Capítulo 1-2T

El chico malo de la escuela.

Así habían llamado a Jack durante mucho, mucho tiempo.

Personas que lo juzgaban por su fachada, personas que no lo conocían en lo más mínimo.

Solitario, ermitaño, taciturno. Había vivido encerrado en su propio mundo, en ese mundo donde no era nadie, donde no tenía a nadie, donde no conocía lo que era amar, ni ser amado. Perdiéndose en alcohol, peleas de mala muerte, y mujeres, demasiadas mujeres. Sus días habían simplemente pasado frente a sus narices sin que significasen algo para él.

Oh, pero ahora...

Después de todo aquello, las cosas eran diferentes, muy, muy diferentes para el peleador de artes marciales.

Era feliz. Verdaderamente feliz. Se sentía que lo tenía todo, que no le hacía falta nada.

Todo había cambiado desde que ella apareciera en su puerta aquella lejana noche...

Su esposa quien lo amaba con toda su alma, y se lo demostraba a diario.

La vida le había pintado demasiado bien a la Bestia Reed en todos los aspectos.

No era ya más un simple desconocido en el mundo deportivo, sino que había empezado a tener más contratos, a pelear dentro de una liga menor y a ser reconocido localmente.

También su taller había crecido y en cuestiones económicas le había ido muy bien. Tan bien que después del incendio de su apartamento, años atrás, habían podido mudarse a una mejor casa, en una mejor zona para él y su pequeña y perfecta familia.

Ariana no podía sentirse más orgullosa del hombre con el que se había casado. Gracias a él, se sentía la mujer más amada del universo, la más protegida. También la más feliz.

Aquellos años habían sido de pura dicha y felicidad, y no podía nombrarlos de otro modo.

Su vida había dado un drástico giro de 180 grados desde el mismo instante en el que supo que estaba embarazada siendo todavía una adolescente. A partir de aquel entonces, y hasta ese momento, no había vuelto a ser la misma. Nada lo había sido.

Había tenido un hijo a una edad muy temprana. Se le había obligado a madurar muy rápido y a convertirse en madre, sin embargo no se arrepentía de ninguna decisión tomada porque todo lo que había vivido la había convertido en la mujer que era. Además de que no se imaginaba su vida si esta fuese diferente. No se imaginaba viviendo sin sus dos amados hombrecitos, y por otro lado estaba orgullosa del camino recorrido, de lo que había logrado.

Alcanzar su sueño y ser una estrella de Broadway todavía parecía lejano, sin embargo no se daba por vencida. Jamás lo haría porque tenía muy claras las metas a cumplir. Había estado trabajando arduamente y esforzándose muchísimo en la Academia de Artes de Phil Lewis, y ahí había estado, no sólo reforzando todo su conocimiento, sino también aprendiendo sobre el arte de la enseñanza. A la fecha, ya contaba con un montón de alumnos matriculados, en diferentes grados y clases, todos ansiosos de aprender lo que ella tenía para enseñarles, ya fuese en la música, el baile o la actuación. El compartir todo lo que sabía le había otorgado momentos muy gratos, aún mayores cuando habían llegado a presentar obras musicales en el teatro local de la ciudad. Ahí, Ariana había interpretado un papel diferente al del rol protagónico, y ese había sido el preparar a todos esos pequeños talentos, ensayarlos hasta que quedasen agotados, animarlos cuando alguno de ellos no quería seguir, el de ser la obra maestra detrás del espectáculo, quedarse en backstage asegurándose de que todo saliera a la perfección, y finalmente salir al escenario al terminar para recibir el reconocimiento junto al señor Lewis, y Cameron, que hacía poco tiempo se había unido al equipo de trabajo.

Jack se sentía muy orgulloso de Ariana. Ella se sentía muy orgullosa de él.

Habían llegado juntos hasta ahí. Los dos habían crecido, habían afrontado cada adversidad y habían logrado salir adelante. Por eso y más se amaban con toda su alma.

Además de todo... tenían a Aaron.

Ese pequeño era el centro de todo, lo más importante para ellos y su mayor tesoro.

Acababa de cumplir cuatro años y era un niño bastante inteligente. ¡Y muy travieso también!

Era simpático y muy ocurrente, de inmediato robaba el corazón de las personas y hacía que lo adoraran. Era demasiado adorable y tierno, pero a la vez tenía esa venita de rebeldía, carácter fuerte y personalidad extrovertida, justamente como su mami. Era inquieto, no paraba ni un solo segundo, y el mayor problema era siempre conseguir que se durmiera.

Cada día era una nueva aventura con él. Un nuevo descubrimiento, una nueva sonrisa, una nueva carcajada.

Gracias a ese pequeñito, tanto Ariana como Jack habían aprendido que había magia en todas las cosas que los rodeaban, y que antes para ellos eran insignificantes, así como las gotas de lluvia al caer, el arcoíris después de una tormenta, las burbujas al reventar, las chispitas en el helado, encontrar una oruga en una hoja y balancearse en los columpios del parque. Todo, todo aquello Aaron lo hacía único y especial.

La relación que él y su padre tenían era inquebrantable, más fuerte que nada en aquel mundo y en cualquier otro.

Para Jack no importaba en lo más mínimo que el niño no llevase su sangre. Era su hijo y nada ni nadie podría separarlos nunca.

Lo había visto crecer desde el vientre, había escuchado sus latidos, lo había visto moverse en el monitor de un lado a otro como el pingo que era, había sentido el tacto de sus fuertes patadas y... lo había visto nacer. Literalmente lo había hecho. Había sido él quien lo recibió, quien le dio la bienvenida a la vida. Habían sido sus brazos los que lo cogieron por primera vez.

Él jamás olvidaría el día en que Aaron aprendió a caminar, dando graciosos pasos de borracho. Lo había mirado más que sorprendido, y de inmediato había corrido a cargarlo para abrazarlo y llenarlo de muchos besitos en sus regordetas mejillas.

–¡Eres un campeón!– había exclamado sintiéndose muy orgulloso, y aún más cuando luego de cumplir su primer año lo había escuchado decir su primera palabra... Papá.

El pecho de Jack se había embargado de orgullo, y la pelea que había tenido esa noche, se la había dedicado con el corazón a él.

Desde luego, Ariana se había mostrado un poco celosa, pero al final se había mostrado resignada pero contenta ante el hecho de que para Aaron, su padre siempre sería su mayor héroe.

Aún así a las pocas semanas la había sorprendida gritando mamá por toda la casa mientras trataba de huir de ella a pasos torpes y acelerados, mientras intentaba alcanzarlo para meterlo a la bañera.

Finalmente lo había alcanzado alzándolo en brazos y abrazándolo con todas sus fuerzas. Aaron había besado su mejilla con ansias divertidas y le había sonreído con dulzura.

Como padres se sentían orgullosos de él, pues además de todo, el pequeño ya daba muestras del sentido de la justicia, y voluntad para defender y proteger a cualquier ser más débil que él.

Lo amaban, y ellos también se amaban muchísimo. Gracias a eso, habían podido construir todo aquello juntos, aun y contra todo pronóstico negativo.

Muchas personas conocidas, habían llegado a creer que no se amaban realmente, sino más bien que todo se trataba de un capricho más de Ariana, y que Jack no soportaría por mucho tiempo el estar casado con una niña mimada. Pero se habían equivocado.

Se habían equivocado muchísimo.

El amor que se tenían era real, y mucho más fuerte que las opiniones de los demás.

Lo habían dejado muy claro cinco años después de que se casaran.

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El Alley Theatre en la ciudad de Houston fue cede aquella noche de la importante pelea de la Bestia Reed contra el reconocido peleador que se hacía llamar como El Toro del Norte.

Para dicho evento Jack había estado preparándose muchísimo tanto física como mentalmente. Y habían sido meses de preparación, no solamente unas cuantas semanas.

Hasta la fecha podía decirse que esa era su contienda más relevante en lo recorrido de su carrera.

Por ello, el momento en que consiguió noquear a su contrincante, lanzándole una patada mortal en su costado izquierdo, sacándole por completo el aire de sus pulmones, para después rematar con un rodillazo en la quijada que lo hizo ver pajaritos a su alrededor.

A los dos segundos, el Toro del Norte cayó tendido sobre la lona del octágono en el que peleaban, ante la vista de más de diez mil personas.

Lo siguiente que Jack hizo fue levantar sus brazos en señal de victoria mientras el referí encargado se encargaba de dar fe y legalidad ante lo sucedido.

Ariana fue la primera en saltar de su butaca, aplaudiendo más que contenta por el triunfo del hombre al que más amaba.

El orgullo que sentía por él era gigantesco, y se lo dijo con la mirada en el mismo momento en el que la buscó para sonreírle, y decirle con esa sonrisa lo mucho que la amaba.

Ella no podía evitar pensar en la maravilla de hombre con el que se había casado todas y cada una de las veces, en las que simplemente charlaban, y Jack le contaba sobre sus planes, le explicaba sobre aquel deporte que practicaba con pasión y gran entrega.

Era un guerrero, un peleador nato, una Bestia inminente. Era tan bueno en todo lo que hacía. Tan perseverante, tan luchador.

A su lado, Noah y los empresarios del Consejo Nacional de Lux Fight League festejaron la victoria gritando emocionados. Pero Jack únicamente podía mirar a Ariana. Le mostró el cinturón que le habían entregado. No se parecía en nada al que soñaba con ganar algún día dentro de la UFC, si conseguía entrar. Pero aún así estaba contento, y más de que su amada estuviese ahí para verlo.

–¡Te amo!– le gritó la castaña. Para ella Jack era el mejor hombre que pudiese existir. Estaba orgullosa de lo que estaba logrando, y seguiría logrando, de cómo había salido adelante por sus propios méritos, cómo los había sacado adelante a ella y a Aaron, cómo lo había dado todo por ellos.

Le mandó un beso por los aires, y él lo atrapó en su puño colocándolo después en su pecho, justo frente a su corazón.

Minutos más tarde, cuando pasó a los vestidores del recinto, se encontró con su amada mujer, y de inmediato corrió a abrazarla. La tomó de la cintura y la sujetó para plantar un amoroso beso en sus labios. Después se inclinó para rodear con sus brazos a su hijo y cargarlo.

Aaron estaba contentísimo de estar con su padre. Se abrazó fuertemente a su cuello.

–¡Papi!– exclamó muy emocionado. –¡Papi, te quedo mucho!–

–¡Yo te quiero más, hombrecito! ¡Te amo!– comenzó a llenarlo de besitos, haciéndolo reír a carcajadas.

