Capítulo 9
Me despierto en mi cuarto y hundo la cabeza en la almohada en cuanto un rayo de lucidez cruza mi mente. "¿En qué estabas pensando Alma?". No me atormenta el hecho de que me acostara con Ezra, sería una estúpida si me arrepintiera de algo que hice de forma totalmente consciente. Lo peor es que volví a huir como una cobarde. Esperé a que se durmiera y simplemente me fui. Me siento en la cama y sujeto mi cabeza con ambas manos. Los recuerdos de las horas con Ezra se empeñan en regresar a mi mente, pero no quiero pensar en ello. Ocurrió y punto. E igual que pasó, puedo olvidarlo.
Me preparo para ir a clase y llego a la cocina justo cuando un mensaje entra en mi móvil. Me siento frente al desayuno que me ha preparado María y al abrirlo no puedo evitar resoplar sonoramente. "Deja de huir". Escueto pero directo. No le hace falta decir nada más para hacer que me sienta mal por no dar la cara.
-¿Qué ocurre niña? Parece que has visto un fantasma.
-Nada importante María. -Dejo el teléfono de lado y doy un apresurado trago al zumo-. Es que me gusta complicarme la vida.
Ella con su sexto sentido de siempre y oliéndose que el asunto va de amores, se sienta a mi lado presurosa.
-¿Quién es el chico?
-Quien te ha dicho que sea un chico o que haya un chico o... -respondo nerviosa.
-¿Es una chica? -pregunta con interés.
Doy varios sorbos al café antes de contestar.
-No, es un chico. Pero no es nada.
-¿No es nada o no quieres que sea nada? Son dos cosas muy diferentes cielo.
Qué puntería tiene, parece que me está leyendo la mente.
-Ni es, ni quiero que sea. El problema es que cada vez que pienso que lo tengo controlado se me va de las manos.
Se ríe suavemente.
-Eso es no tenerlo controlado.
-Sí, bueno, estoy en ello.
-¿Y no sería más fácil que dejaras de poner muros entre ese chico y tú?
Una imagen de esta noche cruza mi mente. Hasta ahora no se me ha dado muy bien eso de poner muros.
-María... yo no estoy en un momento en el que pueda querer a nadie... necesito tiempo.
Se pone de pie con prisa y vuelve a su tarea pero algo la hace dudar. Se da la vuelta y amenazándome con su dedo índice me suelta:
-Puede que me equivoque, pero yo creo que precisamente lo que necesitas es justo esto que te está pasando. Alma, sé que ahora piensas que eres muy adulta con tus 19 años, pero yo, desde mi edad y mi experiencia te diré que te queda mucho por vivir, bueno y malo y que dejes pasar los días, por miedo... ay mi niña ¡no sabemos lo que pasará mañana! Solo que hoy estamos en el mundo y este día hay que aprovecharlo.
Al acabar su discurso, se gira de nuevo y continúa pelando las patatas con energía. Soy incapaz de rebatir sus palabras, así que me concentro en dar los últimos bocados a mi desayuno, soltar un escueto "adiós" antes de coger mis cosas y salir pitando para no perder el bus.
Cuando acaba la mañana y por fin puedo escapar de la interminable hora de pintura en la que he tenido que soportar la mirada de Ezra atravesándome, Oli me detiene intrigada.
-¿Qué os pasa?
-¿A quién? -Intento disimular.
Ella pone los ojos en blanco.
-No te hagas la tonta. A Ezra y a ti. No creo que haya una sola persona en clase de pintura que no haya notado la tensión que había entre vosotros dos.
Realmente esperaba que no hubiera sido tan evidente para los demás. Cruzo los dedos deseando que solo a ella le haya llamado la atención su actitud hacia mí.
-No es nada -respondo vagamente.
Durante un instante me mira a los ojos buscando algo en ellos y por su expresión de sorpresa sé que ha llegado a su propia conclusión.
