Capítulo 11

Camino hacia casa de Ezra con paso decidido. No sé si es muy buena idea lo de pasar el sábado juntos, sobre todo con el humor de perros que tengo desde ayer, pero no me gusta faltar a mi palabra y si dije que no me echaría atrás, no pienso echarme atrás.

Llego a su puerta justo en el momento en que sale por ella y parece sorprendido de encontrarme allí.

—Déjame adivinar... pensabas que no vendría.

Esboza una enorme sonrisa que ilumina su cara.

—Más o menos.

—¿Y bien? —Miro a mi alrededor sin tener las cosas muy claras.

En realidad no sé qué vamos a hacer hoy. Me ha contestado todos los días con evasivas y lo único que he conseguido sonsacarle es que saldremos de la ciudad y que es mejor que lleve ropa cómoda. Me reí al leer el mensaje, claro, como suelo ir tan arreglada, hacía falta decirlo. Le miro de arriba a abajo, observando su camiseta negra de Artic Monkeys, vaqueros oscuros y unas zapatillas de skate. En su línea. Me doy cuenta de que lo mismo pensará él de mí pues prácticamente vamos igual, solo que mi camiseta es de tirantes y llevo un bolso con unas cuantas cosas por si acaso.

—Vamos.

Cruza la calle y se acerca a un coche que mejor estaría en un desguace. Cuando abre la puerta del conductor y me mira, no sé ni qué decir.

—Vamos a ir ¿en esto?

—Oye, no todos tenemos un padre con un Audi.

Ese comentario ha sonado como si estuviera hablándole a Michelle, pero entiendo que mi tono ha podido parecer desdeñoso. Me acerco a la puerta del copiloto y peleo un poco para abrirla.

—Lo digo porque tiene pinta de ir a dejarnos tirados en cualquier momento. Cuando era pequeña, mi madre ni siquiera tenía dinero para mantener un coche. Por suerte, en un pueblo, puedes ir andando a todas partes sin problemas, así que ya ves, incluso este cacharro hubiera sido un lujo para nosotras.

Su gesto se suaviza y me doy cuenta de que he hablado de más. Con él, cada vez me pasa más a menudo. Montamos en el coche y me sorprende que el motor arranca a la primera. Quizás esté en mejor estado de lo que parece a simple vista.

—¿El coche es tuyo?

—No, es de mi madre. Esto es lo que pudo comprar después de que yo estrellara el otro. ¿Sabes? Yo también me acostumbré a ir andando a los sitios.

Nos dirigimos a la salida de la ciudad y entonces recuerdo que aún no me ha dicho el destino.

—¿Me vas a contar de una vez a dónde vamos o esto se trata de un secuestro encubierto?

—Vaya, ahora que lo dices, no sería un mal plan... —me dice sonriendo.

Aprovecho para observarle, ahora que no tiene más remedio que estar concentrado en la carretera. Me doy cuenta de que me parece más guapo que cuando le conocí, pero es lógico, dicen que según una persona te gusta más, tu percepción de su físico, cambia a mejor.

—Bueno, creo que no tiene sentido que siga sin contártelo, ahora que ya no tienes escapatoria. Vamos a Bahía Sur.

Enarco las cejas totalmente sorprendida.

—¿Lo dices en serio?

—Sí, mi mejor amigo vive allí desde hace unos años. Lleva tiempo insistiendo para que le haga una visita y me pareció un buen momento. Así de fácil.

Bahía Sur es la ciudad más grande y próspera de la zona. Comenzó siendo una pequeña ciudad costera, pero en las últimas décadas ha crecido considerablemente. Las empresas más importantes del país tienen sus oficinas allí y se ha convertido en un referente a nivel mundial. Por si esto fuera poco, su pasado arquitectónico hace que además sea un interesante foco turístico que ha potenciado la riqueza de la ciudad.

—Siempre he querido visitarla.

Ezra deja de mirar la carretera y fija sus ojos en mí.

—¿No has estado nunca? ¿Me lo dices en serio?

Vaya, parece como si hubiera dicho algo impensable.

—No, no he estado y te agradecería que continuaras mirando por dónde vas.

—No me lo puedo creer...

—El viaje que hice al mudarme a casa de mi padre es el más largo que he hecho en toda mi vida. Mi madre siempre ha querido ir a Bahia Sur, pero nuestras circunstancias no nos lo permitían.

—Tu madre debe echarte mucho de menos, ¿hablas con ella a menudo?

Me doy cuenta del enorme error que he cometido al nombrarla y pienso como eludir la conversación sin resultar brusca. El día acaba de comenzar y me he prometido a mí misma que intentaría no fastidiarlo.

