Capítulo 41 🎬

Oriana despierta cerca de las diez de la mañana y se acerca a mí que estoy en la cocina acabando de preparar el desayuno, se ve hermosa y sexy con el cabello alborotado y mi camisa prendida solo en tres botones, sonrío al verla y le hago un gesto para que se siente en el desayunador.

—Buenos días —saludo.

—Buenos días —responde y bosteza—. ¿Dormiste bien?

—Más que bien... ¿Tú? Estabas cansada anoche.

Ella sonríe y asiente.

—Sí, descansé —responde y yo le sirvo el café.

—¿Quieres hablar? —inquiero porque me siento abrumado y confundido.

—¿Tú?

—Supongo que tenemos que hacerlo, ¿no?

Ella asiente y come en silencio.

—Delicioso —susurra.

—Gracias...

El silencio se instaura de nuevo hasta que no aguanto más y comienzo la charla que ambos sabemos está pendiente entre nosotros.

—¿Qué fue lo de anoche? Digo, no me quejo, pero... no sé dónde estamos parados ahora...

—¿Por qué siempre quieres definir las cosas? —inquiere—. ¿Dejarte ir no es una opción para ti?

—No —respondo con claridad—. No me gusta no saber dónde estoy parado... —añado con sinceridad—. Sobre todo, teniendo en cuenta cómo acabaron las cosas antes...

—¿A qué te refieres? —pregunta con el ceño fruncido.

—Creía que estábamos bien, que estábamos juntos y nos amábamos, y de pronto me dices que deseas terminar... Me costó mucho asimilarlo, comprenderlo... y no puedes solo volver y...

—¿Estás diciendo que fui yo la que te incité? Por Dios, Ramiro...

—No dije eso, fui yo o fuimos los dos, no lo sé... solo... —bufo frustrado—. No me arrepiento de lo que pasó —añado para que no me malinterprete—, solo...

—¿No podemos ir despacio?

La miro y suspiro.

—Según Luana eres una nueva persona y debo conocerte de nuevo... pero estoy cansado, ¿sabes?

—No lo comprendo —responde confundida.

—Bien... es lo mismo que me pasó a mí hace unos meses y no te importó demasiado...

—¿Es un reproche? ¿Qué sucede? ¿Querías venganza? —dice y se pone a la defensiva.

—No, por Dios, ¿tan poco me conoces? —inquiero agobiado.

—Entonces explícate.

—Estoy dolido, sí, Oriana, lo estoy... porque tomaste una decisión unilateral que me involucraba y me hiciste a un lado sin posibilidad de réplica alguna... Lo comprendo, sí que lo comprendo, necesitabas tu tiempo y tu espacio, no te estoy culpando por ello. Es más, estoy feliz de que estés mejor, de que te haya servido... no lo malinterpretes, pero no comprendo por qué para hacerlo debías sacarme del mapa. ¿En qué te molestaba yo?

Ella cierra los ojos y suspira.

—En nada... no sé cómo explicarlo para que lo entiendas...

—Y resulta que después vuelves y... nos acostamos y... ahora quieres ir despacio y... ¿Qué demonios es ir despacio? —inquiero sin evitar levantar la voz.

—¿Qué es lo que quieres? ¿Casarte? ¿Mudarnos a vivir juntos? Ramiro, por Dios... Te amo y tú me amas, eso no está en duda, pero seguimos perteneciendo a dos mundos completamente distintos, seguimos en distintas páginas, todavía tenemos que encontrar una manera de equilibrar la relación.

—¿Qué relación? ¿La que tú cortaste? —inquiero y me frustro, me llevo una mano a la frente y niego—. ¿Sabes? Lo que pasa es que tú no confías en mí, me ves como alguien inferior...

—¿Qué demonios dices? —pregunta y se pone de pie.

—Eso mismo, que tú crees que soy un niño iluso y tonto. Siempre me has visto así, como el principiante que recién inicia y no es capaz de ver todos los peligros que lo acechan, como el tonto enamorado que cree en el amor y en la esperanza. ¡Ahh! Pero bien que te aferraste a esa estupidez mía cuando mis ilusiones y mis esperanzas pintaron de color el mundo gris y podrido en el que vivías. ¿Y ahora? ¿Ahora ya no te sirve? Odio sentirme inferior a ti, Oriana, odio sentir que tomas decisiones por los dos o que haga lo que haga eres tú la que sabe lo que es correcto para ambos. ¿Acaso no puedo decidir yo? ¡Soy adulto!

—Nada de lo que dices tiene sentido —murmura entre dientes y va a la habitación en busca de su ropa.

