Capítulo 26
Ariana se veía espectacular, y lo sabía.
Ella siempre lo sabía. Nadie tenía que decírselo.
Conocía bien la belleza que poseía, su elegancia nata y el brillo deslumbrante que la rodeaba.
Toda su vida había sido de ese modo y no podía recordar algún momento en el que hubiese sido lo contrario.
Aquella noche en especial estaba sensacional.
Era plenamente consciente de ello.
Llevaba un pequeño vestido negro que se adhería a su piel de una manera exquisita. La falda ajustada le moldeaba el trasero, las caderas y las piernas extraordinariamente. El corpiño que cubría su busto era delgado y apretado, hacía lucir sus pechos estupendos, mientras que la parte de su abdomen era cubierta solamente por una banda del mismo material de tela.
El conjunto por sí solo era majestuoso y puesto en ella, legendario.
Había recogido su largo cabello en una cola de caballo y también lo había alaciado.
Para acompañar su atuendo había escogido unas altas zapatillas de tacón en un glitter plateado que combinaba con la gargantilla de su cuello.
Magnifica era la palabra perfecta que podía describirla en esos instantes.
Caminó segura de sí misma dentro del salón, y muchas de las personas se giraron para mirarla una vez se dieron cuenta de su presencia.
Su atractivo era impresionante. Tenía además un cuerpo que despertaba el deseo en muchos hombres, pero también la admiración en un sinfín de mujeres, y envidia en algunas otras más.
Sus formas eran delicadas y sensuales.
A sus dieciocho años se había convertido en toda una mujer que día con día adquiría mayor madurez, y que al mirarse al espejo se observaba más y más hermosa.
Las personas a su alrededor podían verlo, no importaba si la conocían de antes o no, podían verla y era imposible no reaccionar, imposible no tener el mismo efecto, no girarse para observarla cuando pasaba a su lado, y no seguir el aroma femenino y empoderado que dejaba a su paso mientras admiraban su coqueto caminar y el tentador menear de sus caderas.
Imposible ignorarla simplemente.
El físico que observaban era impresionante. Cuerpo de ensueño, cabello estupendo y un rostro de hermosura no clásica, sino poco inusual, pero los motivos por los que se sentían tan atraídos eran incluso más profundos. Tenían que ver con su personalidad. Esa personalidad aniquilante, intimidante para cualquier otro ser humano. Caprichosa y arrogante para los ojos de muchos, pero en realidad decidida y determinante a obtener cualquier cosa que se propusiera.
Había sido con anterioridad la reina de la escuela, y ahora demostraba que podía ser la reina de cualquier lugar que sus tacones pisaran.
Diosa inalcanzable. Inteligente y perfectamente capaz. Fría cuando se lo proponía, pero apasionada en su interior, muy, muy apasionada.
Por seguro nadie ahí imaginaría que esa atractiva y curvilínea jovencita había dado a luz a un hijo pocos meses atrás. Nadie imaginaría que era una amorosa y responsable mamá.
La imagen que representaba era diferente. Como si fueran dos Arianas distintas, pero en el fondo la misma.
Saludó educadamente a todos los invitados y su sonrisa se agrandó cuando encontró a Natalie.
–Cielo santo, Nat. ¡Estás guapísima!– exclamó dándole un gran abrazo.
El vestido rojo que Natalie llevaba era espléndido y le sentaba de maravilla.
Debía rondar los cuarenta, y se veía fabulosa.
Ariana se decía constantemente que deseaba mirarse igual de estupenda cuando tuviera su edad.
–¿Yo? Pero mírate, Ari, estás preciosa. Eres sin duda la más sexy de todo el evento–
–La segunda más sexy, la primera eres tú– le guiñó el ojo y ambas mujeres rieron.
–¿Cómo te fue en el almuerzo con Phil? ¿Cuándo comienzas a trabajar en su academia?–
–Me fue muy bien. El señor Lewis es una persona muy agradable, y nos entendimos a la perfección. Comienzo este lunes–
–Me alegra muchísimo. Sé que serás muy feliz enseñando lo que más te apasiona–
–Ten por seguro que lo seré. Todo gracias a ti–
Natalie la tomó de las manos y le recordó que no tenía nada que agradecerle.
–Dime... ¿Jack ha venido contigo?– intentó disimular los fuertes golpeteos de su corazón. Hacer sonar su pregunta como algo casual.
Ella misma le había pedido que lo llevara.
Había estado pasándose todos aquellos días anhelando volver a verlo.
Esa noche al fin sucedería.
–Oh, llegará en cualquier momento, cuando Mark y Noah vayan a recoger a Aaron–
–Qué bien, me alegrará mucho poder saludarlo–
La alegraría y mucho más que eso. Su corazón estallaría de amor.
El detective todavía no les había confirmado si Jack era su hijo o no, pero ella sentía en su corazón que lo era. Desde luego que lo era.
–Caramba, en esta fiesta sí que hay chicas lindas– bromeó Pierce que se acercó a ellas con una bandeja de bebidas para cada una. –Ariana, te ves muy bien– la saludó con un cordial beso en la mejilla, y después se acercó a su esposa para besarla en los labios y colocarse a su lado.
–Hola, Pierce, muchas gracias, también te ves muy bien. Tú y Natalie son perfectos para aparecer en la portada de alguna revista como la pareja del año–
Los tres rieron, y el feliz matrimonio agradeció por el cumplido.
–¿Les parece sin brindamos por el éxito de este gran evento, y sobre todo por las dos organizadoras? Champaña para ti, amor, y sidra para Ariana– les tendió sus copas y entonces hicieron el brindis.
–Espero que en verdad todo vaya a salir como planeamos. Esta noche Brosnan Concepts conseguirá una importante suma de nuevos clientes, o... morirá en el intento–
–No digas eso, se logrará el objetivo, ya verás. ¿Quién podrá decirle que no a dos linduras como ustedes?–
Ariana sonrió ante la charla sin embargo mientras daba un sorbo a su bebida, una gigantesca silueta se clavó en su retina, destacando sobre las demás.
>Yo conozco esa maraña de pelo oscuro despeinado< se dijo mientras observaba la espalda y la cabeza masculina.
–¿Me disculpan un momento?– les dijo a Natalie y a Pierce al tiempo que dejaba su copa en una de las mesas. Enseguida se acercó al hombre que reconocería ahí y en cualquier parte, incluso con ojos cerrados. –Jack– lo llamó.
Cuando él se giró al escuchar su voz, la castaña pudo darse cuenta de que había llevado consigo a su pequeño hijo.
Aaron se veía divino con su gorrito que asemejaba unas orejitas de oso.
Ariana sintió su pecho embargado de amor por él, y de inmediato lo tomó en brazos envolviéndolo en su cobijita. Luego le dio un besito en la frente.
–¿Por qué lo has traído? Pensé que Mark y Noah lo cuidarían–
Jack se hundió de hombros.
–Y así iba a ser pero se quedaron atrapados en el estadio de beisbol–
–¿Qué? ¿Cómo que se quedaron atrapados?–
–Hubo algo así como una especie de manifestación en las afueras, y no han dejado salir a nadie. Llamé a Cameron pero está en la granja de su familia. Liz salió de la ciudad con su madre y su padrastro. Y pensaba pedirle a la hija de los Ferguson que lo cuidara un par de horas a cambio de cincuenta dólares pero sus padres me han dicho que tiene varicela. ¿A quién le da varicela a los quince?– preguntó confundido todavía.
Ariana rodó los ojos pero no estaba enfadada.
–De acuerdo entonces tú serás la niñera de nuestro bebé esta noche–
–Perfecto– sonrió Jack. –Aaron, despídete de mami, nos volvemos al departamento–
–¿Qué? No, no puedes irte. Recuerda que Natalie te pidió que vinieras, así que lo cuidarás aquí mismo–
–No entiendo porque tu jefa, próxima ex jefa, insistió tanto en que yo viniera. Odio estos lugares, y también odio esta maldita... cosa– exclamó mientras sujetaba su corbata e intentaba desanudarla un poco.
A Ariana le parecía que se veía muy guapo. Demasiado atractivo con aquellas ropas formales y su cabello enmarañado. Elegante pero sin dejar ese aire sexy de rebeldía.
–No te la muevas, me costó mucho arreglártela– dijo en tono de regaño.
Como si fuese un niño, Jack exhaló frustrado y dejó sus vanos intentos de destruir la prenda anudada a su cuello.
Estaba por replicar cuando algo inesperado sucedió... Aaron arrojó un poco de leche.
–Oh, no aquí, mi amor– su madre lo miró con una mueca mientras estiraba sus brazos alzándolo hacia al frente para que no fuese a mancharla. La noche apenas comenzaba y ella debía lucir impecable.
–Iré por una servilleta para limpiarlo– Jack enseguida corrió en su busca.
Los Brosnan de nuevo se acercaron, los dos con expresiones de ternura al ver al hermoso y simpático bebé.
–¡Oh, pero qué cosita tan hermosa tenemos aquí!– Natalie inmediatamente tomó a Aaron en sus brazos.
Pierce sacó un pañuelo de su saco y lo utilizó para limpiar la sustancia blanquecina que había salido de la boquita del pequeño.
–Se los agradezco muchísimo. Creo que no le cayó muy bien su último biberón– comentó Ariana.
–Pero ya se ve mucho mejor, ¿cierto, Aaron?– jugueteó Natalie con él.
–Es un niño precioso, Ariana– le dijo Pierce sin dejar de sonreírle. –Los felicito a Jack y a ti–
–Muchas gracias– respondió la orgullosa madre. Una de sus cosas favoritas en el mundo era escuchar cómo las personas adulaban y expresaban lo hermoso que era su hijo. Un tanto egocéntrico de su parte, pero no podía evitarlo. –Espero que no sea una molestia haberlo traído–
–¿Molestia? No digas bobadas, Ari. Este pequeñín será el alma de la fiesta– aseguró Natalie más que contenta.
Un segundo después, Jack apareció de vuelta con la servilleta en las manos.
–Oh– exclamó cuando se dio cuenta de que ya no era necesaria. –Buenas noches, señor y señora Brosnan–
Los ojos claros de Natalie centellaron. La expresión en su rostro cambió al instante y un brillo la adornó.
Su mirada quedó inmediatamente perdida en él y ni siquiera fue capaz de disimular.
A Jack le pareció muy extraña la actitud que había tomado la mujer al verla, y frunció el ceño.
Preocupado, Pierce decidió intervenir antes de que todo resultara demasiado evidente.
–Eh... Ariana, Jack, ¿les molesta si mi esposa y yo llevamos a Aaron al patio? Seguro le encantarán las luces con las que adornaron–
–Por supuesto que no. Adelante– les respondió. Confiaba en ellos lo suficiente como para confiarles a su hijo por unos momentos.
Así Pierce sujetó a Natalie que todavía llevaba al bebé en brazos, conduciéndola hasta el patio.
Una vez ahí, ella estalló en lágrimas.
