Capítulo 11-2T

Cameron se encontraba recargado sobre su auto. Llevaba ya más de quince minutos esperando, y comenzaba a impacientarse. Miraba su reloj constantemente y alzaba su mirada hacia la entrada del lugar con la esperanza de que por fin, la persona a la que estaba esperando, saliera.

Y no era que le molestara tener que esperar, pero se moría de ganas por ver a aquella joven de cabellos de oro y ojitos oscuros endulzantes.

Después de la terrible espera, al fin la tierna Emma salió de la Academia de Artes. Hacía unas cuantas semanas que el señor Lewis la había contratado como instructora de baile, y eso lo tenía más que contento. Luego de que Ariana se marchara, él mismo la había recomendado para el empleo, pero ella se lo había ganado con su talento.

Cuando la vio salir su rostro se iluminó. Y es que lo traía babeando.

Su clase terminaba a las siete pero ella siempre se quedaba un poco más con sus alumnos para aclarar dudas y charlar un poco con ellos. Era increíblemente linda.

–Lamento mucho la demora– le dijo un poco apenada.

–De...descuida. Esperaría por ti el tiempo que fuera necesario. Ade...más creo que vale la pena, ve la cara de esos pe...pequeños bailarines. Salen felices de su clase–

–Hasta mañana Miss–

–Nos vemos, Miss–

–La clase estuvo increíble, Miss–

–Adiós, chicos, descansen y tomen mucha agua– les aconsejó amablemente.

Cameron de inmediato le abrió la puerta del vehículo para que entrara. Siempre había sido caballeroso con las mujeres, su madre se lo había enseñado, pero con esta chica le encantaba serlo.

De un momento a otro exhaló. Cameron se sentía un poco culpable de estar tan feliz cuando su mejor amigo estaba pasando por una situación terrible.

–¿Sucede algo?– le preguntó su acompañante preocupada.

–No, no. Des...cuida– él la miró un par de segundos y le sonrió pero volvió de inmediato su vista al frente. Era un conductor muy responsable.

–¿Entonces qué sucede? Noto que algo te preocupa–

–Sí, lo lamento. Es mi...mi amigo Jack. Justo ahora... la está pasando bastante mal–

–¿Está enfermo? ¿Se quedó sin empleo? ¿Le rompieron el corazón?–

–No. Al...go peor–

–¿Qué tan peor?–

Cameron exhaló.

–Hay un tipo muy malo y pe...peligroso que lo está amenazando a él, a su esposa y a su...su hijo–

–Eso es terrible–

Cameron asintió.

–Lo es. Mucho más de lo que imaginas. Jack está muy...muy afectado y me da mucha impotencia pensar en que no puedo hacer nada por a...ayudarlo, aún más porque nos ha prohibido acercarnos–

–Aún así creo que él sabe que lo quieres y que estás aquí para apoyarlo–

–Supongo– exhaló. –Pero vamos, ca...cambiemos el tema. ¿Tienes hambre?– le preguntó mientras seguía conduciendo.

Emma sonrió.

–¡Muero de hambre! Me comería una vaca entera– bromeó.

Al pelirrojo le encantaba esa sinceridad. Le encantaba que no fuera como el resto de las chicas. Para él era especial, muy especial.

La llevó a un restaurante de comida mexicana y ahí pasaron un agradable rato.

Las expresiones del rostro de Cameron dejaban en claro que estaba perdidamente flechado por aquella jovencita. Cualquiera que pasara junto a ellos podría notarlo, y Emma también lo notaba.

A ella también le gustaba, y realmente comenzaba a sentir cosas por él, pero había algo que...

–¿Qué...qué sucede, bonita?– preguntó él consternado. –¿Te he a...aburrido con mi plática?–

–No, no. Por supuesto que no, Cam, es sólo que...– la rubia exhaló y se quedó en silencio por unos segundos, mientras desviaba la mirada.

–¿Es sólo que qué?– insistió Cameron.

Emma levantó la mirada, y eso lo hizo creer que ella lloraría en cualquier momento, pero no fue así. Se ocupó entonces de limpiarle un par de lágrimas que habían aparecido.

–No quiero que te rías de mí– la chica se apartó un poco.

–Oye, oye, ja...jamás me reiría de ti– la tranquilizó mientras tomaba un mechón de su cabello entre sus dedos. –¿Emma, qué es lo...lo que pasa?–

–Tengo miedo– susurró.

–¿Miedo?– repitió Cameron sin comprender.

–No tengo miedo de ti, pero sí tengo miedo de enamorarme... Por mi vida solo han pasado hombres dominantes–

El ceño fruncido en el rostro de Cameron demostró lo furioso que estaba, pero no con ella, sino con todos los imbéciles responsable de las inseguridades de esa adorable mujer. Seguramente el bastardo de su ex novio era uno de ellos.

Después de compartir varias palabras tranquilizadoras, Emma se sintió, por primera vez en todos sus veinte años, con la confianza suficiente para abrirse y confesar su pasado.

–Todo comenzó con mi padre...– comenzó a decir.

Cameron le asintió sintiendo pánico de lo que podría salir de los labios de su amada.

Emma tomó un suspiro y continuó.

–Realmente no conviví mucho con él... Es decir, apenas y lo veía. No vivía en casa conmigo y mamá en Mission Bay, pero de vez en cuando se aparecía por ahí, pero cuando lo hacía llegaba ebrio, incluso hasta drogado, y nos golpeaba–

–Es un in...feliz– Cameron jamás se había sentido más furioso.

Nunca había sido violento, pero en esos momentos sentía deseos profundos de golpear algo o a alguien. Se contuvo llevándose el puño a la boca para tranquilizarse.

–Cuando yo tenía trece años, mandó a mamá al hospital con graves heridas después de darle una paliza... Esa misma noche murió debido a una contusión en su cabeza– en la voz de Emma se escuchaba un profundo dolor y también impotencia. –Me quedé sola en el mundo. Recuerdo que me sentía tan mal por la muerte de mi madre que... corrí hasta mi casa y me encerré en su habitación para seguir llorándole, pero entonces apareció mi padre, como siempre, estaba ebrio, y él... él intentó violarme–

Cameron se levantó de la mesa y pareció desesperado. La miró con aflicción.

Emma le extendió la mano para tranquilizarlo y hacer que tomara asiento de nuevo.

–Sólo lo intentó– le aclaró de inmediato. –No pudo hacerlo porque logré escapar. Desde ese día no he sabido nada de ese hombre. Tampoco volví a la que había sido mi casa. Deambulé por la calle, dormí en parques y puentes, y comí de limosnas, hasta que cumplí quince y conocí a Byron Lagley... mi ex novio–

Sí, Cameron recordaba a aquel violento tipo. Lo detestaba solo de pensar que él también había sido un abusador en la vida de Emma.

–Él era hijo del dueño de un bar. Se ofreció a darme trabajo como camarera, y después cuando descubrió que me gustaba bailar, montó un espectáculo junto a otras chicas–

–¿Ese tipo... ese tipo llegó a propasarse contigo o algo por el estilo?– cuestionó bastante consternado.

Emma prontamente negó con la cabeza, pero Cameron tenía sus razones para creer lo contrario.

–Lo recuerdo muy bien, Emma. Un hombre grande y agresivo, además de posesivo. Parecías su trofeo, así que no puedo creer que él jamás...–

–Te estoy diciendo la verdad, Cam. En un principio Byron no era así. Me cuidaba y me protegía de todos y de todo. Aun así admito que constantemente me advertía que cuando fuera mayor tendría que pagarle todos esos... favores–

El estómago de Cameron se revolvió.

