11. La identidad del Búho Plateado

Cohem, Distrito Oeste.
10 de Agosto del 1880

Lance esperó a que jones terminara sus anécdotas y se disiparan los oficiales para poder acercarse. «Debo contarle lo que vi en el bosque.»

—Pero si es el joven Lance—. La bebida le había dado un tono más amistoso de lo habitual. — Supongo que no solo mis subordinados disfrutan de las historias de guerra.

—Me ha descubierto teniente. —le dijo el chico fingiendo una sonrisa. —Lo único que se me dificulta, es creer que alguien con tanta habilidad como el Búho Plateado, haya muerto repentinamente.

—Pero lo está muchacho. El mismo Craig Tandler envió un informe a todos los cuarteles el día del atentado. Es una lástima. —Lance permaneció callado como quien espera más información. «Craig Tandler...»—Dime una cosa, ¿Cómo están tus viejos? Hace tiempo que no veo a los Lenbrot merodeando.

El muchacho se sobresaltó con la pregunta.

—La verdad es que Dylan...

— ¡Deja de perder el tiempo! —exclamó Kathleen interrumpiéndolos.

— ¿Señorita Kathleen?, No sabía que estaba en el pueblo. —preguntó Jones arqueando las cejas.

— ¡Lo siento teniente, tenemos un recado de Margaret urgente! —. Se alejó cuando antes llevándose a Lance casi a rastros.

A Jones le pareció sospechoso el comportamiento de ellos. Desde la aparición de Lance dos meses atrás hasta el presente, mantenía un ojo encima del chico. Aunque ahora parecía un pueblerino más, estaba consciente que las heridas y quemaduras que Lance tenia aquella noche, no eran lesiones de un accidente común y corriente. «Un momento... ¡Aquella noche!». El recuerdo de haber visto un búho en el bosque lo golpeo de repente y la última frase que Lance pronunció, resonó en su cabeza de nuevo: "Se me dificulta creer que alguien con tanta habilidad como el Búho Plateado haya muerto repentinamente."


˚

— ¿Cuál es tu problema? —reclamó Lance. Estaba molesto por haber perdido la oportunidad de hablar con Jones.

— ¡Tú eres mi problema! ¡Nadie puede enterarse que Dylan tiene la fiebre negra, eso crearía un caos! —Le respondió histérica. Miró hacia ambos lados confirmando que nadie la había escuchado.

—¡¿Entonces tu plan es esperar a que todo el mundo se enferme antes de contárselo a alguien?!

— ¡La fiebre negra aún no ha llegado a Cohem idiota!

—Alzó la voz. — ¡Ya te dije que alguien le provocó esto a Dylan!

— ¿Enserio? ¡No me digas! —. Estaba irritado por la actitud de Kathleen. — ¿Y qué me dices de Ethan? ¡¿Acaso "alguien" le provocó la enfermedad a él también?!

Esa era la primera vez que pronunciaba ese nombre. Se sintió extraño.

—Sí. Fui yo. Fue mi culpa...

Lance quedó boquiabierto sin poder responder. Un millón de dudas nublaron su mente, pero tendría que reservárselas, había lastimado los sentimientos de Kathleen.

Estuvieron envueltos en un silencio incomodo durante un minuto que pareció eterno, hasta que finalmente hicieron contacto visual. Kathleen sacó de su bolso un frasco de cristal y se lo entregó:

—Debemos apresurarnos, todavía nos falta el ingrediente más importante. —le dijo apartando la mirada.

Lance inspeccionó el frasco lleno de agua: Contenía una brillante y diminuta criatura verdosa de forma cilíndrica y alargada de apenas unos tres centímetros de largo.

—Es una hidra de agua dulce. —se adelantó ella. —Por lo general miden unos pocos milímetros y no brillan como esta; A estas, Nosotros... bueno, yo las llamo, Hidras Luminosas. El líquido extraído de estas hidras es el elemento más importante del remedio. Son muy raras de encontrar, pero una vez...

