Capítulo 12
Ariana estaba cabreada. Eso era seguro.
Jack lo sabía por el ceño fruncido sobre el puente de su nariz. Lo sabía por el gesto en su rostro. Lo sabía también porque no había vuelto a mirarlo, no había vuelto a dirigirse a él.
Momentos antes habían estado manteniendo una conversación sobre el accidente en el Astrodome con la motocicleta. Conversación que había terminado en una pequeña discusión.
–No puedo creer que aún después de lo que pasó estés pensando en volver a conducir esa cosa del diablo–
–Eso fue un accidente, mala suerte. Sé perfectamente cómo conducir mi motocicleta. No la dejaré sólo por una pequeña caída en esa competencia de moto cross–
–De acuerdo, quizás tengas razón y sepas conducirla muy bien, pero tú mismo lo has dicho. Fue un accidente, los accidentes pasan. ¿Pero y si un día de estos te ocurre algo malo? ¿Y si chocas y mueres?–
Jack frunció el ceño y negó inmediatamente.
–Ariana, creo que estás yéndote muy a los extremos. No puedes prohibirme...–
Pero entonces ella lo interrumpió.
–No se trata de prohibírtelo. Se trata de que es peligrosa, y tú no siempre tendrás la suerte de salir bien librado–
Ante aquello Jack no tuvo una réplica más. Se cruzó de brazos, y desde su altura la miró.
Conforme pasaban los días se había ido dado cuenta de lo difícil que era tratar con esa diminuta mujercita, con su carácter fuerte. Desde el primer día había sabido que todo con ella sería siempre un campo de batalla, pero le agradaba, maldición. Le agradaba muchísimo.
Jack se cruzó de brazos pero no pudo evitar reír.
Realmente disfrutaba de su compañía, de su terquedad, de sus cambios de humor. Además... se veía preciosa cuando se enojaba. La vista de su carita enfadada era maravillosa.
Entonces como un fugaz pensamiento que atravesó su mente, él se preguntó a sí mismo cuándo comenzaría a notársele el embarazo.
Había leído la noche pasada que cuando una mujer embarazada tenía el vientre considerablemente crecido, era cuando sus hormonas se descontrolaban, y su humor se convertía en un campo de minas.
No sabía si iba a ser capaz de lidiar conaquello, pero a pesar de eso, de algo sí estuvo seguro y eso fue que iba adivertirse, y en definitiva no se aburriría
–¡Joder! ¿Te das cuenta?– le dijo en tono juguetón.
–¿De qué?–
–¡De que estamos peleando como si ya tuviéramos veinte años de casados–
Ariana exhaló. Intentó relajarse.
Odiaba aquella sensación que llevaba sus emociones al límite. Últimamente era difícil controlarse.
–Escucha...– comenzó. –Lo lamento. No quise molestarte. A veces suelo ser un poco... controladora. No quise serlo contigo. No soy nadie para decirte lo que debes o no debes hacer. Tú eres un adulto, y sabes perfectamente lo que haces. Si tu deseo es seguir conduciendo esa motocicleta, adelante, solamente quiero recordarte, que es peligrosa, es todo lo que diré–
Jack rió de nuevo.
¿Un poco controladora? Esa mujer era una completa dictadora, sin embargo le encantaba que fuese así.
–Tranquila. No estoy molesto, al contrario, creo que esto me gusta–
–¿Cómo que te gusta?–
–Sí– él se hundió de hombros. –Me gusta que te preocupes por mí. Sé que si estás diciéndome todo esto es porque te asustaste mucho cuando me viste caer. Lamento que hayas visto esa mierda, pero repito, me gusta que muestres preocupación por mí. Eso significa que te importo aunque sea un mínimo–
–Claro que me importas, Jack, y me preocupo por ti. No nos olvidemos de que eres mi marido, pero además de eso eres un gran amigo para mí, y no quiero que nada malo te pase–
Jack negó pero le sonrió.
–Te aseguro que nunca dejaré que eso ocurra–
Ariana esperaba aquello realmente. Si algo malo le sucedía... ni siquiera quería pensar en eso.
Se estremeció.
–Yo... yo sé que lo hiciste por mí– con el dinero que había conseguido había comprado una cama para ella, un espejo, cortinas divinas, pintura para las paredes... –Por eso no dejo de sentirme culpable–
–Ya hablamos de eso, Ariana. Y ya te lo dije. Mientras estés aquí te daré todo lo que necesites–
–Te juro que algún día te pagaré por todo esto–
–Yo no quiero que me pagues nada– negó él. –Suficiente paga será contarle a mis conocidos que la famosa actriz de Broadway, Ariana Butera, vivió una temporada en mi casa–
La castaña sonrió con ternura.
–Eres un tonto– le respondió.
–Hablo en serio– aseguró él. –Además... no podía dejarte sola, no es de hombres–
Los ojos marrones de Ariana se inundaron con lágrimas. No pudo contenerlas, así como tampoco pudo evitar pensar en Drew.
Había estado pensando mucho en él los últimos días.
Lo había amado desde que podía recordar. Habían compartido tantas cosas juntos, habían sido tan felices.
Para Ariana, Drew había sido el mejor hombre que había conocido nunca. Lo había admirado y respetado. Había creído que él la amaba también, que estaría con ella siempre, bajo cualquier circunstancia.
Cuanto se había equivocado...
De inmediato se giró para que Jack no la viera llorar.
No quería que creyera que era una niñita estúpida y llorona.
Aún así fue imposible ocultarle sus lágrimas. Él las había visto incluso antes de que se desbordaran.
–¿Estás llorando?– le preguntó. –¿Por qué carajo estás llorando?– de inmediato se preocupó. La hizo girarse para que lo mirara.
–Por nada– respondió Ariana con la mirada en el suelo. –Creo... creo que estoy cansada–
–¿Lloras cuando estás cansada?–
–No, Jack, disculpa, yo...– ella negó.
–Recordaste a Van Acker, ¿no es así?–
La castaña no fue capaz de negarlo.
–No deberías pensar más en ese cabrón– le dijo Jack con voz dura. –Mucho menos si te pone tan mal–
–A veces no puedo evitarlo–
–Lamento si hice que lo recordaras– él la miró. No supo qué más debía decirle, sin embargo en esos momentos ella no necesitaba que dijera nada.
–No te preocupes. Está bien– le mostró una sonrisa, pero no fue una sonrisa real. –Iré a mi habitación a descansar. Hasta mañana– de nuevo le sonrió, esta vez más genuina. Después se marchó.
Jack se quedó sólo en la sala.
Soltó el aire, y su mirada se perdió en el punto del pasillo por donde la pequeña chica había desaparecido momentos antes.
Resultaba evidente que Ariana seguía amando a aquel desgraciado. ¿Pero por qué? Se preguntó. ¿Por qué si había sido un completo cretino con ella?
En definitiva nunca iba a entender a las mujeres.
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Ariana llevaba cerca de dos horas intentando adivinar cómo se utilizaba la lavadora.
Lo peor del asunto era que todavía no lo había descubierto.
Estaba ya bastante irritada y también frustrada.
Oh, pero no iba a rendirse, se dijo. No iba a dejar que aquel estúpido electrodoméstico ganara aquella batalla.
Se preguntó entonces cómo podría hacerlo, cuando una idea brilló en su cabeza. ¡Buscar tutoriales en Youtube! ¡Desde luego! ¿Por qué no se le había ocurrido antes?
Tomó su celular, y de inmediato rebuscó. Encontró los videos que necesitaba en un segundo, y contenta agradeció por la existencia del Internet.
Se dispuso a reproducir uno de ellos cuando escuchó que tocaban a la puerta.
Frunció el ceño pues Jack siempre llevaba sus llaves con él.
Pronto corrió para abrir.
Justo en el arco se encontró a su hermana de pie, sonriéndole con emoción.
–¡Ari!– fue lo único que ella exclamó en cuanto la vio.
Las dos se abrazaron con gran fuerza.
–Adrie, ¿qué haces aquí?– le preguntó entonces Ariana, todavía sin separarse de ella.
Adrienne la miró con amor de hermanas, acarició su cabello colocándolo detrás de su oreja, y después volvió a tomar sus manos.
