Capítulo 16 🎬

Hoy es la fiesta y decido que voy a divertirme, últimamente siento muchas cosas dentro de mí y eso me agrada, me hace sentir viva. La sensación de estar anestesiada se esfuma y siento que comienzo a despertar. Quizás este sea un momento importante de mi vida, uno de esos que marcan un antes y un después, y no quiero estar dormida si debo tomar una decisión importante.

Quizá Ramiro tiene mucho que ver en esto, siempre he leído que la gente que te rodea te contagia de su energía y podría ser que él me compartiera un poco de esas sus ganas de vivir, de su frescura y espontaneidad.

Suspiro. Miro la imagen que me devuelve el espejo mientras me maquillo y me peino. Hace un rato salí de la ducha y me encuentro solo con lencería de encajes de color negro, voy a ponerme un vestido corto negro al cuero y unos tacones. Nada demasiado complicado.

Me veo bien y lo sé, lo he sabido siempre. He escuchado muchas veces a las personas preguntarse qué se sentirá saberse tan bella, y la verdad es que yo no siento nada extraño. Sé que soy bonita y he tomado partido de mi belleza en muchas ocasiones, no es que sea perfecta, hay partes de mi cuerpo que no me gustan, además de los años y el estrés que se me acumula en las ojeras o en las pequeñas líneas de expresión que en ocasiones se marcan. La gente dice que no me veo como de mi edad, que parezco más joven, pero no concuerdo mucho con eso, a veces pienso que es todo lo contrario. O a lo mejores es que quizá ya no me siento tan joven.

Todavía recuerdo a Teresa Salinas, una gran actriz con la que me tocó hacer una película hace unos años, era una mujer hermosa incluso con sus setenta años y tanto. Brillaba por donde se la mire y cuando ella llegaba al set, todas nos sentíamos pequeñas. Ella decía que había que saber envejecer con estilo, que no hacía falta hacerse operaciones ni ponerse cosas, que los años no se debían tapar ni tratar de ocultar, que eso era ridículo.

Tere ha sido para mí una mentora importante, la admiro como mujer y como actriz, admiro su trayecto y su vida, la manera en que supo manejar la fama sin que esta la tragara y es la única persona con la que alguna vez me abrí un poquito... hasta ahora, porque la verdad es que puede parecer poquísimo lo que le he dicho a Ramiro, pero para mí es un mundo.

Sé que aún me quedan varios años antes de que aparezcan en realidad los primeros signos del envejecimiento, pero este es un mundo cada vez más competitivo y basado al cien por ciento en la belleza, por lo que me cuido bastante.

Me termino de vestir y voy por mi auto para ir a la fiesta, esta vez le pido a Felipe que me lleve, es mi chofer, pero casi nunca utilizo sus servicios a no ser que se trate de una fiesta o una gala, la mayor parte del tiempo me gusta mantener lo poco que me queda de libertad. Cuando voy de salida Sara me regala una sonrisa y me dice que estoy muy bonita, se lo agradezco y me despido de ella.

Una vez que llego a la fiesta e ingreso saludo a los que se cruzan conmigo. Sé que todo el mundo cree que soy muy desagradable porque casi no entablo conversación con nadie, algunos dicen que me creo más de lo que valgo y otros que soy mala persona. Hace mucho que dejó de importarme lo que piensen los demás, pero eso no quita que sea cortés, saludo con la mano, con la cabeza o con una sonrisa y busco algún sitio para sentarme.

—¡Ori! —Es Alessia que viene hacia mí—. Ven aquí —me llama una vez que está más cerca.

Voy con ella hasta la barra y ella se pide un trago, yo pido un cocktail sin alcohol y ambas aguardamos.

—Allí viene —dice ella girando levemente su cabeza hacia donde ingresa Ramiro.

Está más guapo que de costumbre, todo de negro, pantalón, camisa y saco de sport.

—¿Quién? —inquiero como si no lo viera, ella me mira.

—No te hagas, que te conozco —responde. Sonrío—. Está guapo, ¿eh?

