La verdad que nadie debe saber

Link del capítulo original: https://www.fanfiction.net/s/13502429/6/La-Vida-De-Lola-Loud

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Lola no podía estar más feliz en este momento. Por fin cenaba con su hermosa hija y su querido hermano. Los tres estaban sentados en la mesa, comiendo una rica cena de carne molida, algo de guisantes y un poco de puré de papa, acompañado con un refresco de manzana para Lola, una coca cola light para Leia y una gaseosa compuesta en su mayoría por mucha azúcar para Lincoln.

Lola sonrió al ver a su hermano mayor comiendo tranquilamente, su corazón se enterneció al ver a su tierna, hermosa, educada y muy talentosa hija comer con elegancia.

El único problema, es que el silencio reinaba en esa mesa y a ella no le gustaba mucho estar así. Deseaba hablar, deseaba tener una mayor interacción con ambos, las pocas horas que su hermano le permitía estar con ellos, no le eran suficiente, ya no aguantaba más, quería resolver todo de una buena vez.

—¿Y cómo te ha ido con tus ejercicios, hermano? —Preguntó con una sonrisa sincera. Solamente que cometió un error.

Tanto Leia cómo Lincoln voltearon a ver a la rubia rápidamente. La primera la observaba con una ceja levantada como si estuviera extrañada y el segundo la miraba con una mirada asesina.

Lola se extrañó mucho por esas expresiones en las caras de sus familiares.

Ella se encogió en su asiento. No sabía cómo porque la miraban de esa forma, ¿Acaso no le permitían hablar?

—¿Hermano? —Hablo Leia. Sonaba confundida.

Fue entonces que Lola supo que había cometido un tremendo error.

—L-Leia... D-dejame explicarte —empezó Lola, debía enmendar las cosas. No podía dejar que su hija se enterará de que era producto de un vil acto de incesto.

Aunque debía elegir bien sus palabras. Leia no era tonta, sabía muchas cosas y si sus rivales de certámenes de belleza se enteraban de que era hija una relación compuesta por dos hermanos, sería su fin.

—Verás, así es cómo hablan los jóvenes ahora... Hermana, hermanita... Jeje —mintió Lola. Acto seguido sonrió enormemente de forma nerviosa.

Leia simplemente puso una expresión cansada y con la misma volteo a ver a su padre.

—¿Por qué la elegiste a ella para que fuera mi madre? —Le preguntó al albino.

Lincoln simplemente se encogió de hombros.

—No sé, era la opción menos mala en ese entonces —respondió él.

Eso fue un duro golpe para Lola. Ver que Lincoln la menospreciaba si que le dolía hasta el punto de casi hacerla llorar.

—Pero eso no importa, mientras tengas a tu guapo y poderoso padre. No te faltara nada —le dijo a su pequeña.

Leia en respuesta a lo que él dijo. Se levantó de su asiento y se acercó para abrazarlo. En verdad lo amaba. Era todo para ella. Restregó su cabeza en su pecho. En ese mismo donde se sentía segura y en donde sentía que podía hacer lo que sea, ese mismo pecho en el que se ha acurrucado desde que nació y con esa persona que le daba la seguridad de poder lograrlo todo y obtener todo.

El pecho de su amado padre.

Lola simplemente se encogió en su sitio. Siguió comiendo ya sin ganas. Los veía abrazarse y deseaba con toda el alma poder hacer lo mismo.

Pero lamentablemente ambos tenían mucho resentimiento contra su persona y eso le dolía.

Muchísimo.

La cena continuó tranquilamente hasta que al final de esta Lola vio con pesar como su hija y su hermano se iban a hacer sus cosas.

Y lo último que escucho fue.

—Sabes donde esta la salida mujer, así que ya sabes por donde irte.

Fue lo último que su hija le dijo y cómo si fuera una orden. Se fue sin que le permitieran despedirse.

Lola tomó su bolso y después de mirar atrás y ver que su hija la ignoraba, salió de la casa. No tardó en salir corriendo a toda prisa a la casa de sus padres.

Um bello momento, era todo lo que quería. Pero era mucho pedir. Lo único que le daba gracias al cielo fue que su secreto aún estaba a salvo.

