Capítulo 1

Broadway...

El distrito teatral más grande del mundo entero. Donde las calles eran iluminadas de día y de noche, y las más espectaculares marquesinas brillaban en todo su esplendor.

Ese mágico lugar en donde la música cobraba vida. Ahí donde los sueños se cumplían.

Ariana tenía un solo objetivo en mente, y ese era estar ahí un día. Pisar el escenario de uno de sus teatros, y hacer las dos cosas que más le apasionaban en el mundo... Cantar. Bailar. Y actuar.

Aquel era su sueño, y lo había sido desde pequeña.

Cinco años había tenido aquella pequeña niña de coletas castañas, cuando había decidido que aquello era lo que más deseaba en el mundo, y que lucharía por hacerlo realidad.

En esos momentos la futura estrella se encontraba feliz.

Habían transcurrido meses de preparación y ensayos, y finalmente el día había llegado.

Ese mismo viernes estaría presentando su presentación escolar número 48.

Había participado en cuarenta y siete puestas en escena a lo largo de toda su vida. Una trayectoria impresionante con la que poco a poco había ido adquiriendo tablas, experiencia y desde luego profesionalidad.

El futuro de Ariana Butera era prometedor. Demasiado. Nada podía interponerse. Ella no lo permitiría.

Sabía bien cuáles eran sus prioridades.

Se dijo sonriendo mientras terminaba de prepararse, pues el show estaba a punto de comenzar.

Estaba ya todo preparado para que esa misma tarde presentaran una de las tantas versiones de High School Musical, donde Ariana estaría interpretando a la rubia Evans, y estaba más que emocionada.

Además ya preparaban una versión moderna del Cascanueces para diciembre, y un montaje de Chicago para la primavera, antes de su graduación.

Para cuando ese ciclo escolar terminara, ella ya tendría en su carta de presentación, un total de cincuenta obras presentadas.

Julliard estaría impresionada.

Esa era la universidad que Ariana deseaba, donde sabría que podría alcanzar todos y cada uno de sus objetivos.

No era el dinero o las recomendaciones que le darían su pase de entrada sino su talento. Y talento era algo que ella poseía, se dijo mientras terminaba de arreglar su cabello.

Había desistido de usar peluca rubia para adquirir el aspecto característico del personaje, así que luciría su espléndida cabellera castaña.

Según sus propias palabras, era la esencia de Sharpay lo que realmente importaba, y lo que representaría en el escenario.

Con una gran sonrisa al verse contenta con el resultado final, guardó sus cosas, salió del camerino, y se dirigió hasta backstage donde ya la esperaban.

–¡Ariana, cielo santo, te ves divina!– miss Baranski corrió a su encuentro. Era la maestra de Artes, y también la encargada del club de arte dramático. Claro estaba que su alumna favorita era quien tenía enfrente. Estaba contenta y muy emocionada. –Todo saldrá fenomenal, lo sé, estoy ansiosa porque todas esas personas allá afuera disfruten de todo el espectáculo–

La joven pensó entonces en su padre, deseando que él estuviese ahí, tal y como lo había prometido.

Hugh Butera trabajaba demasiado. Era el dueño de una cadena hotelera muy importante a nivel nacional, y deseaba internacionalizarla pronto, era por eso que le dedicaba aún más tiempo a sus inversiones que a su familia.

Ariana no lo juzgaba por ello, sino que lo comprendía. Ella misma había hecho bastantes sacrificios para poder cumplir con todo lo que se proponía. Para esa obra escolar había sacrificado sus vacaciones de verano en Milán, y no se arrepentía.

En unos cuantos minutos más estaría demostrando el resultado de todo su esfuerzo y empeño, y... aunque entendía y aceptaba el trabajo de su progenitor, deseó realmente que aunque fuese por una vez, él tuviese tiempo de ir a verla.

Quería que se sintiera orgulloso, quería demostrarle que aun cuando había escogido una carrera que no tenía nada que ver con números y negocios, tal y como lo había hecho su hermana, ella también podía darle motivos de orgullo.

–Será un éxito, miss, ya lo verá– le guiñó un ojo.

Ella bien sabía que así sería.

La maestra le sonrió.

–Iré a verificar que todos estén listos. Iniciamos en unos cuantos minutos–

Mientras miss Baranski se marchaban, aparecieron Liz, Zendaya y Chloe, sus mejores amigas.

–Wow, Ari, te ves hermosa, pero creo que si hubieses usado la peluca rubia te habrías visto mucho mejor– le dijo la morena con toda intención.

Ariana no agradeció el cumplido, y además la miró con desagrado.

–No necesito de ninguna peluca rubia para interpretar a Sharpay–

–¿No has pensado en teñirte el cabello? Porque te quedaría fantástico– insistió Zendaya.

Frunciendo el ceño, Ariana negó de inmediato.

–Claro que no. Me encanta mi color natural. No tengo nada en contra de las rubias, pero pienso que algunas son... muy insípidas. No te ofendas, Chloe–

La rubia que hasta entonces había permanecido callada, como de costumbre, negó de inmediato con gran preocupación, como si le angustiara el hecho de que Ariana pensara que ella se había molestado.

–Oh, no, no, claro que no, Ari. Tú puedes ofenderme todo lo que quieras– Chloe solía ser la más boba del cuarteto de amigas, siempre estaba dispuesta a complacer a quien evidentemente era la abeja reina ahí.

Zendaya rodó los ojos porque a veces odiaba esa actitud tan bobalicona que demostraba, y pronto la ignoró centrando como siempre toda su atención en Ariana.

–¿Estás nerviosa, Ari?– le preguntó con emoción, volviendo al tema del musical.

Esta vez fue Liz quién respondió.

–Ariana nunca se pone nerviosa, por favor– de entre su grupito, era ella quien mejor la conocía.

Ambas habían sido amigas desde el preescolar, y desde entonces eran inseparables, había mucha intimidad entre ambas, cosa que las otras dos no terminaban de igualar.

–No estoy ni un poco nerviosa. Más bien estoy impaciente por comenzar. Seré la estrella de esta noche– aseguró con suficiencia.

