Capítulo 20
No podía borrar aquella imagen.
Por más que lo intentaba, Ariana no era capaz de hacerlo.
La escena seguía reproduciéndose en su cerebro, torturándola y lastimándola.
Jack besando a aquella rubia...
Sin duda había sido algo que no había esperado, aún menos después del beso que se habían dado esa mañana.
¿Por qué Jack le había mentido? ¿No le había dicho que esa mujer y él no eran nada?
Porque evidentemente eran amantes. Lo habían sido y no habían dejado de serlo después de que se casara con ella.
¿Se habrían estado acostando durante todos esos meses?
La respuesta Ariana la conocía, pero fue como un puñal clavándose en su corazón, el sólo imaginarla.
Le hería terriblemente saber que Jack... su Jack, había estado involucrándose... físicamente con esa rubia de la fotografía, estando casado. ¡Cielo santo, casado con ella!
Ariana sabía que no tenía derecho a sentirse así. No tenía derecho de reclamarle nada.
Su matrimonio no había sido real. Y el beso que le había dado... Las palabras que le había dicho... Quizás habían sido simple emoción para él, así como la noche de su pelea.
Jack no le había dicho que la amaba, no le había dicho que anhelaba una vida a su lado. No le había hecho ninguna promesa ni voto de fidelidad.
Era una estúpida por siquiera estar pensando en votos de fidelidad. ¡No eran marido y mujer!
No eran nada.
Jack no dejaba de ser maravilloso por haber hecho por ella todos esos sacrificios, por haberla ayudado y animado cuando más necesito de un hombro en el cual llorar, de un amigo.
De nuevo se sintió estúpida.
No debió haberse ido del departamento, sin embargo sabía que no iba a soportar seguir bajo el mismo techo que su amado, y no poder gritarle a la cara cuánto lo amaba.
Era horrible, y en ese momento estuvo muy segura de algo... Ese dolor no se comparaba ni siquiera un poco al que había sentido cuando Drew la dejó por Selena. Este era peor. Mucho peor.
¿Significaba eso que en realidad no había amado a Drew tanto como había creído?
Quizás. Porque cuando imaginaba una vida sin él, no se había sentido desesperanzada, como la hacía sentirse el imaginar su vida sin Jack.
Jack lo era todo para ella. Drew había sido solamente una falsa ilusión.
Estaba demasiado confundida. Y ciertamente no había necesitado añadir más estrés a su ya caótica mente.
No podía negar que todo era su culpa por andar imaginando una historia de amor que claramente jamás sucedería.
Exhaló frustrada y triste, y se dijo que debía dejar de pensar ya en todo aquel dilema.
Tenía cosas muy importantes de las cuales ocuparse.
Literalmente estaba a solo semanas de dar a luz, y todavía no firmaba ningún contrato con la agencia de adopción. Necesitaba hacerlo cuanto antes porque de eso dependía algo muy importante, y eso era asegurarse de quiénes serían las personas que criarían al bebé.
Si para el momento de su nacimiento no había padres oficiales, tendría simplemente que entregar al pequeño, y sería el personal de la agencia quienes se ocuparían de todos los trámites. Entonces ella no conocería a los papás adoptivos, y no podría saber si serían buenos, si le agradaban.
Negó. No podía permitir eso.
Inmediatamente se puso en pie. El camisón que la madre de Elizabeth le había prestado para pasar la noche le quedaba demasiado ajustado y ceñido a su enorme vientre. De inmediato lo quitó para sentir que respiraba un poco.
Afortunadamente la empleada doméstica ya había llevado sus prendas luego de lavarlas y plancharlas.
Tendría que repetir outfit, algo que jamás había hecho, al menos no dos días seguidos, ni siquiera la misma semana, pero en esos momentos de su vida le resultó patético preocuparse por eso.
Más tarde tendría que llamar a Jack por el asunto de su ropa y todas sus cosas.
Esa perspectiva la hizo sentirse nerviosa.
Iba a ser difícil tener que enfrentarlo.
–Hey, ¿por qué te fuiste así anoche? ¿Fue por el beso que le di a mi chica? Oh, vamos, nena, sabes que lo nuestro no es real. ¿Acaso lo olvidaste? He hecho mucho por ti, pero nadie dijo nunca que también debía renunciar a mi vida privada–
Casi podía escucharlo decirle aquello con esa sonrisa de fuckboy que a pesar de su gran corazón, poseía.
Era encantador, y Ariana lo maldijo por eso.
En definitiva no le diría que le había roto el corazón al besarse frente a ella con esa mujerzuela. Inventaría algo de las hormonas y ese carrusel de emociones que le pegaba fuerte últimamente. Sería completamente creíble.
Lo mejor iba a ser agradecerle por todo, y decirle que pensaba quedarse con Elizabeth, pues ya no deseaba darle molestias. Se comunicaría con él en los días siguientes por el asunto de su divorcio, pero eso sería todo.
Un: –Muchas gracias, Jack. Fuiste mi salvación, y siempre te lo agradeceré. Te debo una, ¿eh? De nuevo gracias, ahora debo marcharme. Nueva York me espera–
Así sin más. ¿Qué otra cosa debía decirle?
Una vez que estuvo lista, Ariana bajó de la habitación de huéspedes.
En el primer piso de la bonita casa se encontró a su mejor amiga.
Ella le sonrió.
–¿Cómo amaneciste, Ari? ¿Ya estás mejor?–
–Creo que sí, Liz, gracias–
–Toma, Eleonor hace el jugo de naranja más rico de todo el mundo, bebe un poco– le tendió el vaso de cristal.
Ariana lo tomó y bebió comprobando que en efecto la empleada doméstica de las Gillies hacía un jugo maravilloso.
Las dos pasaron a la mesa para tomar el desayuno.
Elizabeth observó que su amiga apenas y tocaba su plato. Parecía distraída y muy triste. Estaba preocupada por ella.
–¿Quieres hablar de lo que sucedió ayer por la tarde?– le preguntó.
Ninguna había mencionado nada al respecto.
El día anterior, Elizabeth había ido a dejar a una Ariana muy contenta y emocionada a su departamento, pero al ver al motivo de su alegría y emoción besándose con una extraña rubia de piernas largas, la había traído a su casa.
Ariana había llorado toda la tarde, pero se había negado a decir algo.
Comprendió que seguía en la misma postura cuando la vio negar.
–No realmente–
–¿Estás segura?– insistió la chica de los ojos grises. –Ari, yo creo que deberías hablar. Guardar lo que sientes no te hará ningún bien, y menos con tu embarazo. Sé que... estabas muy ilusionada, y ver a Jack...–
Inmediatamente Ariana alzó sus manos interrumpiéndola y haciéndola callar.
–Liz, Liz, no. De verdad. No quiero mantener esta conversación. Te aseguro que estoy bien. ¿Es esta la primera vez que un chico no me corresponde? Perfecto. Yo... lo superaré y ya está. Se acabó, no voy a morirme por eso, así como no morí por quedar embarazada. Mi vida va a continuar, sin Jack y sin este bebé, y es por eso que necesito poner manos a la obra. Hoy tengo cita en la asociación de adopción, así que no quiero que se me haga tarde– habló con claridad y después se puso en pie.
–¿Quieres que te acompañe?– le preguntó su amiga mientras la seguía.
–No, no, tranquila. Esto es algo que necesito hacer sola, espero que me comprendas–
–De acuerdo– Elizabeth supo que por más que insistiera, no la convencería de lo contrario. –Mucha suerte, Ari– tomó sus manos y la miró con ojos emotivos.
Ariana no le respondió porque sentía que si lo hacía la voz se le iba a quebrar. Le sonrió, pero fue una sonrisa triste. Después la abrazó fuertemente.
Agradeció el hecho de que no le insistiera en acompañarla, sin embargo no pudo evitar pensar en Jack...
Jack no solamente hubiese insistido, sino que se habría negado a obtener una respuesta negativa. Tan terco y obstinado como era, la habría acompañado incluso hasta la oficina de la directora, y habría estado ahí para darle seguridad y fuerzas, para apretar su mano en un pequeño per significativo mensaje: Estoy contigo.
>Ojalá estuvieses aquí< pensó, y un montón de lágrimas se agolparon en sus marrones iris.
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Ariana se sentía tan nerviosa como aquel día en el consultorio cuando le dijeron que estaba embarazada.
Quizá un poco más.
Aún así sabía que lo merecía.
Merecía estar ahí. Merecía todo lo que le había sucedido, merecía también haberse enamorado de Jack y que él no le correspondiera. Y aun así sabía que la vida no se había desquitado lo suficiente.
Había sido una perra. No había otro nombre para ella.
Se había creído la reina absoluta. Hermosa, millonaria, llena de encantos y con el mundo en sus manos. Se había creído que podía conseguirlo todo, que bastaba una sonrisa tonta y coqueta, un aleteo de pestañas, un pequeño berrinche manipulador.
Oh, pero se habían encargado de mostrarle que esa burbuja rosa y perfecta en la que había estado desde el momento de su nacimiento, se rompiera, desapareciera, que no quedara nada.
Y no podía decir que se lo hubiesen mostrado de una amable manera, sino todo lo contrario.
Sin duda Ariana estaba aprendiendo bien su lección.
Jamás la olvidaría.
Exhaló, y se removió en el asiento, intentando controlar su impaciencia.
Cerró los ojos y sus nervios aumentaron cuando a su espalda escuchó la puerta abrirse.