–Necesitaba saber dónde estabas. En vista que no has respondido a mis llamadas, decidí venir yo misma. Obligué a papá a que me diera la dirección–
–Lo lamento mucho, pero pensé que... sería mejor que no habláramos por un tiempo. Papá se puso furioso cuando se enteró de que me había casado con Jack– musitó. –Pero estoy contenta de verte. Ven, pasa. Ponte cómoda–
Entrando al departamento, Adrienne pasó a la pequeña sala, y después tomó asiento.
–Por favor dime cómo estás– parecía preocupada.
–Estoy bien, ¿por qué lo preguntas?– Ariana se confundió.
–¿Cómo que por qué lo pregunto? Desde hace días que no hablaba contigo. Estás embarazada, te casaste con un desconocido...–
Ariana negó.
–Jack no es un desconocido. Es mi amigo–
–De todos modos me preocupa toda esta situación, Ari. Entiendo los motivos que tuviste para contraer matrimonio, ¿pero tienes que vivir aquí?–
La más joven se hundió de hombros.
–Me gusta vivir aquí– y hablaba en serio. Comenzaba a tomarle cariño a aquel sencillo y diminuto departamento. No extrañaba su balcón, ni la sala de entretenimiento, ni el sauna, ni la piscina... bueno, quizás extrañaba la piscina un poco, pero estaba acostumbrándose a vivir sin todo aquello.
–Es demasiado pequeño, y...–
–¿Humilde?– completó Ariana arqueando una ceja.
–Sí. En definitiva no puedo imaginarte viviendo aquí. Creo que no puedo imaginar a nadie viviendo aquí–
La menor rodó los ojos.
–Oh, vamos, Adrienne, tú nunca has sido una snob–
–Lo sé, ya lo sé, y no lo soy. Es sólo que... En verdad me cuesta aceptar que ya no estás en casa–
–Yo ya lo acepté. Todos deberían aceptarlo también– dijo de inmediato.
Adrienne exhaló.
–¿Jack te trata bien?– quizá era aquello lo que más le preocupaba. Su padre había dicho, con palabras exactas, que el chico no era más que un pobre diablo que se dedicaba a pelear como un vulgar.
–Desde luego que sí– la manera en la que respondió le dejó bien en claro a Adrienne que no existía la posibilidad de que él fuese a maltratarla. Incluso Ariana encontró aquella pregunta, ridícula. –Escucha, hermana. Jack es muy lindo. Su fachada ruda es sólo eso, la fachada. Pero es muy bueno y ha sido muy considerado conmigo a pesar de que él es completamente ajeno a esa situación. Nunca me trataría mal–
Aquello dejaba a Adrienne mucho más tranquila. Aun así seguía teniendo muchas dudas.
–¿Ustedes...– resopló. –¿Ustedes tienen una relación marital? ¿Ariana, te acuestas con él?–
–¡No!– fue la inmediata respuesta. –Por supuesto que no, cielo santo, ¿por qué preguntas eso?–
–No lo sé, quizá porque se han casado– respondió irónica.
–Nos casamos pero no somos marido y mujer precisamente. Ya te lo dije, Jack sólo me hizo un favor. Esta farsa de matrimonio acabará en cuanto el embarazo termine–
–Claro, no me olvido de todo lo que ya tienes planeado–
–Sigues sin estar de acuerdo, ¿no?– Ariana le preguntó a sabiendas de cuál sería su respuesta.
–Supongo que no importa si estoy de acuerdo o no. Siempre te voy a apoyar, Ari. Para eso están las hermanas, para apoyarse–
Ariana sonrió conmovida.
–Sé que cuento contigo–
Ambas se tomaron de las manos.
–Siempre– le prometió. –Sé que en el pasado... fui más una hermana ausente para ti. Me concentré solamente en mis propias cosas, en la universidad, en sacar las mejores notas, después en el trabajo y en Ed, y lo lamento, lo lamento muchísimo–
–Eso no importa ya, Adrienne–
–A mí sí me importa. Yo... me siento culpable por todo esto que está ocurriendo. Quizá si hubiese estado más al pendiente de ti, si hubiese hablado contigo sobre el sexo y todos sus riesgos...–
La menor negó.
–Quizás no te hubiese escuchado– sonrió tristemente. –Ya sabes que a veces soy... muy cabezota–
–Sí– Adrienne no lo negó.
–Y bueno, supongo que de alguna u otra manera debía aprender de mis propios errores, y hacerlo sola–
–Ya te dije que no estás sola. Por eso estoy aquí–
–Gracias, Adrie... Te quiero mucho– la abrazó.
–Yo también tonta. Te quiero más–
Una hora más tarde, Adrienne miró su reloj y decidió que era hora de marcharse.
Se despidió de su hermana mayor haciéndola prometer que siempre respondería su celular cuando la llamara, pues lo haría a diario para saber cómo estaba.
Mientras bajaba por el ascensor, se dio cuenta entonces de la presencia de un chico bastante imponente. Alto, muy alto. Demasiado tal vez. Y de ojos oscuros.
De inmediato llamó su atención.
Algo que le dijo que él era el nuevo esposo de su hermana, y sabía que no estaba equivocada. Tal fue su seguridad que lo llamó.
–¿Jack?–
El chico frunció el ceño al verla. Se detuvo un instante.
–¿Sí?–
–Oh, sabía que eras tú– se dijo felicitándose interiormente por su buen instinto.
–¿Te conozco?– evidentemente él estaba confundido por el hecho de que aquella desconocida mujer conociese su nombre.
–No nos han presentado todavía. Soy Adrienne, la hermana mayor de Ariana– le alzó la mano saludándolo por cortesía.
Jack se sorprendió un poco de que ahí en su edificio se encontrara alguien más de la familia Butera. Tardó varios segundos en reaccionar. Miró su mano, después la limpió sobre sus ropas, y finalmente se la extendió respondiendo a su saludo.
Se sintió de pronto muy avergonzado.
Llevaba su habitual mono de trabajo color caqui, y estaba manchado de grasa.
–Por favor, disculpa mi aspecto. Yo... yo trabajo en un taller mecánico– le dijo, y realmente esperó ver en su rostro la expresión de desagrado.
No sucedió.
Adrienne continuó mirándolo a los ojos. Ni siquiera prestó atención a su vestimenta dejando a entender que no le importaba.
–No te preocupes por eso– sabía perfectamente cuál era su profesión, además de ser peleador de artes marciales. Su padre no había dejado de vociferarlo como si fuese la mayor de las ofensas.
–Lamento si sueno grosero, pero... ¿El motivo de tu visita es...?–
Ella se hundió de hombros.
–Estaba muy preocupada por mi hermana, y quería verla–
–Discúlpame, sé que no tengo derecho a cuestionar, pero la última vez que estuvo aquí tu padre trató muy mal a Ariana–
–Lo sé– asintió Adrienne. –Lo sé, y créeme, no estoy de acuerdo con él en nada. Amo a mi hermanita, y quiero ayudarla–
–Es genial– sonrió Jack de medio lado. –Quiero decir, que Ariana tenga a alguien en su familia de su lado, sé que eso la hará muy feliz–
–Sí. Desde luego. Estoy completamente para apoyarla– pero entonces fue directo al grano. –Dime una cosa, Jack... ¿Tú y Ari son muy amigos?–
Él se hundió de hombros.
–Ahora creo que sí– respondió simplemente.
–¿Qué quieres decir con ahora?– le cuestionó Adrienne.
–Bueno, antes no éramos precisamente amigos–
Adrienne asintió. Deseaba hacerle mil preguntas más. Preguntas que Ariana no había respondido, desde luego, pero no quería asustar al chico.
Pensó en que quizás su hermana tenía razón.
Tenía el aspecto de un bravucón. Era grande y fuerte, y su expresión era realmente de pocos amigos, sin embargo, por su manera de hablar y de referirse a ella, parecía buen tipo.
–Escucha, no cuestionaré más sobre el hecho de que Ariana y tú se hayan casado. Lo hecho, hecho está, y no puedo hacer nada más que aceptarlo. Tampoco pude hacer que ella aceptara venir conmigo, así que tengo que pedirte que por favor la cuides–
Con seriedad, él asintió.
–Lo haré–
–Quiero que la cuides con tu vida, Jack. ¿Crees que puedas prometerme eso?–
Aquella era una promesa con demasiado peso y demasiado significado.
