Capítulo 15

Ariana agregó un poco de blush en su rostro y terminó de colocar el rímel en sus largas pestañas. Faltaba pintar sus labios y darle un último retoque al maquillaje de sus parpados.

Maquillarse siempre era un largo y delicado proceso, pero en ese momento debía darse prisa. El evento al que asistirían comenzaría en menos de una hora, y debían estar puntuales.

Sonrió cuando observó el espejo con luces que Jack había llevado hacía sólo un par de días para ella. Era un lindo.

Pensaba en eso todavía cuando los toquidos en su puerta se escucharon.

–Pasa– sabía que era él.

Jack entró rápidamente y se acercó al tocador observando todo lo que había regado ahí.

–No te hace falta nada de eso– le dijo mirando la laexagerada e increíble colección de cosméticos.

La castaña sonrió.

–Eso lo dices porque eres hombre. Los hombres tienen suerte. Ustedes no tienen que maquillarse y de todos modos lucen bien. En cambio nosotras parecemos personajes de The Walking Dead–

–Qué tontería, claro que no– frunció el ceño Jack. –Bueno, al menos tú no–

–No sabes lo que dices– respondió Ariana con una risa irónica.

–Sé perfectamente lo que digo. Te he visto por las mañanas sin una gota de estas cosas, y no pareces ningún zombi. Al contrario, te ves muy linda–

Aquella declaración la hizo entonces girarse y mirarlo.

–¿Eso crees?– sus ojos marrones conectaron con los suyos. –¿De verdad crees que soy linda cuando no llevo maquillaje?–

Él tragó saliva.

Creer que era linda no era suficiente para lo que en realidad pensaba.

Ella era preciosa, y se lo parecía en cualquier manera, tanto al amanecer como cuando se arreglaba y quedaba despampanante.

Lo traía babeando por ella. Sentía que se moría por otro beso, y por mucho más.

Anhelaba tanto poder besarla, poder tocarla...

Los sueños húmedos que había comenzado a tener no hacían sino provocar que la deseara con mayor intensidad.

Las escenas aparecían nítidas en su mente. Él y Ariana besándose con pasión, envueltos en sábanas mientras sus cuerpos desnudos retozaban sobre el colchón una y otra vez. Era un simple sueño que rondaba su cabeza cada noche, pero Jack deseaba ardientemente que se hiciera realidad.

–Por supuesto– intentó sostenerle la mirada porque eso era lo que hacían los verdaderos hombres cuando le decían a una mujer lo bonita que estaba, sin embargo no lo consiguió por mucho. Enseguidala retiró bruscamente sabiendo perfectamente que quizá no podría seguirconteniéndose.

Ariana se ruborizó y desvió el rostro para no quedar en evidencia.

–Te ves muy bien esta noche– no pudo evitar decirle mientras continuaba ahora con su delineado perfecto.

–Gracias– respondió él como si su propio aspecto fuese lo último que le interesara.

Pero Ariana no estaba mintiéndole en lo que le decía.

Jack iba vestido con pantalones formales oscuros y una lisa camisa negra, pulcramente planchada.

Nunca lo había visto de aquel modo, y se veía guapísimo.

Ciertamenteese hombre se veía muy guapo en cualquiera de sus facetas. Con su chaqueta de cuero y sus botas gastadas, intentando aparentar ser muy rudo, quitaba el aliento. Con su mono de trabajo manchado de grasa de motor la volvía loca. Y cuando aparecía sin camisa con su short holgado y sus guantes de combate la hacía querer arrojársele encima.

Ella se sentía perdida. No había otra palabra para definirla.

Exhaló.

–¿Estás lista?– le preguntó él.

–Ya casi– contestó Ariana. –¿Puedes ayudarme a subir el cierre de mi vestido?–

Jack tragó saliva.

–Yo... yo... Claro– asintió. Sus dedos torpes se dedicaron entonces a ello.

Después la vio suspirar y acercarse al espejo.

La castaña se observó a sí misma mientras hacía una mueca de desagrado.

Para ese momento el embarazo comenzaba a mostrar su existencia, y eso era algo que la tenía muy nerviosa e insegura.

–¿Crees... crees que se note mucho?– se giró para que él la mirara de frente.

–¿Qué cosa?– le preguntó Jack con el ceño fruncido.

–Esto– Ariana se tocó la pequeña protuberancia que sobresalía de su vientre.

–¿Bromeas?– inquirió él.

–No, no estoy bromeando. Sólo quiero saber si se nota demasiado–

Jack negó rápidamente.

–Tienes ya cuatro meses, y apenas se te nota. Eso debería ser preocupante–

–Yo me siento como una ballena. Gracias al cielo este vestido es ajustado, y creo que me lo disimula un poco–

Detenidamente, él se ocupó de mirarla.

Ariana llevaba un vestido rojo que se ceñía a su cuerpo de manera exquisita. Sus pechos sobresalían haciéndola lucir fantástica. Estaba preciosa además con todo eso que se había puesto en el rostro. El embarazo se notaba, sí, pero muy poco. Seguía tan delgada como siempre, y hacía falta mirarla de perfil o de muy cerca para darse cuenta de que era una chica en estado de gestación. Pocas personas lo notarían, estaba seguro.

–No pareces una ballena. Si mal no recuerdo sólo has aumentado cuatro kilos–

–Cuatro kilos que se sienten como cien– replicó ella.

Jack solamente rodó los ojos.

Ambos caminaron hasta la sala, listos para marcharse.

Mientras él tomaba el mando de la televisión para poder apagarla, un anuncio del noticiero apareció en la pantalla.

Era John Van Acker en conferencia de prensa local hablando sobre el futuro de Van Acker Investments.

"–Han sido años de arduo trabajo que ha ido de generación en generación. En cada piedra de esta empresa se encuentra no solamente mi sudor y mi esfuerzo sino también el de mi padre, el de mi abuelo y el de mi bisabuelo. En este lugar, la descendencia es lo más importante, y es por eso que hoy me enorgullezco en anunciar a mi hijo mayor, mi heredero y mi gran orgullo, como mi próximo sucesor, Drew, quien próximamente estará graduándose de Berkeley en mercadotecnia–"

Los aplausos en la televisión comenzaron a escucharse, y entonces él aparecía agradeciendo por las palabras de su padre, y tomando el micrófono para dar su propio discurso.

–Apágala– la voz de Ariana no titubeó. Realmente no deseaba seguir viendo ni escuchando nada acerca de aquel sujeto. El padre de su hijo.

La angustia se vio reflejada prontamente por todo su rostro. Era evidente que volver a ver de Drew, aunque fuese sólo por televisión, la había afectado en sobremanera.

Intentó recuperarse.

Jack la observó con cautela. No pudo evitar sentirse terriblemente. Odiaba que hubiesen tenido que verlo. Habían estado tan bien sin saber de él, pero ahora eso se había arruinado.

–Lamento que vieras eso– le dijo con seriedad.

Ariana desvió su mirada para no soltarse a llorar ahí mismo. Realmente lo último que deseaba era que Jack la viera llorando por Drew. Además no podía arruinar su maquillaje.

–¿Podemos irnos?– intentó olvidarse de lo que acababa de suceder, hacer como si no hubiese ocurrido, solamente irse al evento de Mark y ya.