–Siempre eres la estrella, Ari– añadió Chloe, pero de nueva cuenta fue ignorada.

–Esta noche más que nunca debo brillar–

–¿Eso por qué?– preguntó la morena.

–¿Por qué va a ser, tonta?– replicó Ariana. –Porque esta noche los padres de Drew acompañarán a los míos. Mis suegros ya consideran que soy la mejor en lo que hago, pero quiero que lo comprueben con sus propios ojos–

–La relación va en serio– Zendaya intentó esconder el tono de envidia que escapó de sus labios.

–Creo que Drew y yo nunca habíamos ido más en serio que ahora– respondió muy segura.

–¿Tu papá vendrá?– cuestionó Elizabeth un tanto sorprendida, pues no era muy común que el padre de Ariana asistiera a sus obras escolares.

Sonriendo con emoción, ella asintió.

–¡Sí!– exclamó contenta. –Eso me emociona aún más–

–Bueno, siempre y cuando no se le ocurra dejarte plantada como tantas otras veces–

El comentario de Zendaya no fue bien recibido por Ariana, desde luego.

Ella la miró con ojos verdaderamente enfadados.

–Claro que vendrá. Papi me lo prometió esta mañana, y sé que cumplirá su promesa–

La morena se hundió entonces de hombros.

–Bueno, yo sólo dije lo que pensé. Tampoco estoy mintiendo, ¿o sí?–

–¡Ariana, ve a tu posición!– la voz de miss Baranski la llamó. –¡Todos los demás, a sus puestos! ¡Comenzamos en dos minutos!–

Zendaya inmediatamente se marchó de ahí para dirigirse a las butacas. Una Chloe muy silenciosa la siguió obedientemente, y Elizabeth estuvo a punto de marcharse de igual modo, pero antes dedicó un par de segundos más a su mejor amiga.

–No hagas caso a lo que dice esta tarada. A veces no puede disimular la envidia que te tiene–

No era ningún secreto que la chica de ojos grises no la soportaba a pesar de juntarse con ella.

Ariana la miró con un puchero.

–Gracias, Liz, eres la mejor– enseguida la abrazó. –Deséame suerte–

–No la necesitas. Ya eres una estrella. Eres la maldita ama aquí, y todos estos son tus perras– señaló a los demás participantes de la obra.

Ambas rieron. Compartieron un abrazo más.

Elizabeth corrió de inmediato para encontrar un buen lugar y disfrutar del musical.

Mientras tanto Ariana se preparó para salir a escena.

Cuando se acercó a su posición, no pudo evitar asomar la cabeza por las persianas rojas del telón, que se encontraban a los costados.

Lo primero que hizo fue buscar entre todo el público a su novio y familia.

Encontró a Drew, tan guapo y perfecto como siempre. Se encontraba sentado justo en el medio de las filas, donde ella siempre le pedía que se sentara, pues desde ahí se disfrutaba la mejor vista. A su lado se encontraban John y Felicity Van Acker. Ariana se sintió entonces feliz de ver ahí a sus suegros, pero enseguida continuó buscando. Junto a Felicity se encontraba sentada Sandra, su madre, y junto a ella... El lugar que debía estar ocupando su padre estaba vacío.

Él no estaba ahí.

Los ojos marrones de Ariana se llenaron entonces de lágrimas, pero prontamente negó con la cabeza intentando evitar que estas se derramaran y arruinaran el maquillaje de su caracterización que tanto esfuerzo le había costado.

No iba a llorar. No iba a ponerse triste en ese instante, cuando su obra estaba por dar inicio.

Se dijo entonces que quizá había mucho tráfico, quizá se le había hecho tarde en su oficina. Quizá llegaría para la segunda escena.

Sí, quizá.

Sonrió, y entonces el show comenzó...

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Jack salió del salón de detención en punto de las cinco de la tarde.

–Mañana lo espero aquí a la misma hora, señor Reed– le dijo el profesor Cumberbatch mientras lo observaba desde la puerta. Su tono de voz siempre era autoritario, sin embargo en el momento en que su alumno problema se giró para mirarlo fijamente, su voz flaqueó. –Re...recuerde que todavía le queda una semana más de castigo– parecía nervioso.

Jack le sostuvo la mirada por unos cuantos segundos más, sin embargo al instante continuó con su camino.

Su altura y su tamaño siempre eran intimidantes, sin embargo aún más que aquello, lo que causaba gran temor era la dureza y frialdad de sus ojos oscuros. Ese color chocolate negro que ponía a temblar a cualquier adversario.

Si él hubiese querido habría aplastado a aquel imbécil que no hacía más que ladrar órdenes, y creerse el mandatario de toda la escuela, pero conocía sus límites.

Miró entonces el reloj en su muñeca para verificar la hora.

–Mierda– siseó molesto, y al segundo apresuró el paso. Iba a llegar tarde al trabajo por culpa de aquel estúpido castigo que le habían impuesto en dirección por haber golpeado a dos de sus compañeros en las regaderas de hombres.

Sin embargo no se arrepentía. Romeo Beckham y Zach Herron eran un par de idiotas, y él había disfrutado muchísimo golpeándolos.

Se lo merecían.

Siguió caminando hasta la salida, pero antes de que pudiese llegar hasta ahí, se detuvo frente a las puertas del teatro de la escuela al darse cuenta de que una de esas obras escolares estaba llevándose a cabo en los adentros.

Él sabía bien quién debía ser la protagonista de tal presentación, así que cuando asomó la mirada y encontró a la estrellita de la escuela, no se sorprendió.

Aquella mujercita era sin duda una cajita de monerías. Bailaba como las grandes expertas, actuaba, y además cantaba como un ángel. Todo el mundo lo sabía. ¿Y eso qué?

A Jack le interesaba más una aburrida clase de historia con la profesora Walters que toda esa mierda de obras musicales.

Lo que sí debía admitir era que se veía condenadamente bien de rubia, aun así él la prefería castaña. El color de su cabello la asemejaba al caramelo, delicioso caramelo fundido. Era único.

Al instante recordó que no tenía malditamente nada qué hacer ahí. Retomó su camino y finalmente llegó al estacionamiento.