Emma interpretó perfectamente la reacción en el rostro del castaño.

–Cuando cumplí dieciséis, comenzó a presionarme para que me acostara con él–

El pelirrojo de nuevo exhaló. Sin embargo estaba preparado para escuchar lo que tenía que escuchar. Comprendía que el pasado de Emma no tenía por qué afectar su relación del presente. Al contrario, él debía apoyarla y ayudar a que superara todo aquello.

–Byron fue muy bueno conmigo. Le agradezco que me brindara trabajo, comida y un techo. Pero yo no estaba preparada para darle lo que él quería, además de que no deseaba hacerlo. Por eso decidí dejarlo–

Él suspiró con un alivio superior.

–¿Dónde está ese su...jeto ahora?–

–Está en prisión. Lo detuvieron por vender bebidas adulteradas y permitir el consumo a menores de edad en su local–

–Vaya partido–

Después de aquella charla, Emma se sintió mejor. Jamás había compartido aquello con nadie y el hecho de haber sentido la confianza suficiente con Cameron debía significar algo bueno.

En definitiva creía que ese hombre había llegado a su vida para cambiarla.

Con dulzura sonrió, y entonces depositó un besito en sus mejillas.

–Gracias por escucharme, Cam–

–Gra...gracias a ti por la confianza– él la tomó de las manos y besó su dorso. –Significa mucho para mí–

–Algo me dijo que debía decírtelo. Además... no sé por qué, pero tengo el presentimiento de que contigo... mi vida cambiará para siempre–

El pelirrojo sonrió.

–Tenlo por seguro– entonces se besaron.

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Ariana salió con Aaron del departamento muy temprano por la mañana.

Aquella era ya se segunda semana ahí y se estaban adaptando bastante bien a su rutina diaria.

Para esos momentos, ella tenía ya bien calculado el tiempo que necesitaba para dejar a su pequeño en el preescolar y llegar a tiempo al teatro, aún así sabía que no debía confiarse pues el tráfico en Nueva York solía ser terrible y era por ello que debían salir con anticipación.

Justo aquel día estarían comenzando con las pruebas de actuación en la obra musical, habría interacción con los demás actores, y en base a eso tomarían la decisión de cuál de las dos se quedaría con el papel protagónico.

La seguridad de Ariana era tan grande que estaba segura de que sería ella la elegida.

Bajaron los escalones y finalmente salieron del edificio.

–Buenos días, Michael– saludó a su vecino cuando pasó junto a él.

El médico se quedó absortó mirándola. Sonrió y agitó su mano. Apenas y fue capaz de responderle.

–Eh... buenos días, Ariana. Buenos días, Aaron–

Exhaló. Su belleza todavía lo cautivaba. Cada mañana era para él como si fuese la primera vez que la mirara. Le quitaba el aliento. Era una mujer difícil de ignorar. Se veía guapísima aquella mañana. Llevaba un coqueto top verde que tenía el cierre justo en el medio de sus pechos, y una faldita de mezclilla ajustada.

La bella chica le regaló una dulce sonrisa que Michael bien recordaría durante el resto del día en sus más estresantes horas de trabajo.

La observó abrir la puerta de su auto y meter a su hijo colocándolo en la sillita. Le abrochó los cinturones de seguridad y después le acarició la carita y depositó un besito en él.

Era una madre estupenda, podía verlo, y esa era una faceta de ella que le gustaba muchísimo. La ternura que desbordaba le transmitía sensaciones en el pecho que todavía no podía descifrar.

Después de aquello, Ariana se colocó tras el volante e intentó dar marcha.

Sin embargo el auto no respondió incluso después de varios intentos.

Michael frunció el ceño y se acercó.

–¿Está todo bien?– le preguntó.

La castaña bajó del vehículo prontamente.

–No lo sé. Creo que no– respondió un poco angustiada y miró su reloj. Era claro que llevaba prisa. –Tengo que estar en el teatro en media hora, y todavía debo llevar a Aaron al preescolar–

A Michael no le gustó nada verla así de preocupada. Debía hacer algo por ayudarla.

–Yo les daré un aventón. Tengo mi auto justo aquí– le mostró el vehículo aparcado frente al suyo.

–No quiero retrasarte en tu trabajo– comentó ella. –Cogeré un taxi–

–¿Sabes lo difícil que es coger un taxi en esta ciudad? Y será aún más difícil si corres con esos tacones que llevas puestos–

Ariana se hundió de hombros.

–Estoy acostumbrada. Domino la técnica–

Él negó.

–Yo te llevaré. Y por mi trabajo no te preocupes, no tengo consultas hasta más tarde. Vamos, déjame ayudarte–

La castaña exhaló.

–De acuerdo. Te lo agradezco mucho, Michael. De verdad que me has salvado–

–No es nada– le sonrió. –Para mí es un placer. Y si quieres más tarde puedo llamar a mi mecánico. Yo no sé mucho de coches, pero seguro él sabrá repararlo, pero por ahora andando que no quiero que se te haga más tarde– ayudó a Aaron a bajar de su asiento, y después le abrió la puerta de su vehículo para que entrara. No tenía sillita para niños pero se ocupó de abrocharle bien los cinturones para que fuera seguro.

Hizo lo mismo con Ariana, ayudándola de manera caballerosa.

Se sintió feliz de estar haciéndole aquel favor. Estar cerca de ella lo ponía de muy buen humor.

Arrancó el auto de inmediato y condujo.

–Dime dónde queda el preescolar de Aaron– preguntó.

–En la calle catorce– Ariana se sintió muy agradecida con él.

Era algo común encontrárselo por las mañanas, ya que al parecer tenían horarios similares de salida. Sabía que acababa de conocerlo pero le parecía buena persona. Era un hombre agradable, caballeroso y muy amable. Le inspiraba tranquilidad y de uno u otro modo eso la aliviaba un poco. Creía que podrían convertirse en buenos amigos. Y tener un amigo con quien contar era algo que le gustaría muchísimo, pues no dejaba de lado el hecho de que estaba sola con su hijo en una de las ciudades más grandes del mundo.

–Llegaremos en un segundo. Por cierto, mencionaste algo de un teatro. ¿Trabajas en un teatro?– cuestionó curioso.

–Algo así... Seré una estrella de Broadway– sonrió. Tenía realmente todas sus ilusiones en ello.

Michael se mostró sorprendido.

–¡Wow! Eso es increíble– dijo fascinado –¿Así que, cantas, bailas o actúas?–

–Las tres cosas–

El joven neurocirujano, de pronto pensó en que aquella bonita castaña era toda una cajita de monerías.

–Cuando seas una superestrella, será un honor para mí, decir que fui vecino tuyo– bromeó haciéndola reír. –Bien, hemos llegado– detuvo el coche y bajó de él para ayudarla a salir y hacer lo mismo con el niño.

–Te agradezco muchísimo, Michael. En serio te debo una–

–Ya te lo dije, no tienes nada que agradecer. Me encanta poder ayudarte. Ve a dejar al pequeño amiguito. Yo te esperaré aquí para llevarte al teatro–

–Oh, no. No hace falta que me esperes. Ya me ayudaste bastante al traerme aquí y no quiero darte más molestias–

–No es ninguna molestia. ¿Por qué lo sería? Al contrario. Por favor, déjame llevarte al teatro– insistió.

