16. Miradas opuestas
Expreso Wax, Línea Sur-Oeste: Ferrocarril 405
13 de agosto del 1880
(Dos días para La Gran Liga de Honor)
Vagón #14
La puerta que salía hacia el último vagón se abrió. Dante giró disimuladamente para verificar sí se trataba de Will, pero en lugar de eso, se trataba de un joven rubio, que, a pesar de no traer capucha, se dirigió hacia uno de los barandales para apreciar el paisaje como si se tratase del día más soleado en Espyrhia. Sin embargo, lo que realmente captó la atención de Dante fue la mirada despreocupada de aquel personaje. Una mirada que él mismo llegó a poseer hace un tiempo, cuando su padre aún seguía con vida. Una mirada sin pasado. Sin pasado que lo atormente. Una mirada que sabía que no volvería a tener jamás. Sintió envidia. Se enderezó bruscamente, apretando los labios y arrugando el ceño. Estaba consciente de que aun acabando con la vida de Craig Tandler y vengando la muerte su padre, no recuperaría aquella mirada. Soltó un lento y delicado suspiro con el cual logró expulsar el rencor dentro de él y entonces pudo desarrugar el ceño. Cuando volvió a mirar al muchacho bajo la lluvia, ya no sentía envidia sino compasión, porque estaba seguro de tarde o temprano la mirada de aquel chico cambiaria también. Para siempre.
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Vagón #9
Roy se sentó un momento. No había descansado desde el día que se topó con el supuesto Búho Plateado en Reikal y ahora su cuerpo le estaba pasando factura. Recostó la frente contra el ventanal y vio sus ojos reflejarse en el cristal, esforzándose por ocultar el cansancio y la frustración bajo el enfado. De repente, esa mirada furiosa y escarlata, le recordó la mirada de su hermano. Una mirada llena de rencor y violencia, pero que no siempre fue así.
Se dejó vencer. Cerró los ojos y viajó hacia el pasado, hacia los días de entrenamiento con su padre. Una ligera sonrisa se le dibujo en el rostro. Los pequeños Ultem entrenaban desde muy temprana edad con su padre todos los días religiosamente, salvo los días que llovía. Su padre les había contado que el día que conoció a su madre estaba lloviendo, y desde entonces, sentarse juntos a ver la lluvia se había convertido en una tradición familiar. Ni Roy ni Dante recordaban mucho a su madre, eran muy pequeños cuando ella enfermo de fiebre negra, pero, aun así, cuando llovía, era como si pudiesen sentir su presencia. En ese momento, dos gotas de agua cayeron sobre el antebrazo del capitán. Roy abrió los ojos bruscamente y desenfundó su pistola.
—¡Lo siento! ¡Lo siento! ¡no quise despertarlo! – Exclamó el anciano que había tomado el asiento de al lado. Traía la capa empapada y había levantado las manos como si se tratase de un asalto. —¡No quise despertarlo! ¡Lo siento! —balbuceo.
—¡No estaba dormido! –arremetió Roy volviendo a enfundar el arma con notoria agilidad. El anciano quedó mudo con las temblorosas manos alzadas. Roy se desabrocho los dos primeros botones de la capa y le enseñó disimuladamente la insignia militar que ocultaba debajo.
—Disculpé. No quise asustarlo. —le dijo cortantemente y se volvió a esconder la insignia.
—¡Casi me mata del susto oficial! —comentó el señor con un tono más relajado mostrando su cálida sonrisa desdentada. Roy permaneció callado. Era obvio que aquel anciano era del tipo de personas que apreciaba una buena charla con extraños, pero el capitán estaba muy ocupado identificando los rostros de cada pasajero de aquel vagón.
—Conque cinco estrellas ¿eh?, lo felicito jovencito. Es la primera vez que veo a un capitán tan joven.
—Gracias. Simplemente no me gusta perder el tiempo. —respondió tajante y luego alzó la mirada por la ventana. El diluvio no le dejaba identificar a su halcón.
—Pues lamento interrumpirlo capitán, pero con esta tormenta, lo que sea que esté buscando allí afuera es una pérdida de tiempo. Hace un momento estuve en el último vagón y créame que ni siquiera podía verle la cara al pasajero a mi lado.
El corazón de Roy le dio un vuelco. Se giró hacia el anciano con una mirada intensa pero totalmente perdida.
—¿Capitán... esta todo en orden? –preguntó el anciano un tanto nervioso.
Una débil sonrisa se dibujó en el rostro de Roy. «Te tengo...». Se Lanzó hacia el pasillo pasando por encima del señor. Sacó su insignia y desenfundó la pistola. —¡Abran paso! —Gritó a un grupo de adolescentes que se encontraba obstruyendo la puerta hacia el siguiente vagón.