Su hija aún no sabía que su padre y su madre, eran hermanos. Ahora sabía por qué Lincoln no los dejaba comer con ellos. Ella era muy estúpida y muy habladora.

Ahora lo sabía.

Pero ya nada podía hacer. Sólo esperar a tener otra oportunidad y esta vez poder hacerlo mejor.

Llegó a la casa Loud y sin anunciarse entró. Sólo quería echarse en su cama y ponerse a llorar hasta quedar dormida. Su vida era un maldito infierno desde que supo que su hermano se iba a ir de casa hace muchos años.

Luego unos días después, descubrió que su hermana gemela Lana se comunicaba con Lincoln a escondidas. Aprovechó que su gemela dejó su celular por unos minutos para leer los mensajes, le costó leer pero al final leyó lo suficiente cómo para que su corazón se llenará de envidia, rabia y enojo.

¿Por que le hablaba a Lana para reunirse y pasar tiempo juntos y no con ella?, ¡Si ella era mejor que ninguna!

Era lo que pensaba en ese entonces. Fue por eso que no tuvo piedad en el momento en el que golpeó a su gemela con un palo de golf en la cabeza, la amarró con una soga y le metió un calcetín en la boca para meterla al closet.

Para luego vestirse de una forma horrenda e ir a reunirse con su amado Linky.

Pero hasta el día de hoy, se arrepiente de haber hecho eso.

—Oye Lola, alto allí.

La voz de Lana la hizo detenerse antes de entrar al ex cuarto de Lori. En donde dormía desde que Leni se fue a la universidad.

—Ahora no, Lana... E-estoy muy agotada —Lola no la volteó a ver y entró a la habitación.

Pero eso no fue bien tomado por la mayor. Quién de una patada abrió la puerta de la habitación, ingreso a esta y cerró la puerta detrás suyo para poder hablar en privado con su hermana menor, a la cuál aborrecía y mucho.

Lola la volteó a ver de reojo, pero no le presto atención, simplemente se echó de cara en su cama que solía ser de Lori. Sentía que su fuerza la había abandonado, además de que en ese momento sólo quería desaparecer.

—Oye, oye, oye —habló Lana con mucho enojo. Se acercó a la cama y la movió con suma violencia.

Lola no se removió ni un poco, estaba agotada tanto física como mentalmente. Pero eso le importaba un carajo a Lana. Ella solo quería que la escucharán y punto.

—¡Lola escúchame ahora! —Gritó Lana tomándola de la mano y levantándola por la fuerza.

La menor tenía el maquillaje corrido por las lágrimas que empezó a derramar de forma inconsciente, pero eso no era todo, de forma también inconsciente su expresión de muerto viviente cambio a una de furia.

—¿¡Qué no escuchaste que no quiero ver a nadie!? ¡Maldita perra malnacida! —Gritó Lola con todas sus fuerzas.

Eso dejó sin habla a Lana, incluso la hizo retroceder un poco. Pero no lo suficiente cómo para parecer una miedosa ante su gemela. Iba a darle un golpe, pero de la nada, Lola la tomó del brazo y la empezó a sacar de su habitación ejerciendo mucha fuerza de su parte. De algo le servía ir al gimnasio cada semana para mantenerse en forma.

Era lo qué Lincoln ordenaba para que ella se mantuviera con una forma esbelta y linda para él.

—¡Y quédate afuera!

¡Slap!

Fue lo último que dijo antes de cerrarle la puerta en la cara a su gemela con un muy fuerte azote. Para este punto el llanto era evidente, se cubrió el rostro con ambas manos y se arrojó nuevamente a su cama, tomó su almohada y la apretó contra su cara para ahogar el fuerte llanto.

—¿¡P-por que no entienden que los amo con todas mis fuerzas y que lo lamentó mucho!? —Gritó Lola entre llantos.

La pobre desde hace mucho que se guardaba las cosas, pero todos tenemos un límite y el de ella estaba a punto de ser roto.

Lana tenía la boca muy abierta, su expresión de asombro era tanta que permaneció allí de pie frente a la puerta de la habitación de su gemela, muy paralizada.

