Todos esos años.
El viento ruge con fuerza contra las ventanas, Chloe puede escuchar el silbido agónico que parece destinado solo a torturarla. La tormenta apareció de repente, estaba avisada para dentro de una semana más, pero las condiciones climáticas cambiaron por alguna mierda de los vientos y el agua del mar que Chloe no entendió. Cuando escuchó las noticias lo primero que hizo fue buscar su celular para llamar a Max, solo para descubrir que esta ya le había escrito que pronto estarían juntas en casa, que mantuviera la calma.
«Y una mierda».
La ansiedad corre por su cuerpo, disparándose a niveles que no había alcanzado en años. No es solo la tormenta, han pasado por varias después de lo sucedido en Arcadia Bay, es el que esta vez Max no está a su lado cuando el clima decide volverse tempestuoso y Chloe tiene miedo de lo que pueda pasar. Corre hacia su habitación, rebuscando en los cajones inferiores, detrás de su ropa interior, donde tiene escondida una caja de cigarros de emergencia.
Max le había pedido que lo dejara hacía años, Chloe lo hizo. Fue un proceso lento y no lo logró enteramente, pero ya llevaba cuatro años sin haber tocado uno. Sin embargo, dada las circunstancias, Chloe decide mandarlo todo a la mierda y toma el encendedor de la cocina, dirigiéndose al salón desde el cual podía vigilar la entrada de la casa, esperando milagrosamente que el auto de Max se estacionara allí para ella poder relajarse. El auto no aparece y Chloe abre la caja de cigarros.
Lleva el cigarro hacia su boca, sosteniéndolo con la familiaridad de una antigua fumadora activa, y sostiene el encendedor delante de ella. Gira su dedo sobre la rueda dentada y la chispa levanta una llama que inmediatamente le transmite calor a su rostro. Chloe la acerca al cigarro, tanto que el papel empieza a quemarse, ahora solo queda aspirar, pero no lo hace. Apaga el encendedor y retira el cigarro de sus labios, moviendo la pierna derecha de forma nerviosa contra el suelo. Sentada incómodamente en el sillón, se queda mirando el cigarro apagado en sus manos.
Los recuerdos fluyen mientras sus dedos mueven el tubo de papel y nicotina de un lado a otro. Piensa en todo lo que ha vivido para estar allí, en el tiempo que ha pasado, en una tormenta similar a esta que ahora vivía. Sabe que es el miedo lo que la está impulsando en ese instante, y decide tomar el control. Alguna de esas técnicas de mierda que su psiquiatra trató con ella para ayudarla a sobrellevar todo. Chloe no solía recurrir a ellas, pero bien podía darle una oportunidad en ese momento.
Inicialmente piensa en regresar a solo un año atrás, repasando su vida de los últimos meses, pero no lo logra. En cambio, se ve rememorando ese día, ellas dos en su camioneta destartalada avanzando lejos de Arcadia Bay y el destrozo que había quedado, de la muerte, de la culpa. Chloe condujo por horas, sin detenerse para pensar y manteniendo un silencio pesaroso entre ella y Max. No fue hasta que se vieron incapaces de avanzar más, con la noche cubriendo toda visibilidad, que Chloe desvió el auto hacia una calle cuyas señales indicaban un motel.
Ella fue quien habló con la recepcionista, pagando por una noche en una habitación sencilla, que era la más barata. El dinero no era algo que ella y Max tuvieran en cantidades en esos momentos. Permitió que Max se bañara primero, y no dijo nada cuando ella entró después. Ambas tenían mucho que asimilar. Chloe había estado dispuesta a morir, era lo que quería. El universo la había matado tantas veces que era obvio que ese era su destino, pero Max había tomado la decisión de salvarla a toda costa siempre, incluso cuando todo se redujo a elegir entre Arcadia Bay y ella.
El peso de esa realidad era más de lo que Chloe podía soportar, así que decidió no pensar en eso, pero cuando salió del baño vio a Max observando las noticias en su celular. Los periodistas habían viajado tan cerca de Arcadia Bay como pudieron para grabar el tornado, y luego habían filmado los escombros, las casas destruidas, los negocios arrancados, los árboles deformados en nudos inimaginables, y los cuerpos.
Max lloró en silencio, mordiendo su labio hasta que la sangre llenó su boca y corrió por la comisura del labio. Chloe no dijo nada, no podía hablar. Se acercó a Max y la abrazó, quitándole el celular de la mano y apagándolo, no sin antes notar las más de treinta notificaciones de llamadas y cincuenta mensajes por parte de los padres de Max. Si Max no quería hablarles, ella no la obligaría. Usó su fuerza para recostar a Max con ella en la cama y la abrazó durante toda la noche, dejándola llorar mientras intentaba ignorar sus propias lágrimas.
No tenían un rumbo fijo, ni planes, excepto que no irían a Los Ángeles ni a Seattle. Max no quería ver a sus padres y Chloe no quería llevar a Max hacia el sueño de Rachel, se sentía incorrecto. Ella no había querido pensar mucho en Rachel, porque tendría que enfrentar el hecho de que su relación era dependiente y abusiva, que esta incluso la había engañado cuando Chloe no había tenido ojos para nadie más que Rachel, pero que aun así Chloe no podía evitar amarla.
No tocaba el tema Rachel con Max tampoco, porque Max había vuelto y el mundo de Chloe se había puesto de cabeza. Porque nadie importaba más que Max, pero no lograba olvidar a Rachel, incluso encontraba similitudes entre ellas. Similitudes inexistentes. Max merecía más que eso, y Chloe estaba cansada de la mirada animada que intentaba ocultar los matices tristes en los ojos de Max cada vez que Chloe mencionaba a Rachel. Así que no la mencionó más.
Condujeron durante algún tiempo sin rumbo fijo, comiendo en restaurantes baratos de mierda y hospedándose en moteles, hasta que llegaron a un pueblo un poco más grande que Arcadia Bay, donde lograron hacer trabajos pesados como cargar cajas para uno de los restaurantes y limpiar patios de casas grandes durante dos semanas, llegando a dormir en la camioneta de Chloe, pero recuperando dinero suficiente para seguir el viaje por carretera.
Chloe no puede decir que algo de ese tiempo haya sido bueno. Durante las noches lidiaba con las pesadillas de Max y las suyas propias, se abrazaban para consolarse, pero no lo hablaban. En el día lograban interactuar sin parecer totales locas inadaptadas, pero Max se espaciaba con facilidad y eso les dificultaba las cosas. La tensión entre ellas fue creciendo, caminando de puntas alrededor de los recuerdos y la culpa. Max lloraría en las noches cuando pensaba que Chloe estaba dormida, y Chloe ignoraría el llanto porque quería evitar el suyo propio.
En algún punto las conversaciones casuales y banales volvieron a ser parte de sus vidas, probablemente fuera por el tiempo en que vivieron en San Francisco. Chloe consiguió un trabajo en una tienda de tatuajes y piercings y Max en una biblioteca. No era fotografía, porque Max ya no podía fotografiar nada sin entrar en un ataque de pánico ante los recuerdos que la azotaban, pero era lo suficientemente calmado y personal para que ella no se sintiera abrumada. La vida parecía estar mejorando, habían rentado un apartamento pequeño de un cuarto que tenía humedad y se sentía frío, pero estaban juntas.
—Esto es una mierda —comentó Chloe una noche, abrazando a Max más fuerte por el frío que calaba las paredes en el invierno.
—Siempre podría ser peor, podríamos todavía estar durmiendo en la camioneta —repuso Max, intentando hallarle un lado positivo a aquello.
—Para eso, bien podríamos morirnos de una jodida hipotermia —rebatió Chloe, apretando a Max más cerca cuando la sintió temblar con fuerza.
—Harías un lindo caminante blanco —bromeó Max, sonriendo cuando sintió la risa queda de Chloe extenderse por su pecho.
—Regresar de la muerte como una paleta helada no es mi prototipo de vida ideal, Maxibu —tan pronto como la broma dejó sus labios, Chloe se tensó, sintiendo la propia tensión en Max—. Mierda, no quise…
—Está bien —murmuró Max, apretándose más contra ella, escondiendo su rostro en su pecho, allí donde podía sentir sus latidos recordándole que estaba viva—. Estará bien.
El tema siempre fue delicado, y no lo hablaban. Ignoraron las noticias, porque el daño estaba hecho y torturarse con el recuento de muertos solo las haría sentirse peor, y mantuvieron el tema fuera de sus vidas. Max se despertaría de las pesadillas gritando y llorando, Chloe la abrazaría y le recordaría que estaba allí con ella, Max volvería a dormirse y Chloe saldría de la cama para ir a fumar mientras ella misma lloraba, lamentando no estar muerta.
Soportaron ese sistema durante algún tiempo considerable, hasta la primera tormenta. Era un huracán que habían anunciado por la televisión, Chloe y Max habían preparado las condiciones para soportarlo desde su mierda de apartamento, pero ambas podían sentir como la otra emanaba esa aura oscura de temor. Al final el huracán llegó, y Chloe no se esperó que lo que más problema les diera no fuera la falta de electricidad o el frío, sino Max.
