Capítulo 23

—¡Que no Oli! —respondo antes su insistencia—. Te lo he contado un millón de veces ya. Solo fueron un par de besos, nada más. No negaré que si hubiéramos estado en otro lugar, por ejemplo su casa, seguramente hoy tendría más cosas de las que arrepentirme, pero ese momento de debilidad no significa que vaya a volver con él. Porque para volver con él, primero deberíamos haber salido juntos. Cosa que no hemos hecho.

Veo que se ha comido la mitad de la bolsa de patatas que estamos compartiendo, así que se la quito de las manos antes de que no me deje ni una.

—Bueno, que tú no quieras reconocer que salíais juntos es cosa tuya, pero es lo que hacíais. A ojos de todos erais pareja, aunque te niegues a reconocerlo.

—No voy a seguir dándote explicaciones sobre Ezra. Ni siquiera sé por qué te lo conté.

Oli suelta una carcajada.

—No tuviste más remedio, cuando volviste del baño parecía que estabas a punto de caerte redonda y se notaba que algo había pasado. Además, justo antes, había visto volver a Ezra de la misma zona así que solo tuve que atar cabos para saber que habías estado hablando con él. Bueno, hablando y...

Le doy un codazo y ella aprovecha para robarme las patatas de nuevo.

—Menos mal que ya no sustituye a Massini, No soportaría tener que verle en clase de pintura.

—Es lógico, en abril se celebra la exposición en la que expondrán su trabajo de fin de curso los de último año. Ahora tiene que centrarse en acabar lo que sea que se trae entre manos.

¡Abril! Si no queda nada...

—¿Tan pronto?

—¡Aja! Después tienen que realizar prácticas por eso han de terminar las obras antes. Para estar centrados en el puesto de trabajo que les corresponda a cada uno.

Pienso en la escultura de Ezra y me pregunto cómo de avanzada estará. Espero que consiga terminarla a tiempo. Ya me pareció magnífica cuando apenas estaba iniciada y con las horas de trabajo que ha invertido, seguro que merece la pena. Otra cosa será cómo me sienta yo, al verla acabada. Ezra me dijo que solo entonces entendería lo que él ve en mí, sin embargo, después de todo lo ocurrido, no sé si lo que se reflejará será bueno o malo.

Vibra mi móvil en el bolsillo trasero de mis vaqueros y al sacarlo me extraña ver su nombre en la pantalla. Se lo enseño a Oli quien abre mucho los ojos sorprendida. Cuando leo su mensaje me doy cuenta, que no todo en esta vida se reduce a nosotros dos, que hay más cosas y más personas.

—¿Qué dice? —pregunta emocionada.

—Es solo que... —Me siento mal por haber sido tan egoísta y olvidarme—. Alicia, una de las niñas del hospital que conocí, le ha preguntado varias veces por mí. Dije que iría a verla y no lo he hecho. Soy una estúpida.

—¡Oh vaya! Pero estás a tiempo de ir, ¿no? Seguro que ella lo agradece. ¡Mejor tarde que nunca!

Resoplo contrariada. Últimamente lo único que he hecho ha sido pensar en mí misma y he de ponerle remedio cuanto antes.

—Volvamos a clase. Esta tarde iré a visitarla.

De camino al hospital compro un estuche de lápices de dibujo y otro de rotuladores negros de tinta de distintos grosores, además de un cuaderno de bocetos. Lo menos que puedo hacer es llevarle un pequeño regalo...

En el mensaje Ezra me decía que él trabajaría hoy en el hospital y que estaba dispuesto a quedar y acompañarme a ver a Alicia. Agradezco su gesto, teniendo en cuenta nuestra situación y cuando llego a la entrada le veo apoyado en un lateral enfrascado en la pantalla de su móvil. No repara en mí hasta que me detengo frente a él.

—Hola —digo sin mucho convencimiento.

—Hola, ¿vamos? —Se pone en marcha sin esperar mi respuesta y yo le sigo sin rechistar.

Montamos en el ascensor y yo intento recordar el camino entre semajante laberinto de pisos y pasillos.

—Me siento fatal por no haber venido antes.

—En realidad no hubieras podido. Después de la operación ha estado en aislamiento sin poder recibir visitas. Hace justo una semana que está en planta y desde entonces ha preguntado un par de veces ya por ti. Le he dicho que era culpa mía, que no te había dicho que ya se la podía visitar.

Ezra tan amable como siempre. En vez de decirle que no me había acordado de ella, deja que piense que todo ha sido un despiste suyo.

—Gracias, te debo una.

—Me vale con que le dediques un poco de tiempo. Lo necesita. Está harta de sus padres y sus amigas apenas vienen. Necesita... alguien que la anime.

¿Y esa soy yo? A veces creo que no me conoce.