Pero Jack se quedó muy quieto en su sitio sin moverse ni siquiera un poco.

Sus ojos oscuros estaban todavía fijos en ella.

–Tengo que preguntarte algo importante–

–¿Tiene que ver con Drew?– Ariana no quería seguir hablando de él. No quería volver a mencionarlo nunca. No quería que fuese tema de conversación entre ella y Jack.

–Sí– fue la respuesta. Un silencio se escuchó entonces. Por unos cuantos segundos ninguno de los dos habló, hasta que Jack hizo su cuestionamiento. –¿Todavía lo amas?–

La pregunta quedó colgada en el aire.

La mirada de Ariana destelló posiblemente debido a las lágrimas que había estado conteniendo.

–¿Por qué me preguntas eso?–

Jack exhaló.

–Mera curiosidad– respondió simplemente.

La castaña se lo pensó por unos cuantos momentos.

Ni siquiera había vuelto a pensar en Drew, no hasta esa misma tarde en que lo había visto en las noticias locales. Todo en lo que pensaba últimamente era en Jack...

Ese apuesto y noble peleador no salía de su mente ni un solo instante. Drew había llegado a convertirse en un recuerdo lejano. Muy lejano.

Oh, pero no podía decírselo. Jamás.

Tan solo debía mentirle.

Bajó la cabeza para no tener que seguir mirándolo, y eso fue exactamente lo que hizo. Le mintió.

–Sí–

Jack había estado preparado para aquella respuesta. A pesar de ello le dolió como el infierno.

Desde luego debía fingir que no le había afectado. Pero aún más que eso, debía volver sus pies al suelo, debía recordarse que no podía volar tan alto. Ariana no era suya. Nunca lo sería. Más valía que dejara de tener esos pensamientos ridículos con respecto a ella.

–Creo que ya es hora de irnos–

Ariana no pudo estar más de acuerdo.

Inmediatamente los dos salieron del departamento.

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Jack condujo alrededor de cuarenta minutos, pues la casa del alcalde resultó ser una hacienda a las afueras de la ciudad.

Después de aparcarse, salió del vehículo y se apresuró para ayudar a Ariana.

El tema de Drew había quedado olvidado y ninguno de los dos había vuelto a mencionarlo, así que se encontraban más relajados.

–Caramba, jamás pensé que algún día estaría si quiera cerca del alcalde de Boca– exclamó Jack un tanto sorprendido.

La entrada de la hacienda se encontraba muy concurrida. Los autos seguían llegando, las personas seguían entrando.

El jardín era hermoso, y la gigantesca casa lo era mucho más.

–Debemos darnos prisa. Seguro Mark nos está esperando– le dijo Ariana.

–Sólo aguarda un momento– Jack detuvo su camino y se dirigió hacia una de las cercas de los límites de la vivienda.

Entonces los ojos de Ariana se abrieron de par en par, sorprendidos en cuanto lo vieron de espaldas, separando las piernas y abriéndose la bragueta como si fuese un niño pequeño. Lo siguiente que se escuchó fue el chorro de pipí cayendo en el pasto.

¡Cielo santo, y en la casa del alcalde!

Estaba loco.

Cuando él regresó, la castaña seguía mirándolo atónita.

–¿Puedes darme un poco de ese gel desinfectante que llevas siempre en tu bolso?– le preguntó inocentemente. –Ya sabes, por eso de estrechar manos una vez que entremos ahí–

–Eres increíble– fue lo único que pudo decir Ariana mientras reía, y le daba un poco de gel para que se lo untara en las manos.

Prontamente los dos entraron a la casa.

Desde el primer instante en el que estuvieron dentro, llamaron indudablemente la atención de muchas personas en el lugar.

Eran una pareja joven y atractiva, además de que la altura descomunal de Jack jamás, jamás, pasaría desapercibida por nadie.

Ariana no pudo evitar sentirse demasiado insegura cuando se dio cuenta de que algunos de los ojos que los miraban pertenecían a amigos y conocidos de sus padres.

A su lado, Jack la sintió tensarse. Pudo imaginarse el motivo, después de todo, hacía muy poco tiempo ella se había rodeado de esas personas.

–Tranquila– bajó hasta ella para poder llegar a su oído. –Estoy contigo. Puedes apoyarte en mí–

Todavía no conseguía comprenderlo, pero la voz de Jack siempre la tranquilizaba cuando más inquieta y angustiada se sentía. Ariana se lo agradeció muchísimo. De inmediato rodeó su musculoso brazo, permaneciendo muy cerca de él.

Sorpresivamente comenzó a sentirse más segura. Protegida.

Exhaló con alivio.

En ese momento Mark apareció sonriéndoles.

–Gracias por estar aquí– les dijo a ambos. –Ariana, estás hermosísima– la saludó con un beso en la mejilla. –Jack, te ves muy bien vestido así. Das el porte, hijo, oh pero déjame arreglarte esto– inmediatamente alzó sus manos para acomodarle el cuello de la camisa.

–¿Llegamos a tiempo?– preguntó el joven peleador.

–Sí, están junto a tiempo. Ariana, puedes darme tu abrigo para llevarlo al armario–

Con ayuda de Jack, la castaña se deshizo de su bonito abrigo blanco, ocasionando que su vientre quedara en evidencia.

Maravillado, Mark alzó los ojos y su sonrisa se hizo más abierta.

–Qué linda se ve esa pequeña pancita–

Jack se paró en seco esperando que el comentario no fuese a hacer sentir mal a Ariana. Afortunadamente ella simplemente le sonrió.

–Bien. Les explicaré qué es lo que quiero que hagan. ¿Ven esa mesa de allá?– señaló el centro del salón. –Ahí estarán ustedes. Serán los encargados de recibir los cheques de las donaciones. Si todo sale bien, los niños de la casa hogar no sólo tendrán camas nuevas y un patio en condiciones para que puedan jugar, sino también podrán disfrutar de una Navidad de verdad. Yo les diré cuando se llegue el momento. Por ahora no se preocupen, sólo disfruten de la fiesta– palmeó los brazos de ambos, y se retiró.

Ariana y Jack se quedaron solos entonces.

No tenían idea de qué es lo que harían mientras se llegaba el momento de ponerse a recaudar las donaciones.

–¿Quieres bailar?– le preguntó Jack.

La castaña dio un respingo de sorpresa.

–¿Tú bailas?–

–¿Sorprendida?– dijo divertido.

–Algo– admitió.

Él alzó su mano para que ella la tomara.

Juntos se encaminaron hasta la pista de baile mientras Always On My Mind de Elvis Presley sonaba de fondo.

Un tanto nerviosa, Ariana se dejó sujetar por los brazos de su marido. Bailaron muy cerca el uno del otro. Escuchando sus respiraciones, sintiendo los latidos de sus corazones.

El corazón de Jack galopeó. ¡Mierda! La chica se sentía bien contra él. Demasiado bien.

Ella era más suave que nada de lo que hubiese tocado nunca.

Captó el tentador olor de su perfume. Su aroma a flores lo volvió de pronto loco con la necesidad de abrazarla, de tocarla. De hacerla suya.

Para siempre suya...

Ariana se abrazó a su pecho y suspiró.

