Tranquilidad

Link del capítulo original: https://www.fanfiction.net/s/13502429/9/La-Vida-De-Lola-Loud

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Lincoln se podía llamar a si mismo un hombre hecho y derecho, el cuál no le tenía miedo a nada ni a nadie. Uno que podía mantenerse a si mismo y a unas treinta chicas más si es que él lo quisiese. Era capaz de hacer negocios con quién sea y donde sea o eso se suponía, ya que todas las personas le hacen caso a los ricos, cómo la vez que ganó ese viaje en limusina, mucha gente se comportó de forma linda con él. Un montón de falsos si se lo preguntan. Pero todo ese valor que tenía desaparecía cuándo estaba con la mujer de largo cabello rubio que estaba sentada a su lado.

—¿Y bien? ¿A qué viniste fortachon? —Habló Carol estando sentada en el sofá al lado del albino.

Este la observó fijamente.

Esa pregunta lo hizo pensar, ni siquiera él sabía a qué había venido, si era domingo después de todo y en vez de andar buscando mujeres, debería estar con su familia, para ser más especifico, con sus dos bellas hijas.

Ya que sus dos hermanas con quienes había tenido a sus dos retoños, pues cómo que no le interesaban en lo más mínimo.

Después de lo que le hicieron.

Si, al parecer no tenía planeado perdonarlas por hacerlo usar un horrible traje de ardilla y hacerlo que durmiera en el patio.

—Bueno, yo... —Empezó Lincoln. Parecía nervioso. —Vine a ver si tenías algo que hacer hoy... Jeje. —Dijo sin pensarlo. Casi parecía que le pedía una cita a la mujer que era mayor que él.

Carol simplemente se cruzo de brazos. Cruzó una pierna y con mucha burla dijo...

—Si, tengo cosas que hacer Link. Pero por desgracia ninguna de ellas te incluye —dijo de forma simple.

Este suspiro.

—Pero creí que podríamos hacer algún otro trabajito, ya sabes —sugirió.

Esta lo meditó un poco. Cómo si estuviera convenciéndose por las palabras del chico.

—Nop, lo siento. Es domingo y no me gusta hacer nada este día —dijo con seriedad la rubia.

—Pero dijiste que tenias cosas que hacer —reprochó Lincoln.

—Si, como dormir y ver la televisión jajaja —rio esta.

Lincoln entendió entonces que por más que se lo pidiera. Ella no quería hacer nada con él este día.

Por lo que tenía que buscar algo más que hacer.

—Aaaah... —Suspiró el albino.

A veces quisiera tener más amigos. Pero no, todos lo abandonaron después del asunto de la mala suerte.

Si, su vida se fue al carajo. Pero le satisfacía en gran medida de que algunas de las responsables de su sufrimiento estén en una situación peor.

"¿Qué habrá sido de las demás inútiles de mis hermanas?" —Pensó.

Solo sabía de Lola y Lana ya que vivían con él, de Lisa y Lily que vivían con sus padres, pero las demás al parecer se habían esfumado de la fas de la tierra.

"Para lo que me importa" —Pensó él. Ya no las quería obviamente.

—Hey, tierra llamando a Lincoln.

La voz de Carol lo sacó de su ensimismamiento, la volteo a ver y se percató de qué ella lo veía con cansancio.

—¿Qué sucede? —Preguntó él.

Esta negó con su cabeza.

Verlo de esa forma la hacia recordar cosas que pasaron hace años.

—¿Qué más se te ofrece? —Preguntó Carol.

—Pues ya te lo dije, venía a ver si querías hacer otro trabajo, hace tiempo que no hacemos uno —comentó Lincoln.

Carol cerró sus ojos y negó con su cabeza. Al parecer no tenía ánimos para nada.

—¿No tienes suficiente dinero ya? —Preguntó ella.

Lincoln desvío la mirada y se rascó la nuca por el nerviosismo. Parecía un niño en vez del adulto que era ahora.

—Bueno si, pero extraño pasar tiempo contigo —confesó con un leve sonrojo en su rostro.

Y era cierto, hace un año o dos que no hace nada con ella y le encantaría volver a pasar tiempo de calidad con su protectora.

