8. Asesinato en el castillo real II

Reikal, Distrito Central
11 de agosto de 1880

El capitán Roy Ultem traía amarrado de manos y pies al infiltrado con un saco tapándole la cabeza. Estaba reunido frente al trono, junto a Zagiro y el general Craig Tandler. Evaluaban la situación ante el rey, mientras que en la ciudad se llevaba a cabo un operativo de seguridad.

El príncipe también se les unió en el salón minutos después de haberse atendido las heridas, traía consigo un grueso libro bajo el brazo.

Víctor afirmó con la cabeza para que descubrieran al criminal y se dirigió hacia él, mientras inspeccionaba los diamantes en sus manos:

—Te has infiltrado en mi castillo, has asesinado a seis de mis hombres, pero, sobre todo, has tenido la osadía de atacar a mi propio hijo. —Desenvainó su espada. —Si valoras, aunque sea un poco tu miserable vida, vas a informar dónde está ubicada la guarida de Eternity, y luego me vas a explicar por qué se han tomado tantas molestas por unos diamantes.

Edward y los demás subordinados permanecieron detrás sin hacer comentario. Nunca antes, Víctor había ejecutado personalmente a ningún criminal, pero en sus ojos ardía ira e impotencia de saber que estuvo cerca de perder a su único hijo.

El terrorista mantuvo la cabeza baja, sin responder.

—Supongo que en ese caso tendré que ir cortando extremidad tras extremidad hasta que comiences hablar. ¡Extiéndanle los brazos! — exclamó el rey.

Roy vaciló un momento, pero Craig y Zagiro se le adelantaron y prosiguieron a sujetarle ambos brazos extendidos mientras que Víctor continuaba:

—¡Cientos de personas fallecieron y miles resultaron heridas luego del atentado que ustedes provocaron en el este! —Se acercó más y alzó su espada. —Esta es tu ultima oportunidad.

Roy permaneció callado apretando los puños. «Espero no tener que intervenir, no puedo permitir que asesinen a la única persona que nos puede dar información sobre Eternity»

En ese momento, el eterno pegó un grito y se estremeció como si se tratase de un animal salvaje. Los militares se esforzaron en mantenerlo sujetado mientras convulsionaba, sin embargo, su temperatura corporal bajo de golpe, provocando que lo dejaran de sujetar.

—¡Maldición esta helado! —exclamó Craig
—¡Qué demonios! —se quejó también Zagiro inspeccionándose las manos.

El halcón de Roy comenzó a agitar sus alas nervioso y se alejó de su hombro.

Una vez suelto, el criminal paró de chillar y se quedó inmóvil; todos le rodeaban. Cerró los ojos, y una gota de sangre descendió por su nariz. Finalmente, abrió los ojos, y estos lentamente se fueron tornando grisáceos.

El salón quedó invadido por un silencio espeluznante.

—¡¿Do... ¡¿Dónde estoy?! —preguntó, rompiendo el silencio; recorrió bruscamente la habitación con la mirada.

Los demás estaban tan estupefactos como para reaccionar.

—No puedo recordar nada... ¡¿Qué me están haciendo?! ¡Auxilio! ¡Auxil... —volvió a exclamar y luego cayó al suelo inconsciente.

—¡Por el dios de las alturas, sus ojos cambiaron de color! —exclamó Zagiro horrorizado. Los demás militares permanecieron atónitos.

—¿Qué rayos ha sido todo eso? —se preguntó así mismo el rey dentro de su propio asombro.

El halcón volvió a posarse sobre el hombro de Roy, el cual respiraba agitadamente. «¿Perdió la memoria?» Su expresión no ocultaba la frustración de pensar que no iban a ser capaces de averiguar más. «...Justo antes de que pudiéramos sacarle información... ¡¿Cómo ha sido esto posible?!»

—¡Es alquimia! —afirmó el príncipe. Todos se voltearon a verlo.

—Eso es una locura. —rebatió su guardián.

—De hecho, es posible que el chico tenga razón... —comentó Roy pensativo. — Desde años atrás se ha vinculado a Eternity con los antiguos alquimistas.

Edward frunció el ceño. A pesar de que Roy defendía su teoría, le parecía exagerado que lo llamase ''chico'' cuando en realidad solo le llevaba unos cuatro años de edad. Aunque su actitud y experiencia en el ejército lo hacían lucir mucho más maduro y mayor.

