Capítulo 22-2T
Ariana se encontraba sola en su habitación sintiéndose demasiado débil.
Muy nerviosa también de todo lo que le depararía para aquel día.
Las enfermeras le habían llevado el desayuno pero apenas y lo había tocado. Todavía sentía el estómago revuelto, además de que el mero esfuerzo de tomar el tenedor y alzar su brazo la agotaba. Por otro lado las costillas le dolían cada vez que respiraba.
Gracias al cielo ese día dejaría de usar aquel detestable collarín en su cuello.
Sin embargo no eran sus dolencias físicas las que la tenían mal, sino otro asunto.
Esperaba que sus padres fueran a visitarla y así les pediría que no dejaran que Jack Reed entrara más a su habitación. Le importaba un bledo que siguiera diciendo que estaban casados, no quería volver a verlo.
La ponía demasiado incómoda.
¿Ella y el chico malo de la escuela formando un matrimonio? ¡Eso jamás!
Entonces su respiración se cortó al escuchar que alguien abría la puerta.
Por un momento pensó que se trataba de él y eso la hizo sentirse aún más vulnerable.
Su alivio fue inmenso cuando se dio cuenta de que era un médico quien entraba.
No era el doctor Firth así que no lo reconoció. Era un desconocido para ella.
–Hola, Ariana– le sonrió.
Evidentemente la conocía.
–¿Sí? ¿Dónde está el doctor Firth?–
–Tranquila. Él vendrá en un rato más. Yo quiero presentarme, soy Michael Bakari y me da muchísimo gusto verte bien, bueno, dentro de lo que cabe. Tu accidente fue demasiado fuerte de sobrellevar, y gracias al cielo no hubo nada que lamentar–
–¿Ah no?– cuestionó ella a la defensiva. –Olvidé los últimos seis años de mi vida. ¿Eso no es algo para lamentar?–
Michael sonrió y negó. Vaya que estaba preciosa, incluso así, hospitalizada. En definitiva esa mujer jamás perdería el estilo.
–Estás viva, estás completa, estás sana y salva. Eso es todo lo que importa ahora–
–¿Y de qué me sirve todo eso? Yo hubiese preferido no despertar nunca, así no estaría viviendo esta pesadilla–
–No digas eso– Michael tenía toda la paciencia del mundo para ella. –Vas a estar bien, y te prometo que recuperarás tu vida de antes, así nadie se aprovechará más de tu situación–
La declaración del médico la hizo fruncir el ceño.
–¿A qué te refieres?–
–A nada– negó de inmediato. –Sólo digo que yo voy a ayudarte en tu recuperación. No me gusta presumir, pero soy muy bueno en mi trabajo– su tono era amistoso. Eso la hizo sentirse un poco más relajada.
–Tú y yo nos conocemos de antes, ¿no?– preguntó la castaña.
Tal pregunta fue la causa de un brillo muy notorio en la mirada negra de él.
–¿Tú...tú me recuerdas?– cuestionó ilusionado.
Moviendo la cabeza, Ariana negó.
–No, pero tu manera de comportarte conmigo me hace pensar que te conozco–
Michael no pudo evitar demostrar su decepción. Aún así mantuvo su sonrisa.
–Pues sí. Nos conocemos de antes–
–¿Éramos amigos?–
–Eh... algo así– respondió aunque la realidad era que Michael estaba deseando contarle todos los planes que habían tenido juntos hasta antes del accidente. Y hasta antes de que Jack Reed interfiriera como el aprovechado que era. –Somos amigos, y también seré tu doctor. Estaré llevando tu caso de cerca en colaboración con Firth–
–Bien. Pues gusto en conocerte, Michael, por segunda ocasión, supongo–
Debido a la broma, él sonrió.
–No has perdido tu sentido del humor–
–¿En dónde nos conocimos?– cuestionó ella de repente.
Michael que no había esperado que le hiciera esa respuesta, carraspeó nervioso.
–Eh... bueno, nos conocimos durante el tiempo que viviste en Nueva York–
–¿Viví un tiempo en Nueva York?– aquella revelación la dejó impresionada. Realmente no había pensado mucho en esa asunto. Su principal objetivo desde niña. El sueño por el que había estado luchando. ¿Acaso en aquellos seis años había alcanzado su más grande anhelo? ¿Se había convertido en una estrella de Broadway? Exhaló con tristeza. Lo dudaba. Lo dudaba seriamente.
–Eh... sí, como te dije, sólo por una temporada–
–¿Yo... estuve en algún musical allá? ¿Pertenecía a algún proyecto?–
–Será mejor que eso vayas recordándolo por ti misma–
Escucharlo decir eso la frustró bastante pero no insistió. Quizá la respuesta no fuese a gustarle.
–Ya, quita esa cara. Tienes que animarte. Mejor dime cómo estás. ¿Cómo te sientes hoy? ¿Te sigue doliendo algo?–
–Todo el cuerpo. La cabeza también me duele muchísimo. Además me siento muy cansada–
–Oh, eso es normal, pero en unos cuantos días estarás como nueva–
–Eso espero– contesto impaciente. –Todo esto es... es horrible–
Michael suspiró.
–Puedo imaginarlo, y quiero que sepas que puedes confiar en mí. Yo era...– pareció dudar e incluso enfadarse por momentos. –Yo era más que un amigo tuyo...– Ariana frunció el ceño y eso lo hizo querer retractarse de lo que había dicho. –Hablo de que había muchísima confianza entre los dos. Sé que no recuerdas nada, pero quiero que sepas que siempre estaré a tu lado y velaré por ti–
La castaña lo miró bastante confundida. Claramente no lo recordaba, y era totalmente extraño para ella toda esa situación.
–Escuche...–
–No tienes que decir nada. Solamente quiero que sepas que puedes confiar en mí–
–Quisiera confiar en mí misma pero ni siquiera eso me atrevo a hacer– murmuró desanimada.
Michael la tomó de las manos y negó.
–Vas a recuperarte, te lo prometo–
–¿Por qué estás tan seguro?–
–Porque tengo fe en ti, y sé que lo lograrás–
Ariana se hundió de hombros, y exhaló con tristeza.
–Ya no sé ni qué creer de mí. Despierto y me encuentro con que soy totalmente diferente a la persona que yo recuerdo... Tengo mucho miedo de enfrentarme a lo que viene– cerró los ojos con angustia, con temores, con cientos dudas. –Por favor tú no me mientas... ¿Es verdad todo eso que dicen? ¿Que... que estoy casada con ese sujeto, y que soy madre de un niñito?–
Michael exhaló con pesar. Después asintió.
–No hay razón para mentirte–
–¡Oh cielos!– exclamó ella y se sintió peor si todavía cabía. –Esto no está pasando– murmuró y cerró los ojos pero enseguida se repuso. –¿Qué pasará conmigo? ¿Voy a quedarme aquí mientras me recupero?–
–Me temo que no– le dijo con total seriedad. –Tienes que retomar tu vida, Ariana–
–¿De... de qué estás hablando?– cuestionó aterrorizada.
Michael se quedó callado, y para su fortuna, en ese instante entraron Hugh y Sandra por la puerta. Él se puso en pie de inmediato.
–Me retiro. Buenos días, señor y señora Butera. Con permiso–
Salió rápidamente, pero Sandra lo siguió.
Cuando los dos estuvieron en el pasillo ella lo llamó.
–¿Puedo hablar un segundo con usted, doctor Bakari?–
El médico asintió.
–Desde luego. Y... sabe que conmigo no hacen falta estas formalidades–
–Lo siento, pero justo ahora no puedo verlo como algo más que el doctor que está ocupándose de la situación de mi hija–
Las palabras de Sandra tuvieron doble intención. Michael borró la sonrisa de su rostro.
La preocupada madre no pudo evitar sentirse mal por él. Era un buen chico, pero el cielo sabía que en la vida de Ariana no había lugar para otro hombre.
–¿Qué se le ofrece, señora?– preguntó Michael sin más.
–Quiero pedirte que por favor no compliques más la situación, mi Ari ya está lo suficientemente mal y debemos ayudar en su recuperación–
–¿Y cree que el hombre que la engañó y le destrozó el corazón va ayudar a que se recupere?– no pudo reprimir la amargura de su reproche.
–Jack es su marido– respondió Sandra sin vacilar.
–Pero estaban separados, y eso usted lo sabe perfectamente. De Jack Reed no me sorprende, pero no esperaba esto de sus propios padres–
Sandra negó inmediatamente con la cabeza.
–Es que tú no entiendes, Michael... Lamento que todo esto esté afectándote, pero voy a pedirte que te mantengas al margen, y funjas únicamente como médico–
–Señora...–
Ella no lo dejó hablar.