—Un poco —digo y me volteo hacia la barra, el barman acaba de dejar nuestros pedidos—. Gracias... Alessia hace lo mismo.

—Ten cuidado, este chico aún no conoce nuestras reglas —susurra—, no sea que se enamore de ti y luego...

—Eso no va a suceder —niego—. Me cae bien, somos amigos... trato de ayudarle un poco con toda esta experiencia. Hay que admitir que tiene talento y carisma, ojalá no se le apague tan rápido.

—Tengo muchas esperanzas con esta película, ya verás que todo mejora, Ori —dice y me da un apretón en el hombro. Yo solo asiento, ella se aleja.

Me quedo allí, hago girar mi copa y observo los colores de mi bebida. No sé cuánto tiempo pasa, pero de pronto siento una mano sobre mi hombro.

—¿Qué haces aquí solita? —Es él, identifico su aroma y su voz, su presencia.

—Nada... pensaba...

—¿En qué? —pregunta y volteo a mirarlo.

—En nada en especial —respondo y suspiro, es verdad, tenía una maraña de pensamientos sin orden ni sentidos en mi mente hasta que él llegó aquí, ahora solo puedo perderme en la profundidad de su mirada.

—¿Quieres bailar? —inquiere.

Asiento. Él me toma de la mano y me lleva a la pista, la música es alegre y movida, hay varias personas bailando, nos colocamos en un sitio en donde conseguimos lugar y nos dejamos llevar por el ritmo de las melodías, una tras otra.

Mientras me pierdo en los pasos y en los ligeros movimientos que hacen que nos aproximemos de manera sensual, surge en mi interior una enorme necesidad de asegurarme que él es quien dice ser. No me siento lista para otra desilusión, además hay algo en él, algo que me llama, no quiero alejarme, pero necesito confiar.

Estoy cansada de vivir en esa habitación que él mismo describió, cerrada, oscura y húmeda a la que no dejo entrar a nadie. Quiero que pase él, pero necesito asegurarme de que no me está utilizando, por lo que tejo una trama en mi mente.

Le digo que iré a buscar bebidas y él acepta, me espera en la pista mientras traigo algo para él y algo para mí. En realidad, es agua, pero él cree que es vodka, y así pasa el tiempo, pedimos más y más. El barman sabe lo que me sirve porque yo ya se lo advertí, entonces comienzo a mostrarme más alegre de lo normal. Le haré creer que estoy borracha e intentaré seducirlo para ver qué hace. Necesito medir sus reacciones, asegurarme...

Cerca de las dos de la mañana, le pido que salgamos afuera, actúo como si me tambaleara y él me sujeta de la cintura.

—Creo que debes dejar de tomar —dice preocupado—, ¿cómo has venido?

—Me ha traído mi chofer —digo.

—¿Qué tal si lo buscamos para que te lleve de regreso? —pregunta y yo me freno de golpe, él se queda a mi lado y lo volteo a ver, acaricio un poco el cuello de su camisa y bajo mis manos juguetonas por el saco.

—¿Te vas a ir conmigo a casa? —inquiero y lo miro seductora.

Él sonríe, se lo ve tenso, nervioso. Él no ha tomado demasiado y no se ve afectado por el alcohol. Se relame los labios y yo siento deseos de besarlo, me contengo.

—No lo sé, Ori, lo mejor será que vayas a dormir ya —dice—, pero mañana puedo ir por la tarde si quieres...

—Quiero que vengas conmigo ahora mismo —digo como si se lo ordenara y frunzo en labio en una mueca casi infantil, él sonríe.

—Bien, te acompañaré —acepta.

Salimos de la fiesta y buscamos a Felipe, él se acerca y al verme tambaleando noto su mirada de preocupación.

—¿Está bien? —inquiere.

—Sí, estoy bien —respondo—, mi amigo irá con nosotros.

—Señorita Iglesias... ¿ha bebido? —pregunta con consternación.

—Solo un p-poquitito —digo y hago un gesto con los dedos. Felipe no dice más, maneja hasta casa en silencio.

Cuando llegamos a la casa, saco las llaves y finjo no poder acertar el sitio a donde va, Ramiro las toma de mi mano y abre la puerta.