—Imposible. La alquimia de la que hablan, murió hace más de cien años, y no era más que lo que conocemos hoy como ''química'' nada sobrenatural. —respondió Víctor.

Edward abrió el libro que tenía en manos y leyó un fragmento de página:

... En lugar de desvanecerse, los símbolos se grabaron en la piedra y en lugar de roja, se tornó anaranjada. Y así fue como Cedric Rhuim, el ultimo alquimista, en un intento fallido por crear la piedra filosofal, creo otra cosa más parecida a un cristal, que, aunque no era capaz de dar vida, podía contenerla a través de sus memorias. Ese día, creó el primer prisma de sol.

—El abuelo solía leérmelo de pequeño "Las Crónicas de los alquimistas". —continuó Edward, satisfecho con la cara de asombro que tenían sus oyentes. —Si se fijan, esta descripción es exactame...

—Suficiente. —interrumpió su padre. —Cedric Rhuim fue el padre de la ciencia espyrhiana moderna, y aunque es cierto que participo en algunos proyectos polémicos, los fanáticos se han encargado de exagerar toda clase de historias fantásticas sobre él.

Roy se agacho para inspeccionar el cuerpo del eterno inconsciente.

—Caballeros, acabamos de presenciar un fenómeno sobrenatural, este hombre ha perdido la memoria y ese libro describe exactamente estas gemas. —comentó  el capitán analizando los hechos en voz alta. —Por el momento deberíamos considerar que esas piedras sí son prismas de sol.

—Estoy de acuerdo con el capitán. —asintió Craig. Ambos chocaron unas miradas soberbias. Era extraño para Roy estar de acuerdo con el general. Desde que se incorporó en su división, la relación entre ambos había sido un tanto complicada. —Además, si los eternos tienen la capacidad de perder la memoria no tendremos forma de rastrear su paso. No tenemos más opción que tomar medidas drásticas.

—¿A qué te refieres con drásticas Craig? —le preguntó Víctor.

Craig hizo una pausa antes de responder.

—No podemos ir hacia ellos, pero si atraerlos. Propongo que incorporemos los prismas de sol como parte de los premios de La Gran Liga de honor.

De nuevo la habitación fue inundada por un silencio tétrico.

—Si, como no general, buen intentó —se burló Edward, pero los demás permanecieron en silencio analizando la idea. —Esperen... ¿Es enserio? ¡¿Acaso están locos?!

—Craig y yo discutiremos esto luego. —dijo Víctor cortante—Por el momento, Edward, necesitas descansar y cuidar de tus heridas. Zagiro, por favor encárgate del príncipe. Capitán, lleve a este hombre a uno de los calabozos. Y Craig, verifica como ha ido el operativo, no queremos más eternos merodeando por ahí.

°

El pelotón de Roy era relativamente grande para lo normal en un capitán. Se había ganado el respeto y lealtad muchos subordinados gracias a su excelente carrera militar: A muy temprana edad, ascendió a teniente, pasando a formar parte de la división del legendario guardián de elite Lancelot Chaizen, y junto a este, participó en la Tercera Guerra de los Reinos, donde fue quizás uno de los soldados más jóvenes y a la vez más destacados de esa guerra. Sin embargo, aunque esa batalla le dejó como recompensa el título de capitán, se llevó la vida de su apreciado mentor.

—Dante fue visto recientemente en el Distrito Sur, el plan es tomar el Expreso Wax directo hasta Enur y desde allí nos dispersaremos. —le explico Roy a su Teniente. Jasmine Fort había alcanzado el título de teniente casi a la misma edad que Roy y ya llevaba un año trabajando para él.

—De acuerdo, le informaré a los demás. —Le dijo y le extendió un ejemplar del Diario la Revolución con vivacidad —¡Mire esto! Han confirmado que los militares que fueron saqueados por Dante, estaban involucrados en estafas que suman exactamente la misma cantidad de gotas de oro robadas...

—Jasmine. —la interrumpió sin tomar el periódico. —Entiendo que fuiste cercana a mi hermano en la academia, pero nuestro trabajo es atraparlo, no juzgarlo.