–Soy la madre de Ariana, sé lo que es mejor para ella, y sé que la única persona que puede ayudarla a recuperar su vida es Jack, porque lo ama, y porque dudo mucho que esta amnesia haya matado ese amor–
–Quizá Ariana lo seguía amando. No se lo pienso negar. Pero no puede venir a decirme que ese... sujeto también la amaba. Él le falló–
Sandra negó.
–No le falló. Jamás le ha fallado y es por eso que lo defendemos tanto. Creo que no nos alcanzaría el tiempo para decirte todo lo que él ha hecho por mi hija. Michael, no quiero ni pretendo lastimarte, pero déjame darte un consejo... Olvídate de Ari mientras todavía puedas hacerlo. De otro modo sólo saldrás más herido– la señora Butera lo miró. Se hundió de hombros y regresó a la habitación dejándolo ahí.
Soltó un suspiró cuando regresó y se encontró a su hija y a Hugh muy sonrientes.
–Mamá, papi me ha dicho que me darán el alta en unos cuantos días más. Estoy muy emocionada por eso–
–Sí, princesa, pero ya te dije que será sólo hasta que tus heridas y lesiones estén sanadas–
–No importa. Esperaré el tiempo que sea necesario con tal de que me lleven a casa con ustedes. Porque ahí es a donde iré, ¿cierto?–
Hugh y Sandra se miraron con un poco de tensión. Luego volvieron sus miradas a su hija. Ambos sonrieron con nerviosismo.
–Desde luego que sí, querida. Irás a casa–
–¿Lo prometes, papá?–
–Lo prometo, cariño. Prometo que estarás muy bien, y que serás tan feliz como lo eras antes–
Ariana se sintió entonces mucho más tranquila. Sobre todo porque Jack no se había aparecido por ahí.
El alivio que sintió la relajó. Esperaba seguir sintiéndose así por el resto de los días.
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Sin embargo Ariana se sintió traicionada y muy angustiada cuando una semana después, fue dada de alta y descubrió que en efecto se dirigiría a su casa, en donde se recuperaría, pero no sólo aquello sino que también tendría que soportar la presencia de Jack Reed, ya que según sus padres le habían dicho, él también estaría viviendo ahí.
Para ella todo aquello no era más que una pesadilla.
–Ariana, tienes que tranquilizarte, por el cielo santo– exclamó Sandra completamente consternada.
–¡No, mamá! ¡¿Cómo pueden hacerme esto?!– sollozó la desolada joven con amargura. –¡No quiero vivir con él! ¡No pueden obligarme!–
–Ari, Ari, ahora te sientes mal porque no recuerdas nada, pero te aseguro que en cuanto lo hagas todo estará bien. ¿Quieres recuperar tu memoria sí o no?–
–¡Claro que quiero recuperarla! ¡Quiero que esta pesadilla termine!–
–Entonces debemos seguir instrucciones médicas, hija. El doctor Firth dijo que...–
–¡¿El doctor Firth, mamá?!– explotó Ariana furiosa. –¡Es mi vida la que se ha desmoronado, no la suya! ¡No me importa lo que él haya dicho!–
Entonces Hugh apareció. Desde el pasillo había escuchado los gritos.
Miró a su hija con expresión severa.
–Escúchame una cosa, Ariana– le dijo firmemente. –Sabemos lo difícil que es esto para ti, y no imaginas cuánto lamentamos que estés sufriendo, pero si no comienzas a adaptarte a tu antigua vida inmediatamente, las cosas serán peores para ti. ¿Lo entiendes? Todos estamos poniendo de nuestra parte para que te recuperes, debes hacer lo mismo–
–¡No, papá!– la joven castaña seguía renuente.
–Ahora mismo piensas que somos unos monstruos, Ari, pero hacemos esto por tu bien. La vida diaria y la convivencia tanto con Jack como con tu hijo, ayudarán en gran manera a que comiences a familiarizarte con tu entorno y a que puedas relacionar todo por ti misma–
–¡Pues no quiero! ¡No quiero y no pueden obligarme!–
–Cariño, tienes que calmarte– intervino Sandra. –No lo comprendes ahora, pero amas a tu hijo y también a tu marido...–
–¡Mamá, por favor!– sollozó Ariana llena de dolor. –No sigas...–
No entendía nada, absolutamente nada de esa maldita situación.
¿Por qué de pronto pasaba todo aquello? ¿Por qué de pronto todo el mundo aseguraba que ella amaba a ese hombre? ¡¿Cómo?! ¡¿En qué momento había sucedido?! ¡¿Por qué se había relacionado con él?!
>¡No, no! ¡Noooooo!<
–Ya se decidió. Ariana–
–¿Y cuándo me preguntaron a mí? ¿Cuándo me preguntaron si yo estaba de acuerdo?–
–Por el momento tú no eres capaz de decidir por ti, así que cuanto antes lo aceptes, mejor, mucho mejor. Las esperaré en el auto–
Hugh salió de la habitación sin más.
Sandra soltó el aliento muy angustiada.
Ariana no dejó de llorar ni un solo instante.
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Nada había cambiado...
Pensó la castaña cuando el auto de su padre se adentró en la lujosa residencia.
Atentamente observó a Bernardo y se dio cuenta de que no había envejecido ni siquiera un poco. Se le veía igual que antes.
El empleado de sus padres la saludó con una sonrisa amistosa.
Él y la fachada de su casa la hicieron pensar por segundos en que todo aquello no era más que un mal sueño y pronto despertaría.
Todo seguía igual. Exactamente a lo último que ella recordaba.
Había despertado, había tomado el desayuno, y después... Después conduciría hasta Worthington para presentar su obra musical y festejar con Drew su cumpleaños.
>Drew...< pensó en su novio de la preparatoria y no pudo evitar suspirar.
Tenía demasiadas dudas con respecto a él y sabía que nadie ahí se las respondería.
¿En dónde estaba? ¿La había dejado y por eso ella se encontraba ahora casada con Jack Reed?
Negó inmediatamente.
Debía aceptar que las cosas eran distintas en esos momentos. Incluso que ella lo era.
Habían pasado seis años, después de todo. Ahora lo sabía demasiado bien.
Se sentía fatal por ello.
Su padre aparcó el vehículo.
Salieron de él, pero de pronto Ariana se dio cuenta de que una camioneta aparecía. Observó a Bernardo saludándolo como si lo conociera desde mucho tiempo atrás. Sufrió un vuelco en el pecho cuando fijó miradas con Jack.
Era él quien recién llegaba.
Inmediatamente se puso rígida. Su piel palideció. Un nudo se formó en su garganta.
–Espera aquí– le dijo su padre.
Tanto él como su mamá fueron al encuentro de Jack.
No le hacía ninguna gracia ver que los tres se llevaban tan bien. No lo entendía.
¿Por qué sus padres habían permitido que se casara con un tipo como él? ¿Se habían vuelto locos? Eso parecía.
Lejos de ella, el peleador miró a sus suegros sintiéndose muy angustiado.
–No estoy seguro de todo esto– confesó.
–Vamos, Jack, anímate, todo saldrá bien–
–No sé. No lo creo. Ariana está demasiado afectada, y yo... yo no quiero que Aaron salga afectado también–
–Tienes razón, pero debemos correr el riesgo– respondió su suegro.
–¿Aunque eso seguro altere más a Ariana?–
Hugh se hundió de hombros.
–Supongo que sí–
–Pero no está preparada...–
–Tranquilo, Jack– interrumpió Sandra. –Yo creo que le hará bien ver a su hijo. Se preocupó mucho cuando pensó que lo llevaba consigo el día del accidente–
–Pienso lo mismo. Quizá hasta se acuerde de él–
Jack soltó un suspiro deseando que en efecto así fuera.
–Bien. El hombrecito está adentro con Adrienne y Miles– se sentía demasiado nervioso. Temeroso también. Tenía muchísimo miedo de que las cosas no resultaran, que no pudiese controlar la situación y no poder ayudar a Ariana. Encima temía que su hijo saliera lastimado de todo aquello.
Él conocía de primera mano el dolor de que la mujer de su vida no lo recordara. No quería que su Aaron sufriera debido a eso, pero Hugh tenía razón y debían correr el riesgo. –Maldición, tampoco quiero que Ari sufra, pero no tengo una una maldita idea de cómo impedirlo–
–Creo que va a sufrir todavía más de lo que ya está sufriendo, pero para eso nos va a tener a nosotros, y principalmente a ti, Jack. Estoy poniéndote toda mi fe–
–Si yo fuera tú no lo haría, Hugh– la Bestia no podía evitar sentirse muy desanimado.
