15. Caminos encontrados
Expreso Wax, Línea Sur-Oeste: Ferrocarril 405
13 de agosto del 1880
Vagón #5
El Expreso Wax era el proyecto más popular de Industrias Wax y el que les dio fama nacional. Aunque existían distintas categorías, casi todos sus ferrocarriles contaban con restaurantes, tiendas y algunos hasta con hoteles abordo. Las rutas de los ferrocarriles fueron diseñadas estratégicamente no solo para optimizar el tiempo de llegada, sino también para aprovechar los paisajes y hacer el recorrido más placentero.
La línea del tren 405 se dirigía hacia Regur, un pueblo pesquero al oeste del Distrito Sur. Dicha ruta contaba con hermosas llanuras adornadas por montañas y pinos que se esparcían esporádicamente por las pendientes del bosque. Las nubes anunciaban lluvia, tornándose cada vez más oscuras y la humedad se comenzaba a sentir dentro del vagón. En ese momento, el tren atravesaba un túnel natural que se formaba de la unión de dos montañas, y al salir, una majestuosa laguna de agua cristalina captó la atención de los turistas. Estaba quieta como un espejo; La mayoría de los pasajeros se asomaron al ventanal para apreciar aquel espectáculo, salvo, por supuesto, el capitán Roy Ultem.
Roy se mantuvo casi todo el trayecto callado, analizando a los demás con recelo. Se las había ingeniado para congregar un pelotón de diez hombres, incluyendo a la teniente Jasmine, y desviarlos de su misión oficial en Cohem para intentar atrapar a Dante a pesar de que el general Craig Tandler lo había relevado de esa misión.
Era de esos días donde el capitán lucía con años de más. Tenía el semblante serio y cansado por no haber dormido y sus ojos escarlatas no ocultaban la frustración y el enojo por no haber dado con Dante aún. Él y su grupo habían pasado la noche en Regur pero hasta el momento no habían tenido éxito. Su última estrategia fue dejar cuatro hombres vigilando las entradas del pueblo mientras que él y los otros seis, se dedicaron a tomar el tren ida y vuelta, una y otra vez, hasta coincidir con el momento exacto en el que Dante intentase penetrar al pueblo.
—Para estas alturas ya debíamos habernos reunido con el pelotón en Cohem. —advirtió Jasmine. —El general no nos dejará pasar esta, si se entera.
Roy suspiró. El comentario de Jasmine no le hacia ninguna gracia, pero sabía que ella estaba en lo correcto.
—No te preocupes por Craig. —contestó sin quitarle los ojos a un pasajero que acababa de llegar desde otro de los vagones. —Como ya les había dicho a los demás, yo asumiré toda la responsabilidad de esta misión.
—Lo vamos a atrapar. —agregó la teniente con aire de optimismo al notar la frustración en los ojos del capitán. —Dante no podrá esconderse para siempre.
—Por supuesto que no podrá. —El rostro de Roy se ablandó —Por eso debemos atraparlo nosotros. Los demás pelotones no se preocuparán por atraparlo con vida...
El muro de autoridad que había entre la teniente y el capitán se desvaneció por un momento. Jasmine notó que no estaba frente a un superior del ejército, sino frente a un hermano mayor preocupado por la seguridad de su hermano menor.
—Este retraso ha sido planificado. —Volvió a recobrar el semblante serio y analítico. — De alguna forma Dante anticipó que esperaríamos en Regur. Aun así, La Gran Liga de Honor es pasado mañana y él no se ha inscrito aún; tarde o temprano tendrá que aparecer.
—Qué curioso, en la academia Dante nunca me pareció muy estratega que digamos.
—No lo es. —Roy Apretó el puño. —Todo esto debe ser una estrategia de ese tal William Wax, el tipo que pretende ser su padrino en La Gran Liga de Honor. ¿Qué sabemos de él teniente?
—Nada concreto. Al ser relevados de la misión no pudimos sacar el permiso para ir a investigar en la cede de Industrias Wax.
—¡Miren! ¡Un alce de cuernos rojos! —Vociferó un turista que se sentaba frente a ellos. Todos los demás se asomaron al ventanal para apreciar al exótico animal. Ni Roy ni Jasmine se inmutaron.
