Capítulo 13
Natalie llegó a su casa después de un pesado día laboral en Concepts Brosnan.
Ser la esposa del dueño de la empresa no significaba que no tomaría en serio su trabajo.
Para ella era muy importante. Le gustaba mucho apoyar a Pierce, lo amaba tanto que los sueños y aspiraciones de él, eran también los suyos. Además trabajar en equipo era algo que disfrutaban hacer mucho. Eran un formidable matrimonio, no por nada llevaban quince años de casados, en donde habían sido inmensamente felices.
Entró a la sala, y dejó su bolso sobre la mesa. Después de aquello se dirigió hasta la puerta que conducía al patio trasero.
Ahí encontró al fruto de sus tantos años de matrimonio.
Los mellizos peleaban como cada día que transcurría.
–¡No, Tom! ¡Eres un tonto!–
Kyla había estado tomando el sol en una de las camillas junto a la piscina, cuando un travieso y divertido Thomas se había acercado a ella con una pistola de agua para molestarla.
El chico reía mientras su hermana enfurecía cada vez más y más.
–¡Déjame en paz! ¡Te acusaré con mamá!– la adolescente intentó huir, pero al hacerlo chocó con su madre que los miraba con cejas arqueadas.
Tom de inmediato escondió su juguete detrás de su espalda.
–¡Lo que sea que vaya a decirte, no le creas, mamá!– le pidió en tono de súplica, fingiendo completa inocencia.
–¡Eso no es verdad! ¡Mamá mira cómo estoy!– Kyla señaló su cuerpo empapado.
Enseguida los dos comenzaron a discutir.
Por unos cuantos segundos, Natalie los miró. Ambos habían compartido espacio mientras se formaban dentrode su vientre. De pequeños habían sido inseparables, ahora parecía que no soportaban estar cerca el uno del otro. Se la pasaban peleando todo el tiempo, aún así ella sabía que eran simples efectos de su edad. En el fondo se adoraban.
Eran muy diferentes. Thomas era soñador, alegre y relajado. Kyla en cambio era más realista, pero decidida y perseverante. Los dos eran maravillosos, cada uno a su manera.
Ella los amaba. Dentro de todo eran buenos hijos, y estaba orgullosa de ellos.
–¡Basta!– les habló con autoridad pero también con amor. –Sé perfectamente lo que ocurrió. Tom, creo que debes pedirle una disculpa a tu hermana. Ya sabes lo que te hemos dicho tu padre y yo sobre molestarla con tu pistola de agua–
El adolescente exhaló frustrado.
–Está bien– aceptó. –Lo lamento... boba–
–¡Mamá!– evidentemente Kyla no aceptaría aquella disculpa.
–Thomas Stanley Brosnan– Natalie se cruzó de brazos y lo miró.
Él rodó los ojos.
–De acuerdo, ya. Lo lamento, hermanita–
–"Lo lamento, hermanita. No volverá a ocurrir"– exclamó su madre para que lo repitiera.
–Lo lamento, hermanita. No volverá a ocurrir–
Kyla asintió satisfecha.
–Perfecto. Ahora suban a sus habitaciones, y prepárense para la cena. Su papá regresa hoy–
–Sí, mamá– respondieron los dos al unísono.
Después ambos corrieron intentando ser los primeros en llegar. Les gustaba competir en todo momento.
Natalie exhaló. No pudo evitar sonreír ante el comportamiento tan infantil que sus hijos de pronto adoptaban.
Enseguida volvió dentro.
Su sonrisa se agrandó al ver que Pierce aparecía en la puerta.
Enseguida avanzó hacia él para recibirlo con un abrazo.
Ver a su marido le causó una felicidad muy grande.
Él era tan bueno. El mejor padre, el mejor marido, un gran ser humano.
Le llevaba dieciocho años, pero la edad jamás les había importado.
Se habían conocido en la empresa Brosnan. Él había sido un hombre amargado y divorciado que estaba decidido a olvidarse de todo y concentrarse únicamente en el trabajo. Ella por su parte había sido una secretaria muy jovencita, pero demasiado lastimada por la vida.
Los dos habían encontrado consuelo al conocerse. Habían conseguido curar sus heridas y curar las heridas del otro. Habían caído completamente enamorados, y desde entonces su amor era inquebrantable.
–Te ves divina, mi vida– le dijo mirándola maravillado.
–Gracias, amor. ¿Cómo estuvo tu viaje?–
–Terrible– respondió él. –Te extrañé muchísimo– solo se había ido dos días por asuntos de negocios pero aun así se le habían hecho eternos.
–Yo también te extrañé, que bueno que ya estás aquí– Natalie le sonrió y acarició su rostro.
Pierce la vio exhalar.
–¿Pasa algo? No me digas que nuestros hijos estuvieron peleando de nuevo– su ceño se frunció en un gesto de enfado. –Iré ahora mismo a hablar con ellos y...– hizo ademan de subir escaleras pero su esposa lo detuvo.