–Ah, tonterías, claro que sí– exclamó él. –Sé que no hay nadie en el mundo que la ame tanto como tú nos has demostrado que la amas. Esto es una prueba más de su amor. Todo estará bien, ella te ama, y tarde o temprano tiene que recordarlo, y si no es así, si nunca recupera la memoria, puedo decir con seguridad que ella aprenderá a amarte, a ti y a Aaron también–
–Mi esposo tiene razón, Jack. Su cabeza tendrá amnesia, pero su corazón no. En el fondo ella sigue siendo la misma. Ahora sólo necesita ayuda para encontrarse–
–Y lo hará mujer, con la ayuda de todos, pero primero es lo primero, y eso es que conozca a Aaron. Debemos pensar bien cómo lo haremos–
–Sí. Tiene que ser con mucho cuidado, y lentitud. Nada de impresiones fuertes para ella–
Se encontraron entonces tan absortos en su charla, que ninguno se dio cuenta del momento en el que la gran puerta de la casa era abierta, y de ella salía un muy emocionado Aaron, que corrió hacia su madre en cuanto la divisó.
–¡Mami!–
Paralizados se quedaron Jack, Hugh, Sandra, Adrienne que recién salía, y Miles tras ella. Los cinco con expresión de horror.
–Mierda...–
–¡Deténganlo!–
El peleador fue el primero en reaccionar. Corrió hacia él.
Un segundo más tarde, los demás hicieron lo mismo.
Pero ninguno fue lo suficientemente rápido para lograrlo.
Ariana se quedó estupefacta cuando el niño se abalanzó sobre ella, abrazándose a su cintura y apoyando la carita sonriente en ella.
–¡Mami, por fin viniste!–
La castaña entró en shock. La conmoción hizo explosión en su mente dejándola aún más perturbada. La sangre se congeló en sus venas. El corazón golpeteó una tras otra vez haciéndole daño, lastimándola, golpeándola sin piedad.
Horrorizada miró al pequeño que se apretaba contra ella.
>No...<
–¿Mami, dónde estabas? Te extrañé mucho–
La ternura de su infantil vocecita la hizo estremecerse, pero todo fue peor cuando él levantó su rostro, y Ariana pudo ver así su miradita dulce y traviesa. Tenía los ojos idénticos a los suyos, y se parecía tanto a ella...
Eso bastó para que su autocontrol se tambaleara al punto de sentir que desmayaba.
Aquello fue más de lo que pudo soportar.
Estuvo a punto de soltarse a llorar y entrar en otro cuadro de histeria que no iba a poder dominar.
Para su fortuna Jack apareció tomándolo en brazos y alejándolo de su cercanía.
Adrienne y Sandra aparecieron para su auxilio, y la sujetaron.
Jack colocó a su hijo de vuelta en el suelo, y le pidió a Miles que lo llevara arriba mientras se encargaban de lo que ocurría ahí mismo.
Su concuño asintió pero Aaron se mostró reacio a irse.
–¿Por qué llora mami?–
Una vez que Ariana fue llevada al interior de la sala principal, Jack soltó el aliento. Miró a su pequeño. Siempre había sido inteligente y observador. Además de un pequeño caballerito con su amada madre.
–Tranquilo, hombrecito, mamá estará bien–
–No, papi, ella está llorando. No está bien. Debemos hacer que deje de llorar– los ojitos de Aaron se inundaron en lágrimas.
A Jack se le rompió el corazón.
–Te prometo que haré que ya no llore más, ¿vale? Ahora ve con tío Miles y pórtate bien– le dirigió una mirada tranquilizadora y con sus palabras consiguió convencerlo.
Aaron parecía asustado, pero confiaba ciegamente en su padre así que no reprochó nada. Asintió obedientemente y después subió escalones con Miles quien ya le estaba contando que se divertirían muchísimo jugando a construir torres con los Legos.
Jack intentó ir tras su esposa para... No tenía idea de para qué, pero Hugh lo detuvo.
–No, no. Jack. Deja que sea Adrienne quien hable con ella. Creo que... ya la presionamos demasiado–
La hermana mayor de las Butera había llevado a Ariana hasta uno de los sofás.
–Tranquilízate, Ari, por favor– le dijo en tono consternado.
–Adrie, por favor...– suplicó la menor, pero ni siquiera sabía qué estaba suplicando.
Desde el arco de la entrada, Jack cerró sus ojos. Ella ni siquiera lo miraba, estaba claro que no deseaba tener ningún trato con él, y eso le dolió profundamente. Decidió entonces alejarse. No tenía mucho que hacer ahí.
–Imagino que no debe ser nada fácil para ti, pero debes ser fuerte–
–No soporto más esto– sollozó Ariana desesperada. –¿Por qué lo trajeron?– cuestionó refiriéndose claramente al niño. –Yo... yo no estoy preparada todavía–
–Fue por tu bien, Ari. Si esperábamos hubiese sido como perder el tiempo, porque nada te habría preparado para esto. Debías afrontarlo cuanto antes–
–Adrienne, tú no me entiendes– la joven comenzó a llorar.
–Claro que te entiendo. Comprendo tus miedos, pero...–
–¡No, no puedes comprender! No puedes siquiera imaginarte... todo lo que estoy sufriendo. ¡Nadie tomó mi opinión en cuenta! ¡A nadie le importaron mis sentimientos! ¡Cómo iba a sentirme yo!–
Adrienne negó en completo desacuerdo.
–¿Qué quieres hacer entonces?– le recriminó. Alguien tenía que hacerla entrar en razón y si debía hablarle fuerte entonces lo haría. –¿Desechar a Jack y a tu hijo como si nunca hubiesen existido en tu vida? Existen, Ariana, son parte de ella, y estos seis años que no recuerdas, en verdad pasaron, no son ningún invento nuestro. Y si quieres recuperarte es tu obligación poner de tu parte. Poniéndote histérica a cada momento no vas a lograr nada. Todo será perjudicial para ti–
Ariana sopesó las palabras de su hermana. Estás hicieron efecto en su mente y corazón pero su negación seguía presente.
–No es tan sencillo–
–Ya lo sé. Todos lo sabemos, y créeme que para nadie lo es–
–Pero no es la memoria de todos la que se ha ido, es la mía. Mi vida hasta donde yo la recuerdo era muy diferente a todo esto. Yo era una niña con aspiraciones y metas por cumplir. Quería ingresar a Julliard, ser artista en Broadway. ¿Dónde quedó todo eso? ¿Realmente crees que simplemente voy a aceptar que en mi adolescencia me embaracé del patán de mi escuela y mandé mis sueños al infierno? ¡Pues no! Porque esa perspectiva no se parece en nada a la que yo era. ¡Esa no soy yo!–
–Ari...–
–¡No! No me digas más. Yo... yo habría preferido no despertar del coma nunca–
–No digas esas cosas. Por favor no vuelvas a repetirlo– le pidió Adrienne casi en súplica.
–Es la verdad–
–No. No es lo que sientes realmente, sólo lo dices porque estás muy mal. Sé que a tu parecer somos unos egoístas y que todo esto es una locura, pero no es así. Somos tu familia, te amamos, queremos lo mejor para ti, y queremos que recuperes tu memoria. Sí, tu vida era muy diferente antes, yo ni siquiera estaba en ella, ¿recuerdas eso? Estoy en Boca Ratón por ti, hace seis años me quedé por ti, y sigo aquí. Las cosas no son como te estás imaginando–
–¿Dónde está Drew? Quiero verlo, él puede explicármelo todo–
–No sé dónde está, y tampoco importa. Él no es importante para ti ahora, Ariana, ¿de acuerdo? Así que olvídalo–
–¿Pero en qué momento... dejamos lo nuestro?–
–Eso deberías hablarlo después con Jack–
Ariana deseó gritar.
–¿Y esperas que confíe en ese sujeto? ¡Es un desconocido para mí!–
–Y eso es lo que tienes que entender. Ahora no lo recuerdas, pero no es en absoluto un desconocido, Ari. Jack es un hombre maravilloso, y te ama. Lo mejor era que tú lo amabas de igual manera...–
¿Ella amaba a Jack Reed?
La castaña tuvo muchas ganas de llorar.
–Aunque me veas con esa cara, estoy diciéndote la verdad. Eras muy feliz, Ari. Con Jack. Y cielo santo, si tan solo supieras todo lo que ese hombre ha hecho por ti. La familia entera hemos sido testigos del gran amor que te tiene. Eres su mundo entero, y hasta antes del accidente tú le correspondías, y no sólo eso, sino que también eras la madre más amorosa para su hijo. Por eso tienes que rebuscar en el fondo de tu corazón hasta que encuentres todo lo que has olvidado–
–Es que estoy muy asustada, Adrie...–
La expresión de angustia de su pequeña hermana hizo que Adrienne recordara aquel momento años atrás cuando había descubierto que ella estaba embarazada. Sus ojos se cristalizaron pero no derramó las lágrimas. Ya era suficiente con que una de las dos estuviese hecha un mar de llanto.
