Capítulo 21-2T

Jack Reed había estado de pie junto a una formación de coral. Quieto y tenso, siguiendo de cerca con los ojos entornados al pez que se había atrevido a desafiarlo en más de una ocasión durante esa mañana.

–¡Voy a atraparte, maldito bicho!–

Había apuntado con la lanza, y luego la había clavado, pero el pez sin más había vuelto a esquivarlo.

–Ya me cansaste– había sido su furioso murmuro.

–¡Jack!– lo había llamado entonces la exquisita voz de su esposa en tono de reproche, pero él ni siquiera había volteado a mirarla. Su mirada había seguido fija en su contrincante. –¡Jack!–

Jack había alzado su mirada hacia la orilla de playa y ahí la había encontrado...

Ariana de piel bronceada, que en esos momentos se había encontrado vestida con unos diminutos shorts de mezclilla y una blusita blanca anudada a la cintura increíblemente en forma. Misma cintura que para muchos había parecido increíble luego de que diera a luz a su hijo.

Ella se había mostrado con las manos en sus caderas y su cabello castaño ondeando debido al viento. La expresión en su rostro había demostrado exasperación.

–Sólo dame un minuto más. Por favor, muñeca–

–¡Jack, no necesitamos ese condenado pez! ¡No somos náufragos y esto no es una isla en medio de la nada! ¡Tenemos servicio a la cabaña, y un restaurante a unas cuantas millas!–

–¡No se trata de eso!– había replicado él, dignamente. –¡Esto es personal, Ariana! ¡Ese pez me ha retado!–

Jack había vuelto por completo su atención a los movimientos del pez, sin preocuparse por el tiempo. Había estado a punto de asestar otra vez un golpe con la lanza, cuando había sido distraído de nueva cuenta por esa preciosa voz...

–Jack...– su tono en aquella ocasión había sonado distinto. Una nota grave y sensual.

El peleador la había mirado de inmediato, seducido por esa melodía. Ella había estado ahí igual que antes. De pie sobre la arena, la cabeza alzada, los brazos en cada costado de su cintura, y el cabello ondeando como hilos acaramelados con la brisa... Sin embargo en aquella ocasión se había encontrado desnuda, orgullosa bajo el sol. Una diosa atrevida, incitándole, reclamándole.

La garganta de Jack se había secado, y su entrepierna se había tensado dejando lugar a una formidable erección, mientras miraba la esbelta y bien formada figura de su mujer. Los rayos solares brillando en su preciosa piel durazno...

Ella le había sonreído. En sus exquisitos ojos miel había estado ese brillo atrayente y prometedor.

Jack simplemente se había dejado hechizar. Había echado su lanza, y sin más había devuelto una última mirada al pez.

–Este es tu día de suerte, amigo... Agradéceselo a ella–

Al instante había salido del agua con pasos rápidos y ágiles. Había alargado los brazos, y había tomado lo que era suyo.

Ahí, en medio de esa sala de hospital, Jack no pudo soportar los recuerdos de cada preciado momento junto a su amada.

Con las mangas de su camisa enrolladas a la mitad, la corbata con la que había estado lidiando durante la boda de esa noche, había parecido elegante al inicio pero ahora colgaba arrugada informalmente de su cuello. Ni siquiera recordaba dónde demonios había dejado el saco de su traje. No le importaba aún así. Nada más importaba.

Se encontraba de pie, dándoles la espalda a todos a su alrededor. Las manos apoyadas contra la pared, su enorme espalda tensa, sus ojos cerrados. Paralizado. Aterrado.

Había utilizado toda su descomunal fuerza para contenerse y no terminar golpeando la pared con sus puños.

Habría preferido morir a tener que soportar la horripilante perspectiva de su esposa en terapia intensiva. Debatiéndose entre la vida y la muerte.

Él siempre había sido fuerte, y se había enorgullecido de eso. Pero en esa ocasión no lo era. En ese momento el miedo estaba provocándole una parálisis difícil de vencer.

Nada de lo que hubiera podido vivir antes se habría comparado con aquello.

Estaba desesperado. Quería gritar, pero sus pulmones no contaban ya con las fuerzas para hacerlo.

Todo ese tiempo había estado tratando de protegerla, obligándose a estar lejos, anteponiendo su propia vida para que ella se encontrara a salvo y resguardada. Pero ahora...

>¡Mierda! ¡¿Por qué?!<

Jamás se había sentido así... Débil. Impotente. Desarmado.

Tras la intervención, Ariana podía respirar por sí misma, pero su vida seguía pendiendo de un hilo, y nadie podía adivinarle el futuro.

«La vida o la muerte»

«La muerte o la vida»

Tenía que esperar para saberlo, y... ¡Mierda! Esperar nunca había sido su fuerte.

Jack miró a todos en la sala de espera... Hugh y Sandra Butera con el rostro marchitado, aterrorizados ante la perspectiva de perder a su hija menor. Adrienne que había estado a punto de abordar la limusina que la llevaría a ella y a Miles al avión que los trasladaría a su luna de miel. Desde luego no había ido a ninguna parte una vez que en medio de su fiesta recibiera la noticia de que su hermanita menor había sufrido un accidente. Se encontraba ahí, destrozada, con la mirada perdida. Su marido a su lado, apoyándola mientras la abrazaba. Elizabeth estaba al otro lado de la sala, llorando silenciosamente, negándose a la posibilidad de que su mejor amiga muriera. Noah intentaba consolarla pero cualquier esfuerzo de su parte era inútil.

Natalie su madre también estaba ahí. Mark, Emma y también Cameron. Todos angustiados, todos agarrándose a la pequeña posibilidad que les había dado el doctor.

La Bestia no pudo seguir soportándolo. Bajó su mirada inundada en lágrimas. Cerró los ojos cuando escuchó un sollozo más proveniente de su suegra.

Sí, había creído que era fuerte. Que podría con todo. Nada lo había vencido con anterioridad, ni un padre maltratador, ni una dura infancia en la calle, ni siquiera el narcotraficante más poderoso del mundo. No, nada de eso había podido contra Jack Reed, pero aquello... Aquella horrible tortura de tener la vida de Ariana pendiendo de un hilo, era demasiado. Era más de lo que podía soportar.

Estaba derrotado, sin fuerzas, sin razones...

No podía mantenerse en pie. ¿Entonces cómo podría seguir adelante si ella moría?

¡¿Cómo?!

Con dolor, arrugó los ojos, y recordó el momento en el que el doctor había salido del quirófano y les había soltado esas horripilantes palabras, informándoles que había una mínima de esperanza. Que era poco probable que Ariana lograra salir del coma y sobreviviera... Incluso... incluso les había dicho que era poco probable que pasara de esa noche...

Jack había intentando no llorar, pero se había quedado destrozado, gritando furioso, desolado, aterrorizado.

Y ahora estaba ahí, consumido por sus recuerdos de que pronto lo llevaron al momento en que la había visto por primera vez en los pasillos de Worthington High School.

Había sido su espectacular melena de cabellos acaramelados lo que había llamado su atención en primera cuenta. A sus ojos había parecido una cascada de dulce cayéndole por la delicada espalda. Entonces él no había podido evitar imaginarse a sí mismo enredando su mano en ella y llevándose un buen tramo a la nariz para poder olfatear su delicioso aroma.

Ariana había ido vestida de rosa. Un atuendo cortito y coqueto con zapatillas de tacón plateadas, y sus labios de un maravilloso cereza que lo habían atraído con el impulso de comérsela a besos.

Jack la había recorrido completita con la mirada y se había dicho que aquella preciosura castaña tenía que ser una más de su lista. Sin embargo momentos después había sucedido lo inesperado y su corazón se había quedado congelado...

Ella había volteado a mirarlo y entonces sus miradas se habían encontrado.

Cautivado, él se había dicho que aquellos eran los ojos marrones más bonitos que había visto en toda su vida. Grandes, expresivos, rodeados de largas y femeninas pestañas. Pero también peligrosos. Sí. El peleador había sido lo suficientemente inteligente para darse cuenta de que esos ojos bien podrían hacerlo perder la cabeza. Debido a eso se había prohibido el acercársele, el hablarle, el mirarla siquiera. Sin embargo después había recibido aquella fotografías y... entonces, a pesar de lo renuente que había estado a enamorarse, y sin comprenderlo del todo, el destino había decidido que esa mujercita sería suya, que se la entregaría para que la amara y la cuidara pero maldición, no había podido hacerlo. Había fracasado. No la había cuidado como hubiese debido.

Ella había sido la primera persona que lo había hecho sentirse feliz y completo por primera vez en toda su maldita vida. Ella le había otorgado el regalo del amor, y le había dado a Aaron, lo que más amaba en el mundo.

No podía perderla... ¡Maldición, si la perdía se moriría! No podría soportarlo. No tendría fuerzas para afrontarlo.

La furia y el terror lo llenaron.

Jack se puso en pie y caminó en dirección al pasillo que lo llevaría hasta su esposa porque en esos momentos verla era todo lo que importaba.

La crisis en la que entró lo dominó por completo.

Noah fue hacia él e intentó detenerlo. El peleador lo empujó sin más.

Cameron, Mark y Hugh también se le pusieron de frente.

–Jack, tranquilízate–

–Jack, estamos en un hospital, tienes que calmarte–

–¡Jack!– le gritó su madre pero al igual que con los demás, no hizo caso alguno.

