Capítulo 16-2T

–Eres mi hermana...– susurró Jack sin poder creérselo.

Con lágrimas en los ojos, Emma le asintió.

–Estás temblando– le dijo él, y ella volvió a asentir. –Pe...pero... ¿Cómo puede ser esto posible?– cuestionó aún desconcertado.

–N...no lo sé–

Emma sólo se encogió de hombros.

–A ver si e...entendí– interrumpió Cameron confundido. –¿Ustedes dos son hermanos? ¿Hijos del mismo pa...padre?–

Jack desvió la mirada hacia el pelirrojo. Seguía en shock pero consiguió contestarle.

–Eso parece–

–Esto es increíble– murmuró Mark sorprendido.

–Lo mis...mo digo– secundó Cameron atónito.

Hugh y Punk se miraron con desconcierto.

Con impaciencia, Jack volvió junto a Emma. Tomó asiento a su lado y la tomó de las manos sin poder evitarlo.

–Creo que tienen mucho de que hablar– dijo Mark de pronto.

Cameron y los demás estuvieron de acuerdo con él y enseguida salieron de la sala, pero antes el pelirrojo se acercó a su chica para abrazarla y depositar un beso en su frente.

–No puedo creerlo– exclamó Jack aún conmocionado.

El impacto de Emma estaba en el mismo nivel.

–Tampoco yo... Es... es muy extraño todo esto...–

El peleador le asintió, y enseguida miró hacia el suelo con el ceño fruncido.

–Jamás sospeché que Jason tuviera otra familia...–

–Es un desgraciado– respondió Emma con mucho rencor en la voz.

–Así que tú también fuiste víctima suya– Jack sintió demasiada rabia.

Emma se hundió de hombros y le asintió, pero para él no pasó desapercibida la expresión de la joven que demostraba un abismo de sufrimiento.

–¿Qué demonios te hizo?–

Los ojos oscuros de Emma chocaron con los de Jack, pero ella no respondió. Al instante interpretó su silencio.

–A mí ese cabrón me hizo mucho daño. Me arruinó la vida. Tú eres mujer, el muy desgraciado debió haberse aprovechado de eso. Era tan canalla que utilizaba su fuerza únicamente con los seres inferiores a él. Dímelo, porque estoy dispuesto a hacer que pague por todo–

Emma se debatió entre confesarlo o no, finalmente se decidió por la primera opción que era hablarle con la verdad. A final de cuentas, era su hermano.

–Mató a mi madre...– le dijo y el dolor hundió su voz. –Después intentó violarme, aunque no lo consiguió... Siempre... él siempre llegaba delirando debido al alcohol o a las drogas, y nos golpeaba a mamá y a mí hasta que se cansaba... después se quedaba dormido en un sillón, y a la mañana siguiente desaparecía y no volvía hasta que se acordaba de nosotras. Yo no podía comprender por qué nos odiaba, o por qué asesinó a madre, y tampoco por qué había querido violarme, sí yo era su hija–

Jack la miró con fijeza, pero en ningún momento se sobresaltó. Él la comprendía. Nadie mejor en el mundo podía comprenderla porque él se había hecho las mismas preguntas durante años.

Jason era un hijo de puta que se merecía el infierno y todavía más. Además de violador, golpeador, alcohólico y drogadicto, también era un asqueroso asesino.

Por unos momentos Jack agradeció que ese bastardo no pudiera concluir el acto al tratar de abusar de Emma. Si lo hubiese logrado... No quería ni imaginar los traumas que aquello hubiese causado en ella.

Él había llevado la peor parte, pero había sabido afrontarlo, y lo había superado gracias a Ariana. Sin embargo la madre de Emma había perdido la vida debido a sus abusos, y ese era tal vez la peor vileza de Jason Reed.

–Ese sujeto no tiene alma ni corazón. Jamás los tuvo–

Emma limpió sus ojos cristalizados y subió la mirada a él.

–¿Cómo es que... Es decir... Cameron dijo que fuiste un niño de la calle, y que después encontraste a tu mamá–

–Yo era todavía muy pequeño cuando Mark Ruffalo me sacó del infierno que era vivir con ese monstruo. Estuve en algunos hogares temporales pero... siempre terminaba escapando. Dormía en la calle y... por eso tuve que aprender a defenderme. Así viví por muchos años hasta que... cumplí la mayoría de edad. Sucedieron muchas cosas y después fue que encontré a mi madre. Jason nos separó a la fuerza desde el día en que yo nací, y me mantuvo engañado diciéndome que ella me había abandonado. Su maldad ha hecho demasiado daño pero al final, mamá y yo pudimos reencontrarnos, y nos amamos muchísimo–

Emma sonrió.

–Yo no tuve tanta suerte, pero me alegra que al menos uno de los dos sí. Mi casa siempre fue la calle, y... no reniego. Me fue bien, aquí estoy viva y muy fuerte después de todo. Además no todo fue malo. Tuve bastante protección, techo y comida–

De pronto Jack recordó de algo importante.

–¿En dónde entra Byron Lagley?– cuestionó de pronto.

Era hijo del dueño del bar que Jack solía frecuentar años atrás, y se acordaba bien de él, sobre todo de aquella noche en que había intentado golpear a Cameron.

–Él entra en la parte de que no me faltó comida, techo ni protección– Emma vio inmediatamente la expresión en el rostro de Jack. –Sé lo que estás pensando, porque fue lo mismo que Cam pensó. Y, bueno, lo admito. A los quince, acepté ser su novia, pero él nunca se aprovechó de nada, sin embargo solía decirme que cuando cumpliera diecisiete tendría que pagarle con mi cuerpo todos los favores y las atenciones que él me brindaba. Cuando comenzó a presionarme, decidí dejarlo. Jamás me hubiese vendido, y jamás me entregaría a un hombre sin un sentimiento de por medio–

Jack asintió.

–No me debes explicaciones, Emma. Los dos hemos sido víctimas de Jason–

–Lamento todo lo que tuviste que vivir con él–

–Yo también lamento todo el daño y el sufrimiento que tú tuviste que pasar, sobre todo lo de tu mamá– contestó Jack con pesar. –Te prometo que ese infeliz va a pagar por todos sus abusos y delitos, y a partir de hoy, voy a encargarme de protegerte–

De pronto una sensación muy dulce y agradable abarcó el interior de Emma. Jamás había sentido algo así. Nunca había experimentado lo que era sentirse proteguida.

–Debo decir que algo bueno salió de todo esto...– sonrió conmovida. –Me ha dado un hermano mayor, y... eso me hace muy feliz–

Jack le devolvió la sonrisa inmediatamente.

–Realmente nunca imaginé que pudiera tener otra hermanita por ahí, pero me agrada la idea, sólo te advierto que soy muy celoso y protector–

Emma rió. También a ella iba a gustarle. Siempre necesitó a alguien como él en su vida, y estaba contenta de haberlo encontrado.

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–¿Qué quieres?– preguntó Jack muy tenso luego de que contestara la llamada de Charlie.

