Capítulo 18

–El desmayo fue debido a que sigues presentando baja en tu presión arterial. ¿Recuerdas lo que hablamos sobre tu sangre circulando ahora hacia el bebé en mayores cantidades? Bueno, pues tu sistema circulatorio se ve obligado a funcionar más deprisa para cubrir todas esas necesidades, y esto ha hecho que tu presión sanguínea baje. Por eso te desmayaste, Ariana, pero tranquila, ya hemos controlado el malestar– la doctora Chastain le sonrió para despreocuparla y demostrarle que nada grave había ocurrido.

Aun así la joven embarazada seguía sintiéndose muy mareada y no entendía nada de lo que ella le decía.

Se encontraba recostada sobre la camilla mientras su obstetra se encargaba de revisarle la presión y controlarle el malestar.

En silencio, Jack permanecía de pie, cruzado de brazos, atento a todo y sintiéndose muy aliviado, pues se había angustiado muchísimo.

Ariana desmayada en sus brazos había sido más de lo que podía soportar. Había estado aterrorizado. Verla tan frágil y vulnerable lo había hecho querer gritar. El estado de desesperación en el que había entrado había sido casi aniquilante. No recordaba haberse sentido tan angustiado en los últimos años de su vida como en ese momento.

Lo había admitido hacía ya tiempo. Lo había reconocido y aceptado... Ariana le importaba, y le importaba muchísimo.

Que ella estuviese bien era lo primordial. Ella era lo primordial.

Sintió un tremendo alivio al saber que no corría ningún peligro. Al fin pudo respirar.

–Hiciste bien en traerla, Jack– la sonrisa de la doctora fue dedicada esta vez a él– enseguida se giró hacia su enfermera y le dio una indicación que sólo ellas pudieron escuchar. A los pocos segundos regresó con ellos. –No parece haber nada fuera de lo normal pero aun así me gustaría asegurarme de que todo esté en orden. Te haré un ultrasonido, Ariana, así que por favor no te incorpores de la camilla–

A la castaña no le quedó otra opción que obedecer. Se recostó mirando hacia el techo, e intentó mantener la calma.

El ver al bebé en esa pantalla la hacía adentrarse en un estado de absoluta tensión. Por más que hiciera esfuerzos no lograba estar tranquila. Era más fuerte que ella, y todavía no sabía cómo manejarlo, cómo controlarlo. Ni siquiera podía dominar sus propias emociones. Cerró los ojos y se dijo que debía resistirlo.

Serían solamente unos minutos.

Unos minutos...

Minutos que parecían durar una tormentosa eternidad.

Pero debía resistirlo. Debía hacerlo.

Sólo tenía que endurecer su corazón. Fingir que no le importaba. Que ella y ese... hijo no compartían lazos sanguíneos, que no era su suyo.

>No es tu bebé< se obligaba a sí misma a repetírselo cada vez que parecía olvidarlo. No iba a quedarse a su lado, no iba a criarlo como tal. No iba a amarlo.

No era nadie. No era nada. Nada salvo un pequeño inconveniente que resolvería en un par de meses más, y que enseguida quedaría en el olvido.

Así sería.

Ariana se olvidaría de aquellos acontecimientos tan pronto se marchara de Boca Ratón. Los enterraría junto a todos los recuerdos de su vida ahí. No volvería a recordarlos. Ella misma se encargaría de eso.

Estaría demasiado ocupada. Se concentraría en su futuro. Solamente en su futuro. No había otra cosa que le importara más.

Exhaló. Se hizo la fuerte y puso todos sus esfuerzos en cerrar sus oídos para no escuchar nada de lo que la doctora le decía.

Se negó a mirar el monitor donde podía observarse a la perfección a aquel ser que crecía en su interior.

>¡No lo mires!< se gritó a sí misma. Realmente se obligó a hacerlo.

–Él está contento– le dijo la obstetra con una sonrisa en el rostro. –No deja de moverse–

En efecto, aquella criatura se movía de un lado a otro sin parar.

Y mientras eso sucedía, Jack no podía dejar de mirarlo.

Ciertamente jamás había presenciado nada igual. Nunca había estado tan cerca de un milagro como aquel. Porque aunque él no era devoto a ninguna religión, no se le ocurría otra palabra para describir aquello que sus ojos miraban.

Un milagro.

–¿E...ese es el bebé?– no pudo evitar preguntar. Estaba muy impresionado. La última vez que lo había visto era el doble de pequeño. Había crecido demasiado en esos últimos meses.

–Así es, Jack– le respondió la obstetra con gran paciencia. –Estos son sus bracitos... Sus manitas, y sus deditos comienzan a formarse–

¿Deditos?

Oh, joder... Jack no había pensado en el bebé en términos de dedos, brazos, manos. Pero aquel humanito sin duda tenía dedos, brazos y manos. Piernas también.

Era diminuto, pero algún día cercano nacería, y se convertiría en una persona. Sería parte de aquel mundo en el que habitaban.

¡Qué locura!

–Por lo que veo, este pequeñín va creciendo con normalidad– continuó hablando la doctora. –Y a pesar de que estás por debajo del peso, él ha cogido los nutrientes necesarios. Has seguido tomándote tus vitaminas y suplementos, ¿cierto, Ariana?–

–Eh... sí. Sí, doctora. Se los ha tomado diariamente. Yo me he encargado de eso– respondió Jack al ver que su esposa no parecía prestar atención.

–Perfecto– sonrió Jessica Chastain. –Me alegra escuchar eso, porque no queremos que mi paciente termine este embarazo con un cuadro de anemia o algo mucho peor. Ambos deben estar bien nutridos, sobre todo tú, Ariana, ya que los vómitos que padeciste influyeron mucho en cuanto a los kilitos que debiste de haber subido, tomando en cuenta también tu complexión menuda. No es algo de qué preocuparse, pero este bebé parece un poco grande para tus proporciones, así que tal vez habrá que recurrir a una cesárea–

La castaña tragó saliva.

¿Una cesárea?

No sabía que perspectiva le aterraba más. Un parto natural o una cesárea.

Ambas opciones la hacían querer desmayarse de nuevo solamente con imaginarlas.

Palideció y deseó con toda su alma que esa pesadilla terminara pronto.

–¡Oh, vaya!– exclamó la obstetra con emoción. –¿Pero qué tenemos aquí?– sonrió abiertamente. –El sexo está muy visible. ¿Quieren saberlo?– les preguntó a ambos.

Todavía sorprendido, Jack se quedó en absoluto silencio. Abrió la boca para decir algo, pero en su lugar la cerró y miró a Ariana.

–¿Ari?– la llamó.

Los ojos marrones lo miraron fijamente después de haber estado sumergidos en un viaje dentro de sus más grandes temores.

–¿Disculpa, qué?– sacudió la cabeza confundida.

–La doctora Chastain ha preguntado si quieres saber el sexo de... del bebé– respondió Jack tenso.

A Ariana le dio un vuelco. Los ojos le destellaron con una extraña emoción que se vio reflejada en lo más profundo de esa ventana hacia sus sentimientos.

Saber si era niño o niña...

¿Quería saberlo? ¿Sería prudente hacerlo?

No. No lo creía así.

¿A ella qué demonios le importaba fuera lo que fuera?

¿Para qué?

Sólo se haría daño, y la verdad era que no cambiaría en nada la situación. Fuese varón o mujercita, iba a entregarlo a sus padres adoptivos. La decisión había sido tomada y no había vuelta atrás.

Al día siguiente tenía su primera cita para comenzar con todos aquellos trámites.

El cielo la ayudara.

Lentamente negó con la cabeza.

Todavía no se había atrevido a decirle a la obstetra que al final de todo aquello entregaría a aquel hijo en adopción, así que ella no estaba enterada de nada. Salvo que le parecía curiosa la actitud de aquella chica frente a cada una de sus consultas y ultrasonidos.

Ariana sabía que antes del día del parte debía decirle la verdad. Y pedirle, o más bien rogarle, que por favor no fuese a mostrarle al pequeño o a la pequeña. Le pediría que una vez naciera se lo llevara a otra habitación, y ahí permaneciera hasta que sus padres adoptivos lo recogieran.