No lo había soportado, cada batir de las ventanas por el viento la hacía encogerse más en su lugar, hasta que la tormenta se desató dentro de ella misma. Chloe intentó contener la crisis de ansiedad, la abrazó y la ayudó a sobrellevarlo, pero Max no la escuchaba, no lograba enfocarse lo suficiente como para sostener un pensamiento coherente, y, al final, Chloe también se rompió.
—Mierda, Max, reacciona —espetó, zarandeándola con fuerza y haciéndola mirarla a los ojos—. Tomaste la jodida decisión de dejarlos morir a todos por salvarme a mí. Acéptalo y vive con ello, porque yo no puedo más con esta mierda.
—Eso intento. ¿Qué crees que hago todos los días? —rebatió Max, zafándose del agarre de Chloe y alejándose de esta, poniendo la escasa longitud de la habitación como distancia entre ellas.
—Pues lo haces de culo —repuso Chloe, encendiendo un cigarro y dándole la espalda.
—No tienes una jodida idea de lo difícil que es para mí esto —Max sintió su voz romperse mientras hablaba, pero no le importó. Se apoyó en la pared, dejándose resbalar hasta quedar agachada en el suelo, sus manos abrazando sus rodillas.
—Pues lidia con ello, fuiste tú quien escogió dejarme viva aun cuando te supliqué que jodidamente me dejaras morir —Chloe bramó, apagando el cigarro con tanta fuerza que se quemó la punta del dedo índice antes de lograr acabar con el fuego del papel.
—No podía dejarte morir, no podía perderte —sollozó Max, cerrando sus manos sobre sus oídos, intentando vanamente bloquear el sonido del exterior—. No podía, no podía, no podía, no podía, no podía, no podía…
Chloe gruñó por lo bajo, girándose para enfrentar a Max y calmarla, no soportaba que empezara a murmurar lo mismo, verla en esas condiciones causaba un dolor físico real en la misma Chloe. Sus ojos se abrieron con espanto al enfrentar a Max, viéndola con los ojos totalmente en blanco, sus manos estiradas hacia el frente, como si estuviera intentando alcanzar algo. Le tomó varios segundos comprender que Max había activado su poder, que estaba intentando regresar en el tiempo. ¿Para dejarla morir? ¿Para salvar Arcadia Bay? Chloe no lo sabía, pero sí sabía que Max no podía volver tanto en el tiempo.
Sangre salió de la nariz y los oídos de Max, ella cayendo al suelo entre convulsiones espasmódicas que dominaron todo su cuerpo. Chloe emitió un sonido que más parecía un graznido bajo y corrió hacia ella, sosteniendo su cabeza y forzando su cuerpo en una posición de lado para evitar que se ahogara mientras murmuraba disculpas que Max no podía escuchar, las lágrimas nublando su vista.
No supo cuánto tiempo Max estuvo convulsionando, ni las horas que pasó inconsciente cuando la convulsión paró, pero recordaba claramente la ronquera de su voz después de los sollozos que rasgaron sus cuerdas vocales durante ese tiempo.
—Chlo… —el murmullo bajo que confirmó que Max estaba despierta llegó a Chloe como agua fría apagando un incendio. Sentía que podía respirar de nuevo.
—Perdóname, Super Max..., perdón —suplicó Chloe, aferrándose al cuerpo de Max acostada en la cama, aun desde su posición arrodillada en el suelo, al lado de ella—. Te prometo que no pienso eso y que no volveré a fallarte. Soy una jodida mierda.
—Ambas lo somos —aseguró Max en un susurro, pasando sus dedos temblorosos por los cabellos azules que entorpecían su vista del rostro lloroso de Chloe.
—Entonces seamos una mierda juntas —pidió Chloe, riendo de alivio al ver a Max sonreír ante su broma no muy buena.
Chloe pensó que después de eso las cosas mejorarían, pero no fue así. Después de aquella convulsión y el intento devastador de Max de regresar al pasado sabiendo que no podía ir tan atrás, Max entró en una depresión severa. Chloe hizo todo en su poder por ayudarla, incluso tomó tres trabajos para pagar todo cuando Max no pudo sobrellevar más el salir siquiera de la casa, o levantarse de la cama.
La ausencia de Chloe por sus horarios de trabajo trajo consigo que descuidara a Max, y sintió su mundo destruirse el día en que tuvo un tiempo libre y logró convencer a Max de dejarse bañar. Observó por primera vez en mucho tiempo el cuerpo desnudo de Max, no era nada como ella recordaba, pero la realidad era peor de lo que Chloe esperaba.
Le había dejado comidas a Max todos los días, a veces recogía los platos intactos, otras veces faltaba comida, pero no fue hasta que la tuvo desnuda delante de ella que Chloe pudo ver lo desnutrida que Max estaba. Se marcaban todas sus costillas y vertebras, parecía tan débil que se rompería de solo caminar. Pero eso no fue lo peor. Chloe vio los rastros de sangre seca, las heridas cicatrizadas y aquellas abiertas que apenas empezaban a sanar.
¿Cuánto tiempo aquello había estado pasando? ¿Por qué no se había dado cuenta antes? En retrospectiva, Chloe sabía por qué. Pasaba muchas horas fuera de la casa para obtener el dinero y mantenerlas a las dos, llegaba agotada y se quedaba dormida en el sofá para no despertar a Max a horas intempestuosas, apenas se veían aun viviendo juntas. La quería cuidar, pero no lograba hacerlo.
Ese día Chloe lloró en silencio mientras lavaba el cuerpo de Max, quien se mantenía con la mirada perdida, como la mayor parte de tiempo. Y cuando Chloe colocó a Max en una cama con sábanas nuevas, oliendo a jabón de frutas y con un pijama limpio; salió de la habitación y llamó a su jefa en el centro de tatuajes, explicándole la situación con su novia, aun si estrictamente hablando ella y Max no lo fueran, y presentando su renuncia.
Para su sorpresa, algo salió bien en la vida de mierda de Chloe Price, y su jefa le negó la baja, pero le ofreció el número de su cuñado, quien era un psiquiatra reconocido de la zona y podía ayudarlas. Chloe no estaba muy segura, temía que Max se pusiera a hablar sobre viajes en el tiempo y que la ingresaran en algún manicomio, pero tampoco tenía muchas opciones cuando le harían un descuento por amistad.
Convenció a Max de ir al psiquiatra, y de alguna forma esta no habló de poderes sobrenaturales que le consiguieran una camisa de fuerza, pero sí habló sobre el sentimiento de culpa que la corroía, contando lo que habían vivido en Arcadia Bay y cómo habían atrapado a un psicópata, y sobre su deseo de terminar con el vacío en el que sentía que tenía atrapada a Chloe, arrastrándola con ella a su miseria.
Chloe también tuvo que asistir a algunas sesiones para entender más a Max, y no pudo contener las lágrimas cuando la escuchó hablar de sí misma como un agujero negro de destrucción. ¿Cuántas veces Chloe no se había visto a sí misma como uno?
Los medicamentos de Max eran caros, pero ayudaban. Las pesadillas habían parado, ella había empezado a comer e incluso Chloe la había encontrado sonriendo nuevamente. Parecían poder mejorar, de alguna forma. Sin embargo, Chloe no tenía esas salidas.
Ella seguía jodida por dentro, fumando desde cigarros hasta la marihuana que lograba comprar en el mercado negro, bebiendo más de lo debido, reprochándose el rumbo al que había llevado la vida de Max solo por ser ella Chloe Price, y lamentando no haberse ido con Rachel antes de que Max regresara a su vida. Al menos si lo hubiera hecho no habría jodido la vida de su mejor amiga.
Se mudaron de San Francisco, porque Max retomó su pasión por la fotografía y obtuvo una buena oferta de trabajo en Nueva York. Chloe no se quejó, la siguió hasta donde fuera necesario, porque eso era lo que hacía con su vida desde aquel día. Lamentaba que las cosas salieran mal, sabía que Max habría tenido un futuro brillante en la universidad y que sus padres la habrían amado, pero Max no pudo hacer nada de eso luego de lo de Arcadia Bay, y todavía no hablaba con sus padres.
Había llamado una sola noche, después de mejorar de su depresión, con Chloe sosteniéndole la mano para darle fuerzas. Fue una conversación más cercana a una discusión. Sus padres le exigieron que regresara a casa, incluso amenazaron con llamar a la policía; Max les recordó que era mayor de edad y ella misma estaba advirtiendo que no regresaría.
Ellos llamaron con apodos coloridos a Chloe, nada que no hubiera escuchado antes, Max se enojó con ellos y les colgó, apagando el celular. Tuvo la tentación de volver atrás el tiempo, pero la mirada aprensiva de Chloe le suplicó que no lo hiciera. No lo hizo.