Ariana se sentía algo avergonzada. No quería retrasarlo más.

–Escucha, tardaré un poco aquí, ya que debo firmar algunas cosas sobre el seguro médico escolar de Aaron y no sé cuánto tiempo vaya a demorarme. De verdad no te preocupes. Yo tomaré un taxi hasta Foxwoods–

A Michael no le importaba así tuviese que esperar largas horas por ella, pero no deseaba verse como un obsesionado. Debía bajarle dos rayitas de intensidad. Exhaló.

–De acuerdo, pero cualquier cosa por favor no dudes en llamarme. Te anotaré mi número de celular por si llegas a necesitar algo– tomó su bolígrafo y una hoja de papel y escribió. Luego se lo entregó.

–Eres muy amable. Nos vemos y de nuevo muchísimas gracias–

Michael le sonrió.

–Suerte–

Se despidió de ambos y entonces se marchó.

Ariana tomó la manita de su hijo y juntos se adentraron a la escuela donde muchos niños arribaban en compañía de sus madres y padres.

A Ariana le había llegado un correo en el que le pedían que pasara a dirección.

–Buenos días, Aaron– escuchó una simpática y amigable voz que recibía a su hijo.

–Buenos días, maestra Holly–

El pequeño se giró para despedirse de su mami dándole un beso en la mejilla y un gran abrazo.

Ariana observó a su hijo entrar con entusiasmo al salón de clases, y eso la hizo sonreír. Luego se dirigió hacia la maestra.

–Hola, buen día. La directora me ha pedido que pase a firmar algo sobre el seguro médico de Aaron–

–Ah sí, claro. Sólo hay un pequeño inconveniente... Son los padres de Aaron quienes deben firmar–

La declaración confundió muchísimo a la castaña.

–¿A qué se refiere? Yo soy la mamá–

Entonces la maestra comprendió y abrió los ojos muy exaltada ante el error comentado.

–Oh, cielo santo, por favor, discúlpeme. Pensé que...que era la niñera o su hermana. De verdad lo lamento, debí preguntar primero– la pena era sincera.

Ariana negó.

–Descuide. No pasa nada– la despreocupó. Era en absoluto culpa suya el haber sido madre tan joven, pero no era culpable de aparentar menos edad de la que tenía. Sabía que su rostro podía pasar a ser el de una mujer muy sensual cuando se maquillaba con esmero o el de una quinceañera cuando por el contrario utilizaba un maquillaje más neutral y natural justo como en esa mañana.

–La directora debe estar esperándola ya, y le reitero de nuevo mil disculpas–

–Tranquila. Está bien–

Ariana pasó enseguida a la oficina de la directora quien la recibió con mucha amabilidad, agradeciéndole por estar ahí. Le explicó en lo que consistía el asunto del seguro médico de cada niño y niña, y el por qué necesitaban su firma. La castaña lo entendió todo a la perfección y sin más firmó.

No tardó ni siquiera cinco minutos dentro, y se marchó de inmediato disculpándose pues llevaba prisa.

Se dedicó entonces a buscar la salida, pero mientras lo hacía, para su mala fortuna se llevó una mala experiencia.

Pasó junto a tres padres de familia que sostenían una charla privada entre ellos. Al verla las expresiones de interés masculino no se hicieron faltar. La miraron descaradamente sin importarles que hubiesen más personas a su alrededor. Casi como si nunca hubiesen visto a una mujer antes. Ariana se sintió entonces muy incómoda, y aún más cuando se dio cuenta de que se susurraban comentarios de ella en modo burlón mientras prestaban especial atención a sus pechos y piernas.

Sentirse sexualizada en el jardín de niños de su hijo fue sin duda algo que jamás imaginó que llegaría a suceder.

Enfureció y deseó con todas sus fuerzas ir hacia esos detestables sujetos y propinarles una buena bofetada.

–¿Les gusta lo que ven? ¿Es que acaso no son lo suficientemente hombres para tratar a una mujer con respeto? ¿Qué dirían sus esposas si estuvieran aquí? ¡Dan asco!–

Ah, fue tan hermoso en su imaginación. Era una lástima que no pudiese enfrentarlos. No deseaba provocar un escándalo ahí.

Los miró furiosa y después apartó la mirada.

No valían la pena. No eran más que imbéciles.

Sonrió al resto de madres, y agradeció al guardia en la entrada. Enseguida se marchó.

Para su fortuna más de tres taxis se detuvieron cuando ella hizo la parada en la avenida siguiente. Tomó uno y lo abordó.

Iba con quince minutos de retraso pero esperaba que no fuese a ser problema.

Pagó al taxista, le agradeció y salió a toda prisa del vehículo.

Corrió hasta entrar al teatro y se apresuró a llegar al escenario.

Rami le sonrió nervioso. Victoria desvió la mirada con fastidio. Ethan Hawke por su parte, la miraba con muchísimo enfado. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y su pie se movía con impaciencia.

–Al fin apareces, Ariana. ¿Sucedió algo tan grave como para que llegues a esta hora? ¿Te atropellaron? ¿Te caíste de las escaleras? De otro modo no habría excusa válida para ti–

La castaña intentó recuperar aire.

–Eh... yo... Yo lo lamento muchísimo– respondió. –Algo le ocurrió a mi coche, y además tuve que pasar a la escuela de mi hijo...–

–Como dije, no son excusas válidas. Por favor vaya a camerinos y prepárese para comenzar lo más pronto posible. Ya bastante tiempo nos ha hecho perder–

Ariana exhaló y asintió.

–No volverá a ocurrir–

–Eso espero–

Sin más, ella tomó camino hacia bastidores.

Rami la detuvo un segundo.

–Tranquila. Creo que amaneció hoy con el pie izquierdo– le sonrió para animarle.

–Querrás decir que siempre amanece con el pie izquierdo–

Los dos rieron por lo bajo.

Ariana se dio prisa en prepararse, pero mientras lo hacía no pudo evitar pensar en lo difícil que era el trato con Ethan. Cada vez era más tenso. Él parecía detestarla sin razón alguna. No lo entendía.

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AJ Craig salió del gimnasio, con su atuendo deportivo en color celeste neón. Llevaba recogido su bonito cabello oscuro en una coleta alta, y lucía un bello y jovial rostro sin una pizca de maquillaje.

Sobre su hombro cargaba una maleta Adidas. En una de sus manos sostenía una botella de agua, y las llaves de su auto. En la otra su costoso teléfono celular.

Caminaba aparentemente tranquila hasta su auto, cuando de pronto dos hombres la interceptaron.

La expresión en el rostro de la morena fue puro horror y pánico, y Jack pudo darse cuenta de que esa mujer tenía miedo, y no era precisamente un miedo a ser atacada por simples asaltantes en la calle. Tomó nota mentalmente de eso.

Hugh y Jack continuaron impidiéndole el paso, y entonces ella al darse cuenta de que no iban armados y tampoco pretendían hacerle daño, los encaró.

–¿Quiénes son ustedes y qué es lo que quieren?– cuestionó con altivez.

–Tranquilícese, señora Craig– dijo Jack rápidamente. –Queremos hablar con usted solamente–

–¿Cómo sabe usted quién soy?– lo miró con bastante enfado. –Le exijo que me dé una explicación, y después desaparezcan de mi vista si no quiere que llame a la policía–

–No somos asaltantes ni secuestradores. Somos simplemente dos hombres que queremos hacerle un par de preguntas– indagó Hugh algo temeroso de que la mujer fuese a ponerse histérica y a armar un escándalo ahí en plena calle.

