Capítulo 17
Su vida sexual...
Jack Reed la había empezado a una edad que jamás revelaría. Demasiado joven, reconocía, pero maldición, había hecho calor aquel verano, además esa vecina de los Johnson había estado más caliente que los fuegos artificiales del cuatro de Julio. Aburrida y con un marido camionero que se pasaba la mayor parte del tiempo fuera de casa, lo había invitado a entrar con la excusa de que necesitaba ayuda para subir unas cajas al ático. Claro que había sido toda una mentira. La mujer había sido una maestra del sexo ansiosa de tener a un buen alumno con el cual compartir todos y cada uno de sus conocimientos. Por supuesto, él había sido un aprendiz brillante con un talento natural para aquella materia.
Antes de que el verano terminara, Jack había perfeccionado su arte. La vecina también había aprendido algunas cosas.
Desde aquel entonces había empezado a tener éxito con las mujeres, chicas y grandes, casadas y solteras, no importaba qué.
A Jack jamás le había faltado una mujer. Nunca había pasado una temporada tan larga de tiempo sin tener sexo. Sin follar, maldición.
Estaba sorprendido de que realmente lo hubiese soportado, pero aún más sorpresa le causaba el hecho de que no hubiese deseado a ninguna mujer durante todo aquel tiempo.
Pensaba en el sexo, desde luego que sí. Pero sólo pensaba en el sexo con aquella bella, caprichosa y muy embarazada castaña.
La deseaba demasiado. La deseaba tanto que no había vuelto a desear a nadie más. Tanto que cada mañana que pasaba se despertaba con la polla más dura que una roca, más caliente que los mismos fuegos del infierno.
Por experiencia, Jack sabía que no podía comenzar su día con ese gigantesco problema así que debía ocuparse de solucionarlo cuanto antes por su propia mano.
Una hora más tarde, salió de su habitación, listo para comenzar con su jornada laboral.
Se sorprendió un poco de encontrar a la pequeña mujercita, protagonista de todas sus fantasías, despierta.
–Buenos días– la saludó.
Ella se veía más hermosa conforme el tiempo transcurría.
El vientre abultado sobre su cintura, los ojos marrones brillando y el cabello desparramado sobre sus hombros...
Al verlo Ariana le sonrió.
–Oh, hola, Jack, buenos días–
Jack amaba cuando le sonreía así, cuando esa preciosa sonrisa era sólo para él.
Eran esos momentos cuando se daba cuenta de que su deseo por esa mujercita iba más allá de lo físico.
Estar a su lado, pasar tiempo juntos, reír...
Le gustaba además todo de ella. Su personalidad tan arrolladora, su sentido del humor, su esencia, su encanto. Adoraba que fuera tan terca. Discutir lo divertía un montón. Le encantaba que fuera segura de sí misma, que se creyera la más hermosa.
Oh, y maldito si no lo era.
Era preciosa. Le quitaba el aliento. Hacía que la garganta se le secara, el corazón se detuviera y su pene babeara de anhelo.
Lo estaba enloqueciendo.
–Veo que madrugaste– le dijo mientras caminaba hacia la cocina.
–Hoy es mi primer día de trabajo con Natalie–
Jack lo había olvidado.
Entendió entonces porque estaba vestida lista para salir.
Vestía una blusita rose gold holgada que disimulaba su embarazo, y pantalones de mezclilla que se pegaban como segunda piel a sus piernas. Él sabía que eran elásticos pues los habían comprado en el área maternal de la tienda de ropa.
Llevaba también zapatos flat color nude. A esas alturas de su embarazo había optado por dejar de lado los tacones porque no deseaba que sus pies fuesen a hinchársele.
–Claro. Entonces andando. Yo te llevaré. No puedo dejar que andes por ahí en bus o en taxi–
–No es necesario. Natalie me recogerá– su celular sonó con la alerta de un mensaje de texto. –Por cierto, ya llegó. Debo irme– un tanto apurada, Ariana tomó su bolso y su celular, y caminó hasta la puerta. –Deséame suerte– le pidió antes de salir.
Jack no pudo evitar sonreír.
–No la necesitas. Podrás con esto y más. Serás una excelente asistente, ya lo verás–
Ella agradecía tanto su apoyo.
–Eres un lindo. Ciao, nos vemos– le mandó un pequeño beso por los aires en señal de despedida y de inmediato se marchó.
Jack atrapó entonces el beso ficticio en un puño, e inconscientemente colocó dicha mano sobre su pecho.
Después exhaló.
Ariana lo tenía bien cogido de las pelotas, y ya no podía hacer nada.
¿Estaba enamorándose de ella?
Quizás.
¡Mierda!
Sí. Sí estaba enamorándose, pero tenía que detener esos sentimientos ya mismo.
Ariana tenía ya toda su vida planeada. Irse en cuanto diera a luz. Adentrarse en Nueva York y no volver a Boca Ratón nunca más.
No estaba en sus planes, desde luego, amarrarse a un pobre mecánico con aspiraciones de peleador.
Ella jamás le correspondería. No estaba hecha para un hombre como él. El oro y el acero oxidado sencillamente no podían mezclarse.
No podía olvidarse además de que seguía enamorada de Drew Van Acker.
Ese cabrón le había hecho daño. La había cambiado por otra, le había engendrado un hijo y después la había dejado sola.
Un puto cobarde.
Pero aun así Ariana lo amaba, y cada vez que Jack pensaba en eso, sentía como si le hubieran arrancado las tripas en carne viva.
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Ariana agradeció profundamente el hecho de que Natalie se hubiese ofrecido a ir por ella, de otro modo Jack la habría ido a dejar y...
Todavía no podía olvidarse del sueño que había tenido.
Al despertar lo había hecho jadeando y empapada en sudor. Los latidos de su pecho acelerados, el centro de su cuerpo humedecido, su pulso disparado... Desconcertada también, pues nunca le había pasado algo así. Nunca había sentido aquello con Drew. Hasta entonces la sensación había sido algo desconocido para ella. Nunca había experimentado aquel calor ni aquel deseo.
En su sueño Jack había estado sosteniéndola entre sus brazos, besándola apasionadamente, saboreando los labios, el cuello, el valle de sus senos.
La castaña había estado con ojos cerrados, disfrutando de la boca masculina recorriendo todo su cuerpo, gimiendo su nombre.
–Oh, Jack... Oh...–
Él había comenzado a desnudarla, y ella había estado más que dispuesta a entregársele. Deseosa de que la hiciera suya.
Pero después había despertado.
No podía creerse que hubiese tenido aquel sueño tan nítido, tan explícito, tan real. Tanto como si en verdad hubiese sucedido. Tanto que aun despierta había sentido todavía la sombra de sus labios sobre su piel, las manos tocándola, marcándola a fuego lento, el sonido de su áspera voz en su oído explicándole con palabras apasionadas cómo la amaría aquella noche.
Jack y ella habían estado a punto de hacer el amor en su sueño.
Eso la había aturdido terriblemente y el corazón le había dado un vuelco al pensar en aquel cuerpo musculoso poseyéndola.
Oh, pero eso no sucedería nunca.
Cielo santo, debía borrar tal fantasía de su mente a como diera lugar.
–Esta será tu oficina, Ariana– Natalie la hizo despertar de su trance y volver a la realidad.
–¿Qué? ¿Disculpa?– tuvo que preguntar pues había estado distraída.
Su nueva jefa la miró sonriendo. Era evidente su emoción al tenerla ahí trabajando para ella. Estaba más que feliz de poder ayudarla.
