fuese ella quien se acercara.

Ariana mantuvo la distancia unos cuantos momentos más. Dejó el botiquín en la mesa, y sacó un poco de algodón y la botella de alcohol etílico.

La vio exhalar.

–Hasta donde yo sé... tus heridas se curan limpiándolas con un poco de alcohol, pero tendrás que decirme si...si suelo utilizar alguna otra cosa más–

El aliento se le cortó a Jack. Ese era un progreso. El hecho de que Ariana estuviese reconociendo con su propia voz que habían compartido un pasado, una intimidad. Bien, bien, maldita sea. Excelente. Jack tuvo que contenerse para no sonreír abiertamente.

–Antiséptico–

–¿Qué?– la castaña no comprendió de primera cuenta.

–Sueles usar antiséptico– repitió él.

Muy nerviosa, Ariana le asintió.

>Bien< se dijo a sí misma. >No te asustes, no ahora<

Posó su mirada sobre la herida abierta. Lucía bastante mal.

Su pómulo parecía casi partido en dos.

Sí, en definitiva necesitaría algo de antiséptico.

Ariana abrió la botella de alcohol, y tomó un trozo de algodón. Lo mojó y con manos temblorosas, lo llevó hasta el rostro de Jack para comenzar a limpiar la sangre.

El primer contacto con su piel la hizo estremecerse, y escuchó con claridad los violentos golpeteos de su corazón. Todo fue peor cuando notó que el cuerpo masculino se ponía completamente rígido.

Ignoró las sensaciones y trató de concentrarse, sin embargo todo se fue al traste cuando se dio cuenta de que sin pretenderlo se encontraba ahora metida entre sus muslos.

Discretamente se alejó un par de pasos pero eso ocasionó que tuviese que inclinarse para poder alcanzarlo.

Jack tuvo que resoplar.

Ariana era increíblemente hermosa. Y era su esposa. No pudo evitar mirar su increíble silueta, los pechos turgentes balanceándose frente a él.

Contuvo el aliento y se obligó a mirar hacia otra parte pero lo cierto era que se sentía arder. Los dedos femeninos eran extremadamente suaves. El suave roce de la mano despertó entonces tantos recuerdos... reminiscencias de tantas noches de amor, de tantas caricias...

La esencia cálida de esa mujer sobre su piel había redoblado los espasmos de deseo que recorrían su cuerpo como balas de cañón.

Fue imposible quitarle la mirada de encima.

Y es que lo tenía cautivado, eso desde seis meses atrás.

Jack sabía que esa noche, al igual que las demás, no podría dormir, y él comenzaba a preguntarse cuántas más iba a poder resistir sin pegar un ojo, anhelando poder tocarla y besarla.

Había notado sus suaves y delicadas manos sobre su piel, olía su perfume, saboreaba su hermosura, se ahogaba en ella, pero no lo suficiente. Deseaba más.

Su piel parecía tan tersa como el pétalo de una flor, sus generosos labios de un tono ligeramente más oscuro que el de sus pezones. Ah, lo recordaba bien. El deseo lo golpeó repentinamente al mirar de nueva cuenta sus redondeces. Recordaba cómo los había acariciado tantas veces, cómo jadeaba ella cuando pasaba la lengua por las rosadas cumbres...

La belleza de Ariana hacía que le ardiera la sangre. El cuerpo le dolía por ella, su pene latía en una constante erección que cada vez le resultaba más complicada de ocultar, sobre todo en esos momentos en que llevaba pantalones deportivos de nailon.

–Oh, mierda...– siseó. La palabrota escapó de sus labios así sin más.

Ariana dio un respingo de sorpresa y desconcierto.

–¿Pasa algo?–

Jack miró los espléndidos ojos marrones, y de nuevo la respiración se le cortó.

Ariana también lo miraba.

Él era muy alto y masculino. Tremendamente grande y musculoso. Parecía amenazante. Peligroso también. Pero era su mirada lo que más le impactaba. Esa mirada parecía dejarla muy vulnerable. Se estremeció sin poder evitarlo. Estaba solamente a un par de metros de él, nerviosa, insegura, sintiéndose sonrojar por la manera en la que la miraba.

–Jack... ¿Estás bien?–

–Yo...yo...–

–¿Te lastime? Por favor, discúlpame, no recuerdo cómo se debe hacer esto. De verdad lo lamento...– el tono preocupado de ella era sincero, y el peleador sintió que se le encogía el corazón.

El peleador se dijo que tenía que concentrarse.

¿Pero cómo podía hacerlo?

La voz ronca y dulce de su esposa hizo imposible que pudiera pensar con claridad.

¿Cómo demonios lograrlo si aquella era la voz que tantas veces había oído mientras hacían el amor, desnudos, gimiendo íntimamente unidos?

¡Joder!

Entonces Jack no pudo soportarlo más. Su necesidad por ella lo alteró por completo.

Dominado por sus instintos se puso en pie sobrepasándola con los cuarenta y tres centímetros que los diferenciaban, y caminó los dos pasos que los separaban.

No despegó la mirada de la suya ni un solo segundo, y la tomó de las caderas, pero no la restregó contra él.

Con ojos bien abiertos, Ariana lo miró. El corazón le latía como un loco, y el estómago le daba vuelcos y más vuelcos.

Fue inevitable admitir ante sí misma que ese hombre la atraía de una manera terrible. Su cuerpo respondió a su cercanía.

«Su marido»

No debía olvidarlo.

Pero estaba aterrada.

No quería que la besara. ¡Cielo santo! Aunque lo deseara con todas sus fuerzas, no quería que lo hiciera, era malditamente demasiado pronto.

No estaba preparada.

Sin embargo Jack parecía dispuesto a devorarla en ese preciso instante. Sus grandes manos subieron desde sus caderas hasta su espalda. Sus ojos vagaron por toda su cara y después por su cuerpo, enseguida volvieron a posarse fijamente en su mirada.

Supo que no iba a contenerse más.

Ariana se aterró por la respuesta de su cuerpo, y los latidos del corazón, tan fuertes que apenas pudo respirar.

Reaccionó un segundo más tarde y consiguió zafarse de su agarre alejándose de él todo lo que pudo.

Sus labios estaban a solo unos cuantos centímetros.

Iba a besarse...

¡Cielo santo, se besarían!

–No puedo– susurró. Su voz en un hilo, su expresión atemorizada, a punto de soltarse a llorar. –Aún no, por favor, aún no...– Ni siquiera se atrevió a volver a mirarlo. Dio media vuelta, y se marchó de la sala.

Atónito por lo que había sucedido, Jack se quedó congelado en su sitio.

Soltó un juramento más una vez que la vio marcharse.

Después llevó ambas manos a su rostro para tratar de calmarse.

Camino a la mesa bar y se sirvió un vaso de tequila, seguido de otro más.

El líquido quemó su garganta, pero no logró apaciguar el deseo que lo consumía. Ni la frustración.

Cerró sus ojos con fuerza, y negó con la cabeza innumerables veces.

–Maldita sea... ¡Deja de comportarte como un cabrón!– se recriminó.

Paso sus manos por su cara estrujándola desesperado, después tiró de ella

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Había estado a punto de ser besada por Jack...

Y aquel era un pensamiento que no la había dejado dormir la noche anterior. Tampoco la había dejado en paz durante todo el día.