¿Estaba dispuesto a darle su palabra ante tal petición?
¡Joder!
No pudo siquiera dudarlo.
–Lo prometo. Puedes quedarte tranquila. Yo la protegeré–
Adrienne exhaló con un poco de alivio.
–Gracias. Ya debo irme, pero antes... Quiero darte algo– rebuscó en su elegante y costoso bolso, y sacó su bonita cartera.
Jack alzó sus manos y negó numerosas veces.
–No hace falta que me des dinero– le dijo de inmediato.
–Yo creo que sí– momentos antes le había dado un poco a Ariana, pero sentía que debía darle más. –Mi hermana está viviendo en tu techo. Por favor déjame aportarte algo–
Pero de nuevo Jack negó.
–Escucha, yo me haré cargo de ella– habló claro y preciso. –No puedo aceptar tu dinero. Tal vez creas que es estúpido o machista, pero no puedo hacerlo. Yo... yo sé que Ariana es una niña rica, y eso, pero trabajaré muy duro, y te aseguro que nada le faltará– estaba hablando malditamente en serio.
Adrienne se quedó impresionada. Realmente no había esperado que aquel chico fuese a rechazar el dinero que le ofrecía.
Tampoco había esperado que respondiera así, que estuviese tan dispuesto a ayudar a Ariana. Lo miró con sorpresa y agrado.
–De acuerdo, no insistiré–
–Gracias– respondió Jack dándole un caballeroso asentamiento de cabeza.
–Ahora sí debo marcharme–
–Puedes volver cuando quieras– le dijo entonces Jack antes de que se fuera. –Creo que Ariana necesita mucho del apoyo emocional de su hermana–
Adrienne le sonrió y admiró el gesto de comprensión.
–Aquí estaré– aseguró. Luego se despidió agitando su mano. Dio media vuelta y después se marchó.
Jack soltó un suspiro, y se dirigió a su departamento.
Encontró a Ariana con una gigantesca sonrisa en el rostro.
–Mi hermana estuvo aquí– fue lo primero que le dijo al verlo. Estaba muy contenta por ello.
–Lo sé– respondió él.
–¿Lo sabes?– la castaña se confundió.
–La vi abajo. Hablamos un poco. Le dije que podía venir a verte cuando quisiera–
Ariana sonrió.
–Eres un lindo–
–Si sigues diciendo eso voy a terminar por creérmelo– él dejó sus llaves en la mesilla, y quitó su chaqueta.
Ella simplemente rió. Se llevaban bastante bien.
–¿Cómo te fue hoy?– le preguntó.
–No muy bien– admitió.
–Pero seguro eso es normal los primeros días. Cuando te des a conocer un poco más entre los clientes de la ciudad tendrás mucho más trabajo–
Hacía unos cuantos días en que Jack había renunciado a su trabajo con Danny, aquel gordo bocón, y ahora había montado su propio taller mecánico.
Esperaba realmente que fuese a irle bien. Ariana era muy optimista, y él no podía hacer otra cosa más que contagiarse de ese optimismo. Le sonrió.
–Apuesto a que será así– asintió. –Y mientras tanto, debo prepararme. Esta noche tengo una pelea, y debo ganarla sí o sí– el dinero en efectivo únicamente era para el ganador, y ahora que tenía a una mujer embarazada viviendo con él, necesitaba de ese dinero tanto como respirar.
Sin poder evitarlo, Ariana recordó la pelea a la que había asistido una noche antes de que se casaran. Se estremeció sólo de recordar cómo Jack había caído inconsciente sobre la lona.
Se estremeció.
–Quiero ir–
–¡¿Qué?!– él se sorprendió por su petición. –¡No!–
–¿Por qué no?– ella no pensaba aceptar una negativa.
–¿Cómo que por qué no? ¿Acaso no recuerdas ese lugar? No es un sitio seguro para ti. La chicas como tú no frecuenta esos lugares–
–¿Las chicas como yo, Jack?– ella frunció el ceño. –Nunca creí que... un tipo como tú...– lo dijo con toda intención. –...fuese de esos que ponen etiquetas–
–¿No eras tú quien lo hacía siempre?– contraatacó él.
Ariana no pudo negarlo. Sin duda alguna había sido una chica muy prejuiciosa. Había estado convencida de que las distintas clases sociales existían, y no debían mezclarse.
Se hundió de hombros.
–Creo que no volveré a pensar nunca así– afirmó.
Ambos se quedaron en silencio unos cuantos segundos.
–De todos modos no creo que sea buena idea que vayas a la pelea. Es mejor que te quedes aquí, en la seguridad de este departamento. Y no se diga más– se dispuso a marcharse a su habitación después de la orden dada.
Pero Ariana nunca había sido de esas chicas que acataban órdenes.
–Pues no voy a hacerlo– se cruzó de brazos demostrando la expresión de niñita caprichosa que siempre había sido.
Jack la miró fijamente. Pensó irónicamente que era pequeña, pero condenadamente difícil de manejar. Deseaba reír, pero estaba más preocupado por ella.
–Ariana...–
–Dame una razón, Jack. Una sola para que yo acepte quedarme aquí y no ir–
–Bueno, pues...– él se hundió de hombros balbuceando. –Pues... habrán hombres, y no quiero que te vean–
Maldición, y aquello era lo que más detestaba. Sabía muy bien lo que pensarían al verla, todosesos pelafustanes que frecuentaban el gimnasio. Exactamente lo que él pensaba cada vez que la miraba... Las mismas fantasías que él había comenzado a tener. Fantasías de infinitas variaciones, todas al rojo vivo, todas clasificación x.
¡Mierda!
Sabía que estaba portándose demasiado posesivo con ella, pero prefería masticar clavos antes que dejarla expuesta a todos esos pervertidos.
–¿Qué? Esa no es una razón válida para mí–
–Pues sí lo es. Ahí vas a toparte con delincuentes de la peor calaña y borrachos impertinentes. ¿Realmente quieres estar cerca de esos sujetos?–
A Ariana no le daban ningún miedo.
–Tú no dejarás que se me acerquen, ¿o sí?– lo miró con ojitos entornados.
A Jack le dio un vuelco.
Jamás, jamás dejaría que le tocaran un pelo. Pero ahí estaba otro problema representado. Él tenía que concentrarse al cien en esa pelea. Con Ariana a unos cuantos metros no lo conseguiría.
–Estaré arriba peleando. No podré cuidarte–
–Tu amigo Noah puede hacerlo–
Ariana era demasiado terca. Sabía que no había manera de que ganara aquella batalla.
–Puta mierda...– siseó en voz baja. Cerró sus ojos con irritación, miró al cielo como pidiendo clemencia. Después volvió a mirarla a ella. –Joder... Está bien. Irás, pero sólo por esta ocasión. Y no te despegarás de mí ni de Noah. Además tengo una condición–
Ariana se alegró tanto que saltó de alegría, y de inmediato corrió a sus brazos.
Sin pretenderlo sus rostros quedaron más cerca de lo que hubiesen pretendido. Ninguno de los dos se movió.
–¿Cu...cuál es tu condición?– ella susurró por cerquita de sus labios. No se alejó.
Él no la soltó. La miró de arriba abajo con nerviosísimo. Después tragó saliva.
–No te pondrás nada escotado, ni coqueto y tampoco ninguna faldita... Prohibido, faldita– repitió para que quedara claro.
La castaña ya había sabido que Jack era un hombre dominante y de ideales un tanto cavernícolas, pero no había imaginado a qué grado.
Definitivamente debía enfadarse. La mujer independiente que llevaba en su espíritu le gritó que lo hiciera. Aún así se quedó callada.
Estaba absorta en el movimiento de sus labios. ¡Cielo santo! ¿Se había dado cuenta de la hermosa boca que él poseía?
No estaba muy segura. No podía recordarlo. Sus manos aún la sujetaban. Aspiraba su aroma viril cada vez que respiraba, haciéndola sentirse débil. Era absurdo. La sacudieron oleadas de calor.
–De acuerdo...– contestó simplemente. Después se separó de sus brazos. Ruborizada, bajó su mirada. –Yo... yo estaré en mi habitación–
Jack asintió. Después la vio marcharse.
Estaba demasiado tenso. La cercanía de Ariana lo había puesto así. También su terquedad.