—No.

Ese monosílabo es lo único que consigo que salga por mi boca. Algo en mi tono le hace dudar.

—¿Qué te ocurre con ella? ¿Estáis enfadadas?

Ahora soy yo la que le observo a él.

—¿De dónde has sacado eso?

—Bueno, verás... he recordado que dijiste que tu madre envió tu solicitud para la escuela de arte con tus dibujos a tus espaldas y por la forma de decirlo me hizo pensar que eso había supuesto un problema entre vosotras.

No quiero seguir hablando de ello, me está costando la vida mantener la calma y en realidad no anda muy desencaminado, así que decido darle la razón.

—Sí, estoy enfadada con ella —Trago saliva con esfuerzo intentando tragar también el nudo que se me está formando en la garganta—. Pero no quiero hablar más de ese tema, por favor.

Asiente tranquilamente.

—Bueno, pero sí me puedes contar cómo es el lugar en el que vivías ¿no?

—¿Por qué quieres saberlo? —No entiendo qué puede tener de entretenido.

—Tenemos dos horas de viaje y me parece que es una buena oportunidad para que me cuentes esas cosas que en otras circunstancias ya te hubieran hecho huir. No creo que te vayas a tirar del coche en marcha.

—Como sigas haciéndome tantas preguntas, igual sí.

Me sonríe con calidez.

—Venga, cuéntame solo lo que quieras.

Me quedo en silencio unos minutos y por más que lo pienso no sé por dónde empezar.

—Buff, es que no sé...

—Vale, te ayudaré. ¿Te gustaba vivir allí?

De esa respuesta no tengo duda.

—Sí.

—¿Por qué?

—Es un lugar rodeado de montañas e incluso en invierno está todo verde. ¿Sabes? Echo de menos los árboles. Allí estaba rodeada de ellos. En verano te tumbabas en la hierba y podías relajarte oyendo el ruido de las hojas al mecerse con el viento.

—Haces que suene genial.

Sin darme cuenta sonrío. Hacía tiempo que no me paraba a recordar lo mucho que me gustaba aquello.

—A ver, me encanta el mar... tener la playa a dos pasos de casa es... increíble. Pero, echo de menos las estaciones. No sé si me entiendes. Aquí siempre hace calor, incluso ahora que se acerca el invierno. Me gusta ver las tonalidades rojizas de los árboles en otoño, que nieve y tener que ponerte veinte capas de ropa antes de salir de casa... ya sabes, esas cosas.

Asiente con resignación.

—Entiendo que esto haya sido un gran cambio para ti.

—No es solo por el tiempo. Vivía en un apartamento enano, era lo único que nos podíamos permitir. El dinero a duras penas nos llegaba para cubrir los gastos y la comida. Pero nunca he pedido tener nada más, no me hacía falta. Yo era feliz allí. Lo que pasa es que las cosas no siempre son como uno quiere. Ahora vivo en una casa gigantesca con un padre al que estoy conociendo de nuevo y con el que intento llevarme bien. Toda mi motivación para venir aquí era la escuela de arte, pero después de lo de ayer, ya no sé...

—¿Qué quieres decir?

De pronto, la voz de Ezra denota preocupación.

—Cada vez estoy menos segura de que lo de la beca haya sido una buena idea.

—Sé que Massini se pasó un poco ayer, pero no le puedes dar más importancia de la que tiene.

Mi mente vuelve a la clase de pintura, en la que nos sorprendió encontrar por primera vez en lo que va de curso al profesor Massini. Un hombre orondo, con larga barba canosa y bigote retorcido que nos miraba con curiosidad por encima de las pequeñas gafas que hacían equilibrios en la punta de su nariz.

—¡Me gritó! Dijo que la beca solo era para quién sabía aprovechar su don.

—Es su forma de intentar sacar más de ti. Es un hombre al que no le gusta perder el tiempo. Ten claro que no te va a dar tanto margen como te estoy dando yo a superar tu bloqueo. Por cierto... ¿cómo vas con eso?

Mi bloqueo... la conversación va mejorando por momentos.

—Bueno... hace poco fui capaz de hacer un dibujo sin que fuera una copia. —Obvio el detalle de que se trataba de su retrato—. No fue gran cosa pero me salió sin más.

—Es un paso.

—Sí... en realidad he estado más de un año sin dibujar, así que lo considero un gran paso.

Se queda pensativo.

—Eso es mucho tiempo... ¿no lo echabas de menos? Yo... no me imagino estar tanto tiempo sin crear. Aunque sea algo que termine en la basura, pero parece que mi mente no descansa si no saco lo que hay en ella.