Inmediatamente él sujetó a Aaron con un brazo, y con el otro a su mujer para evitar que los dos fuesen a caer.
–Mi amor, tienes que tranquilizarte. No puedes ponerte así aquí–
Pero Natalie no fue capaz de detener sus lágrimas.
El hecho de haber estado frente a su posible hijo la había desarmado por completo. No había sabido dominar sus emociones, aún menos su reacción.
Las manos todavía le temblaban y el corazón le latía como un poseso.
Su hijo...
Cerró los ojos e intentó calmarse pero no lo consiguió.
Pierce de inmediato la hizo tomar asiento. Él permaneció de pie a su lado, con Aaron pegado a su pecho observando todo a su alrededor.
–Querida, recuerda lo importante que es este evento. Tienes que estar bien, estar en tus cinco sentidos. Si Jack es quien creemos que es, entonces lo sabremos. El investigador ya tiene en su poder todas las pistas, solamente debe confirmar y atar los cabos sueltos, pero para eso necesita tiempo. Mientras tanto tú no puedes tener estas reacciones cada vez que lo mires. Terminará sospechando, y sabes bien que sería contraproducente que se enterara de algo, aún menos si no tenemos nada seguro–
Pero Natalie negó.
–Ya te dije que yo no necesito que me confirmen nada. Yo sé que Jack es mi hijo. ¡Yo lo sé!–
Se quedó entonces pensativa, mirando hacia la nada.
Todos esos recuerdos acudieron a su mente, y no pudo ahuyentarlos.
Jason Reed había sido su novio en aquel entonces. Un chico adicto a la bebida y a las apuestas, que de poco en poco había comenzado a adentrarse en el mundo de las drogas. Manipulador, controlador y agresivo. Natalie había buscado abandonarle dándose cuenta de que en realidad más que una relación, él había estado abusando de ella en más de un aspecto.
Luego de eso, para su mala fortuna, y con solamente dieciséis años, había descubierto que se encontraba embarazada.
Un duro golpe para ella, y también para los Portman.
Perteneciente a una de las familias más adineradas y posicionadas de todo Florida, sus padres, y aún en especial su progenitor, no se habían tomado la noticia para nada bien, sino todo lo contrario.
Natalie podía recordarlo bien. Le habían gritado a la cara que era una zorra y que no merecía ser parte de ellos.
Desde entonces habían comenzado a tratarla mal, a dirigirse a ella con absoluto desprecio, como si hubiese cometido el mayor de los pecados, cuando su única culpa había sido enamorarse y ser tan ingenua.
La habían encerrado en casa bajo llave y le habían prohibido que saliera con toda la intención de mantener en secreto su estado.
Y en aquellos momentos de soledad, su único consuelo había sido el pequeñito que crecía en sus entrañas, y al que había nombrado desde entonces... Oliver.
Aunque le hubiese cambiado la vida, aunque sufriera del maltrato y el odio de toda su familia, ella había amado a su bebé con todas sus fuerzas, y le había prometido mientras acariciaba la protuberancia de su vientre, que les esperaría a ambos una vida mucho mejor.
Sin embargo aquel día, ese en el que dio a luz, las cosas se le habían salido las manos por completo.
Los planes de su padre habían sido muy distintos a los que ella había tenido.
Una vez que el niño había nacido, él se lo había arrebatado a la enfermera de las manos y se había citado con Jason para entregárselo, añadiendo a la entrega una cuantiosa cantidad de dinero para que ambos desaparecieran del país sin dejar rastro.
Cuando Natalie despertó preguntando por su hijo, se había encontrado con la terrible sorpresa.
Entonces sin importarle que recién había salido de la sala de partos, y todavía se encontraba débil, se había puesto en pie de la cama, llorando desesperada por encontrar a su padre y exigirle que le regresara a su Oliver.
Fred Portman se había mostrado inflexible ante el dolor de su hija menor. No le había importado sus lágrimas y aún menos su dolor.
Había sido siempre un hombre severo, y desde luego en esos momentos no había dejado de serlo. Lo demostró cuando apenas la dieron de alta del hospital, la envió a un internado a Suiza.
Ahí, sola, herida y deprimida, Natalie había pasado los siguientes cinco años de su vida, sufriendo en silencio y preguntándose en dónde y cómo estaría su pequeño, rezándole al cielo por la oportunidad de encontrarlo algún día.
La mañana en la que por fin terminó aquel infierno, llegó del aeropuerto a su casa con toda la intención de dejarle en claro a toda su familia, que ahora que era mayor de edad, no los dejaría que la siguieran controlando. Se iría de la casa y de la ciudad a vivir su propia vida y a mover cielo, mar y tierra para encontrar a su hijo.
Se había topado con la noticia de que su padre había muerto un día antes en un accidente automovilístico.
Natalie no había derramado ni una sola lágrima por él, tampoco se había quedado al funeral. Había tomado sus maletas, que ni siquiera había abierto, y entonces se había marchado para siempre.
Fue entonces como se había decidido a comenzar de cero, y localizar a Oliver, costara lo que costara.
Para entonces había logrado conseguir un empleo en Brosnan Concepts como secretaria, y en aquel lugar había conocido a Pierce...
A pesar de que dieciocho años los separaban, los unía el pasado trágico que ambos llevaban cargando. Se habían enamorado, y él le había prometido que la ayudaría a encontrar a su pequeño.
Desde entonces pagaban mensualmente a un detective para que los ayudara a dar con su paradero. La última pista que tenían de él, era que probablemente había sido adoptado por una familia australiana y ahora radicaba en aquel país.
Habían sido años de busca en Australia, sin imaginarse que en realidad lo tenía ahí, tan cerca de ella, y esa noche, a unos cuantos pasos.
Pierce exhaló y la rodeó con un brazo en señal de que tenía todo su apoyo.
Natalie sorbió sus lágrimas y acarició las mejillitas de Aaron.
Aún y con el rostro húmedo por el llanto, consiguió sonreírle al bebé.
–Cuando compruebe que Jack es mi hijo... Entonces tú serás mi nieto, y te prometo que te amaré muchísimo– le dijo.
Conmovido, Pierce también sonrió. Depositó un amoroso beso en la sien de su esposa.
No pudo evitar pensar en la maravillosa mujer que era.
Ella se merecía todo lo bueno de aquel mundo, y realmente esperaba que en realidad aquel chico Reed fuese su hijo, así el corazón de Natalie estaría completo, y ella sería feliz, absolutamente feliz, y no a medias.
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–Oh, joder, te ves hermosa esta noche, Ari– declaró Jack mientras la observaba embelesado, sentado en la silla giratoria. –Malditamente sexy...–
La castaña sonrió al tiempo que buscaba en los cajones de su escritorio, la agenda electrónica de Natalie, pues iba a necesitarla para programar las próximas citas con los nuevos clientes. Se preguntó dónde la había dejado, y si no se la habría llevado por error entre las cajas de sus cosas personales, ya que esas últimas semanas se había estado ocupando de recogerlo todo para cuando se llegara el momento de no trabajar más ahí.
–¿Significa eso que las demás noches no me veo hermosa ni sexy?– arqueó una ceja y le preguntó.
Preocupado, Jack se apresuró a negar.
–¿Qué? No, no, no. No fue eso lo que quise decir, yo...–
–Cálmate, sólo bromeaba. Sabes que me gusta jugar contigo–
Inmediatamente Jack se puso en pie y se colocó frente a ella, impidiéndole que continuara con su búsqueda.
–Es uno de tus pasatiempos favoritos, ¿no? Hacerme sudar de nervios–
Era enorme y conseguía robarle todo el espacio. Incluso con sus tacones más altos, le era imposible igualar su altura.
Seguía llegándole más debajo de la barbilla y forzosamente debía alzar su cabeza para poder mirarlo a la cara.
Ariana le sonrió esta vez con coquetería.
–Sabes bien que también me gusta hacerte sudar por otros motivos...–
El pecho de Jack dio un vuelco.
Ah... Esa mujercita hacía encender su deseo con tanta facilidad.
A decir verdad, ella respiraba, y él ya estaba ahí, babeando y muriéndose por ella.
La castaña adivinó entonces el motivo de ese resplandor en sus ojos oscuros.
–Oh, no– exclamó prontamente.
Jack la tomó de la cintura con sus dos manos para acercarla, y ella por el contrario colocó sus palmas en su amplio pecho intentando alejarlo.
–¿Por qué no?– preguntó.
–Porque no, Jack, estamos en la oficina. Ni pienses que voy a tener sexo contigo aquí. No podemos– le habló seriamente pero en el fondo le parecía una idea excitante. Ella abierta de par en par, sentada en el borde del escritorio, su hombre con los pantalones abajo empujando fuerte entre sus muslos... La escena la calentó. La calentó muchísimo.
–Sí que podemos–
–No. No puedo y tú tampoco–
¿Que no podía?
Jack soltó un bufido. En ese momento se sentía capaz de follársela diez veces seguidas ahí mismo.
–Entonces dame un beso. Sólo uno y ya–
Ariana lo miró sabiendo que él no se conformaría con eso.
Aún así no pudo negárselo.
Apoyó una mano en su hombro y alzó su cabeza para que la besara.
El beso comenzó normal, tal y como cualquier otro, pero de poco en poco el leve y coqueto movimiento de su lengua hizo que el deseo se apoderara de los dos.
Dejaron de besarse para mirarse fijamente, pero un segundo más tarde, y como si de un proyectil se tratara, Jack se lanzó sobre ella, levantándola de la cintura para sentarla en el escritorio con brusquedad.
El peleador respiró con fuerza, luchando con sus pulmones para poder sacar aire.
Miró a su esposa a los ojos esperando que ella lo detuviera y le dijera que dejara de comportarse como un animal en celo.
Pero eso no sucedió.
En su lugar, Ariana tomó su rostro con ambas manos y lo acercó besándolo con pasión.
Sus labios compenetrados, las lenguas chocando una y otra vez. Sus respiraciones agitadas y el golpeteo de sus corazones al unísono.
Las toscas y robustas manos de Jack comenzaron entonces a rondarla, acariciándola por todas partes aún encima del vestido, atrayéndola hacia él desesperadamente, calentándola más, excitándola más.
La Bestia no pudo evitar pensar en todos esos hombres que allá afuera la habían mirado con deseo, así como no podía evitar esos celos de machito que de vez en cuando lo atacaban.
Sonrió para sus adentros al pensar en que ellos tenían que conformarse solamente con eso, con mirarla y desearla porque esa preciosura de ojos marrones y cabello achocolatado pertenecía únicamente a sus brazos.
–Estás loco...– le dijo ella en medio de los besos que compartían.
Jack no lo negó.
–Pero estoy loco por ti, preciosa... Me tienes al borde, amor– volvió a besarla aún con mayor ardor, quemando su boca con la suya propia.
Y mientras la besaba se ocupó de desabrochar su cinturón y bajar la bragueta de sus pantalones. Su miembro erecto salió de la cárcel en la que se había encontrado, y Jack mismo se encargó de sacar también sus testículos para que le hicieran compañía.