Poco dispuesto a dejarse que lo controlaran, Jack se removió y forcejeó con ellos intentando que lo soltaran.

–¡Suéltenme!– les exigió enfurecido. –¡Suéltenme, joder! ¡Necesito verla! ¡Necesito ver a Ariana, mierda!–

Mark lo sujetó de ambos hombros con ayuda de Cameron. Hugh evitó que siguiera avanzando. Noah se colocó frente a frente y con sus manos intentó detenerlo.

–¡Cálmate ya!–

–¡Jack, por todos los cielos!–

–¡Demonios, Bestia, reacciona!– Noah fue quien le dio unas cuantas bofetadas para hacer que despertara de su trance. Después lo tomó de la nuca acercándolo a sí mismo. –¿Necesitas desquitar toda tu furia? ¿Eso es lo que quieres? Dímelo, y si quieres nos agarramos tú y yo a golpes aquí afuera. Si eso te hace sentir mejor–

Lágrimas recorrieron el rostro de Jack. Cerró los ojos y consiguió tranquilizarse.

Aún así la masa enorme que representaba su cuerpo no dejó de temblar.

Natalie se hizo espacio entre todos los hombres que rodeaban a su hijo.

Con sus manos acarició el rostro del adorado muchacho que alguna vez había albergado en su vientre. Luego de eso lo abrazó. Lo rodeó con su calor de madre a pesar de que él era al menos dos veces más grande.

Se dejó consolar por su madre. Lloró sobre ella, y Natalie tomó todo su dolor como suyo. Fue ella la única ahí capaz de tranquilizarlo.

–Tienes que ser fuerte, mi cielo. Tienes que hacerlo por tu hijo... Aaron te necesita–

Destrozado y sollozando, Jack negó. Volvió a derrumbarse.

–No puedo... Mamá, te juro que no puedo...–

El doctor apareció en ese momento.

Natalie se puso en pie, y Jack sólo cubrió su rostro porque no deseaba escuchar a aquel hombre decirle que Ariana...

Hugh fue quien se encargó de hacerle las preguntas.

–¿Cómo sigue mi hija, doctor? ¡Por favor, díganos que ha despertado! ¡Que ya está fuera de peligro!– suplicó el patriarca de los Butera.

El médico a cargo soltó un suspiro antes de responder.

–Lamento muchísimo informarles que todo sigue igual. La paciente Ariana no presenta ni una mejoría. Su cuerpo está muy débil, y no parece haber indicios de que vaya a despertar del coma, sino... sino todo lo contrario. El accidente fue demasiado fuerte. Ella está muy herida, y... el golpe en su cabeza fue muy contundente. No creemos que sobreviva. Necesita de un milagro–

Detrás de ellos Jack soltó un lastimoso sollozo. Sus manos todavía cubrían su cara. Ahí ahogó el grito desesperado. Hundió todos sus lamentos.

Los demás hicieron lo mismo. Sollozaron con dolor. Sandra gritó y Hugh la aferró con fuerza.

Enseguida Jack se levantó y se puso frente a frente con el doctor.

–Necesito ver a mi mujer, y me importa una mierda si usted no me da autorización. De todos modos lo haré– le habló fuerte y claro.

El doctor no se inmutó por el tono violento de Jack. Al contrario, pareció comprenderlo.

Ni siquiera lo dudó. Tampoco se le ocurrió negarse.

La situación era demasiado crítica.

–De acuerdo, señor Reed, pero antes venga conmigo. Debe ponerse ropa especial para entrar la zona de terapia intensiva–

Un poco avergonzado por haberle hablado tan bruscamente, Jack lo siguió.

El doctor le hizo entrega de la ropa.

–Sólo serán unos cuantos minutos. Es por el bien de ella– le dijo.

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Cuando Jack entró a la habitación en la zona de terapia intensiva, no reparó en ningún detalle de aquel frío lugar, tampoco se percató del sonido torturante que emitían los aparatos médicos. Lo primero y único que hizo fue dirigir su mirada hacia la figura inmóvil.

Su preciosa Ariana se encontraba tendida sobre esa maldita cama, vestía lo que debía ser una bata celeste opaca. Una delgada sábana la cubría hasta la cintura. Su cabello castaño se encontraba suelto, esparcido por toda la almohada. Tenía golpes en el rostro, pero no parecían ser más que simples raspaduras y moretones. Mantenía los parpados cerrados, y respiraba, pero su cuerpo estaba inconsciente. Se encontraba en estado de coma, y aquello era como si frente a Jack se encontrara un mueble.

Llevándose una mano al cabello, y estrujándoselo con fuerza, el peleador lloró en silencioso dolor.

Podía recordar bien la noche anterior... Él lo había sentido. En el fondo de su corazón y de su alma había sentido que su amada lo llamaba, que lo necesitaba. Luego de dejarla en la suite de su familia no había vuelto a verla. Entonces se había dedicado a buscarla como loco por todo el salón. Después había escuchado ese último grito de miedo, y... había recibido esa terrible noticia de que, por alguna razón que en ese momento no había alcanzado a comprender, su mujer se encontraba ingresada en el hospital de la ciudad, víctima de un catastrófico accidente vehicular.

Ahora no le quedaba nada más que verla ahí, herida, golpeada, con un collarín en su cuello, rodeada de tubos, tan débil, y tan vulnerable... Con altas posibilidades de morir.

Jack quería gritar. Quería gritarle al cielo o al infierno que se lo llevaran a él, y no a ella, pero aquellos ruegos habían sido inútiles.

Inundado en lágrimas, tomó una de sus manos y la apretó con fuerza deseando que ella respondiera.

–Ariana, no me dejes...– sollozó. –Si te vas yo me muero... No podré seguir viviendo... Maldita sea... ¡No me hagas esto! ¡Noo!– sintiendo que el pecho, le dolía, Jack agachó la cabeza, aún sin soltar su mano, y no dejó de llorar. Lloró hasta la desesperación y de dolor. Tal llanto fue en aumento.

No podía aceptar verla así. Sujeta a todos aquellos tubos y cables. No podía desconectar la realidad con sus pesadillas porque para él ese era su terror más grande alguna vez vivido.

Su amada esposa postrada en esa cama, con posibilidades nulas de despertar.

Jack apretó los puños porque no podía soportar la sola perspectiva.

La tensión abarcaba todo su cuerpo y era más fuerte que él.

Deseaba desesperadamente que despertara y le sonriera como solía hacerlo, con esos hermosísimo hoyuelos que se le formaban.

De pronto se sintió que no podía más. Se encaminó hacia la puerta y se recargó en ella intentando recuperar todas las fuerzas que lo habían abandonado.

Apoyó su frente y más sollozos aparecieron. Dejó que estos salieran. Simplemente no podía detenerlos.

Llevó sus manos a su rostro para cubrirlo, pero después las bajó.

En el bolsillo de sus elegantes pantalones alcanzó a tocar el relicario que había llevado consigo en todo momento. Lo sacó de inmediato y lo abrió para ver la pequeña fotografía que albergaba.

Mientras sorbía su nariz y limpiaba la humedad de su cara, observó la imagen de Ariana, Aaron y él mismo. Las sonrisas lo decían todo. Habían sido tan felices...

Ella se veía radiante, tan hermosa como siempre, tan llena de vida y juventud. Sus ojitos marrones llenos de ilusiones.

Esa fotografía había sido como un bálsamo para Jack durante aquellos meses infernales.

Había creído que por fin ese infierno terminaría pero lo seguía viviendo. Más latente que nunca.

Volvió a mirarla y sintió que se quemaba por dentro.

–El hombrecito y yo te necesitamos...– la voz se le quebró una vez más. –Eres todo para nosotros... No puedes dejarnos...– se acercó de nuevo a ella. –Tienes que despertar porque debes escuchar la verdad de todo lo que sucedió... No te engañé, no te traicioné, nunca te traicionaría, pero esos malditos me amenazaron. Querían hacerte daño, y yo... yo tuve que hacerlo, tuve que romperte el corazón para que te alejaras. Te amo con toda mi alma, eres mi vida entera, Ari. Abre esos preciosos ojitos, despierta, por favor...–

Jack tomó las manos de su esposa de nueva cuenta y miró al cielo esperando que sucediera ese milagro por el que tanto había estado rogando.

Entonces la sintió moverse.

Por un segundo él se quedó en shock, como esperando a comprobar que en serio había sucedido y no había sido parte de su imaginación.

Ariana no sólo estaba moviendo uno de sus dedos sino que también empezaba a abrir los ojos, y eso lo dejó por segundos bastante impresionado.

El peleador contuvo el aliento mientras la observaba. Su sonrisa fue un segundo más tarde, gigantesca. Sus pupilas destellaron de felicidad.

–Despertaste... ¡Oh, santo cielo, despertaste!– no comprendía lo que había sucedido en ese momento. Qué poder sobrehumano se había apiadado de él y había decidido escuchar sus plegarias. Si había sido un milagro, o algo que a ciencia cierta debía suceder, si el destino había planeado todo aquello...

¡Ariana había despertado! ¡Había despertado! Estaba saliendo del coma.

Jack se quedó absorto y por segundos no supo cómo reaccionar.

Las horas de angustia y desconcierto, todo el dolor y el miedo, pasaban a segundo término en ese instante.

Nada importaba más salvo que su hermosísima mujer había vuelto a la vida.

