Capítulo 24
Los días pasan volando desde que voy al hospital. Es como si estar rodeada de todos esos niños me llenara de energía y de ganas de vivir. Supongo que su entusiasmo es contagioso y realmente no sé si yo les hago bien a ellos, pero para mí son la mejor terapia.
Todos me notan cambiada, incluso María que me observa pensativa mientras desayuno.
—Mi niña, de verdad que pareces otra.
Le sonrío mientras doy un sorbo al café.
—Ay María... es que quién me iba a decir que lo que me hacía falta era un grupo de niños revoltosos.
—Ahora solo te queda arreglar las cosas con el muchacho este y listo.
La miro extrañada, no esperaba que Ezra surgiera en la conversación y más cuando tanto ella como mi padre saben que es un tema del que no quiero hablar.
—No hay nada que arreglar.
—Pero tú le quieres, cielo. ¿Por qué renunciar a él cuando sabes que siente lo mismo?
Apoyo la taza, malhumorada.
—¿A qué viene esto María? ¿Habéis estado hablando tú y mi padre de esto?
Ella se acerca y se apoya en la encimera a mi lado.
—Lo único que hacemos es preocuparnos por ti. No puedes culparnos por eso. Mira, no sé qué es lo que te da tanto miedo pero si continúas así, al final vas a perderle. Y llegará un día en el que te arrepientas de no tenerle a tu lado. Hazme caso. Creo que la edad me da un plus de experiencia que tú no tienes.
Por más que lo pienso, no sé cómo explicárselo en pocas palabras. Es difícil contar cómo te sientes y más cuando no tienes costumbre de hablar de ello.
—No quiero quererle, porque si luego, por algún motivo me falta, no podría soportarlo.
—Y entonces ¿cuál es tu solución? ¿Estar sola para siempre?
—Más o menos. O simplemente tener relaciones esporádicas que no me impliquen emocionalmente.
Sé que no suena convincente porque María entrecierra los ojos como si así pudiera leer algo escondido en mi mente.
—¿Te das cuenta de lo imposible que es eso? Tienes miedo de implicarte por si sucede algo. ¿Y tu padre? ¿O tu amiga Oli? ¿Acaso a ellos no les quieres? ¿No sufrirías si les ocurriera algo? ¿Crees que yo no sufriría si algo le sucediera a mi marido o a alguno de mis hijos? Por supuesto, pero no pienso en ello a cada momento porque me resultaría imposible vivir así. Simplemente disfruto de cada día con ellos. Y nada más. Lo que venga, vendrá.
Bajo la mirada hasta la tostada al entender lo que dice. Tiene razón, ¿acaso no sería duro perder a mi padre ahora que nuestra relación se ha vuelto más estrecha? ¿No es un riesgo que he de correr? Está visto que es imposible que me aleje de todos y todo. Es lo que intenté cuando llegué aquí y está claro que no lo he conseguido. ¿Por qué entonces me comporto diferente con Ezra? ¿No debería estar dispuesta a correr el mismo riesgo a cambio de disfrutar de una relación con él?
Paso el resto del día dando vueltas a la conversación con María, desde el primer día que pisé esa casa, ella siempre ha estado dispuesta a decirme las verdades a la cara, sabiendo que lo que yo necesitaba era justo eso: alguien que me hablara claro. He valorado cada uno de sus consejos hasta ahora y no paro de pensar en lo que me ha dicho esta mañana. De todas formas a estas alturas, no solo se trata de que yo quiera, también Ezra tiene que querer y creo que él ya ha pasado página. Resoplo mientras observo la calle a través de la ventanilla del autobús. Voy camino del hospital y sé lo que me voy a encontrar: su indiferencia. Soy consciente de que yo busqué esta situación, pero no estaba preparada para que me mirara sin interés, ni para que su sonrisa se mostrara en contadas ocasiones. Me trata de forma cordial y educada, pero a día de hoy puedo decir que no somos ni amigos. Ya no nos contamos las cosas, no pasamos más tiempo juntos que el necesario y parece que esta situación, no tiene vuelta atrás.
Como de costumbre subo directamente a la habitación de Alicia. Primero me gusta pasar un rato con ella y después ya, me acerco al salón a ayudar con las actividades. Golpeo la puerta y me extraña que nadie responda al otro lado. Qué raro. Me tomo la licencia de abrir pensando que quizás Alicia esté dormida y su madre haya aprovechado para ir a tomar algo a la cafetería, pero al entrar, me encuentro la habitación vacía. La cama no está, solo las butacas, la mesilla y la mesa que suele utilizar para comer y dibujar, continúan en su lugar. Un mal presentimiento me sacude y sin pensar, cierro la puerta y corro al salón en busca de Ezra. "Puede que solo se la hayan llevado a hacer alguna prueba rutinaria, puede que solo sea eso", pienso mientras miro en el interior de la sala. En cuanto mi mirada se cruza con la de suya, sale al pasillo.