Hizo una pausa y tragó en seco antes de continuar:

—...Ethan encontró algunas en una laguna del bosque y trazó un mapa con su ubicación que debería estar en la casa.

Lance se limitó a asentir sin pronunciar palabra alguna, prefirió tragarse sus dudas y evitar decir algo inapropiado de nuevo. Por su parte, ella estaba consciente de todas las dudas que de seguro surgían en la cabeza del chico, pero estaba muy sensible como para hablar del tema sin afligirse.

˚

Al llegar a la casa, kathleen colocó los ingredientes sobre el comedor con vivacidad, sacó unos utensilios de cocina, y puso unas ollas con hierbas medicinales a hervir. Lance observaba en silencio con la esperanza de poder ser de utilidad, pero ella se desenvolvía con tal fluidez y profesionalidad que prefirió ir a ver como seguía Dylan en lugar de estorbar en la cocina.

Una vez a solas, kathleen aprovechó para infiltrarse en la habitación que ahora le pertenecía a Lance. Se agachó, y tocó algunos de los tablones del piso como quien toca una puerta, hasta que uno de ellos hizo un sonido hueco. «Aquí era donde lo guardaba» Retiró el tablón, revelando un pequeño escondite. Esta vez estaba vacío. Frustrada, se sentó en el piso recostando su espalda de la cama y suspiro sin darse cuenta. «Ethan... ¿Sera que no podré salvar a tu padre?» Hizo una rabieta dando una patada al escritorio que provocó que la libreta de Lance cayera al suelo abierta en la última página, donde se podía leer claramente: "Recuerdo #4: Tercera Guerra de los Reinos y el general Craig Tandler". Kathleen se levantó de un brinco, una hoja de papel cayó de su bolsillo, pero no lo notó. Colocó la libreta en su lugar con el corazón agitado. Con todo el tema de Dylan había olvidado lo que había descubierto en la tienda del coleccionista. «¿Craig Tandler? ¿El líder del ejercito? ¿Quién es en realidad este chico?»

— Kath... —La dulce y suave voz de Margaret logró espantarla—Es Dylan, ha despertado...
La chica casi logra dibujar una sonrisa, pero no la pudo completar.

˚

Cuando Kathleen entró en la habitación, Dylan tomaba la mano de su esposa y no dejaba de mirarla a los ojos. A Lance le extrañó los lentos y tímidos pasos de la chica al entrar. Dylan dirigió la mirada hacia ella y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—Creo que mejor vuelvo luego. —dijo Kathleen retrocediendo.

—No, Por favor Kath—insistió Dylan con voz débil.

—Tengo tantas cosas por las cuales pedirte perdón... Sin embargo, ahora hay algo más importante que deben hacer.

Un ataque de tos le impedía continuar, su esposa lo ayudó a mantener el equilibrio. Lucía blanco como el papel y Kathleen sabía que perdería el conocimiento en cualquier momento.

—Dylan, ¿cómo te has contagiado? —cuestionó menos tímida y se acercó a la cama. Sabía que se le acababa el tiempo. El enfermo, logró arduamente extender su brazo hasta la mesa junto a él y tomar un rollo de papel arrugado. A Kathleen se le ilumino el semblante, era el mapa que buscaba.

—Lo encontré luego de que Lance comenzara a quedarse con nosotros y desalojáramos la habitación para él. Supe de inmediato que esto trazaba la última ruta de investigación de mi hijo. Donde descubrió esos malditos bichos acuáticos...

—Hidras Luminosas — aclaró Kathleen a Lance con voz lo suficiente baja como para que Dylan no la escuchara. Otro ataque de tos lo interrumpió, pero esta vez fue más feroz y prolongado. Todos intentaron evitar que siguiera esforzándose, pero el viejo hizo un ademán para que lo dejaran terminar. Tomó a Kathleen por el brazo un tanto brusco y la miro con los ojos bien abiertos.

—Escúchame bien Kath, todo este tiempo has tenido razón, alguien está detrás de esto de la fiebre negra.

