1. Un difunto misterioso
Cohem, Distrito Oeste.
7 de Junio del 1880
No podía escuchar nada, solo sentir como el viento se estrellaba violentamente contra él, apagando las llamas que aún quedaban en su cuerpo. Utilizó sus últimas fuerzas para abrir los ojos, pero el humo todavía le nublaba la vista. Alcanzó a bajar la mirada, y justo entonces, el viento terminó de arrastrar el cascarón de humo que lo envolvía y por fin pudo ver como las nubes del cielo se alejaban bajo sus pies, mientras sentía como se aceleraba la caída a medida que descendía hacia el vacío hasta perder la conciencia.
El pueblo Cohem era quizás el más tranquilo del Distrito Oeste, sin embargo, aquel día durante el crepúsculo matutino, un pescador detenía su bote en medio de la laguna, cuando escuchó un estruendo lejano que ahuyentó toda posibilidad de pesca. Miró a su alrededor intrigado por aquel sonido, pero no logró identificar nada entre las montañas. Alzó la mirada y notó una silueta difícil de distinguir, que descendía con rapidez atravesando las nubes. Poco antes de percatarse que se trataba de una persona, el cuerpo inconsciente se estrelló en el agua a centímetros de la barca volcándola por completo. El pescador subió rápidamente a la superficie mientras el otro cuerpo se alejaba hacia el fondo. Sin pensarlo, se sumergió hasta lograr alcanzarlo.
—¡Margaret! ¡Abre la puerta mujer! — Gritó el pescador jadeando aún a unos metros de la entrada. Llevaba al chico inconsciente tumbado sobre el caballo mientras lo guiaba con la soga desde el suelo.
—¡Por el dios de las alturas! ¡Dylan que ha pasado! — chillo al abrir la puerta
Arduamente intentaron ponerle ropa seca y acostarlo en la habitación desalojada de la casa. Entretanto, Dylan le contaba cómo lo había encontrado, pero ella permanecía callada analizando el cuerpo inconsciente con cara de preocupación: Se trataba de un joven quizás aún menor de edad, de melena rubia, cuyo cuerpo atlético estaba cubierto de cicatrices y quemaduras. Sin embargo, lo que más destacaba en su cuerpo era un peculiar tatuaje que le cubría todo el pecho. Contenía tres grandes círculos acompañados de figuras geométricas, textos en un lenguaje que desconocía y números dispuestos de una manera extraña. Ella había visto algunos tatuajes en el pasado, pero nunca uno tan grande y extraño. «Este muchacho me da mala espina».
—Encontré esto en el pantalón que llevaba puesto —Interrumpió Dylan mostrándole un trozo de metal fino que tenía escrito un nombre acompañado de un corazón.
—"Lance", ¿Qué crees que sea?
—No tenemos forma de saberlo hasta que despierte...
—¡Este chico es demasiado sospechoso, lo mejor será llamar al teniente Jones! — alarmó Margaret
—¡Reacciona mujer! No ves que apenas puede respirar. Jones y su grupo de chimpancés lo único que harían es encerrarlo a su suerte y cobrarnos al menos cinco gotas de plata por las molestias. Sería lo mismo que dejarlo morir.
Él tenía razón, así que ella no se esforzó en objetar. Contempló una expresión triste en su esposo al mirar al chico tendido. La ropa prestada le quedó a la medida y comenzaba a humedecer a causa del sudor.
—No recuerdo cuando fue la última vez que estuve en esta habitación... — Susurró afligido al sentarse en la cama. Recorrió la habitación con la mirada como si fuera la primera vez y la reposo en el muchacho.
—Está muy caliente... ¿Crees que sea la fiebre negra? — Preguntó preocupada, colocando su mano en la frente del joven.
—No lo creo, no tiene manchas negras en el cuerpo.
Había permanecido inconsciente todo el día, hasta que los rayos del atardecer tornaron dorada la habitación, entonces, sus parpados se agitaron. Apretó los puños y de pronto, abrió los ojos resollando. Asustado, se levantó bruscamente, trató de dirigirse hacia la puerta, pero el mareo le hizo estrellarse contra el escritorio arrojando unas tazas al suelo y un ejemplar del Diario la Revolución cuyo titular resaltaba: ¨Atentado en el Distrito Este: La peor tragedia en la historia del reino¨. Temblando, intentó ponerse de pie con esfuerzo, derramando gotas de sudor en el piso de madera. Finalmente, Se alzó hacia la puerta logrando salir.