–No, no. Quiero decir, sí estuvieron peleando como de costumbre, pero no es eso lo que me tiene preocupada ahora–
–¿Y qué te preocupa?–
La confianza entre ambos era muy grande.
–Es Ariana– contestó ella soltando un suspiro.
–¿Ariana?– Pierce frunció el ceño.
–Sí–
–Me contaste que se casó con el padre de su hijo por voluntad propia. Eso es mejor que la locura que Hugh planeaba obligarla a hacer–
Natalie negó.
–Sí, pero... quisiera verla. Saber cómo está, si necesita algo. Tú sabes que tanto Hugh como Sandra le han dado la espalda. Y aunque sé que tiene a Adrienne de su lado, me gustaría ayudarla en algo, no sé, en lo que sea. Tal vez no me entiendas, y no te pido que lo hagas, pero siento aquí...– señaló su propio corazón. –...una necesidad muy grande de tenderle la mano–
–Amor– su esposo le sonrió acariciando su cabello. –Claro que te entiendo. Entiendo por qué lo haces, y sabes que estoy de acuerdo contigo en cada cosa que decidas hacer. Si quieres buscar a esa niña, y brindarle tu ayuda, adelante, hazlo–
Ella respondió a su sonrisa.
–Gracias por comprenderlo. Ojalá alguien hubiese hecho lo mismo por mí. Quizás las cosas serían muy distintas ahora– dijo con tristeza y nostalgia.
Él acarició sus brazos intentando hacer que se relajara.
–No pienses en eso ya–
–A diario lo recuerdo. He aprendido a vivir con el dolor, Pierce, pero nunca se va, siempre estará aquí. ¿Puedes... puedes abrazarme?–
–Ven aquí– su marido abrió los brazos para consolarla como tantas veces lo había hecho.
Natalie no pudo evitar comenzar a llorar mientras recordaba.
Siempre sería inevitable. Lo sabía muy bien.
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Tenía ya tres meses de gestación.
Ariana se colocó frente al espejo y observó su figura.
El embarazo no se le notaba ni siquiera un poco, pero sin duda algo era seguro... Él estaba ahí. El bebé estaba ahí. Debía ser todavía diminuto.
Sin embargo sabía muy bien que conforme los días continuaran transcurriendo, el pequeño crecería y ella también.
La idea no le agradó en absoluto.
Toda su vida había sido delgada, y desde que podía recordar, cuidaba siempre su alimentación para evitar los kilitos de más.
Estar embarazada significaba kilos y más kilos.
Perdería el cuerpo que con tanto esfuerzo había conseguido mantener.
Había una gran verdad dentro de todo aquello, y eso era que aquel bebé estaba haciendo destrozos con su vida por completo.
Se dijo entonces que no iba a llorar.
Los cambios de humor que estaba experimentando a consecuencia de su estado la tenían con los sentimientos a flor de piel. No recordaba haber llorado tanto como en las últimas semanas, así que no deseaba hacerlo más.
Consiguió controlar sus lágrimas, y con pesar llegó a preguntarse si podría llegar a convertirse en una gordita bonita.
Pensaba en ello cuando escuchó que alguien tocaba a su puerta.
Era el portero del edificio.
–Buenos días, señora Reed–
La castaña todavía no terminaba de acostumbrarse a que de vez en cuando la llamaran de aquel modo. Aun así lo dejaba pasar. Le parecía una pérdida de tiempo ponerse a explicarle a todos su situación con Jack.
–Buenos días– respondió al saludo con cortesía.
–Ha llegado correspondencia– se la entregó.
–Gracias–
Cuando Ariana tomó los sobres, y el portero se marchó, no pudo evitar revisarlos todos.
Frunció el ceño cuando encontró en uno de ellos la palabra Importante.
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Jack se encontraba en su taller mecánico.
Después de haber iniciado en ceros, el negocio comenzaba a progresar.
No era que tuviese a cientos de clientes, y miles de dólares en la caja registradora pero de poco en poco iba consiguiendo darse a conocer y tener cada vez más trabajo.
Mientras revisaba sus cuentas en la pequeña oficina del taller, se daba cuenta de que las ganancias iban en aumento.
Eso lo hizo ponerse muy contento.
Estaba saliendo adelante honradamente, y eso lo hacía sentirse orgulloso de sí mismo.
Él venía de un mundo perverso donde el único camino para sobrevivir era convirtiéndose en asesino y narcotraficante.
Su padre se había burlado en su cara, asegurándole que terminaría sus días igual que él, sumido en la miseria y en las drogas, convertido en una escoria.
Pero ese sádico hijo de puta se había equivocado.
Jack estaba dispuesto a seguir esforzándose para mantenerse alejado de toda aquella porquería, como lo había conseguido hasta ahora.
Se dejó caer en su silla sintiéndose bastante optimista.
