CAPÍTULO 20
— ¿De lo que sentimos?— pregunto en un susurro, tratando de hacerme la desentendida.
—Si...— sonríe ligeramente— Ahora sabes que me gustas desde hace mucho tiempo, es tu turno de decir desde cuando te gusto.
—Yo jamás he dicho que me gustas— alzo una ceja y me cruzo de brazos.
—Por favor, mírame— extiende sus brazos y da una vuelta— ¿A quién no podría gustarle?
—En serio, no te queda lo de ser arrogante— me rio de él, se veía tierno cuando trataba de ser rudo.
—Contigo nunca gano— dice divertido.
—Bueno— me siento en una de las bancas cercanas— ¿En serio quieres saber desde cuando me gustas?
—Sí, es justo lo que había dicho antes, ¿Qué no tenías tu auricular bien puesto?— se sienta a mi lado, con su tobillo derecho sobre su rodilla izquierda y los brazos extendidos por el respaldo de la banca.
—Déjame pensar— me giro un poco hacia él para verlo mejor— Creo que ya me gustabas antes de darme cuenta— muerdo mi labio inferior— No fue cuando, sino como— crucé una pierna sobre la otra— Y mi madre me ayudó a darme cuenta.
—Joder, es una gran historia— se limpia una lagrima falsa.
—Es tu turno de contarme desde cuando te gusto— digo con una sonrisa, pegándole juguetonamente en el hombro.
—Cuando iba por mi prima al edificio de fotografía, me quedaba esperándola en la banca que está bajo el árbol frente al edificio, a veces leía y a veces solamente observaba a la gente pasar e imaginaba como serían sus vidas, suena tonto, pero me gustaba ese tipo de distracción— lo escuchaba atentamente y miraba sus labios moverse— Así fue como un día miré a una chica de cabello castaño claro y simples ojos color café, con piel blanca como la nieve y labios rosados. Siempre adorablemente distraída de lo que pasaba a su alrededor, y eso me causó mucha curiosidad, así fue como todos los días trataba de llegar temprano para poder verte, nunca te diste cuenta y eso era bueno y malo a la vez.
—Fuiste un psicópata todo este tiempo. — lo interrumpí sonriendo, todo lo que decía y como lo decía, parecía sacado de una cursi novela de amor antigüa, quizá para cualquier persona no era lo mismo y si fuera otra ya hubiera salido corriendo al darme cuenta de que un loco me había estado observando por mucho tiempo.
—No, los psicópatas hacen todo lo posible para llegar a ti sobre cualquier cosa, pero yo no era así, me conformaba con solo verte todos los días, aunque sea por solo cinco minutos, me atraías demasiado, pero nunca me animé a acercarme a ti— me miró directamente a los ojos—, Hasta que te encontré llorando bajo la misma banca en la que me sentaba todos los días— acomodó mi cabello tras mi oreja— No lo soporté más y me acerqué para saber que te sucedía— se acercó un poco, me quedé sin respiración— Y la verdad no me arrepiento de haberme acercado, a pesar de todo lo que sucedió con tu prima, no me arrepiento de nada.
Sin decir más, me volvió a besar, más fuertemente que la primera vez, pero con la misma hambre que yo tenía de él, nunca un beso me había robado el aire como lo hacían los besos de Jules Black, sentía que todo era un sueño, y esperaba que no lo fuera.
Como era de esperarse, el beso se intensificó y no me aterraba hacia donde se dirigía esto, me encantaba el camino que el beso había tomado, y estaba jodidamente mal lo mucho que lo disfrutaba, temía luego arrepentirme, pero cuando Jules me tomó de la muñeca y me llevó corriendo a su apartamento, sabía que pasara lo que pasara mañana, no me arrepentiría en lo más mínimo.
Sin hacer mucho ruido, me llevó a su habitación. Sin apuros me quedé observando las paredes pintadas de azul, el librero que cubría toda la pared frente a su cama el cual tenía una televisión gigante en el centro, su cama era lo suficientemente grande como para cinco personas y se veía tan cómoda que de pronto me imaginé entre las sabanas, y no me avergonzaba siquiera pensarlo.
—No saldría de esta habitación nunca— digo impresionada, era simple, pero muy cómoda.
— ¿Cómo debo tomar eso?— sonríe y se quita la chaqueta de jean, dejándola perfectamente doblada sobre un cesto de ropa.