–Buenos días, Ariana. Lamento la demora. Hoy hicimos la entrega de una preciosa bebé a una maravillosa pareja, y para celebrarlo me invitaron a un desayuno. Le pedí a mi secretaria que te atendiera. ¿Te ofreció algo de beber?– la señorita Yevette, una rechoncha afroamericana de sonrisa gigantesca, era la directora de la agencia. No dejó de sonreírle y mostrarse contenta mientras tomaba asiento tras su escritorio, justo frente a Ariana.
Aquella era la primera vez que se conocían, pues su comunicación había consistido únicamente en llamadas telefónicas hasta el momento.
–Eh... sí, pero le dije que no hacía falta. Gracias–
–Me alegra muchísimo que estés mejor de salud. Tu esposo nos informó que estabas sintiéndote mal cuando canceló la cita que teníamos, hace dos meses. Admito que pensé que ya no volverías a llamar–
Sabía que la mujer hablaba sólo por amabilidad, intentando mantener una conversación inicial amistosa, pero Ariana realmente no se sentía con el ánimo suficiente para responder. Dejó pasar el comentario simplemente.
–A propósito...– continuó hablando Yvette. –Ahora que mencionamos a tu esposo, hay algo que sí me gustaría que dejáramos claro en primer lugar. ¿Él está de acuerdo con todo esto? ¿Por qué no te acompañó? Necesitaremos su firma también, de otro modo no podremos proceder–
–Él no es el padre de este bebé– respondió inmediatamente.
La directora abrió sus ojos con sorpresa, y su boca le siguió. No había esperado aquella contestación.
Todo aquello le había resultado demasiado curioso. Había lidiado con adolescentes solteras, viudas, mujeres en estado terminal, pero nunca, nunca, con una mujer casada, aunque esta no dejara de ser todavía una adolescente como las que había mencionado al principio.
–Ya entiendo– asintió mientras pensaba en que al fin había descifrado todo el misterio. Simple. La chica no quería al bebé, porque deseaba rehacer su vida con aquel hombre y empezar desde cero. Eso significaba hacerlo sin el hijo de otro.
Ariana la miró entonces como si la hubiese insultado.
¿Había dicho que entendía?
¡Maldición!
Ella no entendía nada. Nadie entendía nada. Nadie podía comprenderla.
Sólo deseaba gritar, ponerse en pie, acercarse a esa mujer y abofetearla sólo porque sí.
En definitiva estaba enloqueciendo.
Intentó mantener la calma.
–Bien. Siendo así, sólo debemos ocuparnos de iniciar el proceso– volvió a sonreírle indulgente, y enseguida apretó un botón en su teléfono solicitando a su secretaria que le llevara los papeles en una carpeta.
La empleada tardó exactamente treinta segundos en cumplir con la orden. Después de aquello salió de la oficina volviendo a su lugar de trabajo.
–Estos son los papeles que debes firmar– se los entregó. –Puedes leerlos con calma. La primera hoja es básicamente un resumen de lo que te envié por email la primera vez que te contactaste con nosotros. Después vienen los términos y las condiciones, y al final encontrarás la carta poder. Debes poner tu firma en los tres. El abogado de la agencia estará aquí en cualquier momento, así que lo esperaremos–
Pero la asustada y embarazada jovencita apenas y era capaz de escuchar lo que ella decía, aún menos de leerlos. Comenzó a hojear pero no pudo retener ninguna de las letras que venían impresas.
Se sintió de pronto mareada.
–¿Carta poder?– cuestionó.
–Es el documento en donde renunciarás a todos tus derechos de madre una vez que el bebé haya nacido–
Ariana entendió aquello. No fue necesario que preguntara nada más.
Su corazón dio un vuelco, algo dentro de su ser la hizo estremecerse.
Se mantuvo firme aún así.
–¿Y... qué hay de los padres?– su voz salió casi en un susurro.
La directora le mostró un gesto para despreocuparla.
–De eso nos encargaremos nosotros. Tú no tienes que preocuparte por nada, salvo a la hora del parto. Por cierto, ¿será cesárea o natural?–
–Natural– la doctora Chastain había insistido en que la mejor opción sería programar una cesárea, al ser Ariana una mujer de complexión menuda, pero ella se había negado rotundamente. No iba a permitir que además de todo lo demás, ese bebé dejara en su abdomen una horripilante cicatriz. ¡Ni hablar!
–Chica valiente, ¿eh?– bromeó la directora, pero su acompañante no sonrió sino que continuó mostrándose inexpresiva. –Estaremos en estricta comunicación diaria hasta que el día llegue. Una de nuestras trabajadoras estará en el hospital esperando a que el doctor le dé el alta al niño, y pueda traerlo para entregárselo a sus nuevos padres. Si ves en el punto ocho, hay una cláusula que indica que... bueno, que la mamá y el bebé no tendrán contacto alguno cuando este haya salido del vientre, pero podemos hacer una excepción de vez en cuando. No nos ha tocado el caso, pero quizá a algunas mujeres les gusta tomar en sus brazos a su recién nacido, y despedirse de él. Podemos darte aproximadamente quince minutos para que lo hagan. Si tú quieres...–
–¡Cielo santo, no!– Ariana se sobresaltó. Su voz había sonado demasiado alterada. Se avergonzó inmediatamente. Cerró los ojos y negó más calmada. –Por favor, no– contesto.
¿Quince minutos? ¿Estaban locos?
La castaña sabía bien, y lo sabía desde el fondo de su alma que si le daban un solo segundo con ese pequeño... ella simplemente sería incapaz de entregarlo.
Estaba decidida a no verlo siquiera. Cerraría los ojos y voltearía la cara.
Lo escucharía llorar indudablemente, pero tendría que afrontarlo. Tenía que hacerlo o de otro modo estaría perdida.
–Creo que pasaré de eso, pero gracias por su ofrecimiento. Y... con respecto al asunto de los padres, quiero ser yo quien los elija– habló claro y no pensaba aceptar una negativa.
La directora parpadeó un tanto sorprendida. Por segundos no supo qué responder hasta que finalmente lo hizo.
–Eh...– frunció el ceño. –Creo que no será posible–
–¿Por qué no? Aquí hay una clausula que...– se la mostró pero la mujer negó interrumpiéndola.
–Sí, que indica que la madre cuenta con pleno derecho a elegir a las personas que criarán a su hijo, pero su caso es diferente–
–¿En qué es diferente?– Ariana estaba ya bastante enfadada. Estaba a punto de ponerse en pie y marcharse de ahí. Si le negaban aquello, entonces podían ir olvidándose de que les entregara al bebé.
>¿Ah sí? ¿Y qué harás después? ¿Lo venderás por internet?<
La castaña abrió los ojos, horrorizada ante sus propios pensamientos.
Puso todo su empeño en mantener la calma y no perder los estribos.
No podía irse de ahí. No había manera. Pero tampoco podía permitirse el no asegurarse de que él o ella fuese dado a una familia amorosa.
–Bueno, pues el proceso de elección es largo. Tú estás a semanas de dar a luz–
–Esas semanas serán suficientes. No pediré mucho– tan sólo que fueran buenas personas y lo amaran con toda su alma. No más. –Además, creo que debo dejar algo muy claro aquí. No firmaré estos documentos, y no daré al bebé si no se me permite intervenir en el asunto de los padres adoptivos–
La directora exhaló dándose cuenta de que ella hablaba en serio.
No le quedaba otra opción más que aceptar.
–Bien. Si así lo deseas entonces así será. Tendremos que ser un poco más veloces con los trámites, pero... supongo que funcionará. ¿Por qué no comenzamos hoy mismo? Después de ti tengo programada una cita con unos padres candidatos–
–¿Ho...hoy?– a Ariana le sorprendió que pronto, en realidad fuese demasiado pronto.
Tragó saliva.
–Mientras más pronto mejor. Si deseas hacer esto, el tiempo es oro. Son los Burell. Puedes conocerlos y charlar con ellos. Son los primeros en la lista de espera, pero eventualmente irás conociendo a los demás, y así podrás elegir–
–De acuerdo– había pedido el día libre a Natalie, así que no tenía otra ocupación. Por otra parte sabía que esa mujer tenía razón. Debían apresurarse. –Eh... ¿Cómo dijo que se llamaban?–
–Son Ty y Julie Burell–
–¿Qué edad tienen?–
–Él tiene 35, ella 30–
–¿Tienen más hijos?–
–No. Julie es estéril, ¿pero por qué no dejas todas esas preguntas para cuando charles con ellos?–
Ariana pareció aceptarlo porque no preguntó nada más.
Fue la directora quien hizo el siguiente cuestionamiento.
–¿Eres consciente, Ariana, de que... a causa del poco tiempo que nos queda, sólo podrás conocer a unas cuantas parejas antes del nacimiento?–
–Sí. Por eso debo tomar la mejor decisión posible–
Una sonrisa apareció entonces en el rostro de la directora.
–Te importa mucho tu hijo, ¿no es así?–
La castaña se hundió de hombros.
–Pues... sí–
Estaba claro que no sería su hijo, ¡pero por el cielo santo, lo llevaba en el vientre! ¿Cómo no iba a importarle?
–Disculpa que te lo haya preguntado, pero aquí sólo vienen mujeres a las que solamente les interesa deshacerse de sus criaturas. Ni siquiera miran atrás, aún menos les importa con qué familia terminan sus hijos. Creo que eres la primera en tomar esa cláusula–
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Media hora más tarde, los Burell aparecieron.
–Los dejaré a solas para que puedan charlar– la directora se puso en pie y rodeó su escritorio para llegar hasta la puerta y marcharse dándoles toda la privacidad.