—¿Dónde está Alicia? —Noto el temblor de mi voz pero no puedo controlarlo.
—¿No has leído mis mensajes? —me pregunta con gesto serio.
Saco el móvil del bolso y veo el icono parpadeando en la parte superior.
—No me he dado cuenta, lo llevaba sin volumen. ¿Qué ha pasado? Dime que está bien, por favor.
Aunque no quiero pensar en las posibilidades, tengo pánico a que sean malas noticias. No estoy preparada para perder a Alicia, no estoy preparada para perder a nadie más.
Ezra me sujeta de los brazos, creo que intentando calmarme pero hasta que no empiece a hablar, eso no va a ser posible.
—Tranquila. Está bien.
Un sonoro resoplido escapa de mi boca.
—¿Qué me he perdido entonces?
—A ver... esta noche tuvo una parada respiratoria. Consiguieron reanimarla y está en cuidados intensivos. Al parecer tiene una infección interna que deben tratar con urgencia y por tanto permanecerá aislada en cuidados intensivos, hasta que se recupere. Tú mejor que nadie sabes lo fácil que es, que esto ocurra con las defensas tan bajas.
Sin darme cuenta, rompo a llorar. Por suerte, Ezra no se lo piensa y me envuelve entre sus brazos sin importarle que le empape la camiseta.
—Lo siento, no puedo evitarlo. Por un momento pensé que ella había... —Ni siquiera soy capaz de decirlo —. Ay Ezra, no creo que pueda soportar que le ocurra algo a ninguno de ellos. No es solo Alicia, si cualquiera de estos niños no lo superara...
—No pienses en eso, puede suceder o no y lo afrontaremos llegado el momento, no antes... No les niegues tu amistad ni tu tiempo, es lo mejor que puedes hacer por ellos. Es lo que necesitan. Y creo que tú también.
Odio que todos sepan lo que me conviene mejor que yo misma, sin embargo sé que no puedo discutirle. Me seco las lágrimas y me separo de él a regañadientes.
—¿Puedo visitarla?
—Aún está sedada, pero seguro que Marian agradecerá que te pases por allí. ¿Vamos?
Cuando horas después, estoy de nuevo sentada en el autobús camino de casa, aún intento desprenderme del malestar que me ha producido verla detrás del cristal con un aspecto tan frágil. Hablar con su madre, tampoco ha ayudado, ya que en cuanto me ha visto, me ha abrazado y se ha deshecho en lágrimas. Al contarme el difícil momento por el que pasó cuando vio que su hija se quedaba sin respiración, no he podido hacer otra cosa que entenderla. Sé lo que es tener ese miedo continuamente, a cada momento del día.
Finalmente he conseguido que se relaje un poco, quizás hablarme de cómo se ha sentido, le ha ayudado a dejar ese momento atrás y ambas hemos prometido centrarnos en que se recupere lo antes posible.
Según los médicos, tendrá que estar como mínimo una semana aislada, hasta que sus niveles se estabilicen y mejoren sus defensas. He pensado en darle una sorpresa cuando regrese a su habitación y para eso, tengo que quedar con A.J. y hablar con él. Seguro que no tendrá problema en echame una mano con mi idea...
Me froto las manos, nerviosa. Apenas hace una hora que Ezra me avisó de que trasladarían a Alicia de nuevo a planta y yo miro la pared con dudas. Al final, el aislamiento se alargó durante dos semanas, quince largos días, en los que la visité con asiduidad mientras tejía mi plan. Cuando se lo conté a A.J. estuvo más que dispuesto a ayudar y por supuesto eché mano también de Ezra y del resto del grupo. Todos colaboraron hasta dar forma al enorme lienzo que cubre ahora la pared de la habitación de Alicia. Solo espero que a ella le guste...
—Le encantará —afirma Ezra a mi lado observando cada centímetro del mural—. Estoy pensando si no lo podrías aprovechar como trabajo de clase...
—Sabes que no lo he hecho con ese fin, ha sido por ella.
Siento su mirada sobre mí y me giro extrañada.