Al minuto, Jack lo dejó en el suelo, y besó de nuevo a su esposa, porque... ¡Maldición! Cuando la tenía cerca no podía dejar de tocarla. Simplemente las cosas eran así.

–Felicidades, mi amor...– le dijo ella en un susurro. Lo tomó de ambas mejillas, deslizando las manos hasta su cabello, haciéndolo inclinarse, y volvieron a besarse.

Oh, extrañaba su masculina cabellera larga y rebelde, pero con el pelo corto le encantaba también. Era como amar a dos hombres... Al chico malo de la escuela, y al hombre adulto en el que se había convertido.

–Si gané fue por ti. Tú siempre haces que mis fuerzas aumenten–

–Te amo, Jack– le sonrió y mentalmente se dijo que la alegraba profundamente el hecho de que esa noche no hubiese terminado tan golpeado.

–Te amo, preciosa– compartieron entonces un tercer beso.

–¡Jack!– Tom se abalanzó contra él para abrazarlo y felicitarlo. El adolescente, hacía poco tiempo que había dejado de serlo. Él y Kyla habían cumplido dieciocho años meses atrás. –¡Estuviste increíble, hermano!–

–Gracias, Tommy– el mayor revoloteó el cabello del menor, como solía hacer desde que lo conoció.

–¿Te he dicho que estoy feliz de que seas mi hermano?–

Jack soltó una risa divertida.

–Todos los días, Tom–

El chico le mostró una sonrisa. Se estaba convirtiendo en todo un hombre.

–Sabes que yo también lo estoy, idiota, ven aquí– lo abrazó. Estaba orgulloso de él. Había madurado y había sabido bien afrontar su nueva posición como el hombre de la casa.

Quien no había madurado precisamente del todo era Noah, a pesar de que ahora estaba dejándose la barba...

–¡Bien hecho, Bestia!– el moreno colocó su brazo rodeando el cuello de su mejor amigo, y lo apretujó emocionado.

–¿Viste la última patada?– le preguntó Jack igual de contento.

–¡¿Que si la vi?! ¡Hermano, me quiero tatuar esa patada en el pecho! ¡Fue perfecta!–

–¿Recuerdas cuánto me costó lograrla?–

–¡Sí!– Noah estaba extasiado.

Solamente él y Jack conocían el esfuerzo diario, el cansancio, todo lo que les estaba costando. Estaban siendo años de entrenamiento duro, pesado, sin descanso.

Los dos estaban felices de empezar a ver los resultados, aún así sabían que no debían detenerse. No debían parar hasta alcanzar el máximo objetivo.

–Jack, es Nat– le dijo Ariana mientras le mostraba el celular que segundos antes había sonado con una llamada entrante.

Él tomó el dispositivo y lo colocó tras su oreja.

–¿Mamá?–

–Felicidades, mi cielo–

La felicitación de su madre lo hizo sonreír.

–Gracias. Iba a llamarte para contarte pero ya veo que las noticias vuelan–

–Estuve siguiendo la pelea. ¿Sabes que los patrocinadores la transmiten en directo por su página de Facebook?–

–No sabía, pero es genial–

–Sabes que no soy muy fan de verte matándote a golpes con otro sujeto, pero... estuviste increíble, cariño. Estoy feliz de saber que estás cumpliendo todas tus metas–

–Te lo agradezco mucho, mamá. Cuando regresemos a Boca te voy a dar un gran abrazo–

–No puedo esperar. Los extraño muchísimo–

Mientras Jack seguía hablando con su madre por teléfono, algo al fondo del pasillo llamó la atención de Aaron, que era un curioso por naturaleza.

–¡Pelota!– exclamó el pequeño con mucha emoción cuando vio las esferas de decoración al pie de las escaleras.

–¡Aaron, no!– Ariana al verlo fue tras él, cual madre siempre al pendiente de su hijo.

–¡Mami, es una pelota!– los ojos del niño brillaban de emoción como si no tuviese un montón en casa.

–No, mi amor, no es una pelota– lo tomó del bracito y se acercaron para tocar la esfera de concreto. –¿Lo ves? Está muy dura, no puedes revotar esta cosa. Es sólo un adorno–

La carita de Aaron fue de pura desilusión, pues ya se había imaginado jugando con ella.

–¿Me compas una?– el entusiasmo volvió a él.

Ariana se cruzó de brazos y lo miró arqueando sus bonitas y bien delineadas cejas.

–¿No crees que ya tienes muchas en casa?– si la memoria no le fallaba, su hijo tenía alrededor de veinte pelotas de todos los tamaños y colores.

Aaron exhaló resignado.

–Oh– suspiró y alzó la manita para que su madre la cogiera.

Juntos caminaron de regreso con el resto hasta que alguien los detuvo a medio camino.

–¿Ariana?– era un hombre de cabello negro, delgado y estatura promedio.

A la castaña le tomó unos segundos lograr reconocerlo.

–¿Carter?–

–Sí, soy yo–

El sujeto sonreía. Evidentemente estaba feliz de verla, de reencontrarse con ella. De pronto no pudo dejar de mirarla.

Se trataba de Carter Jenkins, un viejo amigo. O quizás, más que eso. Habían salido unas cuantas veces antes de que fuese novia de Drew, justamente cuando tenía poco más de quince años.

–Cielos, Carter, qué... qué sorpresa verte– le daba gusto verlo. Hacía mucho que no se veían y además, aunque no habían formalizado, habían quedado en buenos términos. No habían sido más que un par de niños en aquel entonces.

–El sorprendido soy yo– de nuevo estaba absorto mirándola y no pudo ocultar que no podía quitarle los ojos de encima. –¿Qué haces aquí? No sabía que te gustaran estas peleas–

Ariana se hundió de hombros.

–Bueno, no me encantan precisamente, pero... estoy aquí apoyando a mi esposo–

La última palabra que ella pronunció borró por completo la sonrisa de su viejo amigo.

Pareció desorientado por segundos, como si lo hubiesen golpeado y no supiera de dónde provenía el golpe.

–¿E...esposo?–

–Jack Reed– sonrió ella.

El impacto fue al doble después de aquella declaración.

–¡¿La Bestia Reed es tu esposo?!–

Ariana asintió y fue en aquel momento en el que Carter se dio cuenta de que junto a ella, se encontraba un pequeño niño que sujetaba su mano y lo miraba con recelo.

–Sí, es mi esposo, y este es Aaron, nuestro hijo– lo presentó.

Carter se quedó estático.

El pequeño frunció el ceño nada contento de que su joven y bonita madre estuviese hablando con ese extraño.

–¡Wow! ¡Wow! Disculpa mi reacción, pero es que...–

Ella rió.

–Tranquilo, entiendo–

–¡Wow!– Carter no salía de su asombro. –Caramba, forman una pareja muy... inusual– sonrió nervioso. –Aún así te veo... feliz–

–Lo soy. Soy muy feliz– asintió ella, y su radiante sonrisa confirmaba sus palabras.

El corazón de Carter se apretujó.

Era algo loco pero el haber dejado de verla por tantos años no había logrado borrarla de su mente. El volver a verla y encontrarla aún más hermosa de lo que recordaba había hecho estragos en su pecho. Habían bastado un par de segundos para volver a sentirse enamorado de ella.

Otros dos segundos habían bastado para que su corazón se rompiera al saberla de otro hombre.

Sonrió por lo ridículo de todo aquello. La contempló una vez más y supo de inmediato cómo debía sentirse la Bestia Reed al tener una esposa de semejante belleza.

Sin duda Ariana era una mujer que cualquier hombre se enorgullecería de llamar suya.

–Me alegro mucho, Ari. De verdad. Tu hijo es hermoso, te felicito, oh y por favor felicítame también a tu marido. Solía ser admirador suyo, pero no sé si lo siga siendo ahora que sé que se ha llevado a la chica más bonita de todo Florida– bromeaba, pero lo que decía era en serio. –Salúdame a tus padres y a Adrienne, espero que estén muy bien–

–Claro que sí, de tu parte–

Se despidieron entonces con un corto abrazo, el cual Jack alcanzó a ver mientras se acercaba.

–¿Quién era ese?– cuestionó sin quitarle la mirada al sujeto que se marchaba. –No me agrada ni tantito–

–Jack, a ti te cae mal cualquiera que la salude– se burló Noah, y Tom por su parte fue chico listo y reprimió sus risas.

–Un viejo amigo– respondió Ariana con simpleza.

–¿Amigo?– Jack frunció el ceño tal y como lo había hecho su hijo.

–Bueno, salí con él un par de veces pero nunca llegamos a nada. Me dio gusto volver a verlo–

–Eso significa que le gustabas, y seguro ahora le gustaste más. Ese maldito...–

–Jack...– El tono de su esposa sonó a regaño.

–Sí, ya sé– contestó frustrado el grandote de ojos oscuros. –Nada de malas palabras frente al niño– se inclinó entonces para cargar a su pequeño y continuar el camino hasta sus vehículos.

Ariana lo tomó de la mano, se abrazó a su brazo mientras caminaban, y sonrió complacida.

Mostró esa sonrisa de una mujer que no tenía duda alguna de que tenía junto a ella al mejor hombre del mundo.

Cuando por fin pudieron salir del lugar, Jack se tomó unas cuantas fotografías con algunos chicos que se acercaron a saludar. Realmente comenzaba a ser reconocido.

–Bueno, aquí nos despedimos Tom y yo– anunció Noah. –Liz me dio permiso de beber hasta el amanecer, así que no voy a desaprovechar la oportunidad–

–Cuida a mi hermano– le advirtió Jack.

–Desde luego, Bestia, soy el mejor niñero, ¿o no, Tommy?–

Bromeó con el chico quien le soltó un golpe en las costillas.

–Sólo recuerda que tiene dieciocho y aún no tiene edad para beber–

–Sí, sí, claro. Adiós Ari, adiós, Aaron–

El pequeño niño se despidió de sus tíos agitando la manita tiernamente.

Ariana rió porque a cada segundo eran graciosos.

Jack le abrió la puerta para que pudiese entrar a la bonita y espaciosa Cadillac Escalade. Ajustó a su hijo en su sillita trasera, y después entró colocándose tras el volante.

–¿Estás seguro de que no quieres ir a esa fiesta con Noah y Tom? Yo podría quedarme en el hotel cuidando a Aaron–

Aquella era una fiesta que organizaban los directivos y patrocinadores de la empresa que manejaba las peleas, después de cada evento.

