Vida Simple

Link del capítulo original: https://www.fanfiction.net/s/13502429/8/La-Vida-De-Lola-Loud

------------------------------------------------------------------------------------------------

—Buenos días mi amor —le dijo Lincoln a Leia mientras se agachaba para darle un beso en la mejilla.

—Buenos días papi —dijo esta con una radiante sonrisa. —¿Qué hacen estas aún aquí? —Preguntó cambiando su semblante a uno muy serio de repente.

Eso puso un tanto nervioso al albino. Era una expresión un tanto cómo, "Ten cuidado con lo que dices, amigo". O algo así. Pero no le tomó mucha importancia, ya sabía cómo tratar a su hija después de todo.

Lincoln simplemente le acarició un poco la mejilla y continuó dándole los buenos días a todas las demás.

—Buenos días mi pequeña —saludó a Lizzy, la cuál aún estaba en brazos de su padre.

—Buenos días... P-pa-papi —dijo esta difícilmente. Aún se le dificultaba pronunciar algunas palabras. Además de qué aún se ponía nerviosa al estar cerca de su recién conocido padre.

La cargó por unos minutos más y antes de dársela a Lana otra vez le dio un beso en la mejilla.

—Buenos días —saludó a Lana dándole un beso también en la mejilla. Esta simplemente desvió la mirada con un leve sonrojo en su cara y cargó a su hija en brazos nuevamente.

Y por último y no menos importante se acercó a Lola. Para darle los buenos días también.

—Buenos días, preciosa —le dijo él.

—Buenos días, Linky —saludó Lola.

Se levantó de su asiento y le dio un beso en la mejilla a su hermano. Después de tanto saludo. Lincoln se sentó en su asiento, entre Lola y leía.

Esta última observaba molesta a su padre. Aún necesitaba una muy buena explicación del por qué aún estaban esas dos en su casa, su madre y su recién conocida tía la cual era obviamente gemela de su madre.

—Ejem... —Fingió toser para llamar la atención de su padre, pero Lincoln estaba entretenido comiendo sin ninguna preocupación. —EJEM... —Tosió nuevamente con más fuerza y al ver que su padre no le prestaba atención se enfureció más. —¡EJEM! —Exclamó con enojo. Se levantó de su mesa para llamar la atención de su padre y lo hizo.

Solo que falló en algo. Al levantarse de su asiento y pararse en el suelo para hacer que todos la voltearan a ver. Quedó en ridículo ya que era muy pequeña y la mesa estaba un poco alta, dejando ver únicamente un poco de la cabeza rubia de la niña y sus dos coletas.

Todos voltearon a verla y Lincoln no tardó en reírse a carcajadas por lo adorable que era su primer hija.

—Jajaja —reía Lincoln.

—Jajaja jajaja —reía Lizzy al ver reír a su padre.

Lana únicamente siguió comiendo con Lizzy en brazos. Negó con la cabeza por lo increíblemente molesta que era esa mocosa. Podría apostar a qué era peor que Lola cuándo era pequeña.

—Niña odiosa —murmuró molesta.

Vio de reojo a su hermana y vio que comía tranquilamente su desayuno. Tenía la mirada baja y alzaba por momentos la vista en dirección a su hija cómo si tuviera miedo de ella.

—Bah, cobarde —volvió a murmurar con enojo. En verdad no le caían muy bien estas dos para nada.

—¡Oye papá! ¡Quiero una explicación! ¡Yaaaa! —Gritó Leía.

La rubia se subió a la mesa y se acercó a su padre. Tomó a Lincoln del cuello de la camisa y lo obligó a verlo a la cara.

—¡Lincoln!, ¿Por que dejas que haga eso? No es... —Lana intentó decir algo pero la mirada seria de Lincoln la obligó a guardar silencio.

Eso hizo que la mujer se encogiera en su sitio y abrazara a su hija con más fuerza. En verdad le aterraba esa expresión de Lincoln. Parte de ella, no, todo su ser extrañaban a su amoroso hermano.

Pero cómo sabrán, eso quedó en el pasado y ya no pueden arreglar nada de eso.

—Tranquilízate Leía —le dijo Lincoln en tono relajado.

La rubia se dio cuenta de lo que hizo y rápidamente lo soltó. Le acomodó nuevamente las arrugas que le hizo a la prenda de su padre y se bajo lentamente de la mesa con una actitud muy tímida. Muy impropia de ella.

—Perdón papi, no se que me pasó —se disculpó. Tomó nuevamente asiento y observó al albino con muchísima pena.

En verdad no le gustaba pensar que su padre se molestará con ella. Sería un duro golpe y no lo soportaría, nunca.

