Capítulo 10-2T
Hugh llegó muy temprano al taller mecánico de Jack. Miró sobre sus hombros sólo para asegurarse de que nadie estuviese vigilando.
Eran las seis de la mañana.
La calle estaba deshabitada por fortuna.
Tocó de nueva cuenta. Se sintió impaciente.
–Vamos, Reed....– se exasperó. –Abre la maldita puerta–
Unos cuantos segundos después, esta fue abierta.
Jack apareció en el arco. Frunció el ceño y miró a Butera con extrema confusión.
–Joder...– susurró consternado. –¡¿Le pasó algo a Ariana o a Aaron?!–
–No, no, no– se apresuró a aclarar Hugh. –Ellos están bien. Tranquilo. Sólo quiero hablar contigo–
Jack se relajó. Aún así el corazón no dejó de latirle. El susto inicial había sido demasiado grande. Intentó recuperarse.
–Eh...– ¿Había dicho que quería hablar con él? ¿Butera? Estaba muy sorprendido por ello. –Claro. Pase por favor. Puede ser peligroso... ya sabe, que alguien nos vea–
Hugh asintió y aceptó la invitación a entrar. Atravesaron el taller donde únicamente se encontraba la camioneta de Jack y un montón de herramientas de trabajo. Después se dirigieron a la pequeña oficina al interior.
Había un escritorio, una silla giratoria vieja y desgastada frente a él. Libros de cuentas en un librero, una mesilla con restos de comida, una silla y un sillón que por las colchas y la almohada demostraba que había sido utilizada como cama la noche anterior.
Aquel era el nuevo hogar de Jack.
–¿Le ofrezco algo de beber? Sólo tengo café– por fortuna tenía su cafetera.
–Estoy bien. Gracias. Sólo quiero que hablemos–
–De acuerdo. Lo escucho. Sólo... ¿Puedo hacerle una pregunta?–
Hugh asintió.
–Adelante–
–¿Cómo están Ari y Aaron? ¿Han llamado? ¿Ellos...ellos...?–
–Están bien– le informó Hugh para despreocuparlo. –Se han instalado ya en el departamento y el guardaespaldas que contraté los cuida de día y de noche–
Jack se sintió aliviado al escuchar eso. Había pasado una semana desde entonces.
–¿Se han adaptado bien?–
–Creo que sí. Pero... Ariana está muy triste–
Sí, el peleador lo sabía. Sabía que le había roto el corazón a su amada, sabía que la había herido de una manera terrible. Todavía no podía perdonárselo pero había sido necesario.
Exhaló. Bajó su mirada.
–Hiciste lo que pocos hombres se habrían atrevido a hacer, Jack. Pon la frente en alto–
Las palabras de Butera lo sorprendieron.
Lo miró confundido.
–Lo sé, es sólo que... me pesa demasiado recordar sus ojitos de llenos de lágrimas y de odio hacia mí– los propios ojos de Jack se cristalizaron. La voz se le quebró.
–Era eso o dejarla en manos de Charlie Hunnam–
–Jamás permitiría que ese cabrón le pusiera las manos encima. Primero muerto–
–Eso es de lo que hablo– asintió Hugh con satisfacción.
Pero Jack seguía sintiéndose muy confuso. La última vez que se habían visto nada había cambiado entre él y el padre de Ariana. Incluso le había dicho que no merecía a su hija, que nunca la había merecido.
–¿Por qué está diciéndome todo esto, señor Butera? ¿Vino hasta aquí sólo para felicitarme por ser tan buen marido?–
–No realmente– contestó. Se mantuvo algunos segundos en silencio. Luego exhaló. –Estoy aquí porque quiero ayudarte a destruir a ese malnacido que te ha amenazado–
Si Jack se había sorprendido con la extraña visita de su suegro, en esos momentos se sintió incluso más intrigado.
–¿Está hablando en serio?–
–Muy en serio. Me interesa muchísimo que ese criminal deje de ser una amenaza para mi hija. Quizá si nos unimos podamos lograrlo mucho más rápido. Ya sabes lo que dicen, dos cabezas piensan mejor que una. Piénsalo, Jack, pero te advierto que no pienso aceptar un no por respuesta. Quiero que nos aliemos–
El peleador estaba atónito.
Se forzó a sí mismo a salir de su sorpresa.
Asintió.
–De acuerdo. Trato hecho–
–Bien. ¿Qué es lo que tienes hasta ahora?–
Jack caminó hacia su escritorio, y abrió uno de sus cajones. Sacó entonces una carpeta y se la entregó.
–Liz la amiga de Ariana, se graduó de Ingeniería en Software y es muy buena en eso de las computadoras. Consiguió entrar a una base de datos secreta de Charlie y descubrió que tiene un medio hermano–
–Ya lo veo– Hugh comenzó a leer la información. –Daniel Craig...–
–Aparentemente ese tal Daniel es todo lo contrario. Es juez de profesión en un Tribunal de Boca y está apartado de toda la mierda de su hermanito. Sin embargo yo creo que no lo suficiente. Debemos investigarlo bien, ya que Charlie ha comentado tener nexos con la ley–
Hugh estuvo de acuerdo.
–Vamos a destruir a ese desgraciado de una buena vez por todas. Necesitamos comenzar por su vida de delincuente. Dejar al descubierto todos sus delitos y derribar su emporio en el narcotráfico. Sólo así lo destruiremos–
–No puedo estar más de acuerdo con usted, señor Butera–
–Llámame Hugh. Vamos a ser aliados después de todo–
Desde aquel momento, Jack Reed y Hugh Butera se unieron con un mismo objetivo.