—Entiendo. —Continuo el Roy. —De todos modos, no podemos ponerle las manos encima, es totalmente legal aspirar a ser padrino de un gladiador de la Gran Liga de Honor. Por el momento enfoquémonos en Dante. Toma un vagón al igual que los demás y ve rotando periódicamente, si notas algo, ya sabes cuál es la señal.
—Sí señor.
La teniente se marchó. Roy soltó un suspiró y alzó la mirada a través de la ventana para verificar que su halcón aún seguía el tren desde el cielo. «William Wax. Si no atrapo a Dante hoy, será por su culpa. Seguro se trata de alguien poderoso y con dinero.» Se puso de pie y se dirigió hacia el siguiente vagón en dirección opuesta a Jasmine.
°
Vagón #14
Will se puso de pie sobre el asiento.
¡Mira allá, es un alce de cuernos rojos! —exclamó, pero luego tragó en seco al ver la mirada amenazadora que le lanzó Dante. —Que aburrido eres. —refunfuñó volviéndose a sentar.
—¿Acaso pretendes que nos descubran, o solo estas intentando que yo te asesine? —susurró Dante con un tono tan relajado que resultaba difícil identificar si bromeaba o no.
—¡Soy un niño de trece años! —Se exaltó, pero bajó la voz de inmediato. —¡Pasaríamos más desapercibidos si me dejaras comportarme como tal!
Dante puso los ojos en blanco. En realidad, Will no estaba del todo mal. Bajó la mirada para encender un cigarrillo y notó que en el asiento de al lado habían dejado un ejemplar del Diario La Revolución con el titular: "Fantasma del Búho Plateado aparece en Reikal"
Una de las características de los trenes del Expreso Wax, era que los dos o tres últimos vagones eran prácticamente al aire libre. No tenían paredes y en lugar de techo, un entramado de vigas los protegía ligeramente del sol. Estos vagones eran populares entre fumadores y los amantes de la naturaleza.
—¿Qué tiempo falta? —preguntó Dante
—Te pudiera decir si no hubieses partido mi reloj acústico a la mitad. —respondió el chico con una sonrisa sarcástica. —Por cierto, gracias de nuevo por eso.
Dante suspiró antes de continuar:
—Créeme que el reloj no era la única cosa que pude haber partido a la mitad.
—Por el dios de las alturas... ¡¿Cuál es tu problema?! —Will rebuscó en su mochila y sacó un reloj convencional. —Si mis cálculos son correctos, ya en cualquier momento debe comenzar.
Justo cuando había terminado, un trueno retumbo con fuerza. El chico esbozó una sonrisa.
—Efectivamente, mis cálculos fueron correctos.
Unas gotas tímidas interrumpieron la tranquilidad de la laguna. Dante tomó el periódico, pero antes de que pudiera leer algo, su compañero le hizo una pregunta inesperada:
—¿Que tan seguro estas de que ganarás la Gran Liga de Honor Dante?
Dante meditó un momento antes de responder y luego adopto una expresión seria:
—Veras, la mayor parte de mi vida la he dedicado a entrenar para convertirme en un guardián del ejército. —Miró hacia la laguna antes de continuar. La pausa hizo que a Will se le pusiera la piel de gallina. —La otra parte, la he dedicado a entrenar para aniquilarlos. —Miró al chico fijamente a los ojos. —Créeme mocoso, las únicas personas que pudieran ganarme en un enfrentamiento, no van a estar participando en este evento. «Craig Tandler, Roy...».
Las escenas de su último encuentro con su hermano le inundaron la mente. «Todavía no estoy a su nivel...» También recordó cómo terminaron las cosas con Jasmine en aquel enfrentamiento. Apretó los puños inconscientemente, arrugando el papel, luego alzó el ejemplar cubriéndose el rostro para así evitar continuar con la conversación.