Todo fue de poco en poco, con exasperante lentitud.

Sus movimientos fueron desfigurando su bonita y delicada cara en una mueca.

Ariana terminó de abrir por completo sus ojos, pero parpadeó como intentando acostumbrarse de nuevo a la luz. Lo primero que pensó fue que había dormido demasiado, sin embargo comenzó a alarmarse cuando se dio cuenta de que todo en ella dolía, desde sus piernas, hasta sus brazos, su pecho... Horrorizada se dio cuenta de que no podía girar su cara. Tenía algo en el cuello que le impedía cualquier movimiento.

–¿Pero qué...?– su voz sonó como si estuviera haciendo mucho esfuerzo, como si de pronto su sistema se hubiese desacostumbrado a esa función. Angustiada, intentó apartar las sábanas pero al moverse un terrible dolor la subyugó. Trató después de mover su mano, pero no pudo hacerlo porque algo extraño tiraba de su brazo.

–No, no te muevas. Todavía estás delicada, Ari– le dijo Jack de inmediato.

Atónita Ariana, comprobó que le habían puesto una vía conectada a una botella de suero. La vía, sujeta por un esparadrapo, le revolvió él estomago.

Aterrada, se puso una mano en la boca para intentar calmarse. Tenia que haber una explicación para todo aquello. Tenia que haberla...

Sábanas esterilizadas, una botella de suero, paredes blancas.. Estaba en un hospital. ¿Un hospital? Hizo esfuerzos de recordar. Pero fue difícil con aquel terrible dolor de cabeza.

¿Qué le había pasado? ¿Había tenido un accidente? ¿Dónde? ¿Cuándo?

Cerro los ojos y de nuevo forzó su memoria tratando de encontrar algo, cualquier cosa que le dijera por qué había terminado en un hospital. No encontró nada.

–¿Qué...qué ocurrió? ¿Por qué estoy aquí? ¡¿Qué está pasando?!–

–No, no, mi amor, no te esfuerces. Vas a estar bien, solamente no te asustes–

Jack mostraba su sonrisa y una expresión de eterno agradecimiento que contrastaba con su mirada enrojecida y húmeda.

Fue ese momento en que toda la atención de la castaña quedó concentrada por completo en él. No había entendido por qué estaba ahí, en lo que evidentemente era un hospital, sin embargo una nueva consternación la abarcó.

¿Qué demonios hacía él ahí con ella? ¿Y por qué... por qué la había llamado mi amor?

Una punzada en su cabeza la hizo estremecerse.

Jack se acercó a ella, y le acarició el rostro.

–Todo estará bien. Iré por el doctor–

–Pe...pero... ¿qué hago aquí? ¿Y... por qué estás tú aquí? ¿Dónde están mis padres?– lo miró entonces acusadoramente.

Las preguntas desconcertaron a Jack un poco. Ella seguía furiosa con él por todo lo sucedido. No la culpó. Después de todo no habían aclarado las cosas todavía. Ella seguía creyéndolo un mentiroso y un maldito infiel.

–Ari, tranquila. Escúchame, tuviste un accidente, por favor no te alteres. Vendrá el doctor a examinarte. Sólo no te muevas, preciosa–

Entonces Ariana estalló. ¡No podía moverse! Sentía todo el cuerpo mallugado. Le dolía hasta respirar.

Perdió los estribos sin más.

–¡No me digas qué hacer, y tampoco me llames preciosa!– le gritó llena de una potente rabia que se apoderó de ella. –No entiendo por qué estás aquí. ¡Tú y yo no somos amigos ni nada, así que desaparece!– trató de erguirse y al hacerlo, los cables y tubos a los que estaba sujeta se tensaron, el monitor pitó a la vez que ella se llevaba la mano a la cabeza y cerraba los ojos.

De nuevo Jack se quedó congelado.

¿Podía ser posible?, se preguntó.

¿Podía ser posible que a raíz del accidente su esposa no lo reconociera? ¿O era todo parte de la furia que sentía hacia él por su supuesta traición?

Se preocupó muchísimo.

–¿Ariana, me reconoces?– preguntó cauteloso.

Ella no contestó. Se mantuvo tensa.

Desde luego que lo reconocía. Sabía a la perfección quién era él.

Se trataba de Jack Reed. Cursaba con ella el último grado de preparatoria en Worthington. Era rudo, agresivo, problemático, mujeriego... Todos los conocían como el chico malo de la escuela.

Jamás había cruzado palabra alguna con él.

Por eso no entendía las confianzas que se estaba tomando con ella.

–Soy yo nena... Jack. Tu marido–

La última declaración la hizo mirarlo con fijeza. La expresión de confusión dio paso a otra de conmoción pero después la furia que bullía en su interior se multiplicó.

–¡¿Qué locura estás diciendo?! ¡Vete! ¡Vete de aquí! ¡Quiero ver a mis papás!–

Deseó gritarle que estaba alucinando, que ella jamás podría estar casada con alguien como él pero en esos momentos algo la hizo callarse. Observó el relicario de plata en forma de corazón que tenía sobre su vientre.

Jack la miró absorto y en total silencio. Lo único que él pensó fue que debido al accidente estaba teniendo problemas con su cerebro para conectar algunos de sus recuerdos pero confió en que estos aparecieran en los siguientes segundos. Después de todo había estado cerca de diez horas en estado de coma. Alguna reacción, por mínima que esta fuera, debía de tener.

–Mantén la calma, por favor. Seguro en unos momentos comenzarás a recordarlo todo, ya verás–

La miró alzar su mano y tomar el preciado objeto. Estaba abierto, y entonces lo alzó frente a ella para analizarlo.

El corazón de Ariana dio un vuelco y su garganta se cerró atrapando un gemido que no articuló.

–¿Q...qué es esto?– preguntó. Sus ojos se clavaron en la fotografía y las lágrimas aparecieron. Una angustia muy fuerte retumbó en todos sus sentidos. Todo fue mayor cuando observó al pequeño niño de ojitos idénticos a los suyos, y que la abrazaba con amor desbordado.

Después, cuando levantó el rostro, su mirada y la de él quedaron compenetradas.

–Somos nosotros, Ari. Tú... yo, y... nuestro hijo ¿Ya lo recuerdas?–

Nuestro hijo...

Ese sujeto había dicho... Nuestro hijo.

Ariana no lo soportó. No estuvo preparada para tal declaración. Jamás lo hubiese estado.

El aire comenzó a faltarle. El desconcierto, la confusión y el terror la llenaron. Golpearon sin piedad en su cabeza, y la hicieron emitir un jadeo de dolor. Las punzadas en su cabeza incrementaron. La torturaron, pero no tanto como eso mismo que Jack Reed acababa de declarar con sus labios.

El shock la abarcó. Le nubló cualquier pensamiento.

La crisis nerviosa en la que entró tomó por completo su autocontrol.

Jack hizo lo primero que se le vino a la mente.

–¡Doctor! ¡Doctor!– gritó consternado y muy angustiado. Abrió la puerta y consiguió encontrarse con una de las enfermeras. ¡Gracias al cielo! –¡Mi esposa ha despertado! ¡Se lo suplico traiga al doctor!–

La mujer de mediana edad había ido ahí a comprobar los constantes vitales y observar indicios neurológicos de cualquier posible cambio, y se sorprendió en gran manera.

Evidentemente el personal médico a cargo de Ariana no había esperado en definitiva a que ella fuese a despertar.

–¡Doctor Firth! ¡Doctor Firth!–

–¿Qué ocurre?– el médico apareció prontamente. Agitado los miró a la enfermera y después a Jack. Al ver sus expresiones supo que algo debía haber sucedido con la paciente. Se adentró con rapidez y se ocupó inmediatamente de su labor.

–Usted no puede estar aquí, señor Reed. Por favor espere en la sala–

Un séquito de enfermeras aparecieron y se ocuparon de que él saliera de la habitación.

El peleador seguía muy impresionado con todo lo que había ocurrido en los últimos minutos.

Aún así consiguió recuperarse.

Se sentía desesperado y muy ansioso por entrar ahí y estar junto a su amada pero era consciente de que en esos momentos todo lo que importaba era que ella había vuelto.

Tenía que decírselo a los demás.

Con una gigantesca sonrisa caminó velozmente hacia la sala de espera donde todos seguían llenos de temor y desconcierto.

–¿Qué sucede, Jack? ¿Por qué hay tanto ajetreo allá adentro?– le preguntó Hugh consternado.

–¿Ariana? ¡¿Qué pasó con Ariana?!– Sandra que llevaba interminables horas derramando sus lágrimas fue hacia él.

–¡Jack, habla, te lo suplicamos!– exclamó Adrienne devastada.

–¡No nos tengas así!– secundó Elizabeth.

Él les sonrió.

Todavía no podía asimilarlo.

–Despertó– susurró lleno de felicidad.

–¡¿De... de verdad?!– Hugh Butera se colocó frente a frente de su yerno.

Jack le asintió.

La alegría de todos fue inmensa.

–¡Ah, bendito sea el cielo!–

–Mi niña...– Sandra seguía llorando pero esta vez de alivio, de paz, de agradecimiento. –Oh, gracias al cielo... Gracias, gracias, gracias...–

Adrienne miró al cielo y agradeció tal milagro. Se abrazó de Miles quien le sonrió.