—Y respondiendo tu pregunta —habló él para llamar la atención de todas. —He decidido dejar que sus madres se queden a vivir aquí para que las vigilen. —Comentó.

Eso puso muy feliz a Lola. Muy confundida a Lana y muy furiosa a la hija de Lola. Ya que no toleraba tener gente así en su casa. Solo quería que estuvieran ella y Lizzy, la cuál se entretenía en el regazo de su madre, esperando felizmente los bocados de comida que Lana le daba.

—¡Pero, ¿¡Por que!? —Gritó Leía.

Lincoln le hizo una seña para que lo esperará mientras masticaba y tragaba su comida.

—Pues verás, no me gusta que se queden solas en casa —comentó nuevamente.

—Pero tú nos cuidas muy bien, ¿No puedes quedarte más tiempo con nosotras? —Se levantó de su asiento y le mostró una expresión esperanzadora a su padre, esperando a que ella y su hermana menor pudieran tenerlo más tiempo en casa.

Pero todo eso se derrumbó cuándo este negó con tristeza.

—Lo siento princesa, pero debo trabajar mucho si quiero que ustedes tengan todas las cosas que se merecen —explicó duramente.

La rubia de coletas no tuvo de otra que sentarse en su asiento y cruzarse de brazos, con su expresión de enojo. Daba a entender que no estaba a gusto con lo que estaba haciendo su padre.

Lincoln notó esa molestia en ella y decidió molestarla un poco.

—Aunque podría dejar de trabajar y de ir al gimnasio —comento él mirando de reojo a su primer hija.

Ella lo volteó a ver fijamente sin saber que decir.

—¿En serio? —Preguntó incrédula.

Este asintió con una sonrisa.

—Si, solo que sin el dinero que ganó ya no podrán haber más regalos, ni más vestidos caros, ni más repuestos para tus juguetes, creo que tampoco podremos pagar las inscripciones para tus certámenes de belleza y cómo ya no iré al gimnasio, me volveré muy gordo y obeso. Por lo que tendrás que despedirte de tú musculoso y bien parecido padre —finalizó él.

Volteó a ver a su hija y la expresión de esta casi lo hace morirse de la risa.

—A-a-aa-ah... —Tartamudeaba ella.

No sabía que era peor de todo lo que su padre dijo. Si ya no tener todas sus cosas o ya no tener un hermoso padre. El cuál se lo presumía a todas sus amigas de los certámenes, a sus seguidores en su Instagram y a sus compañeras en su escuela privada en dónde más de una vez sus maestras le pedían que invitará a su padre a la escuela por que querían hablar con el muy seriamente y en privado. De seguro para hablarle de lo muy buena alumna que es.

Si, su padre llamaba mucho la atención cuándo iba a traerla a la escuela en su genial motocicleta.

Por lo que eso que dijo hace poco de dejar de ir al gimnasio y de trabajar seria un verdadero problema para ella.

"Maldigo a la maestra de economía y sociedades por enseñarnos cómo funcionan las familias, sobretodo las de la alta sociedad cómo la mía" —Pensó ella con molestia. Al final no tuvo de otra que soltar un suspiro muy cansado y darse por vencida. —Bien, se pueden quedar... —Murmuró por lo bajo.

Lincoln para molestarla más decidió hacer lo siguiente.

—¿Qué, no te escuché? ¿Qué dijiste? —Preguntó levantándose ligeramente de su asiento para acercarse a ella y poniendo su mano en su oído para ver si así escuchaba mejor lo que obviamente acababa de escuchar.

Leia con una sonrisa perversa, le respondió.

—Dije, ¡QUÉ SE QUEDEEEEEN! —Pegó un grito tan fuerte que hizo que Lincoln retrocediera un poco por la fuerte corriente de aire que lo golpeó en la cara. Quedando así medio sordo. —¿Escuchaste papi? —Preguntó ella con un tono muy dulce. Parpadeando un par de veces mientras observaba a su padre hurgarse uno de sus oídos.

—S-si, escuche jeje —rió nervioso.

Al final todo quedó arreglado. Lola y Lana se vendrían a vivir con Lincoln. Lo que les habría una oportunidad de recuperar su perdón.

—Puff... —Murmuró Lana con enojo. Ella menos que nadie quería vivir rodeada de personas cómo su gemela o su malcriada hija pero no tenia de otra. Debía hacerlo o si no, podría perder a su único tesoro.

—Mami, baño, baño...

La voz tímida de su pequeña hija de tres años la hizo voltear a verla. Sonrió con ternura y se dirigió a ella.