En días pasados había estado intentando convencerse de que no estaba enamorada de ese tierno peleador de artes marciales. Convencerse de que era puro agradecimiento lo que sentía por él.

Por otro lado, sabía bien que no era así.

Cielo santo, ¿pero cómo iba a creer que todo era simple gratitud? Él era tan lindo, tan monumentalmente guapo.

Ella levantó la vista hacia aquel hombre de ensueño, de casi dos metros de estatura.

Estaba segura de que así se pusiera sus stilettos más altos, no podría alcanzarlo.

Le gustaba muchísimo. Le gustaba la forma en que reía, sus réplicas, su sentido del humor irónico. Era poco sofisticado y muy malhablado, pero también era inteligente, astuto, fuerte, valiente. Todo eso en él le encantaba. Lo consideraba maravilloso.

Y lo amaba.

Tres minutos con veintiocho segundos duró la canción, pero ellos la sintieron como una eternidad. Un mundo alterno en donde únicamente existían los dos.

Cuando terminó, regresaron a las orillas de la pista.

–No lo haces mal– la castaña arqueó una ceja y le sonrió.

–Viniendo de ti, la bailarina estrella de Worthington, entonces lo creo–

–¿Cómo que la bailarina estrella de Worthington?– inquirió Ariana.

–Así te llamaban en la escuela. Decían que eras una presumida– bromeó.

–¿Y tú también lo creías?–

Jack se inclinó de hombros.

–Bueno... sí– admitió.

Ella abrió la boca con ofensa.

–¡Yo no soy ninguna presumida!– exclamó Ariana vehemencia.

–Vamos, sí lo eres un poco–

La castaña se cruzó de brazos.

–Bien. Lo aceptaré, si tú aceptas que también eres un presumido–

–¿Presumido yo? ¿Y yo por qué?–

–Pues por tu altura, y porque sabes que eres perfectamente capaz de patearle el trasero a quien quieras–

Jack no pudo evitar soltar una carcajada.

Ciertamente se la pasaba muy bien con ella. Ariana era muy ocurrente. Le gustaba que siempre le regresara la pelota cuando le hacía sus bromas.

–Me gusta verte sonreír– le dijo la castaña sin saber por qué.

Su marido se detuvo observando sus bellos ojos marrones. A él también le gustaba verla reír porque se le hacían unos hoyuelos preciosos. En realidad le gustaba todo de ella... Su nariz pequeña y respingona, sus pómulos femeninos, y esa mirada tan... ¡Oh, joder!

De nuevo estaban acercándose. Sus cuerpos cerca una vez más. Sus rostros, sus bocas...

Pero Mark se acercó irrumpiendo el momento.

–¿Me harían un favor?– les preguntó.

–Claro, para eso estamos aquí. A tus órdenes viejo– respondió Jack.

Ruffalo sonrió, y palmeó su brazo.

–Todavía no es lo de recaudar las donaciones. Esto es algo sencillo. Necesito que me cuiden a estos tres niños– enseguida mostró a los pequeños que no parecían tener más de siete años, y que permanecían a su espalda. –Son de la casa hogar y los han traído aquí, pero no ha venido nadie que los acompañe. Creo que no tienen mucho personal. ¿Pueden hacerlo ustedes?–

–Cuenta con eso– contestó Jack.

Ariana también asintió.

Mark fue hacia ellos, y los acercó.

–Sus nombres son Shane, Ben y Max– dijo presentándoles al rubiecito, al morenito y al de cabello oscuro rizado. –Están aquí porque han preparado un número musical para todas estas personas. Subirán en veinte minutos al escenario. Vigílenlos mientras tanto, oh y por favor, hagan que se pongan esto– les entregó tres corbatas tamaño infantil, y prontamente desapareció pues debía encargarse de unos cuantos asuntos más.

Jack y Ariana miraron fijamente a los tres niños.

–Eh... bien, enanos. Ya escucharon lo que dijo Ruffalo, así que...–

–¡No subiremos a cantar esa tonta canción!– exclamó el rubio mientras se cruzaba de brazos con gracioso enfado.

–¿Qué? Pero tienen que hacerlo– Jack frunció el ceño.

–¡No, no lo haremos!– respondió el de cabello rizado.

Tanto Jack como Ariana se miraron sin saber qué hacer.

Entonces para sorpresa de ambos, Ben, el pequeño de raza afroamericana, le soltó una patada en la espinilla a Jack, haciéndolo quejarse y encorvarse de dolor.

Un segundo después, los tres salieron corriendo de ahí.

–¡Joder!– exclamó indignado y molesto.

–Genial– la castaña murmuró con sarcasmo. –Tenemos que encontrarlos o Mark nos matará–

Él asintió en acuerdo.

Inmediatamente comenzaron a buscarlos por todo el salón, intentando pasar desapercibidos por entre todas las personas.

Luego de diez minutos, se frustraron pues no consiguieron encontrarlos.

–Es por esto que no soporto a los niños– dijo Ariana preocupada. –¿A ti te gustan?– la pregunta lo sorprendió.

Jack se hundió de hombros. Se recordó entonces a sí mismo jugando con los hijos de las familias de acogida, ayudando a sus madres a cambiarles el pañal y esas cosas.

–Creo que sí– realmente nunca se lo había cuestionado, pero sí. Le agradaban. Eran graciosos, aunque ese trío de revoltosos estuviese haciéndolos sudar de preocupación. –Será mejor que nos separemos, así tenemos más posibilidades de encontrarlos–

La castaña asintió y enseguida se separaron tomando rumbos distintos.

Momentos más tarde, Ariana encontró al rubiecito. Su nombre era Shane si mal no recordaba.

Estaba devorando una gran parte del pastel que más noche darían a los invitados.

Con rapidez corrió hasta él logrando alejarlo.

Una vez estuvieron lo suficientemente alejados, lo miró con reprimenda.

–¿Sabes la cantidad de carbohidratos que tiene esa cosa repleta de azúcar? Puede hacerle un daño terrible a tu estómago–

Ella había esperado que el niño le replicara o algo, pero eso no sucedió. Tenía toda su carita llena de betún y boronas de pan, se llevó de pronto sus manos a su pancita.

–¿Qué? ¿Qué sucede?– le preguntó al ver la expresión de malestar.

–No... no me siento bien– respondió. Pareció marearse. –Creo que quiero vomitar–

–Ay no, no me hagas esto...– suplicó Ariana. Cerró los ojos y supuso que ella también terminaría vomitando, aun así se armó de valor y tomó su pequeña manita para conducirlo hasta el baño.

Sin embargo antes de que pudiesen entrar Shane se detuvo.

–No entraré ahí– le dijo ceñudo.

–¿Por qué no?– ella estaba aterrada de que él terminara vomitando frente a todos.

–Porque es el baño de mujeres. No lo haré y punto– estaba renuente.

Ariana supo que no habría poder en el mundo que hiciera a ese pequeño machito cambiar de opinión. 

Rodó los ojos irritada. ¿Por qué los hombres siempre eran tan complicados?

–Bien– aceptó. Entonces lo condujo hasta el baño de caballeros.

Los hombres que se encontraban dentro se sorprendieron al verla. Un sujeto que se encontraba en el orinal, se sobresaltó, y de inmediato guardó lo que ninguna dama debía ver en circunstancias como aquella. Ruborizado salió a toda prisa.