—Ay pero que romántico —se burló ella. Pasó su brazo por encima del hombro del chico y lo atrajo hacía ella mientras reía y reía.

Lincoln suspiró.

—No te burles, es solo que...

—Ya dije que no Lincoln Loud —Carol dijo con un poco de dureza. Al parecer estaba decidida a no hacer nada el día de hoy y se mantendría en esa postura.

Si, era una chica muy seria y decidida.

—Pero, ¿Por que ya no quieres hacer nada conmigo? —Preguntó él casi con tristeza.

La rubia se puso una mano en la sien, parecía molesta y cansada por tanta insistencia del albino. Si ella decía NO, era NO.

—¿Qué no tienes suficiente dinero ya cómo para jubilarte de todo? —Cuestionó Carol de brazos cruzados, mientras miraba al chico con seriedad.

Lincoln medito un poco antes de hablar. Lo pensó muy bien y si, tenía demasiado dinero. Después del trabajo anterior se podría decir que ya no tendría de que preocuparse por el resto de su vida.

Osea que ahora podría darle todo a sus hijas, la mayoría de sus hermanas estaban lo suficientemente lejos de él y sus padres eran miserables.

Por lo que podría vivir feliz.

Aunque sin él corazón de ella.

—Pues si, pero...

—Pero nada Lincoln Loud —lo calló ella. —Ahora mismo quiero que salgas de aquí y vayas a pasar tiempo con tus hijas, ¿Ok? —Ordenó.

Él la miró fijamente. Obvio que ella sabía todo de su vida. Incluso que tenía hijas con dos de sus hermanas. Al principio le desagrado la noticia que él le dio, pero cómo buena persona que era, lo aceptó. Así cómo lo aceptó a él en su vida hace unos años atrás.

De pronto ella lo tomó de la mano y lo obligó a levantarse del sofá. Lo jaló hasta la salida y después de abrir la puerta de la entrada dijo...

—Hoy no puedo hacer nada contigo pero prometo que haremos algo la próxima vez, ¿De acuerdo? —Dijo Carol con un tono muy maternal.

Inclusive era mucho más cariñosa que su madre Rita... Antes del incidente de la mala suerte.

Ya que después de eso, se volvió una completa perra con su único hijo.

Lincoln asintió con una sonrisa. No era quién para contradecir lo que ella dijera. No, no debía. Sería muy malagradecido de su parte.

—Bueno esta bien Carol, cómo gustes —dijo Lincoln con una sonrisa.

Después de darse un abrazo, el albino salió de casa y ella suavemente cerró la puerta para volver a su día en donde no hacía prácticamente nada.

Lincoln camino un par de pasos y se detuvo. Volteó a ver hacia atrás, justamente la casa donde esa gran persona vivía. No tuvo de otra que soltar un suspiro cansado y seguir su camino.

—Ni modo, sera mejor que vaya a casa con mis pequeñas —dijo Lincoln mientras caminaba con las manos metidas en sus bolsillos.

No pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa al recordar cómo fue que conoció a Carol. No, más bien cómo empezaron a convivir de forma más unida. Ya que, ya la conocía desde mucho antes de la estupidez de la mala suerte.

A medida que caminaba los recuerdos de ese día y de los siguientes empezaron a llegar de forma inconsciente.

De todas formas, eran buenos recuerdos, no cómo los que tuvo con su disque familia.

Por las oscuras y desoladas calles de Royal Woods se veía cómo un desnutrido y muy sucio chico de cabello blanco caninaba por estas mientras temblaba y se abrazaba a si mismo, seguramente por el frío que hacía esa noche.

Y estando el invierno tan cerca. Era obvio que empezaba a hacer frío en la ciudad. Por lo que muchas personas deberían estar en casa a salvo con sus respectivas familias.

O eso se suponía que debería estar pasando, ya que, ¿Por qué razón andaría en las calles a tan altas horas de la noche, un niño de casi doce años?.

Lincoln parecía cansado y su ropa estaba muy sucia. Hace un par de semanas que se escapó de la casa a dónde fue llevado por la policía. Para que viviera allí por mientras el lío en el que se metió su familia llegaba a una solución.