–Uy, qué geniecito te cargas. ¿Por qué siempre eres tan antipático, mi amigo?– el ruso soltó una carcajada tras la línea.

–Yo no soy tu amigo cabrón. Ya dime qué mierda es lo que quieres–

–De acuerdo, de acuerdo, tranquilízate, Verdugo–

–¿Por qué me llamas? No acostumbras llamarme. No tengo tu tiempo, además–

Las risas de Charlie se escucharon de nuevo.

–¿No tienes tiempo para mí? ¿Debo recordarte que estás en mis manos, muchachote? Soy tu dueño, así que deberías empezar a hablarme con más respeto–

–Vete al carajo, Charlie. Estoy ocupado–

Lo que el rubio pensó de inmediato fue que si Jack supiera en dónde estaba seguro no le hablaría de aquel modo. Era tan divertido...

–¿Puedo saber en qué estás tan ocupado?–

Desde luego no podría saberlo. Charlie no podría saber que en esos momentos Jack se encontraba con Punk planeando todo lo de esa noche.

–No–

–Ay, Jack, tú no cambias. Bien, pues no molestaré más al señor, sólo quiero recordarte de la pelea de esta noche. Es importante. Las apuestas a tu favor han sido duplicadas así que más vale que no vayas a salir con una de tus estupideces. Te quiero cooperando con Espanto y con los médicos–

–Bien– asintió Jack, pero él bien sabía que no asistiría a esa dichosa pelea. La pesadilla terminaba esa misma noche.

–Así me gusta, Bestia, que obedezcas mis órdenes–

–Que te den, Charlie– sin más, Jack terminó la llamadá colgándole.

Mirando su celular, el ruso empezó a reír.

–Ah, ese imbécil ni se imagina que estoy a punto de encontrarme con su Arianita– dijo para sí mismo.

Así como tampoco imaginaba que esa noche sería la última en la que estaría respirando.

Se sintió euforico pero enseguida intentó mantener la calma.

Estaba en Nueva York, bajo el edificio donde Ariana vivía. Hacía unos cuantos minutos que había asesinado de un tiro al guardaespaldas que había estado cuidándola inútilmente.

¿Realmente habían creído que nunca iba a poder encontrarla?

Charlie rió más y más.

Había tardado pero al fin estaba cerca de ella, y muy pronto la tendría en sus brazos, de eso estaba seguro.

Fue ese momento en que la vio aparecer.

Le habían dicho que era marugadora y que todos los días salía temprano.

Se preparó entonces para salir de su vehículo.

–No te bajes a abrirme. Lo haré yo solo– le dijo a su chofer a manera de orden.

–Como usted diga, Boss– asintió el empleado.

Sin más, Charlie bajó y se encaminó hacia la preciosidad castaña con la que tanto había estado soñando.

Ariana que había ido concentrada en sus propios pensamientos mientras se colocaba sus airpods para comenzar a correr, como hacía cada mañana, se sobresaltó muchísimo al darse cuenta de que había estado a punto de chocar con un hombre extraño.

Era rubio y vestía elegante. Parecía rondar los cuarenta y la miraba con curiosidad y evidente interés masculino.

Se quedó quieta durante unos cuantos segundos, y lo miró fijamente.

Sus ojos se ocultaban tras unas gafas de espejo, y sonreía.

La castaña intentó devolverle la sonrisa aunque fuera sólo por cortesía pero no pudo hacerlo. Se preguntó de pronto si lo conocía de algún lado.

>Imposible< Se dijo. Si lo conociera lo recordaría. No era la clase de hombres que se olvidaban con facilidad.

Ninguno de los dos dijo nada.

Los segundos pasaban y seguían pasando. Ariana no podía pensar en nada qué decirle.

Él continuaba mirándola en silencio, y aunque su sonrisa era objetivamente atractiva, emitía una extraña energía que la confundió y la repelió.

De pronto el hombre se acercó a ella unos cuantos pasos, y Ariana sintió un montón de alertas internas encenderse.

Ahora estaba más cerca. Demasiado cerca. Podía ver su propia imagen reflejada en las gafas.

Las comisuras de su fina boca se movieron ligeramente hacia arriba.

Ariana estaba evidentemente intimidada, y a él parecía gustarle eso.

Estaba incómoda, irritada por aquel desconocido y su aparición. Sin decir una sola palabra, el odioso sujeto la había hecho sentirse como una prisionera. Entonces pensó en sacar el gas pimienta que por costumbre, seguía llevando en el bolso, gracias a la petición de Jack de años atrás, pero entonces se reprendió por ser tan paranoica.

Decidió que aquello era ridículamente estúpido. Quiso esquivarlo y continuar con su camino, pero entonces la voz de él la detuvo.

–Espere, por favor, señorita... ¿Nos conocemos?– su voz era amistosa, con un ligero acento europeo, difícil de precisar. Ruso quizás, o tal vez ucraniano.

–No lo creo– contestó Ariana aún paralizada.

–Me parece que la he visto en Florida. Usted vivía ahí antes, ¿o no?–

Ariana retrocedió y estuvo a punto de abrir la boca para decirle algo con respecto a la información que ese hombre sabía de ella, pero de nuevo él la interrumpió

–Además vive aquí– señaló el edificio.

Aquello le resultó también desagradable. Ya sabía demasiado.

La castaña retrocedió un poco más.

El extraño sonrió de nuevo. Ariana intuyó que la estaba recorriendo con la mirada, pero realmente no podía saberlo porque sus anteojos de sol le impedían ver su mirada.

–Supongo que lleva prisa, pero... ¿Puedo volver a verla en otra ocasión?–

Ariana sintió escalofríos pero no se permitió demostrarlos. Respiró profundamente, y contestó con calma.

–No–

Él se quitó las gafas de sol. Sus ojos estaban rodeados por unas espesas pestañas rubias, casi transparentes, que resaltaban su color verde con asombrosa intensidad.

–Supongo que usted no está... ¿libre?–

–Exactamente, no soy una mujer libre–

Técnicamente era cierto. Seguía casada, y encima... había comenzado algo con Michael. Aún así aunque estuviese soltera, nunca aceptaría salir con aquel hombre que inspiraba tanto miedo y desconcierto. Bajo ninguna circunstancia. Ni en esa vida, ni en la próxima.

La mirada de aquel hombre la abarcó de la cabeza a los pies. Había un raro destello en sus ojos de jade, como un relámpago de hielo. Le dedicó una sonrisa fría, insondable, remota, y se alejó. Ella se quedó mirándolo, paralizada.

El ruido de los autos y de la gente que desembarcaba por la calle, la arrastró de nuevo a la realidad.

¿Por qué se había sentido tan intimidada por un extraño que se permitía un flirteo inofensivo? Porque aunque se había sentido acorralada, en realidad no había habido nada siniestro en el encuentro. Estaba imaginando cosas.