–Seguro que los estás– asintió muy emotiva.
Ariana no podía dejar de darle vueltas a todo eso que acababa de escuchar. Ella no podía evitar recordar a ese hombre como un chico muy agresivo, vulgar, hostil, solitario, mujeriego...
–¿Por qué estoy con él?– preguntó de pronto. –¿Por qué me casé con él? ¿Cómo fue que pasó? ¿Qué ocurrió para que termináramos juntos y con un hijo? Por favor, Adrienne. Necesito que me lo cuentes todo... Estoy desesperada, y la cabeza me va a explotar si no me dan respuestas pronto–
–Lo lamento mucho, Ari, pero yo no tengo la autorización para hablarte de ese tema. Tienes que recordarlo por ti misma, o en su defecto tendría que ser Jack quien te lo contara–
–Hermana, no me hagas esto...– suplicó Ariana inundada en llanto.
–El doctor nos pidió que nos limitáramos a hablarte de los detalles que tú ya sabes, porque el hecho de que vayas recordando cosas eventualmente será parte de la evaluación de tu progreso–
Ariana dejó de insistirle, pero no dejó de sollozar ni un solo instante.
–Debes tranquilizarte. Llorando no vas a resolver nada, sólo lo empeorarás–
–No puedo hacer nada que no sea llorar y lamentarme. De pronto me encuentro atrapada en este embrollo, y nadie quiere ayudarme–
–Ya te dije qué es lo único que debes hacer. Tienes que confiar–
–¿Confiar?– bufó Ariana.
–Sí. Sólo eso–
–Pero ni siquiera quieren contarme nada, darme explicaciones–
–Ya lo irás entendiendo. Te lo prometo–
Ariana limpió sus lágrimas, y la miró.
Aquello en lugar de tranquilizarla, la alteró más de la cuenta. No era posible que todos insistieran en eso... Estaba hasta el cansancio de escuchar que amaba a Jack Reed, y que él la amaba a ella. Era simplemente... increíble.
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Alcohol era lo que Jack necesitaba.
La sala de la enorme mansión Butera estaba a oscuras. Solamente estaba encendida la luz del pequeño minibar. La casa estaba en absoluto silencio.
El día había sido largo, muy largo.
Abrió su cerveza y bebió un trago largo.
El liquido le calentó la boca y su nariz, y siguió por la garganta hasta sumergirse al fuego que ya ardía en su interior.
Cerró los ojos y después se recargó en la barra. Cuando los abrió miró hacia la nada.
Apenas y fue consciente de Hugh entrando a la sala.
Su suegro al verlo no pudo evitar mostrar una sonrisa.
–Tienes ahí los coñacs, brandys, vinos, champañas y whiskys más costosos del mundo, pero prefieres beberte una cerveza– le dijo en tono bromista.
Jack relajó un poco sus facciones, y miró la botella que había colocado junto a él.
–Creo que los gustos nunca cambian– respondió simplemente.
Hugh asintió en acuerdo.
–Claro. Lo veo en ti. Tu madre es multimillonaria, y aún así sigues siendo el mismo chico sencillo de siempre. Jamás le has pedido ni un solo centavo–
–Es su dinero, no mío–
–Pero eres su hijo, y te adora con toda su alma–
Aquello era cierto.
–Sí, pero... La quiero a ella no lo que me pueda dar. Su dinero me importa un carajo–
Hugh agrandó su sonrisa.
–En verdad que nunca había conocido a nadie como tú–
–¿Eso es un insulto o un halago?– Jack frunció el ceño. Luego dio otro sorbo a su botella.
–Es un halago. Completamente– aseguró su suegro, quien no dudó en tomar una cerveza para él mismo. La abrió y le dio un trago. –¿Es de locos no?–
–¿Qué cosa?–
–Pensar que un día tú y yo viviríamos bajo el mismo techo–
Jack asintió.
–Muy de locos. Pero todo lo que ha ocurrido en el último año ha sido una locura. Encarcelamos a un juez corrupto y vencimos al narcotraficante más peligroso de América y Europa. Ahora lo que me cuesta creer es que... Ariana tenga amnesia, que no recuerde nada de lo nuestro. Eso me tiene muy mal–
–Lo sé, puedo vértelo en la cara y no sabes cuánto lo lamento–
–No entiendo por qué la vida sigue haciéndome estas jugarretas. ¿Estaré maldito o algo?– Jack se veía muy abatido.
–No claro que no, sólo pasa que... a veces el destino se ensaña con las personas buenas. Yo tampoco lo entiendo, lo que sí sé es que las cosas se solucionarán, ya lo verás. Tengo mucha fe–
–Yo en cambio empiezo a dudarlo–
Hugh negó de inmediato.
–¿Recuerdas lo que dijo mi esposa esta mañana? La mente de nuestra Ari se ha olvidado de muchas cosas, pero su corazón no. Estoy segura de que ese te recordará tarde o temprano–
–Deseo que sea más tarde que temprano– admitió Jack deprimido.
–Así será. Seamos positivos. Ahora, deberías dejar de emborracharte y subir a descansar. Fueron días terribles para todos, seguro estás exhausto–
–Debo esperar a Aaron. Pasó toda la tarde con Noah y Liz, y en cualquier momento llegarán a dejarlo–
–Bien. Yo subiré. Por favor habla con mi nieto. Explícale que... que su mami estará malita por un tiempo. No me gustaría que Aaron sufriera–
–Creo que va a ser inevitable que sufra, Hugh, ¿no lo crees? Con eso de que el doctor recomendó que él y Ariana estén cerca–
–Quizás, pero nuestro deber es protegerlo. Debemos hacerlo. Y si en una semana las cosas no mejoran, hablaré con ese Firth y le diré que deje a Aaron fuera de todo esto. ¿Una semana? Le doy un par de días–
Jack asintió en acuerdo. Se puso en pie y se despidió de su suegro con un choque de puños.
Dejó su botella de cerveza sobre la barra.
En ese momento el timbre de la casa se escuchó.
Se apresuró a abrir inmediatamente, pues a esa hora los empleados domésticos se encontraban dormidos. Por otro lado él jamás se acostumbraría a que lo atendieran.
Una vez que abrió se encontró entonces con su amigo Noah.
Elizabeth se encontraba junto al auto ayudando a Aaron para que bajara.
–¡Papá!– el niño corrió hacia su padre y lo abrazó.
Jack lo recibió alzándolo en brazos y depositando un beso en su frente.
–Venía dormido pero en el camino se despertó– le dijo Noah.
–Jugamos toda la tarde, así que no tendrás problema en hacer que se meta a la cama– bromeó Liz sonriente pero después borró su sonrisa de poco en poco. –¿Cómo sigue?– preguntó discretamente, y refiriéndose a Ariana con claridad.
–No muy bien– Jack dejó a su hijo en el suelo, y después respondió por lo bajo para que él no fuese a escuchar del todo. –Pero mejor hablemos de esto en otro momento, ¿sí?–
–Bien, amigo, sabes que cuentas con nosotros para todo–
–Lo sé, se los agradezco muchísimo–
–Muero de ganas por verla y darle un abrazo. Vendré mañana. Sólo espero que mi visita no vaya a ser perjudicial para ella–
–Creo que le hará bien verte. Después de todo tú sí formas parte de su pasado–
A Elizabeth le preocupó mucho ver a Jack de aquel modo. Con su mano palmeó su brazo.
–Ella te recordará muy pronto. No pierdas la esperanza– le sonrió.
Jack les agradeció.
–Eh... ¿No quieres que Aaron pase la noche en nuestra casa?– ofreció Noah de repente. –Digo, por aquello de que... las cosas no están como normalmente por aquí–
–Descuida, pero gracias por el ofrecimiento, y gracias por cuidarlo–
–Para eso estamos, hermano–
Sin más se despidieron.
Cuando Jack cerró la puerta y se giró, se encontró con Aaron que lo miraba expectante.
–¿Papi, por que no nos has llevado todavía a nuestra casa?– le preguntó con vocecita tierna.
–Eh... Todavía no es tiempo, hijo–
–¿Cuándo será tiempo?–
–Yo... yo no lo sé, pero te prometo que será pronto, muy pronto– le sonrió. –Mientras tanto viviremos todos aquí con tus abuelitos. ¿Te gusta la idea?–
–Sí. ¿Puedo ir a ver a mami? En la mañana estaba llorando muchísimo así como antes. Le quiero decir que ya no llore más, porque tú ya estás con nosotros–
Las palabras de su hijo dejaron en Jack un hueco muy grande en su pecho.