Y es que podía recordar tan bien el momento.

Luego de que se apartara inmediatamente de él, no había podido hacer otra cosa que correr a su habitación.

Había cerrado la puerta con más violencia de la que hubiese deseado, había cerrado los ojos sintiéndose muy agitada, y se había recargado sobre ella.

Muy impactada, había tenido aquel descubrimiento que por segundos le había impedido respirar con normalidad.

Descubrir que él la hacía flaquear y temblar había sido devastador para ella.

No había sido capaz de quitarse su imagen de la cabeza.

La expresión dura, casi como esculpida en acero, la mandíbula fuerte, los labios delgados, su mirada penetrante y el profundo negro de sus ojos. Su altura, su fuerza... Lo masculino que era.

No se le podía ocurrir otra palabra cada vez que pensaba en él.

Excesivamente masculino.

Tremendamente viril. Era testosterona pura, y no había una sola célula del cuerpo de Ariana que no respondiera a su presencia.
Ese hombre provocaba en ella sensaciones muy intensas, sensaciones que no había conocido jamás, o que al menos no recordaba.

Cuando estaba cerca de él, cuando escuchaba su voz o se quedaba perdida en su mirada, Ariana se sentía muy consciente de su sexualidad, se sentía muy femenina, y más mujer.

Ahí estaba toda su confusión.

Jack era un hombre muy rudo, evidentemente acostumbrado al trabajo duro, y ella una mujer vanidosa y delicada.

¿Era su rudeza lo que la atraía tanto? ¿Eran aquellas diferencias entre ellos las que los habían unido en un principio?

La Ariana del pasado, la que se encontraba ahora en el presente, ni siquiera podía imaginarse junto a un sujeto como él. Cuando alguna vez había imaginado el hecho de casarse, por supuesto había imaginado a un hombre completamente diferente, había imaginado a Drew, tan distinto de Jack en todos los sentidos.

Sin embargo sabía bien que lo que ella había pensado o había imaginado en el pasado no tenía ya relevancia alguna porque su mundo se había vuelto ahora de cabeza.

Estaba casada con un hombre que por los días era un mecánico, y por las noches un atemorizante peleador. Un hombre que le doblaba el peso y al que ella no le llegaba ni siquiera al hombro. Un hombre grande, amenazante, lleno de músculos. Ese era su marido.

No pudo hacer entonces nada por evitarlo, Ariana cerró de nuevo sus ojos, y dejó que su mente pensara en todas esas noches que debieron haber pasado juntos, besándose y haciendo el amor.

Su cuerpo tembló y se estremeció.

La ironía de todo aquello era que después de todo aquello, un simple beso la había llenado de terror.

Oh, pero no le temía a él.

Sabía intuitivamente que Jack no le haría daño. Eran ese tumulto de sentimientos y sensaciones los que la afectaban en gran manera y también el hecho de saber que... ella había deseado que aquel beso sucediera, tanto como su marido lo había deseado.

El corazón le martilló en el pecho, y supo entonces sin lugar a dudas que si él intentaba besarla una vez más, ella no iba a tener más voluntad de negarse.

¿Sorprendida?

Sí, lo estaba, y mucho.

Nadie podía culparla, aún así.

Alzó su mirada sólo para verlo.

Jack había organizado aquella cena solamente para que ella se sintiera mejor, para que conviviera con toda su familia, y se relajara.

Se lo agradecía, se lo agradecía en el alma.

Lo observó llevar cajas con todo lo que necesitaría para la cena de esa noche, y algo desconocido hasta entonces le llenó el pecho.

Él era... muy lindo.

Así sin más.

Exhaló.

Todos habían llegado ya, y ella debía empezar a disfrutar el estar con sus seres amados.

Le sonrió a su hermana mayor cuando la vio acercarse.

–Me da un gusto enorme ver lo tranquila y en paz que estás. Creo que haber venido a vivir aquí te hizo mucho bien– le dijo ella con toda sinceridad.

Ariana no pudo negárselo.

–Tenía mucho miedo de haberme precipitado–

Adrienne negó.

–Yo creo que lo hiciste en el momento indicado. Además ve lo feliz que está Aaron– señaló hacia el pequeño que reía y jugaba en brazos de su papá. –Este es su hogar, Ari. El hogar de los tres, y estoy segura de que pronto lo recordarás–

El asunto de recordar la tenía un poco tocada. Suspiró.

–Si no lo recuerdo, quiero al menos convencerme de que es así–

–Lo harás. No tengo ninguna duda– Adrienne le pasó un brazo por los hombros. ­–Tienes a tu lado a tus dos chicos y ellos te ayudarán en este proceso. Créeme no obtendrás mejor ayuda que la de ellos–

–Eso empiezo a ver, Adrie– asintió la más joven.

–¿Lo ves?– le sonrió. –Por cierto, esta reunión familiar ha sido un gesto muy lindo por parte de Jack–

–Sí, sí lo es, y... me siento feliz–

–¿De verdad?–

–Es... es hermoso poder pasar tiempo con todos ustedes. ¿Recuerdas cómo era antes? Sólo papá, mamá, tú y yo, pero ahora tengo un hijo, una suegra y un montón de cuñados– rió.

Adrienne también.

Era maravilloso el hecho de haber formado a una familia tan numerosa pero llena de mucho amor.

–Exactamente. Las cosas son mejores ahora, ¿no lo crees?–

Ariana asintió.

–Sí–

–¡Hola, Ari!– al escuchar las voces de los gemelos tras su espalda, Ariana se giró de inmediato.

–¡Hola!– les saludó con una sonrisa de oreja a oreja.

Muy contentos, Tom y Kyla Brosnan se acercaron para abrazarla y darle un beso en la mejilla.

–Te ves muy linda hoy, Ari–

–Awww. Tú también, Kyla–

–¿Dónde está Aaron?– preguntó Tom entusiasmado. Con sus clases de universidad apenas y tenía tiempo para jugar con él, así que aprovechaba al máximo cualquier circunstancia como esa.

–Debe estar por allá jugando en el patio–

–Genial, iré a buscarlo–

–También yo– secundó la joven rubia. –Muero de ganas por llenarlo de besos–

Inmediatamente los gemelos fueron en busca de su sobrino.

–Oh, Ari, te ves fenomenal, cielo– Natalie se acercó a ella para saludarla con abrazo y beso en la mejilla.

–Gracias, Natalie, cielos, tú mucho más–

–¿Yo?– rió su suegra. –Yo estoy envejeciendo pero tú luces increíble hoy. ¿Te hiciste algo?– la examinó.

–Mmm no– Ariana se hundió de hombros.

Natalie sonrió.

–Entonces sólo eres tú. Y es que eres muy hermosa y esta noche mucho más–

–Pues si envejecer es verme como tú, entonces ya quiero hacerlo– bromeó Ariana.

–No digas eso, disfruta tu juventud, tienes toda una vida por delante, Ari– Natalie la tomó de las manos y la miró conmovida. Le dio un abrazo más. Saludó a Adrienne y después se marchó junto a Sandra que había empezado a acomodar la mesa del patio. Sonrió en cuanto vio a su amiga del alma llegar. Ambas se abrazaron.

–Creo que Nat tiene razón– le dijo su hermana a Ariana. –Hoy te ves muy bien. Tienes... algo así como un brillo especial en la mirada. No te había visto así desde...–

–Antes del accidente– suspiró la joven.