Agitó su cabeza al poco tiempo. Volteó a ver la puerta de la habitación y no tuvo de otra de rodar sus ojos por la actitud tan deprimente de Lola.

—Puff llorona, solo le iba a preguntar que tenía planeado hacer el domingo —murmuró con el ceño fruncido.

Le resto importancia a su hermana y se fue a su habitación. Debía mantener todo listo para que ella y Lizzy fueran a visitar a Lincoln el domingo.

—Solo espero que Lola y su mocosa engreída no se aparezcan el domingo o las voy a hacer polvo a ambas —mascullo ella con enojo. Se tronó los nudillos mientras entraba a su habitación. Esa misma que era de Lucy y Lynn cuándo vivían allí.

Domingo en la mañana.

Lola iba a toda prisa hacía la casa dónde vivía Lincoln y Leia.

—Por favor, por favor, por favor... —Pedía al cielo que la recibieran y que todo pudiera seguir cómo de costumbre. Se moriría si le decían que se largará o qué no volviera jamás. —No Lola, hoy debo llevar de excursión a Leia y-y-y me necesita. —Se dio falsas esperanzas.

Llegó hasta la puerta de la casa y se detuvo frente a esta. Se preparó mentalmente, hizo unos cuántos estiramientos con sus brazos y después de inhalar y exhalar se digno a entrar.

—¿H-ho-hola? —Habló asomando la cabeza para ver si había alguien en casa.

—Al fin llegas mujer —dijo Leia con clara molestia.

Lola no pudo evitar tragar saliva al darse cuenta que tanto Lincoln cómo Leia, la observaban fijamente con los brazos cruzados con semblante muy serio.

—H-hola Linky, H-hola mi vida —saludó ella con nerviosismo y el corazón en la mano. ¿Por que debía tener miedo de su pareja y de su hija? Era insólito, pero no podía enojarse con ninguno de los dos, ellos no hicieron nada.

Leia rodó sus ojos y decidió ignorar a su madre. Fue entonces que se dirigió a su tan amado padre.

—Bueno papi, supongo que nos veremos más tarde —se despidió ella con ternura.

Lincoln se arrodilló a la altura de su princesa y le habló.

—Procura portarte bien —le pidió.

La niña simplemente puso una expresión altanera y con una sonrisa burlona, le respondió al albino.

—¿Bromeas no? —Preguntó. —Soy Leia Londey Loud, la niña más portada y la mejor en toda la ciudad, por lo que mi comportamiento siempre es el más indicado y elegante que nunca nadie ha tenido. —Finalizó ella para después darle un abrazo a su padre. —Así que no te preocupes, yo nunca te decepcionaré papi.

Lincoln aumentó la fuerza del abrazo y dejó que el momento durará un poco más.

—Sabes que estoy muy orgulloso de ti, mi princesa —le habló con dulzura.

Leia se separó de él y le dijo.

—Pues haré que estés mucho más orgulloso de mi persona, te lo aseguro —prometió ella.

—Esa es mi bebé —le iba a revolver el cabello pero ella le sujetó la mano impidiendo que logrará su objetivo.

—¿Qué crees que haces? —Preguntó con molestia. —Éste cabello tarda mucho en lograr este volumen. —Dijo acomodándose su cabello de un lado.

Lincoln entre cerró sus ojos y con los brazos cruzados le habló a su hija.

—Lo sé, yo mismo te lo peine por treinta y cinco minutos —le recordó.

—Y si no quieres estar otros treinta y cinco minutos peinandolo nuevamente, te recomiendo alejar tus fuertes manos de mi hermoso cabello o si no...

—O si no, ¿Qué? —La retó Lincoln a que le hiciera algo.

—¿En serio? —Preguntó ella levantando una ceja. —¿Quieres qué tomé medidas drásticas? —Amenazó.

—Te reto, princesa —volvió a retarla, quería ver si era capaz.

Leia levantó sus manos y se acercó de forma amenazante a su padre.

—Última oportunidad papi, rindete y comprame muchas más cosas o si no, lo pagarás caro —se iba acercando poco a poco a Lincoln.

