Cuatro




La casa de los Williams era un segundo hogar para Clark, conocía a Hannah desde niños, sus padres eran amigos desde mucho antes de sus nacimientos, los Williams y los Byrne eran familia, por lo que la estadía de Clark en la casa de la morena ya no era una novedad, además de que el chico era de gran ayuda cuando se trataba de hacer que los trillizos se cansaran y cayeran dormidos.

—Vamos a mi habitación, ahí me contaras todo con lujos de detalles —Hannah aventó sus llaves en la mesita a un lado de la puerta de la entrada para después caminar hacia la cocina, Clark cerró la puerta y esperó a que su amiga saliera de la cocina para que junto a ella fueran a la habitación de la morena. La chica apareció minutos después con un gran bowl lleno de frituras, los dos chicos subieron las escaleras hasta la habitación, Hannah aventó su bolso sin importarle el lugar en el que este cayese, los dos se sentaron en la cama de la chica—. Ahora cuéntame sobre la chica misteriosa —recargó su espalda en el respaldo de la cama tomando una fritura y llevándosela a la boca completamente atenta a su mejor amigo.

—Su nombre es Scarlett Simmons —soltó un suspiro sabiendo que no podía ocultarle más a su amiga su pequeño secreto, Hannah al ver a su amigo tumbarse en la cama mirando el techo con una tonta sonrisa ya le daba mucho por pensar—. Realmente no he hablado con ella, solo hemos cruzado unas cuantas palabras. Pero sé más de lo que debería, la semana pasada encontré un cuaderno en las bancas del campo de fútbol, el entrenamiento había terminado, cuando estaba por irme vi el cuaderno, lo tomé, leí la primera página y lo llevé conmigo a casa —miró a su mejor amiga de reojo esperando alguna reacción de esta.

—Clark Byrne, dime que no hiciste lo que estoy pensando —Clark gruñó mientras colocaba su brazo sobre sus ojos, ciertamente no le enorgullecía el decir que había leído el cuaderno que contenía la vida de Scarlett, pero no había podido evitarlo, desde antes de encontrar el cuaderno cada que veía a la castaña su corazón latía como loco—. ¡Clark! —la chica le reprendió lanzándole uno de sus peluches directo a la cara—. Corrompiste su privacidad, si entendí bien es su diario, un diario es lo más sagrado para una persona, escribes ahí lo que no te atreves a decir —Hannah estaba sorprendida por las acciones de su mejor amigo, no del puro y casto Clark Byrnes.

—Espera, ¿Tienes un diario? —tras terminar la pregunta otro oso de peluche impactó contra su rostro—. ¡Hannah! —se quejó sentándose al mismo tiempo que le lanzaba de regreso el peluche que dio de lleno en el rostro de la morena.

—De acuerdo, me lo merecía —sobó su nariz soltando una carcajada—. No tengo un diario, Clark. ¿Acaso no has visto mi habitación? Es un desastre, si tuviera un diario jamás lo encontraría o recordaría en dónde lo dejé, además tú eres mi diario parlante, así que no lo necesito —el castaño sonrió ante la confianza de su amiga—. Bueno, sigue contando, me siento como si leyera un libro de romance —abrazó su almohada regresando su completa atención a Clark.

—Leí el cuaderno y maldición, Hannah. Hay tantas cosas en el, que ahora entiendo por qué sus ojos denotan tanta tristeza, a pesar de ello sonríe, pero no es una sonrisa real —soltó un suspiro exasperado al no entender a Scarlett—. Estoy perdido —miró a Hannah en busca de ayuda, sabía que su amiga tendría las palabras correctas para ayudarle.

—¿Es muy grave lo que escribió? —Clark asintió—. ¿Te llama la atención, no es así? —Hannah pensó en Athena, sabía bien lo que la pelirroja sentía por su castaño amigo a pesar de que esta nunca le hubiera contado sobre ello, Hannah era muy observadora, mientras todos creían que ella se encontraba distraída y en su mundo ella en realidad miraba a las personas, había notado la atención exagerada que Athena tenía hacia Clark, pero aunque le doliera pensarlo, Clark era más importante para ella, él era como su hermano y por ende la felicidad de este estaba primero.