—Claro mi amor, en seguida te...

—Yo la llevó —se ofreció Leía interrumpiendo así las palabras de Lana.

–No es necesario —le dijo Lana a la niña esa. Se levantó de su asiento con su hija cargada en brazos y cuándo iba a emprender camino al baño.

—Deja que ella la lleve —habló Lincoln. —Necesitó hablar contigo y con Lola a solas.

—Pero...

—Ahora —la cortó él. Odiaba que sus hermanas aún fueran así, que aún lo desafiaran de esa forma.

—Gracias —agradeció Leía en el momento en que tomaba a su hermana de los brazos de Lana y se la llevaba con ella al baño. Para dejar que los adultos hablarán en privado y no ser irrespetuosas.

Lincoln terminó de comer y antes de irse al trabajo. Debía ser breve con sus hermanas.

—Muy bien Lana y Lola, necesito que vayan por sus cosas a casa de nuestros padres y estén instaladas lo antes posible aquí, ¿De acuerdo? —Ordenó Lincoln.

—¡S-si! —Exclamó Lola haciendo un saludo militar.

—Espera, ¿Hablabas en serio? —Preguntó Lana confusa.

Lincoln soltó un suspiro cansado. En verdad no tenía tiempo para explicarle las cosas dos veces a estas chicas.

—Si, hablaba en serio —dijo nuevamente. —Pero si no quieres venir a vivirte aquí, pues bien. Lola se encargará de cuidar de Leia y también de Liz...

—¡No! —Lo interrumpió ella. —Bien, bien. Vendré a vivir aquí junto con Lola, Leía, Lizzy y contigo. —Dijo entre dientes, para después forzar una enorme sonrisa.

Lo que hizo que Lincoln la observará con desconfianza pero que rápidamente le restará importancia a todo esto.

—Bien, esperen a que vuelva del trabajo y más tarde van con nuestros padres por sus cosas —finalizó él para luego dejar su plato en la lavavajillas y dirigirse al baño para cambiarse de ropa.

Lana lo observó confundida. Se preguntaba a donde iba a trabajar y en domingo.

—¿Adónde vas? —Preguntó la gemela mayor.

Este soltó un suspiro mientras subía las escaleras parecía que la iba a ignorar pero al final le respondió.

—A trabajar Lana, a trabajar —murmuró él con enojo.

—¡Pero es domingo! —Gritó ella molesta.

—¿¡Y qué!? ¡Tener todo esto no es gratis! ¿¡Sabes!? —Exclamó Lincoln muy seriamente desde el piso de arriba.

—Tsk... —Lana desvió la mirada con el ceño fruncido y con los brazos cruzados.

Escuchar eso era cómo si la estuvieran llamando una floja desempleada. Y lastimosamente eso era. Si no fuera por Lizzy, Lincoln no la ayudaría en nada. Y eso la atemorizaba y mucho.

—Bah —soltó molesta. Al final decidió ir a ver como le fue a esa mocosa con su hija. Aún no confiaba en nadie más que no fuera ella para cuidar de Lizzy.

Si, ella era su madre y por eso era su responsabilidad.

Mientras tanto cierta diva mayor de edad se quedó sola en la habitación. Comiendo su desayuno con una pequeña sonrisa de satisfacción en su rostro por que por fin estaría viviendo con sus personas favoritas en el mundo.

—¡Yes! —Exclamó por lo bajo. Sentía que buenos tiempos se acercaban a su vida.

Si, lastimosamente era solo un deseo infantil.

Las semanas pasaron y tanto Lola cómo Lana ya se habían instalado en su nuevo hogar junto con sus hijas y su hermano mayor. Aquel a quién le hicieron mucho daño y que ahora que vivían cerca de él, sentían cómo que estaba demasiado distante de ellas.

Al parecer, los hechos del pasado aún resuenan con demasiada intensidad en el presente. No es fácil recuperar el perdón o la vida que tenían antes del incidente de la mala suerte.

Si, su egoísmo y miedo hicieron que su vida se fuera al demonio.

Pero aunque todo estuviera tan mal, Lola sentía que con este nuevo cambio en su vida, las cosas empezaban a mejorar. No sólo porque estaba ahora mucho más cerca de su hija, si no que también de aquel a quién trató cómo basura y que ahora volvían a estar juntos por azares del destino.

También tenía la suerte de tener cerca a su hermana gemela, Lana. De la cuál su relación se rompió gracias a ese trágico día en donde los celos y la rabia la dominaron por completo al enterarse de que ella y Lincoln se comunicaban en secreto. Y la gota que derramó el vaso, fue una sola razón... ¿¡Por que Lana y no ella!? Si en ese entonces, ella era la más exitosa, no sólo en toda la casa si no en el vecindario completo y era cuestión de tiempo para serlo en el país.