—Hizo una mueca como si fuera a perder el conocimiento, pero lucho para terminar la oración.

— Deben entregarle este mapa a Jones cuanto antes...—cerro los ojos dándose finalmente por vencido, pero sus labios volvieron abrirse antes de perder el conocimiento:

—Todo el pueblo... corre peligro...—balbuceó hasta quedar noqueado

—¡Dylan, tienes que decirme cómo te enfermaste!, ¡¿Quién te hizo esto?! —exclamó la chica, pero sabía que ya no tendría más respuestas.

˚

Lo peor de haber perdido la memoria era la sensación de ser el único que no sabe lo que ocurre. Aunque esta vez, Lance sabía que aún con sus recuerdos, pocas personas en el reino sabían lo que ocultaba la fiebre negra.

Entró a su habitación para tomar la libreta antes de irse y encontró en el suelo una hoja de papel doblada. Al desplegarla descubrió un dibujo geométrico lleno de símbolos, letras y números. Era idéntico al tatuaje que llevaba en el pecho y llevaba la misma letra que había visto en el mapa de Kathleen. «¿acaso ella sabe algo sobre mí?»

Escuchó unas ramas moverse desde fuera de la ventana, se dirigió hacia ella, pero al asomarse no identifico nada más que el verdor que se tornaba dorado con el atardecer.

˚

Fuera de la casa, Kathleen comprobaba la dirección que dictaba el mapa antes de ponerse en marcha.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Lance desconcertado. —El cuartel queda hacia el otro lado.

—No iremos donde Jones. —respondió cortante. — Este es el hallazgo más importante de mi investigación, debo averiguar cómo Dylan se enfermó y no dejare que un patán como Jones me la arrebate la oportunidad. Lance la detuvo sujetándola por el brazo. La piel de Kathleen era tan cálida que contrastaba con el frescor de la noche que se avecinaba.

—Podría ser peligroso, Dylan nos advirtió específicamente que le entregáramos el mapa a Jones. —. La mirada de Lance parecía penetrar el alma de la chica. Aunque eran prácticamente desconocidos, resaltaba en él una preocupación genuina.

—De acuerdo, de acuerdo, esto es lo que haremos: solo necesito ir primero y ver con mis ojos la situación. Luego podemos ir directamente con el teniente. — Sacó y desenvaino un cuchillo de su bolso, los rayos del atardecer se reflejaron en aquella superficie tan afilada que cortaba al verla. —Veras, aunque no lo aparente me se defender Lance. Confía en mí.

Lance trago en seco y la siguió.

˚

¡Toc, Toc!

— ¡Adelante! — gritó Jones desde su despacho. —Dime, ¿Qué me tienes?

—Lo siento señor, estuve comunicándome con varios de mis contactos en el distrito central. Al parecer no existe ningún informe sobre el cadáver del búho plateado ni sobre el paradero de la máscara.

El teniente se llevo la mano a la barbilla y permaneció callado un momento.

—De acuerdo, ¿alguna novedad con relación a lo otro?

—Nuestro oficial identifico al chico Lenbrot y la señorita kathleen adentrándose hacia el bosque.

—hum, ¿A estas horas? «El bosque...»—Bueno, supongo que no es tan extraño, a su edad yo también me andaba escondiendo en los bosques con más de una chica, ¿sabes a lo que me refiero verdad? — Soltó una carcajada.

—De hecho...—le interrumpió su subordinado. —Al parecer andan armados. Segun nuestro informante, la señorita Kathleen lleva una daga o cuchillo con ella...

Jones se levantó del escritorio bruscamente.

—Que me envié las coordenadas, yo me encargare de ahora en adelante.

—¡Si señor!

˚

Se adentraron en el bosque lo más rápido posible, aprovechando la poca luz de sol que les quedaba.

—Él era biólogo marino... —dijo Kathleen de repente. Lance la miró perdido. —Ethan.