Will no hizo más comentarios. Su objetivo de conseguir los prismas de sol y con ellos guiar la ciencia Espyrhiana hacia avances nunca antes vistos, le parecían mucho más importantes que los deseos de venganza de Dante. Sin embargo, al ver su reacción, se dio cuenta de que hasta el momento no había considerado el peso emocional que Dante había llevado todo este tiempo. Sintió compasión. Los motivos de Dante eran más personales y profundos que los de él. «De verdad espero que ganes La Gran Liga de Honor»
En ese momento la lluvia se fortaleció y todas las personas que traían capa tuvieron que subirse la capucha y los que no tenían, abandonaron el vagón para irse a los que sí eran cubiertos. En un abrir y cerrar de ojos, todos los pasajeros de los dos últimos vagones se habían cubierto la cabeza, haciendo imposible identificar sus rostros. El plan de Will había funcionado, ahora ambos pasarían desapercibidos entre la multitud y el diluvio. Intercambiaron una mirada de complicidad. Dante miró al chico, sorprendido con su ingenio, mientras que Will sonreía con aire de triunfo.
—Ahora solo es cuestión de esperar. —comentó con una enorme sonrisa. —Aprovecharé para ir a la tienda, necesito comprar algunas unas cosas para reparar mi reloj acústico. ¿Necesitas que te traiga algo?
Dante negó con la cabeza.
Cuando el chico se había marchado, Dante volvió a alzar el periódico que ahora estaba empapado y difícil de leer, pero justo cuando pensó en dejarlo de lado, leyó algo que le cortó la respiración:
"No sabemos su identidad, pero estamos seguros de que se trata de un impostor y no descansaremos hasta detenerlo." Dicen las autoridades del ejército del Distrito Central. Aunque a los ciudadanos que estuvieron presentes en la escena, les cuesta mucho creer que un simple impostor haya podido pasar por encima de más de diez militares incluyendo al famoso capitán Roy Ultem.
«¡¿Alguien le ganó a Roy?!» Dante estaba en shock. Se sabía de memoria la jerarquía militar y los niveles de combate cada quien en el ejército. Además, durante su fuga había tenido encuentros con los criminales más peligrosos y buscados del reino. Su hermano Roy y el guardián de elite, Criag Tandler eran los únicos que debían ser capaces de tomarlo a él en un combate. Era simplemente inaceptable que hubiese alguien así rondando por el reino. Volvió a apretar los puños. «Debo averiguar la identidad del Búho Plateado.»
°
Vagón #2 – La tienda
—Aquí tienen mis señores, ahora podrán cubrirse de la lluvia —dijo el vendedor dibujando una sonrisa cálida. —En total son doce gotas de plata.
Lance tomó las capas y se quedó mirando a Kathleen.
—¿Que rayos estas mirando? ¡Yo pagué por los boletos del tren! —gruñó la chica.
—¡Ah! ¡Sí, claro! ¡Perdón! —Sacó de inmediato el porta-monedas mientras que ella ubicaba un sillón para ambos.
Había un espacio disponible casi junto al mostrador. Lance se adelantó a tomar el asiento junto a la ventana para devorar mejor el paisaje. Estaba fascinado con el tren. Disfrutaba cada detalle del recorrido como si fuese un niño en una tienda de golosinas. Incluso los pasajeros captaban su atención; en Cohem, la mayoría de los pueblerinos eran señores mayores que vestían de manera similar, mientras que aquí podía deleitarse con la diversidad.
A Kathleen le pareció tierna la pasión que había en los ojos de Lance por un simple viaje en tren. Se le olvidaba que, para él, todo fuera de Cohem sería una experiencia nueva. Ella también solía disfrutar de los viajes en el Expreso Wax, hasta que la fiebre negra apareció y le robó la capacidad de disfrutar de las pequeñas cosas, entre otras cosas más.
—No puedo creer que hasta tengan una tienda abordo... ¡Esto es impresionante! —comentó Lance con emoción.
Kathleen dejó escapar una sonrisa traviesa antes hablar:
—¿Este tren impresionante? Este es uno de los más pequeños. —Mostró las palmas con indiferencia. —Los trenes más grandes tienen tiendas, restaurante y hasta hoteles, dependiendo de qué tan lejos sea tu destino. —Miró de reojo para verificar si lo había impresionado. Efectivamente, Lance estaba boquiabierto. —Pero este tren ni siquiera llega directamente a la capital, tendremos que hacer un cambio de tren en Regur, el siguiente pueblo, y entonces, desde allí llegaríamos a Reikal.