Elizabeth se refugió en el abrazo de Noah. Los dos se sonrieron. Cameron y Emma también.

Hugh besó la frente de su esposa y también la de su hija mayor. Los tres felices de que la más pequeña de su hogar se hubiese salvado.

Jack se abrazó de su madre. Natalie le acarició el rostro con amor maternal

–Lo ves...– le susurró con ternura. –Te dije que ella no podía morirse y dejarte–

El peleador la tomó de las manos y depositó un beso en ellas.

Mark se acercó y lo asió de los hombros.

–¿Cómo pasó? Jack, por favor, dinos– le pidió Hugh muy ansioso.

–Sí, sí. ¿Cómo está ella? ¿Cómo está mi hermanita?– Adrienne intervino. Estaba muy contenta pero también sorprendida.

Todos ahí lo estaban.

El doctor había dicho que no había esperanza alguna. Salvo un milagro...

–Ella... ella abrió los ojos– repitió Jack. Sin poder evitarlo su voz se quebró, y es que había tenido tanto miedo de perderla... –Mi Ari despertó del coma–

Hugh volvió a acercarse a él.

–Natalie tiene razón en lo que dijo. Mi hija no podía dejarte–

Jack no pudo sentirse más dichoso.

Los dos se abrazaron de manera fraternal.

La familia entera sintió por fin alivio. Cada uno a su manera agradeció por el milagro cumplido, pero era la Bestia Reed quien seguía en estado de conmoción. El nudo en su garganta era imposible de tragar. No tenía palabras para expresar lo que sentía en su corazón en esos momentos.

Ariana había estado a punto de morir, y él jamás había tenido tanto miedo. Apenas y podía creerse que ese miedo ya no tenía fundamentos. Ella estaba viva. Estaba a salvo. La pesadilla llegaba a su fin.

>Gracias, gracias, gracias, gracias< jamás dejaría de profanar aquella palabra.

Llevó sus manos a la cara, y se dejó caer en uno de los asientos mientras volvía a derrumbarse, pero esta vez por una razón diferente.

El cuerpo le temblaba, el corazón le había colapsado.

–¿Pero qué dijo el doctor? ¿Cómo está mi hija?– cuestionó Sandra que limpiaba el rastro de su llanto con un pañuelo.

–El doctor Firth está con ella. La van a revisar, o no sé. No sé qué harán, sólo sé que despertó, me miró, hablamos... ¡Oh, cielo santo, gracias!– Jack volvió a estallar en llanto, y esta vez fue su suegra quien lo abrazó. Ella también lloraba, también estaba agradecida.

–Te ama. Mi hija te ama con toda su alma– le dijo en un susurro, y Jack supo que fuesen como fuesen las circunstancias, aquello era verdad.

–¿Pero qué te dijo?– preguntó Noah.

Jack suspiró.

–Estaba un poco alterada, tal vez se deba al impacto del accidente. Me hizo preguntas, y... creo que no pudo reconocerme– dijo.

Todos ahí fruncieron el ceño. ¿No lo había reconocido?

Hugh estuvo a punto de cuestionar pero enseguida notaron que el doctor se acercaba.

Inmediatamente lo rodearon acortándole el paso.

–¿Cómo está mi hija, doctor?– cuestionó el patriarca de la familia.

–¿Se encuentra bien? ¿Ya pasó el peligro?– insistió Sandra, todavía se escuchaba angustia en ella.

–Traigo de hecho buenas noticias– les dijo un tanto sonriente.

De nuevo se escucharon suspiros de alivio, y dieron lugar a un montón de abrazos más.

–La paciente Ariana está fuera de peligro. No puedo explicarles qué sucedió exactamente...– el doctor pareció dudar por unos segundos. –Les fui sincero, y les dije que veía pocas posibilidades de que sobreviviera. Su corazón latía con poquísimas fuerzas, se encontraba débil, y su cuerpo no estaba reaccionado a ninguna intervención de parte nuestra... Pero de pronto fue como si hubiese podido agarrar fuerzas de alguna parte... Como médico no sé, no sé qué sucedió. No podemos explicárnoslo. Creemos... creemos que le hizo bien la visita de su esposo– al decir aquello volteó su mirada a Jack, y él sólo le mantuvo la mirada fijamente. –El caso es que decidió hacer un esfuerzo más, y logró regresar–

Jack cerró sus ojos, aliviado, y de nuevo agradeció mentalmente. Enseguida volvió a dirigirse al doctor. Había todavía algo que él no comprendía.

–¿Por qué no me reconoció cuando me vio? ¿Fue algún efecto del coma?– cuestionó inseguro.

La expresión sonriente del doctor cambió por completo, tornándose seria y profesional.

–De eso necesito hablar con ustedes. Señor Reed, ¿podría acompañarme a mi oficina, usted y los padres de la paciente?–

Jack asintió sintiéndose consternado.

Hugh y Sandra se miraron desconcertados y preocupados, pero enseguida se dispusieron a seguirlo.

Natalie, Mark, Adrienne, Miles, Noah, Elizabeth, Emma y Cameron se quedaron en la sala de espera. Mostraron su apoyo una vez que ellos se marcharon con el médico.

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Al llegar al consultorio, el doctor les pidió que tomaran asiento, pero únicamente Sandra lo hizo. Hugh y Jack permanecieron de pie, los tres en completo estado de tensión e incertidumbre.

–¿Y bien?– el joven peleador estaba impacientándose. Casi no podía respirar de la preocupación que sentía, y temía que las piernas no pudieran seguir sosteniéndolo, aun así permaneció de pie, los grandes brazos cruzados sobre su inminente pecho, el ceño fruncido y un nudo en su garganta debido a los miedos que habían vuelto a despertarse en él.

Al ver la determinación de Jack, el médico se quitó el estetoscopio del cuello y lo guardó en un bolsillo.

–Voy a explicarles lo que sucede–

–Por favor– secundó Hugh igual de exasperado que Jack.

El doctor decidió no irse con rodeos.

–Ariana presenta los signos de un claro cuadro de amnesia postraumática– al ver las expresiones de las tres personas, suspiró con pesar.

Hugh se quedó de piedra.

Jack cerró los ojos. Aquello lo explicaba todo, se dijo. Y se sintió fatal.

–¿Está tratando de decirnos que mi hija...– debido a la impresión, Sandra ni siquiera pudo terminar de formular la pregunta. Con sus manos cubrió su boca para evitar el agudo sollozo que sabía que vendría.

–¿Mi esposa ha perdido la memoria?– el mero hecho de mencionarlo, le parecía a Jack tan surreal como si todo se tratase de una película.

–Efectivamente, señor Reed– asintió el doctor.

–¡Pero eso no puede ser posible!– exclamó Hugh, aún más alterado.

–Por favor tranquilícense. Señor y señora Butera, señor Reed. Sé que suena horroroso, pero les aseguro que no podría haber sido de otro modo–

–¿A qué se refiere?– cuestionó Sandra.

–La amnesia postraumática generalmente es causada por una lesión en la cabeza que no logró penetrar el cráneo. Por favor, mantengan la calma, y escúchenme. El accidente que tuvo Ariana fue letal, el golpe en su cabeza fue lo bastante fuerte como para matarla en el instante, pero por alguna razón extraordinaria... logró sobrevivir. Normalmente los accidentes de este tipo traen consecuencias desastrosas si el herido sobrevive. Primero que nada se presenta un estado de coma que puede durar desde segundos, hasta semanas, o incluso para siempre. Todo depende de la gravedad del trauma. Si el herido logra salir del coma, se presenta un período de confusión, y después, debido a las lesiones cerebrales, tanto el afectado como sus familiares tienen que enfrentarse a las secuelas que queden. Como ya le dije son consecuencias desastrosas... Les estoy hablando de diferentes tipos de parálisis. El paciente que llegue a tener la fortuna de lidiar con una pérdida de memoria, debe tomárselo como una bendición del cielo– los miró a los tres con total seriedad. –Consideren que Ariana tuvo suerte–

Sandra estuvo a punto de comenzar a llorar. Hugh exhaló.

Jack negó numerosas veces, sintiéndose incapaz de imaginar un destino como aquellos para su Ariana.

–Tiene razón, doctor. El hecho de que mi hija haya sobrevivido y se encuentre bien es lo importante– murmuró Hugh, sintiéndose más calmado.

–¿Pe...pero va a recuperar la memoria o... o no será así?–

–Señora Butera, la amnesia postraumática es frecuentemente transitoria. No puedo afirmarle si las consecuencias serán temporales o permanentes. La duración de la amnesia está relacionada con el grado de daño causado. Aún es muy pronto para saberlo, necesito los resultados de los exámenes que ya he ordenado hacerle, para dictaminar un resultado aproximado, y saber así con qué tipo de postraumatismo estamos lidiando–

Jack permanecía en silencio. Mirando el suelo. Los ojos seguían llenos de tensión y preocupación, y el nudo en su garganta se hacía cada vez mayor.

–Ahora sí me perdí– dijo Hugh, confundido. –¿A qué se refiere? ¿Hay algo inusual en todo esto, además de lo obvio?–

–Me temo que sí, señor Butera–

Sandra volvió a mostrar su expresión consternada, y Jack siguió sin mover ni un solo músculo.