–Te decía que esta será tu oficina. Hemos instalado un computador y una línea telefónica para ti. Esa puerta es una conexión con la mía, así que estaremos muy cerca. El trabajo que llevarás no es complicado en lo absoluto, como bien sabes, esta empresa se dedica a la publicidad, manejamos el lado creativo en el mundo del marketing. Mi campo es el área digital y a veces me encargo también de la planificación de medios. Tú serás mi asistente, así que llevarás mi agenda y serás mi mano derecha en todo. Constantemente estaré pidiéndote tu opinión antes de cada lanzamiento, ya que confío mucho en tu buen gusto, y por cierto tenemos programados diez para esta semana. Los enviaré a tu correo. Tú serás quien los apruebe. Si alguno no te convence, por favor házmelo saber, y así me encargaré de que el equipo de diseño edite o cambien lo que haya que editarse o cambiar–
Ariana se sintió halagada de que a pesar de no tener experiencia laboral en ningún campo, Natalie estuviese depositando en ella toda su confianza.
–Desde luego. Te prometo que no te defraudaré–
–Estoy segura de que no lo harás. Tienes un ojos artístico increíble– le sonrió. Enseguida su celular comenzó a sonar. Natalie se disculpó y se dispuso a atender la llamada. –¿Aló? Oh, sí, claro... Sí, me parece perfecto... A las siete de la noche, entonces. Ya tienen mi dirección, ¿cierto? Le agradezco muchísimo, que tenga buen día– colgó. –Es el servicio de pastelería. Hoy es el cumpleaños de los mellizos, y ya sabes, cada año es un caos para comprar dos pasteles distintos. Son tan diferentes. Todo era más sencillo cuando tenían cinco años. Ahora no puedo creer que hayan cumplido trece–
–¿Tom y Kyla ya tienen trece? Cielo santo, el tiempo vuela– exclamó Ariana. –Todavía los recuerdo corriendo por todo tu jardín durante las reuniones. A veces me les unía–
Natalie no pudo evitar sonreír. Sus pequeños habían sido unos auténticos revoltosos. Ahora Kyla intentaba comportarse como toda una dama, y Tom por su parte parecía tan concentrado en sus propios asuntos de chico adolescente. Estaba muy interesado en ese asunto del ejercicio físico. Hacía muy poco había continuado disfrutando de su niñez, ahora estaba indudablemente en su camino a convertirse en un hombre.
–Debe ser difícil ser mamá de mellizos– comentó Ariana.
–Mucho, pero también es estupendo, al doble. La verdad es que amo a mis hijos, lo son todo para mí. Cuando tengas a tu bebé vas a comprender de qué hablo– le sonrió.
A Ariana le dio un vuelco. La sonrisa en su rostro desapareció y en su lugar se quedó una expresión de tristeza y lamento. No pudo esconderla.
Natalie que no se dio cuenta del cambio en ella continuó hablando ilusionada
–El amor de madre va a sobrepasar muchas cosas. Ese pequeñito se convertirá en lo más importante para ti. Tus ganas de salir adelante y alcanzar todas tus metas se redoblarán porque ahora lo tendrás a él–
Entonces Ariana no pudo seguir soportándolo. Negó y alzando las manos le pidió que no siguiera.
–Natalie... Tengo algo que decirte, y prefiero hacerlo ahora mismo. Estaré trabajando una buena temporada para ti, así que creo necesario que estés enterada–
Con el ceño fruncido, la mujer la miró. Comenzó entonces a preocuparse.
–¿Qué sucede, Ariana? Sabes que puedes confiar en mí, por favor dime si te está ocurriendo algo malo. Yo te ayudaré–
–No te preocupes. Sólo... sólo quiero que lo sepas–
–De acuerdo. Te escucho– todavía estaba desconcertada.
Ariana exhaló y bajó su mirada. Tenía que decirlo y ya. Sólo deseaba que Natalie fuese a comprenderla.
–No voy a quedarme con el niño–
–¿Cómo?–
No había sido fácil, pero ya lo había dicho. La joven embarazada tomó valentía para explicarle.
–No voy a ser su madre, y él... él no será mi hijo. Voy a darlo en adopción cuando nazca– le dolía tener que decirlo. Cerró sus ojos. –Sé que quizás creas que es una terrible decisión, pero te lo ruego, no me juzgues. Yo... yo... tengo mis razones para hacerlo–
–No, cielo santo, no. Ariana, jamás te juzgaría. Sinceramente me tomaste por sorpresa. El hecho de que te hayas casado con Jack me hizo creer que... oh, no importa lo que yo haya creído– negó enseguida. –Entiendo, entiendo que tengas tus motivos, y te repito, yo no voy a juzgarte–
–Gracias, Natalie, te lo agradezco profundamente, y bueno, yo... yo me casé con Jack para obtener mi libertad–
–Tranquila. No necesito que me des explicaciones–
–Pero yo quiero dártelas. Te has portado tan bien conmigo...– exhaló. –Jack y yo no somos pareja, ni novios, ni nada, pero es tan bueno que está ayudándome con todo esto. Se casó conmigo para que papá me dejara en paz. Cuando el embarazo llegue a su fin, y yo haya entregado al bebé con sus padres adoptivos, nos divorciaremos. Yo me mudaré a Nueva York entonces y ahí intentaré alcanzar mi sueño en Broadway–
Natalie parpadeó todavía sorprendida de todo lo que escuchaba. Por segundos se quedó muda y no supo qué decir.
Ariana se sintió mejor de haberlo confesado todo, aun así esa sensación de culpa seguía persiguiéndola sin dejarla en paz.
–Sé que es egoísta, pero... Natalie, yo no puedo quedarme con este hijo. No puedo hacerme esto y hacérselo a él– miró su vientre con tristeza.
Enseguida Natalie se acercó a ella tomándola de las manos en un gesto de cariño y apoyo.
–Yo te entiendo, Ariana. Te juro que te entiendo. Sé por lo que estás pasando, quizás más de lo que imaginas. Las mujeres... no siempre están preparadas para ser madres. No te sientas culpable por ello. No es culpa tuya–
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Aquel día Ariana estuvo aprendiendo todo lo que había que aprender sobre una empresa de publicidad. Natalie se portó extremadamente paciente con ella y le explicó cada aspecto con detenimiento.
Las cosas habían marchado de maravilla. Había conocido al personal que laboraba en el mismo piso, y todos le habían caído muy bien, habían sido amables con ella. Estaba segura de que le agradaría mucho trabajar ahí aunque fuera solamente por unos cuantos meses.
Sin embargo en aquel momento comenzó a sentirse un poco mal.
No la preocupó y tampoco la extrañó, pues eran malestares a los que ya debía estar acostumbrada debido a su estado.
La cosa ahí era que todavía no lograba acostumbrarse.
Estar embarazada era difícil. Vomitaba todo el tiempo, no podía comer nada, los pies amenazaban con hinchársele, se cansaba con facilidad y además hacía pipí cada media hora. Todo eso sin contar la nueva talla de ropa que debía usar.
Eso era quizás lo que más la llenaba de angustia. Odiaba estar más y más voluminosa conforme pasaban los días. Era lo peor.
Pensaba en ello con irritación cuando alguien tocó a su puerta.
–Adelante– dijo pensando en que seguramente sería Natalie o su secretaria.
Se llevó una gran sorpresa cuando fue su mejor amiga quien entró.
–Oh, vaya, es linda tu nueva oficina– bromeó.
–¡Liz!– Ariana se puso muy feliz de verla. –Liz, ¿qué haces aquí?–
–Quise venir a verte en tu nuevo trabajo de ejecutiva–
Ariana no pudo evitar reír.
–Si hubiese querido ser ejecutiva o algo así, hace mucho que me habría interesado por los negocios de Plaza Butera. Soy sólo la asistente de Natalie Brosnan. Le ayudaré en los lanzamientos y todo eso–
–Suena ejecutivo para mí– continuó bromeando Elizabeth. Enseguida tomó asiento frente al escritorio y se cruzó de piernas. –Wow, esa pancita no deja de crecer–
–Y estas dos tampoco– contestó Ariana mientras acunaba sus pechos con las palmas de sus manos.