–Entiendo. Prefieren que sea sorpresa. Bien. La consulta casi ha terminado, solamente haré un pequeño análisis al corazoncito de su hijo. Conectaré las bocinas para que puedan escuchar–

Segundos transcurrieron cuando la obstetra terminó de conectar los cables necesarios, y de pronto ahí estuvo...

¡Boom!

¡Boom!

¡Boom!

¡Boom!

¡Boom!

Aquello eran los latidos del bebé.

Los latidos... ¿Podían entender la magnitud de lo que era aquello? ¿Lo que representaba?

El sonido llenó el consultorio retumbando en las cuatro paredes. Un sonido tierno pero resistente.

–Por lo visto no hay nada de qué preocuparnos. Este bebito está lleno de fuerzas– miró ella misma la pantalla maravillada. –Lamento mostrar tanta emoción pero es que... Es increíble. He visto este milagro cientos y cientos de veces, y siempre me resulta fascinante. Por eso escogí esta profesión. Nunca me arrepentiré–

Aunque Ariana había estado intentando por todos los medios mantener la barrera de frialdad e indiferencia, en esos momentos hubo algo que la hizo derribarlos por un segundo. Solamente uno.

No pudo evitar pensar en su realidad... Y lo increíble de ello.

Tenía en su interior el latido de dos corazones. El suyo y el de su bebé. Ese bebé que llevaba sus genes, su sangre. El mismo que la hacía marearse y vomitar. El que había sido concebido a consecuencia de una de sus mayores estupideces de juventud. Algo de lo que se arrepentiría toda su vida...

Parpadeó cuando sintió que las lágrimas se agolpaban dentro de sus ojos. Bajó la mirada y las sorbió.

¿Cuándo dejaría de llorar por ese hijo no deseado? ¿Le dejaría de doler algún día?

Esperaba que sí. Rogaba al cielo que sí.

Jack se acercó para brindarle todo su apoyo. La tomó de las manos, y con la otra acarició su cabello. Él sabía que muy seguramente Ariana estaba sintiéndose terrible, así que debía recordarle que no estaba sola.

Aún así sus ojos oscuros no la miraron sino que seguían clavados en el monitor médico. Exhaló y esta vez la miró a ella.

No pudo evitar pensar en que estaba viendo a una pequeña y adorable cosita dentro de otra pequeña y adorable cosita.

El pecho le dio un vuelco más, pero aquellas sensaciones quedaron en segundo plano cuando se dio cuenta de la expresión de profunda tristeza que había en la castaña.

–¿Estás bien?– le susurró discretamente.

Ariana cerró sus ojos todavía conteniendo sus lágrimas.

–No...– respondió. –¿Podemos... irnos?–

Jack deseó con toda su alma tener el poder de hacer desaparecer esa carita devastada, de quitarle el sufrimiento, de hacer que sonriera por siempre.

¡Mierda!

–¿La consulta terminó?– le preguntó Jack a la obstetra.

–Ha acabado– respondió con amabilidad. –Pueden irse. Sólo recuerden por favor las indicaciones que ya les he dado. Nos vemos aquí en un par de semanas. Ariana, cambiaré tu plan alimenticio y los suplementos que has estado tomando. Necesito que engordes un poquitito más. Nos acercamos a la racha final de este embarazo, así que tu cuerpo debe estar más que preparado. Cuídate mucho, y descansa un par de días antes de que vuelvas a tu trabajo. Hasta la próxima–

Jack le agradeció, y prontamente tomó en sus brazos a la joven que seguía haciendo esfuerzos para no soltarse a llorar.

Salieron del consultorio sin decir una sola palabra.

Ariana no pesaba más que una niña, y el ansia de querer protegerla de todo creció en el pecho de Jack, al igual que crecía el ansia de tenerla.

Al inicio de todo aquello él no pensó realmente en que todo iba a ser tan difícil.

Aún así no lo lamentaba. Estaba ahí para esa preciosa castaña de ojitos marrones. Siempre lo estaría.

Él era su soporte, y ¡demonios! Amaba serlo.

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Jack dejó a su esposa embarazada sobre la cama de su habitación, una vez que llegaron al departamento.

Adrienne se encontraba ahí, pues la habían llamado para contarle lo que había sucedido.

–Las dejaré solas– anunció él y prontamente salió.

En la sala se encontró con Mark y Noah quienes también estaban ahí luego de enterarse de que Ariana había tenido que ir de emergencia al médico.

Sin duda alguna en todo aquel tiempo, ella se había ganado su cariño, y por eso habían corrido a verla.

–¿Cómo está Ariana? ¿Qué les dijo la doctora?– preguntó Mark de inmediato.

Un tanto cansado por lo largo de aquel día, Jack soltó un suspiro.

–Todo está bien. No hay nada de qué preocuparnos– contestó.

Tanto Noah como su padre se sintieron muy aliviados.

–Gracias al cielo. Llamaré a Liz para decirle que no hace falta que venga. Puede venir a verla mañana– el chico moreno tomó su celular y se alejó de ellos para realizar dicha llamada.

–Me alegro mucho de que no haya pasado nada grave con Ariana– continuó hablando Mark. –Pero no entiendo por qué se desmayó. Eso ya no puede ser normal–

–Está baja de presión, y también baja de peso. Sólo ha aumentado cinco kilos, y esta es su semana veintisiete– respondió Jack. A pesar de ya todo estaba bien, él seguía muy preocupado.

–¿Cinco kilos en siete meses? A mí me suena preocupante. ¿Eso afectará al bebé de algún modo?–

–De hecho no. Él está perfectamente. Lo contrario de Ariana. La doctora Chastain nos dijo que el bebé ha estado tomando todos los nutrientes que necesita, y la ha dejado a ella con muy poco, por eso está débil y hay días en que se siente muy cansada–

–Eso no suena nada bien. ¿Entonces este desmayo se repetirá?–

Jack negó.

–He estado revisando que ella tome todas sus vitaminas, pero redoblaré mi vigilancia, y haré que coma más–

–Haces bien, Jack– Mark le sonrió. –Estás cumpliendo lo que prometiste. Cuidar de tu esposa es una gran acción– no quiso mencionarlo, pero la declaración estaba ahí.

Jack la cuidaba y se ocupaba de ella aunque no existiese relación entre ambos, aunque el hijo que esperaba no fuera suyo.

–Creo que ahora... la salud de Ariana y del bebé es mi mayor preocupación–

–Lo sé– Mark palmeó su brazo en un gesto masculino. Él ni siquiera tenía que decirlo. Lo veía en su rostro, en su expresión.

Jack estaba completamente entregado.

Luego de unos cuantos minutos Mark y Noah se marcharon.

Mientras salían del edificio, rumbo a su auto, el joven no pudo evitar mencionar.

–A Jack le importa mucho Ari– sonrió. –¿Viste la cara que tenía, papá?–

Noah rió y su padre también lo hizo.

–Yo me pregunto hasta cuándo se atreverá a admitirlo–

–¿Que Jack admita que ama a su pequeña esposa en secreto? Ya, claro, podemos esperar sentados– bromeó, pero en parte hablaba en serio. Conocía la terquedad de su mejor amigo.

–Ojalá lo haga pronto. Y ojalá Ariana lo admita también–

–Yo también creo que ella está enamorada de él. Lo mira como si lo estuviera, así que... bueno, creo que no hay mucho qué pensar en ese asunto. Los dos se aman–

–Para que hasta tú te hayas dado cuenta, es que en serio son demasiado obvios– Mark arqueó las cejas.

Noah frunció el ceño.

–¿Eso qué significa?– preguntó confundido.

Mark soltó una carcajada.

–Nada, hijo. Nada. Es hora de ir a casa–

Ambos hombres abordaron de inmediato su vehículo y se marcharon.

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Media hora más tarde, Adrienne anunció que debía marcharse. Besó la frente de su hermanita y se despidió de ella prometiendo que llamaría al día siguiente y estaría pendiente de todo.

–Muchas gracias por haber venido, Adrienne–

La chica sonrió y negó.