–Aún no tengo en mis manos el resultado que lo dictamine, pero por los síntomas que ella presenta, me atrevo a asegurar que la amnesia de Ariana es retrógrada, lo cual significa un colapso de su mente en el que bloquea, no precisamente toda su vida, sino los últimos acontecimientos de esta–

–¿Se refiere a que no recuerda el accidente, o todo lo que sucedió en el día, o la última semana, el último mes, o qué?– preguntó Hugh sin comprender.

–Me temo que la pérdida de su hija se extiende a un período mucho más largo–

–¿Cuánto tiempo?– preguntó Jack, rompiendo así el silencio que había mantenido hasta entonces.

El doctor pareció dudar por unos segundos.

–Ella sabe quién es. Sabe su nombre, e incluso preguntó por sus padres y por su hermana, pero no recuerda estar casada, y tampoco recuerda a su hijo–

El alma de Jack cayó hasta sus pies. Le costó mucho comprender y aceptar que Ariana no recordaba la parte de su vida que lo incluía a él y a Aaron.

Sintió un dolor en el pecho que lo dejó paralizado por segundos. No hizo nada por detenerlo. Tan sólo dejó que avanzara y avanzara por todo su interior.

Su suegra tomó una de sus manos en señal de apoyo, como intentando darle un poco de consuelo.

Hugh exhaló. Aquello no le gustaba en absoluto.

Jack cerró los ojos y negó. Soltó su tenso aliento y les dio la espalda a todos.

La amnesia de su esposa era algo que lo había tomado por completo de sorpresa. No lo había esperado y no tenía una maldita idea de cómo debía sentirse o manejarlo.

Hizo esfuerzos de controlarse. Debía ser fuerte.

Ella estaba viva... Estaba viva y eso era lo que realmente importaba.

–Señor Reed...– lo llamó el doctor Firth.

Jack se llevó las manos al rostro, y lo arrugó. Inhaló y exhaló y después volteó.

El médico debía decirles una cosa más.

–La psicóloga le realizará un pequeño interrogatorio, unas cuantas preguntas, únicamente para determinar exactamente hasta qué momento de su vida recuerda, y ha solicitado que ustedes tres estén presentes para evaluar la reacción de Ariana–

–¿Eso será bueno para ella?– preguntó Hugh. –Me refiero a que mi hija nos recuerda a nosotros, pero no a Jack–

–Tal vez en otras circunstancias... Pero en este caso, ya es del conocimiento de Ariana que ha tenido un accidente que borró parte de su memoria. También sabe que... que es una mujer casada y madre de un niño. Creemos que encubrir eso con una mentira no es lo más conveniente–

–Ella... ella vio el relicario con nuestra foto– murmuró Jack mientras cerraba los ojos con culpa. –Yo... cometí el error de decirle que estamos casados, y que... tenemos un hijo–

Sus suegros lo miraron con compasión y al mismo tiempo con preocupación.

–¿Y cómo lo tomó ella?– preguntó Sandra consternada.

–Lamento decirles que no muy bien. Aún así consideramos que fue algo bueno que lo sepa, y que así logre entender que su vida no es exactamente como la recuerda. Perdió la memoria, pero no es tonta. Lo conveniente es hacer que se adapte y lo acepte. Por lo pronto no deben forzar nada más, aparte de lo que ella sabe ahora. Me refiero a que no le revelen ningún otro detalle que no sea necesario en su recuperación. Forzarla sería contraproducente. Simplemente, permanezcan en silencio, y observen para que lo vean todo por ustedes mismos–

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Los próximos segundos se le hicieron eternos a Jack.

El doctor los condujo a la nueva habitación en la que habían transferido a Ariana.

Caminaron en silencio y antes de entrar, el médico se giró para hablar.

–La psicóloga será quien se encargue de todo. Por favor, mantengámonos al margen. ¿De acuerdo?–

Luego de aquello finalmente entraron.

La encontraron sentada sobre la cama, aun con la bata celeste y la sábana cubriéndola hasta la cadera

Permanecía quieta y en su rostro podía adivinarse la tensión, la confusión y el desconcierto. En cuanto vio a sus padres sus ojos se iluminaron, pero estos se llenaron de aprensión cuando se dio cuenta de que Jack Reed los acompañaba.

Ciertamente lo último que deseaba hacer era volver a tenerlo frente a frente.

Al despertar del coma en el que le habían dicho que se había encontrado, a causa de ese accidente que tampoco recordaba, lo primero con lo que se había encontrado había sido con él. Precisamente con él. No lo entendía. Y después de esa locura que había declarado con sus propios labios...

>¡No!< gritó su interior y sufrió de un vuelco.

La situación era horrible. La ponía a temblar. Quería gritar de desesperación, o tan solo desaparecer, que la tierra la tragara.

¿Había perdido la memoria?

¿Era ella la mujer de ese sujeto?

¿Tenían un hijo juntos?

¡Oh, cielo santo!

¡¿Por qué?!

¿Qué había ocurrido en todos esos años que supuestamente habían desaparecido de su mente?

Tenía que ser todo una broma. Tenía que serlo, y se alegró profundamente de que su papá y su mamá estuvieran ahí para que por fin lo aclararan todo.

–Papi, mami– inmediatamente alzó su mano para que ellos se acercaran.

Sandra y Hugh fueron al encuentro con su hija. La abrazaron y le proporcionaron todo su amor de padres.

–Mi princesa...–

–Gracias al cielo estás bien, cariño–

–Que bueno que están aquí. Sólo ustedes pueden aclarar todo... todo este circo que se han armado estas personas. Por favor, díganles que todo lo que dicen no son más que mentiras. Díganles que yo soy su hija, y que... y que...–

–Ari, Ari– Hugh la hizo callar con un suave susurro. –El doctor y la doctora van a encargarse de todo. Mantén la calma, princesa. Todo estará bien. Nosotros estamos aquí, a tu lado–

La joven castaña tragó saliva y sintió un hueco en su estómago. Sus ojos marrones se llenaron de lágrimas por derramar. Estaba aterrorizada.

Evitó mirar a Jack Reed en todo momento, aunque bien sabía que él no le había quitado los ojos de encima desde que entrara.

–Hola, Ariana– el doctor que la había atendido momentos antes se acercó al mismo tiempo que sus padres se despedían con otro abrazo y se alejaban. Ella deseó ponerse a llorar y pedirles que no se separaran de ella pero no tuvo oportunidad.

–Hola–

–Voy a presentarte a la doctora Moore. Ella te hará algunas preguntas, ¿de acuerdo?–

¿Estaba de acuerdo? Se preguntó Ariana. No tenía ninguna otra opción. Además mientras todo terminara más pronto, mejor.

–Qué gusto conocerte, Ariana. Soy la doctora Moore, y soy psicóloga especializada en psicopatología de la memoria–

La joven simplemente asintió a manera de saludo.

–Estamos aquí, porque voy a analizarte un poco, y me pareció conveniente que tus padres y... Jack, estén presentes–

La castaña sintió la tremenda necesidad de fijar sus ojos en el mencionado, pero no lo hizo. No se atrevió. Se puso más y más tensa.

–Comenzaré por hacerte unas cuantas preguntas– la tomó asiento en una silla próxima a la cama.

Ariana estuvo a punto de explotar en llanto. No sabía si podría soportarlo.

–Bien, comencemos con la primera... ¿Recuerdas tu nombre completo?–

–Catherine Ariana Butera– respondió secamente.

La psicóloga hizo sus anotaciones en su tabla.

–¿Edad? ¿Sabes cuántos años tienes, Ariana?–

–Diecisiete. Recién los cumplí. El veintiséis de Junio para ser exacta–

La respuesta dejó atónito al doctor Firth. Compartió miradas consternadas con la familia de la paciente.

Hugh parecía totalmente angustiado. Sandra había comenzado a llorar pero intentaba ser discreta. Jack... Jack estaba congelado, sin decir nada. Su expresión desolada, insondable.

La psicóloga continuó anotado.

Ariana se dio cuenta de la reacción de todos al decir lo último que había dicho, cómo habían cambiado sus semblantes. La tensión casi la cortó.

–¿Te acuerdas del nombre de tus padres?–

–Por supuesto– respondió Ariana.

–¿Puedes decírmelos?–

–Hugh y Sandra Butera. ¿También preguntará por mi hermana? Se llama Adrienne. ¿El lugar en el que vivo? Boca Ratón, Florida, que se encuentra en los Estados Unidos de América. ¿Algo más? Porque ahora yo quiero hacerle un par de preguntas a usted. Por ejemplo, ¿de qué va todo esto? Sé perfectamente quién soy, lo que no entiendo es qué demonios hago aquí, y por qué todo mundo insiste en...– miró de reojo a Jack. –... en decir todas esas... estupideces con respecto a mi vida–

El doctor Firth se acercó a ellas. Carraspeó la garganta.

–Por favor tranquilízate, Ariana. Es de crucial importancia que terminemos este cuestionario–

–Bien– luego de exhalar y cruzarse de brazos, murmuró molesta.

La psicóloga continuó.

–¿Sabes por qué estás aquí?–

–Me han dicho que tuve un accidente automovilístico–

–¿Tienes algún recuerdo de dicho accidente? ¿Tienes en tu cerebro algún retazo de eso que sucedió?–

Ariana negó con la cabeza. Nada, no tenía nada en su mente. Nada que pudiera decirle que toda aquella novela era verdad. A excepción de sus golpes y raspones, y desde luego el collarín en su cuello.