Adrienne estuvo a punto de decirle que mucho, mucho antes de esa fatídica noche pero se lo guardó.

–Sí, pero no hablemos de eso, ¿vale? Lo que sí debo mencionar es que esto debe ser una buena señal, ¿o no?–

–Sí, muy buena– asintió Ariana.

Después de aquello las dos hermanas se reunieron con el resto de la familia.

Emma y Cameron aparecieron con un juego de mesa el cual disfrutaron con Ariana, quien les ganó en todas las partidas.

Sandra y Natalie se ocupaban de las guarniciones para la cena mientras reían y cotilleaban entre ellas.

Hugh se ocupaba de la parrilla junto a sus dos yernos. Jack y Miles bebían cerveza y escuchaban atentamente las anécdotas que su suegro les contaba.

Por su parte, Aaron, los gemelos, Noah y Elizabeth habían improvisado un partido de football flag con un balón de fútbol americano. Reían y se divertían a lo grande.

Ariana ganó la última partida y compartió algunas bromas con Emma y Cameron antes de ponerse en pie.

Elizabeth dejó el juego por un momento y se acercó a su amiga.

–¿Estás disfrutando de la reunión, Ari?– le preguntó.

–Mucho, Liz. Te mentiría si dijera que no– sonrió abiertamente.

–Se te nota en la cara. Tienes mucha paz–

–Me he esforzado mucho por tenerla–

–Lo sé, y créeme no pudiste haber tomado una mejor decisión– la rodeó con un brazo. De nuevo se sonrieron. –Por cierto... ¿Cómo van las cosas con Jack?–

–Bien, supongo– respondió Ariana con más timidez de la que hubiese deseado. ¿Por qué se ponía así cada vez que hablaba de Jack? Deseó muchísimo no haberse puesto colorada.

–¿Supones?– Elizabeth arqueó una ceja.

–Sí– contestó Ariana sin más.

–Háblame claro, Ari–

–Te estoy hablando claro, Liz– respondió. –Creo que todo va bien. Somos... cordiales el uno con el otro. Yo me siento cada vez más cómoda–

–Ajá... ¿Cómo te fue anoche curándole las heridas?– su sonrisa fue notoria. Ella y Noah lo habían hecho con toda intención.

A Ariana le dio un vuelco recordando lo que había sido tocarlo, tenerlo cerca y... casi haberlo besado.

–Sólo se las curé y ya– se hundió de hombros pero no pudo ocultar su nerviosismo.

–¿No han tenido ningún acercamiento?– indagó su amiga.

–No– negó Ariana inmediatamente. –No y... no deseo que haya ninguno–

>Mentirosa< la voz de su interior se lo gritó.

Elizabeth seguía mirándola con suspicacia.

–¿Eres consciente de que algún día sucederá?– su pregunta fue muy directa. La miró a los ojos. –Ustedes son marido y mujer, Ari–

Ariana se estremeció. Ella bien lo sabía. La idea le calentaba la sangre.

–Sí, Liz, pero ya te lo dije, no ahora. No estoy preparada– la angustia en su voz fue más que evidente.

–Vale– Elizabeth se dijo que no debía presionarla más. –Sólo déjame darte un consejo... No reprimas lo que sientes. Déjalo salir. Sé libre, amiga–

La duda se sembró en Ariana. No sabía si tomaría ese consejo o no.

Cambió el tema rápidamente.

–¿Puedo hacerte una pregunta, Liz?–

–Sip– asintió ella.

–¿Tienes idea de...de por qué he estado pensando tanto en Pete Davidson?– preguntó y la miró fijamente esperando encontrar una verdadera explicación a todo el caso de su cabeza en los últimos días.

Pronunciar aquel nombre la hacía sentir algo extraño. Tuvo una sensación extraña, la misma sensación que había tenido esa mañana cuando la imagen de ese hombre al que ella no recordaba haber visto desde que eran pequeños, se le vino a la mente. ¿Pero por qué? ¿Qué era eso o a qué se debía?

No tenía ni idea, pero lo que sí sabía con claridad era que algo que no podía recordar la hacía sentirse así.

–¿Pete Davidson?–

–Por alguna razón... He estado pensando mucho en él los últimos días. No lo entiendo–

Elizabeth palideció. Había recordado a ese sujeto y lo que había intentado hacerle a su amiga un año atrás. Ese desgraciado la había drogado y había estado a punto de violarla en la habitación de un hotel, al que la había llevado con engaños.

Sin embargo aquel suceso entraba en la lista de las cosas que no tenían permitido decirle todavía.

Exhaló.

–Es...es muy extraño. Tú y ese tipo no tenían nada que ver– no le gustaba mentirle pero en esos momentos era lo mejor que podía hacer.

–Lo sé– no fue difícil convencerla de eso porque era exactamente lo que Ariana recordaba. –Recuerdo que se fue a vivir al extranjero cuando no éramos más que unos niños. Y también recuerdo que... solíamos burlarnos de él por su aspecto y por... porque estaba enamorado de mí– otra cosa de la que no se sentía orgullosa. Había sido una completa arpía desde pequeña.

–Sí, bueno... Él regresó a Boca hace algunos años. Regresó muy diferente, pero... te lo repito, ese tonto no es importante en tu vida. No está ni cerca de serlo, Ari. Lo mejor será que te olvides de él–

–Claro, no tendría porque ser diferente, pero... con todo lo que ha pasado ya no me hubiese sorprendido si me hubieses dicho que ahora es mi mejor amigo o algo así–

Elizabeth sonrió para despreocuparla y negó.

–Te casaste con el chico malo de la escuela, y criaron juntos un hijo, pero te aseguro que no hay más sorpresas–

–Eso espero, Liz, de otro modo no sé si podré soportarlo– suspiró.

En ese momento un hombre desconocido para Ariana apareció por la puerta de la cocina que conducía al patio.

Ella observó cómo todos iban a él a saludarlo.

–Mark, qué bueno que pudiste venir– escuchó decir a Jack.

Ambos hombres compartieron un abrazo fraternal.

–No me habría perdido esta cena familiar por nada del mundo. Además tenía muchas ganas de ver a Ariana–

–Sí, sí, ven, tengo que presentarte, ya sabes– de inmediato lo condujo hacia ella con mucho entusiasmo. –Ari, ven. Quiero que conozcas a alguien, bueno, en realidad ya lo conocías pero...–

–Entiendo, Jack. Hola– Ariana miró al recién llegado.

–Hola, Ariana. Este muchachote tiene razón. Nos conocemos desde hace años, pero no tengo inconveniente en volver a presentarme. Soy Mark Ruffalo, y quiero a Jack como si fuera mi hijo–

–Yo lo quiero como si fuera mi padre– asintió el joven peleador.

Ariana pensó en el progenitor de Jack, evidentemente no era Pierce. Se preguntó entonces quién podría ser. Debía apellidarse Reed, eso era claro.

–Y por eso Jack y yo somos como hermanos– intervino Noah. –Este que ves aquí es mi papá–

–Y mi adorado suegrito, hola– Elizabeth se acercó para saludarlo.

–Hola, linda– Mark le sonrió. Adoraba a su nuera.

–Es un gusto, señor, Ruffalo– Ariana le alzó la mano.