Era inconcebible que Lincoln prefiriera hablar con Lana y no con ella. Fue por eso que cuándo se enteró de que se reunirían en secreto no aguantó más las ganas y sin ningún remordimiento, tomó un palo de golf y cuándo Lana estaba sola en casa y de espaldas.

¡Smack!

Le dio un fuerte golpe en la cabeza y la ató con una cuerda para después meterla en el armario. Tomando así su lugar para reunirse con Linky.

Lastimosamente él la descubrió y las cosas terminaron de la peor forma.

Finalizando con ella siendo una asesina a sangre fría. Ese momento tan trágico aún la perseguía y le provocaba pesadillas.

Tal vez debería ir de una vez al psicólogo para que pueda recibir ayuda profesional.

O algo así.

Pero eso no importaba ahora, por que además de vivir con su hermano, su gemela y su hija, tenía la enorme fortuna de tener a su sobrina cerca. Si, hablamos de Lizzy. Una niña tan dulce que hasta da diabetes el solo hecho de cargarla y besar sus cachetes.

Y no importaba si era también hija de su hermano, ella la quería cómo a su propia hija.

Lo más triste que tuvo que pasar en estos últimos días, fue la despedida de sus hermanas menores y de sus padres.

–¡Ya dije que me voy de aquí y punto! ¡Ya no fastidies, papá!

Al menos para ella, ya que Lana simplemente les dijo que se largaba y que no la molestaran en lo absoluto.

—¡Lana, no tolerare que me levantes la voz! —Gritó el señor Loud.

—¡Pues me vale! ¡Ya soy mayor de edad y puedo hacer lo que quiera! —Gritó ella nuevamente.

Si, mientras esos dos peleaban. Las demás hablaban cómo personas normales.

—¿Estarán bien? —Preguntó la señora Loud a Lola.

Ellas y las menores se despedían un poco alejados del pleito que se traían los otros dos. Para algunos era muy duro ver irse a más miembros de la familia.

—Si mamá, no te preocupes —habló la rubia con tristeza. A veces solo quería volver a tener seis años y que todo pase de forma alocada. También poder borrar ese maldito día en donde Lynn perdió ese juego. Si, eso podría cambiar muchísimo las cosas.

—¿Y Lizzy? ¿Estará segura con el novio de Lana? —Preguntó la mujer rubia nuevamente.

Lola apretó sus dientes por un instante. No sabía por que pero secretamente no toleraba que Lincoln fuera de alguien más. Si no fuera Lana, no soportaría verlo con otra que no sea ella. No señor.

—Si, ella esta muy bien. Él... Novio de Lana es un buen chico y tiene para mantenernos a las tres jeje —al final esbozó una sonrisa nerviosa. Ya no era buena mintiendo.

Y cierta genio empezaba a notarlo.

—Sabes, me parece extraño que el novio de Lana las haya aceptado en su casa a las tres sabiendo cómo se llevan —habló Lisa con una voz casi robótica.

Al pasar los años. Lisa logró graduarse de la universidad a los catorce años. Desde entonces habían pasado más de dos años... Encerrada en su casa, no sentía que su vida tuviera algún significado ahora que su familia estaba casi disuelta.

No había día en la que no lo recordará a él y a su gentileza. Se maldice siempre por no haber podido usar su genio en ese entonces para poder solucionar el problema. Pero lastimosamente todo pasó demasiado rápido y no pudo hacer nada para prevenir la catástrofe que les costó un hermano.

Un amoroso hermano.

A sus dieciséis años, Lisa vivía aún en casa de sus padres con la moral por los suelos. Sobreviviendo a duras penas con lo que su padre ganaba y cómo ahora solo quedarían cuatro personas en la casa, la vida sería mucho más fácil para todos por así decirlo.

Vestía casi cómo cuándo era niña. Un suéter verde, pantalones negros, zapatos de abuelita, usaba también una bata de laboratorio blanca sin abrochar y por último unos lentes muy grandes dando a entender que era una cegatona.

—Pues lo creas o no, Lana y yo, nos llevamos muy bien —respondió Lola colocando sus manos en su cintura para darle más valor a su punto.

—¡Oye idiota, ¿¡Quieres dejar de parlotear y venir de una vez!? —Pero el grito de Lana desde la puerta de la salida le quitó mucha validez a lo que dijo.

—Jejejeje... —Rio nerviosa.