Ella los ignoró a todos y abrió prontamente uno de los cubículos para que el rubiecito pudiese vomitar. Luego se alejó dos pasos, se giró, cerró sus ojos y también sus oídos pues no quería ver ni escuchar nada de lo que estuviese ocurriendo con ese niño y su indigestión a causa de tanto gluten y endulzante procesado.

–¿Terminaste?– le preguntó con cautela.

Segundos después él apareció.

–Sip– contestó alegremente.

Al escucharlo, Ariana entonces se animó a mirarlo. Se veía de mejor aspecto.

–Salgamos de aquí antes de que alguien venga y me acuse de algo vergonzoso–

Prontamente los dos salieron del baño.

–Eso fue horrible– exclamó Shane convencido de que nunca más volvería a comer pastel de manera tan desenfrenada.

Ella exhaló.

–Te entiendo. Este bebé me hace vomitar todo el tiempo. Es espantoso– dijo señalándose la protuberancia de su vientre.

Las sorprendidas rubias cejas del niño adornaron la curiosa carita.

–¿Tienes a un bebé ahí dentro? Creí que te habías comido una sandía–

Ariana no pudo evitar reír.

–Ojalá fuese una sandía, pero es un bebé– respondió resignada.

–Wow– Shane todavía estaba sorprendido, y fascinado también. –No sabía que alguien podía nacer así. Me preguntó cómo habré nacido yo. ¿Me trajeron los extraterrestres o nací de un huevo?–

Ariana frunció el ceño. No pensaba darle clases de Biología, pero tampoco quería que viviera en la ignorancia.

–Nada de eso, Shane. Tú al igual que todos, naciste del vientre de una madre–

El niño negó con una exclamación de desacuerdo.

–Claro que no. Yo no tengo mamá, así que no pude haber nacido así–

Aquella contestación dejó a la castaña sin habla.

¿Qué iba a decirle? ¿Que si tenía mamá, pero que lo había abandonado?

¿El hijo que crecía en su seno preguntaría alguna vez por ella? ¿Se cuestionaría por la identidad de la mujer que lo había engendrado?

Realmente esperó que sus padres adoptivos nunca, nunca, fuesen a decirle la verdad. Era una de las cláusulas que dejaría en el momento de la adopción. Que nunca le dijeran que era adoptado.

Exhaló.

–¿Te parece si nos reunimos con los demás?– le preguntó dejando de lado el otro tema de conversación.

Resignado, Shane asintió.

Encontraron a Jack casi por la entrada de la casa. Afortunadamente traía consigo a los otros dos niños. Uno de ellos caminaba a su lado, pero llevaba la cabeza y su cabello húmedos, como si hubiese tomado una ducha. Al otro lo traía cargado como si fuese un costal de patatas.

–¿Qué sucedió?– le preguntó Ariana consternada.

–Encontré a este intentando escalar los peldaños del exterior– dijo señalando al que llevaba en su hombro. Después lo dejó en el suelo. –Y a este a punto de echarse un clavado en la piscina del patio trasero–

Con ojos sorprendidos, la castaña los observó. Lo que parecía una docena de niño, y en realidad sólo eran tres. En unos cuantos minutos tendrían que subir a cantar, y estaban hechos un desastre.

–¿Puedes conseguirme una toalla?– le pidió a Jack.

Él asintió de inmediato y se marchó para cumplir con el pedido.

–Escuchen...– empezó a hablarles Ariana. –Tienen que subir y hacer su número musical–

–Pero es tonto– se quejó Shane.

–Se reirán de nosotros– secundó Ben.

–Nadie va a reírse. Además, sus amiguitos de la casa hogar tienen puestas todas sus esperanzas en ustedes, ¿no lo ven? De su actuación depende la cantidad de donaciones que toda esta gente hará–

Jack regresó con la toalla, y se la tendió.

Ariana la tomó utilizándola para secar a Max.

–Deben ir y no sólo cantar, sino también lucir adorables. Mientras más adorables parezcan, las personas donarán más dinero. Así tendrán comida y muchos juguetes esta Navidad. ¿Creen que puedan hacerlo?–

Emocionados, los tres niños asintieron.

Jack alzó sus cejas sorprendido.

Ella exhaló contenta de haber logrado su cometido. Inmediatamente tomó las pequeñas corbatas, y se las colocó a cada uno. De su bolso sacó un peine y arregló sus cabellos.

Les sonrió.

–Se ven muy monos–

Aún así las expresiones de los niños ya no eran de renuencia, sino de nerviosismo.

–Estamos nerviosos– le dijo Shane.

–Sí, nunca hemos cantado en frente de tantas personas– replicó Ben.

–¿Y si me hago en los pantalones?– exclamó Max con sobresalto.

Ariana negó de inmediato.

–Les daré unos tips que a mí me ayudaron muchísimo cuando iba comenzando... Primero, deben mentalizarse, decirse a ustedes mismos ¡Lo haré genial! y después, imaginarse a cada persona del público sin cejas–

Los niños comenzaron a reír.

–¿De verdad sin cejas?–

–Sí, sin cejas, y sin dientes también. Eso los hará olvidarse de los nervios. Lo prometo–

–De acuerdo– asintieron los pequeños. Luego chocaron los cinco con ella.

–¿Están listos?– les preguntó Mark acercándose.

–Más que listos, Mark– aseguró Ariana.

–Perfecto. Andando, niños. Corran al escenario–

Ellos asintieron y corrieron colocándose frente a sus respectivos pedestales con micrófono.

–Gracias, chicos– les agradeció Mark, después volvió a marcharse.

–Eso fue bastante impresionante– le dijo Jack cuando se quedaron solos. –Me refiero a tu nivel de persuasión– a decir verdad, en el fondo no estaba tan sorprendido.

Esos tres habían caído rendidos ante la belleza y carisma de Ariana. Eso no lo sorprendía en nada, sino más bien lo comprendía.

¡Vaya que sí!

–Ya ves, casi siempre cumplo lo que me propongo–

–Lo veo. Lo veo– asintió Jack maravillado.

Enseguida los dos se pusieron a observarlos mientras cantaban Twelve Days Of Christmas.

Se veían adorables, casi como si no rompieran ni un plato.

El público los miraba con ternura. Eso los hizo sonreír. Seguro habrían muchas donaciones, y la casa hogar recibiría una buena ayuda.

Ariana se encontraba absorta en aquellos pensamientos, tanto que no se dio cuenta de que una mujer se había acercado a observar. Pegó un brinco de sorpresa cuando la escuchó hablar.

–¿No son hermosos?– preguntó y luego bebió de su ponche.

–Sí, lo son– concedió la castaña para enseguida regresar su atención a la presentación.

–Pobres criaturas. Están solos en este mundo– continuó hablando la desconocida. –Ninguna madre debería abandonar a sus hijos. Eso es monstruoso–

A Ariana le dio un vuelco.

–Quizá... quizá esas madres tuvieron razones muy poderosas para hacerlo– respondió con voz temblorosa.

La mujer bufó.