Por la ventana vio entonces algo que lo hizo exhalar con irritación llevándose consigo su buen humor.
Sus dos trabajadores.
Los había contratado en días pasados. Habían llegado ahí en busca de trabajo, y aunque le habían dado mala espina, Jack decidió darles una oportunidad.
Lo malo era que comenzaba a arrepentirse de aquella decisión. Habían resultado ser unos zánganos que no le servían para nada.
Esos inútiles se encontraban jugueteando con una estúpida pelotita de tela.
Se puso en pie y salió de la oficina.
Su simple presencia bastó para que ellos dejaran su ridículo jueguito y se pusieran a lo suyo.
Jack se dedicó ignorarlos y a reparar el motor que debía entregar esa misma tarde.
Pasaron unos cuantos minutos cuando ellos lo llamaron.
–Eh... ¿jefe?–
Con el ceño fruncido, Jack miró las expresiones en los rostros de sus trabajadores. Expresiones como de alegría suprema.
Para su horror, al girarse, se encontró con Ariana...
Ariana que vestía una blusita roja de tirantes, ajustada de la parte del pecho, y holgada de la parte baja, junto a una faldita de mezclilla y sandalias de plataforma altos.
¡Mierda! ¿Por qué faldita?
Le había pedido que no usara faldita en el barrio.
Pero también le había pedido que no fuese a salir sola del departamento.
Era peligroso.
¿Por qué era tan terca?
Ahora tenía ahí a los dos imbéciles de sus empleados babeando por ella. ¡Maldición!
–Jefe... lo busca su novia– el chico le sonrió a la castaña, y después le guiñó un ojo con picardía. La lujuria fue evidente en su mirada. La recorrió de arriba abajo deteniéndose un par de segundos extra en las bonitas piernas.
A Jack le dieron ganas de romperle la cara. A ambos.
Apretó los puños y se contuvo.
–Es mi esposa, cabrón– corrigió. Luego se dirigió a ella. La miró enfadado y comenzó a limpiarse las manos manchadas de grasa con una franela.
Al segundo la condujo al cuarto oficina para evitar así que aquel par de idiotas continuaran comiéndosela con la mirada e imaginándose las más calientes escenas sexuales con ella.
–Ariana, ¿qué demonios estás haciendo aquí? Te dije que no salieras sola. ¡Esta zona es peligrosísima!–
Evidentemente estaba enfadado.
La castaña no estaba acostumbrada a que nadie la controlara. Era difícil acostumbrarse al carácter fuerte de Jack, a pesar de ello, no le gustaba reñir por ese motivo. Prefería hacerle caso, al menos la mayoría de las veces.
–¿Por qué estás tan asustado?– le preguntó.
–¿Acaso tú no tienes miedo? Caminando en estas putas calles puedes encontrarte a cualquier delincuente dispuesto a asaltarte o a hacerte cosas mucho peores–
Ariana se hundió de hombros sin tomarle gran importancia.
–Todos aquí saben que estamos casados. Creo que nadie se atrevería a meterse con la esposa del tipo que les pateó el trasero a cinco maleantes, él solito– le dijo divertida y sintiéndose muy segura. –Te recuerdo que gracias a eso la policía los atrapó–
Aquello era cierto. Jack los había dejado tan heridos que no habían podido ni moverse del sitio. Un anónimo los había denunciado y aquello había bastado para que esos criminales amanecieran en prisión.
Jack exhaló.
–Más les vale que se mantengan jodidamente alejados de ti– soltó seriamente.
Ariana no pudo evitar sonreír.
Le encantaba que él la protegiera. Adoraba ver esa expresión de determinación en su rostro.
Era tan guapo cuando se ponía protector.
Todavía no podía olvidarse del beso que habían compartido en la camioneta. Lo recordaba una y otra vez a pesar de que no habían vuelto a mencionarlo.
Simple emoción, había dicho él, y ella había estado de acuerdo.
Exhaló.
–Sólo vine a traerte esto. Dice que es importante– le mostró el sobre.
Con el ceño fruncido Jack lo tomó.
Al abrirlo se dio cuenta de que eran sus calificaciones.
Ariana no pudo evitar echarle un vistazo.
Se sorprendió muchísimo cuando observó las notas.
–Wow. Sacaste A en todas tus materias–
–No es gran cosa– contestó Jack sin darle importancia.
–¿Cómo que no es gran cosa?– la castaña sonrió. –¿Quién iba a decir que el chico malo de la escuela es tan inteligente?–
–Lo que ocurre es que siempre estudio para mis exámenes–
–¿Entrarás a la universidad?–
Él negó.
–Una vez termine la preparatoria me dedicaré solamente a trabajar, a entrenar... a intentar salir adelante–
Ariana lo miró maravillada.
Había empezado a admirarlo en todo lo que hacía.
¿Se daría él cuenta de lo especial que era?
–Vamos– le dijo sacándola de sus pensamientos.
–¿A dónde?– preguntó confundida.