—Si, se llevan muy bien —murmuró Lisa con mucho sarcasmo y los brazos cruzados además del ceño fruncido.

Lola no tuvo de otra que soltar un suspiro cansado y dirigirse a donde estaba su hermana gemela para irse de la casa de una vez por todas.

Ambas llevaban sus maletas con ruedas en donde llevaban sus pertenencias. Lola llevaba una rosa y Lana una roja.

—¿Nos visitarán pronto? —Preguntó una joven rubia de talves trece años de edad. Vestido morado de tirantes, camisa negra por debajo de este, zapatos negros con calcetas moradas que le llegaban hasta las rodillas. Además de dos coletas en su cabello, parecía muy triste al ver partir a más de sus hermanas mayores.

Lola se acercó a ella y se agachó un poco para darle un abrazo. Se separó luego de unos segundos para colocar sus manos sobre los hombros de su pequeña hermana.

—Lily, te prometo visitarlos pronto y traerte muchos regalos —prometió Lola.

—No... Déjalo —murmuró Lily con mucha tristeza. —El abandono de un ser querido es muy doloroso y ninguna cosa material podrá quitarme ese dolor... —Bajó la mirada con sus ojos cerrados. Lola sintió mucha tristeza. —Pero, ¿Si me traerás esta lista de cosas? —Dijo la menor de repente mostrándole una hoja de papel muy larga en dónde habían apuntadas muchísimas cosas.

Lola abrió sus ojos lo más que pudo por la impresión después de tomar la lista y leer el contenido de esta.

Volteó a ver a Lily rápidamente.

—¿Qué? Dijiste que me traerías muchos regalos y que mejor que darte una lista de cosas que quiero para facilitarte el trabajo —finalizó la pequeña rubia mientras le guiñaba un ojo a Lola y la señalaba con los dedos índices de sus manos.

Luego de eso la menor de todas las Loud se fue a jugar al jardín mientras iba saltando.

Sin duda alguna eso dejó sin habla a Lola. Ya no sabía que decir.

—Que amorosa... —Murmuró Lisa con sarcasmo.

Al final ambas gemelas se despidieron de sus padres y hermanas, tomaron un taxi y se fueron de una vez por todas a la casa en donde vivirían con su hermano e hijas. Posiblemente en paz.

Si, tal vez las cosas estén por mejorar para ellas... O tal vez no.

Habían pasado un par de meses desde que aceptó a sus hermanas en su casa y cómo era costumbre cada día domingo después de trabajar, Lincoln se dirigía a un lugar que le recomendó esa persona especial que lo sacó de las calles hace unos años.

El gimnasio.

Desde hace un largo tiempo que el joven de cabellos blancos asistía a un lugar cómo este para trabajar su cuerpo y ya no ser más la burla de esas personas quienes fueron alguna vez lo más preciado en su vida.

Sin duda alguna con el paso de los años fue adquiriendo un físico de lo más envidiable para algunos y de lo más deseado por otras quienes no fueran sus hermanas menores.

—Buenos días Joe —saludó a uno de los entrenadores que estaba en la entrada del gimnasio.

–Buenos días Lincoln, ¿Puntual cómo siempre, no? —Lo saludó Joe. Este era un hombre adulto de tal vez unos cuarenta años de edad. Cabello corto color negro y un poco más alto que Lincoln. Usaba un pantalón buzo de color azul y una camiseta negra con tenis blancos. Lo típico que usan los entrenadores de los gimnasios.

—Ya sabes, me gusta ejercitar mi cuerpo lo suficiente para tener mucha energía —comentó Lincoln mientras ingresaba al edificio y tomaba rumbo a una de las máquinas de correr.

—El mismo de siempre —bromeó Joe.

—Jajaja si —rió Lincoln.

Ya después de esa amistosa platica el albino hizo sus respectivos ejercicios. Sin saber que algunas personas lo observaban de cerca.

—Es guapísimo, ¿No creen? —Comentó una chica castaña mientras levantaba unas pequeñas pesas. Ella usaba únicamente un short deportivo junto con un sujetador también deportivo, ambos de color rojo, usaba tenís blancos, a un lado de ella había una chaqueta roja con blanco con un emblema en su parte trasera, dando a entender que la chica era de alguna universidad cercana. Acompañadola, estaban otras dos chicas que también hacían ejercicio, estas vestían igual que ella, seguramente eran compañeras suyas. Observaba a Lincoln mientras este hacía flexiones de pecho un poco alejado de dónde ellas estaban.

—Pues si, ¿Y qué con eso? —Preguntó una castaña con un color de cabello más claro que el suyo.