¿Pero qué le había dicho ese hombre antes de marcharse? Estaba segura de que había dicho algo que ella no había podido comprender... ¿Pero qué?

De pronto, tranquilizó su mente, y lo recordó...

–El Transportador no se merece esta delicia–

¿Qué podrían significar aquellas palabras? ¿Quién era el Transportador? ¿Acaso había hablado en clave, aquel sujeto? ¿Pero por qué? ¿Y qué tenía ella que ver?

>Cálmate, Ariana< se dijo. Lo mejor era no seguir pensando en eso. Tal vez no volviera a ver a aquel hombre. Ojalá no volviera a encontrárselo.

Después de aquello, Ariana soltó el aliento. Negó para sí misma. Terminó de colocarse los audífonos inalámbricos y empezó con su rutina de ejercicio matutino.

Por su parte Charlie volvió a su vehículo.

Había planeado aquel encuentro casual y desde luego habrían más. La cacería había comenzado y no descansaría hasta tener a su presa.

Se acomodó en el asiento y entonces su celular comenzó a sonar.

Era Jung quien llamaba y de inmediato contestó.

–¿Cómo va el asunto de la pelea?– fue lo primero que preguntó. –Quiero que esté todo listo. Jack Reed debe morir hoy mismo. No le den la dosis, ni siquiera un poco, ¿queda claro? Quiero que muera a golpes, quiero que el otro idiota lo aplaste como a un gusano–

–Sí, sí, claro que sí, Boss, así será. Tengo todo preparado para eso, pero le he llamado por otro asunto–

–¿Otro asunto?–

–La entrega de esta noche–

–¿Qué pasa con eso? Creí que ya estaba todo cubierto–

–Y lo estaba, pero los negociantes han llamado esta mañana. Dijeron que sólo harán el intercambio si usted está presente–

–¡¿Qué?! ¡¿Pero por qué?! ¡Cumplimos con cada maldita condición de esos cabrones pusieron! ¡¿Que yo esté presente?! ¡Diles que se vayan a la mierda!–

–Ellos alegan que pagarán demasiado dinero y tienen mucho que perder. Le recuerdo, Boss, que si se retractan nosotros perderemos el doble–

–¡Der'mo!– maldijo Charlie en su idioma nativo. Estaba furioso.

–Lo quieren a usted de garantía–

–¡Hijos de perra!– el ruso se mantuvo en silencio por unos cuantos. Odiaba sentirse presionado, odiaba recibir órdenes de alguien más pero el coreano tenía razón. No podía permitirse perder aquel negocio. Había muchísimo en juego y podía ir a la quiebra si lo perdía. Tenía que ceder sí o sí, aunque Ariana tuviese que pasar a segundo término. Aquello era lo que más lo llenaba de rabia. –De acuerdo, maldita sea. Voy para allá– colgó la llamada y arrojó su celular en el asiento. Se sintió frustrado, cerró los puños y los dejó caer.

Enseguida dio la orden a su chofer de que condujera hacia el campo donde había dejado su helicóptero.

Se recostó sobre el asiento y exhaló.

Se dijo entonces que había esperado ya demasiado tiempo por Ariana. Un día más no haría gran diferencia, y además de todos modos el perdedor de Jack dejaría de existir en unas cuantas horas más y no sería más problema.

Regresaría a Boca y se encargaría de que aquel maldito trato con los colombianos se llevara a cabo costara lo que costara. Después regresaría a Nueva York y entonces sí jugaría al seductor con la bella Ariana. Desde luego, y si se resistía la secuestraría así sin más. Se la llevaría a Budapest, voluntariamente o a la fuerza, daba igual.

¡Aah! Y es que la realidad era que estaba loco por ella.

Sonrió y se sirvió un vaso de whisky. Lo degustó y la sensación siempre era como tener un orgasmo. En esos últimos meses se había vuelto un adicto de aquella bebida alcohólica. No había vuelto a probar el vino ni el champagne. Sólo el whisky le proporcionaba aquella sensación tan placentera en la garganta y en todo su cuerpo.

–Te encontré, lyubimaya...

Charlie Hunnam se encontraba tan excitado como jamás lo había estado.

Desde que habían puesto sobre su escritorio las fotografías de aquella sublime castaña, no había podido dejar de pensar en ella. Una sola mirada a esas imágenes captadas había bastado para que la deseara con una intensidad que no había experimentado desde hacía años.

De pronto, fugazmente recordó a la mujer que lo había hecho suspirar de una manera parecida. La hermosa Olivia... castaña y de ojos color violeta. Charlie la había amado con locura, pero ella lo había traicionado. La muy insensata había pagado ese error con su vida.

Pero no era momento de pensar en Olivia, sino en la embriagadora Ariana.

En fotografías era preciosa, pero en persona...

El rubio dejó escapar un gemido.

En persona era una diosa, una exquisita sirena con deslumbrante belleza castaña, creada únicamente para enloquecer a los hombres.

La estructura ósea de su rostro era perfecta, inolvidable. Con veintitantos años, era toda una mujer, desde la arrebatadora melena castaña de su cabeza, los increíblemente firmes y redondos senos, las caderas, las piernas, los tobillos... Había observado todo de ella. Un ligero vestido blanco la cubría esa mañana cuando la conoció. Se le ceñía a las deliciosas curvas, y la hacía parecer aún más atractiva... más atrayente.

«Blanco»

El blanco le sentaba bien. La hacía parecer una niñita inocente, con un cuerpo de ninfómana impresionante.

Le excitaba tanto que de cierta manera esa idea de que todavía fuese pura le endureció hasta hacerlo estremecerse de dolor. Seguro el imbécil de Jack Reed no se había atrevido a corromperla induciéndola en los más bajos y perversos deseos sexuales, en lo más crueles juegos masoquistas, depravados...

Oh, pero él lo haría con mucho gusto.

Ariana conocería profundidades del sexo que jamás habría imaginado. Profundidades que la harían llorar y suplicar.

Volvió a tomar de su whisky, y otra sonrisa apareció en sus labios.

Jamás había conocido a una mujer como ella, y su inesperada resistencia sólo había conseguido acrecentar el interés y la intensidad de su deseo por poseerla.

Charlie no estaba acostumbrado a que lo rechazaran. Normalmente las mujeres se volvían locas por llamar su atención. Jamás era ignorado o rechazado. La experiencia era nueva para él, pero le encantaba...

La sonora carcajada resonó en todo el interior del coche.

Más que ofender su orgullo y su masculinidad, el desafío y la altivez de aquella mujer lo prendían como nada en el mundo.

Causar temor, era uno de sus más grandes placeres, por eso el hecho de saber que la bonita y delicada Ariana lo había encontrado atemorizante, lo volvía enfermo de lujuria.

Sus sentidos ya estaban gozando con sólo pensar en aquella castaña en su cama, acariciando aquellos magníficos senos y sus interminables piernas... Acorralándola, viendo el miedo en sus exquisitos ojos color whisky, haciéndola temblar de pánico, besándola a la fuerza, tocándola a la fuerza, hundiéndose en ella a la fuerza... haciéndola gritar, llorar, incluso tal vez desmayarse hasta lograr domarla.