—Vamos a ir a tu habitación y te vas a acostar —dice y yo asiento.

—¿Te vas a acostar conmigo? —inquiero y él niega, pero sonríe.

Subimos las escaleras, él me sostiene de la cintura y yo disfruto su roce sobre mi piel. Lo guio hasta mi cuarto y lo dejo pasar, es la primera vez que entra y puedo ver su mirada vagar de una pared a otra.

—Estás en el cuarto de tu actriz favorita, ¿eh? —digo y me vuelvo a poner frente a él, doy una patada por la puerta y envuelvo mis brazos en su cuello.

—Ori... ¿qué haces? —pregunta con un hilo de voz.

—¿Qué crees? —respondo—. Quiero practicar escenas contigo —digo y él suspira.

—No estás bien, mañana te arrepentirás —me dice y me guía hasta la cama, retira las sábanas y me señala un sitio—. Acuéstate aquí...

—No, vamos... no seas así —insistió y vuelvo para acariciarle el cuello y enredar mis dedos en sus cabellos.

No pensé que ese gesto sería tan delicioso, me acerco a él y pego mi cuerpo al suyo, intento desabrocharle la camisa, pero él se aleja.

—¿Me estás rechazando, Colombo? —inquiero con aire seductor. Entonces, busco la cremallera de mi vestido y de un movimiento me lo saco.

—Dios, Oriana, por favor... —ruega él. Sus mejillas están sonrosadas, trae la boca abierta y su pecho sube y baja con fuerza. Más abajo, algo despierta.

Y yo me siento horrible por hacerle esto, a la vez que me siento tentada a seguir, no sé qué me pasa, no tengo una gota de alcohol en la sangre, pero su aroma me embriaga por completo.

—Mira —dice cuando me acerco y me vuelve a rechazar—, a la cama, es hora de dormir...

—Pero no tengo ganas de dormir, tengo ganas de ti —digo y vuelvo a poner ese gesto de súplica mezclado con mohín de niña.

—Si mañana cuando despiertes recuerdas esto y siguen tus ganas, pues entonces lo hablaremos —responde con autoridad—, ahora vas a dormir. Añade.

Coloca sus manos en mis hombros y el calor de su piel inunda la mía, me guía hasta la cama y yo me siento, luego me recuesto y él me cubre con la sábana. Se arrodilla ante mí y me aparta el pelo del rostro.

—Eres la mujer más hermosa que he conocido en mi vida —dice y sonríe—, y esto es lo más difícil que he tenido que hacer alguna vez, pero no estás en condiciones y yo no voy a aprovecharme de eso —añade.

Me besa en la frente y luego pasa el dorso de su muñeca por mi mejilla.

—¿Te vas? —pregunto con un dejo de tristeza en mi voz, y esto no lo finjo. Quisiera abrazarlo ahora mismo y decirle que no estoy ebria, que lo deseo en mi cama ya, pero no lo hago, no seré tan impulsiva, no esta vez.

—Sí... mañana si tienes ganas vendré y haremos algo divertido —promete.

Solo asiento porque si digo algo será para rogarle que se quede y no quiero ceder. Él me besa en la frente, con suavidad y lentitud, al contacto con sus labios cierro los ojos y siento que desde el sitio donde me ha besado han bajado miles de hormigas a recorrer mi cuerpo entero. Nunca nadie me ha besado en la frente, nadie real, nadie que no esté actuando, nadie que se preocupara por mí. Un beso en la frente es un beso de protección y de cuidado, un beso que te dice que le importas a alguien.

Siento las lágrimas escocer en mi garganta, por eso no vuelvo a abrir los ojos, él cree que duermo y se levanta en silencio. Recoge mi vestido del suelo y lo coloca con cuidado en la silla antes de salir y cerrar la puerta tras él.

Lo miro partir mientras mi corazón late fuerte bajo mis sábanas, es como si se me quisiera salir del pecho, es como si supiera algo que yo no sé aún, algo que no quiero admitir. 

Espero estén disfrutando de esta historia. Los espero en las otras dos que estoy actualizando :)

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top