Epílogo
— ¡Mamá! Dororo me esta molestando — Hikaru ya con seis años se quejaba de los tratos de su hermana mayor.
— Dororo — Mio comentó volteando a ver a la chica de dieciséis años la cual huía de un molesto Hikaru — No hablen tan fuerte que van a despertar a Kaoru— comentó mientras tejía tranquilamente al lado de una cesta donde descansaba el robusto bebé de dos años.
Lo cierto es que los años habían pasado rápidamente y la familia había crecido considerablemente, para Mio y Hyakkimaru el formar una familia era un sueño lejano ahora era más que un sueño, era su vida diaria, con el nacimiento del más joven de la familia, consecuencias llegaron para la castaña ocasionando estar en grave situación y con Hyakkimaru completamente alterado sin saber que hacer, esa tarde fue un caos para todos pero el par había sobrevivido y estaban agradecidos con ello.
Sorprendente unos días después de la boda, la madre de Hyakkimaru había llegado de visita y junto con ella aquel artesano de partes humanas, el cual era el padre de Hyakkimaru, ambos se habían mudado a la aldea y ahora era mucho más grande y animada.
Era común ver a la madre de Hyakkimaru pasearse en las casas de sus dos hijos ya que le encantaba jugar con sus nietos; y es que Tahomaru se había casado hace dos años y ahora tenia su primogénita de un año la cual era la luz de sus ojos.
Mio suspiró tranquilamente mirado hacia el patio donde jugaban el par o eso creía hasta que se detuvieron y se acercaron para ver al recién llegado.
— Papá~ — Hikaru se trepó por la pierna de su progenitor cual mono por un árbol mientras reía cuando este lo levanto y cargó como si nada.
— Lo cuelgas muy fácil, y yo lo siento tan pesado — se quejó Dororo mientras miraba al mayor y luego al niño.
— Es porque esta creciendo — Comento Hyakkimaru mientras caminaba hacia la castaña.
Dororo suspiro siguiendo al mayor mirando a los cuatro con atención, era su hogar, su familia y estaba muy orgullosa de ello.
— ¿Cómo te fue? — Mio sonrió recibiendo gustosa el beso en la mejilla por parte del azabache.
Ya que a decir verdad Hyakkimaru había cambiado, se había hecho mas bondadoso y gentil, sin mencionar que era un consentidor con sus hijos y Dororo.
— Ahuyente al demonio, Tahomaru no me dejo acabar con el — comento un poco molesto — el cree que con eso es suficiente — suspiró mientras se sentaba a su lado y miraba a su pequeño hijo.
— ¿Y como era?— Hikaru se había acostado sobre las piernas de su padre prestando atención a su narración ya que para el menor todo aquello era increíble.
La vida en el pueblo era tranquila y muy pacifica, solo era en pequeñas ocasiones donde se veía interumpiada por algún demonio el cual era asesinado o expulsado, lo que pasara primero dependiendo de que tan rápido era Tahomaru para persuadir a su hermano.
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El paso del tiempo había sido bueno para todos, los había hecho crecer, madurar, sanar heridas y pensar en como mejorar el futuro, es por eso que Dororo con el dinero que su padre le había dejado influyo para intentar cambiar el régimen y no depender de samuráis, espadachines, o señores feudales; quería que todos tuvieran voz y voto y creía firmente que podía lograrlo. Mio por su parte y con ayuda de Dororo y Hyakkimaru había creado sus plantaciones de arroz, la castaña lloro bastante cuando vio los campos tan verdes y brillantes; los sueños se hacían realidad si se luchaban por ellos.
Un viaje que comenzó con dos termino con mas de diez, por que el destino así lo quiso, deseo darle una segunda oportunidad al bebé desfavorecido sin piel, solo con deseos de vivir y recuperar su humanidad; en ese viaje de auto-encuentro descubrió más de lo que esperaba y aprendió algo que nunca imagino que tendría... Familia, una familia que lo quiere, ama y cuida.
Tomo al pequeño Kaoru entre sus brazos mirándolo con atención y luego miro a su hijo mayor Hikaru, paso su vista por Dororo y por ultimo en su esposa Mio; estaba encantado con la familia que tenia.
— Hola — Tahomaru saludo mientras cargaba a su hija con un brazo y abrazaba a su esposa con el otro.
— Tuvimos la misma idea — la madre de Hyakkimaru y Tahomaru sonrió divertida acercándose.
— Nada como pasarlo en familia. — comento el padre del azabache.
Estaba completamente seguro que todo aquello era justo lo que quería, no podía pedir más estaba feliz y orgulloso de pertenecer a un lugar al cual llamar hogar.
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