–Es un gusto conocerte, Ariana– le dijeron amablemente.
¿Ariana?
¡Sí! Así se llamaba.
La castaña estaba tan nerviosa que por segundos había olvidado su nombre.
–Eh... lo mismo digo– intentó sonreírles.
Los observó a ambos con detenimiento.
La mujer de nombre Julie era rubia de ojos claros. Parecía amigable. Ty, su esposo tenía en el rostro una sonrisa simpática. Los dos llevaban expresiones de esperanza e ilusión. Se mantenían muy cerca el uno del otro mientras se tomaban de las manos.
–Disculpa si sonamos nerviosos, pero es que esto ha sido una sorpresa muy grande. No sabíamos que te conoceríamos–
–Descuide, señor Burrell, yo también estoy muy nerviosa. Creo que yo tampoco lo esperaba, al menos no hoy– admitió.
El feliz matrimonio se sonrió mutuamente.
–No queremos sonar groseros preguntándote tu edad. Pero eres muy joven– señaló Julie con delicadeza.
Ariana cerró los ojos y negó restándole importancia al comentario. Hacía ya mucho que había aceptado que a su corta edad, estaba embarazada.
–Tengo diecisiete, y no me molesta que me pregunten por algo que resulta obvio, así que no se preocupen–
–¿Ha sido eso el motivo por el que has decidido dar a...al bebé que esperas en adopción?–
–En parte, sí– asintió Ariana pero no deseaba profundizar en el tema. –¿Tienen más preguntas? Pueden preguntarme lo que sea– ella también tenía un montón de cosas para preguntarles.
–Eh, claro– asintió Julie. –Nos ha dicho Yvette que estás ya en tu noveno mes–
–Sí, exactamente salgo de cuentas el treinta de mayo–
–Vaya, eso es...– la mujer esbozó una gigantesca sonrisa. –Es maravilloso–
>¡Claro, como no es usted la que tendrá que sacar algo del tamaño de una sandía, por un orificio del tamaño de un limón!<
Ariana estuvo a punto de gritárselo a la cara pero afortunadamente se contuvo.
>Estás perdiendo la razón< se dijo. >La estás perdiendo completamente<
Julie Burrell no podía tener hijos biológicos. Decirle aquello hubiese sido fatal.
Tapo su boca con una discreta mano.
–¿Tuviste muchos malestares? ¿Ha sido un embarazo difícil?– quiso saber Ty.
–Al inicio lo fue. Ahora creo que las cosas marchan bien– no podía decirles que el hecho de pesar casi diez kilos más que su peso habitual era lo que estaba resultándole realmente difícil.
–Es genial– sonrió el hombre.
–¿Ya sabes qué será?–
–No. Preferí que fuese... sorpresa– tenía en el bolso un sobre con el sexo del bebé. En caso de elegirlos a ellos, se los entregaría. No antes.
–Cuando nos hablaron de ti nos emocionamos muchísimo. Llevamos esperando...– se miraron mutuamente con esa intimidad y complicidad que pocas parejas solían tener. Esa donde se demostraban cuánto confiaban el uno en el otro. –Dos años–
–Sí, dos años– coincidió Ty. –Cuando Yvette nos llamó, nos pusimos muy contentos. Claro que, no estamos adelantándonos. Sabemos que verás a otras parejas, y está bien, pero, este es un gran paso para nosotros, ¿cierto, linda?–
Su esposa asintió.
Los dos estaban contentísimos. No podían esconderlo.
–Lamentamos si ya te hemos abrumado con tanto– le dijo Julie.
–Siéntete en confianza de preguntarnos todo lo que desees saber– la secundó su marido.
–¿A qué se dedican?–
–Yo soy agente de bienes raíces, y Jul se encarga del cuidado de nuestro hogar. Te aseguro que las dos partes están bien cubiertas. Mi sueldo es excelente, y bueno... esta hermosura de mujer– señaló a la rubia. –...se encarga de mantener la casa bonita, y de cocinar los manjares más deliciosos. Si nos eliges, no le faltará nada a ese bebé, ni comida, ni techo, ni seguro médico, tampoco cariño ni atención. Lo tendrá todo– al decir lo último lo hizo como una promesa. La miró fijamente. Hablaba en serio y Ariana lo sabía.
–Será un niño muy querido– aseguró Julie, y la voz se le quebró. Después de tanto aún mantenía la esperanza.
Ty la abrazó cálidamente. Besó su frente tiernamente.
Salía a relucir lo mucho que se amaban, y lo felices que estaban ante la perspectiva de tener a un hijo pronto.
Lo único que Ariana pudo pensar fue que exactamente ese era el tipo de padres que merecía cada niño y cada niña de este mundo. Padres que se amaran y que esperaran a sus pequeños, con amor.
Le dieron muchísimas ganas de llorar. Debía estar contenta, pero sucedió todo lo contrario.
Desesperadamente rogaba por un motivo. Una sola cosa que no le agradara, un gesto, un comentario, lo que fuera, para descartarlos y largarse de ahí, pero no había nada. Absolutamente nada.
Eran perfectos.
Se odió entonces por no poder ser capaz de ofrecerle al pequeño de sus entrañas, todo aquello que los Burrell sí podían.
Contuvo sus lágrimas. No podía derramarlas frente a ellos.
¡Oh, cielo santo! Pero dolía. Cómo dolía.
–¿Cu...Cuánto llevan de casados?– se esforzó muchísimo para que su voz no demostrara lo afectada que estaba.
Nuevamente aquellas miradas entre ellos. Ty y Julie compartieron una sonrisa más.
–Cinco años–
Ariana negó.
No iba a soportarlo más.
De inmediato se puso en pie.
–De acuerdo... eh... Yo... yo...– tomó su bolso haciendo que la miraran con sorpresa por su repentina e inexplicable huida. –Yvette los mantendrá al tanto. Por favor discúlpenme con ella, la llamaré más tarde. Nos vemos– agitó su mano, y bajó el rostro para no tener que fingir una sonrisa, y de inmediato desapareció.
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Durante el trayecto de regreso, Ariana no lo había soportado más.
Un sinfín de lágrimas resbalaban por todo su rostro, y estas se negaban a detenerse.
Llorar era quizás lo único que le quedaba en esos instantes.
Sentía que se moría de dolor. Se preguntaba hasta cuándo dejaría de herirla el bebé que llevaba en el vientre. ¿Hasta cuándo la dejaría tranquila?
Una cosa era muy cierta, y eso fue que nunca más volvería a sentir tranquilidad. Nunca más volvería a vivir en paz. Siempre quedaría el recuerdo de aquel hijo. Siempre la acompañaría, nunca lo olvidaría.
Un sollozó más fuerte amenazó con ahogarla.
–¿Señorita, se encuentra bien?– le preguntó el taxista una vez que detuvo el vehículo frente a la residencia Gillies.
–No– fue la única respuesta que la castaña pudo darle mientras le pagaba con un billete. Se bajó a toda prisa sin siquiera esperar el cambio. No le importaba.
Ya nada le importaba.
–¿Ariana?– Kate, la madre de Elizabeth, la escuchó llegar. Al ver el estado en el que estaba se preocupó de inmediato. –¿Ari, linda, estás bien? ¿Qué ocurrió? ¿Puedo ayudarte?–
Pero la joven de nueva cuenta negó.
Nadie podía ayudarla.
–No, no. Por favor no se preocupe. Yo sólo... yo sólo subiré a la habitación y.... y... Necesito estar sola– ni siquiera era consciente de sus propias palabras, de lo que decía.
Subió las escaleras corriendo y se encerró en el dormitorio.
Apoyada contra la puerta, Ariana cubrió la totalidad de su rostro con las dos manos, mientras más lágrimas seguían cayendo, y mientras sus propios sollozos sacudían su cuerpo una y otra vez.
Grandes lamentos salieron de su boca convertidos en inconsolable llanto.
El nudo de su garganta se hizo más denso, más pesado, insoportable.
Su corazón estaba destrozado. Lo habían mutilado. Ella misma se lo había hecho. Estaba sangrando por dentro.
Había creído que era fuerte, que podría soportarlo, pero se había equivocado. Se había equivocado muchísimo.
Oh, pero había estado equivocada desde un inicio.
Todo había sido más de lo que podía resistir. Más de lo que era capaz de cargar. Le había hecho más daño del que había pensado. Siempre había sabido que iba a dolerle, había estado preparándose mentalmente para poder con tal dolor, pero no había imaginado que iba a terminar destruyéndola.
Estar ahí, frente a aquellos padres adoptivos, tan amables, tan cariñosos, tan humanos, había sido como sentir que caía en un abismo.
La sensación de asfixia había sido horripilante, y todavía no podía sacársela de encima. Todavía le faltaba el aire, todavía se sentía atrapada.
Cerró los ojos y anheló con todo su ser desaparecer.
Deseó gritar hasta quedarse sin fuerzas. De pronto ya no tenía ganas de luchar por nada. Ni por su carrera artística, ni por aquel brillante futuro con el que tanto había soñado.
Todo le parecía desolador. Ya nada tenía sentido, ni siquiera su propia vida.
Ariana sabía que si no estaba muerta todavía, su alma moriría en el instante en que entregara a su hijo. En el instante en que lo alejaran de ella, y todo por ser tan cobarde.
Vio entonces el sobre dentro de su bolso.
Ese sobre que su inconsciente se había negado a entregar a los Burrell.
Esta vez la castaña no pensó en nada más.
No se detuvo, ni siquiera intentó ser racional. Ni una sola vez se dijo que no debía hacerlo, que sería peor.