—Ay Margo, ¿No lo ves? —Exclamó esta un poco molesta por la ceguera de su amiga.

Esta volteó a ver a Lincoln por unos segundos para luego voltear nuevamente a ver a su otra amiga. La cuál era muy alta.

—No Polly, todavía no lo captó jeje —rió Margo un tanto nerviosa.

Polly se golpeó la frente con su mano y con cansancio volteó a ver a la última chica, la cuál era una pelinegra que parecía ser de aspecto latino con la piel bronceada y todo eso, y que se encontraba levantando una pesa grande de tal vez unos ochenta kilogramos.

—Hey Santiago, ¿Puedes creer lo ciega que es esta? —Comentó Polly con burla haciendo que Margo frunciera el ceño con enojo.

La pelinegra simplemente continuó haciendo sus ejercicios hasta que llegó a un punto que no aguantaba más la presión y decidió dejar la pesa en su sitio.

—Aaaaaahhh... —Soltó un suspiro cansado. Se limpió el sudor de su frente y volteó a ver a sus amigas más recientes. Ya que, era algo nueva en la ciudad. —Disculpen, ¿Qué decían? —Preguntó con desinterés.

Eso solo hizo qué Polly y Margo se mirarán entre sí. Para luego soltar un suspiro cansado. En verdad les molestaba a veces la actitud de su nueva amiga pero aún así la apreciaban.

—Dije que, aquel bombón de allá es todo mío y lo voy a estrenar más tarde —bromeó Polly Pain.

Tanto Margo cómo Ronnie Anne pusieron expresiones cansadas al escuchar las ocurrencias de su amiga y aunque sabían que era más o menos una zorra, no cambiaba el hecho de que a veces les sacaba unas cuántas risas.

—Bueno, pues me avisas luego si le das un hijo —comentó Ronnie con burla mientras se levantaba de la maquina de ejercicios y tomaba una toalla para limpiarse el sudor de la frente. —Por que yo me tengo que... —De la nada se quedó sin habla.

Había volteado a ver al dichoso chico del que su amiga hablaba pero lo único que vio fue una cabellera blanca. Él estaba levantando una enorme pesa a la distancia, no usaba camisa por lo que dejaba ver una musculatura asombrosa. No le veía el rostro ya que estaba de espaldas. Pero eso no le llamó la atención si no que, ese cabello de color tan inusual le traía muchísimos recuerdos.

De los más dolorosos, si así se pueden llamar.

–I-irme... —Tartamudeo.

—Si, a mi también me quita el aliento jeje —río Polly mientras apoyaba su cabeza sobre su mano y no le quitaba los ojos de encima a Lincoln.

Ronnie Anne la volteó a ver rápidamente. La latina tenía una expresión de lo más impactada en su rostro.

Iba a renegar de forma excesiva pero Margo habló.

—Bueno chicas, yo me tengo que ir ya —aviso la castaña. —¿Nos vamos Ronnie? —Preguntó a su amiga de cabello negro.

La pelinegra simplemente asintió rápidamente ante la pregunta de su compañera.

—¿Y tu Polly? ¿Nos vamos ya? —Preguntó Margo a la más alta.

Esta simplemente negó con la cabeza y los ojos cerrados. Parecía dispuesta a hacer más ejercicio.

—¿Harás más ejercicio? —Preguntó Margo un tanto feliz.

Polly asintió un par de veces con su cabeza mientras se colocaba sobre la maquina que Ronnie Anne usó hace un rato.

—Sip, ya sabes. Desde que Lynn nos abandonó gracias a su problema de peso. Pues, no me queda de otra que echarme el equipo sobre mis hombros —comentó ella mientras empezaba a levantar la pesada pesa. —¿No creerás que eso se logra con muy poco ejercicio o si?

Margo no tuvo de otra que dejar a su amiga ser como quisiera ser. Ya que no quería perder a otra amiga.

—De acuerdo chica, nos veremos mañana en la universidad —se despidió Margo. —¿Nos vamos Ronnie? —Le preguntó a la otra.

Extrañamente esta se encontraba viendo de reojo a dónde estaba Lincoln. Parecía querer ir a hablarle.

—¿Ronnie? —La llamó nuevamente y al no tener respuesta. Le tocó el hombro.

—¡AAAAAAHHH! —Gritó Ronnie Anne al sentir dicho contacto.

El grito fue tan fuerte que llamó la atención de muchos clientes del gimnasio incluyendo la de Lincoln.

—¿Estas bien? —Preguntó la castaña un poco preocupada.

Ronnie Anne tenía la cara roja, no sólo por la vergüenza que tenía por pegar semejante grito sino por que Lincoln la volteó a ver y aunque fue un simple contacto visual eso fue suficiente para dejarla sin defensas.

