5. El hijo de los Lenbrot
Cohem, Distrito Oeste.
9 de Agosto del 1880
Solo habían pasado dos meses desde que Dylan encontró a Lance en la laguna aquel día. Sin embargo, el chico parecía una persona distinta; Margaret le había cortado la melena y todas sus heridas habían sanado, incluso las quemaduras que lucían más graves habían desaparecido. No obstante, aún seguía sin recordar nada sobre su pasado.
El sobrino de los Lenbrot, que era como todos lo conocían ahora, dedicaba sus días a recorrer todo Cohem dispuesto a ayudar a los pueblerinos en lo que fuese. Muy pronto se ganó la amistad de todos por el gran interés que mostraba al escucharlos, ya que para Lance las anécdotas de estos lugareños le servían para aprender sobre la cultura espyrhiana.
Había aprendido de todo un poco. De geografía, sobre como el reino de Espyrhia esta dividido en cinco grandes distritos: Central, Este, Oeste, Norte, y Sur. De historia, sobre los enfrentamientos entre Espyrhia y Visynhia en las Guerras de los Reinos. Y hasta de religión, sobre como el dios de las alturas ha creado todo lo bueno y como el dios de las profundidades ha maldecido el reino con el virus de la fiebre negra.
El sol comenzó a ponerse y las luces se encendieron, había pasado más de una hora desde que Margaret lo envió a comprar las verduras medicinales; otra vez se había entretenido con los comerciantes del mercado, y aunque sabía que ella estaba acostumbrada a sus demoras, estaba consciente de que esta vez se trataba de una emergencia.
Se apresuró a toda velocidad hacia la tienda de verduras dando torpes zancadas hasta que finalmente tropezó con una joven que iba en la otra dirección. La había derribado tumbándole el bolso que llevaba sujeto desde cuello a la cintura.
—¡Cuanto lo siento a sido mi culpa! — le dijo mientras le ayudaba a recoger sus pertenencias del suelo. A pesar de la prisa, no pudo evitar notar lo peculiar que eran los objetos que llevaba aquella muchacha: recipientes de vidrio, tubos cilíndricos con líquidos de colores, unas largas pinzas y lo que parecía un mapa de Espyrhia con varias X marcadas por todo el reino.
—¡Descuida, debí prestar más atención! — le respondió la chica la cual se precipitó a tomar y enrollar el mapa de inmediato.
—Aquí tienes, todo está intacto —. La sonrisa de Lance la distrajo y en lugar de tomar el bolso le tomó la mano por accidente. Avergonzados, casi dejan caer el bolso de nuevo. Se miraron y rieron antes de seguir cada uno su camino.
Al llegar a la tienda, aún tenía en la cabeza los ojos verdes de aquella muchacha, en Cohem era difícil encontrar jóvenes de su edad. Hubiese sido agradable conocerla mejor, pero en ese momento tenía asuntos más importantes que atender.
«¿Quién es él?». La chica aún pensaba en aquella sonrisa tan despreocupada. «Nunca antes lo había visto en el pueblo». Luego recordó lo torpe que había sido al tomar su mano y en su cara se dibujó una sonrisa efímera que se desvaneció al llegar a su destino y volver a ver aquella casa.
—¡Kathleen mi niña, que hermosa estás! — exclamó Margaret al abrirle la puerta. La abrazó con tanta fuerza que la dejo sin aliento.
—Lamento la demora Marge, tomé el Expreso Wax desde el Distrito Sur cuando recibí tu carta— le dijo Kathleen cabizbaja. —Pero de verdad lamento no haber venido a visitarlos antes.
—Nada de eso jovencita, Dylan y yo sabíamos que necesitabas tiempo antes de regresar a Cohem... No te hubiese pedido que vinieras de no ser algo urgente.
Entraron a la habitación donde yacía Dylan inconsciente y sudando fiebre. Kathleen lo examinó y luego le subió el camisón para apreciar su abdomen descubriendo las manchas negras que le confirmaron lo que se temía.
—Esto no puede estar pasando... —. Se llevó las manos a la boca y brotaron lágrimas de sus ojos. «No, algo anda mal aquí, la fiebre negra no pudo haber llegado a Cohem aún »
Margaret se esforzó para mantener el temple, por su parte, Kathleen se encaminó hacia el recibidor para buscar sus instrumentos pero se detuvo al percatarse de la habitación frente al pasillo. Por un momento la nostalgia se apoderó de ella, las lágrimas querían salir de nuevo pero no lo hicieron. Ya no era la habitación de aquel entonces, había algo distinto en ella, alguien más se estaba quedando allí.
—Cierto, olvide contarte sobre Lance— le dijo Margaret que se acercó al verla frente a la puerta; le puso la mano en el hombro. —Al parecer sufrió un accidente, Dylan lo encontró malherido en la laguna hace dos meses y desde entonces se está quedando con nosotros...
—¿Qué tipo de accidente? — interrumpió Kathleen recelosa.
—De hecho, ahora que lo preguntas, nunca supimos exactamente qué le pasó, el pobre perdido la memoria desde entonces...
No la dejó terminar la oración y se lanzó hacia el recibidor donde estaba su bolso. «Osea que han estado viviendo con un extraño del cual no saben absolutamente nada y ahora Dylan esta contagiado con un virus que ni siquiera ha llegado al pueblo.» ¡Toc, toc! se espantó al escuchar que llamaban a la puerta y rebuscó bruscamente entre sus instrumentos hasta hacerse con lo que parecía una pequeña cápsula roja.