–De vuelta al departamento. No te dejaré que salgas de aquí sola. Andando–
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Caída la noche, Jack llegó al departamento después de su larga jornada de trabajo y un extenso entrenamiento en el gimnasio.
Encontró a Ariana hablando por teléfono, y por lo que pudo escuchar, se trataba de su hermana.
Ella se apresuró a terminar la llamada despidiéndose de Adrienne y prometiendo llamarla al día siguiente.
–Luces fatigado– le dijo.
Jack tomó asiento en una de las sillas del comedor, y exhaló.
–Los despedí–
La castaña se confundió.
–¿Los despediste? ¿A quiénes?–
–A esos zánganos que contraté hace un par de semanas. Los mandé a la mierda–
–¿Por qué?– quiso saber ella.
–¿No recuerdas la manera en que te miraron?– soltó sin más.
Además habían hecho comentarios que no le habían agradado en lo más mínimo...
–Oiga jefe, su esposa está muuuy bien–
–¿Dónde se la consiguió? Yo quiero una igual–
Ariana no supo qué decir.
–Eh... Lo lamento–
–¿Lo lamentas?–
–Bueno, quizá no fue buena idea que fuera a tu taller mecánico. Lamento haber provocado que despidieras a tus empleados–
–No fue tu culpa– ¡Joder! ¿Cómo iba a ser su culpa el ser tan hermosa? –Además esos inútiles ya no me servían para nada más que para darme dolores de cabeza. Fue lo mejor que pude haber hecho–
Ariana exhaló.
–Ya. ¿Quieres cenar?– de inmediato cambió el tema y se acercó a la cocina para servirle en un plato.
Olvidándose del asunto de sus empleados despedidos, Jack se acercó y miró a su esposa con diversión.
–¿Cocinaste?–
–Bueno, es cierto que no soy la mejor cocinera del mundo, pero he estado aprendiendo bien con los tutoriales en Youtube–
–No lo digo por eso– aclaró él. –Lo que me sorprende es que hayas sido capaz de cocinar cuando toda la comida te provoca náuseas–
–Creo que hoy el bebé se portó bien–
–La pasta se ve deliciosa. ¿Comerás conmigo?–
Ariana sonrió y negó.
–El bebé se está portando bien, pero estoy segura de que una vez pruebe bocado, hará que corra al baño a vomitar, así que prefiero no arriesgarme–
Jack se dio cuenta de que aquella era la primera vez que Ariana hablaba de su hijo como un ser humano, sin embargo decidió no comentarlo. No quería hacer que se sintiera mal. Sabía que hablar del embarazo la seguía afectando.
Enseguida tomó asiento en la mesa y comenzó a comer.
Mientras tanto Ariana volvió al sofá junto a la tarea de matemáticas que había dejado inconclusa antes de su llamada con Adrienne.
Las clases en línea eran incluso más exigentes.
Lo peor del asunto era que ella nunca había sido buena estudiante.
Jack la observó y cuando terminó de cenar se acercó a ella.
–¿Todo bien?–
–No– respondió la castaña frustrada. –No entiendo este problema– le señaló en su cuaderno. –¿Es la derivada de y igual a x al cubo?–
–Derivada de y igual a x al cuadrado. ¿Tienes problemas de vista?– le preguntó él al notar que entrecerraba los ojos y confundía los números. –¿Por qué no usas anteojos?–
–¿Estás loco? Los anteojos me harían ver fea–
Jack no pudo evitar reír.
–¿Qué dices? Debes estar bromeando–
–Pues no, no bromeo, y no quiero hablar de eso–
Él alzó entonces las manos en señal de paz.
–De acuerdo, pero déjame ayudarte. Veamos...– tomó el lápiz y comenzó a resolver el ejercicio. –La derivada de x es 1, pero en este caso se queda como constante. Bajas el 2 del exponencial para multiplicarlo, al exponencial le restas uno y le queda uno, pero no lo debes graficar. El resultado es 2x–
–Vaya, he comprobado que sí que eres listo– le dijo Ariana todavía sorprendida. –Ojalá yo fuese un poquito de inteligente, pero soy muy tonta– exhaló.
Jack negó de inmediato en desacuerdo.
–Por supuesto que no lo eres. Eres una genia para el arte. Bailas, cantas, actúas, tienes buen gusto–
La castaña no pudo evitar sonreír.
–Gracias por siempre hacer que me sienta mejor– le agradeció.
Él negó.
–Mi placer– le devolvió la sonrisa.
Ella lo miró.
–¿Desde cuándo nos conocemos, Jack?– la pregunta salió de pronto.
Lo confundió.
–Unos dos años o poco más, cuando entré a Worthington–
Pero Ariana tenía una réplica para eso. Desde hace dos años habían oído hablar uno del otro, caminaban uno alrededor del otro. Quizá de vez en cuando pensaban o se preguntaban algo acerca del otro, pero eso no significaba que se conocieran.