Se inclinó de nuevo a su esposa, besándola hasta la locura. Depositando después besos en su cuello.
Ariana cerró los ojos hechizada, suspiró y se perdió en las sensaciones.
Muy lentamente, Jack se ocupó entonces de bajar la fina capa que cubría sus pechos haciendo que estos cayeran en sus ávidas manos.
Los pezones se le endurecieron a la joven y la excitación fue aún más grande al observar la reacción de su marido. Su pene moviéndose contra su muslo, sabiendo a la perfección que estaba incluso más caliente.
Él beso cada uno de sus senos, capturándolos con su boca ardiente. Ariana se estremeció y las sensaciones corroyeron por todo su interior.
Los labios de Jack fueron bajando entonces rozando las partes descubiertas de su piel, hasta que llegaron a los muslos y la hicieron tensarse.
Gimió y se mordió el labio para evitar gritar.
Jack acarició la tela de sus braguitas buscando el contacto de sus labios vaginales. No tardó mucho en quitárselas, y guardarlas en sus pantalones.
Ariana notó entonces la punta de la nariz masculina recorriendo su sexo hasta sentir su respiración.
Se dejó caer hacia atrás, apoyando sus manos sobre la planicie, y enseguida sintió la traviesa y tentadora lengua jugueteando con su clítoris.
Caricias y toques tan certeros, que la castaña se sintió teletransportada en segundos.
La boca de su marido succionado todo el interior, mordisqueando, saboreando, tirando de ella.
Contuvo los gritos ahogados. Una dulzura envolvente la atravesó de manera interminable. Flotó en dirección a ese reino infinito, donde todo era perfecto.
Él la conocía ya bastante bien, buscaba los lugares más dulces y los exploraba a placer, estimulándolos sin descanso.
Ariana sentía que no podía soportarlo. Era demasiado.
Intentaba reprimirse y no gemir pero a cada instante se hacía más difícil dicha tarea.
Gracias al cielo Jack tenía largos brazos y manos anchas.
Bastó que estirara una de ellas colocándola en su boca para taparla y dejar así atrapados cada uno de sus gemidos en la palma.
El orgasmo no tardó en aparecer.
Temblando de la cabeza a los pies, Ariana estalló de placer la deliciosa sensación la dejó anonadada por momentos.
Jack se puso en pie satisfecho de haber llevado a su mujer a las estrellas, y entonces tomó el preservativo que siempre llevaba en su billetera. Lo abrió y estuvo a punto de ponérselo, ansiando estar ya profundamente enterrado en ella, cuando alguien tocó a la puerta.
–¿Ariana? ¿Ariana estás ahí?–
A la castaña le costó recuperarse. No fue capaz de reconocer la voz que la llamaba desde afuera pero el poco sentido común que había empezado a recuperar le dijo que debía ser alguna de las secretarias del área administrativa.
–¿S...sí?– respondió todavía aturdida.
–Natalie te necesita ahora–
–Oh, sí, sí– respondió un poco nerviosa pero enseguida se recuperó. –Dile que estoy buscando su agenda, pero en unos minutos más me reúno con ella–
–Bien–
Escucharon los pasos alejarse, y Ariana se quedó más tranquila. Exhaló agradecida de que a la secretaria no se le hubiese ocurrido abrir la puerta sin más.
–Ahora sí, ¿en qué estábamos?– Jack bajó la cabeza para besarla de nueva cuenta, pero inmediatamente ella lo empujó para alejarlo y hacer que la soltara.
–Oh, no, no. Olvídalo. Creo que no será buena idea. Cualquiera puede venir y descubrirnos–
El peleador exhaló frustrado.
–De acuerdo, entonces vayámonos ya a casa... Me muero por hacerte el amor, nena– se acercó a su cuello para besarla.
Ariana cerró los ojos. Ella también se moría porque se lo hiciera, pero debía ser responsable esa noche y cumplir con sus obligaciones. Estaba más que comprometida con Natalie a que ese evento tuviera éxito.
–Te prometo que si eres paciente y te portas bien, esta noche cuando estemos en nuestra cama te recompensaré–
La erección de Jack que no había disminuido ni un poco, palpitó de anhelo. Sabía que era un jodido pervertido pero lo ponía muy cachondo el hecho de que en ocasiones ella lo tratara como a un niño.
–De acuerdo– le parecería un martirio tener que esperar, aún así lo haría porque ella se lo pedía, y oh, maldita fuera, él haría todo lo que le pidiera, todo lo que deseara y ordenara. Se subió entonces la bragueta haciendo esfuerzos por no destrozarse la polla en el intento.
–Buen chico– Ariana le guiñó el ojo y palmeó su entrepierna en un movimiento gracioso. Después se dedicó a alisar su vestido y cualquier desperfecto en su aspecto. Sonrió cuando observó la dichosa agenda bajo unos cuantos libros. –Al fin te encuentro– le dijo. La tomó y se dirigió de nuevo a él. –¿Vas a regresarme mis bragas o prefieres que ande por ahí sin ropa interior?– le preguntó.
Jack negó de inmediato, sabiendo que no podría controlar su deseo ante el conocimiento de que su esposa estaba desnuda bajo el sexy vestido.
¡Ni hablar!
De inmediato se las regresó.
Ariana se las colocó sin poder contener una risita.
Él exhaló entonces y deseó que su erección se redujera a proporciones socialmente aceptables. Le tomó unos cuantos momentos lograrlo.
La siguió entonces hasta el salón principal de la fiesta.
–¿Puedo hacerte una pregunta?– tiró incómodo de su corbata. Le agobiaba demasiado.
La joven que buscaba a Natalie con la vista, de entre todos los invitados, le asintió.
–Sí, dime–
–¿Por qué tu amiga, jefa, amiga de tu madre, o lo que sea Natalie Brosnan, pidió que yo asistiera a esta fiesta? Quiero decir, lo entendería si le hiciera falta un guardia de seguridad o algo así, pero no le veo el caso a que me tenga aquí como un invitado más. Yo sólo quiero largarme, no me gusta este ambiente, me siento fuera de mi elemento–
La castaña lo miró con ternura y le acarició la mejilla.
Se veía muy tierno vestido elegante pero con esa expresión de sentirse como pez fuera del agua en el rostro.
–No lo sé. Supongo que le agradas. Dime, ¿a quién no le agradarías si eres adorable?–
–Adorables mis bolas– murmuró Jack con irritación, haciéndola reír. –Sólo quiero que esto acabe pronto–
–Ya te prometí que te daré un premio esta noche si logras resistir esto–
–Sí, y sólo por eso haré mi mejor esfuerzo–
–Aquí están– les dijo Pierce acercándose a ellos. –Este jovencito comenzaba a extrañarlos– de inmediato les entregó al niño.
Jack lo tomó en brazos y Aaron se sintió contento de ver a su padre. Emitió un sonido muy tierno. A cambio, recibió una sonrisa de ese hombre al que tanto amaba.
–Oh, Pierce, qué bueno que te veo. ¿Sabes dónde está Natalie?–
–Sí, se ha reunido con los inversionistas japoneses. Están justo allá– señaló la fuente del otro extremo. –Deberías ir con ella, necesitará tu ayuda para cerrar este negocio–
Ariana asintió.
–Jack, cuida al niño– se despidió y de inmediato caminó hacia donde ya la esperaban.
–Yo iré a negociar con los inversionistas alemanes. Diviértete, Jack– Pierce palmeó el hombro del chico y enseguida se marchó.
–Sí, claro, diviértete– murmuró Jack mientras sujetaba a su hijo y tomaba asiento en una de las sillas.
La noche iba a ser larga a su parecer. Sabía que iba aburrirse muchísimo.
Habría preferido quedarse en casa a mirar un estúpido partido de tenis o incluso un juego de golf. Cualquiera de las dos terribles opciones le parecían más entretenida a estar ahí.
Sin embargo, de un segundo para otro, bastó únicamente que girara su mirada y la encontrara, para que la fascinación lo embargara.
Observar a su mujer fue todo lo que necesitó para no sentirse aburrido en lo absoluto.
Ariana era sin duda la más guapa de lejos.
Tan hermosa que le dolía el corazón. Tan atractiva que se la endurecía en cualquier momento y en cualquier lugar. Lo hacía sentirse hambriento, insaciable.
Aquel vestido le sentaba maravillosamente. Ella tenía un cuerpo increíble. Pequeño pero delicioso. Pechos redondos, cinturita estrecha y delicada, caderas que lo hacían delirar y un par de grandiosas piernas resultado de todas esas horas de baile y spinning.
Además era sensual... Muy sensual, y aquella sensualidad era una parte inherente de ella, y no sólo eso sino también su belleza y esa elegancia extraordinarias.
¿Pero era el físico lo único que destacaba de Ariana?
No.
Por supuesto que no.
Había más. Mucho más.
Talento, encanto, luz propia.
Jack todavía no terminaba de entenderlo pero había en ella una estrella que resplandecía y la hacía especial de entre el resto de las mujeres. Una especie de imán que los atraía a todos con la misma fuerza del magnetismo. Algo sobrenatural que hacía que todo el mundo cayera enamorado a su paso, que todos se rindieran a sus pies.
Lo decía por experiencia y también por lo que sus ojos veían en ese instante.
Las expresiones en el rostro de los japoneses le dejaban bien en claro que Ariana los tenía en sus manos.
Parecía fuerte y capaz, y pero también delicada. Los ojos brillantes evidenciaban su determinación.
Le resultó interesantísimo ver cómo la escuchaban atentamente, respetándola y tomando en cuenta todo lo que ella decía.
Estaba transformada en una profesional.
Parecía toda una preciosa, maravillosa y joven mujer de negocios comiéndose el mundo, pero ellos ni nadie ahí imaginaba que en realidad había nacido para ser una estrella y que en algunos años estaría convertida en una muy grande figura artística.
Supo que lo habían conseguido cuando la vio a ella y a Natalie estrechar las manos de los inversionistas luego de despedirse. Discretamente ambas mujeres chocaron los cinco y se miraron con complicidad.
Jack se sintió muy contento.
Las observó ir entonces de un empresario a otro, obteniendo respuestas favorables.
Los ojos oscuros del peleador no se apartaron de su esposa ni un solo segundo.
Ella se dirigía suavemente de una mesa a la próxima en un gracioso contoneo, su elegante vestido negro que cubría su magnifica silueta. El cabello recogido en algo clásico y femenino. Sofisticada, refinada. ¿De verdad estaba casado con esa preciosidad?
>Sí, sí, sí... Esa es tu mujer, bien hecho, campeón<
Y la adoraba.
Su pecho se llenaba de orgullo al pensarla, al mirarla.
Muchos en la escuela la habían tachado de tonta, oh pero esos idiotas se irían de espaldas si supieran todo lo que había logrado, lo que seguía logrando y lo que algún día lograría.
Se había convertido en madre y también en una mujer trabajadora, audaz, enérgica, dinámica, creativa, talentosa...
