Capítulo 19

Ariana poseía una belleza perfecta... Hermosura, fuerza, simetría.

Su rostro era la cosa más linda que hubiese podido ver nunca. También era único. La estructura ósea era elegante, y conseguía que cada rasgo alcanzara la perfección.

Los labios le atraían por lo exuberantes, llenos y exquisitos queeran. La parte más prominente de sus pómulos se veía siempre sombreada por lo largo de sus pestañas. Eran larguísimas. Su nariz era pequeña, respingona, delicada. Los ojos marrones eran enormes, brillantes, los rodeaban esas tupidas pestañas oscuras. ¿Había mencionado ya lo largas que eran?

Su cabello castaño recogido lo hacía querer desprender la coleta y perder sus manos en toda esa sedosa melena que le asemejaba al caramelo fundido.

Su aroma era hechizante, embriagante, levantaba sus pies del suelo y lo hacía flotar en dirección a ella, a donde quiera que se dirigiera, lo hacía adentrarse en Arianalandia sin boleto de salida, sin posibilidades de escapar.

Cada detalle estaba grabado en su cerebro. Jamás se borrarían, estaba seguro de ello.

Se moría por esa mujercita. Se moría por una sola caricia, por un beso suyo.

A cada día, a cada instante, a cada segundo que transcurría, Jack caía más y más.

El verla a diario, el tenerla cerca, le provocaban un ansia incontenible. Cada vez era más difícil poder controlarse, y esas malditas fantasías sexuales, calientes, explícitas y llenas de erotismo, en donde ella siempre era la protagonista, no ayudaban jodidamente en nada.

¡Mierda!

Ariana estaba ya por cumplir nueve meses de embarazo, estaba ya casi con un pie en el quirófano, lista para tener al bebé, y él seguía soñando despierto, seguía deseándola como un desquiciado.

¿Cuándo se atrevería a decírselo? ¿Cuándo tendría los cojones suficientes para hacerlo?

Todos los días se iba a la cama con aquel pensamiento.

>Mañana se lo diré<

Pero ese mañana todavía no llegaba.

Cada una de las veces que había estado dispuesto a hacerlo, se había retractado. Le había ganado el nerviosísimo, el temor. Se sentía demasiado inseguro.

>Tu tiempo se acaba, amigo. Te quedan sólo unas cuantas semanas... ¿Semanas? Quizás sólo días... Horas... Minutos... Segundos...<

Tragó saliva.

>Eres un puto cobarde. Eres un puto cobarde. Eres un puto cobarde< la voz resonó taladrándole la mente, perturbándole con la perspectiva de que se llegara el día en que perdería a su amada sin siquiera haber tenido la oportunidad de luchar por ella.

No, no iba a dejar que eso sucediera. Tenía que decírselo ya. Ese mismo día de ser posible.

>Entonces ve y busca tus bolas, Jack. Las vas a necesitar<

Debía planearlo bien. Debía analizar qué le diría. No quería asustarla, ni hacerla sentir presionada.

Demonios no quería arruinarlo.

Exhaló cuando salió de su habitación, después volvió a inhalar.

Sabía que la encontraría en la sala. La había escuchado hacía unos momentos. Ella siempre se despertaba temprano para cumplir con su horario laboral en Brosnan Concepts

–Bu...buenos días– la saludó. Se dijo que debía dejar de sentirse nervioso.

En esos momentos sólo era Ariana. Su esposa de papel. Una amiga. Podía comenzar a sudar y a balbucear como idiota cuando le dijera a la cara lo que sentía por ella.

–Hola, Jack– ella respondió a su saludo con esa preciosa, preciosísima sonrisa.

Por segundos él se quedó absorto mirándola.

Mirarla se había convertido en su cosa favorita en el mundo.

–Me alegra ver que ya estás comiendo más– comentó.

Ariana hizo una mueca de enfado.

La doctora Chastain le había recetado nuevas vitaminas. Estas habían conseguido que su sistema aceptara más comida que la de costumbre, y además la habían hecho aumentar un poco de peso.

–A mí no me alegra tanto. Estoy engordando como un hipopótamo–

¿Un hipopótamo? Nada de eso.

Ella parecía un hada mágica. Pequeña, delicada, con una redondez igual de pequeña y delicada adornando su cintura. No se veía robusta en absoluto. Lucía simplemente... Embarazada.

Jack estaba seguro de que sí tenía que encontrar la imagen ideal para describir la belleza de una madre en estado de gestación, Ariana la representaba a la perfección.

–Creo que estoy llena– apenas y había tocado su plato, sin embargo ese tema de estarse poniendo más y más voluminosa conforme los días transcurrían, la tenía muy frustrada.

Se puso en pie y se dirigió al cesto de basura.

–Espera, no hagas eso– Jack inmediatamente tomó el plato de sus manos. –Ve, dejaste intactos los dos panqueques de avena y todas las fresas. Sólo te comiste la manzana. Podemos poner esto en un recipiente de plástico y regalárselo a alguien en la calle– la miró. –No quiero que me veas como un desquiciado con la comida, pero es que... hay tantas personas que no tienen qué comer–

Ariana que había pensado que él hablaba sobre ahorrar y no malgastar, se sorprendió un poco cuando lo escuchó mencionar eso.