–Yo creo que hace sólo un par de meses que empezamos a conocernos–
Sí, Jack sabía a lo que se refería.
Hacía sólo un par de meses en que realmente habían sido conscientes de la existencia del otro, y durante todo aquel tiempo habían estado conociéndose, aprendiéndose cosas, enterándose de sus miedos, de sus sueños y aspiraciones, lo que les gustaba y lo que no.
–Concuerdo contigo– le sonrió y alzó su puño para que lo chocaran.
Ariana respondió al saludo de camaradería y enseguida se puso en pie.
Jack la observó detenidamente.
Era demasiado bonita, tanto que había ocasiones en las que no podía dejar de mirarla.
Vivir a su lado había cambiado muchas cosas.
La magia de su sonrisa y la suavidad de su voz habían calmado una parte de él que no sabía que todavía le dolía. Ella lo había hecho soñar y maldito si esto no lo confundía.
–Iré a dormir– dijo Ariana haciéndolo volver a su realidad.
–Que descanses– asintió Jack.
–También tú– sin más, la castaña se marchó dejándolo solo en la sala.
Él se dirigió al refrigerador de la cocina pero al instante recordó que había botado todas las latas de cerveza pues habían provocado que Ariana corriera al baño a vomitar a causa del simple olor.
Exhaló y buscó cualquier otra cosa para beber, pero antes de que pudiese decidir entre jugo de naranja y jugo de arándanos, escuchó que tocaban a la puerta.
Le pareció extraño pues era ya muy noche como para recibir visitas.
Quizá era Noah.
Se apresuró a abrir, y entonces se llevó una gran sorpresa al encontrar a Halston en el arco.
Lo primero que hizo fue cerrar la puerta tras de él y alejar a la rubia de la entrada del departamento.
–¿Qué mierda haces aquí, Halston?– le habló duramente.
Ella lo miró furiosa.
–Me han dicho que te has casado, y según rumores que tu nueva esposa está embarazada. Vine a que tú me lo digas de frente– alzó su dedo y lo clavó en su pecho.
Halston nunca había estado tan enfurecida antes.
–¡Baja la voz!– Jack le exigió susurrando.
–¿Por qué? ¿Temes que ella me escuche?–
–Halston, somos personas adultas, no tienes que venir a hacer esto–
–¿Ah no? Soy la mujer con la que follas cada vez que se te da la maldita gana, creo que tengo todo el derecho a venir y hacer esto–
Él rió con ironía.
–Creo que te está fallando la memoria. Si mal no recuerdo tú y yo acordamos que seriamos amantes ocasionales. Nunca hubo exclusividad, tampoco hablamos de tenerla. Los dos estuvimos de acuerdo, ¿o me equivoco, linda?–
Halston lo miró con rabia.
Tenía razón y eso no podía replicárselo.
–Debiste habérmelo dicho al menos–
Jack se hundió de hombros.
–Bueno, te lo estoy diciendo ahora. Sí, me casé, y sí, ella está embarazada– aquello era todo lo que estaba dispuesto a decirle.
Halston lo miró con el corazón destrozado. Lágrimas acudieron a sus ojos claros pero no las derramó.
–¿Significa esto que lo nuestro ha terminado?– la pregunta quedó colgada en el aire durante algunos segundos.
Jack exhaló.
–No– respondió. –Halston, lo que yo tengo con... con esta chica es difícil de explicar. No lo entenderías. Sólo... vete de aquí, ¿vale? Yo te llamaré–
–¿Lo prometes?–
–Lo prometo–
La rubia se mostró más tranquila. Sonrió y no pudo evitar colgarse de él, y abrazarlo.
Deseó darle un beso, pero Jack se apartó de inmediato.
–Nos vemos–
Enseguida ella se marchó, no sin antes mirar atrás.
Jack entró de inmediato al departamento. Se recargó en la puerta y llevó ambas manos a su rostro con irritación.
Escuchó un ruido, y temió que Ariana no estuviera dormida y hubiese escuchado todo lo que él y Halston habían charlado momentos antes.
Se acercó y notó que su pequeña esposa se encontraba en el baño vomitando.
–¡Joder!– exclamó y enseguida se acercó a ayudarla sujetándole el cabello para que no se manchara.
Una vez la castaña terminó de vomitar, él le acercó un vaso de agua para que se enjuagara.
En el rostro femenino todavía perduraban los malestares, aun así ella le sonrió, y esa sonrisa de agradecimiento le quitó a Jack el aliento.
Cada día se perdía más y más. Deseó tanto volver a encontrarse.
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Al día siguiente, Jack se encontraba en su cocina guardando todos los alimentos que media hora antes había estado comprando en el Wall Mart más cercano.
–¿Mantequilla de maní baja en grasa? ¿Queso cottage? ¿Leche light?– Noah que se preparaba un sándwich sobre la barra, se quedó bastante sorprendido cuando vio los productos que su amigo había comprado para su alacena.