Tomó asiento intentando recuperarse.
Sabía que no sería nada fácil lidiar con esa pequeña castaña, y el hecho de estar pensando en ella como hombre no hacía sino añadirle más mierda.
Momentos antes había querido agarrarla y besarla con tanto deseo que todavía sentía calambres por el esfuerzo de contenerse.
–¿En qué te metiste, Jack?– aquella fue la primera vez que se lo cuestionó.
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Ariana finalmente optó por vestirse lo más discreta posible.
Llevaba jeans ajustados, y una blusita de licra. Estaba muy pegadita, y delineaba el contorno de sus pechos, así que decidió cubrirse con una chaqueta negra. Se puso zapatitos casuales de agujetas blancos, y realmente esperó que su outfit pudiese encajar en el mundo al que Jack pertenecía.
Cuando salió de su habitación, él ya la esperaba.
Llevaba un atuendo deportivo, y su maleta Nike le colgaba del hombro. Parecía impaciente. O quizás nervioso.
–¿Nos vamos ya?– le preguntó.
Jack la miro por prolongados segundos.
No había querido llevarla consigo, pero la chica era terca y caprichosa. No le había dejado otra opción.
Claramente le había pedido que no se vistiera de manera llamativa, sin embargo mirándola así, con ropas más sencillas, se veía tan hermosa como siempre, quizá hasta más, belleza natural.
Más valía que nadie se atreviera siquiera a dirigirle una mirada porque de otro modo tendría que romper algunas narices más.
Asintió.
Ambos salieron del departamento y bajaron por el ascensor.
Al llegar al estacionamiento Ariana frunció el ceño al no ver la motocicleta por ninguna parte, pero la gran sorpresa se la llevó cuando lo vio a él acercarse a una camioneta Ford de modelo antiguo.
–¿En dónde está tu moto?– preguntó confundida.
–Ya no– respondió Jack.
–¿Qué significa eso de "Ya no"?–
–Ya no volverás a verla– él se ocupó entonces de abrir la puerta del asiento del copiloto invitándola para que entrara.
–¿De qué hablas, Jack?–
–La vendí–
–¿La vendiste?–
–Sí, ¿por qué te sorprende tanto?–
–Bueno, porque tú amabas esas motocicleta. Hace días dijiste que deshacerte de ella sería como deshacerte de un brazo–
Jack no pudo evitar reír por su romántica manera de haber dicho lo que dijo.
–Lo sé, pero siempre son buenos los cambios, ¿o no? ¿Te gusta mi camioneta?–
–Pues... sí– respondió ella. –Es linda y tiene un toque rustico muy interesante. ¿Pero en serio la compraste con el dinero de tu motocicleta?–
–En realidad ya tenía esta vieja Ford desde hace años, sólo que estaba descompuesta, y era muy costoso repararla. Utilicé el dinero para comprar las piezas que le hacían falta– lo demás lo había metido en una cuenta bancaría. Con Ariana viviendo con él, necesitaba estar preparado para cualquier situación que pudiese presentarse.
–Ya– asintió Ariana. –No la vendiste por mí, ¿verdad?– preguntó de inmediato. –Jack, lo que te dije el otro día no era en serio, quiero decir, sí era en serio, una motocicleta es peligrosa pero... a final de cuentas, ¿quién soy yo para decirte qué hacer? Tú eres libre de hacer lo que te venga en gana–
–Lo sé, tranquila. No fue por eso. Yo simplemente tenía muchas ganas de echar a andar esta belleza–
La realidad era otra. Después de la discusión con Ariana, se había quedado en vela toda la noche, pensando no en el hecho de que posiblemente ella tenía razón, sino en su embarazo. Ese embarazo que día con día crecería. Nopodría trasladarla o llevarla a cualquier parte en la motocicleta sin poner enriesgo su vida y la del bebé.
–Oh– respondió ella. –Bien– se hundió de hombros.
–Por cierto. Sobre lo que dije esta tarde...– hablaba de la condición que le había puesto para llevarla a la pelea. –No quise obligarte a vestirte diferente a como vistes usualmente. No tiene nada de malo tu estilo, y desde luego tampoco es razón válida para que un hombre intente sobrepasarse contigo, lamentablemente vives en un mundo donde esos degenerados existen, debes cuidarte de ellos–
Ariana asintió.
–Lo sé. No te preocupes por eso. Entiendo las razones que tuviste para decírmelo, y... te lo agradezco–
Jack asintió y no mencionó nada más. Encendió el motor del vehículo, y prontamente dio marcha.
Una pelea importante lo esperaba.
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Cuando llegaron al gimnasio, Jack decidió entrar por la puerta trasera para evitar así que Ariana tuviese que lidiar con el montón de personas que arribaban para presenciar la pelea.
–No me sueltes la mano, ¿vale?– le dijo con seriedad.
A su espalda, ella asintió.
Inmediatamente la dirigió a uno de los departamentos del lugar. Específicamente a donde se encontraban los casilleros. Ahí era su espacio perfecto para calentar antes de salir a pelear.
Noah ya lo esperaba.
Agitó su mano para saludar a Ariana, y le sonrió. Ella le devolvió el saludo.
–Espérame aquí– el joven peleador le señaló una de las bancas de madera, y dejó caer a un lado la maleta que llevaba. –Yo me prepararé para esta mierda–
–Está bien, Jack–
Aquella manera en que la castaña lo había dicho, lo hizo pensar indudablemente en lo fáciles que serían las cosas si lo dijera más a menudo. Sonrió a sabiendas de que eso jamás pasaría.
Ariana era un espíritu libre, siempre sería así.
Chocó puños con Noah cuando llegó hasta él.
–¿Listo para romperle la cara a Maleante Ortíz?– le preguntó emocionado.
Estaba listo para romperle la cara a su contrincante, y también a cualquiera que se atreviera a meterse con Ariana.
¡Que lo jodieran si no!
–Ya sabes que sí, Noah– respondió secamente mientras enredaba sus manos con las bandas blancas. –¿Cuánto tenemos?–
El moreno miró su reloj justo antes de colocarse las colchonetas en las manos.
–Como veinte minutos. Aprovechémoslos–
Inmediatamente se pusieron a ello.
Mientras Ariana permanecía sentada en la banca, a unos metros de distancia ambos chicos comenzaron a calentar, pegando puños y esquivando golpes, uno tras otro.
Jack acertó en todos y cada uno de sus movimientos, pero a pesar de ello en determinado momento falló, no una sino más veces.
Se detuvo para tomar aire.
–Lo siento, estoy un poco desconcentrado– murmuró.
–Sí, ya veo, y puedo imaginar quién es la responsable– sonrió Noah divertido mientras señalaba a la pequeña castaña con la mirada.
Desde luego, Jack lo miró enfadado.
–¿Qué?– Noah comenzó a reír. –Es tu esposa, ¿o no?–
–Sabes bien que nada de esto es real– le respondió en voz baja para que Ariana no supiera que estaban hablando de ella.
–Pues sí, lo sé. ¿Pero sabes algo? Se ven muy bien juntos, y yo creo que se gustan. ¿Por qué no hacen que sea real?–
–¿Hablas en serio?– le preguntó casi molesto.
Al ver a su amigo asentir, Jack no pudo evitar reír con ironía.
¿Él y Ariana? ¿Hacer de su matrimonio uno de verdad?
Imposible.
–¿Por qué no?– le preguntó Noah. –Sé que tiene sus propios planes, pero tú también tienes los tuyos. El estar juntos no puede ser impedimento para que alcancen sus objetivos–
–La respuesta es sencilla, Noah... Ella es un modelo de lujo, yo un modelo económico–
–No creo que eso le importe–
–No sé si le importe o no, pero no es asunto mío, ¿vale? Jamás podríamos tener algo más que este mero trato–
–De acuerdo, no insistiré– respondió Noah resignado.
Los dos continuaron entrenando pues quedaban ya pocos minutos.
Jack consiguió concentrarse dejando su mente en blanco por completo.
Cuando terminaron, volvió para tomar su maleta.
–Te irás con Noah– le dijo a Ariana. –Estarás con él...–
Entonces la castaña lo interrumpió.
–En todo momento. Ya lo sé– le sonrió.
Preciosa sonrisa, en la que Jack se perdía cada vez que era dirigida para él.
Su pecho se tensó.