Su Ducati se encontraba aparcada en el lugar que acostumbraba. Colocó el casco sobre su cabeza, la abordó y después se marchó rápidamente.

Diez minutos más tarde, consiguió llegar hasta el taller mecánico. Permaneció sentado sobre su motocicleta mientras quitaba la playera que llevaba puesta para ponerse de resaque, y poder trabajar.

Antes de entrar, se encontró con su jefe, quien parecía enfadado.

Se llamaba Danny, era un tipo gordo y bajito, tan bajito como un niño. Le gustaba trabajar sin camisa como si el vello de su espalda fuera digno de presumir.

–Llegas tarde otra vez, Jack– le dijo en tono irritado. –Entra. Los chicos te necesitan–

El joven asintió y enseguida se dirigió hacia donde se encontraban sus compañeros.

El taller constaba de un pequeño cuarto con paredes tapizadas de posters de mujeres desnudas y grasa, con olor a cerveza y a sudor rancio. Había herramientas y piezas de autos por todas partes.

No era la gran cosa, y la paga no era tan buena, pero a él le servía para pagar sus asuntos, además utilizaba su tiempo libre ahí para reparar su propia camioneta.

Al fondo se encontraban sus tres compañeros. Permanecían frente al motor de un imponente Mustang.

–Estos ineptos llevan horas intentando reparar ese auto, y no lo han conseguido– le dijo Danny en tono burlón, aunque irritado.

Jack se acercó entonces. Un simple vistazo bastó para que él supiera cuál era el problema.

Eran las bujías. Las limpió con una franela, todas y cada una de ellas, y después las colocó de nueva cuenta en su lugar.

–Julio, ponlo en marcha– le pidió a uno de sus compañeros. Un hondureño bastante amigable.

El chico hizo lo que le pedía, y finalmente el auto encendió ante la mirada atónita de todos los demás.

Maravillado con la eficiencia y rapidez de su empleado, Danny se acercó a él, parecía satisfecho.

–Eres bueno en esto, Jack. Muy bueno. En otra vida me hubiese gustado ser tu padre, pero la cosa es que yo no tengo instinto paternal– se burló de su propia broma, y después se marchó para continuar con sus propios asuntos.

Jack frunció el ceño.

¿Su padre?

Él ya tenía uno, y era un hijo de puta, por cierto.

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High School Musical fue todo un éxito aquella tarde.

Y como era de esperarse, Ariana había conseguido robarse el show incluso pasando encima de los personajes de Troy y Gabriella.

Todo el público presente había aplaudido en el acto final, y al momento de las despedidas, había sido ella, quien se había llevado las ovaciones y la mayoría de aplausos.

En el camerino, Ariana recibió entonces el montón de flores y rosas que le fueron enviadas.

Su madre la abrazó.

–Bien hecho, querida– la felicitó con orgullo. –Mi hija será la más grande artista–

–Ariana, cielo bendito, estuviste espectacular, honey– Felicity también le dio un abrazo y después un beso en ambas mejillas. –¿Verdad que sí, John?–

Su suegro asintió en acuerdo.

–Estoy de acuerdo con mi esposa, Ariana. Felicidades, tienes mucho talento– le sonrió.

Los Van Acker la querían muchísimo. Estaban felices y conformes con el noviazgo que ella mantenía con su hijo. ¿Y cómo no iban a estarlo si aquella unión daría como resultado un negocio inigualable entre ambas familias?

Al final, todos saldrían ganando.

Sonriendo, Ariana les agradeció.

–¿Vino papá?– le preguntó después con discreción a su mamá.

Sandra exhaló y se hundió de hombros con pesar.

No necesitó decir nada para que su hija entendiera que él no había asistido.

Antes de que la tristeza invadiera de lleno a la joven actriz, aparecieron sus amigas para felicitarla.

–¡Ari, estuviste sensacional!– Elizabeth corrió a abrazarla.

–¡Como siempre la rompiste!–

–¡Fantástica!–

Les sonrió. Luego miró por detrás de ellas como esperando ver a alguien más.

–¿Dónde está Drew?– les preguntó.

Las tres chicas se miraron entre sí. Realmente ninguna lo sabía.

–Creí que venía con tu mamá y con tus suegros– le dijo Elizabeth confundida.

–Sí, yo lo vi adelantarse con ellos– aseguró Chloe.

Ariana frunció el ceño. Le pareció muy extraño que su novio no se encontrara ahí. Normalmente era el primero en ir a verla.

–Debemos marcharnos ya mismo, Ariana– le informó su suegro. –De nuevo lo repito, eres una gran cantante y actriz–

–Y también bailas muy bien– secundó Felicity.

La castaña les sonrió.

–Muchas gracias–

–Te veremos en la cena de esta noche en nuestra casa, ¿cierto?–

–Por supuesto. Ahí estaré– aseguró. Era el cumpleaños de Drew. Desde luego que ella debía estar en esa cena.

Sus suegros se mostraron felices con la respuesta, y enseguida se despidieron de ella.

–Por favor avísale a Andrew que nos hemos marchado. Debo ir a supervisar los preparativos–

–No se preocupen, yo me encargaré de decirle– cuando él apareciera, claro.

–Te esperaré en el auto, cielo– le dijo Sandra mientras seguía a los Van Acker.

Ariana continuó charlando con sus amigas, cuando de pronto vio a Drew aparecer.

Lo primero que ella hizo fue correr a su encuentro para abrazarlo colgándose a su cuello.

–¡Mi amor!– exclamó contenta, y enseguida plantó un beso en sus labios.

Él era alto, y a Ariana le encantaba que lo fuera. Tenía la altura perfecta para ella que no medía más de un metro con cincuenta tres.

Sus amigas solían decirle que se veían adorables juntos mientras caminaban tomados de la mano por los pasillos de la escuela.

Sin duda eran la envidia de muchos, y no podía ser de otro modo.

Ariana Butera era sin duda la chica más hermosa de la escuela preparatoria Worthington. Y Drew era el más guapo. Los dos gozaban del top de la popularidad entre todos los estudiantes, así que formaban la pareja perfecta.

–¿Dónde estabas?– le preguntó ella cuando dejó de besarlo.