El chico compuso una sonrisa sutil de agradecimiento. Su paciencia empezaba a dar frutos y por fin podría comenzar a recrear una imagen de aquel famoso y misterioso personaje. Por su parte, Kathleen se alegró de que su interlocutor no interrumpía con comentarios imprudentes, y eso la animó a continuar:

—Lo conocí en Reikal, en la Universidad Nacional de Espyrhia, mientras terminaba mi especialización en química medicinal. —Los jóvenes descendían cuidadosamente pasando entre los troncos de pinos mientras que la neblina comenzaba a emerger y la noche cubría el bosque. — Fue Ethan quien descubrió la relación de la hidra con el virus y sus efectos curativos. Él tenía la teoría de que las hidras podían curar la fiebre. Incluso se enveneno a sí mismo para demostrarlo, no... para demostrármelo... así fue como murió.

Hubo un silencio idéntico al de la tarde, pero esta vez Lance sintió el deber de decir algo para apaciguar la situación. Sin embargo, su compañera detuvo la marcha y reunió el valor para terminar su discurso:

—Es por esto que debo encontrar la cura de la fiebre negra. Por Ethan, por Dylan y por mis familiares.

«¿Sus familiares?» Lance le puso la mano en el hombro esbozando una sonrisa ingenua.

—Lo vas a lograr, no tengo la más mínima duda. Y yo te voy a ayudar. —le dijo.

Kathleen correspondió con una sonrisa que la trajo desde el pasado hasta el presente. Volvió a fijar su atención en el mapa que indicaba el último giro hacia la laguna. Al llegar, no se visualizaba ninguna masa de agua, en lugar de eso, se mostraba una pequeña cabaña a oscuras, casi oculta entre los matorrales.

—Esto no aparece en el mapa. ¿Dónde está la laguna? —Se escuchaba decepcionada.

—¿Crees que alguien viva aquí? —cuestionó Lance

—No lo creo, luce abandonada. Seguro sirvió de almacén hace años.

Empujaron la puerta a la par lentamente y esta hizo un ruido espeluznante. El movimiento de la puerta puso en marcha un engranaje que estaba conectado a la bombilla del techo la cual se encendió como por arte de magia.

—¡Larguémonos de aquí! —dijo Lance asustado, pero su compañera lo ignoro, atónita con lo que había descubierto en el interior: La cabaña era más pequeña de lo que aparentaba, no tenía ventanas ni habitaciones secundarias y lo único que resaltaba a simple vista era una puerta medio abierta al otro extremo, desde la cual se proyectaba un destello verdoso desde el exterior. Sin embargo, lo que la aturdió fue la mesa que se extendía a lo largo del aposento donde descansaba un mapa que marcaba las zonas afectadas por la fiebre negra, rodeado de instrumentos químicos, hojas llenas de dibujos de hidras y ecuaciones moleculares. «¿Qué es todo esto...?» Luego de unos segundos, Lance salió por la puerta media abierta y Kathleen se le unió, con el corazón acelerado, para apreciar la pequeña laguna que buscaban. Brillaba con un neón verdoso a causa de las miles de hidras luminosas que había en ella.

—Qué... ¿Qué es este lugar? —se preguntó a si misma aterrada.

—Una granja de hidras luminosas. —respondió Lance con certeza. La chica lo miró frunciendo el ceño. —No sé por qué, pero lo recuerdo... La fiebre negra, todo esto... Es parte del Proyecto Hidra.

Lance lucia igual o más desconcertado que Kathleen por su repentino recuerdo, pero antes de que ella pudiese cuestionarlo, la puerta tras ellos se cerró bruscamente. Al voltear, identificaron a un individuo con capucha parado frente a ellos.

Por otro lado, El teniente Jones había llegado justo a tiempo para presenciar la escena escondido entre los arbustos. «Este debe ser el sujeto que se ha estado escondiendo en el bosque.» Sacó su pistola sigilosamente.

El misterioso personaje se llevó las manos a la capucha lentamente para revelar su identidad.

—¡Jasper! —exclamó Kathleen sorprendida al reconocer su cara. —¿Qué estás haciendo aquí?