Todas esas fantasías sucias y sudorosas hicieron que la entrepierna le palpitara con fuerza y con desespero.

–Mierda, no puedo esperar...– susurró con la respiración entrecortada, sintiendo el pecho martillarle, su estómago arder, y la agonizante erección que palpitaba entre sus piernas.

Pero todo aquello tendría que esperar. Debía ser paciente.

–Maldita sea, odio esperar–

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La sensación en el pecho de Jack fue cada vez más intensa.

Había ido con él durante toda esa mañana, acompañada de un sentimiento de agobio y desesperación.

No lo entendía todavía pero estaba seguro de que Ariana lo necesitaba en esos momentos.

Lo peor de todo era que no podía hacer nada por acercarse a ella. Ni siquiera llamarla porque todavía era peligroso.

>¡Mierda!<

Los brazos los tenía tensos, y la piel le ardía de las ganas que tenía de abrazarla, de decirle al oído que todo marcharía bien, que todo volvería a ser como antes, que no temiera más.

–Ariana...– a veces experimentaba el impulso abrumador de pronunciar su nombre simplemente para darse calma.

Y en ese momento sí que lo necesitaba.

>Esta pesadilla está por terminar. Te lo prometo, nena. Resiste un poco más. Pronto iré por ti y por nuestro hijo<

Se dijo y miró el relicario donde albergaba la fotografía de ellos dos. Cerró su puño sobre él y lo apretó.

El verlos en esa imagen había sido sin duda su único consuelo durante todos aquellos meses, apenas y podía creerse que en poco tiempo iba a poder volver junto a ellos.

Era lo que más anhelaba, por lo que tanto había luchado y seguía luchando.

Punk se acercó entonces.

–¿Estás listo para hacerle la visita a nuestro querido juez?– le preguntó.

Jack asintió.

–Más que listo–

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Daniel Craig estaba de tan buen ánimo que le resultaba difícil mantener la expresión preocupada y consternada con respecto al asunto del intento de secuestro de su mujer.

Saldría de vacaciones con AJ, poniendo de excusa que ambos necesitaban alejarse de todo aquel ajetreo... Por supuesto, no a las Islas Caimán. No podía arriesgarse a que lo descubrieran. Tal vez a Miami o mejor más lejos, a California. San Francisco le caería muy bien.

Aquel sería el viaje perfecto. Por fin se desharía de esa maldita zorra que lo único que había hecho era fastidiarle la vida.

Serían como un matrimonio enamorado, vacacionando y disfrutando del mar, pero en una de esas noches...

Daniel sonrió todavía más.

En una de esas noches la tragedia sucumbiría sus vidas, pues la preciosa AJ moriría ahogada.

>Será una lástima< pensó con burla.

Nadie sospecharía que aquello sería un asesinato en realidad, tampoco habría manera de inculparlo a él directamente. Los accidentes pasaban, ¿no?

Después tendría que mantener los hombros caídos, y la expresión afligida. Comentaría con sus conocidos que el trabajo le serviría de distracción, argumentando que sumergirse en ello tendría el perfecto efecto terapéutico, además de que tenía responsabilidad ante los ciudadanos, y no iba a permitir que su tragedia personal supusiera una mayor carga de trabajo para sus colegas. Bla, bla, bla... La gente se lo tragaría todo.

Salió del Centro Judicial de Boca Ratón, se despidió de los agentes de seguridad agitando la mano, y teniendo buen cuidado de que lo notaran, comentó lo entusiasmado que estaba de poder salir de vacaciones en los próximos días con su hermosa esposa, a la cual amaba con profundidad.

Cuando cruzó el aparcamiento, el sol ya estaba bajo, así que reparó en lo alta e impresionante que era su sombra sobre el pavimento. Pero entonces se sumó otra sombra junto a la suya, igual de alta pero mucho más fornida. Al mismo tiempo, una voz amistosa lo saludó desde atrás.

–Hola, Juez. ¿Cómo le va?–

Daniel se volvió, y vio a Punk Brooks sonriendo, sin embargo supo que aquella sonrisa no tramaba nada bueno. Se dio cuenta también de la presencia de alguien más.

Jack prontamente lo asió de los bíceps, y le sujetó las manos por detrás de su espalda baja.

–Discúlpeme por esto, su Señoría, pero es altamente necesario– exclamó con reverencia fingida e irónica.

Daniel intentó soltarse aún a sabiendas de que sería inútil antes incluso de intentarlo. Miró en torno a sí en busca de ayuda, pero el aparcamiento estaba vacío.

–¡Suélteme!–

–Oh, no lo creo, Craig– bramó Punk con indolencia.

–Me encargaré de que esto le cueste su empleo, Brooks. Créame–

–Es posible– admitió Punk encogiéndose de hombros. –Pero antes cantaré bien alto y bien claro para que todo el mundo pueda oír la triste balada de la señora Craig y su intento de meterlo a la cárcel por asesinar a su padre, además del afán de usted por desaparecerla y borrar cualquier evidencia de su secreto–

En ese momento Daniel dejó de forcejear, y palideció.

–¡Oh, vaya!– exclamó Punk aún más sonriente. –¿Ves eso, Jack? Su Señoría sabe de lo que hablo–

Jack rió y lo cogió con más fuerza.

–Ahora obedezca mis órdenes, o mi amigo va a partirle el brazo, y lo cierto es que nada me haría más feliz que ayudarle–

Daniel sintió que le amarraban las muñecas con una cuerda bastante gruesa.

–Mételo al coche– le dijo Punk a Jack.

Daniel desconcertado trató de idear algo, pero entonces al ver que el oficial Brooks abría su Sedán Lexus, enfureció.

–¿Han abierto mi coche?–

Jack inmediatamente lo hizo entrar en los asientos traseros, y cerró la puerta con fuerza.

–Forma parte de la ampliación de servicios que ahora ofrece la policía– contestó Punk. –Llevar a los jueces prestigios a casa tras un pesado día de trabajo en la oficina–

–Pero a un Juez que se muestra duro con los policías, y blando con los delincuentes, le corresponde un trato especial– comentó Jack.

–Irán a la cárcel por esto– El Juez Craig estaba rabioso, mientras Jack se situaba junto a él en la parte trasera, y Punk se colocaba al volante para arrancar. –Los dos, ¿me escuchan? Esto no se va a quedar así–

Tanto el peleador como el oficial de policía lo ignoraron.

Luego de que salieran del estacionamiento, Daniel no supo si la dirección que habían tomado era motivo de tranquilidad o de preocupación. Había supuesto que se dirigirían hacia su casa o a la comisaría, pero en vez de eso, iban camino del río.

