22. Bajo la lluvia.
La noche es obscura,
el cielo está nublado, y
la lluvia cae sin medir ni cesar.
Mientras que nos rodea la nostalgia y sólo alumbra
un foco público con su luz pálida y amarillenta.
Me pregunto, «¿quién de los dos falló?»
«¿Quizás jamás existió el amor que nos hemos prometido regalar?»
Sin embargo, ya no sé diferenciar si son mis lágrimas las que corren por mi rostro o es la lluvia que cae sin piedad, lastimando mi alma herida, denotando mi fragilidad.
—Esto al fin se acabó.
— ¡Pero a mí no me faltan las ganas de volverte a besar! Cada mañana, cada tarde, cada día.
—Porque éste amor ya no lo disfruto más y mis lágrimas se han vuelto el único recuerdo constante de nuestra relación, que por fin llegó a su final.
—Quizás tu corazón siempre estuvo muy lejos de mí y no pude enamorarte, no hasta el punto que yo me enamoré; eres la dueña de mi locura y de un amor sin restricción.
—Callaré y dejaré que te marches sin dar vuelta, ni mirar atrás.
—Dejaré que las lágrimas de éste corazón roto se mezclen con la lluvia que acompaña mi soledad.
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