En un acto de desesperación absoluta, tomó la mano de Margo y empezó a jalarla rumbo a la salida.

—¡Espera Ronnie, aun no nos hemos duchado! —Le grito Margo.

—¡Te bañas en mi apartamento! —Exclamó Ronnie ya desesperada por salir de allí.

Polly simplemente no le prestó atención a sus amigas y continuó haciendo sus ejercicios correspondientes.

—Adiós, par de locas —dijo con un tono burlón. —Sesenta y tres, sesenta y cuatro, sesenta y cinco... —Continuó levantando la pesa muchas veces más por un largo rato.

Ya eran pasadas las dos de la tarde y Polly se dirigía a las duchas para asearse, ya que apestaba a sudor.

—Me preguntó si estará él por aquí... —Se preguntó mientras se tocaba la barbilla repetidas veces con su dedo índice. Si, estaba en las duchas de los chicos, buscando un poco de acción con cierto albino muy bien parecido. Se asomó por una esquina de la pared para ver el interior de las duchas y en efecto, allí lo vio. —Bingo.

Se sonrojó mucho y su cuerpo se empezó a calentar demasiado al verlo sin nada puesto. Él estaba de espaldas por lo que dejaba ver su trasero a la chica de cabello castaño.

Esta se ocultó tras la pared y se empezó a desvestir. Por lo visto tenía la intención de hacerle compañía al albino.

Lincoln por su parte se encontraba lavando y enjuagando su cuerpo. Después de hacer tres horas de ejercicios un poco intensos. Le venía de maravilla una buena ducha de agua fría.

Además de que eso le ayudaba a despertarse un poco ya que a veces se aburría demasiado, al grado de querer quedarse dormido de pie.

Estaba tan concentrado en sus pensamientos que el abrazo que recibió por la espalda lo tomó por sorpresa.

—¿Uh? —Giró la cabeza a un lado y se encontró con una chica castaña, un poco alta. Se le parecía conocida cómo si ya la hubiera visto en alguna parte. —¿Disculpa, nos conocemos? —Preguntó con molestia.

Polly simplemente le mostró una enorme sonrisa socarrona mientras estiraba una de sus manos para alcanzar el miembro del chico y empezar a complacerlo.

—No estoy segura, pero eso no quiere decir que no podamos conocernos más de cerca, ¿O si? —Preguntó esta.

Lincoln simplemente relajo su expresión. No tenía argumento válido para esas palabras. Solo se dejó llevar.

—Así me gusta —expresó.

La chica lo abrazó del cuello y le dio un beso en los labios sin remordimiento alguno.

Un largo rato llevaban allí. Habían acabado cómo tres veces cada uno y no parecían estar cansados ni nada parecido.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah, dame más, por favor! —Pidió ella mientras aferraba sus piernas a la cadera del chico.

Lincoln la penetraba mientras la cargaba en sus brazos. La tenía de espaldas contra la pared. Si alguien los escuchaba, parecía no importarles. Ellos solo querían pasar el rato y nada más.

El agua caía sobre sus cuerpos desnudos. Al parecer les gustaba tener relaciones sexuales de una forma un poco agresivas.

—¡Más! ¡Más! ¡MAAAAAAS! —Pidió ella mientras arqueaba su espalda hacía atrás.

Lincoln no dudo en darle más. Acelerando rápidamente la intensidad de las estocadas en la intimidad de la chica. Eso hizo que Polly se estremeciera por el arduo placer que sentía. Su zona íntima empezó a botar más y más líquidos, dándo a entender que ya pronto dejaría salir todo lo que le quedaba en su interior.

—Lincoln... Lincoln... Lincoln... —Empezó a murmurar su nombre en voz baja y con los dientes apretados por el cansancio.

Él no dijo nada, ahora ya sabía por qué ella le preguntó su nombre mientras se la chupaba. Era para gritarlo mientras la cogía. Pero no le importaba, simplemente continuó con lo suyo hasta qué no pudo más y termino por correrse en el interior de la chica.

—¡AAAAAAAHHHH! ¡Siiiiiii! —Gritó ella al sentir cómo él le metía su miembro hasta el fondo.

Poco a poco sus piernas empezaban a fallar por que no pasó mucho tiempo para que él cayera de rodillas con ella aún cargada en sus brazos.

El semen y los fluidos vaginales que salían del interior de ambos chicos se mezclaban con el agua y se iban por el drenaje, limpiando todo rastro de lo que ellos hicieron allí.