Más allá del orgullo, la arrogancia y el dominio, lo que aquellos dos hombres tenían en común, era su desesperación por proteger a Ariana.
Destruirían a Hunnam, juntos. Ahora eran un equipo.
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Whisky...
Charlie se había vuelto adicto a beber whisky.
Le recordaba tanto al color de ojos de Ariana Reed.
–Ariana...– le gustaba mucho pronunciar su nombre. Su pecho se llenaba de un ansia indescriptible cada vez que la evocaba. Su mente hacía explosión y la polla se le ponía más dura que un roble.
Mientras daba un largo trago, tomó la preciada fotografía para observarla.
No podía dejar de hacerlo. El verla se había convertido en una especie de adicción para él.
–Eres tan bonita, Ariana... Muy bonita, y vas a ser mía. Te lo juro–
Así había sido criado. Si Charlie deseaba algo, lo obtenía, era así de sencillo. Nunca se le había pasado por la cabeza la posibilidad de que uno de sus caprichos no fuera cumplido.
Ariana le pertenecía desde el momento en que había puesto su mirada en ella, y la tendría con él pronto, de eso estaba seguro.
Podía saborear ya lo que sería tenerla en sus brazos. Qué placer experimentaría...
Ah, desde luego que sí.
Sería como volver a tener a...
Charlie cerró los ojos. No había querido volver a recordar a aquella mujer pero era inevitable hacerlo.
Su parecido con Ariana era impresionante.
Se preguntó entonces si ese era el motivo por el que se sentía tan obsesionado, tan trastornado cuando pensaba en ella.
¿A quién mierda le importaba?
Sonrió y terminó de beber lo que le restaba.
Alguien tocó a su puerta en ese instante.
Era Hung.
–Veo que amaneció de buen humor, Boss– le dijo un instante antes de tomar asiento frente a su escritorio.
Charlie se hundió de hombros.
–Hay que disfrutar la vida y sus pequeños placeres– observó el vaso de cristal que sostenía en su mano.
–No quisiera arruinarle su buen estado anímico pero hay algo de lo que quiero hablarle–
–Te escucho–
–Es sobre Jack Reed–
–Aja...–
–Insisto en que no es buena idea tenerlo aquí. Es duro y tiene agallas pero...–
–¿Pero qué, Hung?– lo interrumpió Charlie. –Ya te expliqué cómo funcionará el negocio con él. Además no me gusta que me cuestionen sobre mis decisiones–
–Lo sé, ya lo sé, y no estoy cuestionándolo. Sólo digo que no debería confiar en ese tipo. Estoy seguro de que lo traicionará–
Charlie sopesó las palabras de su trabajador más fiel.
Soltó un suspiro.
–Jack se creyó más listo que yo, y desapareció a Ariana en cuanto supo de mi interés por ella. Eso me hizo enfurecer bastante, así que puedes estar seguro de que yo tampoco confío en él. Jamás confiaré en él– aclaró. –Lo tengo aquí por un motivo importante. Mientras tú te encargas de encontrar a su pequeña esposa, yo sacaré todo el provecho posible de ese idiota. Es buen peleador y con la ayuda de la droga me hará ganarme algunos cuantos millones. Pero cuando encuentres a esa belleza que pronto tendrá el honor de ser mi mujer, entonces sí, dejaré que lo maten en una de esas peleas. O si no yo mismo le llenaré los sesos de plomo, eso no será problema– sonrió.
Lo tenía todo perfectamente calculado.
El coreano respondió mostrando su perfecta sonrisa.
–Ya lo entiendo–
–¿Quieres brindar conmigo por eso?– le señaló el minibar.
–Desde luego– Hung tomó un vaso y miró las bebidas alcohólicas para decidir cuál bebería.
–Sírvete lo que quieras, pero el whisky es todo mío– advirtió Charlie.
Hung se decidió por el champagne. Siempre había sido de gustos caros.
Los dos hombres brindaron por su maldad.
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Dormir era algo de lo que hacía muchos días Ariana no podía disfrutar.
No estaba sucediendo sin el caliento y protector cuerpo del que había sido su marido hasta entonces.
Eso la frustraba y la llenaba de mucha amargura.
Se esforzaba muchísimo para dejar de pensar en él, pero a veces resultaba imposible. Jack abarcaba todos sus pensamientos, ocupaba siempre su cerebro y corazón al cien por cien, sin dejar espacio para otras cosas.
La primera semana de trabajo en el teatro había sido desastrosa.
Rami era un tipo muy agradable que la apoyaba en todo, pero no podía decir lo mismo de Ethan Hawke.
El hombre la odiaba, estaba segura de eso. De otro modo no encontraba una explicación para toda la antipatía y aquella actitud tan antagónica que parecía tener por ella. Y sólo por ella.
Con la otra actriz la cosa no iba por aquel camino. A ella la trataba bien y con paciencia. La elogiaba y cuando se equivocaba en algo la corregía de manera cortés.
No lo entendía.
Pero Victoria era otro caso peculiar que debía añadir a su difícil experiencia dentro de Foxwoods.
