Adiós.
Habían pasado tres semanas desde el caos, Mio mejor por la recuperación caminaba perfectamente y gracias a la medicina y sus energías estaban renovadas, pero algo malo pasaba con ella, en las mañanas desde días atrás había estado vomitando.
Dororo como ambos chicos que le habían ayudado con la curación no querian tocar el tema pero visto la situación de los síntomas claros tendrían que hablar o eso esperaban, pero no pensaron que la castaña se daría cuenta y entraría en crisis sin saber como proceder.
Por ello Mio se encontraba llorando en los brazos de Hyakkimaru, este intentando consolarla como podía aunque no sabia exactamente que hacer al respecto, Dororo había dejado que los ayudantes del doctor le instruyeran en ese mundo de adultos donde el no podía ingresar aun.
El azabache al parecer se sorprendió al principio pero luego enfureció al enterarse después de lo que Mio estaba pasando, quería buscar y golpear al tipo pero no podía hacerlo, no podía solo abandonarla e ir a vengarse.
— Perdón — susurró la castaña frotando sus mejillas tratando de respirar profundo para controlarse.
— Esta bien... — murmuró el azabache apegandola a su pecho mientras acariciaba su cabeza suavemente.
— Los voy a retrasar con el viaje — murmuró — será mejor que me dejen atrás — se estremeció.
— No podemos hacer eso — se quejó Dororo, eres de la familia y no abandonamos a la familia. —
— Dororo... Voy a tener a este pequeño... — susurró tocando su vientre plano — no es su culpa todo esto... — sonrió con pesar — haré Todo lo posible para que llegue a este mundo sano y salvo, por lo que si voy con ustedes sólo seria una carga. —
— ... ¿Estas segura de eso?— pregunto el menor mirando con angustia a la chica ya que sabia las futuras consecuencias.
— Si... — asintió levemente para luego mirar a Hyakkimaru ya que había detenido de acariciar su cabeza.
— Nos quedaremos — respondió el azabache serio ya que sabia perfectamente a lo que Dororo se refería pero no podía decirle nada a la chica, sentía determinación en ella con respecto a tener al bebé.
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El tiempo siguió su curso y cinco meses habían pasado ya, con ello los tres habian construido una casa en el pueblo con ayuda de todos los habitantes que se habían encariñado con los chicos; el abdomen de Mio se había abultado poco a poco, ella se dedicaba a los quehaceres del hogar mientras el par iba de casería o ayudaba en los campos, las espadas que Hyakkimaru tenia por brazos ayudaba mucho a cortar el trigo.
Pero no todo iba a bien, habían llegando soldados con el orden de asesinar al azabache, este solo podía esconderse a petición de Dororo pero no podía vivir así, puesto que si descubrían que vivía con Mio seria asesinada y no quería eso absolutamente. Tendría que detener a su hermano y padre para que dejaran de perseguirlo, se marcharía dejando al par para luego volver cuando terminará todo volviera a la normalidad, estaba decidido a irse al día siguiente.
— Hyakkimaru, debes cubrirte bien — Mio lo regañó — han trabajado mucho el día de hoy también y se que están cansados pero debes cubrirte con la sabana cuando duermes, tu también Dororo— comentó mientras los arropaba.
— Debes preocuparte más por ti — el pequeño se quejó haciendo pucheros.
La castaña rió un poco y se acomodo justo en medio de ambos como solían hacer, automáticamente Dororo se acerco para abrazarla y esta correspondió el abrazo, Hyakkimaru por en contrario se acercó a ella abrazándola por la espalda, ahora sin pena ni vergüenza se había acostumbrado a sentir el calor corparal de la contraria y las pequeñas manos de Dororo aferrándose al cuerpo de esta.
— Buenas noches — susurró el azabache ahora más expresivo.
— Buenas noches — sonrió Mio acariciando los cabellos del pequeño.
—Mmm noches — murmuró Dororo antes de quedarse dormido.
Con el sol amenazando con salir espantando la oscuridad de la noche Hyakkimaru se levanto con cuidado de su acogedora cama y 'observó' las almas tranquilas de dos de los seres más importantes para él, en silencio se alejó y salio de la casa con un solo destino, derrotar a su padre para poder vivir en paz.
—¿Por qué te gusta hacer todo por tu cuenta? — la voz sobresalió rompiendo el silencio que lo acompañaba en su andar ocasionando que se detuviera.
— ¿Dororo? — se volteó — ¿Qué haces aquí? Debes regresar con Mio — 'observó' al chico.
— No puedo dejarte hacer esto solo — comentó rascando su cabeza — Mio estará muy triste, pero entenderá, tenemos que regresar rápido para estar con ella. — tomó la mano del mayor para apresurar su paso.
— ... Esta bien, regresaremos pronto, sera un adiós por ahora — asintió levemente.
— Sip — sonrió el menor. — Solo esperamos Mio — miró al cielo y suspiro, necesitaban apurarse.
Y así, cuatro meses pasaron...
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