Se habían desilusionado mucho cuando supieron que no contarían con la presencia de Jack, e incluso se habían ofrecido a enviarles a una niñera de agencia para que él y su esposa pudieran asistir, pero aún así el peleador se negó, agradeciéndoles el gesto.

No estaba dispuesto a dejar a su hijo con una extraña, y por otro lado, no le apetecía ni un poco estar en aquel lugar. El centro de su mundo era Ariana, Aaron, y nada más. Estando con ellos era cuando más disfrutaba el estar vivo.

–Lo que quiero es llegar al hotel, y estar solamente contigo y con el hombrecito. Eso es todo lo que anhelo, muñeca–

La sonrisa de la castaña apareció.

Se inclinaron para besarse otra vez porque sus labios se necesitaban constantemente.

Antes de que Jack arrancara la camioneta, recibió una llamada a su celular.

Contestó de inmediato cuando observó que era Mark quien llamaba.

–¿Qué tal te va... campeón?–

Jack no pudo evitar sonreír.

–Te enteraste–

–¡Pero claro que me enteré! Estuve viendo la pelea en directo por Facebook. No sabes cuánto quería estar ahí, pero... ¡Bendita tecnología!–

–Para la próxima pelea no aceptaré excusas. Te quiero aquí, Ruffalo–

–Y ahí estaré, Bestia. Tenlo por seguro. Yo, supongo que estás cansado y adolorido, pero sólo llamaba para decirte lo orgulloso que estoy de ti. Creo que lo sabes–

El joven se sintió muy conmovido.

–Sí, lo sé–

–Decírtelo es poco. Me llenas de orgullo, y te quiero, te quiero muchísimo–

–Yo también te quiero, viejo–

–Bien, me alegra que lo sepas. Ese era el motivo de mi llamada. Ahora debo colgar porque cenaré con un senador en veinte minutos. Estoy intentando conseguir recursos para la nueva Casa Hogar que planeamos construir–

–Eso suena fantástico, Mark. Mucha suerte con eso–

–Gracias hijo, espero verte pronto cuando regreses a Boca–

–Por supuesto. No hagas planes el viernes porque quiero que vengas a cenar conmigo y con Ari a nuestra casa–

–Ahí estaré, Jack. Muero por ver a Aaron. Hace semanas que no lo veo. Le llevaré una pelota–

–Estupendo–

Ambos hombres se despidieron y la llamada terminó.

Jack continuó sonriendo mientras encendía el motor y daba marcha, y Ariana lo notó.

–Quieres mucho a Mark, ¿cierto?–

–Es más que eso, nena– contestó. –Lo quiero muchísimo, pero además le estoy muy agradecido. Si no hubiera sido por él... no se qué habría sido de mí, qué suerte habría tenido en esa correccional de menores. Me dio cariño, me dio un techo, me dio la oportunidad de abrirme camino en la vida. Estoy en deuda con él–

Ariana comprendía todo lo que decía. Podía sentirlo incluso.

–Yo también estoy muy agradecida con Mark– dijo de pronto y le acarició el rostro. –Hizo de ti un gran hombre, y eso es motivo suficiente para agradecerle–

Se recargó en él, y así continuaron el camino de regreso al hotel hasta que inesperadamente, su marido se detuvo frente a una tienda.

–¿Qué hacemos aquí?– le preguntó Ariana confundida.

Jack apagó la camioneta y se quitó el cinturón de seguridad.

–No tardo, sólo iré a comprarle a Aaron la pelota que me pidió–

–¿Qué? ¿Otra pelota?–

–Se la prometí–

Ariana se giró para mirar a su hijo que sonreía inocentemente.

Ese pequeño granuja sabía bien a quién de sus dos padres podía manejar a su antojo.

Jack jamás le negaba nada. Lo mimaba demasiado.

Exhaló.

–De acuerdo. Pero será la última pelota, ¿escuchaste, Aaron?–

–Sí, mami– respondió el niño sabiendo que en efecto no sería así.

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Aquella mañana, Ariana se encontraba en la hermosísima casa a la que se habían mudado cuatro años atrás.

Jack la había comprado para ella y Aaron, y le encantaba.

Desde que su antiguo departamento se incendiara, no habían vuelto ahí salvo para recoger las cosas que no habían sido afectadas por el fuego.

El misterio de cómo se había incendiado en primer lugar jamás había sido resuelto, aún así ellos decidieron no darle más vueltas al asunto, una vez que se cerrara la investigación.

Natalie les había ofrecido su casa, contentísima de tenerlos viviendo con ella.

En un principio habían planeado que sería solamente uno o dos meses, mientras encontraban otro lugar en el que vivir. Al poco tiempo, Jack había encontrado otro departamento, no muy lejos del anterior. El plan había sido mudarse después de su viaje a la playa, esa luna de miel en California con la que su marido la había sorprendido. Sin embargo a su regreso, luego de conocer la terrible noticia, habían tomado la decisión de quedarse un poco más, por lo menos hasta que Natalie y los gemelos consiguieran superar lo que lamentosamente había sucedido.

Así, habían permanecido en la residencia Brosnan por muchos meses más, hasta que un año después, Jack la había llevado a ella y a Aaron a un lugar especial, en donde antes de mostrárselo, le había vendado los ojos para que la sorpresa fuese aún mayor.

Aquel día la castaña no había podido detener sus lágrimas. Se había sentido demasiado conmovida.

El esfuerzo de su marido, la dedicación, y cada mañana en la que había madrugado para salir a trabajar duramente, habían brindado un precioso resultado, y ese había sido la casa perfecta a la que había sido llevada.

–¿Es nuestra?– le había preguntado al borde del llanto. La emoción causándole un nudo en la garganta.

–Es tuya. Aaron y yo seremos tus inquilinos– había bromeado Jack, porque no podía resistirse ni un solo minuto a hacer el tonto frente a ella. Le encantaba hacerla reír.

Entonces el llorar había sido inevitable para Ariana. De inmediato había corrido a abrazar a su amado, quien la recibió con un brazo, mientras con el otro sujetaba al hijo de ambos.

Así los tres se habían abrazado como la pequeña y hermosa familia que eran.

–Es bellísima, Jack...– los ojos de Ariana habían mirado la vivienda con fascinación, diciéndose que era aún más que eso. Era fantástica. Algo con lo que nunca había soñado, algo que nunca antes había deseado, o que al menos no había estado en su mente el llegar a poseer, pero que hasta ese momento se daba cuenta de que le encantaba y de que era el lugar perfecto para ellos, para seguir viviendo su historia de amor, seguir amándose como se amaban, y criar a su bebé. –Es...es un sueño– completó.

A Jack le había llenado el corazón verla tan contenta y al ver su sonrisa había pensado que todo, absolutamente todo, había valido por completo la pena.

–¿Lo es?– no pudo evitar preguntarle.

Sin dudárselo, Ariana había asentido.

–Sí, sí– respondió rápidamente. –Vivir aquí contigo y con Aaron. Es un sueño que antes no sabía que tenía–

Él le había sonreído y después se habían besado diciéndose cuánto se amaban.

Ahora, cuatro años después de aquello, Ariana sentía que amaba aquella casa, que siempre sería su hogar.

Pensaba en ello mientras se encargaba de recoger todos los juguetes que su hijo dejaba en el suelo. Había un montón de ellos por todas partes, y sólo a esa hora de la mañana tenía oportunidad para encargarse de ese desorden.

Aaron se encontraba en el preescolar. Aquel estaba siendo su primer año, y lo estaba llevando bastante bien, aunque ella lo extrañara muchísimo todos los días hasta que lo veía volver junto a Jack para la hora de comida.

Se preguntó entonces qué podría prepararles. La idea de preparar pasta y albóndigas le agradó. No podía decirse que estaba ya convertida en una experta cocinera pero sabía defenderse bien. Bertha le había dado muy buenos tips y le había pasado algunas de sus recetas.

Se dirigía a la cocina cuando escuchó que la puerta de entrada se abría. Caminó hasta el recibidor y se sorprendió entonces de ver a Jack ahí.

–¿Qué haces aquí tan temprano?– le sonrió. No entendía su repentina aparición ahí, siendo que debía estar en uno de sus entrenamientos, pero a la vez estaba feliz de verlo.

–Vine a hacerle el amor a mi mujer– mientras respondía, Jack la cargó de las axilas, con esa facilidad que le daba su inminente fuerza, llevándola inesperadamente hacia la pared más próxima.

Por instinto, Ariana enredó sus piernas a su alrededor. Unieron sus labios en un apasionado beso, y ella le acarició el pecho. Lo rodeó con sus brazos, se movió contra con un deseo que parecía haberse acrecentado dentro de ella desde la última vez que la había besado, horas atrás.

–Mmmm– la castaña no pudo evitar gemir en su boca. Tenerlo de aquel modo, su duro y enorme cuerpo empotrándola contra la pared, besándola con extremo ardor y excitándola de manera contundente.

–Estoy tan caliente por ti, nena... Lo he estado toda la maldita mañana– lo escuchó decir en medio de todos los besos que le dio.

Ella tomó sus mejillas con ambas manos, y lo hizo mirarla fijamente.

Aquella mirada lasciva con la que Ariana se encontró le disparó el ritmo cardiaco. Ella también deseaba que le hiciera el amor. Deseaba que la hiciera suya como tantas y tantas veces, pero antes deseó hacer algo más...

–¿En serio?–

Él asintió.

–Me duelen las bolas de las ganas que tengo de follarte...–

¡Tan romántico!

No había cambiado en nada.

Lo adoraba.

–Bájame– le sonrió.

–¿Quieres que te lleve a la cama?–

Ariana negó.

–¿Entonces?–

–Quiero que me lo hagas aquí mismo, pero antes... tengo otra cosa en mente. Bájame, Jack– volvió a pedirle.

Frunciendo el ceño, él obedeció.

Con cuidado dejó a su esposa en el suelo, y ella quedó entonces atrapada entre la pared y su atractivo peleador de artes marciales.

Lo miró de nuevo a los ojos, y después le sonrió con seducción. Se alzó en puntas y le dio un beso en la mandíbula porque fue hasta ahí donde pudo alcanzarlo.

Él llevaba puesta una camisa a cuadros roja. Lentamente fue desabotonándola uno a uno hasta conseguir sacarla del pantalón y apartarle los bordes.

Después deslizó los dedos por el musculado estómago haciéndolo estremecerse con el roce de sus largas y arregladas uñas. Los abdominales se fueron tensando uno a uno según los recorría. Le encantaba verlo excitarse solamente por ella.

Estaba loca por él.

Era un hombre extraordinario, y estaba segura de que no existía otro que se le pareciera en el mundo.