Aun así, Chloe se sentía feliz de que Max pudiera salir adelante. Su trabajo en la fotografía parecía estar yendo bien, trabajaba en un estudio donde tomaba fotos artísticas a las personas durante el día, y hacía trabajos de foto álbumes para algunas empresas que estuvieran buscando algo en específico para el marketing, además de sus fotos independientes que tenía pensado algún día llegar a exponer.
Chloe sentía que se estaba quedando atrás, siendo el lastre que siempre había sido, pero Max seguía tomando su mano antes de una decisión importante, y habían vuelto a dormir abrazadas, así que a Chloe realmente no le importaba.
Había sido un día normal cuando las cosas cambiaron entre ellas. Habían pasado casi tres años de la tormenta. Max y Chloe todavía vivían juntas, no hablaban de aquel día ni de la elección de Max, seguían adelante y parecía que verdaderamente tenían mejores oportunidades.
Chloe acababa de llegar de su turno en el trabajo, se había extendido en un tatuaje particularmente trabajoso que le había llegado a última hora. Agradecía que Max la hubiera convencido de pasar todos aquellos cursos para volverse tatuadora, pero los dolores de cabeza con ciertos diseños eran una tortura después de varios tatuajes grandes en un solo día.
Traía más piercings en esos momentos, y más tatuajes adornaban la mitad de su espalda y parte de su pierna. El cabello iba de verde oscuro a azul brillante, todavía corto, aunque ya no usaba las capuchas. Al lado de Max parecía ser la viva imagen de la corrupción, pero Max seguía tomándole fotos en los momentos más extraños donde Chloe no estaba haciendo nada.
El cansancio la hizo estirar su cuerpo, sintiendo sus músculos quejarse de tanto tiempo en la misma posición sentada, y luego avanzó por el apartamento, soltando el bolso descuidadamente en el sillón y dirigiéndose al cuarto. El aliento quedó estancado en su garganta cuando entró, encontrando a Max acostada con un short corto blanco, una camiseta rosada y medias de conejito que llegaban por encima del tobillo.
Era por la tarde, el sol entraba por la ventana, pero allí estaba Max respirando lentamente por la boca entreabierta, acostada de lado, abrazando la almohada de Chloe como si aferrarse a ella fuera la solución a todos sus problemas. Chloe la encontró adorable, sintiendo su corazón acelerarse ante la imagen.
Había estado enamorada de Max más tiempo del que podía recordar. La amaba desde siempre, como su mejor amiga, su compañera en el tiempo, su amante o lo que pudiera obtener de ella. Su relación seguía siendo extraña para ella.
No lo hablaban nunca y seguían diciendo que eran mejores amigas cuando alguien preguntaba en el trabajo, pero se tocaban para mantener el contacto todo el tiempo, dormían juntas, se mandaban mensajes constantemente y si alguna se atrasaba en su horario usual de llegada a casa enseguida se estaban llamando. Parecían un matrimonio.
Chloe sonrió, quitándose las botas y acostándose con lentitud en la cama, intentando no despertar a Max. No buscaba aclarar su relación ese día, no necesitaba de ninguna etiqueta ni de nada que expresara al mundo lo que eran, porque se sentía que nada sería suficiente. Ellas eran ellas dos. ¿Qué importaba si no hacían más que abrazarse y tomarse de las manos? Era Max y Chloe aceptaría lo que Max quisiera darle, eso no cambiaría lo que sentía por ella. Sus dedos volaron al cabello castaño, apartando los mechones, ahora largos, de su rostro angelical.
—Eres terrible finiendo dormir —comentó Chloe, notando como la respiración de Max se normalizaba y ella fruncía el ceño para luego intentar relajarlo.
—¿No te pude haber engañado ni un poquito? —preguntó Max, todavía con los ojos cerrados y haciendo un puchero.
—Para nada, Maxibear. Me temo que simplemente te conozco muy bien —aseguró Chloe, inclinándose para sostener el rostro de Max entre sus manos y frotar sus narices juntas en un beso esquimal que buscaba ser chistoso.
Max se rio alegremente, todavía con algo se somnolencia marcando sus acciones, y luego abrió los ojos. Su mirada parecía perderse en aquel azul tormentoso que no mostraba nada claro, pero de repente las risas habían cesado y ambas permanecían cerca, respirando el aire de la otra. Chloe contuvo el aliento mientras sentía a Max acercarse más, sus labios rozándose en una petición tímida de permiso. Y Chloe solo pudo asentir, dejando que Max tomara la decisión de acortar el espacio entre ellas.
Fue un beso lento, suave, pero profundo. Ambas volcaron cada sentimiento que habían tenido durante todos aquellos años, dejando que las frustraciones, la distancia, la culpa, el amor, el deseo y la añoranza las dominaran. Pronto se vieron en una batalla de voluntades, usando los labios de la otra como una droga recreativa que buscaba llevarlas fuera del mundo que las rodeaba. Max se trepó encima de Chloe, sentada a horcajadas sobre ella y gimiendo roncamente cuando Chloe deslizó sus manos por sus piernas en una caricia firme.
Sus manos buscaron más, ambas insaciables, desprendiéndose de las telas que se interponían en el camino, sintiendo el calor ajeno bañar sus cuerpos. Los temblores leves dominaban sus acciones, pero no tenían frío ni miedo, eran ellas dos y se amaban. La anticipación ante cada toque llevó a Max a gemir y perderse, permitiéndole a Chloe degustar de cada centímetro de su piel, sintiendo el sudor empapar las sábanas bajo su espalda cuando volvió a estar recostada sobre la cama, con la boca de Chloe bebiendo de ella hasta llevarla más allá del éxtasis.
Su inexperiencia no fue impedimento para tocar a Chloe, y esta sintió su cuerpo derretirse ante las caricias tímidas y los labios tentativos de Max. Le indicó qué ir haciendo en dependencia de lo que Max deseaba, dejándose llevar por el placer del momento, y volvió a apoderarse del cuerpo de Max tantas veces como le fue posible. La cúspide de sentimientos alcanzados en ese encuentro fue capaz de licuar sus cerebros, era como si el mundo se hubiera vuelto más brillante y hermoso; un lugar seguro para ambas.
—¿Te gustó? —preguntó una Max cohibida y dudosa de su actuar.
—Max, fue jodidamente fantástico. Tú eres jodidamente fantástica —aseguró Chloe, besando su frente sudada mientras ambas todavía jadeaban.
—Es solo que…, como nunca había hecho algo así y…, tú tienes más experiencia y… —Chloe dejó escapar una risa queda marcada de la ternura que Max le transmitía mientras la escuchaba farfullar.
—Max, mi experiencia no tiene nada que ver. Eres la persona que más amo en el mundo y no hay una jodida mierda que se compare a tenerte conmigo —afirmó Chloe, viendo el brillo en aquellos ojos que tanto amaba ante sus palabras. Ellas habían cambiado, pero Chloe no podía evitar sentir que, tal vez, aquello había sido algo inevitable para ambas.
Los días se volvieron más felices después de aquella tarde. Ahora, si alguien les preguntaba, ellas dirían que eran novias, y sería normal verlas tomadas de la mano o besándose cuando estuvieran juntas. Chloe estaba allí para Max, pasara lo que pasara, y sostuvo su mano durante aquella incómoda llamada telefónica a sus padres, un nuevo intento de reconciliación.
Volvieron a haber gritos e insultos, sus padres acusándola de abandonarlos por una don nadie sin futuro, Max enojándose por ellos estar hablando mal de Chloe, colgándoles y decidiendo no volver a llamarlos. Cambió su número de teléfono después de ese día, pero nada pudo sacar de la mente de Chloe las palabras de los Caulfield.
A medida que Max se hacía de más fama por sus fotos y prosperaba, más miradas extrañas recibía cuando la veían de la mano de Chloe, más personas susurraban a sus espaldas, más Chloe se sentía fuera de lugar. Ella siempre había sido la pieza que no encajaba, el bicho raro, pero Max no, y ahora ella estaba ensuciando el nombre que lentamente su novia se iba creando.
Volvió a beber cuando Max recibió un contrato que la llevó fuera de la ciudad para fotografiar unos paisajes que formarían parte de una campaña contra la contaminación ambiental; no porque envidiara su éxito, Max se lo merecía, sino porque sentía que ella era una oscuridad sucia en medio de la limpia vida que Max iba logrando.
Max no dijo nada cuando volvió para encontrar un apartamento con fuerte olor a cigarros, marihuana y alcohol, sobre todo porque la recibió una Chloe recién bañada que se aferró a ella como un drogadicto a la cocaína y la besó hasta sacarle el aire. Chloe siguió perdiéndose en su mente, sintiendo las miradas juzgadoras de los extraños que conocían a Max y la admiraban por su trabajo, sintiéndose cada vez más como una carga.