—¿No? ¿Acaso no es ese tu miedo? ¡Que yo me deje llevar por el mundo en el que me muevo y tire por la borda todo lo que tenemos y hemos construido! ¿Acaso no eres tú la que lo tira por la borda por miedo a cosas que ni siquiera han pasado aún? —digo siguiéndola. Me siento enfadado y sé que estoy exagerando, pero parece que se ha abierto una compuerta en la que guardaba las cosas que me habían hecho daño y no las había dejado salir antes mientras ahora las veo fluir con fuerza, sin poder controlarlo.

—¿Y si pasan? ¿Y si tengo que lidiar con las drogas o el alcohol de nuevo? —grita y arroja el vestido que intentaba ponerse al suelo. Busca en mi armario y saca un pantalón de algodón y una camiseta y se viste con eso—. Sí, soy una maldita egoísta, tienes razón. Tomo decisiones unilaterales por los dos porque me estoy protegiendo. ¿Acaso no te das cuenta? Me ha costado demasiado llegar hasta donde estoy para volver a perderlo, no quiero, no quiero tener que atravesar por eso de nuevo... no estoy lista aún para hacerlo.

—¿Y estás tan segura de que voy a caer en todo eso? ¿Tan poca fe me tienes?

—¡No se trata de tenerte fe o de no confiar, Ramiro! ¡He vivido en ese mundo!

—¡Pero yo no soy tú ni tengo tu maldita historia! —grito.

—Esto no es lo que tenía en mente... —murmura enfadada cuando recoge el vestido y sus cosas para marcharse.

—¿No? ¿Y qué tenías en mente? A ver, pásame el guion de lo que debo decir o hacer así me lo estudio... ¿Qué debo decir en esta escena? ¿Debo rogarte para que me ames o para que me elijas? ¿Debo ir a darte la razón y emborracharme hasta caer rendido para que luego tú puedas decirme tranquila algo así como: «Es que yo tenía razón, es que yo ya lo sabía»? ¿Quieres que toque fondo para que luego resurja y entonces, con la lección aprendida decidas darme una oportunidad? ¿Sabes cómo me sentía cada vez que volvía de una fiesta y debía darte el informe de lo que había hecho y lo que no? ¡Como si tuviera dieciséis y fueras mi madre, como si estuviera a punto de recibir un castigo! ¡Soy un hombre, Oriana!

—¿Lo ves? Estamos en puntos tan distintos que ni siquiera podemos entendernos... Yo nunca te vi como a un niño...

—¿No? Pues así me he sentido desde el primer día que te vi...

—No mezcles —dice acercándose mucho a mí—, cuando nos conocimos tú me admirabas... me mirabas así porque veías en mí a la estrella de la cual se enamoró el Ramiro adolescente. —El tono con el que me habla es de reproche y dolor.

—Lo sé, pero luego me mostraste tu lado humano y yo te abracé igual, te amé así con todas tus partes rotas... ¿Por qué no puedes verme tú como soy en realidad?

—¿Dices que no te veo? ¿Acaso no te das cuenta de que soy yo la que siempre ha estado por debajo de ti? ¡Tú eres perfecto, Ramiro! Eres grandioso, eres buena persona, dulce... Sí, eres inocente... y eso es una virtud, no un defecto. Es algo por lo que deberías sentir orgullo. ¿Acaso no ves que todo el trabajo que he hecho en mí fue en gran medida porque me vi en ti y deseé ser un poco mejor persona... No soy yo la que está por arriba, eres tú...

—¿Y qué quieres decir con eso? ¡No hay nadie por encima, Oriana! ¡Somos iguales! —exclamo.

—Te lo agradezco, te agradezco el hecho de que me hayas visto y amado en todas mis versiones incluso cuando te mostré la peor de mis caras... pero...

—No es suficiente... Nada que haga lo es, nada que calle lo es, nada que diga lo es, nada... nada...

—No digas eso...

—¿Qué quieres que diga? ¡Dime, pásame el guion! Ya te lo he dicho... ¿Cómo quieres que sea para merecer tu amor y ser el coprotagonista de tu vida?

—Ramiro, la vida no es una película... —susurra con dolor.

—No, no lo es... claro que no... porque si lo fuera, este es el momento en que alguien gritaría «¡Corten!».

Oriana suspira y niega, camina hacia la puerta y se gira para mirarme.

No dice nada, yo no digo nada, solo la veo partir, vestida con mis ropas y con dolor en la mirada. Y entonces me siento en el sofá y me tomo la cabeza entre las manos, confundido y agobiado, porque no soy capaz de comprender qué hemos hecho y cómo hemos permitido que algo tan bello se estropease de esta manera.

Un par de horas después, voy camino a casa. Necesito volver un poco a mis raíces y no hay nada mejor que mi hogar para ello. Me pasaré estos meses de descanso lejos de todo y de todos, volveré a ser solo el chico de pueblo con vida sencilla que alguna vez fui.

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