Ruffalo la tomó cortésmente.

–Llámame Mark. Me da muchísimo gusto ver que estás bien y deseo de todo corazón tu pronta recuperación–

–Le agradezco, Mark–

Él le sonrió. Su sonrisa fue para Ariana muy sincera y paternal.

–¿Sabes? Hace algunos años, Jack me juró que te iba a proteger y que siempre velaría por ti– Mark lo recordaba muy bien. –En ese entonces pensé que el compromiso sería temporal, pero hoy los veo aquí y me queda claro que mi muchacho cumple sus promesas– se giró entonces para mirarlo. –Lo estás haciendo bien, hijo– no hacía falta decirle lo orgulloso que estaba de él. –También estoy orgulloso de ti, Ariana– volvió a mirarla. –Eres una chica muy valiente y muy fuerte–

–Gracias–

–No agradezcas. Sólo digo la verdad– miró entonces hacia otro sitio en el patio, como si estuviese buscando a alguien. En cuanto lo encontró la mirada le cambió por completo. –Con permiso. Voy a saludar a los demás–

Ariana lo miró alejarse y acercarse a Natalie. El rostro de ella resplandeció.

Fue algo muy curioso.

–Creo que mamá y Mark... no tardan mucho en reconocer que se gustan– comentó Jack un tanto divertido.

–¿De verdad?– la castaña se asombró muchísimo. Conocía a Natalie de toda la vida, no podía imaginarla con nadie más que no fuese Pierce. Pero él estaba muerto. La vida continuaba.

–Sí. Es muy extraño. El hombre que me crió y mi madre... Es como de película–

Ariana observó a Jack dándose cuenta de que cada vez, a cada segundo que pasaba, confiaba más y más en él.

Todavía llevaba los golpes de la pelea anterior pero aún así lucía muy guapo.

No podía evitar maravillarse de todo lo que hacía por ella. Así como tampoco pudo evitar preguntarse si de verdad lo había amado, si había estado a su lado sólo por agradecimiento o si simplemente había sido porque no podía estar con Drew.

La realidad era que Jack le gustaba, se sentía atraída hacia él y tenía que admitirlo. Pero... ¿Lo amaba? Quizás si lo hubiese amado de verdad no lo habría olvidado. ¿O sí?

Ariana se sentía más confundida que nunca. Como si lo conociera... como si no lo conociera.

–Disculpa...– la castaña se alejó porque sabía que de un momento a otro las lágrimas le saldrían desbordadas y no quería que él la viera llorando.

Una vez que estuvo lo suficientemente alejada de todos, el llanto la embargó.

Aún así se llevó una mano a la boca para evitar soltar el agudo sollozo que tenía atorado en la garganta.

Desde luego Jack no se alejó ni mucho menos. La miró con el corazón apretado en una garra y se acercó a ella de poco en poco.

–Ari... ¿Estás bien?– le preguntó muy preocupado. –¿Te sientes mal? ¿Quieres que te lleve al médico?–

–E...estoy bien, no te preocupes–

Su voz sonaba apagada. Mientras la luz de las bombillas exteriores tocaba sus mejillas, el peleador pudo ver las marcas de lágrimas a pesar de que ella hizo intentos de limpiárselas. Estas hicieron que su corazón se retorciera aún más.

–Pero estás llorando–

Ariana negó numerosas veces.

–Disculpa, yo...yo...–

–¿Hice algo que te molestara?– Jack la miró angustiado. –¿No te gustó la reunión?–

A ella le sorprendió muchísimo su cuestionamiento.

¿Cómo podía preguntarle eso?

–No, no, Jack, por favor no pienses eso– se apresuró a aclararle. –Por supuesto que me gustó. Siempre me va a gustar estar con mi familia. Te agradezco muchísimo todo lo que hiciste–

–¿Entonces por qué lloras, nena?– él no lo comprendió, la tomó de las manos sólo para sentirlas.

Aquella palabra cariñosa y el contacto de su mano la reconfortaron de una manera extraña, pero linda.

Ese era su marido. Seguía resultándole difícil de entender pero le gustaba.

Maldición, le gustaba muchísimo.

–No lo sé– respondió la castaña y decía la verdad. No lo sabía.

De pronto se había sentido demasiado conmovida.

–¿No lo sabes?–

–Creo que iré a descansar. Me despediré de todos y subiré a mi habitación. De nuevo gracias, Jack–

Le sonrió como despedida y después comenzó alejarse.

No había avanzado mucho cuando Jack la observó tambalearse.

Su instinto protector lo hizo correr hacia ella para sujetarla y evitar que cayera.

Al parecer se había mareado.

Ariana despertó del trance tras verse siendo sujetada por Jack.

Él no la soltó del brazo sino que la pegó más a su cuerpo.

La miraba con fijeza y seriedad.

–Yo no te veo bien–

–Sólo estoy cansada– respondió Arriana. Y era verdad. Después del accidente se había convertido en una persona muy dormilona, y aún más en los últimos días. No era para nada raro.

–¿Estás segura?– la soltó con cuidado.

–Sí. Hasta mañana, Jack– entonces se marchó.

Jack no le quitó la mirada hasta que la vio despedirse de todos y entrar a la casa.

–Hasta mañana, Ari– susurró.

Después soltó el aliento que había estado conteniendo.

–¿Todo bien, viejo?– le preguntó Noah al acercarse.

Él negó.

–No, ni un poco. Ariana está mal. Creo que... todos los esfuerzos que he hecho para ayudarla no han servido para un carajo– dijo lleno de frustración.

–No digas eso, claro que han servido. Ari está viviendo aquí, contigo, ese es un gran progreso. Además creo que está empezando a confiar en ti–

–Lo que dice Noah es cierto– secundó Elizabeth que también se había acercado. –Mi amiga ya confía en ti, Jack, de otro modo no estaría aquí–

–No lo sé, ahorita la vi... la vi mal–

–Sólo está cansada pero ella realmente disfrutó de la noche y te lo agradece mucho–

Jack no supo qué pensar.

Bajó el rostro y suspiró.

En ese momento su celular comenzó a sonar.

Frunció el ceño al ver que se trataba del oficial de policía.

–¿Sí?– se alejó de sus amigos para atender la llamada.

–Tengo un buen presentimiento, Noah– le dijo Elizabeth a su novio cuando estuvieron solos. –Creo que Ari y Jack muy pronto volverán a estar juntos–

–¿Por qué lo dices?– preguntó el moreno.

–Porque conozco a mi mejor amiga mejor que nadie. Sé cuándo alguien le gusta. Y Jack le encanta, le fascina, te lo aseguro. Se pone muy nerviosa cuando le hablo de Jack, y era justamente así la primera vez que se enamoró de él, lo recuerdo muy bien–

Noah sonrió.

–¡Genial! Esas son muy buenas noticias–

Se besaron entonces para celebrarlo.

Minutos después Jack regresó con ellos.

Estaba pálido.

Elizabeth y Noah lo miraron consternados.

–¿Sucedió algo?– le preguntó su amigo. –Jack, no traes buena cara–

–¿Qué pasó?– insistió Liz.

–E...era el oficial de la policía– contestó él con voz seca. Todavía estaba asimilando la información que acababan de darle. Le costaba conectar una cosa con la otra. Además... la furia y las ganas de destruirlo todo lo dejaron congelado.