Sus hombros eran anchos, sus brazos sólidos y torneados. Los duros músculos y tendones siempre la hacían querer explorar cada depresión y ondulación, cada maravilloso detalle masculino. Los tatuajes la atraían como imanes. En especial aquella A que se había tatuado cerca de su corazón.

La inicial de su nombre.

Era completamente suyo.

Siguiendo el mismo ritmo, desabrochó el cinturón y después los vaqueros.

Lo vio resoplar, y entonces descendió el sendero que conducía hacia ese lugar, ahí donde ella bien sabía, su marido más la necesitaba.

Sacó entonces el pene hinchado que rabiaba por salir y ver la luz.

Estaba duro como una piedra, las venas se le marcaban por todo el largo, el glande estaba húmedo por las gotas de semen que escapaban de la uretra. Bajó hasta tocar la base y luego emprendió el camino de vuelta hacia la corona, que a su vez, liberó un poco de líquido preseminal.

Él era increíblemente grande.

Nunca era fácil hacerle una felación. Era un tipo de proporciones descomunales, pero esa era la parte más divertida.

Todavía recordaba bien aquella primera vez en la que había dudado seriamente si cabría entera.

Qué inocente había sido...

Sonrió traviesa.

Jack gruñó y gimió al mismo tiempo al sentir que su mujer lo acariciaba.

De pronto se sintió como un animal, y quiso poseerla de la manera más salvaje que existiera, pero sabía que debía dominarse.

Se quedó sin respiración y gimió cuando ella se arrodilló frente a sus muslos. Bajó su cabeza, y la simple vista lo hizo apretar los testículos y la mandíbula.

Ariana estaba demasiado cerca. Él podía sentir su aliento en la polla.

Estaba torturándolo con las manos, cuando lo que Jack más ansiaba era estar dentro de su boca.

Por fortuna la tortura no duró mucho, finalmente Ariana lo introdujo dentro de su boca y comenzó a succionarlo y a lamerlo como si de un dulce se tratara.

Al segundo los carnosos y femeninos labios lo rodearon.

Instintivamente él enredó sus manos en su sedoso cabello cuando la vio empezar a succionar.

Su dulce y preciosa Ariana envolviendo su erecto pene hasta hacerlo desaparecer dentro de su seda mojada. Los labios mallugándose, la garganta y las delicadas mejillas ensanchándose increíblemente mientras sus manos se aferraban al largo tallo.

¡Estaba en el puto paraíso!

Ariana jadeó en busca de aire, retirándose unos cuantos segundos, y aprovechó el momento para retirarse el cabello de la cara.

Jack se sujetó el tronco levantándolo en dirección a su ombligo.

La lengua de la castaña comenzó a recorrer el tronco de arriba abajo, llegándole hasta la piel de los testículos.

Esa nueva caricia lo hizo perderse.

–¡Joder!– gritó. Todos sus músculos se apretaron. Empuñó su polla con una mano y entonces comenzó a masturbarse.

No pudo resistirlo más, y se detuvo apretando los puños a sus costados.

Las rodillas le fallaron y habría caído de bruces si no hubiese sido por la pared que estaba tras de Ariana.

Apoyó las manos sobre la planicie. Cerró los ojos y apretó los dientes. Después volvió a mirarla.

Esta vez no quería perderse ni uno solo de sus movimientos.

Ariana continuó chupando y chupando. Haciéndolo enloquecer.

Jack perdió el control por completo.

La aferró del cabello de nuevo mientras sus caderas oscilaban con fuerza contra ella, introduciéndose más profundamente entre sus labios, una y otra vez... y otra más.

Hasta que explotó. Todo en él tembló cuando el potente chorro de semen se disparó hasta la garganta de su amada.

Gruñendo, él bombeó toda su gasolina viril y salada en la boca de su esposa.

No lo resistió ni un solo segundo más.

En el mismo momento en el que Ariana se puso en pie, Jack la tomó de un brazo encerrando los diez dedos a su alrededor.

El movimiento fue veloz. Un segundo más tarde, la castaña ya tenía los senos aplastados contra la pared, mientras su marido se pegaba a su espalda.

–Maldita sea, preciosa... Necesito sentirte– declaró él, y con desesperación comenzó a acariciarla por todas partes intentando deshacerse de las prendas que la cubrían. Con sus manos acunó las dos redondeces encima del top. –Tus pechos son maravillosos– exclamó casi sin aliento.

Ariana sonrió. Se dejó caer contra su cuello, notando lo tenso que estaba.

–¿Y qué hay del resto?– preguntó con toda intención. Amaba el modo en el que él se excitaba por ella. La excitaba también.

Jack deslizó las manos desde sus senos por sus costados, llevándose consigo el top y llegando hasta la cinturilla de la faldita que ella llevaba. Después metió sus dedos en el elástico y bajó las prendas hasta que juntas cayeron alrededor de sus delicados pies.

De una patada las hicieron a un lado.

–Oh, Jack...– él hacía que le temblaran las piernas y todo el cuerpo. Se convertía en mantequilla cuando estaba en sus brazos. Sentía su centro hecho una laguna.

–Eres un sueño, Ariana...– el peleador le tocó el mentón y la hizo girarse hacia un lado. –Mira tu cara... tu cuerpo... Mira tu glorioso cabello...– le dijo momentos antes de besarle la nuca, los hombros, toda esa piel suave y tersa. –Y eres mía, muñeca... mía– con ella se convertía en animal. Toda su testosterona salía a flote.

La deseaba desquiciadamente.

Seguía estando muy duro por ella... ¡Maldición!

Entonces la penetró, sujetándola de las caderas sin soltarla. Obligándola a colocarse de puntillas debido a la diferencia de estaturas. Ariana alzó el trasero e intentó mantener el equilibrio apoyando sus palmas sobre la pared. Tan desesperada de repente por estar más cerca que la necesidad estaba estallando a través de sus sentidos. Ella se arqueó y emitió un gemido. Se estremeció con doloroso placer. Loca por ese espécimen viril y apasionado, loca por él. Su femenino cuerpo se tensó en un involuntario espasmo. La intensidad que la llenó en cuanto empezaron las embestidas profundas la obligaron a gritar como una posesa mientras centímetro a centímetro se adentraba.

La sensación había sido tan abrumadora que de pronto había llegado a lo más alto y se había visto cayendo por el precipicio al siguiente instante.

–¡Oh, cielo santo!– jadeó la castaña. –¡Ah!–

Jack la sostuvo firmemente, y empujó con fuerza detrás de ella. Sus manos bien ancladas en su cintura pero moviéndose por momentos para tocarle todo el cuerpo, acariciarla porque sentía que se quemaba si no lo hacía.

Adoraba esa sensación de ella dándole la bienvenida. Oh, y adoraba lo estrecha que era. Le hacía perder el control cada vez que respiraba, La manera en la que respondía a su pasión era única. Un sueño para Jack, que jamás se había imaginado tener a aquella mujer, y aún menos de aquel modo, mojándose increíblemente por él y solamente por él, receptiva siempre a cada roce, y a cada toque, a cada beso.

La rodeó con un brazo, apretando sus pechos bajo él, y la atrajo más hacia su cuerpo porque el ansia que lo recorrió fue insoportable. La necesitaba demasiado.

Gruñó y aulló de excitación, la sensación puramente primitiva le llenó el pecho.

Ariana se agarró al brazo con que la rodeaba, y pegó su espalda a su duro y musculoso torso, dejándose caer contra él.

Sus gemidos se mesclaron resonando en toda la casa.

El sudor que hacía brillar su piel se mezcló con el que humedecía el de él.

Jack gruñó, estaba fascinado por el contacto y los gemidos que retumbaban en su oído.

Con sus dedos se dedicó a darle más placer, a aumentarle las sensaciones.

El clítoris palpitó contra las yemas, y el peleador tuvo a su mujer temblando en sus brazos, desbordándose hacia ese terrible, pero maravilloso momento sin retorno.

–Te amo, Jack... ¡Ah!– sabía que Jack no dudaba del amor que le tenía, aún así Ariana sintió la necesidad de recordárselo.

Detrás de ella, Jack empujaba una y otra vez.

Ese hombre era su vida entera, y en esos momentos todo su mundo se centraba en el miembro masculino, rígido y poderoso que entraba en ella vigoroso y potente, cada vez más violento, más tenaz. Ariana perdía la noción de cualquier otra cosa que no fuera su amado.

Gimiendo, alzó su cuello cuando sintió que su marido bajaba los labios para besarla en toda su extensión.

Con un jadeo, Jack fue en busca de su boca. La besó con pasión ciega, desesperado. Sumergió su lengua dentro de ella al igual como se sumergía en su interior aquella otra dura parte de su anatomía. Presentía que su mujer estaba al límite, que le quedaban unos segundos para derrumbarse. Él mismo sentía la mandíbula dolorida de tanto apretar los dientes. Notaba el escroto tenso, dispuesto a soltar la carga de semen que le quemaba la ingle; su pene dolorido aferrado al contacto con la piel femenina, buscando aquel éxtasis sobrecogedor, capaz de hacerle perder el conocimiento.

Ariana gimió sin control en su beso y se pegó más a él. Le pasó un brazo al cuello, y volteó aún más la cabeza para poder besarlo en una mejor posición.

Y mientras lo besaba, su joven esposa llegó al primer orgasmo. Tan condenadamente intenso que sintió que le volvía los órganos al revés.

En aquel mismo instante, Jack perdió el poco control que había estado intentando mantener, se hundió en ella con fuerza, clavó los dedos más profundamente en sus caderas y entonces se dejó ir. Le dio todo lo que tenía, todo lo que era.

El tiempo se alargó y curvó de nueva cuenta, y Ariana alcanzó la cumbre por segunda ocasión.

Jack dejó de empujar de poco en poco y segundos más tarde salió de ella, exhausto.

El sudor seguía escurriendo de su cuerpo, y el corazón parecía querer salírsele a Jack. El aliento de Ariana era todavía entrecortado, la respiración áspera.

Después de las últimas sensaciones, él la hizo girarse y depositó un beso en su frente húmeda.

–El corazón va a estallarme– dijo Ariana de repente.

–A mí me explotó mil veces– le contestó Jack al tiempo que volvía a besar sus labios.

Inmediatamente los dos comenzaron a vestirse.

Se sonrieron. Esa sonrisa intima que sólo ellos dos compartían.

Minutos después, ambos se encontraban sobre el sofá, la castaña acurrucada contra él, negándose a dejarlo marchar.

–No creo que sea necesario que vuelvas al trabajo– lo abrazó aún más.