Para ser sincera ella nunca se había detenido a pensar en todas esas desafortunadas personas que carecían de víveres para alimentarse.

Algo muy egoísta de su parte, reconocía.

–Yo...– abrió la boca para decir algo. –Lo siento. Realmente, no sabía que... Ahora me siento como una tonta–

Él le sonrió para despreocuparla.

–Tranquila. Eso no te hace tonta. Simplemente te criaste en otro mundo. Te protegieron siempre de esta parte oscura de la sociedad. No tuviste contacto alguno así que tus ojos no han visto o conocido la miseria. No es tu culpa, Ariana, y tampoco es algo malo–

–Lo lamento mucho. Lo lamento por todas esas personas. Ojalá la vida fuera más justa–

–La vida nunca será justa– la sonrisa de Jack se convirtió en una irónica.

–Debe ser terrible–

–Terrible es poco. Tener frío y tener hambre... Son dos cosas que jamás quiero volver a sentir, y que ojalá nadie en este mundo sintiera–

Enseguida negó y exhaló.

Ariana se quedó en silencio y se preguntó si él era consciente de cuánto revelaban aquellas palabras sobre su infancia.

Todo su interior se conmovió.

Pudo ver entonces con claridad al niño que había sido. Hambriento, asustado, desprotegido. Los ojitos oscuros y llenos de incertidumbre.

La imagen le rompió el corazón. Deseó con toda su alma poder acercarse a ese niño, y abrazarlo, decirle que todo estaría bien, que ella lo protegería.

Él sonrió al verla tan angustiada. Era tan linda y tierna.

–Oye, pero no pensemos más en eso. Creo que acabar con la pobreza mundial sería algo imposible. Lo que sí podemos hacer es ayudar a las personas necesitadas que encuentres en tu camino... ¡Qué buena idea!– sonrió contento. –Aquí cerca está el vagabundo que pide limosna afuera del gimnasio– él siempre le daba dinero, pero ahora quería hacer algo más. –También está la vecina del 38 que acaba de ser operada y tiene un montón de hijitos. Oh, y el señor que vende periódico en la esquina. Ahorraré un poco durante la semana y compraré algo de despensa para ellos–

Ariana lo miró maravillada.

Jack había sufrido durante toda su niñez por no tener un plato de comida en su mesa. Ahora no era millonario. Ganaba su dinero con sudor y mucho esfuerzo. La ayudaba a ella, y aún así todavía pensaba en ayudar a las demás personas a su alrededor.

Era maravilloso. Era el alma más buena que hubiese conocido.

¿Realmente alguna vez había creído que era un chico malo?

¡Por los cielos! Ahora ni siquiera podía reconocerlo como ese amenazante y peligroso hombre que solía encontrarse de vez en cuando en los pasillos de Worthington.

–Yo te ayudaré. Mañana es día de paga en la empresa de Pierce, así que cuenta conmigo–

Jack le sonrió.

–Me parece estupendo–

Los dos se sonrieron, pero Ariana todavía tenía sus sentimientos a flor de piel.

Había estado conteniendo las lágrimas pero en esos momentos supo que no lo resistiría más.

Se giró para que él no la viera llorando.

Sin embargo Jack se dio cuenta.

Frunció el ceño.

Segundos atrás habían estado charlando con normalidad. Ella incluso había sonreído encantada con la idea de apoyar a sus conocidos más necesitados. ¿Y ahora lloraba?

¿Qué mierda ocurría ahí?

Hacía ya mucho que la castaña no demostraba uno de esos repentinos cambios de humor. Creyó que se habían ido.

No había sido así.

–¿Ariana?– la llamó.

La castaña no lo miró, pero él se colocó frente a ella para poder mirarla.

Gruesas lágrimas continuaban siendo derramadas empapando los ojos marrones y desbordándose hasta el femenino mentón.

–¿Ariana, por qué lloras?–

–Por nada– respondió mientras mentalmente maldecía a todas esas hormonas que la tenían tan descontrolada.

–¿Por nada? Oh, vamos, tú no lloras por nada. Algo te pasó, y jodidamente me lo vas a decir ahora–

–Ya te dije que no es nada– no pudo evitar utilizar su tonito caprichoso.

Jack se sintió muy confuso. En esos momentos era el típico hombre con una mujer poco razonable a la que no conseguía entender.

Se cruzó de brazos.

–¿Ah sí? Pues no te dejaré ir hasta que me lo digas– colocó sus manos sobre la barra, cada brazo alrededor de ella, logrando encerrarla contra su cuerpo. Necesitaba saber qué demonios tenía porque no soportaba verla así. Haría cualquier cosa con tal de borrar ese llanto. ¡Joder! Vivía para ello.

Ariana suspiró y sorbió sus lágrimas.

No podía decirle el verdadero motivo. Era demasiado orgulloso como para soportar que ella estuviese llorando por él y su triste infancia.

–Lloro porque estoy gorda y fea, ¿de acuerdo? Ahora hazte a un lado y déjame ir al trabajo. Llegaré tarde–

Jack se incorporó, sin embargo antes de que ella pudiese huir, él la tomó de un brazo haciéndola volver.