–¿Qué clase de preguntas?– cuestionó con brusquedad. –Puede irse ya olvidando de que les conteste algo, yo no acostumbro hablar con extraños–

AJ trató de esquivarlos, pero ellos volvieron a impedírselo.

–Por favor, señora Craig. Lo único que queremos es saber unas cuantas cosas de su marido– exclamó Jack ya casi desesperado.

La joven se quedó muy quieta, y los miró a ambos.

–¿Ustedes no...– quiso hacerles una pregunta pero después guardó silencio. –¿No son trabajadores suyos?–

Por unos momentos... solamente por unos cuantos segundos, AJ había pensado que había sido descubierta, y ellos estaban ahí para acabarla.

Exhaló de alivio. No pudo estar más contenta.

Los últimos días había sentido que caminaba en una cuerda floja.

–Jamás lo hemos visto ni hemos cruzado palabra alguna con él– respondió Jack de inmediato.

–¿Y qué quieren saber? ¿Por qué no van y lo buscan directamente? Es de muy mala educación molestar a las esposas de otros hombres– dijo molesta.

Hugh y Jack no le replicaron eso.

–Lo sabemos, y le rogamos que nos perdone–

–De acuerdo los perdono, pero ahora tengo que marcharme, esta conversación es demasiado extraña, y no le encuentro el sentido, así que con permiso–

–Su marido no es el hombre que quiere hacerle creer a todo mundo–

AJ que había comenzado a caminar para alejarse de ellos, se quedó paralizada en cuanto escuchó aquellas palabras.

Jack sabía que había sido demasiado arriesgado haber hecho aquel comentario. Cabía la posibilidad de que su mujercita corriera a avisarle inmediatamente a Craig de que había dos sujetos pisándole los talones, y aquello no sería para nada bueno, tomando en cuenta su relación con Charlie, pero había algo en los ojos de esa mujer, había un destello de miedo, desesperación e impotencia... Esa mirada le dijo a Jack que aquella morena estaba tan acorralada como él.

Maldita fuera.

Ojalá su instinto no le hubiera fallado, porque de otro modo era hombre muerto.

–¿D...de qué habla?– cuestionó horrorizada.

Jack notó inmediatamente el temblor en sus labios.

–No puedo hablar más al menos hasta que usted confíe en mí, y yo confíe en usted–

Ella bajó la mirada. Estaba realmente consternada.

–Por lo menos díganme quiénes son ustedes– rogó casi a punto de sollozar.

–No es conveniente que sepa nuestros nombres, al menos no en este momento, pero le aseguro que no la hemos buscado para hacerle daño. Hay... hay un asunto del que debemos ocuparnos, y ese asunto es de vida o muerte. Hay vidas que dependen de ello. Lo único que queremos es que usted nos facilite información sobre Daniel Craig, su esposo–

La mujer se limpió algunas lágrimas del rostro, que Jack adivinó como sinceras, y después asintió.

–Está bien, contestaré a lo que quieran saber, pero no ahorita– dijo con notoria velocidad. –Búsquenme aquí mañana a las cinco de la tarde– anotó una dirección en un pedazo de papel, y se lo entregó. Luego lo miró con desespero. –Por favor no me haga arrepentirme de esto–

–Con todo respeto, pero... lo mismo le digo yo a usted–

Sin despedirse ni nada, AJ intentó seguir con su camino.

–Una cosa más, señora Craig...– la irrumpió Jack.

Ella alzó el rostro prestándole atención.

–¿Cómo es su matrimonio?–

La pregunta la sorprendió, pero no se inmutó.

–No es como los otros, si es a lo que se refiere–

Después de la contestación, la joven se marchó. Abordó su lujoso automóvil, y desapareció inmediatamente por la avenida siguiente.

Jack y Hugh se quedaron mirándola hasta que ya no pudieron verla.

–Te arriesgaste mucho con ella. Es la esposa de Craig. Yo dudo mucho que no esté enterada de los negocios turbios de su maridito estrella– opinó Hugh molesto.

–Tienes razón, me arriesgué demasiado, pero sé que no traerá resultados desastrosos. Esa mujer esconde algo, y no es precisamente amor hacia su esposo. Ya escuchaste lo que dijo de su matrimonio–

–¿Cómo puedes creerle tan fácilmente?–

–Porque estoy desesperado– lo miró con dolor. –Y porque vi la misma agonía en ella, que a mí me tiene preso– contestó con calma. –AJ Craig nos va a ayudar, Hugh, y nosotros la ayudaremos a ella– Jack no entendía por qué, pero estaba seguro de eso.

–Espero que así sea, Jack. Por la vida de mi hija y de mi nieto, y... también por la tuya–

Los dos se miraron.

En los últimos días la relación entre ambos había cambiado demasiado pero ninguno lo mencionó.

El joven asintió.

–Debo irme– no era bueno pasar tanto tiempo juntos porque en cualquier momento alguno de los hombres de Charlie podría descubrirlos, además de que esa noche iba a ser su gran debut en los bajos mundos. –En un par de horas más... tengo mi primera pelea–

–Ese asunto suena muy peligroso. ¿Estarás bien?– le preguntó su suegro.

–No te preocupes. De esa parte me encargaré yo. Nos vemos– asintió con la cabeza y cruzó la calle para llegar hasta su camioneta.

Hugh no hizo otra cosa más que observarlo.

No pudo evitar pensar en lo mucho que lo había detestado hasta hacía muy poco tiempo. Y ahora estar ahí, preocupándose por él.

Casi quiso reír ante tales ironías de la vida pero no lo hizo. Se sentía demasiado consternado.

En el pasado había creído que no era más que un oportunista, un cretino que no merecía estar junto a Ariana, que ella podría encontrarse a alguien mejor, alguien a su altura... ¡Qué equivocado había estado!

Se dijo entonces que su hija no pudo haber encontrado a un mejor hombre que ese que acababa de marcharse.

Jack Reed lo había dado todo por ella, la amaba, así como había amado y seguía amando como si fuera suyo a un hijo que ni siquiera llevaba su sangre. Y ahora... ahora estaba entregando su propia vida por salvarlos.

Le estaba dando una gran lección. Una lección que no olvidaría.

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El costal estaba siendo golpeado una tras otra vez. Golpe tras golpe. El ruido de los estruendos retumbaba dentro de las cuatro paredes. Jack jadeaba cada vez que intentaba recuperar aire y fuerzas.

Estaba concentrado en un único propósito y eso era hacer añicos a su contrincante. No podía evitar imaginar que era Charlie a quien golpeaba, y eso sin duda ayudaba. Ayudaba muchísimo.

Se olvidó de todo lo que ocurría a su alrededor. En unos cuantos minutos más saldría a la pelea y realmente no sabía que sería lo que le depararía. Tenía que estar preparado para lo que fuera, pero en esos instantes simplemente se desconectó del mundo.

Golpear el costal y descargar su furia era como terapia para su mente. Lo tranquilizaba, aunque en esos momentos su corazón no dejara de latir con fuerza.

Aquello no le pintaba para nada bien.

Apenas y podía creerse que hubiese pasado años y años entrenando, preparándose para un día ser el mejor en los octágonos, y haber acabado ahí, en una maldita pelea clandestina.