Liz puso los ojos en blanco, y negó en desacuerdo.
–Ay, basta, se te ven espectaculares. Creo que el embarazo dejará en ti unas muy buenas curvas– se fijó.
–¿Oye, y por qué estás tan contenta? No creo que esa felicidad se deba solamente a mi nuevo empleo, y al aumento de mis senos. Vamos, dímelo– Ariana la conocía muy bien.
Elizabeth sonrió aún más.
–¿Tan evidente es?– preguntó.
–Muuuy evidente. Ya suéltalo, Liz, que me matas de la curiosidad–
–Claro que te lo diré. Te vas a ir de espaldas en cuanto te enteres... ¡Noah y yo ya somos novios!–
–¿Qué?– Ariana no se lo pudo creer. En primer instante creyó que todo se trataba de una broma pero el rostro de Elizabeth estaba lleno de emoción y alegría. Supo que no estaba mintiéndole. –Pe...pero... tú me habías dicho que no buscabas nada serio. Le rehuías al compromiso–
Su amiga se hundió de hombros restándole importancia a sus propias palabras.
–Bueno... Decidí darle una oportunidad después de que tuvimos sexo–
–¡¿Qué?!– el impacto fue aún mayor.
–Sí, Ari. Lo hicimos, dos veces, y fue increíble–
–No querías llevar las cosas tan rápido, ¿eh?– se burló Ariana arqueando su ceja.
Elizabeth exhaló con mil ilusiones. Su sonrisa fue auténtica. La alegría de sus ojos también. La habían cazado, definitivamente.
–Siento que estoy flotando en un sueño. Noah es el hombre de mi vida, ahora lo sé. Nunca lo dejaré ir–
A Ariana le dio mucho gusto ver a su amiga tan enamorada. Liz que había estado negada a abrirse al amor, que había rechazado asqueada a casi todos los chicos de Worthington. La misma Liz que había asegurado que lo único que le importaba en el mundo era entrar a la universidad y terminar su carrera.
Lo mejor de todo era que era que Noah la amaba también, ella lo sabía muy bien. Él mismo se lo había dicho mil veces.
Estaba feliz por ambos.
No pudo evitar pensar en la suerte que tenían algunas personas de enamorarse y ser correspondidos.
Exhaló mientras Jack Reed acudía a sus pensamientos.
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–¡Jack! ¡Jack! ¡Jack!–
La voz de Noah lo aturdió.
Jack que se encontraba debajo de uno de los autos en reparación, intentó enderezarse, pero al hacerlo se llevó un duro golpe en la cabeza.
Deslizó la patineta en la que recostaba su espalda, y enseguida consiguió liberarse.
–¿Pero qué mierda, Noah?– le recriminó a su amigo, molesto.
La sonrisa en el rostro del moreno se hizo más gigantesca. Imposible borrarla.
Confundido, Jack lo miró. Quedó sentado en la patineta estirando las piernas hacia el frente, y apoyando sus brazos en las rodillas.
–¿Qué carajo te pasa? ¿Por qué sonríes como imbécil?– le preguntó curioso mientras limpiaba la grasa de sus manos con una franela.
–¿Adivina quién aceptó ser mi novia después de que se lo pidiera?–
La pregunta quedó en el aire por segundos.
Jack arqueó sus cejas y luego las frunció.
¿De qué demonios hablaba Noah?
–¿Liz?–
–¡Bingo!– exclamó más que emocionado. –¡Sí! ¡Sí, Jack! ¡Joder! ¡¿Puedes creerlo?! ¡¿Puedes creerlo?! ¡Porque yo no! ¡Liz es mi novia! ¡Aceptó ser mi novia! Siento que quiero presumírselo a todo el mundo...– enseguida se detuvo abruptamente. –Oh, pero no... ¡No puedo hacer eso! Mejor no se lo diré a nadie más. No quiero que otro venga y me la robe. ¡Aaaah! ¡Quiero gritar de felicidad!–
Sorprendido pero en completa calma, Jack le sonrió.
–Vaya, eso es genial, viejo. Felicidades. Me alegro mucho por ti– le dijo sinceramente.
Parecía increíble que una chica de clase alta, con dinero y bien educada como Liz fuese ahora novia de Noah, pero Ariana le había demostrado que no todas eran unas muñequitas plásticas.
Estaba contento por su amigo, pero Jack casi sintió envidia al ver su felicidad.
¿Qué se sentiría estar así de enamorado y ser correspondido? ¿Qué se sentiría si la mujer que amaba, lo amara de igual modo?
Le dio un vuelco en el pecho.
Nunca lo sabría.
–Gracias, Jack. Creo que soy el tipo más feliz de todo el universo–
–Se nota– asintió el joven peleador. –Eres mi ídolo, amigo– chocó puños con él. Luego se puso en pie.
–Bien. Sólo quería venir a decírtelo. Lamento haber interrumpido tu trabajo pero no podía resistir más–
Jack negó.
–Tranquilo. Estaba a punto de cerrar de todos modos–
–¿Por qué tan temprano?– preguntó Noah confundido.
–Ariana comenzó a trabajar con una amiga de su familia, y debo ir a recogerla–
–Ya. Olvidaba que además de mecánico y peleador de artes marciales también eres el guardaespaldas de Ariana– bromeó el moreno ganándose así un buen golpe en las costillas.
–No seas idiota. Sabes que no puedo permitir que regrese sola al departamento. El barrio es peligroso y ella está embarazada–
–Ya no diré nada– se hundió de hombros Noah inocentemente. –¿Irás al cumpleaños de Tom? Recuerda que es hoy, y nos invitó–
Jack exhaló con pesar. Lo había olvidado por completo.
–Es cierto. Maldición. No tengo ánimos de ir a ninguna fiesta de cumpleaños–
–Pues yo sí, y llevaré a Liz. Será nuestra primera salida oficial como pareja. Vamos, Jack, tienes que ir. Puedes llevar a Ariana. Tom te admira muchísimo. Se desilusionará terriblemente si no vas–
Eso era verdad. A pesar de todo Jack no quería decepcionarlo. El chico le agradaba.
–De acuerdo, iré un rato. Aunque creo que será un poco raro conocer a los padres de Tom. Él les está mintiendo sobre el gimnasio. Sólo espero no tener que hablar con ellos–
–Tranquilo. El pequeño mentiroso sabrá manejarlo. Es él quien miente, no nosotros– río.
Noah tenía razón. Jack no debía preocuparse tanto.
Iría al cumpleaños. Le preguntaría a Ariana si le apetecía acompañarlo. Estaría una o dos horas ahí. Después se marcharía, y su vida continuaría tal y como estaba.
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Ariana guardó todas sus cosas y se aseguró de dejar impecable su nuevo escritorio.
Jack la había llamado momentos antes y le había dicho que él pasaría a recogerla. Además la había invitado al cumpleaños de uno de sus amigos. Desde luego le había dicho que sí.
Estaba contenta por ello. Realmente apreciaba cuando Jack la invitaba a pasar tiempo a su lado. La hacía sentirse especial.
Sonrió y dejó caer su espalda sobre el respaldo de su silla. Quería que los minutos pasaran rápido y Jack llegara pronto por ella.
Había terminado el trabajo de su primer día así que no tenía ya nada que hacer. Tomó su celular y entró a su cuenta de Instagram. En días pasados había comenzado a darle unfollow a un montón de personas hipócritas de su antiguo círculo social. No quería saber más de ellos, así que no los necesitaba en sus redes sociales.
Tomó su botella de agua para beber un poco mientras hacía aquello cuando alguien tocó a su puerta.
Se puso en pie para poder abrir. Quizá era Jack.