Jack exhaló.

–Yo tampoco quiero volver, preciosa, pero debo hacerlo. El taller ha crecido muchísimo y ahora necesita toda mi atención–

–Quizá sea buena idea que contrates más ayuda. Tú y Maculay no podrán solos– dijo refiriéndose al único empleado que su marido tenía.

–Eso es justo lo que ya hice– respondió él sonriente. –Ayer contratamos a una nueva contadora para que lleve todas las cuentas. También trabajará en el presupuesto para la nueva sucursal–

–Espera, retrocede un poco... ¿Contrataste a una contadora?–

Completamente confundido, Jack asintió.

–Sí–

–¿Mujer?–

–Sí–

Los celos la llenaron.

Frunció el ceño enfadada.

–Júrame que es fea– le dijo en tono amenazador.

Jack no pudo hacer nada más que soltarse a reír.

–Bueno, creo que es linda...–

Ariana le soltó un golpe en el pecho.

–¡Oye!– recriminó furiosa.

Su marido estaba muy divertido haciéndola rabiar.

–Es que lo es– repitió. –Y muy adorable también. Tiene sesenta y cinco años, y dos nietos. Seguro ellos piensan lo mismo que yo–

Los golpes de Ariana se redoblaron. Lo miró divertida pero fingiendo enojo.

–Pudiste haber empezado por ahí–

–Sí– admitió Jack. –Pero amo ver cómo te pones de celosa– la rodeó con sus brazos y plantó un sonoro beso en sus mejillas.

Se pusieron entonces a juguetear, haciéndose cosquillas y dándose suaves y cortos besitos hasta que pararon.

–No se te olvide que la reunión será en casa de tu madre– le recordó Ariana.

–¿La reunión?– él frunció el ceño. –¿Qué estamos festejando?–

Su esposa lo miró con obviedad.

–Es 4 de julio, Jack–

–¡Oh, claro! 4 de julio, ¿cómo pude olvidarlo? Eso significa cerveza, hamburguesas y juegos artificiales. ¡Bendita patria!–

Ariana le sonrió.

–Bien, oh, y tampoco olvides que recogerás a Aaron y después pasarás al supermercado. Te envié la lista por mensaje–

Jack asintió.

–Sí, Ari– ciertamente era como un hijo más. Muy obediente, desde luego.

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Aquella tarde, luego de que pasara a recoger a Aaron de casa de uno de sus amiguitos del preescolar, Jack llegó al supermercado más cercano, pues debía comprar algunas cosas para la fiesta de esa noche, y también algo de provisiones para su casa, pues el refrigerador comenzaba a quedarse vacío.

Tomó un carrito en la entrada, y colocó a su hijo en el asiento para niños.

Juntos comenzaron a recorrer los pasillos.

Aaron parecía muy entusiasmado, Jack en cambio no estaba de tan buen humor, pues media hora antes había estado discutiendo con su esposa...

–Vamos, Ariana... Nada malo sucederá si Aaron come dulces de vez en cuando. No estoy diciendo que todos los días, pero...–

–He dicho que no, Jack. Quiero que crezca sano, esa basura de golosinas sólo harán que se enferme o algo mucho peor–

–Eso es muy ridículo. Yo comía galletas, dulces, pasteles... Y nunca me enfermé–

–Si estás saludable ahora es porque te obligué a dejar toda esa chatarra–

Aquello Jack no había podido desmentirlo. Desde que Ariana le preparaba licuados para la desintoxicación, y lo ayudaba a cuidar su alimentación, se sentía mucho mejor, y sus exámenes médicos lo comprobaban, pero en ese momento eso no tenía nada que ver.

–Bueno, pues como sea, pero Aaron es un niño, no puedes prohibirle el azúcar a un niño–

–De acuerdo, pero si se convierte en un niño obeso será culpa tuya–

La castaña se había cruzado de brazos todavía furiosa y lo había mirado acusadoramente.

–¡No será un niño obeso! ¡Por favor!– Jack había replicado pero desde luego, al ser la mismísima Ariana, su oponente, había salido perdedor en la batalla.

Exhaló frustrado mientras empujaba el carrito por los pasillos del súper.

–Veamos qué cosas ha encargado la dictadora mayor... digo, tu preciosa mami– sacó la lista de su pantalón y sonrió a su hijo que le devolvió la sonrisa. –No vayas a decirle que la llamo así, ¿vale? Es nuestro secreto– le guiñó el ojo.

Aaron soltó una tierna carcajada y asintió en acuerdo.

Jack continuó recorriendo mientras leía todo lo escrito en su celular, e iba añadiendo al carrito lo marcado.

Llegó entonces al área de lácteos y tomó una caja de leche. Específicamente la que Ariana le había pedido que llevara.

–Leche de almendras...– murmuró al tiempo que miraba con desdén el cartón que almacenaba el líquido. –Esto ni siquiera es leche– le dijo a su pequeño como si él entendiese todo lo que decía. –¿Sabes cuánto tiempo tengo sin beber leche de verdad, Aaron? ¡Mucho! Mucho tiempo– exhaló y sin más continuó su camino.

Cuando había surtido la lista completa, se dirigió entonces a la caja registradora para poder pagar e irse a casa.

–Papi... suelo– Aaron alzó sus manitas. Se había aburrido mucho de ir en el carrito, así que ahora deseaba un poco de libertad.

Jack que era incapaz de negarle algo a su hijo, lo tomó en brazos y lo bajó.

–Ayúdame a poner todo esto en la cinta– le dijo entregándole los productos menos pesados.

Jack se encargó de lo demás.

Un pequeño descuido bastó para que Aaron se alejara y regresara al instante con una apetitosa barra Hersheys.

–Chotolate– exclamó emocionado. –¡Chotolate!– repitió.

Jack miró a su pequeño y después a la barra de chocolate que tenía en su diminuta manita.

Le costó muchísimo, pero negó con la cabeza.

–Aaron, mamá no te deja comer dulces– le recordó.

Sin embargo, observó fijamente la carita del niño. Esa expresión anhelante, los gigantescos ojitos marrones que brillaban con esa ilusión infantil tan adorable.

–Ariana, va a matarme...– susurró, pero en definitiva no era capaz de negarle nada. –Demonios, de acuerdo, pero será nuestro secreto–

–Muchos setletos, papi– contestó el pequeño confundido.

–¿Quieres comer chocolate o no?– cuestionó Jack quitándole la barra de las manos para sostenerla encima de él, mientras lo miraba con seriedad.

Aaron no lo dudó ni un solo segundo. Asintió con emoción.

Entonces Jack tomó una barra más de chocolate, una para él y una para su hijo. Se la entregó para que la disfrutara.

Minutos después, cuando estaba por pagar la cuenta, su celular comenzó a sonar.

Era Ariana.

–Mierda– exclamó asustado, pues lo del chocolate era algo para estar verdaderamente nervioso y aún más si debía hablar con la causante de tal temor.

–Mieda– repitió Aaron muy divertido.

Jack lo miró horrorizado.

–No, no digas eso–

Desde luego Aaron lo tomó a broma.

–No, no digas eso– repitió en su tono juguetón.

–Aaron– le advirtió su padre.

–¡Mieda! ¡Mieda! ¡Mieda!– el pequeño comenzó a dar saltitos, emocionado, mientras se burlaba de él, aparentemente.

Jack se debatió entre contestar el celular o no.

Ariana le había llamado en el momento menos indicado, o mejor dicho él había dicho una palabrota en el momento menos indicado. Y además el asunto del chocolate...

¡Joder!

–Papi– Aaron se tranquilizó sorpresivamente, quedándose muy quieto pero de pronto comenzó a dar otro tipo saltitos, y se llevó ambas manos a su entrepierna. –¡Pipí! ¡Pipí!– comenzó a vociferar agarrándose cada vez con más insistencia.

–Dame un momento, hijo, y podrás hacer toda la pipí que quieras– le prometió Jack intentando tranquilizarlo, y finalmente decidió contestar el teléfono. –¿Ariana? ¿Ariana, qué ocurre?– pero la castaña ya había colgado antes de que él contestara. Se dispuso entonces a regresarle la llamada, y en ese momento miró a su alrededor... Aaron ya no estaba. –Oh, maldita sea, no...– rodó su mirada por todo el lugar pero no veía a su hijo por ninguna parte. –Diablos, Aaron... ¡Aaron!– su grito hizo que muchas personas voltearan a verlo. Desesperado se llevó ambas manos al pelo y lo estrujó con extrema fuerza. –Ariana va a matarme...– tragó saliva y repitió aquella frase por segunda ocasión.

Completamente asustado y sintiendo que una parte de su ser no estaba ahí con él, comenzó a buscar.

Dio parte a los guardias, y de inmediato mandaron cerrar la tienda.

Todas las personas estaban muy quietas, mientras empleados, guardias y Jack buscaban al niño extraviado.

No pasaron más de cinco minutos cuando Aaron apareció. Habían sido exactamente seiscientos segundos de agonía, en los que Jack había sentido que se le iba el aire de sus pulmones. Jamás había estado tan asustado.

–No me econtaste, papi– exclamó el pequeño emocionado. Evidentemente todo se había tratado de un juego para él.

Cualquier otro padre hubiese reprendido a su hijo por aquella broma tan terrible, sin embargo Jack ni siquiera pensó en hacer tal cosa. Abrió sus brazos, y lo abrazó con fuerza. Con sus manos acarició su cabellito castaño claro y después hundió su cabeza en él.

–Jamás vuelvas a hacer eso, Aaron. Jamás, ¿entiendes?–

El niño asintió con la cabeza.

–¿Fue malo?– preguntó inocentemente.

–Muy malo. Así que no le digamos a mami, ¿ok?–

Luego de aquello, Jack y Aaron llegaron finalmente a casa.

Cuando entraron, el peleador dejó las bolsas sobre la barra, y por su parte el niño corrió hasta encontrarse con sus juguetes.

–Al fin llegan, tardaron muchísimo– les dijo Ariana al darse cuenta de que habían regresado.

Lo único que Jack pudo hacer fue soltar un cansado suspiro.

–Estoy de acuerdo contigo– hablaba muy en serio. –Nada de azúcar para el hombrecito–

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Al llegar a la residencia Brosnan, Natalie los recibió cariñosamente.

–¡Abu Naty!– Aaron corrió a los brazos de su abuelita, quien se inclinó para poder abrazarlo porque adoraba a aquel niño. Lo adoraba tanto o más que si llevara su sangre. Era su nieto, el mayor de todos los que algún día tendría, y siempre lo consideraría así. Le llenaba el corazón saber que para él también fuera de ese modo, y aún más cada vez que la llamaba con su tierna vocecita.