Jack rió.
–¿Puedes imaginarme revisando el puto porcentaje de calorías de todas estas cosas?–
–La verdad es que no– respondió el moreno. –¿Pero a qué se debe este cambio en tu dieta?–
Hundiéndose de hombros, Jack respondió.
–Bueno, supongo que Ariana ha influido bastante– la pequeña castaña se había negado a cenar hamburguesas con doble queso y a desayunar Cheetos, así que él había decidido complacerla. Además no quería admitirlo pero había ocasiones en las que navegaba en sitios web buscando información sobre embarazos. Ahí había leído que una chica embarazada debía alimentarse bien.
Noah le dio una mordida a su sándwich, luego alzó su pulgar en señal de aprobación.
–Pues sea como sea se lo agradezco. Ahora tienes mejor rendimiento tanto en las peleas como en los entrenamientos, y sin duda es gracias a tu nueva alimentación–
–Sí, bueno. Eso creo– contestó Jack sin más.
–Creo que Ariana ha traído muchos cambios a tu vida– Noah continuó hablando. –Cambios buenos, quiero decir. Te deshiciste de tu motocicleta, cambiaste tus hábitos alimenticios, y tu departamento se ve increíble. Esa chica transformó este lugar por completo. No queda ni rastro de la guarida de soltero que solías tener–
Jack miró a su alrededor. No podía negar que la pequeña tenía mucho estilo, y un ojo de artista impresionante.
Había cambiado el color de las paredes, las cortinas, y también los cojines del sofá. Había colocado una planta y un tapete. Todo se veía genial.
–Buenos días– Ariana que recién salía de su habitación, los saludó a ambos. –Hola, Noah– le sonrió.
El moreno respondió a su sonrisa.
–¿Cómo está, milady?– ambos solían bromear con respecto a la realeza y el círculo social al que Ariana había pertenecido.
–¿Cómo estás tú? ¿Tienes algo que contarme?– lo miró arqueando su ceja.
–Eh... ¿Yo?–
–Sí, tú, Noah. Supe que ayer tuviste una cita con mi amiga Liz. Dime, ¿ella te gusta?–
–¿Que si me gusta? ¡Me encanta!– aseguró sin importarle sonar demasiado intenso. –¡Caramba! Esa chica es increíble. Le gusta Batman, ama los videojuegos, el football, es fan de comer alitas... Es como si hubiese encontrado a mi otra mitad. Además es muy inteligente–
Jack se sorprendió de ver a su amigo hablar así. Jamás lo había visto de aquel modo. No pudo evitar reír.
Noah enamorado... Y de una niña rica. ¿Qué tipo de novela era aquella?
Ariana también sonrió.
Le alegró darse cuenta de que a Noah en serio le gustaba Elizabeth. Momentos antes había estado hablando por teléfono con ella, y también había sonado entusiasmada.
Algo muy interesante había surgido entre esos dos, y no pudo evitar emocionarse.
Su amiga nunca había sido del tipo de chicas que se enamoraban con facilidad. Solía rechazar a todos los que la invitaban a salir. Era fascinante saber que Noah Ruffalo, con su sencillo encanto y su divertido sentido del humor había conseguido conquistarla en un Wingstop. Sin embargo algo era muy cierto, y eso era que Liz era gran amante de las alitas.
–Apenas nos estamos conociendo– continuó hablando el moreno. –Pero, ¿te cuento un secreto? ¿Prometes no decírselo? No quiero asustarla–
–Lo prometo– respondió Ariana.
–Siento que es el amor de mi vida–
–Vaya, pues... Eso es excelente. Ojalá logres lo que nadie ha logrado–
–Lo haré– aseguró él. –De otro modo pasaré el resto de mi vida lloriqueando por cada esquina– enseguida volvió a morder su sándwich.
Ariana rió. Noah era muy lindo, y realmente esperaba que él y Liz pudiesen llegar a tener algo.
Pertenecían a mundos muy distintos, pero había por ahí un dicho que tenía bastante sentido... Polos opuestos se atraen.
En esos momentos un terrible olor llegó hasta las fosas nasales de la castaña. Un olor que provocó que las arcadas subieran por toda su garganta. Tapó su nariz con sus dos manos.
–¿Q...qué es ese olor?– gimió con asco.
Ariana no lo resistió más, y corrió al baño en un segundo.
–¿Por qué se puso así?– preguntó Noah sorprendido y confundido también.
–Creo que los pepinillos le dan náuseas–
El moreno miró entonces su sándwich e inmediatamente devoró lo que quedaba de él.
–Creí que sólo la cerveza y el pollo frito le daban náuseas–
–La cerveza, el pollo frito, el yogurt, la salsa de tomate, las carnes rojas, las aceitunas, el tocino... Y bueno, hoy descubrimos que los pepinillos se agregan a la lista negra– tomó el frasco y se dispuso a botarlo al cesto de basura.