Esperó realmente que fuese Jack.
Se llevó una gran sorpresa cuando encontró a Pete Davidson.
¿Qué demonios hacía Pete ahí?
–Eh... ¿Pete?–
–Hola, Ariana– el chico larguirucho le sonrió gustoso. –Me enteré de que estabas trabajando aquí. Papá y Pierce son buenos amigos, y bueno, nos contó que serías parte de esta empresa. Por favor, no vayas a creer que estaban cotilleando sobre ti. Yo sólo comenté que estaba planeando buscarte, y Pierce sólo lo dijo–
Ariana negó.
–Tranquilo, Pete. No pasa nada, supongo–
–Genial– él continuó sonriendo. –Sólo quería pasar a saludarte, y... a darte esto– le entregó entonces el gigantesco y llamativo ramo de rosas que había llevado para ella.
La castaña parpadeó sorprendida. Ni siquiera se había dado cuenta de lo que él llevaba en las manos.
Era hermoso sin embargo no deseaba aceptarlo.
–Es... es muy bello, pero... No puedo...–
–Claro que puedes. Insisto– acercó el ramo hacía ella.
Ariana lo miró por prolongados segundos pero no lo tomó.
Exhaló, y se alejó unos cuantos pasos de él.
–Pete, escucha... Yo no me siento cómoda con... con...– ni siquiera tenía nombre para esos acercamientos, para las charlas que él había comenzado a forzar.
–¿Con qué, Ariana?– le preguntó él un tanto herido.
–Contigo– respondió finalmente.
–¿Por qué?–
Ella supo que debía ser sincera.
–¿No recuerdas nuestra infancia? Te traté muy mal, Pete. Fui malvada, me burlé de ti. No éramos amigos, ni cerca estábamos de serlo, no sé por qué ahora...–
Él negó de inmediato.
–Oye, no estoy aquí para reclamarte por todo eso. Además es pasado. El pasado debe estar olvidado. Yo nunca pienso en él, ¿por qué tú sí? Vamos a dejarlo atrás. Ya no somos esos niños. Yo ya no soy un perdedor obeso, y tú ya no te burlas de mí por eso– continuó sonriendo alegremente, y eso de algún modo la hizo sentirse aún más incómoda. –¿Ves? No somos los mismos–
Ariana negó.
–Aun así quiero pedirte disculpas. Fui muy arrogante y...–
–No sigas. De verdad, linda, no te preocupes más por eso. Lo he superado, además adelgacé. Soy guapo, soy rico, no tengo nada de qué quejarme–
Ella no quiso pensar en lo engreído que era con aquel cambio que tanto insistía en mencionar. Tenía demasiado amor propio a su parecer.
¿Guapo había dicho?
>No, no, Ariana, deja de ser tan superficial< se recriminó a sí misma. Si Pete quería verse atractivo a sí mismo era problema de él, no el suyo.
Sus manos soltaron la botella de agua. Esta cayó al suelo salpicándola de agua.
Pete, muy atento se inclinó a levantar el objeto caído, y lo desecho en el cesto de basura. Luego volvió a ella, y le ofreció un pañuelo doblado con las iniciales PD en un ángulo.
Ariana tuvo que tomarlo para limpiarse las gotas que le habían salpicado.
–Puedes quedarte con el pañuelo. Me honraría mucho–
Casi sin ser consciente de sus actos, ella simplemente lo metió en uno de los cajones de su escritorio.
–Gracias– le contestó secamente. Se preguntó si ya estaría por marcharse. Esperaba que sí, pero no quería pedírselo porque no deseaba ser grosera.
Pete soltó un suspiro.
–Ya debo irme. Tengo una cena de negocios con mi padre. Acepta este pequeño detalle, que sin duda es muy poco comparado con todo lo que te mereces, y... lo que un día te daré–
Ariana lo miró con el ceño fruncido. ¿A qué estaba refiriéndose?
–Pete...–
Él la ignoró y dejó el rechazado ramo sobre la planicie de su escritorio.
–Quiero ser tu amigo, quiero ser incluso más que eso. Estoy aquí para decirte que te apoyaré. No estás sola en esto, Ariana–
>No estoy sola en absoluto. ¡Tengo a Jack!< deseó gritarle pero se contuvo.
–Tú eres una princesa y debes ser tratada como tal. Ese Reed no tiene ni un centavo en qué caerse muerto, pero yo soy el dueño de una fortuna, y estoy dispuesto a complacerte y ayudarte en todo. Por favor, no dudes en llamarme siempre que necesites algo o te encuentres en algún problema. Siempre estaré para ti– le tomó una mano desprevenidamente, y besó su dorso.
Ariana la quitó con rapidez, odiando la sensación de sus labios sobre su piel.
–Adiós, Pete– su voz salió con mayor dureza de la que pretendía.
Él le guiñó un ojo en lo que pretendió que fuese una despedida seductora, pero ella únicamente deseó hacerlo desaparecer de su oficina ya.
Una vez que Pete se marchó lo primero que ella hizo fue limpiarse la mano con gel desinfectante.
No pudo evitar pensar en que si alguna vez necesitaba algo o se metía en problemas a la primera persona que llamaría sería a Jack.
Jamás se le ocurriría llamar a Pete. Cielo santo, la idea era ridícula.
Se recargó sobre la puerta y cerró los ojos. La visita la había irritado un poco.
Sabía que no debía sentir esa repulsa por él. Al final de cuentas Pete Davidson no se había portado mal con ella, ni cuando habían sido niños ni ahora. Le había ofrecido su ayuda que a pesar de sus pretensiones, parecía sincera, pero era algo inevitable. Su actitud la desagradaba bastante. Exhaló y se dijo que debía aprender a ser más paciente con las personas.
Esos pensamientos la mantuvieron tan ocupada que por momentos no escuchó su celular que había comenzado a sonar.
Era de la agencia de adopción. Ella misma los había contactado en días pasados. Lo había olvidado pero recordarlo de golpe la aturdió.
–Buenas tardes. ¿Ariana Reed?–
Se había registrado con ellos como mujer casada.
–S...sí– respondió un tanto temerosa. Todo aquel tema la ponía nerviosa y la asustaba horrores. –Soy yo–
–Llamamos de la Alianza para Adopción de Niños en Florida. Queremos informarle que hemos concertado una cita con usted mañana a las tres de la tarde en nuestras oficinas. ¿Puede confirmarnos su asistencia, por favor?–
A la castaña le dio un vuelco. No había esperado realmente que fuese a ser tan pronto.
¿Tan pronto?
Cielo santo, tenía seis meses de embarazo ya. En muy poco tiempo estaría dando a luz y entregando al hijo de sus entrañas.
Se lo entregaría a personas desconocidas. No lo vería nunca más.
Un pinchazo sacudió su interior. Algo muy profundo se rompió, y maldita si no le dolió.
–¿Señora?– la llamó la operadora al no obtener respuesta todavía. –¿Nos confirma su asistencia?– repitió la pregunta.
Ariana despertó de su trance pero la sensación de desolación no la abandonó, sino que por instantes la hizo sentirse peor.
–Eh... sí, sí. Ahí estaré–
–Perfecto– respondió la mujer en tono amable. –Tenemos a muchos candidatos esperando por un bebé. Estoy segura de que no tendremos ningún tipo de problema para la adopción. Todo le saldrá muy bien–
La joven embarazada fingió una sonrisa para sí misma.
–Sí, claro. Eso...eso es lo que espero– tragó saliva. Le agradezco muchísimo– esperó entonces que la llamada terminara pero no fue así para su desgracia.
–No, al contrario. Gracias a usted. No imagina la cantidad de parejas que vienen a nuestras puertas en busca de un niño o una niña para criar y amar. Afortunadamente existen mujeres como usted que optan por... bueno, ceder a sus hijos, en lugar de abandonarlos. Le reitero mis agradecimientos a nombre de toda esta institución–
Ariana cerró los ojos y negó en una mueca.
