7. Alas rotas.

Tengo mis alas rotas,
de mi alma esbirros brotan, de mis ojos caen larvas en gotas, de mi boca se escapan moscas.

Soy el octavo pecado,
y la séptima plaga.

No importa haga lo que haga, ella vive en mi sala.

Nunca es suficiente para mí y mi dama.

Me enamoré de ella desde una edad temprana y desde entonces pienso en ella, como en cada semana.

En la mañana,
me observa por la ventana.

Siempre atenta,
siempre lejana.

Fría y amenazadora,
la rodea una luz como aurora.

La he visto pasear por callejones y en oscuros rincones.

Aunque yo la quiera a ella, ella quiere a millones,
ella no usa tacones.

¡Enamorado de una perra cualquiera y vacía!

Ella es una fiera hiena,
no está llena de vida,
está llena de pena.

¡Es y será una porquería!

Y quién diría,
que si tú la vieras
sin dudas vomitarías
y correrías.

Gritarías y rogarías
por no encontrarla
en una esquina algún día.

Quien quiera que seas,
ella se te aparecerá.

No la esperarás,
te arrepentirás y toda tu vida se llevará.

La has visto en guerras
y hambrunas,
en historias feas y crudas, en hospitales, iglesias y cunas.

Ella trae tristeza,
ira, rabia y furia.

Su nombre asusta
y su presencia perturba.

Ella es única, por eso todos mueren por ella.

Todos terminan en una tumba bajo tierra.

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