La vida era una mierda.

–¿Estás listo, Jack?– Espanto apareció. Parecía nervioso y tenía razón en estarlo. Todo debía salir bien o de otro modo el Boss cortaría cabezas.

El peleador estuvo a punto de responderle pero entonces se dio cuenta de la presencia de cuatro personas desconocidas ahí mismo.

Llevaban guantes de látex y vestían de blanco. Eso lo hizo tensarse.

–¿Quiénes son ellos?– preguntó.

La mirada de Espanto fue de Jack hacia los sujetos. Carraspeó con nerviosismo.

–Son quienes van a suministrarte la droga que Charlie ha ordenado–

–¡¿Qué?! ¡No!– Jack gritó enfurecido. –¡No dejaré que me inyecten esa porquería!–

Uno de ellos colocó su maletín sobre la vieja y destartalada mesa. Abrió los seguros y sacó una jeringa. La preparó para ser aplicada.

Jack la observó y continuó negando.

–Lo lamento...– fue todo lo que Espanto mencionó. No se sentía orgulloso de hacerle eso a quien había considerado un amigo, pero órdenes eran órdenes. Así de sencillo.

Los desconocidos se acercaron entonces a Jack y lo sujetaron. Eran altos y fuertes como él, así que consiguieron dominarlo.

Aún así no les fue nada sencillo. Removiéndose de un lado a otro, Jack les presentó toda la guerra posible, impidiéndoles cumplir con su labor.

–¡Suéltenme, cabrones! ¡Suéltenme! ¡Joder!–

–¡Jack, no hagas esto más difícil!– le gritó Espanto en completo desacuerdo.

–¡Y una mierda!– Jack consiguió lanzar lejos a uno de sus captores. Empezó a debatirse contra los otros tres restantes, propinándoles golpes y patadas sin miramientos. –¡Déjenme en paz! ¡Aléjense de mí, malditos hijos de perra!–

Espanto se llevó ambas manos a la cara y la estrujo.

–¡Jack, no seas idiota!– le gritó. –¡Sabes que si no cooperas con esto Charlie te matará sin más! ¡Y de paso a mí también, así que deja ya de luchar! ¡Es inútil! ¡Sabes que es inútil!–

Jack no lo escuchó. Siguió forcejeando intentando librarse.

Para su desgracia Charlie y Hung aparecieron en ese mismo instante.

–Oh, ¿pero qué tenemos aquí? Te estás rebelando, ¿Transportador? ¡No puede ser eso posible!–

–¡Eres un hijo de puta, Charlie!– Jack lo miró con furia, con un odio jamás sentido. Le gritó sin miedo a nada.

El ruso profirió una sonrisa.

–Claro que lo soy... Desde luego que lo soy. ¿Y sabes qué, Jackie? ¡Me encanta serlo!– su terrorífica sonrisa se agrandó. Los ojos claros lo miraron extasiados.

Charlie Hunnam se alimentaba de aquello. Era como vitamina para su sistema.

Le encantaba torturar y que lo odiaran por eso.

Su vida era fantástica.

–Boss, yo creo que este imbécil se merece un castigo por ser un bocón de mierda– opinó el coreano que observaba todo con ojos entornados y altivos. Sus manos siempre dentro de los bolsillos de sus ajustados pantalones de seda.

–Sí, se lo merece, pero voy a perdonarlo por esta vez. Necesito que esté al cien en esta pelea. Mucho dinero está de por medio, Bestia, y también muchas vidas– le recordó con toda intención. –Así que deja ya de lloriquear como marica y deja que te inyecten–

Jack le escupió.

–¡Eres un puto cobarde, Charlie, y algún día pagarás por esto! ¡Te juro que pagarás!–

–¡Uy sí! Mira cómo tiemblo– se burló. –Muchachos. Ya basta de jueguitos. Amárrenlo– ordenó con simpleza.

Los cuatro sujetos de blanco fueron por él y lo maniataron amarrándolo a las gruesas cintas de cuero que colgaban de la pared.

En ese instante Jack dejó de resistirse.

Cerró los ojos al momento en el que sintió la jeringa adentrándose en su piel.

Su último pensamiento coherente fue para Ariana. Eso era algo que aquellos desalmados jamás podrían quitarle.

>Te amo, preciosa...<

Entonces su cuerpo comenzó a sufrir las reacciones. Al siguiente segundo comenzó a temblar sin cesar.

Sus músculos se tensaron en grados descomunales. Las rocas de sus bíceps parecieron a punto de reventar. Su pecho y cuello enrojecieron.

Empezó a retorcerse.

Sus puños se cerraron y los nudillos fueron tornándose en color blanco debido a la presión. Las venas casi reventaron.

Jack gritó brutalmente. Las sensaciones fueron algo difíciles de soportar.

Sus instintos le pedían desesperadamente que escapara.

Todo su interior se inflamó y se sacudió.

La bestialidad lo abarcó.

De pronto se sentía más gigantesco y muy monstruoso.

Fue cuestión de segundos pero para él fueron eternidades.

De golpe abrió los ojos. Estaban rojos y las pupilas se le habían dilatado en gran cantidad.

La oscuridad en su mirada cambió y llameó.

Poco a poco fue tranquilizándose.

Soltó el aliento que sonó a gruñido.

El corazón dejó de latirle frenéticamente pero sus pulmones continuaron en lucha.

De pronto dejó de doler y tuvo calma. Mucha calma.

–Perfecto– Charlie continuaba sonriendo. Sacó entonces su celular y comenzó a marcar. –¿Ya han suministrado la droga al otro tipo?– preguntó esperando obtener respuesta inmediata. Cuando le respondieron que en efecto así había sido, colgó y emitió un sonido de excitación. –¡No puedo esperar a que el espectáculo comience!–

–Eh... ¿Boss?– lo llamó uno de los médicos.

–¿Qué quieres?–

–Será mejor que lleven a este chico a la jaula ya mismo. El siguiente efecto empezará en cualquier momento y... será mejor que sea cuando esté ya encerrado–

Ah sí. Charlie bien sabía lo que ocurría cuando alguien era drogado con uno de esos dulces mágicos como solía llamarles. Pasaban del dolor físico a la desesperación. Después llegaba la calma, pero enseguida aparecía la adrenalina cargada de violencia y capaz de asesinar. Él mismo la había mandado elaborar.

Tenía una minita de oro en las manos.

–Pues andando– anunció contento. –Oh, pero esperen. Falta algo más...– rebuscó en el bolso de su saco de vestir y sacó la preciada máscara. Se acercó a Jack que todavía deliraba dopado y desorientado, y se la colocó en la cabeza cubriéndole el rostro. –Ahora sí... ¡Que comience el show del Verdugo!–

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Aparatos y computadoras de alta tecnología se encontraban en el lugar. La más costosa y actualizada red haría posible la importantísima transmisión de aquella noche.

La Deep Web era un sitio oculto y muy selecto. Únicamente accedían a ella los mejores hackers del mundo, y a su vez todos aquellos que tuviesen el dinero suficiente para hacerlo, quienes gastaban no miles, sino millones solamente con el fin de tener acceso.

Lo que encontraban ahí era algo que simplemente el Internet que todos conocían no tenía.

Miles de cosas, todas ilegales, todas crueles y desalmadas, y eso era lo que la hacía tan especial.