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Vagón #14
Tal como había dicho Kathleen, el último vagón del Expreso Wax era al aire libre. Lance estaba empapado y aunque sentía la ropa pesada y fría, disfrutaba deslumbrado viendo cómo las ráfagas de agua hacían danzar a los pinos. Dante no le había quitado el ojo de encima. La noche antes, Will había sido especifico en que todas las personas del último vagón debían llevar capucha, sino, el plan estaría en riesgo.
El último vagón era más pequeño que los demás, solo tenía la mitad de los asientos y lo único que los acompañaba eran las cuatro columnas que sostenían el entramado de madera y una pequeña escalera de mano que daba hacia el techo del tren. Cuando el Expreso tomó la curva que descendía hacia la circunvalación, se sintieron vibraciones en los rieles que hicieron que Lance se sostuviera de la columna más cercana. Notó que, tanto en el techo, como en las columnas, había emblemas de colores y animales tallados. Levantó la mano para ver el emblema que tenía la columna que lo apoyaba...
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—Cada emblema representa un distrito. —Me dijo una voz dulce y familiar.
Me giré, y entonces me topé con aquella inconfundible mirada alegre y pasiva. Se trataba de mi madre y éramos los únicos en el último vagón.
Alzó la mano delicadamente y comenzó a apuntar a las columnas.
—El Distrito Norte lleva el halcón y su color distintivo es el azul; El Distrito Sur lleva el oso con el color verde; El Distrito Oeste, lo representa la salamandra con el color distintivo rojo. —Luego señaló al techo, donde se unían las vigas de madera. —Este es el emblema del Distrito Central, donde se encuentra la capital y el castillo real. Su símbolo es el León y su color distintivo es el blanco. Y, por último, la columna donde estas apoyado pequeño mío. El Distrito Este, nuestro hogar, que lleva el emblema del búho y el color distintivo amarillo. Supongo que ahora sabes porque el búho es el animal favorito de mamá.
Le respondí la sonrisa y me lancé hacia ella; pude sentir sus cálidas manos sobre mi espalda.
—¿Se puede saber dónde está tu padre?, Los niños pequeños no deberían andar merodeando solos en el último vagón— me preguntó fingiendo una expresión seria.
¡Lance, Lance! —gritó una voz conocida desde el techo del tren. Mi madre puso los ojos en blanco. La miré buscando aprobación y aunque a ella no le convencía la idea, asintió con la cabeza.
Trepé rápidamente por la escalera de mano, y entonces lo vi, radiante como siempre, parado sobre techo sin perder el equilibrio. Sujetaba su espada envainada contra la cintura para que no le bailara y su capa ondeaba con el viento. El atardecer le hacía ver el pelo dorado, casi del mismo color que las dos insignias que le colgaban de la capa y su mirada era profunda e intensa.
Ese era mi primer día montando el Expreso Wax.
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La columna que sostenía a Lance tenia grabado al búho, el emblema del Distrito Este, su hogar. Había recordado a sus padres y ahora sentía que se le saldría el corazón. Se tocó la capa hasta sentir la libreta donde apuntaba sus recuerdos y se dirigió hacia el pasillo; Dante desvió la mirada al ver que se acercaba. «Acaso pretende sentarse...?». Lance se detuvo justo a su lado para ubicar un asiento disponible.
—Está ocupado. —dijo Dante sin voltear. Lance demoró en notar que le hablaban a él.
—Muchas gracias, supongo que en ese caso tendré que sentarme en la fila del fondo donde no hay nadie. —respondió Lance.
—No. creo que no me entendiste bien. Quise decir que están todos ocupados. —Dante le lanzó una mirada fulminante con la que pretendía intimidarlo lo suficiente como para que se marchara a los demás vagones.
En lugar de eso, Lance quedó fascinado al ver los ojos escarlatas de aquel muchacho.
—¡Que ojos tan peculiares tienes! —Exclamó. Los señores que estaban en el asiento de al lado se voltearon a ver. Dante bajó la mirada de inmediato. «Se acabó. Voy a matar a este idiota.» En ese momento, logró escuchar unos cascabeles en medio del diluvió.
La puerta que salía hacia el último vagón se abrió de golpe.
—¡Que nadie se mueva! — Gritó Roy. — El capitán disparó una bengala al cielo, el estallido retumbó por todo el tren y entre las nubes relució una luz rojiza que alertó a todos los demás militares que lo acompañaban. — ¡Quiero que todo el mundo se quité la capucha ahora mismo!
Dante se esforzó por mantener la compostura. A Lance se le agitó la respiración. Sabía que los hombres de Criag Tandler andaban tras su búsqueda. Ambos deslizaron su mano hacia sus espadas. «Me han encontrado» Pensaron a la par.
Roy tiró la bengala y desenfundo su pistola y entonces se escuchó el gañido de su halcón.
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