–Por favor no te le separes–
–Descuida, no lo haré– lo miró. Ya no sonreía, sino que había adoptado otra expresión. Parecía como si algo le preocupara. –Cuídate mucho–
Jack tragó saliva mientras también la miraba.
–Te aseguro que no dejaré que ocurra lo de la última vez– prometió.
Seguían mirándose.
Era extraño para los dos, pero no podían desconectar sus miradas.
–¡Jack, date prisa!– la voz de Noah los hizo volver.
Los dos evitaron mirarse de nuevo a toda costa.
–Cuídala, Noah– los ojos oscuros le advirtieron que algo malo ocurriría si descuidaba a aquella chica.
–Con mi vida, hermano– prometió el moreno captando a la perfección el mensaje.
El peleador asintió, luego de aquello se marchó a toda prisa hacia su vestidor para cambiarse, y después salir a la jaula de combate.
Cuando Noah y Ariana se quedaron solos, él la condujo hacia la cabina donde estarían durante toda la pelea.
Le sonrió amistosamente, pero luego de un largo silencio Noah decidió hacerle una pregunta.
–¿No vino tu amiga contigo?– fingió desinterés, pero el mero cuestionamiento demostraba todo lo contrario.
La castaña frunció el ceño.
–¿Mi amiga? ¿Hablas de Liz?–
–Oh, ¿se llama Liz?– Noah no pudo evitar sonreír.
–Ella no suele venir a estos lugares– respondió sin prestarle tanta atención. Le hubiese parecido curioso el hecho de que preguntara por Elizabeth, de no ser porque estaba demasiado preocupada por Jack.
–¿Estás bien, Ariana?– le preguntó Noah notándola un poco extraña.
Ella bajó la cabeza y negó.
–No es nada–
–Tienes miedo, ¿no?–
–¿Qué probabilidades hay de que Jack vuelva a ser noqueado?– le preguntó sin más.
–Ninguna– le aseguró. –La cosa fue que la vez anterior Jack traía algo en la cabeza que... no lo dejó concentrarse, pero él es un peleador nato. Es la Bestia, y ese Maleante quedará hecho papilla, ya verás–
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Pero incluso durante aquella pelea, Jack tenía algo más en que pensar, y al igual que la vez anterior, quien acosaba sus pensamientos en ese momento era Ariana...
Maleante Ortíz y él se miraron fijamente momentos antes de que el sonido en la campana se escuchara.
La Bestia Reed se preparó para la batalla. Conteniendo un grito, corrió hasta su oponente, quien lo recibió para no caer.
El Maleante lanzó un derechazo, pero en un rápido movimiento, Jack consiguió esquivarlo.
Se agachó, y en el mismo segundo regresó logrando acertar el primer golpe justamente en el centro de la nariz.
La respuesta inmediata fue otro golpe del que salió bien librado.
Los dos se separaron unos cuantos metros, pero sus miradas continuaron analizándose el uno al otro como enemigos a muerte.
Aunque intentó concentrarse por completo, Jack no pudo quitar de su mente lo que había estado hablando con Noah momento antes de que subiera a pelear.
La idea de la pequeña castaña y él juntos lo había hecho tensarse desde el momento en que su amigo se lo sugirió.
No entendía por qué seguía pensando en algo que sin lugar a dudas jamás ocurriría.
Ella seguía perteneciendo a la elite de la sociedad, le gustara o no.
Y aunque hubiese tenido millones en el banco, sabía muy bien que no podía aspirar a una mujer como Ariana Butera. Esa mujercita era como una princesa. Una princesa destinada a mantenerse lo más alejada posible de los heces de la humanidad. Él pertenecía a las heces de la humanidad. ¡Infiernos!
Por eso tenía que dejar de pensar en esas estupideces.
Sólo la estaba ayudando. Era algo pasajero en su vida. Jack debía repetírselo hasta que se convenciera de ello.
Los cerdos volarían, y helaría en el infierno antes de que Ariana y él pudiesen tener alguna relación que fuese más allá del falso matrimonio que tenían en esos momentos. Cuanto más cerca se mantuviera de la realidad menos probable sería que lo echara todo a perder.
Lanzó un puñetazo más que hizo tambalearse a su contrincante. Después le dio uno más, y otro más, y otro más.
Utilizó todas sus fuerzas para golpearlo.
No podía volver a perder. No podía quedar como un imbécil frente a ella una vez más.
Pero un imbécil, era lo último que Ariana creía que era.
Allá abajo, desde donde lo miraba, ella únicamente podía pensar en lo mucho que lo admiraba.
Emocionada, y también con un poco de temor, observó cada uno de sus ágiles y rápidos movimientos. Observó su enorme cuerpo musculoso, y la gran fortaleza con la que atacaba segundo a segundo.
Jack era un hombre rudo, brusco, pero no era cruel como muchos otros creían. Detrás de esa fachada de Bestia no era más que un dulce osito de peluche. Era increíblemente tierno y lindo. Pero también era todo un hombre. Se ganaba la vida con los músculos, sudando la frente con honor.
Y era tan bueno en lo que hacía... Tan apuesto. Pero apuesto no era la palabra correcta para describirlo. Ese hombre era asombrosamente atractivo, irresistiblemente viril. Se sentía muy atraída por ese peleador, y ya no podía negárselo.
¿Pero cómo no iba a sentirse de ese modo si era tan... tan él? Tan Jack. Único y especial.
En ese momento lo vio soltar una fuerte patada que de nuevo tambaleó al oponente.
Maleante Ortíz soltó un gruñido de dolor y estuvo muy dispuesto a cobrárselas.
Gritó furioso y fue tras él sin embargo la rapidez de Jack y los altos reflejos que poseía lo ayudaron a girarse, aprovechando después ese giro para atacar con otra patada por la espalda, seguido de un rodillazo en la quijada haciéndolo caer sobre la lona produciendo un ruido seco y los aplausos y gritos sinfín de todos los espectadores.
Sin más, agotado y bañado en sudor, Jack alzó sus brazos en señal de victoria. El referí se acercó a certificar, y una vez que lo hizo, anunció a la Bestia Reed como el único y absoluto ganador de la contienda.
El público continuó vociferando vulgaridades entre otras cosas más, todos satisfechos por la pelea de calidad que habían presenciado.
Contento por la victoria, Jack miró hacia donde esa preciosa chica que lo miraba con sus increíbles ojitos marrones, se encontraba. Sin poder controlarlo, los latidos del pecho se le dispararon a mil por hora.
¡Maldita sea!
Se recriminó a sí mismo.
¿Por qué su corazón estaba tan acelerado? ¿Por qué se le inflamaba todo su ser con algo muy parecido a la emoción simplemente porque ella le sonreía y parecía mirarlo con orgullo? ¡Mierda! ¡¿Por qué?!
Ariana estaba feliz de que las cosas no hubiesen terminado como la vez anterior. Aplaudió emocionada.
Lo primero que Jack hizo luego de que Noah se encargara de limpiarle todo el sudor, fue bajar de la jaula y correr hasta ella.
–¿Viste que no dejé que me noqueara?–
Sonriéndole, Ariana le asintió. Maravillada admiró su fuerza, su gran altura, la musculatura de su cuerpo. Deseó que sus manos pudiesen tocarlo. Casi sentía que el calor de su piel se extendía hasta ella. Trató de controlar sus pensamientos y se puso rígida.
Retiró los ojos de los suyos y trató de pensar en otra cosa, para que él no se diera cuenta de la reacción que le provocaba.
–¡Tenías razón, Noah!– se dirigió entonces al moreno apartándose de Jack. Era eso o saltarle encima.
–Te lo dije, linda. Mi Bestia no falla, salvo que esté pensando en casarse con cierta mujercita– bromeó pero de inmediato su amigo le soltó un codazo en las costillas que le sacó el aire.
Ariana no comprendió a lo que se refería pero decidió no preguntar.
Tuvo que mirar a Jack de nuevo. Le sonrió.
–Felicidades por tu victoria– le dijo con sinceridad. –Estuviste increíble–
–Gracias, pequeña– exhaló. –¿Te parece si nos vamos? No quiero que sigas un segundo más en este lugar– le tendió la mano.
La castaña la tomó sin dudarlo.
Noah que se recuperaba del golpe, los miró con ojos irritados.