Un rato después ambos salían del gimnasio. Pero Lincoln parecía no importarle mucho la presencia de la chica, la cuál ella le dijo que se llamaba Polly Pain. Recordándola entonces cómo aquella amiga de su hermana Lynn, el día ese en donde tuvo que tener un cita cuádruple. Pero que después de esa noche no la volvió a ver, hasta ahora.

—¿A la misma hora la próxima semana? —Preguntó esta llamando la atención del pensativo chico.

—¿Uh? —La volteó a ver confundido. —Ah si, seguro. —Le contestó para no ser descortés pero poco le importaba lo que ella pensará.

Polly simplemente sonrió de forma picaresca y se le acercó para darle un beso en los labios, el cuál, él correspondió sin el mayor problema.

—Pues, entonces; nos veremos pronto. Lincoln Loud —dijo esta mientras se despedía y empezaba a caminar con rumbo a su respectivo destino. —"Vaya, el hermano de Lynn si que ha sabido cuidarse mucho mejor que ella". —Pensó esta mientras lo volteaba a ver por última vez.

Soltó un suspiro de chica enamorada y así sin más que decir continuó su camino a casa en donde no podría dejar de pensar en el chico de blancos cabellos por un tiempo.

Mientras tanto.

Lincoln le resto importancia al encuentro con esa antigua conocida y después de suspirar en varias ocasiones, emprendió camino rumbo a la casa de una persona muy importante para él. Después de sus propias hijas claro.

Eran pasadas las cuatro de la tarde y caminaba a paso relajado hacía su destino. Estaba en un vecindario de lo más bonito, el cuál estaba a la par del vecindario en donde vivía él con sus hijas y sus hermanas.

Este al igual que el suyo, se veía muy lujoso pareciera que solo gente rica viviera allí ya que las casas de dos plantas eran un poco largas de diámetro y muy pero muy lujosas. Se veían autos deportivos pasar mientras que otros simplemente se encontraban estacionados afuera de las casas.

Lincoln simplemente ignoró todas esas cosas materiales y se concentró en llegar rápidamente a su destino.

Una casa de dos plantas, muy grande. Color amarillo y blanco, tejado de color café, jardín amplió con un roble en este, con varios setos y arbustos alrededor, además de que también habían muchos adornos de jardín cómo gnomos y extraños flamencos rosados.

Nuevamente ignoró todas esas cosas sin importancia y sin más tiempo que perder, se acercó a la puerta en dónde tomó un poco de aire antes de tocar el timbre.

¡Ding! ¡Dong!

Sonó el timbre.

Él espero unos segundos.

¡Ya voooooy! —Se escuchó una voz femenina un tanto melodiosa desde el otro lado de la puerta.

Lincoln extrañamente se alarmó al escuchar dicha voz. Parecía estar nervioso con el simple hecho de estar allí parado. Un tanto extraño en alguien tan serio y decidido cómo lo era él. Pero seguramente tenía sus motivos.

Miró a todas partes al ver que la puerta se abría de golpe mostrando una figura femenina la cuál lo recibía con mucha emoción.

—Hola Lincoln —saludó una mujer de largo cabello rubio con una cinta morada sobre su cabeza. Tal vez de unos treinta años de edad, era un poco más bajita que Lincoln y con una alegre actitud.

El joven la contempló por unos segundos, quedándose un poco embelesado en la figura de la amable mujer. Su vista recorrió desde sus zapatos negros, pasando así por sus pantalones color café, avanzando lentamente por su camisa de botones de color morado hasta detenerse en su sonriente rostro el cuál lo observaba con burla.

—Sabes, ¿No te he dicho que es de mala educación estudiar con la vista a las personas? —Lo regañó cruzándose de brazos. Parecía molesta.

Lo que hizo que Lincoln enderezara su postura y se avergonzara.

—Lo siento, Carol —se disculpó bajando su mirada en señal de arrepentimiento.

Carol negó con su cabeza un par de veces.

—¡JAJAJAJAJAJAJA! —Para luego romper a carcajadas.

Lincoln alzó la vista y la vio riéndose de él mientras lo señalaba con su dedo índice. Eso solo hizo que el albino pusiera una expresión cansada en su rostro.

—¡Jajajaja jajajaja, siempre caes! —Exclamó Carol entre risas.

Él simplemente se cruzó de brazos y espero a que ella terminará de reír. Aunque una pequeña sonrisa apareció en su rostro dando a entender que a ella le dejaba pasar todo. Si, quién sabe por qué.

Un rato después.

Después de darse un abrazo, ella lo hizo pasar al interior de su hogar. Seguramente hablarían de algo importante o tal vez no.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top