Los ojos verdes de Drew la miraron con confusión. Parecía distraído.

–¿Qué? ¿Disculpa?–

–Que dónde estabas, bobito– repitió Ariana mientras acariciaba sus mejillas.

Drew intentó sonreírle.

–Oh, sí. Fui a mi casillero por algo que olvidé– respondió un tanto nervioso.

Ariana que no fue consciente de dichos nervios, lanzó una discreta mirada a sus amigas. Una orden de que se marcharan cuanto antes.

Elizabeth, Zendaya y Chloe obedecieron de inmediato.

–¿No vas a felicitarme por mí interpretación de Sharpay Evans?–

Él volvió a sonreírle.

–Estuviste increíble. Pero siempre lo estás– lo decía como si no estuviese sorprendido en absoluto, como si lo que ella hiciera en el escenario fuera algo monótono, y siempre con el mismo resultado.

Ella no le tomó importancia al tono en el que lo había dicho.

Inmediatamente lo tomó de las manos y lo arrastró hasta su tocador.

–Tus padres dijeron que les había encantado, y me trajeron flores. Son hermosas, ¿no lo crees?–

–Sí, sí, lo son– asintió.

–¿Tú no me trajiste nada?–

Drew balbuceó sin saber qué decir. No había comprado nada para ella. A decir verdad ni siquiera se había acordado de hacerlo.

–Eh... no. Por favor discúlpame–

La castaña negó.

–Tranquilo. Te perdono, pero sólo porque es tu cumpleaños, y todos los regalos de hoy son para ti. ¿Estás listo para tu fiesta?–

–Casi. Antes debo cambiar mi camiseta. Mamá me obsequió una y quiere que la use esta noche–

Ariana sabía de eso, ella misma había ayudado a Felicity a escogerla.

–Claro. Tienes que estar muy apuesto, baby, más de lo que ya eres. Yo también debo lucir hermosa. Quiero que seas la envidia de todos tus amigos por tener a la novia más bonita. ¿Quieres llevarme a casa? Puedo llamar a mamá para avisarle que me iré contigo– comenzó a sacar su celular para hacerlo, pero inmediatamente Drew tomó su mano para que no realizara tal llamada.

–No, no, linda. Debo pasar a hacer unas compras antes, nada importante, pero tardaré un par de horas, y seguro tú querrás tomarte tu tiempo para arreglarte, y ponerte bonita. Será mejor que nos veamos en la cena–

Ariana no pudo evitar mostrarse desilusionada. Disfrutaba de todo el tiempo compartido con su novio, sin embargo él tenía razón. Ella necesitaba mucho tiempo para realizar su rutina de vestirse y terminar hecha una diosa.

–De acuerdo, baby. Será como tú dices– le sonrió y volvió a besarlo con dulzura.

Él la tomó de las caderas, y le sonrió.

–Bien, entonces nos vemos más tarde, Ari–

De pronto Drew parecía tener prisa. Salió del camerino rápidamente.

–¡Te amo!– le gritó Ariana pero él debió no haber escuchado, ya que no respondió nada.

Cuando la castaña creía que se había quedado sola, comenzó a prepararse para quitarse lo que quedaba de su caracterización. Sin embargo a los instantes Liz regresó. Miraba confundida el pasillo por donde recién se había marchado Drew.

–¿Ocurrió algo?– preguntó.

Ariana frunció el ceño.

–¿Algo como qué? ¿Por qué preguntas?–

Su amiga se hundió de hombros.

–No lo sé. Drew parecía muy raro–

Después de la declaración de Elizabeth, Ariana se quedó muy pensativa.

La verdad era que desde hacía unos cuantos días que él estaba comportándose de manera extraña.

Ella lo había notado pero había estado tan ocupada con el asunto de su obra musical que le había dado muy poca importancia.

–Sí, tienes razón. Ha estado así últimamente–

–¿Y no te ha contado si le pasa algo?– cuestionó Liz.

–No–

Y eso era aún más extraño porque ellos solían contarse todo.

–Entonces quizás debas preguntarle–

–No quiero presionarlo. Además...– Ariana tuvo una respuesta clara. –Seguro está así por la universidad–

Sí, tenía que ser eso.

Justo iniciaban el último año de preparatoria, y todos estaban demasiado pendiente del asunto de sus universidades.

Sabía que Drew deseaba entrar a la NYU para estar cerca de ella que estaría en Julliard. Seguro le preocupaba que algo fuese a salir mal, y al final no resultaran las cosas como habían planeado, sin embargo Ariana no sentía preocupación por tal cosa. Sabía que todo saldría tal y como quería porque así había sido su vida desde siempre.

A ella todo le salía bien.

Había personas que habían nacido estrelladas, ella había nacido con estrella.

Sonriendo terminó de quitarse el vestuario, y se vistió rápidamente.

–Será mejor que me vaya ya mismo. No quiero llegar tarde a la cena de cumpleaños–

Elizabeth sonrió.

–Estás muy enamorada, amiga–

Ariana no pudo negarlo.

Tomó su maleta, y ambas salieron del camerino.

–Lo estoy, Liz– su voz sonó llena de ilusiones. –Drew es el chico perfecto para mí–

–¿Te ves casada con él?–

–Desde luego que sí. No me veo casada con nadie más. Sé que Drew y yo seremos marido y mujer algún día, pero no pronto– aclaró. –Primero iremos a la universidad, y cumpliremos nuestras metas. Cuando yo sea una reconocida actriz de Brodway, y él se convierta en el más grande e importante empresario de los Estados Unidos, entonces nos casaremos, y... bueno, los hijos tendrán que venir en algún momento, no lo sé, de lo que sí estoy segura es de que serán los niños más hermosos del universo–

Liz no pudo evitar reír.

–Cielo santo. Te hemos perdido. Ya estás hablando incluso de hijos–

Ariana se hundió de hombros.

–Es imposible no hacerlo– aseguró. –Quiero demasiado a mi novio. Lo amo–

–Me da mucho emoción verte así de feliz, Ari–

–Mientras Drew esté a mi lado, yo seré feliz–

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Sonriendo, Ariana se miró al espejo.