—Pues me parece que no soy una gran elección. No sé si te has olvidado de la facilidad que tengo para relacionarme con los demás...

—No tuviste ningún problema para relacionarte con ella.

Eso es cierto. Resultó de lo más fácil hablar con Alicia. Tener cosas en común también ayudó.

—Hemos llegado —dice señalándome la puerta 512.

No saber lo que me voy a encontrar al otro lado, hace que el miedo me sacuda.

—No sé si voy a ser capaz, verla así me va a recordar a...

Ni siquiera soy capaz de decirlo.

—Ella se encuentra bien y va a estar aún mejor. No tienes por qué preocuparte. —Me mira intentando evaluar si estoy preparada o no. Asiento levemente y respiro hondo para conseguir la seguridad que necesito—. Estaré en el salón del fondo, nos vemos luego.

Le veo alejarse y yo golpeo la puerta antes de que me entren ganas de salir corriendo. Al momento oigo una voz de mujer indicándome que puedo pasar y entro en la habitación sin pensármelo dos veces.

Alicia tiene un cuarto para ella sola y gran parte del espacio está ocupado por la cama sobre la que está tumbada. Una mujer de gesto serio me mira desde la silla que ocupa a su lado y yo trago saliva con dificultad pues por su expresión pienso que no soy bien recibida. En cambio en el momento en que Alicia se da cuenta que soy yo, una enorme sonrisa ilumina su demacrado rostro.

—¡Alma! Has venido. ¡Mama! Es la chica que te dije, la que estudia en la Escuela de Arte como Ezra.

La expresión de su madre se suaviza.

—Hola. Por fin nos conocemos. No te imaginas lo que hemos oído hablar de ti.

—¿Vas a quedarte un rato? —pregunta Alicia con un deje de esperanza en la voz.

Asiento con convencimiento.

—Por supuesto, ¿para qué iba a venir si no?

—Mama, aprovecha a salir un rato, ya ves, estaré entretenida.

La madre la mira resignada, le da un beso en la frente y recoge su bolso. Al pasar a mi lado suelta un escueto "gracias" y nos deja solas en la habitación.

Me acerco a la cama y miro las paredes, llenas de dibujos y fotos de todo tipo.

—No soportaba esas paredes vacías.

—Te entiendo. ¿Son tuyos? —pregunto señalando varios de ellos.

—Sí, sé que podrían estar mejor...

Le hago un gesto con la mano para que no continúe.

—Están genial, no creas que yo dibujaba mejor que tú con tu edad. —Me giro y la miro. Tiene ojeras y está más delgada. Un transplante no es fácil, mucho menos en su caso y la recuperación será lenta y desesperante—. ¿Qué tal te encuentras?

Alicia hace un gesto con la cabeza que parece decir "así, así".

—He tenido momentos mejores. Pero bueno, sé que para tener una vida, he de pasar por esto y eso es lo que me digo una y otra vez. Sin esto, no hay futuro. Así que cada día que paso y estoy más cerca de la recuperación, más cerca estoy de conseguir lo que quiero.

Me asombra la capacidad para entender su situación y la entereza con que lleva su estado. Yo si tuviera que estar meses en una cama, me volvería loca.

—Eres tenaz, eso te ayudará.

—No creas que no tengo días malos, los hay y mucho. Lo peor es que cargo todo contra mi madre que es la que se pasa el día aguantándome. Por eso la he mandado salir un rato. Si es por ella, no me dejaría ni un minuto, pero no es la que está en esta cama y no quiero que tenga que se sienta encarcelada como estoy yo.

Mi madre se comportaba igual. Se sentía mal porque pasara tanto tiempo a su lado y yo lo hacía, entre otras cosas, porque tenía miedo a que le pasara algo en el instante en que no estuviera a su lado. Sin embargo se confirmó que cuando llega el momento de decir adiós no se puede hacer nada por evitarlo.

—Te he traído una cosa.

Veo cómo sus ojos brillan por la ilusión y deposito el paquete en sus manos. Ella rasga el papel con prisa, deseosa de ver lo que hay en su interior.

—¡Oh, madre mía! ¡Me encanta! Podré hacer ilustraciones, esto es material profesional, no es cualquier cosa... por favor, acércate —Agita sus manos hacia ella—, quiero darte un abrazo y tendrás que acortar tú las distancias. Esta nueva pelvis no está por la labor de ayudar.

Me acerco con cierto reparo y ella no duda en abrazarme todo lo fuerte que su cuerpo le permite. Intento evitar por todos los medios, emocionarme pero cuando me separo he de pestañear varias veces para que las lágrimas no escapen de mis ojos.

—La próxima vez que venga, espero que tengas un dibujo para enseñarme.

—¿De verdad vas a volver?