La bebida y la marihuana se convirtieron en su día a día, después de horas en el trabajo entre tatuajes y cigarros, cerraba el local, bebía, se drogaba y luego iba a casa. Max no decía nada, sabía que todo eso era parte del estilo de vida de Chloe y ella solo estaba esperando que su novia decidiera hablarle sobre lo que pasaba, pero Chloe no habló.
Las pesadillas volvieron en las pocas horas de sueño que su insomnio le permitía, pero esta vez era Chloe quien las tenía. Soñaba con la tormenta, Arcadia Bay y con Max dejándola morir para salvar al pueblo. Veía la vida de Max, llena de luz y sin un lastre viviente a su espalda, que no sabía hacer nada ni era bueno para ella. Quizás su muerte hubiera sido mejor.
Max intentó hablar con ella, pero Chloe empezó a apartarla, temerosa de admitir sus miedos y escuchar que Max concordaba con ella. El pánico ante su rechazo consumiéndola por dentro. Duraron un tiempo en esas condiciones, con Max atendiendo reuniones y cenas de trabajo sin Chloe, porque estaba muy ocupada drogándose y emborrachándose. La verdad era que no iba porque no quería arruinar su imagen, y se drogaba y bebía para sentirse menos dolida por la mierda que era.
Todo explotó un día cuando Max llegó a casa después de las diez de la noche y Chloe no estaba. Siempre que Max regresaba de alguna reunión Chloe ya estaba en casa, aunque estuviera más allá de la consciencia por lo que se metía. Chloe llegó ese día pasadas las tres de la madrugada, apenas siendo capaz de sostenerse en pie.
Max no gritó ni dijo nada, la ayudó a llegar a la cama y la dejó dormir, acostándose ella en el sofá para poder descansar ahora que ya sabía a Chloe a salvo en casa. La luz del mediodía entrando por la ventana fue lo que despertó a Max, quien miró en todas direcciones, encontrando a Chloe apoyada en la meseta de la cocina con un cigarro en los labios.
—No deberías seguir fumando. Te va a matar de cáncer de pulmón —comentó Max con voz pesada, sentándose en el sofá y revolviendo el cabello para ver a Chloe mirándola impasible desde la cocina.
—Si la bebida no me mata antes —repuso ella, aspirando profundamente el humo nicotínico que ardió en sus pulmones con familiaridad.
—¿Dónde estabas anoche? —preguntó Max, su mirada de ciervo inocente clavándose como una daga sobre Chloe.
—En una fiesta, poniéndome hasta el culo —contestó sinceramente, espirando el humo que ascendió hasta el techo.
—Pude verlo, llegaste casi inconsciente —dijo Max, poniéndose de pie y caminando hacia Chloe.
—Sí, no jodas. La hierba era buena y hubo algunas pastillas también —admitió Chloe en tono jocoso, pero Max sabía que era cierto.
—¿Por qué haces esto? ¿Qué necesidad hay de destruir así tu vida? —cuestionó Max, frustrándose ante la impotencia.
—¿Qué vida, Max? Esta mierda que llevo no es vida —rebatió Chloe, apagando el cigarro y encendiendo otro.
—Puedes parar con eso, por favor —pidió Max, girando la cabeza para toser.
—¿Ves? Ni siquiera puedes tolerar el humo del cigarro. ¿Cómo puedes soportarme a mí? Soy jodidamente tóxica, Max —Chloe fue subiendo su tono de voz a medida que iba perdiendo el control, viendo la mirada confundida de Max.
—¿De qué carajos hablas? ¿Tolerar? Has estado jodiendo tu vida por meses y no he dicho nada por más que sepa que eso está mal porque sigo esperando que vengas y hables conmigo. Que me digas que mierda está mal —Max gesticulaba desesperada, de esa forma ansiosa que hacía cuando no lograba mantener el control en una situación, y Chloe sintió una punzada de dolor al ver al punto al que la estaba llevando, pero esa parte autodestructiva de ella no le permitió parar.
—Quizás es porque no quiero hablarlo, porque no me entenderías. Porque, mierda, somos muy jodidamente diferentes tú y yo y quizás yo necesito a alguien que me comprenda y se una a mí en lugar de sentarse a juzgarme silenciosamente —gruñó Chloe, tirando el cigarro al fregadero donde el agua acumulada en pequeños charcos lo apagó mientras ella caminaba iracunda por la estrecha cocina, hasta que todo su cuerpo se tensó, sintiendo escalofríos recorriéndola desde su columna, su mundo dando vueltas en espiral ante las palabras de Max.
—¿Alguien como Rachel? —Max miró a Chloe con lágrimas en los ojos, resbalando por sus mejillas y precipitándose por su mentón hacia el suelo—. Discúlpame por no ser ella. Siento mucho que te hayas visto atascada con la mocosa mojigata que no apoya las drogas y el alcohol como algo diario para escapar de la realidad y que no va a fiestas locas hasta las tres de la mañana, para volver a casa casi muerta. Lamento que hayas tenido que venir conmigo porque no te quedaba nadie más, porque yo escogí salvarte matando a todos los demás y eso me hizo tú única opción. Lamento que tenerme en tu vida sea aburrido y yo no sea la chica divertida que tú necesitas. Lamento haber sido yo quien sobreviviera y no Rachel, porque si hubiese podido, créeme que habría vuelto el tiempo atrás para poder dártela y que así fueras feliz.
Chloe se quedó mirando a Max llorar, espantada por lo que le decía. Todo el tiempo Chloe sintió que no era suficiente, que Max merecía más, que ella la estaba arrastrando hasta las profundidades del océano mientras Max intentaba flotar.
No pudo ver como Max sentía lo mismo, comparándose todo el tiempo con Rachel, sintiéndose insuficiente ante su recuerdo, creyendo que Chloe solo estaba con ella por compromiso, por falta de opciones, por no estar sola. Curiosamente, la ironía era que Chloe había amado a Rachel por esos motivos, en cambio, amar a Max era algo tan natural e inevitable como respirar. Cuan equivocada estaba su pequeña Max.
—¿Eso es lo que piensas que quiero? —preguntó Chloe, avanzando lentamente hacia Max hasta detenerse delante de ella, sus dedos acariciando los de Max con delicadez en una petición muda por permiso para tocarla—. ¿Piensas que preferiría a Rachel? ¿O qué querría que tú fueras más como ella?
—¿Por qué otro motivo seguirías haciendo todas esas cosas dañinas, si no fuera por estar más cerca de su recuerdo ante tu aburrida vida conmigo? —la voz de Max se rompió con el llanto y Chloe sintió sus propias lágrimas bajar por su rostro.
La abrazó con fuerza, sintiéndola sollozar y mojando su camiseta con sus lágrimas, las suyas propias mojando el cabello castaño de Max. La había cagado, no había otra forma de decirlo. Se disculpó de mil maneras, asegurándole que ese no era el motivo, que era culpa de Chloe que las cosas estuvieran así, no de Max, y que su vida con ella no era aburrida.
Avanzaron a tropezones por la estancia hasta el cuarto, acostándose en la cama enredada en los brazos de la otra, con Chloe dándole a Max una de sus pastillas para la ansiedad y acariciándole el cabello de forma dulce mientras la veía dormirse.
Lo pensó durante las horas que estuvo cuidando de su sueño, porque era una decisión arriesgada, pero estaba hiriendo a Max. No era un lastre, Max nunca la había visto de esa forma, pero Chloe la estaba hiriendo por como ella misma se autopercibía. No quería herirla, pero tendría que hacerle un último daño.
Se levantó en silencio, usando la luz del atardecer a su favor para ver por la estancia, recogiendo sus pocas pertenencias en un maletín de lona y saliendo de la casa, dejando una carta en la mesa del comedor, sostenida por su caja de cigarros vacía.
Querida SuperMax, lamento tener que hacer esto, porque sé que te estoy haciendo daño, pero prefiero irme ahora antes de destrozar tu vida por completo. No eres tú, Max, el problema nunca has sido tú. Veo tu vida mejorando y me siento feliz por ti, pero no puedo evitar sentir que soy un lastre innecesario que te está atrasando en tu propio camino. Como vez, ambas tenemos percepciones equivocadas de nosotras mismas.
No quiero que seas Rachel, Max, te amo precisamente porque no eres Rachel, sino tú. Y creo que puedo asegurar que tú no me ves a mí como una carga, pero lo soy. Me voy, no porque no te ame y quiera alejarme, sino porque necesito averiguar cómo amarme a mí misma para poder ser la mujer que tú mereces, Max. Para poder estar a tu lado como tu novia, compañera, amante e incluso… esposa.
Será poco convencional, pero escondí un anillo dentro de la caja de cigarros hace meses atrás, sabía que nunca buscarías allí, y que tampoco la tirarías porque me respetas demasiado. Otro motivo por el cual te amo, Max. No sé qué nos depare el futuro, pero si seguimos viéndonos como insuficientes una para la otra, nos terminaremos destrozando. Así que es mejor dar un paso atrás.