–Siempre que se trate de mi hermana vendré aquí corriendo. Por favor no dudes en llamarme cuando algo como esto vuelva a ocurrir–

–Cuenta con eso– contestó Jack.

Ambos se despidieron y ella salió prontamente del departamento.

Cuando cerró la puerta tras de sí, Jack recargó su espalda sobre la madera.

Había sido un día difícil. Estaba exhausto tanto física como mentalmente.

Deseaba irse a la cama y por fin descansar, pero antes de hacerlo tenía que asegurarse de que Ariana no necesitara nada.

Se dirigió a su habitación y tocó.

Al no obtener respuesta supuso que ella debía estar ya dormida, sin embargo al segundo escuchó un gemido lastimoso, y supo que la castaña no estaba durmiendo, y desde luego tampoco se encontraba del todo bien.

Tomó la manija y la hizo girar.

No esperaría una invitación.

Entró sin más.

La encontró sobre su cama, tal y como la había dejado cuando llegaron de la clínica, pero esta vez estaba llorando sin freno.

–Demonios...– susurró para sí mismo.

Inmediatamente se acercó a ella tomando asiento a su lado en la cama. Consolarla era ya algo instintivo, algo que necesitaba hacer siempre que la veía mal.

Tomó sus brazos con sus manos, y los quitó de su rostro para mirarla a la cara.

–Tranquila, tranquila, nena...– le dijo tierna y calmadamente.

Pero Ariana en vez de tranquilizarse, comenzó a llorar aún más. El desconsuelo la embargó por completo. Fue una riada, un llanto incontenible, una catarsis.

No era capaz de controlar su garganta, de detenerse, de hablar. Le dolía todo su interior. Le dolía hasta el alma.

–¿Qué sucede?– le preguntó Jack con angustia. –¿Te sientes mal nuevamente? ¡Ariana, por favor di algo!– le suplicó. –¡¿Qué carajos te ocurre?!– la tomó de los hombros y la hizo mirarlo. –¿Quieres que llamemos a la doctora Chastain? ¿Te duele algo? ¡¿Dime si te duele algo, joder?!–

Entonces ella asintió.

–Me duele el corazón– sollozó. El dolor fue latente, ahí en sus ojitos atormentados, en su voz rota, temblorosa. –¿Por qué mi vida tenía que arruinarse de esta manera, Jack? ¿Por qué? ¿Tan mala fui como para que me sucediera esto a mí?– las lágrimas de Ariana no cesaban. Su sufrimiento fue en aumento a medida que las palabras salían de su boca.

–No, no... Ari, no digas eso– él intentó calmarla pero cualquier cosa que dijera sabía que sería en vano.

–Lo perdí todo. Mis padres... Ellos ahora me desprecian. No quieren ni verme porque cometí la mayor equivocación, y nunca me perdonarán...– había estado meses enteros intentando hacerse fuerte, resistiéndolo, convenciéndose a sí misma de que no la afectaba, no la hería, pero sí que lo hacía. Estaba devastada.

–No puedes seguir culpándote por eso– le habló Jack seriamente. –No fue tu culpa, Ariana. En cambio ellos sí tienen culpa al haberte dado la espalda–

–Pero yo los orillé a esto... ¡Yo les fallé!–

–No– negó él renuentemente. –Ellos te fallaron a ti–

Ariana se quedó en silencio pero el sonido de sus lágrimas siendo derramados continuó.

–Da igual quién le falló a quién– contestó. –Los perdí. Nunca volveré a ser su hija–

Jack la miró sintiéndose lleno de impotencia. ¿Qué podía hacer para hacerla sentir mejor? Para detener ese llanto. No había manera.

Aquel era un dolor que probablemente no se iría ni siquiera con el tiempo.

–Un día lo habrás superado– le dijo pero no estaba convencido de eso. El asunto del abandono de su madre y del padre tan desalmado que le había tocado, era algo que todavía lo afectaba a pesar de los años transcurridos.

¿Quién era él para darle consejos paternales? Era como un huérfano. Toda la vida lo había sido.

–Anímate, Ariana– le sonrió. –Cometiste un error de juventud, ¿y qué? Lo solucionarás. El bebé... ya no te estorbará más. Estás a muy poco de terminar con todo esto. Serás libre, y podrás hacer tu sueño realidad–

–El bebé...– a Ariana le dieron ganas de gritar histéricamente. En su lugar emitió una sonrisa amarga e irónica. –El bebé, Jack...– su mirada volvió a humedecerse, y el llanto regresó. Sus facciones se desfiguraron a causa de la desolación.

Quizá mencionárselo no había sido buena idea. El joven peleador se arrepintió al instante.

–He perdido tantas cosas a causa de este bebé. Me ha destrozado entera, ha derrumbado mi mundo y todo lo que tenía, pero aun así la idea de... de...– la voz se le quebró. Ni siquiera podía ya mencionarlo sin que se le desgarrase el alma. –No puedo soportar la idea de entregárselo a extraños una vez que haya nacido– aquella era la primera vez que lo confesaba con sus labios. –Tengo demasiado miedo... ¿Y si no son buenas personas? ¿Y si fingen serlo pero en realidad no lo son? Además... ¿Además qué pasará si un día... mi hijo pregunta por mí? ¿Qué le dirán? ¿Que lo abandoné? ¿Que lo odié y por eso no quise dejarlo a mi lado?– todas aquellas preguntas torturaban a Ariana de día y de noche. A cada instante aumentando su angustia. –¡Yo no lo odio!– sollozó lastimosa. –Te juro que no lo odio, Jack. Yo... yo lo quiero...–

Jack se había quedado estático frente a Ariana sin saber qué decir. Lo había tomado por completa sorpresa. Atónito, comprendió que... que ella quería al bebé de verdad. En serio lo quería. Y lo había llamado mi hijo. Desde luego no había pasado desapercibido para él.

Ariana tapó su rostro con ambas manos, y se dejó hundir en la profunda tristeza que la aniquilaba.

Todavía asimilando lo que acaba de escuchar, Jack se puso en pie. La miró consternado pero luego de segundos sus ojos se suavizaron. No apartó su mirada de ella.

¿Le había dicho alguna vez lo hermosa que se veía embarazada?

Era una criatura divina. Despertaba en él su lado más tierno.

Exhaló.

Pasaron algunos segundos antes de que alguno de los dos se atreviera a hablar después de la declaración que ella había dado.

Fue Jack quien lo hizo.

–Quédatelo– lo soltó sin más.

Ariana que creyó haber escuchado mal, frunció su expresión en una mueca.

–¿Qué?–

–Que te quedes con el bebé, Ariana– repitió. –Si en realidad lo quieres, y si te aterra entregárselo a una pareja desconocida, entonces no lo des en adopción. Aún estás a tiempo de arrepentirte–

Pero la castaña negó de inmediato.

–No puedo hacerlo– fue su respuesta. –No puedo hacerlo– la amargura la llenó. El sentimiento fue colosal. –¿No lo ves, Jack?– lo miró. La desdicha asomando sus pupilas. Su dolor hecho lágrimas. –No tengo un papá para él. Si lo hago quedarse conmigo, sufrirá la ausencia de un padre. Cielo santo, ni siquiera tendrá abuelos. Estaré sola. No tendré una familia perfecta para él, no tendré nada qué ofrecerle–

Jack sopesó lo que ella decía.

Él había sido prácticamente un niño de la calle. Le había tocado vivir un infierno de infancia. Su vida había sido miserable hasta ese momento. Sin embargo sabía muy bien que había una diferencia muy grande entre Jason Reed y Ariana. Él era un hijo de puta. Ella en cambio era buena persona, linda, dulce, amable. ¿Por qué estaba tan convencida de que sería una pésima madre? Ni siquiera lo había intentado. Él pensaba que podía hacerlo. Claro que podía lograrlo, porque era maravillosa.

–Pero te tendrá a ti– fue la respuesta inmediata de Jack. –Eso sería más que suficiente–

Ariana negó.

Él insistió.