–¡Mi niño hermoso!– exclamó tomándolo entre sus brazos y alzándolo.

Lo llenó de mil besos en la carita, y Aaron simplemente se dejó llenar de mimos.

Sonriendo, Natalie lo dejó de vuelta en el suelo para que corriera a saludar a su tío Tomy. Le sonrió a Ariana, quien la saludó de un beso en la mejilla.

–Guapísima como siempre, Ari–

–¿Yo? ¿Ya te viste en un espejo?– replicó su nuera, y ambas rieron.

Mientras las dos mujeres bromeaban, Jack se acercó a su madre y la abrazó.

–Las dos tienen razón. Mi esposa es una preciosidad, y tú mamá, eres una belleza– la relación entre ambos se había fortalecido muchísimo a lo largo de aquellos años. Para Jack resultaba ahora completamente natural llamarla como lo que era, su mamá. Y para Natalie era vivir su más grande sueño cada vez que lo escuchaba.

–No saben lo feliz que me hace pasar tiempo con mi familia. Ustedes son todo lo que tengo–

Jack miró a la mujer que le había dado la vida. En sus ojos pudo ver todo ese amor y ternura que le daba.

En el pasado, Jack no había conocido lo que era tener una mamá. No había sentido ni siquiera de cerca el amor de una madre, por eso tener ahora a Natalie para él era lo máximo.

Ella era una mujer extraordinaria, amorosa, y fuerte, muy fuerte.

La admiraba muchísimo porque la vida le había dado muchos golpes, pero ahí estaba, dando lo mejor de sí, mostrando la mejor sonrisa, aunque a veces esa sonrisa fuera triste.

–Te amamos, mamá, yo, los gemelos, Aaron, Ariana–

–Lo sé, mi cielo. Desde que Pierce se fue... han sido ustedes mi único consuelo, y también mi gran felicidad. Los amo– esta vez su sonrisa fue más real.

Había aceptado que Pierce ya no estaba, hacía mucho tiempo, aun así a veces lo recordaba y le dolía. Sin embargo sabía afrontarlo. Tenía muchísimas razones para seguir viviendo su vida y disfrutarla. A su marido le hubiese gustado así. Él no quería verla sufriendo, y se lo había dicho en su lecho de muerte. Quería que fuera feliz, y ella le había prometido que lo sería, pero que no pasaría ni un solo instante en que dejara de extrañarlo.

Aquella parte era inevitable porque lo extrañaba cada día con toda su alma. Tenía una fotografía suya junto a su cama, y todas las noches le hablaba, le contaba cosas, y de vez en cuando derramaba algunas lágrimas.

El cáncer había sido terminal, y también sorpresivo.

No habían podido hacer nada para el momento en que los exámenes médicos lo revelaron, había estado ya demasiado avanzado. El doctor lo había desahuciado, y diez días más tarde... simplemente se había ido.

Exhaló.

Jack adivinó sus pensamientos, y la abrazó con más fuerza.

–Animo, mamá. Estoy contigo– fue extremadamente tierno con ella.

Natalie respondió a la sonrisa que su hijo le mostraba.

–Todos los días doy gracias al cielo por tenerte conmigo– lo tomó de las mejillas y al igual como había hecho con Aaron, lo llenó de muchos besos, haciéndolo sonrojarse.

–Eh, madre, cuidado que tengo que cuidar mi imagen de macho frente a Ariana– señaló entonces a su esposa, y todos rompieron a reír.

–¿Te molesta que llene a mi hijo de mimos y cariños, Ari?– le preguntó Natalie arqueando la ceja.

Ariana negó de inmediato.

–Por supuesto que no, Nat, es todo tuyo– le guiñó un ojo divertida.

–¡Oh, ya llegaron!– Kyla bajó escaleras y se puso muy contenta al verlos ahí. –¡Aaron, ven aquí!–

Su sobrino que se encontraba jugando a las luchitas con Tom, se emocionó muchísimo en cuanto la vio y corrió con ella.

–¡Tía Ky!–

La rubia, quien ya era toda una hermosa señorita, lo tomó en brazos.

Después saludó a su hermano y cuñada.

De sus dos hijos, era Kyla quien más se parecía a Pierce. Tenía las mismas facciones y los mismos ojos azules. Había crecido y sin duda estaba en camino a convertirse en una mujer muy bella, pero además de todo aquello había heredado también su inteligencia. Acababa de matricularse en la universidad de Florida y estudiaba gestión empresarial. Quedaba claro que sería ella quien se encargaría en un futuro de los negocios de su padre, ya que Tom parecía más interesado, desde siempre en los deportes.

–Esperemos a Sandy y los demás para comenzar esta celebración– dijo Natalie con alegría. Ella adoraba esas reuniones familiares. Amaba tenerlos a todos juntos.

Un par de minutos más tarde, Sandra apareció, tan jovial y elegante como siempre.

Los años transcurridos podían notarse en ella, aún así estaba guapísima. Y muy cambiada también.

Ariana no podía compararla con la mujer fría y calculadora que había sido en el pasado. Ahora era una excelente madre con sus dos hijas, y ni hablar de lo mucho que amaba a Aaron. Desempeñaba su papel de abuelita a la perfección.

No hacía muchos años en los que ella y Ariana habían hablado largo y tendido. Sandra le había pedido perdón por la madre ausente que había sido, y por cómo la había presionado con el asunto de Drew Van Acker. Ariana le había dicho simplemente que no tenía nada que perdonar, en el fondo ella siempre quiso lo mejor para ella.

–Sí, pero en aquel entonces yo creía que Drew era lo mejor para ti... Qué equivocada estaba–

–¿Ahora crees que Jack es lo mejor para mí?–

–¿Bromeas? Son el uno para el otro, y estoy tan contenta de que estén juntos y de que se amen como se aman. Sabes que lo quiero como a un hijo–

–Ojalá papá pensara como tú–

Sandra simplemente había exhalado ante las palabras de su hija, sabiendo tan bien como Ariana que aquello sería imposible.

Volviendo al presente, saludó a todos, y desde luego, Aaron acaparó toda su atención.

–¡Abu Sanda!–

–¿Cómo estás, mi cielo?–

–Ben. ¿Y tú?– fue la tierna respuesta del niño.

La abuela materna rió.

–Yo estoy feliz de verte, te amo, mi amor hermoso. Lo sabes, ¿cierto?–

–¡Sí!–

Aaron asintió y con sus bracitos la abrazó.

Sandra se acercó entonces a su mejor amiga y la saludó con beso en la mejilla.

–¿Imaginaste algún día esto?– le preguntó.

Natalie mostró su expresión de felicidad.

–¿Que seríamos abuelas del niño más maravilloso que pudiera existir?– sus ojos miraron al nieto que compartían.

–Una locura, ¿no?–

–Hermosísima locura– asintió ella.

–¿Dónde están Adrienne y Miles? ¿No vinieron contigo?– le preguntó Ariana entonces.

–Aquí estoy, sólo estaba estacionando el auto– Adrienne arribó a la casa, les mostró las llaves e hizo su entrada. –¿Dónde está mi sobrino el más guapísimo del mundo?–

–¡Tía Adien!–

–Ay, mi niño precioso. ¡Te adoro!– rápidamente fue hacia él y lo cargó para abrazarlo.

No cabía duda de que era un niño muy amado por todos.

–¿No vienes con Miles, Adrienne?– preguntó Natalie.

–Oh, no. No pudo venir. Tuvo que ir a Tucson por asuntos de trabajo–

En aquellos años Miles había logrado pasar de ser el bufón de la empresa a un ejecutivo brillante.

Adrienne había estado detrás de todo aquello, pues había estado impulsándolo y animándolo a ser mejor cada día.

Los dos se llevaban de maravilla, y Adrienne estaba más enamorada que nunca.

Ariana estaba contenta de ver a su hermana mayor tan feliz.

En el pasado quizás no habían sido tan unidas. El motivo era porque, además de que se llevaban ocho años de diferencia, desde siempre habían sido muy diferentes.

Mientras Ariana había sido una niña caprichosa y rebelde, Adrienne siempre había sido bien portada. La hija buena que siempre hacía sus obligaciones y llevaba las más altas notas en la escuela. A Ariana le habían encantado las fiestas, la aventura y la diversión, Adrienne en cambio había preferido quedarse a estudiar. Pero era gracias a eso que ahora tenía el trabajo de sus sueños y era una importante ejecutiva en esa empresa de cosméticos.

Era una mujer guapísima, exitosa y además era un ser humano extraordinario. Miles sin duda era un suertudo.

Ariana estaba orgullosa de ella.

–¿None está Wobby?– preguntó Aaron entonces.

Resultaba muy curioso para todos que no lo llamara abuelo. Lo había bautizado de aquel modo casi desde que había aprendido a hablar y desde entonces ese era el modo en el que lo llamaba. A Hugh no le importaba en lo más mínimo. Adoraba a su nieto.

Pero lo que el patriarca Butera no adoraba eran esas reuniones familiares.

Aaron no dejaba de preguntar porque en su inocencia de niño no entendía todavía lo que sucedía en su familia, pero los demás que sí lo hacían se quedaron en silencio.

Era bien sabido por todos que Hugh no frecuentaba ese tipo de fiestas. Durante todos aquellos años había aprendido a tolerar a Jack, simplemente porque era el hijo de la mejor amiga de Sandra, pero sólo eso. Seguía sin aceptarlo, y su postura de dureza y frialdad hacia con él, parecía que sería eterna.

–Wobby está ocupado, mi amor– mintió Ariana. No le gustaba mentirle a su hijo, pero después lo irían comprendiendo.

Por fortuna en esos momentos llegaron Elizabeth, Noah y Cameron atrayendo la atención.

–Lamentamos mucho la tardanza– les dijo el moreno que vestía una playera del icónico luchador Undertaker. Él y su novia habían comprado los boletos desde semanas atrás, cuando supieron que la WWE estaría en Boca para esa fecha. Como buenos aficionados que eran, se habían emocionado muchísimo por ir e incluso habían planeado llevar a Aaron, sin embargo cuando se enteraron de que no permitían la entrada a niños tan pequeños, habían optado por llevar a Cameron.

–¿Cómo estuvieron las luchas?– le preguntó Jack al tiempo que chocaban los puños.

–¡Increíbles! Liz y yo las disfrutamos mucho, pero no tanto como Cam, se tomó selfies con todos los luchadores–

Solían tratar a Cameron como a un niño, aunque ciertamente ya no lo era.