–¿Razones? No hay razón alguna para el abandono de un hijo. Si no querían ser madres, el aborto es su mejor opción. ¿Para qué traer al mundo niños inocentes a sufrir?–

La joven embarazada no tuvo entonces nada para replicar. Ella tenía razón.

Sus palabras la hicieron llenarse de lágrimas.

–Ariana, ¿puedes venir conmigo un momento?– la voz de Jack la llamó.

Él había estado a su lado escuchando la conversación. Gracias al cielo estaba ahí para rescatarla.

Un tanto aturdida, asintió. Los dos se alejaron de la señora.

–Tranquila. Olvida todo lo que te dijo–

–No lo voy a olvidar, Jack– respondió la castaña al borde del llanto. –Ella tiene razón. Las mamás que abandonan a sus hijos son... son monstruos–

–¿Y qué me dices de los padres? ¿Por qué toda la culpa debe caer siempre en las madres?– él estaba enfadado. No pudo evitar recordar el rostro de Drew Van Acker. Maldito cobarde de mierda. Deseaba tanto romperle la cara de muñeco de porcelana que tenía.

–Esto no tiene nada que ver con eso–

Ella lo seguía defendiendo... A Jack le dolió el pecho.

–Yo... yo debí haber sido más valiente ese día en la clínica. Debí haber seguido con los planes de abortar–

–Eso ya pasó. No vale la pena que sigas reprochándotelo–

–¿Cómo no voy a reprochármelo si ahora por culpa de mi cobardía, habrá un niño más abandonado en el mundo?–

De nuevo Jack negó.

–No será así. Tú no vas a dejarlo a su suerte al pie de una iglesia o un sitio de esos. Tú buscarás a una familia buena para él–

Ariana bajó el rostro.

–Quizá sea cierto lo que dices. Pero eso no borrará el hecho de que lo abandonaré–

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Una hora más tarde, Jack y Ariana se encontraban ya en la mesa de donaciones registrando a todas las personas que se acercaban con sus aportaciones.

Gracias al cielo llevaban ya una muy buena cantidad. Había sido buena idea llevar a los niños, pues todos habían quedado maravillados con su número musical, lo que había motivado a todos esos ricos a que aportaranmucho más.

Sin duda alguna la casa hogar celebraría una Navidad como nunca antes.

La castaña sonrió contenta por ello. Se había olvidado por completo del inconveniente de momentos antes.

En ese instante Mark la llamó haciéndola levantarse de la mesa tanto a ella como a Jack.

–El cantante invitado me ha cancelado. No tengo a nadie que cante durante la cena. En los boletos prometimos que habría música. Lo de los niños fue lindo, pero estas personas pagaron por un espectáculo más profesional–

–Ariana puede cantar– ofreció Jack prontamente.

Los ojos de Mark brillaron con esperanza.

–¿Sabes cantar?– le preguntó con una sonrisa gigantesca.

–Sí. Sí, yo puedo ayudarte con eso–

–Excelente, excelente, Ariana. Me has salvado por partida doble esta noche. Ven conmigo– la tomó de la mano y la llevó cerca del escenario.

De camina ella se giró para mirar a Jack. Se hundió de hombros. Él le sonrió. Sabía de antemano que lo haría magnifico.

–¿Conocen Natural Woman de Aretha Franklin?– les preguntó la castaña a los miembros de la orquesta, una vez que se acercó a ellos.

Los músicos asintieron.

–Perfecto, la cantaremos en do, ¿de acuerdo?– de nuevo asintieron. Ella les sonrió. Se giró después con Mark. –¿Puedes conseguirme un vaso con agua para vocalizar?–

–Claro que sí– respondió Ruffalo alejándose a toda prisa para conseguirle lo que pedía.

Ariana asintió y se dispuso a esperar.

Se llevó una enorme sorpresa cuando vio que Pete Davidson caminaba hacia ella.

¿Qué hacía él ahí?

Oh, claro. Era hijo de un empresario millonario. No debía extrañarla.

–Ari, qué gusto verte. No pensé encontrarte en este evento– le sonrió. Su sonrisa era gigantesca. Abarcaba gran parte de su afilada y larga cara.

–Oh, hola, Pete– lo saludó cortésmente. –Estoy haciéndole un favor a un amigo–

–Eso explica por qué te vi en la mesa de donaciones. Mi padre hizo una transferencia esta mañana, pero le diré que haga una más. Todo sea por ayudar a esos niños–

–Estoy segura de que se lo agradecerán mucho– respondió ella por decir algo.

–Sí, y bueno. Quería acercarme a saludarte pero te vi muy ocupada. Ahora supongo que estás libre, ¿no? Podemos charlar–

–En realidad estoy a punto de subir a cantar– Ariana le señaló el escenario.

Pete abrió los ojos con emoción.

–¿De verdad? Fantástico. En un principio no quería venir, papá y mamá me obligaron pero ahora estoy contento de haber venido– comentó sin tomar en cuenta lo egoístas que sonaban sus palabras. –No sólo te he encontrado aquí, sino que además podré disfrutar de tu angelical voz–

Cuando años atrás ese chico se había mudado a Canadá, Ariana se había olvidado por completo de él. No había vuelto a recordarlo, ni siquiera le había dedicado un solo pensamientos después de que se fuera. Verlo regresar, y sobre todo tan cambiado, la había sorprendido un poco pero todavía no entendía por qué desde su regreso le hablaba con tanta familiaridad, o por qué demonios le había propuesto matrimonio cuando la noticia de su embarazo se había desatado en la escuela. Era cierto, se conocían desde la infancia, probablemente desde bebés ya que pertenecían al mismo círculo social y encima eran vecinos. Sin embargo nunca habían sido amigos, sino todo lo contrario. Pete había sido un niño con sobrepeso muy notorio, siempre había sido el gordo, el bicho raro, la burla de todos, y desde luego para ella no había sido la excepción. Todavía recordaba muy bien esos comentarios hirientes que solía decirle. ¿Acaso él los había olvidado? ¿No debería odiarla por haber hecho de su infancia una pesadilla en lugar de estar tan contento de verla?

La castaña no se sentía orgullosa de haber sido tan malvada, pero no podía hacer nada por regresar el tiempo.

–Escucha, yo... No quiero quitarte tiempo, sólo... Bueno... Hay algo que quiero decirte. Yo sé acerca de tus planes–

Ariana dio un respingo y lo miró con el ceño fruncido.

–¿Mis planes?–

–Sí. Sé que darás a tu hijo en adopción, y después te irás a Nueva York a buscar ser una estrella. Y antes de que me lo preguntes, te escuché a ti y a Liz hablando sobre esto en la escuela, cuando todavía asistías a clases–

¡Santo cielo!

Horrorizada, Ariana lo miró mientras una alarma interna en ella se activaba.

¿La había escuchado hablando con Liz?

>¡Ay nooo!<

No era bueno que alguien que no era de su entera confianza, como su hermana o su mejor amiga, estuviese enterado de todo aquello. Su secreto peligraba.

–¿Qué...qué más es lo que sabes?– le preguntó seriamente.

–Si te refieres a que Jack no es el padre sino Drew, también eso lo sé–

Ariana estuvo a punto de irse de espaldas.

Pete lo sabía. ¡Lo sabía todo!

Comenzó a alterarse y estuvo a punto de soltarse a llorar.