Te dejo el anillo para que sepas que te amo más que a nadie, y que solo contigo podría imaginar una vida. No tienes compromiso alguno conmigo si no quieres, no tienes que usarlo, es más para transmitir un mensaje que para poner una cadena. Me voy para mejorar para ti, y para que tú también mejores. Tienes que dejar atrás el fantasma de Rachel y de Arcadia Bay. No estoy a tu lado porque no pueda ir a otra parte, te escojo a ti porque eres lo que más quiero. Pero, para escogerte, he de ser merecedora de tenerte.
No pediré que esperes por mí, no sé cuánto tiempo me tome mejorar, pero volveré, Max, siempre volveré. Entiéndeme, un capitán tiene que saber cuándo abandonar el barco si ve que lo va a hundir, así que, por favor, permíteme esto y no vuelvas el tiempo atrás para evitarlo. Te amo más que a todo y todos en el mundo.
Tuya, Chloe.
Sabía que Max lloraría leyendo la carta, pero también contaba con que respetaría su decisión. Chloe no miró hacia atrás ese día, dirigiéndose a la estación de tren y montándose en el primero que pasó. Iría a donde fuera lejos de allí, buscándose a sí misma. Max merecía a una Chloe completa, no el trasto inútil que era en esos momentos. Chloe merecía la vida que Max quería que ella tuviera, pero alcanzarla requería esfuerzo y sacrificios.
Vagó por diferentes ciudades y pueblos, habiendo dejado su camioneta donde Max para que la utilizara; porque Max se negaba a comprar otro auto si podían seguir reparando aquella hasta que quedara en perfectas condiciones, y porque Chloe quería que Max tuviera algo de ella; se vio en la necesidad de usar mucho transporte público, pero fue una experiencia divertida. Trabajaba en algunas cosas pequeñas durante algunas semanas, recaudando dinero para seguir adelante, y luego se movía a su siguiente destino.
Llevaba meses de mochilera, porque no había otra forma de describirla, ignorando las llamadas y mensajes de Max, que no se habían detenido aun cuando Chloe nunca contestaba; algo irónico considerando los cinco años que pasaron sin hablarse por culpa de Max, ahora cambiaban lugares; cuando Chloe llegó a un pueblo llamado Heaven Springs.
No tenía nada de particular, se parecía bastante a Arcadia Bay en muchas formas, y Chloe se vio a sí misma pensando en su pueblo natal sin dolor por primera vez en años. Se suponía que sería un pase corto, comería algo, dormiría la noche y si no encontraba algún trabajo pequeño que hacer en la mañana, seguiría su camino. Sus planes se derrumbaron cuando una voz familiar llegó a ella, deteniéndola en medio de la calle.
—¿Chloe? —la mentada se giró lentamente, encontrando a Steph parada a dos metros de ella, tomada de la mano de una chica pelinegra, más bajita y con rasgos asiáticos, que las miraba de hito en hito.
—Hola, Steph —saludó casualmente Chloe, viendo a su antigua amiga soltar la mano de quien sería su novia y corriendo hacia ella para fundirse en un abrazo.
Chloe no era dada a las muestras de afecto en público, llevaba demasiado tiempo relacionándose lo necesario con extraños y tratando verdaderamente solo con Max. Sin embargo, la efusividad de Steph al verla la hizo sentir una calidez calmante en su cuerpo, haciéndola devolverle el abrazo. Observó hacia la joven asiática que las miraba con una sonrisa en el rostro; no estaba celosa, sino que genuinamente se veía feliz por Steph. Su amiga había conseguido una buena chica, eso era seguro.
—No sabía si estabas muerta o viva —
—farfulló Steph, aun abrazando a Chloe.
—Bueno, es obvio que estoy viva, aunque si me sigues apretando así no sé cuánto más tiempo dure —bromeó la peliazul, riendo cuando Steph dio un paso atrás y la golpeó juguetonamente en el hombro.
—Alex, ven —llamó, girándose hacia la joven pelinegra, que avanzó hacia ella aceptando la mano que Steph le ofrecía—. Alex, esta es Chloe, una vieja amiga loca de la que te he hablado ocasionalmente. Chloe, ella es Alex, mi novia.
—Un placer, Alex —comentó Chloe, estrechando la mano de Alex con una sonrisa.
—Un gusto, Steph me ha hablado mucho de ti —afirmó Alex, riendo cuando leyó el pensamiento de Chloe sobre que nada bueno podría haber sido—. Mayormente bueno —añadió, adelantándose a las palabras de Chloe, quien simplemente alzó una ceja confundida.
—Vamos a tomarnos algo juntas, podemos hablar y me cuentas qué ha sido de ti estos años —dijo Steph, aplaudiendo con entusiasmo ante su excelente idea, algo que hizo reír a Chloe y Alex por igual mientras ambas asentían.
Caminaron por el pueblo, con Steph llevándolas a su cafetería favorita, clamando que prácticamente era suya, mientras le contaba cómo había sido su vida en los últimos tiempos. Le habló sobre la muerte del hermano de Alex y cómo habían ayudado a investigar el caso, algo con lo que Chloe se sintió extrañamente empática, dado su pasado.
También le dijo que estaban preparando todo para una gira por todo el país con la banda, quizás volverían a Heaven Springs, o tal vez no, pero eso todavía no estaba decidido. Chloe la escuchó con entusiasmo, alegrándose de la vida de su amiga mientras esta ordenaba cervezas para las tres y luego todo quedó en silencio, con Steph mirándola seriamente.
—¿Y bien? ¿Dónde está Max? —preguntó de repente, viendo como la sonrisa se borraba del rostro de Chloe.
—Debe de estar en Nueva York, allí fue donde la dejé —admitió Chloe, dándole un trago profundo a su bebida.
—¿La dejaste? ¿Por qué? —cuestionó Steph, conocedora del profundo lazo que había entre las dos.
—Las cosas estaban muy jodidas por la culpa y…, nos estábamos haciendo daño —confesó Chloe. Los recuerdos de la última discusión entre ella y Max pasando por su mente, las imágenes de Arcadia Bay bajo la tormenta, Max intentando llevar el tiempo atrás nuevamente debido a su depresión, sus propios pensamientos despectivos hacia sí misma.
—Ella nunca te vio como una carga —intervino Alex, recibiendo miradas extrañadas de Steph y Chloe—. Leo mentes —añadió, sintiendo la tensión de Steph y como Chloe empezaba a comprender su comentario.
—Supongo que no debería serme raro, si Max puede rebobinar el tiempo —comentó Chloe, ganándose una mirada incrédula de Steph—. Supongo que ahora soy yo quien tiene mucho que contarte.
Pasaron varias cervezas mientras Chloe se enzarzó en los detalles de aquella semana en la que Max y ella volvieron a ser amigas, encontraron el cuerpo de Rachel y sacaron a la luz los asesinatos y perversiones de Jefferson y Nathan y todas las veces en que ella murió y Max rebobinó el tiempo para salvarla. Les contó sobre el tornado en Arcadia Bay y como ella suplicó a Max que la dejara morir, pero Max se negó, permitiendo que el pueblo fuera arrasado.
Narró sus vidas después de eso, la depresión de Max, las torturas internas propias, las pastillas para mantener a Max estable, sus propios escapes con alcohol y drogas, su sentimiento de insignificancia ante Max y como creía que ella merecía algo más, a la par que Max pensaba que Chloe la quería porque no tenía otra opción y hubiese preferido a Rachel. Explicó su decisión de irse y como había estado reencontrándose a sí misma en esos meses, intentando comprender quién era.
Ya no era la Chloe rubia mejor amiga de Max que era feliz con su padre, pero tampoco seguía siendo el desastre sin cabeza que se aferró a Rachel como bote salvavidas aunque esta le hiciera daño. Necesitaba encontrar a una nueva ella, una más real, una que no lastimara a la persona que amaba.
—Joder —murmuró Steph cuando Chloe finalmente terminó su relato, pidiendo otra ronda de cervezas y mirando hacia el cielo oscurecido que se mostraba afuera.
—No me conoces, y no tienes que tomar mi palabra —dijo Alex, mirando a Chloe a través de sus lentes con cierto cuidado, temerosa de que se tomara a mal lo que diría—. Pero nadie sacrifica tanto por otra persona si no la considera suficiente en su vida.
—Alex tiene razón —intervino Steph—. Quiero decir que lo entiendo, que Max te escogiera a ti y demás, y te puedo asegurar que todo lo que nos has contado que ella ha hecho, más lo que tú estás haciendo ahora mismo, es prueba irrefutable de que ambas consideran a la otra el epicentro del universo y se aman.
—Eso lo entiendo, pero amar no es suficiente. Necesito ser buena para ella y todavía no lo soy —repuso Chloe, terminando su cerveza y dejando escapar un suspiro quedo.