-¡No me fastidies! ¡Te lo has tirado! -Se le escapa una carcajada mientras me da un suave golpe en las costillas con el codo.
Está claro que con ella no tiene sentido mentir.
-No lo digas así, tía. Y ha sido un momento de debilidad, nada más.
-¡Y nada menos! Ja, no sé por qué lo llamas "momento de debilidad". ¿Acaso no querías acostarte con él?
Oli y su forma de ver las cosas.
-Lo que quería en ese momento era no pensar y me pareció una buena forma de desconectar.
-¿Y cuál es el problema ahora?
La miro con curiosidad, es peor que una psicóloga, ahondando con sus preguntas.
-Me fui en mitad de la noche sin decirle nada y Ezra tiene la sensación de que no hago más que huir de él.
-Te das cuenta... eres una arpía -dice entre carcajadas-. Le utilizas para olvidar tus penas y después le dejas tirado. ¡Seguro que nunca le ha pasado nada igual!
-Pues no le veo la gracia. No quiero que crea que trataba de aprovecharme de él.
Nos sentamos en la parada del autobús y durante un par de minutos guardamos silencio.
-¿Y a ti te gusta? -suelta de sopetón. Seguro que llevaba los dos últimos minutos pensando cómo preguntármelo y al final ha decidido dejarse de tonterías.
-No lo he pensado porque no quiero que me guste. Ya sé que dirás que soy una tonta pero es que no estoy para nada en "ese" momento. No quiero una pareja, no quiero sentir nada por otra persona... así de fácil.
Me doy cuenta de que llevo todo el día dando explicaciones acerca de lo mismo y me pregunto si los demás se creen mis palabras cuando no me las creo ni yo misma. Espero que a base de decirlo tantas veces llegue a convencerme de ello.
Veo a Oli negar con rotundidad.
-No cuela.
-Lo digo en serio Oli.
-Que prefieres que no te guste es una cosa, que no te guste es otra. Y me parece que estás haciendo un enorme esfuerzo por frenar eso que empiezas a sentir aquí dentro. -Me da unos golpecitos con el dedo índice a la altura del corazón.
La observo con la sensación de estar mirando a una María en joven, pues parece que ambas se han puesto de acuerdo en su discurso. Esto no me está ayudando nada.
-¿Cuándo te has vuelto tú tan sabia?
-He bebido poco este fin de semana y tengo las neuronas despiertas. ¡Tiene que ser eso! -dice entre carcajadas-. Aunque, también te diré que me parece perfecto que te lo tires por el simple placer de hacerlo. No siempre tiene que haber amor por medio, ya lo sabes. Es solo que te miro a los ojos y veo algo más cuando hablas de él.
-Se me pasará.
Mira por encima de mi hombro y me hace un gesto con la barbilla.
-Por lo pronto, hazte a la idea de hablar con él porque viene hacia nosotras.
Maldita sea mi suerte. ¿No podía haber llegado el bus ya? Ahora no tendré más remedio que explicarme. Solo quería un día para poder pensar un poco en todo esto, pero ni eso se me concede.
Me giro y veo que mantiene el mismo gesto que en clase de pintura. Le estoy complicando la vida, de eso no hay duda.
-Hola -nos saluda-. ¿Podemos hablar a solas?
Mantiene la mirada fija en mí, esperando una respuesta, sin embargo Oli decide por nosotros.
-Mira, ya llega el autobús. Yo os dejo -le lanzo una mirada asesina pero no resulta-. Luego te llamo Alma.
Y sale corriendo. Regreso la vista a Ezra que no ha apartado los ojos de mí.
-¿Y bien? -digo totalmente abochornada.
-¿Tienes prisa? -ante mi negativa echa a andar-. Demos un paseo entonces.