Este retrocedió un poco y no pudo evitar tragar saliva.

—E-esta bien, mi vida. Yo...

—Muy tarde, demoraste mucho —lo interrumpió ella. —¡Hora del castigo! —Sin darle tiempo de huir a su padre, la pequeña rubia se abalanzó sobre él y lo logro tirar al suelo.

Lola miraba con pena cómo su hija le hacía cosquillas a su hermano.

—¿Por que no puedo formar parte de esa diversión? —Murmuró por lo bajo.

Se rascó el codo con una mano y desvío la vista a un lado, desde hace mucho ella sentía que salía sobrando. ¿Acaso nadie la necesitaba? ¿Acaso era querida por alguien que no fueran sus padres? ¿Acaso era útil en el mundo?

Esas y muchas otras preguntas la bombardeaban una y otra vez cada vez que veía a sus seres queridos divertirse sin ella.

Pero poco o nada podía hacer en estas situaciones.

Después de rendirse y prometerle muchos juguetes y ropa nueva a su hija. Lincoln se despidió de ambas en la puerta. Se aseguró de que se hayan ido para irse a dar una ducha de agua caliente y vestirse como era debido. Estaba muy emocionado por que hoy por fin vería a otra de sus princesas.

—No puedo esperar a tener a mi Lizzy en mis brazos y poder cuidarla mucho —se dijo a sí mismo con una enorme sonrisa mientras se duchaba. Pero instantáneamente su semblante cambio a uno muy deprimente. —Cuidaré a mis bebés como un padre debe hacerlo... No cómo mis malditos padres. —Frunció un poco el ceño y continuó aseándose. Debía estar impecable para la muy importante visita que tendría en unas horas.

Domingo en el mediodía, hora del almuerzo.

Lana y Lizzy bajaban de un taxi enfrente de la casa donde vivía su hermano.

Ambas se vistieron de forma más o menos aceptable. Lana le compró una muda de ropa especial para este día a su hija. Ahora la pequeña de tres años usaba un pantaloncito azul, unos tenis rojos y blancos, una camiseta color jade y una pequeña chaqueta negra que encontró en una tienda, Lana pensó que se le vería linda y así fue. Además de que la peino y aseo lo mejor que pudo, aunque el peinarla no sirvió de mucho ya que Lizzy no quiso dejar su gorra en casa.

Lana también se compró algo de ropa, aún usaba su gorra roja, además de una camisa blanca, un pantalón de tela negro, tenis blancos y su típica chaqueta negra. Ella y Lizzy combinaban sus atuendos, estaban listas para un momento inolvidable para su pequeña.

La rubia llevaba de la mano a su hija, el ambiente era tenso y cuándo estuvo frente a la puerta de la casa, ella se dirigió a su pequeña.

—¿Estas lista para ver a papi? —Preguntó Lana con una expresión triste pero con una sonrisa un poco forzada.

La pequeña la miró sin saber que decir, estaba un poco asustada. Su madre le dijo ayer que por fin vería a su padre, pero que no le dijera nada a sus abuelos por que era un secreto. Esa noticia la emocionó, pero ahora estaba muy ansiosa, de la nada empezó a temblar mucho.

Lana lo notó al instante y se apresuró a calmarla. Se arrodilló frente a ella y le dijo...

—Ya, ya mi amor —le habló ella. —No debes tener miedo, tu padre te quiere mucho y no le gustará verte en ese estado.

Lizzy a duras penas le asintió a su madre. Puso una expresión seria y tomó mucho aire. Fijo su mirada al frente con mucha determinación.

Esa actitud se le pareció muy tierna a Lana.

—Esa es mi campeona —la alago ella.

Con su hija tomada de la mano, se volvió a poner de pie sin más que hacer.

¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!

Tocó la puerta y espero a que le abrieran.

—Solo espero que Lola y su mocosa no estén por aquí —habló con miedo en voz muy baja.

Adelante, esta abierto —la voz de Lincoln se escuchó desde el otro lado.

Lana tomó aire y después de darle una ultima mirada a su hija, procedió a ingresar a la casa.