–Nos vemos mañana– sin otra cosa que decir, colgó.
Inquieta y angustiada se llevó ambas manos al rostro.
Intentó calmarse para evitar así ponerse a llorar en cualquier momento. Respiró e inhaló mientras buscó tranquilidad para sus propias emociones.
>No mezcles tus emociones. No formes vínculos< había leído en el folleto de planificación para la adopción.
Bueno, ya era un poco tarde para eso.
Había momentos en que no podía evitar pensar en él... o en ella. Momentos en los que su mente vagaba haciéndola preguntarse si era un niño o una niña, la criatura que llevaba en su vientre. A quién se parecería, si tendría sus ojos o su sonrisa, incluso su carácter, si se interesaría por el teatro musical, o nacería con talentos diferentes...
Ciertamente sabía que ninguno de aquellos pensamientos le hacían bien, por eso cada vez que los tenía, los cortaba renuentemente.
–Perdóname– le habló entonces por primera vez. Su voz le temblaba. Estaba a punto de ponerse a llorar pero fue fuerte y lo resistió. –Yo no te odio, pero no soy lo que tú mereces. Espero lo entiendas cuando crezcas. Esto es lo mejor que puedo hacer por ti, bebé. Ya verás que todo estará bien. Serás un niño muy feliz, te lo prometo– ella misma se encontró sonriendo.
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Jack: Ya estoy aquí
Al leer el mensaje, Ariana salió de su oficina rápidamente.
La emoción la llenó. Lo había extrañado muchísimo aquel día y estaba realmente ansiosa de verlo.
Antes de marcharse se despidió de todos sus nuevos compañeros de trabajo, Natalie se había ido a despedir de ella hacía unos instantes, así que suponía que ya se había marchado.
Bajó por el ascensor, y fue la más feliz pensando en que pronto vería a Jack.
Caminó hasta la entrada de Brosnan Concepts, cuando accidentalmente chocó con alguien.
Ella estuvo a punto de disculparse cuando se dio cuenta de que lo conocía.
Era Jesse...
Él la miró primero con enfado, y después cambió completamente su expresión. Una sonrisa arrogante apareció.
–¿Así que era cierto?– la voz burlona se escuchó de inmediato. –Te rellenaron el bombo– comenzó a reír sin tapujo alguno.
Ariana frunció el ceño. Una sensación desagradable subió hasta su garganta. Siempre había sido terrible tener que lidiar con ese cretino. En esos instantes se lo parecía mucho más.
–¿Jesse, qué demonios haces aquí?–
El rubio se hundió de hombros engreídamente.
–Vine a recoger a una de mis esclavas sexuales– le guiñó el ojo. –Pero no imaginé que te encontraría aquí...– siguió burlándose. –Y dime... ¿Qué tal va creciendo mi sobrinito?–
A Ariana le dio un vuelco. Inconscientemente dio un paso hacia atrás.
–No es tu sobrino– aseguró furiosa.
–Eso es lo que tú dices, primor, pero yo creo que eso que tienes ahí...– señaló el vientre crecido con curiosidad mezclada con desdén. –...te lo hizo mi hermano, y que además te mandó a la mierda con todo y bebé– rió con toda intención. –¿Sabes? Siempre supe que eras estúpida pero no imaginé cuánto–
La castaña estuvo a punto de replicarle, intentar al menos defenderse. Sin embargo antes de que lo hiciera, dos musculosos brazos arrastraron a Jesse levantándolo del suelo.
–¡¿Cómo te atreves a acercarte a mi esposa embarazada, y ofenderla?!– Jack lo miraba como si fuese a asesinarlo. Con sus puños apretó el cuello de su camisa.
Los horrorizados ojos de Jesse se clavaron en el gigantesco hombre que en esos momentos amenazaba su vida, sin embargo enseguida se armó de valor, recordando quién era y el poder que tenía.
–¡Suéltame, imbécil! ¡Suéltame o te hundiré!–
–¡Jack, no!– Ariana intervino con rapidez. –¡Cielo santo, él puede hacer que te arresten!–
Pero Jack no le tenía ningún miedo a aquel muchachito impertinente. Lo único que deseaba era acabar con él.
–¡¿No me has escuchado, maldito estúpido?! ¡No sabes con quién estás tratando! ¡No sabes quién soy yo! ¡No sabes quién es mi padre!–
–Jack, por favor, no vale la pena meterte en problemas por culpa de este sujeto– insistió Ariana muy angustiada.
–Me importa una mierda quien seas, ¿me escuchas, pequeño idiota?– fue la dura respuesta de Jack. Enseguida lo soltó dejándolo de nuevo en el suelo, pero al segundo lo tomó del brazo, retorciéndoselo detrás de la espalda utilizándola solamente una de sus manos. Con la otra lo agarró del pelo levantando su cabeza de un tirón.
–Pídele disculpas– ordenó refiriéndose a Ariana.
–¡No me jodas!– resolló Jesse con el rostro enrojecido. –¡Te haré arrestar por esto, apestoso gorila! ¡Te arruinaré la maldita vida!– vociferó.
Jack realizó una mueca, y se encargó de retorcerle aún más el brazo.
–Respuesta incorrecta– le dijo en fingido tono lastimoso. Luego miró a Ariana. –¿No crees que debería romperle el brazo a este cretino?– ciertamente él tenía muchísimas ganas de hacerlo.
–¡¿Qué?! ¡No, Jack! Sólo...sólo suéltalo–
Un tanto frustrado, el joven peleador hizo lo que ella le pedía.
–Joder... De acuerdo– lo soltó. –Hoy es tu día de suerte, pedazo de mierda. Ariana no desea que te dé tu merecido, lo cual es más de lo que mereces, así que deberías darle las gracias–
–Por todos los cielos, ¿qué sucede aquí?– Natalie apareció mientras miraba la escena con consternación. Se había dado cuenta de lo que ocurría desde lejos, y no había dudado en acercarse.
Ninguno de los dos chicos respondieron. Ariana tampoco.
La muñeca de Jesse estaba inflamada y le dolía. Poco le había faltado a Jack para que le rompiera todos los huesos. El rubio lo miró con furia.
–¡Te arrepentirás! ¡Juro que te arrepentirás!– amenazó lleno de rabia. Reacomodó su ropa ahora arrugada, y enseguida se marchó de ahí atravesando las puertas con total humillación, olvidándose por completo de su cita de aquella noche.
–Natalie, por favor discúlpame– le suplicó entonces Ariana a su jefa. Temía que ella se hubiese enfadado, y con razón. Habían estado a punto de armar una riña a golpes ahí, precisamente en la entrada de la empresa, en su primer día de trabajo. ¡Maldita suerte!
Todavía impresionada por lo sucedido, Natalie miró a Jack. El chico se había alejado unos cuantos pasos, parecía avergonzado ahora.
Ella negó enseguida.
–Tranquila. ¿Estás bien? Me preocupé mucho cuando te vi en medio de... de este asunto. ¿Ese era Jesse Van Acker?–
–Era él– asintió Ariana un tanto frustrada. –Realmente no esperé que fuese a encontrármelo aquí. Se acercó a molestarme, y bueno... Jack me defendió–
Sí, Natalie lo había visto desde lejos. Llevaba mucha prisa, pero se detuvo para girarse hacia el grandote y mirarlo.
–Hola, Jack– alzó la mano saludándolo.
A él le sorprendió que la mujer no estuviese molesta. La miró sin comprender. Su mirada permaneció fija en ella por unos cuantos segundos. Cuando se dio cuenta de que todavía estaba con la mano alzada, estiró la suya para estrechársela.