–¿Qué carajo has dicho?–

–No me hagas repetirlo, Jack– suplicó la castaña.

–Joder, no digas eso. No eres gorda, y aún menos eres fea. ¿Qué tengo que hacer para convencerte?– Jack estaba realmente enfadado.

Fijó su mirada penetrante en ella. Su pecho subió y bajó.

¿Cómo podía atreverse a decirle eso a él que no podía dejar de mirarla?

Ariana tenía los ojitos repletos de lágrimas, y brillaban increíblemente más. Tenía las pestañas mojadas y se agrupaban en preciosos piquitos.

Era malditamente hermosa mientras lloraba, y Jack la miró detenidamente.

Estaba a punto de empezar su noveno mes de gestación, y aún así la chica era capaz de hacer arderlo arder en el más frío invierno.

Cualquier hombre con sangre en las venas caería rendido ante sus encantos, no importaba qué tan embarazada estuviera.

La cosa ahí era que su propia sangre estaba ya hirviendo, toda convertida en pasión.

La deseaba tanto que le dolía. Todo por dentro suyo gritaba por ella.

Ariana que había estado sorprendida de su reacción, se quedó de pronto muy quieta al percatarse del sutil cambio en el ambiente.

–Maldición, claro que eres bonita. Eres muy bonita, ¿lo escuchas?– se acercó entonces a ella, más de lo que pretendía. –Eres tan bonita que... que...–

Su mirada chocó con la suya, y sus corazones estallaron.

A Jack se le secó la garganta. Su esposa se quedó sin aliento.

Los dos supieron lo que ocurriría. Ninguno hubiese podido evitarlo.

Lo siguiente que sucedió fue que Ariana ahogó un gemido cuando se encontró de pronto rodeada completamente por el fuego de aquel hombre.

Jack la besó lleno de contenida pasión. Sus dos grandes manos sujetaron la parte trasera de su cintura, y la pegaron hacia sí.

La boca que ella le ofrecía era todo lo que necesitaba para estar seguro de que aquello era correspondido. Que la castaña también deseaba que la besara.

Fue un beso cauteloso. Tierno y cargado de dulzura. Los dos sintieron cada detalle intensamente

Él soltó un gruñido, e intensificó aquel beso. La devoró con todas sus ansias.

Los labios femeninos temblaron y la magia floreció, uniéndolos en un único y puro impulso de deseo.

Ariana no podía pensar, pero sentía con todas sus fuerzas. Tenía las hormonas descontroladas, y el poder del deseo la dominaba, recorriendo su cuerpo y haciéndola sentirse tan viva como nunca antes. Se separaron un segundo para recuperar un poco de respiración pero enseguida volvieron a besarse sintiendo la intensidad lujuriosa que enviaba su sangre al latir por sus cuerpos.

Sin pensamientos consientes, las manos de ella encontraron el camino dentro de su cabello, y ahí se perdieron.

No quería que dejara de besarla nunca. Su mayor anhelo fue entonces congelar aquel momento y poder vivirlo para siempre.

Sin embargo su propia realidad se hizo presente.

Se obligó a sí misma a apartarse a pesar de que el vacío entre ellos resultó doloroso.

La cabeza de Jack se inclinó hacia atrás, y tenía los ojos cerrados, como si hubiera recibido una bendición divina. Tenía, en fin, las mejillas encendidas.

A Ariana le dio un vuelco, y no se atrevió a decir nada.

Jack la había besado... ¡La había besado!

Esta vez no había alcohol de por medio, tampoco la adrenalina de haber ganado una pelea importante.

Se habían besado porque los dos lo habían querido así. Porque...

Su corazón comenzó a latir con mucha más fuerza.

Buscó su mirada porque necesitaba encontrar la respuesta a una pregunta que no se había atrevido a hacer.

Los ojos oscuros de Jack destellaron con una promesa.

–Esta noche hablaremos– su voz masculina y segura la derritió a un nivel casi igual que el beso que se habían dado momentos antes, y que todavía quemaba sus labios.

Como autómata asintió simplemente, todavía adentrada en una especie de conmoción.

Aunque Jack se moría por robarle otro beso, en esos instantes debía marcharse.

Con sus dedos acarició el mentón de esa preciosa castaña que lo miraba con miles de incógnitas en su rostro.

>Esa noche< se prometió. Ya no lo pospondría más.

En el momento en que él cerró la puerta tras su espalda, Ariana se sobresaltó y su mirada se abrió con gran sorpresa mirando hacia su vientre.

Todavía no lograba acostumbrarse a que el bebé la pateara.

Siempre la tomaba por sorpresa. La espantaba.

Era algo sumamente extraño para ella, pero no tanto como el hecho de que únicamente la pateara cuando Jack estaba cerca.

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Jack se removió en el asiento de la camioneta y trató de reajustar su miembro, casi gimiendo ante la hinchada longitud que visualizaba apretada contra la tela de sus vaqueros.

Ya estaba acostumbrado al dolor de pelotas, así que simplemente exhaló y encendió el motor.

Aún así en esa ocasión no iba frustrado o desanimado al trabajo, sino todo lo contrario.

El joven peleador se sentía lleno de esperanzas.

No podía dejar de pensar en el beso. El tercer beso que le había dado a Ariana, a decir verdad, pero en esa ocasión sabía que algo había ido diferente.