—¿Te das cuenta de lo mucho que has cambiado las últimas semanas? ¿Dónde quedó eso de que no eras buena compañía y eso de que no te implicabas con nadie y...?
Le corto para que no siga.
—Lo de Alicia es distinto. Bueno, lo de todos ellos. Es tan injusto que tengan que pasar por esto, que si puedo darles algún momento de felicidad, lo haré.
—Es genial que pienses así, de verdad.
La puerta se abre interrumpiendo nuestra conversación y uno de los enfermeros de planta entra arrastrando con él la cama de la joven. Sus padres van conversando con ella, por lo que en un primer momento, no se fija en la pared. Sin embargo en cuanto la cama ocupa su lugar y esta levanta la vista, sus ojos se engrandecen y un gesto de sorpresa llena su rostro.
—¡Oh, Dios mío! ¿Qué es esto? Es maravilloso...
Me acerco a su cama y ella se apresura a cogerme la mano.
—Te hemos traído una parte de bosque —respondo.
—Los árboles... son increíbles. Y las hadas, son... como mis dibujos, pero ¡aún mejor! —Se enjuga las lágrimas con la mano libre y siento que yo también voy a echar a llorar.
Le doy una palmadita cariñosa en el brazo.
—Que sepas, que han colaborado un montón de personas en este mural y lo bueno es que el día que dejes el hospital podrás llevártelo a casa.
—Muchísimas gracias, Alma. Esto no lo voy a olvidar nunca.
Ver su sonrisa es la mayor recompensa que podía conseguir.
—Ahora lo que tienes que hacer, es cuidarte. No quiero que nos vuelvas a dar otro susto como este.
—Lo haré, te lo prometo.
Oigo ruido de voces y sé que son algunos de los pequeños que quieren asomarse a saludar a Alicia y ver el mural.
—Creo que tienes visita, no les hemos dejado entrar antes para que no se fueran de la lengua y están deseando ver lo que nos traíamos entre manos.
Ezra y yo salimos de la habitación, mientras varios niños se cuelan entre nosotros y escuchamos las exclamaciones de sorpresa, antes de alejarnos por el pasillo.
—¿Te vas a quedar un rato más? —me pregunta.
—No puedo —digo mirando la hora en el móvil—. He quedado y...
Al levantar la vista, veo a Raúl que acaba de salir del ascensor y me hace un gesto de saludo con la mano. "Mierda" pienso al instante, sabiendo que no puedo evitar lo inevitable. Miro a Ezra de reojo pero, aunque le ha visto, nada en su gesto cambia.
—Hola —saluda al llegar a nuestra altura—. Ya sé que habíamos quedado en la entrada, pero tenía curiosidad por ver el lugar en el que pasas tantas horas. Soy Raúl, tú debes ser Ezra.
Le tiende la mano y este se la estrecha. Yo miro a uno y a otro, sin saber muy bien qué decir. Me siento mal por el hecho de que Ezra sepa que es con Raúl con quien había quedado, sin embargo, me fastidia aún más tener ese pensamiento, porque para empezar a él parece no importarle.
—Hola —saluda amable—. Bueno, os dejo para que le enseñes un poco todo esto. Encantado de conocerte.
Ezra se aleja y Raúl no tarda en comentar.
—Qué chico tan agradable.
—Así es él —respondo con cierta rabia pues en el fondo me hubiera gustado ver alguna reacción por su parte, como la de la noche de San Valentín, por ejemplo, cada vez tengo más claro que para él yo ya he pasado a la historia. Noto cómo esa verdad me sacude y me muerdo el labio para evitar ponerme a llorar como una tonta delante de Raúl —Vamos, ya que estamos, quiero que conozcas a Alicia.
Rato después, estamos en un bar del centro tomando unas cervezas, que era para lo que habíamos quedado. Le observo mientras me cuenta los últimos días en el bufete y me pregunto, qué hago ocupando mi tiempo con un chico por el que no siento nada. Y lo más importante, por qué le hago perder el tiempo a él. Hemos quedado unas cuantas veces y aunque nos hemos divertido, sé que él espera de mí más que yo de él. Por supuesto, mi intención al aceptar volver a salir, era olvidarme de Ezra, sin embargo no he conseguido que mi actitud cambie hacia Raúl.
Estoy tan centrada en mis pensamientos que no me doy cuenta de que exhalo un sonoro suspiro.
—Ya sé que mis aventuras como abogado en prácticas no son apasionantes pero esperaba un poco más de entusiasmo.
Me noto enrojecer hasta las orejas, al ser pillada de un modo tan descarado.