Miró entonces a su hijo.
–¿Ves a esa preciosidad, Aaron?– lo sostuvo con una mano de manera que pudiese quedar de frente, y la señaló. –Es la mujer que te dio la vida y quien te trajo el mundo, tienes que estar orgulloso de ella porque es estupenda. Eres un niño muy afortunado–
El bebé sonrió como si entendiera las palabras de su padre. Sus ojitos castaños se clavaron en su bonita y joven mamá por un instante, y después soltó un gorgorito de emoción.
Jack le sonrió y depositó un suave beso en su mejillita.
–Entiendo tu emoción, créeme– le dijo contento.
Para Ariana, Natalie y Brosnan Concepts, aquella estaba siendo una noche realmente productiva. No paraban de hacer negocios, y las cosas estaban yéndoles tal y como habían esperado.
Las dos mujeres posaron juntas para la prensa y los reporteros que transmitían el evento en directo en las redes sociales.
Jack todavía admiraba a su esposa a lo lejos cuando Sandra y Adrienne se acercaron a él.
Gustosas lo saludaron y también tomaron a Aaron para llenarlo de muchos mimos.
–Hola, Jack. Hola, Aaron. ¿Dónde está Ari?–
–Por allá, ayudando a que esta empresa triunfe– para ellas no pasó desapercibido el tono orgulloso en el que lo dijo.
Sonrieron al ver que en efecto Ariana estaba trabajando duramente.
–¿Por qué trajeron a Aaron? Creí que lo cuidarían unos amigos tuyos–
–Eh, sí, bueno, no pudieron y tuve que traérmelo–
Sandra continuó mimando a su nieto.
–Pues es el más apuesto de todo el evento–
Ariana se acercó y las saludó con un beso en la mejilla a ambas.
–Te ves divina, Ari–
–Gracias, mamá, también ustedes están guapísimas– les sonrió, luego se dirigió a su marido. –¿Jack, puedes hacerme un favor? En mi oficina dejé algunos boletos para un concierto de orquesta, ¿podrías traérmelos?–
–Claro que sí. Ahora regreso–
–Cuando fuimos por la agenda de Natalie, los vi en el cajón superior–
–Bien–
Jack obedeció como el excelente marido que era, y prontamente se dirigió a la que próximamente sería la ex oficina de su esposa.
Abrió el primero en la línea y ahí encontró los boletos. Estaban todos dispersos así que tuvo que juntarlos de uno por uno. Metió la mano hasta el fondo y entonces sus dedos tocaron algo que no era un boleto precisamente.
–¿Qué es esto?–
Al sacarlo pudo ver que se trataba de un pañuelo. Lo analizó y descubrió un par de letras bordadas en él.
P.D.
No podía ser de Ariana por que él no se lo había visto antes, además ella había estado llevándose sus pertenencias de poco en poco.
Le pareció extraño pero no le tomó más importancia. Volvió a dejarlo en donde lo había encontrado, y enseguida se marchó de vuelta a la fiesta.
Mientras tanto en el salón, Ariana y Adrienne no paraban de reír al ver a su madre.
Sandra se encontraba presumiendo a su nieto con todas sus amistades.
Todas encontraron a Aaron adorable y felicitaron a la feliz abuela.
Un mesero se acercó a ofrecerles una bebida.
La menor de las hermanas tomó un vaso con agua mineral, mientras que la mayor acepto una copa de vino.
–¿Adrienne?–
Ambas se giraron ante la voz del extraño que se había acercado.
Ariana no reconoció al sujeto pero al ver la expresión de Adrienne, supo que ella sí lo conocía, y por la expresión en el rostro, no le agradaba mucho habérselo encontrado ahí.
–¿Qué haces aquí?–
–Eh... bueno yo... Mi familia ha sido invitada, y acepté venir–
Se trataba de un chico de mediana estatura y con una nariz enorme. No era precisamente atractivo, pero parecía simpático y muy gracioso.
–¿No me vas a presentar a tu amigo, Adrie?– preguntó Ariana. Le parecía muy curiosa la reacción de su hermana. Jamás la había visto molestarse abiertamente por la presencia de alguien.
–No es mi amigo– aseguró Adrienne cruzándose de brazos con irritación.
–Soy Miles Teller, mucho gusto– el chico alzó la mano para un cordial apretón. –¿Eres hermana de la licenciada Butera? Se parecen mucho, pero también son muy diferentes. Tú eres muy alegre–
Ariana rió y el asunto le pareció aún más interesante.
–¿Entonces ustedes...?–
–Trabajamos juntos, pero eso no nos hace precisamente conocidos y mucho menos amigos–
–Bueno, ella ya lo dijo mejor que yo. Como ves no nos llevamos muy bien, pero me dio gusto conocerte, Ariana–
–El gusto fue mío, Miles–
–Nos vemos el lunes en la oficina, Butera–
Adrienne sólo rodó los ojos.
El pelinegro dio una inclinación de caballerosidad, y enseguida se marchó.
Ariana miró a su hermana, divertida.
–¿Qué fue eso?– desde luego esperaba una explicación. –Es un chico bastante agradable, ¿por qué lo trataste así?–
–No creerías que es agradable si tuvieras que trabajar con él. Es un idiota, ni siquiera sé por qué la empresa lo ha reclutado. Lo entorpece todo, y encima está todo el tiempo con sus chistes estúpidos, y no me deja concentrarme–
–¿Compartes oficina con él?–
–No, claro que no, pero lo tengo en la oficina contigua, y con eso es más que suficiente–
–Deberías relajarte un poco, parece buen tipo–
–Podrá ser bueno, pero no para los negocios. Preferiría tenerlo lejos y no todos los días molestando en mi puerta–
Ariana se hundió de hombros.
–Bueno, quizás quiera llamar tu atención–
Adrienne soltó una carcajada.
–Ya claro. Somos enemigos– se burló.
Jack apareció con los boletos y se los entregó.
Ariana le agradeció y los tomó, dejándole el vaso de agua mineral. De inmediato volvió con Natalie.
Aún había algunos asuntos que resolver.
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La noche continuó transcurriendo y para entonces Brosnan Concepts ya tenía en el bolsillo a la mayoría de los empresarios más importantes que habían sido invitados.
Natalie y Ariana se habían encargado de que así fuera.
Sin embargo, y debido a lo tarde que era, Aaron comenzó a sentirse un poco irritado.
Jack intentó dormirlo pero no lo consiguió. Lo pasó a los brazos de Sandra y después a los de Adrienne pero ellas tampoco lograron calmarlo.
Ariana había estado observándolo de reojo, sintiéndose muy preocupada. La concentración la abandonó y simplemente no pudo seguir trabajando tan eficientemente.
Se disculpó con Natalie y con los clientes, y de inmediato fue al rescate de su bebé.
–¿Qué pasa? ¿Por qué llora tanto?–
–No lo sé– respondió Jack sinceramente. –Tiene sueño. Su hora de dormir se ha pasado ya, pero por alguna razón no podemos conseguir que se quede dormido. Quizás sea mejor que te esperemos en el auto–
Ariana miró a su pequeño con preocupación.
–No, no, porque seguirá llorando de todos modos. Dámelo– extendió los brazos y lo tomó. –Ya, ya, mi bebé, no llores, mi amor– le habló amorosa y maternalmente.
Comenzó a arrullarlo con suavidad y de poco en poco Aaron fue tranquilizándose.
Jack, Adrienne y Sandra sonrieron, contentos de que los sollozos no se escucharan más.
–Creo que sólo extrañaba a su mami– comentó Adrienne con ternura.
–Eso parece. Jack, quizás sea buena idea que lo lleves al departamento. Mamá y Adrienne pueden llevarme cuando termine–
Jack asintió y se dispuso a tomar al bebé para marcharse, sin embargo apenas fue despegado de los brazos de su madre, despertó y volvió a llorar estruendosamente.
Ariana exhaló.
–De acuerdo, olvídalo– volvió a cargarlo, acomodándoselo sobre el pecho y hombro cuidadosamente, y de inmediato volvió al trabajo.
Los clientes lo esperaban junto con Natalie, y retomaron la charla con ella.
Cinco minutos más tarde, se encontraban fijando fecha para firmar contrato.
Se movieron rápidamente para continuar con unas cuantas celebridades y figuras que habían sido invitadas, además de proveedores de la moda, y marcas importantes.
Había que hacer tratos y llegar acuerdos con todos y cada uno de ellos.
Una hora más tarde, se encontraban ambas satisfechas.
Cuatro de las seis celebridades habían firmado para ser imagen. Los otros dos tenían aún unas cuantas cosas que hablar con sus respectivos representantes, pero estaban seguras de que aceptarían. Las marcas habían renovado contratos millonarios, y los proveedores habían accedido a negociaciones más flexibles. Además de todo el capital de Brosnan Concepts había crecido significativamente esa noche.
Todo había resultado en éxito total.
Natalie estaba más que contenta pero había una cosa que la ponía más feliz que todo lo que tuviera que ver con su empresa, y eso era la presencia de Jack.
El solo verlo le llenaba el corazón indescriptiblemente. Era maravilloso.
No dudó en acercarse a él, dejando que Ariana terminara de mostrarles un catalogo electrónico a los últimos clientes de la noche.
Deseaba hablarle de mil cosas, decirle que muy probablemente era su madre y todo lo que conllevaba aquello, pero sabía que no debía hacerlo en ese momento y mucho menos en aquel lugar así que se contuvo.
El único tema de conversación por lo pronto era Ariana, así que sacaría provecho de eso.
Observó que los ojos de Jack no se habían despegado de ella ni un solo instante, y eso le causó mucha ternura.
–Me va a doler mucho dejarla ir– comentó ocasionando que el chico girara su cabeza para prestarle un poco de su atención.
Lo cual no duró mucho, ya que de inmediato se volvió hacia ella.
No lo culpaba. Estaba demasiado enamorado y eso le encantaba. Adoraba verlo así, amando y siendo amado.
–Aún así no me arrepiento. Quiero que cumpla su sueño–
–Ariana está muy agradecida con usted– respondió Jack.
Natalie se hundió de hombros.
–Pues si de agradecimientos se trata, entonces yo estoy más agradecida con ella. Gracias a su profesionalismo y encanto, hoy nos ha hecho embolsarnos una buena cantidad de dinero y contratos. Sin su colaboración no lo hubiésemos logrado–
–Es que Ari es increíble– secundó él. –No sé cómo lo hace, pero siempre consigue ganárselos a todos, convencerlos. Tiene algo así como un ángel–
Natalie no pudo estar más de acuerdo.
–Absolutamente, y por favor déjame felicitarte, Jack. Te has casado con una mujer increíble–
El peleador no hizo otra cosa más que mirar a su esposa con sumo orgullo.
–Lo sé, señora Brosnan, créame que lo sé– no dejó de mirarla.