—Y no lo serás mañana tampoco, así que…, por el momento, quédate con nosotras. Tenemos una habitación extra, podemos usar la ayuda de más para preparar todo para la gira y si quieres, te vienes con nosotras incluso —propuso Steph, sonriéndole con cariño y siendo secundada por Alex, quien negó con la cabeza ante las dudas de Chloe por aceptar, haciéndola sonreír con rendición.
—Eso suena como un plan.
Estar con Steph y Alex fue terapéutico y torturador a la vez. Se sentía bien hablar con alguien de forma relajada, sin sentir que estaban atacándola ni estar a la defensiva, pero era doloroso verlas ser feliz en su burbuja de amor mientras ella solo podía soñar con Max y extrañarla. Alex lo comprendía, podía leerlo en su mente, y, aunque Chloe tenía más cosas en común con Steph, de alguna forma terminó desahogándose y pasando más tiempo con la asiática.
Sin un rumbo mejor que emprender, Chloe se fue con ellas de gira. La música no era su fuerte, pero los años de trabajar en cualquier cosa le habían dado músculos listos para cargar peso y ayudaba con las mudanzas de ruta en ruta, lograba que hostales les dieran alojamiento después de haberles dicho que no gracias a su carisma convincente y les conseguía comida por precios más accesibles. El resto de la banda también se llevó bien con ella, y fue innegable que Chloe iba abriéndose a nuevos horizontes.
Aun con todo, las pesadillas seguían apareciendo, sus miedos la acosaban en el silencio de la noche y más de una vez la dejaban torturándose mentalmente aun cuando despertaba. Chloe dejó escapar el humo nicotínico de sus pulmones, apoyada causalmente contra el autobús en el que se movía la banda y que hacía función de hostal esa noche, al no haber encontrado nada mejor. Se había despertado de una de sus pesadillas, soñando que Max la dejaba atrás porque ella nunca lograba ser mejor, y había salido a fumar para no despertar a los demás.
—¿Me das uno? —pidió Alex, bajando del autobús y acercándose a Chloe.
—Te desperté, ¿no es cierto? —comentó Chloe, dándole un cigarro y encendiéndolo para ella.
—Tus sueños son muy ruidosos —afirmó Alex, asintiendo con la cabeza mientras se alzaba de hombros de forma despreocupada, restándole importancia.
—Lo siento, ojalá supiera controlarlos —Chloe pateó una piedrecita del suelo, dejando escapar un suspiro cansado.
—¿Por qué no lo escribes? —sugirió Alex, ganándose una mirada extrañada de Chloe—. Mi terapeuta solía decirme que cada persona tiene diferentes formas de afrontar las demandas de la vida, y que debía de buscar aquella que le permitiera exponer su dolor y sacarlo de su mente. Para mí, una forma de hacerlo es la música, al igual que para Steph. Llevas con nosotras unos meses ya, es obvio que ese no es tú estilo, pero tienes facilidad de palabra, lo he visto. Puede que si lo escribes todo, sientas menor la carga.
Esa noche Chloe no contestó, y Alex aceptó su silencio, regresando dentro del autobús con Steph, pero no pasó por alto que Chloe compró un cuaderno y varios lapiceros en la próxima parada al día siguiente. Escribir era, por decir lo menos, difícil. Sobre todo cuando se trataba de exponer cada pensamiento y evento de tu vida de esa forma. Chloe dudó durante una semana entera antes de escribir las primeras palabras, encontrándose sentada en la parte trasera del escenario mientras la banda hacía su presentación.
Fue después de aquellas primeras páginas que Chloe se vio a sí misma incapaz de parar. Cada momento del día en el que no estaba ocupada, Chloe estaba extrapolando cada recuerdo y pensamiento a las hojas de papel rayado y gastando incontables lapiceros negros, manchando sus dedos de tinta, dejando marcas de sus manos en el papel, e incluso de sus lágrimas. Steph no cuestionó qué hacía, Alex no le preguntó cómo le iba y Chloe no lo dijo, pero las tres podían ver la mejora en ella.
Había terminado de escribir la tormenta en Arcadia Bay el día en que decidió no fumar. Sus manos habían rebuscado en su bolso en busca de la caja de cigarros, encontrándola vacía. Estaba dispuesta a levantarse de la habitación del motel e ir en busca de más, pero sus deseos por continuar escribiendo fueron mayores.
Las palabras de Max resonaron en su cabeza, la petición constante de que dejara de fumar, y Chloe se encontró tirando la caja vacía a la basura y sentándose nuevamente en la cama, tomando el quinto cuaderno que tenía y continuando su escritura. Los otros cuatro descansando en su bolsa, con sus páginas repletas de historia.
Era una noche sin estrellas, quizás fuera por la cantidad de luces de la ciudad, cuando Chloe se vio terminando la última página del séptimo cuaderno. Había llegado al final, a ese día, a ese momento. Giró para ver a la banda bajando del escenario, sus ojos se encontraron con los de Steph y Alex y ella se puso de pie. Alex fue la primera en acercarse, abrazándola y dándole dos palmadas en la espalda, bajo la confusa mirada de Steph.
—No dejes de llamarnos y escribirnos —pidió Alex, haciendo que la comprensión llegara a su novia.
—Te vas —no era una pregunta, Steph podía ver la determinación en los ojos de Chloe, la calma que tenía ahora en comparación con la turbia tormenta que había reencontrado meses atrás.
—Estamos cerca de Nueva York en este momento y…, siento que es hora —admitió Chloe, alzando los hombros con cierto temor.
—Estará bien. Todo estará bien —aseguró Alex, dándole un apretón amistoso en el hombro.
—Escucha, si se te ocurre dejar de buscarnos, te juro que me aparezco en tu casa y te pateo el culo —amenazó Steph, dándole un abrazo mientras las tres se reían.
—Prometo que eso no pasará —aseguró Chloe, dándoles a ambas un agradecimiento mudo y guardando el cuaderno en su bolsa con sus pocas pertenencias. Alejándose de allí.
La ciudad de Nueva York no había cambiado, y a la vez se veía tan diferente que era difícil para Chloe, pero eso tenía más que ver con el cambio en ella que en nada más. Habían pasado un año y tres meses desde que se había ido, y apenas dos días desde el último mensaje de Max, quien nunca le había dejado de escribir aunque fuera tres veces por semana para hacerle saber que estaba haciéndolo bien, como iba mejorando su trabajo y que la extrañaba mucho.
Chloe había permanecido ajena al trabajo de Max tanto como le fue posible, negándose a buscarla en google o a leer las noticias, prefería saber solo por los mensajes de Max y mantenerse ignorante del resto, porque quería ver el brillo en los ojos de Max cuando ella misma le contase al respecto. Aun así, había sido difícil no ver la fama que había adquirido cuando cada cartel de la ciudad anunciaba la exposición de fotografía de Max Caulfield para esa misma noche.
Meditó mucho su regreso, pensó que sería mejor aparecer en su apartamento, quizás tener algo más íntimo. Pero deseaba estar allí para la primera exposición de Max y si eso significaba exponer al público su reencuentro, que así fuera. No le extrañó entrar a un apartamento vacío, Max le había explicado en su último mensaje que el día de la exposición ella tendría que estar en la galería desde la tarde, por lo que Chloe se sentía confiada de ingresar al que alguna vez había sido su hogar.
Por primera vez desde que había pisado ese apartamento, no se sintió una total extraña. Avanzó por la sala, viendo sus cuadros con fotografías de ella y Max juntas, o solo de ella, encontrando más azul en las decoraciones del que había antes, viendo la vida que hacía un año atrás estaba atrapada en colores cafés. La habitación era la misma, solo que ahora las colchas eran rosadas con mariposas azules y había una fotografía de ella en la mesa de noche del lado de Max en la cama, y una de Max en el lado contrario, esperando por ella.
Chloe sonrió, viendo que su distancia nunca la había llevado fuera de la vida de Max, pero le había permitido crecer por sí misma, ser ella. Soltó su maletín, yendo hacia el baño, donde todavía había dos toallas, como si Max hubiera estado esperando su regreso siempre.
«Probablemente así fuera».
Se dio una larga ducha, y luego pasó a cepillarse los dientes y secar su cabello azul oscuro con iluminaciones en azul brillante, que se mantenía corto. Repasó con lápiz negro sus ojos y revisó que sus uñas estuvieran pintadas en azul oscuro apropiadamente, para luego ir hacia el armario, donde había dejado colgando en un perchero la ropa que había comprado una hora antes en una tienda, solo para esa noche.
Se observó en el espejo de cuerpo completo, vestida como algo diferente a sus acostumbrados ripios y jeans desgastados, pero sintiéndose igualmente cómoda. Ya no dependía de una imagen andrajosa para hacerla sentir que se imponía contra el mundo, ella había encontrado su lugar. Los pantalones negros no estaban rotos, aunque tenían unas cadenas metálicas colgando del cinturón a la derecha.