—Lo siento, no es culpa tuya. Tengo muchas cosas en la cabeza y me he despistado.
—¿Algo en lo que te pueda ayudar?
Si es que es un cielo.
—Ojalá pudieras. Gracias de todas formas.
Justo en ese momento, aparece Lara, una de sus compañeras de la oficina y se acerca sonriente.
—¡Hola chicos! Tomando unas cervecitas, ¿eh? —Nos guiña un ojo—. No habréis visto a Marisa o Michelle por aquí...
Al oír el último nombre, una alarma salta en mi cabeza.
—¿Michelle? ¿La hija de Marco?
—La misma.
Arqueo las cejas molesta. No hay mejor forma de fastidiar una agradable velada que coincidir con semejante arpía.
—Uy, me parece —sentencia Lara— que las hijas de los jefes no se llevan muy bien. ¿Por qué será que no me extraña?
—¿Qué quieres decir?
—Pues que tú eres una tía de lo más maja, pero Michelle es un bicho de mucho cuidado. Es una pena que Marco tenga una hija tan impresentable.
Ahora sí que estoy alucinada.
—Pero habéis quedado con ella... —La verdad es que no entiendo nada.
—Por no llevar la contraria al jefe. Marisa es la que mejor se lleva con ella, porque también es una pija de cuidado y tienen amistades en común y tal. Pero con nosotros nada de nada. ¿Verdad Raúl?
—No seas mala, Lara.
Esta se ríe.
—¿No le has contado a Alma que incluso saliste con ella?
Ahora la que me río soy yo. No puedo imaginarme a dos personas tan distintas, saliendo juntas.
—No me lo creo. ¿De verdad?
—Fue por insistencia de Marco y solo ocurrió una vez. Ella no tenía pareja para ir a una fiesta y bueno... por suerte, parece que ahora ha encontrado a alguien perfecto para ella.
Me recorre un escalofrío solo de recordar al idiota de Nicolás. Ojalá duren muchos años, pienso. Siempre será mejor que se aguanten entre ellos que el hecho de que otros les tengan como pareja.
—¿Y de qué hablaste con ella? —pregunto con curiosidad.
—Pues... bueno, la verdad es que casi todo el tiempo habló ella...
Lara y yo nos miramos y soltamos una carcajada al unísono. Tuvo que ser una cita digna de ver.
—Creo que es momento de que me retire. Lo último que quiero es toparme con Michelle. —Raúl hace amago de levantarse, pero le freno—. Quédate si quieres, aún puedes tomarte unas cuantas cervezas más con ellas.
Sin hacer caso de mis palabras, se pone de pie.
—De eso nada. Pienso acompañarte, a menos que esto fuera una estratagema para escaquearte también de mí...
Me siento culpable por haber podido dar esa impresión.
—¡No! Para nada... ¿vamos entonces?
Nos despedimos de Lara y salimos del local.
—¿Un paseo en vez del bus? —propone.
—Me parece bien.
Echamos a andar el uno al lado del otro sin hablar, el silencio no me incomoda, sin embargo hoy, preferiría hablar de cualquier tema para no seguir pensando en Ezra.
—¿Cómo es que no te llevas bien con Michelle?
Le miro agradecida de tener algo sobre lo que hablar, aunque sea de la estirada de Michi.
—El mismo día que nos conocimos, dijo que la mayoría de los artistas son unos muertos de hambre. Es una buena forma de romper el hielo con alguien que estudia arte, ¿no?
Raúl parece totalmente sorprendido, aunque no tarda en soltar una carcajada que se me contagia.
—¡Esa tía es única! A mí me dijo que yo no era más que otro lameculos de su padre.
Nos reímos de buena gana y cuando por fin consigo parar me duele la tripa.
—No sé por qué nos hace tanta gracia, una persona así es un peligro para la sociedad. —Cuanto más sé, más me alegro de no tratar con ella.
—Por eso me sorprendí cuando te conocí. Di por hecho que si Michelle era así, la hija del otro jefe, sería por el estilo.
Gracias a Dios, soy todo lo opuesto a ella.
—Para empezar, yo no me he criado en un ambiente como el suyo. Eso ya marca una gran diferencia. Michi está acostumbrada a conseguir lo que quiere, cuando quiere.
Raúl tuerce el gesto, contrariado.
—Yo siempre he tenido que trabajar para tener lo poco que tengo. No sé lo que es eso de chasquear los dedos y obtener cualquier cosa.
—Ya somos dos. Pero, ¿te cuento un secreto? Te aseguro que ella no es más feliz que los demás.