–Dime en qué año estamos, Ariana–

La castaña lo miró, aturdida y molesta.

–Por favor– insistió la doctora.

–Dos mil catorce– respondió finalmente y quedándose muy quieta. Observó cómo la psicóloga le agradecía. Se puso en pie y avanzó en dirección del doctor, sus padres y Reed.

La desesperación la llenó porque no fue capaz de escuchar absolutamente nada de lo que ellos hablaban.

Cerró sus ojos, y se recostó un momento sobre las almohadas. Estaba tan cansada, y lo irónico de todo era que había pasado todo ese tiempo acostada en esa maldita cama.

De un momento a otro, la doctora regresó a ella tomando asiento.

–Vamos a continuar, Ariana. ¿Te parece bien?–

Ella trató de encogerse de hombros pero debido al collarín le fue imposible.

–Supongo–

–Quiero que me digas, qué es lo último que recuerdas–

Ariana pareció dudar, pero enseguida logró concentrarse.

Lo último que recordaba.

El último recuerdo resguardado en su mente.

–Salí de casa– comenzó a decir, y de inmediato notó que sus padres y Jack se ponían todavía más rígidos y atentos a ella. –Conduje hasta la escuela... Era un día importante. Debía presentar el musical de verano con Miss Baranski, y...– y era el cumpleaños de Drew. ¡Oh por todos los cielos, Drew! Dejó de respirar pero trató de recuperarse. La prudencia le dijo que no mencionara aquella parte. –...Cuando intento recordar qué sucedió después de eso, siento que la cabeza me explotará–

Por unos segundos, la habitación se quedó en completo silencio.

Ariana miró fijamente a la psicóloga que la interrogaba, pero ella parecía más preocupada por sus padres y por Jack.

–¿Ahí fue el accidente? ¿Choqué mientras conducía de camino a la escuela?–

La doctora Moore quitó sus gafas para guardárselas en el bolsillo de su bata médica.

–Ariana, creo que tú ya conoces la respuesta, y es inútil que te la niegues–

La joven negó con la cabeza, e indudablemente comenzó a llorar. Sin embargo el llanto no aminoró la expresión enfadada y hostil de su rostro.

–Venías de la boda de tu hermana–

–¿La... la boda de mi hermana? ¿Pero qué está diciendo?– pareció alterarse más de la cuenta.

–Es fundamental que aceptes que han pasado seis años desde lo último que recuerdas–

Totalmente alterada, Ariana miró hacia sus padres en busca de ayuda, pero ellos no estaban autorizados para acercarse todavía.

Sandra ni siquiera la miraba, se encontraba resguardada en el abrazo de Hugh, y él tampoco estaba mirándola, pero sabía que escuchaban.

–No es verdad– exclamó asustada.

–¿Si te digo entonces que todo es una broma, funcionaría?–

Ariana se quedó en silencio. Le alegraría profundamente, pero no. No funcionaria. Ya sabía demasiado, y por más que quisiera negárselo, era su espantosa realidad.

La psicóloga tomó su silencio tal y como lo esperaba.

–Hay un niño...– empezó a decir con cautela.

–No– negó la castaña velozmente.

–Hay un niño, Ariana. Un niño pequeño– insistió. –Tú misma viste la fotografía, y no tiene caso que te lo ocultemos y que tú te lo sigas negando. La negación es normal en tu caso, pero debes aceptar la realidad de lo que pasa... Tienes un hijo–

–Ni siquiera lo recuerdo– murmuró recelosa.

–Eso es porque has perdido la memoria. Tu cerebro no puede recordar los últimos seis años de tu vida, y te aseguro que estamos haciendo todo lo posible por ayudarte. Tuviste un accidente, en el que casi mueres–

Ariana palideció, y sus ojos volvieron a inundarse.

–Estuviste casi trece horas en estado de coma– continuó Moore. –Creímos que ya no había esperanza de vida para ti, pero despertaste, y ahora estás aquí. Sin embargo los accidentes dejan secuelas. Una pérdida de memoria retrógrada en tu caso. Debes saber que para cualquier tipo de amnesia no hay un tratamiento en específico, tampoco medicamentos ni cirugías. Aquí la única persona que tiene el poder de que recuperes tus recuerdos eres tú misma. Debes poner de tu parte, y tienes que empezar aceptando primero que nada tu padecimiento, y después aceptando tu presente–

Ariana seguía sin levantar la mirada. Las lágrimas que un momento habían sido escasas y esporádicas, ahora parecían ser interminables, incontrolables. El dolor y la angustia eran dos factores que estaban aniquilándola a cada segundo que pasaba.

Era una pesadilla, una horrible pesadilla.

Sentía un gran vacío en su interior. Sentía que todo estaba al revés, que no quería esa vida de la que le hablaban, que no la aceptaba, que renegaba de ella, pero entonces sintió también una enorme necesidad, un anhelo desesperante que solamente podría apaciguarlo cuando cuestionara aquello que tanto estaba torturándola.

–Quiero hablar con mis padres– exigió.

La psicóloga asintió. Pensó que quizás le haría bien.

–Vamos a dejarte a solas con tus padres–

La doctora Moore y el doctor Firth salieron de inmediato.

Antes de que Jack lo hiciera, él y Ariana cruzaron miradas.

El corazón de la castaña dio un vuelco al percatarse del poder y magnetismo de aquellos ojos oscuros que parecían desesperados.

No podía ser cierto. Ella no podía ser la esposa de ese hombre...

>¡Cielo santo! ¡¿Por qué me pasa esto a mí?!<

¡Tenía que ser mentira! ¡Una pesadilla! ¡Lo que fuera!

¿Cómo era posible? ¡¿Cómo?!

Ariana trataba de encontrar respuestas, pero le dolía ya la cabeza de tanto pensar, además de a causa del golpe sufrido.

Finalmente se marchó y sólo entonces pudo respirar con normalidad.

Observó entonces con detenimiento a su padre, y lo vio tan diferente a como ella recordaba. Indudablemente lucía más viejo, pero eso no era lo que notaba distinto. Sino algo más. La diferencia estaba en su mirada, en su sonrisa. Era alguien completamente opuesto al hombre de negocios que ella conocía tan bien. Se concentró después en su madre. En Sandra los años parecían no haber transcurrido. Lucía tan guapa y elegante como siempre, pero también su expresión estaba totalmente cambiada.

–¡Por favor díganme que todo esto es una broma!– les suplicó. Comenzó a llorar y no pudo detener sus lágrimas.

–Ari...– exclamó Sandra con angustia.

–¡Mamá, díganme que nada es verdad!–

–No hay razón para mentir, Ariana– le dijo con firmeza su padre. –Debes irlo aceptando ya–

La joven destrozada continuó llorando.

–Perdiste la memoria, cariño, pero te vamos a ayudar. Todos te ayudaremos–

–Yo no quiero que me ayuden– sollozó. –Yo sólo quiero despertar de esta pesadilla–

Sandra la abrazó.

–Ya verás que muy pronto empezarás a recordarlo todo. Sólo tienes que confiar en nosotros–

–¿Cómo quieren que confíe si...si esos doctores se empeñan en seguir diciendo que ese sujeto es mi marido, y que tengo un hijo? ¡Y ustedes se los permiten!–

–Porque es la verdad, Ariana– contestó Hugh. –Pasaron seis años. Ahora estás casada, has formado tu propia familia, tienen un hijo...–

–¡Noo! ¡Noo!– ella siguió en negación. No podía ser cierto, no quería que fuera cierto.

Lloró con fuerza y desconsuelo.

–Tranquila, mi cielo. Sabemos que... que esto es muy difícil para ti, pero confiemos en que recordarás todo pronto, y las cosas volverán a la normalidad. Solamente tienes que ser muy fuerte y muy valiente también– de nuevo Sandra se ocupó de abrazarla para darle consuelo. Se sentó junto a ella en la cama, y teniendo buen cuidado de no lastimarla, acarició su cabello.

Así permanecieron por mucho tiempo, hasta que finalmente, y de un momento a otro, Ariana levantó sus ojos atormentados y bañados en lágrimas.

Fijó miradas con su madre.

–¿Puedo hacerles una pregunta?–

–Desde luego que sí, cariño–

–¿Lo... lo llevaba conmigo el día del accidente?–

>¡¿Está herido?! ¡¿Sufrió algún daño?! ¡Por favor díganmelo!<

Hugh y Sandra se miraron. Los dos parecieron sonreírse. Aquello era en definitiva un pequeño gran progreso.

No estaba en la naturaleza de ninguna mujer olvidar su instinto maternal, y el hecho de que Ariana lo comenzara a recuperar sin siquiera haber visto al niño, era algo positivo para su recuperación.

–Él se encuentra bien– le aseguró Sandra. –Ibas sola en el auto–

Ariana se dejó recostar de nuevo en la cama. El alivio que sintió fue tan fuerte que no pudo evitar demostrarlo.

Sin más se hundió todavía más en el abrazo de su madre.

Su pesadilla comenzaba, de eso estaba más que segura.

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–Ánimo, hermano. Todo va a estar bien– Noah se acercó a su amigo para tomarlo de los hombros.

–Sí, Ja...Jack, lo importante es que Ari está fuera de peligro– Cameron hizo lo mismo.

–Ya verás que todo se solucionará– le dijo Mark con una sonrisa.

–Ven aquí, hijo– Natalie fue hacia él para abrazarlo.

