Capítulo 5 🎬

Me encuentro en mi camerino, Marissa me maquilla mientras Leyla me peina, intento relajarme. No he dormido bien anoche y hoy el rodaje comienza muy temprano. Se supone que debo descansar, cuando salí de la clínica de rehabilitación me dejaron muy en claro que era importante dormir bien y descansar para manejar mejor el estrés, pero eso no es sencillo cuando una tiene la cabeza alborotada.

No estoy segura de estar lista para rodar una nueva película en este momento, no estoy muy estable de ánimos... aunque si me pongo a pensarlo, creo que nunca lo he estado. Sin embargo, siento agotamiento, y empezar así un nuevo proyecto no es bueno. Aun así, daré lo mejor de mí, de esto depende mi carrera, puede salir muy mal o muy bien, y prefiero apostar a lo segundo.

Las chicas terminan conmigo y alguien grita desde afuera que en diez minutos comienza la grabación. No he venido a ensayar con los otros actores, cosa que me ha costado una buena reprimenda de Joaquín que dice que debo tratar de ser «un poco más gente». Por lo visto soy demasiado animal o qué se yo, un holograma... Sí, eso es lo que soy, un holograma... algo que parece, pero no es. Me gusta.

—Yo no necesito ensayar —le dije.

—No se trata de que necesites o no, se trata de que es algo que se hace y tú mejor que nadie lo sabes. No es la primera película que haces y no te voy a estar enseñando. Se te paga por esto, y se te paga bien, así que haz el favor de comportarte, no quiero problemas esta vez...

—Nunca he dado problemas en un rodaje. Puedes decir cualquier cosa de mí, pero soy una persona responsable y trabajadora.

—Cierto, y espero que siga siendo así, Oriana. Deja tu vida privada fuera del trabajo esta vez —añade.

Sé que se refiere a lo de Constanza, fueron horrible las grabaciones de las últimas escenas la vez anterior, pero no lo comprendo. ¿Acaso es mi culpa? ¡Era ella la que se metió con mi novio, por Dios!

Suspiro.

Salgo y voy al set de grabación, allí ya están todos esperando. Los miro y saludo, sé que hablan de mí y no me importa, pero tampoco quiero amargarles a todos las jornadas laborales, Joaquín tiene un poco de razón, estoy cada vez más antipática... trataré de poner mi granito de arena.

Ramiro Colombo está de pie al lado de algunos actores. Me mira y puedo ver sus nervios a flor de piel, no sé si porque me ve a mí o porque es su primer papel importante en una película. Le sonrío, todavía recuerdo la primera vez que grabé.

Era una niña, tenía doce años, mamá me había llevado a una audición en la cual había cientos de niñas. Era para una película, era todo lo que yo sabía, unas semanas después llegó la llamada, el papel era mío. Recuerdo que lo festejamos en familia, mamá y papá me llevaron a comer pizzas. En aquel entonces casi nunca comíamos fuera porque era costoso salir, o al menos eso decía papá, pero ese día era especial y había que celebrar.

Me sentía la niña más feliz del mundo, la más especial. Mi mamá me dijo que mi vida iba a cambiar y que pronto sería muy conocida. Aquello me encantaba, me llenaba de ilusión, la fama puede ser muy atractiva cuando se la mira desde lejos. Me convertí así en Annya, la niña que venía de la luna. La gente me llamaba así por las calles y los niños se querían tomar fotos conmigo y me preguntaban si yo realmente tenía poderes.

Recuerdo el primer día de grabación, me sentía como en un parque de diversiones, todo era nuevo, prometedor... era divertido.

Me pregunto cuándo dejó de serlo, cuando esto se convirtió en rutina.

—Vamos, Ori, a empezar —dice Santiago sacándome de mis pensamientos.

Vamos a grabar la escena en que Luca se presenta con Ivanna en su despacho. Estamos en una locación que simula ser una oficina con las características citadas en el libro. Yo me veo deslumbrante, tengo un vestido negro y tacones rojos, los labios los tengo también de ese color. La idea es que me vea así, es la primera vez que Luca se encuentra con Ivanna.

Paso por al lado de Ramiro cuando voy camino al que será mi despacho, él no deja de mirarme como si yo fuese una especie de extraterrestre. A mí eso me causa gracia, me detengo delante y lo miro.

Él pasa saliva y esboza algún sonido inentendible.

—¿Te avisaron que todavía no estamos grabando? —inquiero.

Lo digo porque es lo mismo que debe hacer el personaje cuando vea a la chica. Puedo escuchar risitas alrededor.

—L-lo siento —murmura y baja la mirada.

Yo sigo de largo y voy a sentarme al escritorio.

—¡Todo el mundo a sus posiciones! —grita algún asistente.

La gente se mueve de un lugar al otro y los camarógrafos alistan sus máquinas. Miro a Ramiro, está haciendo respiraciones y se limpia las manos por los pantalones. Está vestido con un traje estilo vintage para caracterizar al personaje.

—¡Todo listo! ¡Silencio todos! —dice Manuel, el asistente de dirección—. ¡Cámaras!

—¡Listas!

El asistente de cámara se prepara para cerrar la claqueta y...

—¡Acción!

Comenzamos a rodar, yo estoy sentada y finjo leer una hoja mientras ingresa Luca, él se queda parado allí y yo doy la primera línea.

—¿Pretendes que adivine qué estás haciendo aquí? —digo sin dejar de mirar lo que sea que tengo en mi mano, se supone que debo ignorarlo.

—Mi nombre es Luca —responde él.

Continuamos la escena hasta escuchar el grito de ¡corten!

Levanto la vista para buscar a Alessia que asiente con una sonrisa. Eso es bueno, quiere decir que no ha quedado tan mal.

—La repetiremos —dice y luego da algunas órdenes más para cambiar algunas luces y sacar no sé qué cosas del escritorio.

Se supone que Ramiro debe volver a su lugar, pero se ha quedado allí parado, mirando.

Levanto mi mirada y lo miro, sus ojos son oscuros, sin embargo, se puede ver claridad a través de ellos. Se ve como lo han pintado, con unas facciones que parecen no querer abandonar sus últimos rasgos de niñez. Hay gente así, que guarda esa chispa por años, otras como yo, ni siquiera la tuvimos en su momento.

—¿Sucede algo? —pregunto.

—Lo siento, yo... —dice y sacude la cabeza.

Me siento extasiada ante sus nervios, me resulta refrescante verlo tan ingenuo y a la vez me siento una anciana a su lado. Él con sus veinticuatro parece un niño, yo con mis veintiocho debo parecer de cincuenta.

—No te preocupes —respondo. Creo que me agarró en un buen día.

—¡A sus posiciones! —grita Manuel y todo vuelve a comenzar.

Grabamos esa escena unas cuantas veces y luego yo grabo algunas con otros actores. Él también lo hace, por lo que no lo vuelvo a ver hasta que nos toca el descanso.

Entonces, cuando estoy por ir a mi camerino para tomarme media hora, él se acerca a mí y me pasa una taza de café.

—¿Quieres? —pregunta. Se ve menos nervioso ahora.

—Gracias —acepto. No sé si lo hago porque realmente necesito ese café para no quedarme dormida o porque me ha tomado por sorpresa.

Él sonríe, y creo que tiene la sonrisa más dulce que he visto en mi vida. En ese momento, solo alcanzo a desear que este mundo no lo trague y se la borre, sería una pena.


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