Personas en busca de asesinos seriales, ahí encontraban lo que buscaban. Compradores de órganos para salvar la vida de familiares, también entraban ahí para hacer tratos con los traficantes. ¿Pederastas? Desde luego era ahí su lugar anhelado. ¿Pervertidos? Para esos también había un poco. Pero el público que interesaba aquella noche eran los sanguinarios, los que disfrutaban de ver la sangre correr.

Los ingenieros encargados de esa área estaban más que sorprendidos.

El evento se había anunciado con dos días de anticipación, y aún así estaban rompiendo récords de audiencia. A cada instante que transcurría se rompía uno nuevo. Las visitas iban en aumento. Los números subía como si fuesen números de un temporizador corriendo los segundos.

Era increíble e inaudito.

Todas esas espectadores deseaban ver muerte y eso era lo que obtendrían.

La sonrisa de Hung era inmensa mientras revisaba su Ipad.

–Boss, tiene que ver esto– el entusiasmo en su voz fue evidente.

Los dos se encontraban sentados en una zona privilegiada del lugar. Desde luego el organizador del evento debía tener los mejores asientos y la mejor vista. A su lado permanecía su mano derecha, el coreano, y un montón de guardias que protegían su vida a cada momento.

–Muéstrame– Charlie bebió de su whisky y echó un vistazo al dispositivo.

–Las apuestas han aumentado en un 82%. Jamás había sucedido algo como esto– ver tantos dígitos en una misma cantidad de dinero tenía a Hung al borde del éxtasis. –En definitiva es usted muy inteligente. Lo felicito por su idea millonaria–

–Aceptaré las felicitaciones– Charlie estaba más que satisfecho. –El Verdugo me hará ganar muchísimo esta noche. ¿Y sabes qué es lo más divertido?–

Hung rió con malicia.

–No lo sé, pero creo que será algo genial–

En efecto lo era. Charlie era malvado y mucho más.

–La deuda de Jason quedará saldada simplemente utilizando una décima parte de eso– señaló las apuestas en el Ipad. –Pero Jack y Ariana han corrido con muy mala suerte. Ahora los dos me pertenecen, y haré con ellos lo que me plazca–

–Creo que enterarlo de la existencia de esos dos fue lo mejor que Reed pudo hacer, ¿o no?–

–Así es. En definitiva lo es...–

Charlie observó entonces a su súbdito.

Jack se encontraba ya dentro de la jaula. Vestía shorts holgados y le habían colocado ya el vendaje en sus manos.

Los efectos de la drogan comenzaban a llenarlo de adrenalina y de una sensación que lo hacía sentirse desesperado.

Habían personas en las gradas que gritaban para que la pelea comenzara de una buena vez.

Algo en el subconsciente de Jack le dijo que aquello en nada se parecía a los aficionados que habrían gritado por ver a la Bestia Reed. Estos gritos no hacían más que alterarlo.

Todavía se encontraba dentro del estado de inconsciencia que le había producido la droga. El ruido empezó a llevarlo a la locura. Se tapó los oídos porque no lo soportó. Utilizó sus manos y se sintió desesperado. Un hormigueo

–¡Cállense!– gritó enfurecido. Se removió con violencia. –¡Hijo de puta! ¡No aguanto más! ¡No aguanto más! ¡Dejen de hacer ruido! ¡No puedo resistirlo!–

La droga que le habían suministrado era demasiado potente.

Se sentía sofocado, como si el aire le faltara. Cerró los diez dedos entre las rejas y comenzó a tirar de ellas con fuerza y agresividad, como intentando derribarlas.

–Creo que nuestro amigo se ha vuelto loco– comentó Hung entre risas.

–Es una reacción. Pobre...– Charlie también se burló.

Jack continuaba gritando.

–¡Maldita sea!–

Entonces apareció su oponente, quien de inmediato fue introducido a la jaula.

Los trabajadores se encargaron de colocar los seguros para evitar que ninguno de los dos fuese a escapar.

Jack lo miró con fijeza.

Un día anterior le habían dicho que se trataba de un secuestrador, el culpable de que dos niños inocentes, hijos de un adinerado empresario, murieran en un incendio.

No se merecía piedad alguna.

De un momento a otro apareció un desconocido que sonreía como si se encontrara en una fiesta, y llevaba puesto un esmoquin que contrastaba increíblemente con el grotesco lugar. Le fue entregado un micrófono y entonces se colocó frente a una de las cámaras.

–¡Ya estás al aire!– le gritaron y entonces él se preparó.

–¡Buenas noches! ¡Bienvenidos sean todos ustedes! ¡Nos encontramos esta noche aquí para presenciar la pelea del siglo! ¡Este duelo a muerte nos dará a todos lo que realmente queremos ver, y sin censura! ¡Prepárense para ver al Verdugo asesinando a una rata asquerosa!–

El público presente gritó con más emoción.

Las visitas al sitio web incrementaron.

Charlie lo observó asintiendo con satisfacción.

Hung jugueteó con sus dedos impacientemente. Sabía que sería Jack quien saldría victorioso pero aún así deseaba verlo al menos llevarse unos cuantos golpes.

–¡A nuestro lado derecho se encuentra El Verdugo! ¡Pesando noventa y nueve kilos de masa muscular y midiendo uno noventa y seis de altura, nos promete un espectáculo inigualable! ¡De lado izquierdo la rata asquerosa! ¡Uno ochenta de altura y ciento siete kilos de pura mierda! ¡¿Será que tendrá alguna oportunidad contra nuestro Verdugo? ¡Averigüémoslo!– luego de terminar sus líneas, la cámara dejó de enfocarlo.

El siguiente trabajo sería para los narradores del evento que ya estaban más que preparados.

Los drones fueron puestos en marcha para captar cada momento de aquella contienda.

La campana se escuchó y esa fue la señal para dar comienzo.

La asquerosa rata fue quien lanzó el primer golpe.

La Bestia lo esquivó y entonces su furia fue en aumento. Lo tomó del cuello y lo llevó hasta el0 extremo contrario estrellándolo contra la reja para acorralarlo. Le propinó un puñetazo y después otro, y otro más.

El contrincante intentó recuperarse pero no le fue otorgado ni un solo segundo para eso. Al instante recibió un cuarto golpe en toda la extensión de la cara, que le hizo vibrar hasta los dientes. La sangre apareció escurriéndole y tiñéndole de rojo.

La droga también hacia efecto en él. Enfureció y dejó ir toda su ira contra Jack.

Corrió en su dirección sacándole el aire con el impacto de su cabeza. Lo derribó y cayó encima. Ahí estuvo a punto de golpearlo, pero la Bestia fue más veloz y de inmediato cambió las posiciones quedando él al mando. Su puño se estampó en él más veces de las que hubiesen podido contar hasta que redoblado de una extraña fuerza consiguió levantarse y quitárselo de encima.

Le soltó entonces dos golpes en el rostro y una patada en las costillas. Por segundos Jack se quedó sin aire y aquello presentó una enorme ventaja para el delincuente. Jalándolo del cabello, lo arrojó contra la celda y comenzó a golpearlo contra los barrotes provocando que la máscara se rompiera un poco, y en su mejilla descubierta aparecieran heridas en carne viva.

Jack gritó de dolor e intentó liberarse haciendo inútiles esfuerzos.

Su rival lo hizo girar y le propinó un duro puñetazo que lo mareó por instantes. Lo siguiente que hizo fue aplicarle una llave que lo tumbó de nueva cuenta. El sujeto se dejó caer entonces encajándole uno de sus codos en el pecho. Se puso en pie y lo pateó un sinfín de veces más.