Pero hasta el sabía que lo que hicieron sus padres y hermanas era muy malo. Se consideraba maltrato infantil lo cuál no era tolerado por la sociedad y por las autoridades mismas.

Aún recordaba el día en el que se fue a la escuela con ese maldito traje de ardilla puesto. Era un día normal como cualquier otro. Parecía que a parte de las burlas y acoso de sus compañeros no pasaría nada más.

Bueno, hasta que dos agentes de la policía entraron por la puerta y se lo llevaron sin decir nada. Al final supo que alguien había denunciado a sus padres y que estos irían a la cárcel, sus hermanas menores serían llevadas con un familiar cercano y sus hermanas mayores con otro familiar, también cercano.

Y él...

Él fue llevado a una casa aparte. Con una familia desconocida para él. Bueno los padres de la chica con quienes fue llevado eran desconocidos pero la chica con quién se encontró, era muy conocida...

Se trataba de Cristina Suárez.

Si, la misma chica que avergonzó al subir aquel vídeo dónde se humillaba así mismo. ¿Y todo para qué?

Para hacer las pases con sus malditas hermanas.

Solo vivió un mes en esa casa ya que su estancia allí era muy incómoda. Cristina se alejaba de él casi huyendo y eso no le gustaba.

Por eso fue que decidió irse de allí. Estaba agradecido con los Suárez por haberlo acogido pero su vida ya no tenía sentido. Por lo que huyo de allí y ahora, un par de semanas después, se encontraba quién sabe en que lugar de Royal Woods.

No lo había notado pero las casas eran muy lujosas ya que sin darse cuenta se había metido a uno de esos sitios donde vive la gente rica y poderosa de la ciudad.

Pero andando con el estómago vacío y muy, pero muy mareado, cualquiera se confunde.

—Aaaahhh... —Dio un suspiro muy cansado. Llevaba dos días seguidos caminando y estaba hambriento.

No tuvo de otra que acercarse a lo que parecía ser el jardín trasero de una casa y recostarse allí de espaldas contra la pared. Se sentó en el suelo de golpe ya que no tenía fuerzas para agacharse lentamente.

Levantó la vista un poco. La oscuridad de la zona lo hacía prácticamente indetectable. Pero eso poco parecía importarle. Ya que su hambre era tanta que su vista estaba borrosa y su estómago no dejaba de suplicarle que le diera comida.

Cosa que iba a pasar al parecer...

Nunca.

—Lo bueno de todo esto... Es que ya no tendré que usar ese maldito traje otra vez... —Dijo a duras penas el chico. Esbozo una sonrisa un tanto burlesca

Poco a poco iba cerrando sus ojos a medida que iba bajando la cabeza. Sus fuerzas al parecer habían llegado hasta aquí, así como sus ganas de vivir.

Parecía su fin...

—¿Lincoln Loud? —Se escuchó hablar lo que parecía ser un ángel. —¿Eres tú?

Hubiera levantado la vista para ver quién era la que lo llamaba pero poco a poco perdía el conocimiento hasta que lo único que vio fue oscuridad.

Sentía su cuerpo descansar, era cómo si flotara y se encontrará acostado en un nube a la vez. Era un sensación muy, pero muy placentera, había olvidado lo que era disfrutar de los placeres de la vida.

Ya que después de que empezó todo el asunto de la mala suerte, su vida era... Bueno, sería poco decir que era un infierno. Era más cómo una terrible tortura que a nadie le desearía que tuviera el infortunio de pasar.

Si, solo él merecía pasar dicha tortura, tal vez así aprendería a no andar haciendo todo lo que sus disque hermanas le pedían.

Si que fue un tonto.

Abrió lentamente sus ojos y se encontró en una habitación muy bien arreglada, un tanto grande y decorada con colores llamativos cómo ser el verde claro, azul marino y el rojo. Además de haber allí muebles de color blanco y amarillo.

Se encontraba en una cama matrimonial cubierto por unas sábanas muy gruesas con un tigre en ella. Nunca había visto una, seguramente era muy costosa ya que era cómo veinte veces más gruesa que las que había en su casa.