A pocas manzanas del palacio de justicia, los restaurantes y las tiendas de moda en la zona de Market Place dejaban paso a destartaladas urbanizaciones de viviendas desprotegidas, almacenes e industrias venidas a menos, la mayoría abandonadas y en ruinas. Los bulevares se estrechaban hasta convertirse en calles llenas de baches bordeadas a ambos lados por vallas de tela metálica coronadas por alambre de espino. Los neumáticos rebotaron al cruzar las vías del tren.

No habló nadie hasta que Punk se estacionó y dijo:

–Bájalo–

Jack hizo lo que su amigo le pidió, haciendo gala de su fuerza de peleador de artes marciales.

El Juez miró a su alrededor.

–Impresionante– comentó con ironía forzada.

–¿Usted cree?– replicó Punk en el mismo tono.

–Está desierto, cargado de peligro y amenaza implícita, el sitio perfecto, ¿verdad?–

–Este es el final de su carrera, Juez– le dijo Punk dejando los jueguitos. Lo miró seriamente.

Más que asustado, a Daniel se le notaba indignado.

–Haga el favor de satisfacer mi curiosidad, Oficial Brooks... ¿Se folló a mi mujer o eran sólo imaginaciones mías?– lanzó una risilla sofocada. Le resultó gracioso ver cómo a Punk se le tensaban los rasgos hasta casi tornarse sólidos. –No se preocupe por mí. AJ tiene ese efecto prácticamente en todos los hombres que la conocen. Ni siquiera un agente de la ley tan ético como usted podría ser inmune a sus encantos... Esa zorra sabe perfectamente bien cómo seducir a un hombre, cómo hacerlo arder en deseo hasta conseguir de él lo que se propone–

Craig no lo vio venir.

Punk se movió con tal velocidad que el Juez no comprendió lo que había ocurrido hasta que el dolor cegador brotó de sus ingles, y se oyó a sí mismo gritar.

–¡Aaaaargh! ¡Maldita! ¡Maldita sea!– lloriqueó.

–¿Le parece que esto es lo que un agente de la ley tan ético como yo haría por defender a su futura esposa?– preguntó Punk mientras retorcía con crueldad su pie firmemente aplastando en torno a los testículos de Craig.

A pesar del Juez, el sufrimiento hizo aflorar lágrimas a sus ojos, y comenzó a gimotear aún más.

–¡Aaaaaaaaaah! ¡Arg! ¡Detente, imbécil! ¡Detenteeeee!–

Tanto Punk como Jack comenzaron a reír.

–Míralo, Jack, no es más que un bebé llorón–

–Un puto cobarde, lo llamaría yo–

Ambos amigos chocaron los puños en señal de camaradería. Se sonrieron con complicidad.

A Daniel le costó unos cuantos momentos más el poder recuperarse.

Los miró furioso, pero su mirada se concentró en el oficial Brooks.

–¿Tu... tu futura esposa?– inquirió. –¿Quieres casarte con esa trepadora? ¡Jamás lo permitiré!–

–Oh, pero usted no está en condiciones de permitir o no permitir cosas. Aquí ya no tiene ningún poder–

–Te vas a arrepentir, bastardo–

–¿Yo?– Punk comenzó a reír. –Quien debería estar cagándose de miedo es usted–

–¿De verás?– a pesar de si situación desfavorable, Daniel seguía negándose a perder su dignidad.

–Sip. ¿Y quiere saber sabe por qué? Porque soy el tipo que va a arrancarle las pelotas ahora mismo si no coopera con nosotros, su Señoría– susurró Punk, tan cerca que Daniel alcanzó a sentir su aliento caliente y furioso en la cara mientras le apretaba el cuello de la camisa ahora manchada y sucia.

–¿Qué es lo que quieren?– Craig reconoció aquella vocecilla como la suya propia, y entonces trató de reforzarla. –Además de a mi mujer, claro–

Poco a poco Punk fue aflojando la presión hasta acabar por soltarlo.

–Quiero su cabeza, eso quiero, Juez... Y también la de Charlie Hunnam–

–¿Cha...Charlie qué? ¡Yo no conozco a ese sujeto!–

–Ahórreselo, Señoría. Sé que lo conoce, y lo conoce muy bien. Después de todo es su hermanito menor, ¿verdad?– al ver la expresión en el rostro de Craig, Punk sonrió. –Los quiero a los dos tras las rejas porque no son más que un par de ratas, criminales, mierda. Los dos son mierda–

–¿Vas a detenerme? Ni siquiera tienes pruebas– bramó enfurecido.

Enseguida Punk le apoyó el cañón de su pistola contra la sien, lo bastante fuerte para que el metal se le hundiera en la piel.

–He venido para obtener una confesión, y no voy a irme sin ella–

Daniel rompió a reír.

–Uy, qué miedo me da–

Punk amartilló el revólver.

–¿No me he explicado con claridad? La confesión o los sesos, Craig. Tiene que elegir, y no hay tercera opción–

–No serás capaz de apretar el gatillo, Brooks– dijo Daniel en un tono de condescendencia exasperante. –Tú y yo lo sabemos–

Punk disparó contra un árbol, y lo despedazó completo haciéndolo añicos. Algunos pedazos de corteza cayeron en el rostro de Craig. El estruendo ensordecedor sacudió el ambiente.

–Voy a dejarle algo claro, Juez. Tenemos las pruebas suficientes para encarcelarlo. Tenemos los papeles que guardaba en su caja fuerte de su casa. Todo ahí lo incrimina, incluyendo el asesinato del pobre carcelero de Nueva Jersey–

–¡¿Qué?! ¡¿Pero cómo?!– Daniel palideció. El color se le fue de la piel. No había esperado aquel golpe. –¡¿Qué mierda hiciste para conseguirlos?!– enfureció y comenzó a forcejear intentando liberar sus manos del amarre.

Punk le mostró una sonrisa triunfal y burlona.

–¿Usted qué cree?–

Todo quedó claro para el juez.

–¡Ayyyyy! ¡Maldita AJ! ¡Maldita perra!–

Punk entonces lo tomó de la camisa para jalarlo hacia él. Sin previo aviso le soltó un puñetazo que le tumbó un par de dientes.

–No te atrevas a hablar de ella nunca más, ¿me oyes, Craig? Jamás. Ahora empieza a hablar sobre Charlie Hunnam–

Daniel tosió y escupió la sangre que había brotado de su boca. Inhaló con fuerza.

–No tengo nada que decir sobre él. Acepto que...que es mi hermano, pero sólo de madre, nos criaron diferentes padres, y jamás hemos tenido contacto alguno. ¡No pueden implicarme en toda su mierda!–

Esta vez fue Jack quien intervino.

Estaba harto de toda aquella situación. Se sintió exasperado, furioso, agresivo.

Lo apretó del cuello hasta casi ahorcarlo.

–¡Habla de una vez, maldito hijo de puta! ¡Habla, joder! ¡Hunnam y tú están aliados! ¡Por eso ese maldito infeliz se cree que puede andar por ahí haciendo lo que le da la maldita gana! ¡Aceptelo ya! ¡Usted recibe dinero de ese narcotraficante!– lo asió con mucha fuerza.