Me encojo de hombros.

—Bueno, has dicho que tienes para unos cuantos días aquí y Ezra dijo que siempre necesitan voluntarios, así que, si te parece bien...

—Eso será estupendo. Mis amigas apenas vienen, se han acostumbrado a hacer su vida sin mí y cada vez les cuesta más sacar tiempo para visitarme. —Su rostro se ensombrece—. Además, creo que les incomoda verme así.

No sé por qué no me extraña.

—Piensa que no saben cómo comportarse contigo. Para ellas es difícil también, porque esta situación es nueva para todos. Nadie está cómodo en un hospital, ni el paciente ni el visitante y aunque te quieran, imagino que se les hará un nudo en el estómago cada vez que atraviesen esas puerta. Pero no es por ti, sino por las circunstancias. Ya verás como el día que regreses a casa, todo volverá a ser como siempre.

Al menos espero que así sea. No me gustaría, que después de todo lo que está pasando, sus amigas no tuvieran un hueco para ella en el grupo.

—Tienes razón.

—Así que lo que tienes que hacer es poner mucho empeño en recuperarte lo más rápido posible. Hacer caso a los médicos, cumplir a rajatabla con la rehabilitación y en cuanto salgas de aquí, ¡a aprovechar cada minuto!

—Te aseguro que lo haré.

Paso un buen rato más con ella, hablando de todo un poco y cuando me despido quedo en visitarla en pocos días.

Al salir de nuevo al pasillo, me encamino hacia el salón del fondo, donde Ezra me ha indicado que estaría. Se oyen voces y me asomo con cuidado como si mi presencia pudiera interrumpir lo que está ocurriendo en el interior. No puedo evitar sonreír al ver el numeroso grupo de niños de todas las edades que ocupan las diversas mesas y realizan actividades de todo tipo. Veo a una de las monitoras del día de la excursión leyendo un cuento a los más pequeños y por fin localizo a Ezra en otra de las mesas haciendo marionetas con materiales reciclados. Parece notar el peso de mi mirada, pues levanta la vista al instante. Se disculpa un momento y se acerca a mí, que me he quedado clavada en la entrada sin atreverme a pasar.

—¿Qué tal ha ido?

—Bien, es una chica genial. —Meto las manos en mis bolsillos incómoda—. Oye... no sé si sigue habiendo posibilidad de echar una mano como voluntaria...

Ezra arquea las cejas sorprendido.

—¿Lo dices en serio?

—Sí, claro... —respondo apurada.

Cuando veo la sonrisa que se dibuja en su rostro no puedo evitar sonreír yo también. Echo de menos su sonrisa, echo de menos hablar con él, lo echo de menos todo...

—Vamos a buscar a Oriol, es el enfermero encargado de los voluntarios de esta planta.

Le sigo hasta la recepción donde Ezra me lo presenta. Es un chico de unos veinticinco con pinta de hiperactivo que no tarda en darme dos besos y pedirme el teléfono para incluirme en agenda. Durante unos minutos me explica cómo trabajan los voluntarios y los horarios que hay disponibles, ya que se trata de que nos repartamos para que de lunes a viernes estemos varios por día. Después de revisar los turnos, decido apuntarme los martes y jueves, pasaré un rato con Alicia y también ayudaré en las actividades comunes.

Nos despedimos de él y le acompaño de nuevo al salón. Antes de entrar, Ezra me coge un instante de la mano y no puedo detener la corriente eléctrica que me sube hasta la nuca. "El cosquilleo" como él dice.

—Creo que es genial que estés dispuesta a ayudar. Vamos. —Tira de mí arrastrándome con él al interior del salón—. Chicos, ¿os acordáis de Alma? A partir de la próxima semana vendrá a pasar tiempo con nosotros. ¿Qué os parece?

No tengo tiempo de reaccionar. Varios de los pequeños viene corriendo a abrazarme y otros me saludan desde sus asientos. Miro a Ezra con una mezcla de pánico e ilusión. La vida está llena de momentos y de elecciones. Y sé que de esto no voy a arrepentirme.


¡Hola a todxs! Espero que hayáis disfrutado del nuevo capítulo. Como veis, cambiamos de tercio y es que no todo en esta novela son Alma y Ezra y su historia de "amor". Es cierto que para Alma es imposible no centrar gran parte de sus pensamientos en lo que ocurre con Ezra, sobre todo al no tener las cosas claras, pero Alicia está ahí para recordarle que las cosas no siempre son como uno quiere y aun así hay que ser capaz de seguir adelante. 

Si os ha gustado el capítulo, espero vuestros votos y comentarios, ya sabéis que me encanta charlar y conocer vuestra opinión de lo que va sucediendo. 

¡Mil gracias por leerme! 



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