–Toma, Jack. Te hemos traído un café– le dijeron Elizabeth y Emma que habían ido a la máquina.

–Sí, hermano. No te pongas triste. Esto tiene que pasar. Vamos a afrontarlo todos juntos– le sonrió su hermana menor.

Jack tomó las manos de su madre y las apretó en busca de consuelo. Recibió el café y todos los ánimos de parte de su familia y amigos. Les agradeció muchísimo el apoyo. Apreciaba sus intentos de levantarle el ánimo, pero sentía un vacío profundo en su interior que nadie podría aliviar. Su Ariana no lo recordaba, o no quería recordarlo. Eso lo tenía devastado.

En definitiva había sido algo que no había esperado. Lo tenía demasiado desorientado.

Y lo peor había sido ver en ella todo ese miedo, esa inseguridad y desconfianza al mirarlo...

Jack tuvo que cerrar los ojos con fuerza para borrar aquello de su mente, o siquiera hacerlo un poco más tolerable. Pero no podía olvidarlos, y la imagen le hería terriblemente.

Deseó desde el fondo de su alma que las cosas en verdad fuesen a solucionarse pronto, que Ariana recuperara la memoria, que pudieran hablar y que todo volviera a ser como antes.

Lo que tenía que hacer en ese momento era mantenerse sereno y afrontar todo lo que vendría. Para ello debía estar preparado.

Se sentía demasiado afectado aún así.

No pensó en nada más cuando vio a Michael Bakari aparecer.

Lo primero que el sujeto hizo fue acercarse a ellos. Su expresión era de completa consternación.

–¡¿Cómo está Ariana! ¡¿Cómo está?! ¡¿Dónde está?! ¡Necesito verla!– el doctor había aprendido bien a dominar sus emociones en todo lo que respectaba su vida trabajando dentro de un hospital, pero en esos momentos todo era distinto. Se trataba de la mujer que amaba.

Al verlo Jack enfureció. Tiró el café lejos, y fue hacia él. Lo tomó de la camisa en una evidente bienvenida nada amistosa.

–¡¿Qué mierda haces aquí?! ¡Lárgate!–

Dándose cuenta de la reacción de su amigo, Noah y Cameron fueron hacia él intentando evitar la catástrofe que sabían se avecinaba.

–¡Suéltame, Reed!– Michael intentó quitárselo de encima pero no lo consiguió.

Mark se unió a los chicos para intentar separar a Jack de la víctima que había elegido para descargar toda su furia.

–¡Jack, suelta a ese hombre por todos los cielos!– le gritó Natalie con angustia.

Y aquello fue todo en lo que el peleador pudo pensar. Violencia pura.

La necesidad de machacarlo fue gigantesca.

Estuvo a punto de asestarle un puñetazo en su nariz todavía herida, cuando Mark se interpuso.

–¡¿Qué demonios haces, Jack?!– le recriminó. Tuvo que empujarlo para hacer que retrocediera y recuperara un poco de su control.

–Déjame romperle la cara a este imbécil, Ruffalo. Muévete–

–¿Qué? Estás loco– Mark lo miró consternado.

–Jack, tienes que tranquilizarte. Ponerte a golpear gente no va a solucionar nada–

–Jack, Mark tiene razón– intervino Natalie de nueva cuenta. –No puedes estar haciendo estos escándalos aquí en el hospital. Lo importante ahora es Ari–

–Tienes que afrontar esto como hombre, Jack, y no andar con estas idioteces–

Lo peor de todo era que la Bestia sabía que ellos tenían razón.

Sin embargo no soportaba que Bakari estuviera ahí.

Apretó los puños sintiendo que la sangre bullía en su interior.

Después negó numerosas veces y les dio la espalda a todos porque no deseaba seguir viéndolos. Luego de unos segundos decidió marcharse.

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Pasaron unas cuantas horas, en las que nadie supo dónde estaba Jack. No había dicho nada cuando se había marchado, y tampoco respondía las llamadas.

Todos comenzaban a sentirse más y más preocupados pues no se había ido en buenas condiciones, sino lleno de mucha furia.

Por eso cuando lo vieron llegar todos soltaron un suspiro de alivio.

Los miró a todos pero no emitió palabra alguna, ni siquiera cuando vio que Michael seguía ahí. Tampoco hizo ademán de querer lanzársele encima y despellejarlo.

Estaba calmado y eso los tranquilizó a todos.

Michael rodó los ojos con fastidio al verlo, y después se marchó de la sala.

Desde luego él no iba a preguntar a dónde infiernos se dirigía. Si fuera de regreso a Nueva York sería una estupenda noticia.

–Jack, el doctor Firth ha pedido vernos de nuevo en su consultorio– le dijo Hugh. –¿Te sientes bien como para... estar presente en lo que sea que él vaya a decirnos?–

–Desde luego que sí, Hugh. Debo enterarme de todo lo referente a Ari–

–Bien, entonces vayamos–

Los dos hombres junto con Sandra se encaminaron hacia la oficina del doctor Firth en donde habían estado horas antes.

A Jack no le agradó para nada encontrar ahí al maldito doctorcito neoyorquino.

–Creí haberte dicho que te largaras– le dijo con brusquedad.

–Jack, tranquilo. Este no es momento– le advirtió su suegro.

El joven simplemente le asintió, pero de todos modos quería saber qué diablos hacía ese sujeto ahí. Tenía que haberse ido ya. Ariana tampoco lo recordaba, pero a diferencia de él... 

Estaban casados, después de todo.

El doctor Firth no comprendió mucho de la situación, pero estaba enterado de algunos detalles sobre la rivalidad entre los dos hombres. No era muy difícil de entender aún así. Sabía que se conocían de antes, y que evidentemente había un interés muy personal dentro de todo aquello. No era su asunto aún así, sino ayudar en la recuperación de Ariana.

–El doctor Bakari se ha incorporado a este hospital, les aseguro que es uno de los mejores neurocirujanos que he conocido. Me ha dicho que conoce personalmente a la paciente Ariana, y que le interesa mucho ayudar en su recuperación, así que estará muy pendiente de su caso– explicó Firth con cautela.

¡Carajo!

Lo que le faltaba, pensó Jack.

Su mirada dejó en claro que no parecía estar de acuerdo, sin embargo no hizo intento de discutir o de exigir un cambio.

Lo importante era Ariana, se repitió y debía seguir repitiéndoselo para no desear romperle el cráneo a aquel sujeto.

Al ver que Jack parecía controlado, el doctor continuó.

–Tengo en mis manos los resultados de los análisis. Ya los he analizado con el doctor Bakari, así que es momento de que les expliquemos lo que ocurre realmente–

–Por favor, doctor– se impacientó Hugh.

–Ariana se encuentra completamente estable. Algo increíble, considerando el grado crítico de su accidente. No hay peligro de que vuelva a caer en estado de coma una vez más o de que alguna consecuencia contraproducente se presente en ella. Pueden estar tranquilos, porque está totalmente bien, y físicamente comienza a recuperarse con rapidez. Sin embargo es de la amnesia de lo que quiero hablarles– su tono se tornó serio.

En el lapso de esas últimas horas, tanto Jack como Hugh y Sandra habían aprendido que cuando el doctor hacía esa expresión, era porque las noticias que tendría para darles serían un tanto delicadas.

Se pusieron rígidos al saber que se avecinaba un severo golpe.

–¿Mi hija recuperará la memoria?– preguntó Sandra.

–Voy a hablarles con la verdad. Yo... yo no me esperaba esto. Creí que se trataba de una amnesia retrógrada como con las que ya había trabajado antes, pero hay algo con lo que no contaba–

–¿Qué cosa?– cuestionó Hugh preocupado. –Hable, doctor–

–Les explicaré– dijo, pero antes de comenzar, rodeó su escritorio, y tomó asiento.

Michael permaneció a su lado de pie.

Hugh y Sandra también se sentaron.

–El cerebro es la central de la memoria. Millones y millones de neuronas se dedican continuamente a almacenar, seleccionar, comparar, combinar, etiquetar... en fin. Cuando una persona tiene una conmoción cerebral, es normal que se genere un trastorno de pérdida de memoria, pero en este caso... Bueno, al parecer el golpe que Ariana tuvo logró penetrar el cerebro, y eso la pone en una seria desventaja respecto a su recuperación–

–¿Se refiere a que nunca podrá recuperar sus recuerdos?– preguntó Sandra horrorizada.

–Me refiero a que no puedo decirles si podrá recuperarlos o no... Señora Butera, yo jamás había visto un caso como este, en el que el golpe haya sido tan fuerte que trascendió aún más allá del cráneo. Lamento decírselos pero no sabría hasta cuándo tendrán que lidiar con esto. Debido al daño causado, la amnesia de Ariana podría tardar semanas, no lo sé, ni puedo asegurarlo... Podría tardar también años, y en un caso extremo... podría no regresar jamás–

–¿Me está diciendo que hay posibilidades de que mi hija padezca este trastorno para toda su vida?– cuestionó Hugh molesto.

El doctor Firth carraspeó su garganta. Estaba verdaderamente nervioso. Nunca en todos sus años ejerciendo la carrera de medicina, se había enfrentado a una amnesia como esa. Había sido optimista, pero al ver los resultados del examen, y leer el dictamen, pudo apreciar desde otra perspectiva la magnitud de lo sucedido.