Le costó retener las lágrimas que había estado reprimiendo. Abrió la boca para poder hablar pero de primera cuenta estas no salieron.
–Ven aquí, hombrecito– lo llamó finalmente.
El pequeño fue a él de inmediato. Jack lo alzó de nueva cuenta y esta vez lo dejó sentadito en la barra de la escalera, colocándose frente a él para cuidar que no cayera.
Se tomó un poco de tiempo antes de decir algo. Aquello tampoco iba a ser nada fácil. Ver la carita confundida de su Aaron le rompía el alma. Y después iba a ser peor...
En esos momentos no sabía ni cómo debía comenzar a explicarle.
–¿Qué pasa, papi?– preguntó el niño, quien resentía la preocupación de quien siempre sería su mayor héroe. –¿Por qué mami sigue enferma? ¿No la curó el doctor?–
No hubo necesidad de que Jack empezara el tema. Aaron era bastante inteligente para su corta edad.
Jack hubiese dado lo que fuera con tal de que su hijo no saliera lastimado, pero al parecer todos iban a tener que sufrir aunque fuera una mínima parte. Eso hacía añicos su corazón.
–Mami sigue enferma, efectivamente– asintió.
–¿Cuándo se va a curar? Regrésala al hospital. Quiero que esté bien– la preocupación de su pequeño era enternecedora.
–No es tan sencillo, hijo–
–¿Pero por qué?– reprochó.
–Escucha, voy a explicarte lo que sucede, pero necesito que me pongas toda tu atención, ¿vale?. También voy a necesitar que seas fuerte y muy valiente–
El niño asintió prontamente.
–Sí, papi. Seré muy fuerte y muy valiente como tú–
Jack le sonrió. Depositó un suave beso en su sien. Luego volvió a mirarlo cara a cara.
–Mami sufrió un golpe en su cabeza–
–¿Y le dolió mucho?–
El peleador asintió con tristeza.
El niño por su parte se quedó muy impresionado y angustiado también.
–Ese golpe... ese golpe ha hecho que ella no pueda recordar algunas cosas–
La expresión en el rostro de su Aaron, le dijo a Jack que no había comprendido del todo.
–Su cerebro ha olvidado muchas cosas, ha olvidado gran parte de su vida– le explicó cauteloso.
–¿Olvida cosas como Dory?– cuestionó refiriéndose al gracioso pez olvidadizo de una película animada.
Jack hizo un mohín.
–No, no como Dory, pero...–
–Tiene amnesia–
Por instantes, Jack se quedó sorprendido de que su hijo siendo tan pequeño conociera la palabra y su significado.
–¿Cómo lo sabes?–
–Eso mismo tenía Harry, el amigo de Spiderman–
–Es verdad– sonrió Jack sintiéndose orgulloso de él. Había leído por ahí que no era bueno permitir que los niños miraran televisión porque los hacía estúpidos. Para él no habían sido más que idioteces, pero le alegraba saber que su hijo tomara las caricaturas y las películas como un medio informativo, y aprendiera de ellas. Era muy listo.
–Exactamente. Eso es lo que mami tiene–
–¿Entonces no se acuerda de mí?–
–Me temo que no, hombrecito–
–¿Y de ti?–
Jack se encogió de hombros. Claramente de él sí se acordaba, pero no tenía sentido decírselo al niño.
–De mí tampoco–
–¿Y de la abuela Sandy, y de Wobby, y tía Adrie?–
–Bueno... A ellos sí los recuerda–
–¿Por qué a ellos sí y a nosotros no?–
–Es difícil de explicar, campeón–
Aaron se encontraba verdaderamente consternado, y Jack se sentía fatal de verlo así.
–Pues explícame– insistió.
–Mami no se ha olvidado de toda su vida, simplemente una parte de ella–
–¿La parte en la que estamos tú y yo?– preguntó.
–Exactamente–
–¿Y cuándo va a recordarnos?–
–Un día de estos, ya lo verás– lo más difícil era tener que fingir que todo estaba bien, y sonreírle para despreocuparlo.
–¿Ya no nos quiere?– la pregunta denotaba cierto temor en su vocecita.
¡Oh, mierda!
Jack estuvo a punto de romperse ahí mismo. Pero tomó fuerzas de donde pudo.
–Hey, no digas eso. Por supuesto que te quiere. Una madre jamás se olvidaría de amar a su hijo–
La respuesta dejó tranquilo a Aaron.
–Qué bueno– exclamó contento. –Yo tampoco me olvidaría de que la quiero mucho, mucho, muuuucho–
Su padre le sonrió esta vez más genuinamente.
–¿Entonces vas a apoyarme en esto? ¿Vas a ser comprensivo con mamá en todo para que ella sepa que la amas?–
Aaron asintió con una sonrisa.
–Sí, papi–
–Perfecto, hombrecito. No esperaba menos de ti– lo abrazó con fuerza. La cercanía de su pequeño le reconfortaba de manera increíble. –Ahora vamos, es hora de dormir–
–Papi, pero llévame como caballo–
Jack soltó una carcajada.
–Desde luego que sí–
Los dos rieron.
Ninguno supo que Ariana había estado detrás de una de las paredes escuchando toda la conversación.
Ella limpió sus lágrimas.
Ciertamente no había dejado de llorar desde que despertara del coma.
Llevaba días enteros llorando amargamente y todavía no conseguía reponerse.
Su corazón estaba destrozado en esos momentos.
Le estaba costando muchísimo aceptar que tenía un hijo, incluso después de haberlo visto y que él la hubiese llamado... mamá.
Aún así lo último que deseaba era lastimarlo. No quería herir al niño. Después de todo él era el menos culpable dentro de todo aquello. Pero... ¿Pero quién se había preocupado por no lastimarla a ella?
Había despertado, y en lugar de encontrarse con su vida tal y como la recordaba, estaba convertido todo en una verdadera pesadilla.
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Ariana se miró al espejo.
Permaneció ahí de pie mirándose por largos minutos que después se convirtieron en un par de horas.
Todavía no lograba reconocerse. No lograba identificarse con la persona que veía en el reflejo y le devolvía la mirada.
Sentía como si una revelación se hubiera fundido en el centro de su cerebro.
Era como mirar a una extraña.
Definitivamente no tenía más diecisiete años. No era más aquella adolescente soñadora, llena de metas y de aspiraciones.
Estaba convertida en una mujer, una que había cambiado con el paso de los años y de eso no cabía duda. Su rostro se lo decía, su mirada, su cuerpo... Todo en ella era distinto. Había madurado, pero su cabeza... Su cabeza le decía otra cosa muy diferente.
Exhaló y se giró para mirarse mejor.
No podía negar que le gustaba su físico. Siempre había tenido buena genética, pero era evidente que durante aquellos últimos años había estado ejercitándose. Quizá todavía bailaba. Tenía un trasero bien redondeado y un par de piernas más tonificadas de lo que recordaba.
Pero lo que más la sorprendía eran sus pechos. ¿Realmente eran suyos? Eran llenos y balanceantes. En definitiva más voluptuosos. Completaban su apariencia dándole una anatomía de reloj de arena.
Le encantaba. Se veía fabulosa.
Era una lástima que no pudiese decir lo mismo de su rostro.
Había llorado tanto que tenía sus ojos enrojecidos, y debido a su falta de sueño, le adornaban un par de ojeras desastrosas. Eso sin contar todas las experiencias vividas que sus ojos albergaban pero que ella no podía recordar.
Exhaló y negó.
Se dedicó entonces a buscar algo de ropa para poder vestirse.
Había echado antes un vistazo a su guardarropa. Las prendas que encontró dentro de su closeth le dijeron que seguía teniendo muy buen gusto. El haberse casado con Jack Reed no le había quitado aquello.
Se reprendió por pensar en él y volvió a concentrarse en la ropa.
Entonces pensó en que por más bonita que esta fuera, eran otro recordatorio para ella de los seis años que habían transcurrido. Ya no vestía con aquellas minifalditas coquetas y aniñadas que tanto le habían gustado. Ahora su estilo era más sofisticado y discreta, pero no menos femenino.
Escogió entonces un par de jeans ajustados y una sencilla blusita de la marca Levi's. No estaba de ánimos para vestirse y arreglarse como sacada de una revista.
Después de aquello se pasó a sus cajones de ropa interior. Intentó no pensar en lo que significaba para una mujer casada el tener tanta lencería, braguitas y sostenes excesivamente diminutos.