Le alcanzo y me sitúo a su lado, manteniendo la distancia justa para que nuestros brazos no se rocen. Me lleva entre calles que no conozco pues hasta ahora siempre he hecho el trayecto en autobús y si le diera por desaparecer, sería incapaz de llegar a mi casa. Eso me hace pensar que va siendo hora de que comience a conocer la ciudad en la que ahora vivo.
Miro a Ezra de reojo, camina despreocupado, con las manos en los bolsillos pero su expresión sigue siendo tensa. No se le da muy bien disimular. Y a mí me resulta incómodo este silencio, sin embargo, teniendo en cuenta que yo soy la culpable de esta situación, lo menos que puedo hacer es aguantarme hasta que él esté dispuesto a hablar.
Para mi sorpresa y después de varios cambios de dirección, llegamos al puerto. Se encamina hacia The Bounty y yo no puedo evitar preguntar.
-¿Qué hacemos aquí?
-Comer.
Una respuesta escueta que no da lugar a que añada nada más. Al llegar a la puerta me hace un gesto para que le espere mientras él entra en la cocina. Miro las mesas de la terraza, abarrotadas de gente que come y charla animadamente. Las del interior también están ocupadas. Me planteo coger sitio en la barra pero entiendo que si su idea fuera comer ahí, me lo hubiera dicho. Estoy en lo cierto. Le veo salir con una bandeja de cartón y un par de cervezas.
-Lleva tú esto -me dice pasándome las bebidas-. Vamos.
Le sigo por el muelle y cogemos el acceso que baja a la playa. Caminamos hasta estar a escasos metros del agua y soltamos nuestras cosas en la arena. Me siento a su lado y él no duda en coger un perrito caliente de la bandeja y pasármelo.
-Lleva de todo, espero que no te importe.
Me resulta curioso que ni siquiera me haya preguntado si me gustan los perritos, pero ha tenido suerte. No soy de las que hago ascos a la comida, así que doy un generoso bocado como respuesta. Ezra esboza una pequeña sonrisa y comienza a comer el suyo. Miro la fuente llena de patatas fritas y me alegro de que esta vez no estén acompañadas de la salsa picante. Cojo un par de ellas con los dedos y no dudo en chuparlos para quitarme los restos de sal. Cuando levanto la vista, su mirada hace que me sonroje.
-Deja de mirarme así -le digo sin cortarme.
-Lo siento. No puedo evitarlo y más si haces esas cosas -reconoce.
-No lo he hecho con esa intención.
Ezra se ríe mientras niega con la cabeza.
-Eso no tiene que ver para que mi mente sea capaz de imaginar ciertas cosas.
Doy un trago a la cerveza para intentar quitarme el calor de encima. Le miro intentando averiguar en su mirada qué se esconde detrás.
-Yo te gusto... -digo sin querer.
-¡Qué aguda! No sé cómo has llegado a esa conclusión... -frunce el ceño ligeramente.
-No, quiero decir... que no entiendo por qué te gusto. ¿Es porque soy un reto para ti? De verdad, tiene que ser eso, porque si no, no lo entiendo.
-No creo que debas entenderlo, basta con que yo lo tenga claro, ¿no?
Tiene razón. Yo soy la que nunca quiero hablar y ahora le estoy pidiendo que me explique por qué le gusto. No es justo.
-Por supuesto que no tienes que decir nada. Era más una reflexión mía que una pregunta. No me hagas caso, últimamente pienso en voz alta.
-Tengo la sensación de tratar con dos personas distintas, Alma. Hay una, que mide cada gesto, cada palabra, que reprime todo sentimiento y que eso mismo es lo que le hace estar bloqueada. Y luego hay otra, esa a la que se le ilumina el rostro cuando pinta, que se sonroja al sentirse observada y que es capaz de volverme loco en una sola noche. El problema es que quieres que gane la batalla la primera. Alma, ¿por qué te da miedo vivir?