Había creído, que si bien no serían amigas al menos podrían ser buenas compañeras de trabajo pero se había equivocado. La chica no la soportaba y se lo había dejado claro desde días atrás. Era su enemiga tal y como les había dicho Charlie que serían. Y no había desaprovechado la oportunidad para advertirle que barrería el suelo con ella. Desde luego Ariana no se había quedado en silencio y le había respondido de una manera muy digna y propia que siempre la había distinguido.
No se sentía orgullosa pero no pensaba dejarse humillar por esa tonta.
La cosa ahí era que ahora el feudo entre ambas había crecido mucho más, y eso hacía mucho más difícil el trabajo que para nada era ligero.
Ariana había pasado un día bastante agotador, representando los números musicales que hasta el momento le habían pedido, y también ensayando líneas, coreografías nuevas, repasando y mentalizando canciones. Encima lidiar con Hawke y Victoria... ¡Pésimo!
No podía evitar sentirse triste y algo decepcionada.
Había imaginado que las cosas serían un poco más fáciles, pero estaba siendo todo muy difícil. Más de lo pensado.
Gracias al cielo la jornada del día había terminado. Había recogido a Aaron del preescolar, y se tomaría la tarde entera para relajarse.
Miró por el retrovisor a su hijo. Tampoco había sido una semana fácil para él.
Seguía preguntando por su padre a todas horas, y eso tenía a Ariana bastante afectada.
Lo último que quería era que su hijo saliera herido, pero se daba cuenta de que inevitablemente aquello sucedería. El corazoncito de Aaron se rompería cuando fuera un poco mayor y comprendiera que el hombre al que había visto como su papá por tantos años, jamás volvería a buscarlo.
Soltó un suspiro.
Su pequeño no estaba solo. La tenía a ella, quien se encargaría de hacerlo feliz y lo protegería de cualquier tristeza.
–¿Te parece si esta tarde paseamos en el parque?–
La mención de aquello hizo que la carita de Aaron se iluminara de emoción.
–¡Sí, mami! ¡Padque!– exclamó contento.
–Perfecto, pero primero comeremos algo y después iremos para allá, ¿de acuerdo?–
Aaron asintió y rió con entusiasmo.
La risita de su hijo fue una terapia asombrosa para Ariana, sobre todo los días como ese en los que sentía que ya no podía más.
Aún así en el restaurante se mostró poco dispuesto a terminarse sus verduras. Ella como la madre inteligente que era, le prometió que habría helado si se las terminaba todas, así él decidió que la recompensa valdría la pena y terminó todo lo que había en su plato.
Cuando terminaron volvieron al auto y entonces sí se dirigieron al parque.
La primera parada fue al zoológico de Nueva York. Sabía que a Aaron le encantaban los animales.
El resultado fue el que esperaba. Su hijo era un niño bastante inteligente y curioso y de inmediato mostró interés en todo a su alrededor.
Observó fascinado el tigre de bengala traído desde Indonesia, y después al rey de la selva que dormía plácidamente en sus aposentos.
Conoció muchas especies de primates que en el zoológico de Boca Ratón no había, y también montones de aves de diferentes tamaños y colores.
La encargada de mostrarles el recorrido, que había respondido amablemente al millar de preguntas de Aaron, se había sorprendido en gran manera al ver que el pequeño, que no parecía tener más de cinco años, se había memorizado cada uno de los nombres de los animales que eran nuevos para él.
Ariana se mostró orgullosa, y también contenta de ver en el rostro de su pequeño esos ojitos ilusionados y una sonrisa divertida.
Realmente había comenzado a preocuparse con el pensamiento de que tal vez Aaron no lograría acostumbrarse al cambio de casa, de ciudad y de vida, pero se dijo entonces que sólo sería cuestión de tiempo.
Cuando terminaron de recorrer el zoológico entero, Ariana notó que Aaron no parecía cansado, al contrario, seguía emocionado, y ansiando saber a dónde irían ahora.
Ariana lo llevó a Central Park y se sentó en una banca mientras observaba a su niño que arrojaba granos de maíz provenientes de la bolsa que habían comprado a un vendedor ambulante, para que los pájaros se acercaran. Sin embargo, Aaron no comprendió cuando le dijeron que repartiera de poco en poco para que no se le fuera a terminar tan pronto, y a los pocos minutos tenía la bolsa vacía. La castaña se aproximó a comprar una más, pero Aaron le dijo que ya se había aburrido, y ahora deseaba hacer otra cosa. Lo llevó a la fuente de los deseos y le dio un par de monedas para que las arrojara. Le explicó en qué consistía y después vio que su hijo hacía lo que le había dicho.
–¿Qué deseo pediste, mi amor?–
–No, mami, no puedo decite– contestó el niño con una sonrisa inocente. –Es seketo–
Antes de que Ariana pudiera decir algo, Aaron había salido corriendo directo a ver a un grupo de jóvenes que parecían sostener un duelo de baile electrónico muy divertido.
La tarde transcurrió así, divertida en todos los sentidos. Presenciaron un pequeño espectáculo de magia, comieron helado, y al finalizar, terminaron en los columpios.
Cuando estaba a punto de oscurecer, Ariana decidió que había llegado la hora de marcharse.
Estaba agotada en toda la extensión de la palabra, pero mientras conducía de vuelta al departamento y veía de reojo a su hijo por el retrovisor, pensó en que había valido la pena.
Aaron realmente había disfrutado el paseo. Lo había visto feliz en verdad y eso era suficiente para que ella estuviera feliz también. La sonrisa traviesa de su pequeño era lo mejor de la vida, y haría lo que estuviera en sus manos para hacer que perdurara.