Margaret había ido al mercado a comprar ingredientes para cena. Las verduras medicinales de Cohem eran famosas en los demás distritos, estaba segura de que una sopa de estas podría revivir al joven medio muerto que tenía en su casa. La dueña de la tienda solía alegrar a todos con su enorme sonrisa, sin embargo, hoy era un día triste para todos los Espyrhianos.
—Aquí están tus verduras Margaret, espero que tu esposo se mejore— Le dijo apática sin mirarla a los ojos.
—Tenías familia en el Distrito Este, ¿verdad? — Le preguntó con pena tomándola de la mano en lugar de tomar la bolsa que le extendía —. Lo siento mucho.
—Esos malditos terroristas... ¡Debería venir el mismísimo dios de las profundidades y llevárselos al infierno!
—Según la prensa, han asignado el caso a los guardianes, incluso dicen que Craig Tandler estará a la cabeza de la operación. Esos condenados tienen las horas contadas— le aseguró intentando consolarla.
—Como digas—. Se notaba incrédula. — Siempre y cuando el mata-militares no los encuentre primero...
—¿Mata-militares? — Se alarmó
—El criminal más buscado del reino mujer, el chico Ultem.
Sintió un frío en el pecho. Se le había olvidado por completo, hacía meses que el ejército buscaba a un muchacho de 19 años y pelo largo. Dante Ultem, el psicópata que había terminado con honores su entrenamiento militar y en plena ceremonia de graduación asesinó a un coronel del ejército. Desde entonces, distintas historias han surgido sobre sus crímenes posteriores. Era peligroso, despiadado y lo peor es que estaba en su propia casa. Margaret tomo las verduras, dejo una gota de bronce y se marchó deprisa.
—¡Quiero hablar con el teniente ahora mismo, es una emergencia! — Replicaba Margaret frente a los oficiales del cuartel. Era común que el teniente Jones se tomase todo su tiempo antes de atender a los pueblerinos, alegaba estar muy ocupado, pero todos sabían que no hacía nada más que holgazanear y jugar a ser el jefe. Después de todo, a pesar de solo ser teniente era el rango más alto de ese pequeño pueblo.
—Bueno, bueno, ¿A qué se debe tanto alboroto señora Lenbrot? —. Preguntó el teniente al salir de su despacho. Era joven, corpulento y bajo la boina se le notaban mechones negros. Lucía su porta insignias en el pecho resaltando la insignia militar bronce con dos estrellas. Se podría decir que era apuesto, de no ser un patán.
—Dylan encontró a un joven desconocido muy mal herido esta mañana, ha estado inconsciente todo el día...
—Esto no es un sanatorio señora Lenbrot— Interrumpió fastidiado.
—Según sus características físicas, creo que podría tratarse de Dante Ultem.
Hubo un silencio en la habitación. La captura de Ultem era la principal prioridad que tenía ejército después de atrapar los terroristas de Eternity. Jones sabía la recompensa que acompañaría atrapar a un criminal como él. El simple hecho de haber sido encontrado en ese pequeño pueblo era algo extraño, pero que se encontrara malherido e inconsciente ya era un regalo del dios de las alturas. No pudo ocultar la sonrisa.
A luz de luna, Margaret llegó a la casa acompañada de Jones y dos oficiales. El caballo de Dylan no estaba, aún no regresaba de trabajar. Empujó la puerta de la habitación lentamente como quien espera ver un dragón al otro lado. No obstante, no había ni dragones ni asesinos sino una habitación vacía.
—Y bien, ¿Dónde diablos está? — Exclamó Jones frustrado
—No, no puede ser... — Temblaba de miedo al contemplar la cama desarreglada y las tazas en el suelo.
—Revisen el área — ordenó a sus subordinados desenfundado su pistola.
—Señora Lenbrot, ¿Cómo dijo usted que lo encontraron? — Le preguntó mientras los oficiales salían de la habitación
—Cayó por los aires en la laguna cuando Dylan pescaba... — Ella misma notó lo descabellada que sonaba esa idea.