Había estado entrenando junto a sus amigos todos esos años. Había crecido bien en masa muscular y ya no tenía más aquel aspecto de un vampiro pelirrojo desnutrido, sino de uno musculoso.

–¡Fu...e in...creíble!– su tartamudez había evolucionado también. Jack lo había animado a tomar terapía, y desde entonces su fluidez al hablar había mejorado muchísimo. Se sentía mucho más seguro de sí mismo, y todo era gracias a su amigo. Era por eso que lo apreciaba tanto.

La familia pasó enseguida al patio, y por su parte Cameron le pidió a Jack si podían hablar un momento en privado.

–¿Qué ocurre, viejo?– le preguntó.

–Yo...yo que...ría contarte algo–

–Soy todo oídos– le golpeó el hombro en signo de camaradería.

–Me he re...reencontrado con...con la vaquerita de...de trenza...s rubias. ¿La... la recuerdas?–

–¿Que si la recuerdo? Quedaste flechado por ella hace años. Esa noche nos metimos en una buena pelea– rió al acordarse de aquel acontecimiento.

–Sí... bu...bueno, quiero invitarla a...a salir–

–¿Y qué pasa con su novio? El pendejo ese–

–Ya...ya no figura en el ma...pa–

–Genial– contestó Jack. –Pero si ese imbécil te molesta, no dudes en decírmelo–

El pelirrojo sonrió.

–Gra...gracias, pero pu...puedo defenderme yo...yo solito–

A Jack le agradó aquella respuesta. Le revolvió el cabello juguetonamente y bromeó con él.

–Eres un presumido, ¿lo sabías, Cameron?–

Lo abrazó entonces del cuello y juntos fueron a reunirse con el resto. Se acercaron a Noah que empezaba a prender el asador en compañía de Tom.

El sitio de los hombres siempre sería el asador. Había algo en ello que les gustaba mucho. Los tres abrieron una cerveza, mientras Tom tomaba un refresco de cola.

Por otro lado las mujeres se reunieron a preparar las demás cosas para la cena.

Elizabeth permanecía de pie con Aaron sostenido de sus brazos cruzados, y sus piernitas colocadas alrededor de su cintura. Los dos se miraban de frente y charlaban.

–Tía Liz, el tidanosaudio eda gande, muuuuy gande– explicaba el pequeño emocionado, y Elizabeth lo escuchaba y miraba haciendo muecas de asombro, como si lo que su adorado ahijado estuviese diciendo fuera lo más interesante del mundo. –Peo no eda dapido como el velocidapto, ese eda veloz, así, muuucho– alzó sus manitas porque su emoción lo hacía hacer un montón de señas.

Junto a ellos las demás rieron.

–Por fortuna la obsesión de Aaron por las arañas se ha terminado– comentó Ariana aliviada, pues a su hijo le había dado por coleccionar las que se encontraba en el patio provocando que ella gritara horrorizada una vez que las encontraba dentro de algunos frascos. –Ahora se ha obsesionado con los dinosaurios, y esas cosas están extintas gracias al cielo–

–¿Has estado torturando con arañas a mami, Aaron?– le preguntó Elizabeth riendo.

El niño rió a carcajadas porque su tía comenzó a hacerle cosquillas mientras le daba muchos besitos.

Después de aquello lo bajó al suelo, y él corrió hacia su padre y sus tíos.

–No sabes cómo lo adoro– le dijo entonces a su mejor amiga.

Ariana sonrió.

–Lo sé, es por eso que te escogí como su madrina. Aaron tiene en Adrienne y Kyla a dos tías maravillosas, pero también te tiene a ti–

Elizabeth se sintió conmovida.

–Siempre estaré para él, Ari. ¿Cómo no amarlo si fui testigo de cómo creció en tu vientre y te convirtió en la mujer que eres hoy?–

–¿Recuerdas esos días?– la castaña soltó un suspiro. Se refería al embarazo y todo lo acontecido en aquel entonces.

–Claro que los recuerdo– asintió Elizabeth.

–Tenía mucho miedo entonces. Estuve a punto de cometer una locura–

–Ni siquiera lo menciones. Tú, yo y todos aquí sabemos que jamás habrías podido hacerlo–

Elizabeth tenía razón. Ariana lo sabía. No habría sido capaz. Había amado a su pequeño desde el primer instante aunque su temor le había impedido verlo.

–Me apoyaste en todo momento y siempre estaré agradecida contigo, Liz–

–Bueno, es que soy lo máximo, ¿cierto?– bromeó.

Ariana rió y asintió.

–Lo eres. Hace cinco años éramos un par de niñas, pero ahora... Tú también te has convertido en una gran mujer, y no podría estar más orgullosa de ti–

Elizabeth siempre había sido hermosa, sin embargo con el transcurso del tiempo se había puesto más y más atractiva, tanto que había recibido algunas ofertas para ser modelo, sin embargo eso a ella no le había interesado en lo más mínimo. Se había graduado con honores de la Universidad de Ingeniería. Era una experta en software, pero lo que Ariana más admiraba de ella era lo buena, lo trabajadora, lo honesta y lo leal que era.

Claro estaba que no podría encontrar a otra amiga que fuese mejor que ella. Era estupenda. Habían sido besties casi desde que usaban pañales, y lo seguirían siendo hasta que envejecieran, aunque a Ariana no le gustaba mucho pensar en cuando fueran ancianas.

Se abrazaron y volvieron con las demás. Sandra y Natalie preparaban el infaltable guacamole mientras charlaban sobre el último evento de beneficencia al que habían asistido.

–¿Qué tal el asunto de la boda?– le preguntó Ariana a su hermana.

Todas se mostraron interesadas en el tema.

La mayor de las hermanas Butera se había comprometido con Miles hacía unos cuantos meses.

–¿Quieres hablar de eso ahora?– Adrienne no parecía muy emocionada.

–¡Vamos, Adrie! Creo que ya va siendo tiempo de que empecemos a organizarlo todo– le dijo Ariana mientras tomaba asiento junto a ella.

–Sinceramente no quiero hablar de eso– se quejó Adrienne con cierta irritación. –Mi cabeza explotará si pienso en la boda en estos momentos–

–¿Por qué? Creí que tu casamiento te llenaba de emoción– Ariana frunció el ceño. –¡No me digas que quieres retractarte!– se preocupó.

Elizabeth y Kyla se quedaron perplejas.

Adrienne negó de inmediato.

–No, no es eso. Claro que quiero casarme y muero porque se llegue el día, pero...– exhaló. –He mandado diseñar mi vestido con un exclusivo diseñador de la ciudad, pero Miles insiste en ponerse un traje de Elvis Presley que compró en eBay. ¡Lo quiero matar!– dijo bastante enfadada.

Todas rompieron a reír a carcajadas.

–Debes estar bromeando– exclamó Elizabeth entre risas.

–Ojalá lo estuviera– respondió Adrienne frustrada. –Eso ocasionó una discusión entre nosotros, y no nos hemos hablado desde ayer. Mañana regresa de Tucson, y no sé si nos veremos–

–Creo que Miles es un hombre bastante ocurrente y original, pero hazle ver de una manera amable que un atuendo de rock and roll de los años cincuenta no es apto para casarse con la mujer de su vida– comentó Ariana tranquilamente.

–No sé si pueda hacerlo. En cuanto me lo dijo mi lado amable desapareció. Creo que fui muy mala con él, y le debo una disculpa, pero de ninguna manera permitiré que entre a la iglesia vestido de aquella manera. No cuando yo voy a llevar un diseño exclusivo. Mejor cambiemos de tema, ¿quieren?–

–Bien. Yo tengo algo que contarles...– Elizabeth se mostró un poco misteriosa.

–¿Qué cosa?– Ariana frunció el ceño. Miró a su mejor amiga. Esta tenía una extraña sonrisa. Eso ocasionó que abriera los ojos como platos. –¡No me digas que estás embarazada!–

–¡No!– exclamó ella de inmediato para aclararlo.

–¿Entonces qué es?– Ariana siempre había sido muy ansiosa.

–¿Noah y tú se casarán?– cuestionó Adrienne.

–Tampoco–

–Si no nos dices, nunca lo sabremos– le dijo Kyla divertida.

Elizabeth exhaló y se decidió a decirlo finalmente.

–Noah y yo nos mudaremos juntos. Queremos dar este gran paso, y deseamos hacerlo cuanto antes–

–¡Esos es maravilloso, Liz!– Ariana fue la primera en abrazarla y felicitarla. –Estoy tan contenta por ti. Sé cuánto se aman Noah y tú–

–Gracias, Ari. Yo estoy que no me la creo todavía–

–Es una gran noticia, Liz, felicidades– Adrienne también la felicitó.

–Hacen una pareja increíble los dos, y sé que serán muy felices– secundó Kyla igual de contenta. La adolescente soñaba con algún día encontrar un amor así. Su relación con Lucas había terminado casi al inicio pues el chico había tenido que mudarse a Irlanda. Desde entonces no había vuelto a salir con nadie.

–Gracias, chicas. No imaginan lo emocionada que estoy– Elizabeth alzó su mirada en busca de su gran amor. Como siempre, Noah estaba haciendo el tonto con sus amigos, y los hacía reír. Él era único, y lo amaba muchísimo. Habían pertenecido a mundos muy distintos, pero en el medio de aquella historia de amor entre Ariana y Jack, ellos dos habían podido encontrarse. Casi de inmediato se habían dado cuenta de que eran almas gemelas. –Todo esto te lo debo a ti, Ari. Si no hubiese sido por tu relación con Jack, yo jamás habría conocido a Noah–

–En ese caso creo que debes agradecérselo a Aaron– bromeó la castaña y de nuevo las demás rieron.

Las mujeres continuaron su charla y entonces el pequeño se acercó a ellas.

–Mami...– le jaló el borde de la faldita que llevaba puesta, para llamar su atención.

La madre del niño se inclinó a mirarlo.

–¿Sí, mi amor?–

–No hay nada mejo que una ceveza helada–

Ariana se quedó paralizada intentando averiguar si había escuchado bien.

Sandra y Natalie dejaron de hacer lo suyo y miraron con el ceño fruncido.

Adrienne, Elizabeth y Kyla contuvieron las risas, sabiendo a la perfección que Ariana debía estar furiosa.

–¿De dónde sacaste eso, Aaron?– cuestionó ella.

–Papi lo dijo– contestó el niño inocentemente.

Entonces las tres tías del pequeño no pudieron contenerse más. Sus carcajadas se propagaron.

