En Casa


Desde donde estoy acostado puedo ver a Viktor y por el tiempo en que he convivido con él, que no es poco, aproximadamente unos diez u once años, sé que planea alguna travesura.

Me gusta verlo así. Con esa sonrisa pícara que grita al mundo su felicidad. Una felicidad que pensé había desaparecido de su vida.

Levanto la cabeza para observar con detalle cómo se va acercando a la cama. Con su dedo índice sobre sus labios me pide que guarde silencio y yo muevo mi colita para darle a entender que puede proseguir con su inocente broma, que no pienso interferir con su diversión.

De puntitas y con mucho cuidado, como si la alfombra afelpada de la recamara estuviera sembrada de cascabeles, se acerca, toma aire y entonces se lanza a la cama sin importarle dejar caer todo su peso sobre el chico pelinegro que hasta hacer poco dormía completamente perdido en brazos de Morfeo.

―Viktor! ―Escucho reclamar a Yuri antes de que mis orejas capten la dulce y relajada risa de mi amigo. Viktor es feliz, lo sé. ―Viktor... no, espera... en donde crees que estas tocando... ¡VIKTOR!

Gruño un poco al escuchar ese último reclamo, apenas ayer regrese con Yuuri a Rusia a este departamento que durante mucho tiempo solo fue para mí y para Viktor. Un hogar bastante silencioso y lleno, aunque de momentos gratos, también de enormes lapsos de tristezas y soledad.

―¡Viktor! ¡Viktoooooorrrrr!

Con cansancio me levanto de donde me encuentro para salir de la habitación y continuar con mi siesta en el sofá. No quiero escuchar lo que seguirá a ese grito. Prefiero dejarlos solos.

Se lo que Viktor busca, mi olfato me lo dijo desde la primera vez que logró colarse en la habitación de Yuuri y durmieron juntos. Su aroma grita la atracción y el intenso deseo de apareamiento que lo embarga. Aunque la verdad, me sorprendió un poco darme cuenta que, su deseo estaba dirigido a Yuuri. Es decir, esperaba que mi amigo pronto tuviera cachorros tan hermosos y juguetones como él, y dudo que con el pelinegro pueda hacerlo. Es decir, los humanos no pueden distar tanto de la ley natural, aunque... el humano siempre se ha distinguido por llevarle la contraria, no nació para volar, pero lo hace; tampoco para atravesar los océanos e invento maquinas que lo llevan de un lugar a otro...

El humano es ingenioso, así pues, no sé si deba dar por hecho que Viktor no tendrá descendencia.

―Viktor, para.... Detente...

Las quejas de Yuri me llegan a pesar de la distancia que he puesto. Me gusta ver de buen humor, feliz y satisfecho a Viktor, pero todo tiene un límite. Debería dejar al pobre chico descansar un poco, nuestro viaje fue agotador.

―No. Espera... Yakov nos espera... y no podemos...

―Yuri... sé que también lo disfrutas... así que deja de negarte ―se oye la traviesa voz de Viktor exigiendo atención.

Doy un suspiro cansado. Si yo fuera humano rondaría los cincuenta años de edad, así que es un poco incómodo escuchar como Viktor y Yuuri, cual cachorros inexpertos, juegan a seducirse cuando es claro que ambos están hechos para estar juntos.

Puedo ver el amor en sus miradas y percibir el júbilo que se desprende de cada poro de su piel con tan solo tomarse de las manos. Es un vínculo palpable que hace a cualquier otro retroceder, o desistir de intentar entrometerse en su relación.

Pero como dije, a mi parecer son solo cachorros a los que aún les queda mucho por aprender.

―¡Ah! Viktor... No... eso no... ―grita Yuri y un segundo después veo saliendo de la habitación tan solo en bóxer para a toda prisa para ir a encerrarse en el cuarto de aseo.

Mi vista lo sigue en su recorrido, intrigado al notar que su mano derecha parece estar pegada a su cuello. Casi enseguida veo aparecer a Viktor con la misma prisa y pidiendo disculpas.

¡Ah! Estos cachorros. ¿Ahora que le habrá hecho? Me pregunto mientras me pongo de pie. No espero un segundo más para intervenir. Después de todo es mi mejor amigo el que, aunque sea irónico que lo diga yo, "ha metido la pata".

Rasco con mis patitas la puerta haciendo notar que soy yo quien desea entrar, está casi de inmediato se abre para asombro de Viktor que me mira entre expectante y algo irritado por mi logro, como si hacer que la puerta se abriera fuera un milagro.

Una vez dentro ladeo la cabeza y espero a que el pelinegro se digne a decirme que paso.

El muchacho se arrodilla junto a mí y cuando retira la mano de su cuello para acariciarme me deja ver la enorme mancha en su blanco cuello. Una mancha que según mi experiencia con los humanos aparece después de un golpe fuerte. Con delicadeza lamo esa parte, pensando que seguramente debió dolerle, pero negándome a siquiera considerar que Viktor le ha golpeado.

Debió haber sido un accidente. Aun así, mi amo debería ser más considerado con Yuuri. Pues el chico ha demostrado ser alguien un tanto frágil.

―Yuuri, abre. Yo... bueno lo hice sin pensar ―argumenta Viktor desde el otro lado de la puerta. ―Ha sido solo un... un desliz.