Su mente simplemente se quedó en blanco.
Lo tomó y rompió el papel con desesperación.
Finalmente la polaroid estuvo en sus manos.
Era el último ultrasonido que le habían hecho.
Podía observar que el pequeño estaba ya completamente formado. Era un bebé listo para arribar al mundo.
Era una creación hermosa del cielo, Ariana lo pensó así por primera vez, y no pudo evitar sonreír en medio de todo su llanto. Su corazón rebozó con algo desconocido, la inundó de cálidos sentimientos y provocó que su estado de conmoción fuese aún más prolongado.
Giró la fotografía y ahí se encontró con la caligrafía de la doctora Chastain.
It's a boy. Congratulations.
Las lágrimas de Ariana fueron en aumento.
Un niño...
El diminuto ser humano que se formaba en su seno, que crecía dentro de ella, que respiraba por ella, y que comía mediante ella, era un niño. Un pequeño hombrecito.
Ahí, en contraste con sus ojos rojos, empapados e hinchados, la sonrisa de la castaña se hizo mayor. Mucho mayor. Y aún más gigantesca cuando lo sintió patearla.
El grado de felicidad que experimentó fue inesperado. Inexplicable. La dejó fuera de órbita por unos segundos.
Se mareó tambaleándose, y estuvo a punto de caer pero se sostuvo del respaldo de la cama.
Vio entonces lo que se había negado a ver tantas veces. Comprendió que lo amaba muchísimo, comprendió que ese bebé era su vida entera, que lo protegería, que daría y haría cualquier cosa por él, pero no entregárselo a otras personas. Eso no. Lo haría ella misma, lo acurrucaría ella misma entre sus brazos. Se convertiría en cualquier cosa que su hijo necesitara que fuera.
Una madre había nacido y esta jamás moriría.
¡Oh, cielo santo!
Tomar aquella decisión fue como una liberación.
Venía desde lo más profundo de su corazón, y sabía que no se arrepentiría, no lo lamentaría.
Aquello era quizás lo que había querido desde hacia ya mucho tiempo pero hasta ese momento era que se atrevía a hacerlo.
Era cierto. El embarazo había arruinado todo lo que había tenido alguna vez, había estropeado sus planes, pero nada de aquello le importaba más.
Estaba absoluta y enteramente dispuesta no solo a hacerle un espacio a aquel niño, sino a dárselo todo, y ese mismo pensamiento la sorprendió. La sorprendió su falta de egoísmo, y también la hizo sentirse orgullosa de sí misma.
Sí, había cometido un montón de errores desde el principio pero ya no pensaba seguir siendo aquella Ariana Butera de siempre.
En esos momentos nada en su vida estaba seguro. No sabía que demonios era lo que le depararía el destino a partir de entonces. ¿Qué haría? ¿Hacía dónde iría?
No lo sabía, pero hubo algo, una sola cosa de la que estuvo más que segura, y era que deseaba tener a su hijo a su lado, pasara lo que pasara. Lo deseaba con toda su alma, y lo amaba. Lo amaba por quien era, y por tantas, tantas cosas más.
Tomó la fotografía y la pegó a su pecho, justo en el mismo sitio donde sus latidos golpeteaban con gran fuerza.
Volvió a cerrar sus ojos pero esta vez para dar gracias al cielo por ello.
De nuevo lo miró.
–Te amo porque te llevo dentro, porque eres una parte de mí– susurró llena de amor. Su voz parecía débil, pero no se sentía así en absoluto. –Eres todo lo que hoy me queda, y voy a luchar por tenerte–
Ariana se hizo entonces una promesa así misma. Se imaginó entonces con su pequeño en los brazos, ella abrazándolo y aferrándose a él hasta su último aliento.
Aquella visión que de pronto terminó con una luz brillante, le señaló el final de una vida sin sentido, y el comienzo de otra nueva.
Todavía no nacía, y ya la había hecho conocer el amor, el valor y la fuerza.
Nunca pensó que la idea de ser mamá fuese a ser así de maravillosa.
La decisión había sido tomada ya.
Ya no había vuelta atrás.
Aunque ella tampoco quería que la hubiera.
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–A Ari le dará mucho gusto verte aquí, Adrienne. Desde ayer ha estado muy triste–
–¿Sabes que fue lo que pasó entre ella y Jack?– le preguntó entonces la mayor de las Butera.
Elizabeth la había encontrado en la entrada de su casa mientras ella llegaba de la escuela, y de inmediato la había invitado a pasar.
–Hubo... un problemita entre ambos. En pocas palabras Jack le rompió el corazón a Ariana, y ahora ella no quiere verlo ni volver a su departamento–
–¿Qué? Pero si ellos eran solamente amigos– Adrienne se confundió muchísimo. Frunció el ceño sin comprender. –Eran sólo amigos, ¿cierto, Elizabeth?–
La chica de los ojos grises le sonrió un tanto nerviosa.
–Eh... bueno, quizá debería ser ella quien te lo cuente. Vamos, te llevaré a verla– la invitó a subir escalones pero Kate Gillies apareció deteniéndolas. Se veía preocupada.
–Al fin llegas, Liz– le habló a su hija, pero se percató de que tenían visitas, y pronto fue hacia ella para saludarla con un beso en la mejilla. –Oh, Adrienne, qué bueno que tú también estás aquí. Vayan, vayan, suban con Ariana. Ella llegó hace un rato, estaba llorando y parecía muy afectada por algo que no quiso decirme–
–Maldición, dijo que iría a la agencia de adopción, algo no debió resultar bien– Elizabeth se angustió, y subió corriendo al igual que Adrienne.
Las dos esperaron realmente encontrarse con una Ariana devastada.
La encontraron sentada en el suelo.
–¡Por todos los cielos, Ariana!–
–¡Ay nooo, Ari!–
Consternadas corrieron hacia ella, y la ayudaron a ponerse en pie.
Se dieron cuenta entonces de que en efecto, la joven embarazada había estado llorando a grandes cantidades, pero también vieron que sonreía.
Eso las sacó por completo de contexto.
–¿Ari?–
–¿Hermana, estás bien?–
Tanto Adrienne como Elizabeth estaban muy consternadas.
–Estoy perfectamente– les respondió Ariana y les sonrió. Entonces les entregó lo que llevaba en las manos.
Ambas tomaron la pequeña fotografía, y al ver que era un ultrasonido del bebé, abrieron sus ojos de par en par.
Sus sorprendidas miradas fueron de la polaroid a la sonriente castaña que tenían en frente.
–Es un niño– anunció con orgullo, y aquella declaración las dejó aún más confundidas.
–¿Y...?– ninguna de las dos se animó a decir algo todavía.
–Me lo voy a quedar– les dijo Ariana mientras se hundía de hombros tiernamente.
–¡¿Qué?!– Elizabeth fue la primera en reaccionar.
–¿Estás hablando en serio?– Adrienne se quedó en shock.
Después de tomar un largo suspiro, Ariana asintió.
–Sí– respondió con firmeza. –No sé cómo explicárselos, y tampoco pido que me entiendan. Sólo espero que me apoyen–
–Pe...pero, Ari, al menos dinos cómo es que decidiste esto–
–Por favor– secundó su hermana mayor, todavía impresionada.
–Descubrí que no seré capaz de dar a mi hijo en adopción. Antes prefiero morirme. No lo entregaré a extraños, y ya lo he decidido. Voy a quedármelo, es mío y es a mi lado donde debe estar. Yo... yo intentaré ser la mejor madre para él, me esforzaré todos los días–
Las sonrisas de Elizabeth y Adrienne aparecieron después de tanto.
De inmediato corrieron a abrazarla.
–¡Eso es hermoso!– le dijo su mejor amiga, al borde de las lágrimas.
–Ariana, sabes que te apoyamos, cielo santo, es una gran noticia– Adrienne estaba a muy poco de empezar a llorar. –¿Te das cuenta?– acunó su rostro con sus manos. –¡Voy a ser tía!– y nada la ponía más contenta.
–¡También yo!– Elizabeth estaba muy emocionada.
Ariana estaba feliz de que lo hubiese tomado bien. Era algo bueno saber que tenía personas junto a ella que la apoyaban en su decisión.
–El hecho de que me apoyen con esto me da mucha tranquilidad. Sé que estoy haciendo lo correcto–
–Hermanita, desde que decidiste... bueno, no entrar a esa clínica, esto siempre fue lo correcto. Sólo necesitabas tiempo para comprenderlo. Me alegro de que haya sido ahora y no más tarde–
–Es el momento adecuado– Elizabeth volvió a abrazar a su mejor amiga. Luego la tomó de las manos. –Vas a ser mamá, Ari. Apenas y puedo creerlo–
–Creo que sí– la voz se le quebró con la emoción. –Y créeme, me ves sonriendo, pero por dentro estoy aterrada. No sé nada de bebés–
Adrienne bufó y negó.
–Eso es algo que aprenderás con el tiempo. Ningún bebé viene con manual, simplemente tienes que quererlo y darle lo mejor de ti. Él te amará de igual forma–
Ariana podía imaginarlo. No había dejado de hacerlo.
–Le he prometido que haré mi mejor intento. Ya no me importa nada más. Sólo él. Lo dejaré todo, renunciaré a mi sueño de ser estrella. No puedo evitar lamentarlo, pero... así sucedieron las cosas. Lo he aceptado y seguiré adelante. El amor de mi hijo me ayudará a superarlo–
–Ari, creo que no estoy de acuerdo contigo en esto– dijo Elizabeth cruzándose de brazos.