Luego de aparcar, salieron del auto y juntos se adentraron al edificio. Su departamento se encontraba en el tercer piso, y no había elevadores así que debían subir escalones.
Cuando llegaron a la segunda planta, la castaña se preocupó muchísimo al ver cómo Aaron corría hasta la última puerta del oscuro pasillo para acariciar a un gatito que había salido de la nada.
–¡No, Aaron, ven aquí!– lo llamó, pero el niño no hizo caso al llamado.
La castaña intentó ir tras él, pero entonces una figura alta chocó con ella.
Ariana estuvo a punto de irse de espaldas sin posibilidad alguna de evitarlo. Entonces, y sin esperarlo, sintió unas fuertes manos que la sujetaron de los hombros y le impidieron la caída.
Habían sido solamente unos cuantos segundos, pero el miedo la había paralizado. Por fortuna el desconocido había evitado que se estampara contra el suelo.
–Discúlpame por favor. No te vi– dijo la voz del hombre.
Ariana tardó unos segundos en contestar, aún estaba recuperándose de la conmoción.
–No se preocupe. Yo tampoco lo vi– logró contestar y después pudo serenarse. Tuvo que inclinar un poco la cabeza para mirar a aquel sujeto. Era alto, y de piel oscura, muy oscura, sus ojos eran completamente negros. Era atractivo y tenía además, una agradable sonrisa blanca. –Gracias por evitar que cayera. Tiene usted buenos reflejos– dijo ya más tranquila.
Él sonrió abiertamente y la miró antes de decir algo. Estuvo a punto de hablar pero no pudo hacerlo de inmediato. Se quedó observándola sin decir nada. El pensamiento de lo hermosa que la chica era lo dejó paralizado.
Tartamudeó avergonzado.
–Eh... yo... yo... Creo que fue la adrenalina del momento. Fue una suerte que pudiera sostenerte antes de que te cayeras. No me hubiese perdonado haberte provocado una caída– le sonrió con timidez, y después se giró hacia Aaron sorprendido de ver que había encontrado a su amigo felino. –Oh, ¿pero qué tenemos aquí? Tal parece que has encontrado a mi gato– dijo contento.
–¿Es tuyo?– cuestionó Aaron intrigado mientras lo sostenía en brazos.
–Así es, pequeño. Su nombre es Ignacio– respondió al tiempo que el niño lo extendía para entregárselo. –Vaya que es extraño. Ignacio jamás permite que lo toquen, debiste haberle caído muy bien–
Aaron sonrió contento de saber que le agradaba al gato, y que por las palabras de su dueño, eso no era algo común.
–Entonces será mejor que te alejes de él, cariño– exclamó Ariana mientras tomaba a su hijo.
–Oh, despreocúpate. No es un gato agresivo– mostró su sonrisa amable y se permitió admirarla de nuevo. Era realmente bella, pero también joven, y con un niño a su cargo. –¿Eres su niñera o algo?– cuestionó después.
La castaña negó con la cabeza.
–Soy su madre– contestó tranquilamente aunque bien sabía que era algo difícil de creer.
El hombre volvió a mirarla por unos cuantos segundos más, con expresión seria.
Ella intuyó en que seguro estaba preguntándose su edad, o deseando hacer un comentario con respecto a lo joven que era.
No mencionó nada aún así. Él se limitó a ponerse a la altura de Aaron.
–Tienes una mamá extremadamente bonita, amigo– de pronto alzó la mano y chocó los cinco con el niño. –¿Tienes nombre?–
El pequeño asintió simpáticamente.
–Aadon Reed–
–¿Aadon?– repitió bromeando.
–Se llama Aaron– corrigió Ariana.
El extraño se puso en pie, pero no despegó la mirada del niño.
–Bien, Aaron. Es un gusto conocerte. Puedes llamarme Michael, vivo justo ahí– señaló la puerta final del pasillo. –Y puedes ir a visitar a Ignacio, cuando quieras–
La emoción cubrió el infantil rostro de Aaron.
–¡Sí!– gritó entusiasmado.
–¿Y la linda mamá de Aaron tiene nombre?– se dirigió a la castaña que había permanecido callada.
–Ariana– le extendió la mano para saludarlo educadamente.
–Bonito nombre, único, diría yo. Te queda a la perfección– volvió a sonreírle. Evidentemente ese hombre estaba cautivado por su belleza, pero no dejaba de mostrarse respetuoso. –Como ya oíste, mi nombre es Michael, Michael Bakari, soy neurocirujano, trabajo en el New York Medical Center...– un hospital bastante prestigioso ahí en la ciudad, el mejor de hecho, pero él no lo mencionó. –Cualquier cosa que necesites, y yo pueda ayudarte, acude a mí, por favor. No soy peligroso, puedes verlo– alzó sus brazos como mostrándole que no estaba armado ni nada por el estilo.
–Es muy amable de su parte...–
–Tutéame, no soy tan viejo–
–Es muy amable de tu parte, Michael– respondió Ariana sintiéndose con más confianza. –Yo vivo en el tercer piso. Llegamos hace un par de días–
–Eres del sur, ¿no?–
–¿Cómo lo sabes?–
Michael se hundió de hombros.
–Quizá sea tu acento–
–Soy de Florida–
–Vienes desde muy lejos–
–Sí, bueno. Tengo mis razones para estar aquí–
–Entiendo, y... bienvenidos. Me alegra la idea de tenerlos como vecinos. Nueva York es un caos, pero ya verán que disfrutarán de Greenwich. Es un lugar acogedor y muy tranquilo. Por eso lo escogí para vivir–
Ariana miró a Aaron y se encogió de hombros, de una manera que a su vecino le resultó adorable.