–Vamos, ya te he dicho que me llames Natalie– aún así lo que ella más anhelaba era escucharlo decirle mamá. ¿Estaba loca ya? ¿Loca por desear escucharlo llamarla de ese modo cuando ni siquiera tenía la confirmación de que en verdad era hijo suyo? Sí, sí. Anhelaba con toda su alma que fuese verdad. Tenía puestas todas sus esperanzas en ello. Que fuese su hijo iba a ser el más grande regalo que la vida lo daría. –Estoy realmente feliz de ver que son un matrimonio que se ama, que se apoya. Creo que los dos han sido afortunados al encontrarse–
–Cielos, yo...– Jack se mostró un poco apenado. –Muchas gracias por sus palabras–
Natalie dejó de escucharlo en aquel instante, y también cualquier otra cosa a su alrededor. Se concentró únicamente en mirarlo. Estaba maravillada de él. Le había robado el corazón por completo.
Sin embargo, y ajeno a todos sus pensamientos, a Jack le pareció bastante extraña su actitud.
Frunció el ceño confundido.
–¿Se encuentra bien, señora Brosnan? Eh... Quiero decir, Natalie. ¿Le pasa algo?–
La mujer se quedó muda. No supo qué debía responderle. Se quedó en blanco y lo miró esta vez pasmada.
Gracias al cielo en ese preciso momento Ariana y Pierce se acercaron.
–Los tenemos. He cerrado el último contrato de la noche, tienen que ver esto– la joven les mostró entonces su IPad para mostrarles la suma de dinero por la que habían accedido a firmar los neoyorquinos.
–¡Wow! Me has dejado impresionado Ariana– exclamó Pierce bastante satisfecho. –¿No es esta chica increíble?–
Natalie que ya se había recuperado un poco de su conmoción, asintió en concuerdo.
–Claro que lo es. Justo estaba diciéndoselo a Jack–
–Pues estoy de acuerdo– secundó Pierce. –Has sido una pieza importantísima para el crecimiento que hoy ha dado la empresa. Ariana, déjame dedicarte este brindis– alzó su propia copa y luego de que el mesero les proporcionara sus bebidas, por órdenes del empresario, brindaron.
–No tienen nada que agradecer. Yo estaba cumpliendo mi trabajo, y además lo hice con todo el gusto del mundo porque Natalie me ha ayudado muchísimo– les dijo la castaña con sinceridad.
–Eso no demerita tu esfuerzo. Has estado increíble, te has echado a la manga a los más grandes tiburones del mundo empresarial, nos has dado los mejores contratos en años, y... todo eso con unos tacones de quince centímetros y un pequeño bebé en los brazos. Creo que eres una supermujer– Natalie hablaba en serio. –Te mereces más que un brindis–
Pierce fue llamado entonces por uno de sus empleados, y se alejó luego de darles una disculpa.
Los tres continuaron charlando de algunos otros temas por unos cuantos minutos más.
Fue Ariana quien paseó la mirada por el salón y se estremeció al encontrar a alguien que en definitiva no había esperado ver ahí...
Instintivamente se aferró a la manga del saco de Jack, quien interrumpió su conversación con Natalie, ya que segundos antes le había preguntado sobre el progreso de su taller mecánico. Dirigió entonces la vista hacia donde miraba su mujer.
Fue ese momento cuando él también lo vio.
Era Drew Van Acker, quien atravesaba la pista de baile y se dirigía hacia ellos.
Los ojos de Natalie se abrieron horrorizados cuando se dio cuenta de lo que sucedía.
–Oh, cielo santo, yo no envié ninguna invitación a los Van Acker, no sabía que él asistiría, discúlpenme por favor– les dijo inmediatamente.
Jack se tensó.
Realmente nunca había pensado en lo que haría el día que estuviese de frente con aquel cobarde de mierda, sin embargo en ese momento supo bien lo que deseaba hacer... Acabarlo.
Dio un paso al frente con toda intención de ir por él, pero Ariana lo detuvo.
–Jack, no– le advirtió. Enseguida le entregó al bebé. –Llévate a Aaron de aquí. No quiero que Drew lo vea, no quiero que tenga contacto alguno con él. Llévaselo a mi madre y a Adrienne, y pídeles que lo lleven a su casa–
–¿Qué? Olvídalo, no te voy a dejar y permitir que él te vea sola–
–Jack, haz lo que Ariana te pide, ella estará bien, yo no me le separaré–
Al peleador no le quedó más remedio que aceptarlo. Exhaló sintiéndose muy inquieto y agresivo.
A pasos apresurados se alejó para ir en busca de su suegra y cuñada, y poder así volver cuanto antes.
–Ari, tienes que relajarte– le dijo Natalie seriamente. De inmediato tomó un vaso de agua de una de las bandejas que transportaban los meseros, y se la ofreció. –No podías evitar el encontrarte con él alguna vez–
Pero la joven todavía alterada y nerviosa, negó numerosas veces.
–Quizás no, pero esta noche no estoy preparada. Me ha tomado por sorpresa– en su voz sonaba pura angustia.
No entendía qué demonios estaba haciendo Drew ahí. Lo último que había sabido de él, había sido que se había marchado a Europa con Selena Gómez. ¿Por qué había regresado?
¿Habría sido por Aaron?
¡Oh, cielo santo, no! ¡No!
Comenzó a exasperarse más y más. El aire empezó a faltarle.
La sensación de ahogo fue peor cuando lo vio dirigirse hacia ella.
Oh, aquello no estaba pasando... ¡No estaba pasando!
Le temblaron las piernas. Natalie tuvo que sujetarla.
Fue tarde para intentar huir.
–Hola, Ariana– su voz le trajo recuerdos no deseados. El hecho de que pronunciara su nombre la hizo querer gritarle. –Hola, señora Brosnan–
–¿Qué tal estás, Drew?– Natalie lo saludó pero no le sonrió.
Ariana no respondió, sino que se dedicó solamente a mirarlo.
Le pareció imposible que en el pasado le hubiese parecido un chico atractivo. El más guapo de toda la escuela preparatoria Worthington. Ahora lo veía tan simple, tan ordinario. Tan hijo de papá...
Muy diferente a Jack... Su Jack.
¡Oh, maldición! ¿Qué haría cuando él regresara y lo encontrara ahí?
Iba a querer matarlo.
–¿Nat, podrías acompañarme al tocador?– le pidió pero en realidad era una forma de alejarse.
–Por supuesto–
Hicieron ademán de marcharse, pero sorpresivamente Drew las detuvo.
–Eh... Yo... Quisiera hablar un minuto con Ariana–
La joven castaña sufrió de un vuelco en su pecho. Las alarmas internas se encendieron. El estómago se le revolvió. La sangre dejó de correr. Se puso pálida.
–No tengo nada que hablar contigo– le respondió firme.
Drew exhaló al darse cuenta de la actitud de rechazo. No le sorprendió.
–Seré breve, lo prometo. ¿Señora Brosnan, la molesto si le pido que nos dé un poco de privacidad?–
–Sí, sí me molestas, Drew. No voy a dejar sola a Ariana. Lo lamento–
De nueva cuenta, el heredero Van Acker soltó otro suspiro, esta vez de frustración.
–Lo mejor será que te alejes– Ariana lo miró fijamente. Sus ojos reflejaron las pocas ganas que tenía de estar cerca de él. –Creo que la última vez dijiste todo lo que tenías que decir–
Aún así Drew no se marchó.
–Bien, si tengo que hablar en frente de Natalie Brosnan, entonces lo haré– adoptó un tono serio. –Creo que ya ha pasado el suficiente tiempo, y creo también que los dos hemos madurado. Esa vez en la escuela... te dije cosas horribles, y te expreso mis más sinceras disculpas por ello. No me siento orgulloso de haber sido grosero con una mujer, sea quien sea, así que ya está, me he disculpado. Sólo quiero decirte que me alegra mucho que hayas resuelto tu vida y ahora te encuentres muy bien. Supe que te casaste con Jack Reed, y de verdad, espero que los dos estén siendo muy felices con el hijo que tuvieron...–
¿Qué había dicho?
Ariana lo miró sobresaltada.
Ese estúpido todavía creía que el bebé que había dado a luz en verdad había sido engendrado por Jack.
–Estoy seguro de que lo entendiste todo– continuó hablando. –Entendiste que tú y yo no éramos el uno para el otro, y que haber admitido la verdad, y con ello la paternidad de Reed, las cosas marcharon mucho mejor. La paz que da la sinceridad no tiene precio–
Ella pensó entonces que si no se alejaba de ahí enseguida, iba a arrojarle el agua en la cara.
Estaba furiosa pero logró tranquilizarse.
Se dijo que no importaba. No importaba nada de lo que él dijera o pensara.
A final de cuentas Aaron era hijo de Jack. Eso ni Drew ni nadie lo cambiaría.
Resultaba conveniente que siguiera creyendo toda esa sarta de idioteces.
–Si ya has terminado, me voy–
Ariana se giró para marcharse, sin embargo al hacerlo se topó con el inmenso y masculino cuerpo de su marido.
Se puso blanca como la grana y cerró los ojos esperando la catástrofe.
Enseguida los abrió. Tenían que marcharse ya mismo.
–Jack, vámonos por favor– le suplicó.
Pero la Bestia ni siquiera la miró. Los ojos oscuros se clavaron en el hombre que tenía enfrente, ese que había tenido el equivocadísimo atrevimiento de acercarse a Ariana.
¡Bastardo! Quería romperle la cara, hacerlo pagar por todo el sufrimiento que había tenido que atravesar su amada por su maldita culpa. La había embarazado, la había abandonado, la había humillado.
Se merecía que le arrancaran la polla.
¿Castrar al gran inseminador?
Sí. Jodidamente sí.
–Reed, ¿cómo has estado?– lo saludó como si el hecho de haber estado en el mismo grado le diera el derecho de hacerlo.
Ariana y Natalie esperaron que la bomba estallara.
Jack casi no resistió la urgencia de golpearlo, de aniquilarlo. Tuvo que apretar los dientes para contenerse.
Apretó los puños y fue todo lo que pudo hacer para no estrangularlo.
El sentido común le convenció de que no era prudente emprenderla a puñetazos con aquel imbécil.
Arrancarle la cabeza ahí, frente a los Brosnan y frente a todos los invitados era impensable. No podía hacerlo por más que lo deseara.
Lo ignoró por completo, y le tendió la mano a Ariana para que la tomara.
Aliviada, ella se sujetó de él.
–Muchas gracias por todo, Natalie. Mi mujer y yo nos marchamos– le mostró una blanca sonrisa.
Natalie que se sentía más tranquila al ver que no iban a tener que separar a los dos hombres, y que no habría ninguna riña, le sonrió también.
–Saben que los aprecio mucho. Haces bien en llevarte a Ariana para que descanse. La fiesta fue un éxito gracias a ella, y ahora debe disfrutar de un merecido descanso–
Sin otra cosa que añadir, Jack y Ariana se marcharon mientras la atenta mirada de Drew se clavaba en sus espaldas.
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De camino al departamento ninguno de los dos habló.