Había quedado perfecta para aquella noche.

A sus diecisiete años era una chica muy bella, quizá demasiado. Ella lo sabía muy bien, y no conocía en absoluto de modestia.

Tenía una larga melena castaña que caía en mechones por toda su espalda, llamando la atención de cualquiera que la encontrase en el camino. Melena de sedoso y abundante cabello que parecía tener vida propia.

Su rostro era delicado y muy femenino, de pómulos elegantes y nariz respingona. Labios voluptuosos y llamativos, sin embargo lo que más resaltaba su belleza eran sus ojos color miel, brillantes y coquetos. La perdición de los chicos de Worthington, y de cualquier sitio a donde ella fuera.

Era pequeña, eso era cierto.

Medía un metro con cincuenta y tres, pero las formas de su cuerpo estaban tan perfectamente redondeadas que su estatura terminaba siendo irrelevante.

Tan hermosa que quitaba el aliento, tan imponente, tan... Ariana.

Su vida era perfecta.

Era atractiva a grados envidiables, sus padres eran ricos y estaban a punto de serlo aún más, era la más popular de su escuela, tenía una voz privilegiada y sabía bailar con excelencia, dos cosas que le permitían desenvolverse en lo que más le apasionaba que era el teatro, y encima tenía un novio de ensueño.

Mientras pensaba en todo aquello, Ariana tomó una fotografía de Drew que había sido tomada en una fiesta de disfraces. Sonreía para la cámara y vestía como un príncipe.

Él era un príncipe, corrigió, y ella se sentía como la princesa de los cuentos a su lado.

–Te amo, baby– le dijo a la foto, y enseguida la dejó en su sitio.

Se puso de pie, y observó una última vez su aspecto, satisfecha con lo que se reflejaba en el espejo.

A Drew le encantaría, pensó emocionada. Sin más tomó su bolso y salió de la habitación.

Cuando terminó de bajar la larguísima escalera, se encontró con su madre.

–Excelente elección, cielo– la elogió refiriéndose al vestido. –Te ves radiante. Los Van Acker están felices de que seas su nuera, ¿y cómo no van a estarlo si eres una preciosidad?– Sandra la miraba con orgullo. Estaba orgullosa de que su hija fuera tan hermosa.

–Gracias, mamá, tú también te ves muy bien– Ariana le sonrió. –Me adelantaré porque debo recoger el regalo que compré para Drew. Te veré allá– estaba por marcharse, sin embargo antes de hacerlo se detuvo para hacerle una pregunta. –¿Papá... papá ha llegado ya?–

Sandra asintió

–Está en el estudio. Tu hermana llamó y están charlando–

–Entonces debo suponer que llegarán tarde–

Así era siempre. Cuando la hija mayor de Hugh llamaba, él pasaba horas y horas al teléfono hablando con ella.

Adrienne Butera tenía 25 años y radicaba en Londres. Graduada de Oxford, con honores, ahora era directora de puntos de venta en una reconocida empresa de moda londinense. Era el orgullo de su padre, y eso a veces hacía que Ariana se sintiera menos querida.

No era que no quisiera a su hermana, claro que la quería. Tenía buena relación con ella, a pesar de que únicamente se veían en las fiestas decembrinas. Adrienne constantemente estaba enviándole regalos, y de vez en cuando se llamaban para saludarse, sin embargo no eran íntimas amigas como seguramente debían serlo un par de chicas que compartieran lazos sanguíneos y ADN. Adrienne siempre había estado muy ocupada con su carrera universitaria y después con su trabajo perfecto, con su apuesto prometido, y desde luego, enorgulleciendo todos los días a su progenitor.

Exhaló.

–Nos vemos en casa de los Van Acker– Ariana enseguida salió de su casa, y entró a su Porsche deportivo.

El regalo y Drew esperaban por ella.

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Ariana estaba segura de que a su novio le encantaría el regalo que había comprado para él. Había mandado traer de Francia una réplica a escala de la Torre Eiffel, ya que últimamente él se había mostrado demasiado interesado en todo lo que conformaba aquel país europeo. Incluso se había inscrito a clases de francés.

Nadie podía decir que no era una novia detallista.

Emocionada bajó del auto con la gran caja en sus manos, intentando balancearse para sostener el peso y no caer.

Cuando entró a la elegante residencia de apariencia marquesina, la primera persona con la que se encontró fue con Jesse, el hermano menor de Drew.

–Que hermosa vista me presentas esta noche, primor– le sonrió con descaro.

Jesse tenía 16 años. Era un jovencito bastante engreído, tanto que en ocasiones llegaba a ser odioso. Evidentemente estaba acostumbrado a obtener siempre lo que quería, por eso no podía superar el hecho de que Ariana hubiese escogido a su hermano mayor, y no a él. Le había pegado en su orgullo de niño mimado, y aprovechaba cualquier oportunidad para molestarla.

–Esta es una noche especial, Jesse. Cumple años el amor de mi vida, por si no lo sabías ya– golpe bajo. Sonrió con encanto fingido. –No quiero que nadie, especialmente tú, la arruine, así que optaré por ignorarte–

–Ignórame todo lo que quieras, amorcito, Pero no eres dueña de mi mente, y no podrás impedir que esta noche te folle una y otra vez en mis pensamientos–

Ariana lo miró asqueada e indignada.

–¡Eres un cerdo!– estuvo a punto de dejar caer el regalo para abofetearlo, cuando para su fortuna en ese momento apareció su suegra.

–Oh, Ariana, gracias al cielo– sonrió y enseguida se acercó para saludarla como era debido entre dos damas de la alta sociedad. –Por todos los cielos, Jesse– reprendió a su hijo menor. –¿Dónde están tus modales? Ayuda a Ariana a sostener el obsequio–

La castaña no hubiese querido confiárselo a su irritante cuñado, sin embargo no le quedó opción.

A regañadientes Jesse tomó la gran caja de sus manos, y se marchó para llevarlo a la mesa de regalos.

Ariana detestaba a aquel idiota, sus acosos eran insoportables, sin embargo prefería no decir nada. No deseaba causar problemas en la familia. Por eso se mantenía callada, sin embargo un día de esos verdaderamente iba a terminar pateándole el trasero. Ella no era ninguna niñita indefensa, y sabía bien cómo defenderse.