De pronto se sintió muy desorientado. Las palabras se atascaron en su garganta. Su boca fue incapaz de pronunciar palabra alguna.
–Natalie, te prometo que nada de esto volverá a pasar nunca– repitió Ariana aún preocupada.
–Todo está bien. Me alegro mucho de que no haya pasado a mayores. Yo debo irme, no quiero llegar tarde al cumpleaños de mis hijos. No vemos mañana, Ari. Jack, fue un gusto conocerte– les sonrió a manera de despedida, y enseguida se marchó.
Jack se acercó de nuevo a Ariana.
–Lo lamento– no hubiese querido causarle ningún problema en su trabajo. Por fortuna eso no había ocurrido, pero aun así se sentía responsable.
La castaña negó.
–No, no. Jack, no estoy enojada contigo. Estoy enojada con la vida por haber hecho que me topara con Jesse una vez más. Lo detesto. Tú sólo me defendiste... Gracias– se hundió de hombros.
Jack exhaló intentando deshacerse de su tensión. No lo logró.
–Ese intento de Justin Bieber es familiar de Drew, ¿no?– por el apellido lo había supuesto.
Soltando un suspiro, Ariana asintió.
–Sí. Es su hermano, pero toda la vida me he llevado mal con él. Es un odioso–
–Lo contrario de Drew que es un encanto– Jack no pudo evitar sacar su sarcasmo.
Ariana negó de inmediato.
–Por favor no hablemos más de ellos– le pidió.
–Cómo tú quieras– respondió él secamente. –¿Nos vamos ya?–
Salieron de la empresa, y se dirigieron hasta la camioneta.
De camino al departamento ninguno de los dos habló.
Fue hasta que llegaron y entraron, que Jack la llamó.
–¿Te sientes bien?–
La había visto marearse. De inmediato se acercó para sujetarla.
Por momentos Ariana se había tambaleado.
–S...sí, sí. Estoy bien–
A los pocos segundos pareció más recuperada.
Aun así Jack siguió preocupado.
–No tienes que acompañarme al cumpleaños de mi amigo si no lo deseas– le dijo entonces.
Pero la castaña negó.
–Quiero ir– contestó. –Te aseguro que no fue nada. Ya me siento bien, y además necesito salir, distraerme un poco–
Necesitaba olvidarse del percance con Jesse, y de la cita en la agencia de adopción que tenía programada para el día siguiente.
Tragó saliva al recordarla.
Le haría bien dejar de pensar en eso aunque fuese solamente por unas cuantas horas.
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Jack estacionó la camioneta, pero antes de bajarse miró de nuevo el papel donde había anotado la dirección, para cerciorarse de no haberse equivocado.
No lo había hecho. Estaba en el lugar correcto.
Aquella no era una casa. Era una mansión.
Sorprendido la miró.
La explanada de la entrada era gigantesca, y dos automóviles último modelo se encontraban ahí estacionados. Había jardines con flores en todo el alrededor. Justo en el centro se encontraba una fuente de agua de tres metros. En una de las rocas decía Made in London.
¿Era posible mandar traer una estúpida fuente desde Londres?
¿Tom vivía realmente ahí?
–¿Jack?– Ariana lo llamó haciéndolo volver de sus propios pensamientos. –¿Qué estamos haciendo en casa de Natalie?–
–¿Qué?– él tardó en reaccionar. –¿Quién es Natalie?–
Frunciendo el ceño, Ariana dio un respingo.
–Natalie, la mujer para la que hoy empecé a trabajar. La conociste esta tarde después del percance con Jesse–
De golpe, Jack la recordó. Su confusión se hizo mayor.
–Esta es la dirección que el chico me dio– volvió a releerla para asegurarse.
La castaña negó.
–No puede ser–
–¿Estás segura de que aquí vive tu jefa?– tuvo que preguntar Jack.
–Claro que estoy segura. He venido a esta casa desde niña. Los Brosnan son muy amigos de mis padres–
En ese momento, Jack observó por el retrovisor el auto de Noah atravesando la entrada.
–Espera aquí– le dijo a su esposa.
Enseguida se bajó para acercarse.
–¡Wow! ¿Aquí vive Tom?– cuestionó Noah impresionado.
–Eso parece, pero ahora no lo sé– respondió Jack.
El moreno salió de su coche, y se apresuró a abrirle la puerta a su novia.
Jack hizo lo mismo con su esposa ayudándola a bajar de la camioneta.
–¿Ari, esta no es la casa de Natalie y Pierce?– preguntó Liz.
–Sí, es aquí...– Ariana se quedó pensativa.
–¿Crees que Tom nos haya jugado una broma?– le preguntó Jack a su amigo.
–Claro que no– respondió el moreno. –Ese niño te adora. ¿Por qué haría algo así?–
–Esperen, esperen– irrumpió Ariana. –¿Has dicho Tom?–
–Sí, así se llama– asintió Jack.
–Oh, ahora lo entiendo todo– le contestó satisfecha de haber resuelto el misterio. –Tom es hijo de Natalie. Hoy cumple años, y no sólo él. También Kyla. Son mellizos–
–¿Tom tiene una melliza?– cuestionó Noah impresionado.
Pero aquello no era lo importante para Jack.
–¿Entonces... tu jefa es... la madre de Tom?–
Pero antes de que se pudiese responder aquella pregunta, la puerta de la gran casa se abrió, y de ella salió Natalie, esperando encontrar a los invitados de su hijo. Su rostro cambio demostrando sorpresa y confusión. Evidentemente no había esperado verlos a ellos.
–Hola– los saludó sin dejar de sonreírles, pero todavía sin comprender. –¿Ariana, pasó algo?– le preguntó.
Ella estuvo a punto de responderle pero antes de que pudiese hacerlo, el cumpleañero del día apareció.
–¡Jack! ¡Noah! ¡Vinieron!– Tom apareció para recibirlos. La sonrisa que llevaba en la cara era gigantesca. –Mamá, ellos son mis invitados– le dijo con tono orgulloso.
–Oh, vaya– Natalie se sorprendió demasiado y no pudo ocultarlo. –¿De verdad?–
–¡Sí! Con ellos entreno. Mira, él es Noah–
–Un placer en conocerla, señora mamá de Tom– le sonrió el moreno amigablemente.
–El placer es mío, Noah– respondió.
–Creo que a mi novia ya la conoce–
–Claro, ¿cómo estás, Elizabeth? Muy linda y bien acompañada por lo que veo–
Ambas rieron y se saludaron con un beso en la mejilla.
–Y él es Jack, mamá. Es mi héroe– lo presentó Tom con toda emoción.
Natalie miró entonces al muy alto muchacho. Le dedicó una sonrisa sincera.
–Ya lo conocía– respondió. –Hola, Jack, me alegro de volver a verte–
Nervioso, él asintió.
–¿Cómo está?–
Genial. Doblemente genial.
La jefa de Ariana lo veía esa tarde actuar como un salvaje, y resultaba que era además, la madre de Tom.
–¿Ya conoces a Jack?– Tom no se lo pudo creer. –¿Pero cómo?–
–Bueno, resulta que Jack es el esposo de Ariana. ¿Cierto, Ari?–
–Es cierto. Por cierto, feliz cumpleaños, Tom– asintió ella.
–Vaya– exclamó el adolescente con cejas alzadas.
–Pero entonces...– continuó hablando Natalie. –¿Ustedes entrenan al equipo de la escuela de Tom?– les preguntó directamente a los chicos.
Jack y Noah se miraron sin saber qué decir. La expresión de Tom les dejó bien en claro que el asunto de sus entrenamientos era todavía una mentira.
–Eh... sí– asintió Noah sonriendo. –Su hijo es de los mejores– la felicitó.
Jack le soltó un codazo. Una cosa muy distinta era apoyar una mentira. Otra cosa era alimentarla y hacerla mayor.