—No solo llama mi atención, Hannah. Mi corazón late como loco cada que la veo, el solo escuchar su voz me llena de felicidad, leer lo que escribió me hace querer protegerla, de abrazarla para no soltarla jamás.

—Te gusta, quizá un poco más que eso —afirmó mirando a su amigo suspirar cual enamorado—. No voy a felicitarte por lo que hiciste, porque no estuvo bien, debiste regresar el cuaderno sin leerlo; pero teniendo en cuenta de que gracias a ello por fin una chica te llamó por completo la atención, no te golpearé, esta vez —le advirtió antes que cualquier cosa—. Ahora, este es el plan —se levantó emocionada, había esperado tanto por ser el cupido de su mejor amigo, esos siete años de espera valieron la pena completamente para ella y podía apostar cualquier cosa a que aprovecharía la situación.



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Creo que lo complicado de que mi padre no estuviera por su trabajo era que no conocíamos a nadie, cada año era lo mismo, debíamos mudarnos, acoplarnos y volver a mudarnos. Tengo vagos recuerdos de amigos en la escuela, pero nada duradero, tenía actividades extras para evitar llegar a casa, lo mismo ocurría con Thalia, por sugerencias mías ella intentaba con cualquier deporte, hasta que encontró cierta fascinación por el Karate. Yo por otra parte encontré un lugar donde podría expresarme sin que fuera regañada, castigada o golpeada, el arte y fue la mejor decisión.

Gané unas pequeñas competencias sobre dibujos, lo normal para una niña de ocho años, nada espectacular solo eran sobre las familias y era ahí donde yo imaginaba una familia feliz, aquella que siempre anhelé y nunca pudo ser. Fue a esa edad en la que todas las mentiras y mascaras que mi madre utilizaba se cayeron, mi papá perdió su trabajo por recorte de personal, técnicamente él ya tenía una edad considerable como para seguir trabajando o al menos eso fue lo que dijeron; mi papá sí que disfruto su juventud él no embarazo a mi madre a los diecisiete o a los veintiuno, él tenía 31 años cuando llegue al mundo y 33 años cuando Thalia nació. Poco después de que fuera despedido consiguió otro trabajo en una prisión, pero este requería estar toda la semana en guardia y los fines de semana podía regresar a casa, cosa que Lorelai aprovecharía al máximo semanas después.

No podíamos quejarnos de lo que teníamos, realmente mi padre no ganó nada mal en su anterior trabajo y con ello teníamos asegurada una buena universidad, junto con un vida sin preocupaciones, además de que Lorelai comenzaba a utilizar un poco del dinero en juegos de Casino, en aquellos momentos solo iba una vez por semana cosa que no afectaba demasiado, al menos mi padre lo veía como si fuera una relajación para ella tras cuidarnos siempre, cosa que realmente no hacía, ella estaba siempre en su habitación dormida o viendo la tele, mientras yo me las ingeniaba para darle de comer a Thalia y mantener la casa en orden o al menos eso intentaba, salía a escondidas de la casa para comprar algo que fuera comida, sé que me arriesgaba demasiado tomando en cuenta el mundo tan mierda en el que estamos viviendo, pero era eso o no comer en todo el día.



Un gruñido involuntario salió de la boca de Clark, el chico sin conocer a la madre de Scarlett podía decir que esta no le agradaba, en lo más mínimo, el solo leer lo que esta le había hecho le daban ganas de golpear algo, ¿Aquello era normal?

Clark había estado leyendo el cuaderno desde que había llegado a su hogar, el plan de Hannah consistía en seguir leyendo el cuaderno e intentar entablar una conversación coherente con Scarlett eso haría que Clark conociera a la chica evitando que esta se sintiera incomoda y según Hannah eso le llevaría a "triunfar en el amor", ahora el chico solo debía preocuparse por controlar su nerviosismo y claro no parecer un retrasado frente a ella.



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