–¿Andrew no viene contigo?– la pregunta de su suegra la hizo fruncir el ceño. –Creí que venía contigo–

Un tanto aturdida por la confusión, Ariana miró entonces hacia el interior de la gran casa.

Pudo visualizar a todos los invitados. Algunos empresarios, amigos, familiares, entre ellos Caleb y Logan, los mejores amigos de Drew, quienes charlaban con Liz. Había mucha gente pero el cumpleañero no se encontraba por ninguna parte.

–No he visto a Drew desde que salimos de la escuela–

–Es extraño. Lo he llamado un par de veces, pero no responde– comentó Felicity extrañada.

–Ariana, me alegra mucho que ya estés aquí– la voz alegre de su suegro llamó la atención de la castaña.

Él la saludó con un beso en la mejilla, parecía muy animado, y claro que lo estaba. Era el cumpleaños de su primogénito, el heredero al trono con respecto a todo lo que significaba Van Acker Investments. –¿Dónde está mi Andrew?– él también hizo aquella pregunta cuando se dio cuenta de que no había llegado junto a su bonita novia.

Ariana que en esos momentos se sentía bastante confundida, no supo qué responder.

Evidentemente todos habían creído que Drew se encontraba con ella. Y eso sólo significaba que él no había vuelto a casa desde que los dos se despidieran en el camerino de la escuela.

Había dicho que iría a comprar unas cuantas nimiedades, pero que no tardaría más de un par de horas.

Entonces comenzó a preocuparse.

–Oh, bueno, tendremos que seguir esperando– John de inmediato dio media vuelta para seguir charlando con sus amistades.

–Iré a ver cómo van las cosas en la cocina. Mientras tanto tú puedes llamarle– le sugirió Felicity.

Eso era exactamente lo que iba a hacer.

Ariana sacó el celular de su bolso, y enseguida Elizabeth se acercó a ella.

–¿Todo bien, Ari? Creí que llegarías con Drew–

Ella negó de inmediato.

–Lo llamaré–

Mientras marcaba el número, Jesse con su gigantesca sonrisa maliciosa volvió a aparecerse por ahí.

–Oh, pero no lo molestes. Quien sabe, Ari, quizá esté con su amante– lo dijo de una manera tan burlona, y Ariana se sentía tan tensa que estuvo a punto de gritarle, y arrancarle la cabeza.

Rodó su mirada, y se giró ignorándolo por completo. Colocó el celular en su oído, y espero a que su llamada fuera respondida.

–Largo de aquí, imbécil– lo amenazó Liz logrando que las dejara en paz.

Timbró una, dos, tres, cuatro veces, y no obtuvo respuesta. Entonces Ariana volvió a intentarlo, y volvió a intentarlo, y volvió a intentarlo, mientras que cada vez que lo intentaba, un extraño nerviosismo iba apoderándose de ella.

–No responde– estaba ahora verdaderamente enfada, preguntándose dónde demonios podría estar, y haciendo qué, cuando de pronto, para sorpresa de ella y de todos, él apareció.

Drew entró a la casa con tanta velocidad como si hubiese llegado corriendo a toda prisa.

Inhaló y exhaló repetidas veces intentando recuperar la respiración, y entonces sonrió enseñando la perfecta dentadura que adornaba el interior de sus labios.

–Gracias por estar aquí, amigos, familia. Disculpen la tardanza. Había mucho tráfico– se excusó.

Miró a Ariana y ella le devolvió la mirada.

Su novia esperó entonces a que él se acercara y le diera una buena explicación por su tardanza, sin embargo lo que sucedió a continuación se lo impidió por completo, pues todos y cada uno de los invitados fueron hacia él para felicitarlo y darle sus buenos deseos junto a un buen abrazo.

Lo único que pudo hacer Drew fue sonreírle mientras se hundía de hombros.

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Jack dedicaba estrictamente un par de horas al día para entrenar en el gimnasio del barrio, sin embargo al llegar a su departamento siempre continuaba el entrenamiento físico con unas cuantas rutinas más de levantamiento de pesas y abdominales.

La barra de ochenta kilos se movía de arriba abajo mientras los fuertes brazos hacían flexión tras flexión, y las rocas duras de sus bíceps se volvían más y más grandes.

Luego de unos cuantos minutos más, dejó en el suelo la barra, y después, pegando un pequeño salto, consiguió colgar la enormidad de su cuerpo en el arco de la puerta que conducía al pasillo, para seguir ejercitándose esta vez con su propio peso.

El gran y musculoso torso subía y bajaba, y el sudor escurría por su pecho hasta el abdomen marcado.

La respiración era trabajosa, y el ritmo cardiaco de sus latidos se encontraba acelerado.

El desgaste físico al que se sometía diariamente era cada vez más estricto, sin embargo su cuerpo estaba perfectamente acostumbrado, y lo resistía de buena gana.

El joven sabía que su esfuerzo, todo ese dolor muscular y todo ese sudor derramado valdrían por completo la pena algún día.

Además de alumno de preparatoria y mecánico automotriz, Jack Reed también se dedicaba a pelear artes marciales mixtas.

Al principio había empezado únicamente por el dinero que ganaba en las peleas clandestinas, pero después había nacido en él el deseo de llegar lejos, el deseo de convertirse en un peleador profesional, llegar a las ligas grandes. Por eso entrenaba tanto, por eso le ponía tanto empeño e invertía tanto tiempo.

Algún día...

Cansado pero satisfecho con su entrenamiento, Jack bajó del arco y tomó una toalla para secar el sudor que lo cubría.

Se metió inmediatamente al baño para tomar una ducha rápida.

Cuando salió, anudó otra toalla más grande alrededor de su cintura, y se dirigió a la cocina.

Estaba tan hambriento que se sentía capaz de devorar una vaca entera.

Abrió el frigorífico y sacó todo lo necesario para prepararse un par de sándwiches, y una lata de cerveza.

Vivía solo, y afortunadamente no tenía que preocuparse por nadie más.