–Tampoco yo– Adrienne la tomó de los hombros y la hizo mirarla. –Ahora más que nunca tienes que luchar por tus sueños, Ari. Es cierto, quizás ahora se te pondrán las cosas un poquito más difíciles, pero hey, el bebé será tu motivación y te dará las fuerzas necesarias para seguir adelante–
A Ariana se le llenaron los ojos de lágrimas. Ya había llorado muchísimo, pero esta vez era de felicidad, de ilusión, de amor. Antes no había sabido que aquello fuese posible.
–Tienen razón. Voy a salir adelante, y lo haré por mi bebé– se tocó el vientre. Era maravilloso sentirlo.
–Así habla mi hermana– sonrió Adrienne con orgullo. –Este sobrinito mío nos cayó a todos por sorpresa, pero no dudes ni un solo instante que es un bebé muy amado, y que lo esperamos con ilusión–
–Quizá ustedes, pero no papá y mamá– Ariana no pudo evitar sentirse triste.
Adrienne exhaló.
–Estoy segura de que pronto, cuando nuestros padres conozcan a este ángelito...– dijo tocándole la redondez. –...entrarán en razón. Me quitaré el apellido si no es así. Confío en que este pequeño les robará el corazón. Tú ten fe– le guiñó un ojo.
–Ahora debemos ir abajo para que comas algo, Ari– le dijo Elizabeth con seriedad. –No quisiste comer nada en la mañana, así que ya es hora de que te alimentes y alimentes al futuro rey de Boca Ratón–
Enseguida las tres bajaron a la cocina.
Ahí se encontraba Kate todavía preocupada.
Sonrió abiertamente cuando vio a Ariana.
–Oh, linda, me alegra mucho que estés mejor– la abrazó cariñosamente.
–Le agradezco su preocupación, señora Gillies–
–¿Cómo no voy a preocuparme? Sabes que eres parte de la familia– le dio un segundo abrazo, y se dirigió a su empleada después. –Eleonor, por favor prepara la mesa, tengo aquí a una chica embarazada a la cual debemos cuidar–
–Mamá, Ariana tiene una gran noticia que darte– anunció Elizabeth con emoción.
–Sí, bueno...– la castaña se puso un poco nerviosa. –Yo me quedaré con mi bebé–
El rostro de Kate resplandeció.
–¡Esa es una gran noticia! Ven aquí, déjame que te abrace de nuevo– contenta, volvió a abrazarla por tercera vez. –Estoy segura de que serás una mamá estupenda, y harás un gran trabajo–
–Espero que así sea– Ariana lo deseaba con toda su alma.
–Claro que será así. ¿Sabes una cosa? Hace mucho, cuando estaba embarazada de Liz, leí un libro místico que decía que antes de venir a la vida, los bebés son pequeñas almas que escogen ellos mismos dónde nacer. Estoy segura de que hay una razón muy importante por la que este pequeñín te ha elegido a ti–
Ariana se sintió muy conmovida.
Elizabeth la abrazó.
–Creo que tu bebé supo escoger muy bien–
–¿De verdad lo crees?– la futura madre se encontraba todavía conmocionada. Se sentía más ilusionada que nunca.
–Lo creo, amiga–
Mientras todas las demás se disponían a sentarse a la mesa para comer, Ariana discretamente se giró hacia una de las ventanas, y colocó sus manos sobre la enorme protuberancia evidencia de su embarazo.
Todavía pensaba en lo que habían dicho momentos antes. El hecho de que su hijo la hubiese escogido a ella de entre tantas otras mujeres en el mundo. Era increíble.
>Te amo, mi amor. No te defraudaré< prometió.
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La extrañaba.
¡Oh, joder! La extrañaba demasiado.
La extrañaba al grado de sentir que su pecho ardía, se encontraba en agonía.
Se había acostumbrado tanto a ella que ahora le costaba aceptar que se había marchado.
Jack no podía mirar un solo rincón de su departamento sin evitar pensar en esa preciosa castaña.
Todo en ese maldito lugar se la recordaba. Todavía estaba impregnado su aroma.
Además ver la puerta de su habitación cerrada, con todas sus cosas ahí adentro, no ayudaba en nada.
Se sentía desolado.
Recordó entonces que así era como había estado sintiéndose antes de que Ariana apareciera en su vida.
Desolado, sin una sola razón para vivir. Sin un solo motivo que no fuera encerrarse en una jaula y matarse a golpes con cualquier otro oponente.
Había estado creyendo que podía tener un nuevo comienzo a su lado. Había estado creyendo que podía amarla, y hacer que ella lo amara también. Había estado fantaseando con un cuento feliz en el que luchaba contra dragones y al final se quedaba con la hermosa princesa.
Oh, pero Ariana era más que una simple princesa. Era una reina. En toda la extensión de la palabra.
Realmente Jack nunca había conocido a una mujer como ella.
Su belleza quitaba el aliento, era sin duda la chica más bonita de todo Florida, de toda América, pero no había sido su físico lo que lo había cautivado. De acuerdo, sí, un poco, quizá mucho, sin embargo habían mil cosas más por las cuales se había enamorado como un idiota y había caído completamente rendido a sus pies.
Había sido ella, simplemente. Ariana Butera. Una chica a la que siempre había visto como alguien fría e irreal, y que ahora veía tan humana, tan cálida, tan especial. De carácter fuerte y personalidad arrolladora, imposible ignorarla, imposible no llevarla en la mente a todas horas, a cada instante, imposible no amarla como la amaba.
Era un idiota por haberla perdido aún si haber peleado por tenerla.
>¿Entonces vas a dejarla ir? ¿No harás nada por recuperarla?< le preguntó una vocecita en su interior.
>¡No!< se respondió a sí mismo.
>Eres un cobarde<
–Cobarde mis huevos– contestó con voz alta. Sus labios maldijeron por milésima vez.
Estaba haciéndole un favor más.
¿Para qué molestarla con sus ridículas disculpas y su estúpida declaración de amor?
Lo más sensato era olvidarla y dejar que se fuera.
Ninguno de los dos necesitaba aquella mierda. Lo mejor era dejar las cosas así. A Ariana le esperaba una grandiosa vida en Nueva York, y mientras tanto él seguiría en su basura de siempre. Alcohol, mujeres y peleas clandestinas. Esa era su vida, esa sería por siempre.
Jack había estado tan sumido en la miseria que no se había dado cuenta de que alguien había estado tocado a su puerta con insistencia.
Cuando escuchó los toquidos no se molestó en abrir.
Con indiferencia pensó en que tendrían que cansarse e irse en algún momento. Él no estaba de ánimos para ver a nadie.
Continuó con la misma expresión en el rostro aún cuando vio que Noah abría la puerta por sí mismo y entraba al departamento.
–¿Pero qué...?– cuestionó al encontrarse con Jack, echado sobre el sofá con un montón de botellas de plástico vacías a su alrededor mientras veía televisión, sin verlo realmente. –¿Dónde está Ariana, y qué demonios ha pasado contigo?–
–Ella se ha ido para siempre–
–¿Se ha ido para siempre?– Noah fingió que no sabía nada pero en realidad lo sabía todo. Elizabeth lo había llamado para informarle de lo sucedido. –¿A dónde fue? ¿De qué hablas?–
–A casa de Liz, tu novia. Ya deberías saberlo, ¿o no?–
–No he visto a Liz– mintió. –¿Por qué Ariana se marchó? Pensé que tú y ella... bueno, que tendrían una noche especial. Cancelaste un entrenamiento–
–Todo se fue a la mierda. Ayer me vio besándome con Halston, y... se largó. Sin más–
Noah sopesó las palabras de su amigo.
–¿Entonces... tú besaste a Halston?–
–¡No!– exclamó Jack enfadado. –Yo no la besé. Me tomó por sorpresa cuando le dije que terminábamos definitivamente. Para mi maldita suerte fue ese el preciso momento en que Ariana llegó–
–De acuerdo– dijo Noah cruzándose de brazos. –¿Y tú qué hiciste? ¿Embriagarte con jugo de naranja?– cuestionó al tiempo que levantaba una de las botellas vacías del suelo.
Jack se hundió de hombros.
–Quería tomarme unas cervezas, pero a Ariana le mareaba el olor, y las boté, así que tuve que beber esta mierda enriquecida en vitamina C, calcio y ácido fólico–
–Bien– sin esperar a oír más, Noah lo jaló de un brazo para hacer que se pusiera en pie. –Date una ducha, aféitate, y aquí te esperaré. Yo iré contigo–
Jack movió la cabeza tratando de comprender.
–¿Eh? ¿A qué coño te refieres? ¿A dónde vamos?–
–Por Ariana– fue la sencilla respuesta del moreno.
Negando con la cabeza, Jack estuvo a punto de decirle que se olvidara de ese asunto, pero inmediatamente, Noah lo interrumpió.
–Sé que nunca has aceptado el consejo de nadie, pero esta vez tienes que hacerme caso. Ve por tu esposa y arregla las cosas con ella. Pídele perdón, ponte de rodillas, cántale Cielito lindo, báilale La Macarena, haz lo que tengas que hacer, pero haz que vuelva. Jack, si pierdes a esa mujer, lo lamentarás toda tu vida. Vamos, no perdamos tiempo–
¡Maldita fuera!
Noah tenía razón, y reconocerlo fue difícil para Jack.
No podía renunciar a su amada. No quería renunciar a ella.
¿Pero y sí las cosas no resultaban?