El juez se sentía sofocado. Luchaba por librarse pero su fuerza era nada comparada con la brutalidad de Jack.

–¡Estás perdido, Craig!– secundó Punk. –¡Será mejor que nos digas dónde tienes esas pruebas!–

Esta vez Jack tomó su propia arma y disparó al suelo provocando que el polvo se levantara frente a ellos.

Daniel que tenía atadas las manos y no pudo protegerse del todo, empezó a toser como un demente. El polvo había entrado a sus ojos, nariz y boca.

–Dime lo que quiero escuchar o morirás– Jack lo apuntó a él directamente.

–¡Serías...– tosió. –¡Serías incapaz de hacerlo! ¡Sería tu fin!–

–¿Estás seguro, imbécil?– el peleador lo miró. Sus ojos oscuros destellaron con amenaza. –¿Estás dispuesto a apostar tu vida? Porque eso es lo que estás haciendo. Me quedan dos balas. Cuéntalas. Dos...–

–Si me matas, irás a la cárcel, además, darías al traste con la carrera de tu amiguito Brooks– lo señaló.

Punk intervino de inmediato.

–Oh, a mí no me importa– aclaró. –Si dejo que mi amigo lo mate, April quedaría viuda. Algo más que perfecto, ¿no le parece?–

Daniel lo miró como estupefacto, pero antes de que pudiese decir algo, Jack disparó el arma hacia el cielo, y el impacto resonó en los aires.

–Ya sólo queda una, y haz acabado con mi paciencia. Craig. ¡Dime dónde puedo encontrar pruebas de tu sociedad con Charlie o convierto tus sesos en espuma!– vociferó furioso.

–Ya basta de tanto espectáculo, Jack– indagó Punk divertido. –Échate a este cabrón de una maldita vez–

Jack le sonrió a su amigo.

–Seguiré tu consejo, colega– rió y después le metió el cañón en la boca a Daniel. –Nos vemos en el infierno–

–¡Está bien, está bien!– gritó el Juez aterrado. –¡Yo... yo...! ¡Es verdad! ¡Maté al padre de AJ, y llevo meses planeando la muerte de mi esposa! ¡También es verdad lo de mi sociedad con Charlie! ¡Los cheques y papeles que lo incriminan están en mi caja fuerte del banco en las Islas Caimán! ¡Eso es todo, lo juro!–

Jack y Punk se miraron, y ambos asintieron con satisfacción. Habían obtenido lo que querían.

–¿Qué hacemos ahora?– preguntó Jack.

–Hay que subirlo al auto. Lo tendremos en mi casa hasta que todo esto pase, y hasta que la policía pueda indagar en sus cuentas y archivos. No puedo arriesgarme ni darle tiempo para que escape–

Jack asintió. Pronto tomó a Daniel de los hombros, y lo hizo ponerse en pie.

–Cuando se lleve a cabo mi juicio, pienso contarle al jurado todo esto– bramó el Juez ahora indignado.

Punk se encogió de hombros.

–Ya veremos si te creen. Te recuerdo que no tienes ningún jodido testigo– le dijo y luego se dirigió a su amigo. –Oye, Jack, ¿qué carajos ha ocurrido aquí?–

Jack hizo una mueca divertida.

–No sé ni una mierda, hermano– contestó sonriente.

Enseguida los dos hombres comenzaron a reír.

Arrastraron a Craig hasta el auto.

–¿No ibas a dispararle, cierto?– le preguntó Punk a Jack justo antes de que abriera la puerta.

Jack bufó.

–¡Joder! Claro que no. Creo que no vale la pena–

–Opino lo mismo. Jamás me ensuciaría las manos con esta escoria. No me gustaría pasar en la cárcel el resto de mis días, cuando puedo disfrutar mi vida al lado de la mujer que más amo–

La expresión en el rostro de Daniel Craig fue digna de su perplejidad. A los pocos segundos de que asimiló todo aquello, se tornó roja de ira.

–Maldita sea, Brooks. Has ganado. Pero cuando estés en la cama con la preciosa y delicada AJ, recuerda siempre que mis pelotas estuvieron retozando en su boquita y en otras partes, miles y miles de veces–

Entonces Punk lo cogió del cabello, le retorció la cabeza hacia un lado, y se la estampó contra el auto. El hueso de la mejilla se le partió por efecto del impacto, provocándole un bramido a medio camino entre el ultraje y el dolor.

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Aquella tarde, Ariana aceptó tener su primera cita con Michael.

Él, completamente ilusionado, la había llevado a uno de los restaurantes más bonitos y elegantes de la ciudad. No dejó de sonreír en todo momento. La miró sintiéndose muy enamorado.

–¿Cómo estuvo tu día?– le preguntó una vez que el mesero tomó sus órdenes.

Ariana le entregó la carta al empleado y se hundió de hombros mientras miraba a su acompañante.

–Normal, supongo– sin embargo al instante recordó algo. –Bueno, de hecho... me sucedió algo muy extraño en la mañana–

–¿Ah sí? ¿Qué cosa?–

–Cuando salí a correr... abajo del edificio estaba un sujeto muy raro–

–¿De verdad? Yo no vi nada cuando me fui al hospital– y él bien sabía que solían salir a horas similares. –Pero dime, ¿te hizo algo? ¿Se acercó a ti?– tratándose de Ariana, se preocupó al instante.

La castaña negó.

–No, no, tranquilo. No me hizo nada. Sólo... sólo intentó flirtear un poco–

Aquello no le agradó nada a Michael. No solía ser un hombre celoso, pero esa mujercita que tenía enfrente había despertado en él emociones desconocidas hasta entonces.

–Lo bateaste, ¿cierto?–

Ella sonrió con cansancio y asintió.

–Desde luego. Pero no sé, ese desconocido tenía algo que... que me dio mucho miedo. Me dio la sensación de que me conocía de antes–

Michael frunció el ceño.

–¿Estás segura de que no te hizo nada?–

–Sí, de verdad. Estoy bien. Cuando le dije que no podía salir con él, se alejó, así sin más–

–Pues sí que estuvo extraño, pero olvídate ya mejor de ese sujeto. Aquí en Nueva York hay gente muy extraña, ya deberías de haberte dado cuenta– bromeó.

–Tienes razón, y pienso lo mismo. No hay razón para preocuparse–

–Mejor charlemos de cosas más agradables, como tú y yo por ejemplo– Michael la tomó de las manos y le sonrió.

Para ese momento, Ariana ya había analizado demasiado las cosas. Había aceptado darle una oportunidad a su apuesto, amable y honesto vecino, y ella... Ella había empezado a verlo como un posible compañero de vida.

Tenía que resignarse a que nunca más volvería a sentir un amor tan intenso como el que había vivido con Jack, y también debía olvidarse de él.

Sólo esperaba que Michael no fuese a mencionar el asunto del divorcio. Todavía no se sentía lista.

Exhaló y esperó a que Michael hablara.