Sintió sus mejillas arder pero se dijo irritada que no tenía por qué pensar en eso.
¿Acaso estaba loca?
Lejos estaba de aceptar aquel destino. Aquella realidad.
Se metió a la regadera para tomar un baño, y... comenzar a vivir el primer día de su pesadilla.
No pudo evitar el llanto que resurgió.
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Una hora más tarde, Ariana bajó lentamente las escaleras temiéndose a cualquier cosa que fuese a depararle el día.
Se sentía como una extraña en su propia casa y realmente lo era. Habían transcurrido seis años a final de cuentas, y ella se encontraba atrapada en el pasado.
–Hija, ¿cómo amaneciste?–
Ariana se sobresaltó cuando su madre la llamó tras su espalda.
Al darse cuenta que se trataba de ella pudo relajarse. Pero le costó un par de segundos.
–Mamá, me asustaste–
–Pero no tienes nada que temer, cariño. Aquí todos tenemos como prioridad el cuidarte y asegurarnos de que estés bien. Estás segura–
La joven no respondió nada con respecto a ese tema.
–¿Vas a salir?– le preguntó al ver que llevaba consigo su bolso y las llaves de su vehículo.
–Sí, Ari. Tengo algunos recados que no puedo posponer. Seguimos apoyando las labores sociales y me han pedido que asista a la inauguración de un centro cultural al que tu padre dio un importante donativo–
–¿Papá te acompañará?–
–No, él se ha ido ya a su oficina. Debe ponerse al corriente con todo el trabajo que dejó pendiente–
–¿Y Adrienne? Me dijo que ya no vivía más en Londres–
–Así, es. Lleva seis años viviendo en Boca con nosotros–
–¿Y por qué no está aquí?–
–Ari, Adrienne acaba de casarse. ¿Recuerdas? El día de tu accidente. Ahora vive con su marido–
–Ya. ¿Pero entonces... voy a quedarme sola?–
–Desde luego que no. Jack y Aaron están aquí. Ellos te harán compañía– le sonrió.
–¡¿Qué?! ¡No! ¡No, mamá! ¡Te lo ruego!– Ariana se alteró. El pánico la llenó.
Su madre trató inmediatamente de tranquilizarla.
–Ari, Ari, Ari... No pierdas la calma. Vas a estar bien. No son dos desconocidos. Son tu familia. Tu marido y tu hijo, y te hará bien convivir con ellos–
–No, mami, noooo, por favor, por favor...– suplicó ella.
–A ver... ¿Confías en mí?–
Casi al borde del llanto, y muy a su pesar, Ariana asintió.
–En ti sí, y en papá, y en Adrienne. Ustedes son mi familia–
–Bien, pues tu padre, Adrienne y yo confiamos en Jack, así que tranquila y confía–
Que confiara... ¿Cómo podían decirle eso? Todo lo que recordaba de ese sujeto no eran precisamente cosas buenas. La escuela entera le temía, se la pasaba peleándose a golpes y causando problemas.
–Mamá...–
–Ve a desayunar, ¿sí? Yo estaré de regreso más tarde– le dio un largo abrazo, besó su mejilla y enseguida se marchó.
Ariana se quedó pensando en los motivos que tenían sus padres e incluso su hermana para querer y confiar tanto en Jack Reed. Era evidente que no tenían ni idea del tipo de cretino que había sido en la escuela. A menos claro que él hubiese cambiado en todos esos años. ¿Lo habría hecho por amor? ¿Estaría tan enamorado de ella como le aseguraban?
Exhaló y se sintió aún más angustiada.
Se dijo entonces que nunca había sido una cobarde y en esos momentos no empezaría a serlo.
Obligándose a sí misma se encaminó hacia la cocina.
Antes si quiera de entrar escuchó las voces que provenían de ella.
Jack se encontraba ahí desayunando lo que tenía aspecto de ser cereal. Estaba con Aaron. Los dos reían y parecían divertidos.
Era una escena cargada de amor, pero hubo algo en la atmósfera que le puso a la castaña los nervios de punta.
Sabiendo que no iba a soportar ni siquiera un segundo ahí con ellos, Ariana dio media vuelta para marcharse pero su intento de huida los hizo voltear a ambos.
–Buenos días–
Ella se quedó muy quieta mirándolo, sin decir nada.
–Deberías desayunar algo para recuperar fuerzas. Hay panqueques, tocino, pan tostado con mermelada, y café... Pero tú acostumbrabas desayunar jugo de naranja y algo de fruta con granola y yogurt griego–
Sí. Aquello era cierto. Ese había sido su desayuno desde muchísimos años atrás. Siempre le había gustado mantener la línea.
Incapaz de decir algo, tomó asiento en la mesa redonda del antecomedor.
Fue Jack quien se ocupó de servirle.
Ariana pudo notar que él estaba incómodo. A ella le pasaba exactamente lo mismo.
El niño por su parte estaba en absoluto silencio. Algo que contrastaba muchísimo con las risas que había escuchado momentos antes.
Se puso muchísimo más nerviosa cuando fijó miradas con él.
La miraba con toda esa inocencia que únicamente podía encontrarse en un pequeño de cinco años. Sus ojitos eran hermosísimos. Muy parecidos a los que por años habían caracterizado a los Butera. Grandes y mielosos.
Por unos cuantos segundos se permitió observarlo detalladamente.
Era lindísimo. Lo admitía.
No se parecía mucho a Jack, se daba cuenta. Sino a ella. Era una copia de cuando tenía su edad, pero en versión masculina.
En cualquier lugar, y en cualquier circunstancia, Ariana habría sabido que era su hijo, o sino un clon suyo nacido diecitantos años después.
Le dio la impresión entonces de que él deseaba decirle algo, pero no se atrevió.
–¿Cómo te sientes?–
–Mejor–
–Me alegro mucho–
El silencio reinó y la incomodidad fue mayor.
Ariana no tocó su plato. Ni siquiera se movió.
–Termínate el cereal, Aaron– dijo Jack a su hijo únicamente con la intención de romper el hielo y la tensión.
–Ya no quiero, papi– respondió la infantil voz.
–Pero si apenas y comiste– insistió Jack al mirar su plato de superhéroes todavía lleno.
Lo siguiente que hizo Aaron fue mostrar esa expresión en su carita con la que difícilmente su padre podría negarle algo.
Jack negó con la cabeza, y suspiró.
–Vamos, debes terminarte tu desayuno–
–¡Pues tendrás que atraparme!– a los instantes Aaron salió corriendo de la cocina dejándolos a los dos solos.
Jack sonrió para sí mismo. Era un completo desastre ejerciendo autoridad sobre su hijo. Para eso había estado siempre Ariana, no él.
Pero en esos momentos se limitó a mirarlos a ambos solamente.
Permanecía callada, presenciando con ojos asombrados lo que sucedía entre ambos.
Ella no habría creído que Jack fuese a ser un padre blando y consentidor, sino todo lo contrario.
–He pensado en atarlo a un árbol. Es imparable– sonrió, haciendo el comentario como si aquello fuera algo natural para Ariana.
La castaña miró la salida por donde el niño había salido momentos antes.
Aaron le recordó mucho a ella misma en su niñez. Era travieso e impulsivo, y evidentemente tenía carácter fuerte.
Eso la hizo sentirse asustada.
Quería gritar de desesperación. Quería respuestas para sus propios sentimientos pero ella era la única capaz de responderse, y al mismo tiempo carecía del valor para hacerlo.
Lo peor de todo era que aún no lograba entender nada.
¿Cómo fue que había pasado todo eso?
Despertaba literalmente de un sueño profundo, muy, muy profundo, y se encontraba convertida en una persona que no era ella.
Veintitrés años, madre y esposa.
¡Por el cielo santo!
–Disculpa...– murmuró y se puso en pie.
Estuvo a punto de marcharse pero Jack la siguió.
–Espera–
Ariana se detuvo.
No tuvo más remedio que mirarlo.
Sus ojos quedaron compenetrados con los suyos.
Jack la estudiaba con una intensidad que le encogió el alma. Se estremeció.
–¿Qué?– le cuestionó. Su voz sonó casi como un sollozo. Estuvo a punto de explotar en llanto frente a él.
Se contuvo todo lo que pudo y enseguida desvió la cara.
Le costaba muchísimo mirarlo porque cuando lo hacía no podía evitar pensar en su aspecto de antes. Cabello largo y rebelde que le había caído por la nuca, su chaqueta de cuero y sus botines desgastados, la cadena colgando de sus vaqueros donde había llevado la llave de su motocicleta. Todo eso y su mirada seductora, implacable.
Ahora en cambio estaba tan distinto...