Traía debajo una camiseta blanca sin logos ni marcas, y encima una chaqueta negra con las mangas arrugadas a la mitad de los antebrazos, exponiendo los tatuajes de flores y cintas rojas en la derecha y el ascenso de mariposas azules de la izquierda. Un tatuaje que se había hecho conmemorando el inicio de todo, como una forma de sanar.
Encontrar la galería fue sencillo, solo tuvo que pedir un taxi y esperar a que este la llevara a su destino, enfrentarse a su camioneta vieja totalmente reparada aparcada en el estacionamiento fue más difícil. Sonrió y su visión se volvió borrosa, Max la había reparado hasta el último detalle, incapaz de deshacerse de ella. Chloe se llamó la atención a sí misma, respirando profundamente y adentrándose en la galería, pagando la entrada, mientras el sol se ponía en el horizonte, tapado por los grandes edificios.
Adentro se escuchaba el murmullo característico de las reuniones donde todos tenían mucho que opinar, pero nadie decía nada en específico. Chloe caminó esquivando a un par de personas de un lado a otro, hasta que pudo concentrarse en las fotos que adornaban las paredes.
Sintió las lágrimas en sus ojos y su aliento estancado en su respiración cuando se dio cuenta que las fotos eran de ella. Era su imagen la que estaba grabada en aquellas gigantografías, era ella bailando, bebiendo, riendo. Ella sentada junto a Max, ella comiendo una hamburguesa, ella en el alfeizar de la ventana fumando.
Aquellas en la que Chloe no aparecía, presentaban paisajes del país, o edificios, a veces no eran más que fotos a la calle desde la mesa externa de una cafetería cualquiera, excepto por un detalle en común: todas tenían algo azul. Solo entonces Chloe notó que la exposición se llamaba “Azul Chloe”, como si ella tuviera su propio tipo de color. Había una foto de su apartamento, de la sala más específicamente, donde todo estaba en blanco y negro excepto los detalles en azul. La exposición era ella, siempre había sido ella.
Podía sentirlo, había personas mirándola, pero ya no había desprecio en sus ojos, sino fascinación. Sin embargo, para Chloe eso no existía, ella solo se quedó observando aquella pequeña foto donde se veía una mariposa azul que inició toda la aventura que las había llevado hasta ese día, a ese momento.
Las lágrimas finalmente corrieron por sus mejillas y una sonrisa de alivio adornó sus labios cuando pudo percibir el silencio teatral que acalló la galería. Lo sabía, no tenía que girar para saber que la persona parada detrás de ella era a quien ella más amaba.
Dejó que su aliento escapara por sus labios lentamente, volviéndose hasta encontrarse la imagen más hermosa que alguna vez hubiera visto. Allí estaba Max, parada a menos de dos metros de ella, usando un vestido negro de mangas largas que llegaba hasta casi sus rodillas, dándole un aire elegante pero todavía infantil. Tan Max como siempre. Su cabello castaño ahora tenía una beta azul en un mechón a la derecha de su rostro, y el flequillo era tan largo que casi no estaba allí, pero se veía igual o más hermosa que cuando Chloe la había dejado.
Permanecieron en silencio, observándose mutuamente mientras las lágrimas se precipitaban de sus rostros hacia el suelo. Max se embebía en la vista de Chloe, Chloe se sentía embriagada con Max, y luego sus ojos azules encontraron aquel anillo sencillo con una sola gema ovalada de un color verde azul profundo que le había costado a Chloe varios meses de ahorros en su momento, aun cuando no era el anillo de diamantes soñado por muchas. La promesa estaba allí, y había sido indestructible. Quizás Max había tenido razón aquel día, tal vez ellas dos eran algo que no tenía más opciones, eran inevitables.
Para ambas fue como si nunca se hubieran distanciado. Se reían, contaban anécdotas de su tiempo separadas y se besaban con pasión y amor, uniendo sus cuerpos con caricias desesperadas que prometían no volver a separarse nunca. Para el mundo, la aparición de Chloe fue una reveladora noticia que causó furor en los medios, lo que las llevó a tomarse unas merecidas vacaciones en pareja lejos de Nueva York.
Fue en ese viaje donde Chloe salió para comprar comida y bebida para las dos, y regresó encontrándose a Max llorando, rodeada de sus cuadernos. Chloe pudo haberlos dejado en el apartamento, pero se sentía incorrecto apartarse de ellos. Los había ocultado en la maleta para sentirse segura de que nunca olvidaría lo que vivían juntas, de que estaban allí. Max la miró con el rostro bañado por las lágrimas, y Chloe corrió hasta ella, agachándose a su lado y limpiando los rastros de estas.
—Lo siento, yo solo…, yo quería encontrar tu bikini para pro… proponerte un baño al atardecer —intentó explicar Max entre sollozos, siendo acallada por los besos delicados de Chloe.
—Está bien, mi Maxibu, no son un secreto. Puedes leerlos —aseguró Chloe, deteniendo el llanto de Max. Ocultarlos nunca había sido la intención, planeaba mostrárselos eventualmente de todos modos.
—No sabía que te habías sentido así todo ese tiempo —comentó Max, mirando con ojos llorosos a los brillantes ojos azules de Chloe.
—Ahora lo sabes, y puedes leerlos todos si prefieres, puedes preguntar, puedes saberlo todo, Max. Soy toda tuya, y esta es nuestra historia —afirmó Chloe, besando con suavidad a Max, sus labios fundiéndose en una caricia certera que mostraba confianza y amor.
Pasaron horas leyendo sus cuadernos. Max se apoyaba en el torso de Chloe, envuelta entre sus brazos, acostadas en la cama; y Chloe leía para ella, desnudando su mente y su vida ante Max. Nunca se sintieron más cercanas que en aquellas noches, donde Max contaba lo que ella había estado viviendo y sintiendo después de cada capítulo que Chloe terminaba. Y esa unión las llevó a un punto casi etéreo entre ambas.
Chloe se sobresaltó meses después, cuando llegó a su casa de su trabajo a medio tiempo tatuando; había estado ahorrando para abrir un negocio propio de tatuajes y había discutido con Max sobre no aceptar el dinero de sus exposiciones y trabajos porque era algo que quería hacer por ella misma; solo para encontrar un email en su portátil esperándola. Lo leyó tres veces para intentar entender lo que decía, porque le parecía imposible, pero allí estaba claramente: una oferta de contrato para negociar la edición y publicación en físico de su historia.
Cuando Max llegó a casa ese día, encontró a una Chloe atónita que intentaba comprender qué había pasado, y tuvo que explicarle que había usado el tiempo en que Chloe no estaba en casa para transcribir sus cuadernos a un Word y lo había convertido a un pdf encriptado para evitar su edición, guardándolo con derechos de autor para Chloe, y luego lo había enviado a varias editoriales.
Chloe no entendió del todo qué había motivado a Max a hacer eso, y Max le explicó tantas veces como hizo falta que creía genuinamente que Chloe tenía talento y que una historia como esa no debía de mantenerse oculta. Chloe estuvo enojada con Max algunas horas, esa noche cenaron en silencio y Chloe se acostó en el sofá. Su mente dio vueltas alrededor de las palabras de Max durante horas.
Su historia no era bonita, y muchos incluso pensarían que era una total mentira escrita para su entretenimiento, pero las personas que importaban lo sabrían mejor que eso. Expondría su vida al mundo, pero, tal vez, habían más como Max y Alex allá afuera, debatiendo si eran suficiente para el mundo, si estaban tomando las decisiones correctas. Y habían más como ella misma, golpeados por la vida hasta el cansancio, destruidos en cuerpo, mente y alma. Quizás aquello no fuera malo.
Esa noche Chloe se acurrucó al lado de Max en la cama cuando llegó la madrugada, sintiendo de inmediato como el delgado cuerpo se pegaba el suyo, abrazándose hasta que no había espacio ninguno entre ellas. Se mantuvieron calladas mucho tiempo, ambas sopesando los eventos del día, las decisiones que habían tomado y que tomarían, hasta que Max rompió el silencio.
—Lo siento —susurró, recibiendo un beso en la frente por parte de Chloe.
—No lo sientas, te lo agradezco —aseguró Chloe, apretando más a Max contra ella misma—. Me sorprendió y admito que no lo entendí del todo, pero lo hago ahora. Hiciste la elección correcta, Max.
Ninguna de las dos preguntó si esas palabras se referían a los libros o a elegir a Chloe sobre Arcadia Bay, ninguna lo dijo tampoco, ambas dejaron que la calma se asentara en sus cuerpos, invadiéndolos finalmente una sensación de hogar. Estaban juntas y lo estarían por siempre, eso era todo lo que importaba; por eso, cuando Max murmuró un te amo bañado de sentimientos profundos, Chloe no dudó en desnudar su alma ante ella con sus propios sentimientos.
—Yo también te amo, Capitana Max.
Chloe deja escapar un suspiro, levantándose del sillón y caminando hacia la basura de la cocina, tirando la caja de cigarros en esta. No la necesitaba, no lo había necesitado en años. Sus ojos se fijan atentamente en el aro plateado que adorna su dedo anular izquierdo, las palabras grabadas que solo podían describir el tránsito de ella y Max por la vida: La vida es extraña.