–En ese caso, creo que hemos llegado a quitarte esa tranquilidad que tanto te gusta– murmuró la castaña algo divertida después de haber entrado en confianza. –Precisamente mi hijo no es muy tranquilo que digamos–
Michael rió.
–Pues me encanta. De verdad– aseguró mientras veía que ella negaba con la cabeza. –Te lo digo en serio. Será bueno tenerlos aquí. Tal vez ustedes le den un poco de color a mi vida tan gris–
Las palabras del médico eran sinceras. Su vida hasta entonces era monótona y aburrida. Con un trabajo que consumía casi todo su tiempo, soltero, casi treintañero, y con gustos sencillos, como leer y ver el anochecer desde su ventana junto a su gato, nunca había disfrutado verdaderamente de la vida.
Pero ahora...
Detuvo de inmediato sus pensamientos.
Estaba de pie frente a la mayor lindura castaña de ojos marrones que hubiese podido haber visto nunca, pero eso no significaba nada. No cambiaría en nada su vida.
La chica no llevaba un anillo en el dedo pero no era razón para creer que estuviese soltera. Tenía un hijo después de todo, y eso era prueba suficiente de que había un hombre en su vida. El tipo más suertudo de todo el universo, se atrevía a decir.
Echó un suspiro pensando en que no podía meterse en el terreno de otro, pero por lo menos, le alegraría las mañanas cuando la viera, y ella lo saludara con su cálida sonrisa. Además, aunque no había tenido la oportunidad de tener los suyos propios, le encantaban los niños.
Sí, en definitiva disfrutaría su estancia ahí.
–¿Por cuánto tiempo estarás en Nueva York?–
–No lo sé, pero espero que sea por mucho, mucho tiempo–
–Así será, estoy seguro. Y bien, te dejo. Es algo tarde, y supongo que estará tu marido esperándolos–
Michael observó a Ariana que negaba con la cabeza.
–No hay ningún marido esperándome, pero debo acostar a Aaron. Ha sido un placer, Michael. Buenas noches– sonrió, tomó la manita de su hijo y se dirigieron a su planta desapareciendo de su vista.
–Buenas noches...– repitió Michael.
La sonrisa de esa chica lo había dejado hechizado y había tardado unos cuantos segundos en reaccionar.
>No vino con un hombre< fue lo primero que pensó.
Quiso sonreír pero después se dijo a sí mismo que ese hecho no le garantizaba nada.
No podía saber si era divorciada, madre soltera o si algún sujeto bastante afortunado estaría por ahí esperándola en alguna otra parte del país.
De inmediato se dijo que lo averiguaría, porque a pesar de que tenía pocos minutos de conocerla, sabía con certeza que aquella era una mujer que valía la pena conocer, y que cualquier hombre que se cruzara en su camino, debía luchar por tenerla, en caso de que hubiera una mínima oportunidad. Por la cual rogó al cielo que la hubiera.
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Jack llegó a la bodega tal y como Charlie le había exigido, para comenzar con su primer día de entrenamiento. Le habían dicho que tendría su primera pelea en menos de tres semanas y eso era motivo para esclavizarlos en los entrenamientos.
Exhaló porque tenía realmente muy pocas ganas de estar ahí. Prefería utilizar su tiempo intentando averiguar algo con lo que pudiese destruir a ese maldito criminal. Para su jodida desgracia tenía que estar ahí y obedecer órdenes. De otro modo sospecharían.
–Estoy aquí, Charlie, empecemos esto de una maldita vez– habló con frialdad.
El ruso soltó una carcajada al verlo.
–Veo que vienes con la mejor actitud, querido Jack. Así es como me gusta. Ojalá todos los atletas fueran tan entusiastas como tú–
–Deja de decir estupideces– el peleador tenía muy poca paciencia. –Llévame al lugar donde tendré los entrenamientos–
–Uy, qué humor te cargas, pero tienes razón. Lo importante aquí es que empieces a entrenar ya mismo. Mis hombres se ocuparán de escoltarte–
Inmediatamente fue rodeado por dos sujetos inexpresivos.
Jack sabía que era una sutil manera de amenazarlo para que no fuese a intentar nada en contra.
Lo miró con ojos entornados. Charlie le mostró su sonrisa burlona.
–Pórtate bien, Jack–
La Bestia deseó despedazarlo.
En su lugar giró su mirada y dejó que los gorilas lo condujeran.
No tardaron mucho en llegar a lo que parecía ser un sótano.
Jack se dio cuenta de que sería ahí donde entrenaría.
Habían colocado costales de box, barras con pesas y todo lo necesario para prepararse, pero al parecer no se habían ocupado de limpiar.
Olía a los mil demonios.
–¿Qué tal, Jack?–
Al peleador lo sorprendió un poco encontrarse ahí con Espanto.
Era un viejo hombre mexicano que se había dedicado a trabajar para Charlie desde que llegara a aquel país ilegalmente. En el pasado, cuando él no había sido más que un niño, había sido el único ahí que lo tratara con amabilidad y humanidad.
–Veo que al final no hiciste nada por escapar de esta mierda– Jack lo recordaba bien. Espanto había comentado con él las intenciones que tenía de huir y no trabajar más para el narcotráfico.