La furia asesina dentro de la Bestia fue encendida. El dolor fue gasolina para sus sentidos. Consiguió empujarlo y un segundo más tarde se puso en pie y fue por él tomándolo de la nuca haciéndolo caer sin más. Jaló de su pelo para hacerlo ponerse en pie y le acertó un rodillazo en el estómago que le hizo escupir sangre.

Los siguientes minutos fueron de pura agonía para el hombre.

Jack no bajó la guardia en ningún otro momento. Barrió el suelo con él. Lo hizo añicos.

Los despedazó.

Desde su asiento Charlie disfrutaba de lo que sus ojos veían. Los gritos de dolor del criminal fueron como música para sus oídos. Aplaudió y gritó victorioso.

–¡Ese Jack sí que es una Bestia!– exclamó contento.

El coreano a su lado arqueó las cejas.

–Esperemos que no vaya a intentar hacerle eso a usted, Boss– inquirió.

El comentario hizo que Charlie borrara su sonrisa. No le hizo gracia en lo más mínimo.

–Eso no va a suceder. ¿Se te olvida que lo tengo en mis manos? Y ahí va a permanecer hasta que yo decida matarlo–

Hung soltó una risita y se hundió de hombros.

Ambos regresaron su atención a la pelea.

Los espectadores se volvieron locos gritando y aplaudiendo cuando el narrador nombró al Verdugo como el absoluto vencedor de la noche.

Un par de sujetos más se adentraron en la jaula abriéndola con las llaves. Se acercaron al delincuente y lo patearon solo para comprobar que estuviese ya muerto.

Cuando asintieron en señal, los gritos se multiplicaron escuchándose y retumbando entre las paredes.

La transmisión fue cortada.

El resultado de las apuestas fue inapelable.

–¡Verdugo! ¡Verdugo! ¡Verdugo! ¡Verdugo!–

A Charlie no le agradó para nada que la victoria estuviese siendo para Jack.

–Hazlos callar– ordenó celosamente a uno de sus hombros.

Hung frunció el ceño.

–¿Por qué? A usted le conviene que ese idiota tenga su séquito de fans. Así tendremos apuestas garantizadas para las próximas peleas–

El rubio exhaló.

–Tienes razón. ¡Maldita sea! Entonces sácalos de aquí. La pelea ha terminado–

Sus trabajadores asintieron para cumplir con la orden.

–Debería estar contento, Boss. Esta noche ha redoblado su fortuna– el coreano le mostró los números en la pantalla de su Ipad.

Aquello sin duda hizo que el buen humor de Charlie regresara.

–Esto hay que celebrarlo, pero antes quiero hacer algo más...–

Dentro de la jaula, Jack se encontraba recostado sobre las rejas. La respiración trabajosa luchaba por volver a la realidad. Su cuerpo estaba cubierto en sudor. Tenía sed y se sentía dolorido, muy dolorido, tanto como jamás sintió que podría llegar a sentirse algún día. El dolor físico era insoportable y veloz, pero no tanto como la ola de emociones que lo torturaban en su cabeza.

De poco en poco la droga había ido bajando su efecto.

Estaba ahora despierto y recordando cada retazo de lo que había sucedido momentos antes.

Observó que los espectadores desaparecían dejando vacío el lugar y eso le dio oportunidad de respirar un poco mejor.

Se quitó la máscara y clavó su mirada en el cuerpo inerte del que había sido su oponente durante la pelea.

Estaba muerto y ese hecho lo torturó terriblemente.

Cerró sus ojos y lo lamentó. Lo lamentó muchísimo.

No podía creerse que se hubiese convertido en un maldito asesino.

Deseaba tanto poder despertar de aquella horrorosa pesadilla pero esa era su realidad, y sabía que era sólo el inicio.

Su alma lloró por todo lo que había acontecido y por todo lo que vendría.

No podía siquiera intentar ponerse en pie porque no le quedaba fuerza alguna.

Charlie era la mayor escoria de aquel planeta tierra. No había duda de eso.

Entonces lo vio aparecer...

Caminó hacia él y le aplaudió.

–Bien hecho, Bestia... bien hecho. O debería decir... Verdugo– la sonrisa desalmada apareció.

Jack inhaló con fuerza. Alzó su brazo para limpiar la sangre que resbalaba de una herida en su labio.

No replicó, pero en ese momento sucedió algo que llamó la atención de todos ahí.

El hombre que hasta hacía unos pocos minutos habían considerado sin vida, comenzó a removerse y a quejarse lastimoso.

En medio de toda aquella ruina, una parte interna de Jack se alegró muchísimo al saber que el sujeto no había muerto por sus manos.

–A...ayuda...– exclamó y aquello fue lo último que dijo.

Haciendo esfuerzos enormes, Jack intentó ponerse en pie para así auxiliarlo, pero el ruso fue más rápido que él. se acercó. Sacó su pistola y sin dudárselo ni pensarlo disparó dos veces en el pecho del moribundo. Luego llevó el pico cerca de su boca y sopló el humo que salía de ella. Se hundió de hombros como si lo que acababa de hacer careciera de importancia.

–Dijimos pelea a muerte, ¿o no? Era su vida o la tuya, querido Jack. Así de sencillo– le guiñó un ojo y enseguida se marchó.

Todavía malherido y muy afectado, el peleador no pudo terminar de asimilar lo que recién acababa de suceder.

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Después del largo y pesado día, Ariana había decidido salir a cenar con Aaron para así poder caminar un poco y poder apreciar lo bella que era la ciudad al anochecer.

Se dirigían de regreso al edificio caminando tranquilamente, el niño tomado de su mano y ambos disfrutando de la brisa agradable de la noche.

Llegaron al edificio y mientras subían escaleras se encontraron con Michael que también hacía su llegada luego de una larga jornada laboral en el hospital.

–Buenas noches, Ariana. ¿Cómo estuvo tu día?– la saludó encantado de haberla encontrado.

La castaña respondió con una sonrisa amistosa.

–Oh hola, Michael. Un poco cansado ¿y el tuyo?–

–Normal. No me quejo– él se hundió de hombros.

–Claro– asintió la joven.

–Justo estaba pensando en pasarme por tu departamento–

–¿En serio? ¿Se te ofrecía algo?–

–No, no– Michael se apresuró a negar. –Nada de eso. Sólo quería saber si habían resuelto el problema con tu auto. Es mi mecánico de confianza y le pedí que te diera un trato especial–

–Sí, sí y te lo agradezco muchísimo. Ya te debo dos–

–Claro que no, no me debes nada. Lo hago porque estás sola en Nueva York, y me preocupo por ti–

–Muchas gracias, Michael– ella se sintió conmovida. Le agradaba muchísimo tener ahí un amigo con quien contar.

–¿Y Aaron? ¿Qué tal fue su día?– preguntó mientras alzaba su puño para chocarlo con el de su amiguito.

Aaron respondió al saludo con entusiasmo.

Ariana exhaló.

–Muy ocupado– bromeó pero hablaba en serio. Desde que saliera del teatro y fuera a recogerlo al preescolar se había encargado de que su hijo mantuviera la mente ocupada. Era eso o permitir que recordara a Jack y comenzara a preguntar por él. Lo había llevado al parque de nueva cuenta y después lo había inscrito en clases de Karate para que gastara ahí todas sus energías. Le había gustado especialmente aquel deporte porque había investigado y se había dado cuenta de que ahí le enseñarían disciplina y también cómo controlar su fuerza. No quería que en un futuro se fuese a convertir en un hombre violento. Eso no.