Noto un nudo en la garganta que me impide tragar. Miro al mar mientras peleo contra mi propio cuerpo para no empezar a llorar. ¿Por qué Ezra es capaz de ver exactamente como soy? ¿Por qué sabe que soy yo la que me empeño en bloquear todo sentimiento, toda posibilidad de salir adelante? Pasan los minutos y el silencio que nos envuelve me está asfixiando.
-¿Te gusta el mar, Alma?
Le miro desconcertada por el cambio de tema.
-Me gusta... -balbuceo- pero le tengo miedo.
-¿De verdad?
-Sí, es algo bastante reciente. Desde que comencé a tener ansiedad. Tengo miedo al agua, a estar en un supermercado abarrotado de gente, a conducir... prácticamente a cualquier cosa que genere estrés.
Ezra me mira extrañado.
-¿El agua te genera estrés?
-En realidad, es la posibilidad de ahogarme la que hace que me ponga nerviosa. He conseguido controlar mi ansiedad a base de evitar todo ese tipo de cosas.
Ezra me señala las olas.
-¿Y qué vas a hacer? ¿No volver a entrar en el agua?
-Puede...
No estoy muy convencida, pero tengo claro que a día de hoy no me veo capaz de hacerlo. Ezra se pone de pie y prefiero no imaginar lo que está pensando. Me tiende la mano.
-Ven, vamos.
-Ni de coña.
Pone los brazos en jarras para enfatizar su desaprobación.
-Venga, no voy a permitir que vivas frente a la playa y seas incapaz de meterte en el agua.
Ante su insistencia comienzo a ponerme nerviosa. No entiende que para mí no es fácil...
-Ya lo he intentado... porque tú me lo pidas no va a funcionar.
-Está bien...
Suspiro aliviada al ver que se da por vencido. Sin embargo, se acerca a mí por sorpresa y me levanta, cargándome sobre su hombro como a un saco. Echa a correr hacia el agua mientras yo pataleo.
-¡Suéltame Ezra! ¿Qué haces?
El agua comienza a salpicarme la cara y cierro los ojos con fuerza.
-Esto es como quitar una tirita. ¡Mejor hacerlo de golpe!
Sigue entrando y cuando las olas le llegan a la cintura me baja pero incapaz de relajarme me agarro a él con fuerza, enroscando mis piernas y brazos a su alrededor, como un gato intentando escapar de una inundación. Ezra lejos de detenerse, me sujeta por la cintura y sigue adentrándose, hasta que el agua nos cubre hasta los hombros.
-Alma, abre los ojos.
Soy incapaz de hacerlo. Mi cuerpo tiembla y no es por la temperatura sino por la angustia que se está apoderando de mí. Sé que es totalmente irracional, pero no puedo evitarlo. Mis lágrimas se mezclan con el agua salada y niego, nerviosa.
-Ey, tranquila. No voy a dejar que te pase nada.
Me abraza con fuerza, intentando calmarme pero no funciona. Mi respiración cada vez es más irregular y temo tener un ataque. Si empieza, no lo podré controlar.
-Sácame del agua Ezra. Por favor -suplico con voz entrecortada.
Algo en mi tono le hace reaccionar, porque no duda en comenzar a moverse hacia la orilla. Siento las olas cada vez más abajo y cuando están a la altura de nuestras caderas, me suelto de él y apoyo los pies en el fondo. Abro los ojos y entre lágrimas enfoco el camino para salir del agua. Doy algún trompicón y cuando él me sujeta del brazo, me aparto de forma brusca.
-Alma, perdona. Yo no...
Está claro que las cosas no han salido como él pretendía. Pero ¿qué esperaba?
-Tú no qué, ¿Ezra? ¿Qué pensabas que iba a pasar? -le grito mientras recojo mis cosas-. Esto no es como en las películas. ¡Tú no vienes a salvarme de nada! ¿Lo entiendes? En la vida real las cosas son más difíciles. Hay veces que las personas están dañadas de verdad y ni el tiempo las cura. ¡Déjame en paz! Búscate otra con la que entretenerte, porque de mí no vas a conseguir nada más que un polvo en un momento desesperado.