Le gustaba su soledad, siempre la había disfrutado, pero tampoco era como si hubiese tenido elección.

Desde niño había estado solo en el mundo. No había encontrado el amor ni el calor familiar en todas aquellas casas de acogida a las que el gobierno lo había enviado.

En todas y cada una de ellas había tenido que vivir carencias y maltrato, así que él había terminado escapándose.

Los del Departamento del Bienestar Infantil siempre lo habían encontrado, una tras otra vez, mandándolo con una nueva familia.

Por fortuna al cumplir los dieciocho años, después de haberla librado de ir a prisión, y de unas cuantas cosas más, le habían permitido independizarse, vivir por su propia cuenta. La única condición que le habían puesto en la oficina del trabajador social, había sido que retomara sus estudios y terminara una carrera universitaria. Debido a eso él había terminado en Worthington, ese colegio para niños ricos.

Jack no tenía problema en seguir el jueguito del chico estudiante, siempre y cuando no interfiriera con sus planes. Sin embargo ese asunto de ir a la universidad no terminaba de convencerlo. En cuanto se graduara de la preparatoria pensaba hablar con Ruffalo y decirle que no pensaba seguir con sus estudios, y él tendría que comprenderlo.

Todavía pensaba en eso mientras terminaba de devorar su cena y la cerveza, cuando comenzó a sonar su celular

Era Noah, quien lo entrenaba, y también su mejor amigo.

Le parecía extraño que llamara, pues bien sabía que él se encontraba de viaje en Houston.

–¿Noah?–

–¡Jack!– la voz de su amigo sonaba con gran entusiasmo.

Eso lo hizo fruncir el ceño.

–¿Qué ocurre?–

–¡No vas a creerme lo que acaba de suceder!–

–¿Sigues en Texas?–

–Justo llegue a Boca, ¡pero escúchame, joder! ¡Tengo noticia! ¡Muy buenas noticias para ti!–

–¿Ah sí? ¿Cuáles?– Jack parecía poco interesado pero continuó escuchándolo.

–Conocí a un tipo en Houston. ¿Y adivina qué? ¡Es agente de la Lux Fight League, le conté sobre ti, y está muy interesado en verte pelear!–

Al escuchar todo aquello, el rostro de Jack cambió por completo.

–¿Hablas en serio?–

–¡Sí, Jack, muy en serio! Se llama David algo, no recuerdo, pero eso no importa. Lo importante es que vendrá a Boca en un par de meses, y me pidió que lo llamara. Me dio su número y todo. Dijo que si conseguías impresionarlo te daría un contrato en ese mismo momento. ¡¿Puedes imaginarlo?! ¡Le encantarás, estoy seguro! ¡Eres una bestia! Y además tendremos todo este tiempo para seguir entrenando, y que seas aún mejor–

–Wow, es... es una gran noticia– Jack ni siquiera tenía palabras. –Gracias, Noah–

–No me agradezcas, amigo. Yo seré el más feliz de verte alcanzar tus metas, todo por lo que has trabajado–

–Hemos trabajado– corrigió Jack de inmediato. –Somos un equipo–

–Eso somos, Bestia– Noah lo llamó entonces por su apodo de luchador. –Y ten por seguro que un día estaremos en la UFC

La UFC...

Aquel era el más grande sueño de Jack.

Algún día, se prometió. Un día estaría peleando en aquellos octágonos, y entonces... entonces sí sabría que todo había valido la pena.

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Ariana exhaló frustrada.

La fiesta de cumpleaños de Drew no estaba resultando como ella había esperado.

Ni siquiera tenía idea de dónde se encontraba él. No lo había visto desde que partieran el pastel.

Comenzó a buscarlo entonces.

Sus padres habían llegado hacía algún rato.

Hugh charlaba con John y con unos cuantos amigos más, seguramente de negocios. Sandra por otro lado cotilleaba sobre los últimos acontecimientos de su círculo social junto a Felicity y Natalie Brosnan, una buena amiga de ambas.

Zendaya y Chloe también se encontraban ahí, las muy bobas no habían dejado de coquetear con Caleb y Logan.

Habían muchas personas más, y para su mala suerte, su cuñadito decidió volver a acercarse a ella.

–¿A hora qué quieres, Jesse? ¿Te pagan por ser una molestia todo el tiempo? ¿Cuántas veces debo decirte que no te acerques a mí?–

El rubio mostró una expresión fingida de ofensa.

–Deberías darme las gracias por venir aquí a hacerte compañía. Te la has pasado sola toda la noche. Eso es patético y triste, yo sólo quiero ayudar– se burló.

–No me he pasado la noche sola. Liz ha estado conmigo–

–¿Ah sí? ¿Y dónde está ella? Ya, claro, la enviaste a buscar a tu querido noviecito. Dime, ¿volviste a perderlo de vista?–

–Esfúmate, Jesse– le advirtió Ariana. No tenía humor para seguir soportándolo.

–Uy, ¿por qué estás tan enfadada, nenita?– volvió a reír él. –Con razón mi hermanito ha estado huyendo de ti durante toda la fiesta–

Por segunda vez aquella noche, Ariana estuvo a punto de golpear a aquel cretino, pero para su suerte Liz apareció colocándose en medio de ambos.

–Ariana, tranquila– de inmediato la tomó de ambos hombros, alejándola de Jesse. –¡Ariana, caramba!–

–No me digas nada, Liz, que ese pequeño imbécil ha estado pidiendo a gritos que le rompa esa horrible nariz de pato que tiene– intentó calmarse, y por fortuna lo logró. Volvió a ser la femenina dama que siempre había sido. Alzó la cabeza, y lanzó su cabellera hacia su espalda. –¿Encontraste a Drew?–

Liz suspiró.

–No–

Sin embargo antes de que Ariana decidiera qué era lo siguiente que haría, él apareció.

Drew se colocó frente a ella. Llevaba expresión seria.

–Ariana, ¿puedes venir conmigo un momento?–

Ella que había estado a punto de soltarle un montón de reclamos, cambió su expresión y sonrió feliz de ver que ahora él deseaba intimidad para ambos después de todo lo distantes que habían estado aquella noche.

Alzó su mano para que él la tomara.