—Entiendo... Cayó del cielo. — Comentó con aire de ironía — Esto ha sido una pérdida de tiempo. Tú y tu marido tienen que ir al loquero a ver si así logran superar lo del chico...
—¡Cómo te atreves! — chilló rabiosa levantando su mano para abofetearlo, pero en ese instante, se escuchó un disparo desde el exterior.
Cohem fue un pueblo construido en una de las montañas más altas del Distrito Oeste. La vivienda de los Lenbrot se encontraba en uno de los puntos de mayor altura desde donde se podían observar las demás viviendas esparcidas por todo el terreno escalonado abarrotado de pinos. Sin embargo, a esa hora de la noche, las casas se habían convertido en pequeñas luces difuminadas entre la oscuridad y la neblina.
—¡Vi la sombra de un hombre moviéndose hacia el oeste señor! — Exclamó uno de los oficiales al ver al teniente acercarse.
—De acuerdo, Brian al oeste, Lucas al sur, yo iré por el este. «Demonios, ósea que es cierto, ese psicópata sí está aquí» Adelántense y si lo encuentran, olvídense de todo el asunto de atraparlo con vida, es demasiado peligroso
—¡Si señor! —contestaron a la par y se adentraron en el bosque.
Los había mandado al matadero. Dante Ultem no llevaba tanto tiempo prófugo gracias a sus habilidades para esconderse sino a que no había perdido ningún enfrentamiento contra el ejército. Jones sabía que ni él ni sus subordinados tendrían oportunidad contra él; de hecho, nunca le hubiese pasado por la cabeza involucrarse en un asunto tan peligroso. La única razón por la que ascendió a teniente fue debido a las historias que inventó sobre su participación en la tercera guerra de los reinos donde no hizo nada más que esconderse.
Inspeccionaba el perímetro antes de adentrarse en el bosque, pero en realidad lo que hacía era pensar en la manera de escapar. «Ya lo tengo. ¡Refuerzos!». Solo tenía que decir que buscaría refuerzos para ampliar el radio de búsqueda y no volver aparecer jamás.
—¡Margaret! ¿qué hace el teniente Jones aquí? — Preguntó Dylan al llegar desconcertado.
—Señor Lenbrot, el muchacho que rescató esta mañana se ha escapado y podría tratarse de Dante Ultem, el traidor que busca el ejército — Se adelantó a contestar el teniente.
—¿El de las noticias?, Pero si en la foto que aparece en el diario, ese joven tiene pelo negro y este chico es rubio. Creo que están cometiendo un error teniente.
El consuelo momentáneo que sintió el teniente al saber que su vida no corría peligro se desvaneció de inmediato, ya que esto significaba que había dado la orden a sus subordinados de asesinar a un pobre diablo indefenso y eso podría costarle el rango.
Jones se adentró en el sombrío bosque cuesta abajo entre troncos y niebla, en un intento por evitar una desgracia. Reconoció una silueta a unos pocos metros y se aproximó con cautela alzando su linterna, en ese momento, una corriente de aire le sorprende por detrás. Desenvainó su espada girando sobre su pie izquierdo, no obstante, no percibió a nadie. Volvió a voltearse para darse cuenta que la silueta se trataba de un tronco cortado. Prescindió de él y emprendió hacia el oeste, pero justo antes de continuar su paso, escuchó un aliento distorsionado. Volvió sus ojos atropelladamente descubriendo que una criatura imperceptible se posaba sobre el tronco. Dejó caer la linterna a causa del sobresalto y esta rodó por la pendiente, lo suficiente como para iluminar el rostro de la criatura revelando que se trataba de un búho, el cual justo al percibir la luz se ahuyentó. Todavía no se recuperaba del susto cuando escuchó un disparo alrededor de 20 metros y se apresuró desesperado abandonando la linterna.
—¡No le dispares! — grito Jones al oficial en el momento en que tenía a su presa acorralada pero el ruido del tiro fue más alto que el grito del teniente. En medio del trance, apenas logro leer lo que intentaban decir los labios de aquel chico antes de que su mirada desorientada se perdiera en la tierra al caer abatido. «''No recuerdo...''».
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