Volteó a ver a todas partes y no supo dónde estaba. Seguramente alguien debió sentir lástima por su deplorable condición y lo metió a su casa para hacer la buena acción del día.

—Aaahh... —Suspiró con pesar.

Se quitó la pesada sabana de encima y a duras penas se sentó a un lado de la cama. No quería ser molestia para nadie

Por lo que debía de irse de esta casa lo antes posible.

Dio un débil salto al suelo y empezó a cojear hasta la salida. Afortunadamente para él, aún tenía su sucia ropa de siempre puesta y no debía preocuparse por andar desnudo o en ropa interior en la calle.

Aunque eso no parecía importarle mucho ya que anduvo con ese disfraz de ardilla puesto y por lo tanto, cualquier humillación que pasará desde ahora, no parecía tener ya efecto en su persona.

Caminó hasta la salida y al poner la mano en la perilla está empezó a girar por si sola dando la señal de que alguien venía entrando.

—Rayos... —Maldijo su suerte.

—Hey veo que ya despertaste Lincoln —dijo una muy alegre chica rubia de tal vez la misma edad de Lori. Esta usaba una cinta para el cabello de color morado, una camisa de botones manga larga del mismo color, un pantalón ajustado de color negro y unos zapatos de amarrar color rojo con blanco.

Esta traía una bandeja con un desayuno en ella, seguramente para él. El cuál constaba de huevos revueltos, tostadas y jugo de naranja.

Él abrió los ojos por la impresión, pero no por la deliciosa comida. Si no por qué la chica frente suyo era alguien conocida para él.

–¿Carol? —Dijo el nombre de ella.

—Ese es mi nombre, me alegra ver que me recuerdas —dijo complacida. Pero luego su expresión cambió a una muy seria. —¿Acaso pensabas irte así, como así? ¿Todo sucio y con el estomago vacío? —Preguntó con molestia.

El albino soltó un suspiro cansado. Cerró sus ojos y desvío la mirada a un lado.

—Oye Carol, agradezco tu ayuda pero no quiero ser una... Molestia... —Dijo con pesar.

En verdad ya no tenia ganas de nada.

La chica negó con su cabeza y suspiró igualmente.

—Nop, eso es inaceptable —dijo cómo si nada.

Lincoln la volteó a ver con sorpresa. No sabiendo a qué se refería ella exactamente.

—¿Qué? —Dijo atónito.

Ella caminó hasta la cama y dejó la bandeja allí ante la mirada perpleja del chico. Para luego acercarse a él y tomarlo de la mano para hacerlo que la acompañará.

—Eres un niño aún y cómo la adulta que soy yo decido que es lo bueno para ti, ¿De acuerdo? —Dijo Carol muy decidida.

Lincoln iba a renegar pero recibió una mirada molesta, una que le decía que no aceptaría ningún tipo de negación o reclamo.

Al final Lincoln suspiró y terminó comiendo lo que ella le trajo. Allí estuvieron sentados en la cama, ella lo vigilaba mientras él comía.

Y ya cuándo estaba a punto de acabar, le dijo a la chica.

—Lamentó ser una carga para ti y tu familia —se disculpó. Odiaba ser una carga para alguien más.

La rubia se recostó en la cama y se cruzó de brazos. Para luego decir.

—Nah, descuida. Yo vivo sola —confesó ella.

Lincoln la volteó a ver sorprendido.

—Espera, ¿Toda esta casa es tuya? —Preguntó anonadado.

Esta se sentó nuevamente en la cama y continúo.

—Pos si, hace un año que me hice independiente —comentó ella. Puso su mano sobre la cabeza del chico y revolvió un poco el sucio cabello que tenía el pobre. —Así que siéntete cómo en tu casa y no te preocupes, aquí no habrán maltratos.

Esas palabras por algún motivo a él le parecían muy sinceras. No sabía por que pero su vida daría un giro de 180 grados a partir de ese día.

Pasaron los meses y él siguió viviendo junto a Carol. A ella no parecía importarle tenerlo allí y darle todo lo que necesitaba. Parecía que era rica y una chica libre de preocupaciones.