Entiendo lo que dice, así me sentía yo antes.

—Sé de lo que hablas. No había un solo día en el que no hiciera un dibujo, un boceto, lo que fuera. Simplemente perdí la ilusión, mi último año es como para borrarlo de un plumazo. No hace tanto, ni siquiera quería levantarme por las mañanas. Deseaba poder hacerme una bola y dejar que el tiempo pasara sin más.

—Pero ahora ya no te sientes así, ¿no?

Me encojo de hombros.

—De algún modo sé que ya no estoy en ese punto, pero aún hay una parte de mí que se niega a seguir adelante. Estoy intentándolo, te lo aseguro, sin embargo hay días en que me parece que retrocedo todo lo que había conseguido avanzar. —Me doy cuenta de que la conversación se está centrando solamente en mí y creo que ya he hablado suficiente—. Oye, no puede ser que sea yo la única que conteste preguntas aquí. No es justo.

Una sonrisa pícara asoma en sus labios.

—Una pena, me estaba gustando oírte hablar tanto.

—¡Serás capullo! —Le doy un manotazo en el brazo—. A ver, no te escaquees. Quedaste en contarme por qué dejaste de salir con Enma.

Me mira durante una décima de segundo sorprendido.

—¿Por qué te interesa tanto saberlo?

Tiene razón. ¿Por qué me interesa tanto saberlo?

—No sé. Es una chica muy maja y guapa. Está claro que a ella le sigues gustando. Es solo que no lo entiendo...

—Vale. ¿Estás diciendo que si una chica es maja y guapa ya no hay motivo para dejar de salir con ella?

Está claro que no ando muy avispada hoy.

—Tienes razón. Retiro lo dicho. Es solo que me parece buena chica y no veo qué podía funcionar mal entre vosotros.

—Realmente no había nada mal —admite.

—¿Entonces?

Se pasa la mano por el pelo, revolviéndolo un poco, como si así removiera también las ideas de su cabeza.

—Siempre nos hemos llevado bien y pasábamos tanto tiempo juntos que al final nos pareció lógico ir un poco más allá. Estuvimos saliendo dos años y en ese tiempo no hubo ningún problema, pero yo tenía la sensación de que faltaba algo.

—¿El qué? —pregunto intrigada.

—El cosquilleo.

Le miro sorprendida.

—¿El cosquilleo?

—Sí, esa sensación eléctrica que sientes cuando estás cerca de una persona que te gusta de verdad. Sabes lo que quiero decir, ¿no? Seguro que con Hugo era así.

Sé de lo que habla, pero eso no es algo que haya sentido con Hugo sino con él. Me doy cuenta de las veces que he negado lo evidente estando a su lado y noto que me sonrojo solo de pensar en ello.

—A Hugo le quería por costumbre, nada más. Era estupendo conmigo y a mí me parecía suficiente. Es la única pareja que he tenido así que pensaba que no tenía que esperar más de una relación que lo que ya tenía.

Miro por la ventanilla las pequeñas casas que se ven salpicadas por el paisaje. Me entristece hablar de Hugo. Ezra retoma la conversación.

—Entonces entenderás por qué lo dejé con ella. La confianza, la amistad, la complicidad... son cosas necesarias en una pareja, pero tiene que haber algo más. Si no, no habría diferencia entre ser amigos y ser pareja. Por eso seguimos siendo buenos amigos, porque esa era la parte de la relación que mejor funcionaba.

—No creo que sea fácil encontrar a alguien que cumpla todo lo que buscas.

—El problema no es encontrarla, lo difícil es convencer a esa persona de intentarlo.

Vaya, no podía haber sido más directo con la respuesta. Su tono me demuestra que para él esto es un asunto serio y eso me intimida aún más, pues sigo sin saber cómo lidiar con mis sentimientos.

—¿Falta mucho para llegar?

—¿Por qué de repente pareces un gato enjaulado?

Me fastidia que se haya notado el nerviosismo en mi voz, pero tiene que entender que no quiero hablar con él sobre un posible "nosotros".

—Porque me siento así. Tengo la sensación de que has organizado todo esto para ponerme entre la espada y la pared y yo no puedo... no sé... no...

Me retuerzo las manos nerviosa y me sobresalto al notar que él coloca la suya sobre las mías para tranquilizarme. Una corriente eléctrica me recorre el cuerpo y la piel se me eriza. Hablando de cosquilleo...

—Lo siento. Tienes razón. Me he dejado llevar por la conversación y debería haberme ahorrado la indirecta. Prometo portarme mejor lo que queda de día.

