Capítulo 39 🎬

Hay algo de irónico en verla llegar enfundada en ese vestido rosa coral que le acaricia la piel de una manera en que yo ya no lo puedo hacer. Me recuerda a la primera vez que la vi, tan distante y triste en aquella celebración. Uno no es consciente de todo lo que se lleva el tiempo a su paso hasta que se enfrenta con un recuerdo y lo contrasta con un momento presente.

Qué distintos éramos ambos en aquella ocasión, parece una vida desde aquel día... Yo era un muchacho lleno de sueños y esperanzas, cargado de una inocencia que se me desbordaba en la piel y ella era una mujer rota, agotada, agobiada y triste que fingía estar entera para que la gente no viera sus grietas.

Hoy de alguna manera las cosas han dado un salto, soy yo el que está cansado y algo perdido, y ella deslumbra y brilla de esa manera en que solo la hacen las personas que son felices.

Y me siento bien por ella, me siento feliz por su felicidad.

Luana camina a su lado igual de bella y deslumbrante. Ambas saludan a varias personas y conversan sobre quién sabe qué cosas. La prensa saca fotos, muchas fotos, y Oriana no se esconde, posa para ellos de la misma manera en que lo ha hecho siempre, pero hay algo distinto, algo que yo puedo notar. Ya no le molesta.

Luana me saluda con la mano y ella mira hacia mí.

Nuestros ojos se encuentran y nuestras miradas se enredan, una chispa se enciende en mi interior. Ella sonríe, de una manera tan natural que me enamora una vez más, como si alguna vez hubiera dejado de estarlo.

No sé si acercarme a ellas o esperar, las piernas me tiemblan y me siento como la primera vez que hablé con ella, nervioso, ansioso. Ella parece notarlo y niega con la cabeza, Luana le dice algo y ambas ríen, me siento un estúpido, pero caminan hacia mí.

—Rami —saluda mi hermana y me besa en la mejilla.

—Hola —respondo y las miro a ambas—. Están hermosas —añado.

—Lo sabemos —dice Luana con una confianza que no le conocía, Oriana sonríe y luego me regala su atención.

—Hola —saluda.

—Hola —respondo.

—Y solo se dicen «hola» —bromea mi hermana y pone los ojos en blanco.

—Te ves radiante, y no me refiero solo al vestido —añado y Luana finge ofenderse, Oriana ríe distendida y yo me enamoro una vez más. ¿Cuántas veces puedo enamorarme de esta mujer?

Un periodista se acerca a nosotros y busca a Oriana.

—¿Le puedo hacer una nota?

Ella asiente.

—¿Cómo se siente volver al ruedo? —pregunta.

—No he vuelto al ruedo, estoy aquí por nuestra empresa —añade y señala a mi hermana—, hemos diseñado varios vestidos y es a eso que he venido.

—Bueno, pero de todas maneras está aquí... ¿Extraña todo esto?

—La verdad es que por el momento me encuentro muy feliz con la decisión que he tomado de alejarme del ambiente artístico.

—¿Y qué hay de cierto que usted mantenía una relación con Ramiro? —pregunta mirándonos.

—Ya me estaba preguntando cuánto tardaría en sacar eso a relucir —dice Oriana con diversión—, son tan obvios, y perdón si eso lo ofende —añade.

El periodista sonríe incómodo, pero no dice nada a la espera de que ella responda. Me planteo interrumpir y decir que esta no es una noche para hablar de eso, pero Oriana se adelanta.

—¿Cómo te llamas? —pregunta.

—Marcos.

—Marcos, hoy me agarraste de buen humor —añade—, por eso voy a decírtelo solo a ti... Sí tuve una relación con Ramiro, ha sido una experiencia hermosa, él es una gran persona... Ahora no estamos juntos, pero seguimos siendo amigos.

El tal Marcos se ve contento con la primicia y se aleja no sin antes agradecernos por la amabilidad y por el espacio. La miro y ella se encoje de hombros.

—Pensé qué...

Cuando voy a hablar una mujer mayor se acerca para agradecerles por su vestido y alabar el trabajo que hacen, las dos se concentran en conversar con ella y yo me quedo a un lado, confundido, anonadado, enamorado.

El resto de la velada es imposible conversar, hay flashes, discursos, entrevistas. Cuando al fin todo acaba, me acerco a ella, que bebe agua mientras conversa con una mujer que no conozco.

—Buenas noches —saludo con cortesía.

—Hola —dice ella al mirarme—, ella es Elizabeth, una vieja amiga, él es Ramiro Colombo, el actor del momento —bromea.

—Un gusto —Me saluda la mujer con cortesía, yo respondo igual—. Bueno, me despido, Oriana, un placer haberte visto y estoy muy feliz por todo lo que me cuentas —agrega y se marcha.

Oriana me sonríe y suspira.

—¿Quieres escapar? —pregunta y yo asiento—. Encuéntrame en el estacionamiento en diez minutos —añade y se marcha.

Y yo la veo partir y me imagino que deja una estela de estrellas a su paso, pero en realidad es su aroma el que me envuelve, ese aroma que reconozco y que tanto extrañé, el de su propia piel mezclado a su colonia.

Todo mi cuerpo se estremece al reconocerlo y al comprender la falta que me ha hecho, lo mucho que la he extrañado.

Perdonen que no actualicé ayer, me estoy recuperando del covid. Besos.

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