–Oye, pero no te pongas así– le dijo Pete de inmediato. –Yo no pienso decírselo a nadie. Todos tus secretos están a salvo conmigo, Ariana. Puedes confiar en mí. Quiero ayudarte. Cuando te propuse matrimonio fue porque... en serio me importas. Y bueno... decidiste casarte con... con ese... Jack Reed. Lo entiendo, entiendo que hayas preferido casarte con un don nadie para permanecer bajo perfil. Quizás casándote conmigo hubieses tenido más atención de la deseada, pero aun así tienes todo mi apoyo– se acercó a ella, y con su mano acarició su rostro.

A la distancia, Jack los observó preguntándose quién demonios era ese imbécil y por qué diantres se atrevía a tocarla.

Apretó sus puños mientras su mente gritaba una orden para que el desconocido le sacara las manos de encima a su mujer.

¿Su mujer?

La realidad lo golpeó más fuerte que cualquier otra cosa.

Tuvo que recordarse que ella era su esposa legalmente, pero no su mujer. Él sencillamente no tenía un solo maldito derecho a sentirse celoso o posesivo.

La chica no le pertenecía. Jamás debía olvidarlo.

Dio media vuelta y prefirió no mirarlos más.

Aceptó una copa de brandy cuando se la ofrecieron. Un trago le caería bien.

–Pete...– Ariana realmente no sabía qué decir. –Te agradecería que no comentaras esto con nadie. Especialmente con tus padres. Ellos podrían decírselo a los míos y...–

–Tranquila, no lo haré. Ya te lo dije. Confía en mí. Yo te ayudaré–

¿Debía confiar en él? Tenía que hacerlo. No le quedaba otra opción.

–Gracias– respondió con frialdad.

–Sólo... ¿puedo hacerte una pregunta?–

Lo que deseaba era que Pete se marchara y la dejara en paz.

–Adelante– consintió ella.

–¿Te divorciarás una vez haya nacido el hijo que esperas, o... o ese marido tuya forma parte de tus planes a futuro? Supongo que te casaste solamente por tu embarazo–

Ariana exhaló.

–Voy a divorciarme, Pete– no tenía caso responder a eso con mentiras, si al final de cuentas estaba enterado de lo demás. –Una vez haya dado a luz, y... llevado a cabo mis planes, me iré de Boca y no volveré jamás. Dejaré atrás todo lo que me ate a esta ciudad. No me importa nada más que cumplir mi sueño–

Él asintió contento.

–Claro, claro. Te entiendo, y me da un gran alivio saber eso, aunque no del todo. Me tomé el atrevimiento de investigar a Reed. No confío en él. Fue un adolescente muy problemático, encima se dedica a pelear en jaulas. Quizás deberías reconsiderar el hecho de estar viviendo con él. Me da escalofríos sólo de pensar que vives con un tipo tan violento. Yo puedo ayudarte a conseguir un sitio para que estés a salvo... –

Entonces Ariana negó. No soportó seguir escuchándolo.

–Pete...Pete, alto– lo paró. –Te agradezco mucho por... por querer ayudarme, y por no contarle a nadie mis asuntos, pero voy a pedirte un favor... No juzgues a Jack por su apariencia o su pasado. Él ha sido muy bueno conmigo–

–Ya, claro. Porque seguro le gustas. ¿Crees que un sujeto así está siendo bueno contigo, y ayudándote sólo porque sí? Apuesto a que está interesado en el dinero de tu familia o... en tu cuerpo–

Ella dio un paso hacia atrás. Casi deseó golpear a Pete. Intentó tranquilizarse.

–No te atrevas a hablar mal de Jack frente a mí de nuevo– su voz fue firme, clara. Lo miró con seriedad.

Gracias al cielo Mark apareció con su vaso de agua.

–Disculpa la demora. La cocina estaba hecha un caos. Ya es hora de que subas pero puedo retrasarlo cinco minutos–

Ariana negó.

–Ya no necesito al agua. Subiré ya mismo– le respondió más relajada.

Ruffalo asintió. La ayudó a subir al escenario, y después ajustó el pedestal a su altura.

Los presentes se quedaron en silencio y le prestaron toda su atención.

Una persona encargada del sonido le entregó un micrófono inalámbrico para que anunciara la siguiente presentación.

–Me complace mucho anunciarles a una cantante muy especial. Un aplauso por favor para Ariana–

Mientras las personas aplaudían, la castaña inhaló aire, y lo exhaló.

–Es un gusto estar aquí con ustedes, aportando a esta noble causa. Espero disfruten la canción–

El piano comenzó la melodía. Ella cerró sus ojos y se preparó para cantar emitiendo primeramente suaves melismas producidas por la perfección de sus cuerdas vocales.

Looking out on the morning rain, I used to feel so uninspired. And when I knew I had to face another day... Lord, it made me feel so tired. Before the day I met you, life was so unkind, but you're the key to my peace of mind... 'Cause you make me feel. You make me feel. You make me feel like A natural woman...

El público demostró enseguida expresiones de aprobación. Asentimientos y suaves sonrisas en señal de que les agradaba y estaban disfrutando del show.

Jack se cruzó de brazos, olvidándose del conflicto mental de momentos atrás, y sonrió. Su voz era increíble. No dejó de observarla ni un solo momento. No quería perderse de nada.

I didn't know just what was wrong with me... 'Til your kiss helped me name it. Now I'm no longer doubtful, of what I'm living for. And if I make you happy I don't need to do more... 'Cause you make me feel...

La orquesta acompañó cada estrofa. El blues en cada nota musical fue sublime. Independiente. El sonido del saxofón se mezclaba divinamente con el piano.

Abajo Mark alzó las cejas sorprendido y satisfecho. Aplaudió contento.

Ariana quitó el micrófono del pedestal. Abrió los ojos y su mirada se encontró con la de Jack.

Al joven peleador le dio un vuelco.

Oh, baby, what you've done to me... You make me feel so good inside... And I... just want to be, so close to you... You make me feel so alive. You make me feel... You make me feel... You make me feel like a natural woman...

Jack estaba sin aliento. El corazón le bombeaba tan malditamente rápido que no podía pararlo.

Aquella diminuta preciosidad de cabello castaño estaba haciéndole añicos el pecho.

Ella era tan delicada, tan diferente al resto de las mujeres que él había conocido, todas esas con las que había dado rienda suelta a su apetito sexual. Ariana era especial. Su naturalidad lo conmovía. Su belleza lo hacía delirar.

Estaba perdido en todos y cada uno de sus encantos. Se moría por ella. Por un solo beso suyo.

You make me feel like a natural woman...

Cuando la canción terminó, todos se pusieron en pie aplaudiendo y venerando el exquisito momento que les había otorgado.

Sonriendo, ella les agradeció. Mark se acercó a los peldaños de la plataforma ofreciéndole su mano para ayudarla a bajar.

–Estuviste estupenda. Ariana, cantas de maravilla. Muchas gracias. Has encantado a todos–

La castaña estuvo a punto de decirle que no tenía nada que agradecerle, pero en ese momento algo la dejó helada.

Entre el público que momentos antes la había ovacionado, se encontraban sus padres.

Hugh y Sandra Butera desde luego no aplaudían ni se encontraban felices de haberla escuchado.