—¡¿Kathleen, qué está pasando?!— le preguntó Margaret alarmada.
—¡Luego te lo explico todo! — Se aproximó a la puerta dispuesta a abrirla pero vaciló un momento.—Dime una cosa Marge, ¿Este muchacho lleva algún tatuaje?
La expresión en el rostro de Margaret fue suficiente respuesta para Kathleen. «Esto lo confirma, este muchacho es uno de ellos.» Contuvo la respiración, con una mano abrió la puerta y con la otra arrojó la cápsula que se reventó en la nariz de Lance provocando una nube de humo rojizo alrededor de su cara.
En cuestión de segundos se había disipado el humo revelando la misma cara que Kathleen había visto un poco antes en el mercado.
—¡¿Qué haces tú aquí?! —dijeron a la par, pero el gas ya había penetrado los pulmones del chico y antes de que pudieran intercambiar más palabras perdió el conocimiento cayendo en los brazos de ella.
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Me golpeó en la nariz con el pomo de su espada y caí al suelo por tercera vez, pero esta vez comí más tierra que la primera. Sentía como si el corazón se me fuese a salir del pecho.
—Levántate —me ordenó tajante, pero yo apenas tenía fuerzas para arrastrarme. —Te dije que te levantarás —continuó esta vez con un tono amenazador. Extendí la mano para alcanzar mi espada y al mismo tiempo él alzó la suya punta abajo apuntándome en la cabeza. «Voy a morir aquí...». Pude escuchar el crujir de la tierra cuando clavo su espada a centímetros de mi oreja y entonces no pude contener las lágrimas, había sido humillado.
—Escúchame bien gusano, desear algo no es suficiente sino tienes la fuerza para conseguirlo. —me dijo al envainar su espada.
Alcé la mirada pero el sol no me dejo ver su rostro, tan solo la insignia que llevaba como si fuese un collar: La insignia de guardián dorada de ocho estrellas, el rango militar más alto que se puede alcanzar en el reino.
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Para cuando Lance puedo volver abrir los ojos ya era de madrugada y la única luz encendida venia desde la sala. Aún aturdido se asomo por la puerta y pudo ver a Kathleen sentada en la mesa con el mapa extendido.
—Te debo una disculpa — le dijo ella al notar su presencia. — Todo ha sido un malentendido.
—Descuida, no pasa nada, es totalmente normal que una extraña te intente asesinar con gas de la muerte. —Kathleen sonrío. — Me llamo Lance.
—Kathleen, mucho gusto. — Hizo un dibujo en un espacio en blanco que tenía el mapa. —Veras, este es el símbolo de Uróboros, los miembros de Eternity lo llevan tatuado en uno de los antebrazos, al escuchar que traías tatuaje pensé que eras uno de ellos.
—¿Y por qué habrían terrorista en Cohem? —le pregunto Lance desconcertado.
—Porque la fiebre negra no ha llegado al pueblo, alguien debió provocarle esto a Dylan. Soy especialista en química medicinal y toda mi investigación ha estado centrada en el virus de la fiebre negra. —Sacó una insignia de su bolso, era la insignia de educación dorada. —Así que créeme cuando te digo que la fiebre negra no ha sido obra de los dioses sino de los eternos.
A Lance se le agudizó el mareo y tuvo que apoyarse en la mesa. Contemplo el mapa frente a él mientras recuperaba el equilibrio. Habían dos X marcadas en el pueblo Cohem.
—¿Qué significan las X del mapa? —le preguntó para disimular el mareo.
—Son las personas que he identificado con el virus alrededor del reino —respondió cortante.
—Pero... — Lance Vaciló antes de seguir —Si una pertenece a Dylan, ¿De quién es la otra?
Kathleen sin responder se puso de pie dándole la espalda a Lance para que no notase sus lágrimas.
—Ethan... —Se secó la cara y luego volteó a ver a Lance. —El hijo de los Lenbrot.
Era la primera vez que Lance escuchaba ese nombre. Era evidente que el hijo de los Lenbrot ya no estaba con ellos pero nunca se atrevió a preguntar.
—Lo siento... — se disculpó al notar el semblante de Kathleen — Se nota que eran muy cercanos.
—Ethan y yo éramos... —Lance flaqueó y casi se golpea con la mesa. —¡¿Te encuentras bien?! El efecto del gas aún no ha pasado, necesitas tomar aire libre.
Lance no tuvo de otra mas que salir un momento. Desde el patio de los Lenbrot se podía apreciar cómo la luna bañaba el pueblo que descendía entre pinos y neblina hasta morir en la Laguna. «¿Eran qué?» Estaba intrigado pero no quería ser imprudente.
Poco después de que comenzara a sentirse mejor, le pareció ver una silueta moverse entre los troncos. Se acercó con cautela hasta adentrarse en el bosque. Aún tenía en la cabeza las teorías de Kathleen sobre los miembros de Eternity, así que se agachó para recoger una roca en caso de que necesitara defenderse, en ese instante, el sonido de un aliento distorsionado lo sorprendió por la espalda.
Lance se volteó atropelladamente con el corazón acelerado descubriendo una figura imperceptible la cual, dió un paso adelante para que los rayos de la luna revelarán su rostro, mostrando en lugar de eso la máscara en forma de búho que Lance ya había visto hace meses en los diarios, solo que esta se encontraba rota.
—¿Me recuerdas? —Le dijo con voz distorsionada a causa de la máscara. Lance se volvió a sentir descompuesto, sintió que el corazón le dio un vuelco y finalmente perdió el conocimiento.
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