Me mira unos segundos y me incomoda saber que está pensando sobre mí.
—Tienes razón. Oye, Alma... yo... necesito saber algo.
No me gusta el tono que acaba de utilizar, pero creo que no tengo forma de escapar de la conversación.
—Dime.
—Creo... creo que a estas alturas, sabes que me gustas. Necesito saber si tú... puedes verme como algo más que un amigo. Es decir, la situación entre nosotros no va a cambiar, sin embargo, me gustaría saber si hay posibilidad de ir más allá o no. Es algo a lo que no quiero seguir dándole vueltas inútilmente, y la única forma de solucionarlo es que tú me respondas.
Me quedo quieta valorando sus palabras. ¿Qué puedo decirle? ¿Que sí? ¿Intentarlo sin saber si algo bueno va a salir de todo esto? Irremediablemente pienso en Ezra. ¿A quién quiero engañar?
—Yo... no quiero mentirte. He estado hasta hace poco con alguien y lo dejé, precisamente porque no quería que se convirtiera en una relación seria. No puedo ofrecerte nada y lo siento. Lo siento porque eres un chico estupendo, que te mereces alguien que te corresponda al mismo nivel y eso es algo que yo no puedo hacer.
Veo un destello de tristeza en sus ojos y me siento mal, aunque sé que he hecho lo que debía.
—Gracias por ser sincera —dice mientras nos ponemos de nuevo en marcha—. ¿Puedo preguntarte algo más?
—Supongo.
—¿El chico es ese tal Ezra?
Abro los ojos por la sorpresa y una leve sonrisa se dibuja en sus labios.
—¿Por qué crees que es él?
—Hoy, cuando os he visto en el hospital... no sé... la actitud de ambos, la energía que se respiraba a vuestro alrededor... Además, aunque ha sido de lo más amable, había algo en su mirada que me ha hecho pensar que no le ha hecho ninguna gracia saber que habíamos quedado.
¿Acaso ha notado Raúl algo que yo misma no he sido capaz de ver?
—Creo que te equivocas, Ezra no tiene ningún problema con lo que hago o dejo de hacer. Y mucho menos con quien quedo.
—Vale, estaré equivocado.
Sé que me lo ha dicho por no crear una discusión al respecto y en realidad se lo agradezco, pues resultaría absurdo insistir con algo sobre lo que no hay forma de saber quién de los dos tiene razón.
Me detengo al llegar a la puerta de entrada y le miro preocupada. ¿Cambiarán las cosas después de esta conversación? Como si supiera lo que estoy pensando, comenta:
—No creas que te vas a librar de mí tan fácil. Espero que sigamos quedando para tomar unas cervezas, o un café, o lo que sea. Es más, hazte a la idea de que la próxima semana te llamaré para quedar.
Le doy un abrazo. Realmente es un gran tío.
—Espero que así sea, no me hagas tener que ir a buscarte. Además, sé donde trabajas, ¡no tienes escapatoria! —le amenazo mientras le doy unos golpecitos en el pecho con el dedo índice.
—Entendido. —Echa a andar y cuando ya ha dado varios pasos se gira y me dice—. Cuídate, ¿vale?
—Tú también.
Entro en casa y poco después estoy ya acostada en mi cama. Me alegro de que las cosas con Raúl estén claras, pues lo último que me gustaría, es hacerle daño después de lo bien que se ha portado conmigo. Sin embargo, me preocupa ver que por mucho que me empeñe, Ezra está presente en cada uno de mis pensamientos. Apenas se ha aplacado la sensación que me produce estar cerca de él y no hago más que pensar en lo mucho que necesito de él, su compañía, sus abrazos, sus besos... Me he empeñado en mantenerme al margen, por miedo a sufrir, pero lo único que he conseguido es no estar con él y ser infeliz, porque por bien que me vayan las cosas, me falta. Y faltarme Ezra, es tener mi vida incompleta.
¡Hola a todxs!
Espero que hayáis disfrutado el capítulo, a pesar del susto de Alicia y a que las cosas con Ezra sigan estancadas. ¿Creéis como ella dice, que a estas alturas, a Ezra le resulta indiferente? Umm... gran pregunta.
Que sepáis que me da un poco de pena Raúl, pero Alma tenía que ser consecuente y actuar de forma correcta. No era justo darle alas si era una relación que no podía funcionar.
Ya sabéis, si os ha gustado, espero vuestros votos y comentarios.
¡Mil gracias por leer! Besitossss
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top