A Ariana se le hizo un nudo en la garganta que se hizo más denso cuando observó a su padre marcharse furioso rumbo a la puerta de salida.

La mirada de su madre hacia ella no fue de enojo, sino de... ¿tristeza? La vio bajar la mirada, y seguir a su esposo a toda prisa.

Jack se acercó a ella dándose cuenta de lo que había ocurrido.

Con sus manos intentó tranquilizarla, acariciando sus brazos.

–Tranquila– le dijo al oído. –Ya se han ido–

Ella asintió. Resistió sus lágrimas. No quería ponerse a llorar frente a todos.

–Yo... yo iré al tocador– hizo ademán de irse pero Jack no la soltó.

–¿Estás segura de que estás bien? ¿Quieres que te acompañe?–

–Estaré bien– aseguró. –No te preocupes por favor– levantó su mirada, y le mostró una tenue sonrisa.

Aun así él supo que no estaba del todo bien.

–Cuando regreses nos marcharemos. Mark me ha dicho que no nos necesita más. Nos invitó a quedarnos hasta que acabe el evento, pero creo que necesitas descansar–

Ariana asintió. Estaba ansiosa de salir de ese lugar y volver a la seguridad del departamento que compartían.

Inmediatamente se dirigió hasta el tocador. Se adentró en el pasillo que la conduciría hasta ahí, pero a medio camino un terrible mareó la hizo detenerse para apoyarse en una de las paredes.

Sintió cómo su estómago se revolvía y le mandaba una sensación desagradable hasta la garganta provocándole un sabor amargo.

Las rodillas casi no la sostenían, pero se forzó a si misma a permanecer de pie.

La doctora Chastain le había dicho que pronto dejaría de sentir mareos, pero «pronto» podía no ser suficientemente pronto.

–¿Señorita, qué le pasa? ¿Se siente mal?– la voz extraña y masculina la llamó.

En medio de las sensaciones de náuseas y malestares, ella no alcanzó a reconocer de quién se trataba.

Negó.

–E...estoy bien– contestó entrecortadamente. Cerró sus ojos, y permitió que él la ayudara a sujetarse.

–A mí no me lo parece–

Luego de algunos largos segundos, Ariana consiguió recuperarse. Soltó el aire, y después alzó la cabeza para poder agradecer por la ayuda.

Se encontró con un elegante hombre de rasgos asiáticos, estatura media y complexión delgada.

–Estoy mejor–

Él le sonrió.

–Me alegro. Eres Ariana, ¿cierto?–

Su declaración le causó inmediata desconfianza.

Deseó alejarse pero detrás de ella estaba la pared así que sería imposible hacerlo. Decidió enfrentarlo.

–¿Por qué sabe mi nombre?– le preguntó.

La sonrisa en el rostro del sujeto se hizo más grande.

–Creo que en este sitio ya todo mundo lo sabe. A todos se nos quedó grabado el nombre de la chica con voz celestial. Felicidades por tu presentación–

La castaña se relajó. Lo había olvidado por un momento.

–Gracias–

–Lo digo en serio– insistió. –Tienes un talento muy impresionante. Lo que hiciste allá arriba... ¡Uff! Sobre todo tomando en cuenta que todo fue improvisado–

–¿Usted cómo sabe que fue improvisado?– eso sí la confundió.

Hundiéndose de hombros, le respondió.

–Porque conozco al cantante encargado de presentarse esta noche. Se le atravesó una manada de toros a media carretera y le fue imposible llegar. Pero él no importa ahora. Estuviste fantástica. Tienes oído perfecto, me parece. Por cierto, allá arriba no parecías embarazada– frunció el ceño al ver su pequeño vientre ligeramente redondeado. Después subió la mirada de vuelta a ella. –¿Cuántos años tienes, linda?–

Ariana subió la guardia inmediatamente.

–Los suficientes–

El asiático sonrió y negó.

–No lo creo. Tienes un bello rostro de quinceañera. A lo mucho te calculo 17 años. ¿Me equivoco?–

No, no se equivocaba, pero ella no tenía ánimos de ponerse a discutir su edad o el hecho de estar embarazada siendo todavía muy joven.

–Escuche...–

Ariana estuvo a punto de protestar, pero él se lo impidió.

–Descuida, no me debes explicaciones. Si decidiste que ser mamá adolescente es lo tuyo, adelante. No es mi asunto, ¿pero sabes qué cosa sí es mi asunto? Tu voz. Tu voz me interesa demasiado, y por favor no te espantes– dijo al ver su reacción. –Yo dedico mi vida al teatro musical, es por eso que me tienes tan fascinado–

A Ariana le sorprendió un poco aquello, e indudablemente consiguió llamar su atención.

–¿De verdad?–

–Claro que sí, y créeme que si he dicho que tienes talento es porque es así. Tienes todo para triunfar. ¿Qué te detiene?–

Ariana no respondió pero la respuesta fue evidente.

El hombre miró la evidencia de su embarazo.

–Oh– exclamó con obviedad. –Entiendo. Aun así toma mi tarjeta. No vas a estar embarazada toda tu vida, y tú y yo podemos hacer grandes cosas juntos, llegar muy lejos– le entregó el rectángulo impreso.

Ella lo tomó y lo leyó. Le pareció extraño que no viniese su nombre, salvo su número telefónico, un email muy raro y una bandera de Corea del Norte. ¿Corea del Norte?

Alzó su rostro para mirarlo.

–Te lo agradezco, pero todavía no sé cómo te llamas–

Él dejó de sonreír y palmeó su frente con una de sus manos.

–Qué tonto y maleducado soy. No me he presentado, pero eso debe cambiar ya mismo. Me llamo Jung Hi Hoon, y estoy encantado de conocerte, linda. Espero que tú también estés encantada de conocerme– de nuevo mostró su misteriosa sonrisa.

Ella asintió un tanto aturdida por todo lo que acababa de suceder en los últimos momentos.

–Eh... claro–

–Bien. Debo marcharme. Mucha suerte con lo del hijo, y felicidades por eso también. Espero recibir tu llamada pronto– sin otra cosa qué decir, el asiático desapareció.

Por momentos a Ariana le dio la sensación de que su encuentro con aquel hombre realmente no había existido. A pesar de ello, la tarjeta en su mano le decía lo contario.

Había sido demasiado extraño.

Las ganas de vomitar desaparecieron, entonces decidió volver junto a Jack para que pudiesen marcharse.

Él ya la esperaba con su abrigo en las manos. Lucía preocupado.

–¿Te sientes mejor?–

–La verdad es que no– sus malestares ya no era debido al embarazo sino a sus propias emociones. –Pero estoy segura de que se me pasará cuando lleguemos al departamento–

Él asintió.

La tomó de la mano y juntos se dirigieron a la entrada.

Natalie Brosnan los hizo detenerse.

–¿Ariana, cómo te encuentras?– le preguntó con preocupación. La saludó con un beso en la mejilla. Había visto todo lo ocurrido con Sandra y Hugh, y los había seguido para intentar hablar con ellos, hacerlos entrar en razón y aconsejarles que aprovecharan aquel momento para acercarse a su hija y que pudiesen tener una reconciliación. No había logrado mucho.