–Yo... yo lo he estado pensando, y... Quiero saber cuándo es que se lo diremos–

–¿Le diremos qué a quién?–

Ariana se mostró confundida.

–A Aaron– respondió Michael. –¿Cuándo podré decirle a Aaron que estoy saliendo con su linda mami, y que la relación va muy en serio?–

Oh, no.

Aquello la desconcertó por completo.

No había esperado que Michael fuera a mencionarlo. No en ese momento desde luego.

Ella ni siquiera se lo había planteado, no había pensado en eso. No le había parecido importante todavía.

Negó sin pretenderlo, pero su cabeza se movió de un lado a otro.

La boca abierta en sorpresa.

–Michael...– intentó hablar. –Yo... yo creo que es muy pronto todavía–

¿Dejaría de ser pronto algún día? Fue la pregunta que se hizo Ariana mentalmente.

Sabía que así como ella no se sentía preparada para firmar los papeles de divorcio, Aaron tampoco se sentiría preparado para verla del brazo de otro hombre.

Su pequeño todavía aguardaba la esperanza de que pronto su papi regresara y los tres volviesen a ser tan felices como lo habían sido antes. No le agradaba nada eso pero tampoco podía llegar así como si nada y romperle las ilusiones de su corazoncito.

Michael exhaló.

–Te pido que me entiendas. Aaron es... es todavía muy pequeño. No va a entenderlo y prefiero esperar. Mi hijo es lo más importante para mí–

Él exhaló y volvió a tomarla de las manos.

–Lo entiendo perfectamente. Es tu hijo, y sabes que lo adoro. Soy muy consciente de que él viene incluido, y me encanta. Sólo quiero que lo tengas muy claro. No soy su padre, y no pretenderé serlo, pero quiero ser un amigo para él, te ayudaré a criarlo y cuidarlo–

La castaña lo miró conmovida.

–Te lo agradezco, Michael–

Él negó.

–No, no tienes nada que agradecer. Sólo pongo las cartas sobre la mesa–

–He sido afortunada de encontrarte–

–No, no. Nada de eso. El afortunado soy yo. Estoy ansioso de compartir mi vida con ustedes, y estoy hablando muy en serio, Ariana. Esto no es un pasatiempo para mí, es real. Quiero que un día seas mi esposa, tener hijos contigo, lo quiero todo. Espero no asustarte, sólo estoy siendo honesto. Y bueno, me queda claro que vamos paso a paso y que... tiempo al tiempo–

Demasiado tarde porque la castaña ya se sentía aterrorizada.

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Jack llegó hasta el lugar donde se suponía que se llevaría a cabo el negocio de Charlie y sus mafiosos.

La carretera estaba desierta a esas horas, a pesar de que todavía no era tan tarde. Las nubes eran pesadas, amenazaban lluvia.

Dejó la camioneta lejos de la ciudad, pero antes de bajar de ella miró aquella fotografía que le había dado fuerzas desde meses atrás... Ariana junto a Aaron.

Jack besó la foto en el relicario, e hizo una promesa en silencio. Después se bajó de la camioneta, y se adentró prontamente por el bosque.

Tenía solamente unas cuantas horas antes de que se dieran cuenta de que no había llegado a la pelea y que tampoco llegaría. Si todo salía bien, aquel no sería un asunto del que preocuparse.

Afortunadamente Espanto había aceptado cubrirlo mientras tanto.

Estaba fresco y el ambiente era un tanto frío, demasiado como para estar a inicios de primavera, y además, había empezado ya a llover, pero Jack estaba tan nervioso que apenas y lo percibió.

Se había llegado el día. En unas horas, iba a morir o iba a destruir a Charlie Hunnam. Cualquiera de las dos cosas podían suceder, y debía ser realista. Aún así estaba determinado a no dejarse vencer. Por su vida que iba a hacerlo.

El plan tenía que salir tal y como lo habían planeado.

Él estaría escondido en algún punto cuando se llevara a cabo el intercambio. Mientras tanto Punk estaría por ahí esperando el momento indicado para hacer el llamado en el que pediría refuerzos, para poder entrar y atacar. Hugh se encontraba haciendo guardia en casa de Punk, y cuidando que el Juez no intentara escapar, lo cual dudaban que lograra o siquiera intentara. Estaba atado de manos y pies y lo habían amordazado. Por su parte, y a votación de todos, April se encontraba resguardada de todo peligro, muy lejos de ahí.

Mientras seguía caminando, trataba de mirar a su alrededor, analizándolo todo.

De pronto, un fuerte brazo lo tomó de los hombros, y detuvo su caminar.

Jack se exaltó, y trató de soltarse para comenzar a pelear por su vida.

–Tranquilo, soy yo– susurró Punk por lo bajo.

El alma regresó a Jack, y también el aire a sus pulmones.

–¡Joder, Punk, me has dado un susto de puta madre!–

–He estado merodeando por el lugar. Están comenzando a llegar algunos de sus trabajadores justo por el lado norte, pero hasta el momento Charlie no ha aparecido–

–Genial, eso nos da más tiempo– dijo Jack pensativo.

–Ven conmigo. Tenemos que prepararte para la acción–

Pronto Punk llevó a Jack hasta la guarida que se había conseguido. Un hueco entre dos rocas que se camuflajeaba con algunos árboles torcidos.

Cuando llegaron, Punk abrió su mochila de viaje, y comenzó a sacar todas las armas.

–Creo que estas me las quedaré yo, por su tamaño es imposible que las escondas en tu ropa. Tú llévate mi calibre y la Cheytec, las he cargado con todas las balas posibles, y un cartucho de repuesto. Tenemos suerte de que esta noche esté fría, así podemos esconderte bien el chaleco antibalas. Pero de cualquier manera yo te cubriré las espaldas. Ah, y despreocúpate de cualquier cargo, me encargaré de que quedes al margen de todo esto. El hecho de ayudar a atrapar a Charlie, servirá perfectamente para que quedes absuelto de todo crimen y o complicidad–

–Punk...– dijo Jack de pronto, mientras tomaba con sus manos las armas. –Si esto falla, y muero...–

–No vas a morir, Reed– bramó Punk molesto. –Recuerda por qué has llegado hasta aquí. Recuerda en todo momento que tienes una mujer que te ama, y un hijo que te esperan–

Jack asintió. Aquellas dos personitas le daban una fuerza sobrehumana.

–Vamos a lograrlo, Punk– sonrió Jack convencido.

–Por supuesto. No puedes morir, y tampoco yo...– de pronto los ojos claros de Punk brillaron increíblemente a la luz de la noche. –Ayer me enteré de... bueno, ella me lo dijo durante la cena... April está embarazada–

Sin poder evitarlo, Jack abrió los ojos de puro asombro.

De hombre a hombre, Punk comprendió su expresión.

–El niño es mío. Hawke es estéril, pero aunque no fuera hijo mío, lo querría de igual manera sólo por el simple hecho de estar creciendo en el vientre de la mujer que amo–

Con una sonrisa sincera, Jack le sonrió.