Había sido una elección peculiar por parte de Max, pero Chloe sabía que no había nada más adecuado para ellas. Por eso había usado esa misma frase como título para la trilogía de libros que había vendido con su historia gracias a Max: La vida es extraña, La vida es extraña: Antes de la tormenta y La vida es extraña: Después de la tormenta. Todavía no podía creer que hubieran llegado a ser los más vendidos.
Regresa a la sala a paso lento, observando las fotos de su boda de hace cinco años atrás, pocos meses después de su reencuentro en aquella galería. Steph y Alex habían sido las madrinas de boda, así que no se podía decir que Chloe no había cumplido su promesa de seguir en contacto, y se sintió feliz de ver como Max se llevaba con la pareja.
Sus ojos se detienen en las últimas fotos añadidas, las sonrisas genuinas, la felicidad que transmiten. Chloe sabe que nunca esperó que su vida fuera lo que era hoy día, y agradece todos los días por estar viva y permanecer al lado de las personas que más ama en el mundo.
—¡Chloe! —el grito de Max llega desde la sala, anunciando su llegada con el estrepitoso ruido de las llaves cayendo al suelo y Chloe corre a su encuentro, siendo derribada a mitad del camino por una fuerza torrencial en la forma de una niña pequeña de seis años.
—¡Mamá! —grita Riley, acostándose totalmente sobre Chloe, que permanece en el suelo, riéndose y conteniendo los escalofríos que recorren su cuerpo ante la lluvia que se filtra de la ropa mojada de su hija a la suya propia.
—Riley, sabes que no debes lanzarte sobre mamá de esa forma, y la estás mojando toda —regaña suavemente Max, quitándose el abrigo mojado y frotando sus brazos para entrar en calor, su cabello castaño goteando agua.
—Parece que ambas se dieron un buen baño —comenta Chloe, sintiendo la tensión desaparecer de sus hombros al tener a las dos mujeres de su vida a salvo en casa.
—Sí, eso agradéceselo a la pequeña demonio entre tus brazos —dice Max, colocando su bolso con cuidado en el suelo y empezando a sacar telas calientes que estaban cómodamente dispuestas.
—¿A qué se refiere mami, RileyBoo? —pregunta Chloe, viendo a su hija sonreír traviesamente y levantarse para correr hacia Max, tomando una toalla de las que estaban enrolladas en el bolso y regresando hacia ella.
—Rescaté un gatito —anuncia Riley con orgullo, sonriendo de oreja a oreja mientras le muestra a Chloe el gato con rayas grises y negras que cubrían casi la totalidad de su cuerpo, y aquellos brillantes ojos azules, que temblaba mirando hacia todas direcciones confundido.
—Vaya, eso no lo vi venir —comenta Chloe con una sonrisa, y mira hacia Max, quien se encoje de hombros como una disculpa.
—Lo salvé como mismo ustedes me salvaron a mí —afirma la niña pequeña, con sus rubios rizos goteando agua por todo su rostro, y Max y Chloe quedan en silencio.
Riley no había sido algo planeado en sus vidas, ni siquiera habían hablado de tener hijos cuando la conocieron. Habían estado de viaje, visitando a Steph y Alex en Heaven Spring, quienes habían vuelto por una temporada, cuando detuvieron su regreso a casa por la señal de la policía. Había habido un accidente automovilístico y al parecer la pareja había fallecido en el acto, solo sobreviviendo la niña pequeña de dos años que había estado sentada en el asiento infantil en los asientos traseros.
El tránsito no era mucho, pero estaba detenido hasta que pudieran despejar la zona. Chloe y Max habían salido para permitir que los autos detrás de ellas fueran dando marcha atrás mientras llamaban a Steph y Alex para anunciarles su regreso temporal. Chloe había estado al teléfono cuando sintió a Max gritar alarmada y correr. La niña de dos años se había alejado ante la falta de vigilancia por parte de la policía, y estaba cerca del borde de la carretera, que se extendía en una caída de siete metros casi perpendicular por encima de raíces de árboles y rocas.
Max había logrado alcanzarla a tiempo y abrazarla, cargándola para alejarla del límite de la carreta, y Chloe había colgado la llamada de inmediato, acercándose a ellas. Habían discutido con la policía sobre su irresponsabilidad y esperaron allí hasta la llegada de la ambulancia, teniendo otra discusión con los paramédicos cuando Max dijo que no pensaba dejar a la niña sola hasta que apareciera algún familiar, forzándolos a aceptar que fuera con ellos en la ambulancia, seguida de Chloe en la camioneta.
Después de eso Chloe no recordaba claramente cómo habían pasado las cosas. Servicios sociales había aparecido y habían tomado a la niña en custodia, intentaron hallar algún familiar, pero nunca apareció nadie, así que entró al sistema de niños sin amparo filial. Max y Chloe la habían visitado varias veces, como los padres eran de Nueva York, la niña había sido llevada de regreso e ingresada en uno de sus orfanatos, haciendo que fuera más fácil para ellas mantener el contacto.
Cuando fue evidente que nadie reclamaría la custodia de la niña, Max y Chloe tuvieron un momento de tristeza compartida. Lo habían discutido una noche, acostadas en la cama, ambas mirando al techo sin lograr dormirse; y cuando vieron que el deseo era mutuo, se hallaron al día siguiente hablando con servicios sociales para iniciar el proceso de adopción de Riley.
Fueron meses angustiosos llenos de papeleo, viéndose favorecidas porque la niña parecía llevarse bien con ellas, rechazando fervientemente con tratos de mutismo o gritos desesperados a las demás parejas que querían adoptarla. Antes de finales de año Max y Chloe se vieron comprando una casa adecuada y adaptando un cuarto para una niña rubia y retozona que ya empezaba a llamarlas mamá.
—Así que ahora tú eres su mamá, ¿es eso? —dice Chloe, agachándose a la altura de Riley y acariciando la cabecita del gato. No le habían ocultado su procedencia, Riley era una niña inteligente que merecía saber de dónde venía, quién era.
—Exacto, soy su mamá como ustedes son las mías —afirma la pequeña con convicción, haciendo sonreír a Max y Chloe.
—Bueno, pues esta abuela de aquí va a cuidar del gatito mientras su mamá y su otra abuela se dan un baño. Porque si te enfermas no vas a poder cuidarlo —responde Chloe, tomando al gatito de las manos de Riley y depositando un beso en su frente.
—¡Al baño, Capitana Mami! —grita Riley emocionada, corriendo hacia el baño y dejando huellas mojadas por el pasillo.
—Supongo que la familia vuelve a crecer —comenta Max, acercándose a Chloe y sonriéndole cuando la ve acariciar al gatito.
—Eso parece —Chloe le sonríe a Max, inclinándose hacia adelante para dejar un suave beso en sus labios. El calor y el frío impactando en la suavidad de sus bocas, haciéndolas sonreír. Se miran con amor, con seguridad, felices de la vida que han construidos.
—¡Mami! —el grito de Riley las sobresalta, haciéndolas reír quedamente.
—Ve, la Maestre Riley te espera.
Max se va rumbo al baño, donde ya podía escuchar el agua corriendo para llenar la bañera, y sabiendo que al abrir la puerta se encontraría a su hija atascada en su ropa mojada, motivo por el cual la llamaba con apuro. Chloe se queda mirándola, acariciando todavía al gato envuelto en toallas, sintiéndose sin palabras que pudieran describir la genuina belleza de un momento tan cotidiano en sus vidas. Después de tantas aventuras y tormentos a tan temprana edad, Chloe estaba agradecida de tener semejante monótona y segura vida.
El viento aúlla con fuerza y las ventanas tiemblan, las luces parpadean un momento y afuera la tormenta se vuelve feroz, pero Chloe ya no tiene miedo. Las tormentas ya no la asustan, aunque todavía la ponen ansiosa, porque ahora tiene a su familia segura en casa. Ya no tiene nada que temer, están las tres a salvo, y con ese pensamiento, le da un beso en la cabeza al gato y se va hacia la cocina en busca de algo caliente que darle de comida, pensando en las cajas plásticas vacías que podrían usar de arenero casero si las modificaban. Una actividad familiar divertida para recibir al nuevo miembro de la familia.
*************
Holis por aquí, ya sé que es 2022 y que estoy escribiendo sobre un juego de hace más de cinco años atrás, no soy tonta. En mi defensa..., amo la historia y me dio la gana 😊.
Nah, fuera de todo, recientemente estuve leyendo fanfics de Life is strange: True colors (2021) y muchos retoman personajes de Life is strange, adaptándose a cualquiera de los dos finales de Chloe, lo cual me hizo retomar mi pasión por el Priceflied y aquí estamos.
Si alguien llega a leer esto porque genuinamente le guste el ship, espero qu
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