–Al final no resultó tan fácil– respondió. –He aceptado mi destino. Moriré aquí y eso es todo lo que me queda–
–Algunos lo hacen por gusto, otros obligados por las circunstancias–
–¿Te han dicho ya que seré yo tu entrenador?–
–¿Estás bromeando?– argumentó Jack.
Espanto no sabía absolutamente nada de Artes Marciales. Lo máximo que sabía de deportes era sobre el soccer. Lo veía en sus días de descanso mientras bebía una cerveza.
Exhaló y sin pretenderlo realmente, cambió el tema del que charlaban.
–Vas a decir que soy un imbécil... Pero te miro y no puedo creer que seas ese niño pequeño–
–Han pasado demasiados años y demasiadas cosas, Espanto. No soy el mismo que conociste entonces– le aclaró Jack con frialdad.
–Lo sé. Eso me queda claro. Sólo... creo que nunca te agradecí por lo que hiciste por mí. Viste que Charlie estaba a punto de darme un plomazo. Le gritaste que no y corriste hacia él. Terminó disparándote a ti. Recibiste la bala que me correspondía–
Aquello era cierto. Jack se había sentido muy asustado al pensar en que la única persona ahí que lo protegía moriría. Por eso había actuado así.
–¿Sabes que en estos momentos no volvería a hacerlo?–
Espanto rió sin sentirse ofendido en lo más mínimo.
–Aún así, gracias– alzó la mano para que la tomara.
Jack lo dudó un par de segundos pero accedió.
–Gracias a ti por... ya sabes, cuidarme–
Espanto soltó un suspiro.
–No eras más que un crío. Jason en primer lugar jamás debió traerte...– los dos se quedaron en silencio, pero después él volvió a hablar. –¿Puedo hacerte una pregunta, Jack?–
–Supongo que sí–
–¿Por qué volviste? Conoces bien el infierno que es estar con estas personas–
–Porque estoy intentando proteger a mi mujer y a mi hijo. Y volvería a hacerlo cientos de veces más si con eso los mantengo a salvo–
–Charlie es un hijo de la chingada– Espanto entendió de qué iba todo aquello.
Jack entendió perfectamente la maldición en español.
Asintió en acuerdo.
–Lo es. Y muy pronto tendrá su merecido–
La mirada de Espanto fue de terror puro.
–¡¿Qué?!– se sobresaltó pero de inmediato trató de mantener la compostura. Miró a su alrededor temeroso de que alguien estuviese por ahí escuchándolos. Bajó su voz pero no el nivel de su tensión. –¿Estás loco?– le susurró alterado. –Charlie te matará si lo traicionas. Ni siquiera pienses en hacerlo, Jack. Lo mejor que puedes hacer es obedecer sus reglas, así te evitarás problemas–
–Oh, olvídalo. Estoy dentro de su jueguito pero no voy a seguir sus reglas. Ese cabrón muy pronto tendrá su fin. Lo estoy planeando todo muy bien para que no haya ninguna falla–
Espanto negó.
–Pues sea lo que sea que tengas en planes, no quiero saberlo– su experiencia y sus años ahí lo habían hecho temer verdaderamente a Charlie Hunnam. Pero admiraba el valor de Jack. En definitiva no había cambiado.
Los dos escucharon entonces un montón de ruido a las afueras de la bodega. Había una pequeña rendija que mantenían abierta para que el aire circulara.
–Es una entrega de droga– le informó Espanto. –Pero eso no nos interesa ni a ti ni a mí. Debemos empezar a entrenarte o de otro modo Charlie vendrá aquí y...–
–Veo que las órdenes del Boss no están siendo cumplidas– la voz de Hung los hizo voltear a ambos. –No creo que le agrade mucho si se entera–
Jack apretó los puños. Estaba ansiando romperle la cara a aquel asiático. Su simple presencia lo hacía rabiar.
–No hace falta, Hung. Jack se pondrá a entrenar ya mismo– dijo Espanto de inmediato intentando evitar problemas.
–¿No quieres ayudarme?– le preguntó el peleador al tiempo que terminaba de colocarse los vendajes en las manos. Su tono era amenazante.
El antagonismo entre ambos podía incluso respirarse.
Hung lo miró fijamente. Le mostró de inmediato una sonrisa burlona.
–Gracias, perdedor, pero los golpes no son lo mío. Yo prefiero las armas– le mostró entonces la que llevaba en la cinturilla de sus pantalones de casimir.
Se suponía que Jack debía tener miedo de él pero no fue así. A su parecer no era más que un fanfarrón.
–Las armas son para los cobardes. El día que quieras enfrentarte a mí como un verdadero hombre, ya sabrás dónde encontrarme–
Hung se quedó muy quieto observándolo. Luego exhaló.
–No eres más que un imbécil, Jack. Te crees el gran luchador pero ninguna de tus estúpidas peleas se comparan con lo que te espera aquí. Regresarás llorando a tu casa, estoy seguro de eso–
Jack negó para sí.
No valía la pena perder el tiempo con aquel desgraciado.
Tenía que enfocarse en su labor, y eso consistía en fingir que obedecía las órdenes de Charlie.
El objetivo era destruir al ruso, pero para eso necesitaba terminar de idear su plan. Necesitaba conseguir pruebas bien fundamentadas o encontrar el punto débil de aquel bastardo.
Todavía no sabía por dónde debía comenzar pero se dijo que pronto lo haría. Después de todo estaba en su terreno. Era ahí dónde obtendría el modo de destruirlo.