—Vaya, vaya, así se habla Capitán —dijo Craig en tono burlón. El humo de su cigarro llego primero que él a la escena.

—¿General? ¿En qué podemos ayudarle? —preguntó Roy presuntuoso.

—¿Esas son formas de referirte a tu superior? —Continuaba en tono de burla, pero luego cambio el semblante. —Solo quería asegurarme de que tus sentimientos no se van a interponer en este operativo. Pero luego de escucharte no me queda duda de que me traerás a ese pequeño malnacido.

—De acuerdo. —dijo Roy tajante y le dio la espalda.

—Mejor me voy a informar a los otros... —masculló Jasmine antes de esfumarse.

—Sabes, tu padre fue mi mano derecha por muchos años, por otro lado, Lancelot y yo éramos muy cercanos. Tenía la impresión de que luego de que ambos fallecieran, me verías como a un padre adoptivo.

—Con todo respeto general, Lancelot y usted eran muy diferentes y mis sentimientos no tienen nada que ver con mi trabajo.

—Eso espero. Al menos no copiaste eso de Lancelot. Sus sentimientos siempre fueron su punto débil.

Roy se molestó con el comentario, pero mantuvo la compostura.

—Supongo que en ese sentido soy más parecido a usted general. Frío como el hielo. —le dijo Roy sin quitarle la mirada. —No pareció que le afectara la muerte de mi padre, en aquel entonces, su hombre más cercano. Y justo ahora tampoco luce que te haya perjudicado la muerte de su discípulo, el Búho Plateado. A propósito, ¿Ya encontraron su cuerpo? Me muero de ganas por conocer finalmente su rostro.

Craig apretó los dientes para controlarse. Por su parte, Roy no le quitó ni un segundo la mirada penetrante de ojos color vino tan peculiares en los Ultem.

—¡General, ha llegado un informante desde el Distrito Este! —interrumpió uno de los subordinados de Craig.

—De acuerdo, iré enseguida. —respondió y se volteó hacia Roy antes de marcharse. —Ten mucho cuidado muchacho, que no se te olvide quienes son tus superiores. Y más te vale que me traigas al mocoso de tu hermano de una vez por todas.

°

Craig recorrió los pasillos del castillo hasta llegar a la habitación donde lo esperaba su informante.

—Espero que me tengas buenas noticias. —dijo el general al entrar en la habitación. El informante traía la insignia militar bronce con dos estrellas y se notaba algo nervioso.

—General... Para mí es un honor...

—Vamos, déjate de formalidades. —le interrumpió Craig. —Cuéntame ¿Qué ha pasado?

—Vera, soy el teniente Jones, estoy encargado del pueblo Cohem en el Distrito Oeste. Le dije a sus hombres que venía desde Este porque era la única forma de llamar su atención. Además, ellos no creían lo que le vine a decir. –Craig se quedó callado esperando que Jones continuara. —General... El Buhó Plateado está vivo... Y se encuentra en Cohem ahora mismo.

Craig sintió un frío en el pecho, pero trató de disimularlo.

—Teniente, nadie sabe la identidad del Búho Plateado ¿Qué le hace a usted creer que se trata de él?

Jones sudaba por los nervios que le provocaba estar ante el famoso Craig Tandler, pero estaba decidido a contarle lo que había presenciado.

—Sus movimientos... Participe en la Tercera Guerra de los Reinos y tuve la oportunidad de verlo en combate. Escúcheme general, este chico es el búho Plateado, no tengo la más mínima duda.

«Chico...» A Craig se le aceleró el corazón.

—Dígame una cosa teniente, ¿Alguien más sabe esto que me está contando?

—No señor, vine directo al Distrito Central a contarle.

Craig dibujo una sonrisa en su rostro.

—¡Teniente Jones, usted me ha traído las mejores noticias en años! —exclamó Craig extendiéndole un abrazo. —¡No puedo ni pensar con cuántas gotas de oro lo voy a recompensar por esto!

Jones se sintió aliviado, había logrado su cometido. Abrazó a Craig como quien abraza un saco lleno de gotas de oros y cerró los ojos para imaginar todas las mujeres que se compraría con su nueva fortuna. Quedó extasiado en su propia fantasía mientras el cuchillo penetró rápido y feroz hasta atravesar su corazón causándole una muerte instantánea.

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