–Ya veo. Debe estar exhausto– comentó sonriéndole. –¿Pero tú cómo estás?–

A Ariana le sorprendió un poco que le hiciera aquella pregunta.

En ese momento Aaron corrió a acariciar a Ignacio que también hacía su llegada luego de haber andado toda la tarde de callejero.

–¡Gatito!– exclamó.

Por su parte su madre seguía con el ceño fruncido.

–Eh... estoy bien– aseguró.

Michael la miró dudativo.

–Te noto extraña. ¿Sucedió algo?–

–No, no. Por favor no te preocupes. No ha pasado nada. Es sólo que estoy cansada–

Michael no le creyó.

–No lo sé. Siento como si... como si estuvieras triste por algo–

–¿Triste? ¿Cómo voy a estar triste viviendo en Nueva York?– la castaña sonrió para despreocuparlo.

Él devolvió la sonrisa.

–Bien. Entonces no te quito más tiempo. Descansen–

–Igualmente, Michael–

Ariana llamó a Aaron para que dejara a Ignacio y subiera escaleras con ella.

Llegaron al departamento y se prepararon para irse a la cama.

–¿Mami, pedes domid conmigo?– le preguntó tiernamente.

Ella lo miró llena de amor. No era capaz de negarle nada y menos aquella petición.

Le mostró una sonrisa amorosa.

–Desde luego que sí, mi niño hermoso. Ven aquí– abrió sus brazos para que él fuera a ellos. –Te amo muchísimo, lo sabes, ¿cierto?–

–Sí... yo lo sé... Y yo te amo–

Era tan dulce. Abrazarlo la reconfortaba demasiado. Era él su razón más importante para salir adelante y luchar día con día.

Lo ayudó a colocarse su simpática pijama de Cars y después juntos se adentraron entre las colchas de la sábana.

Ariana acarició la cabecita de su pequeño aún después de que se quedó dormido.

No pudo evitar pensar en lo que su vecino Michael le había dicho... La veía triste. Su tristeza se veía reflejada en las profundidades de sus ojos y no podía hacer nada por esconderlo.

Llevaba demasiado peso sobre sus hombros.

El recuerdo de Jack y el dolor que habían dejado sus mentiras y su traición. Aaron que era lo que más le importaba. El papel en el musical y lo difícil que estaba siendo lidiar con su productor. Añadiéndole a ello lo sola que se sentía...

Permitió entonces que un par de lágrimas rodaran hasta su mentón.

–Mami– Aaron se giró en ese momento y la miró haciéndola darse cuenta de que la había engañado una vez más.

Inmediatamente limpió la evidencia de su llanto. Estuvo a punto de reprenderlo. Debía dormir ya que al día siguiente su rutina comenzaría un poco más temprano de que costumbre, pero él la interrumpió.

–Aaron...–

–Mami, papi vendá ponto pod nosotos– le dijo muy seguro.

A la castaña le dio un vuelco en el pecho. El corazón que tenía ya hecho pedazos, se le quebró aún más al oírlo.

¿Por qué todo debía ser tan doloroso?–

–Aaron, no...–

–¡Sí! ¡Sí, mami! ¡Papi va a venid!– insistió. Su carita ilusionada y los ojitos esperanzados eran sin duda lo que más pesaba en Ariana. Le dolía el alma de verlo. Más lágrimas se amontonaron en sus pupilas y estas pugnaron por salir, aunque ella puso todo su empeño para no hacerlo.

Ahí tenía únicamente dos opciones. Romperle su pequeño corazoncito y con él todas sus ilusiones, o dejar que siguiera viviendo la mentira en la que cruelmente los habían hecho vivir. La segunda parecía la más viable en aquel momento. Ciertamente no tenía las agallas para decirle que jamás volverían a ver a Jack, que para él no habían significado nada, aunque para ellos lo significaba todo.

Aaron algún día crecería, y entonces lo entendería. Le dolería, claro que lo haría, pero la tendría a ella, y eso bastaba.

Soltó el aliento.

–Duerme, mi amor– lo abrigó con su calor de madre.

Aaron no volvió a insistir con respecto al tema.

Se abrazó de ella y entonces sí se quedó profundamente dormido.

Ahí en la oscuridad de su habitación, Ariana negó y se dijo que no pensaría más en Jack. Al menos por esa noche necesitaba descansar.

Sin embargo no lo consiguió.

Una fea sensación en su pecho empezó a hacerle presión. Tal sensación había estado acompañándola durante todo el día y todavía no entendía de qué iba.

Se tocó el cuello y la mano bajó hasta su pecho.

Sentía como si algo terrible fuese a suceder o ya hubiese sucedido, y ese pensamiento no la dejó pegar un ojo durante toda la noche.

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Jack consiguió llegar a su taller mecánico cojeando de una pierna, malherido y ensangrentado.

Los cabrones de Charlie y sus hombres ni siquiera habían tenido consideración de revisar sus heridas.

A tientas consiguió abrir la puerta de metal e introducirse en el inmueble.

Caminar la distancia hasta la oficina se le hizo eterna. El dolor era difícil de tolerar, pero no imposible.

Le tomó unos cuantos minutos conseguir llegar y cuando lo hizo se dirigió al baño para poder limpiar la sangre que cubría su rostro.

Después tomó un par de analgésicos junto a un vaso de agua. Le costó tragar. Le dolía todo el cuerpo y también cualquier acción que realizara.

Se encaminó entonces al sofá-cama que solía utilizar por las noches e intentó tomar asiento para recostarse aunque no resultó nada fácil.

Gruñó de dolor y maldijo hasta que lo logró.

Después exhaló.

Se había llegado el final del día, su momento de dormir.

Aquellas horas eran las peores para él, en las que tenía que verse solo en aquel lugar.

Sabía bien lo que ocurriría a continuación. El frío se haría más profundo y se convertiría en un dolor hueco. El dolor se extendería, quebrantándolo y abriéndolo hasta que estuviera asomado en un vacío abismal, y en definitiva no estaba refiriéndose al dolor que causaban sus heridas físicas.

Miró entonces por la rectangular rendija que utilizaba como ventana. En noches como esa, la luna era un ojo frío y hostil que lo hacía presenciar todo, recordar todo...

Aquel momento en el que había comprado su pase al infierno pero antes se había encargado de romperle a su amada todas sus ilusiones y destrozar el amor que sentía por él.

Cerró los ojos, y de pronto vio los de Ariana... Su Ariana. Vio su vibrante color marrón, su ardiente pasión, su furia, su rendición... ¡Maldición!

La amarga realidad retumbó en su mente sin piedad.

Se dijo que tenía que dormir porque aquel era el mejor método que tenía su cerebro para permitirle escapar temporalmente de toda aquella mierda. Sin embargo a los instantes negó.

No. No debía siquiera intentarlo. Quedarse dormido no iba a ser una buena opción aquella noche porque seguro acabaría teniendo pesadillas.

Necesitaba a Ariana y necesitaba a Aaron para tener paz. Tan solo eso.

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Comentarios?

Cuánto tiempo creen que Ari y Jack vayan a seguir separados?

Cómo quieren que vuelva a reunirlos?

Qué opinan de las dos personajes nuevas?

Los leo

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