Ahí mismo lo destruiría.
Pensó en eso mientras golpeaba el costal con todas sus fuerzas.
Esa era su motivación. La razón por la que sus golpes azotaban con tanta furia.
La adrenalina se apoderó de él. La violencia taladró en sus oídos y la rabia lo hizo encenderse.
Golpeó una vez y otra más, y otra, y otra, y otra...
El sudor escurrió por sus sienes. No se ocupó de limpiarlo sino que dejó que este cayera en largas y gruesas gotas.
Continuó soltando puñetazo tras puñetazo.
El costal pareció a punto de romperse. La tensión era demasiada.
Ensordecedores gruñidos salieron de su garganta desgarrándolo en cada instante.
Ariana y Aaron lejos de él, ella odiándolo, creyendo lo peor, creyendo que no la amaba y que le había sido infiel. La maldad de Charlie Hunnam y su amenaza. El maldito coreano. El tiempo que parecía no avanzar. Las malditas jugarretas del destino.
–¡Aaaaaaah!– el grito fue brutal, bestial. Resonó en todo el sótano.
Jack no se detuvo sino hasta que fue interrumpido.
–Excelente, Transportador... Excelente– Charlie apareció. Aplaudió un par de veces. –Debo admitir que me tienes impresionado. Estoy seguro de que con tu descomunal fuerza podrías partirme en dos con facilidad–
Estaba provocándolo. Estaba burlándose de él.
El ruso bien sabía las ganas que Jack tenía de romperle los huesos.
Inteligentemente el peleador se quedó en silencio. Inhaló y exhaló para recuperar aire en sus pulmones. Limpió su sudor con el dorso de una mano. Resistió las ganas de beber algo para su garganta seca. Evidentemente ahí no estaba Noah esperándolo con un Gatorade.
–Creo que tu primera pelea será todo un éxito. Esta semana empezaremos a anunciarte en el sitio web pero primero tenemos que tomarte algunas fotografías. Va a ser muy divertido–
Jack resistió las ganas que tenía de obtener esa fantasía, de hacerla realidad.
Partirlo en dos.
Y en una cosa aquel hijo de puta había tenido razón... Sería tan fácil hacerlo. Tan jodidamente fácil que él debía utilizar toda su energía y dominio propio en no tomarlo con sus dos manos y despedazarlo.
Nunca debía olvidarlo. Estaba tratando con un tipo demasiado peligroso, y lo peor... obsesionado con su esposa.
¡Mierda!
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Jack bajó de su camioneta después de haberla aparcado.
Cada vez que volvía al taller daba muchas vueltas antes de dirigirse hasta ahí y se cercioraba de que nadie estuviese siguiéndolo. Tenía especial cuidado en ello.
Por eso se sorprendió muchísimo cuando un auto frente a la acera tocó el claxon para llamar su atención.
No lo había visto hacia un segundo. Estaba tan cansado que algo en sus instintos de precaución había fallado.
Se alivió profundamente cuando vio bajar a Hugh Butera y no a uno de los matones de Charlie.
–¿Qué hace aquí? No debería haber venido, puede ser peligroso para usted– le dijo preocupado.
Hugh negó.
–Es que se trata de algo importante. Sube a mi auto–
Asintiendo, Jack accedió a lo que su suegro le pedía.
De nuevo miró a sus alrededores esta vez con mucha más atención.
Al ver la zona despejada, subió al vehículo.
Hugh le siguió entrando al asiento del piloto.
Se colocó el cinturón y arrancó.
–¿A dónde vamos?– le preguntó cuando iban de camino.
–A casa de Elizabeth y de tu amigo Noah–
–¿Por qué?–
–Porque le he pedido a Liz que investigara al hermano de Charlie. Hace un rato me llamó para avisarme que ya tiene la información–
Fue cuestión de minutos en que consiguieron llegar al lugar predicho.
Jack estaba harto tener que vivir mirando tras de su hombro para asegurarse de que el enemigo no estuviese al acecho pero era aquello o dejar que lo descubrieran.
Entraron rápidamente a la casa donde ya los esperaban.
–Pasen, pasen por favor– los invitó Noah a entrar.
Estrechó la mano de Hugh y con Jack chocó los puños.
Estaba sorprendido de verlos juntos pero aquella no era ocasión para comentarlo. Habían cosas mucho más importantes.
Ambos hombres saludaron a Elizabeth con un beso en la mejilla.
–Justo he terminado de imprimirlo todo. Acompáñenme– Elizabeth se dirigió a lo que parecía ser un pequeño estudio de trabajo, mientras los demás la seguían. Ahí les entregó los importantes documentos –Recopilé todo lo que pude. Tuve que hackear algunos expedientes ocultos pero al final fue todo muy fácil–
Después de todo, se trataba de una figura bastante popular y carismática entre la gente y los medios de comunicación ahí en Boca Ratón.
Con cincuenta y cinco años, Daniel Craig gozaba de un atractivo maduro, viril, fuerte y sofisticado. Alto, con cabello castaño cenizo y ojos claros, presidía el Tribunal de la ciudad con aire regio y elocuencia propia.
Graduado de Yale con las mejores notas. Abogado de oficio en sus inicios, posteriormente abogado particular, seguido de investigador estatal, jefe de departamento, magistrado del ayuntamiento, y finalmente Juez del estado. Hombre intachable y honorable, hijo, amigo y esposo. Respetuoso y considerado un ícono ejerciendo la ley.