–Noah... Yo amo a Ariana–
–Ya lo sé. ¿Qué eres? ¿Internet Explorer? Traes viejas noticias, hermano–
–No estoy bromeando, joder– Jack mostró su enojo e irritación. –Quiero llegar a un punto–
–Bien, vayamos a ese punto. ¿Qué te impide ir a buscar a Ariana?–
El miedo. ¿Podía haber algo peor.
–Estoy cagado de miedo– confesó. –¿Y si me rechaza?–
–Oh, vamos, creo haber tenido esta conversación contigo hace semanas–
–Para ti es fácil decirlo, cabrón, no eres tú el que está en posibilidades de ser bateado–
Noah soltó una carcajada. Después exhaló.
–Mi pobre e inocente Jack... Aún no te has dado cuenta, ¿verdad?– le sonrió.
El peleador de artes marciales lo miró confundido.
–¿De qué?–
–No eres más ciego porque no tienes más músculos– exclamó Noah a manera de broma.
–¿Qué estás tratando de decirme, Noah?– cuestionó Jack. Le quedaba ya muy poca paciencia.
–Jack, Jack, Jack...– murmuró su amigo. –Ariana está enamorada, y no es de ese desgraciado que la dejó preñada, sino de alguien más...–
En ese momento Jack dio un respingo de sorpresa y los ojos se le abrieron por demás. Toda furia recorrió sus venas haciendo propia concentración en sus puños cerrados.
De pronto tuvo deseos de golpear, y muy duro.
–¿De quién?– preguntó enfurecido. ¡Tenía que saberlo, maldición!
Noah lo miró como incrédulo, y después le soltó:
–Averígualo tú mismo. Ahora deja de ser un cobarde llorón, ¡y ve por ella!–
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Estar embarazada era difícil. Sí.
Le dolía la espalda, sentía los senos hinchados, había hecho pipí cuatro veces durante la última media hora, y de vez en cuando el bebé se giraba de cierta manera, y disparaba un pinchazo de dolor que la atravesaba completa.
Sin embargo nada de aquello podía eclipsar la felicidad que sentía al saber que sería la madre de aquel pequeñito.
>Valdrá la pena< pensó.
Se había quitado un enorme peso al tomar aquella decisión.
Ariana sentía su propia liberación.
El quedarse con su hijo significaría un montón de cambios en su vida, permanentes esta vez, pero estaba decidida a enfrentarlo, y a tomar lo que viniera.
Por mucho tiempo había llevado aquel pensamiento en la mente de que estaba sola, sin embargo se daba cuenta de que ya no lo estaría nunca más.
Aquel bebé estaría siempre a su lado. La acompañaría a todos lados. La amaría incondicionalmente. Nada ni nadie podría quitárselo nunca. Era una parte de ella. Era suyo, se dijo con fiereza, todo suyo, y lo protegería con uñas y dientes.
Significaba su vida entera a partir de ese momento.
De nueva cuenta Ariana llevó sus manos a su vientre para acariciarlo.
El amor que sentía de pronto la desconcertaba pero también la maravillaba a partes iguales. No podía describir la emoción que inundaba su pecho.
–Voy a darte todo el amor que tengo– le susurró con voz suave. –Seremos solamente tú y yo, pero te amaré tanto que no te prometo que no te hará falta un papá–
Lo más triste de aquella situación era que al pensar en un padre para su bebé no pensaba en Drew Van Acker, sino en Jack...
Dolía tener que aceptar que aquello no sería nunca nada más que una simple fantasía. Algo que ella misma había creado en su propia mente. Algo que jamás sucedería. Algo falso e imposible.
Una completa estupidez.
Había tenido sexo sin pensar en las consecuencias de sus inmaduros e irresponsables actos, y como resultado se había encontrado embarazada. Jack había sido el hombre que la había apoyado, el hombre que hizo por ella todo lo que Drew debió haber hecho desde un principio, y por eso siempre lo amaría. Por esa simple y sencilla razón, siempre sería el amor de su vida. Por esa simple y sencilla razón, el hecho de saber que tendría que alejarse de él, la hacía sentir que le habían arrancado una parte de su alma.
Exhaló y se dijo que algún día tendría que superarlo, aunque no estaba tan segura de poder lograrlo.
–Ari...– Elizabeth la llamó desde la puerta del patio.
Ariana había estado tanto tiempo en el jardín que ni siquiera había tenido noción de las horas transcurridas.
–¿Qué pasa, Liz?–
–Tienes visitas– le informó.
–¿Visitas?– Ariana frunció el ceño.
Adrienne se había ido hacía ya un buen rato y no se le ocurría ninguna otra persona que quisiera ir a verla. Salvo Jack... Seguro estaba preocupado.
Le dio un vuelco en el pecho.
–¿E...es Jack?– preguntó pero ya sabía la respuesta.
Su amiga asintió.
–¿Quieres verlo?–
Ariana no sabía realmente si quería estar frente a frente con él.
Es decir... ¡Claro que deseaba verlo! Deseaba verlo más que nada, pero... por otro lado no sabía si sería capaz de soportarlo, de controlarse y no lanzarse a sus fuertes brazos.
Soltó un suspiro.
–Yo...–
–Ari, yo creo que deberías hablar con él. Las cosas no pueden terminar mal entre ustedes. Se deben al menos una charla–
Sí, Ariana sabía que Elizabeth tenía razón.
Debía hacerlo. Debía cerrar aquel capítulo.
–De acuerdo. Hablaré con él– respondió al fin.
Elizabeth sonrió. Todo aquello había sido un plan de Noah y ella para reconciliar a aquellos dos y hacer que al fin admitieran lo que sentían el uno por el otro. Esperaba que fuese a funcionar, de otro modo tendrían que ser más drásticos. Algo así como secuestrarlos a ambos y dejarlos encerrados veinticuatro horas en una habitación.
Contenta, fue corriendo a buscar a Jack.
Mientras tanto Ariana se preparó mentalmente. Buscó permanecer firme.
Toda esa firmeza desapareció cuando lo vio frente a ella.
Jack...
Jack, que resultaba enorme y vital ahí en el pequeño jardín de Elizabeth y su madre.
Él la miraba fijamente. Parecía peligroso, como un vikingo a punto de salir a batalla.
Era realmente hermoso. Pensó, y justo en ese momento el bebé la pateó haciéndola sobresaltarse.
–¡Mierda!– exclamó la voz viril llena de preocupación. –Ariana, ¿estás bien?– corrió hacia ella para sujetarla.
La castaña clavó su mirada en la suya.
En definitiva, hermoso.
Abrió la boca para decir algo.
–E...estoy bien– aseguró.
–¿Estás segura?–
Ariana asintió sin dejar de mirarla.
Cuando la vio más repuesta, Jack le entregó lo que había llevado para ella.
–Te he traído helado de vainilla– bien sabía que aquello se había convertido en su postre favorito durante las últimas semanas. Su placer culposo porque al mismo tiempo lo odiaba.
Él estaba seguro de que Ariana lo aceptaría gustosa o por el contrario se lo lanzaría a la cabeza. Era arriesgarse mucho pero debía correr el riesgo.
Para su fortuna ella lo aceptó. Agradeció mentalmente.
Primer nivel superado.
–¿Has venido solamente a traerme helado de vainilla?–
–Y una cuchara para que puedas comerlo– le sonrió mientras le mostraba el cubierto.
Ariana lo tomó.
Aquellos malditos antojos de embarazada la tenían prisionera. Luchó contra el impulso de abrirlo ya mismo y devorarlo.
–En realidad... También estoy aquí por algo más– Jack habló claro. –He venido por ti. Nos regresamos al departamento ya mismo–
Ahí estaba de nuevo aquel Jack Reed dominante, autoritario. ¡Cielo santo, estaba tan malditamente enamorada de él!
Lo observó detenidamente.
De pie, creyéndose que podía darle órdenes. Sus pupilas oscuras, brillantes y amenazantes. Los brazos cruzados sobre su enorme pecho, los bíceps abultando la camisa gris que amoldaba su varonil cuerpo... Estaba como para comérselo.
–No iré contigo a ninguna parte– anunció utilizando aquel tonito caprichoso.
Jack exhaló con impaciencia.
–Tenemos que hablar sobre lo que viste ayer–
Pero Ariana negó.
–No, no. Jack, no quiero hablar de eso, ¿de acuerdo?–
>Es tan jodidamente bonita...< pensó él mientras la miraba embobado. Le llegaba al pecho, parecía muy frágil, pequeña y tierna, y se estaba muriendo por besarla.
De pronto se sintió furioso.
–Me importa un carajo si no quieres, vas a escucharme, Ariana–
–¿Para qué?–
Él intentó no perder su paciencia.
–¿Cómo que para qué? Quiero que sepas cómo sucedieron las cosas realmente–
–No es necesario– fue su fría respuesta.
–Sí que lo es–
–No–
–Sí–
–No–
–¡Joder! ¡Qué sí!– elevó su voz y no pudo evitarlo. Se sentía demasiado tenso.
La castaña lo miró un poco sorprendida. No terminaba de entender su actitud.
–Jack, cálmate y escúchame tú a mí. De verdad no hace falta que... que me expliques nada–
–Pero, Ariana...–
Ella lo tomó de los manos para hacerlo callar.
Sus miradas conectaron de nueva cuenta.