–Estos dos me causarán diabetes– murmuró para sí mismo.
Convencido estuvo de que entre Ariana y Jack surgiría algo. Todavía no sabía qué, pero estaba seguro de que así sería. Ese par no se daba cuenta, ni siquiera lo sospechaba, pero cualquier persona que estuviese a su alrededor podía verlo.
Estaban hechos el uno para el otro. La pregunta ahí era cuándo se enterarían.
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–¡Es que estuviste increíble!– Ariana no paraba de repetirlo.
Se encontraba más que feliz de que él estuviese bien, que hubiese ganado la pelea, que hubiese resultado ileso. Sobre todo eso. Ella no habría resistido si Jack hubiera resultado herido como en la pelea anterior o como en la competencia de motocicletas.
Se estremeció sólo de pensarlo. Gracias al cielo no había sido así.
Jack le sonrió mientras entraba a la camioneta y cerraba la puerta.
–¿De verdad estuve increíble?– no pudo evitar preguntarle. Jamás se había alimentado de los elogios de lasdemás personas, no era algo que le interesara, pero caramba, estabadescubriendo que le encantaba escuchárselos decir a Ariana.
Su pecho se llenaba con una sensación extraña al pensar en esa preciosa chica mirándolo pelear, y admirándolo por ello.
–Lo eres– asintió la castaña. –Y también creo todo eso de golpear, y resistir que te golpeen... Debe ser muy difícil–
–A estas alturas ya no lo es tanto. A la larga te acostumbras, tu cuerpo se acostumbra a recibir el dolor y convertirlo en energía para regresar el golpe, y hacerlo aún con mayor fuerza–
–De cualquier modo es admirable–
–Admirable es lo que haces tú– señaló Jack sorprendiéndola. –Cantas, bailas y actúas impresionantemente, ¿y las tres cosas al mismo tiempo? Wow– volvió a sonreírle.
–¿Cómo sabes que hago todo eso impresionantemente?– rió Ariana repitiendo la misma palabra que él había utilizado.
–Bueno, alguna vez te vi– Jack se hundió de hombros.
–¿En serio?–
–Sí–
–Vaya, nunca imaginé que alguna vez el chico malo de Worthington haya asistido a una de mis obras musicales– Ariana se sorprendió de saberlo.
–En realidad no asistí a una, simplemente... pasé junto al teatro de la escuela y te vi. Mentiría si dijera que no me impresionaste–
Ariana hubiese querido sonreír, pero no pudo hacerlo. Bajó el rostro con tristeza.
Jack frunció el ceño. Momentos antes había estado muy animada. Se preguntó qué había dicho para hacer que ahora se mostrara tan desanimada
–¿Qué pasa?–
Ella negó.
–No te preocupes. Es sólo que... ya no puedo hacer nada de eso, y recordarlo me pone triste–
Pero el problema era que Jack no soportaba mirarla triste.
–Hey– la llamó mientras con su mano tomaba su mentón para hacer que ella lo mirara también. –Recuerda que no será para siempre. El embarazo terminará en algunos meses, y entonces podrás volver a pisar un escenario. Volverás a hacer todo eso que tanto te gusta, y no sólo eso, también demostrarás que eres la mejor–
Aunque había estado a punto de ponerse a llorar, Ariana consiguió frenar sus lágrimas. Lo miró. La sonrisa apareció en automático.
–Gracias por ser tan bueno conmigo– le dijo.
–¿Cómo no voy a serlo si eres tan dulce?– la pregunta de Jack quedó colgada en el aire.
Los ojos oscuros del joven peleador recorrieron cada centímetro de su rostro.
¿En qué momento se habían acercado tanto?
¿En qué momento le había puesto su mundo de cabeza?
Con el pecho desbocado, Jack pensó en que ningún golpe había podido llegarle tan inesperado como ella a su vida.
Una chica embarazada en la puerta de su casa, sola, desprotegida y tan malditamente hermosa. Inmensamente hermosa y femenina. Un puñetazo en la cara para la cual él no había estado preparado
¡Joder, y qué bonita que era!
La luz de la luna entraba en la cabina de la camioneta, iluminándole el bello rostro, los ojos marrones y los labios rosados. Jack tuvo que apretar los dientes para contenerse y no comérsela a besos en ese instante, y aún más para que no quedara en evidencia todo el deseo que le provocaba.
Lo que no imaginaba era que Ariana también estaba muriéndose por dentro sin siquiera comprender tales reacciones.
Para ella él era tan guapo. Su cabello estaba revuelto como siempre. Los ojos negros brillaban como dos estrellas. La cicatriz en su ceja, la nariz recta, su mandíbula fuerte y varonilmente remarcada. Se sentía completamente desarmada ante aquel potente magnetismo sexual y masculino.
Su mirada oscura la tenía atrapada, tan cohibida que no lograba todavía responderle algo. Jack la hacía sentirse débil y más femenina de lo que ya era.
Pero entonces él no lo soportó más. Soltó el volante, redujo la distancia que los separaba y la estrechó entre sus brazos. Su boca descendió sobre la de Ariana y le metió la lengua mientras sus brazos la atraían hacia su pecho.
Se fundieron en un cálido y profundo beso, y ella jadeó, dejándose llevar por el deseo que sorprendentemente sentía. Sabía que tenía que separarse de él, pero todo su ser anhelaba intensamente aquella unión de sus labios.
Ignorando cualquier otro pensamiento, la castaña lo tomó del rostro acercándolo cada vez más.
Sin poder controlarse, Jack la besó apasionadamente. Su respiración era jadeante, respiraba acompasadamente ahí en la húmeda y calurosa atmosfera de la camioneta.
Mientras seguía besándola, apretó su cintura, y deseó gritar, gruñir, aullar.
La sensación de ese delicado cuerpo contra el suyo, su aroma y el sabor de su boca se combinaron para volverlo loco de tanto querer más, de querer más de ella... de quererla por completo.
¡Mierda!
La estaba besando... La estaba besando y su sabor era delicioso.
Sabía a las malditas fresas...
Cuando no pudieron respirar, los dos se separaron lentamente.
Luego de segundos se miraron con horror ante lo que acababa de suceder.
–Lo siento– Ariana fue la primera en hablar.
Jack frunció el ceño. ¿Él la besaba, y ella pedía perdón?
Negó.
–No, no. Tranquila. Yo... yo... Sólo quería hacerte sentir mejor. Fue culpa mía– ¿En serio? ¿Hacerla sentirse mejor? ¿Es que era idiota? Jack se recriminó a sí mismo su estúpida respuesta.
Ariana desvió la mirada. Estaba demasiado nerviosa.
Él también.
–Fue culpa de los dos. Nos ganó la emoción, y... y...–
–¡Sí!– combino Jack. –Fue eso. Tan solo... olvidémoslo–
–Era justo lo que iba a decirte– respondió la castaña.
Compartir la culpa los dejó a ambos más tranquilos.
Interiormente intentaron convencerse de que en efecto no había sido nada más que una reacción provocada por las emociones que de pronto los dominaron. Sólo eso.
Mientras Jack encendía el motor y daba marcha, Ariana se abrochó el cinturón de seguridad.
Ninguno de los dos mencionó nada más al respecto tomándose muy en serio lo que habían dicho sobre olvidar lo sucedido.
Para su mala suerte en determinado momento la castaña comenzó a sentirse mal.
Se dejó caer sobre el respaldo de su asiento, cerró sus ojos e intentó contener la sensación de mareo.
Él la observó por el rabillo del ojo.
–¿Estás bien?– retiró la vista del frente unos segundos para fijarla en ella.
Ariana no pudo responderle de inmediato.
–Cre...creo que no–
–¿Crees que no?– cuestionó Jack desconcertado mientras se debatía entre conducir y mirarla. –¿Cómo que crees que no? ¿Qué es lo que sientes, Ariana?–
–Siento como que voy a vomitar– respondió, y después tapó su boca con una de sus manos para detener las arcadas.
Jack actuó entonces con rapidez. Todo fue en cuestión de segundos. De un volantazo consiguió orillarse. La camioneta se detuvo bruscamente mientras ella misma desabrochaba su cinturón. Él bajó los seguros, le pasó el brazo por el vientre para sostenerla, y le abrió la puerta con la mano libre.