–Esto es exactamente lo que esperé encontrarme– murmuró Jack concentrado en los papeles que había esparcido por todo el escritorio de Elizabeth.
–Debo admitir que yo pensé encontrarme con la identidad de un hombre irresponsable y de dudosa reputación– opinó Hugh por el contrario.
Jack continuó con el ceño fruncido, y con la mirada atenta todavía en la información impresa.
Debía haber algo... ¡Maldita sea! Algo con lo cual obtener su cometido, y tenía que encontrarlo.
Después de unos cuantos momentos de silencio, en los que continuaron indagando en las mismas líneas de la investigación, finalmente Jack se puso en pie.
–Aquí hay una cosa que no termina de encajar con su personalidad santurrona–
Hugh, Elizabeth y Noah le pusieron su total atención. Jack pronto extendió la hoja hacia el frente.
–Su esposa es una chica, treinta años menor que él– anunció. –AJ Craig–
Hugh se puso en pie, y comenzó a leer aquellas hojas que al parecer habían pasado por alto.
Una morena preciosa de obvios orígenes latinos, 25 años, de nacionalidad colombiana, sin hijos, y dedicada únicamente a ocupar un lugar en su lujosa residencia, lucir bonita para los eventos sociales, y obviamente cumplir con los deberes conyugales.
–No sé si eso vaya a servir– comentó entonces Hugh.
–¿Por qué no?– cuestionó Noah. –Quizá eso los lleve a algo importante–
–El hecho de tener una esposa tan joven y hermosa no lo acusa de nada. Solamente de que hasta el hombre más respetable de la ciudad, puede caer enamorado y rendido ante sus necesidades masculinas– continuó Hugh.
–Lo que dice Butera es la explicación más lógica, refiriéndonos a él– contestó Jack bastante pensativo. –Pero debemos concentrarnos en el otro lado de la historia–
–Déjenmelo a mí– Elizabeth ocupó su lugar tras su computadora y de inmediato puso sus hábiles manos y su inteligente cerebro a trabajar. Si los servidores estaban de su lado esa noche, tendría la información solicitada en unos cuantos minutos más.
Transcurrieron entonces unos cuantos segundos en los que únicamente escucharon las teclas siendo presionadas, y observaron a una joven ingeniera bastante concentrada.
–Son obvias las razones por las que Craig contrajo matrimonio con esta chica, ¿pero cuáles habrán sido los motivos que la llevaron a ella hasta el altar?– continuó cuestionando Jack.
Hugh comprendió todo de una sola.
–Dinero sería la respuesta más lógica. No creo que esté enamorada de él, por mucho que digan que el amor es ciego, ese tipo es demasiado mayor. Podría ser su padre–
–Es una posibilidad, pero no podemos asegurarlo. Aguardemos a ver qué puede encontrar Liz– Para esos momentos la chica ya había encontrado lo que buscaba pero no tan detallado como le hubiese gustado.
–¡Lo tengo! Pero esto resulta muy extraño...– exclamó mientras leía en su pantalla.
Jack y Hugh se apresuraron a acercarse para poder leer también.
–¿Qué encontraste?– le preguntaron.
–¿Es información servible?–
–Aquí ni siquiera viene su apellido de soltera– contestó ella.
Los ojos de Jack continuaron la lectura. Se exaltó un poco cuando continuó leyendo más abajo.
–Dice que antes de casarse con el Juez, hace seis años, AJ Craig trabajaba como camarera en un bar... topless y de otros servicios–
Hugh alzó las cejas.
–O sea que no resultó tan decente como ahora aparenta, lo cual nos lleva a mi planteamiento–
Jack asintió.
–Al parecer será la respetable señora Craig, a quien utilizaremos para llegar al fin de Charlie Hunnam–
El patriarca Butera asintió en acuerdo.
Enseguida se pusieron en pie.
–Liz, te agradezco por esto que hiciste para ayudarnos– le habló a la mejor amiga de Ariana.
Elizabeth negó.
–No tienen nada que agradecerme. Por favor llámenme si necesitan más favores como este. Haré lo que sea para que acaben con ese malnacido y así Ari esté a salvo–
En días anteriores se había enterado de lo ocurrido, y a su parecer Jack no era más que un honorable hombre, fuerte y más valiente que ningún otro. Admiraba lo que estaba haciendo por Ariana y por Aaron. Desde luego no se había puesto contenta ni mucho menos con la situación, pero le alegraba saber que el amor entre su amiga y aquel chico en efecto era real, y que lo que se había dicho en un principio no era más que una mentira para protegerla.
El amor era algo hermoso, no podía evitar pensar. Pero también doloroso.
Deseaba con toda su alma que aquel delincuente que los tenía amenazados obtuviera muy pronto su castigo. Por eso estaba tan dispuesta a ayudar.
–Lo haremos sólo cuando sea extremadamente necesario– respondió Jack y la miró con seriedad, tanto a ella como a Noah. –Mientras tanto quiero que se mantengan alejados, ¿vale? Hugh y yo nos encargaremos de todo lo demás.
El padre de Ariana asintió en acuerdo.
Tenía ya algo por donde comenzar.
Aquel sería el inicio de todo.
Lo que se venía sería una guerra. No había otro nombre para llamarle.
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Comentarios?
Les agrada el nuevo personaje Michael?
Qué creen que suceda con esas peleas clandestinas en las que Jack estará peleando?
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