El semblante de Lance cambio en un abrir y cerrar de ojos. Su rostro pasó de niño fascinado al del joven misterioso que se ocultaba bajo la máscara del Búho Plateado.
—Reikal... —suspiró.
La lluvia se fortaleció.
—¿Todo bien Lance?
El chico tardó en responder:
—Es solo que... Cuando descubrí que el hombre de mis recuerdos era el líder del ejército, pensé que todos mis problemas estaban resueltos y que él podía ayudarme a recordar. —La miró a los ojos con una sonrisa triste. —Hasta que descubrí que en realidad me quiere muerto. —Se llevó la mano al pecho, abarcando justo donde tenía el tatuaje. —Por si fuera poco, aparentemente el líder de Eternity fue quien me hizo esto...
—Lance... Todavía no estamos seguros de nada. —Quiso decir algo que lo apaciguara, pero no logró reunir las palabras correctas. El pasado de Lance todavía era un misterio para ambos. El chico recostó la cabeza contra la ventana. La lluvia impactaba violentamente el cristal y sus ojos grises hacían juego con el cielo.
—Tienes razón. —La miró a los ojos. —No estaremos seguros. Hasta que gané La Gran Liga de Honor. Entonces tendré los prismas de sol, recuperaré mi memoria y podré contarte todo lo que sé sobre la fiebre negra y el Proyecto Hidra. —Volvió a dibujar una sonrisa, pero esta fue más débil que la anterior. —Luego...
Hubo un silencio incomodo entre ambos. Lance desvió la mirada, pero Kathleen alcanzó a ver unas chispas anaranjadas en sus ojos.
—¿Luego qué, Lance? —Estaba intrigada y nerviosa a la vez.
—Dos cosas podrían pasar: Si descubro ser responsable por todo lo que me está pasando, yo mismo me entregaré a las autoridades. —En ese momento, Lance le lanzó una mirada intensa, pero a la vez ausente con los ojos totalmente anaranjados. A Kathleen se le agitó la respiración —Pero si no lo soy... Yo mismo me encargaré de que paguen uno por uno, por lo que me han hecho. Así sea el líder del ejército o el líder de Eternity.
Kathleen se encogió de hombros. Las medidas de Lance le sonaban un tanto extremistas. Ella estaba consciente de que con el pasado que lo perseguía, la mejor opción que él tenía era comenzar una nueva vida fuera de peligro. Era joven, con salud y sin recuerdos que lo atormenten; Podía fácilmente conseguir trabajo en cualquier pueblo lejano del Distrito Sur o del Distrito Norte y vivir una vida tranquila. Pero en ese caso, ella perdería la oportunidad de descubrir lo que él sabía sobre la fiebre negra y el Proyecto Hidra. A Kathleen le convenía que Lance arriesgara su vida intentando ganar la Gran Liga de Honor, si con eso recuperaría sus recuerdos. Eso la hizo sentir culpable.
—Descuida Kathleen—La mano de Lance sobre la suya la espantó. Los ojos del chico habían vuelto al gris habitual y su sonrisa esta vez era genuina y tierna. —Ahora mismo lo más importante es salvar a Dylan. Si logró recordar lo que sé sobre la fiebre negra, tendremos oportunidad de curarlo a él y quizás a más personas. Los Lenbrot me salvaron la vida, me dieron casa, alimento y sobre todo su cariño. Se llevó la otra mano al mango de la espada que le había regalado Dylan. Estaré en deuda siempre con ellos. Salvarlos, para mí es más importante que mi propio pasado.
La chica sintió como si le hubiesen quitado un gran peso de encima. Puso su otra mano sobre la de él y le devolvió la sonrisa. Lance estaba decidido en participar en la Gran Liga de Honor por sus propios motivos y en sus ojos había la determinación suficiente para hacerse con los prismas de sol y salvar a Dylan sin importar lo que pase. «Lance... De verdad eres el Búho Plateado... Espero que ganes la Gran Liga de Honor.»
Mantuvieron la mirada por unos segundos hasta que un niño tropezó con el mostrador de la tienda a causa de una ligera vibración de la ferrovía. Lance y Kathleen notaron que aún seguían tomados de manos y se soltaron bruscamente.
—¡Hasta que me la devolviste! —exclamó Lance.