Ambas observaron al adulto joven de cabello blanco de más de veintiún años que estaba frente a ellas, observándolas con una enorme sonrisa.

—Hola chicas, ¿Por que tardaron tanto? —Habló sin despegar la vista de su segunda hija. Era hermosa ante sus ojos.

Un rato después.

Después de un delicioso almuerzo. Se fueron a reunir a la sala de estar.

—Qué bella eres Lizzy —Lincoln abrazaba a la menor de sus hijas con mucha ternura.

La pequeña estaba muy nerviosa. En verdad no podía creer que este hombre fuera su padre. Su madre le contaba historias sobre él. De que era muy bueno y tal vez el mejor chico del mundo. Aunque siempre se ponía triste al terminar de contarle historias sobre su padre Lincoln.

—A ver, di papa, di papá —le pedía Lincoln mientras la cargaba y la sostenía frente a él, observándola con ternura.

Lizzy sonrió con nerviosismo, desviaba la mirada un poco. No sabía que hacer o que decir, era muy joven como para procesar de una vez todo lo que estaba pasando.

—Vamos Lizzy, dile papá a mi hermano... ¡Digo! —Lana quien hasta el momento estaba sentada al lado de Lincoln, observando en silencio la tierna escena. Decidió ayudar a alivianar las cosas. Pero la empezaba a regar.

—¡Ay, otra! —Se quejó Lincoln. Era absurdo que también Lana hiciera lo mismo que Lola. Así que se acercó un poco y le dijo en voz baja para que solo ella lo escuchara. —¿Lana eres igual de estúpida que Lola o es simplemente que ambas quieren una buena lección? —Amenazó Lincoln a su hermana.

La rubia de la gorra se encogió en su sitio, no sabía que decir o como defenderse cuándo Lincoln la trataba mal.

Iba a decir algo pero su atención se fijo en Lizzy. La pequeña había comenzado a llorar cuándo vio a su padre molesto.

—¡Lincoln, mira lo que hiciste! —Le reclamó muy molesta. Le quitó a la niña de las manos a un sorprendido Lincoln y la abrazó contra su cuerpo para calmarla. —Es una bebé aún, así que te voy a pedir que te comportes cuando estés con ella. —Pidió Lana sentándose en otro sofá de al lado.

Obviamente Lincoln estaba muy molesto. No iba a permitirle a Lana que le dijera que hacer, él era el que mandaba en esta casa, él era dueño de sus hijas y sobretodo. Él era mucho más fuerte que todas para que así no volviera a tener miedo de hacerles frente a las putas que tenía como hermanas.

—Escúchame muy bien Lana, yo no te permitiré...

¡Slap!

El ruido de la puerta del frente siendo abierta de una muy fuerte patada lo detuvo de decir algo.

—¡No puedo creerlo! —Se quejó Leia mientras daba pisadas muy fuertes y se acercaba a la sala. —¿En verdad mi maestra creyó que yo iba a asistir a un sucio campamento? —Habló para si misma. —¡Pues esta muy loca de remate si cree que la gran Leia Londey Loud, hija del perfecto Lincoln Loud, va a ir a...

La diva con coletas se detuvo al darse cuenta de que era observada por tres pares de ojos.

—¿Lizzy? —Habló ella.

—¿Leia? —La menor se separó de su madre y fue a saludar a su amiga. Dándole un fuerte abrazo a la cintura de la diva.

Leia sonrió de forma cálida. A ella también le daba gusto volver a ver a la niña sucia, por lo que correspondió el abrazo.

Lincoln quién hasta el momento estaba con la mirada cansada por la falta de obediencia de Lola, a la cuál le pidió muy severamente que no volvieran hasta la hora de la cena pero por lo visto no podía ni hacer ni eso.

Pero ese no era el punto, estaba un poco atónito al ver a sus dos hijas tan unidas. Cómo si ya se conocieran desde hace tiempo.

—¡Leia, no debes venir a casa hasta... —Lola entró por la puerta de la entrada, venía toda agitada pero se detuvo al ver que Lana y Lizzy estaban aquí. Pero lo más sorprendente de todo, era que Lizzy y su hija se estaban abrazando. —Que sea... De noche. —Terminó lentamente la oración anterior. —¿Qué sucede aquí? —Preguntó con miedo la rubia.