Pero cómo cualquier persona, guardaba secretos y para su mala suerte, no eran secretos muy buenos que digamos.

Un temeroso y muy pensativo chico caminaba por el centro comercial de Royal Woods. Este llevaba puesto un gorro de lana y unas gafas oscuras, también traía puesta una sudadera negra, era cómo si se estuviera ocultando de alguien.

Y cómo no, si viviendo en una ciudad pequeña pero a la vez muy grande, prácticamente los conocía a todos. Y con todos, me refiero a todos.

Lincoln se ocultó tras un bote de basura al ver cómo Jordan chica junto con sus amigas venían caminando en su dirección.

Suspiró aliviado al ver que pasaron de lado. Salió de su escondite y siguió caminando a su objetivo.

—Eso estuvo cerca... —Dijo por lo bajo.

Si que lo fue —se escuchó una voz en su oído.

Era la de Carol. La chica le había encomendado una misión muy importante y para apoyarlo de lejos le dio una especie de comunicador para así estarle hablando cada cierto período de tiempo.

Este era una pequeña bolita de color blanco que Lincoln debía tener metida en uno de sus oídos. Era una especie de auricular extraño.

—¿Estas segura de que esto es seguro? —Preguntó el chico un tanto alarmado.

Escuchó una leve risa del otro lado del auricular y luego de eso la voz serena y muy burlesca de Carol empezó a hablar.

Claro que es seguro, ¿Crees que te hubiera puesto en algo peligroso así cómo así? —Espeto ella.

—Bueno no, pero...

¿Crees que soy cómo tus padres o hermanas? —Comenzó ella.

Era cómo si lo manipulara a su manera, con regaños y muchas palabras hirientes.

—No, nunca lo serias, es que...

Es que nada —lo cortó ella. —Prometiste ayudarme con todo lo que pudieras y si eres lo suficientemente malagradecido cómo tus padres y hermanas, pues te felicito niño. Ya estás listo para regresar a casa.

Eso que ella dijo. Lo hizo temblar, sin duda alguna le atemorizaba el hecho de volver con sus padres. Escuchó que ellos estuvieron en la cárcel por unos meses y al final habían podido regresar a casa junto con todas sus hermanas.

No quería ni saber lo que podrían hacerle por todo lo que pasaron. Seguramente lo castigarían y torturarían de una forma muy cruel mientras le echaban la culpa de que por su mala suerte su vida se había ido al infierno.

—No, no, no, no, no, no, no —repitió con miedo. —Lo haré, lo haré.

Se escuchó un suspiro de cansancio del otro lado de la línea y después de eso, la rubia habló...

Esta bien, confiaré en ti pero te estaré vigilando así que no me decepciones, ¿De acuerdo? —Sentenció Carol.

Lincoln trago pesado. Sabía que no bromeaba. Ella no era como Lori que era muy mandona un día y desinteresada al siguiente. No, Carol era muy estricta y muy pero muy decidida en todo lo que hacía.

Y obviamente quería qué él hiciera lo mismo.

Lincoln camino hasta su objetivo. El cuál era un lote de cajeros automáticos. Habían muchos de ellos, solo tenía que elegir uno y hacer el trabajo que le encomendó su tutora.

—Veamos, solo tengo que usar esta tarjeta y listo... —De su bolsillo sacó una especie de tarjeta de crédito de color negra.

Observó a todas partes para ver si no era vigilado y al ver que no había nadie a la vista, procedió.

Esta tarjeta era un poco extraña. Cómo si fuera falsa. El albino la introdujo en la ranura de la máquina y después de introducir el siguiente código...

—Haber... Uno... Dos... Tres... Cuatro... Cinco... Seis... Siete... Ocho... Y... Nueve...

Procedió a introducir la cantidad que iba a retirar.

—Veamos... Cincuenta mil dólares... —Digito la cantidad y a los pocos segundos muchos billetes de solo de a quinientos empezaron a salir del cajero.