—¡Por el dios de las alturas! ¡ya quisiera!
Ambos rieron.
Lance había recobrado su espíritu infantil. Se mantuvo callado disfrutando del paisaje con la cabeza sobre el cristal. Mientras que Kathleen, había desviado su atención hacia el niño del mostrador. Aparentaba unos doce o trece años de edad y llevaba puesta una capa de adulto mojada. Arrugó el ceño, pero no le dio importancia.
—Tengo una idea. —le dijo a Lance. — ¿Por qué no aprovechas y terminas de conocer el tren antes de que lleguemos a Regur? Por lo general, los últimos vagones de los trenes son al aire libre...
—¡Dijiste al aire libre! —Se enderezó bruscamente con el rostro iluminado—¡No me tardaré! —Se levantó del asiento rápidamente.
—¡Espera...! ¡Lance! ¡no olvides la capa...! ¡Está lloviendo! —Sus gritos fueron en vano. El chico se había esfumado como si lo estuviesen persiguiendo.
Una vez a solas, Kathleen se dio un trago de su termo marrón. Sacó de su bolso un frasco de tinta, papel y el libro sobre los prismas de sol para apoyar sobre él. Comenzó a escribir: ''Invitación formal para la Gran Liga de Honor.'' El niño que estaba en el mostrador notó la insignia dorada de educación en el porta-insignias de Kathleen y se le acercó discretamente.
—Es una lástima que un libro tan valioso se utilice como apoyador. —Le dijo
—¿Disculpa? —Kathleen se había espantado, pero volvió en sí de inmediato al ver que se trataba del niño. —No sabía que a los niños de hoy les enseñaban química avanzada en la escuela. —respondió Kathleen arqueando las cejas.
—Querrás decir alquimia, para ser exactos. —respondió con actitud. —Y no, no lo enseñan en la escuela, pero sí en la universidad. —El chico sacó su porta-insignias mostrando la insignia plateada de educación.
—¡Wau!, Sabes, espero que se la hayas robado a tu papá, porque eso sería menos espeluznante... —Kathleen estaba asombrada con aquel chico. —¿Qué edad dijiste que tenías pequeño?
Will soltó una risotada.
—Si te dijera mi edad cometerías el error común de juzgarme por lo joven que soy. —Le extendió la mano con una sonrisa parecida a la de los comerciantes —Me llamo William, pero puedes llamarme Will.
—Kathleen Sahude —Respondió dándole la mano, entrecerrando los ojos con la mirada llena de curiosidad y una sonrisa llena de preguntas.
—Y bien, ¿Dónde está tu gladiador?
La sonrisa de Kathleen se desvaneció de inmediato.
—Descuida, no tienes por qué negarlo, es obvio. —continuó Will. —Llevas el porta-insignias visible, tal como es requerido en Reikal, tienes un libro sobre los prismas de sol y estas escribiendo una carta, que supongo es la invitación formal para tu gladiador.
Kathleen quedó estupefacta con la observación de Will. No se había percatado de lo descuidada que había sido hasta el momento. Ademas, la posibilidad de que todavía anduvieran militares buscando a Lance le dio ansiedad. De repente, el haberse separado de él no le pareció muy buena idea.
—Sabes Will, definitivamente eres una de las personas más interesantes que he conocido últimamente. Y créeme que he conocido a unos cuantos peculiares.
—No estoy seguro si es un cumplido o no, pero gracias de todos modos. —Su sonrisa infantil le acordó a la de Lance. —Quizás luego de que gane la Gran Liga de Honor y pasen los días festivos podemos juntarnos a compartir conocimientos de ''química avanzada''. ¿Qué te parece?
—¡¿Vas a participar en la Gran Liga de Honor?!
Will soltó una carcajada que se escuchó en todo el vagón.
—¡Imposible! —exclamó en voz baja cuando se habían calmado las miradas a su alrededor. Solo soy un padrino igual que tú. Pero honestamente Kathleen, no hay forma de que tu gladiador, o cualquier otro, le gane al mío. Digamos que se trata de alguien ''peculiar'' como dices tú, por no decir que es un tanto famoso.
—¿Ah sí?, Bueno, digamos que el mío también lo es mi querido Will...
Ambos sonrieron sin decir más.
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