–Yo... yo necesito ir a mi habitación– y deseaba hacerlo sola, por si él no lo había notado ya.
–Está bien, sólo quiero avisarte que debo ir a trabajar. Me llevaré a Aaron con mi madre para que tengas tu espacio y no te sientas más presionada–
Saber eso la tranquilizó muchísimo. Por momentos se relajó.
–No vas a quedarte sola, aún así. Tu hermana está por llegar. Ella te hará compañía durante el día, y supongo que traerá a Miles–
–¿Miles?–
–El marido de Adrienne. Te caerá bien. Es un tipo agradable y gracioso. Él y tu hermana están muy enamorados–
–¿Qué pasó con Ed?– preguntó Ariana completamente confundida.
–¿Ed?– repitió Jack.
–Sí, Ed Westwick, el novio de Adrie. Lo conoció en Londres–
–Adrienne vive aquí en Boca por lo menos desde que la conozco, y ese Ed, ahora es ex novio evidentemente. Realmente no lo sé, pero ya tendrás tiempo de conversar con ella, y que te explique todo lo ocurrido–
La castaña asintió. Al menos estaría con su hermana, alguien a quien sí recordaba.
De nuevo se tornó el silencio entre ellos, y una vez más Ariana fijó su mirada sobre los ojos oscuros de Jack. El rubor que subía por sus mejillas cuando lo miraba, apareció de inmediato, y trató de ocultarlo, aunque sin éxito.
Jack tragó saliva cuando la vio irse sin decirle nada más, retrocediendo por completo en el tiempo en vez de seguir adelante.
Oh, rayos, era preciosa, pensó aún así el peleador. Hermosa, vibrante y llena de vida. Parecía increíble que hacía apenas unas cuantas semanas hubiese sufrido un horrible accidente y estado en coma.
Se había recuperado con rapidez. Se le veía sana y jovial.
Tan hermosa como siempre lo había sido.
Indudablemente Ariana era el sueño hecho realidad de cualquier hombre, y era suya, pero maldita sea, ella no lo recordaba.
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Miles Teller resultó ser un sujeto de treinta y tantos años, bromista, divertido y muy infantil. No parecía encajar mucho con los Butera de años atrás. Y por supuesto, Ariana no lo recordaba.
Sin embargo le agradó al instante. Además Adrienne se veía más feliz que nunca. Jamás la había visto así con Ed y entonces lo entendió. Estaba enamorada. Los ojos marrones que compartía con ella se lo decían.
Aquella revelación la dejó por momentos muy impactada.
Todavía le costaba darse cuenta de lo diferentes que eran todos ahora.
Adrienne tan sencilla y alegre, tan apegada a la familia cuando en el pasado apenas y la veían en Navidad o Día de Gracias.
–Te hemos traído un pastel para que comas un poco. Sé que odias comer cosas que te hagan subir de peso, pero vamos, en estos momentos lo necesitas– le sonrió.
–¿Tú comerás también?– le preguntó Ariana.
–Pero claro que comeré. ¡Me encanta el pastel!–
Sí, en definitiva había cambiado muchísimo. La Adrienne de antes tampoco había sido fanática de los postres y los alimentos azucarados.
–Esperamos que te encuentres muy bien, Ari. Estamos aquí para apoyarte en todo y lograr que tu recuperación sea más rápida– Miles le sonrió y después miró a su esposa. La tomó de la mano. El amor que compartían podía respirarse en el aire. Eso la incómodo un poco.
A decir verdad todo la incomodaba. Estaba en su propia casa y con su propia familia, y no conseguía sentirse cómoda del todo.
–Oh, olvidé las galletitas en el auto, iré por ellas– dijo Miles de pronto y enseguida se marchó dejándolas solas.
Ambas se quedaron en la mesa de la cocina.
Ariana miró detenidamente a su hermana mayor.
–¿Ahora horneas?– le preguntó incrédula.
Adrienne rió y negó.
–Claro que no. Sabes que la cocina nunca ha sido lo mío–
–Es que... estás muy diferente–
–Lo sé, Ari. Todos cambiamos, incluso tú–
–Sí, eso he oído– murmuró la joven en un tono de indiferencia que no pudo evitar.
–Y es la verdad–
–Sí, bueno, Adrie, preferiría que no habláramos de eso–
–Entiendo– asintió Adrienne. –¿De qué quieres que hablemos entonces?–
–¿Podrías contarme... qué pasó con Ed?–
Adrienne frunció el ceño.
–¿Ed?–
–Ed, tu... tu novio de Londres–
–Ah, él...– Adrienne realmente lo había olvidado hacía ya muchos años. –Perdona, sé que hay cosas que debemos explicarte. Ed y yo terminamos hace ya tiempo atrás. Fue decisión mutua así que no hubo drama. Después yo... yo conocí a Miles y me enamoré profundamente de él, y debo admitir que fue gracias a ti que pude darme cuenta–
–¿En serio?–
–¡Sí! Tú me ayudaste a dejar de lado mis prejuicios, y a reconocer que el amor nace del corazón, no del exterior– Adrienne le guiñó un ojo y después le sonrió. –Sé que piensas que jamás te habrías fijado en un tipo como Jack, y que yo jamás me habría fijado en un tipo como Miles, pero sucedió, Ari. Las dos estamos completamente enamoradas de ellos, y deseo de todo corazón que muy pronto puedas recordarlo, así nadie sufrirá más–
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Sí. Había sido un largo día y seguro como el infierno de que iba a ser una larga, larguísima noche.
Después del desayuno con Ariana en donde todo había sido tenso y la conversación no había fluído con naturalidad, Jack había intentado despejar su cabeza trabajando unas cuantas horas en uno de sus talleres mecánicos. Hacía poco que los había reabierto luego de lo sucedido durante los últimos meses, así que había muchísima labor por hacer, sin embargo no había conseguido concentrarse.
En el entrenamiento con Noah tampoco le había ido muy bien.
Su amigo había intentado animarlo pero nada lo habría conseguido.
Ahora estaba ahí, en la residencia Butera, en una de las habitaciones de huéspedes, a muchísimos metros de la mujer a la que amaba, y quien dormía encerrada en su propio dormitorio.
Miraba al techo sin mirar nada realmente. Colocó su brazo sobre su frente y se sintió más desmotivado que nunca.
No iba a poder conciliar el sueño y de eso estaba seguro.
La vigilia lo acorraló entre vanos intentos de evadirse del dolor.
Este era el hilo del que colgaba su consciencia. Trepó por él manteniendo despiertos todos sus sentidos, haciéndolos conscientes de toda su desgracia.
Suspiró abatido y se incorporó de la cama quedando sentado de lado.
Estuvo en aquella posición por algunos minutos hasta que decidió ponerse en pie y salir de ahí.
De pronto las cuatro paredes habían comenzado a asfixiarlo.
Se vistió y cerró la puerta con sumo cuidado, intentando no hacer ruido. No quería despertar a nadie.
Caminó por el largo pasillo y cuando llegó al pie de la escalera se detuvo.
Tomó asiento en el escalón. Abrió sus piernas, colocó sus brazos sobre cada rodilla y los cruzó. Luego dejó caer su cabeza.
No supo cuánto tiempo estuvo en aquella posición hasta que un extraño ruido rompió el silencio de la noche.
Había sido apenas perceptible, pero él lo había escuchado a la perfección.
Había sido Ariana.
Gritando.
De inmediato saltó y no dudó ni un segundo en ir hasta su habitación.
Ariana se había encontrado de pie en medio de la oscuridad que la rodeaba.
¿Qué era aquello? Se había preguntado. ¿En dónde se encontraba?
Un nudo en su garganta había comenzado a formársele. Había deseado gritar para que alguien fuese a rescatarla pero no había podido por más que lo intentara.
Había mirado todo entonces con ojos aterrada.
Nada. No había visto nada.
Pero de pronto había aparecido una luz cegadora y ella se había visto obligada a cerrar sus ojos y cubrírselos con una de sus manos pero después se había llenado de determinación por averiguar qué era lo que se le mostraba, y había empezado a caminar en dirección a ello.
De nuevo nada.
La luz había desaparecido junto con la esperanza de poder recuperar sus recuerdos en ese preciso momento.
Después la luz había vuelto a aparecer, y había ido hacia ella con la velocidad de un tren bala.
Ella se había removido en la cama, intentando escapar de sus pesadillas, pero algo dentro de su sueño le había impedido hacerlo. Unas desconocidas manos la habían sujetado de los brazos clavándole los pegajosos y afilados dedos.
Había estado horrorizada.
El pánico por no poder liberarse la había hecho gritar, y entonces... entonces había despertado.