–¿La policía?–

–¿Qué te dijo?–

Sus amigos no pararon de cuestionarlo.

Jack sólo pudo pensar en el deseo de ver sangre correr.

Trató de contenerse.

–Me dijo que... que los responsables del accidente de Ariana fueron Halston y... Pete Davidson–

–¡¿Qué?!–

–¡Maldita sea, lo voy a matar, voy a matar a ese jodido hijo de puta!– el peleador se sintió descontrolado.

–Jack, cálmate– le pidió Noah.

–No me pidas que me calme, Noah. Mierda, no te atrevas. Lo mataré, y a Halston... ¡Ah, maldición! ¡Son unos desgraciados!–

–Ahora lo entiendo todo...– comentó entonces Elizabeth. –Por eso Ari me ha preguntado por ese tipejo. Dijo que...que últimamente ha pensado mucho en él–

Jack cerró los ojos. Apretó los puños e intentó no asestarlos contra el tronco del árbol más próximo. La desesperación lo bombardeó por todos lados.

–Tengo que ir a buscarlo... Tengo que romperle la cara... Tengo que...–

–A ver, Jack, ¿de verdad crees que eso es lo mejor que puedes hacer? ¿Ir a buscar a ese cabrón y asesinarlo a golpes? Joder, aquí está tu hijo, tu mujer, no puedes hacerles esto–

–Él es el culpable de que Ariana esté así, ¡carajo! ¡Tiene que pagarlo!–

–Sí, pero la policía se encargará de eso, tú ahora tienes que quedarte aquí, y seguir cuidando de Ariana– le dijo Elizabeth seriamente. –Ella es lo más importante. ¿O te parece que Pete merece más importancia?–

Jack negó.

–Claro que no. Ari es lo que más importa. Siempre será así–

–Entonces deja que la ley haga lo que tenga que hacer. No te condenes, Jack–

Él exhaló. Iba a ser difícil.

Pero la mejor amiga de su esposa tenía razón.

Ahí sólo importaba Ariana.

Después se ocuparía de Pete.

Vaya manera de terminar la noche.

Maldijo.

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Ariana no había podido pegar un ojo.

Sabía que todos se habían marchado porque había dejado de escuchar ruido en su ventana.

Seguro a esas horas Aaron ya estaría dormido, aún así decidió salir de su habitación para ir a la suya y darle al menos un beso de buenas noches.

Encontró a su hijo dormidito. Había jugado mucho durante horas. Era un niño imparable y gracias al cielo había agotado sus energías y ahora dormía como un angelito.

Al parecer Jack se había encargado de bañarlo y meterlo a la cama.

Evidentemente era un padre extraordinario, así como lo era con su papel de esposo.

Suspiró.

Se sintió preocupada pues Jack se había quedado creyendo que a ella no le había agradado la reunión que había organizado para ella. Antes de subir había intentado sacarlo de su error pero quizás no había sido suficiente.

Por la mañana tendría que convencerlo.

O quizás todavía estuviera despierto.

No perdía nada con ir y averiguarlo. ¿O sí?

Miró hacia el pasillo y observó la puerta de la habitación de huéspedes.

Tomó aliento y se encaminó.

No obtuvo respuesta y eso la hizo pensar en que debía estar ya dormido.

Estuvo a punto de marcharse cuando notó que la puerta estaba semiabierta.

Lo dudó pero no pudo evitar echar un vistazo.

Le sorprendió muchísimo ver que Jack no se encontraba ahí.

Eso la hizo pensar que debía estar en el primer piso.

¿Debía ir y buscarlo?

Sí. De ese modo no tendría que esperar hasta el amanecer para charlar con él. Además aprovecharía e iría a la cocina por un vaso de agua.

Bajó escaleras y a su paso fue encontrando luces encendidas.

Visualizó entonces la habitación en donde Jack solía ejercitarse. Había entrado una sola vez ahí y sabía que almacenaba un montón de pesas, barras, costales de box y algunos aparatos de gimnasio.

Caminó con lentitud y fue acercándose de poco en poco.

Lo encontró haciendo flexiones con su propio cuerpo, flexionándose una y otra vez sujetándose de una extraña barra anclada al marco de la puerta que conducía hacia una especie de ropero.

Jack no llevaba más los vaqueros de mezclilla y la sudadera gris que había llevado más temprano en la reunión. Ahora llevaba un short holgado de baloncesto cubriendo sólo la parte inferior. Su torso estaba desnudo y Ariana se quedó congelada al observarlo.

Tenía una delgada capa de vello que iba desde sus pectorales hasta perderse en la cinturilla de los pantaloncillos. Estaba tatuado por muchas partes, y era musculoso, mucho más grande y marcado de lo que había imaginado cuando lo veía con ropa.

Estaba sudando a cantaros, el sudor le escurría por cada centímetro de él, las gotas caían al suelo mientras él seguía haciendo dominada tras dominada con el peso de su propio cuerpo.

Ariana recordaba bien cómo había destacado en Worthington por ser un chico de enormes proporciones, pero increíblemente ahora lo era todavía más.

Tan sólido y tan firme que se quedó sin habla mientras sentía que su propia piel ardía, y la sangre le corroía alborotada por cada rincón de sus venas.

Su reacción fue peor cuando se vio descubierta.

Jack había tenido los ojos cerrados y audífonos inalámbricos sobre su cabeza.

Se quedó paralizada al verlo abrir los ojos y mirarla directamente a ella.

–¿Ari, qué haces aquí?– le preguntó mientras dejaba caer sus pies al suelo provocando un ruido seco.

Todavía con el ceño fruncido bajó los audífonos a su cuello pero después los quitó dejándolos sobre una mesilla. Tomó una toalla y la utilizó para limpiar su sudor.

–Estaba... entrenando para mi próxima pelea–

La castaña se aclaró la garganta para poder hablar.

En cualquier otra circunstancia un hombre sudado le habría parecido asqueroso pero Jack... Él era diferente que cualquier otro. Se veía más atractivo que nunca.

Verlo fortaleciendo su musculatura le había quitado un poco de su cordura.

–¿No...no crees que mejor deberías descansar? Debes recuperarte primero de la de anoche–

–Es cierto pero... no podía dormir– admitió.

La realidad era que el asunto de Pete Davidson y Halston lo tenía bastante inquieto. Desde luego eso era algo que no podía decirle.

Al tenerlo más cerca, Ariana se sintió mucho más indefensa.

Claramente no tenía miedo de Jack, sino de sí misma. Ni siquiera pensó en la posibilidad de que él estuviese ocultándole algo.

Lo miró a los ojos. Bajó su mirada al masculino pecho y ahí encontró su propio nombre tatuado.

Ariana decía en letras cursivas y estaba muy cerca de su corazón.

Eso la dejó sin respiración. Volvió a mirarlo a él.

De pronto experimentó el incontrolable deseo de acariciarle el rostro y besarlo.

No entendía si el impulso provenía del presente o del pasado.

Se sintió muy aturdida.

–Yo...yo quería agradecerte por la reunión de esta noche. Reunir a nuestras familias me hizo mucho bien–

–Ese era el punto, que te sintieras bien y estuvieras cómoda–

–Pues... gracias–

–No agradezcas, Ari– le sonrió.

Ella respondió a su sonrisa.