Me siento fatal al oír su disculpa. El que yo sea un desastre no implica que el no pueda hablar con libertad de lo que quiera.

—No Ezra, soy yo la que tengo un problema con todo esto. Tú puedes decir lo que quieras, faltaría más. Yo tengo que aprender a gestionar estas situaciones. No puede ser que en cuanto me digas algo que me implique emocionalmente, me dé un ataque. Yo solo... te pido que tengas aún más paciencia conmigo. Bueno eso en caso de que quieras ser mi amigo. Si te cansas y quieres mandarme a la mierda, estás en tu derecho.

Le miro con miedo pero su rostro se suaviza y esboza una maravillosa sonrisa que me hace saber que todo está bien.

—Relajemos un poco el ambiente. —Pone la radio y sintoniza un canal de música actual.

El resto del trayecto lo hacemos en silencio y yo finalmente me relajo, disfrutando de la música y del paisaje. Me sorprendo cuando llegamos a las afueras de la ciudad y las construcciones pasan de ser, pequeñas casas a edificios de gran altura. Sin darnos cuenta nos vemos engullidos por el tráfico, aunque por suerte, Ezra conoce perfectamente el camino y no tardamos en llegar a nuestro destino.

Salgo del coche desesperada por estirar mis entumecidas piernas y le miro interrogante.

—¿Y ahora?

Me señala un bloque de pisos justo en frente.

—Luc vive ahí. Ahora no está pero es mejor dejar el coche aquí que nos sale gratis y coger el autobús para ir al centro. ¿Te parece?

Asiento y le sigo cuando se encamina hacia la siguiente calle donde está la parada del bus.

No tardamos en estar sentados en la terraza de una cafetería del centro, con sendos cafés. Observo el flujo de gente que camina enfrascada en sus pensamientos o sin levantar la vista de su móvil. Siento que cada vez estamos más aislados los unos de los otros y me resulta curioso que un pensamiento así cruce mi mente cuando yo soy la primera en marcar distancias con todo el mundo.

Vuelvo la vista a Ezra y le encuentro observándome atentamente. Al parecer, para él es más divertido mirarme a mí que prestar atención a nuestro alrededor.

—No me has hablado de Luc.

—¿Qué quieres saber?

—No sé, hazme un resumen.

Da un sorbo de café antes de hablar.

—A ver... es un par de años mayor que yo y le conozco de toda la vida. Vivía en nuestro vecindario así que estábamos todo el día juntos. Como era mayor, para mí era el ejemplo a seguir. Quería ser igual que él —dice con una sonrisa mientras niega con rotundidad.

—¿Y dónde estaba el problema?

—En que era un gamberro. Así que siempre estábamos metidos en problemas. Con él empecé a beber, con él fumé el primer porro, no pisábamos el instituto... nos pillaron un par de veces robando en el supermercado del barrio, pero como eran pequeños hurtos, lo único que hacían era apuntar una falta más en nuestros expedientes.

Me surge una duda.

—Dime que no hemos venido a visitar a un delincuente.

Ezra estalla en carcajadas.

—¡Qué va! Ahora es una persona de lo más respetable, ya lo verás. Es curioso, cuando tuve el accidente no solo me sirvió a mí, a él también se le abrió la mente y se dio cuenta de que estaba echando a perder su vida. Cuando yo empecé en la escuela de arte, él se vino aquí y montó un bar.

—¿Un bar? ¿Lo dices en serio?

—Sí, pero ya verás. Te va a encantar.

—¿No me vas a decir más?

Me enfurruño un poco al ver que me va a dejar con las ganas.

—Prefiero que te lo cuente él. Hemos quedado para comer antes de que se tenga que ir al bar y después iremos allí a cenar y a tomar algo.

—Realmente tienes intención de tenerme "secuestrada" todo el día, ¿no?

—Sí, todo el tiempo que pueda.

Esta vez me he dado prisa en actualizar. Justo una semana, así que espero que no se os haya hecho larga la espera. El capitulo me salía muy largo, por eso lo he dividido en dos. Muy pronto tendréis la continuación.

Como veis, Alma no puede evitar coger confianza con Ezra y cada vez le cuenta más cosas.

Por cierto, me encanta la conversación de "el cosquilleo", me surgió sin más pero me alegro, porque me parece muy típico de Ezra pensar así. No se nota que soy fan de mi personaje masculino, ¿verdad?

Espero que os haya gustado. Si es así, ya sabéis, cuento con vuestros votos y comentarios.

Besitosss


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