Noah lo detuvo arrebatándoselo de las manos.
–De acuerdo, esto me lo llevo yo. ¿Sabes lo deliciosos que saben con Cheetos Flaming Hot?–
–¿Sabes qué, Noah? ¡Que te jodan!–
Jack rodó los ojos, y de inmediato corrió al auxilio de Ariana.
La encontró saliendo del baño.
–¿Cómo estás?–
–Bien– respondió la castaña. –Pero por favor deshazte de esos asquerosos pepinillos– le pidió casi en súplica.
–Descuida. Noah se encargará de llevárselos lo más lejos posible de aquí. ¿Estás segura de que estás bien?–
–Sí. Tranquilo. Creo que empiezo a acostumbrarme–
–Leí por ahí que... bueno, que es normal los primeros tres meses de embarazo–
–Genial, el mes entrante seré libre de este tormento–
–Aun así creo que es necesario que veas a un médico–
Ariana exhaló. Se lo había mencionado ya un montón de veces. Ella realmente no deseaba hacerlo.
–Lo pensaré, ¿de acuerdo?–
–De acuerdo, nena. Debo irme a entrenar. ¿Estarás bien?–
–Claro que sí. Creo que volveré a la cama. De pronto comencé a sentir mucho sueño–
–Duerme un poco– asintió él. –Y no te preocupes por la comida. Compraré algo cuando venga de camino. ¿Qué se te antoja comer?–
Ella hizo una mueca de desagrado.
–En estos momentos nada–
–De acuerdo. Quizá un rollo de tu sushi favorito te caiga bien–
–Eso espero– sonrió.
Ambos se despidieron y entonces Ariana lo vio marcharse.
Mentalmente se dijo que era muy afortunada de haberse topado a aquel hombre en su camino.
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Durante todo el camino hacia el gimnasio, Noah no dejó de hablar de lo maravillosa que era Elizabeth.
Jack lo escuchó en silencio, y en algunos momentos no podía evitar reír.
Al entrar dejaron sus cosas en la banquilla, y se dispusieron a iniciar el entrenamiento matutino como cada domingo.
–Oye, Bestia– lo llamó entonces uno de los sujetos que solían frecuentar el lugar. –Halston ha estado preguntando por ti. Si ya no quieres a la hembrita, avísanos– le guiñó el ojo divertido, después se alejó.
Jack exhaló irritado.
–Anoche Halston fue a mi departamento– le contó a su amigo.
Noah alzó las cejas sorprendido.
–No me digas que Ariana y ella se conocieron–
–Mierda, no. Corrí con suerte, pero no me gustó nada que se haya aparecido por ahí. No quiero que Ariana la vea–
–Bueno, técnicamente no tendría por qué enojarse– Noah se hundió de hombros. –Ariana es sólo tu esposa de papel–
–Sí, pero de todos modos no quiero que sepa de ella. Halston pertenece a mi vida privada–
–¿Bien, pero qué le dijiste? ¿Qué te dijo ella? Si ha estado tan insistente es porque quiere algo...–
–No lo sé. Las últimas veces que la vi se comportó muy extraña–
–¿Cómo extraña?–
–No lo sé, Noah. Extraña solamente–
–¿Entonces terminaste con ella?–
–No pero creo que debí haberlo hecho–
–¿No quieres seguir viéndola? Creí que te gustaba lo que tenían. Ya sabes, sexo sin compromiso, el sueño de todo hombre–
–Sí, pero eso fue antes de...– se calló abruptamente.
Noah sonrió.
–¿Antes de Ariana?–
Jack gruñó con enfado.
–No, idiota. Antes de que me convirtiera en un hombre casado. ¿Lo olvidas? No puedo andar por ahí follando libremente como antes de que me casara–
–Bueno, pero si tu matrimonio no es... un matrimonio normal, yo no veo el problema a que sigas con tu antigua vida de playboy– en realidad Noah entendía su punto pero deseaba hacerlo hablar.
Finalmente Jack exhaló.
–De acuerdo. Vas a decir que soy un estúpido, pero pienso que no es correcto. Yo... yo me sentiría como un puto marido infiel si volviera a tener sexo con Halston o con cualquier otra, y mierda, no quiero eso–
–¿Entonces estás dispuesto a pasar todos estos meses sin sexo?–
Sonaba difícil, aun así Jack asintió.
–Creo que sí–
–Eres mi héroe, hermano– Noah le sonrió y alzó su mano para que su amigo la chocara. –Bien, ahora a entrenar–
Ambos se dirigieron entonces a las colchonetas pero antes de que pudiesen empezar con lo suyo se dieron cuenta de que algo ocurría.