Ni le miro a la cara cuando paso a su lado. Estoy enfadada con él por ponerme en una situación así y estar mojada de arriba a abajo, goteando agua y lágrimas solo consigue cabrearme más.
Rato después, intento concentrarme en mis apuntes pero no me resulta fácil. Tras una ducha caliente y un poco de tranquilidad, he llegado a la conclusión de que me he pasado con Ezra. Sigo creyendo que él tenía que haber respetado mi negativa, sin embargo sé que en el fondo solo estaba tratando de ayudar. Lo único bueno que saco de todo esto es que con lo ocurrido, se habrá dado por vencido conmigo y ya no insistirá más. Porque eso es lo que quiero, ¿no?
El móvil vibra y lo miro con curiosidad. Es Oli preguntando a ver qué tal la conversación con él. Le contesto que no puedo contarle ahora, que mañana le explicaré y seguido de su Ok me dice que el sábado hemos quedado con A.J. y sus amigos para celebrar Halloween. Unos litros y luego de fiesta por ahí.
Ni le contesto. No hay nada que me apetezca menos que celebrar una maldita fiesta americana que incluye disfraces en el plan. ¿No tenemos suficiente con los carnavales? Sé que hay muy pocas posibilidades de que me libre, pues Oli es capaz de estar insistiendo lo que queda de semana, pero si algo tengo claro es que no me pienso disfrazar. Mientras eso no sea un problema, no se me ocurre mejor plan para el sábado que ahogar mis penas en ingentes cantidades de alcohol. Además A.J. y su grupo son gente estupenda con la que se puede hablar de temas interesantes.
La idea de que Ezra pueda estar incluido en el plan cruza mi mente y me demuestra que no soy capaz de estar más de cinco minutos sin pensar en él. De verdad, tengo que desintoxicarme de una vez. Pero en contra de mi propia decisión, cojo el bloc de dibujo y comienzo a dibujar su rostro.
Sin darme cuenta paso las dos siguientes horas concentrada en su retrato. Me peleo con las líneas de su nariz durante un buen rato, hasta que consigo que se parezca a la suya. Solo quien alguna vez ha dibujado de memoria sabe cuán difícil es encontrar qué es lo que falla en tu boceto. Hay veces que son las cejas, o la forma del mentón, la profundidad de la mirada o como en este caso la nariz. Una pequeña modificación, muchas veces ridícula, hace que no termines de verlo y cuando por fin descubres qué era lo que no encajaba, respiras aliviada.
Repaso los rasgos y remarco las líneas que me interesa destacar. Difumino con el carboncillo y hago el sombreado. Repaso de nuevo algunos trazos para dar más profundidad y cuando por fin miro mi obra acabada me echo a llorar. No por Ezra, sino porque este es el primer dibujo que hago sin que sea copiado de un modelo. Este ha salido de mí.
Cuando bajo a la cocina me encuentro a mi padre calentando en el horno una lasaña de verduras que María ha dejado preparada.
-Llegas justo a tiempo -dice sin mirarme mientras observa el interior del horno.
Sin decir nada, voy colocando los platos, cubiertos y vasos en la isla. Saco la jarra de agua de la nevera y espero pacientemente a que el horno pite.
-Deja, me encargo yo -digo a todo correr al ver las mañas de mi padre para manejarse en la cocina -. No quiero tener que llevarte a urgencias con una quemadura grave.
Mi padre se ríe y se sienta a la mesa. En dos minutos he servido ambas raciones y me coloco a su lado, dispuesta a hincarle el diente a la suculenta lasaña. Huele realmente bien.
-Deberías saber manejarte en la cocina, no tienes ni idea -le reprocho.
Él se encoje de hombros.
-Tienes razón, pero con María me he malacostumbrado.