–Déjame hablar... Estoy y estaré siempre agradecida contigo por todo lo que hiciste por mí. Eres... eres alguien increíble. Fuiste la razón por la que no toqué fondo, y te lo agradezco en el alma. Jamás, jamás nadie había sido tan bueno conmigo, Jack, y nunca lo voy a olvidar. Me has enseñado a dar sin esperar nada a cambio, y esa es una lección que atesoraré en mi corazón por todo lo que me resta de vida. Sin embargo... bueno... es hora de que continúe mi camino por mí misma, no quiero seguir siendo una carga para ti, y aunque sé que tú no lo ves así, porque eres excesivamente lindo, yo creo que ya ha sido suficiente–
Pero Jack negó.
–Suficiente y una mierda. Ya te escuché yo a ti, ahora tú vas a escuchar lo que tengo que decirte– la tomó de los hombros para hacer que no mirara nada que no fuera él. –Halston no es nadie en mi vida. Fue... Bueno... Ella y yo... tuvimos algo que ver en el pasado, pero te juro... te juro por lo más sagrado que todo ocurrió antes de que me casara contigo. No la he tocado ni a ella, ni a ninguna otra mujer desde que llegaste a mi vida y la razón es...– ¡maldición! Tenía que decirlo. Ariana tenía planes ya de alejarse, tenía que al menos presentar pelea. –De acuerdo, quizá después de esto quedaré como el mayor de los imbéciles... Quizás te reirás de mí, o simplemente... te provocaré lástima, no me importa, correré el riesgo aún así–
Ariana sacudió la cabeza confundida. No entendía nada de lo que él hablaba.
–¿Qué? ¿A qué estás refiriéndote? ¿El riesgo de qué?–
Él exhaló. Se había llegado el momento. Tenía que ser un hombre.
–El riesgo de decirte que la razón por la que no he podido ni siquiera mirar a otra... eres tú... Te amo con toda mi alma, Ariana–
–Te amo con toda mi alma...–
Las palabras resonaron en la cabeza de la embarazada chica haciéndola tambalearse. Las rodillas estuvieron a punto de flaquearle.
Las ágiles y rápidas manos de Jack la sostuvieron evitando que cayera.
Ariana necesitó tiempo para poder recuperarse, no del mareo, sino de la impresión.
Por segundos se quedó en shock.
Su subconsciente la hizo preguntarse si había escuchado mal, o si acaso seguía durmiendo. Si todo era producto de un sueño.
Lo miró intentando aterrizar a su realidad.
Se encontró con que en serio Jack estaba frente a ella, diciéndole que la amaba. Que la amaba con toda su alma, eso había dicho.
¡Oh, cielo santo! Iba a desmayarse.
Jack la amaba...
¡Jack la amaba!
Su corazón comenzó a latir con gran fuerza. De pronto los pulmones se le llenaron de aire, y necesitó sacarlo con urgencia.
No pudo resistirlo más.
Sus ojos se llenaron de lágrimas que resbalaron un instante después por todo lo largo de su rostro. Estas fueron derramadas sin freno.
Ariana se giró inmediatamente, dándole la espalda para que él no la viera llorar.
Desconcertado, Jack se preguntó qué demonios había ocurrido.
De inmediato pensó en todas esas hormonas de las que de vez en cuando ella era víctima.
–Mierda, no, no llores– le pidió, aunque sabía a la perfección que pedirle aquello era como decirle que llorara aún más.
El agudo y femenino sollozo que soltó en ese momento, se lo confirmó.
Prontamente se acercó a ella para consolarla.
–Ari, Ari, bien, de acuerdo, llora todo lo que quieras, pero... ¿sabes? Todo está bien– le sonrió mientras palmeaba su espalda y acariciaba su cabello protectoramente. –No debes sentirte culpable o triste sólo porque no sabes cómo batearme directito a la friendzone. No te preocupes, no tienes que hacerlo. He captado el mensaje, y yo solito me encargaré. Vamos, no quiero verte así. Todo ha sido culpa mía, fui... fui un tonto, y me ilusioné con... con cosas que jamás van a pasar, pero nada fue tu culpa, ya cálmate, yo estaré perfectamente, lo superaré– no, no lo superaría, pero no podía decírselo. No quería hacerla sentir peor. Era un tipo grande y rudo, su deber era aparentar que no estaba destrozado por dentro.
Entonces ella levantó su rostro empapado en llanto, y lo miró con un gesto de negación.
–¡Nooo!– exclamó dolida. –No estoy llorando porque me sienta culpable. ¡Lloro porque yo también te amo!–
Escucharla decir aquello lo dejó estupefacto.
–¿T...tú me amas?– balbuceó sin podérselo creer.
Enfadada, Ariana lo empujó.
–¡Sí!–
Jack estaba más confundido que nunca. Pero feliz. ¡Realmente feliz!
Ariana lo correspondía. Correspondía a su amor, y eso era todo lo que había deseado escucharla decir.
–Eh... ¿Entonces...?– suspiró. –¿Por qué lloras? ¿Por qué estás tan triste?–
–Porque no podemos estar juntos– respondió la castaña. Su voz rota y lastimosa.
A Jack le dio un pinchazo en el pecho. Su corazón se quebró en mil pedazos.
Había volado tan alto que ahora la caída de culo había sido terriblemente dolorosa.
No lo entendía.
–¿Por qué?– preguntó. Sus ojos se apagaron sin poder evitarlo.
–Porque...– Ariana bajó su mirada y tragó un sollozo más. –Porque voy a quedarme con mi bebé– se abrazó el vientre. Ese amor maternal resplandecía ahora en todo momento. –Voy a ser una madre para él, y... lo siento mucho, Jack, pero no voy a retractarme. Ya lo he decidido. No puedo mantener una relación contigo porque ya no soy una mujer libre. Ahora me he comprometido por completo a ser madre, y no perderé a mi hijo, aunque eso signifique perderte a ti. Entiendo que ahora querrás buscar a alguien sin compromisos, y está bien, adelante. Yo tomaré mi camino, y acepto que tú debas tomar el tuyo... ¿Por qué sonríes?– le preguntó cuando alzó la cara para mirarlo.
Jack mantenía una gigantesca sonrisa adornando las facciones masculinas de su rostro.
–Porque vas a quedarte con el bebé– respondió y la emoción en su voz salió a relucir. –Es la mejor noticia que me has dado! Bueno, la segunda– admitió.
Ariana frunció el rostro.
–¿Lo es?–
–¡Claro que sí!– asintió contento. –¿Sabes cuántas veces desee que tomaras esta decisión? Esto es lo mejor que pudiste haber hecho. Jamás te lo hubieses perdonado, yo podía verlo en el tormento de tus ojos. Sabía que no ibas a soportarlo, sabía que amabas a este humanito más que a nada. ¡Estoy tan feliz!– la abrazó, pero Ariana todavía no comprendía nada. Cuando dejó de abrazarla, no la soltó, sino que mantuvo sus manos en ella. –Oh, y... ¿Buscarme a otra mujer sin compromisos y permitir que nuestros caminos se separen? ¡Jamás! ¡Olvídalo!– tenía que dejárselo bien en claro. –Escúchame bien, Ariana, te quiero a ti, te quiero conmigo, a mi lado siempre, pero también quiero a este pequeño que crece en tu interior– lo acarició esta vez posesivamente. –Los quiero a ambos. Maldición, los quise desde el principio. No tengo palabras para explicártelo, pero... cuando me enamoré de ti, lo hice también de este bebé, y me angustiaba mucho la idea de pensar que jamás podría conocerlo, ahora que tengo la oportunidad, quiero que sea mío, permíteme ser su padre, te prometo que no te defraudaré, no los defraudaré. Los amaré a los dos hasta mi último aliento, y los protegeré con mi vida entera. Estás dos manos trabajarán el doble para darles lo mejor. Viviré sólo por ustedes y para ustedes. Te lo ruego dime que sí...– suplicó, y estaba dispuesto a arrodillarse.
Lo que Jack no sabía era que acababa de convertir el sueño de Ariana en realidad.
Tendría a su hijo, y al hombre que más amaba. Y ahora con eso lo tendría todo.
Unas cuantas lágrimas más resurgieron.
Se colgó a su cuello para bajarlo hasta ella y poder besarlo.
–En el idioma que quieras, Jack. Mil veces, sí– entonces lo besó.
A Jack también le dieron ganas de llorar. Aquel debía ser el mejor día de toda su existencia.
Sus musculosos brazos la rodearon procurando no apretarla demasiado para no lastimarla.
Sus labios bebieron esta vez todo de ella. La besó apasionadamente, porque así era como había estado ansiando besarla.
Ahora era suya, y no dejaría que nadie se la arrebatara. La cuidaría como a lo más preciado. La trataría como una reina. Eso era ella. Su reina, y él el caballero que había caído rendido a sus pies.
–Te amo–
–Yo también te amo–
Se susurraron mutuamente, y volvieron a besarse. Sus bocas se saborearon, se disfrutaron.
Él la abrazó.
Ariana pegó el rostro a su pecho.
Se sentía en una nube. Nunca había sido tan feliz como ahora, junto a su marido y su hijo.
–Ojalá te hubiese conocido antes– no pudo evitar decirle. –Y ojalá este bebé hubiese sido tuyo–
Pero Jack negó.
–Ya no te lamentes por nada. Las cosas son como tuvieron que haber sido. Y ahora que me has dado este honor tan grande de ser un papá para él, te juro que lo amaré incluso más que si llevara mi propia sangre– cielo santo, exactamente así era como se sentía. Jack se sentía el padre de aquel bebé. Había estado con Ariana casi desde el inicio de aquel embarazo, cuando no existía todavía ninguna evidencia de su existencia. Después lo había visto crecer, haciendo que la bonita castaña engordara y demostrara su mal humor a todas horas. Lo había visto moverse en los ultrasonidos, había escuchado los latidos de su pequeño corazón. En definitiva había sido imposible no sentirlo suyo. Su hijo.