Lincoln en su vida había visto tanto dinero. Por lo que se sintió nervioso al instante. Pero se calmo rápidamente, tomó los billetes y los acomodó en un fajo para después meterlos en su bolsillo junto con la tarjeta. Retirándose de allí lentamente para ir a reunirse con su mentora. La cuál era una mente maestra capaz de robarle a cualquier persona que tuviera dinero en el banco sin que esta se diera cuenta.

Más tarde.

—¿Cómo funciona esto exactamente? —Preguntó Lincoln a Carol.

Ambos se encontraban caminando por la calle mientras comían un helado. Después de tremendo atraco podían darse tal gusto.

—¿La tarjeta? —Preguntó ella. El asintió. —Pues le quita un dólar a la cuenta de una persona o de varias y los reúne en un solo lugar, listos para retirarlos. Nada del otro mundo.

Lincoln observó la tarjeta en sus manos. No sabía si esto estaba bien o mal. Después de lo que vivió ya no sabía cuál era la definición de bien o mal.

—¿Esto es legal? —Preguntó Lincoln levantando una ceja.

Carol continuaba comiendo su helado y después de rodar sus ojos, respondió...

—Uy si, llamen a la policía. Un niño de bajos recursos le robo un dólar a un multimillonario —lloró Carol de forma sarcástica.

Lincoln puso expresión cansada.

—Bueno, si lo pones de esa manera, esta bien...

Al terminar su helado el albino saco el dinero de su bolsillo y se lo ofreció a la chica. Esta lo observó con desinterés para después negar con su cabeza.

—Es tuyo Lincoln —dijo simplemente. Este abrió los ojos lo más que pudo.

—Espera... ¿QUÉ? —Exclamó atónito.

Esta continuó comiendo su helado y mientras lo hacía le dijo.

—Es tuyo al igual que la tarjeta —confesó ella.

Lincoln no podía creerlo. Esto era más de lo que había recibido a lo largo de sus años de vida y eso no era todo.

—Además de eso voy a necesitar que continúes tus estudios cómo no sé, tal vez en línea o por correspondencia, no lo sé, tu dime... —Dijo Carol sin mucho interés. Luego esbozo una sonrisa tranquila. —Y te recomiendo hacer ejercicio, mucho ejercicio para qué te pongas fuerte y así nadie te vuelva a maltratar.

Lincoln sintió sus ojos picar y su garganta arder.

—Nunca nadie se había preocupado tanto por mi... —Dijo con lagrimas en sus ojos.

—¡Woah! —Exclamó Carol al recibir un abrazo por parte del chico. Quién se engancho a su cintura.

—Ya, ya todo está bien ahora... —Dijo Carol mientras le acariciaba su cabeza. Era un momento que nadie podía romper. —Muy bien, te dejó. Tengo cosas que hacer. —Dijo ella de repente.

Lincoln se separó de ella y la observó con miedo y con una expresión aterrada.

—¿¡QUEEEEEEEEE!? —Exclamó con miedo.

Carol río por esa expresión.

—Oye ya tienes dinero suficiente para comprar una casa propia o rentar una habitación, además te conozco, eres un chico muy inteligente y muy capaz de hacer lo que es mejor para ti —le dijo ella con tono maternal.

Él bajo la mirada. No quería separarse de ella.

—Oye... —Carol lo llamó al instante que puso una mano sobre su hombro y se ponía de rodillas frente a él para hablarle a su altura. Él la observó con ojos llorosos. —No tengas miedo, yo estaré contigo el tiempo que pueda... Además... —Le sonrió de forma sincera tal y cómo lo había hecho desde que lo rescató de la calle. —Confío en ti.

Después de eso le dio un abrazo y él correspondió con mucha fuerza. No recordaba haber abrazado a nadie así, ni siquiera a ninguna de sus hermanas.

Un rato después.

—Hasta luego Lincoln —se despidió Carol.

Él agitó su mano mientras ella se alejaba. Al final quedó solo en medio de la calle.

—¿Y ahora que hago? —Dijo mientras se tocaba la barbilla con su dedo.

No sabía bien a dónde ir.

—Bueno, ya se me ocurrirá algo —se encogió de hombros y camino con rumbo desconocido.

Eran pasadas las dos de la tarde y se encontraba en lo que parecía ser una especie de plaza en Royal Woods.