Juntos salieron de la casa.

–Te he extrañado mucho, Drew. Me has tenido muy abandonada, mi amor– se quejó ella con un puchero, mientras se recargaba en su brazo.

Él exhaló.

–¿Quieres dar un paseo en coche? Eso nos dará más privacidad. Necesito que hablemos–

Ella sonrió de nuevo y asintió.

–Me encanta la idea–

Enseguida los dos subieron al bonito y elegante Ferrari de Drew.

Mientras conducía, Ariana se giró para mirarlo, simplemente porque era muy guapo, y le encantaba observarlo conduciendo. Amaba además, que él la hubiese buscado para que estuviesen solos.

Después de que hubiese estado comportándose extraño durante los últimos días, comprobaba ahora que la seguía queriendo tanto como siempre.

Estaban a punto de cumplir dos años de noviazgo. Los dos años más felices de toda su vida.

Unos cuantos minutos transcurrieron cuando Drew detuvo su auto.

Prontamente bajó de él y ayudó a que ella hiciera lo mismo.

–Es un bonito lugar– Ariana miró a su alrededor.

Era el mirador. Desde ahí podían observar la ciudad entera. La oscuridad de la noche que era iluminada por la luz de la luna y de todos esos edificios que conformaban el centro de Boca Ratón.

La vista era hermosa.

Era demasiado romántico.

Ella se lanzó a su novio para abrazarlo.

Drew la sujetó, y le mostró una sonrisa que de pronto pareció un tanto forzada.

–Quería privacidad para los dos– respondió Drew. –Es importante lo que debo decirte–

Claro, él deseaba decirle algo. Ariana casi lo había olvidado.

–¿Y qué es eso tan importante? Soy todo oídos– ella se sentó entonces sobre la barda, y esperó a que él se sentara también, sin embargo Drew permaneció de pie.

–Ariana...– el rubio carraspeó su garganta. Se veía muy nervioso y también incómodo.

Eso la hizo fruncir el ceño.

–¿Está todo bien?– preguntó confundida.

Drew la miró fijamente. Después exhaló.

–Ariana, hay algo que he querido decirte... desde hace varios días–

–¿Qué cosa? ¿Es algo malo?– de inmediato deseó saber.

De nuevo él vaciló.

–Por favor, escúchame primero. ¿Sí?–

–De acuerdo– la castaña le sonrió. –Pero sé rápido. Quiero que regresemos a tu casa. No has abierto el obsequio que llevé para ti. Te encantará–

Drew cerró los ojos, irritado. Entonces decidió que debía hablar ya mismo.

–Ariana, no iré a la NYU– declaró con voz firme y clara.

–¿Qué?–

Ella lo miró consternada y sin comprender nada.

Meses atrás habían planeado su futuro. Irían a Nueva York juntos, cada uno a su respectiva universidad, pero muy cerca el uno del otro.

–¡¿Qué?!– la castaña se puso en pie, y comenzó a exaltarse.

–Iré a Berkeley en California– completó su novio.

–¡Drew, ¿qué estás diciendo?!– Ariana estaba verdaderamente alterada.

¿Cómo podía él venir a decirle que de pronto había decidido cambiar sus planes de la noche a la mañana? ¡¿Cómo se atrevía?!

–Cálmate por favor– le pidió Drew, e intentó tomarla de los hombros, pero ella se hizo a un lado.

–¡No, no, ahora mismo no me toques!– agitó sus manos como una gata encolerizada, y se alejó de él.

Inhaló y exhaló en repetidas ocasiones intentando recuperar su respiración. Tranquilizarse.

Maldita sea. Tenía que tranquilizarse. Se recargó entonces sobre el barandal que separaba el mirador del gran barranco, cerró los ojos y bajó la cabeza.

Necesitó de unos cuantos minutos para volver a erguirse.

Se giró y encontró a Drew mirándola en el mismo sitio.

–De acuerdo– concedió. Había conseguido mantener la calma, y controlar su enfado y decepción. –Hablemos bien. ¿Cuándo decidiste esto, y por qué no lo consultaste antes conmigo?–

–Ariana...–

Ella cerró de nuevo sus ojos, y la irritabilidad la golpeó de lleno.

–¡De acuerdo!– repitió. –Sólo...– gimió con enojo. –...Sólo dime tus motivos. Yo... yo intentaré comprenderlos y aceptarlos–

No quería ser una perra egoísta con él. ¡Demonios! No quería serlo pero le estaba costando bastante trabajo asimilar el hecho de que todos sus planes juntos se habían ido al traste.

–Berkeley tiene excelentes referencias en cuanto a la carrera de Marketing–

Esa no era una buena razón para Ariana. Se cruzó de brazos inmediatamente.

–La NYU también– señaló. –Dame un buen motivo, Drew, y como ya dije, lo aceptaré. Veremos la manera de sobrellevar esto, de mantener una relación a distancia, de... de vernos sólo en las vacaciones...–

Drew exhaló.

Tenía que decirlo. Debía decirlo ya.

–Ariana– la interrumpió. –El asunto de la universidad es lo menos importante ahora. Hay... hay algo más que tengo que decirte–

–¿Algo peor que esto?–

La castaña comenzó a agitar su mano en busca de aire.

–Escúchame por favor– él la tomó de las manos. –Sabes que te quiero mucho, ¿cierto? Ari, eres una persona muy importante en mi vida. Antes de... antes de que fuéramos novios fuiste mi mejor amiga. Nos conocemos desde niños, y prácticamente hemos crecido juntos. Por eso... por eso quiero ser completamente sincero contigo. Mereces mi sinceridad–

Ella lo miró.

–¿Por qué me dices estas cosas?– estaba bastante confundida. Todavía no había conseguido asimilar nada.

–Yo... Ariana, yo...–

–¿Qué?– la castaña terminó de impacientarse. –¡Habla ya! Estás poniéndome nerviosa, y no me gusta esta sensación–

Entonces Drew solamente lo dijo...

–Quiero que terminemos... Me he enamorado de alguien más–

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Gracias por leerme.

Espero que les haya gustado este primer cap, y que me lo dejen saber en los comentarios.

Esperen el siguiente!

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