–Sólo eso quería decirte. Ahora... subiré a dormir–

–Espera, espera, por favor– le pidió. –Antes de que te vayas... necesito disculparme contigo–

La castaña no lo entendió de primera cuenta.

–¿Disculparte?–

¿Por qué Jack iba a disculparse con ella si no había hecho más que portarse tan bueno con ella?

–Sí, por...por... lo de anoche–

Ariana lo recordó como un flechazo.

Habían estado a punto de besarse.

Jack no dijo nada más. Simplemente dejó que leyera lo que sus ojos oscuros e intensos trataban de decirle... Que lo disculpara. Que era un imbécil, que no había podido contenerse. Que la deseaba con todas sus fuerzas, con todo su ser, con cada fibra de su cuerpo. Que sabía que no tenía justificación, pero que por favor lo perdonara.

Esa hermosísima mujer era suya, él tenía todo el derecho de besarla, pero... ¡Maldita fuera! No cuando ella estaba pasando por el peor momento de su vida, no cuando no lo recordaba, cuando no recordaba ese amor y esa pasión, no cuando estaba terriblemente atemorizada y desconfiada de él. ¡Mierda!

–Será mejor que yo me marche– soltó el aliento viril, y después intentó salir de la habitación.

Sin embargo Ariana lo tomó de la mano haciéndolo volver y girarse hacia ella.

Sus miradas se encontraron. Los dos se miraron llenos de impresión.

A Jack se le cortó la respiración y un deseo infernal se apoderó de él cuando observó el hermoso rubor en su preciosa carita.

Ella se sintió arder.

Ninguno lo soportó.

Su esposa le llegaba al pecho solamente, así que Jack tuvo que inclinarse para poder alcanzarla.

Capturó su boca, y los dos jadearon. Ariana lo recibió abriendo los labios y dándole todo su acceso. Sintió las grandes manos posarse sobre su cintura y apretarla contra él. Gimió de excitación antes de ser plenamente consciente de lo que estaba sintiendo. Dejó que la besara con mayor intensidad, impregnándola de su ser en cada poro de su cuerpo, su lengua invadiéndola, su cuerpo frotándose contra el suyo.

Sabía que jamás había sentido nada igual, al menos no dentro de lo que recordaba. Se derritió entonces en una dulzura hambrienta y el beso se volvió salvaje, las lenguas se buscaron, sus cuerpos se entrelazaron.

Jack hizo más profundo el beso, deslizando su brazo por debajo de su cadera, extendiendo su mano sobre el nacimiento de su trasero pero sin bajar. Oh, no podría bajar y detenerse. ¡Maldición! La apretó todavía más porque la necesitaba. Necesitaba su beso, su calor, su esencia. El único inconveniente era que no podía parar de besarla, no se sentía capaz de soltarla y alejarla de sus brazos. Era muy dulce. Podía perderse en el mundo sensual de su boca húmeda y entregada. Podía ser absorbido y mucho más.

Se besaron hasta que no pudieron más, hasta que sus labios dolieron y los pulmones exigieron aire.

Se miraron fijamente, los dos con la respiración exaltada, sus bocas hinchadas. Muy alterados sexualmente.

Entonces Ariana se marchó, torturándose a sí misma con la sensación de soledad y vacío que la asustó.

Jack solamente maldijo para sus adentros.

Llevó una mano a sus propios labios y los sintió arder reviviendo por momentos el increíble y apasionado beso que se habían dado segundos antes.

No se lo pudo creer, pero había sucedido.

Había besado a Ariana, y ella lo había besado a él.

Oh, mierda. Pero Jack deseaba más, deseaba mucho más. Y tendría que malditamente controlarse y no comportarse como una bestia.

Ella necesitaba comprensión, paciencia y mucha ternura. No recordaba lo que había sido ser su mujer, y tampoco estaba dispuesta a comenzar a serlo ahora que ese capítulo de su vida se encontraba perdido.

Aún así se sintió feliz. Muy feliz.

Más feliz que hacía mucho tiempo.

Aquel beso le había hecho darse cuenta de algo maravilloso... Ariana seguía respondiendo a él, y su cuerpo también. La había sentido temblar en sus brazos, la había escuchado gemir.

Oh, y había sido solamente un beso...

Soltó el aliento.

Tenía una erección de acero entre las piernas que sobresalía de la delgada tela de sus shorts. Iba a tener que darse un baño de agua muy, muy fría, y después iba a enfrentarse a la batalla que sería intentar dormir.

Aún así lo haría con una sonrisa de oreja a oreja.

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El accidente había ocurrido un mes atrás.

Ariana se había recuperado ya por completo.

Las magulladuras se habían curado y su piel había recuperado el hermoso color de siempre. Su tobillo estaba mucho mejor, e incluso los kilos que había perdido habían vuelto a ponerse... donde debían.

Jack la observaba y pensaba en que si no fuese por la mirada perdida que tenía algunas veces y que aún seguía cojeando un poco, él podría jurar que era la misma Ariana de siempre. Excepto que la realidad era no había conseguido recordar nada todavía.

Soltó un suspiro y después tomó su celular para marcar.

Debía informarle a Maculay que se tomaría la mañana libre para llevar a su esposa al médico y pedirle que se encargara de todo en ambos talleres mecánicos. Desde luego añadiría algo extra en su próximo pago.

Minutos después colgó la llamada con su empleado, y bajó el celular emitiendo un tenso suspiro mientras guardaba el aparato en uno de los bolsillos delanteros de sus vaqueros.

En una hora más tendría que llevar a su esposa al hospital para que le realizaran la evaluación y los análisis semanales.

Ella recién había bajado los escalones y se había dirigido a la cocina para tomar su jugo de toronja matutino.

Ninguno de los dos había mencionado lo ocurrido la noche anterior. Más bien habían fingido que aquel beso no había sucedido pero ambos eran conscientes de que no podían borrarlo.

Aún así ese asunto estaba ahora en segundo plano para Jack. Se encontraba preocupado y muy consternado. Tenía demasiado miedo de que Ariana realmente nunca fuese a recuperar la memoria. Era un temor que lo perseguía a toda hora, porque sabía que si los recuerdos no regresaban a ella, él corría el riesgo de perderla para siempre.

–Mierda...– Volvió a sacudir la cabeza en negación, y luego se dio la vuelta.

La encontró de nuevo ahí en la sala.

Sus ojos se clavaron en ella pero no hizo intento de acercarse. Se mantuvo a una distancia bastante cordial y alejada.

Era preciosa pero no parecía invitarlo a que continuaran con la intimidad que sus labios habían compartido hacia tan solo unas cuantas horas.

Jack contuvo su frustración apretando los puños

Ariana también se quedó muy quieta, sus ojos habían quedado fijos en los suyos por unos cuantos segundos, e indudablemente la escena de la noche anterior había aparecido de nuevo en su mente haciendo que el rubor le subiera por los pómulos, y se viera obligada a apartar la mirada.

La castaña trató de mantenerse serena, indiferente, pero fue capaz de hacerlo.

Ese hombre la afectaba de una manera agonizante, y el beso que le había dado... Corrección, el beso que habían compartido, la había dejado incluso más confundida que antes.

Esa noche apenas y había podido dormir. El recuerdo de ese beso la había hecho permanecer despierta, recordando esa boca dura y caliente sobre la suya, esas manos ásperas rondando las curvas de su cuerpo, la respiración masculina sobre ella, los golpeteos acelerados de su corazón, los suspiros, los gemidos, los jadeos...