—Como desees tomarlo— digo tirándome en la cama, confirmando que si era tan cómoda como lo imaginé.
Cerré los ojos, y cinco segundos después sentí que Jules se subió sobre mí, abrí los ojos y me encontré con una sonrisa traviesa en sus labios.
—Tranquila, no te he traído para tener sexo intenso y salvaje, a menos que quieras. — me dice logrando cortarme la respiración de solo imaginarnos en ese contexto.
—La posición en la que estas dice todo lo contrario— dije tratando con todas mis fuerzas seguirle el juego tan sexymente como él lo hacía.
—Puedo cambiar a la de perrito en cuesta o la de estrella de mar o cualquiera del kamasutra que quieras intentar. — bromea sin quitarse de encima y sin intentar tocarme de más.
—Eres un puerco. — digo apretando los labios para no reírme, pues aunque no fuera correcto lo que estábamos haciendo no podía negar que era gracioso y excitante a la vez, una muy rara esa combinación, pero me encantaba a su vez.
Entonces me besó, robándome por completo el aire nuevamente, llegando hasta mi alma, robándomela.
Hice un camino con mis manos desde sus brazos hasta su cuello y luego descendiendo hasta su pecho, metiendo mis manos bajo su camisa, corriéndolas hacia la espalda, luego arañando lentamente su espalda, él gruñó sobre mis labios. Fue cuando olvidé que era una completa perra en este momento, fue cuando me di cuenta de que había desperdiciado tanto tiempo con Math, mientras pude haberme dado cuenta antes de que Jules era especial, era único. Todo en él era único.
Con nuestras respiraciones agitadas y las manos temblorosas, nos fuimos acomodando mejor en la cama.
—No sabes por cuanto tiempo esperé esto— susurró Jules con la respiración entre cortada.
Así que lo besé nuevamente, más fuerte de lo que quise, quizá eran mis labios tratando de decir lo que sentía por él.
Cada prenda caída, cada caricia y cada beso fueron grabados en mi mente para nunca más ser olvidados. Porque cuando no me sintiera querida, recordaría éste momento y sabría que esta noche si lo había sido.
Era como si estuviera sintiendo todo esto por primera vez, lo que Jules me hacía sentir, de la manera en que me tocaba, lograba calentarme hasta el hueso de manera que me hacía sentir que nunca antes nadie me había tocado.
Cerrando los ojos, deleitándome de placer. Arqueé mi espalda para que Jules pudiera desabrochar mi sostén, rozando cuidadosamente cada parte de mis pechos descubiertos.
Mirándome a los ojos, se llevó uno a la boca, haciéndome gemir su nombre placenteramente. Chupó, estiró y mordió mi pezón, poniéndolo duro y dejándome con ganas de más.
Al parecer la mirada que le dirigí lo hizo entender que quería que siguiera con el otro, y lo hizo, haciéndome gemir nuevamente más fuerte de lo normal, enrollé mis piernas alrededor de sus caderas, apretándolas para atraerlo más a mí.
Eso lo hizo gruñir a él, quien apresuró más el proceso quitándose la última prenda que le quedaba. Antes de que yo misma pudiera quitarme mis pantis, él me ahorró el trabajo haciéndolo por mí.
Se apartó y más rápido que un vampiro fue al primer cajón de su mueble de noche por un preservativo, dejándome lista entre sus sabanas. Me lanzó una mirada caliente en cuanto me levanto para ayudarlo a colocárselo. Rozo su muy bien dotado miembro con mis dedos mientras voy bajando por él el látex.
Le sonrío en manera aprobatoria y me empuja suavemente para que me acueste en la cama nuevamente con él sobre mí; moviendo sus caderas para que su miembro quedara en mi entrada, la espera era una agonía para mí.
Besándome nuevamente, me penetró lentamente, como si fuera mi primera vez, llenándome por completo. El delicioso sentimiento de su miembro entrando y saliendo de mi, cada vez más rápido, me hace apretar las sábanas tan duro como puedo. Me llena de placer.
—Mel...— jadeó cuando moví mis caderas contra él, incitándolo a subir de ritmo a sus envestidas.
Todo fue magnifico, dormir entre sus brazos fue inolvidablemente especial.
Lo último que pensé antes de quedar dormida, fue en lo culpable que me sentiría por la mañana. Pero ni la culpabilidad de lo que había hecho me harían arrepentirme.
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