Entiendo que una casa tan grande necesita de alguien que se ocupe pero no sé cómo con el tiempo que mi padre lleva solo no ha aprendido a apañárselas.
-¿Tantos años lleva aquí?
El silbido que escapa de sus labios me hace entender que así es.
-Cuando me mudé aquí con Marco para abrir el bufete, alquilamos un apartamento, pero estábamos tan ocupados buscando clientes que comíamos casi siempre fuera de casa y las pocas veces que no era así lo solventábamos con comida precocinada. Vamos, peor que cuando era un estudiante. Por suerte el negocio comenzó a funcionar en pocos meses y antes del año ya habíamos comprado nuestras respectivas casas. Un cliente me recomendó a María, ya que él y su familia estaban a punto de mudarse al extranjero y ella iba a perder su trabajo. Me dijo "no encontrarás otra como ella. Es capaz de llevar una casa con cinco hijos. Imagínate lo fácil que será para ella ocuparse de la tuya".
Por eso se la ve tan cómoda toda la mañana de aquí para allá. Con los años que lleva, para ella esta es su segunda casa.
-Hablando de Marco...
En cuanto nombra a su amigo, algo me dice que lo que me va a contar tiene que ver también con Michi y que no me va a gustar nada.
-Si tiene que ver con Michelle puedes ahorrártelo.
Mi padre me mira extrañado.
-Van a dar una fiesta de Halloween este sábado y esperaba que fueras conmigo.
Qué puntería. Ya sabía yo que no me iba a gustar. Si ya me parecía mala idea celebrar Halloween con Oli, A.J. y su grupo, aún resulta peor plan una fiesta que incluya a Michi y todos esos niños ricos.
-No creo que sea una buena idea.
-Me gustaría poder presentarte a varios amigos y clientes.
Le miro sorprendida. Quiere presentarme a gente de su entorno, de su trabajo. Siempre pensé que prefería hacer como que yo no existía...
-Verás, Michi y yo no nos llevamos precisamente bien que digamos.
-Pero me dijiste que la otra vez fue bien.
En algún momento me tenía que pillar la mentira.
-Lo dije para que te quedaras satisfecho, pero lo cierto es que intercambiamos unas cuantas palabras feas y cada una se fue por su lado. Para colmo, su novio, intento ligar con Oli.
-Vaya... Marco y yo pensamos que os llevaríais bien.
La carcajada que se me escapa es tan sonora que retumba entre las paredes.
-Ay, lo siento -digo entre risas-. ¿Llevarnos bien? No creo que encuentres a alguien más antagónico a mí en toda la ciudad. Es una arpía.
-No hace falta que hables con ella. Puedes acompañarme a la hora del coctel y después irte con tu amiga Oli por ahí de fiesta.
Me fastidia decirle que no cuando está mostrando tanto interés.
-¿Hay que ir disfrazado?
-Solo si quieres.
-Bien, porque no quiero.
Mi padre esboza una sonrisa.
-Me recuerdas a tu madre.
-¿En qué?
-En lo cabezota.
Por fin he escrito otro capítulo. ¿Qué os ha parecido? Ya sé que seguramente esteis deseperados al ver que la relación de Alma y Ezra no evoluciona pero, acaso alguien dijo que sería fácil. Estoy intentando que la historia resulte creíble y os aseguro que los problemas de Alma no se solucionan así por las buenas. Os contaré que cuando escribí la escena en la que él la mete en el agua a la fuerza de primeras mi idea era que la situación , pero luego sobre la marcha me di cuenta que estaría fallando a la esencia de Alma si eso ocurriera. Que no se os olvide que aunque aún no se sepa, ella oculta algo que no ha superado y mientras eso no suceda no podrá avanzar de verdad.
Si os ha gustado el capítulo, espero que me dejéis vuestro voto y si queréis comentar alguna cosa, estaré encantada de charlar con vosotros.
Mil gracias por leerme. Besitosss
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