Yuuri aprieta los labios, se nota molesto y su voz al contestar lo deja bien claro.

―Solo agradezco que Chris no este ni remotamente cerca. Porque... ¡¿Estas consiente de todo lo que pensaran tus compañeros cuando vean esta "marca" en mi cuello?!

―Ammm... ¿Qué hemos tenido una noche de sexo salvaje? ―responde Viktor como si nada y casi puedo ver la sonrisa despreocupada que debe estar dibujada en sus labios.

―¡Viktor! ―y esta vez el tono de voz del pelinegro suena un tanto amedrentador. ―Nosotros ni hemos tenido sexo, ni somos...

Y ahí está mi señal para intervenir. Cierto es que mi dueño es un tanto despistado y tiende a ser poco perceptivo con las actitudes del pelinegro. Más que nada con estas muestras de inseguridad y miedo que yo con mi buen olfato si detecto en seguida.

Por eso actuó de inmediato evitando termine la frase. Ladro y pongo mis patas delanteras sobre sus piernas, meneo la cola y tiro de su sudadera para hacer que se incline un poco o termine arrodillado junto a mi. Apenas lo tengo dentro de mi rango de alcance le planto una lamida en su mejilla.

Como me gustaría poder decirle que no debe dudar, que Viktor lo ama de verdad y que al igual que yo, debe confiar en que él siempre estará a su lado y yo también.

―Makkachi... ―murmura enternecido. Al parecer mi mensaje le ha llegado.

―Yuuri, abre por favor ―suplica Viktor y creo que mi actitud ha ablandado lo suficiente a Yuri para darle una tregua a mi amigo.

Apenas abrir Yuuri se ve rodeado de los brazos de Viktor mientras este se disculpa una y otra vez, asegurándole que si quiere puede quedarse en casa hasta que el chupetón desaparezca.

Yuri me aprieta más contra su pecho antes de negarse diciendo que no puede comenzar a tomar una actitud tan infantil. Además, el clima en Rusia es lo bastante frio para justificar la presencia de una bufanda durante todo el día.

―Yuuri... ―lo escucho musitar a mi amigo. Su mirada me dice que ha alcanzado a escuchar o al menos tienes idea de lo que Yuuri pensaba decir. ―¿De verdad piensas que no somos nada?

Mi vista recaer en el muchacho pelinegro. Viktor parece seriamente asustado de su respuesta.

―Es solo que...

Y ahí está esa inseguridad de nuevo. Con cariño restriego mi cabeza contra su barbilla en busca de infundirle algo de valor. Siento sus dedos apretar mi pelaje y yo aguanto el tirón sin quejarme.

―Yo... no aguantaría ilusionarme y luego...

Lo ha dicho en apenas un susurro. Sus manos tiemblan y me doy cuenta que ha comenzado a llorar. Sé cómo se siente. Se lo que está sufriendo. Yo mismo pensé lo mismo cuando me adopto este hombre hace tantos años atrás.

El temor a entregar tu corazón, a pavonearte orgulloso de a quien tienes a tu lado solo para un día despertar sin nadie, terminar en la calle sin un hogar y completamente solo. Bueno, en el caso de Yuri, seguramente regresaría con su familia, pero el dolor estoy seguro sería muy parecido en intensidad porque este muchacho es como yo... entrega su corazón sin reservas.

El suspiro que suelta Viktor es un tanto incierto, puede parecer de cansancio o de rendición, empero, cuando habla puedo notar un poco de tristeza en su voz, el leve temblor en ella me hace feliz porque sé que está apunto de decir una de esas pocas frases que cambian la vida de a quien están dirigidas.

―No voy a lastimarte. Lo único que deseo es hacerte feliz.

Yuuri se suelta de mí, no en un arrebato, sino como lo haría una delicada hoja que se desprende de la rama en otoño, y con ese mismo movimiento incierto y etéreo termina abrazado al cuello de Viktor que lo recibe entre sus brazos con toda su alma y corazón.

Meneo la cola complacido de cómo han terminado las cosas. Me retiro en silencio y me dirijo directo al sofá. Me recuesto e intento dormir un par de horas más. Afuera el viento arrecia igual que la tormenta de nieve que se niega a dejar paso a la primavera. Nadie saldrá del departamento el día de hoy.

Doy un bostezo y me olvido del mundo. Porque nada de lo que está afuera es de mi interés, y quienes están aquí adentro conmigo sé que en este momento deben estar compartiendo un momento memorable.

A Viktor le queda un largo camino por recorrer en cuanto a comprender a su pareja y a Yuri le resta bastante para ser consiente de los sentimientos de Viktor, pero mientras eso pasa pienso ayudarlos tanto como pueda, porque Yuri es amable y dulce, y Viktor es mi valioso e irremplazable mejor amigo.

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¿Fin?.

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My buenos días, tardes o noches. Dependiendo de la hora en que esta lectura los encuentre. Es un placer para mi presentarles esta historia, que espero sea de su agrado y les alegre el día.

My ladys, My lords... antes de que vayan a denunciarme por hurto o plagio quiero aclarar que soy el mismo Ciel Phantomhive de FF, el cual encontró forma de conservar ese seudónimo en esta grandiosa pagina.

Pero la rosa aun con otro nombre sigue teniendo el mismo aroma...

Nos leemos.

Atte: Ciel Phantomhive

Posdata: Hoy Taylor Espurious.

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