–A mí no me hubiese importado no haber conocido nunca a mi padre, no sabiendo lo malvado que es, pero una mamá...– sonrió de medio lado. –Mierda, me hubiese encantado. Tener una mamá. No me habría importado que sólo fuésemos ella y yo con tal de que me quisiera...–

La castaña lo miró fijamente. Algo destelló dentro de sus ojos color miel.

–¿Y si ella en realidad te amaba pero se alejó por motivos que quizás no conoces?– le preguntó.

Jack negó.

–Debió haberme odiado muchísimo para haberme dejado con ese maldito desgraciado– declaró. No había otra explicación para tal abandono.

–Supongo que eso mismo pensará... este bebé de mí. Pero no puedo hacer nada por cambiar las cosas. Así tienen que ser. Jack, por favor ya no hablemos más de esto, sólo... sólo... ¿Puedes abrazarme?– le preguntó.

A Jack le dio un vuelco al contemplar esos ojitos que todavía estaban inundados de llanto. Las orillas enrojecidas, las larguísimas pestañas empapadas, el marrón brillando más que nunca–

–Ven aquí– abrió sus brazos, y la rodeó de inmediato. La abrazó con gran fuerza.

La abrazaría siempre que ella se lo pidiera.

¡Maldición!

Lo que ella quisiera, lo que ella deseara. Le daría el mundo entero si se lo pedía. Le daría el sol, la luna, las malditas estrellas... Se lo daría todo.

Inhaló su aroma. Fresco aroma a rosas, a delicadeza, feminidad. Aroma a mujer.

–Gracias– la voz suave lo sorprendió.

Se alzó para mirarla.

–¿Por qué?–

Ariana suspiró.

–Porque aunque sé que no puedes entenderme o entender mis razones, me apoyas. Has estado aquí conmigo desde el principio, me has dado toda tu ayuda. Eres un ángel que encontré en el camino, Jack. Siempre te lo agradeceré...–

Ella volvió a hundirse en su ancho pecho, y con toda su alma deseó nunca separarse de él.

Quizá estaba viviendo la mayor de sus desgracias, pero el tenerlo, el tener a ese hombre a su lado era un consuelo increíble. Casi conseguía eclipsar todo su dolor.

Era su marido, real o no. No importaba. Sólo importaba que estaba ahí, acogiéndola en sus brazos, protegiéndola.

Jack era tan grande, tan cálido y sólido. Sus brazos tan fuertes, tan musculosos. No había otro lugar en donde ella anhelara estar.

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Por la mañana Jack entró a la habitación de Ariana. Sabía que ella estaba despierta. Momentos antes le había llevado el desayuno, así que deseaba comprobar que se lo hubiese comido todo.

Exhaló en desacuerdo cuando vio que la castaña apenas y había tocado su plato.

–¿No piensas comer?– le preguntó desde la puerta. –Recuerda lo que dijo la doctora Chastain ayer...–

–Sí, sí. Lo recuerdo, Jack– respondió ella. –Te prometo que me lo terminaré todo, es sólo que me gusta comer lento–

–Bien– asintió él. –Iré solamente a entregar un auto al taller. Hoy no trabajaré para quedarme contigo y poder cuidarte–

–Jack– lo interrumpió Ariana de inmediato. –No hace falta que hagas eso, en serio. Ya estoy bien– intentó convencerlo.

Pero el chico no pensaba discutirlo.

–De todos modos no abriré hoy. Mañana será otro día. Por favor no vayas a levantarte de la cama, y no hagas ningún esfuerzo. Yo no tardaré. De camino llamaré a la oficina esa de adopciones para cancelar tu cita de hoy. Les diré que estás un poco indispuesta y que después los llamarás para reagendar–

Ariana bajó la mirada y asintió.

A los segundos Jack salió de la habitación y después lo escuchó abrir y cerrar la puerta de entrada.

Ariana se recostó entre las almohadas de su cama.

Se sentía mucho mejor a comparación de la noche pasada.

Estar con Jack era un gran consuelo. Solamente él era capaz de hacerla olvidarse de sus propios problemas. Bastaba un abrazo, una sonrisa, una mirada, para que cualquier otra cosa quedara en segundo plano.

No podía negar que era gracias a ese apuesto peleador de artes marciales que había conseguido sobrellevar toda aquella situación.

Pensaba en Jack a cada instante, y aunque al principio creyó que no era nada bueno, se daba cuenta de en realidad era una bendición que su esposo ocupara tanto espacio en su mente, así no dejaba sitio para lo demás.

Suspiró contenta, y continuó pensando en ello.

De pronto su celular comenzó a sonar con insistencia.

Ella frunció el ceño preguntándose quién demonios estaría llamándola a esas horas de la mañana.

No pudo evitar sentir una punzada de irritación cuando vio que se trataba de Pete Davidson. La había llamado en días pasados, y había decidido guardar su número en sus contactos para así identificar sus llamadas y tener la ventaja de decidir si respondía o no.

En ese instante decidió que no deseaba hablar con él. ¿Por qué lo haría si ni siquiera eran amigos? Se lo había dejado en claro la última vez que se vieron en el evento de beneficencia.

Cuando el celular dejó de sonar, se apresuró a activarlo en modo silencioso.

Mientras lo hacía recibió un mensaje de texto suyo.

Pete: Sé que quizá debes estar descansando. Supe que anoche estuviste enferma. No te enojes con tu padre por habérmelo dicho. Él sabe que me preocupo por ti. Espero hoy amanezcas mucho mejor. Recuerda siempre que estoy para apoyarte en todo. Si necesitas algo no dudes en llamarme

Ariana rodó los ojos con enojo. ¿Su padre le había contado? Claro, y seguro Adrienne le había informado a él. ¿Pero no se suponía que la odiaba y no le importaba nada de lo que le sucediera?

El timbre de la puerta se escuchó.

No era Jack. Acababa de irse.

¿Entonces quién podría ser?

Seguro era Adrienne. Iba a pedirle que por favor no volviese a contarle nada de sus asuntos a sus padres.

Recordó que Jack le había pedido que no fuese a levantarse de la cama pero tenía que hacerlo para poder ir a abrir.

Buscó sus sandalias, y se dirigió a la puerta.

A pasos cautelosos consiguió llegar. Caminó lentamente pues sabía que de otro modo terminaría mareándose, y era lo último que quería.

Se llevó una enorme sorpresa cuando encontró a Hugh Butera frente a frente.

–¿Pa...papá?–

–¿Puedo entrar?– él la miró con una mueca.

Todavía perpleja, Ariana no fue capaz de reaccionar inmediatamente. Cuando lo hizo se movió a un lado permitiéndole el paso. Aún así permaneció en silencio hasta que él entró.

Cerró la puerta y se preguntó si todavía estaba dormida y aquel no era más que un sueño o una escena producto de su imaginación.

No lo era.

Su padre realmente estaba ahí.

–¿Qué haces aquí?– le preguntó seriamente. Su expresión era inexpresiva. No tenía idea de cómo debía sentirse, qué emoción reflejar.

Hugh miró hacia todas partes menos a su vientre abultado.

–Vine porque tu hermana me avisó que te pusiste mal ayer. ¿Está todo en orden?–

–S...sí–

La imponencia de aquel hombre era casi palpable. Siempre se había enorgullecido de la presencia de su padre. En esos momentos no.

–Te molesta que haya venido– él no se fue con rodeos.

Ariana ni siquiera conocía la respuesta.

–No lo sé. ¿Por qué lo has hecho?– lo miró fijamente.

–Estaba preocupado– admitió Hugh.

–No puedo creerte eso–

–¿Cómo puedes pensar que estoy mintiendo?– le recriminó el patriarca. –Eres mi hija–

La castaña dio un respingo.

–¿Lo soy? Cuando me echaste de casa me dijiste que ya no lo era– tuvo que recordarle.

Hacerlo tuvo el efecto deseado. Él se removió nervioso e incómodo.

–Lo dije porque estaba furioso– respondió en tono de excusa. –Ariana, sigues siendo mi hija. Odio que todo esto haya sucedido. Me arrepiento de haberte echado de casa, me arrepentí e intenté que volvieras, pero tú... huiste, ¿lo olvidas?–

Realmente, a pesar de todo lo que había sucedido, ella no deseaba pelear con él. Se sentía demasiado cansada para ello.