Enseguida Michael decidió interferir.

–Les aseguro que Ariana se encuentra perfectamente de salud, y no hay ninguna posibilidad de que vaya a padecer amnesia toda su vida, se olvide de lapsos importantes o se convierta en una persona olvidadiza. Nos estamos refiriendo a que hay posibilidades, altas o bajas, de que Ariana nunca recupere estos seis años perdidos en su memoria. ¿Nos hemos explicado?–

–Eso es terrible– exclamó Hugh.

–¡Oh, cielos!– sollozó Sandra.

–¿Está completamente seguro, doctor?–cuestionó Hugh. –¿No se puede hacer algo para que mi princesa recuerde todo de manera eficaz? Tiene que haber algún tratamiento, qué sé yo, lo que sea, no importa el costo–

–Lo lamento. Si ustedes lo desean, podrían buscar un segundo diagnostico, pero le aseguro que les dirán exactamente lo mismo. Y además como ya les había mencionado... con respecto a la amnesia postraumática no hay nada que hacer, más que esperar–

Jack continuó sin hablar. Inmóvil desde su asiento. Mirando el suelo, con ojos cansados.

–¿Entonces qué nos recomienda?– preguntó Sandra mientras secaba sus lágrimas con su pañuelo.

–¿Qué podemos hacer nosotros para ayudar?– secundó Hugh.

–Lo que ya les he dicho antes... Esperar– repitió el doctor. –Como no sabemos cuándo podría regresar su memoria, o si lo hará, y debido a que tampoco podemos saber si lo va a recordar todo de golpe o si irá recordándolo de poco a poco; lo más conveniente es que Ariana continúe con su vida normal–

Jack levantó la mirada, y miró al doctor en completo estado de consternación.

–¿Y por vida normal a qué se refiere?– cuestionó Hugh con seriedad.

–Me refiero a que regrese a su casa, a su vida de antes. Que conviva con su familia, con su hijo. Que vaya adaptándose de poco en poco a su presente–

–Doctor Firth...– intervino Michael inmediatamente. La expresión en su rostro denotaba su tensión. No estaba de acuerdo en nada de lo que había dicho.

Ambos doctores compartieron miradas, pero al final Firth continuó.

–¿Y eso va a ayudarla?– preguntó Sandra.

–Es totalmente crucial para su recuperación. El hecho de regresar a la vida que llevaba hasta entonces. Intentar que se adapte y se acostumbre. Que comience a rodearse de situaciones que ya había vivido antes, convivir con las personas con las que convivía y frecuentar los lugares que solía frecuentar antes. Tal vez así los recuerdos vayan apareciendo, e incluso, si no recupera nunca la memoria, esto la ayudará efectivamente a acoplarse su presente. Al hecho de que está casada y también es madre–

–Me suena muy lógico todo lo que dice, y estoy de acuerdo– asintió Hugh.

–Cualquier cosa con tal de que mi niña se recupere– exclamó Sandra con la voz en un hilo.

Jack de nuevo no habló.

Fue Michael quien saltó en total desacuerdo y dispuesto a reprochar.

–No estoy de acuerdo con esto, Firth. No creo que funcione. Ariana estaba separada de este sujeto. ¡Ella lo odiaba!–

Entonces Jack se puso en pie, y se encaró con Michael. Ambos hombres, frente a frente, a punto de comenzar una disputa.

Hugh se colocó frente a su temperamental yerno evitando así cualquier catástrofe.

El doctor también intervino.

–Doctor Bakari– lo llamó en tono autoritario. –Recuerde que un médico jamás mezcla lo personal con lo profesional. No me obligue a sacarlo de este caso–

Michael pareció reaccionar a la advertencia, y se tranquilizó un poco. Sin embargo, seguía furioso.

Hugh se mantuvo muy cerca de Jack, asegurándose de que no fuese a cometer otra locura, y miró con ojos entornados a Michael como advirtiéndole que no siguiera provocando.

–Puede continuar, doctor, por favor–

–Como les decía. El mejor escenario que hemos planteado la psicóloga y yo, es que Ariana regrese a su vida normal, su vida de antes, con la familia que formó, y me refiero a su esposo y su hijo. Sin embargo no será conveniente que lo haga inmediatamente, sino de poco en poco–

–¿Y cómo sería eso?– preguntó Hugh.

–Lo sugerido es que tanto Jack como el niño se muden por una temporada a su casa. De esta manera, ella estará en el ambiente que recuerda, y a la vez tendrá convivencia diaria con las personas que conforman su presente, así ella tendrá oportunidad de acostumbrarse, adaptarse y sobre todo aceptarlo–

–Bien– asintió Jack y después miró a Michael con advertencia. –Haré lo que sea con tal de recuperar a mi esposa–

–Sabes que eres bienvenido, Jack. Mi casa es tu casa, y la de mi nieto– le dijo Hugh, a quien le agradeció.

–Desde luego que sí, hijo– secundó Sandra sin dudarlo.

Incapaz de poder soportar no hacer o decir algo, Michael salió inmediatamente de la oficina. Y entonces la situación pareció serenarse.

Jack se sintió más relajado de que se hubiese marchado.

–Debemos ejercer la terapia cognitiva o laboral. Desarrollar situaciones que puedan resultarle familiares para así poner a funcionar sus habilidades de memoria, y tratar de recuperar todos aquellos recuerdos que ha perdido– los miró a los tres. –Es importante no forzarla ni apresurarla, simplemente darle tiempo para que se adapte a su nueva vida, y sobre todo, tenerle mucha paciencia porque el proceso no será fácil en absoluto, y todos y cada uno de los miembros de su familia deben apoyar en la tarea. Les recomiendo que ejerzan mucho actividades del habla. Que fortalezcan la comunicación, y en cada plática rutinaria que mantengan con ella, ir revelándole algo de información sobre su vida, cosas monótonas o que puedan parecer insignificantes, que ella conocía antes. Así, con lo que vaya viviendo, observando y escuchando a su alrededor, y con esos pequeños detalles que puedan ir dándole a conocer, pueda juntar los suficientes trozos para comenzar a rellenar lo demás por sí misma–

–Entonces...– Sandra parecía confundida. –Debemos revelarle detalles insignificantes, pero no datos importantes–

–Exacto– asintió el doctor. –Por ejemplo, permitan que sea ella quien recuerde cómo conoció a su marido, el momento en el que tuvo a su hijo... Ustedes me entienden–

Las tres personas asintieron, comprendiéndolo todo.

–Desde luego, esto será únicamente por una temporada. En la que, esperemos su memoria regrese. De no hacerlo... Deberemos tomar algunos otros métodos. Por ejemplo... que regrese a su antigua casa, la que compartía con su marido–

–Jack– el doctor se dirigió a él. –Debe saber que la mayor responsabilidad recae en sus hombros, no solo porque sea su marido, sino porque usted será su conexión con el presente–

El peleador lo sabía, y tenía miedo, pero por su amada estaba dispuesto a hacer cualquier cosa. Cualquier cosa...

–Creo que estaría de más pedirle que sea cuidadoso y comprensible con ella, ya que evidentemente no recuerda ser su esposa. Primero que nada debe hacer que confíe en usted–

–Comprendo perfectamente, doctor. Jamás haría algo que le afectara o la lastimara, y mucho menos la presionaría a nada– respondió.

–No hay persona en el mundo que pueda cuidar de mi hija mejor que este chico de aquí– sonrió Hugh complacido.

El doctor asintió. No lo dudaba.

–Bien. Me alegro de oír eso–

A los pocos segundos, todos salieron de la oficina, y se encontraron con Michael en el pasillo.

El joven neurocirujano seguía enfadado y bastante molesto, pero tenía el suficiente autocontrol como para no armar otra disputa.

–Creo que tú y yo debemos hablar, Jack– le dijo fríamente.

Jack se irguió en toda su altura y lo miró desafiante.

Resopló haciendo que su nuez de adán se tensara.

–Está de más recordarles que están en un hospital. Les pido de favor que no armen otro escándalo– el doctor fue claro en sus palabras. –Bakari, me gustaría hablar con usted en cuanto se desocupe– Sin más se regresó a su consultorio.

Tanto Jack como Michael compartieron una mirada de rivalidad masculina.

–Tienes que controlarte– le advirtió Hugh a su yerno.

El peleador soltó el aliento.

–Descuida– le respondió.

Confiando completamente en él, Hugh tomó a su esposa y los dos se alejaron.

Michael miró a Jack con enfado.

–¿Cómo hiciste para convencerlos? ¿Para hacer que confíen en ti tan ciegamente? Eres un canalla–

–Yo no tuve que convencerlos de nada, idiota. ¿Por qué sigues metiéndote en lo que no te importa?–

–Deja de aprovecharte de Ariana–

–Vete a la mierda, Bakari. Ariana es mi mujer–

–Estaban a punto de separarse, y eso te hace un pedazo de basura–

Jack lo tomó de las solapas de su camisa y lo estampó contra la pared con gran fuerza.

–Cállate, idiota... Cállate–

–Yo amo a... amo a Ariana– alcanzó a decir Michael mientras se debatía en intentos por soltarse del agarre del peleador. –Y voy a pelear por ella–

La Bestia lo apretó aún más. Después utilizó toda su furia para conseguir dominarse.

Sotó un gruñido endemoniado y después lo soltó.

–Eso si yo lo permito, imbécil–

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