–Hola, Natalie. No sabía que estabas aquí–

–En realidad no tiene mucho que llegué. Lo hice cuando subiste a cantar. Después vi a Sandra y a Hugh, y...–

La joven negó. Ella era la mejor amiga de su madre. Seguro estaba enterada de lo que había ocurrido en su casa.

–No tienes que decir nada. Mi relación con ellos se rompió. Ya no soy más su hija. Supongo que ya sabes por qué– señaló su vientre.

–Ellos están equivocados. He intentado hacerles ver su error, pero son muy testarudos. Bueno, al menos Hugh lo es, y Sandra... ya sabes, hace todo lo que él dice. Lo lamento mucho–

La sonrisa irónica de Ariana apareció. Ella mejor que nadie lo sabía.

–No tienes que disculparte, Natalie. De verdad agradezco tu preocupación, pero no te esfuerces más. Lo hecho está hecho, y esto no tiene solución. Nos vemos– apretó su mano en señal de agradecimiento. Después continuó su camino junto a Jack que había permanecido en silencio.

Natalie exhaló preocupada mientras los veía marcharse.

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En definitiva no había sido una buena noche para Ariana por muchas razones.

Gracias al cielo ya estaban en el departamento, todavía no había conseguido dejar de sentirse tan herida.

Lo primero que hizo al atravesar la puerta fue quitarse sus zapatos de tacón y recostarse en el sillón con sus ánimos por el suelo.

Jack se había dirigido a la cocina, y no había vuelto a decirle nada. Quizá estaba hambriento y estaba cocinándose algo.

No lo cuestionó.

Minutos después él regresó con una taza en las manos.

–Toma. Esto hará que te sientas mejor– tomó asiento a su lado y se lo ofreció.

La castaña miró a aquel hombretón tan grande y fuerte, y no pudo evitar que sus ojos se llenaran con lágrimas.

Ella había tenido una noche terrible a pesar desus intentos por sobrellevarlo. Drew en las noticias antes de que se marcharanal evento de beneficencia, las palabras del pequeño Shane, luego lasacusaciones indirectas de la mujer, su encuentro con Pete, el asunto de suspadres... Pero al final de todo aquello, ahí estaba ese hermosísimo espécimen masculino... Jack, tan lindo como siempre, mostrándole su tierna sonrisa, y demostrándole con pequeñas acciones que no estaba sola, que él la apoyaba pasara lo que pasara.

Sin pretenderlo comenzó a sollozar.

–¿Puedes abrazarme?– le preguntó. Su voz salió en un hilo.

Él resopló. Rápidamente dejó la taza con el líquido caliente sobre la mesa de centro, de inmediato se acercó para rodearla con sus musculosos brazos.

Sollozante y temblorosa, Ariana se acurrucó en su pecho.

–No llores, nena– le pidió él mientras acariciaba su cabello. –Todo estará bien, ya lo verás–

Jack siempre había sido un bruto. Había odiado tener que lidiar con sentimentalismos. Nunca había tenido idea de qué debía hacer para consolar a alguien, sin embargo en esas circunstancias, abrazarla así, protegerla de cualquier cosa, y prometerle con palabras dulces que las cosas marcharían mejor, le parecía tan natural.

Odiaba verla llorando. Odiaba ver esa expresión de tristeza y desolación en su rostro.

Ella era tan bonita que lo hacía anhelar verla todos los días sonriendo.

–Sé que no debería dolerme el rechazo de mis padres, pero no puedo evitarlo– más lágrimas seguían brotando. El iris parecía más mieloso que nunca. Las largas y extraordinarias pestañas negras estaban completamente humedecidas. El contorno de sus ojos se había oscurecido a causa del maquillaje.

Se veía preciosa. Y vulnerable.

Jack deseó gritar de impotencia. Lo que daría por aliviar esa carita triste.

¡Mierda!

–Entonces llora. Llora todo lo que tengas que llorar. Yo estaré aquí para abrazarte. No te dejaré, te lo juro, Ariana...– la estrechó con más fuerza, después besó su frente.

–Mis padres me odian. ¿Hay algo peor que eso?–

–Tu madre no parecía odiarte. Se veía triste–

La castaña bufó.

–Mamá hace todo lo que papá le dice que haga. Si él ordena que debe odiarme, entonces me odiará–

Jack exhaló.

–Bueno... Yo no sé mucho de madres. Nunca tuve una–

Ariana cerró sus ojos y negó.

–Lo lamento. De verdad no quise...–

–No, no. No tengas lástima de mí. Aprendí a vivir con ello. Hace mucho que dejó de doler–

Ella exhaló.

–No sé si algún día yo dejaré de sentir este dolor–

Mirándola con extrema ternura, Jack tomó sus dos manos.

–Lo harás– aseguró. –Vas a sanar, vas a poder con esto y con todo, porque tú brillas hasta con el alma rota– limpió la humedad de sus mejillas utilizando las yemas de sus dedos.

Los llorosos ojos de Ariana quedaron fijos en él. Algo dentro de ellos destelló.

El deseo de besarlo con ardua pasión se desató por toda ella.

Para su fortuna se contuvo. Sabía a la perfección que no podía hacerlo. No de nuevo.

En su lugar volvió a acurrucarse contra su enorme y viril cuerpo.

El calor protector que le brindó fue alentador.

Después de todo, Ariana tenía al menos un motivo para sonreír.

Ahí, durante aquel gran dilema, lo tenía a él. Tan grande y fuerte. Perfectamente capaz de protegerla.

–Gracias, Jack– murmuraron los labios femeninos con voz suave.

Todavía abrazándola, el peleador la miró.

–¿Por qué?–

–Por todo. Por estar aquí conmigo. Por ofrecerme tus brazos cuando necesito de un abrazo. Por secar mis lágrimas cuando yo sola no puedo hacerlo–

Profundamente conmovido, Jack le sonrió.

–Siempre estaré para ti, Ariana... Siempre– era una promesa, y muy en el fondo, la castaña supo que la cumpliría.

Aquella noche de Diciembre, los dos durmieron abrazados en aquel sofá sin resentir ni un poco del frío de la temporada. La calidez de sus cuerpos se había unido para mantenerlos calientes y seguros.

Días enteros transcurrieron hasta que finalmente la Navidad llegó. Y aunque Ariana se había deprimido al ser la primera vez que pasaría aquel día fuera de su casa y lejos de toda su familia, Jack había estado junto a ella para alentarla.

Esa misma noche habían ido al hogar de los Ruffalo para compartir la cena con ellos.

Después de todo aquello, el final del 2014 se había presentado también.

Jack y Ariana habían pasado la noche solos en el departamento, brindando con jugo y viendo el Rey León, donde él había tenido que consolar las lágrimas de su embarazada esposa, a consecuencia de la muerte de Mufasa y del cóctel de hormonas.

Instantes después se habían dado cuenta de que pasaban de las doce.

–Feliz año nuevo, nena– Jack había alzado su copa con zumo para poder brindar.

La castaña le había sonreído y había respondido alzando la suya para después chocar ambas produciendo un sonido de cristales.

–Feliz año nuevo, señor Reed–

Ariana no había deseado estar con ninguna otra persona en esos momentos, más que con Jack. Su guapo, varonil y maravilloso Jack...


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