Observó a sus alrededores. Debía encontrar un lugar donde quedarse y pensar en cómo hacerle para retomar sus estudios tal y cómo Carol le dijo, además de empezar a hacer ejercicio cuánto antes.

Al final no encontró un hotel o posada que admitiera un niño sin compañía de sus padres y tuvo que instalarse en un hotel al parecer abandonado.

Dónde vivió unas cuantas semanas antes de que se comunicara con Lana y sucediera el encuentro con Lola. Había quedado en reunirse con la rubia de la gorra pero al parecer la princesa hizo de las suyas y tomó el lugar de su gemela.

Lo que terminó, cómo ninguno de ellos hubiera querido, con mucho sexo, golpes y con la muerte de alguien.

Poco se podía hacer después de todo eso. Luego tuvo que enterrar un cuerpo, buscar un nuevo lugar dónde vivir y obtener más dinero.

Obviamente le contó todo a Carol y esta casi se muere de la risa al escucharlo todo. Él no lo sabía, pero había algo malo con su mentora.

Pero al final ella cómo buena persona que era le recomendó una casa muy linda y grande donde podría vivir él con quién quisiera.

Por desgracia para él, con sus dos hermanas menores y por suerte para él, con sus dos hermosas hijas a quienes les daría todo lo que desearan.

Lincoln camino un poco, se detuvo nuevamente y observó otra vez la casa dónde vivía la persona que lo salvo de la calle.

Le debía mucho.

No tuvo más remedio que suspirar con cansancio y seguir su camino.

Caminaba por el parque y no pudo evitar ver a los niños jugar con sus padres. Algunos de los adultos tenían más de un hijo.

No pudo evitar pensar en sus demás hermanas.

—¿Me preguntó que habrá sido de ellas? —Se preguntó. —Nah, no me interesa. —Se encogió de hombros.

Vio un puesto de helados y le dieron ganas de uno de vainilla.

—Creo que es un buen día para comprar un helado —dijo con semblante tranquilo.

Se acercó al puesto de helados ambulante y se colocó detrás de la última persona de la fila que se hacía para llegar hasta el vendedor.

Solo habían unas seis personas delante suyo por lo que tendría que esperar unos cuantos minutos hasta que fuera su turno. Metió sus manos en sus bolsillos y espero tranquilamente.

De todos modos tenía todo el tiempo del mundo, ya que era domingo por la tarde y tal y cómo se lo dijo Carol. Él era rico y no tenía de qué preocuparse.

—Gracias por su compra, vuelva pronto —agradeció el vendedor al albino.

Lincoln asintió con una sonrisa y se fue de allí caminando por la calle mientras degustaba su helado.

Avanzo unos cuantos metros del puesto cuando de repente sintió que alguien lo había sujetado de la mano, haciéndolo que se detuviera obviamente.

Este se giró rápidamente y se dio cuenta de que una chica de largo cabello negro le sujetaba la mano. Lincoln alzó una ceja por la impresión.

Esta era un poco bajita, tal vez de unos 1.66 de alto, llegándole hasta la altura del pecho al albino, ella tenía la piel muy pálida, su cabello le cubría sus ojos ocultándolos por completo, en sus labios usaba un labial de color negro. Usaba una camiseta de color gris sin mangas dejando sus pálidos brazos al descubierto, usaba un pantalón negro muy ajustado y unas zapatillas, también de color negro.

Esta apretaba sus dientes con fuerza cómo si quisiera llorar o algo así. Pero lo que le llamó la atención al musculoso albino fue lo obesa que era la chica frente a él.

A la cuál obviamente conocía a la perfección.

—C-cuánto tiempo, no lo crees... L-Lincoln... —Dijo ella en un hilo de voz.

Él simplemente la observó sin mucho interés y con el mismo ímpetu dijo...

—Hola, Lucy —acto seguido le dio otra probada a su helado y se soltó del agarre de ella para seguir su camino.

Dejando atónita a la chica gótica. La cuál negó con su cabeza y sin perder tiempo se fue detrás de él.

Al parecer no tenía pensado dejarlo ir.

No otra vez...

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