Ariana se inclinó hacia fuera y fue entonces cuando comenzó a vomitar.
Con toda paciencia, Jack la sostuvo, algo que ella le agradeció profundamente.
Terminó de desecharlo todo, y enseguida se enderezó recargándose en el asiento e intentando recuperarse.
–Gracias– le dijo.
Jack le pasó una botella de agua para que bebiera.
–¿No crees que ya duró mucho todo este asunto de las náuseas?–
Ella no respondió. No tenía idea de cuándo terminarían pero deseaba que fuese pronto.
–Deberías ir al médico– le dijo él entonces.
–¿Para qué?– preguntó Ariana de inmediato.
–Bueno, pues para que te asegures de que todo marcha bien, que no hay nada anormal con tu embarazo–
–No creo que sea necesario– replicó la castaña.
–Yo creo que sí lo es– Jack la miró con seriedad.
Lo último que Ariana deseaba era ponerse a discutir, así que exhaló.
–De acuerdo, ¿pero podemos irnos a casa ya?–
–Antes pararemos en una farmacia. La última vez se te calmaron las náuseas con agua mineral y galletas saladas. Pasaré a comprarte–
Ella asintió.
Jack condujo entonces hasta el establecimiento más cercano y aparcó en la acera de enfrente.
–No tardaré– anunció. –Recuerda que esta zona es peligrosa, así que no vayas a bajarte de la camioneta–
–Sí, papá– bromeó Ariana rodando los ojos ante tantas órdenes.
Él simplemente negó y enseguida se bajó.
La castaña lo observó entrar a la farmacia y después cerró los ojos para descansar un poco ya que se sentía muy cansada.
Para su mala suerte en esos momentos las náuseas regresaron. El estómago se le revolvió. Tuvo que bajarse del vehículo para poder vomitar.
Corrió junto a un árbol y se sostuvo del tronco.
Vomitó hasta que la garganta le ardió.
Pensó en que todo aquello debía ser una pesadilla, sin embargo se dio cuenta de que su verdadera pesadilla bien podría estar a punto de comenzar cuando vio a los cinco sujetos que la rodearon.
Cinco criminales, evidentemente. Todos la miraban como si fueran lobos hambrientos, y ella fuese un trozo de carne al cual devorar.
Sabía que estaban ahí para hacerle daño y no precisamente para hacerse sus amigos.
Tragó saliva.
–No me hagan nada– les suplicó. Miró en dirección a la farmacia esperando a que Jack apareciera y la ayudara, pero eso no sucedió. Posiblemente ni siquiera la vería. Se había alejado bastante de la camioneta para poder vomitar. –Les daré mi bolso, mi celular. ¿Qué es lo que quieren?–
–Quizá hayamos encontrado algo mucho más valioso que un bolso y un celular– uno de ellos le sonrió.
Ariana se mantuvo muy quieta pero saltó de miedo cuando los vio acercarse más a ella.
El que parecía líder de la banda les hizo un señalamiento a los demás para que la sujetaran, pero la castaña reaccionó intentando salir corriendo.
Pero no lo hizo tan rápido como hubiese debido, y ellos la atraparon lastimándola debido a la fuerza de su agarre.
–¿Pero a dónde vas, lindura?– le habló el jefe acercándosele con toda intención. Alzó una de sus manos y tocó su mentón.
La castaña tembló de repulsión. No quería que ese sujeto la tocara. El asco la recorrió.
–No te haremos nada que no vaya a gustarte, ¿cierto, muchachos?– le sonrió. Después, con descaro se encargó de abrirle la chaqueta que llevaba puesta. La lujuria y avidez se vieron reflejadas en sus perversos ojos una vez observó lo que ella llevaba debajo. –Y lo que estoy viendo me gusta... Me gusta muchísimo. ¡Qué buena que estás, mi amor!–
Cerrando los ojos, Ariana intentó resistirlo. Suplicó entonces piedad.
Jack salió de la farmacia con las cosas que había comprado, y al llegar a la camioneta se dio cuenta de que Ariana no estaba ahí.
La preocupación lo llenó, y de inmediato se preguntó a dónde habría ido. Le había dicho claramente que no fuese a bajarse. La zona era peligrosa. Había maleantes al anochecer. ¡Pero era increíblemente terca!
Lo primero que debía hacer era encontrarla, ya después se enfadaría con ella.
Arrojó entonces la compra por la ventana del vehículo, y enseguida caminó por toda la cuadra. Fue al doblar en la esquina cuando la vio...
Ariana estaba ahí, apoyada en un auto mientras cuatro hombres la sujetaban, y uno más se encontraba casi sobre ella intentando besarla.
Un demonio interno despertó en él, y todo su ser evocó la alarma que se encendió.
Las entrañas se le hicieron fuego. La sangre le corrió por todas partes. Apretó los puños, y no pensó más de un segundo en lo que tenía que hacer.
¡Matarlos!
Matarlos uno a uno.
¡Joder, iba a machacarlos!
–¡Suéltala, cabrón!–
Inmediatamente se lanzó contra el imbécil que la mantenía acorralada. Utilizó uno de sus codos para golpearlo en la nuca y hacerlo caer.
Los demás al ver lo que había ocurrido corrieron entonces hacia él bajo una sola demanda.
–¡Acábenlo!– el sujeto en el suelo se encontraba un tanto mareado y bastante adolorido pero con la suficiente consciencia para desear acabar a quien había arruinado sus planes para esa noche.
Jack los recibió a los cuatro enfrentando la pelea como el gran peleador que era. Alzó uno de sus brazos atrapando así en el aire un puñetazo que iba directo a su rostro, girando el puño hasta hacer que su agresor se retorciera de dolor.
Se colocó en posición de combate esperando recibir a los otros tres. Peleó a puño y patada consiguiendo salir bien librado los primeros segundos.
Desde donde se encontraba, Ariana estaba paralizada, y todavía muerta de miedo.
El asunto fue peor cuando por una pequeña distracción en la que él dirigió su mirada a ella, Jack se descuidó mientras el líder volvía a ponerse en pie, y conseguía golpearlo en el rostro con un fierro que encontró en la calle, haciéndolo caer al suelo.
Todos se fueron contra él y empezaron a golpearlo sin compasión alguna.
–¡Noo! ¡Jack!– los gritos de la castaña se escucharon de inmediato. –¡Jack! ¡Déjenlo! ¡Malditos, déjenlo, no le hagan daño!– les gritó y comenzó a llorar con desconsuelo.
Eran demasiados... ¡Esos tipos acabarían con Jack, y ella no quería que sufriera ningún daño!
Deseaba ayudarlo, pero no tenía idea de cómo podría hacerlo.
Desesperada buscó alguna solución. No dio con ninguna. Al menos no una rápida. Entonces vio el cilindro de metal con el que lo habían golpeado momentos antes.
Sin dudarlo, Ariana lo tomó y golpeó al que golpeaba a Jack con mayor saña.
Aquella pequeña ayuda fue de gran ventaja para el joven peleador, quien de inmediato retomó el mando. Utilizó su muy famoso gancho a la izquierda con el que había logrado noquear a tantos contrincantes dentro de la jaula, obteniendo lo que ya sabía que obtendría... El imbécil cayó sobre la calle inconsciente.
En cuestión de un segundo, vio a otro atacante que se dirigía hacia Ariana, seguramente para hacerla pagar por su hazaña.
Oh, pero él no se lo permitiría.
–¡No la toques, joder!– le gritó, y alcanzó a detenerlo. Se giró y levantó la rodilla aterrizándola sobre el abdomen, y propinándole después una patada bastante certera.
Quedaban tres. Serían pan comido de no haber estado herido, pero lo estaba. Aun así no iba a dejarse vencer.
Estaba decidido a proteger a Ariana, y eso era jodidamente lo que haría.
–¡Eres hombre muerto!– le gritó uno. –¡Matémoslo!–
Entre todos se miraron. Los tres sujetos sonrieron convencidos de que eran suficientes para detener a la Bestia, pero ellos no lo conocían realmente.
Aquella Bestia era fuerza pura. Valentía y coraje.
Jack fue a ellos, y uno a uno los fue venciendo utilizando hasta su último músculo.
Cuando todos quedaron tendidos en el suelo, agitado y ensangrentado, se acercó hasta Ariana y la tomó de la mano.