Ariana cerró los ojos muy enfadada con su descuidado marido.

–Debería matarlo...– murmuró furiosa y entonces se dirigió hacia él.

Calmada le pidió que hablaran a solas y caminó hacia la casa sin esperarlo.

Confundido, el peleador dejó lo que tenía en las manos y la siguió obedientemente, mientras todos ahí podían darse cuenta de quién llevaba los pantalones en esa familia. Y seguros como el infierno de que no era Jack Reed.

–¿Qué sucede?– le preguntó a su esposa una vez que estuvieron adentro.

–¿Todavía tienes el descaro de preguntar?–

La pequeña castaña estaba verdaderamente cabreada. Estaba cruzada de brazos y lo miraba acusadoramente.

Comenzó a ponerse nervioso.

–Ammm, si supiera qué fue lo hice no estaría preguntando–

Entonces Ariana explotó.

–¡Te lo he repetido mil veces, Jack! ¡Deja de decir palabrotas frente a Aaron!–

Ah, ahí estaba el meollo del asunto.

Él lo comprendió.

Ella seguía enfurecida.

–El pediatra dijo que está en la edad en la que se convierte en una esponjita que va absorbiendo todo lo que hay a su alrededor. No quiero que vaya por la casa gritando "Mierda" o "Carajo" o "No hay nada mejor que una maldita cerveza helada"–

–Lo siento, preciosa, pero a veces no me doy cuenta de que está ahí escuchando todo. Por favor perdóname– le suplicó.

Pero Ariana no parecía dispuesta a perdonarlo.

–¡No, Jack!–

–¿Por qué no?– insistió. –Vamos...– con anterioridad, él jamás le había rogado a nadie. Jamás. Con Ariana todo era distinto. Siempre estaba dispuesto a arrastrarse por ella. –¿Por qué no me perdonas y me das un besito?– hacerse el chistoso a veces le traía buenos resultados. Lograba hacerla reír pero en la mayoría de las veces sólo conseguía que se cabreara más.

–¡Ah, claro!– asintió pero era todo sarcasmo. –Te perdono y después me pongo de rodillas, y te la chupo. ¡Qué buena idea!–

Jack era lo suficientemente inteligente para no ilusionarse con la idea de que se la chupara ahí. Aún así no quería que estuviese enojada con él.

–Te prometo que tendré más cuidado–

–Más te vale, Jack. De otro modo te arrancaré la cabeza– amenazó.

El peleador rió.

Su esposa tenía carácter. Eso le encantaba de ella.

Se acercó para darle besos en la mandíbula y el cuello.

–¿Qué haces?– ella estaba más relajada pero se mostraba reacia al contacto todavía, aunque en ningún momento lo rechazó sino todo lo contrario.

–Dándote un beso, o dos, o tres... o cuatro– pasó después a sus labios.

–¿Crees que besándome harás que no me enfade?– Ariana tenía los ojos cerrados y estaba respondiendo a cada beso.

–Ese es el plan– contestó. Después cerró su boca en la de ella, y la besó con pasión.

Minutos después volvieron al patio abrazados.

Todos supieron que de una u otra manera Jack había conseguido que lo perdonara.

–¡Papi!– Aaron corrió hacia él para que lo cargara.

–Oh, ven aquí, pequeño bocón–

Jack lo levantó del suelo y lo giró un par de veces haciéndolo reír para después plantar un sonoro beso en su regordeta mejilla.

Ariana los miró a ambos sintiendo que su corazón explotaba de amor.

Ni siquiera todos los enfados del mundo podrían hacerla olvidarse del padre estupendo que era.

Amaba a Aaron y lo demostraba no sólo con palabras sino también con cada uno de sus actos.

El niño lo era todo para él. Su razón de sonreír, de salir adelante día con día, y sobre todo, de ser mejor hombre y mejor ser humano.

Ariana se sentía inmensamente feliz y dichosa al saber que la vida le había dado al mejor papá para su bebé.

Era perfecto.

–¿Sabes? Todavía me parece muy gracioso que tú seas la mano estricta, y Jack el padre consentidor– comentó Elizabeth muy sonriente.

Y lo que ella decía era verdad.

Jack Reed, ese sujeto que había inspirado temor en los pasillos de Worthington High School, en aquellos años, y que ahora era conocido como un depredador en el mundo de las artes marciales mixtas, no podía parar de consentir a su primogénito. Le daba todo lo que él quería, y jamás lo regañaba, pero se excusaba diciendo que si no lo hacía era porque Aaron jamás le daba motivos. Era cierto que era bastante inquieto y travieso, pero Jack no veía aquello como algo para regañar o castigar. Al contrario, le gustaba ser parte de las ocurrencias de su pequeño.

–No es nada gracioso que Jack sea incapaz de ayudarme en cuanto a la disciplina de Aaron. Y no sólo él– la miró entonces arqueando ambos ojos. –Todos ustedes, incluyo a Noah, Cameron, Tom, y las abuelas– esto último lo dijo en un tono de voz más alto para que pudiesen escucharla tanto Sandra como Natalie. –Se han ocupado de malcriarlo a más no poder–

–Vamos, Ari, no puedes culparnos por eso. ¡Aaron es demasiado lindo!– exclamó Elizabeth.

Kyla y Adrienne asintieron en completo acuerdo.

Mimar a su hermosísimo sobrino era algo para ellas tan vital como respirar.

Ariana exhaló. Al final de cuentas no podía enfadarse. Podía entender a lo que Elizabeth se refería. Aaron era la cosita más dulce que pudiese existir, y ella misma no podía evitar a veces mimarlo porque era un niño muy bueno.

Pensaba en eso cuando sucedió algo que en definitiva no se había esperado... Hugh apareció.

Abrió los ojos de par en par sólo para asegurarse de que estaba viendo bien.

En verdad su padre se encontraba ahí. Ella estaba bastante sorprendida.

Todos los demás también.

Se quedaron en silencio y por unos instantes la fiesta se detuvo.

Sandra fue la primera en acercarse a él.

–Viniste– su esposa le sonreía.

Hugh no mencionó nada todavía.

–Cariño, estoy feliz de que estés aquí. Ya es hora de que dejes de lado tu orgullo–

Hablaron en voz baja para que los demás no escucharan.

–No empieces con ese tema, Sandra. Sabes que jamás aceptaré a ese forajido. Antes preferiría caminar sobre cristales. Lo detesto. No es bueno para mi hija y tampoco para mi nieto–

Sandra negó en total desacuerdo.

–El que está mal eres tú– le respondió sin más. –Jack nos ha demostrado de mil maneras que es un buen hombre, que ama a Ari y que es un excelente padre para Aaron. ¿Qué otra cosa tiene que hacer para que te convenza?–

La expresión dura de Hugh no cambió. Mucho menos su postura.

–Nada. No tiene que hacer nada porque nunca me convencerá. Lo tolero sólo porque es el marido de Ariana, porque Aaron lo adora y porque es hijo de Natalie, pero no me pidas más, Sandra. Hasta ahí llego yo–

–¿Entonces a qué viniste?–

–Estoy aquí por Aaron–

Justo en ese instante, el niño se dio cuenta de que su adorado abuelito había llegado. La carita se le llenó de emoción.

–¡Wobby! ¡Wobby!– gritó y corrió a sus brazos.

Abuelo y nieto comenzaron a juguetear.

Aprovechando que la tensión se había tranquilizado, Natalie anunció que ya era hora de cenar, y así todos se sentaron tras la mesa.

Jack se acercó a su mujer y los dos se sonrieron. Él le dio un beso en la frente y la abrazó contra su hombro. Juntos tomaron asiento para cenar.

Y mientras lo hacían, ella no pudo evitar mirar a su padre y a Aaron. No pudo evitar fijarse en lo feliz que se le veía a su hijo, así como tampoco pudo evitar la alegría que rebozaba en su corazón.

Su pequeño era un niño muy amado por todas esas personas que lo rodeaban.

E inevitable había sido también aquel destello de recuerdos que acudieron a su mente en ese preciso segundo, remontándose a esos momentos en los que había creído que no tenía nada ni a nadie, esos momentos en los que había estado perdida.

La llegada de Aaron a su vida lo había cambiado todo. Absolutamente todo, incluso desde el momento en el que supo que ese diminuto ser se formaba en su vientre.

Tenerlo le había dado color a sus días grises.

Ariana no se arrepentía de nada. Aaron era lo mejor que le había pasado, y ella hasta sentía que debía pedirle perdón al destino. Lo había maldecido tantas veces, pero esta vez todo tenía sentido.

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Aquella noche, cuando ya se preparaban para dormir ahí en la comodidad de su habitación, Ariana se encontraba sentada sobre el taburete frente a su tocador.

Se había colocado ya la pijama, se había desmaquillado y se encontraba trenzando su estupendo cabello protegiéndolo así un poco del maltrato.

Miraba fijamente un punto imaginario, donde solamente estaba ella misma y sus propios pensamientos.

Jack que salía del baño luego de cepillarse los dientes, y vestido también con ropa cómoda para dormir, frunció el ceño al verla.

Se detuvo a su lado.

–¿En qué tanto piensas?– le preguntó y la hizo girarse para que lo mirara. Enseguida tomó asiento en el borde de la cama y así las dos quedaron frente a frente.

Ariana le sonrió volviendo de su trance.

–En lo feliz que es Aaron–

La respuesta lo hizo sonreír también.

–Sin duda lo es– asintió.

La castaña se sintió incluso más melancólica.

–Puedo recordar... aquellos días en los que creía que no iba a lograrlo– le dijo con toda sinceridad.

Él se arrodilló entonces frente a ella, y se colocó entre sus piernas, tomándola de la cintura con sus dos manos. Sus caras quedaron demasiado cerca.

–Pero lo lograste– le recordó con toda intención.

Tiernamente, Ariana tomó las mejillas de su marido, y con sus suaves y femeninas manos lo acarició.

–Sin ti no hubiese podido lograr nada–

No hacía falta que dijera más.

Entonces él alzó por completo su enorme cuerpo, la besó y al mismo tiempo la cargó en vilo.

Ariana se sentía una mujer muy afortunada por tener a aquel hombre, pero ella no imaginaba lo que Jack sentía al saber que era su mujer.

Simplemente era indescriptible.

Estaban viviendo la mejor etapa de sus vidas. De eso no les quedaba duda.

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¿Les gustó este cap con salto en el tiempo?

¿Qué tal Ariana y Jack?

¿Aaron?

¿Los demás personajes?





BTW... ¡Ariana se nos casó este fin de semana! Sigo en shock

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