—¡Tía Lola! —Gritó Lizzy con emoción al ver a su amorosa tía.

Leia observó con los ojos bien abiertos a su madre, no creyendo lo que acababa de escuchar.

Fue entonces qué Lincoln se puso de pie y con mucho enojo dijo lo siguiente.

—Todas tomen asiento, debo hablar de algo muy importante —dijo el albino mientras iba por un vaso de agua a la cocina.

Todas se miraron entre si, no sabían que pasaría ahora. Aunque estaban próximas a enterarse.

—¿¡Queeeee!? —Gritaron ambas divas a la vez después de que Lincoln terminó de hablar.

—¿¡Lizzy es tu hija!? —Preguntó alarmada Lola.

—¿¡Tengo una hermana!? —Gritó Leia con enojo y algo de emoción a su padre.

Lincoln les asintió a ambas. De nada servía que siguiera guardando el secreto. De todas maneras lo que importaba era que sus bebés estuvieran bien, era lo único que importaba, demostraría ser un buen padre y cuando dé su último aliento será cuando ellas sean todas unas profesionales y se puedan cuidar solas, pero hasta que ese día no llegue, él seguirá protegiéndolas a ambas.

—¿¡Tu sabías que mi padre tenía una hija con tu horrible hermana!? —Le gritó Leia a su madre. —¡Y lo más importante! ¿¡Por qué nunca me dijiste que tenías una hermana gemela!? —Exigió saber.

La rubia del vestido se encogió en su asiento. Mientras que Lana se enfureció por lo terriblemente malcriada que era la hija de su hermana y también por que le llamaron fea. Pero poco podía hacer. Lo único que haría era seguir escuchando.

De todas maneras no tenía nada que ver con estas dos y después de esto no pensaba volver a esta casa con su hija. Estas personas eran un mal ejemplo para su Lizzy y no iba a permitir que la malcriaran.

Mientras tanto, Lola negó con la cabeza, ella no sabia nada de nada. Se suponía que era la única mujer en la vida de Lincoln y que no debía haber nadie más, pero resulta que había alguien más con la qué él tenía una hija y un ángel por cierto. Si, ella conocía a Lizzy desde que nació y sabía que era una niña adorable.

—¿Puedo jugar con Leia? —Pidió Lizzy con ojos de cachorro a su madre. La pequeñita era ignorante de todo lo que pasaba, no entendía mucho. Solo que ahora tenía una hermana mayor y eso la ponía muy feliz.

Lana cerró sus ojos y negó lentamente la petición de su bebé poniéndola muy triste obviamente.

Pero había alguien más que no iba a permitir que tuvieran a su hermana más tiempo lejos de ella.

—Oyeeee papiiii —Leia llamó a Lincoln con una sonrisa diabólica en su rostro mientras observaba a Lana.

—¿Qué pasa cielo? —Preguntó Lincoln. Él cuál perdió interés hace rato en el asunto y se puso a ver la televisión.

—¿Puede Lizzy quedarse a dormir? —Se acercó a su padre y lo abrazó de la cintura. Lo observó con ojos de niña buena, esa misma mirada que usaba para conseguir todo.

Lana abrazó más contra su cuerpo a su hija Lizzy. No importa lo que dijeran, era su hija y lucharía por ella de ser necesario.

—Claro cielo —Lincoln le concedió eso con una enorme sonrisa.

El albino entonces se levantó de su asiento y se acercó a Lana. Sin el mayor esfuerzo le quitó a Lizzy de las manos con delicadeza y se la entregó a Leia, la cuál la cargo en sus brazos cómo si fuera un oso de felpa.

—Siiii —celebró Lizzy por que podría jugar con su hermana.

Lana se le quedó viendo con un nudo en la garganta. En verdad no quería creer que su hija ahora estaba con una niña malcriada y altanera. No, no quería creerlo.

—Jueguen con cuidado y no se vayan a lastimar —les pidió Lincoln con tono amoroso.