–Pero sucedió, papá. ¿No crees que es tarde ya para intentar solucionar las cosas? Mi embarazo ya va por los siete meses, y me casé con Jack Reed. Ten por seguro que no pienso volver a casa nunca más. Prefiero mi libertad–

Las facciones de Hugh se endurecieron. Su mandíbula se tensó.

–Eso es algo que siempre lamentaré. Sé que yo mismo te obligué... Dejé que te casaras con ese vividor... Dejé que te hundieras sola, que vinieras a vivir a este asqueroso lugar... ¡Maldita sea, aún no puedo creerlo!– bajó su mirada furioso. Cerró los ojos con gran fuerza y después los abrió. –Divórciate y ven a casa conmigo. Tu mamá te extraña mucho, y... y también yo–

La propuesta sorprendió a Ariana desde luego.

–¿Me aceptarías con todo y este bebé?– no pensaba decirle lo de la adopción pero quería ponerlo a prueba.

Un largo suspiro salió del pecho de Hugh.

–Lo solucionaremos– contestó renuente. –Pete Davidson sigue dispuesto a darles su apellido a ti y a tu hijo–

Ariana no pudo creerse que su padre siguiera insistiendo con lo mismo, que a esas alturas no hubiese comprendido que aquel había sido su principal motivación para contraer matrimonio con Jack.

–Pete Davidson me da asco. Nunca me casaría con él. Ya te lo dije, no volveré con ustedes–

Para Hugh eso fue una ofensa, aún así no quería mostrarse autoritario con ella. Era sincero pero sólo en parte.

–¿Preferirías ser madre soltera? Sabes que va contra mis principios, pero de acuerdo, maldición. Con tal de que saques a este mequetrefe de tu vida–

Ariana negó interrumpiéndolo.

–Ya deja de insultarlo– esta vez ella estaba verdaderamente enfadada. –Si conocieras a Jack te darías cuenta de que es un gran hombre–

–No me interesa conocerlo, me interesa que se aleje de ti¬, de nuestra familia– la arrogancia y el orgullo de aquel hombre iban más allá de todo lo demás.

–Ya no existe eso de nuestra familia, papá. Ahora mi familia es Jack, te guste o no. No volveré a casa, es la tercera vez que te lo digo, ¿cuántas veces debo repetirlo?–

Hugh estaba enfurecido. Desesperado también.

–Te vas a arrepentir de esto, Ariana. Aun estás a tiempo de salvar tu vida, tu futuro. Si te quedas con... este sujeto la arruinarás–

–Sé que arruiné mi vida embarazándome, pero yo misma la repararé. No los necesito a ustedes, sólo necesito a Jack–

Hugh le mostró una expresión horrorizada.

–Cielo santo, te tiene idiotizada. ¿Qué demonios te hizo?–

–Nada. No me hizo nada. Solamente me ha dado todo su apoyo. Me tendió la mano cuando ustedes me la quitaron. Es simple. Pura lógica, papá–

Esta vez él se mostró herido.

–Tú no sabes por qué reaccioné así–

–Tienes razón, no lo sé, ni lo entiendo, pero ya no me interesa. Lo que ocurrió, ocurrió. No le demos más vueltas al asunto–

–Todo es sobre mi hermana Shailene–

–¿La tía difunta Shailene? ¿Qué tiene que ver ella con todo esto?– estaba confundida.

–Mucho. Tú no conoces las causas de su muerte– contestó Hugh con pesar.

Aquello era verdad. Sabía que su tía había muerto cuando Adrienne era una niña pequeña, mucho antes de que ella naciera, pero nada más. En casa de sus abuelos paternos en Italia no había ni una sola de sus fotos. Nadie la mencionaba nunca. Nadie la recordaba. Poco a poco habían dejado que muriera su recuerdo. Nunca le habían contado nada sobre su muerte, pero ella tampoco había preguntado.

¿Por qué él la mencionaba ahora?

–¿De qué hablas, papá? Háblame claro–

–Shailene tenía tu misma edad cuando quedó embarazada de su novio. Un maldito que se desentendió del bebé y la dejó abandonada. Mis padres sufrieron mucho, pero ella también lo sufrió. Nadie quiso desposarla después de eso. Ninguno pudo aceptar a su hijo ni siquiera por la cuantiosa cantidad que mi padre ofrecía. Se la tuvieron que llevar a un sanatorio con las monjas para que diera a luz en secreto. El bebé nació muerto. Todos intentamos animarla. Intentamos hacerle ver que quizá eso había sido lo mejor y el cielo había decidido darle una segunda oportunidad para que rehiciera su vida. Sin embargo la presión social fue más de lo que pudo soportar. Todos los conocidos se enteraron y la juzgaron con dureza. Ella... ella terminó suicidándose. No quiero un final trágico para ti, Ariana. ¿Por qué crees que insisto tanto en que te cases con un hombre de nuestro status? ¡Quiero que estés bien, que pertenezcas a una buena familia, que tengas respeto!–

Contrariada, Ariana escuchaba a su padre y no podía creerse que en serio estuviese diciéndole todo eso.

–Tía Shailene debió haber sido más valiente– fue su contestación. –Y ustedes debieron apoyarla más– era una recriminación, claro estaba.

–Acepto mi culpa. En aquel tiempo Adrienne estaba pequeña. Me concentré tanto en ella, en tu madre, y en el hotel, que no apoyé a mi hermana como debía. Pero quiero apoyarte a ti–

–Quisieres casarme a la fuerza, eso no es apoyarme–

–Ya te dije que toleraré que seas madre soltera. Nos mudaremos todos, moveré la cede de Plaza Butera. Comenzaremos una nueva vida todos. Te apoyaremos, princesa. Es mi promesa–

Ariana negó.

–Comenzaré una nueva vida, papá, pero yo sola– le aclaró.

–¿Significa eso que no me perdonas?– Hugh dio un paso hacia atrás.

–Claro que te perdono, pero las cosas no serán como antes. El rumbo de mi vida lo decido yo. Solamente yo. Si puedes respetar eso entonces estaremos en buenos términos–

Pero Hugh malinterpretó sus palabras como una declaración de quedarse junto a Jack Reed.

–Veo que ha sido una pérdida de tiempo haber venido– su voz cambió a la misma de un principio. Helada. –Espero que estés mejor. Siempre me preocuparé por ti. Ojalá recapacites a tiempo–

–Adiós, papá– Ariana no dijo nada más. Abrió la puerta indicándole que ya era hora de que se marchara.

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Semanas después, Jack debía salir de la ciudad. Esa noche tenía una importante pelea en Atlanta, y si quería estar a tiempo, él y Noah debían salir a carretera cuanto antes. Aún así una preocupación muy grande no le permitía marcharse todavía.

No deseaba que Ariana se quedara sola.

–Creo que será mejor que hagas una pequeña maleta y pases esta noche en casa de Liz. No es seguro que te quedes en el departamento–

La castaña exhaló y negó. Lo habían discutido toda la noche anterior.

–No hace falta, Jack– replicó ella. Estaré bien, te lo juro–

–¿Y si vuelves a desmayarte?–

–¿Qué probabilidades hay de que suceda? He tomado todas mis vitaminas. Me siento mejor que nunca. Además no te lo dije pero hoy cumple años su abuela que vive en Tallahassee. Viajará para ir a verla–

Eso era cierto. Había escuchado a Noah comentarlo.

Maldición.

Jack no estaba tan convencido de que en serio era buena idea pero esa mujercita de sedosa melena castaña era verdaderamente terca. Por otro lado, no tenían más opciones. Iba a tener que irse y dejarla ahí.

–Maldición. De acuerdo, joder. Pero por amor del cielo cierra todas las ventanas con seguro. Pon todos los candados en la puerta. No abras a nadie. Si es posible no salgas de la cama. Ahí estarás segura–

Ariana no pudo evitar reír.

–Claro, jefe. ¿Algo más?–

Él la miró entornando los ojos. Si a ella le parecía divertido, a él no.

No estaría tranquilo ningún segundo de lo que durara aquel viaje.