–Vámonos de aquí– le dijo.
Los dos corrieron a toda prisa, pero al llegar a la camioneta, él ya no pudo más.
Se detuvo mientras mantenía una de sus manos sobre sus costillas.
–¿Estás bien?– le preguntó Ariana muy angustiada.
Jack negó
–Creo que no– respondió.
–¿Crees que no?– la castaña frunció el ceño ante la misma pregunta que él le había hecho momentos antes.
Jack simplemente rió. Incluso en aquellas circunstancias le gustaba jugar con ella. Siempre resultaba divertido.
–No podré conducir– esta vez hablaba en serio.
–No me digas eso, Jack– rogó Ariana quien estaba deseando marcharse ya de ahí. –¡Tenemos que irnos antes de que esos decidan venir por nosotros!–
–Entonces ayúdame–
–¿Cómo quieres que te ayude?– cuestionó ella.
–¿Sabes conducir una troca?– su sonrisa divertida apareció mientras le mostraba las llaves.
Ariana abrió sus ojos con horror.
–Estás bromeando, ¿no? Tienes que estar bromeando–
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Aquella fue la primera vez que Ariana Butera condujo un vehículo de aquel tamaño, y de marcha manual.
Gracias al cielo, y a que fue valiente y se mostró concentrada en todo momento, recibiendo de buena gana las indicaciones que Jack le daba, consiguió hacerlo y llegar al edificio en el que vivían.
A pesar de lo pequeña que era ella en comparación con él, la castaña logró ayudarlo a caminar hasta el departamento.
Una vez que entraron lo condujo a su habitac, pues además de que era el cuarto que aparecía primero en el pasillo, era el que tenía la cama más cómoda.
–¿Por qué me trajiste aquí?– le preguntó Jack al ver que no estaban en su dormitorio.
–Porque aquí pasarás una mejor noche– lo miró. Miró la sangre en su ceja, y también la de su boca que se había escurrido hasta su camisa manchándola. –Cielo santo, tengo que curarte todas esas heridas. Iré por el botiquín, mientras tanto quítate la camisa–
Ariana fue y volvió en cuestión de segundos.
Se sorprendió un poco al encontrarlo con el torso desnudo.
Sabía perfectamente que había sido ella quien le pidió que se quitara la camisa, sin embargo no había esperado a que en serio lo hiciera.
Comenzó a sentirse nerviosa sin saber por qué.
A decir verdad, sí sabía el motivo.
El cuerpo de Jack era espectacular. Ancho de hombros, con inmensos músculos, las rocas de sus bíceps bien definidas, su extenso pecho cubierto con una fina capa de vello masculino. Además sus tatuajes...
Respiró hondo.
–Siéntate, por favor– le pidió, pues el chico se encontraba de pie, y no sólo sería difícil intentar curarlo así, sino imposible.
Sacó del botiquín todo lo que necesitaría, y empezó a ocuparse de la tarea, limpiándole primero la herida.
Por alguna razón sintió la necesidad de tocarle el rostro con sus manos. Pero la acción lo hizo sobresaltarse de dolor.
–Lo siento– de verdad se preocupó.
–Tranquila. Estoy bien– le aseguró.
Ariana no mencionó nada más, y empezó a ponerle ahora un poco de polvo antiséptico. Después le colocó un curita en la herida de su ceja.
Por segundos lo miró.
–Pudieron matarte– dijo entonces recordando lo ocurrido y estremeciéndose de pánico. La simple idea la hacía palidecer.
Jack negó dejando salir a flote ese orgullo de machito que poseía.
–Claro que no. ¿No viste que pude con los cinco?– incluso hasta sonrió.
Pero Ariana no sonreía. No quería que nadie le hiciera daño. Nunca.
–No me parece gracioso, Jack. Tuve mucho miedo–
Él comprendió y adoptó una expresión seria.
–Mi deber era protegerte y también a tu hijo–
Odiaba que le recordaran que el bebé que esperaba era en serio su hijo. Aún así aquello quedó eclipsado ante la emoción por darse cuenta con cuánta determinación Jack estaba decidido a cuidarla.
Sabiendo que se había ruborizado ante su atenta mirada, Ariana de inmediato tomó la pomada antiinflamatoria y comenzó a esparcirla por sus costados, donde seguro al día siguiente aparecerían grandes hematomas.
–Mierda– siseó Jack, quien había recordado todo lo sucedido. –Debí haber matado a esos hijos de puta– momentos antes había bromeado sobre ello, pero la realidad era que él también había sentido mucho miedo. Y muy a su pesar tenía que reconocer que aquella sensación de temor se debía únicamente al haber visto a la pequeña castaña en peligro.
–No digas eso– le pidió Ariana estremeciéndose.
Pero Jack la miró.
–No tienes ni idea de lo que pudieron haberte hecho... Maldición, esos cabrones habrían...– ni siquiera soportaba imaginarlo. Le hervía la sangre de sólo pensar en lo que pudo haber ocurrido. Le corroía todo su interior con una llamarada de furia.
–Pero apareciste tú...– sin poder evitarlo Ariana tomó su rostro con ambas manos, y lo acarició con ternura.
Inevitablemente los dos pensaron en el beso que se habían dado antes de que todo aquello ocurriera. Un beso que aún quemaba sus labios, pero del que habían acordado no volver a mencionar.
–Siempre te protegeré– le aseguró mirándola fijamente. –Mientras estés aquí, siempre veré por ti. No dejaré que nada malo te ocurra, lo prometo– entonces tomó una de las manos que lo habían acariciado, y besó el dorso con caballerosidad.
Horas más tarde, en esa misma habitación, Ariana observaba a la Bestia dormir. Le había dado pastillas analgésicas para el dolor, y había caído rendido.
Sin embargo mientras dormía no parecía tan bestia, se fijó.
Se veía adorable, tan tranquilo y en paz... Estaba algo golpeado, combinación de la pelea de esa noche y el enfrentamiento con los delincuentes.
>Que guapo es incluso así<
Jack lucía tan... hermoso, tan perfecto en toda su sorprendente masculinidad.
No pudo evitarlo, y de nuevo le acarició el rostro, pasando una de sus manos. Tenía la piel de sus mejillas áspera y dura por la poca barba que de vez en cuando se olvidaba de afeitar, pero tocarlo era una sensación tan placentera que le mandaba descargas eléctricas a su propio cuerpo.
Era maravilloso.
Ese era el pensamiento que le llegaba a la mente cada vez que lo miraba.
Jamás había conocido a un hombre como él. Tan varonil y tierno al mismo tiempo. Tan machista, pero también encantador. Un hombre que le había brindado de su ayuda sin deberle nada. Un hombre que aún sin conocerla, sudaba en un ring, y se ensuciaba de grasa en un taller mecánico para llevarle siempre lo mejor.
Parecían una pequeña familia, pero no le gustaba pensar en eso porque sin duda no lo eran.
Él simplemente estaba haciéndole un favor. Eso era todo, y ella debía dejar de armarse cuentos en la cabeza.
Pensaba en ello cuando vio que se removía.
–No, no. Jack, no te muevas. Todavía estás lastimado– le pidió preocupada.
Él terminó de despertar.
–Debo irme a mi habitación–
–Olvídalo. Esta noche dormirás aquí. Esta cama es más cómoda que la tuya, y descansarás mejor–
–¿Quieres que intercambiemos camas?– bromeó aunque todavía estaba adormilado.
Ariana negó.
–Voy a quedarme aquí contigo por si se te ofrece algo durante la noche. Hay suficiente espacio para los dos–
Cruzaron entonces miradas.
–¿Estás segura? ¿No causaré molestias?–
Él la había salvado de ser violada por cinco maleantes, le ofrecía techo, comida, protección ¿y le preguntaba si le causaría molestias?
Estaba loco.
–Claro que no, Jack. Es más, yo quiero que te quedes– le sonrió.
Jack también lo hizo.
–De acuerdo–
Enseguida volvió a recostarse sobre las almohadas.
Casi no podía creerse lo que estaba sucediendo, pero no pensaba cuestionarse tanta buena suerte.
Pasaría aquella noche en la cama junto a Ariana, encima la había besado.
Oh sí, sin duda el joven peleador dormiría con una gigantesca sonrisa en el rostro a pesar de todas sus heridas.
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