—Cómo ordenes querido padre —prometió Leia.

—Siiii... Papi... —Respondió Lizzy no muy segura.

Entonces ambas se fueron a jugar a la habitación de la joven diva.

—Oye Leia espera...

—¡Adiós mamá! —Leia silenció a su madre con enojo mientras subía las escaleras y sin voltear a verla.

—Adiós tía Lola —se despidió Lizzy imitando lo que su hermana mayor hacía.

Lola no tuvo de otra que cubrirse el rostro con ambas manos y empezar a sollozar. Era miserable y ahora que su hija la odiaba mucho más, entonces se sentía mucho peor.

Volteó a ver a su hermana gemela y esta se veía fatal. Solo que Lana sollozaba con un ligero ceño fruncido en su rostro mientras desviaba la vista a un lado.

Aunque el estado tan deprimente de ambas, no le importaban en lo absoluto a Lincoln.

—¡Oye! —Se quejó Lana.

—Hey Lincoln, ¡Woah! —Se exaltó Lola también.

Se sorprendieron en el momento en que Lincoln las tomó a ambas del brazo y las fue jalando hacía la salida.

—Esperó que estén contentas y deberían agradecer de que mis bellas hijas no saben aún que sus padres son todos hermanos... O si no, les iría muy mal —Las sacó a ambas de la casa sin el mayor esfuerzo. —Nos vemos la próxima semana.

Iba a cerrar la puerta pero Lana lo evitó.

—¡Espera Lincoln! ¡Aún no me he llevado a Lizzy! —Intentó ingresar nuevamente a la casa pero Lincoln se lo impidió.

—No, ella se quedará aquí por una semana, ella merece pasar tiempo con su padre, ¿No es así? —Mencionó Lincoln con una sonrisa burlona.

Pero eso solo alarmó más a la rubia de gorra. La cuál puso más empeño en querer entrar a la casa.

—¡No, no quiero separarme de ella! —Gritó Lana con desespero. —¡Lizzy! ¡Lizzy! ¡Ven con mamá! —Gritaba Lana a todo pulmón pero era inútil, su hermano era mucho más fuerte. —¡Lola ayúdame! —Gritó desesperada a su hermana gemela la cual estaba algo distante con una tristeza enorme reflejada en su rostro.

Pero esta alzó la vista con una expresión de asombro al escuchar que su gemela la llamaba pidiendo su ayuda. No lo dudo, no espero a que se lo repitieran de nuevo, simplemente puso una expresión decidida en su rostro y se lanzó al ataque. Ahora que eran dos contra uno, podían mover mucho más al albino, estaban molestas y decididas a entrar.

A Lincoln se le hacía difícil retener a ambas. Por lo que se molestó al poco tiempo y sin piedad alguna.

—¡Agh! —Gritaron ambas al ser tomadas por el cuello al mismo tiempo. Si, Lincoln las sujeto a ambas con sus manos y las hizo detenerse.

–Dije que Lizzy se quedará aquí hasta la próxima semana —apretó un poco más fuerte el cuello de ambas. —¿¡Entendieron!? —Les gritó en la cara.

Acto seguido, las arrojó un par de metros hacia atrás, importándole muy poco si alguna se lastimaba al caer.

¡Slap!

Cerró la puerta con un fuerte azote al finalizar.

Lola se levantaba difícilmente del suelo. Le dolía el cuello y su espalda, pero aún así no le importó y ayudó rápidamente a su gemela, la cuál se veía devastada.

—¡Aléjate! —Lana pegó un fuerte grito al sentir que Lola la tomaba de la mano.

—Pero Lana...

—¡No quiero tu ayuda! —Se levantó del suelo y se fue caminando en dirección a la casa de sus padres.

Lola no tuvo de otra que seguirla y ver si podía convencerla de que todo estaría bien, aunque ella no estaba del todo convencida.

Más tarde.

—¡Lizzy, Leia hora de comer! —La voz de Lincoln hizo que ambas niñas dejarán de jugar y asistieran al llamado de su padre.

Lincoln por fin tendría una cena con sus dos personas favoritas en el mundo y las más importantes en su vida.

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