–Te comprendo... Te comprendo mejor que nadie, Punk, créeme–

Ambos hombres compartieron una sonrisa en donde dejaban en claro, lo enamorados que estaban de sus respectivas mujeres.

Después, Jack sonrió abiertamente.

–Te felicito, viejo– exclamó contento. –Tener un hijo es como un regalo preciado, lo mejor que puede sucederte en la vida... Serás el cabrón más feliz del mundo. Te lo está diciendo un cabrón que ya lo vivió–

La sonrisa de Punk se hizo anhelante. Podía imaginar la vida que le esperaba junto a esa mujer tan fantástica, y junto al niño que habían procreado juntos.

–Pues bien, basta de sentimentalismos. Llegó la hora, Jack. Demostremos de qué estamos hechos–

Chocaron las manos como cerrando un pacto. Jack le asintió y suspiró. Se colocó el chaleco antibalas, y después de terminar de cerrarse la chaqueta, salió de la guarida.

Comenzó a caminar rumbo al norte del bosquejo, y cuando por fin vio luz se detuvo. Se mantuvo escondido tras al tronco de un árbol, y no por primera vez en su vida, se maldijo por ser tan alto. Iba a ser difícil mantenerse oculto debido a su corpulencia. Debía ser cuidadoso en extremo. Miró fijamente, aferrando la metralleta con la mano.

>Muy bien, Bestia, se ha llegado la hora<

Aquella era la pelea más importante de toda su vida. La pelea por su familia, y tenía que lucharla a muerte, costara lo que costara.

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–¡Muchísimas gracias! ¡Cielo santo, no puedo creerlo!– Ariana estaba emocionada y mucho más. Recién había llegado de su cita con Michael y lo primero que había sucedido al entrar a su departamento era darse cuenta de que su celular se encontraba sonando dentro de su bolso. Inmediatamente había corrido a responder y ahora agradecía profundamente el hecho de que esa llamada no hubiese ido a parar a su buzón de voz. –Sí, sí, sí, por supuesto, señor Braun. Ahí estaré. Y gracias de nuevo. Se lo agradezco en el alma–

Ariana colgó el teléfono, y la expresión en su rostro le dijo mucho a Sandra.

–¿Qué pasó?– preguntó curiosa al ver a Ariana muy contenta y con esa sonrisa grandísima en el rostro.

–¡Me están solicitando para un musical, mamá!– la castaña exclamó feliz, llena de emoción, aún sin poder creérselo. Corrió para abrazar a su madre.

–¡¿Qué?! ¡¿De verdad?!– Sandra estaba igual de entusiasmada.

–¡Sí, mamá! ¡¿Puedes creerlo?! ¡Es fantástico!–

–¿Pe...pero en dónde, o de qué?–

–En un musical que se estará presentando en el August Wilson. Será sólo un papel pequeño, y empezaré de bailarina, pero estoy segura que en cuanto el productor vea mi talento me ofrecerá algo mejor–

Sandra le sonrió contenta. Ella también confiaba en que el talento de su hija dejaría boquiabierto a cualquiera.

La abrazó por segunda vez y le besó la mejilla.

–Por supuesto que sí, querida. ¡Vas a arrasar con todos y todo!–

–Ahora sí– murmuró Ariana, más que nada para ella misma. –Mi vida está tomando las direcciones correctas–

«Direcciones correctas»

Y no lo decía solamente por esa nueva oportunidad.

Lo decía también por Michael.

Michael le había prometido que la haría inmensamente feliz, y que lo primero sería no presionarla. Él era consciente de los sentimientos de la castaña, y también era consciente de que seguía siendo una mujer casada, pero nada importaba porque la amaba y sabría esperarla.

Ariana quiso sonreír ante el pensamiento de pasar un futuro con él, pero de pronto tuvo una sensación extraña. Sintió que el corazón se le estrujaba y comenzaba a bombear con fuerza. Sintió enseguida que en ese momento estaba teniendo un vínculo con el hombre al que indudablemente seguía amando.

¿Podría algún día olvidarse de Jack Reed? ¿Podría construir un futuro con otro que no fuera él? ¿Lograría Michael Bakari lo que parecía imposible?

Ariana quiso desear que así fuera, pero en el fondo de su alma, hubo algo que le dijo que jamás sería así, y que aquel hombre moreno de ojos oscuros estaba cerca de ella, mucho muy cerca.

La sensación en su pecho no tardó mucho en aparecer. Fue algo así como una fuerte presión que la ahogó por un par de segundos.

Se recuperó al instante e hizo caso omiso.

–Me han pedido que vaya al teatro mañana a primera hora así que debo irme a dormir ya. ¿Aaron está dormidito?–

–Sí, Ari, desde hace un rato–

–Genial, me le uniré entonces–

–Claro, descansa que mañana te espera un gran día–

Ariana le sonrió a su madre y enseguida se encaminó hacia la habitación que ahora compartía con su pequeño.

Lo encontró durmiendo como el angelito que desde luego no era. Sonrió al verlo y su corazón rebozó de ternura porque era increíblemente lindo y dulce aunque fuera un pingo.

Se desvistió rápidamente y se colocó su pijama.

Enseguida se adentró en las colchas a su lado.

Le acarició la carita y sintió que su amor por él se desbordaba.

Lo sintió entonces removerse y ella susurró unas cuantas palabras amorosas y maternales para que no despertara y volviese a dormirse profundamente.

–¿Mami?–

–Shh, shh, tranquilo, mi amor. Descansa, vamos duerme, mi niño hermoso–

Aaron entrecerró los ojos luego de haber levantado la cabecita, al instante volvió a recostarse sobre su almohada.

–¿Mami, dónde está papi? Quiero ver a papi– sollozó en medio de sus sueños.

A Ariana se le rompió el corazón una vez más. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces se le había roto y no sabía si iba a resistir una más.

Todavía no entendía por qué cada vez que sentía que su vida empezaba a acomodarse, tenía que aparecer él para causar un caos en sus emociones y sentimientos.

La verdad era que aunque estuviese cerca de cumplir su sueño, y tuviese a su lado a un buen chico que prometía amarla, no podía dejar de extrañar a Jack Reed. Su sonrisa, su masculina voz, su sentido del humor, su manera de ver la vida, su aplomo, su seguridad, su cariño, su amor...

Las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas. Negó rápidamente y las limpió.

No quería llorar más. Estaba harta.

Pero esa sensación regresó sorprendiéndola de nuevo.

El dolor pasó a segundo término, y de pronto mezclado con ese pánico, sintió una desesperación agonizante... Como si estuviera en peligro, o como si alguien cercano a ella lo estuviera.

Su mente no pudo evitarlo.

Volvió a pensar en Jack.

–No...– susurró y su voz se quebró.

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Comentarios? Estamos a NADA del reencuentro de Ari y Jack, pero... ¿Creen que Charlie haga algo por impedirlo? Lxs leo

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