De sólo recordarlo, Ariana sintió que sus entrañas se estremecían de delicioso placer.

Sintió deseos de cerrar sus ojos, y volver a vivirlo en su mente con más nitidez, pero enseguida volvió a sus cinco sentidos, y miró de nuevo a Jack Reed a la cara.

>Diablos< Tenía que pensar en algo, en otra cosa que no fuera en la cercanía de ese hombre, en su fuerza, en su calor, en su pasión... ¡Oh, maldita sea!

–¿Llevaremos a Aaron con tu mamá?–

Jack carraspeó la garganta.

–Mamá está trabajando pero lo llevaremos con la tuya–

–De acuerdo–

–Tu consulta es en cuarenta minutos, pero si lo deseas podemos irnos ya mismo–

La castaña permaneció muda por unos cuantos segundos, y tuvo que desviar la mirada para que Jack no viera la angustia que reflejaban sus ojos, pero fue demasiado tarde.

–Todo saldrá bien– él trató de sonreírle para despreocuparla.

Ariana lo miró y sus ojitos asustados le hicieron añicos el pecho al peleador. Había en ellos un laberinto de miedos e inseguridades.

De nuevo esa tortura para Jack, de nuevo esas terribles ganas de rodearla con sus brazos, de protegerla de cualquier temor, de cualquier maldita cosa que pudiera sucederle. Las contuvo utilizando todas sus fuerzas.

–No tengas miedo– le dijo con voz suave.

Ella negó.

–Tengo mucho miedo... Tengo miedo de estar así toda la vida, con esta incertidumbre... Sin poder recordar nada de lo ocurrido en estos seis años–

–No, no, no pienses que eso va a suceder– respondió Jack inmediatamente para tratar de tranquilizarla, pero inclusive él mismo estaba manteniendo una lucha por no perder el control, luchando por no tocarla.

–Es una posibilidad, el doctor lo ha dicho montones de veces–

–Bueno...– carraspeó él. –Es cierto, hay posibilidades de que no recuperes la memoria jamás, pero yo no creo que...–

–¿Pero qué ocurrirá si sucede, si me quedo así por el resto de mi vida?– lo interrumpió.

Jack la miró con profundidad. Era la misma pregunta que él se hacía a cada minuto que pasaba.

¿Qué ocurriría? ¿Qué ocurriría entre ellos? ¿A dónde iría a parar su relación, su matrimonio, su amor?

Ariana se dio cuenta de que había hecho esa pregunta en voz alta, y se arrepintió de haberlo hecho, porque la ponía a ella y a Jack en una situación bastante complicada e incómoda, así que decidió desviar un poco el tema.

–Detesto la idea de nunca recordar todo lo que ha pasado en todo este tiempo. Me siento tan vacía... tan incompleta... Necesito esos recuerdos de regreso en mi cabeza–

–Ari, este es un proceso muy difícil, y no nos queda otra alternativa más que afrontarlo–

–Para ti es muy fácil decirlo, no eres tú quien se ha quedado de pronto sin recuerdos–

–Oh, maldita sea...– Jack se llevó las manos al rostro, y lo estrujó para tratar de calmarse. Estaba enfadado, irritado, molesto, pero no con ella, sino con los malditos culpables de toda aquella desgracia. –No– negó seriamente, y dio un paso al frente para acercársele un poco más. –Esto no está resultando nada fácil para mí... Es...es como un infierno, como un calvario, y sé que lo es peor para ti, pero créeme, Ariana, que si pudiera dar mi vida con tal de evitarte toda esta incertidumbre y este dolor, lo haría sin pensarlo, pero lamentablemente no soy súperpoderoso, no puedo hacer nada más que ser tu apoyo, y afrontar todo esto junto contigo–

Ariana se quedó muy quieta. Esa voz la hacía estremecerse, sus palabras le habían llegado profundamente al alma, y su mirada... su mirada la atrapaba, la seducía y la consolaba.

Logró tranquilizarse.

–¿Podemos... marcharnos?– le preguntó.

El corazón de Jack dio un pinchazo doloroso, y enseguida sintió como si se le hubiese subido a la garganta.

Sólo asintió. Tomó las llaves de la camioneta, llamó a Aaron y después abrió la puerta para que salieran.

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Aquella mañana el doctor Firth se había encargado de analizar a Ariana y también había mandado hacerle unos exámenes médicos nuevos, los cuales ellos tuvieron que esperar para conocer los resultados.

Mientras tanto habían salido a almorzar a un restaurante cerca de la clínica, sin embargo ella apenas y había tocado su plato.

–No tengo apetito– le había dicho, y Jack se había preocupado mucho más.

Una hora más tarde estaban ya de regreso en el consultorio, pero antes de que entraran, el doctor le había pedido a Jack que hablaran a solas, mientras Ariana los esperaba en la sala.

Firth tenía ya en sus manos los resultados de los análisis, y por la cara que llevaba, el peleador supo que no serían buenas noticias. Le dolió el corazón por su esposa, por su hijo, y también por él mismo.

–No puede decirme eso, doctor– dijo Jack tenso, agobiado, consternado.

–Lo lamento de verdad, Jack, pero me temo que Ariana no presenta ningún progreso. Han pasado semanas, y las radiografías de su cerebro demuestran que todo sigue exactamente igual que al principio–

–¿Y qué se supone que debo hacer?– cuestionó de inmediato él.

El doctor se hundió de hombros sin más.

–Lo que te he estado diciendo desde que todo esto comenzó... Tener paciencia y apoyarla, sólo eso–

Jack cerró sus ojos con lamento, y bajó la cabeza negando a su vez. Era desastroso que aquella situación no mejorara. Era horrible, y realmente él no sabía si podría ser capaz de resistir una noche más sin poder dormir, sintiéndose lejos de ella... Muriéndose de ganas de abrazarla, de besarla... Pensando en el ayer, en el hoy y en el mañana.

>¡Mierda!<

–Sé que estás cansado de escuchar lo mismo, pero debemos esperar–

–Esperar...– repitió Jack con algo de cinismo.

Estaba desesperado, odiaba tener que esperar. Odiaba esa incertidumbre, odiaba la situación entera, pero era consciente de que el doctor tenía razón. No podía hacer nada más.

–Por favor, Jack. Sé fuerte–

Pálido y con la mirada perdida, él le asintió.

–Bien. Nos vemos en la próxima consulta. Gracias por todo, doctor– se despidió con un apretón de manos, y salió.

Se llevó una desagradable sorpresa cuando encontró a su esposa charlando y riendo amistosamente con Michael Bakari.

Su instinto de macho afloró.

Apretó los puños y trató de contenerlo sabiendo bien que no era el momento ni el lugar para comportarse como un maldito cavernícola loco de celos, pero maldición. El instinto era mucho más fuerte. Se sentía todavía muy afectado por la noticia que Firth le había dado, y encima encontrarse a aquel imbécil ahí. Era sin duda más de lo que podía soportar.

Sin él no se alejaba de su mujer en los siguientes tres segundos, Jack simplemente iba a tener que romperle todos los dientes.

Los contó en su mente.

Uno...

Dos...

Para fortuna de todos en ese momento Michael decidió marcharse, no sin antes mirar con furia a Jack, y sonreírle a Ariana en contraste.