El muro blanco todavía ocupando el espacio en su cerebro, donde debiera estar aquel capítulo perdido de su vida, aquellos seis años...
Se incorporó rápidamente de la cama y se llevó ambas manos al rostro. Tocó la humedad de sus mejillas y pudo darse cuenta de que estaba llorando.
De pronto él apareció, y a ella casi la ahogaron los latidos de su corazón.
Los dos se miraron fijamente.
Jack la miró con consternación.
Casi en shock, Ariana llegó hasta la pared y se mantuvo pegada a ella. Sabía o sospechaba que él había estado a tan solo un paso de tomarla entre sus brazos y abrazarla.
No...
No iba a permitírselo.
Deseaba que se marchara. ¿Por qué estaba ahí?
Con un increíble autocontrol que Jack no había creído poseer, se quedó muy quieto en su sitio. Resistiendo las profundas y aniquilantes ganas que tenía de correr hasta ella, de acunarla contra su pecho, y consolarla, protegerla, decirle que todo estaría bien, que él la protegería hasta la muerte. Apretó los puños.
–¿Estás bien?– le preguntó cauteloso.
A Ariana le latía fuertemente el corazón. Tuvo que tragar para ser capaz de responder.
–Sí...– ya había conseguido limpiar sus lágrimas pero todavía temblaba. Estaba pálida. –Tu...tuve una pesadilla–
Jack odió verla asustada. En esos momentos estaba dispuesto a dar su vida entera con tal de que ella pudiera confiar en él lo suficiente para dejar que la abrazara.
–¿Qué soñaste?– le preguntó con paciencia, una paciencia que en definitiva no sentía. Estaba torturándolo terriblemente. –¿Acaso... recordaste algo?–
Ariana negó.
El peleador no pudo evitar sentirse decepcionado.
–Yo... yo creo que estuve muy cerca de recordar pero al final... no sucedió–
–Comprendo– le dijo la voz profunda de Jack. –Lo mejor será que no fuerces más a tu mente. Quedarás agotada y sólo te sentirás frustrada. Ser paciente fue lo que te recomendó el doctor–
Mierda, pero la paciencia estaba acabándosele a él.
–Es muy fácil para todos ustedes decirme que sea paciente... Yo sólo quiero morirme–
A Jack se le rompió algo en su interior.
–No, no digas eso, maldición. No puedo soportar verte tan triste–
Lo mataba, lo mataba cada vez que veía esa mirada destrozada.
Ella abrió la boca un tanto impresionada, y se quedó muy quieta.
–Y yo no puedo soportar que seas bueno conmigo– lo pensó en voz alta. No había sido su intención decirlo. Se dio cuenta muy tarde.
El nudo en la garganta de Jack se hizo más intenso. Le impidió el habla por segundos.
–No puedo ser de otra manera. Lo lamento–
Ariana pudo ver en sus ojos que albergaba toda la sinceridad del mundo.
Una vez más el pánico la llenó.
–En la escuela ni siquiera nos hablábamos...– le dijo a la defensiva.
–Muchas cosas han cambiado desde entonces– fue la respuesta de Jack.
Sí, y todo parecía ser un mal sueño.
–Yo no he cambiado–
–Quizás no. Hace seis años eras una mujer fuerte y maravillosa, con un corazón que no te cabe en el pecho. Y sin duda alguna lo sigues siendo–
Pero ella negó.
–Tengo suficientes recuerdos como para saber que no era y tampoco soy una persona agradable– ¿Cómo olvidar a la perra engreída que siempre había sido?
Jack frunció el ceño y negó.
–De eso nada. Te conocí siendo buena, sincera, valiente y entregada. Y aún lo eres. Aprecias a la gente que te rodea, lo das todo por ellos, y haces que las personas a tu alrededor te quieran de inmediato... Eres perfecta–
La castaña reprimió sus lágrimas.
–No tiene caso nada de lo que estás diciéndome. Ahora ya no sé quién soy– susurró sin dejar de mirarlo, luchando por contener las demás lágrimas que se asomaban.
Jack la miró con determinación. Se acercó un paso, después uno más.
Ariana no se movió, y quedó muy cerca de él, aunque lo cierto era que estaba deseando alejarse todo lo posible.
–Eres Ariana Reed, mi mujer– contestó serio, sereno, viril.
Los ojos marrones de la joven destellaron de pronto.
Recordó las palabras de Adrienne pero todo su ser las rechazó al instante.
Rechazaba desesperadamente la idea de ser su esposa, su mujer, y al mismo tiempo sentía un fuerte magnetismo que la unía a ese hombre, como si de imanes se tratara.
Sentía que pertenecía a él, que no había poder en el mundo que pudiera separarla de él como si el pasado regresara a ella. Una sensación agridulce y dolorosa de amor y perdida, de todo lo que se le había arrebatado.
Sabiendo que sólo Jack Reed hacía que su corazón martillara, y que las piernas le temblaran.
¿Pero por qué? Apenas y lo conocía. No quería conocerlo. ¡No recordaba estar enamorada de él! ¡No recordaba absolutamente nada!
Y además ella no le pertenecía a nadie. ¡A nadie!
Se puso rígida.
No importaba que estuviera convertida en una adulta, que estuviese casada, que tuviera incluso un hijo, porque de pronto volvía a tener solamente diecisiete años.
Comenzó a marearse.
La perspectiva le provocó un vértigo difícil de vencer.
–¿Qué pasa? ¿Qué tienes, Ariana?– Jack saltó con preocupación.
Ella no respondió. Cerró los ojos intentando recuperarse.
–¿Qué es lo que sientes?– insistió él.
–Si...siento como si fuera a caerme– susurró lastimosamente.
–Yo te sostendré– Jack la sujetó de un brazo.
El contacto los quemó a los dos.
Ariana lo odió. Odió que fuese tan considerado.
No le agradaba pensar en él como un buen marido. De hecho no le gustaba pensar en él en absoluto.
No llevaba ropa de dormir a pesar de lo tarde que era. Unos vaqueros y una camiseta de baloncesto mostraban un cuerpo grande y fuerte que parecía más fornido y denso de lo que ella recordaba.
Siempre había destacado por ser un sujeto enorme, y ese era el motivo de que todo el mundo le temiera.
Se sentía insegura y muy pequeña a su lado.
Jack la condujo hasta la cama y la ayudó a que se sentara.
–¿Ya estás mejor? ¿Necesitas que te lleve a un hospital?–
Ella negó.
Además de todo no quería que siguiera tocándola, no quería mirar más esos ojos oscuros que demostraban agonía cada vez que la miraban, que la abrasaban. La desnudaban y la dejaban expuesta.
–No, no. No es necesario. Me siento mejor– pero le dolía muchísimo la cabeza.
–Necesitamos que estés bien, preciosa, eso es todo lo que importa ahora–
Que volviera a llamarla "preciosa" le puso a Ariana los nervios de punta pero no tanto como el hecho de que siguiera tocándola.
El horror estalló en su interior. La sangre se le detenía en las venas, y se veía arrastrada a un agujero de desesperación. Un cohete express a un infierno oscuro y tenebroso.
Tiró de su brazo y se zafó de su amarre.
–¿Podrías dejarme sola por favor? Necesito descansar–
Escucharla hablarle de aquel modo no le sorprendió a Jack, pero le dolió en lo más profundo de su ser.
Todavía no podía creerse que ella en serio no lo recordara. Que no recordara todo lo que habían vivido juntos. Le rompía el alma.
–Eh... por supuesto– respondió –Yo... yo sólo quería saber si estabas bien–
–Lo estoy–
–Entonces... te dejo–
–Gracias–
Jack salió por la puerta y una vez que la cerró se recargó en ella, ahí en el silencio del solitario pasillo.
Soltó un suspiro y después un juramento.
Semanas atrás había creído que no podía existir nada peor que la angustia que había sentido al verla en aquel maldito hospital. Pero el ver a Ariana mirarlo como si fuera un extraño se le acercaba bastante.
Las implicaciones de la pérdida de memoria de su esposa cayeron sobre él como una losa. No tenían relación ahora. No tenían ninguna conexión. Todo lo que tenían era un matrimonio que ni siquiera valía el papel porque por mucho ella no recordaba haberlo firmado.
Ya no lo amaba.
Jack Reed no pertenecía más a su mente ni a su corazón.
En esos momentos era un extraño y nada más.
Tan solo eso.
Y dolía.
Mierda, dolía demasiado.
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No se me estresen porfitas!
Prometo que todo estará bien.
Confíen en mí :)
Por cierto, adelanté el capítulo un día POR ACCIDENTE. En lugar de darle click a "guardar como borrador" le di click a "PUBLICAR".
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