En esa ocasión había descubierto que ella le correspondía de algún modo, que no era indiferente a sus sentimientos, que algo debía sentir por él además de puro y simple agradecimiento.

¡Sí!

De otro modo no lo habría besado de aquel modo, no había respondido a su pasión, ni habría enterrado los dedos en su pelo con tanto anhelo...

Jack se desbocó sólo de recordarlo.

¡Joder!

No quería ilusionarse ni cantar victoria antes de tiempo pero era imposible no hacerlo.

Estaba perdido por esa castaña de ojitos marrones. Completamente rendido, y el hecho de saber que tenía una posibilidad, por más mínima que fuera, lo hacía querer ponerse a bailar de felicidad.

Ariana era una completa belleza. Era delicada y sumamente femenina. Era una mujer que jamás imaginó que podría llegar a tener, ni en sus más locos sueños.

Ahora por ironías de la vida estaba locamente enamorado de ella.

Pero debía ser sincero en aquel aspecto. Ciertamente nada de lo que había sucedido desde el momento en que ella apareció en la puerta de su departamento, había sido algo que él hubiese imaginado algún día que viviría.

Todavía le parecía una locura.

Ni en un millón de años hubiera imaginado que Ariana Butera entraría algún día a su vida poniéndola toda de cabeza. No imaginó que la chica más popular y presumida de su escuela fuese a metérsele tan profundamente debajo de la piel, no imaginó que fuese a quedar impregnada en sus venas.

Y desde luego tampoco imaginó que luego de casarse con ella en un matrimonio de mera apariencia, fuese a desear tan intensamente hacerla su mujer de verdad, y quedársela para siempre.

La amaba, esa era su realidad.

Cada día que había transcurrido se había enamorado más y más de ella, sintiéndose incapaz de detenerse.

¿Cómo mierda hubiese podido evitarlo?

No existía poder alguno.

Se había enamorado de la princesa. Había sido vencido quizás desde el momento en que puso los ojos en ella por primera vez.

Oh, y tenía que decírselo.

Esa misma noche lo haría. Ya no podía esperar más.

Le diría que la amaba, y le preguntaría si estaba dispuesta a darle una oportunidad. Después de aquello suplicaría mentalmente para que le dijera que sí.

Entonces se encargaría de que ella no se arrepintiera, y de conquistarla diariamente.

Se encargaría también de que se olvidara por completo Drew Van Acker. ¡Mierda! Haría que nunca más pensara en él.

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Habían pasado ya las suficientes horas pero Ariana no conseguía concentrarse en sus labores.

Imposible.

Seguía flotando en el aire. Su corazón no había dejado de bombear fuertemente. Todavía sentía aquella sensación caliente en los labios.

Mil veces se preguntó si se encontraba soñando, porque todo aquello, Jack, el beso... la manera en que sus ojos la habían mirado. Parecía un sueño.

El sueño que había estado teniendo constantemente durante las últimas noches.

Había soñado que aquel apuesto y masculino peleador de artes marciales caía completamente enamorado de ella, que una de esas noches la acorralaba contra una de las paredes y después de besarla y besarla ardientemente, le confesaba que la amaba.

Ariana se sentía que estaba viviendo su propio cuento a punto de llegar a su final feliz.

Considerando que hacía ya mucho tiempo, ella había dejado de creer en cuentos felices, eso era decir bastante.

Drew le había roto todos sus sueños e ilusionesde manera cruel e hiriente. Le había dado una buena patada en el trasero al decirle que terminaba su noviazgo, para después rematarla con la noticia de que se había enamorado de alguien más. Aún así aquello no había sido la peor parte, sino esa escena en la que le escupía en la cara todo su desprecio, y la acusaba de estar mintiendo al decir que el niño que esperaba no era suyo.

Oh, pero Drew podía irse al infierno junto a su tierna y patética princesita.

Jack había conseguido levantarla de aquella caída, en la que debía admitir, había quedado muy lastimada.

El chico ni siquiera había necesitado hacer nada, más que sonreírle, hacerla reír, ser simplemente él... Así como era. Malhablado, rudo, sarcástico, controlador, determinante... Pero con un corazón que no le cabía en el pecho. Tan tierno que le despertaba el deseo de abrazarlo todo el tiempo.

Bestia, así lo llamaban en el octágono de pelea, y en el pasado ella habría congeniado en que el apodo le quedaba a la perfección, pero ahora sabía que no era así. Jack no era ninguna bestia, era un adorable osito de peluche.

Ariana se sentía muy especial, porque sin duda él no dejaba que los demás vieran esa faceta suya, pero con ella... A ella se la había mostrado, con ella había aceptado mostrar su verdadero yo.

>¿Me amará así como yo lo amo a él?< se preguntó a sí misma. Anhelaba tanto saberlo. Anhelaba con toda su alma escuchárselo decir.

–Esta noche hablaremos–

Le había dicho antes de marcharse, y sólo de recordarlo su pecho se llenaba de emoción y expectación.

Jack tenía algo importante que decirle, y ella sentía que no podía estar equivocada al pensar en que esa noche, y tras esa charla, algo importante entre ellos cambiaría.