–Pues esto sí que es una gran coincidencia. Creo que Boca Ratón no es tan grande como pensábamos. Pero por favor, pasen, yo también estoy contenta de tenerlos aquí– les mostró de inmediato la entrada de la casa.
Todos siguieron el camino, sin embargo Jack no.
Él no se movió de su sitio, cosa que extrañó bastante a Natalie.
Lo miró con el ceño fruncido.
–¿Por qué no entras? El cumpleaños será en el patio trasero–
–Yo...yo quería disculparme por lo sucedido en su empresa. De verdad no era mi intención causarle problemas a usted o a Ariana– estaba realmente avergonzado. –Por favor, perdóneme–
Natalie negó y le sonrió. Tocó su brazo en un gesto amistoso, para hacerlo entrar en confianza y demostrarle que no estaba enfadada por aquello, ni siquiera un poco.
–Nunca te disculpes por defender el honor de tu esposa. Hiciste bien, Jack. Eso es todo lo que te diré, así que ya olvídalo y entremos– le guiñó un ojo en complicidad, y enseguida se dirigió a su casa.
Confundido y maravillado por el tono tan amable de la mujer, a Jack no le quedó otra opción más que entrar.
–Buenas noches– los saludó Pierce. –Hola, Ariana, Elizabeth– saludó a las chicas con un beso en la mejilla. –Qué alegría verlas –
–Oh, Pierce, no vas a creerte esta coincidencia. Ariana y Elizabeth son las novias... bueno, las esposas– agitó la cabeza. –Perdón. Mejor dicho, ellos son Jack y Noah, los entrenadores de los que Tom no ha dejado de hablar. Elizabeth es novia de Noah, y Ariana es esposa de Jack–
Pierce asintió comprendiéndolo todo.
–Ya veo. Entonces sí que es curioso– les sonrió y estrechó las manos de los recién llegados. –Jack, Noah. Estamos felices de tenerlos aquí. Deben saber que conocemos a estas chicas desde que eran bebés. Las apreciamos mucho. Por favor siéntanse bienvenidos, están en su casa. Tom no ha hablado de otra cosa más que de ejercitarse, y eso me parece muy bien–
–No nos agradezca, señor. Tom es muy bueno– esta vez Noah fue muy sincero. –Jack y yo creemos que tiene potencial–
–Tom se esfuerza mucho, y eso dará buenos resultados– secundó Jack.
–¿Por qué no pasamos al patio y me ayudan con la parrillada?– los invitó Pierce amistosamente. –Allá podemos seguir hablando–
Antes de que pasaran a la parte trasera, una manada de jovencitas aparecieron bajando la escalera a toda prisa. Todas llevaban ya sus bañadores, listas para adentrarse en la piscina.
–Alto ahí, Kyla. Ven aquí– llamó Natalie a su hija.
Las demás chicas se adelantaron, y la adolescente no pudo evitar hacer un puchero de irritación.
En aquellos momentos de su vida, lo más importante para ella era pasar tiempo con sus amigas, y cualquier segundo de interrupción era un lamento.
–¿Qué pasa?– cuestionó resignada.
–Quiero presentarte a los invitados de Tom. Son Jack y Noah. A Ariana y a Elizabeth ya las conoces–
–Hola, Kyla, estás poniéndote muy bonita. Feliz cumpleaños–
–Gracias, Ari–
–Feliz cumple, Kyla–
–Gracias, Liz–
–Saluda a los chicos, jovencita– le pidió Natalie.
–Sí, linda. También son mis nuevos amigos– bromeó Pierce.
La niña exhaló.
–Hola– Kyla intentó sonreírles pero en su rostro se veían reflejadas las ganas que tenía de ir con sus invitadas.
–¿Qué tal?–
–Hola–
Saludaron ellos.
–¿Ya puedo ir con mis amigas?–
–Ve– asintió Natalie con esa expresión en el rostro que ponían todas las mamás, al ceder a los deseos de sus hijos. –Nosotros sigamos por aquí– les dijo al resto.
–¿Tom no invitó a sus amiguitos de la escuela?– Ariana no pudo evitar preguntar, al ver que no había nadie más.
–Él sólo pidió invitar a sus entrenadores. Está atravesando una etapa muy rara– comentó Natalie sin más.
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Un par de horas más tarde, luego de cenar y haber partido el pastel, o mejor dicho, los pasteles, Kyla y sus amigas continuaban en la piscina jugando y charlando sobre cosas de chicas.
Pierce había hecho buenas migas con Noah y Jack. Los hombres se encontraban bebiendo tranquilamente mientras seguían charlando de deportes. Claro que Jack había optado por una Coca Cola helada, lo mismo que Tom.
Mientras tanto Elizabeth y Ariana se encontraban con Natalie sentadas en las camillas de sol, con una limonada en las manos.
En determinado momentos Noah y Liz anunciaron que debían marcharse.
Tom le pidió a Jack que se quedara un rato más así que él accedió.
Natalie bebió de su limonada, y observó cómo Ariana miraba al apuesto chico con el que se había casado.
–Jack es un chico... muy único, ¿cierto?– le preguntó entonces haciéndola voltear.
La joven no pudo evitar sonreír.
–Sí lo es– no había en el planeta tierra nadie que se le igualara.
Alzó su mirada de nuevo para verlo. Él se encontraba junto a los demás. Era curioso ver aquel cuadro, pues en lugar de una cerveza, Jack tenía un refresco en las manos.
Tal vez ya iba siendo hora de decirle que el alcohol no le causaba más náuseas, pero viéndolo por otro lado, no era mala idea seguir impidiendo que arruinara su hígado por unos cuantos días más.
Era hermoso cuando lo veía intentando socializar, y de pronto parecía tan fuera de lugar.
Era hermoso también cuando sonreía discretamente, cuando su mirada misteriosa quedaba fija en algún punto, cuando la enormidad de su cuerpo parecía descomunal a comparación de las demás personas. Su tamaño era lo que acentuaba su ruda y masculina belleza.
Tenía cero modales, no sabía utilizar los cubiertos, y era bueno noqueando personas.
¿Desde cuándo un sujeto así hacía que todo su interior hirviera de anhelo, que las piernas le flaquearan, que el corazón le colapsara?
Desde él...
Cielo santo, desde Jack.
–Todo lo que me contaste sobre Jack me tenía muy intrigada, pero después de lo que sucedió hoy en la empresa...–
La voz de Natalie de nuevo la hizo volver.
–Sobre eso...– Ariana mostró una mueca de angustia. –Sé que viste una faceta de él un tanto... agresiva, pero te juro que sólo atacó a Jesse para defenderme. Ese tonto es usualmente muy grosero. Jack lo escuchó, y...–
–¿Sabes que se disculpó hace unos momentos conmigo?– la interrumpió.
–Entonces pudiste darte cuenta de que es un encanto. Se dedica a pelear dentro de esa jaula, pero es cómo si ahí fuese únicamente un personaje. Cuando estamos solos es tan distinto...–
Había sido fascinante descubrir que detrás de toda aquella rudeza que Jack se esforzaba tanto en aparentar, había un corazón muy noble.
–Lo imagino– sonrió Natalie. –Me doy cuenta de que lo más importante para este marido tuyo es cuidarte. Oh, y lo hace muy bien. Ya olvídate de ese asunto con Jesse. Yo misma le dije que no estaba molesta en absoluto, al contrario, lo felicité. Así es cómo un verdadero hombre defiende el honor de su esposa–
Ante las palabras de la mujer, Ariana no pudo evitar bajar el rostro.
–No soy su esposa como tal. Creo que un mejor término sería amiga–
Natalie se dio cuenta de la tristeza con la que lo dijo.
–¿Pero... te gustaría serlo?–
Ariana se quedó estática.