—Querida Kath, La pregunta correcta sería: ¿Qué hacen dos jóvenes en mi propiedad? —Aunque el coleccionista sonreía, traía una mirada amenazadora que lucía más aterradora con la luz verdosa reflejándose en su rostro. — Bueno, bueno, mejor será que nos calmemos. Todo esto debe ser un gran malentendido.

—¡¿Un Malentendido?! —clamó la chica. —¿Por qué demonios hay miles de hidras luminosas y mapas sobre la fiebre negra en este lugar?

Lance permanecía mudo e inmóvil como si intentara desaparecer de la escena.

—Supongo que no tengo de otra... —dijo Jasper en voz baja encogiéndose de hombros. Se subió la manga izquierda para mostrar su antebrazo, revelando la marca de Uróboros.

A Jones le dieron escalofríos. Tenía a un eterno de verdad frente a él. La mano le comenzó a temblar, así que guardó su pistola y miró alrededor tratando de identificar cómo podría escapar sin ser percibido. Kathleen rebuscó el cuchillo en su bolso y lo desenvainó con osadía. Todo este escenario confirmaba su teoría sobre la relación de los eternos con la fiebre negra y eso le daba la valentía que necesitaba. Sin embargo, Jasper cambio el semblante por una cara seria y desenfundo su pistola. Con una mano, kathleen aparto a Lance hacia con un gesto protector, pero cuando el coleccionista alzó su arma, la apunto directamente hacia el chico.

—No sé quién es tu amigo Kath, pero aparentemente sabe demasiado. Dime muchacho, ¿Cómo es que sabes sobre el Proyecto Hidra? — Hizo una mueca de desdén y cargo su arma. —Olvídalo, ni siquiera tiene caso, porque estarás muerto en un segundo.

El corazón de Lance se aceleró. El teniente Jones trataba de controlar su agitada respiración para no ser descubierto. Sabía que debía intervenir, pero no terminaba de reunir el valor cuando el disparo estremeció el lugar.

Lance y Kathleen lo evadieron lanzándose en direcciones opuestas. La bala se perdió entre el agua verdosa. Lagrimas corrieron por el rostro de la chica que, tras aquel disparo, perdió todo el valor. Su cuchillo había caído apenas a metro y medio, pero parecían kilómetros en aquella situación.

El eterno volvió a apuntar a Lance, esta vez con más determinación y Lance supo que su final era inminente. «¿Así es como acabara todo? ¿Qué clase de vida fue esta?» Y en ese momento experimentó un miedo distinto, el miedo a haber vivido sin motivo alguno, sin un propósito. Según los libros, la vida de un individuo pasa por su mente antes de morir, pero Lance ni siquiera tenía eso, se sentía como una sobra en la existencia y odió esa sensación. "Morir sin recordar" era una idea que lo llenaba de ira.

—Qué demonios... —El coleccionista se pasmó al ver cómo los ojos de Lance se tornaban de gris a un anaranjado casi brillante. Disparó de inmediato, Lance rodó sobre si para esquivar el disparo, tomó el cuchillo del suelo y se lanzó en dirección hacia él. El eterno disparó dos veces, pero Lance avanzó directo a él con la furia y rapidez de un animal salvaje, pasando entre las balas con tal destreza que a simple vista pareciera que las balas lo atravesaron, le hizo un tajo en el pecho, otro en la mano, y finalmente lo embistió con todo el cuerpo contra la puerta, destrozándola y cayendo dentro de la cabaña inconsciente. Lance se incorporó y volteo para verificar que Kathleen se encontraba bien y entonces sus ojos volvieron a retomar su color plateado. Kathleen no pudo pronunciar palabras, se encontraba shock, con los ojos bien abiertos y la respiración agitada mientras que el teniente Jones, aún escondido, estaba deslumbrado y tuvo que taparse la boca con las manos para contener la emoción de su nuevo descubrimiento. «Solo hay un hombre capaz de moverse con esa destreza...Lo he encontrado... ¡El Búho Plateado está vivo!»

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top