El silenció dentro del auto estaba tan tenso que cualquier palabra que dijeran solamente empeoraría el ambiente.
Jack estaba enfurecido. Ariana lo sabía. Lo veía.
Se notaba en su expresión, en la vena exaltada en su sien, en la rigidez de su cuello, en la manera que sujetaba el volante mientras conducía.
–Aaron está en casa de tus padres– fue él quien habló. Se dio cuenta de que lo había olvidado por completo y debían volver.
La castaña negó.
–Estuve mensajeando con mamá. Ya se ha quedado dormido, y prefiero no despertarlo. Lo recogeré mañana por la mañana. Está en buenas manos–
Él no respondió pero estuvo de acuerdo.
Aparcó el auto en el área de estacionamiento, y después los dos se adentraron al edificio.
Fue cuestión de minutos lo que les tomó llegar al departamento.
Jack arrojó las llaves en la mesilla, junto a su billetera y su celular.
Colocó sus manos sobre la planicie de madera, y se inclinó intentando relajarse aunque sin lograrlo.
Durante todo aquel tiempo había estado torturándose con la idea de que los sentimientos de Ariana por Van Acker hubiesen resurgido al volver a verlo. Estaba aterrorizado de que muy en el fondo de su corazón, ella lo siguiera amando, que de pronto quisiera regresar con él, llevarse a Aaron y formar una nueva familia. Su estómago se sacudió. Nunca sobreviviría a eso.
¡Mierda!
La sola idea le destrozó el alma.
Se giró para mirarla.
Su esposa estaba de pie frente a él. Lo miraba nerviosa mientras sostenía su bolso en sus dos manos temblorosas.
–¿Qué sentiste?– soltó la pregunta de manera brusca.
–¿Qué?– Ariana no comprendió su cuestionamientos de primera cuenta.
–¿Qué sentiste cuando lo miraste?– repitió Jack. Deseaba saber la maldita respuesta. Tenía que saberla aunque admitía que sentía mucho miedo. Demasiado.
Ella exhaló y dejó su bolso en uno de los sofás.
Miró a su marido con fijeza.
–Preocupación, sorpresa, inquietud, angustia. Pero sólo porque deseo evitar a toda costa que se encuentre con Aaron–
–¿Estás segura?– Jack sintió un tremendo alivio ante la contestación, aun así no terminaba de sentirse tranquilo.
–Muchas gracias por... ya sabes, no romperle la cara ahí en el evento de Natalie y Pierce–
Jack asintió.
–De nada. Ahora desnúdate–
Ariana abrió los ojos como platos.
–¿Disculpa?–
–Ya me oíste, Ariana... Maldita sea– Jack le dirigió una mirada dura, cargada de inconfundible lujuria, que añadía más fuego. Exasperación, furia posesiva, un millón de pensamientos revoloteando en su cabeza.
El deseo se disparó.
La castaña no podía negar que esas reacciones de macho controlador la ponían a cien, no podía negar que de un segundo para otro su marido había conseguido excitarla. Aún así necesitaba que a él le quedaran en claro unas cuantas cosas antes de pasar a lo siguiente.
–Estoy entera y completamente dispuesta a que hagamos el amor, tal y como todas las noches, pero no puedes seguir metiendo a Drew en esto–
–¿Yo? Yo no lo he metido. Es él quien ha decidido aparecerse y entrometerse en nuestras vidas. No le rompí los huesos solamente por ti y por Natalie, pero de haber estado en otras circunstancias lo habría hecho papilla–
Ariana entrecerró los ojos mirándolo con réplica.
–¿De verdad vas a desperdiciar el tiempo hablando de ese irrelevante ser humano, cuando tú y yo podemos estar haciendo algo... mucho mejor?– bajó el cierre de su vestido negro, por si él no había entendido a lo que se refería, y lo arrojó al suelo quedando únicamente en tacones y un exquisito juego de sostén sin tirantes y braguitas diminutas que hacían de su aún maravilloso cuerpo un completo manjar.
Verla así hizo que Jack tragara saliva y sintiera cómo el crecimiento de su erección aumentaba.
Aún así no fue por ella de inmediato.
Se quedó de pie y muy quieto.
La castaña exhaló con frustración y fue ella quien se acercó tomándole la cara con sus manos y obligándolo a mirarla.
–Jack mírame– le exigió. –Te he dicho mil veces que a quien amo es a ti. No estoy enamorada de Drew, y tampoco lo estuve en el pasado. Estaba encaprichada solamente, pero es contigo con quien descubrí lo que es amar. Eres tú quien hace que mi corazón lata–
Él asintió creyendo todas y cada una de sus palabras.
–Entonces demuéstralo. Ven aquí, y déjame amarte, déjame sentirte y sentir así que yo soy el único hombre para ti–
Ariana colocó sus brazos alrededor de su cuello, y lo hizo bajar.
–Nací para estar contigo, no tengo duda de eso– le dio un suave y corto beso en los labios. Después tomó su mano para conducirlo a la habitación que ambos compartían. Ahí dentro se encargaría de que él no dudara más.
Jack quizás no tenía más esas dudas, sin embargo seguía sintiéndose desesperado. Tal desesperación había aumentado en sobremanera.
Apenas pasaron la puerta, él la tomó entre sus brazos y la pegó a la pared besándola con pasión, su boca embistiendo la suya.
La bestia dentro de Jack aulló de placer y lujuria.
La sujetó fuertemente. El deseo por ella incrementó.
Caminó hasta la cama con su esposa en los brazos, y la colocó en el borde dejándola sentada.
Se inclinó para besarla más, capturó sus labios con ardor. El beso cada vez más apasionado mientras él se ocupaba de quitar la molesta corbata y la camisa que llevaba puesta.
–¡Mierda!–
La tarea resultó tan complicada, que impaciente, Jack tuvo que dejar de besarla para ocuparse utilizando mayor concentración.
Ariana pudo observarlo entonces.
Estaba demasiado ansioso. Arrancó la camisa sin importarle los botones, que seguro ella tendría que coser al día siguiente. Había tenido que aprender a hacerlo ya que ese chico con el que estaba casada le encantaba romper sus camisas.
Su marido estaba majestuoso con el torso desnudo. Su cuerpo ágil, caliente y musculoso. Alto y fuerte, muy fuerte.
Capaz. Decidido. Valiente.
Alzó sus manos para acariciar su pecho. Adoraba la sensación del vello en sus palmas. La visión peligrosa y candente que demostraban los tatuajes.
Era todo un hombre.
¿Cómo podía comprarse con Drew?
No había punto de comparación entre los dos.
Drew no le llegaba ni a los talones.
Jack debía saberlo.
Bajó entonces hasta la hebilla de su cinturón, ahí donde la necesidad masculina era más patente, más apremiante.
La dura protuberancia bajo la cremallera aparecía gigantesca, y Ariana sólo pudo pensar en todo lo que quería hacer con él, todos los placeres que quería ofrecerle.
Abrió sus pantalones y se colocó de rodillas quedando entre él y la cama.
Cuando el enorme y reluciente miembro saltó fuera frente a su rostro, los ojos marrones se iluminaron de curiosidad.
Duro como el acero, pesado, anhelante.
Una mezcla de deseo y desafío aparecieron en su mirada cuando Jack y ella se miraron.
Lo que vio en los ojos oscuros la dejó fascinada.
La excitación destellaba en su cara, su respiración se hacía más pesada, más espasmódico.
Ariana jamás había visto nada tan ardiente, tan dolorosamente posesivo y necesitado.
Tomó su miembro arrebatándole un gemido. Reconocimiento de la inmensurable revolución que ocasionaba en ese hombre.
Para ella era hermoso. Más largo de lo que debía encajar con lo normal. Y grueso. Tan grueso que le llenaba la mano, y la hacía ahora comprender porque cada vez le costaba recibirlo en su interior.
Se preguntó si cabría en su boca algo de semejante tamaño, y le encantó la idea de intentar averiguarlo.
El glande era redondo. Brillaba por la lubricación que hacía brotar la excitación.
La castaña sacó su lengua y la utilizó para tocarlo, una, dos, tres veces.
Lo chupó como si fuese una maldita Chupa Chups.
La experiencia fue inusual, ridícula incluso pero tan jodidamente erótica...
Jack tuvo que apretar dientes y puños para no correrse en ese mismo momento. Respiró con fuerza, jadeante. Las sacudidas de excitación atacaron en todo su cuerpo. Oleadas calientes de placer recorrieron su piel.
El ritmo hasta el momento fue lento y torturante.
Ariana abrió su boca y consiguió meter la punta y un poco más. Se dio unos cuantos segundos para acostumbrarse a la dimensión. Le lamió el glande, bañándolo hasta que brillaba, mientras descifraba qué hacer con todo él.
No le llevó mucho tiempo. Se soltó para convertirse en la gatita sensual del sexo al rojo vivo que era, utilizando sus manos suaves en la parte de su pene que no le cabía, acariciando y apretando.
Tenía buenos instintos y era astuta, reconoció Jack.
Verla envolviendo su pene en su tentadora boquita fue mejor que cualquier paraíso. Lo más delicioso jamás vivido.
El peleador cerró los ojos y gruñó placenteramente. Supo que en ese momento podía morir de puro deleite.
Sudaba y se estremecía. Rugía casi rozando la agonía. La vista la tenía nublada.
–¡Oh... Joder! ¡Sí! ¡Carajo, sí!– alargó su brazo para tomar entre sus dedos un buen puñado de cabello castaño, y apretarlo. Fue como seda entre sus dedos.
Su esposa profundizó la caricia, tomándolo más adentro en la boca de lo que él nunca había soñado que pudiera estar, apretándolo después fuertemente con un movimiento giratorio de la lengua, chupando y tirando al sacarlo.
Comenzó a succionarle amando su sabor fuerte, la dureza de su carne, el profundo palpitar de su pulso contra su garganta, la manera en la que sus caderas se levantaban hacia ella, y los sonidos de sus gemidos.
Lo amaba a él. Amaba al hombre. Amaba cuando se volvía salvaje, cuando los tendones de su cuello se marcaban, cuando se volvía loco por ella.
La Bestia comenzó a temblar y a convulsionarse. Los dos supieron que se avecinaban aquel culminante éxtasis. Él de inmediato salió de la boca femenina y sólo un segundo más tarde, los chorros de esperma fueron disparados.
No lo resistió más.
Imposible hacerlo.
Terminó de eyacular, y enseguida la tomó de los brazos levantándola del suelo. La giró y la colocó sobre la cama, dándole la espalda.
Jack se le unió de inmediato quedando tras de ella.
Abrió el cajón de la mesilla de noche, y sacó de ahí un montón de preservativos que colocó dispersos en la parte superior.
Con sus dientes rompió el empaque de uno de ellos, y un segundo más tarde su pene ya se encontraba perfectamente cubierto por el látex.
Ariana se encontraba inclinada y expectante.
Él mismo se encargó de quitarle las braguitas bajándoselas por las piernas.