–Hablo en serio–

–Ya lo sé. Tranquilo. Estaré bien, Jack. Deja de preocuparte tanto. Concéntrate en tu pelea. Noah me dijo que es muy importante–

–Sí, sí lo es– encima la paga sería muy buena. Había comenzado a ahorrar una buena cantidad de dinero en el banco para cualquier emergencia que pudiese tener Ariana con el asunto de su embarazo. Aquellos cinco mil dólares no le caerían nada mal. –Me voy entonces–

La castaña le sonrió.

–Mucha suerte, Jack–

Él no pudo evitar responder a su sonrisa.

–Gracias– alzó su mano en señal de despedida, y se marchó.

En el mismo momento en que Jack salió por la puerta, Ariana esbozó un suspiro de tristeza eliminando la alegría que había mostrado momentos antes.

Sabía que únicamente estaría fuera un par de días, pero a ella le parecían una eternidad. Tristemente se dijo que iba a extrañarlo muchísimo. Probablemente más de lo que debería.

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Jack se encontraba preparándose para su contienda contra Duncan the Destructor ahí en Atlanta.

Intentaba concentrarse, despejar toda su mente y poner su mayor enfoque en vencer a su oponente.

Su carrera como peleador de artes marciales iba ascendiendo de poco en poco. Había pasado ya de tener peleas locales a tener peleas fuera de la ciudad. Eso era algo bueno. Demasiado bueno. Le habían dicho que podía llegar lejos, que tenía madera para aquello. Oh, y el cielo sabía cuánto se había esforzado, cuánto se seguía esforzando.

Venía de entrenar hasta siete horas seguidas en algunas ocasiones. Había sudado litros y litros de sudor. Había derramado tanta sangre, había sufrido tantos golpes.

Sentía que estaba en su mejor condición. Además con los buenos hábitos alimenticios que Ariana lo había obligado a tomar, muchas cosas en su cuerpo habían mejorado.

Evocar a aquella castaña lo hizo detener sus pensamientos.

Ella era la razón por la que a pesar de sus intentos no lograba enfrascarse en su deber.

Se sentía bastante inquieto y tenso. Ariana lo tenía inquieto y tenso.

Seguía preocupado. La idea de que su esposa estuviese sola lo angustiaba muchísimo.

Saber que se encontraba a miles de kilómetros de ella, también.

Su pequeña esposa no hacía más que torturarlo en imaginaciones.

¿Pero a quién engañaba? Aquello no era debido a la distancia.

Pensaba en Ariana todo el día. La llevaba en su cabeza a cada instante no importaba si estaba cerca o si estaba lejos.

Lo tenía hipnotizado quizá desde el momento en que fue llevada a la fuerza hasta su apartamento. Quizá desde esa noche solitaria en que había recibido esa fotografía... la fotografía de sus pechos. Evocar la imagen lo hizo tragar con fuerza.

Cerró los ojos pero lo único que consiguió fue ver su cuerpo femenino enlazado con el suyo. Los dos retorciéndose, jadeando unidos, las uñas enterradas en su espalda, él empujando hasta la locura...

Su anhelo por ella era cada vez más intenso. Incontenible.

Que el cielo lo perdonara, pero hacía falta ser un monje de noventa años, medio ciego, para dormir bajo el mismo techo de una belleza como aquella, y no ponerse duro.

Deseaba tanto poder apagar aquel fuego que lo quemaba por dentro, o avivarlo hasta sus últimas consecuencias. Aunque esto última no pasaría de ser siempre una fantasía.

Jack exhaló y apoyó la cabeza sobre la pared.

¿Qué sucedería si... si alguna vez le hablara de lo que sentía por ella? ¿Cuál sería su respuesta? ¿Sentiría lo mismo?

Ariana seguía amando al hijo de puta Van Acker, pero... ¿Le daría una oportunidad? ¿Lograría hacer que se olvidara de aquel imbécil, y se enamorara de él?

Añoraba tanto verla mirándolo con amor. Ver en sus preciosos ojitos marrones ese sentimiento tan profundo.

Porque lo cierto era que Jack no solamente la deseaba. También la amaba. Le había robado el corazón, sencillo. Y quería el suyo.

¿Qué tan difícil sería conseguirlo? ¿Lo aceptaría? ¿Lo aceptaría aun sabiendo que no venía de cama de oro y que no podía poner a sus pies todo ese dinero y joyas que los hombres millonarios ofrecían a sus mujeres?

Si lo aceptaba, él prometía esforzarse el doble o el triple para algún día poder hacerlo. Sí, sí. Trabajaría aún más. Lucharía aún más.

>Idiota, primero preocúpate de conseguir que te acepte. Después te encargarás de lo demás<

¿Pero cómo lo haría?

Si lo rechazaba no quería que a causa de ello las cosas entre ambos fuesen a tornarse extrañas. No quería perder el cariño y la confianza que ya tenían. Tampoco quería incomodarla y obligarla a vivir con eso durante los tres meses que les restaban juntos.

Oh, pero tenía que hacer algo antes de que esos tres meses terminaran.

>¿Una relación a distancia funcionaría?< fue la siguiente pregunta que se hizo.

Ella indudablemente se marcharía a Nueva York. Nada ni nadie se lo impediría.

>Sabes que irías tras ella. Sabes que la seguirías hasta el fin del mundo. Eso no será problema<

Qué patético era. Preocupándose por todas aquellas estupideces cuando el amor de Ariana pertenecía a alguien más.

Volvió a cerrar los ojos y exhaló.

>Cálmate< se dijo a sí mismo. >Tienes todas las de ganar. Aquel pendejo la perdió. Tuvo su oportunidad y no la valoró. No la tendrá de nuevo porque le hizo daño, la hirió. En cambio tú has estado a su lado, la has apoyado en todo... ¡Joder, darías la misma vida por ella!< se dio ánimos a sí mismo.

Una gigantesca sonrisa apareció, y su motivación aumentó.

Sólo deseaba terminar la maldita pelea, y correr a su lado.

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Vencer a Duncan The Destructor no fue tarea fácil. Su contrincante presentó batalla. Su técnica y habilidad fueron de nivel. Llevaba años entrenando, y fue evidente en cada uno de sus ágiles movimientos.

A la Bestia Reed le costó mucho trabajo conseguir dominarlo y colocarse por encima en rendimiento y número de golpes.

La pelea se prolongó más de lo normal. Ninguno de los dos pensaba rendirse.

A pesar de que la Bestia parecía tener el control sobre el octágono, The Destructor se negó a entregarle la victoria inmediatamente.

Hubo momentos en que consiguió acertarle unos cuantos puñetazos que llegaron a desconcentrarlo, sin embargo, decidido a ganar, Bestia se recuperó con rapidez. Sangre escurría de su labio inferior. La cara comenzaba a hinchársele. Estaba lastimado evidentemente, pero la adrenalina que sentía le impidió sentir el dolor.

Algo similar debía ocurrir con The Destructor pues tampoco daba indicios de que algo le doliera.

En cuestión de segundos Bestia tuvo que tomar una decisión. Tenía que noquearlo ya. De otro modo corría el riesgo de que otra cosa ocurriera y la pelea se le fuera de las manos.

Ante los gritos de todos los espectadores, él emitió un gruñido que brotó desde su garganta. Corrió hacia su rival. Rodillazo, puñetazo, rodillazo, puñetazo, patada por la espalda, y un último puñetazo más.

The Destructor cayó tendido sobre la lona mientras el referí se apresuraba a revisarlo.

En el momento en que hizo la seña de fe y legalidad, los paramédicos subieron para atender al herido.

El referí avanzó hacia la Bestia, y tomando su mano para alzarla, lo nombró ganador de la contienda.

Escurriendo en sudor, el cabello empapado, y la cara enrojecida por la sangre, Jack sonrió.

Por fin había terminado. Por fin regresaría. En esos momentos eso había sido todo lo que le importó. Regresar.