La pregunta fue demasiado directa para su propio corazón.
Tuvo que llevarse una mano al pecho por temor a que fuese a salírsele disparado.
–Quisiera poder mentirte, Natalie, pero no puedo hacerlo–
–Lo sé, y yo no te hubiese creído. El brillo de tus ojos ya te ha delatado–
–Yo... me enamoré de Jack. Ha sido tan especial conmigo. Me dio la mano cuando más necesité de alguien. Se negó a dejarme sola cuando todos me dieron la espalda. Dime, ¿cómo se supone que iba evitar enamorarme? Ya no puedo hacer nada por borrar estos sentimientos–
Ciertamente Natalie era la primera persona a la que se lo confesaba. Hacerlo fue un alivio porque había días en que no podía más con ese secreto.
–Te entiendo, Ariana. Créeme que te entiendo. Cuando se viene de una relación en la que... bueno, el hombre fue cruel, es difícil no enamorarse cuando llega alguien que te demuestra tu valor–
–Jack no tiene comparación con Drew– respondió la joven inmediatamente. –Jamás, jamás Drew le llegaría a Jack en hombría, ni siquiera a los talones–
–¿Entonces Drew ha quedado en el olvido?–
–Drew está enterrado para mí– Ariana no había estado tan segura de algo en toda su vida como en ese momento.
–Bueno, y ahora sabemos a quién agradecerle por ello– Natalie señaló al susodicho con una sonrisa. –Quizá sea Jack el verdadero amor de tu vida, y quizá por eso no funcionó lo que tuviste con Drew. El destino a veces hace movimientos muy extraños, y sin duda nos sorprende–
Ariana negó, y la tristeza regresó a su rostro.
Exaló.
–No lo creo. Las cosas no son ni serán así–
–Me has dicho que no son marido y mujer como tal, ¿pero qué les impide estar juntos? No necesitan nada, salvo ser honestos con ustedes mismos–
–¿Confesarle a Jack que lo amo?– para Ariana aquello era inimaginable. –No, no. No puedo hacer eso. Él no puede saber que... que... que lo amo–
Estaba resignada a que una relación entre ellos dos no podría ser.
Lo había pensado demasiado, y lo había aceptado ya.
Jack querría seguir siendo un hombre libre, querría seguir disfrutando de su soltería en compañía de muchas mujeres tal y como lo hacía hasta antes de que ella irrumpiera en su vida.
Atarse a una sola, y aún menos a una como ella, que cargaba con un montón de errores en su pasado, tendría que ser impensable.
–Ahora no te entiendo, Ariana– le dijo Natalie confundida.
–No te preocupes. No tienes que hacerlo, sólo... guárdame el secreto, ¿sí? Vas a decir que ya son demasiadas cosas las que oculto, pero te lo ruego, no le cuentes nada a nadie–
–Yo no diré nada. Pero no creo que tu amor por Jack sea algo que debas ocultar. ¿Has pensado en la posibilidad de que él te corresponda?–
A Ariana le dio un vuelco.
Sí, lo había pensado muchísimas veces.
Siempre llegaba a la misma conclusión.
–No importa si lo haya pensado o no. Eso es algo que nunca va a suceder, y será mejor que cambiemos el tema. Mi tiempo con Jack está terminándose. Pronto nuestros caminos se separarán–
Confusa, Natalie miró a la joven.
–Ariana... ¿Te han dicho alguna vez que necesitas lentes?– era una broma solamente.
–Sí, me lo han dicho, pero jamás los usaré, ¿okay? Me harían ver fea–
Natalie no pudo evitar soltar una carcajada.
La chica era distraída, podía verlo.
Ella tendría que darse cuenta sola. Iba a ser divertido verla.
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–Muchas gracias por haber venido a mi cumpleaños, Jack. Ha sido mi mejor regalo el día de hoy– sonrió Tom todavía emocionado.
–Me divertí mucho, Tom. Gracias a ti por haberme invitado– respondió él.
La cena de cumpleaños había terminado.
Se habían despedido ya de Pierce y Natalie Brosnan, también de Kyla. Las amiguitas, quienes graciosamente habían tenido un flechazo con él, se habían marchado hacía un buen rato. Ariana lo esperaba ya en la camioneta.
–¿Bromeas? Ahora Noah y tú son como mis mejores amigos. Hoy dormiré feliz porque vinieron a mi casa. Sé que ya te lo he dicho muchas veces, pero... de verdad quiero algún día ser como tú, aunque sea lo mitad de lo bueno que eres–
Jack negó de inmediato.
Era halagador, no lo negaba, pero no deseaba animarlo en aquel sentido, sino en uno mucho mejor.
–Vamos, Tom. No vas a ser una réplica mía. Quiero que seas tú mismo, ¿me escuchas? Eres genial así como eres– le sonrió.
El rostro del adolescente se iluminó.
–¿Crees que soy genial?–
–Claro que lo creo, y algún día todas las demás personas también lo creerán, pero primero necesitas creértelo tú mismo. Confía en ti–
Entusiasmado, Tom asintió.
–Eso haré, Jack–
–¿Me lo prometes?–
–Lo prometo–
Ambos chicos chocaron puños como buenos camaradas.
–Te veo mañana en el gimnasio–
–Claro que sí, Bestia–
Se sonrieron y finalmente Jack abordó la camioneta.
Encendió el motor y dio marcha para poder salir de la residencia.
–Todavía no puedo creerme que el Tom que conociste en tu gimnasio haya resultado el Tom de Natalie y Pierce– comentó entonces la castaña.
–Lo sé. El mundo es realmente pequeño. Por cierto Natalie me agradó mucho, y también Pierce– comentó él mientras conducía.
Ariana sonrió.
–Son muy buenas personas. Han sido amigos de mis padres desde que tengo memoria. De una u otra manera siempre han estado presentes en mi vida, pero hasta ahora me doy cuenta de lo increíbles que son. Sobre todo Natalie. Es una gran mujer–
–Eso parece– asintió Jack.
–Cuando la conozcas mejor verás que tengo razón– aseguró.
Él simplemente le sonrió.
Condujo unos cuantos minutos más, y finalmente llegaron al edificio donde vivían.
De camino Ariana había comenzado a sentirse mal, pero no mencionó nada, pues estaba segura de que sería algo pasajero.
Jack la ayudó a bajar de la camioneta.
–¿Estás bien?– le preguntó al notarla extraña.
Ella no fue capaz de responder, pues al poner un pie en el suelo había sentido que caía.
Por fortuna, los fuertes y musculosos brazos del apuesto peleador la sujetaron.
Bendita fuera su fuerza. La hacía sentirse segura.
–No estás bien– sentenció Jack con tensión.
Ariana de pronto había comenzado a ver borroso, y sabía que nada tenía que ver con la falta de anteojos.
Esto era distinto, se sentía mareada.
El mareo era terrible. La envolvía.
De pronto miraba a Jack, y parecía como si hubiesen dos de él.
Con esfuerzo intentó hacer una sola imagen, pero esta cada vez se distorsionaba y se distorsionaba.
La oscuridad fue cerniéndola. Se aferró al cuello masculino.
Jack la abrazó contra su pecho. Intentó no perder el control.
–Dime qué sientes. Ariana, te lo suplico, nena, dime qué demonios sientes–
–Creo que... creo que me voy a desmayar...–
Entonces eso fue exactamente lo que hizo.
La joven embarazada cayó como una muñeca en los brazos de su rescatador.
Horrorizado, Jack la miró.
–¡Ariana!– comenzó a gritarle. –¡Oh, joder! ¡Ariana! ¡Noo!–
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Buen momento para contarles que la hija de Natalie y Pierce, y melliza de Tom, ya no será Sabrina, sino Kyla (interpretada por Kyla Matthews, Ruby en Anne with an E)
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