La ardiente necesidad de penetrarla en ese mismo instante lo cegó.
Ella se sintió del mismo modo. Completamente poseída por el deseo de tenerlo dentro.
No les importó que todavía llevaba los tacones puestos.
Su marido la llenó de sí mismo con una arremetida de tal necesidad que rayó en la tormenta. La primera ola de placer se estrelló contra ella incluso antes de que él empezara a moverse siquiera.
Era imposible tenerlo tan profundamente dentro y no sentir un placer tan extremo.
Las paredes de su vagina se contrajeron. Se contorsionó, se contoneó, ciñendo su grueso miembro con los músculos internos. Abrió su boca buscando aire.
Sujetándola de las caderas, Jack salió de su interior casi por completo. Entonces la castaña gimió en señal de protesta, deseándolo entero otra vez, urgiéndolo a entrar de nuevo.
Y así él lo hizo con lentitud mientras miraba cómo su tronco desaparecía en ella, moviéndose en extrema paciencia. Las sensaciones fluyendo de su cuerpo al de ella, luego de vuelta otra vez.
Cada embestida fue un latigazo dulce de placer mutuo. El contacto abrasador los hizo jadear.
Sus manos subieron a desabrochar el sujetador y después lo lanzaron por los aires. La pegó a su pecho para que sintiera su piel desnuda y acunó sus senos masajeándolos a la par, y depositando suaves besos en su hombro, rodando después por su nuca y hasta el lóbulo de su oreja.
Su esposa gimió más y pidió más. Cerró sus ojos con fuerza.
–¡Oh, Jack...!–
Oirla gemir su nombre, fue gasolina para su deseo. Lo atravesó con más fuerza, endureciéndolo de una manera imposible. Ella se arqueó hacia él como si fuera a morirse si la soltaba.
El peleador tomó su mandíbula y la hizo girarse hacia un costado, ocasionando que su mujer tuviese que sujetarse del cuello con uno de sus brazos.
Su boca se entremezcló con la suya, y entonces no lo resistió más.
Se inclinó para deshacerse de sus pantalones que habían quedado atrapados en sus pantorrillas, y los dejó caer al suelo.
Tomó entonces velocidad, estableciendo un ritmo duro mientras la follaba.
Ariana se acopló al segundo a sus crecientes y rudos empujes porque aquello era precisamente lo que su cuerpo anhelaba, que la llevara a ese lugar mágico donde los límites se derretían. Sentía la necesidad de él, su desesperación, su miedo. Quería consolarlo, curarlo, pero todo lo que podía hacer era agarrarse a él, ofrecerle toda su dulzura, entregarse.
Una y otra vez fue llevada al borde del éxtasis.
–Eres mía– el áspero, autoritario y seductor tono masculino se arrastró sobre sus nervios. Sus labios estaban en su oído, su voz más oscura ahora, más profunda mientras la bestia que gobernaba muchos de sus sentidos subía a la superficie. –¿Me oyes, maldita sea? Jodidamente mía, Ariana– declaró posesivo. Gruñó detrás de ella.
La castaña sintió su aliento acelerado y se estremeció.
Él seguía bombeando. Sus testículos le golpeaban. La abrazó celosamente apretada. Le acarició las piernas y el vientre mientras la hacía suya sin piedad, le amasó los senos y le pellizcó los pezones con los dedos, separándole más los muslos, meciéndolos a ambos sin dejar de penetrarla con rápidos movimientos. Excitándola, llevándola al borde de un salvaje y jadeante frenesí.
Bajó entonces una de sus manos, y le acarició entre las piernas.
Sintió un infame y varonil placer al sentirla empapada, recibiendo su polla, estremeciéndose por su tacto.
–¡Aaah!–
Deleitándose por los gemidos que no paraban, Jack curvó los dedos y comenzó a girarlos alrededor de los lugares más sensibles en su interior, hasta que la tuvo sonrojada de expectante placer, sin dejar de rozar el pulgar contra el clítoris.
La castaña se retorció, gimió. Tal sensación fue perfecta y... ¡Oh, Santo cielo! Supo que estaba a punto de correrse.
Recibió cada ardiente empujón con sollozos de placer que fueron aumentando de intensidad según se acercaba a la meta hacia la que él la estaba llevando.
Sensaciones y emociones subían juntas cada vez más arriba.
El orgasmo la traspasó al instante, convulsionándose alrededor de los dedos de Jack. El desgarrador espasmo la dejó gimiendo, gritando por su amado.
Y escucharla gritar su nombre, con esa preciosa voz femenina, fue lo único que la Bestia necesitó para terminar en un clímax desatado. El vello se le erizó ante un torrente de lava que le traspasó la piel.
Su cuerpo entero relampagueó de un placer sobresaltado.
Ariana que todavía no se recuperaba soltó un pequeño grito más cuando los brazos masculinos se cerraron en torno a ella.
La giró sobre la cama y en un solo movimiento la dejó recostada sobre la cama. Tomó sus corvas para separarle las piernas. Su elasticidad de bailarina le fascinaba cada vez más. Admiró la perfecta flor rosada de su vagina y después cada curva, cada hendidura de su cuerpo. Era un festín para sus sentidos.
Se movió encima de ella, su cuerpo más grande y duro cobijándola.
Jack sabía que estaba loco. Sabía que estaba actuando como un animal pero no podía controlarse.
La miró fijamente.
–Te amo hasta la locura, Ari... Te amo hasta sentir que no respiro, y me da terror pensar en que algún día me abandones...–
Ahí estaba, confesándolo con sus propios labios. Confesando su mayor temor.
Su esposa alargó sus manos para acariciar el viril rostro.
–Esos nunca sucederá... Me tienes, me tienes por completo... Te pertenezco sólo a ti–
Él asintió.
–Mía...– siseó su voz tensa. –Mía, preciosa...–
–Tuya, Jack...–
El peleador la besó al tiempo que se quitaba el preservativo usado y se colocaba uno nuevo.
Ariana gimoteó cuando por segunda vez aquella noche, la punta de su polla comenzó a abrirse paso por entre su abertura. Estaba tan lubricada que en esa ocasión la penetración no resultó una lucha.
Jack la agarró por las muñecas y las colocó por encima de su cabeza. Empujó una vez y otra más, y se deleitó ante la imagen que le presentaba.
La cama traqueteaba y se agitaba. Los redondos pechos de su mujer se sacudían con cada embestida.
La soltó sólo para poder besarla y tocarla.
La castaña enterró sus manos en el oscuro pelo y tiró de él. Sus bocas se encontraron con prisa, se arqueó salvajemente bajo sus expertas caricias.
Los labios hambrientos masculinos fueron bajando. Jack hundió la cara en el cuello frágil y delicado, aspirando con avidez el aroma a hembra que desprendía. Tan delicioso...
Después atrapó su pezón en su boca lamiéndolo con visible devoción. Unos cuantos momentos y volvió a mirarla de frente.
–Abre los ojos– le pidió Jack sosteniéndose con sus dos brazos por encima de ella. –Abre los ojos y mírame, nena... Mira cómo te amo–
Sus miradas conectaron.
La respuesta de Ariana a la virilidad de su marido fue envolverlo cruzando las piernas, sus tacones chocando entre sí, arqueándose, ofreciéndole más, manteniéndolo muy, muy cerca, haciéndolo jadear y gruñir, hundiéndose más profundo.
Jack no tuvo ninguna otra duda.
Miró hacia su mano que ahora acariciaba el vello de su pecho. Ahí estaba la alianza de matrimonio en su dedo, brillando para recordárselo.
Esa mujer era suya. Lo sabía tan bien como conocía su propio nombre.
Y era él a quien ella amaba, era él a quien envolvía con sus piernas, a quien se entregaba noche tras noche, con quien se dejaba llevar por el placer más descontrolado.
A Ariana se le llenó el corazón de mil emociones al verlo. Ver su rostro enardecido y sus ojos más negros que nunca. Entregado, maravillado. Ser la causante de tal reacción la dejó de pronto muy impactada.
Nada, absolutamente nada la había preparado para una intimidad así, para un hombre como él.
¿Aquello podía ocurrirle en los brazos de otro? Llegó a preguntarse secretamente, ahí en medio de su dulce placer.
>¡Nooo!< se respondió al instante.
Le ocurría con Jack Reed, porque lo amaba. Porque lo amaba con todas sus fuerzas, con todo su corazón, con toda su alma y con cada parte de su cuerpo.
Le pertenecía por completo. No tenía duda de ello.
Cada suspiro, cada estremecimiento de placer, cada célula que conformaba su ser eran suyos. Incluso sus pensamientos pertenecían a ese espécimen varonil y apasionado.
Ésa era la verdad resplandeciente. Estaba enamorada de él. Lo quería todo de él, cada faceta, cada lado: el amante ardiente, el niño desconsolado, el joven tierno, gracioso y seductor, el furioso protector, el chico malo, el peleador de artes marciales. Lo amaba en su totalidad, por quien era y lo que era, por haberle enseñado lo que era amar.
No quería que dudara nunca más de su amor, no quería que Drew Van Acker fuese a ser una sombra entre los dos. No lo permitiría.
Lo que pasaba entre ellos era pura magia, y aún más impresionante. Honestidad, amor, pasión, ternura...
Eso no podría tenerlo con nadie más. Sólo con él. Sólo con Jack.
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Después de la prolongada velada, Pierce y Natalie llegaron a su hogar.
La casa estaba en completo silencio, así que supieron de inmediato que los gemelos habían ido a dormirse ya.
Ambos tomaron asiento en uno de los sofás de la sala principal, y se abrazaron mutuamente.
–Creo que hoy dormiré con una gran sonrisa en el rostro. Brosnan Concepts ha dado pasos monumentales esta noche. No puedo estar más contento–
Natalie se acurrucó en el brazo de su esposo.
–También yo estoy feliz– murmuró distraídamente. Realmente su cabeza se encontraba en otros lugares en ese momento.
Desde luego, Pierce que la conocía como a la palma de su mano, notó lo que ocurría.
–Pero fuiste aún más feliz al verlo, ¿no?–
–¿No te enfadarás si lo digo?– inquirió Natalie nerviosa.
Él negó prontamente.
–Desde luego que no, querida. Yo soy el más interesado en que encuentres a tu hijo, y si es ese chico tan trabajador y de buen corazón, Jack, será mucho mejor. Sé que le has tomado un cariño especial, y nada me gustaría más que tu deseo se vuelva realidad– le acarició el rostro colocándole el cabello tras las orejas.
Natalie sonrió conmovida. Lágrimas acudieron a sus ojos y fue derramándolas de poco en poco.
–Oh, Pierce, lo quiero más que nada. Anhelo que Jack sea mi hijo– su voz al hablar de él era siempre como en tono de súplica, de anhelo. –Hoy cuando lo vi... no sé cómo pude contenerme. Me dieron tantas ganas de abrazarlo, de decirle cuánto lo amo–
–Y lo harás algún día, pero primero debemos esperar a que el detective O' Neill nos confirme. No debemos dar ningún paso en falso, el tema es muy delicado– esta vez Pierce habló con seriedad.