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–¡Wow! ¡Wow! ¡Woow!– exclamó Owen el hombre que los había contratado, y quien había pagado por el espectáculo deportivo. Al verlos salir del pequeño consultorio médico donde atendían las heridas y lesiones de los peleadores, corrió hasta ellos para abordarlos. –¡Ha sido la mejor pelea que he visto en años! Bestia, permíteme decirte que eres increíble. ¡Más que increíble! Ten por seguro que esta misma noche tendrás tu dinero en tu cuenta bancaría. ¡Wow!– estaba fascinado.

–Gracias, señor Wilson–

–¿Bromeas? Gracias a ti, amigo. Y no me llames señor Wilson, me haces sentir como el vecino viejo y gordo de Daniel el travieso– bromeó. –Llámame sólo Owen. De verdad gracias. No has dado esta noche algo digno de ver y disfrutar. ¿Van para su hotel? Pondré un auto a su disposición–

–Se lo agradecemos pero traemos nuestro propio vehículo– le dijo Noah amistosamente.

–Oh, bien. Perfecto. Entonces vayan y descansen un poco, pero más tarde por favor reúnanse conmigo en este lugar– les entregó una tarjeta. –Mis amigos y yo estaremos felices de invitarles unos tragos, y además, habrán chicas para ustedes– les guiñó un ojo traviesamente. –Las más lindas de todo Atlanta, se los aseguro. Unas auténticas reinas de belleza, ¿pero a quién le importa eso de reinas? ¡Están buenísimas! Y es todo lo que cuenta–

–¿Más hermosas que mi Liz? Lo dudo, amigo– sonrió Noah. –Yo paso–

Owen lo miró un tanto decepcionado.

–Oh, ya veo. Este está atado a una bola y una cadena. Imagino lo linda que debe ser la carcelera para que no quieras ni siquiera ir a echar un vistazo–

–Así es– consintió el moreno. –De verdad te agradezco pero no estoy interesado–

–Es una lástima. Algunos soldados caen muy jóvenes– continuó bromeando. –¿Pero qué me dices tú, Bestia? Anímate. Esta es tu noche. ¿Qué mejor que terminarla en brazos de una preciosa rubia o una exótica morena?–

Él deseaba terminarla en brazos de cierta preciosidad castaña.

Exhaló.

–Te lo agradezco, Owen, pero debemos volver cuanto antes a Boca–

–¿Y no pueden retrasar su regreso unas cuantas horas más?– insistió. Realmente le habían simpatizado.

–Lo lamento, amigo. Otro día será– desde luego no lo decía en serio.

–Entiendo, no insistiré más– se resignó el hombre de negocios. –Bien. Como ya dije, ha sido un placer– volvió a estrechar las manos de ambos, y finalmente se despidieron.

–Vaya creí que nos tendría aquí toda la noche intentando convencernos– rió Noah cuando comenzaron a alejarse. –Ni loco habría aceptado ir con él. No pienso arruinar lo que tengo con Liz de ninguna manera–

–Haces bien, Noah. Nunca te había visto tan enamorado–

El moreno le sonrió pícaramente.

–¿Pero qué me dices de ti?– le preguntó.

Jack frunció el ceño.

–¿Yo qué?–

Llegaron hasta el auto y abrió la cajuela para meter su maleta.

–¿No admitirás que no quisiste ir porque estás reservándote para una pequeña castaña que dejaste en Boca Ratón?–

Noah en definitiva no se andaba con rodeos.

El joven peleador exhaló.

–Vamos, admítelo, Jack. Admítelo– Noah lo miró divertido. Realmente quería escucharlo confesándolo pero también le gustaba mucho molestarlo.

Luego de reflexionarlo unos cuantos instantes, Jack simplemente lo dijo.

–De acuerdo, lo admito– asintió.

–¿Qué?– Noah borró por completo su expresión de burla. –¿Qué admites?– cuestionó intrigado.

Jack se hundió de hombros.

–Que me gusta Ariana. Que me gusta mucho, que estoy enamorado de ella, y que no volveremos al hotel ni pasaremos la noche aquí, sino que volvemos a Boca ahorita mismo–

–¡¿Qué?! ¡¿Lo decías en serio?! ¿Te has vuelto loco? Son ocho horas de camino. Llegaremos en la madrugada, y yo muero de sueño. ¡No pienso conducir así!– entonces se calló abruptamente. –¿Has... has dicho que amas a Ariana?– formuló la pregunta con sumo cuidado después de haberse mostrado muy alterado.

–Sí– fue la breve respuesta. –Y no te preocupes por el camino. Yo conduciré–

–Vaya...– Noah alzó las cejas lleno de sorpresa. –Creí que me iba a costar más trabajo– dijo confundido e impresionado todavía. –¡Caramba! Ahora no sé qué decir. ¿Hablas en serio?–

Jack soltó un suspiro de aceptación.

–Sí, Noah. Yo... me enamoré de Ariana. Y se lo quiero decir cuanto antes pero todavía no sé cuándo ni cómo–

–¡Cielos!– exclamó el moreno contento. –¡Eso es fantástico, Jack! Te felicito, hermano–

Pero él negó.

–No me felicites hasta que ella me acepte. Ni siquiera sé cuál será su respuesta o su reacción. Hay muchas probabilidades de que me rechace y me mande directito a la mierda– intentó que su voz no sonase tan apagada y triste ante esa desalentadora opción. No pudo hacerlo. Resultaba obvio su temor.

Pero Noah rió y negó.

Se cruzó de brazos.

–Oh, eso no pasará– aseguró. –Esa mujercita que tienes por esposa está tan enamorada de ti como tú de ella–

La esperanza llenó el pecho de Jack. Miró a su amigo con ojos llenos de ilusiones. La oscuridad en sus iris brilló.

–¿Tú... tú crees?–

Noah bufó.

–No solamente yo lo creo. Papá y Liz también lo creen. ¡Oh, mierda!– recordó algo de repente. –Me has hecho perder la apuesta con Liz. Le dije que resistirías un poco más. Ella apostó que no lo harías por mucho tiempo. Creo que ha ganado, y yo soy hombre muerto–

–¿Qué apostaron?–

–Yo... bueno... ella... Ella me depilará las piernas con cera–

Jack se estremeció con dolor imaginario al recordar lo mucho que esa cosa del diablo dolía.

–Pues tendrás que resistirlo como un puto macho, ¿me oyes?–

–Sí, supongo– respondió nervioso.

–¿Entonces...– Jack cambió el tema de inmediato. –...de verdad creen que... que Ariana sienta lo mismo por mí? ¿Creen que tengo oportunidad con ella?–

–Claro que sí, Jack. ¿No te has dado cuenta de cómo te mira?–

Aquello no era argumento suficiente para Jack.

–Me mira con agradecimiento. Me casé con ella para ayudarla a salir de su problema, ¿recuerdas?– siseó. De pronto sus ánimos se marcharon. La realidad lo azotó.

Noah negó.

–No. De acuerdo, quizás sí. Está muy agradecida contigo, es cierto, la salvaste de una muy gruesa, pero esto va más allá. Pregúntaselo y verás–

–Voy a preguntárselo– asintió Jack. Tenía que hacerlo sí o sí. –Pero cuando tome el valor suficiente–

–Bobadas, se lo dirás en cuanto lleguemos a Boca, y no se diga más–

–No me presiones, maldita sea– respondió. –No puedo hacerlo pronto–

–Vamos, ¿qué es lo peor que puede suceder?–

–Ya te lo dije. Que me diga que no. Así viviré desgraciado y desdichado todo lo que me resta de vida... ¡Carajo!– la sola idea era desoladora.

–Eres un terco, Jack, pero de acuerdo. Haz lo que se te venga en gana, sólo no te tardes tanto porque cuando menos lo esperes ella estará en la puerta de tu departamento, con las maletas en mano, pidiéndote los papeles de divorcio y lista para marcharse de tu vida–

Y Jack temía tanto que ese momento llegará. Tragó saliva.

–Sube al auto y dame las jodidas llaves– le dijo dando por terminada la conversación.

Noah obedeció pero no pudo evitar reír.

Tal y como había predicho, había resultado bastante entretenido ver cómo la Bestia Reed acababa cayendo ante los encantos de una diminuta chica que ni siquiera le llegaba al pecho.