Ariana lo miró llena de amor, sintiéndose profundamente conmovida. Acarició su rostro.
–¿Quieres saber si será niño o niña?–
–¡Santa mierda, sí!– contestó emocionado.
Entonces ella le mostró la fotografía.
–Dale la vuelta–
Jack obedeció.
It's a boy. Congratulations.
Miró a su esposa con ojos muy abiertos.
Una nueva sonrisa del tamaño del universo apareció.
–¡Aaaah!– gritó completamente entusiasmado. Después la tomó entre sus brazos nuevamente para abrazarla. –Gracias, gracias, gracias, gracias, gracias– repitió numerosas veces. –Ariana, gracias por esto. Gracias por darme a este hijo. No puedo creer que voy a ser papá– besó sus labios, después su frente.
–Gracias a ti– ella colocó sus manos en su fuerte pecho. –Me has dado algo muy valioso–
–¿Qué cosa?–
–La oportunidad de darle una familia a mi bebé... Nuestro bebé–
Jack asintió.
–Nuestro–
Entonces volvieron a besarse.
El comienzo de algo había sido sellado ya.
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Cuando Ariana y Jack entraron a la cocina de casa de las Gillies, lo hicieron tomados de la mano y con sonrisas resplandecientes.
Al verlos, Elizabeth, Noah y Kate, quienes habían estado bebiendo café y esperando expectantes, los felicitaron inmediatamente y compartieron con ellos toda su felicidad.
Contento, Jack les agradeció por todo y anunció que ya era hora de llevar a su esposa a casa.
Se despidieron y Noah les dijo que los seguiría. No era su intención interrumpir el momento especial de la parejita, pero había dejado su maleta en su departamento, y la necesitaba para esa noche.
A Ariana y a Jack no les molestó en absoluto, siempre y cuando fuese en su propio auto.
Ignorando al moreno, ambos entraron a la camioneta para volver a aquel lugar que significaba el hogar de ambos.
Jack la ayudó a subir, y después de abrocharse el cinturón de seguridad, Ariana se sintió la mujer más dichosa de todo el planeta tierra.
Esa camioneta la hacía feliz, ir de copiloto mientras su marido conducía era de las cosas que más había disfrutado y seguía disfrutando.
En el pasado ella únicamente había subido a modelos de lujo y los más costosos vehículos, pero nunca, en ninguna de aquellas ocasiones, se había sentido tan completa como en esos instantes.
No extrañaba nada su antigua vida, y por seguro tampoco extrañaba todas aquellas extravagancias.
Si tenía a Jack con ella, lo tenía todo. Ese hombre valía más que cualquier fortuna y era suyo. Suyo para siempre, jamás lo dejaría ir.
Mientras seguía conduciendo, Jack la miró de reojo y le sonrió.
Le agradó muchísimo encontrarla mirándolo.
Ariana lo observaba con esa expresión en el rostro de felicidad y plenitud.
Podía entenderla porque era exactamente como él se sentía.
–¿Qué tal el helado?– le preguntó.
–Se ha derretido, pero está delicioso– había encontrado una pajita nueva en su bolsa y luego de sacarla de su empaque la había utilizado para beberlo. –Gracias por traérmelo–
–Mi placer, nena. Sabes que ahora viviré para cumplirte todos los antojos y caprichos–
–Creo que mi único antojo y capricho eres tú. Te amo, Jack–
–Preciosa, no dejes de repetirlo. Se ha convertido en mi frase favorita. Yo también te amo, Ari, con locura– deseó besarla de nuevo pero iba conduciendo, y decididamente no deseaba que ambos murieran por un accidente de tráfico. Lo mejor de sus vidas estaba por iniciar. Tenían una larga vida por delante.
Serían felices, muy felices. Él se encargaría.
Cuando llegaron al edificio había comenzado a refrescar. El viento golpeó sus rostros.
Jack corrió a abrirle la puerta, pero antes de ayudarla a salir, se quitó la chaqueta para dársela.
–No es necesario. Hemos llegado, sólo tenemos que cruzar la entrada y ya no tendré más frío– respondió Ariana, pues literalmente estaría dentro del calor del departamento en menos de tres minutos.
–La cosa aquí es que yo no voy a permitir que pases frío ni siquiera un segundo, así que póntela–
Ahí estaba su guapísimo mandón.
La castaña no iba a discutirle, le encantaba que fuese tan protector con ella.
–De acuerdo–
Se colocó la chaqueta y esta le quedó enorme. A pesar de su crecido vientre, era gigantesca y le colgaba hasta los muslos. Le fascino el olor a colonia masculina. Olor a Jack.
Definitivamente no iba a devolverle esa prenda.
–Prometo no tardar ni siquiera un segundo. Tomaré mi maleta y me marcharé en un dos por tres– anunció Noah juguetonamente.
–Más te vale– le gruñó Jack.
Ariana rió por el comportamiento tan infantil de ambos, y pronto se alejó para depositar el recipiente vacío de helado en el cesto de basura que se encontraba junto a los arbustos.
Se encontraba tan absorta en sus propios pensamientos que no se dio cuenta de la presencia de un extraño hombre, hasta que él se acercó hasta ella.
–Oye, nenita, ¿dónde conseguiste esas piernas?– le preguntó con descaro.
Asustada, la castaña alzó la mirada y se encontró con la del desconocido.
Era un hombre que rondaba los cuarenta. Tenía la cabeza afeitada, y la mirada llena de cruda maldad, con ojos oscuros, muy oscuros... tan oscuros como los de...
El hombre le sonrió con perversión al ver lo aterrada que había conseguido ponerla.
Jack volteó la mirada en ese preciso momento, y entonces pudo verlo.
La sonrisa divertida que había mantenido en su rostro por las tonterías que Noah decía, se borró de inmediato, siendo reemplazada por una rabia capaz de asesinar.
Un demonio interno pareció apoderarse de él completamente. La mirada se le transformó en algo turbio, demasiado turbio. Brillaron amenazadoramente como el infierno.
El extraño sonrió aún más al tiempo que mostraba una asquerosa dentadura manchada por el tabaco que había consumido por años.
–¡Jack! Tanto tiempo sin vernos. ¿No vas a preguntarme cómo estoy? ¡Qué maleducado eres!–
Por instinto, Ariana se alejó un par de pasos. No entendió nada de lo que sucedía.
Sus grandes y preocupados ojos marrones miraron todo con consternación.
Observó a Noah desesperado por controlar la situación, a ese hombre burlándose insolentemente, y a Jack que parecía estar a mitad de un torbellino de emociones, dominado más que nada por la rabia. Su cara marcada con la furia y áspera de dolor contenido y de rabia. Jamás lo había visto en tal estado.
–¡Voy a matarte, cabrón! ¡Voy a hacer que borres esa maldita sonrisa!– ese hombre era su peor pesadilla. Su cinismo, su crueldad y el puto cigarro en su mano. –¡Te mataré, hijo de perra!–
–¡Jack, no!– Noah utilizó toda su fuerza intentando evitar que se lanzara contra él.
Para fortuna de todos, el sujeto decidió marcharse, no sin antes soltar una estruendosa carcajada.
–No vemos después... hijo– le guiñó un ojo y enseguida desapareció.
Solamente hasta que hubo desaparecido, Noah lo soltó.
Jack respiraba agitadamente. Sus ojos seguían dilatados y llenos de rabia. Miraron hacia la oscura calle por donde momentos antes se había marchado aquel malnacido.
–¿Estás bien?– cuestionó Noah. Él conocía a la perfección la terrible vida de su amigo. Sabía lo que aquel hombre que acababa de huir, significaba.
Jack negó. Maldijo y soltó el aire que había estado conteniendo. Sus puños se retorcieron por las ganas que tenía todavía de machacar el rostro de quien le hubiese otorgado la peor de sus pesadillas. Intentó controlarse y tranquilizarse. Le costó un mundo entero lograrlo, pero lo hizo. Lo hizo por Ariana.
Odiaba la idea de haberla asustado. ¡Mierda!
Le hubiese encantado mantenerla alejada de aquella mierda, pero ahora le debía una explicación de todo aquello. Iba a tener que contárselo. ¡Maldición!
Lo supo cuando se acercó y vio un montón de dudas y temores en sus bonitos ojitos mielosos.
De nuevo maldijo internamente.
–Estoy bien, Noah– le dijo a su amigo. –No te preocupes–
–¿Estás seguro?–
Jack le asintió.
Noah le sonrió, palmeándole el hombro. Se despidió de Ariana y después se marchó.
–Yo no creo que estés bien– le dijo ella entonces.
Jack cerró los ojos y miró al suelo.
Era buena intuyendo cosas. Había aprendido a conocerlo.
–Ariana...–
–¿Quieres decirme quién... quién era ese señor?–
No. Jack no quería decírselo. Hubiese preferido que nunca se enterara, que nunca supiera nada sobre su pasado. Deseaba protegerla de toda aquella porquería, pero iba a tener que hacerlo. Exhaló.
–Ese hombre que viste es... es mi padre– confesó.
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Gracias a todxs por sus felicitaciones! Son unxs lindxs! Yo soy la mamá más feliz pero con ojeras y el cabello recogido en un moño mal hecho jaja (algo así como personaje de wattpad)
Les gustó el cap? Yo creo que SÍ!
Preguntas para ustedes:
Jackriana toughts?
Bebé Butera toughts?
Jason Reed toughts?
Los leo
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