Natalie exhaló. Se sentía muy frustrada al no obtener respuesta todavía.
–Lo sé. Sé que debo ser paciente–
–Ven aquí– Pierce abrió sus brazos para que ella se recostara en él. Le dio un amoroso y comprensivo beso en la frente.
Natalie se quedó pensativa pero después volvió a levantarse. Le era imposible quedarse quieta.
–¿Sabes? He estado rezando mucho para que el cielo me conceda este milagro–
Pierce le sonrió con ternura, y con un dedo limpió esas lágrimas que había derramado.
–Siempre la has tenido. Nunca la has perdido. Sé que lo conseguirás porque la fe mueve montañas–
–Gracias por apoyarme con esto. Gracias por ser el mejor marido que pude haber podido. Sin ti no sé qué habría sido de mí–
–Tú bien sabes que siempre te apoyaré. Cuando te conocí hace dieciséis años, prometí que te ayudaría a encontrar a ese hijo que habías perdido, la promesa sigue vigente, mi amor–
Y por ese motivo Natalie lo amaba.
Inclinó su rostro para besarlo.
El celular comienza a sonar, interrumpiendo el beso.
Les pareció muy extraño debido a la hora que era.
Cuando Pierce se dio cuenta de que quien llamaba era precisamente el detective, no dudó ni un segundo en responder.
–¿Sí, diga? ¿Detective?–
Al escuchar que se trataba de él, los ojos de Natalie se exaltaron. El corazón le latió con fuerza. Mil emociones recorrieron sus venas.
–Lamento llamarlo casi a medianoche– comenzó a hablar el hombre tras la línea. –Pero como ustedes me dijeron que cuando obtuviera noticias llamara inmediatamente sin importar la hora...–
–Sí, sí, sí– respondió Pierce con extrema impaciencia. –Eso fue lo que le dije, y si tiene novedades, hizo muy bien en llamarme. Vamos, suéltelo, no me haga esperar, por favor. ¿Qué averiguó?–
–Preferiría decírselo en persona. Estoy afuera de su casa. ¿Será que puede recibirme?–
–Desde luego que sí. Pero por supuesto. Le diré al guardia que lo deje entrar– colgó la llamada.
–¿Qué te dijo?– cuestionó Natalie un tanto alterada. –Cielo santo, Pierce no me tengas así. Dime ya qué fue lo que te dijo–
–Todavía nada. Viene para acá. Creo que trae noticias– tomó el teléfono y se comunicó con sus empleados de vigilancia. Les dio indicaciones de dejar entrar a su visita.
Abrió la puerta y observó el auto del detective estacionándose en su patio frontal.
–No sé si voy a soportar la espera– exclamó Natalie casi desesperada.
Pierce la rodeó con sus brazos.
–Amor, esta vez te lo digo en serio. Tienes que estar tranquila. Sea lo que sea que el detective venga a decirnos, tienes que mantener la calma–
Natalie bajó la mirada y asintió.
Pensó en que si O'Neill le llevaba una respuesta negativa, no iba a resistirlo. No resistiría tal desilusión.
Tomó aire para prepararse.
Su corazón le decía que aquel jovencito de ojos oscuros era su hijo, así que ella así lo creería, y debía permanecer confiada.
El detective entró a la casa y los saludó a ambos con un apretón de manos.
–Hablaremos en el estudio. Síganos por favor–
Un minuto más tarde, los tres se encontraron encerrados y en absoluta privacidad.
El detective les dijo que sería breve, así que permanecería en pie.
Pierce hizo lo mismo, pero a sabiendas de que las noticias que llevaban para ella podrían hacer que sus rodillas fallaran, provocando que cayera, Natalie tomó asiento.
Cerró los ojos y luchó por mostrarse paciente.
Dejaría que su esposo lo manejara todo, ella simplemente... Escucharía.
–¿Y bien? ¿Qué noticias trae, O'Neill?– preguntó Pierce yendo directo al asunto.
–Como les dije, seré breve, ya que no es muy extenso lo que hay para decir... Estuve haciendo todas las investigaciones correspondientes, indagué en los expedientes de Jack Reed, tanto clínicos como escolares, y los judiciales, al tratarse de un joven que pasó la mayoría de su infancia en hogares temporales y bajo la tutela del gobierno...–
Natalie sujetó con fuerza el respaldo del asiento.
El detective continuó hablando.
–No fue difícil acceder a todos sus documentos. Tengo aquí una copia de su acta de nacimiento– sacó su maletín y se la mostró a Pierce. –Ahí dice el nombre del padre que lo registró... Jason Reed–
Al escuchar aquel nombre, el rostro de Natalie se alzó con rapidez. La impresión fue demasiada. El shock emocional también. Tuvo que ponerse en pie para comprobarlo con sus propios ojos.
Le arrebató la hoja a Pierce, y la leyó por sí misma.
En efecto ahí estaba plasmado el nombre de aquel sujeto con el que había procreado a su hijo tantísimos años atrás.
Lo había registrado como padre soltero.
¡Cielo santo!
El aire comenzó a faltarle.
Pierce tuvo que sujetarla al ver que estaba a punto de caer.
La condujo de inmediato a uno de los sillones.
Natalie cerró los ojos e intentó volver en sus cinco sentidos.
Tenía mil preguntas que hacer, mil dudas por resolver, pero sus emociones estaban jugándole en su contra en esos momentos. El corazón le bombeaba a tal grado que temió que fuese a salírsele del pecho.
–Oh, santo cielo– exclamó y se cubrió el rostro.
Pierce se sentó junto a ella, y la tomó de las manos.
–Entonces...– le habló al detective. –¿Queda comprobado que Jack... es el hijo de mi esposa?– preguntó.
–Quizá hará falta hacer una prueba de ADN, pero por todos los datos y fechas que me dieron, en efecto, coincide–
–Pe...pero...– Natalie abrió la boca por primera vez durante esa conversación. –Pero... ¿Cómo es esto posible? Quiero decir... Usted me informó hace años que mi bebé había sido dado en adopción en el extranjero. ¿Por qué no me dijo que se lo había quedado Jason?–
–Porque ese fue el expediente que dejaron en la clínica donde usted dio a luz. Supongo que fue obra de su padre, el señor Portman. Lamento decirle esto, pero si desde un inicio hubiésemos sabido que en realidad Jason Reed había conservado al niño, lo habríamos encontrado hace ya mucho tiempo... A decir verdad, la investigación no hubiese durado ni un par de días–
A Natalie le dolió en el alma saber que a causa de una mentira más de su papá, había resultado imposible el encontrar a su hijo.
Lo odió por haberle arrebatado a lo que más amaba. Lo odió muchísimo pero no valía la pena desgastarse pensando en él.
Fred Portman ya había obtenido su castigo hacia ya mucho.
Ahora lo que importaba era Jack. Solamente él.
Tenía que buscar la manera de decírselo, de recuperarlo, explicarle cómo habían sucedido las cosas.
Aquella noche, más tarde, ya cuando se habían despedido y le habían dado las gracias al detective por todo, y se encontraban en la oscuridad de su habitación, descansando en su cama, Natalie no fue capaz de pegar un ojo.
El shock inicial del momento en que se enteró de Jack era en verdad su hijo le había impedido sentir algo más.
La impresión lo había abarcado todo, pero en esos momentos... Su corazón rebozó de alegría.
La sonrisa en su rostro fue inmensa.
Había encontrado a su pequeño Oliver... ¡Lo había encontrado!
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Habían hecho el amor por largas horas, y ahora los dos se encontraban exhaustos.
Jack dormía plácidamente, con esa sonrisa de satisfacción en el rostro.
Ariana por el contrario permanecía despierta.
Por alguna razón no había podido dormir todavía a pesar de que era ya de madrugada.
Le gustaba mucho observarlo dormir porque sólo así estaba quieto.
Su cabeza estaba apoyada en la almohada, y tenía la respiración serena y profunda.
Tenía un aspecto infantil y encantador, pero a la vez era demasiado guapo y varonil.
Ella quizás no había conocido nunca antes a nadie como él.
Su cuerpo era grande y espléndido, la belleza de su cara era severa y un tanto ruda debido al ceño fruncido que siempre llevaba en su expresión, pero a la vez era tierno y adorable.
Mientras lo admiraba no pudo evitar pensar en su pequeño bebé.
Aaron no tenía culpa absoluta en ninguno de los errores que habían cometido las dos personas que lo engendraron. Era un ser inocente dentro de todo aquello. Un niño que merecía ser feliz, que merecía crecer lleno de amor y cuidados. Había sido abandonado por quien se suponía, debía amarlo y protegerlo de todas las cosas malas del mundo y su exterior.
Drew Van Acker ni siquiera se había detenido un solo segundo a pensar en la posibilidad de que Ariana le estuviese diciendo la verdad. Había preferido creer lo que más le convenía, lo que más se acomodaba a sus egoístas planes de vida.
Gracias al cielo Aaron no lo necesitaba en su vida porque tenía a Jack, un padre maravilloso que lo amaba y se desvivía de amor por él, que salía a trabajar diariamente para traerle siempre lo mejor.
Ante esos pensamientos no dejó de mirarlo ni un solo instante. Con su mano acarició esa parte de su piel donde la sombra de la barba siempre aparecía aunque se hubiese afeitado.
Gracias al cielo él había llegado a sus vidas.
¿Qué hubiesen hecho sin ese maravilloso hombre?
A Ariana no le gustaba pensar en eso.
Su peleador estaba ahí, a su lado, amándola posesivamente, protegiéndola a ella y a Aaron con fiereza y determinación. Eso era todo lo que importaba.
–Te amo muchísimo, Jack...– le susurró. –Soy muy afortunada de tenerte, y Aaron también es afortunado de que seas su padre... Nunca hubiese podido elegir a alguien mejor para él. Tú eres el indicado, siempre lo fuiste–
Pensó entonces en ese temor que lo atormentaba.
A Jack lo había abandonado su madre cuando había sido muy pequeño. Lo había dejado desprotegido y a merced de un hombre desalmado, por eso tenía miedo de que ella lo abandonara también.
Pero eso jamás sucedería. Ariana jamás lo dejaría, y necesitaba que lo entendiera. Iba a hacérselo entender.
Le demostraría que no había ser humano en ese planeta que mereciera ser amado, más que él.
Jack se merecía todo lo mejor. Se merecía ser feliz.
Ella se encargaría de que así fuera.
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Este cap estaba listo para publicarse desde el día 1ro de enero, pero mis deberes de mommy me lo impidieron, lo lamento mucho.
Espero que la espera haya sido recompensada, if you know what I mean...
Aprovecho para desearles un 2021 de mucho amor, éxito y salud. Mis mejores deseos para todxs ustedes, de parte de su amiga Ángela. Los quiero muuuucho.
BTW... ¿Qué les dice la aparición de Drew? Amo leer sus teorías
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