Sonrió para sus adentros. Fue inevitable no hacerlo.

–Vaya, hoy amanecimos con el pie derecho– le sonrió Natalie, quien se encontraba en un escritorio frente a ella.

La siguiente colección de una distinguida marca de ropa en la ciudad se aproximaba y debían tenerlo todo preparado para el lanzamiento. Natalie era consciente de que ella era la única que había estado trabajando en el último par de horas pero no se molestó en lo absoluto.

–Creo que sí– respondió Ariana contenta.

Natalie mostró una amplia sonrisa.

–Me pregunto, quién será el responsable de esa emoción que veo en tu carita?– hizo una mueca pensativa, pero bromeaba. –Creo que no es muy difícil adivinar. Se llama Jack, ¿o me equivoco?– Natalie no se equivocaba, y lo supo por la expresión en el rostro de la joven. Cielo santo, no recordaba haberla visto tan contenta desde que entrara a la empresa. –¿Pasó algo entre tú y Jack? ¿Acaso ustedes...?–

–No, no– se adelantó la castaña a aclarar. –Todavía no, pero...– el silencio que le siguió habló por sí mismo.

–Pero pasará– completó Natalie emocionada.

–Nosotros sólo...– Ariana no sabía cómo explicarlo. Le daba vergüenza hablar sobre el beso, pero aún así deseaba decirlo. –Creo que le gusto, Natalie–

–¿Crees que le gustas?– la mujer empresaria no pudo creerse que hubiera dicho eso. –¿Tú crees que le gustas? ¿Ari, linda, en qué mundo has estado viviendo? ¡Le fascinas!–

A Ariana le seguía resultando increíble de creer dado su gigantesco vientre de embarazo, pero aun así eso que había visto en los ojos de Jack...

–Eres tan bonita...–

El recuerdo de su voz le provocó un vuelco en su interior.

–De acuerdo. Le gusto. No le importa que esté gorda. Él cree que soy bonita–

–Él cree que eres la mujer más hermosa de este planeta, créeme. Y cielo santo, no estás gorda, deja de decir eso– Natalie estuvo a punto de cuestionarla sobre lo que había sucedido entre ellos, sin embargo antes de que pudiese hacerlo, su secretaria llamó a su puerta argumentando que debía estar puntual en su cita de las 3pm.

–Lo olvidé por completo– cerró los ojos y se reprochó mentalmente. –De acuerdo, Beth, por favor llama a la señora Vergara y dile que voy en camino– se puso en pie. –Creo que dejaremos esta conversación para después– se dirigió a Ariana sonriéndole, y enseguida se marchó.

Ariana se dejó caer en su silla soltando un suspiro de dicha.

No podía dejar de sonreír.

De inmediato tomó su celular y comenzó a mandar mensajes de texto.

Ariana: ¿Liz? ¡Tengo algo que contarte!

Elizabeth: ¡Dímelo yaaaa! Presiento que es algo importante 🤔

Ariana: ¡Lo es! Pero te lo diré más tarde. ¿Puedes venir a recogerme a Brosnan Concepts?

Elizabeth: Estaré ahí media hora antes. Hey, pero adelántame algo. ¡No puedes dejarme así! 😭😭

Ariana: Tendrás que esperar 😌

Elizabeth: ¡Ayyyy no seas cruel! De acuerdo, sólo dime... ¿Tiene algo que ver con tu apuesto maridito? 😱

Ariana: ... ¡Sí! 🥰🥰🥰

Elizabeth: ... You go girl! 🥳

La castaña sonrió ampliamente. Sabía que su mejor amiga se pondría contentísima.

Ansiaba ya poder contárselo todo pero aún más deseaba que la noche se llegara para poder estar junto a Jack, y que él dijera lo que tenía para decirle.

Ella también le diría algunas cosas...

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Jack llegó al edificio donde vivía, y aparcó la camioneta en su lugar de estacionamiento.

Un par de horas antes Ariana le había mandado un mensaje de texto diciéndole que no era necesario que la recogiera del trabajo, ya que su amiga Liz lo haría.

Lamentaba aquello porque realmente disfrutaba de cada momento a su lado, pero a la vez lo agradecía.

Así ella estaría ocupada y él podría ocuparse de algunas cosas.

Quería prepararle una sorpresa para cuando regresara al departamento.

Momentos antes había pasado al supermercado para comprar algunas cosas.

Cocinaría pasta y albóndigas con salsa. Sabía que, debido a sus raíces, la comida italiana era su favorita, aunque la consideraba excesivamente alta en carbohidratos.

No importaba porque esa noche era especial, y debían disfrutarla.

Brindarían con agua, desde luego, o quizás con un poco de jugo. Mandaría pedir flores para ella, y... Había pensado en una caja de chocolates, pero temía que fuese a arrojársela a la cabeza acusándolo de querer engordarla veinte kilos más. Con la cena sería suficiente, así que descartó los chocolates.

Pondría velas... ¡Sí!

Oh, joder pero no quería que Ariana fuese a pensar que todo lo hacía asumiendo que tendrían sexo. Es decir, él se moría por tener sexo. ¡Que lo jodieran si no! Pero no pensaba presionarla en ese aspecto. Eso sucedería solamente si ella... ¡Mierda!