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Jack condujo las ocho horas de regreso mientras los ronquidos de Noah resonaban por todo el interior del auto hasta llegar a Boca Ratón.

Llevó a su amigo a su casa, quien se despidió de él y caminó hasta el interior como un zombi.

Más tarde le llevaría el auto, se lo gritó por la ventana pero dudaba que lo hubiese escuchado. Daba igual porque seguro pasaría todo el día dormido. El moreno era un dormilón de primera.

Con rapidez condujo hasta el edificio donde vivía.

La urgencia de llegar al departamento lo hizo llegar en solamente un par de minutos.

Estacionó el vehículo y bajó de él casi corriendo. Sabía que el elevador únicamente conseguiría desesperarlo, así que utilizó las escaleras subiendo los escalones de dos en dos gracias a sus largas piernas.

Suspiro y la emoción llenó su pecho cuando estuvo frente a su puerta. Mientras sacaba las llaves para abrir se dijo que debía tranquilizarse.

Eran las cinco de la madrugada, sabía que Ariana debía seguir dormida. Entraría a su habitación silenciosamente y la observaría de lejos unos instantes. Con eso se conformaba para dormir contento.

Por la mañana le contaría cómo le había ido en la pelea, y seguro se pondría muy contenta. Anhelaba tanto ver su sonrisa.

Esa sonrisa tan preciosa enmarcada por dos hoyuelos.

Al entrar al departamento pudo percibir ese delicioso aroma que ella desprendía.

¡Joder, cómo la había extrañado!

Había extrañado ese olor. El saber que ella estaba cerca.

Decidió no encender las luces.

No veía nada, pero conocía el camino.

Dejó caer su maleta y avanzó hacia las habitaciones.

Sin embargo antes de que pudiese llegar, una desagradable rociada de alguna cosa que le irritó los ojos le mojó toda la cara. Perdió el equilibrio, y cayó de bruces en el suelo, entonces sintió un golpe en su espalda tan fuerte que lo hizo caer completamente.

–¡Pero qué mierda...!–

–¡Eso te enseñará a no andar metiéndote en hogares ajenos para robar!–

Jack escuchó la hermosa voz de su esposa que se adivinaba furiosa. Al parecer no lo había reconocido.

–¡Carajo, Ariana!– exclamó dolorido.

La castaña encendió las luces, y al verlo se quedó completamente pasmada.

–¿J...Jack?– abrió los ojos todavía más. En definitiva no había esperado que se tratara de él. –¿Jack, qué haces aquí?– le preguntó un tanto horrorizada por la inesperada sorpresa.

–Molido a palos, aparentemente. Menuda bienvenida– respondió él con ironía, mientras intentaba ponerse en pie.

–Oh, cielo santo– exclamó Ariana mientras corría a su auxilio, el cual no había necesitado Jack, pues se había levantado sin ayuda a pesar de lo herido que se encontraba.

La angustia la llenó.

–Creí... oh, maldición, creí que se trataba de un ladrón–

–Sí, eso supuse... ¡Ah!– gruñó. Le había dado duro.

Ariana lo miró consternada y sintiéndose muy culpable.

–¿Te duele mucho?–

–¿Tú qué crees? ¡Joder! Golpeas bien–

Ella miró el bate de béisbol que había tomado de la habitación de Jack.

–Lo lamento mucho. ¡Lo lamento muchísimo!–

Él no estaba molesto pero frunció el ceño cuando vio el artefacto con el que lo habían golpeado.

–Oye, pero dame eso. Esta cosa es demasiado pesada para ti, sobre todo en tu estado– pronto se lo arrebató.

Ariana lo había estado sosteniendo con las dos manos y haciendo un tremendo esfuerzo por mantener el equilibrio entre su peso y el del bate, cuando Jack lo estaba sujetando utilizando una sola mano y con bastante facilidad.

–Lamento mucho haberte recibido así, Jack. De verdad que no fue mi intención– seguía preocupada, y bastante asustada, pues temía haberle hecho un daño grave.

–Descuida. Estoy bien, y me alegra saber que si bien no sabes defenderte, al menos harás el intento, y presentarás guerra–

–No pensé que fueses a volver a esta hora. Me dijiste que volverías por la tarde o al mediodía–

Jack le clavó su mirada penetrante.

Sí, eso había dicho, pero no habría resistido más tiempo lejos de ella.

–Decidí volver antes– susurró sin dejar de mirarla.

–¿Por qué?– la pregunta de Ariana quedó colgada en el aire por unos cuantos segundos.

Algo destello en los ojos oscuros de Jack.

>Para verte, para escuchar la dulzura de tu voz, para oler tu cabello, para admirar tu piel que incluso a estas horas brilla como la luz del sol. Para comprobar si eres real o sólo una criatura mágica que me tiene hechizado...<

–Yo... bueno... Fue Noah quien me pidió que volviéramos antes, ya sabes. Quería volver cuanto antes con Liz–

>Mentiroso< se recriminó a sí mismo, pero no podía admitir la verdad con ella. Todavía no.

Ariana aceptó su explicación y no pensó en que Liz ni siquiera estaba en la ciudad, sino en casa de su abuela.

Se quedó observando a Jack.

Parecía tan cansado... Las pequeñas arrugas de alrededor de los ojos se veían más profundas.

No hubiese querido causarle nunca ningún dolor. Lo lamentó de verdad.

–¿Cómo te sientes?– le preguntó pero él no respondió al instante. –¿Jack?–

–¿Sí?– se había quedado absorto mirándola. Pero es que resultaba imposible no ahogarse y perderse en aquellos ojitos del color de la miel.

–Te preguntaba que cómo te sientes. ¿Todavía te duele?

–Ah, sí... Un poco– hizo un gesto para despreocuparla. –¿Qué carajo es eso que me echaste?– cuestionó cambiando el tema.

–Gas pimienta– respondió Ariana, pero seguía con la expresión triste y culpable. –Lo lamento en serio– repitió.

Jack se acercó provocando que ella tuviera que alzar la cabeza para seguir mirándolo.

–Ya lo dijiste tres veces, Ari. No tienes nada que lamentar. Viste tu vida en peligro, y actuaste. Eso me parece genial ¿Y sabes qué? Voy a comprarte muchas más de esas mierdas de pimienta. Quiero que lleves en tu bolso siempre que no vayas conmigo–

La castaña exhaló.

–¿Cómo te fue en la pelea?–

–Adivina– le sonrió Jack.

Lo siguiente que Ariana hizo fue examinar su rostro. Estaba algo golpeado pero no tanto. Además por su expresión de alegría...

–Ganaste– se puso muy contenta por él.

–Así es. Nadie le gana a la Bestia Reed, nena– le guiñó un ojo. –Bueno, excepto aquella vez...–

Sí, ambos lo recordaban.

–Esa pelea no importa. Sin duda eres el mejor, Jack–

–Síguelo repitiendo, y terminaré creyéndomelo–

–Créelo– sin decir otra cosa, Ariana se acercó a él. Le dio un beso de despedida. –Volveré a la cama. Tú debes hacer lo mismo. Necesitas descansar– estuvo a punto de marcharse pero antes se giró de nuevo hacia él. –¿Hay algo que pueda hacer por ti? Quizás la culpa por haberte golpeado y rociado con gas pimienta no me deje dormir–

>¿Vendrías conmigo a mi cama? ¿Dejarías que te hiciera el amor? Me importa un carajo que tengas siete meses de embarazo. ¡Te deseo como loco!<

–No te preocupes, estoy bien. Descansa–

Ella le sonrió.

–También tú– prontamente caminó a su habitación, y se encerró.

Antes de entrar a la suya, Jack se mantuvo en pie en aquel pasillo, todavía observando la puerta que Ariana había cerrado momentos antes.

>Tan cerca y tan lejos...<

Tener a esa belleza por esposa, ahí a unos cuantos metros era una verdadera agonía. El no poder tocarla resultaba más doloroso que cualquier pelea en un octágono, que mil golpes con un bat de baseball, y mil raciones de ese jodido gas pimienta en los ojos.

>Mañana se lo diré< pensó decidido. >No puedo esperar más<

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