El peleador abrió los puños decepcionado de saber que no los utilizaría.

–¿Nos vamos?– le preguntó a su esposa. No pudo evitar el tono seco.

Y es que aquel idiota lo hacía perder su quicio.

Muy confundida, la castaña asintió.

Todavía no podía entender nada de lo que ocurría a su alrededor. Eso era lo que más lamentaba.

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Durante todo el trayecto a casa, Ariana permaneció quieta en su asiento, silencia, sin poder dejar de mirar a su marido ni un solo instante. Confundida, asustada. Queriendo hacerle preguntas pero sin atreverse a hacerlo.

Jack conducía con la mirada fija al frente. Ambas manos en el volate, apretándolo con fuerza hasta hacer que las venas de sus brazos se exaltaran increíblemente en su superficie. La mandíbula parecía tensa al igual que la vena de su cuello, y su expresión... Realmente aquella expresión habría hecho que cualquier otro ser se echara a correr aterrorizado. Era una expresión tallada en acero puro.

¿Por qué estaba tan furioso? Se preguntó la castaña. ¿Tendría que ver con el doctor Bakari? Era lo más seguro. Desde que saliera del consultorio, Jack no había podido ocultar su ira con respecto a él.

De nuevo Ariana se preguntó por qué se encontraba casada con un hombre como Jack Reed, y no con uno como Drew Van Acker o incluso Michael Bakari. Aunque no era que lo deseara, por supuesto. El doctor Bakari no la atraía absolutamente de ninguna manera, y por otro lado entendía que lo suyo con Drew había terminado muchísimos años atrás. En cambio con Jack...

Ariana cerró los ojos, y se dejó caer en el asiento, tratando de tranquilizarse y de no dejar que los nervios que la acechaban cada vez que se encontraba cerca de él, la dominaran.

El camino pareció eterno, pero gracias al cielo finalmente llegaron.

Jack seguía tenso e irritado, aun así logró serenarse. Bajó de la camioneta y se dirigió a abrirle la puerta para ayudarla a salir.

Entraron juntos a la casa sin decir palabra.

Inmerso en sus pensamientos, el peleador se recargó sobre la madera de la puerta. Seguía furioso. Hubiese querido retorcer con sus propias manos el pescuezo de Bakari, maldita sea. Ese imbécil se creía con derechos de entrometerse entre él y Ariana cuando no era más que un pobre idiota, un intruso. Quería golpearlo hasta hacer que se alejara de ella. Ese imbécil de mierda...

Encima de todo, Ariana no había mostrado progresos. Y el asunto de Pete y Halston.

Todo lo tenía al borde.

–Jack...–

La voz femenina y delicada que lo llamó, hizo enseguida que sus sentidos despertaran. Tragó saliva nervioso, y pronto volteó a mirarla.

Ariana tenía sus grandes y hermosos ojos marrones fijos en él. Parecía un poco inquieta a juzgar por sus dedos enlazados que jugaban unos con otros.

–¿Sí?–

–¿Voy a recuperarme?– le preguntó temerosa.

Jack decidió ser sincero.

–Aún no lo sabemos–

La mirada de Ariana brilló a causa de algunas lágrimas que había estado tratando de contener.

–¿Qué dijo el doctor?– insistió en saber.

Con dolor, Jack tragó fuerte.

–Al parecer... no muestras mejorías. Pero dijo que no debíamos perder la esperanza. Aún tienes una mínima de posibilidad de recuperar toda tu memoria–

–Mínima, has dicho– murmuró ella con fatiga. Cielo santo, estaba muy asustada. Si no lograba recuperar sus recuerdos estaría irremediablemente perdida, y no sabía si podría soportarlo, si tendría las fuerzas necesarias para afrontarlo.

Jack se acercó a ella.

–Había una mínima de probabilidad de que sobrevivieras al accidente, y sobreviviste, había una mínima de posibilidad de que despertaras del coma, y despertaste... Los milagros existen, Ariana, y tú eres uno–

La castaña lo miró de nuevo permitiendo que Jack escrutara sus profundidades enjoyadas.

El sonido de la televisión llamó entonces la atención de ambos. Al parecer Aaron la había dejado encendida esa mañana.

Cuando se percataron de que eran las noticias locales, Jack inmediatamente tomó el control remoto y subió el volumen de la misma.

En el noticiero aparecía uno de los meteorólogos del canal, quien explicaba que una fuerte tormenta se avecinaba.

–Oh, eso explica que el día ha estado muy nublado– comentó Jack como esperando que el cambio de conversación relajara un poco a Ariana, pero sucedió todo lo contrario.

–¿U...una tormenta?– ella se estremeció. Un miedo muy grande la inundó y no fue capaz de explicárselo.

–Bueno, sí– Jack le explicó. –El hombre del clima, ha dicho que va a llover muy fuerte, así que será mejor que... – entonces siseó una maldición antes de darse cuenta de que su esposa estaba a punto de desmayarse debido a cierto malestar. La sujetó al igual que como había hecho la noche anterior evitando que cayera de bruces.

Rápidamente la llevó hasta uno de los sofás y la hizo sentarse.

–¿Ari, qué tienes? Ya es la segunda vez que te sucede–

–La...la tormenta– ella seguía temblando.

–¿Qué tiene la tormenta?–

–Me da mucho miedo– volvió a estremecerse.

Jack recordó entonces que la noche en que Ariana había tenido el accidente la ciudad había tenido una fuerte tormenta de lluvia y eléctrica. Comprendió por qué estaba así.

–No tienes por qué tener miedo. Estarás aquí en casa, segura. Yo te cuidaré–

Eso era cierto y ella debía tranquilizarse.

De poco en poco dejó de temblar y finalmente soltó el aliento.

–¿Desde cuándo es así?– le preguntó. –¿Desde cuando me vuelvo un costal de temblores cada vez que escucho la palabra tormenta o huracán?– ella no lo entendía. Su mente era una página en blanco pero sabía que de pequeña no había sido tan asustadiza con esos fenómenos naturales.

Jack abrió la boca para decir algo pero se arrepintió al instante.

–Por favor dime la verdad, o de otro modo estos ataques de pánico acabarán conmigo. Necesito entenderlo–

Él asintió porque sabía que ella tenía razón.

–La noche que tuviste un accidente hubo una tormenta muy fuerte, quizás ese sea el motivo–

Ariana asimiló la información, la procesó y después la aceptó. Finalmente asintió.

–Entiendo–

–¿Se ha ido el miedo?–

La castaña negó. Ni un poco.

–¿Qué puedo hacer para que te sientas mejor?–

Para aquella pregunta Ariana tenía una sola respuesta.

–Por favor permanece a mi lado. No vayas a dejarme sola, Jack– casi le suplicó.

Tal suplica le llegó a Jack al alma.

–Jamás, Ari. Jamás lo haré, ¿me oyes? Tendrían que matarme primero antes de que yo piense en dejarte sola. Eso nunca. Te lo prometo–

Ella le creyó, y... de una u otra manera, consiguió sentirse más tranquila. Sólo esperaba que aquella tormenta no fuese a destruir la poca estabilidad emocional que le quedaba.


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Comentarios?

Les gusta la idea de ver a Ariana enamorándose de nuevo de Jack?

Porque para allá vamos!

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