>¡¿En qué estás pensando, pedazo de idiota?!< se recriminó a sí mismo. Ariana estaba literalmente en su última etapa de embarazo. Seguro lo último que querría sería follar con él en ese momento. Quizás lo encontraría incómodo.

Aún así pensaba dejarle en claro que estaba dispuesto y deseoso para cuando ella se sintiera preparada. Antes o después de que tuviese al bebé, no importaba. Lo excitaba de cualquier manera.

>Oh, nena, te esperaré el tiempo que sea necesario. Mi polla estará dura por ti para siempre<

Le dio un vuelco en el pecho sólo de pensar en que en verdad algún día sucedería.

Cruzó los dedos en señal de buena suerte, y cerró los ojos mirando al cielo como suplicando.

Tomó las bolsas de provisiones y se detuvo en seco.

–Casi lo olvido– sacó su celular y comenzó a marcarle a su mejor amigo.

–¿Noah?– esperó a que él respondiera. –Hoy no iré a entrenar. Tengo cosas que hacer–

–¿Qué cosas?– preguntó el moreno.

–Cosas que no te importan– respondió enfadado y con el ceño fruncido.

Del otro lado de la línea escuchó la carcajada de Noah.

–Ya claro. Jamás has faltado a un entrenamiento... ¿Me pregunto que cosa o personita te importa más que ir a entrenar? Veamos... Creo que su nombre empieza con A, tiene ojos marrones y...–

–¿Sabes que, Noah?– lo interrumpió. –Vete a la mierda– sin más colgó.

En realidad no estaba enfadado con él, pero a veces lo sacaba de sus casillas.

Sacudió su cabeza olvidándolo por completo y volvió a concentrarse en todo lo que debía hacer.

Oh, pero antes de todo aquello tomaría un baño. Se vestiría bien y se pondría muy guapo para Ariana. Solamente por ella sería capaz de tomar un maldito peine y domar esa rebelde melena de cabello oscuro que le colgaba casi hasta el cuello.

Deseaba mucho que su esposa lo encontrara en verdad atractivo. Necesitaba presentarle la mejor cara de Jack Reed para que así ella al menos se replanteara la posibilidad de darle una oportunidad en caso de que su primera respuesta fuera rechazarlo.

Rogó internamente que no fuese a darle una patada en el culo. No sabía si lo soportaría.

Estaba tan ilusionado...

¡Pero no!

Ella no lo rechazaría.

Estaba seguro de eso. Estaba 99% seguro de que le diría que también sentía algo por él.

Aún así ese 1% lo aterraba y lo llenaba de dudas.

Exhaló y caminó entonces hasta la entrada al edificio.

Se llevó una muy desagradable sorpresa cuando se dio cuenta de quién se encontraba ahí, esperándolo aparentemente.

–¿Halston?– la expresión en su rostro no pudo ocultar la mueca de enfado al verla.

–Hola, Jack– la rubia le sonrió con picardía.

–¿Halston, qué mierda estás haciendo aquí?–

–Vine a ver si sigues vivo. Estaba preocupada por ti. No te has dignado a responder una sola de mis llamadas. Tampoco recibí respuesta luego del obsequio que te dejé el día de San Valentín–

Esa maldita fotografía.

Deseaba reclamarle por haberse atrevido a hacer tal cosa pero pensó de inmediato que no valía la pena. Además no quería hacer que se demorara sino lo contrario. Necesitaba que se marchara ya mismo.

–Bien– alzó sus brazos para mostrarle. –Ya has visto que sigo vivo, enterito y sin un solo rasguño, ahora será mejor que te vayas– ni siquiera se preocupó en ser un poco cortés con ella.

Halston se mostró herida. Lo miró como si tuviese frente a un hombre al que no reconocía.

–¿Por qué eres tan malo conmigo, Jack? Lo único que he hecho es preocuparme por ti, pensarte, extrañarte. Y tú...–

–¿Yo qué? ¿Qué esperabas que hiciera? Te dije que yo te llamaría. No tenías que enviar nada en el puto San Valentín, y, carajo, tampoco tenías que haber venido hoy– Jack no fue capaz de disimular su enfado esta vez.

Los ojos de la chica se inundaron con lágrimas pero la expresión fue mayor. Lo miró furiosa.

–No puedo creer que estés tratándome con tanta frialdad, cuando antes... antes ardías en mi cama– lo había hecho a propósito. Con toda intención había querido colocar sobre la mesa esa imagen de ellos dos follando como animales sin frenesí.

A Jack le dieron náuseas sólo de recordarlo. Oh, pero no era nada contra ella. Simplemente sucedía que ya no le agradaba imaginarse a sí mismo teniendo relaciones sexuales con ninguna otra mujer que no fuera Ariana. Ahora ardía sólo por esa castaña, ahora la deseaba sólo a ella.

–Halston, eso no viene al caso ya. ¿Qué sentido tiene mencionarlo?– le recriminó con brazos cruzados.

La rubia se mostró ofendida.

–¿Que no viene al caso? ¿Que no tiene sentido? Jack, te casaste a mis espaldas, me dejaste botada, ¡y ni siquiera me diste una explicación!–

Él se hundió de hombros con indiferencia.