A unos cuantos metros se encontraba un gordo que se creía peleador simplemente porque pesaba trescientos kilos de pura grasa. Tenía nombre y apellido como cualquier otra persona pero se hacía llamar a sí mismo Lord Tensai. Presumía a los cuatro vientos su ascendencia japonesa, pero todo el mundo sabía que había nacido en Wisconsin y toda su familia también. Solía ser grosero y arrogante. Además siempre abusaba de su tamaño y fuerza. Se metía siempre con los más débiles. Tal y como sucedía en esos momentos, pues parecía estar maltratando a un muchachito que no parecía mayor de 15 años.
Al ver su expresión, Jack supo que estaba asustado.
Él y Noah decidieron acercarse.
–¿Qué coño sucede aquí?–
–Nada que te importe, jodido hijo de perra. ¡Largo de aquí!–
Jack se cruzó de brazos, y caminó dos pasos hacia él.
–¿Por qué molestas al chico? Metete con los de tu tamaño, cabrón–
–Esto no es asunto tuyo, Reed, así que será mejor que vuelvas a lo tuyo–
–Lo mío es impedir que te pases de listo sólo por ser más grande que los demás. Creo que alguien debería ponerte un alto, y me encantaría ser yo–
–¿Ah sí?–
–Por supuesto–
Tensai se quedó en silencio unos cuantos segundos. Luego sonrió.
–Pero si yo no estoy molestando al niñito. Es mi amigo y estábamos jugando, ¿cierto, Willy?– abrazó al chico por el cuello, atrayéndolo hacia él de manera brusca y poco amigable.
–¡Mi nombre no es Willy!– le gritó enfadado intentando soltarse. –¡Y no es verdad lo que dices!– entonces se dirigió a Jack. –Este hombre ha estado molestándome desde que llegué. Me dijo que un enclenque como yo no puede entrar a este lugar, y también me dijo que me aplastaría hasta dejarme como puré de patatas–
Todavía con brazos cruzados, Jack escuchó lo que el jovencito le decía. Luego dirigió su mirada hacia Tensai.
–¿Es eso verdad?–
–¡Claro que no!– soltó el gordo. –¿No vas a creerle a un mocoso como este o sí?–
–Pues sí, le creo, así que será mejor que lo dejes en paz, Tensai. Mueve tu inmenso trasero y deja de ser un maldito parasito de una puta vez–
–¿Tú me lo vas a ordenar?–
Jack alzó su mano frente a su pecho y la cerró girándola mientras lo observaba.
–Este puño y yo. ¿Qué tal te parece eso?–
Tensai comenzó a ponerse entonces nervioso pues bien sabía lo que ese puño era capaz de hacer.
–De acuerdo, me largo– dijo sin más, y a los instantes desapareció.
El chico se quedó maravillado.
–¡Wow! ¡Gracias, es usted mi héroe!– le dijo a Jack contento.
–No es nada, amiguito. Dime, si tu nombre no es Willy, ¿entonces cuál es?–
–Me llamo Tom–
–Pues mucho gusto, Tom. Yo me llamo Jack Reed–
–¿Jack Reed? ¿Es usted la Bestia Reed?– los ojos se le agrandaron con gran emoción.
–El mismo– le sonrió.
–¡Cielos! ¡Usted es el mejor peleador que he visto! Bueno, nunca lo he visto en vivo, pero sigo sus peleas por internet. Ese último golpe que le dio a Maleante Ortiz fue de terror, señor Reed–
–Vaya, pues gracias, pero no me hables de usted. Llámame Jack solamente. Supongo que te seguiré viendo aquí, así que no dudes en acercarte si necesitas algo o si otro idiota te molesta. Este es Noah, y también puedes confiar en él–
Noah y Tom chocaron puños como saludo.
–Creo que este ha sido el mejor día de mi vida. No lo olvidaré, señor... digo, Jack–
Mostrando su sonrisa, Jack le dedicó un saludo militar y así se despidieron.
–Creo que tienes a tu primer fan número uno– le dijo Noah divertido una vez que el chico se marchó.
Jack frunció el ceño.
–¿Lo habías visto antes aquí?–
–La verdad es que no. Nunca lo había visto. ¿Pero por qué lo preguntas?–
–No lo sé. Siento que lo conozco de algún lugar, pero dudo que sea así. Es un niño, ¿qué tendría yo que ver con un niño? Y además yo nunca olvido los rostros. Supongo que mi mente está un poco desconcentrada–
–Pues será mejor que te concentres, si no terminaré pateándote el trasero en el entrenamiento– bromeó el moreno empujándolo mientras jugueteaba.
Jack rió.
–Ya, claro–
Entonces se dedicó por completo a entrenar.
Últimamente se sentía más decidido que nunca a alcanzar sus metas.
Eso también era gracias a Ariana.
¿Había dicho ya que esa pequeña castaña había llegado a ponerle su mundo de cabeza?
¡Lo había revolucionado todo!
No había otra manera de describirlo.
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Les está gustando??
Del 1 al 10 qué tan lindo es Jack?
Dejenme sus votos y comentarios, son los que me animan a seguir escribiendo. GRACIAS!
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