–No sabía que estaba obligado a dártela. Si mal no recuerdo, solamente follábamos. Tú y yo nunca fuimos nada–

Golpe bajo. El labio inferior le tembló. Estaba más que furiosa, pero no pensaba rendirse.

–Éramos amantes, Jack–

Al joven peleador no le gustó el tono en el que lo dijo. Pero maldición, ella tenía razón. Habían sido amantes durante mucho, mucho tiempo. Habían follado infinidad de veces. Habían experimentado un montón de cosas juntos. Incluso habían participado en tríos. Jack recordaba bien el placer que había encontrado compartiendo a aquella mujer con otros. ¡Mierda! Pero sólo de pensar en compartir a Ariana, la sangre le hervía, su estómago se perforaba, las entrañas se le revolvían. Eso jamás. Jamás. Jamás.

Sin duda ahora todas esas experiencias no le traían más que recuerdos no gratos a su memoria. Se sentía vacío. Nada de lo que hubiese hecho en su antigua vida sexual lo llenaba de satisfacción como el hecho de imaginar una noche entera haciendo el amor lenta y apasionadamente con su preciosa y pequeña esposa.

–Tú lo has dicho, Halston, éramos– puntualizó. –Pero ya no lo somos más–

Ella lo miró indignada. Casi deseo golpearlo.

–¡Eres un...!–

–¿Un cabrón?– Jack se hundió de hombros. –Probablemente lo sea, pero las cosas son como son. Fueron buenos tiempos, ahora han quedado atrás–

Halston se paró en seco y lo miró con ojos muy abiertos.

–¿Estás terminando lo que teníamos?–

Sin dudárselo, Jack asintió.

–Sip–

–Pe...pero... ¡No puedes hacer eso!– le gritó. Ya no se sentía capaz de controlar toda su furia.

–Estoy haciéndolo ahora mismo, Halston. Se acabó– repitió para dejarlo en claro. –Ahora te agradecería que te fueras y no volvieras a buscarme...–

–¡No!– gritó ella histérica. –¡Jack, tú no puedes dejarme!– lágrimas de desesperación aparecieron resbalando hasta su mentón.

Él exhaló con irritación. Lo último que necesitaba en esos instantes era una escenita como esa. No podía permitir que su noche especial con Ariana se arruinara.

–Halston... Esto no vale la pena. Me he enamorado, ¿entiendes? Así que debes aceptar esto e irte de una buena vez. ¿Para qué lo haces más difícil?–

–¿Te has enamorado?– Halston se mostró mucho más afectada ante aquella nueva declaración. Algo en su interior se sacudió. Las llamas fueron lanzadas. Negó numerosas veces.

–De mi esposa– aclaró Jack sin tapujo alguno. –Quiero hacer las cosas bien esta vez. La amo y la respeto. No puedo seguir contigo. Estoy tratando de ser un mejor hombre para ella–

Algo peligroso brilló en los ojos azules de la rubia. La risa la abarcó.

–¿Un mejor hombre para ella?– se burló. –¿Durante cuánto tiempo, Jack? ¿Durante cuánto tiempo estarás jugando al maridito estrella? Dímelo, no me importa, yo estaré esperándote–

–Halston, esto no es algo pasajero–

–Tú y yo sabemos que sí lo es. Tú y yo conocemos al verdadero Jack. Sabemos que es incapaz de estar con una sola mujer. Sabemos que es incapaz de comprometerse a ser fiel de por vida. Tú odias esto. Odias el matrimonio, los hijos, las ataduras. Amas tu libertad, así que llámame cuando ese Jack regrese. Pero antes... te ayudaré un poco a recordarlo– caminó hasta él y alzándose en puntas tomó su nuca con una de sus manos y lo acercó a ella al tiempo que abría su boca para besarlo.

Los labios fríos no lograron calentar nada en Jack. Él alzó sus brazos para poder apartarla colocando las manos en su cintura.

Aquel fue el movimiento que Ariana miró al bajarse del auto de Elizabeth, justo antes de darse cuenta de que era su marido el que se encontraba frente a ella, besando a la chica rubia de la fotografía.

Por un segundo se negó a creerlo. Luchó con todas sus fuerzas intentando no comprender. Su mente se resistió a ello con desesperación.

Parpadeó, pensando que quizás, sólo quizás, había visto mal. Se trataba todo de un error. Pero apenas y pudo ver bien por las lágrimas que nublaron sus ojos.

Sabía que no había sido parte de su imaginación. Sabía que estaba ahí en sus propias narices.

Jack... Jack que esa misma mañana la había besado como si ella fuese la cosa más sagrada, ahora se encontraba ahí, con su amante.

Una cruel y helada puñalada.

–¡Ariana!– el grito de Jack retumbó en sus oídos. Él empujó a Halston lejos, y corrió hasta su esposa para poder explicarle.

Pero la castaña no pensaba quedarse. No pensaba escucharlo. No después de lo que había visto.

Dio media vuelta reencontrándose con una Elizabeth bastante impresionada.

Ella abrió la boca para decirle algo.

Ariana negó rogándole que no dijera nada.

–Vámonos de aquí– la voz salió rota desde su garganta.

Luchó contra sí misma para no ponerse a llorar y derrumbarse ahí mismo mientras volvía al asiento copiloto del auto de su amiga.

Elizabeth la siguió colocándose tras el volante.

–¡Ariana, espera!– Jack consiguió llegar hasta el vehículo quedando frente a él, evitando así que arrancara. Un segundo más tarde ya estaba manoteando la ventana, intentando hacer que abriera y aceptara hablar con él. –¡Ariana, no te vayas! ¡Te lo suplico, escúchame! ¡Esto tiene una explicación!–

Al verlo ahí, suplicando, con expresión consternada, Ariana se sintió ridícula.

Ella y Jack no eran nada. Se habían casado para sacarla de un aprieto. La había besado esa mañana y le había dicho que era muy bonita. ¡Pero nada más!

>Estúpida, estúpida, estúpida< negó numerosas veces, sus ojos cerrados, ardiéndole debido a las lágrimas que todavía intentaba contener.

–Liz, arranca– le pidió.

–¿Estás segura, Ari?– cuestionó su amiga dudativa.

–¡Sí!–

Elizabeth obedeció.

Con el corazón apretado en una garra Jack la vio marcharse, ahí, de pie en el medio de la calle.

Lo había jodido todo.

Le había fallado a la mujer que amaba.

Lo supo por la manera en que ella lo había mirado.

La había herido.

Así sin más.

–¡Mierda!– exclamó furioso.

Con expresión triunfal Halston se acercó a él.

–Aoww, no me digas que esa era tu esposa. Un poco pequeña para un tipo tan grande como tú, ¿no, Jack? Frágil, delicada... Débil. No resistió verte besando a otra– el tono en el que lo dijo. Su sonrisa falsa y llena de burla.

Jack enfureció.

–¡Lárgate, Halston!– la violencia con la que le gritó la hizo sobresaltarse. –¡No quiero volver a verte, ¿me escuchas?! ¡No te vuelvas a acercar a mí!–

–¡Yo no tuve la culpa de que ella nos viera!– le replicó. Y era verdad. Pero había tenido suerte. Demasiada. A su parecer aquella bobita tenía que aprender que aunque estuviese casada con Jack, él siempre le pertenecería. No pensaba rendirse. Había luchado y esperado demasiado por aquel hombre.

>Sobre mi cadáver< se dijo decidida.

–Desaparece de mi vista– volvió a exigirle Jack. No pensaba perder los estribos pero ciertamente estaba a muy poco de hacerlo.

–Supongo que irás corriendo detrás de ella, ¿no? Deberías pensártelo mejor. Por la cara que puso esa boba niñita llorona, seguro no querrá ni verte. ¿De verdad te has enamorado de esa estúpida?–

El hecho de que la insultara fue lo que ocasionó que Jack explotara en furia.

–¡Cierra la boca, y no vuelvas a hablar nunca más de ella! ¡Lárgate si no quieres que te eche de aquí yo mismo! ¡Márchate de una puta vez!–

Halston entornó los ojos. Una sonrisa más apareció en su atractivo rostro.

–No te vas a librar tan fácilmente de mí, Jack. Te lo prometo. Me importa una mierda tu esposa, y me importa una mierda el hijo que van a tener– desde luego había notado el abultado vientre de embarazo. Más tarde en la soledad de su habitación gritaría de furia ante aquel hecho. Disfrazó todo su odio y rencor detrás de su coraza de hielo. Le guiñó un ojo y entonces decidió que era hora de irse.

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Cuarenta y siete llamadas.

Ninguna fue contestada.

Frustrado y enfadado consigo mismo, Jack arrojó su celular al suelo mientras sus labios soltaban una palabrota.

Se llevó ambas manos al cabello, y lo aplastó contra su nuca. Después se estrujó la cara con desespero.

La tristeza lo inundó.

¡Qué putada!

Se maldijo a sí mismo.

Había estado tan lejos y tan cerca.

¡Mierda!

Se apoyó sobre una de las paredes.

¿Por qué las cosas le salían mal siempre? ¿Por qué siempre lo jodía todo?

Jack no lo entendía todavía. No entendía esa nube gris encima de él que lo acompañaba a todas partes.

Sin embargo de algo sí estuvo más que seguro.

Aquello que había sucedido con Ariana era sin duda la vida recordándole que nunca podría ser feliz, que nunca sería merecedor de nada bueno.

Sonrió con ironía y amargura.

¿Realmente había creído que él, Jack Reed, podría conseguir una mujer como Ariana, una reina bella y maravillosa?

¡Vaya perdedor!

Ya iba siendo hora de que se bajara de su nube.

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HOLA!

Lamento la demora. Estuve un poco ocupada dando a luz a un pequeño hombrecito 👶🏻🍼

Espero me entiendan 🙊

Gracias por sus comentarios y votos. Los cuales aprecio muchísimo! ♥️♥️

Lxs quiero ♥️♥️♥️

Y... a partir de aquí JACKRIANA cobrará vida 🔥

Lo que acaba de suceder no es bueno, nada bueno, pero heyyy al menos ya se han movido de donde estaban, no? Bueno, sólo intento consolarlxs 😅

Pregunta en general: ¿Qué creen ustedes que pasará entre estos dos? Vamos, quiero leer sus teorías 🧐

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